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Los lectores destacan su defensa de un evangelio profundamente bíblico, su pasión y
sencillez a la hora de predicar, y su preocupación por las personas desprotegidas.
En este sentido, Escobar destaca su empeño en una doctrina sana: “Fue un claro
exponente de lo que es una predicación centrada en Jesucristo y la obra de la
Cruz. Celoso de la humildad y de la santidad, permaneció fiel hasta el último
instante a los principios de la pureza del Evangelio y alejado de los escenarios
evangélicos populistas o elitistas”. Su mensaje, además, no se quedaba en lo
abstracto. Tenía una compasión real por otras personas, “desbordante en
generosidad, no escatimó ni un solo instante en invertir su vida y ministerio
hacia los más desprotegidos y necesitados”. Su vida, concluye Escobar, fue
“digna de imitar”.
“Hay una característica de David Wilkerson que no es muy conocida por la gente
en general, el dolor golpeó fuertemente su vida y su hogar ya que el cáncer
alcanzó su familia, concretamente a su esposa, a su hija y a su nieto”. Sin
embargo, esto “nunca condicionó su relación con Dios ni permitió que
menguara su dependencia de Él. Su ejemplo de honestidad personal al revelar
sus debilidades y no parecer un “super-pastor” le hizo más asequible y querido
por todos”, opina.
Fue “un profeta de nuestros tiempos, un hombre apasionado por Dios y por su
Palabra y un referente de integridad”. Muñoz Morales añade que destacó “su
valentía al enfrentar los desvíos de algunos sectores evangélicos”. Todo ello, con
una disciplina clara, “la oración constante”.
Su ejemplo debe marcar a otros, cree Eduardo Ruminot: “Espero que muchos se
levanten para seguir el ejemplo de un hombre que amo la sana doctrina y jamás
negoció sus principios espirituales ni se dejó seducir por el éxito”.
“Murió como vivió, 'en acción', fue un testimonio para mi vida en los años 70 y
lo ha sido hasta ahora con sus escritos directos y sin miedo. Utilizó las muchas
pruebas en su vida como un medio para aferrarse más a nuestro Padre celestial,
y enseñarnos a amarlo y a aferrarnos nosotros también”, dice Pedro Antonio
Castro.
“Dios es su amigo. Él le conocía y eso hizo que todo lo que decía y hacia tenga el
sello de Dios”, opina Mirna Cruz, de Paraguay.
Por todo lo anterior, Wilkerson “dejó un camino y una conducta a imitar”, cree
Luis Brito. Elvis Trujillo también lo ve así: “Todos tenemos una misión de parte
de Dios, y este hombre estuvo dedicado alservicio del Señor, y marco la
diferencia en su generación. Nos queda imitar su entrega y fe.”
Y PARTIR DE AHORA…
Tras la muerte de Wilkerson, muchos de los comentarios son de apoyo para su
familia. Varias personas expresan la necesidad de “oraciones por su esposa e
hijos y nietos”.
Para finalizar, José Luis Correa recuerda que Wilkerson fue “un siervo del Señor
con todas las letras”. Joan nombra su libro Tenemos hambre de Cristo para
añadir que el autor “ya no va a pasar más hambre”. Porque como concluye Julia
Martín, Wilkerson “ya está en casa”.
Autores: Joel Forster
© Protestante Digital 2011