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LA LOGIA LAUTARO, Sociedades secretas en la independencia americana.

Citerea - 1

LA LOGIA LAUTARO
Sociedades secretas en la independencia americana

Por el Lic. Flavio A. Sturla | Otoño de 2006

“Nuestros actos deben ser, ante todo, la expresión de nuestra libertad;


de lo contrario pareceremos ruedas que giran porque una causa externa
les obliga a ello”.
Tagore

San Martín era un hombre de su época, y como tal, utilizó las mismas instituciones y códigos que
los hombres de su tiempo para llevar adelante los propósitos que lo trajeron devuelta a las Provincias
Unidas del Río de la Plata. El instrumento que los liberales europeos habían encontrado para luchar contra
el absolutismo monárquico, ya desde el siglo XVIII, fue la asociación clandestina. En ese contexto
surgieron las logias –que podían o no ser masónicas según su orientación religiosa- y que operaron como
piezas de ajedrez sobre el complejo tablero político del viejo continente, conspirando, digitando,
coaccionando al régimen establecido.
La logia Lautaro fue una de estas organizaciones secretas de ideología liberal-revolucionaria,
creada posiblemente en España, y filial de la de los Caballeros Racionales de Cádiz, que operó en la
Provincias Unidas priorizando, en sus primeros años, objetivos democráticos y después de 1814,
independentistas.
Parece prudente realizar una breve distinción en entre lo que Emilio Corberie distingue como “logias
formales” y “logias operativas” 1 . Las primeras, que pueden calificarse como las logias masónicas propiamente
dichas, otorgan mayor importancia a los objetivos y vínculos espirituales e ideológicos, desentendiéndose de
acciones sociopolíticas concretas. Pueden definirse como asociaciones filosóficas, filantrópicas y progresistas que
exaltan, por sobre todo, la razón y la hermandad, dando gran importancia a jerarquías, ritos, liturgias, grados, etc. en
un tipo de organización cerrada y secreta. Las logias operativas, en cambio, son aquellas que privilegian objetivos
políticos, generalmente propios del liberalismo revolucionario. Se trata, en este caso, de pre-partidos,
organizaciones que presionan sobre el poder e incluso, disputan su control. En ellas, los "grados" permiten
robustecer la disciplina; los vínculos entre "hermanos" consolidan una red militante, con códigos propios y formas
de colaboración. Se trata en realidad, de rudimentarios partidos políticos de cuadros, conspirativos, clandestinos,
cuyos miembros se reconocen públicamente por algún "santo y seña". En estas logias -las operativas- tuvo el
liberalismo, en su época pujante, un gran instrumento para luchar contra el viejo orden. La logia de los Caballeros
Racionales de Cádiz, parece haber sido una de esas logias operativas. Algunos historiadores entienden que era filial
de la logia de la Gran Reunión Americana, que Francisco de Miranda había formado en Londres, pero otros oponen
dudas y juzgan que la Logia Nº 7 fundada en Londres -aparentemente por Alvear- constituía una extensión o
ampliación de la de Cádiz. A ésta se incorpora San Martín en el año 1811, en la casa del teniente de carabineros don
Carlos de Alvear, ubicada en el barrio de San Carlos. Allí traba amistad con Zapiola, Aldao y Blanco Encalada. Allí
entabla también relaciones con el conde de Puñorostro, amigo de Miranda, con el chileno José Miguel Carrera e
incluso con dos sacerdotes liberales: Servando Mier y Ramón Anchoris 2 . Mitre, reconocido miembro de la
masonería argentina, menciona en su obra a esta logia americana: “Francisco Miranda tuvo la primera visión de los
grandes destinos de la América republicana. Fundó en Londres a fines del siglo XVIII la primera asociación
política a que se afiliaron todos ellos, con el objeto de preparar la empresa de la emancipación sobre la base del
dogma republicano con la denominación de “Gran Reunión Americana”. En ella fueron iniciados en los misterios
de la libertad futura, O´Higgins, de Chile; Nariño, de Nueva Granada; Montufar y Rocafuerte, de Quito; Caro, de

1
CORBERIE, E. “La Masonería”, Buenos Aires, 1998, cap. II.
2
GALASSO, N, ob. cit., pág. 53.
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Cuba y representante de los patriotas del Perú; Alvear, argentino, y otros que debían ilustrarse más tarde
confesando su credo y muriendo por él. Ante ella prestaron juramento de hacer triunfar la causa de la
emancipación de la América Meridional, los dos grandes libertadores, Bolívar y San Martín. Esta asociación
iniciadora de la revolución de Sud América fue el tipo de las sociedades secretas del mismo género, que
trasplantadas al terreno de la acción, imprimieron su sello a los caracteres de los que después fueron llamados a
dirigirla y decidir sus destinos” 3 . Así, vemos que la modalidad propia de aquellos tiempos en lo que se refiere a
lucha por reivindicaciones políticas y religiosas, era la organización en logias. Y observamos además que la
mayoría de ellas se encontraban en íntima relación y complementación entre sí, al punto que los mismos personajes
se encontraban asociados a distintas logias. La Logia Lautaro fue, en esta parte de América, el instrumento político
del cual se valió San Martín para encausar su acción y conseguir los medios y facilidades que precisaba para llevar a
cabo su gesta emancipadora. Perteneció, por tanto, al segundo grupo de logias que mencionamos arriba, es decir, a
las operativas. De ella, escribe nuevamente Mitre: “La Logia Lautaro se estableció en Buenos Aires a mediados de
1812, sobre la base ostensible de las logias masónicas reorganizadas reclutándose en todos los partidos políticos, y
principalmente en el que dominaba la situación. La asociación tenía varios grados de iniciación y dos mecanismos
excéntricos que se correspondían. En el primero, los neófitos eran iniciados bajo el ritual de las logias masónicas
que desde antes de la revolución se habían introducido en Buenos Aires y que existían desorganizadas a la llegada
de San Martín y de Alvear. Los grados siguientes eran de iniciación política en los propósitos generales. Detrás de
esta decoración que velaba el gran motor oculto, estaba la Logia matriz, desconocida aun para los iniciados en los
primeros grados y en la cual residía la potestad suprema. El objeto declarado de la logia era “trabajar con sistema
y plan en la independencia de la América y su felicidad, obrando con honor y procediendo con justicia” 4 .
Vemos que Mitre habla de una Logia Lautaro basada ostensiblemente en las logias masónicas europeas.
Parece prudente observar que esta filiación era de carácter formal. La Logia Lautaro copió de aquellas, básicamente
sus estructuras y ritos, pero no compartió sus condimentos religiosos. Tenía un fin, y éste era eminentemente
político. Así, operó desde su primer día en Buenos Aires para acceder al poder y tomar las riendas del proceso
revolucionario. Desplegó su accionar en la esfera política utilizado la conspiración como motor de su acción. Y
probablemente ese accionar hubiese fracasado de no mediar San Martín, y su mayor aporte: la gestación táctico-
estratégica del plan de emancipación americana, la organización de todos los elementos necesarios para su puesta en
marcha, y finalmente, la comandancia de la acción.
Así comenzó su accionar en la historia revolucionaria americana, la Logia Lautaro. De inmediato tendió
redes y comenzó su programa de conspiración política para hacerse con el poder. El primer acto concreto en el cuál
tomaron parte sus integrantes, ocurrió el 8 de octubre de 1812. Allí, las fuerzas militares lideradas por San Martín y
Alvear (entre ellas el regimiento de Granaderos a Caballo, cuya creación había sido encomendada a San Martín por
el propio Triunvirato) coparon la Plaza de Mayo y forzaron un cambio en la estructura interna del primer
Triunvirato 5 . La legitimidad política del movimiento del 8 de octubre estuvo dada por los objetivos perseguidos:
recuperar el camino de Mayo, desplazando a la burguesía comercial que se había apropiado de la revolución. El
nuevo Triunvirato quedó constituido por Juan José Paso, Nicolás Rodriguez Peña y Antonio Alvarez Jonte. Su
misión era llamar a una Asamblea nacional con auténtica representatividad de los pueblos, que definiese el sistema
con el que las Provincias Unidas debían aparecer frente al concierto internacional. Fue esta la famosa Asamblea del
año trece, cuya importancia en la historia argentina es, por todos conocida.
Pero, aunque la Logia llegó desde Europa con un interés en común, no lo hizo con un plan preestablecido ni
con una unidad clara entre sus integrantes. Así se formaron dos facciones: una de ellas, más enérgica en sus
acciones, fue la que lideró Alvear. La otra, acorde a la personalidad de su líder, medida y poco apresurada, obedeció
a San Martín. Originalmente, la posición del futuro Libertador dentro de la Logia fue la de subordinado, de manera
que como tal debió obedecer las decisiones del grupo y someterse a sus medios. Con el tiempo, San Martín iría
tomando distancia, principalmente a partir de su traslado hacia el norte para comandar el Ejército en reemplazo de
Belgrano, y posteriormente, al frente de la Intendencia de Mendoza. Mientras ello ocurría, las desmedidas
aspiraciones de protagonismo que Alvear lució en Buenos Aires y Montevideo, terminaron por jugarle una mala
pasada. El 3 de abril de 1815 se sublevó en Fontezuelas el ejército con que él contaba para reprimir la insurrección
santafecina, apoyada por Artigas. La crisis se precipitó, y lo obligó a renunciar a la dignidad de Director Supremo
que le había sido otorgada en enero de ese mismo año. El terreno comenzaba a abrirse para San Martín, quién
consiguió que se nombrara –después de un breve paso por el cargo de Rondeau- a Pueyrredón, para que se
convirtiese en el nuevo Director Supremo. Era este hombre un representante de Cuyo, diputado por San Luis y
miembro de la Logia, hecho que lo hacía todavía más necesario a los ojos de San Martín. Esta sociedad entre el

3
MITRE, B., ob. cit., pág. 35.
4
MITRE, B., ob. cit., pág. 79.
5
El mismo estaba compuesto por Sarratea, Pueyrredón y Rivadavia, suplente de Chiclana. Precisamente en este acto contra el
Triunvirato, muchos historiadores fundan la manifiesta enemistad entre Rivadavia y San Martín. Rivadavia nunca le perdonaría
al Libertador su intromisión militar en la vida política del Río de la Plata, y llegado el caso, años después, intentaría entorpecer
los planes de San Martín durante la organización del Ejército de los Andes.
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nuevo Director Supremo y el futuro Libertador fue decisiva para la organización, puesta a punto y realización de la
campaña a Chile.
Cabe entonces consignar que le tomó a San Martín –desde su llegada a Buenos Aires- más de cuatro años
para alcanzar una posición operativa dominante dentro de la Logia. Una vez que pudo hacerse con las riendas del
poder, la reorganizó y utilizó como medio para la consecución del fin emancipador. Desplazada la facción
alvearista, San Martín colocó la Logia al servicio de la concreción de su postergado Plan Continental, cuya
realización acordó en la famosa entrevista de Córdoba en julio de 1816 con el mismísimo Pueyrredón, ya designado
Director Supremo por el Congreso de Tucumán.
Pero San Martín, a esta altura, no tenía como única preocupación el ultimar los detalles de su gesta. Él
estaba convencido de que, previamente al cruce de los Andes, debía ser declarada la independencia de las
Provincias Unidas. De otro modo, el absolutismo podía intentar legitimarse arguyendo que una provincia de
ultramar se había insurreccionado y que la escuadra española que navegaba hacia América 6 tenía por objeto
asegurar el orden interno. San Martín ejerció una fuerte presión en favor de la declaración de la independencia,
especialmente sobre los representantes cuyanos en el Congreso de Tucumán.
Todos los que formaron parte de la Logia Lautaro tuvieron una marcada preocupación por extender y
consolidar la influencia de la misma, o como ellos la llamaban en su hermético lenguaje: "el establecimiento de
Educación" o "Escuela de Matemáticas". En esos términos se expresaba San Martín, en una carta a su compañero de
armas y amigo, Tomás Guido, quien ocupaba el estratégico puesto de Oficial Mayor de la Secretaría de Guerra
desde el gobierno de Posadas:

“Mucho me alegro que el Establecimiento de Matemáticas progrese; si éste está


bien establecido, las ventajas serán ciertas” 7 .

La utilización de la Logia como instrumento político de indiscutible importancia, también consta en la


correspondencia entre San Martín y Pueyrredón, hermanos logistas y cooperadores políticos:

“No hay medio, amigo mío; o conseguimos poner a la cabeza de cada provincia
y de cada ejército un amigo de la razón o pereceremos entre guerras civiles” 8
[...].

Resulta prudente, por todo lo expuesto, concluir que el accionar desplegado por San Martín en el proceso de
emancipación de las Provincias Unidas, no fue únicamente de índole militar. Fue además, eminentemente político.
Uno de los teóricos de guerra más importantes de la historia, el General prusiano Karl von Clausewitz afirmó que
“la guerra no es sino la continuación del desarrollo de la política por otros medios”. Y en efecto, el arte de la
guerra, desde su punto de vista, reside previamente en el juego político. No se puede considerar una idea estratégica
en forma completa, sin tener en cuenta el objetivo político. En el caso de San Martín, estas ideas son
manifiestamente ostensibles a partir del año 1814. Ese año, el General fue enviado al noroeste argentino, para
reemplazar a Belgrano al frente del ejército revolucionario. Una vez llegado a Tucumán y luego de reconocer el
terreno y estudiar las posibilidades, concluyó que nada podía hacerse por esa ruta, y decidió modificar la histórica
directiva política-militar de exportar la revolución por aquél camino. Entonces concibió su estrategia, que era, ni
más ni menos, política en modalidad bélica.
La libertad de los pueblos americanos comenzaba a vislumbrarse en el horizonte.

6
Se trata de la famosa expedición de Morillo.
7
Carta de San Martín a Guido fechada en Mendoza el 6 de mayo de 1816 y citada por Patricia Pasquali en: San Martín
Confidencial, Buenos Aires, Planeta, 2000, pp. 49 y 50.
8
Carta de Pueyrredón a San Martín fechada en Buenos Aires el 14 de octubre de 1816, citada por Patricia Pasquali en: San
Martín. La fuerza de la misión y la soledad de la gloria. Buenos Aires, Planeta, 1999, p.255.

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