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De la vaquería a la Estancia
En 1791 el Virrey Arredondo prohíbe la matanza y se ordena la marca obligatoria desde los
2 años. De no cumplirse se procede a la expropiación por parte del Estado. Dentro de estas
condiciones se daba el comercio lícito de ganado. Esta orden intentaba hacer frente con la
previsión al fenómeno de extinción de este recurso que estaba en peligro según el gran
descenso de ganado de la época.
Según las autoridades españolas se había llegado a tal situación a causa: las faenas
clandestinas de gauchos, y de los portugueses. Sin embargo: los gauchos no trabajaban por
su cuenta, sino para comerciantes o hacendados ausentistas que solo faenaban para el
comercio de cueros, el ganado orejano o del rey.
1. REPARTO
Los primeros repartos de estancias fueron protagonizados por los pobladores de
Montevideo, bajo el siguiente criterio: suerte de campo de ½ legua de frente por legua y ½
de fondo (según Giberti equivalía a una superficie de 1875 hc). Este terreno podía ampliarse
a una suerte más, a razón de cada hijo nacido de matrimonio fundador. Estos primeros
repartos no pudieron desarrollar latifundios ya que el rendimiento productivo de estos
campos resultaron muy bajos (siglo XVlll). Sin embargo, sí produjeron un hacendado medio
que pobló y habitó las tierras percibidas, dedicándose a trabajarlas en función del comercio
de cueros con comerciantes de Montevideo o Contrabandistas, y en función del
amansamiento de ganado cimarrón por medio de rodeo.
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Problemas del territorio:
Para el siglo XVIII, es evidente que el sistema colonial español sufre de graves dolencias. El
contrabando es ya regla general en la región platenese debido a los problemas de
abastecimiento que España posee para satisfacer la demanda de sus colonias; así como
también por las ventajas de precios y exoneración impositiva que el comercio ilícito ofrece.
Fue así como las colonias, a fuerza de sus necesidades, salieron a buscar mercados que
absorbieran su producción y a buscar quienes les ofrecieran precios más bajos por los
productos manufacturados. Generalmente, estas condiciones las cumplieron a la perfección
Inglaterra y su aliada: Portugal.
Con las disposiciones liberalizadoras de 1776 (extensión del permiso interprovincial a Bs.
As. y Chile) y 1778 (comercio libre entre España y América,) el comercio y la economía
general del Virreinato, y especialmente de Bs. As., progresan notablemente. Fue así como
en esta ciudad, capital virreinal, frente al pequeño grupo de comerciantes monopolistas de
Bs. As., representantes de las grandes casas de comercio de Cádiz, se levantó un ya
poderosos sector de hacendados y comerciantes porteños, interesados en el comercio libre,
es decir, en el contacto directo con las metrópolis industriales. Estos sectores habían
crecido a raíz del aumento del precio del cuero y el desarrollo de su comercio, así como
también, en menor medida, del tasajo. Pero más precisamente, el sector ganadero y
comerciante criollo de la capital virreinal, había amasado su gran fortuna partiendo del
papel hegemónico que la ciudad porteña se reservaba para sí en el intercambio de
productos y el cobro de tasas impositivas. Fue así entonces como el deseo de romper el
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monopolio comercial y la dependencia económica con la metrópolis, operó de gran estímulo
en los sectores criollos porteños, que vieron en 1810, la oportunidad de concretar su deseo.
Esta situación de privilegio colocó a Bs, As en una posición central y distinta al resto de las
realidades provinciales. Por su parte las Provincias del interior, desarrollan actividad
artesanal de abasto local e interprovincial, sobretodo a causa de las dificultades de
comunicaciones.. Estas “industrias” competitivas nacieron y se desarrollaron gracias al
propio sistema mercantilista español que lo permitió debido a la debilidad de la industria y
al problema de aprovisionamiento por la distancia, así como no permitiendo la
comunicación con el exterior. En general, el libre comercio ocasiona perjuicios en esta
economía, y estas industrias inician su decadencia. El interior necesitaba del litoral y de Bs.
As para colocar su producción (atrasada técnicamente y socialmente) pero se veía
perjudicado por la competencia que venía desde Europa. Las industrias del interior solo eran
viables en el sistema proteccionista que les dio nacimiento. Como contra partida las
Provincias del Litoral. (Corrientes, Entre Ríos, Santa Fe, Bs. As. y Banda Oriental), tenían una
producción fundamentalmente ganadera. Lo mismo que Bs. As. necesitaba la liberalización
del comercio para comercializar con Europa. Pero como no existían industrias locales la
llegada de artículos extranjeros no lo perjudicaban sino que le favorecía porque compraban
más barato que lo que le vendía las industrias del interior. El problema del litoral fue
precisamente Bs. As, la cual monopolizaba el comercio y por ende sus ganancias, lo que
era injusto para el litoral ya que buena parte de ese comercio estaba formado por su
producción.
Montevideo como puerto había logrado en poco tiempo un gran desarrollo. Este
crecimiento del comercio exterior la favoreció, convirtiéndola en un importante centro de
intercambio con Europa; lo que dio a la economía de la Banda Oriental un fuerte
crecimiento que comprometió a los hacendados con los destinos del puerto. Algunos
historiadores necesitaron mirar hacia el pasado buscando referentes sobre los orígenes,
que justifican nuestra existencia como Estado nacional independiente. En este marco, se
produjo la construcción histórica del discurso sobre la “Lucha de Puertos”, entre Buenos
Aires y Montevideo. Autores más recientes, (A. Bentancour) tras un estudio mas
pormenorizado de los documentos y a partir de motivaciones propiamente históricas,
critican la tesis anterior, afirmando la inexistencia de un enfrentamiento en tales términos.
La versión historiográfica que podríamos tildar de “nacionalista”, confirman la existencia de
dos puertos rivales y enemigos que competían por la supremacía comercial en el Plata., su
mayor expositor fue el historiador Pablo Blanco Acevedo, quien, nos plantea la controversia
pública por el predominio marítimo y comercial entre dos “pueblos” diferentes, y rivales. No
hace referencia a la “lucha” solo entre comerciantes, o autoridades; sino entre dos
poblaciones, dos localidades y sus respectivos intereses. La búsqueda del exclusivismo
portuario y la “envidia “ al puerto montevideano por su crecimiento vertiginoso, a partir del
último tercio del s.XVIII, son los argumentos centrales de su interpretación. Todo lo
antedicho, condujo a Blanco Acevedo a la afirmación de lo que él denomino “guerra de
puertos”. Pivel Devoto, con un historiografía de transición y a otros autores de corte
revisionista como son Abadie, Bruchera y Melogno. Asimismo Barrán y Nahun, identificados
con una historia de corte marxista, también comparten el concepto de “lucha de puertos”.
Sin embargo se centran no en el supuesto celo bonaerense sobre la ciudad floreciente de
Montevideo y sus condiciones naturales y productivas aparentemente superiores; sino en la
defensa de intereses monopólicos de Buenos Aires sobre las vías comerciales del virreinato.
Según estos autores la capital virreinal, tras los privilegios otorgados por la Corona a
Montevideo, temía ser remplazada a corto plazo como metrópoli comercial, y la
competencia era más notoria porque ambos puertos poseían un “hiterland” similar,
situación que conllevaba, según su opinión, a políticas perjudiciales emprendidas por el
Consulado de comercio, que representaba intereses porteños, contra Montevideo,
justificando del mismo modo la respuesta del cuerpo montevideano, por medio de los
diferentes informes y reclamos a la Corona.
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En oposición a lo anteriormente expuesto, Bentancur nos plantea la inexistencia de tal
conflicto portuario, no negando el deseo de competencia del cuerpo de comerciantes
montevideanos, tras su enriquecimiento como empresarios de carácter múltiple y el
crecimiento desarrollado en la ciudad, a fin de atraer el comercio a su orilla y volver a
Montevideo un centro de importancia comercial para el Virreinato. Pero si se opone a la idea
de “guerra” entre ambas y al supuesto “celo” bonaerense. Además, no culpa a las
autoridades y poblaciones de la vecina orilla por originar y proyectar el conflicto, sino que
este presentaría un carácter exclusivista montevideano, en defensa de su posición como
puerto platense. Buenos Aires cumplía un papel de intermediario comercial tanto para los
productos de salida y entrada al virreinato, así como también la gran dependencia y control
ejercido de Buenos Aires sobre una “pobre Montevideo”, que se iría desarrollando y que
gran parte de este evolucionar se debía a su directa relación con Buenos Aires.