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L
os salmos son la oración de Israel. Son la expresión de la expe-
riencia humana vuelta hacia Dios. Son expresión de la vida de un
pueblo seducido por Dios. La tradición atribuye muchos de ellos al
rey David, y algunos a Córaj y a Asaf; pero esto es sólo una cuestión con-
vencional. Una cadena anónima de poetas, a lo largo de siglos, es la ima-
gen más realista sobre los autores de estas piezas.
Como son variadas las circunstancias de la vida y lo fueron las de la
historia, así surgieron, se repitieron y se afianzaron algunos tipos de sal-
mos. Por eso resulta preferible una clasificación tipológica atendiendo al
tema, los motivos, la composición y el estilo.
Los himnos cantan la alabanza y suelen ser comunitarios: su tema son
las acciones de Dios en la creación y la historia. Muy cerca están las ac-
ciones de gracias por beneficios personales o colectivos: la salud reco-
brada, la inocencia reivindicada, una victoria conseguida, las cosechas
del campo. De la necesidad brota la súplica, que es tan variada de temas
como lo son las necesidades del individuo o la sociedad; el orante moti-
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va su petición, como para convencer o mover a Dios. De la súplica se
desprende a veces el acto de confianza, basado en experiencias pasadas
o en la simple promesa de Dios.
Los salmos reales se ocupan de diversos aspectos, que llegan a com-
poner una imagen diferenciada del rey: batallas, administración de la jus-
ticia, boda, coronación, elección de la dinastía, y hay un momento en
que estos salmos empiezan a cargarse de expectación mesiánica. Otro
grupo canta y aclama el reinado del Señor, para una justicia universal.
El pecador confiesa su pecado y pide perdón en salmos penitenciales,
o bien el grupo celebra una liturgia penitencial. Hay salmos para diversas
ocasiones litúrgicas, peregrinaciones y otras fiestas. Otros se pueden lla-
mar meditaciones, que versan sobre la vida humana o sobre la historia de
Israel. Y los hay que no se dejan clasificar o que rompen el molde rigu-
roso de la convención.
Los salmos se compusieron para su uso repetido: no los agota el pri-
mer individuo que los compone o encarga, ni la primera experiencia his-
tórica del pueblo. Como realidades literarias, quedan disponibles para
nuevas significaciones, con los símbolos capaces de desplegarse en nue-
vas circunstancias. A veces un retoque, una adición los adapta al nuevo
momento; en otros casos basta cambiar la clave.
Por esta razón los salmos se conservaron y coleccionaron. Sabemos
que surgieron agrupaciones menores y que después se coleccionaron en
cinco partes (como un pentateuco de oración): 2–41; 42–72; 73–89;
90–106; 107–150. En el proceso de coleccionar, la división y numeración
sufrió menoscabo: algunos salmos están arbitrariamente cortados en dos
(9–10; 42–43); otros aparecen duplicados, al menos en parte (70 y 40;
53 y 14). Se explica que en la tradición griega se haya impuesto otra nu-
meración. Aquí daremos la numeración Hebrea, añadiendo entre parén-
tesis la grecolatina.
En general, el estilo de los salmos se distingue por su realismo e in-
mediatez, no disminuido por la riqueza de imágenes y símbolos elemen-
tales; sólo algunos fragmentos con símbolos de ascendencia mítica se sa-
len del cuadro general. Es intensa la expresión sin caer jamás en
sentimentalismo. El lirismo es más compartido que personal; en muchos
casos podríamos hablar de planteamientos y desarrollos dramáticos. La
sonoridad y el ritmo son factores importantes del estilo. No sabemos
cómo se ejecutaban: muchos se cantaban, probablemente con solistas y
coro unísono; algunos quizá se danzaban, otros se recitaban en marchas
o procesiones; otros acompañarían ritos específicos. Algunas de las notas
añadidas por los transmisores parecen referirse a la ejecución. Estas no-
tas, que asignan una situación histórica o dan una instrucción litúrgica, no
son originales, por eso han sido omitidas en el texto, aunque entren en la
numeración admitida.
Los salmos son también oración privilegiada de la comunidad cristia-
na y del individuo aislado. Muchos fueron rezados por nuesto Señor Je-
sucristo, quien les dio la plenitud de sentido que podían transportar. La
experiencia de Israel y del hombre pasan por Cristo y debe encontrar de
nuevo expresión en estas oraciones; su lenguaje puede llegar a ser len-
guaje del rezo cristiano. El libro de los salmos es un repertorio que sumi-
nistra textos para diversas ocasiones y a diversos niveles; su lectura pue-
de interesar, pero sólo rezados serán realmente comprendidos.
Este salmo, pórtico al salterio, contra-
1 (Jr 17,5-8; Prov 4,10-19) pone dos modos de ser y de proceder. El
1 Dichoso
justo es dichoso porque hace de la ins-
quien no acude trucción divina, convertida ya en Ley, su
a la reunión de los malvados tarea. La Ley es como un caudal de agua
ni se detiene en el camino de los pecadores perenne, vivifica todo y confiere al hom-
ni se sienta en la sesión de los arrogantes; bre justo una vitalidad como la de un ve-
2 sino que su tarea es la ley del Señor getal que no se marchita (cfr. Sal 92,13-
15). Así como todo lo que produce el
y susurra esa ley día y noche. árbol llega a su sazón, la vida del justo
3 Será como un árbol plantado junto al río,
tendrá éxito, porque Dios custodia o se
que da fruto a su tiempo, ocupa del camino de los justos (cfr. Jos
su fronda no se marchita; 1,8; Sal 37,31). Los malvados son «peca-
en todo lo que hace, prospera. dores» y «arrogantes». Se mofan del
4 No sucede así con los malvados, Nombre divino y desprecian su instruc-
ción y su Ley. Por muy organizados que
serán como paja que lleva el viento. parezcan -en «reunión», «camino» y «se-
5 Por eso los malvados
sión»-, Dios disolverá sus organizaciones
no se levantarán en el tribunal, cuando ejerza como juez, y los malvados
ni los pecadores en la asamblea de los justos. se convertirán en paja a merced del vien-
6 Porque el Señor to. Quien ora con este salmo, buscando
se ocupa del camino de los justos, la auténtica felicidad, sabe que unidos al
Señor daremos mucho fruto (Jn 15,16).
pero el camino de los malvados se disolverá.
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Este larguísimo salmo es una meditación sapiencial centrada en la Ley. El autor recurre a todos los artificios
del lenguaje para confesar su amor a la Ley. Veintidós estrofas, tantas como las letras del alfabeto Hebreo. Cada
estrofa tiene ocho versos, con ocho sinónimos de la Ley. El número siete indica ya plenitud. Si se añade una
unidad más (7+1), más no puede decirse, es la perfección suma. Los versos de cada estrofa comienzan con la
misma letra. De modo que de la primera a la última letra del alfabeto Hebreo, todo el vocabulario humano
está al servicio de un amor que excede a cualquier otro amor: el amor a la Ley de Dios, o mejor, el amor al
Dios de la Ley. El lector encontrará en este salmo una sucesión ininterrumpida de géneros literarios: Medita-
ciones, súplicas, breves lamentaciones, declaraciones de confianza y de inocencia, acción de gracias, alaban-
za, etc. Dios es el constante interlocutor del salmista; se dirige a Él en segunda persona. Las repeticiones son
inevitables. El artificio literario del acróstico forzará algunas estrofas. Encontraremos expresiones tópicas, pre-
sentes en otros salmos; pero también pasajes de gran belleza literaria y alta inspiración poética. Muchos títu-
los, símbolos y privilegios de este salmo son aplicados a Cristo: Luz, agua de la roca, camino. La gran ense-
ñanza/revelación (Torá) de Dios es Jesús. Podemos poner su nombre donde leemos la ley o sus sinónimos.
Pascal comenzaba su jornada orando con una estrofa de este salmo. Así confesaba su amor a Dios. Es lo que
nos propone la Iglesia en la Liturgia de las Horas: cada día, mediado el trabajo, nos ofrece una estrofa de este
salmo. Con esa estrofa proclamamos nuestro amor al Dios de la Ley, y su Palabra definitiva: el Señor, que es la
ratificación de las promesas divinas.
Aunque esta estrofa parece que resal- W 41 Señor, lleguen hasta mí tu amor
ta el protagonismo del hombre, al menos y tu salvación, según tu promesa,
formulando propósitos, en realidad está 42 asíresponderé al que me insulta
encabezada por el amor y la salvación di- que confío en tu palabra.
vina, en el versículo 43 retorna el vocati- 43 No apartes de mi boca la palabra veraz
vo de la primera estrofa: «Oh Dios gran-
de e inmortal», y en el versículo 44 otro –oh Dios, grande e inmortal–,
vocativo: «Dios eterno». Los mandatos, pues espero en tus mandamientos.
amados y deleite del salmista, le dan li- 44 Que cumpla tu voluntad, Dios eterno,
bertad al orante (como en el versículo por siempre jamás;
32), ahora para dirigirse a los reyes y ha- 45 y camine en libertad,
blarles.
buscando tus decretos.
46 Que hable de tus preceptos ante reyes
sin sentir vergüenza,
47 y me deleite en tus mandatos
que tanto amo.
48 Alzaré las palmas
hacia tus amados mandatos
y meditaré tus normas.
S 161 Los poderosos me persiguen sin motivo; La observancia nace del amor y se re-
mi corazón tiembla por tus palabras. aliza con amor. A ese amor corresponde
162 Yo me alegro de tu promesa, la paz y se contrapone a la mentira y a la
falsedad. El salmista siente ante «la pala-
como el que obtiene un rico botín. bra» temor y gozo; es un gozo semejante
163 Detesto y aborrezco la mentira,
al que se experimenta ante un rico e
amo tu voluntad. inesperado botín. El versículo 166 une la
164 Siete veces al día te alabo espera y la acción.
por tus justos mandamientos.
165 Mucha paz tienen los que aman tu ley,
nada los hace tropezar.
166 Espero tu salvación, Señor,
y cumplo tus mandatos.
167 Yo observo tus preceptos,
los amo intensamente.
168 Guardo tus preceptos y decretos,
¡todos mis caminos están ante ti!
T 169 Llegue mi clamor a tu presencia, Señor, La estrofa final y todo el salmo está do-
instrúyeme con tu palabra. minado por el «clamor, la petición y la
170 Llegue mi súplica a tu presencia: alabanza». Lo que pide el orante es «en-
líbrame según tu promesa. señanza, liberación, salvación, auxilio,
171 Brote de mis labios la alabanza,
vida». Pese a todo el empeño por ser fiel,
el salmista puede haberse extraviado.
pues me enseñaste tus normas. Que Dios busque a esta oveja descarria-
172 Proclame mi lengua tu promesa da, porque al menos no ha olvidado sus
pues todos tus mandatos son justos. mandamientos.
173 Que tu mano me auxilie,
pues he elegido tus decretos.
174 Anhelo tu salvación, Señor,
tu voluntad es mi delicia.
175 Que yo viva para alabarte;
que tu mandamiento me auxilie.
176 Si me extravié como oveja descarriada,
busca a tu siervo.
¡No. No olvido tus mandatos!
SALMOS 120 1216
Esta súplica individual, con la que se
inicia la serie de «cánticos de las subidas» 120 (119)
(120-135), nos presenta al salmista -al
pueblo- lejos de su tierra, como emigran- 1 En mi angustia clamé al Señor
te entre gente bárbara y belicosa. Masac y él me respondió.
es un pueblo mercader (cfr. Ez 27, 13) y
Cadar comercia con ganado menor. No 2 Señor, líbrame del labio mentiroso,
sabemos si el destierro es real o ficticio. de la lengua embustera.
En todo caso, es gente violenta, tanto de 3 ¿Qué te dará y qué te añadirá,
palabra (2s) como de obra (7). El orante lengua embustera?
clama desde la angustia del destierro (1). 4 –Flechas de arquero afiladas
El Dios invocado librará al suplicante y
dará su merecido a los opresores (3s). y brasas de retama.
Existe la bienaventuranza dirigida a los 5 ¡Ay
pacíficos (Mt 5,9) y el saludo y despedi- de mí, emigrado cerca de Masac,
da de Jesús: «La paz os dejo, mi paz os acampado junto a las tiendas de Cadar!
6 Habito demasiado cerca
doy» (Jn 14,27). La paz entre los herma-
nos es recomendada por Rom 12,18; 1 de quien odia la paz.
Cor 7,15; 2 Cor 13,11; Heb 12,14, etc. 7 Yo, ¡cómo proclamo la paz!
Es un buen salmo para orar con él en los ¡y ellos prefieren la guerra!
momentos de movimientos migratorios.