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Brindis a Jefes de Estado y de Gobierno, Traspaso de Poderes


Óscar Arias Sánchez
Presidente de la República
Teatro Nacional, Costa Rica
7 de mayo de 2010

Excelentísimos Jefes de Estado y de Gobierno de países hermanos; Estimables


Miembros de los Supremos Poderes; amigas y amigos:

La vida es una comarca extensa y generosa para quien se atreve a


recorrerla. Uno nace en un punto del tiempo y ese punto es su morada. A partir
de ese momento, debe tomar la decisión trascendental de echarse a andar o
permanecer inmóvil; de explorar los horizontes que se esconden más allá, o
quedarse, eternamente, entre las paredes de su origen. Yo escogí ser un
viajero en esta vida. Atravesé ríos de llanto y sangre cuando luchamos por la
paz en Centroamérica. Conocí fértiles valles de prosperidad y umbríos
pantanos de pobreza, en esta región latinoamericana surcada por las
contradicciones. Vi al pueblo de Costa Rica estancarse en un desierto de
indecisión y desesperanza, y lo vi también levantarse y caminar de nuevo bajo
la luz de un día mejor. Luego de cuarenta años de recorrer senderos, trochas y
caminos, hoy llego al final de mi carrera política, y desde los farallones del
tiempo les digo que soy un viajero profundamente satisfecho.
He tenido el honor de servirle a mi pueblo dos veces desde la
Presidencia de la República. Pero sobre todo, he tenido el honor de conocer,
verdaderamente conocer, la tierra en donde nací. He visto a Costa Rica sin
velos y es más hermosa de lo que jamás podré describir. Cierro los ojos y veo
los niños agitando banderas en el borde del camino. Pongo atención y escucho
las palabras de afecto de las madres, de los ancianos, de los jóvenes, de los
campesinos. Respiro hondo y percibo el aroma del café que me hicieron en
cientos de casas humildes, de las flores que me dieron en las giras, del aire
fresco que respiré en los bosques y en los volcanes, en las playas y en los
pueblos rurales. Dejaré la Presidencia en pocas horas. Pero el pueblo, el pueblo
me lo llevo conmigo.
A los Jefes de Estado y de Gobierno que hoy nos acompañan, les deseo
la felicidad que hoy me embarga. La de saber que sirvieron a su país con lo
mejor de sus capacidades y lo mejor de sus esfuerzos. La de saber que
persiguieron estrellas, que soñaron en grande, que alimentaron las utopías
más nobles de sus pueblos. Les deseo la felicidad de terminar sus mandatos
sintiéndose orgullosos desde lo más hondo del espíritu. Porque así me siento
en esta noche: orgulloso y agradecido.
En estos cuatro años, Costa Rica recuperó la confianza. Un país que
había perdido el rumbo y la fe, volvió a imaginar y a creer. Hemos llenado las
lámparas del mañana con el aceite de la esperanza, y por eso sé que el futuro
que aguarda a nuestro pueblo es un futuro de luz.

Amigas y amigos:
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Quiero dar la más hospitalaria bienvenida a quienes nos visitan desde


otras partes del mundo. Espero que disfruten esta fiesta cívica y que
encuentren en Costa Rica recuerdos para echar en el morral de la vida. En esta
tierra de naturaleza, paz, democracia y libertad, hay imágenes que se inscriben
con fuego en las tablas de la memoria.
Soy un viajero a punto de volver a su casa. Éstas son mis últimas
palabras como Presidente de la República, y quiero que sean las palabras del
más grande poeta de Costa Rica, Jorge Debravo: “No hay terrenos
resquemores debajo de mi alma. Mi sangre es una roja armonía viva. Estoy en
armonía con la brasa y la calma, con la voz amorosa y la voz vengativa (…)
Como un viento desnudo mi corazón se mece y hace sonar campanadas
dulcemente”.
Con las campanadas de mi corazón les digo adiós en esta noche, y les
pido que brindemos por la política, por el honor de servir a un pueblo y por la
dicha de construir, con la gente, los sueños.
Salud.

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