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Mentes Maravillosas A diferencia de otros expertos en educa-

ción, Ken Robinson es un innovador nato


que nos alerta sobre el error de confundir
Por Eduardo Punset
inteligencia con coeficiente intelectual.

¡Salvemos la creatividad!
H
ace muy poco tiempo que el cociente supuestamente intelec- binson ha apuntado otro requisito De quién
pude conversar personal- tual pueda definir la capacidad de indispensable. hablamos:
mente en California con los profesionales. Sir Ken Robin-
sir Ken Robinson, el me- Resulta insuficiente acertar a la ho- son (Liverpool,
jor experto en educación y crea- Por fortuna, las investigaciones pa- ra de elegir en función de sus pro- 1950) está
tividad que jamás he conocido. Es ralelas de los científicos que estu- pios sentimientos y no de las con- considerado
paradójico, pero los educadores diaban los requisitos de la capaci- diciones exteriores, de los puestos una autoridad
acumulan tal cantidad de conoci- dad de entender o comprender en de trabajo disponibles. Hace falta pedagógica
miento sobre su propia actividad humanos y primates descorrieron también controlar a ese elemento en Gran Bre-
–suelen ejercer su profesión toda el velo sobre la verdadera naturale- o dominio para que no le deje a uno taña. En 1998,
la vida–, que no son innovadores za de esos intentos paracientíficos. en la estacada. Desgraciada o afor-
tras dirigir
naturales. Profundizan tanto en Ahora resulta que lejos de definir la tunadamente solo hay un mecanis-
una comisión
su quehacer diario que “cada vez inteligencia como atributo exclusi- mo para garantizarlo: la práctica y
nacional sobre
saben más de menos hasta que lo vo de las personas, se ha profundi- el esfuerzo continuado, que a veces
el estado de la
saben todo de nada”, como decía zado en sus rasgos básicos –flexibi- parece inacabable. El surfista no tie-
Karl Marx de los monetaristas. Es- lidad, capacidad de representación ne más remedio que echar miles de educación, la
te juicio se puede aplicar también a mental y complejidad– hasta poder horas a ejercitar su equilibrio sobre creatividad y
muchos educandos. concluir que algunos miembros de la ola; el médico debe examinar con la economía,
nuestra especie no reúnen estas detenimiento y pasión a miles de publicó un cé-
Sin embargo, el profesor Robinson cualidades, mientras que sí son pacientes antes de estar seguro de lebre informe
es pura innovación; se diría que ha atributos de otros animales. que no se equivoca; y el ejecutivo ha que cimentó su
olvidado su lugar de procedencia y de dedicar miles de horas al conte- prestigio. Hoy
experiencia. Es obvio que solo le ha A sir Ken Robinson debemos la nido de su misión, al aprendizaje de es profesor
interesado aquello que se nos echa advertencia al mundo del conoci- sus objetivos y al conocimiento de emérito en la
encima mucho antes de que la gen- miento de que no podía seguir re- los procesos imprescindibles para Universidad de
te se haya enterado, a no ser porque nunciando al valor exorbitante de alcanzar los dos primeros. Warwick.
esta sufra ya los efectos perniciosos la creatividad. Pero no solo eso. Su

Arturo asensio
del cambio. Nadie como él ha lla- otra gran aportación ha sido dar las
mado la atención sobre el despro- claves para regenerarla en los dos
pósito de separar con ligereza la ámbitos: el académico y el artísti-
ciencia y la tecnología del arte y la co. ¿Cuál es el secreto de esta facul-
creatividad. tad humana?

Al Renacimiento sucede, por des- Lo que el profesor Robinson llama


gracia, la Ilustración, obcecada por elemento o dominio es la actividad
educar para satisfacer los trabajos física y mental que absorbe por en-
que reclamaba la nueva sociedad tero el ánimo de quien lo practica.
industrial. El recurso incesante a la La persona absorta por su elemen-
medición del nivel de inteligencia, to encuentra en su ejercicio el so-
presuntamente adecuado para lle- siego, la seguridad en sí mismo y
nar las vacantes laborales, ahonda la confianza en el futuro que no le
todavía más la brecha entre ciencia pueden dar otros. Se puede tratar
y creatividad. El propio desarro- de la pasión mostrada por un sur-
llo industrial, entorpecido por el fista o del apego de un médico por
distanciamiento entre dos ámbi- sus enfermos y de un ejecutivo por
tos igualmente imprescindibles, el porvenir de su proyecto empre-
apunta pronto a la incongruencia sarial. Ahora bien, no basta con
de que una fórmula sencilla como detectar el dominio adecuado. Ro-

Siempre le interesó aquello que se nos echa


encima antes de que la gente se haya enterado

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