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8 | OPINIÓN | EL ORIENTE DE ASTURIAS LLANES 1| ABRIL | 2011

EN LA PEREDA, las máximas


autoridades municipales y los veci-
nos se reúnen delante de la fachada
sur de la escuela. Las primeras dan
explicaciones a los segundos de las
actuaciones que tuvieron lugar para
la mejora del entorno. La obra aco-
metida trató de mejorarlo sin
tocarlo demasiado. Se podaron los
viejos castaños cuyas cañas peligra-
ban caer con los fuertes vientos, se
adecentó la bolera y se remozaron
la fuente, el bebedero y los caminos
centrales con cemento y vallados de
madera, se puso alumbrado que
aparte de iluminar destaca este
bello rincón. Sólo la carretera con
su mal firme, sus inexistentes arce-
nes ni cunetas, soportando el
pesado tráfico de la cantera de
Santa Marina queda como punta
de lanza en el requerir de los veci-
nos y usuarios habituales de la
misma. Es perentoria su mejora.

Ramonín Tamés Blanco, como


así le conocemos de toda la vida en
los pueblos, nada más acabado el
acto de inauguración, salta el muro
de la bolera y se pone a jugar a la
par de un niño que se inicia con
entusiasmo en el ancestral juego de
los bolos bajo la atenta mirada de

Del tiro al birle


su padre.
A Ramón, la vida nada fácil que
tuvo, pudo impedirle dedicarse en
cuerpo y alma a la actividad depor-
tiva del bolo palma. Una pesada tidas de canicas, similar juego de casó y vivió y acudió a la bolera a ella por verlos jugar y escuchar su
enfermedad, cuando todavía era un precisión, y de bolas también. echar la partida porque el pueblo se De Taro, como así conversación.
joven, le impidió hacer el gran En Parres, donde siempre exis- distinguió, no sólo ahora sino siem- reconocen sus vecinos a Ramonín.- Comencé de
esfuerzo que supone el manejo de tió una gran afición a los bolos, pre, por mantener las costumbres pequeño con la afición a los bolos.
las pesadas bolas. A continuación, aprendió de las partidas de la bolera más puras, y la de los bolos no iba a Santiago, recuerdo verle Me pasaba las horas en la bolera
una prolongada emigración le de la Casona, o las de la Xunca de ser de menos. Ramonín puso su tirar en la bolera de la siempre que podía, armando y
apartó más de cinco lustros de la los mejores tiradores. La infancia grano de arena enseñando a varias Xunca y en la de las claro está aprendiendo de las for-
actividad bolística. La retomó dio paso a la adolescencia de una generaciones dejando tras él a bue- Mimosas, y a mí, como mas de los tiradores mejores.
cuando regresa a Asturias y la com- manera atropellada. Ya de bien nos tiradores que fueron de algún niño que era, me llenaban Taro.- Había tanta afición que
paginó, no sin mucho sacrificio, pequeño se escapaba hasta la Vega modo discípulos suyos. se hacía con gusto y el tiempo se
con la vida laboral. la Portilla, que era entonces la los aplausos del público pasaba rápido. No había otro juego
Vemos a Ramonín llegar o salir bolera donde se celebraban los Santiago González Gutiérrez, o cuando mi padre que tanto nos gustara.
de la estación de Llanes cargado grandes campeonatos. Taro como le reconocen sus vecinos, derribaba con éxito tantos R.- El premio venía a ser en
con su bolsa de bolas para cumplir También en Porrúa donde se también le vi esa mañana con ganas palos torno a los veinte duros para la
con la peña en la que estuviese de subir alguna bola. La oportuni- pareja que ganaba el campeonato.
comprometido. Su vida discurre dad es grande. Un niño juega en esos T.- Y de cinco duros para el pri-
entre los tres pueblos llaniscos de A Ramón, la vida nada momentos a derribar como puede derribaba con éxito tantos palos. mero, ya era un buen premio.
los que guarda especial cariño. fácil que tuvo, pudo los bolos bajo la mirada atenta de su Pero por las necesidades de la vida y R.- Y nos daban por pinar una
Aquí en La Pereda, fue donde impedirle dedicarse en padre. Taro traspasa con precaución, del cumplimiento con el trabajo, peseta o dos reales. Otras veces,
nació y donde, con toda seguridad, apoyado en su cachaba, el pequeño pocas veces se pudo permitir esa nada. Recuerdo estar armando en la
haya dado sus titubeantes primeros
cuerpo y alma a la muro y tira las primeras bolas alter- satisfacción. bolera de la Vega la Portilla. Había
pasos por la bolera, empujando con actividad deportiva del nando con el campeón. A pesar de Es una buena ocasión para pre- ido bien de mañana, sin comida ni
sus aún tiernos pies las pesadas bolo palma. Una pesada sus cercanos noventa y dos años los sentar a los lectores de El Oriente, a nada. La competición era larga y a
bolas que rodando dejaban un enfermedad, cuando resultados no son nada despreciables la par que el evento que tuvo lugar mí no me permitían ni cruzar la
pequeño rastro sobre la húmeda todavía era un joven, le ni en el tiro ni en el birle. Siempre en la Pereda y que con toda seguri- carretera para ir a beber a la fuente
tierra. Es de pensar que cuando tuvo una gran afición a los bolos y dad haya dado mejor cuenta el que estaba a cincuenta metros.
asistió a las primeras clases de la
impidió hacer el gran jugaba algunas partidas. Recuerdo corresponsal, el cuadro que capté el Comí lo primero cuando llegué a
escuela, debió de pasar la mayor esfuerzo que supone el verle tirar en la bolera de la Xunca y sábado, diecinueve de marzo, día casa, bien tarde ya. A lo sumo te
parte de los recreos dentro del cua- manejo de las pesadas en la de las Mimosas y a mí como del padre. El sol anunciaba la pri- daban una peseta por armar los
drilátero cerrado donde comenza- bolas niño que era, me llenaban los aplau- mavera en la pequeña vega de la bolos. El campeonato solía durar
ría a participar en las primeras par- sos del público cuando mi padre Guadalupe. Me acerqué también a un par de domingos.

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