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Historia de yerba y mate

Leyendas sobre el origen de la yerba mate

A través de numerosas leyendas indígenas y mestizas que llegaron hasta nuestros días, los
naturales trataron de explicar el origen de la planta y su uso.

Una de ellas, cuenta que un viejo indio guaraní, integrante de una tribu que vagaba por las selvas,
quedó en un refugio acompañado por su hermosa hija Yarii. Una tarde, al caer el sol, llegó a la
choza un viajero. El indio lo recibió brindándole cordial hospitalidad. A pesar de su pobreza le
ofreció comida y bebida: sabrosa carne de “acutí” y “tambú”. El visitante, que era un enviado de
Tupá, recompensó al generoso indio haciendo brotar una planta nueva en la selva; nombrando a
Yarií, diosa protectora, y a su madre custodio de la misma. Enseñó a ambos lo que debían hacer
para preparar con sus hojas una exquisita infusión que sería, a partir de entonces, símbolo de la
hospitalidad.

La yerba mate

Las características del principal integrante del complejo matero son: la mal llamada “yerba mate”,
ya que no es una hierba, sino un árbol de considerable altura. El error de la denominación procede
de los españoles, que conocieron el uso de las hojas antes que la panta y lo confundieron con un
arbusto.

Pertenece a las familias de las aquifoláceas. Su nombre guaraní es “caá”, que significa “yerba
verdadera” ó “yerba por excelencia”.

Es originaria de América del Sur, donde vive en estado silvestre, y se la cultiva exitosamente. Se
parece al laurel, llegando a alcanzar su tronco blanquecino más de 45 cm. De diámetro. La altura
oscila entre los 4 y 8 metros, aunque se han encontrado ejemplares silvestres de 16 m. Las hojas
son alternas, oblongas, de bordes ligeramente dentados; perduran en la planta unos tres años.
Cuando llegan a la madurez presentan una superficie luciente y dura, de color verde intenso con la
nervadura central amarillenta.

La planta es dioica, o sea de sexos separados. Las flores son pequeñas, de color blancuzco o blanco
verdoso y nacen de las axilas de las hojas en forma de racimos. Cada racimo llega a tener 50 flores.

El fruto es pequeño, esférico, de 5 a 8 mm. De diámetro. Cada fruto tiene de 4 a 8 semillas, sólo
una es capaz de dar origen a una nueva planta, puede permanecer en la tierra largo tiempo,
incluso años, sin germinar.

Del “ilex paraguariensis” se utilizan las hojas y tallos tiernos, que después de un proceso de
elaboración brindan una bebida estimulante, tónica y vitamínica.

Los indios guaraníes atribuían a la yerba poderes excitantes y tónicos de carácter mágico.
Se ha dicho del mate que es acelerador del ritmo cardíaco, digestivo, nutritivo, estimulante,
diurético, cicatrizante, excitador de los movimientos peristálticos del intestino, afrodisíaco, etc.

Otros análisis afirman que es fuente rica y útil de vitamina C.

Otro componente importantísimo en el “rito de matear” es el mate. Viene del quichua “mati”, que
significa “recipiente para beber”. Aplicado a la pequeña calabaza, fruto seco de la “leguenaria
vulgaris”, planta rastrera que crece silvestre en toda América.

Mate es todo recipiente utilizado para el fin de beber la infusión de yerba. Los gauchos idearon el
mate de asta forrado en cuero, muy tradicional en la pampa argentina.

El mate de plata era el de salón, para agasajar a las visitas y se usó hasta hace poco. Hoy son piezas
de adorno y se fabrican en alpaca para el turismo.

“Curar el mate” es hacer penetrar el espíritu de la yerba en las paredes del recipiente que la
contiene. Esto sólo puede ocurrir en los mates de calabaza o madera, de paredes porosas, que se
ceban dulces o amargos, según el gusto.

La bombilla

Su origen habría estado en un tubito de caña llamado en guaraní “tacuapí”, con este nombre se
designa aún a la bombilla en Paraguay. Las bombillas de metal serían imitación de ésta.

El mate en la época colonial

Los españoles adoptaron enseguida el uso de la yerba. El documento más antiguo que habla de
ello data de 1541. Ya en el siglo XVI circulaban numerosos intereses en torno de la yerba entre
encomenderos y jesuitas. Los indios encomendados eran arrojados al fondo de la selva en busca
de los árboles de yerba que, al incrementarse el consumo, se alejaban cada vez más de los centros
poblados. El principal yerbatal, Mbaracayú, se encontraba a más de 500 km. Al norte de Asunción.

Los nativos eran víctimas de la explotación y morían en pos de encontrar las hojas de yerba.

Los jesuitas son los primeros en intentar el cultivo de la yerba mate y con el tiempo, hacia fines del
siglo XVII superan en producción a Mbaracayú, monopolizando la producción, propagándola y
basando en este comercio su poder en Sudamérica.

Costumbres y creencias populares: el lenguaje del mate

Existe también un lenguaje del mate, que se transforma en vehículo silencioso e íntimo para la
transmisión de los más variados sentimientos:

Mate amargo: indiferencia.

Mate dulce: amistad.


Muy dulce: hablá con mis padres.

Mate frío: desprecio.

Con toronjil: disgusto.

Con canela: ocupas mis pensamientos.

Con azúcar quemada: simpatizo contigo.

Con cáscara de naranja: ven a buscarme.

Con té: indiferencia.

Con café: ofensa perdonada.

Con melaza: me aflige tu tristeza.

Con leche: estima.

Muy caliente: así estoy de enamorado de ti.

Hirviendo: odio.

Lavado: rechazo.

Con cedrón: consiento.

Con miel: casamiento.

Tapado: rechazo.

Espumoso: cariño verdadero.

Encimado: mala voluntad.

Fuente: Leonor Slavsky y Gladis Ceresole

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