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Los 4 y ERNESTO
De Alfonso Paso
Reparto, por orden de aparición
Ernesto Martínez……………Marcelo Gálvez
Arturo Suarez…………………Fernando Gálvez
Patricia Suarez………………..Pamela Palacios
Bélgica Álvarez……………..Maricela Gómez
Carlos Álvarez ……………. Darío León
Época actual. Escenario único, salón de hotel propiedad de Arturo Suarez, en las afueras de
Buslow Hill, pequeña ciudad norteamericana a 42 km. De Canadá, al borde del lago Tubiki,
tributario del Superior. Lados, los del actor.

Acto primero
Salón en casa de Arturo Suarez en Buslow Hill, Minnesota. Este compro el hotel hace seis años,
cuando se caso con Patricia Nixer. Las primeras desavenencias del matrimonio se dieron por el
poco caso que ella hacia al hogar. El salón, es cómodo, confortable y hermoso, pero debe verse
descuidado y los muebles pasados de moda. Puerta corredera a foro izquierda que comunica con
pequeño hall. A ambos lados, estante con libros. A forillo, consola con pequeño cajón. Por
primera derecha arranca escalera, perpendicular a batería que remata en un arco que da paso a
habitaciones del segundo piso. En vano de escalera, bajo ella, una puerta que da acceso al resto
de las piezas del piso inferior. A la izquierda ventana doble en guillotina. Desde ella nos llega el
reflejo de la luna en el lago Tubiki. Diván cómodo, mueble bajo, mesita con bebidas, teléfono.
Mesa de secreter. Noche de primavera.
En escena Arturo y Ernesto (jefe de policía) despistado
ERNESTO: NO, no era el padre.
ARTURO: -¿No?
ERNESTO: Era el marido. Debí figurármelo, pero mientras tenia a la muchacha en los brazos no
se me ocurrió decir otra cosa que: “señor Moreno. Tiene Usted una hija estupenda”
¿querrá Usted creer que se enfado?
ARTURO: -¿ah sí?
ERNESTO: me cogió por las solapas y me dijo… ¿quién le manda a decirme viejo?
ARTURO: vaya
ERNESTO: luego nos hicimos muy amigos. Íbamos juntos al siquiatra. Porque yo he ido al
siquiatra como cualquier persona normal.
ARTURO: si, ya me dijo
ERNESTO: aquí en Cucay no hay siquiatras buenos. Todos quieren cobrar. Buenos todos a una.
Al doctor Lindao, ¿lo conoce?
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ARTURO: atiende a mi mujer


ERNESTO: su señora, también cojea de la cabeza?
ARTURO: el doctor Lindao no es siquiatra
ERENSTO: ah no?
ARTURO: es médico General
ERENSTO: ¿y por qué?
ARTURO: como quiere que sepa…le gustará
ERENSTO: es ese calvo, bajito de ojos azules?
ARTURO: pelo abundante alto y de ojos negros
ERNESTO: entonces que médico calvo me ha recetado a mi cibalgina? Perdón, perdón, era mi
señora, me he equivocado…

(Suena teléfono, Arturo lo toma)

ARTURO: si… (a Ernesto) es para Usted…


ERNESTO: en el horóscopo me anuncian accidente…es mi mujer?
ARTURO: es de la jefatura…
ERNESTO: (TOMA TELÉFONO) habla Ernesto Spencer Martínez, jefe de policía de Bucay (TR)
hola, Juanito, hijo. ¿Qué Hay?... tengo dicho que no se bañe nadie en el lago… por esta
ribera no existe prácticamente orilla. Que quieren? Ahogarse?...quien, una chica?
Veintitrés años? Dios mío que imprudencia deben multarla en el acto y….como? (sonríe)
sin nada? Juanito, algo llevaría puesto….No?—la has detenido por eso, claro. Si, si,
Juanito…donde está el cuerpo del delito? Encerrada ¿Una gabardina tuya, no te resfriaras?
De acuerdo, voy enseguida déjala que llame a su familia. Donde trabaja…una fábrica de
calefactores. Claro, el contraste…. Hasta luego. (DEJA TELÉFONO SOBRE LA MESA ARTURO
MIARA POR LA VENTANA HACIA AFUERA) estas jovencitas… (Arturo cuelga el teléfono)
perdón, siempre se me olvidan esas pequeñeces: colgar el teléfono, pagar los cafés (se
pone de pie) el caso es que yo he venido aquí a verle a Usted por algo. No será muy
importante. Bueno. Voy a levantar un acta, así se dice no?
ARTURO: si (tr) debe cuidar lo del lago. Martínez, hace solo un año que está Usted aquí. Pero en
los siete que llevo yo, jamás ha devuelto un cadáver. Y han sido muchas las personas que
se han ahogado.
ERNESTO: y que puedo hacer yo. No es misión de la policía. Avise al municipio. Esa cuesta es un
crimen. Pendiente cerrada y al final los acantilados. El alcalde pone un cartel. “cuidado,
lago” y un gracioso le aumenta “cuidado lago a 8 km” se matan de hecho… (ENTRA POR
DERECHA PATRICIA, ELEGANTE GUAPA, LE SONRIE A ARTURO. ERNESTO NI SE DA CUENTA)
sobre todo en feriados, en el límite entre la costa y la hermana república de la sierra. Los
turistas vienen cantando “llegamos a Bucay…llegamos a Bucay” y zas…se van barranco
abajo…(PATRICIA ABOFETEA A ARTURO. ERNESTO NO SE DA CUENTA DE NADA)…y a que
conductor no le fallan los frenos en esa curva? (ARTURO DEVUELVE LA BOFETADA A
PATRICIA ELLA AHOGA UN SOLLOZO) naturalmente si los frenos están bien no pasa nada
pero…señora Suarez, que sorpresa , creí que había salido!
PATRICIA: (CONTENIENDO EL LLANTO) Martínez, hace cinco minutos le serví un whisky.
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ERENESTO: era usted,


PATRICIA: SI
ERNESTO: Se llama ausencia, el siquiatra me lo explico, no es un caso de locura, sino de idiotez
en el mejor sentido de la palabra. Y añadió; las habilidades intelectivas están metidas en
un pozo y salen a cucharadas. Claro hay temporadas en que la cuchara se rompe, eso me
dijo. (PATRICIA SE HA SERVIDO UN VASO DE WHISKY, ERNERSTO CREE QUE ES PARA EL
SE LO QUITA Y SE LO TOMA)…Nada importante, claro. (VE LA MUÑECA DE PATRICIA) que
moretón!
PATRICIA: (TAPÁNDOSE) -Me he tropezado con la puerta…
ERNESTO: Se ha puesto una moneda? No... Donde se pone uno la moneda cuando se golpea?
ARTURO: en la frente…
ERNESTO: ah, claro, en la frente, para evitar los chichones…

(SUENA TELEFONO ARTURO VA A LEVANTAR SE ADELANTA PATRICIA)

PATRICIA: SI, yo soy la Señora Suarez , buenas noches…si (A ERNESTO) es su esposa…(al


teléfono) si señora Martínez …(cambio de tono)..Que si tengo animo?...resignación
cristiana?...que no somos nada?..(Grita) qué? Mi marido está vivo…como que si estoy
segura… aquí se lo pongo. (LE PASA EL FONO A ARTURO)
ARTURO: Señora Martínez, claro que soy yo…una pulmonía doble? Dios no lo quiera..no…como
me voy a morir si estoy hablando con Usted. Si, está aquí…Se lo pongo…como que
grosería? Digo que se lo pongo a su marido al teléfono…(LE PASA FONO A ERNESTO)
ERNESTO: (INCOMODO) amorcito…(se aleja AURICULAR, LA MUJER LO ESTA INSULTANDO AL
OTRO LADO) NO ES ESO MAMACITA…no…que…yo te dije eso? Que se había muerto el
señor Suarez y venia a velarle? Debe haber sido una confusión. Ya se…Juanito me ha
dicho que el señor Suarez tenía un impermeable y yo creí que me decía que tenía
pulmonía doble (IDEM) amor mío, me he equivocado, es todo… un pretexto? (en jefe)
Necesito acaso pretexto para salir de noche?...(tr) si, pero no los utilizo, que compré un
collar en la joyería…era para ti mi amor era una sorpresa… Que le puse una inscripción
que decía Jessy? No mi amor…imposible, el joyero, que es Ingles, le dije yes, o sea si en
ingles y él se equivoco...que me identifique como moreno para la factura? No, la empleada
me dijo que el sol me ha puesto moreno y yo le dije, sí, estoy moreno, no que soy apellido
moreno…(PIDE WHISKY CON EL VASO VACIO A PATRICIA) Claro que tengo un asunto en la
jefatura. Una viejita que se ha bañado desnuda en el lago. Sabes cómo son los viejitos de
hoy… son tremendos… Una media hora más. Si voy a la jefatura… (cuelga)…ya se para
que he venido acá señor Suarez …
ARTURO: a velarme
ERNESTO: no…venía a decirle que si mi mujer llamaba le dijera que estaba acá haciéndole
resucitación cardio pulmonar. Bueno Usted no debía decirlo…su señora más bien…
PATRICIA: Como se llama la chica con que anda ahora Martínez?
ERNESTO: (avergonzado) Jesenia Hatty…jovencita siempre me gustaron las presentadoras de
televisión…y como ella tiene fama de andar con viejos le tire los perros, y me rechazo
claro….porque un policía acá no tiene billete…así que me conseguí una que se llama igual,
pero es más discreta… es cholita, linda no se ha operado nada y si le va mal conmigo no
me va a estar berreando en televisión…
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ARTURO: ya sé porque lo trasladaron…


ERNESTO: si, por eso, es el traslado 16 de mi carrera. Pero también agarro pillos, no vayan a
creer. El siquiatra llama a esto mío con las mujeres una enfermedad de impulsos. Yo le
llamo vejez verde. Pero oiga, a Usted no le gustan?
ARTURO: los viejos verdes?
ERNESTO: no caramba, las mujeres…
ARTURO: a mi si…
ERNESTO: es que en el equipo vi un disco de Ricky Martin y, ya sabe, uno policía…sospecha.
ARTURO: oiga…le digo que a mi si me gustan las mujeres…
ERNESTO: bueno, a mi no es solo que me gustan, sino que me enloquecen. Me fascinan. Es que
me parecen la creación más perfecta del universo, cada detalle de ellas me parece una
pieza de arte, sus piernas, su cabello sus pechos… (PATRICIA SE SIENTE INCOMODA Y SE
BAJA LA FALDA Y SUBE EL ESCOTE)… fin
ARTURO: creo que ya nos quedo claro…
PATRICIA: (REPONIENDOSE DEL MORBOSEO DE ERNESTO) al menos no le habrá dado el collar a
Jessy aún?
ERNESTO: No, lo tengo acá…es lindo. Y nada, voy a tener que dárselo a mi mujer nomas. No
tengo suerte… es que sabe? Ocurren cosas raras en la vida y uno…termina casándose
pues.
ARTURO: si, claro (PATRICIA LE DA UN CODAZO)
ERNESTO: disculpe, tiene bicarbonato?
PATRICIA: -Sí, es una costumbre de mi abuela, tenemos el bicarbonato junto al whisky (LE SIRVE
AGUA Y LE PONE UNA CUCHARADITA DEL POLVO Blanco QUE ESTA EN UN FRASCO EN EL
BAR) es suficiente con una?
ERNESTO: si gracias, luego repetiré. El estomago es mi lado flaco (SE MIRA) por lo débil me
refiero.
PARICIA: El mío son las jaquecas, espero que el doctor Lindao encuentre algún día una medicina
que me las quite definitivamente.

(ERNESTO BEBE DE UN SORBO EL VASO QUE LE ENTREGO PATRICIA. SE OYE UNA


DISCUSIÓN FUERA Y UN SOLLOZO, ARTURO BAJA EL CRISTAL DE LA VENTANA)

ERNESTO: los de al lado.


ARTURO: el matrimonio Pasley. Llevan casados dos semanas.
ERNESTO: si, lo sé. Juanito me ha dicho que ella le ha puesto insecticida en la leche del desayuno
y él lo ha tomado a mal (mirando por la ventana) ella es un encanto de criatura. Sabe? Ahí
ocurre algo más de lo que parece. Algo terrible (DE PRONTO) atento… apague la luz.
ARTURO: (impaciente) oiga Martínez.-
ERNESTO: Apague le digo (ARTURO OBEDECE, UNA LEVE CLARIDAD ENTRA POR LA VENTANA,
ERNESTO SUBE EL CRISTAL) Ven lo que yo?
ARTURO: que?
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ERNESTO: (grave) tres sombras, tres…dos hombres y una mujer!


ARTURO: (SENCILLAMENTE) el señor Pasley, la señora Pasley y el padre de la señora Pasley.
ERNESTO: el padre?
ARTURO: (ENCENDIENDO LA LUZ) Si, está pasando una temporada con ellos. Y sirve para
separarlos.
ERNESTO: para separarlos usa un cuchillo?
ARTURO: (EN LA VENTANA) Oiga, va a partir el pan, no lo ve?
ERNESTO: (PONIENDOSE LENTES) si, en efecto, pero comer pan a estas horas, no les parece
sospechoso?
PATRICIA: se puede partir pan a la hora que a uno le dé la gana.
ERNESTO: yo estoy seguro que ahí está ocurriendo algo grave. Si no me equivoco, tratan de
matar a alguien.
PATRICIA: Martínez, hace tiempo que nadie mata a nadie en Bucay
ERNESTO: gracias a Dios, porque después el asesino se escapa y cuesta un mundo encontrarlo.
Oiga… desde su terraza se ve mejor la casa de al lado. Verdad?
ARTURO: si, supongo
ERNESTO: me permite subir un momento?
PATRICIA: lo prefiero detrás de las chicas…deje a los Pasley en paz.
ERNESTO: el deber de un policía no es descubrir, sino prevenir el crimen. Creo que puedo evitar
algo grave.
ARTURO: Pero Martínez, se trata de un matrimonio ecuatoriano que se pega…que tiene de raro?
ERNESTO: que en esta parte del país, la gente no se pega nomas, sino que se mata, o cuando
menos se cortan partes del cuerpo…recuerda?
ARTURO: está bien…suba si quiere
ERNESTO: será solo un momento… (INICIA SUBIDA) que Ustedes sean una pareja que se adora
no quiere decir que todos sean iguales.

(SE VA PARA ARRIBA, PATRICIA ABOFETEA A ARTURO. EL LA AGARRA DE LAS MUÑECAS)

ARTURO: no lo vuelvas a hacer…me oyes? Un golpe más y no respondo


PATRICIA: me haces daño…suéltame…tengo las muñecas llenas de moretones…

(ARTURO LA ARROJA SOBRE EL SOFA)

ARTURO: Patricia, acepta el divorcio, te lo suplico, acabemos con esto de una vez…
PATRICIA: no…
ARTURO: por qué no?
PATRICIA: demasiado sabes porque…
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ARTURO: (GOLPEA LA MESA) No, no sé porque diablos no quieres, ya son dos años de peleas
constantes
PATRICIA: tres
ARTURO: ya está bien de burlas, patricia…(EL TRATA DE ACERCARSE, ELLA TOMA UNA NAVAJA
RETRACTIL Y SE LA PONE EN EL PECHO)
PATRICIA: No voy a permitirte que me golpees una vez más. No hay divorcio. No lo habrá nunca.
Y si lo hay ya sabes cuánto te va a costar, doscientos mil en la mano y la pensión
mensual… te odio, te odio tanto como tú a mí. Pero estas aquí, bien agarrado, sin salida
posible (ARTURO RETROCEDE ELLA LO SIGUE) y si quieres salir tendrás que sacar tus
ahorritos de estos siete años de calvario, todos para mí. Me oyes?

(LO ACORRALA CONTRA LA PARED Y APARECE ERNESTO DESDE LA ESCALERA)

ERNESTO: Disculpe Señora Suarez…la llave de la terraza? (PATRICIA FASTIIDADA, VA A LLAVERO


COLGADO DE LA PARED Y LE ACERCA LLAVES A ERNESTO) les dije que ocurría algo. Ya no
hay tres personas. Hay cuatro! El señor Pasley, la señora Pasley, el padre de la señora
Pasley y… ajajá! ahí está el enigma!
PATRICIA: la madre de la señora Pasley que ha venido con su esposo
ERNESTO: ja…demasiado fácil. Si la policía procediera con la buena fe que Usted tiene, no
descubriría nada. Ocurren cosas terribles a nuestro alrededor y es preciso ser muy
“perspicaz” y fijarse en el menor detalle (MIRA LO QUE PATRICIA LE PASO, EN EL
NERVIOSISMO, ELLA LE HA PASADO LA NAVAJA) acho! Una llave en forma de navaja, que
original…
PATRICIA: perdone, no me había dado cuanta, la llave es esta (SE LA ENTREGA Y LE QUITA LA
NAVAJA)
ERNESTO: No le molesta verdad?
ARTURO: no, para nada
ERNESTO: solo estaré un ratito.
ARTURO: bueno, es que estamos esperando unos amigos para tomar café, deben estar por llegar
ERNESTO: entendido, bajo en seguida (LOS MIRA) Ustedes son demasiado buenos… y en el
mundo ocurren demasiadas cosas malas. (SUBE)
PATRICIA: este tipo está loco y parece que quiere quedarse a espiar a los vecinos toda la noche
ARTURO: no me gusta, los Pasley pueden quejarse
PATRICIA: acuérdate cuando se metió en la licorera a espiar al tipo de la farmacia “muy
sospechoso, muy sospechoso, está demasiado oscuro” y tres días después regreso el
farmacéutico que se había ido de viaje.
ARTURO: pues 20 horas no lo aguanto por muy policía que sea.
PATRICIA: todo el mundo en Bucay está loco, el juez que se finge sonámbulo para escaparse de
su casa, el farmacéutico que contrabandea con morfina, y el policía tonto que le regala
dijes de oro a las muchachas.

(SE ESCUCHA AUTO)


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ARTURO: ahí está Bélgica y viene con el marido.


PATRICIA: Que tal es?
ARTURO: no tiene mal aspecto
PATRICIA: ábreles… Arturo
ARTURO: si?
PATRICIA: somos un matrimonio feliz. Bélgica es una mujer normal y vive dichosa con su marido.
El espectáculo de nuestra discordia es bochornoso y debe quedar entre nosotros OK? Ni un
gesto malo, ni una palabra grosera, ni una ironía. De acuerdo?
ARTURO: y por qué no el divorcio?
PATRICIA: eso nunca. Te va a costar todo tu dinero. Dámelo y eres libre.

(ARTURO LA MIRA CON ODIO, SUENA TIMBRE. ARTURO SALE A ABRIR. ELLA SE ASOMA A
VENTANA. APAGA LA LUZ. OYE PASOS Y VOCES. PRENDE LA LUZ DE NUEVO)

ARTURO: pasen, pasen.

(TRAS ARTURO ENTRAN BÉLGICA Y CARLOS ÁLVAREZ. ELLE TIENE UNA BELLEZA UN
TANTO DESGARRADA.VISTE ELEGANTE Y PROVOCADORA. PERO CONTRASTA SU ACTITUD
DISCRETA Y SUAVE. CARLOS DE MEDIANA EDAD. ELEGANCIA UN TANTO CHILLONA PERO
AGRADABLE. PARECE AJENO A TODO Y MUY COMPLACIENTE. TIENE UN TIC NERVIOSO EN
EL PARPADO, PARECE QUE GUIÑARA EL OJO)

BÉLGICA: Patricia
PATRICIA: Querida Bélgica, que guapa estas!
BÉLGICA: ojala fuera así, son solo 6 Km. Pero el carro me fatiga tanto. Debo tener cara de
cansancio…
PATRICIA: te aseguro que no
BÉLGICA: (PRESENTA) Carlos, mi marido. Patricia Suarez. Ellos te conocen mucho, les he hablado
tanto de ti. (SE SALUDAN CARLOS Y PATY DE LA MANO SONRIENTES)
CARLOS: Siempre bien?
PATRICIA: siempre, es difícil encontrar una mujer tan enamorada de su marido. Y no debe dejarla
tanto tiempo sola.
CARLOS: Lo he arreglado, no sé si Belgi les ha dicho.
ARTURO: SI
CARLOS: Aquello es un desierto, la presa no se acaba de construir hasta dentro de un año y ya
llevamos siete meses trabajando en ella. Vida de campamento. Cuando tenía tiempo eran
más de doscientos kilómetros de viaje, un beso a Bélgica y de vuelta a la presa. Calculan
como volvería.
BÉLGICA: (ALEGRA Y SORPRENDIDA) no me has dicho nada, lo has arreglado de verdad?
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CARLOS: vamos a turnarnos el otro ingeniero y yo. Con uno basta para inspeccionar la obra, de
ese modo podría estar una semana en la presa y otro contigo.
BÉLGICA: amor mío! Han sido siete meses casi sin verte, no puedo resistirlo.
CARLOS: y yo tampoco mi amor, no va a volver a ocurrir…el amor es grande. Verdad señor
Suarez?
ARTURO: si
CARLOS: hay algo más hermosos que tener siempre a su mujercita al lado y no separarse de ella
nunca?
ARTURO: (CON DESGANA) me lo va a decir a mi… whisky?
CARLOS: gracias… (RECIBE DE ARTURO UN VASO) Hay un grand Vitara afuera…es suyo?
ARTURO: si
CARLOS: Es idéntico al mío!
ARTURO: No lo creo, este es del 2009
CARLOS: Bueno. el mío es 2010. A su salud señora Suárez (BEBE DE UN TRAGO Y TOMA BOTELLA
Y SUGIERE QUE LE SIRVAN MAS. BÉLGICA ADVIERTE)
BÉLGICA: Carlitos, recuerda que vivimos en el otro pueblo y queda a 7 kilómetros.
CARLOS: claro Belgiquita…a su salud! (BEBE DE NUEVO DE UN TRAGO Y MIRA FIJAMENTE A
ARTURO) Como conoció a mi esposa?
PATRICIA: Eh, Yo la conocía…fue en la última escasez de azúcar, ella vino a comprar acá, nos
encontramos en la fila y nos hicimos amiguitas!
CARLOS: Bélgica, siempre tan abierta y confiada. Conociste a la señora Suarez que es una
persona honrada. Tomaste el té en su casa, en el hogar de un matrimonio digno, sin
diferencias, pero… y si un día te encuentras con gente mala?
BÉLGICA: Carlos!
CARLOS: No todo el mundo es como estos señores. Desinteresados, generosos y felices. Hay
también indeseables. (SE SIRVE MAS WHISKY Y SIGUE)
PATRICIA: Esos son celos?
CARLOS: Puede ser! Pero mírela Usted Bélgica es una maravilla, no puedo ser yo el único que la
admire. (LA BESA. PATTY MIRA A ARTU EL BAJA LOS OJOS)
PATRICIA: (SEMI CABRINI) voy a preparar el café…
BÉLGICA: me necesitas? Estoy tan cansada!
PATRICIA: no te preocupes, vuelvo en seguida…
CARLOS: Me permite conocer su cocina?
PATRICIA: Pero el café lo hago yo sola.
CARLOS: (SONRIE) de acuerdo… (SALEN POR DERECHA. ARTURO CONSTATA DESDE LA PUERTA Y
BESA A BÉLGICA)
ARTURO: amor mío!
BÉLGICA: Arturo por Dios, ten cuidado, pueden salir!
ARTURO: te quiero, cada día te quiero más. No puedo soportar esta situación. Y esta maldita
farsa delante de la gente.
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BÉLGICA: yo tampoco, Arturo, me lo prometiste, ni un día más.


ARTURO: ni un minuto más, estoy decidido a todo (SACA DE BOLSILLO ESTUCHE DE REGALO Y SE
LO ENTREGA) ten, es para ti…
BÉLGICA: (SACA DE ESTUCHE PULSERA) Dios mio es de brillantes. Es magnífica, no la merezco.
Arturo, ha debido costar una fortuna!
ARTURO: Tú lo mereces todo, póntela.
BÉLGICA: pero tu mujer…
ARTURO: no se dará cuenta. Nadie se dará cuenta. La he comprado esta mañana en joyería
Martita, justo antes del último asalto. Es una pieza estupenda…
BÉLGICA: si, es linda…
ARTURO: déjame que te la ponga ahora mismo..
BÉLGICA: eh?
ARTURO: la pulsera mi vida…
BÉLGICA: ah…bueno… (LO HACE)Te adoro Arturo
ARTURO: amor mío… (SE BESAN)

(CARLOS ENTRA POR LA PUERTA DERECHA, LLAMA A ARTU DANDOLE GOLPECITOS EN EL


HOMBRO, TRAE UN CIGARRILLO EN LA BOCA)

CARLOS: tiene un fósforo?


ARTURO: Si (LE ENTREGA CAJA Y VUELVE A BESAR A BÉLGICA, ELLA SE SIENTA EN EL SOFA,
CARLOS ENCIANDE SU CIGARRILLO Y LE DEVUELVE LA CAJA DE FOSFOROS A ARTURO)
CARLOS: es guapa mi mujer. No?
ARTURO: maravillosa…
CARLOS: Y besa muy bien

(Arturo agarra de las solapas a Carlos)

ARTURO: No le consiento que diga eso!


CARLOS: Claro, lo comprendo…quíteme las pezuñas de la chaqueta, muchacho, no me la han
regalado
BÉLGICA: nos van a oír! Y puede salir de un momento a otro…
CARLOS: No, tiene para rato en la cocina… (CARLOS SUELTA A ARTURO)
BÉLGICA: oye Chumi, deja de beber en este rato…te necesitamos con el cerebro despejado.
CARLOS: (Sonriente.) Dímelo cantando, Bigui.

(Bélgica le asesta un manotazo al vaso de whisky, tirándoselo al suelo.)


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BÉLGICA: Si he cantado en un cabaret es cosa mía, muchas chicas decentes lo han hecho. Y
Arturo lo sabe.
CARLOS: (Burlón) sabe usted mucho (se deja caer en el sofá y coloca los pies en cima de la
mesita). Sabrá entonces quien soy yo ¿No?
ARTURO: Carlos Álvarez ingeniero de servicio en la presa de South Statow.
CARLOS: (Riendo) Buen camino, buen camino (Y empieza a apretarse ruidosamente los nudillos.)
Pues pude haber sido ingeniero. Mi padre sabía dividir. Prefiero la filosofía Kant, Hegel,
Schopenhawer. Eso tiene belleza. No es sucio. Llamamé Chumi ¿Quiere? Nos entendemos
mejor.
ARTURO: Quite los pies (Carlos no se mueve). Le he dicho que quite los pies de ahí.
(Como Carlos no hace caso, Arturo le propina un puntapié a las piernas de Álvarez
obligándolo así a obedecer. Carlos se levanta con lentitud)

CARLOS: Oiga, usted es un señor. Si. Es valiente, tu novio es valiente Bigui ¿Qué le pasa en la
corbata?

(Arturo mira su corbata y esto lo aprovecha Carlos para darle un rodillazo y un golpe en el
mentón que lo derriba.)

BÉLGICA: ¡Quieto Chumi! ¿Estás loco? ¡Quieto, que sale!

(Patricia aparece por la derecha de espaldas pues ha abierto la puerta con la cadera. Trae una
bandeja con tazas. Azucarera, platos etc. Arturo a logrado ponerse de rodillas.)

PATRICIA: Dentro de un momento está el café no se impacienten. Lo hago a mi manera (dispone


las tazas observa a Arturo) ¿Qué te ocurre?

ARTURO: He… he perdido un dólar… y lo estaba buscando.

(Patricia se agacha con un dólar que hay en el suelo y se lo entrega a Arturo)

PATRICIA: Ten.

(Dicho lo cual entre el asombro de todos. Hace mutis por la derecha)

CARLOS: Oiga… ¿Siempre que pone ese pretexto encuentra el dólar?

ARTURO: No…
(Se levanta acariciándose el mentón. Bélgica se ha cogido de su brazo)
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CARLOS: Lo siento, no ha habido más remedio que hacerlo ¡Vaya Bigui! ¡Una estupenda pulsera,
sino es falsa! ¡en hora buena! Bueno muchacho cuénteme sus penas.

(Arturo no sabe que decir. Bélgica le anima con un gesto.)

ARTURO: No me llevo bien con mi mujer.


CARLOS: Vulgar.
ARTURO: Había pensado…
BÉLGICA: Chumi lo sabe todo Arturo ¿Ha accedido al divorcio?
ARTURO: No, es inútil. Me pide todo el dinero que tengo ahorrado. Como siempre. La situación no
ha cambiado desde la última vez que le llamé por teléfono.
BÉLGICA: ¿Entiendes?
CARLOS: Claro Bigui
BÉLGICA: ¿Qué podemos hacer Arturo?
ARTURO: Lo que te propuse.
BÉLGICA: ¿Has oído Chumi? (Tras una pausa con voz lúgubre) Hay que matarla.
ARTURO: (Con voz ronca) Si hay que matarla.
CARLOS: (Chasqueando la lengua) Feo, sucio… muy… muy sucio.
ARTURO: Bélgica le ha traído aquí para eso.
CARLOS: No… Bélgica no ha podido traerme para eso. Yo soy el céfiro que acaricia. Odio la
violencia.
BÉLGICA: (De cerca, junto a él) ¡Qué bonito! ¿Y la vieja?
CARLOS: ¡Pobre mamá!
BÉLGICA: La vieja que mataste en Machala.
CARLOS: (Guiñando el ojo de manera frenética) No la maté. Alguien la empujo a un estanque de
diez metros de profundidad.
BÉLGICA: ¡Tu mismo!
CARLOS: Lo admito, pero la vieja sabía nadar.
BÉLGICA: Sí. Y el estanque estaba vacío.
CARLOS: ¡Estoy harto de esa vieja Bigui! No haces más que acordarte de la vieja.
BÉLGICA: De una vez Chumi. A la vieja la liquidaste por 2500 dólares y si sigues hablando voy a
soltar lo de la finca.
CARLOS: (El guiño se hace insoportable) Bigui sabe que quiero poner una cafetería.
BÉLGICA: Incendiaste una finca en Milagro y cuando los campesinos salían despavoridos los
atropellaste con el Chevrolet. Y fue por 5000. Y saliste en el EXTRA en primera página
como el enemigo público número 3.
CARLOS: Si, si… es cierto. Pero no hablas lo de chulquera de Muisne. Fue un crimen científico.
Algo digno de tenerse en cuenta. Un petardo en el contacto del coche. Y no hubo dinero de
por medio. Lo hice porque tenía rabia. Juego limpio. ¿Comprende?
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ARTURO: (Asqueado) Como propaganda ya está bien. Todo eso me parece repugnante. Álvarez,
tengo prisa.
CARLOS: Hay que pensarlo… pensar. El cerebro, ¿Sabe? (Se lleva la mano a la frente.) Oiga…
demasiado difícil. Yo me marcho. Explíquele usted a su mujer lo que quiera.

(Bélgica se le cruza en el camino. Dura)

BÉLGICA: O nos ayudas o llamo a la policía y le cuento de Milagro y Machala.


CARLOS: Bigui. ¿te acuerdas de cuando cantabas aquella canción titulada: “´acaríciame, con
manos locas enloquéceme, con besos y caricias ámame, despacio constante… ”? Había un
señor de Chone muy interesado en tu…

(Bélgica levanta el auricular. Carlos empieza a temblar con fuertes espasmos y tics
generales)

BÉLGICA: ¿Qué? (Carlos asiente. Bélgica cuelga. Carlos parece tranquilizarse. Bélgica le habla
con burla.) ¿Otra vez el ataque? ¿No sabes, Arturo? Cuando este imbécil siente miedo, le
da el ataque.
CARLOS: (Sudoroso, esbozando una leve sonrisa.) No es el ataque. (Se sirve whisky con la mano
temblorosa.) Algunos tics nerviosos, movimientos incontrolados. A los hombros les da por
subir y bajar y esta pierna se estira y se encoje. Miedo. Demasiada adrenalina. Mis padres
se preocupaban cuando me ocurría esto de pequeño. Papá sobre todo “Carlitos…
Carlitos… para ya, hijo” me decía. ¡Papá! No sé porque le dio un día por decir que era una
gallina. Nada de eso hubiera tenido importancia si a mi madre no le hubiesen entrado
unas ganas frenéticas de hacer una orden de captura. Quise buscar a mis abuelos
paternos. Una injusticia les había recluido en el manicomio de Conocoto. Y los maternos
estaban convencidos de que eran Velasco Ibarra y su mujer. Ignoro porque. (Sonríe) Bien,
Señor Suarez. Un fruto del momento, un arrojo de la existencia. Eso tiene delante. Pisa el
acelerador. Bigui. Estoy con ustedes.

(ARTURO toma la navaja)

ARTURO.- Esto puede servir.


CARLOS.- (Con gesto de repugnancia) ¡Dios mío, puñaladas! ¡Como los criminales! Guarde eso
Suarez, Bigui…

(Un ademán, Bélgica entreabre la puerta de la derecha)

BÉLGICA: (Con cierta alarma) ¡No está!


ARTURO.- Habrá salido al jardín. Es lo mismo. Démonos prisa. Puede entrar de un momento a
otro.
CARLOS.- (Apretándose las sienes) Hay que eliminar a su mujer porque usted quiere vivir con
Bigui. Su mujer no accede al divorcio, sino a cambio de todo su capital. Hemos de acabar
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con ella esta noche. (Desconsolado) ¿Esta noche necesariamente?


BÉLGICA: Arturo ha sacado todo su dinero del banco por consejo mío. Si ella se entera…
CARLOS.- Claro, claro. ¿Dónde está ese dinero?
BÉLGICA: En un cofre que compre yo en Montañita.
CARLOS.- ¿Quién lo tiene?
BÉLGICA: El, naturalmente

(ARTURO ha acudido al secreter. Saca una llave con la que abre el mueble y de su interior
extrae un pequeño cofre que muestra a CARLOS)

CARLOS.- ¿Cuánto?
ARTURO.- Doscientos veinticinco mil.
CARLOS.- (Una Pausa) Le va a costar el pico, Suarez.
ARTURO.- (Furioso) Si cree que me va a estafar…
BÉLGICA: Dale esos veinticinco mil, ARTURO y acabemos
ARTURO.- (Tras una vacilación) De acuerdo
CARLOS.- Déjenme ver uno. (ARTURO mira a Bélgica. El asiente con la cabeza. ARTURO abre el
chavas entrega a CARLOS un billete. Este lo mira al trasluz. Lo golpea con el dedo. Lo
estira. Lo sopla.) Sí, es de verdad, una vez me dediqué a hacer billetes falsos puro
deporte, el gobierno venga de hacer billetes de verdad y yo venga de hacer billetes falsos,
hermosa competición. Ganó el gobierno.

(Se lo guarda)

BÉLGICA: (Mirando por la derecha) ¡Vamos!


CARLOS.- ¡Dios mío! Esto es improvisar sobre la marcha. Un poco de inspiración… Un poco de
inspiración… ¡El paso de luz! (Saca del bolsillo una caja redonda llena de un polvillo
blanco, toma una pizca le ofrece la caja a ARTURO) ¿Quiere?
ARTURO.- ¿Bicarbonato?
CARLOS.- (Con sencillez.) No, cocaína.
ARTURO.- ¡Diablos! ¡No!

(CARLOS sorbe el potrillo blanco por la nariz. Estornuda. Cierra los ojos empieza a hablar
con gran rapidez. Como súbitamente iluminado.)

CARLOS.- Esta es la realidad: Bucay, provincia del Chimborazo, a una hora de Guayaquil, por allá
Bolívar, por acá Guayas. Diga lo que diga la gente. Está claro como el agua. No hay que
matarla a ella, hay que matarle a usted.
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ARTURO.- ¡Oiga!
BÉLGICA: ¡Déjale!

(CARLOS se da otro “toque” de cocaína)

CARLOS.- Hay que matarle a usted y tiene que matarle su mujer.


ARTURO.- ¡Pero está loco!
BÉLGICA: Déjale. La coca le inspira.
(CARLOS le dejo la caja de cocaína sobre la mesita de las bebidas y continúa hablando a
todo gas.)

CARLOS.- Exacto. Exacto ¡La lamiere pleon de vio! Conteste a lo que voy a preguntar. ¿Admite
que la frontera está a 12 Km?
ARTURO.- Si
CARLOS.- ¿Admite que si usted es asesinado por su mujer y ella inculpada del crimen no puede
contar un céntimo de sus bienes?
ARTURO.- Si
CARLOS.- (Con triunfante sencillez.) Pues vamos a fabricar su asesinato Señor Suarez.
ARTURO.- Estas bromitas me ponen la carne de gallina.
BÉLGICA: Déjale, cuando empieza a funcionar es un maestro. (Toma una pizca de polvillo blanco
y se lo mete a CARLOS por la nariz) Ten gasolina, Chumi. Adelante.
CARLOS.- Pregúnteme lo que no entienda, chiquillo. ¿Tienes una pistola?
ARTURO.- Si
CARLOS.- ¿Con balas?
ARTURO.- ¿Con que quiere que la tenga?
CARLOS.- Algunos caballeros compran pistolas recreativas que al apretar el gatillo tocan “El
Relicario”, esa canción francesa.
ARTURO.- (Mostrándole una pistola pequeña que ha sacado de la librería apartando algunos
tomos.) ¿Le sirve? La compre en Chimbo antes de la prohibición.
CARLOS.- (Tomándola.) Pequeña, brillante y puede acabar con un hombre, como una Vedette. Si.
Vale. Deme un pañuelo (Obedece ARTURO, CARLOS limpia concienzudamente el arma)
Guantes, todos con guantes Bigui…
(BÉLGICA acude a la puerta de la derecha)
BÉLGICA: (Alarmada) Sigue sin estar.
CARLOS.- Oiga… ¿Dónde se ha metido?
ARTURO.- Como quiere que lo sepa
CARLOS.- Debe estar haciendo café para toda la marina
ARTURO.- Habrá subido a su cuarto
CARLOS.- (Señala la escalera) ¿No es por ahí?
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ARTURO.- Desde el jardín, por la puerta de atrás ahí a otra escalera. Démonos prisa
(ARTURO ha sacado unos guantes de su abrigo colgado en una percha del pequeño hall.
BÉLGICA está calzando los suyos)
CARLOS.- Necesito unos guantes
ARTURO.- Yo puedo dejarles unos
(Acude al hall. Abre un cajoncito en la consola y toma un par de guantes. Se los da a
CARLOS)
CARLOS.- Perfecto. (Arroja la pistola sobre el sofá.) Se Habrá dado cuenta de por qué hago esto.
Es necesario que en esa pistola no haya más huellas que las de su mujer. (Divertido.)
Porque con esa pistola lo vamos a matar a usted, diablejo.
ARTURO.- (Furioso) ¡Quiere no decir eso!
CARLOS.- Bigui, convence a Romeo que ahora mando yo. Dile que no se altere.
BÉLGICA: Ten calma, ARTURO. El nos lo resolverá todo (CARLOS ha calzado los guantes que, por
cierto, le están muy grandes. BÉLGICA se abraza a ARTURO apasionadamente.) Unos
minutos más y volaremos hacia la libertad. Tu y yo juntos, juntos siempre.
(Se besan. Y ERNESTO baja la escalera. Atraviesa entre CARLOS que tiene la pistola en la
mano, aguarda a que ARTURO termine su beso)
ERNESTO.- Señor Suarez, ¿Usted tendría unos binoculares?
(ARTURO da un salto y se separa bruscamente de BÉLGICA. Pero ERNESTO no parece
haberse dado cuenta de nada)
ARTURO.- Disculpe. (Presentando con embarazo.) La señora Álvarez.
ERNESTO.- (Estrechando su mano.) Encantado.
ARTURO.- Su marido.
ERNESTO.- Tanto gusto.
(Tiende la mano a CARLOS que, atónito, le da la pistola)
CARLOS.- Encantado
ERNESTO.- (Devolviéndole la pistola.) Perdón, esto es suyo.
CARLOS.- ¡Ah, sí, gracias!
ERNESTO.- Ernesto Spencer Martínez, jefe de policía.
(Sobresalto de BÉLGICA. CARLOS empieza con sus tics y sus contracciones paroxísticas.)
BÉLGICA: (En voz baja) ¡Calma, Chumi! ¡Calma!
ARTURO.- (Frenético y en voz baja) Dile a ese imbécil que se pare. (A ERNESTO) ¿Un whisky,
Martínez?
ERNESTO.- No, gracias. Tengo un poco de ardor de estomago.
(CARLOS ha caído en el sofá, presa de convulsiones terribles, BÉLGICA le atiende.)
CARLOS.- (Aterrado con voz ronca) La ventana… abre la ventana Bigui que voy
ARTURO.- ¡Estese quieto de una vez! Escuche. (Señalando a ERNESTO) Es idiota. Podemos hacer
de Todo delante de él. No se da cuenta de nada. Se lo aseguro.
CARLOS.- ¿Pero a quien se le acorre invitar al jefe de policía a esta merienda?
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ARTURO.- ¡No lo he invitado maldita sea! Se empeño en permanecer aquí.


CARLOS.- Échelo.
ARTURO.- Va a ser difícil. Está vigilando la casa de al lado
CARLOS.- Pues entonces trabajamos otro día, como buenos ecuatorianos.
BÉLGICA: (Decidida) tiene que ser hoy, ahora.
ARTURO.- ¡Imbécil! ¿No ha visto que no reparó ni en el beso ni en la pistola? Lo ha estado
tratando un psiquiatra
CARLOS.- ¿De la vista?
ARTURO.- De la cabeza
(ERNESTO pegado a la ventana observa la casa de al lado. PATRICIA entra por derecha
con un café)
PATRICIA.- Discúlpenme ustedes. Oí ruido en el jardín. Hace tres noches robaron el coche de los
Pasley. Debe ser una banda. Temí que estuviesen operando sobre los nuestros. ¿Café,
Martínez?
ERNESTO.- No. Gracias. Me duele el estomago.
PATRICIA.- ¿Quiere una cerveza con patatas fritas? Tengo la cocina llena de papas fritas. Me hará
un favor si me ayuda a que se terminen.
ERNESTO.- No, las papas fritas me producen un dolor espantoso.
ARTURO.- (Tomando a PATRICIA del brazo.) No se te ocurra ofrecerle nada más. Vamos a
echarle.
PATRICIA.- Pero…
ARTURO.- ¿Te sientes capaz de conversar a gusto con ese pasmarote delante?
PATRICIA.- No
ARTURO.- Entonces
(ERNESTO se vuelve triunfante)
ERNESTO.- Lo que me suponía van a matar a la mujer. (Impresión. BÉLGICA coge del brazo a
CARLOS para que no salte.) Sí, a la señora Pasley Se la quieren quitar de encima. Venga,
señora Suarez. Hay que tener buena vista. ¿Ve lo que yo?
PATRICIA.- (Resignada) Veo dos hombres y una mujer.
ERNESTO.- Usted creerá que son los padres de la señora Pasley y el señor Pasley.
PATRICIA.- Claro
ERNESTO.- De acuerdo con que es el señor Pasley. Pero esa visita no son los padres de la señora
Pasley.
PATRICIA.- ¿Por qué?
ERNESTO.- El se habría quitado la chaqueta. (Se golpea la frente) Esto funciona. ¿Eh? Son una
visita de respeto. No hay confianza. (Miradas entre ARTURO, CARLOS y BÉLGICA) Mire…
mire con más detenimiento.
PATRICIA.- Están tomando café.
ERNESTO.- ¿Qué más?
PATRICIA.- Nada más.
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ERNESTO.- Sí
PATRICIA.- La señora Pasley está en su dormitorio.
ERNESTO.- Los otros
PATRICIA.- ¿Qué?
ERNESTO.- ¿Ha visto usted a alguien tomando el café con guantes?
(Como quiera que ARTURO, CARLOS y BÉLGICA están tomando café con los guantes
puestos, cunde el desconcierto entre el grupo. Los guiños de Carlos son frenéticos)
ARTURO.- ¡O deja quieto el ojo o lo estrangulo!
BÉLGICA: Chumi, serenidad. Pareces un principiante.
CARLOS.- No puedo controlarme
ARTURO.- Dale coca, Bigui.
(BÉLGICA toma una pizca de la caja que hay sobre una mesita de las bebidas y se la mete por la
nariz a CARLOS. Se han ido despojando de los guantes a toda velocidad.)

PATRICIA.- No se puede ver si son guantes o es una sombra.


ERNESTO.- ¿La misma sombra en todos? ¡Son guantes! ¿Sabe para qué? Para no dejar huellas.
Media hora más y habrá llegado el momento de intervenir.
ARTURO.- Intervenga ya, Martínez. ¡Sabe Dios que se propondrán esos tipos!
ERNESTO.- ¡No! ¡No! Acuérdese del farmacéutico. Veinte horas apostadas. Luego no hubo
crimen. Pero y si llega a hacerlo… Es preciso acudir en el momento oportuno.
(Ha tomado una cuchara, un vaso con agua, e introduce la cucharita en la caja de cocaína.
Luego diluye el polvillo blanco en el agua, como si de bicarbonato se tratara y se dispone
a beberlo.)
BÉLGICA: (Aterrada) ¡Cuidado!
CARLOS.- ¡La co…!
ARTURO.- (Conminándoles) ¡Quietos!
ERNESTO.- No se preocupen por mí. No voy a estropearles la velada. Ustedes sigan, señora
Suarez. ¿Puede dejarme unos binoculares?
ARTURO.- (Aparte) Déjale unos gemelos y enciérralo en la azotea.
PATRICIA.- Pero…
ARTURO.- Te estás un rato con él y al bajar cierras la puerta con llave.
PATRICIA.- ¡Con tal de perderlo de vista! (Alto) Desde luego Martínez. Voy a dejarle esos
binoculares.
(Hace mutis por la derecha. ERNESTO se lleva el vaso a los labios. Los tres le miran
fijamente. Bebe. Los tres aprietan los ojos. ERNESTO se relame.)
ERNESTO.- Se lo dije, Suarez. A nuestro alrededor ocurren cosas terribles y es preciso tener
vista. (Se distiende el párpado inferior del ojo derecho con un dedo.) ¿Qué diría de mí si
mañana se entera que he evitado un asesinato? ¿Eh? (Y empieza a toser con toda su
alma.) Si… yo… ¡ay!
CARLOS.- (A ARTURO) Es que un latigazo así de cocaína no hay quien lo aguante.
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ARTURO.- ¿Se siente mal, Martínez?


(Este le detiene con el gesto)
ERNESTO.- ¡El estomago!
CARLOS.- Perforación.
ERNESTO.- Me arde. No he debido tomar suficiente bicarbonato.
(Y se sirve dos cucharadas más de cocaína)
BÉLGICA: (A ARTURO) ¡Páralo! ¡Se va a morir!
ARTURO.- ¡Que se muera! Lo importante es que no descubre la cocaína.
CARLOS.- (Viéndole beber.) ¡Y a mí que me da pena…!
BÉLGICA: ¡càllate que se nos muere!
ARTURO.- ¡Callados!
(ERNESTO termina de beber. Sonríe y dice)
ERNESTO.- Ahora
CARLOS.- Eso. Ahora se muere.
ERNESTO.- (Tan tranquilo.) Hay que tomar la cantidad de bicarbonato necesaria. Ni más ni
menos. Un poco fuerte de bicarbonato, Suarez ¿Al principio a que dirá que me sabía?
ARTURO.- ¡Que se yo! A cocaína.
ERNESTO.- A jugo de limón
CARLOS.- (A ARTURO) Pues es tonto, si
ARTURO.- Ya se lo dije.
(Aparece PATRICIA con unos binoculares en la mano.)
ERNESTO.- Gracias, señora Suárez
(Ademán de ARTURO a PATRICIA para que lo acompañe y encierre.)
ARTURO.- Te estás con él diez minutos. Le das confianza. Le pones una silla en la terraza. Lo que
se te ocurra. Pero no quiero verlo aquí.
PATRICIA.- (Furiosa) Vamos Martínez Le acompaño. Me ha interesado lo de la señora Pasley.
Quién sabe si esos dos hombres y esa mujer se proponen de verdad matarla. (Un guiño
sonriente a los otros, con gesto de paciencia.) Es un momento.
ERNESTO.- No se preocupen por mí. (Cruza ante CARLOS. Lo mira. Se detiene) Yo lo he visto a
usted en otra parte.
CARLOS.- (Nerviosísimo) ¿Ah sí?
ERNESTO.- En un periódico… Salió usted con motivo de algo ocurrido en Milagro… Eso es. En el
extra.
CARLOS.- Sí… En la colecta de ropas para niños pobres organizada por la parroquia. Yo me
encargaba de los pantaloncitos.
ERNESTO.- ¡Eso es!... Que a su lado estaba una señora gorda con zapatos de medio tacón, un
sombrero pequeño con una plumita…
CARLOS.- Eso, eso, con una plumita.
ERNESTO.- Y había un perro con un cartel colgado al cuello que decía: “Ni un niño sin
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pantaloncillos en Ecuador”
CARLOS.- Exacto
ERNESTO.- (A ARTURO) Esto marcha ¿Eh?
(Se señala la frente)
ARTURO.- No lo sabe usted bien. (Ernesto sube la escalera acompañado de PATRICIA.
Desaparece por el arco. ARTURO comprueba que han desaparecido.) ¡Vamos! ¡Hay que
darse prisa!
CARLOS.- ¡Alto ahí, amigo mío!
ARTURO.- ¿Qué pasa?
CARLOS.- Ese policía es tonto. No cabe duda. Pero voy a decirle algo asombroso. ¡Atento! Es un
policía.
ARTURO.- Asombroso en efecto. Bigui, dale gasolina a ese tipo.
CARLOS.- Con él aquí, no, Suarez. No, Bélgica. Ríen de plus
BÉLGICA: Se está preparando para la huída. ¿Sabes Arturo? A Chumi le entran de pronto los
deseos de huir y lo deja todo en el momento crítico. Ya lo hizo en el Puyo. Planeó un golpe
en un banco y cuando sus compinches estaban metiendo los billetes en el saco, este
miserable salió pitando y los dejo en la estacada.
CARLOS.- Vi un búho. Los búhos me ponen nervioso. Cierran el ojo como yo. Son pobres pájaros
tratados cruelmente por su madre.
ARTURO.- ¿Pero qué dice?
CARLOS.- Si su madre les chistara con afecto no cerrarían el ojo. Son desamparados,
perseguidos. Como yo.
ARTURO.- (Enfurecido) ¡De una vez! ¿Por qué tiene que referirlo todo a su madre? Hay
sinvergüenzas con madres buenísimas.
CARLOS.- Me faltan besos, canciones de cuna. Ese es mi complejo.
ARTURO.- ¡Váyase a la ñoña!
BÉLGICA: ¡Chumi!...
CARLOS.- No insistas, Bigui.
(Pausa, BÉLGICA sonríe siniestramente)
BÉLGICA: Está bien, Chumi. No digas que no te avisé a tiempo. (Levanta el auricular del teléfono)
Voy a llamar a la policía.
CARLOS.- (Burlón) ¿Por qué no mejor le gritas? ¡Lo tienes arriba!
BÉLGICA: No es a ese policía a quien voy a llamar, sino al Súbito.
CARLOS.- (Aterrado) No, Bigui. ¡Al Súbito, no! Eso es juego sucio.
BÉLGICA: Claro que sí. Acuérdate en Esmeraldas. Saliste corriendo y, dejaste tres cadáveres. Eso
le costó el apuesto a Jefferson.
ARTURO.- (Inquieto) ¡De una vez, Bélgica!
BÉLGICA: ¡No! Este monstruo tiene que ayudarnos (Señala a ARTURO.) Es mi amor… ¿Sabes?
Quiero estar junto a él, quiero que nada nos separe. Hemos de ser felices cueste lo que
cueste. (En la cara de CARLOS) Oye… ¿No te acuerdas? Bigui salía con un vestido de
lentejuelas se encendía un foco blanco… y Bigui cantaba.
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(Con una voz ronca entona una melodía muy lenta, muy “hoy”, muy extraña)
Moulin des amours
Tu tournes tes ailes
Au ciel des beaux jours
Moulin des amours

Mon c?ur a dans?


Sur tes ritournelles
Sans m?me y penser
Mon c?ur a dans?

Ah, mon Dieu, qu' ils ?taient jolis


Ces yeux qui valsaient dans les miens
On s' aimait presqu' ? la folie
Et cet amour te plaisait bien

Des mots de bonheur


Chantaient sur tes ailes
Des mots de bonheur
Simple comme nos c?urs

Dis moi ch?ri, dis-moi que tu m' aimes


Dis-moi ch?ri que c' est pour la vie

Comme on a dans?
Sur tes ritournelles
Tous deux enlac?s
Comme on a dans? !

Que de fois l' on a r?p?t?


Ces mots qui chantaient dans nos c?urs
Et pourtant que m' est-il rest?
De tant de r?ves de bonheur ?

Un simple moulin
Qui tourne ses ailes
Un simple moulin
Rouge comme mon c?ur !

Dis moi ch?ri, dis-moi que tu m' aimes


Dis-moi ch?ri que c' est pour la vie

(Al efecto de este extraño salmo lleno de esotéricas inflexiones de voz, produce en CARLOS el
efecto que nos podemos figurar. Se desencaja, vacila, guiña el ojo varias veces. BÉLGICA lo ha
cogido por la chaqueta.)
¡Si, estúpido! Jefferson. Juró que viviría para siempre con su madre política si Dios le
concedía el don de tenerte a un tiro de pistola. Y voy a proporcionarle esa ocasión.
CARLOS.- (Horrorizado.) ¡Al Súbito, no…!
BÉLGICA: Sí, Jefferson. Lo llaman Súbito, porque tiene una técnica. Y nadie ha podido contar en
qué consiste esa técnica.
CARLOS.- ¡Deja el teléfono! (El mismo coloca el auricular sobre la horquilla. Jadea sudoroso)
21

¡Coca! ¡Necesito Coca! Un toque de coca y planearé el asunto. (Se abalanza sobre la
mesita de las bebidas, toma una pizca de polvillo blanco y lo sorbe por la nariz. Estornuda
con toda su alma.) ¡Ay!
ARTURO.- ¿Qué ocurre ahora?
CARLOS.- ¡Que me acabo de dar un toque de bicarbonato!
(Estornuda convulsivamente)
ARTURO.- ¡Guarde su maldita coca de una vez!
(Toma la cajita de cocaína y se la mete a CARLOS en un bolsillo. Este no cesa de
estornudar. BÉLGICA le sirve un whisky y se lo hace beber.)
BÉLGICA: Esto te pondrá bien. ¡Vamos! (CARLOS parece serenarse.) ¿Estas mejor? ¡A trabajar!
CARLOS.- ¡Los guantes! ¡De prisa! (Calzan los guantes) Atento, Suarez. Es preciso que su mujer
toque como sea esa pistola. (Asiente ARTURO) Bélgica.
BÉLGICA: Sí.
CARLOS.- Cuando la policía te interrogue…
ARTURO.- Bigui se viene conmigo.
CARLOS.- ¡No!
ARTURO.- ¡Yo le digo que sí!
CARLOS.- Ahora mando yo, Suarez. Si quiere vivir con Bigui el resto de sus días obedézcame.
BÉLGICA: No hay más remedio, Arturo.
ARTURO.- (Tras una vacilación) De acuerdo.
CARLOS.- Cuando te interrogue la policía, declararás que la señora Suarez odiaba a tu Arturito,
que en cierta ocasión te aseguro que iba a cometer una locura. Puedes añadir que te dijo
algo sutil, que te hizo pensar que pretendía matar a su marido, por ejemplo: “El día menos
pensado le coloco a ese cerdo tres balas en el cuerpo.”
ARTURO.- Eso sobre todo sutil.
BÉLGICA: Ya te entiendo
CARLOS.- En cuanto la señora Suarez haya dejado sus huellas en la pistola, te la llevas de aquí
Bigui. La entretienes unos instantes (Asiente ella) Usted, muchacho, espera. Disparamos,
procurando hacer el menor ruido posible.
ARTURO.- Para no hacer ruido, lo mejor es no disparar.
CARLOS.- ¿No lo comprende? Esa pistola tiene que haber sido disparada. La policía lo
comprobará. Pero el proyectil estará en nuestros bolsillos, Suarez. Primera parte. Disparo
hecho. Usted corre hacía su coche… se mete dentro de él.
ARTURO.- Con el dinero.
CARLOS.- Por supuesto, mona mi. De eso se trata. Abandonar a su esposa sin soltar más que mis
veinticinco mil dólares.
ARTURO.- Que pueden ser veinte.
CARLOS.- ¿A que no sigo?
BÉLGICA: Déjale, Arturo. Se mete en el coche y cruza la frontera, ¿No es eso?
CARLOS.- Exacto, solo que no la cruza con el coche.
22

ARTURO.- ¿Cómo?
CARLOS.- (Triunfante) Andando
ARTURO.- Vámonos.
CARLOS.- Digo que la cruza andando, porque su coche señor Suarez, va derechito al agua.
ARTURO.- ¿Que se propone?
CARLOS.- Un minuto aún. Voy a decirle lo que la policía va a encontrar. Aquí la pistola. Y en el rio
su coche con algún objeto personal. Su billetera metida en la guantera… cualquier cosa.
La portezuela abierta. El asunto está claro. La policía supondrá que su mujer le disparo
aquí matándolo. Lo arrastro hasta el coche, lo introdujo dentro y soltó los frenos. ¿Ha visto
usted la cuesta abajo que hay desde aquí hasta el rio?
ARTURO.- Sí. No es la primera vez que a un coche le fallan los frenos y se despeña.
CARLOS.- Usted, irá dentro del coche, vivo. A distancia prudente detiene el coche, sale y afloja
los frenos. El automóvil irá a parar al fondo del rio. Usted andará 42 Km a campo traviesa
y cruzará las rieles del tren llegara a la carretera y jalara dedo y entonces llegara a Duran.
Unas líneas mías bastarán para que una amiga mìa le proporcione casa y un perfecto
pasaporte falso.
ARTURO.- De acuerdo.
(CARLOS escribe apresuradamente en una tarjeta)

CARLOS.- ¿Se da cuenta, Suarez? La policía detendrá a su esposa por sospecha de asesinato.
Mas sospecha habrá cuando sepa que usted saco todo su dinero del banco y oiga a
Bélgica afirmar que además de las amenazas de muerte, su mujer profirió frases vagas
sobre el dinero, tales como: “He convencido al asno de mi marido para que saque todo su
dinero del banco. En cuanto lo mate esconderé los billetes en sitio seguro”.
ARTURO.- Eso frases vagas.
CARLOS.- La policía se pasará el tiempo buscando su cadáver y preguntando a su esposa donde
está el dinero. En cuanto se vea el caso. Bélgica volará a reunirse con usted. (CARLOS
entrega a ARTURO la tarjeta) Con esta tarjeta Conchita Miranda le atenderá en el acto.
ARTURO.- De acuerdo.
CARLOS.- ¡No está el completo!
ARTURO.- Quiero advertirle que no pienso dar un céntimo más por el trabajo.
CARLOS.- Ni yo se le voy a pedir. Necesitamos una carta. Siéntase y escriba. ¡Bigui!
(Le enseña lo alto de la escalera. BÉLGICA sube y ojea en el arco, mientras ARTURO abre
el secreter y se dispone a escribir. CARLOS toca el maletín con cariño. Y ARTURO le
sacude en la mano sin contemplaciones.)
ARTURO.- Ese dinero es mío y me lo voy a llevar. Procure no intentar ninguna jugarreta.
CARLOS.- Poseo un estricto sentido de la moral en lo que a mi trabajo se refiere. ¿Tiene usted
algún amigo?
ARTURO.- Pocos. Tengo dinero.
CARLOS.- Si, señor. Muy rápido y muy intelectual. ¿Alguno al que le haya abierto alguna vez el
corazón, mon petit bijoux?
ARTURO.- Tommy Delgado, en el circo.
23

CARLOS.- Eso sirve. Escriba el sobre. (Obedece ARTURO, sentado ante el secreter.) ¿Que hay
Bigui?
BÉLGICA: Veo al policía. Está mirando a través de los binoculares.
CARLOS.- ¿Y ella?
BÉLGICA: No. (Un leve movimiento de inquietud en CARLOS.) Aguarda. Ahí está. Le trae una silla.
sigan sin miedo.
ARTURO.- Escrito el sobre.
CARLOS.- Fecha de hoy. (Dictando.) Querido Tommy, Unas líneas solo. Estoy muerto de miedo.
Las cosas han llegado a un punto terrible. Podría jurar que… ¿Cómo se llama el sidecar?
ARTURO.- ¿Qué sidecar?
CARLOS.- Su señora.
ARTURO.- Patricia.
CARLOS.- “Que Patricia quiere matarme. Hoy mismo me ha amenazado con una pistola. Yo te
ruego… ¡Oh… viene hacia aquí… es terrible… leo en sus ojos el crimen… avanza… ya
está cerca… muy cer…” Basta
ARTURO.- (Rascándose la coronilla con la pluma) ¿De verdad quiere que ponga eso?
CARLOS.- Claro.
ARTURO.- ¿Y va a quedarse el chico sin saber si me ha matado o no?
CARLOS.- Hijo mío. Esta carta inacabada la encontrará la policía ahí. Yo me encargo de todo.
(ARTURO escribe) Y me encargaré de justificar nuestra presencia en la casa. El sobre junto
a la carta. Así.
BÉLGICA: (Urgente) ¡Patricia!
(Se apresura a bajar las escaleras)
CARLOS.- Tiene que conseguir que toque la pistola. Por la culata, naturalmente. Serenidad,
naturalidad. Buena suerte.
BÉLGICA: ¡Animo! ¡Amor mío! Ya queda poco.
(PATRICIA en lo alto de la escalera. Mientras baja, dice.)
PATRICIA.- El pobre Martínez va a acabar muy mal. ¿Saben la historia que ha inventado? La visita
está de acuerdo con el señor Pasley y entre los tres piensan matar a la señora Pasley.
¡Que disparates! (Desconcierto en el grupo).) Naturalmente, lo he encerrado en la azotea.
Dice que tiene para rato. Al menos podremos charlar tranquilamente. ¡Dios mío… mi café!
Debe estar helado. ¿Qué les pasa?
(En efecto los tres se están mirando en silencio)
CARLOS.- ¡Nada, señora Suarez! Decía a Bélgica que debemos vernos con más frecuencia. Son
ustedes encantadores.
(Anima a ARTURO con el gesto y el ademán para que efectúe la “operación” pistola)
PATRICIA.- Claro que nos veremos más. Ahora que usted va a estar junto a Bélgica.
BÉLGICA: ¡Claro! No te dejaré marchar, amor mío.
CARLOS.- ¿Quien piensa en eso, muñeca? Ganaré días a la presa para volar a tu lado.
BÉLGICA: ¡Carlos!
24

(Se abrazan. Ella intenta separarse. Pero CARLOS prolonga el abrazo con fuerza. ARTURO
está furioso)
CARLOS.- Parecemos unos novios. Una parejita que hace un cuarto de hora se acaba de conocer.
PATRICIA.- Por nosotros no se cohíba, Andrade. El amor es un espectáculo maravilloso.
CARLOS.- ¡Que me voy a cohibir!
(Y se abraza de nuevo a BÉLGICA. ARTURO interviene: destemplado, separándolos sin
contemplaciones)
ARTURO.- ¡Ya está bien, Chumi!
PATRICIA.- (Extrañadísima) ¿Qué haces?
ARTURO.- (Confuso, reaccionando) Nada una broma.
PATRICIA.- ¿Pero por qué?
ARTURO.- Una broma. ¿Usted se ha molestado, Andrade?
CARLOS.- ¡Claro que no!
ARTURO.- Es una vieja costumbre de Sucumbíos. Cuando una pareja se abraza, trae buena
suerte separarlos como sea.
CARLOS.- (Intencionado) Como sea no. Con dulzura.
ARTURO.- (Agresivo) ¡En Sucumbíos, como sea!
CARLOS.- Será en Aguas Verdes.
ARTURO.- (Furiosísimo) ¡En Aguas Verdes y donde a mí se me dé la gana!
PATRICIA.- ¿Pero qué estás diciendo?... ¿Y por qué empleas ese tono?
ARTURO.- (Apretando los puños) Ese maldito policía me ha puesto nervioso. Me parece que lo
voy a ver de un momento a otro metiendo las narices en nuestra conversación.
PATRICIA.- Lo he encerrado. ¿Cómo quieres verlo?
ARTURO.- (Serenándose) Claro, perdona.
PATRICIA.- (A CARLOS) Usted disculpará a mi marido. No suele tener buen carácter.
BÉLGICA: Tiene razón. La verdad… un policía en la azotea… y un policía que ve cosas terribles en
la casa de al lado.
(CARLOS y BÉLGICA, al tiempo, hacen ademanes a ARTURO, indicándole que obligue a
PATRICIA a tocar la pistola.)
PATRICIA.- No hay que hacerle caso. Son fantasías. Siempre está con eso.
(Contempla a CARLOS y BÉLGICA que, al verse sorprendidos, proceden a sacudirse el
polvo de los vestidos.)
CARLOS.- ¡Como se pone uno!
BÉLGICA: Tienes razón. Esa carretera está llena de polvo.
CARLOS.- Espera, espera que te quite una mota.
(Da una ligera toba en el hombro de Bélgica.)
PATRICIA.- (Sirviéndose un café.) Pues desde Pallatanga hasta aquí todavía puede pasarse. Lo
malo es la curva antes del puente. ¿Han visto la cuesta que empieza en la esquina?
(ARTURO le pone la pistola delante. Ella no repara y le aparta la enguantada mano,
25

suavemente.) Hace 5 meses un bus se fue al barranco, lograron sacar el bus, pero ni se
halló a los viajeros. El barranco no suele devolver a los cadáveres. Dicen que hay un
monstruo en el fondo que devora los cadáveres que caen. (ARTURO opta por presentarle
de nuevo la pistola.) Supongo que existirá un remolino o cosa parecida que se traga a las
víctimas. (Vuelve a apartar la pistola. Toma una servilleta y se seca los labios con ella.)
Usted que es ingeniero, Álvarez… ¿Habría algún medio de desviar la carretera?...
ARTURO.- (Como un imbécil, poniéndole la pistola delante.) Mira…
PATRICIA.- ¿Qué?
ARTURO.- Una pistola.
PATRICIA.- Ya. ¿Tuya?
ARTURO.- Sí.
PATRICIA.- ¿La que compraste en Chimbo?
ARTURO.- Esa. Ponla ahí.
PATRICIA.- Sí
(Y toma la pistola con la servilleta, colocándola en el secreter. Naturalmente, cunde el
desconcierto entre los asesinos.)
CARLOS.- (A ARTURO, aparte.) Voy a expresar mi opinión sobre usted. Es un idiota.
ARTURO.- ¡Oiga!
CARLOS.- No podemos andarnos con tonterías. O su mujer toca la pistola o me voy a mi casa.
ARTURO.- ¿Y qué quiere que haga?
CARLOS.- Procedimientos expeditivos. Vitesse et surprise. Rapidez y sorpresa, en francés

(PATRICIA charla con BÉLGICA, que está atenta a la actuación de los 2 hombres.)
PATRICIA.- El secreto de la belleza está en el relax. Mucho relax. Un relax en condiciones, claro.
Los pies más altos que la cabeza. Esto es esencial. (ARTURO se acerca a PATRICIA y le
coge una mano. Ella observa extrañada. ARTURO se la besa.) Arturo. ¿Puede saberse que
te ocurre? ¿Por qué me besas la mano?
ARTURO.- Una cortesía.
PATRICIA.- ¡Pero qué absurdo!
(Retira la mano)
CARLOS.- (A ARTURO, aparte) ¿Qué tal si vuelvo la semana que viene a ver si la ha tocado ya?
ARTURO.- ¡Cállese de una vez! ¡No me conoce!
(Y furioso coge la mano de PATRICIA obligándola a poner los dedos en la culata. Ella
forcejea.)
PATRICIA.- Pero…
ARTURO.- Quiero que veas lo fría que está la culata.
PATRICIA.- ¡Arturo… tú estás loco!
ARTURO.- Cógela.
PATRICIA.- ¡Cuidado!
26

(Un disparo y ARTURO caen al suelo)


BÉLGICA: Ar… ¡señor Suarez!
PATRICIA.- ¡Arturo!
(Se inclina sobre él. Por la derecha aparece el Inspector Martínez. Carlos que intentaba
marcharse lo ve y le saluda dándole la mano)
CARLOS.- Buenas noches. ¿Cómo está usted?
ERNESTO.- ¡Ya se ha armado! ¡Ya se ha armado! (Y como un idiota acude a la ventana.) Estaban
haciendo que jugaban. Pero, sí, sí… menudo juego. Oiga… (A CARLOS.) ¿Lo ve ahora, no?
CARLOS.- (Obsequioso y aterrado.) Sí, don Ernesto.
ERNESTO.- ¿Es una pistola la que tiene en la mano el señor Pasley?
CARLOS.- (Tembloroso) A mí me parece que una pipa, don Ernesto.
ERNESTO.- ¿Y una pipa se dispara?
PATRICIA.- ¡Por Dios bendito, Martínez! El disparo ha sido aquí.
ERNESTO.- ¿Aquí?
BÉLGICA: Bueno verá ha…
ARTURO.- (Incorporándose con el guante enrojecido de sangre.) Patricia disparó una pistola…
PATRICIA.- (Furiosa) ¿Qué disparé? Pero si se empeño en ponerme la pistola en la mano.
Forcejeamos y la pistola se disparó sola.
ERNESTO.- ¿No sería un sifón? Este, por ejemplo.
(Y señala el que hay sobre la mesita bar.)
CARLOS.- (Conciliador) Pero, don Ernesto, la cuestión no tiene importancia. El señor Suárez
quería que su esposa notase lo fría que estaba la pistola. (Se despoja de los guantes
disimuladamente, BÉLGICA está haciendo otro tanto.) Cosas de marido y mujer.
Empezaron que sí, que la toque, que no, pero oye, mira, que no me da la gana, y zas, el
señor Suárez manco de la izquierda.
ERNESTO.- (A ARTURO) A ver esa mano. (ARTURO extiende la enguantada mano) ¡Pero no sea
usted friolento y quítese esos guantes, hombre de Dios! (ARTURO se quita los guantes,
ERNESTO inspeccionando la herida.) ¡Pues no le da importancia! Ha sido un arañazo.
Sangra un poco. ¡Nada! Deme el coñac. (PATRICIA le extiende una botella, ERNESTO riega
la herida de coñac) Póngase un pañuelo. No es nada. De todos modos, no jueguen con
pistolas que las carga el diablo… ¿Dónde está?
CARLOS.- Pues según dicen en el infierno; hay quien piensa que el frente de las ventas a plazos
y…
ERNESTO.- La pistola.
CARLOS.- ¡Ah, sí! (PATRICIA se la entrega al inspector.) Suárez, este imbécil es capaz de
llevársela… Hay que evitarlo. Necesitamos esa pistola.
ARTURO.- (Doliéndose la mano) Y yo una mano ortopédica.
BÉLGICA: (Decidida) ¡Dejádmelo a mí! No se la llevará.
ARTURO.- No se te ocurra. Le entusiasman las mujeres.
BÉLGICA: Ya lo he notado. Por eso digo que me lo dejen.
ARTURO.- (Retirándola) No, eso sí que no…
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BÉLGICA: (Firme) Arturo… hay que hacerlo esta noche. Como sea. En cuanto veas la
oportunidad, llévate a tu mujer. Hazme caso.
ARTURO.- Sí
CARLOS.- Y será conveniente que te enteres como diablos ha logrado bajar si la mujer de tu
novio le había encerrado en la terraza.
ARTURO.- ¡Este maldito tipo!
BÉLGICA: Me enteraré de todo. Déjenmelo a mí os digo.
ERNESTO.- No comprendo cómo pudo ocurrir. (Ha estado contemplando el arma y rascándose la
cabeza) En la mano izquierda. Es curioso. Sostenga así. (Le entrega el arma a CARLOS. A
PATRICIA) ¿Dónde estaba usted?
PATRICIA.- Aquí.
ERNESTO.- Deme la pistola. (Recobra la pistola de las manos de CARLOS, que se mira las yemas
con infinita tristeza.) Es imposible que haya ocurrido como me dicen. No queda sitio para
el disparo. (Mira la ventana. Mide cierta distancia con una ojeada a Suárez) Venga aquí,
colóquese donde estaba.
ARTURO.- (Destemplado) ¡Oiga, Martínez!
CARLOS.- ¿Pero que cuesta ser amable con don Ernesto?
(Lo empuja suavemente)
ARTURO.- (Obedeciendo) ¿Qué más?
ERNESTO.- (Observando la ventana.) Sí. Me parece que ha sido como yo he pensado. (Entrega a
ARTURO la pistola) Adelante. Imite la acción de antes. Forcejeen. ¡Adelante! (ARTURO
intenta poner la pistola en la mano de PATRICIA) ¡Como antes! Creo que el tiro partió de
otro sitio. ¡Vamos!
PATRICIA.- (Fastidiada, a ARTURO) ¡Me haces daño!
ARTURO.- (Forcejeando) Cumplo órdenes.
PATRICIA.- Pero no así.
ARTURO.- ¡Como antes!
(Y en tan bonito forcejeo se vuelve a disparar la pistola y ARTURO cae al suelo de nuevo.
BÉLGICA viene hacia él, pero CARLOS le modera la marcha. PATRICIA se inclina sobre su
marido)
CARLOS.- (A BÉLGICA) A ella no sé, pero a él lo cafeteamos… eso no te quepa la menor duda.
BÉLGICA: ¡Cállate de una vez!
PATRICIA.- Arturo… ¿Dónde ha sido? ¡Arturo, contesta por Dios!
ERNESTO.- (Confuso.) Lo siento Suárez. Se trataba de una prueba.
ARTURO.- (Pálido) ¿Por qué no hace las pruebas con un conejo?
ERNESTO.- Esta vez ni siquiera la ha rozado. Fue solo el susto. (Le ayuda a incorporarse) Sin
embargo, parecía tan claro… debían haber disparado desde casa del señor Pasley. Una
bala perdida.
ARTURO.- (Ahogándose de rabia) ¡De una vez Martínez! ¡En casa del señor Pasley hay solo una
reunión de familia y no intentan matar a nadie!
ERNESTO.- Le aseguro que…
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ARTURO.- Lo que yo le aseguro es que no ve más allá de sus narices, porque con mirar esa
pistola y olerla bastaba para saber de dónde había salido el disparo.
CARLOS.- Conténgase, señor Suárez.
ARTURO.- ¡No quiero! Estoy harto de jugar a policías y ladrones con usted. Estoy harto de sus
suposiciones y vigilancias. El hecho de que haya usted capturado algún asesino no
demuestra sino la decadencia nacional en el área del crimen.
PATRICIA.- ¡Arturo!
ARTURO.- ¡Al diablo con él! Le prohíbo que vuelva a usar mi azotea ni para colgar un pañuelo…
¿Estamos?
BÉLGICA: (A CARLOS, en voz baja) Llévatelo Chumi y a ella.
ARTURO.- Y ahora mismo…
CARLOS.- Enséñeme el jarrón, Suárez
ARTURO.- ¿Qué dice?
CARLOS.- (Tomándole del brazo) Es precioso. ¿Eh? Dejémonos de tonterías. Señora, ¿quiere abrir
camino? Por favor. Necesita un poco de agua en las sienes. (A BÉLGICA) O te das prisa o te
saco.
BÉLGICA: Cinco minutos.
CARLOS.- Usted le perdonará, don Ernesto. Pero como en broma, en broma, por poco no lo
matamos se ha puesto tirante.
ARTURO.- ¡Me va a oír!
CARLOS.- Seguro que no. ¡Vamos! Señora, conmigo. La necesito. Disculpa, cariño, es un instante.
(Mutis de CARLOS, empujando a ARTURO por la derecha, PATRICIA les sigue, BÉLGICA
observa a ERNESTO, que ha cogido la pistola.)
ERNESTO.- (Sacudiendo triste la cabeza.) Lo siento. No fue culpa mía. Esta pistola se dispara con
solo tocarla

(En efecto, se dispara. Desde dentro se oye la voz de ARTURO como un aullido.)
ARTURO.- ¡Echenloooooo!
(PATRICIA aparece en la derecha)
PATRICIA.- ¿Pero qué ha ocurrido ahora?
ERNESTO.- Esta pistola no está en condiciones. Se dispara nada más que mirándola.
PATRICIA.- Martínez, es suficiente por esta noche… ¡Déjenos en paz…!
CARLOS.- (Desde dentro) Señora Suárez… ¡una cuerda, rápido!
BÉLGICA: Ve con tu marido, Patricia. Yo despediré al Inspector Martínez.
PATRICIA.- Gracias.
(Hace mutis por la derecha. ERNESTO con una dulce cara de ingenuidad se guarda la
pistola)
ERNESTO.- Lo siento… Se lo juro. Quiero mucho al señor Suárez. Supongo que no le agradará
recibirme más. Lo siento.
BÉLGICA: Estoy seguro de que en cuanto se le pase la impresión lo abraza. Es muy
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espontaneo… muy violento. Pero tiene un gran corazón.


ERNESTO.- Desde luego.
BÉLGICA: Dígame… ¿Cómo lo hizo?
ERNESTO.- Le aseguro que no apreté el gatillo. Debe estar suelto el…
BÉLGICA: Me refiero a bajar de la terraza. Entró usted por ahí… (Señala a derecha) ¿Es que
encontró cerrada la puerta de arriba?
ERNESTO.- No, ni siquiera intente abrirla.
BÉLGICA: ¿Entonces?
ERNESTO.- Me tiré.
BÉLGICA: ¿Cómo?
ERNESTO.- Sí, me tire de la azotea al jardín.
BÉLGICA: (Asombrada) Pero hay 2 pisos.
ERNESTO.- No tiene importancia. En mi casa hay 3 y me suelo tirar desde el desván. Ya sabe
usted lo que son estos tiempos… las prisas…
BÉLGICA: ¿Pero no se hace daño?
ERNESTO.- No hay cuidado. En la guerra me aliste en un batallón de paracaidistas.
BÉLGICA: ¡Ah!
ERNESTO.- Y me dieron inútil. Había que contar hasta 10 y halar de la anilla. Y yo me hacía lío en
el 4 y volvía a empezar. Pero he visto practicar mucho a los chicos. Buenas noches.
(Inicia el mutis, BÉLGICA lo detiene.)
BÉLGICA: ¿Se lleva la pistola?
ERNESTO.- Sí. Tal vez se la regale a mi mujer. Aquí puede dispararse y matar a un ser humano.
BÉLGICA: Ya
ERNESTO.- Quedan cinco balas en el cargador.
(BÉLGICA, con toda sencillez comienza a corregir la postura de una media, enseñando la
pierna.)
BÉLGICA: ¿De veras? ¿Por qué no se la da a mi marido? Él sabrá custodiarla.
ERNESTO.- No quiero exponer a su marido a… (BÉLGICA la emprende con la otra media.
ERNESTO la contempla asombrado.) Hace calor, ¿Eh?
BÉLGICA: Psché… ¿Qué opina del nylon, inspector?
ERNESTO.- (Perplejo) Bien… está muy bien.
BÉLGICA: Pero se pega a la carne.
ERNESTO.- ¿Ah, sí?
BÉLGICA: Desde luego. (Se cubre. Le mira con fuerza y pregunta avanzando lentamente hacia
ERNESTO) ¿Conoce usted esa canción?: “suavemente quítame la ropa… ”
ERNESTO.- No, no tengo el gusto.
BÉLGICA: Hay una parte en que dice: Bula, uhh, ahh…
(Se balancea delante de él. Extiende los brazos hacia él. Se planta delante de él.
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¿Lo entiende?
ERNESTO.- Menos lo de Bula, uhh, ahh, sí, señora.
BÉLGICA: Soy una incomprendida, inspector. ¿Ha visto usted esas florecitas que crecen junto a
las carreteras aguardando al excursionista que quiera arrancarlas? (Tomándole de las
manos) Yo soy como una florecilla de esas.
ERNESTO.- ¿Quién es el excursionista?
BÉLGICA: ¡Oh… no resulta difícil adivinarlo!
ERNESTO.- Por lo que veo el excursionista es su marido.
BÉLGICA: Ingenioso, bajito y policía. Mi debilidad. Béseme Inspector.
ERNESTO.- Pero…

(BÉLGICA: le besa sin contemplaciones. Cuando se hallan en el amoroso transporte,


aparece CARLOS bastante apurado y empieza a buscar entre las botellas. Como no
encuentra lo que precisa, golpea a BÉLGICA en la espalda.)
CARLOS.- Bigui… ¡Vamos, Bigui, un momento!
(BÉLGICA aparta la cabeza para hablar con CARLOS, pero sin soltar a ERNESTO, el cual
queda petrificado por el terror.)
BÉLGICA: ¿Qué hay?
CARLOS.- ¿Dónde está el coñac? Se ha puesto muy malo. Necesita un trago.
BÉLGICA: En el suelo. Junto al sofá.
CARLOS.- Gracias.

(Y BÉLGICA vuelve a besar al inspector, mientras CARLOS toma la botella del suelo, recoge
la pistola que Bélgica le tiene y que ha sacado del bolsillo de la chaqueta de Ernesto,
aprovechando el estupor de la policía, y desaparece por la derecha. Bélgica deshace el
abrazo. Ernesto se seca el sudor con un pañuelo.)
BÉLGICA: ¿Contento?
Ernesto.- Si. Muy contento. Encantado. ¡Muy bien! ¡Muy bien! (En otro tono.) A mí el bicarbonato
no me sienta bien.
BÉLGICA: Ahora márchate. Te espero ahí enfrente… (Señala la ventana) dentro de dos horas.
Ernesto.- Dentro de dos horas.
BÉLGICA: Tengo que resolver algunas cosas con mi marido.
Ernesto.- Ya. Va a venir él también.
BÉLGICA: De eso se trata. De que no venga. Tú y yo solos hacia la eternidad.
Ernesto.- Si es su gusto. (Se inclina para besarle la mano. Contempla la pulsera.) ¿Suya?
BÉLGICA: Y tuya. La venderemos para divertirnos. No me gustan las pulseras. Andando, amor
mío…
(ERNESTO está en el foro, se vuelve y dice.)
ERNESTO.- Con objeto de no darme el viaje al siquiatra. ¿Ha estado su marido y le ha preguntado
que donde está el coñac?
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BÉLGICA: Si.
ERNESTO.- Ya. ¿Francés?
BÉLGICA: Corto de vista.
ERNESTO.- Ciego total.
BÉLGICA: Grave, si. Debería andar con un perro. (Sinuosa) Dentro de dos horas.
ERNESTO.- Si, señora. No faltaba más.
(Desaparece por la puerta del foro. BÉLGICA acude a la derecha. Silba ruidosamente.
CARLOS entre-abre la puerta.)
CARLOS.- ¿Qué?
BÉLGICA: Dos horas por delante. ¡Y no vuelvas a interrumpirme así! Una cosa es que Martínez
sea idiota y otra es que mi marido me pregunte por el coñac cuando estoy besándome con otro.
CARLOS.- El mundo moderno ha desterrado los prejuicios. ¡Asegúrate de que se marche!
BÉLGICA: ¿Cómo esta Arturo?
CARLOS.- (Va reaccionando.) ¡De prisa!
(BÉLGICA hace mutis por el foro. Pausa. La puerta de la derecha se abre y aparece
CARLOS. Cierra tras de sí. Observa un instante por la ventana. Calza los guantes. Acude al
secreter e intenta abrirlo. PATRICIA aparece por la derecha. CARLOS cierra el secreter. Se
vuelve. PATRICIA ha avanzado hacia él. Se miran. PATRICIA se arroja en sus brazos.)
PATRICIA.- Carlos…. ¡amor mío!
CARLOS.- ¡Mi vida!
(Cae rápidamente el telón)

SEGUNDO ACTO
(El mismo decorado del acto anterior. La acción continúa sin pausa. Es decir encontramos a
CARLOS y a PATRICIA abrazados en idéntica actitud a la que observaron cuando cayó el telón del
acto primero)
PATRICIA.- ¡Carlos… por favor! No puedo soportar esta situación un solo instante más.
CARLOS.- No tendrás que soportarla mucho, amor mío.
PATRICIA.- Repítelo.
CARLOS.- Amor mío…
PATRICIA.- (Dejándose caer en el sofá.) Me parece mentira. No puedo creer que al fin vaya a
librarme de todo esto.
CARLOS.- Quedan apenas un par de cosas más. Y ¡volaremos!
PATRICIA.- De veras, cuando veía como la abrazabas… como la besabas… ¡Dios mío, he sentido
ganas de matarla!
CARLOS.- Compréndelo. Pat. He tenido que fingir delante de tu marido.
PATRICIA.- ¿Ella…?
CARLOS.- Descuida no sospecha de nada. Creen que van a ganarnos por la mano. Todo salió
como pensé. Me hice el encontradizo con Bigui, le saque los secretos y me ofrecí a
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ayudarla. Seré tu marido por una noche… el tiempo justo de liquidar a Patricia Suárez. Tú
podrás marcharte con el dinero y Arturo.
PATRICIA.- Fue una suerte conocer yo a Bélgica.
CARLOS.- No seas ingenua. Bigui es una pájara de cuenta. Ha cantado en todos los cabarets de
América y se sabe bien la lección. Se hizo también la encontradiza. Iba para dos meses
que salía con tu marido. Antes de la huelga de telégrafos en Perla City.
PATRICIA.- ¿No querrá…?
CARLOS.- Oye, Pat. El conejito peludo trabaja para ti. Haz lo que te digo y dentro de dos horas
serás la viuda de Suárez.
PATRICIA.- Hasta ahora he cumplido el programa.
CARLOS.- Tardaste demasiado en lo del coche. Ignoro como ese imbécil no sospechó nada
cuando te fuiste a hacer el café. Nos asomamos un par de veces y no estabas en la cocina.
PATRICIA.- Había que destensar el freno de mano y quitar el líquido al pie. No era fácil
CARLOS.- ¡Y ese condenado policía!
PATRICIA.- No me preocupa. Es absolutamente idiota. Cualquier persona con algo de talento
hubiera caído en lo que no sucedía en casa de los Pasleys estaba sucediendo aquí.
CARLOS.- (En la ventana) Bélgica lo está despidiendo en el jardín. ¡Y como lo está despidiendo!
Pobre muchacho… (PATRICIA acude a la derecha) No te preocupes por tu marido. Lo he
mandado al dormitorio. Estará allí diez minutos por lo menos. Cree que es necesario para
preparar nuestro plan. (Se retira de la ventana) Está bien. ¿La casa del doctor Lindsay esta
al final de la cuesta?
PATRICIA.- Frente a los acantilados.
CARLOS.- De acuerdo un poco de inspiración.
(Saca la caja que contiene la cocaína. Sorbe por la nariz.)
PATRICIA.- No quiero que hagas eso, Carlos. Te estás matando.
CARLOS.- Pero pequeña… un toque de coca entona.
PATRICIA.- ¡No! Te he oído delirar.
CARLOS.- ¡Delirar!
PATRICIA.- Si. Decías: “Voy a trabajar… voy a trabajar” Te sienta mal, te destroza los nervios.
CARLOS.- ¡Tu que sabes!
(Intenta darse otro toquecito, pero PATRICIA le derriba la caja al suelo de un manotazo)
PATRICIA.- ¡No quiero!
CARLOS.- (Guiñando el ojo frenéticamente) Te lo dije Pat. No debes imponerte entre la coca y yo.
(La abofetea)
PATRICIA.- ¡No!
CARLOS.- ¡Eres una niña mimada! Una niña mimada y tengo que enseñarte buenas maneras.
(La vuelve a abofetear con todas sus fuerzas. PATRICIA se arrodilla y se abraza a sus
piernas gimiendo y sollozando. ERNESTO ha penetrado por el foro, rascándose la cabeza y
se detiene frente a la pareja.)
ERNESTO.- Perdonen ustedes. Me he debido olvidar aquí la pistola. (CARLOS se queda petrificado
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y PATRICIA también, aunque cesa los sollozos) ¿No la vio señora Suárez?
PATRICIA.- (Aun de rodillas, aterrorizada) No, no…
ERNESTO.- (Por CARLOS) Usted no claro. Usted no ve tres en un burro.
CARLOS.- (Con voz ahogada intentando ser amable.) Ni siete.
(Mientras ERNESTO busca la pistola en la habitación, sobre el sofá o la mesita, PATRICIA se
levanta y se aleja de CARLOS. Por el foro, corriendo entre BÉLGICA, al ver a PATRICIA se modera.
Se acerca a CARLOS y dice.)
BÉLGICA: ¡Este maldito idiota! ¡Se me ha escapado y ha echado a correr hacia aquí! ¿Qué
quiere?
CARLOS.- La pistola. No se la podemos dar. Necesitamos que la toque esa.
BÉLGICA: ¿Y Arturo?
CARLOS.- Preferí alejarlo mientras tu resolvías eso. Se moría de celos.
(Señala al policía)
BÉLGICA: Dámela.
CARLOS.- Oye…
BÉLGICA: -Dámela y procura que esa se distraiga.
(ERNESTO contempla el suelo lleno de polvillo blanco de la coca. CARLOS le ha dado a
BÉLGICA la pistola y hace un signo a PATRICIA.)
CARLOS.- ¿De verdad no ha visto usted la pistola de don Ernesto, señora Suárez?
PATRICIA.- (Entendiendo la situación.) Como no está por aquí.
(Busca por la habitación de espaldas a las otras tres figuras.)
ERNESTO.- ¡Caramba se ha caído el bicarbonato!
(Coge puñaditos de coca y comienza a introducirlos en el recipiente del bicarbonato,
imprimiendo cierto vaivén para mezclarlo.)

CARLOS.- (Aterrado) ¡Mi coca!


BÉLGICA: (Deteniéndolo) ¡Cállate idiota! ¿Quieres que te oiga esa?
BÉLGICA: No puedo quedarme sin coca.
BÉLGICA: Pues como te quedaste sin padre.
CARLOS.- ¡Dámelo!
BÉLGICA: ¡Ya es tarde! (ERNESTO sopla el polvillo que queda sobre el suelo, se incorpora, deja el
recipiente del bicarbonato en la mesita y cuando va a volverse halla a BÉLGICA que le ofrece la
pistola, sonriente.) Aquí la tienes, Ernesto.
ERNESTO.- (Inspeccionándola) ¡Vaya! ¡Es cierto! ¡No cabe la menor duda!
BÉLGICA: Guárdala con cuidado. Puede dispararse.
ERNESTO.- Por eso he vuelto. Es un peligro que tengan un arma así en una casa normal. (La
guarda en el bolsillo posterior del pantalón) Perdónenme. Ya no los molesto más. Buenas noches
(BÉLGICA lo detiene).
BÉLGICA: Nesto… amor mío.
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(Se abraza a él)


ERNESTO.- Oye, tu marido… ¡Que está ahí!
BÉLGICA: Si no ve… (En efecto. CARLOS está rígido, mirándolos sin ver. BÉLGICA procede a la
extrañísima y violenta tarea de quitarle a ERNESTO la pistola sin que se dé cuenta y sin cesar de
hablarle. Esto la obliga a acudir a forzadísimas posturas.) ¿Has oído hablar del flechazo, Nesto?
Se ve a un hombre; te mira y ¡zas! ¡Zas! (Dos intentos de pescar la pistola.) ¡Zas!... ya no
puedes librarte de él. Estoy prendida en tus encantos, Nesto. (Ya tiene la pistola en la mano)
Creo que eres el tipo que necesito. Cést mon homme. Ya me entiendes. (Entrega la pistola a
CARLOS, que se le vuelve a guardar.) Dentro de dos horas, amor mío. No me faltes.
(ERNESTO asiente. Le da la mano a CARLOS que se la toma sonriente.)
CARLOS.- A su disposición Don Ernesto
ERNESTO.- (Tras mirarlo compasivamente.) ¿Y a usted cuando le compran el perro?
CARLOS.- ¿Qué perro?
ERNESTO.- El lazarillo.
CARLOS.- ¿Cómo?
BÉLGICA: Déjalo, Nesto. Tampoco oye bien.
ERNESTO.- No le falta detalle. (Observándolo.) ¡Y el caso es que… a propósito de perro! No sé si
vi su fotografía en aquel periódico de Kentucky con el bóxer a su lado. En la fiesta de
beneficencia. He visto su fotografía con motivo de algo. Estoy seguro. Pero no puedo recordar
son exactitud… a lo mejor en la propaganda del tiro de pichón. (Cerca de la puerta del foro.
Observa a PATRICIA que aún busca la pistola.) ¿Qué busca usted señora Suárez?
PATRICIA.- La pistola.
BÉLGICA: La ha encontrado ya. Patricia.
PATRICIA.- ¿Sí?
ERNESTO.- Sí señora Suárez. La tengo aquí. Aquí bien guardadita. (Se golpea el bolsillo posterior
del pantalón, ante el temor de BÉLGICA y CARLOS.) Buenas noches. Discúlpeme ante su
marido.
BÉLGICA: Te acompaño.
(Una señal entre CARLOS y BÉLGICA. Por el foro desaparece ERNESTO, seguido de Bélgica.
CARLOS acude al recipiente de bicarbonato como una fiera. Toma el polvillo entre sus manos, lo
deja deslizar entre sus dedos.)
CARLOS.- ¡Mi coca… mi vieja y querida coca!
PATRICIA.- Carlos, lo siento. No pensé… que este hombre…
(CARLOS se cubre el rostro con las manos. Parece presa de un ataque de nervios, algo así como
el shock de los heroinómanos.)
CARLOS.- (Sollozante) ¡Se acabó! No está. Pasarán horas, días tal vez. ¡Qué espantosa
desgraciada! ¡Oh!. ¡Tú rey poderoso! ¡Cuánto te pido es eso! ¡Macbeth, esposo de la sombra y la
niebla… dame el veneno que tan alegre me hace vivir!
PATRICIA.- (Servicial y apurada.) ¿No se puede pedir algo de cocaína en la farmacia?
CARLOS.- (Casi estallando. Con aparente serenidad.) Eso. O si no al cartero.
PATRICIA.- ¿Tiene el cartero?
CARLOS.- (Frenético.) ¡Pero imbécil de todos los demonios! ¿Qué crees tú que es la cocaína? ¿Un
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batido de vainilla?
PATRICIA.- Perdóname, CARLOS. No quise hacerlo.
CARLOS.- ¡Y la necesito! Si no la tengo nada saldrá a derechas. No puedo pensar.
PATRICIA.- ¿Y con esta mezcla? (Señala al recipiente del bicarbonato.) No estará pura pero está.
CARLOS.- (Frente a ella.) Oye… Pongamos que coges una pulmonía y para quitártela alguien
sugiere que te pongas una inyección de penicilina, mezclada con caldo de pollo. (Frenético)
¡Idiota! ¿Cómo has hecho eso? ¿Cómo has podido hacerlo?
(Cae al sofá entre convulsiones y espasmos.)
PATRICIA.- Carlos, por Dios bendito. ¡No tiembles así! ¿Qué hago? ¿A quién llamo? ¿A mi marido?
¿Llamo a mi marido?
CARLOS.- (Con voz ronca) ¡Imbécil!
PATRICIA.- ¿Qué hago? No puedes estar así.
CARLOS.- (Con la respiración anhelante.) Se va pa-san-do. (Señala la mesita de las bebidas.) Ya
que no hay cocaína dame coca-cola.
PATRICIA.- ¿Con un poco de ron?
CARLOS.- Con lo que quieras… ¡Me abrasa la garganta!
(PATRICIA combina una bebida en la mesita y se la ofrece a CARLOS que tiene que tomar el vaso
con ambas manos. Bebe con avidez. Resopla.)
PATRICIA.- ¿Crees que podremos hacerlo?... ¿Te sientes capaz de pensar?
CARLOS.- Tabaco.
PATRICIA.- Sí.
(Le pone un cigarrillo en los labios.)
CARLOS.- Lumbre. (PATRICIA se lo enciende) Ca suffit. Es suficiente, en francés. (Aspira el humo,
calmándose. Breve pausa.) Ya pasó. Me ocurre a veces. No tengo la culpa. Eso le dije a un
profesor en el Prince College. Soy un fruto del momento, un miembro de la generación rota.
Angustia, sólo angustia viviente. Eso le dije.
PATRICIA.- ¿Y qué te contesto?
CARLOS.- Que era un sinvergüenza como una manta. Tenía cincuenta años, era Premio Nobel…
dos hijos. Un viejo. Esa clase de tipos no entienden.
PATRICIA.- (Abrazándola.) Amor mío… perdóname. Yo pediré coca para ti en la esquinas. Te
compraré un barril. Pero, perdóname.
CARLOS.- Claro. (Se incorpora. Se pasa una mano por la frente.) Escucha bien. Debes llamar al
Doctor Lindsay. Tienes jaqueca. Una jaqueca horrible. Has agotado todos los calmantes que hay
en casa. Te recetará algo. ¡Vamos!
PATRICIA.- Pero…
CARLOS.- Obedece.
PATRICIA.- Sí, Carlos. (Toma el teléfono.) Con el Doctor Lindsay. 71-75. Gracias. (CARLOS ha
acudido a la ventana. Mira a través de ella.) ¿Doctor Lindsay? Señora Suárez… (Pequeña pausa.)
Doctor, disculpe que le moleste. Tengo una jaqueca horrible. Sí. ¡De las de costumbre! He
tomada de todo cafiaspirina, cocaína… ¡No, no perdone!... Cibalgina… Sí, muy fuerte. En las
sienes, sí. ¿Cómo? Cergota… (CARLOS se acerca a ella y le murmura algo al oído. La infeliz se
equivoca como una paloma.) Dice que no lo entiende. ¡No! ¡No! Perdone. No es eso. Soy yo la
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que no entiendo. Es que Carlos dice…


(CARLOS tapa el micro. Lo destapa iracundo después de pronunciar su frase.)
CARLOS.- Repite lo que te digo. Imbécil. “No entiendo el nombre, doctor”
PATRICIA.- No entiendo el nombre doctor. Er… (CARLOS sigue susurrando instrucciones a su
oído.) Dejemos la receta. Mi marido coge el coche y se acerca a buscarla. No es ninguna
molestia. (Indicación de CARLOS de que cuelgue ya.) Gracias, doctor. Muchas gracias. (Cuelga)
¿A qué viene eso?
CARLOS.- ¿No te das cuenta? Tu marido cogerá el coche, enfilará la cuesta hacia la casa del
doctor Lindsay, cuando intente frenar en la curva se encontrará sin frenos y… todo solucionado.
PATRICIA.- Todo solucionado, suponiendo que Arturo quiera ir por la receta. No lo conoces. Dirá
que si me duele la cabeza, que me aguante.
CARLOS.- (Echándole el humo a la cara con suficiencia) Pat… Tu marido no irá por la receta. Le
haré salir yo huyendo hacia Canadá. El infeliz cogerá el coche y tratará de frenarlo en los
acantilados para despeñarlo después. Pero en realidad no le dará tiempo de salir.
PATRICIA.- ¿Entonces…?
CARLOS.- Ante la policía será un desgraciado accidente ocurrido cuando tu marido iba en busca
de la receta. Y ahí tenemos al doctor Lindsay para apoyar esa afirmación.
PATRICIA.- (Admirada.) ¿Y todo eso lo has pensado así de pronto?
CARLOS.- Claro.
PATRICIA.- Y sin coca.
CARLOS.- Sin coca.
PATRICIA.- Pues si te llegas a dar un toque…
CARLOS.- ¡Figúrate! (Está en la ventana.) Márchate. Vuelve Bélgica.
PATRICIA.- ¿Dónde me meto?
CARLOS.- En la cocina.
PATRICIA.- ¿Y qué hago?
CARLOS.- Yo que sé. Lo que quieras. Más café. O vacías las bolsas de patatas fritas, o preparas
combinados… Lo importante es que no salgas oigas lo que oigas y pase lo que pase hasta que yo
te llame. ¿Entendido? (Asiente PATRICIA.) Te llamaré yo mismo. Sigue mis órdenes con completa
naturalidad.
PATRICIA.- (Dándole un beso.) Te adoro, Carlos.
CARLOS.- Y yo, ciervita mía.
(PATRICIA desaparece por la derecha, al tiempo que entra BÉLGICA por el foro. ARTURO está en
la escalera)
ARTURO.- ¿Se ha ido por fin?
BÉLGICA: Sí. Ahora mismo. Dios mío… de tonto tiene todo lo que quieras, pero de pelma mucho
más. ¿Quieres saber cómo bajo la azotea?
ARTURO.- Por el pararrayos.
BÉLGICA: No. Más difícil todavía. Se tiró.
CARLOS.- ¿Qué?
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BÉLGICA: Sí. Lo hace todos los días en su casa para acortar distancias. Se tira desde la terraza,
cae de pie, se peina un poco y a trabajar.
CARLOS.- (Incrédulo.) Oye…
ARTURO.- Es muy capaz.
BÉLGICA: Rematadamente tonto.
CARLOS.- Llevo una hora preguntándome si es tonto o se hace.
ARTURO.- ¿Qué?
CARLOS.- Sí. No está claro… Hace un momento me dijo que no sabía si me vio en el periódico
junto al bóxer en la fiesta benéfica…
ARTURO.- Bueno… no recordará donde fue.
CARLOS.- Mi foto salió en primera plana del Kentucky Mirror con un pie que decía: “Incendiario,
loco y feo”. Ya sabe. Cuando lo de la granja.
ARTURO.- Oiga… es tonto de nacimiento, no tiene reflejos.
CARLOS.- Puede estar fingiendo. Todo lo de los Pasley ha podido ser un maldito pretexto para
quedarse en esta casa y vigilarnos de cerca. ¡Ver tantas cosas en un hogar respetable y no
extrañarse por nada de lo que ocurre aquí!
BÉLGICA: Ya lo ha visto.
ARTURO.- ¿Qué ha visto?
BÉLGICA: Al despedirse me ha cogido fuertemente de las muñecas y me ha dicho: “Algo no
funciona ahí dentro”.
CARLOS.- Y se refería a la televisión.
BÉLGICA: No sé. Señaló esta casa.
CARLOS.- (Inquieto.) ¿Qué quieres? ¿Asustarme? Sabes que soy muy sensible a la policía. ¡Y no
tengo coca!
BÉLGICA: Digo sólo que no se a que se refería.
ARTURO.- ¡Ya tenemos bastante con mis nervios!
CARLOS.- Por cierto… ¿Se encuentra usted mejor?
ARTURO.- Me encontraría perfectamente si no hubiera usted hecho lo que ha hecho…
CARLOS.- Me había dado un ataque, Suárez.
ARTURO.- ¡Y pide una cuerda!
CARLOS.- Lo lógico.
ARTURO.- Para atarme, bueno. Pero es que la ha enrollado y se ha puesto a darme cuerdazos
que casi me deja sin sentido.
CARLOS.- No exagere. ¿Qué opinas de Don Ernesto? Bélgica?
BÉLGICA: Tenemos dos horas por delante.
CARLOS.- De acuerdo.
ARTURO.- ¿Y mi mujer?
CARLOS.- La he mandado a la cocina.
ARTURO.- Oiga. ¿Cómo se las arregla para que no salga de la cocina? En siete años yo no he
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conseguido hacerla entrar.


CARLOS.- Le pedí más café. ¿Listos?
BÉLGICA: Sí.
CARLOS.- (Con la voz enfática y solemne.) Señor Suárez, ha llegado el momento.
ARTURO.- Estoy muy nervioso.
CARLOS.- Pues figúrese lo nervioso que se va a poner cuando le aclare que de lo que ha llegado
al momento es de darme los veinticinco mil dólares.
ARTURO.- Ahora no.
CARLOS.- ¿Cuándo?
ARTURO.- Se los girare desde Canadá.
CARLOS.- Usted se ha creído que porque guiño un ojo soy tonto.
ARTURO.- Chumi…
CARLOS.- Sin vacilaciones, Suárez. ¡Girarme desde el Canadá! ¡Quelle boutade! Los veinticinco
mil o no trabaja la cabeza.
BÉLGICA: Dáselos. Arturo. Es muy poco a cambio de nuestra felicidad.
CARLOS.- Como que estoy pensando en pedirte treinta mil.
BÉLGICA: (Furiosa) ¡Ya está bien, Chumi! Esa pistola que tienes en el bolsillo se dispara con solo
mirarla y a lo mejor te tragas las cinco balas que quedan, como yo forcejeé un instante contigo.
¿Y sabes cómo llamar a la policía a eso? Desgraciado accidente.
ARTURO.- Y si no siempre podemos llamar al Súbito.
CARLOS.- (Mirándolo con rencorosa sonrisa.) ¿Se aprendió la lección, eh? (Chasquea la lengua.)
Vengan esos veinte y cinco mil.
(ARTURO saca el maletín del secreter. Lo abre. Cuenta unos fajos. Se los entrega a CARLOS.)
ARTURO.- Cuéntelos.
CARLOS.- Soy un señorito. (Se guarda los billetes sin contarlos.) De acuerdo. (ARTURO va a
guardar el maletín de nuevo.) Oiga, déjelo fuera. En cuanto disparemos el tiro tiene usted que
salir corriendo con él.
(ARTURO mira a BÉLGICA. Esta asiente.)
BÉLGICA: No hay inconveniente, Arturo.
(ARTURO deja el maletín sobre el secreter)
CARLOS.- ¿Listos? (consultando su reloj.) ¡Cronometro!
ARTURO.- ¿Para qué?
CARLOS.- (Tras pensarlo.) Bien mirado, sino quiere cronometrar no cronometre. Es que lo he
visto en las películas y hace bonito. Arriba, y cierre la ´puerta del dormitorio y el acceso al salón.
ARTURO.- Si.
CARLOS.- Bigui, cierra la puerta de la casa con cerrojo.
BÉLGICA: Si. Chumi.
CARLOS.- En el momento en que hagamos el disparo, usted salta por esa ventana, atraviesa el
jardín…
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ARTURO.- pongo en marcha el coche…


CARLOS.- Eso. Y entona un himno titulado: “Salid, vecinos que me voy”
ARTURO.- ¿Cómo?
CARLOS.- Que no debe oírse el motor. Suelte el freno, empuje suavemente el coche y móntese.
Bastara con la cuesta para arrancar como un bólido. Al llegar a los acantilados frena… (Le mira
sonriente.) Hijo mío… muchachito enamorado… frena y cumple lo previsto.
ARTURO.- De acuerdo.
CARLOS.- ¡Que Dios nos ayude! ¡Adelante!
(BÉLGICA hace mutis por el foro. ARTURO sube las escaleras y desaparece precipitadamente por
el arco. CARLOS llega a la ventana, salta por ella y retorna inmediatamente con un maletín
exactamente igual al que ARTURO dejo en el secreter. Efectúa el cambio con rapidez. Toma el
maletín de ARTURO – maletín A -, deja en su lugar el que ha traído – maletín C – y cuando se
dispone a saltar de nuevo por la ventana oye pasos. Ve a ARTURO en lo alto de la escalera y
opta por arrojar el maletín A por la ventana hacia el jardín. )
CARLOS.- ¿Sin novedad?
ARTURO.- ¿Qué novedad quiere que haya en cerrar tres puertas?
CARLOS.- Hombre alguna podía rechinar.
ARTURO.- Pues no ha rechinado ninguna
(Bélgica penetra desde el foro)
BÉLGICA: Hecho.
CARLOS.- Muy bien. Aislados. Nadie puede interrumpirnos (toma una pizca de bicarbonato con
cacaina. Luego otra. Luego un puñado enorme. Lo sorbe por la nariz. Dice escuetamente.) Algo
queda. ¡Vamos allá!
(Y saca la pistola. Arturo y Bélgica se refugian detrás de los muebles)
ARTURO.- ¡Aparte eso!
BÉLGICA: Apunta a otro lado. Chumi que se dispara por simpatía.
CARLOS.- (Con la pistola cogida con dos dedos). Trámites previos, Suárez. Hay que limpiar de
nuevo las huellas y procurar que su mujer toque la pistola.
ARTURO.- Muy bien. Nos quedamos sin una bala.
BÉLGICA: Van a creer que estamos de maniobras.
CARLOS.- Voy a intentar limpiarla yo mismo. (Arturo corre y se oculta ahora tras el sofá). Es
preciso que no dispare más que un tiro, cuando su esposa haya tocado el arma. Ernesto puede
haber contado los disparos. Tres que se escaparon y el que hagamos nosotros. Ni uno más.
(Deja la pistola con un cuidado tremendo sobre el sofá. Calza los guantes. Saca un pañuelo. Ríe)
¿Qué. Suárez? ¿Tiene miedo?
ARTURO.- Sí
CARLOS.- Como yo. (Toma la pistola como el que coge una mariposa disecada y comienza a
limpiarla con una suavidad tremenda) ¿Comprende ahora por qué soy un gangster? ¡Viejo
compañero del peligro! ¡oh tu, arma terrible, aliada del infeliz Otelo, inquieta sirvienta de las
tumbas! Ahora voy a soplar un poquito por aquí. (Lo intenta) Si me sale el soplido. Que no me
sale.
BÉLGICA: No soples. Chimi., que a lo mejor le sienta mal a la pistola.
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ARTURO.- Si. No sople.


CARLOS.- Ea, pues vale sin soplido. (Deposita la pistola sobre el sofá.) Arreglada la primera
cuestión. Lo otro es trabajo suyo.
ARTURO.- ¡Me niego!
CARLOS.- ¿Qué quiere? ¿Qué entre yo y le diga a su mujer por las buenas que toque esa pistola?
ARTURO.- Eso pretendo.
CARLOS.- Usted es un romántico Suárez.
ARTURO.- ¡Me cuesta mi buen dinero este crimen!
CARLOS.- (Indignado) ¡Cuidado con las palabras!
ARTURO.- ¡Crimen!
CARLOS.- No, pasatiempo intelectual.
ARTURO.- ¡Crimen, digo!
CARLOS.- (Traga saliva.) Nosotros no vamos a matar a nadie. Sera la policia quien se encargue
de eso. No soy un criminal ni lo seré nunca.
ARTURO.- Está bien. Me cuesta veinticinco mil dólares su plan. O lo completa y lo pone en
funcionamiento usted mismo o me devuelve el dinero.
CARLOS.- (Asintiendo) All rigth. Todo derecho. En inglés. Usted gana. Voy a intentarlo. (Coge la
pistola con los dedos. Arturo y Bélgica se vuelven a ocultar.) ¿Se da cuenta de lo que siente un
señor que sale a pasear por el campo, ve un toro y no hay árboles?
ARTURO.- ¿Una cosa así siente usted?
CARLOS.- Peor, porque el toro puede ser manso.
ARTURO.- Vuelva pronto.
CARLOS.- ¡Ojala!
(Sale por la derecha. Bélgica se sirve un whisky con mano temblorosa)
ARTURO.- Bélgica, amor mio, ¿tienes miedo?
BÉLGICA: No.
ARTURO.- Sí. Estas temblando. Deja que te sirva yo.
BÉLGICA: Me ha puesto nerviosa ese maldito inspector Martínez. Algo no funciona ahí adentro.
¿Qué puede ser?
ARTURO.- ¿Cualquier tontería?
BÉLGICA: ¿Y por qué me miraba con tanta insistencia las muñecas?
ARTURO.- Te miraba toda entera. Pierde la razón cuando ve a una mujer.
BÉLGICA: Eran las muñecas.
ARTURO.- ¡Bélgica, por favor! A lo que estamos. Es preciso concentrarse. Olvídate de Martínez.
(Suena el telefono. Miradas de inquietud entre Arturo y Bélgica. Se decide a tomar el aparato
Arturo) Si, Señor Suárez al habla. ¿Quién?... ¿El inspector Martínez? (Sobresalto en Bélgica) Hace
un rato que se marchó. ¿Es usted su señora? Si, señora Mallonay. Pues estará en la comisaría.
¿Qué? ¿Llama usted desde la comisaría? El viejo no es un viejo sino una jovencita. Escuche… sí…
es un canalla, Sí. Ya se que ha comprado un reloj de oro en la joyería… Óigame… de una vez.
¿No está en la Comisaría? ¿Seguro? (Tapa el auricular. A Bélgica) No ha estado en la Comisaría y
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ha tenido tiempo de sobra para llegar. (Al teléfono) Desde luego. Piensa usted matarlo. Muy
bien. Disculpe, señora Martínez. Tengo mucho que hacer. (Cuelga. Mirada entre los dos) Ese
condenado…
BÉLGICA: (Inquieta) Te digo que sospecha algo.
ARTURO.- Pero si lo hemos hecho todo delante de sus narices y ni se ha dado cuenta.
BÉLGICA: ¡Hay que advertírselo a Chumi! (Inician ambos un movimiento hacia la derecha. En Ese
instante suena en la derecha una explosión. Los dos se detienen aterrados) ¡Por Dios! Estamos
perdidos.
ARTURO.- ¿A quién se habrá cargado la pistolita?
(En la derecha aparece Carlos. Tiene la pistola sostenida por los dedos, los ojos fuera de las
orbitas y el cabello de punta)
BÉLGICA: (Atemorizada) ¿Chumi, la has matado?
ARTURO.- (Igual) ¿La ha matado usted Chumi?
(Carlos se deja caer en una silla, deposita la pistola sobre el sofá y dice con voz ronca)
CARLOS.- Sifón soil vous plait
(Bélgica toma el sifón de la mesita de las bebidas)
BÉLGICA: ¡Dame un vaso. Arturo!
CARLOS.- No. No. Uso externo. En la cara. (Bélgica aprieta el sifón y baña la cara de Carlos que
la ordena cesar con un ademán) Suficiente. (se seca el rostro con un pañuelo) La ha tocado. Sí.
Estaba vaciando unas bolsas de patatas fritas. Logré que tocara la culata. Y cuando me vuelvo
de espaldas… ¿Qué dirá que hace su esposa? Llena una bolsa de aire, le da así… ¡puf! Y la
revienta…
ARTURO.- No. Si tiene muy mala idea.
CARLOS.- Eso no es mala idea. Eso es técnica de campo de concentración.
BÉLGICA: Chumi, el inspector Martínez no ha llegado a la Comisaría.
ARTURO.- Acaba de telefonear su mujer desde allí preguntando por él.
CARLOS.- Eso significa que ha olido algo.
BÉLGICA: Estoy casi segura.
CARLOS.- Entonces tenemos que darnos prisa. (Gesto de BÉLGICA para que vigile la derecha.
Acude allí.) En cuanto hagamos el disparo salta usted por la ventana. Bien agachadito. Coja el
maletín. (Arturo obedece) Déme esos cojines. (Arturo le alarga un par de ellos que hay en el
sofá) Voy a disparar sobre ellos. Ponga usted cuatro o cinco libros debajo. Tenemos que recobrar
el proyectil.
BÉLGICA: ¡Dense prisa!
(Arturo acondiciona el blanco)
ARTURO.- ¿Es bastante?
CARLOS.- De sobra. Trataremos que suene lo menos posible. (A Bélgica) ¿Qué?
BÉLGICA: Sin novedad. Esta vaciando las bolsas de papas fritas.
CARLOS.- ¿Preparado? (Asiente Arturo tapándose los oídos) Una, dos… (Bélgica se tapa los oídos
también. Arturo se encoge. Carlos está apuntando desde muy cerca de los cojines) y… tres…
(Aprieta el gatillo. Pero la pistola no dispara. Carlos insiste) …y… tres (Nada, insiste) y… tres
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(Observa la pistola… sonríe)


ARTURO.- ¿Qué pasa?
CARLOS.- Que no quiere disparar
BÉLGICA: Pero si con darle un tantarantán…
CARLOS.- No hay tantarantán que valga… (Aprieta de nuevo el gatillo) Nada.
(Bélgica se ha quitado los guantes)
BÉLGICA: Déjamelo a mí. (Toma la pistola. Aprieta el gatillo. No hay disparo. Lo aprieta de nuevo)
Pues es verdad. No dispara.
ARTURO.- (Calzando los guantes) A ver yo…
(Coge el arma. Aprieta el gatillo. Nada. Aleja el brazo para disparar al aire. Nada)
CARLOS.- Déjame. Se habrá encasquillado el cargador. (Toma la pistola y saca el peina. Al
hacerlo dirige la puntería hacia los otros dos que optan por alejarse con cierto respeto.) ¡No,
Pues está en condiciones! (Apunta a los cojines. Aprieta. Nada.) ¡Caramba con la pistolita!
BÉLGICA: Tenemos poco tiempo. Dispara de una vez.
CARLOS.- ¡Qué más quisiera yo! (Coloca el ojo muy cerca del orificio del cañón) Pues el ánima
está limpia. Claro., con el frote que le hemos dado. Limpísima…
BÉLGICA: ¿Por qué no te quitas eso del ojo. Chumi, que se va a disparar la pistola?
CARLOS.- (A Arturo) A ver. Déjame un lápiz. (Arturo se lo da. Carlos mete el lápiz por el cañón y
empieza a golpear el fondo) Tiene que haber un atasco.
BÉLGICA: (Alargándole un alambre) Prueba con eso.
(Carlos introduce el alambre por el cañón, los tres más confiados, se reúnen junto a la pistola y
se ponen de puntillas para atender bien a la labor de Chumi)
CARLOS.- (Sacudiendo el alambre con todas sus ganas) Ahí parece que suena un ruidito.
BÉLGICA: Sí. Como chis, chis.
ARTURO.- Debe ser la bala.
(Saca el alambre. Apunta a los cojines. Aprieta el gatillo. Nada.)
BÉLGICA: Es desesperante. Y ese tipo puede venir en cualquier momento.
CARLOS.- ¿Quieres callarte? No le da la gana de disparar. La hemos cógido cansada. ¿No tiene
usted otra pistola., Suárez?
ARTURO.- ¡Claro que no!
CARLOS.- Pues pídala.
ARTURO.- Oiga… ¿Qué quiere? Que vaya a casa del vecino y le diga: “No le importa prestarme
una pistola. Es que he visto un pájaro raro en el árbol…”
CARLOS.- ¡Que pájaro ni que demonios!
ARTURO.- Supongo que la policía tardará un cuarto de hora en enterarse de que voy por ahí
pidiendo pistolas.
BÉLGICA: ¿No puede sacase la bala, quedarse con el cartucho o lo que sea… en fin… hacer el
disparo sin hacerlo?
ARTURO.- Es una solución.
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CARLOS.- Malgre moi., porque los polizontes tiene peritos que saben cuándo se ha disparado o
no.
BÉLGICA: Pero solo queda ese camino.
CARLOS.- ¡Me estas poniendo nervioso!
ARTURO.- Saquen el cargador de una vez.
CARLOS.- Está bien. (Intenta hacerlo. Forcejea) ¡Anda salero!
BÉLGICA: ¿Qué ocurre?
CARLOS.- Que no sale.
ARTURO.- ¿El cargador tampoco?
CARLOS.- Nada, inténtelo, hijo.
ARTURO.- (Fracasando) ¡Maldita sea!
CARLOS.- Mire Suárez, yo que usted dejaba que su mujer se muriera de vieja.
BÉLGICA: (Cogiendo la pistola) Tienes que disparar, asquerosa ¡Dispara! ¡Dispara! (y lanza la
pistola contra el suelo sin ningún resultado) ¡Claro que dis-pa-ra-rá!
(Bélgica se une a él y entre los dos machucan la pistola contra el suelo)
BÉLGICA: ¡De una vez condenada!
ARTURO.- ¡Ahora es cuando lo necesitamos!
BÉLGICA: ¡Venga ya!
ARTURO.- ¡Vamos!
(Se detienen sudorosos)
CARLOS.- Con esa no hay nada que hacer (la toma en la mano)
ARTURO.- (Furioso) Pues hay que hacerlo como sea.
CARLOS.- Como sea no.
ARTURO.- Ahora mismo
CARLOS.- Yo he mandado mis buques a luchar contra los hombres, no contra los elementos.
ARTURO.- Déjese de versos. ¡Mis veinticinco mil dólares!
CARLOS.- ¡No!
ARTURO.- (Cogiéndole de las solapas) ¡Mis veinticinco mil dólares!
CARLOS.- ¡Quítame las manos de encima Suárez! No puedo soportar que me zarandeen.
ARTURO.- ¡Devuélveme mi dinero!
BÉLGICA: ¿Están locos?
CARLOS.- (A Arturo) ¡No!
BÉLGICA: Baja la voz. Nos oirá todo el mundo.
ARTURO.- ¡Voy a matarle Chumi!
CARLOS.- Cuidadito Suárez (Apuntándole) Tengo una pistola en la mano.
ARTURO.- Como si tuviera un plátano. (Le coge del cuello) ¡Mis veinticinco mil dólares!
CARLOS.- ¡Quieto!
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ARTURO.- ¡No!
(Y suena un disparo, Arturo se viene al suelo)
BÉLGICA: ¡Arturo mi vida! ¿Qué has hecho imbécil?
CARLOS.- Si no he apretado el gatillo. ¡Te lo juro!
BÉLGICA: (Arrodillada junto a él) ¡Arturo!
CARLOS.- ¡Arturo, venga!
(Tira la pistola al suelo y suena otro disparo)
CARLOS.- ¡Que se ha lanzado Bigui!... ¡Que se ha lanzado! (En efecto, la pistola solita conecta
nuevo disparo. Bélgica corre tras el sofá. Arturo se arrastra tras el sillón u Carlos se afloja por la
ventana, aterrado. Pausa. Bélgica asoma la cabeza. Arturo sudoroso, despeinado, también.
Carlos deja ver la cabeza con cuidado. Y la pistola vuelve a dispararse. Los tres retiran las
cabezas y se esconden. Pausa. Carlos anuncia desde la ventana, sin aparecer) No acercarse que
le falta una.
BÉLGICA: (Sin que la veamos) ¿Estas herido. Arturo?
ARTURO.- (Igual) Por ahora, no.
CARLOS.- ¿Y por qué se tira al suelo, alarmista?
ARTURO.- Porque me mareo de miedo.
(Bélgica asoma primera. Contempla la pistola)
BÉLGICA: Parece que se ha cansado
(Carlos salta a escena)
CARLOS.- ¡De prisa! Coja el maletín y márchese
ARTURO.- ¿Pero cómo no ha entrado mi mujer con esta salsa?
BÉLGICA: Oye. Eso es cierto. Creo que…
CARLOS.- ¡No hay tiempo! ¡Vamos!
ARTURO.- (Abrazando a Bélgica) ¡Hasta pronto, amor mío!
BÉLGICA: ¡Hasta pronto! ¡Buena suerte! (Se besan cerca de la ventana. Arturo ha tomado el
maletín C, porque el A está en el jardin arrojado por Carlos –recordémoslo- y desaparece por la
ventana. Bélgica le aconseja.) De prisa amor mío. Así, agáchate ¡Cuidado! ¡Ya está en el coche!
(Carlos sonríe siniestramente) ¡Fuera! Lo empuja como tú lo ordenaste. ¡Fuera, Arturo! ¡El coche
comienza a rodar. Se ha sentado al volante. (Carlos enciende un cigarrillo con aire de triunfo)
¡Cuesta abajo! ¡Adelante Arturo! Primera curva. ¡Ah, ahí están los acantilados! Ahora frenará. Se
acerca, se acerca… (Resplandor difuso en la ventana y empieza una explosión desde lejos
seguida de un tremendo ruido metálico. Bélgica se vuelve a Carlos) ¡Abrazame Chumi! ¡El coche
se ha caído al lago! (Carlos y Bélgica se abrazan. Luego se besan con amor) Eres un genio
Chumi. Tal como tú lo planeaste.
CARLOS.- Aún faltan algunos detalles.
BÉLGICA: ¿Qué detalles? Marchémonos despacio y eso es todo. La policía encontrará el coche y
el cadáver de Arturo. Aquí la pistola con las huellas de Patricia, la carta de él a un amigo
temiendo que su mujer lo mate. ¿Te digo lo que pensarán? Patricia asesinó a su marido de
cuatro tiros, lo metió en el coche despeñó el vehículo. Por mucho que niegue con la declaración
se convencerán de que le obligó a sacar dinero del banco y que lo esconde para el caso de salir
absuelta. ¡Estupendo!
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CARLOS.- Falta un detalle. Si llego a saber que no me da el maletín antes de marcharse nos
ahorramos el dinero que hay que darle a Dupont por los dólares falsos.
BÉLGICA: No te preocupes. Un poco más a repartir que importa. Tenemos los verdaderos.
CARLOS.- ¡Ese francés!... Está siempre borracho. Es incapaz de pedirnos más dinero.
BÉLGICA: No lo hará. Con doce mil dólares para whisky se dará por contento. Créeme. Dupont se
lo merece. Es un artista de la falsificación. Y un billete de mil dólares falso tiene mucho trabajo.
El retrato de Jorge Washington, la orla, los números…
CARLOS.- Te digo que falta algo.
BÉLGICA: ¡Chumi! (Intenta abrazarlo pero él la rechaza)
CARLOS.- Deja el amor para cuando estemos en Canadá… ¿quieres? Falta un detalle y no puedo
fijar cuál es.
BÉLGICA: (Alargándole el recipiente del bicarbonato) ¿Un poquito?
CARLOS.- No. Me huele la nariz a sobremesa. Tengo todo el bicarbonato del mundo en el
cerebro. ¡Déjame! ¡Vamos a ver! El cambio de los maletines.
BÉLGICA: Perfecto. Compré los dos en Perla City.
CARLOS.- De acuerdo. La pistola.
BÉLGICA: Da lo mismo un tiro que cuatro.
CARLOS.- Sí. El inspector…
BÉLGICA: Salimos inmediatamente detrás de él.
CARLOS.- Parece que todo está en orden. Sin embargo.
BÉLGICA: ¿Por qué no me das un beso y te dejas de recapacitar?
CARLOS.- Tengo los labios cortados. Nada de amor, por ahora.
BÉLGICA: (Sonriente) Confiesa que me quiere un poco.
CARLOS.- Si alguna vez me enamoro será de una hija de familia, rubia, suave, cristiana. Que
sepa varios idiomas. Te lo he dicho mil veces
BÉLGICA: (quemada) No soy digna de ti ¿eh?
CARLOS.- Busco la pureza. El cielo infinito.
BÉLGICA: Oye, mirándolo desde cierto ángulo yo soy pura.
CARLOS.- Si, será desde el ángulo obtuso.
BÉLGICA: (Digna) ¡Menos bromas! ¿Qué tengo yo de malo? No conocí a mi padre ¿Y qué?
Tampoco lo conoció mi madre con seguridad. ¿Tuve tiempo de ir a la escuela? A los 8 años me
emplee. Había que robar carteras en los ómnibus.
CARLOS.- Bigui… todo eso…
BÉLGICA: y he cantado en los cabarets. Pero…
CARLOS.- Sin ropa
BÉLGICA: No señor. Con un manguito. Y tu sabes bien que un dia ayude a un ciego a cruzar la
calle.
CARLOS.- Y le quitaste el bastón.
BÉLGICA: Eso son tonterías. Decente lo que se llama decente, soy la que mas… y…
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CARLOS.- (súbitamente) ¡Calla!


BÉLGICA: Si no fueras…
CARLOS.- ¡Calla!
BÉLGICA: ¿Qué pasa?
CARLOS.- ¿Oyes lo que yo?
BÉLGICA: Un rumor.
CARLOS.- Exactamente. Están conversando muy cerca.
BÉLGICA: En la cocina. ¿Esa estúpida?
CARLOS.- le dije que no saliera oyera lo que oyera.
BÉLGICA: Pues esta hablando con alguien.
CARLOS.- Convéncete. ¡Despacio! (Bélgica entreabre la puerta de la derecha con mucho
cuidado) ¿Qué?
BÉLGICA: Esta en la ventana fumando. Ha debido parecernos.
CARLOS.- (dando un grito) ¡Ya esta!
BÉLGICA: ¿Qué?
CARLOS.- El detalle. Lo que nos faltaba.
BÉLGICA: ¿Qué es?
CARLOS.- El cadáver de Suárez. ¿Comprendes Bigui? Debe tener cuatro tiros en el cuerpo.
BÉLGICA: Pero si no nos queda mas que una bala.
CARLOS.- Exacto. Pero podemos suponer que de los cuatro disparos Paty fallo en tres.
BÉLGICA: ¡Caray que puntería!
CARLOS.- (tomando la pistola con los dedos) Hay que sacudirle este tiro a Arturo como sea.
BÉLGICA: (excitada) Pero como sea es sacándole del lago.
CARLOS.- Exacto antes de que ese imbécil de Ernesto se entere del accidente y el forense diga
quela muerte se produjo por inmersión en el agua, traumatitis etc, etc, y no por un tiro.
BÉLGICA: oye, yo no se bucear.
CARLOS.- Pero yo si.
(Se dirige a la ventana)
BÉLGICA: (Alarmada) Espera.
CARLOS.- No podemos esperar. Pillo en maletín. Cogemos el carro y andando.
BÉLGICA: ¿Dónde esta el maletín?
CARLOS.- En el jardín, lo tire al césped. (Salta por la ventana. Bélgica parece angustiada. Toma
un sorbo de whisky. Observa que la carta de Arturo este en el secreter. Observa un
instante por la ventana. Deja la pistola sobre la mesita de las bebidas. Carlos viene
alarmado y confuso.) ¡No esta!
BÉLGICA: ¿Cómo?
CARLOS.- Que no esta. El maletín. Si. No esta.
BÉLGICA: Pero si tu…
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CARLOS.- Si. Vi donde cayo. Cerca del árbol grande. A unos diez metros. Entre el árbol y aquel
rosal. ¡No esta!
BÉLGICA: ¿Pero quien puede…?
CARLOS.- (Temeroso, perdiendo el control) ¿Cómo quieres que lo sepa? Arturo, al salir…
BÉLGICA: Si lo he vigilado yo hasta que llego al carro.
CARLOS.- Este asunto no me gusta. ¡Vámonos!
BÉLGICA: ¿Marcharnos dejando doscientos mil dólares?... ¿Para eso hemos matado a Arturo y
vamos a meter en la cárcel a su mujer? Cinco meses planeando el golpe… ¡No Chumi,
estas loco!
CARLOS.- Tenemos los veinticinco mil que me dio Arturo.
BÉLGICA: A los que hay que descontar los doce mil que nos costaran todos esos billetes falsos
que hemos metido en el maletín que se llevo Arturo. El dinero de Dupont.
CARLOS.- Te digo que me voy.
BÉLGICA: Como quieras. Yo me quedo. No salgo de aquí sin el maletín.
CARLOS.- ¡Adiós entonces!
(Bélgica se le atraviesa en la puerta)
BÉLGICA: ¡No! Estas terribles huidas tuyas… siempre huyendo ¿de que? ¿De quien?
CARLOS.- ¿Por qué no te callas?
BÉLGICA: Huyes de ti mismo. Solo de eso.
CARLOS.- ¡Calla! (Se retuerce las manos nerviosamente) Me hicieron sufrir de niño. ¡Corre,
Chumi, me decía papa, que viene tu madre! Y prono, la madre fue el símbolo de mi huida
ante los hechos. Huir, si. Siento una angustiosa necesidad de huir a secas. De las cosas
más absurdas. Un ruido, un color, la policía, un señor al que he robado. ¡Huidas extrañas!
¡Apártate!
BÉLGICA: ¡No! Comenzamos este asunto los dos y los dos terminamos.
CARLOS.- ¡Apártate digo!
BÉLGICA: ¡No! (Carlos le da un golpe científico en el hombro. Luego otro en el cogote. Bélgica se
cae al suelo. Carlos desaparece por el foro. Bélgica se incorpora, doliéndose, al tiempo que le
grita.) ¡Cobarde! ¡Canalla! ¡Eres un tarado! ¡Un psicópata! ¡Cobarde! (Con tan buena fortuna
grita que Carlos aparece de nuevo, con los ojos fuera de orbitas y pasa ante ella, procediendo a
servirse whisky, que bebe con manos temblorosas. Bélgica de frente a el. De espaldas a la
puerta le increpa) ¡Miedo! Tienes miedo de verte solo. Eres un pingajo. (En el foto esta Ernesto…
Carlos se lo señala a Bélgica, pero esta no se da cuenta. Prosigue) ¿Quién te dijo que podías
pegarme? ¿Qué crees que soy, una de tus zangolotinas románticas? Yo no. Yo te devuelvo los
golpes… (Y le sacude otro zambombazo científico. Cuando se dispone a hacerle una llave,
cambia de postura y tropieza la vista con Ernesto que los contempla extrañadísimo. Bélgica
disimula como puede, sonríe.) Pero, Nesto… que alegría…
ERNESTO.- Hombre, en cima hacerle una llave…
BÉLGICA: Discutíamos. Carlos se ha empeñado en que la doble Nelson se hace en el brazo. Y yo
le decía que en el cuello.
ERNESTO.- ¿Y donde se hace?
BÉLGICA: En la cabeza.
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ERNESTO.- (Muy pensativo) Ya… (Ha apartado los cojines y libros que hay en el sofá. Bélgica se
apresura a echar sobre la pistola su bolso.) ¡Vaya! (Coge un libro) Han estado leyendo
¿Eh? (Lee el titulo) Como deshacerse de los objetos usados. (Bélgica y Carlos se miran con
temor) Este me lo voy a llevar. Hay cosas en mi casa, bastante usadas por cierto, de la
que no sé cómo deshacerme. Mi mujer por ejemplo.
CARLOS.- (Intentando una infame pelotilla) ¡Ja, ja, ja! ¡Muy gracioso, muy gracioso! ¡De mucho
ingenio!
ERNESTO.- (Pensativo) No pretenderían matarla a ella. (Estupor e inquietud en los dos.) En todo
caso a el. He encontrado a la señora Pasley besándose en el jardín con el recién llegado.
Sin embargo, todos los indicios eran clarísimos. Habrá que investigar más a fondo.
CARLOS.- (Viendo el cielo abierto) Claro que si. Para lo cual ponemos a su disposición, de nuevo,
la cómoda azotea de esta casa. Bigui, acompaña a don Ernesto.
ERNESTO.- (negando con la cabeza) He decidido abandonar el asunto Pasley. No hay crimen.
Todo lo mas juerga, bacanal y marido tonto.
CARLOS.- ¡Vaya!
ERNESTO.- En cambio existe un asunto que empieza a interesarme. (Mira a Carlos) Ya se donde
le vi, Álvarez.
CARLOS.- (Guiñando los ojos) ¿Dónde?
ERNESTO.- Fue en el Kentucky Mirror, desde liego. Pero no al lado del bóxer, ni en la fiesta
benéfica. ¿Por qué me lo ha ocultado?
CARLOS.- ¿Yo…?
ERNESTO.- ¿Por qué se hace llamar Álvarez? (Bélgica camina lentamente hacia la puerta.
Pretende, sin duda huir en silencio) ¿Por qué, Willy Birthday? Compañero…
(Se ha levantado y extiende la mano a Carlos, que lo contempla atónito. Bélgica se detiene.)
CARLOS.- ¿Willy que…?
ERNESTO.- Bien, bien. No lo diga si no quiere, compañero… (Sonríe) Compañero…
BÉLGICA: (A Carlos) ¿Por qué te llama compañero?
ERNESTO.- A que este es también un ladrón disfrazado.
ERNESTO.- Ha llegado a Kentucky el popular detective neoyokin Willy Birthday. Y encima su foto.
CARLOS.- ¡Ah. Si! Siento defraudarle, don Ernesto. Pero la verdad es que yo no soy Birthday.
ERNESTO.- (Con cierto aplomo) Entonces es usted Carlos Boloni, mas conocido por Chumi,
incendiario, loco y feo.
CARLOS.- ¿Qué?
ERNESTO.- Que he recordado perfectamente su rostro, Chumi. En el Mirror, primera plana. Pero,
no sabía si era usted Birthday o Boloni. Ahora esta claro que es Boloni.
CARLOS.- (Temblando de arriba a abajo) Creo que…
ERNESTO.- Y lo que es mejor. La policía de Kenucky ofrece diez mil dólares por su captura.
CARLOS.- ¡Espere! Se trata de una equivocación.
ERNESTO.- ¡No, no! Es usted Boloni.
CARLOS.- No me he llamado Boloni ni de pequeño, don Ernesto. Le juro que se equivoca. Debe
aclarar esto, porque…
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ERNESTO.- No le hubiera reconocido en diez años, Chumi. Pero tengo el testimonio de alguien.
De alguien que le ha denunciado a mi, que esta dispuesta a actuar en su cargo como
testigo.
CARLOS.- ¿Quién?
(Patricia en la derecha)
ERNESTO.- La señora Suárez
CARLOS.- (Asombrado) ¡Pat!… Pat… ¿Qué significa esto?
(Patricia se ha echado a llorar.)
PATRICIA.- Lo he oído. Chumi. Tu me dijiste que no saliera oyese lo que oyese y había mucho
que oír, Chumi. Peque el oído a la puerta, cuando ella te beso, cuando… ¡Dios mío… que
horror!
CARLOS.- ¡Supongo que no va a hacerle caso, Martínez! ¡Es una adultera! (Ernesto se encoge de
hombros.) Me esta calumniando, Martínez. Si me detiene a mi, tendrá que detenerla a
ella. Había pensado asesinar a su marido.
ERNESTO.- Eso no es cierto.
CARLOS.- Me lo va a decir a mí. Yo…
ERNESTO.- Déjeme en paz, Boloni. ¿Quiere que se lo cuente? No estaba claro. ¿Sabe? Aquí había
algo que no estaba claro.
CARLOS.- Por supuesto. Todos los abrazos y besos que vio y las palizas que nos dábamos cuando
usted entraba por esa puerta.
ERNESTO.- No he visto nada. Solo la pulsera… La suya, Bélgica. Cuando se la vi quise acordarme
de donde la había contemplado por última vez. Fue fácil. En la joyería esta mañana,
cuando compre el reloj para Guendolina. Si el señor Suárez había comprado esa pulsera,
su mujer no la llevaba y, en cambio, la llevaba usted… Era lógico pensar que de algún
modo usted se entendía muy bien con el señor Suárez.
BÉLGICA: ¡Y esta pájara se entendía con Chumi!
ERNESTO.- Claro. Un buen coladero. Pero usted con Suárez. Entre los tres proyectaron asesinarla
a ella. (Señala a Patricia) Esta feo, Chumi. A las mujeres no se las engaña. Haga como yo.
Siempre digo que estoy cansado. Las hay que no se enfadan.
CARLOS.- (Desesperado) Pat… tienes que hablar. O comemos barrotes todos o no lo come
ninguno. ¡Pat… confiesa!
PATRICIA.- (Tras una pausa) Confeso que te he querido como una loca.
CARLOS.- Y que planeamos matar a tu marido.
PATRICIA.- Jamás he planeado eso. No podría hacerlo.
BÉLGICA: Oye, hermana. Tú eres una caradura.
PATRICIA.- Martínez… usted me conoce de sobra… sabe que soy incapaz de una cosa tan
abyecta.
ERNESTO.- No hace falta que me lo diga, señora Suárez.
CARLOS.- (Enfurecido) ¡Te mato…! ¿Me oyes? ¡Voy a retorcerte el pescuezo!
ERNESTO.- (Deteniéndolo) ¡Quieto!
CARLOS.- Estábamos en complicidad. Destenso los frenos del chevrolet de su marido y Suárez se
ha matado hace un cuarto de hora en los acantilados.
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PATRICIA.- (Aterrada) ¡Arturo! ¡Arturo muerto! (Rompe en un llanto convulso) ¡Dios mío! ¡Lo
siento! ¡Lo siento a pesar de todo! ¡Arturo!
CARLOS.- ¡Y yo que me creía un tio atravesado!
ERNESTO.- Retírese, señora Suárez, por favor.
PATRICIA.- (Tomándole de las solapas) ¡Quiero verlo Martínez! ¡Quiero pedir perdón al cadáver!
ERNESTO.- Esta en el fondo del lago. El Tubiki rara vez devuelve los cuerpos, ya lo sabe.
PATRICIA.- ¡Martínez, por favor!
ERNESTO.- La acompaño en el sentimiento.
(Patricia se aparta de el llorando amargamente)
BÉLGICA: ¡Ah, no! Esto si que no. ¡Chumi, cantemos de plano! Vamos a avisar a la policía.
ERNESTO.- (Deteniéndola) Esta aquí señorita.
BÉLGICA: ¿Qué clase de policía es usted que se lo camela una con una canción y diez y ocho
besos? Yo digo policía de verdad de los que pegan puñetazos. ¡Chumi, hay que avisar a al
Súbdito!
CARLOS.- (Con una risa histórica) ¡El súbdito no me deja decir ni pio!
BÉLGICA: Declaras ante el.
CARLOS.- Declaro post morten, Bigui.
ERNESTO.- ¿Quieren callarse un poco? Señora Suárez, por favor. En seguida la llamo.
PATRICIA.- Si, es mejor. (Se detiene ante Carlos) Nunca pensé que fueras así. Creí que me
querías. Ha sido un desengaño horrible. ¡Horrible!
ERNESTO.- (Entre indignado y estupefacto) Ya ni guiño el ojo.
(Patricia sube la escalera. Se detiene en el último peldaño)
PATRICIA.- Dime el numero de la celda. Carlos. Supongo que te meterán en la cárcel de
Brockville. No te faltara tabaco. Has jugado conmigo, pero yo se lo que es no fumar. (y
desaparece)
BÉLGICA: ¡Pécora condenada!
ERNESTO.- Es suficiente, Bélgica. Bueno… (Levanta el teléfono) Con la comisaria. (Pausa)
¿Juanito? Tengo un asunto. (De pronto)! Cariño! ¿Tu por ahi? (Tapa el auricular con expresión de
cansancio. Vuelve a ponerse.) Tengo aquí varios asesinos. No, no es un pretexto, mi vida. De
verdad. Han matado al señor Suárez. ¿Qué te hablo hace un rato? Te aseguro mi vida, que se ha
muerto. Esta vez si. Le despenaron el carro por los acantilados. Seria antes de que lo mataran.
Si, media hora lo mas. Ni asesinos ni nada. Claro cielo mío. (Pausa) Juanito. Dile a la patrulla que
se acerque a los acantilados. Y vente tu por aquí con dos números. ¿Qué números? ¡Dos agentes
imbécil! Bueno, no hace falta que corras. Voy a ver su consigo que confiesen por su propia
voluntad. ¿Qué hay de la bañista? ¿Mi mujer? ¿Se ha hecho mucho daño? En el botiquín hay
vendas. Hasta ahora (cuelga). Bueno Chumi ¿tienes algo que decir?
CARLOS.- Si, (con aplomo) Veinticinco mil dólares, don Ernesto, uno se hace cargo de lo que es la
vida del policía. Por si fuera poco la que hay en casa le dan un par de esposas más. ¡Ah…
cherchez la femme! Buscad la mujer, en francés.
ERNESTO.- No le entiendo ni palabra.
BÉLGICA: (Sonriendo melosa) Quiere decir que hay veinticinco de los grandes para ti Nesto. Tu
como policía estas sonado, pero metido en juerga tienes que ser divino… ¡A juergarse y
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nada mas!
CARLOS.- (Cordial, sonriente.) Queda ella, Bigui…
BÉLGICA: (Igual) ¿Pero que harías tu con ella… eh?
CARLOS.- (Sutil) le daría tanta pena la muerte de su esposo que se caería de la azotea.
ERNESTO.- (Sin expresión) Deme esos billetes Chumi.
CARLOS.- ¡Eso es pensar don Ernesto! Así me gustan los hombres decididos. En la línea social
de nuestro tiempo. En esta mano me ponen el dinero y yo cierro la boca. (Abraza a Martínez y
le entrega unos billetes que el inspector se guarda en el bolsillo de la americana.) Bigui, te lo
suplico. Abraza a don Ernesto, nuestro protector… así, fuerte, bien fuerte. (Bélgica Ernesto y
emprende la fatigosa tarea de quitarle los billetes que acaba de guardarse) Mas… como si
quisieras quitarle la respiración. (Bélgica le tiende los billetes. Carlos se para unos cuantos.
Devuelve el resto a Bigui y ella los vuelve a introducir en el bolsillo de Ernesto) Es una noche de
jubilo para nosotros. Bigui. También los policías tienen horizontes y sabes que veinticinco mil
dólares los convierten en triunfadores… ¡Ea Bigui! Don Ernesto… subamos a la azotea con esa
Sara Bernard domestica y acabemos el asunto.
(Pero el asunto no se acaba tan fácilmente, porque ha entrado por el foro Arturo, chorreando
agua, los brazos ensangrentados, el pantalón lleno de desgarrones, la chaqueta sin mangas y el
siniestro maletín con el dinero falso en la mano. Se detiene detrás de Carlos. El agua forma
charcos a sus pies. De tan enfurecido como esta parece sin expresión, se nos antoja una bomba
inerte que va ha hacer explosión de un momento a otro.)
ARTURO.- ¿Qué asunto?
CARLOS.- (como un imbécil sin reparar en quien le habla) Vamos a tirar a Patricia desde la
azotea.
ARTURO.- ¿Ah, si?
CARLOS.- Como se lo digo Suárez. (Se vuelve sonriente a Ernesto y ahora cae en que ha dicho
Suárez quien esta frente a el.) ¡Ayyy!
BÉLGICA: ¡Dios mío!
ERNESTO.- ¡Suárez!
ARTURO.- Ya se lo que es el infierno. Chumi. El infierno es un carro por una cuesta y uno que
aprieta el pedal del freno y mete el pie hasta el tobillo.
BÉLGICA: Pero creímos…
ARTURO.- (Indignado) Cretinos… ¿De acuerdo, eh? En un segundo lo vi todo claro. Estaban de
acuerdo miserablemente de acuerdo. (Toma a Carlos por el cuello.) Querías liquidarme y
huir bonitamente. ¿Quién estropeo el freno? ¿Quién fue? ¿Por qué no hablas, rata
asquerosa?
ERNESTO.- (Intentando librar a Carlos.) Porque tiene la lengua afuera. Sueltelo.
BÉLGICA: Fue Tu mujer.
(Arturo suelta a Carlos que va a caer en el sofá, acariciándose la dolorida garganta)
ARTURO: Patricia?
BÉLGICA: Estaba de acuerdo con chumi (Patricia en el marco superior, al termino de la escalera,
ha aparecido y escucha sin ser vista.) y Chumi parecia estar de acuerdo contigo pero no
estaba de acuerdo ni contigo ni con ella estaba de acuerdo contigo y con chumi, ¿de
acuerdo? esa es la verdad y si quieren llevarnos a la carcel , tendran que hacerlo a los
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cuatro.
ERNESTO.- Lo de ustedes tres esta claro. pero la señora Suárez me parece una victima.
BÉLGICA: No es ninguna victima , de una vez!
ARTURO: ¿Y tú? ¿que eres tu , Bélgica?
BÉLGICA: (Tras una pausa) Ademas canto canciones .
ARTURO: (zarancandola) ¿ por que me mentiste? ¿como has podido hacer eso? ¿sabes que si no
salto del coche un segundo antes de que se estrellara me habrias asesinado? ¡tu!
ERNESTO.- (Apartandolo) Dejela , Suárez. lo siento por usted. no merecia la pena .
ARTURO: (en el limite de la indignacion) ¡ y para colmo esto! caigo del agua con el maletin bien
agarradito. ¡ mis doscientos mil dolares ! gano las rocas, abro el maletin… ¿ y que me
encuentro?
ERNESTO.- Un pez.
ARTURO: ¡esto! (ha abierto el maletin y saca un monton de billetes, los estruja en sus manos
con rabia.) ¡billetes, billetes!
ERNESTO.- Bueno, de eso se trataba.
ARTURO: (Frenético) Se trataba de que fueran billetes de mil dolares. ¿ pero cuando ha visto
usted billetes de mil doscientos dolares?
CARLOS: (Poniendose en pie) Mil doscientos???
ARTURO: Si, ¡maldita sea ! y en lugar de llevar el retrato de washington, llevan el del general de
gaulle. que no se que pito toca en este asunto.
CARLOS: ¡No es posible!
ARTURO: ¡ah si lo es! ¡claro que lo es! billetes falsos.
(Y le arroja a la cara un puñado. Carlos toma un billete.)
CARLOS: ¡Dios mio! este dupont! debia estar borracho perdido… ¿ pero como me ha hecho
este?
BÉLGICA: ¿Y a ti no s e te ocurrio comprobarlo?
CARLOS: Ha hecho mil falsificaciones estupendas… ¡demonio! si parece mentira.
ARTURO: (tomandole de las solapas ) ¡mi dinero!
ERNESTO.- Le va a servir de poco la carcel, Suárez.
ARTURO: ¡quiero mis dolares!
ERNESTO.- Pasan automaticamente a su esposa.
ARTURO: Ah no! eso si que no! de mi dinero no se beneficia nadie! el otro maletin, canalla..!!
ERNESTO.- Sueltelo!
ARTURO: No quiero . tengo mis metodos.
CARLOS: (Desasiéndose) Ya tenemos bastante Suárez. Se lo diré cuando nos toquen diana en
la carcel.
ARTURO: (rechinando los dientes) Me es lo mismo ir a la camara de gas por un homicidio
frustrado que por uno con éxito.
(avanza hacia Carlos)
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CARLOS: (Aterrado, retrocediéndose) ¡Detengalo, inspector.! don ernesto.


ERNESTO.- (Con gran dejadez, sin hacer un movimiento) ¡No se ponga asi, Suárez!
BÉLGICA: ¡Arturo!
(Arturo continua avanzando hacia Carlos)
CARLOS: Por favor. Tiene ojos de asesino. Parelo, so…….
(Arturo lo ha recogido del cuello. Bélgica corre y lo libera.)
BÉLGICA: ¿Estas loco?
CARLOS: No tengo el maletin, Suárez. Estaba en el jardin. Al hacer el cambio lo tire por esa
ventana. Pensaba recogerlo luego cuando huyeramos. Alguien se lo ha llevado.
(Arturo ha mirado un instante por la ventana.) Le juro que es asi.
ARTURO: ¿quién?
CARLOS: No lo se. Se lo juro.
BÉLGICA: (Tras una pausa, mordiéndose los labios) Fui yo….
CARLOS: Que??
BÉLGICA: Cuando me dijiste que echara el cerrojo a la puerta, vi desde la ventana del hall como
tirabas el maletín, salí y lo recogí, eso es todo.
CARLOS: Como todo?? y has estado preguntan dome que quien podia haberselo llevado.
BÉLGICA: No lo comprendes , chumi.
CARLOS: ¡Claro! Lo que comprendo es que aquí no hay que fiarse ni del padre de uno q
apareciera vestido de habito.
BÉLGICA: (Implorante) Chumi, quise…
CARLOS: ¡Dios santo q partida de sinverguenzas! Todos engañando a todos… si parece d broma.
BÉLGICA: Chumi, algún día te lo explicare, ahora, no lo entenderías, tuve mis motivos.
ARTURO: ¿donde esta?
BÉLGICA: ¡No!
ARTURO: ¿donde?
BÉLGICA: (con suspiro) sobre la marquesina de porche.
(Patricia arriba, se retira lentamente hasta desaparecer.)
ARTURO: (iniciando un movimiento de salida) muy bien.
ERNESTO.- Quieto Suárez!! No intente huir.
ARTURO: Me entregare con el maletin.
ERNESTO.- No sea ingenuo. Usted no se entrega. Le detengo yo. Deje el maletin donde está por
ahora es capaz de quemar los billetes o cosa parecida.
ARTURO: claro que soy capaz!
ERNESTO.- En nombre del estado de minnesota. Y desde ahora quiero advertirles que todo
cuanto digan ser tenido en cuenta para juzgarlos. (saca los billetes q Carlos le dio y los
deja sobre la mesa.) Será mejor para usted. Boloni. Que no se entere el jurado de que
quiso sobornarme , vamos!!!
(Carlos salta a la mesa, toma la pisto la y apunta al insector.)
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CARLOS: Yo voy solo, inspector.


ERNESTO.- Pero…
CARLOS: ¡Las manos altas! en posicion de baile folcklorico, si no le molesta.
ERNESTO.- Boloni, no sea estúpido. La patrulla le cogerá en una hora.
CARLOS: A mi chevrolet le basta con media para cruzar la frontera.
ERNESTO.- Suelte eso.
BÉLGICA: ¡Chumi.!
CARLOS: No!! ni una palabra…pudrete en la car cel bigui, naciste para eso. yo soy como un
pajaro, como una nube. no soy culpable. solo un miembro de la generacion rota. si la
sociedad me hubiese dado una ocasión, no estaria aquí. Yo he nacido para robar en las
mesas de los despachos, como una persona normal.
BÉLGICA: (Urgente) Chumi…aguarda! ¡Ocurre algo todavia!
CARLOS: Callate de una vez! aquí dentro hay una bala para el que se mueva.
ARTURO: (en jarras) Se juega usted algo a que no sale la bala??
CARLOS: No diga tonterias.
ARTURO: A que voy.
CARLOS: Ni lo intente.
ARTURO: A que no funciona.
CARLOS: No me obligue a matarlo, Suárez.
ARTURO: (avanzando) ¡Ca! Vamos a divertirnos.
(Avanza hacia Carlos. Este retrocede hasta la ventana)
CARLOS: Quieto he dicho!! disparo!! ( y aprieta el gatillo.no suena nada) disparo!
(nuevo intento y nuevo fracaso)
ARTURO: (cruzandose de brazos) Dispara usted pasado mañana.
CARLOS: Maldita sea!!
ARTURO: Lo ve Chumi. Vamos. Deje el gatillo en paz y a la carcel con nosotros.
CARLOS: Nunca!!! (arroja la pistola al suelo y salta por la ventana)
ARTURO: ¡Chumi!
BÉLGICA: ¡Chumi, espera!
ERNESTO.- ¡Quietos! Mi patrulla lo cogerá inmediatamente.
BÉLGICA: (En la ventana, sujeta por Ernesto.) ¡Chumi, vuelve aquí! ¡Vuelve te digo.!! Oyeme, por
favor. (El ruido del automovil que parte) ¡Chumi! Te he querido siempre amor mio!
(Llorosa) te he querido y admiraba tu cerebro y tus salidas de canalla o de miembro de la
generacion rota o como se diga, Chumi. Ahora, cuando al llegar a los acantilados quieras
frenar y metas el pie hasta el tobillo, cuando te des la torta, amor mio, piensa que lo
hice en un arrebato de locura, que pense llevarme el dinero yo sola y te destense los
frenos del coche pero que minuto a minuto he ido arrepintiendome y que lo siento, lo
siento con toda mi alma. Chumi, ruega por mi Chumi, ruega por mi. (explosión tremenda y
resplandor rojizo en la ventana) ¡amor mio! ¡amor mio! ¡ mi cocainomano!
(Intenta saltar por la ventana)
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ERNESTO.- Quieta , Bélgica.!!!


BÉLGICA: Dejeme!!!
ERNESTO.- Pero, donde quiere ir.??
BÉLGICA: No se , suelte!!
ERNESTO.- Esta detenida.
BÉLGICA: ¡Suelte! ¡Déjeme! (Y le aplica un golpe definitivo de los que Carlos le ha
ensenado. Ernesto, retrocede, quejumbroso. Arturo intenta detenerla ,pero ella lo
aparta de un empellon. Corre hasta el foro. Inexplicablemente la pistola, porque si,
porque le da la gana se dispara alcanzando a Bélgica en el umbral de la
puerta.) ¡Adios¡
(Se tambalea)
ERNESTO.- Pero que ha sido?
ARTURO: (Señalándola) La pistola… tiene esa personalidad.
(Bélgica se apoya en el quicio de la puerta. Una mancha rojiza ha aparecido en su espalda, 6
dedos encima de la cintura. La mancha se va haciendo grande. Los dos hombres acuden a
sostenerla.)
ERNESTO.- Bélgica…
BÉLGICA: (Con el aliento entrecortado) Uun poco de whisky, inspector.
(Arturo y Ernesto la llevan hasta el sofa. La sientan. Ernesto sirve whisky y se lo hace
tomar. Arturo esta telefoneando.)
ARTURO: Doctor lidsay. 71 75 . de prisa.
(Pero Bélgica ha apretado la horquilla del teléfono.)
BÉLGICA: No Arturo. esta vez va de veras. (Arturo mira a Ernesto. este asiente
silenciosamente. La herida es mortal.) Cuidado inspector. Duele. Los tiros duelen
dentro del cuerpo. (Tiene una tos seca) Me han dolido pocas cosas . vivi como un angelito
pelirrojo , agarrado a las cosas buenas. el beso, el champagne,
la cancion. el cielo debe ser una eterna sala de fiesta… ¡luz a la pista! y saldria yo a
cantar. asi siempre. Pero el cielo esta lejos. (La tos mas fuerte) Arturo… ¿recuerdas que un
dia te dije que moriria de pie, andando…?
ARTURO: (Compadecido) Si, Bélgica.
BÉLGICA: Déjeme hacer, inspector.
ERNESTO.- Desde luego, Bélgica.
(Bélgica se pone en pie lentamente , toma el vaso de whisky y bebe un trago. el vaso se escapa
de sus manos. Cae al suelo rompiendose. Bélgica comienza a andar en el foro. canturrea una de
sus inefables canciones.)

BÉLGICA: (con voz ronca)


ta pa, uhh , ohh, la…
ta pa , uhh, ohh , la..
robert… ¡ oh robert!
no me busques en el country club.
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( tose)
Ni en el broadway, ni en el wall street….
ta pa, ta pa… uhh ohh la
buscame en el cementerio de
arizona center bill
buscame en el cementerio de
arizona center bill.

(La última estrofa en el foro, ha sido casi un susurro. desaparece. los dos hombres bajan la
cabeza, y se oye el estruendo de un cuerpo a caer sobre un mueble que arrastra consigo.)

ARTURO: (Con cierto extraño dramatismo) El perchero.


(Ernesto ha ido hasta el umbral del foro y mira a la izquierda. Asiente)
ERNESTO.- El perchero.
ARTURO: ¿Que me aguarda, Martínez?
ERNESTO.- Quien sabe!! la carcel para siempre.
ARTURO: ¿La camara de gas?
ERNESTO.- Es posible hare cuanto este en mi mano para ayudarle. Suárez . Se lo aseguro.
ARTURO: Ya lo se ( lo mira) buena tactica, Martínez, el jefe de policia es tonto, el jefe de
policia no se entera de nada, es usted un zorro que se complace en hacerse el idiota, para
seguir los movimientos de su presa y caer sobre ella cuando menos lo espera.
ERNESTO.- (Cerca de la ventana) Agradecido, Suárez. Usted me honra demasiado (Ha sonado el
motor de un coche . Ernesto habla desde la ventana hacia el jardin) ¡Juanito! A la puerta
de la casa. el senor Suárez queda detenido ( a Arturo) cuando quiera Suárez.
ARTURO: Que cosa tan rara es el amor. ( señala a Bélgica, fuera de escena , muerta) No puedo
odiarla Martínez. ha destrozado mi vida y no puedo odiarla.
ERNESTO.- Ademas se la ha llevado usted por delante.
ARTURO: Que la entierren con la pulsera. Prométamelo.
ERNESTO.- Se lo prometo. (Hace matis por el foro. Ernesto habla desde el umbral de la puerta
hacia la izquierda) avisa al hospital y al forense. No toques nada. Derecho a la
jefatura.
(Patricia esta bajando lentamente la escalera. Tiene en la mano el maletín que ya
conocemos. el que atesora todos los ahorros de Arturo Suárez. Ernesto baja hasta el
centro de escena. Una pausa. Patricia besa a Ernesto como de costumbre.)
PATRICIA: Ya ???
ERNESTO.- Mas o menos.
PATRICIA: Faltan veinticinco mil dolares. (Ernesto recoge el dinero que chumi le dio y que el
dejo en su momento sobre la mesa.)
ERNESTO.- Aquí hay doce mil. El resto se lo llevo el pobre de Chumi, creyendo que me engañaba.
PATRICIA: Fallo algo??
57

ERNESTO.- Al contrario, con sus equivocaciones nos lo han dado todo servido. No hemos
necesitado detener a chumi. (Asiente Patricia) Ni a Bélgica…
(Patricia desde el umbral de la puerta del foro contempla el cadaver de Bélgica.)
PATRICIA: Estas mujeres malas suelen ser tan ingenuas. pobrecilla!!! (Ernesto esta en la
ventana.) Bueno, tenemos el dinero y estamos solos. como nos propusimos hace medio
ano. ¿No ha llegado la hora de huir?
ERNESTO.- ¿Sabes? Creo que el senor Pasley no es feliz con su esposa. Si tu vistie ras el papel
de mujer sola con el marido en la carcel, hay dinerito a sacar… mañana tendrás un cable.
Y yo… a seguir haciéndome el tonto como de costumbre.
(En los ojos de los dos hay una sonrisa maligna y terrible)
(Cae rápidamente el telón.)

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