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La Escuela de Traductores de Toledo.

Toledo fue la primera gran ciudad musulmana reconquistada por los cristianos. Islamizada durante
370 años, la llegada de Alfonso VI en el 1085 trajo consigo - además de la devolución del culto
católico - a los mozárabes, castellanos y francos que componían el ejército vencedor, y que
convivirían desde entonces con los judíos y árabes que, hasta ese instante, poblaban la ciudad.
Como en otras capitales de Al-Ándalus, los cristianos a su llegada encontraron grandes bibliotecas,
repletas de obras cuyos contenidos eran desconocidos para ellos. Los árabes, en su expansión por
el imperio bizantino, asimilaron, tradujeron, estudiaron y conservaron las obras más importantes de
las culturas griega, persa e india, y las trajeron consigo hasta la Península Ibérica. Ese legado
cultural, junto a los trabajos e investigaciones desarrollados por los grandes sabios árabes y judíos
forjados a lo largo de los años de ocupación, así como el hecho de que durantes los siglos XI y XII
gran cantidad de castellanos emigraron hacia la ciudad toledana, imponiendo finalmente su manera
de hablar, crearon un caldo de cultivo que derivó en un movimiento cultural de alta importancia
para la literatura y el conocimiento en la Península Ibérica y en el resto de Europa.
Como consecuencia de todo este ambiente cultural, a mediados del siglo XII, nace un fenómeno
conocido como la Escuela de Traductores de Toledo, que no se trataba de un centro educativo, a
pesar de su nombre, sino de un grupo de estudiosos cristianos, judíos y musulmanes que
trabajaron conjuntamente en la investigación y traducción de todas estas obras encontradas de la
cultura árabe y de la antigüedad, trasmitiéndolas posteriormente al resto de la Europa medieval,
alimentada hasta ese instante única y exclusivamente por la cultura latina.
En su primer periodo, impulsado por el arzobispo don Raimundo, se tradujeron fundamentalmente
obras de filosofía y religión del árabe al latín. Las universidades europeas comenzaron a conocer
las obras de Aristóteles, comentadas por filósofos árabes como Avicena y Alfarabí, de autores
hispano-judíos como Ibn Gabirol, y también se tradujeron el Corán y los Salmos del Antiguo
Testamento.
Tras una fase de transición, con la llegada de Alfonso X en el siglo XIII, comienza su segundo
periodo; una etapa en la que se realizan las traducciones de los tratados de astronomía física,
alquimia y matemáticas. El gran impulso que este monarca dio a la Escuela de Traductores de
Toledo supuso que este organismo recopilara un gran caudal de conocimientos, que el rey
encauzó a través de la edición y composición de algunas de sus obras, entre la que podemos
destacar las Tablas Alfonsíes. Otras obras traducidas de gran importancia fueron los tratados de
Azarquiel, de Ptolomeo y del médico y matemático árabe Abu Ali al-Haitam. También vieron la luz
obras como los Libros de ajedrez, dados y tablas y recopilaciones de cuentos como Calila e Dimma
y Sendebar.
En este segundo periodo, las traducciones no se hacen al latín sino al castellano, y los métodos de
traducción evolucionaron con el tiempo. A diferencia del primer periodo donde un judío o un
cristiano conocedor del árabe traducía la obra original oralmente al romance, ante un experto
conocedor del latín, el cual redactaba posteriormente en esta lengua lo que había escuchado. En el
segundo periodo, las obras eran traducidas por una única persona, conocedor de diversas lenguas,
cuyo trabajo era finalmente revisado por un enmendador.
De entre todos los que compusieron y trabajaron en esta institución, cabe destacar la labor
realizada por traductores como Gerardo de Cremona, Domingo Gundisalvo, o Abraham Alfaqui,
quienes contribuyeron a la expansión por Europa de los grandes conocimientos descubiertos por
los cristianos a la llegada a la ciudad de Toledo.

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