Está en la página 1de 3

Cangrejo purpura

Kevin Morán

Había nacido en una playa del norte del Perú. El cangrejo era extraño,
había nacido púrpura, a diferencia de los demás. Él era diferente y lo sabía.
Y sabía, también, que los demás lo percibían así y que se lo dirían de poder
hablar.

Al salir el sol, todos los cangrejos que habitaban en la playa salían a


obtener su alimento. Pellizcando la arena se encontraban cosas que ni te
imaginas. Pellizcar en la arena es un arte. Al cangrejo púrpura nadie le
enseño a pellizcar en la arena, así que aprendió solo, sin tutor, sin un
cangrejo que le enseñe. Los demás siempre se alejaban de él. No sabía
porque, ya que no hablaban, pero presentía que era por su color púrpura.

—Mami, mami, mira, un cangrejo púrpura.


—Déjalo, hija, no lo toques. Quizá es venenoso.
—Pero es bonito, mami.
— ¡No lo toques!— le dijo su mamá a la linda niñita que recorría la playa
con su familia.

El cangrejo nunca había visto a un humano tan cerca. Le pareció extraño


que alguien se interesase en él. Sus pequeñas tenazas se abrieron y cerraron
de felicidad. El rostro de la niña era muy dulce. Le fascinó ver a ese
cangrejo.

Cuando se levantó de la arena, lo hizo también con el


cangrejo, sosteniéndolo con ambas manos, desobedeciendo a su madre. El
cangrejo ni se movió, no quería escapar, como otro cangrejo sí lo habría
hecho.

—Eres muy lindo, cangrejo— dijo la bella niña.

El cangrejo no sabía bien que significaba esto, pero le agrado y se sintió


bien. Al rato llegó la madre de la pequeña.

—Te dije que no lo tocarás, lucía— la madre, enfurecida, tomo al cangrejo


con sus manos y lo devolvió a la arena, tirándolo por los cielos y alejándolo
de donde se encontraban.

—Me desobedeciste, Lucía.
—Pero mamá, no me hace nada. — Tenía lágrimas en los ojos, la pequeña.

El cangrejo se recuperaba del golpe y se ponía de pie solo para ver como la
madre se llevaba a la pequeña Lucía jalándola de los brazos
por desobedecerla. Y lucía, llorando.

Avanzar de derecha a izquierda, de derecha a izquierda. El pobre cangrejo


nunca la alcanzó.

Pasaban los días en la playa y el cangrejo púrpura seguía como siempre,


pero con el recuerdo de aquella niña. Pellizcando en la arena hasta que su
ciclo de vida llego al punto en que debía terminar. ¡Ay Cangrejo!

Si los demás pudieran hablar, cangrejo, quizá les hubieras gustado mucho,
hubieras sido la sensación por tu color.
El pequeño cuerpo, débil ya, del cangrejo, se acerco a su primera madre, la
que lo recibiría con los brazos abiertos, la que de una pequeña ola se lo
llevaría para nunca volver. Él feliz porque alguien lo quiso. La imagen de
la niñita copaba su pequeña mente.

Es así como el cangrejo púrpura se entrego a su madre mar y a la luna


reflejada en ella.

También podría gustarte