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El Adolescente Huasteco y el David

Dos mundos, una misma actitud

Por Enrique Rodríguez Zazueta

Culturas antípodas entonces, América y Europa eran polos opuestos de inevitable


atracción que ejercieron su fuerza molecular para hacer partir el “arca de Noe” del
almirante del mar océano hacia la conquista del nuevo mundo.

Durante la travesía, la “caída del mar” profetizada por los agoreros agustinianos se
desvaneció, la bóveda celeste se separó del averno y ante los ojos de los navegantes
surgió la luz de una nueva visión europea que daría como resultado, después de la
sangrienta conquista, al nacimiento de una gran nación latinoamericana de 21 nombres
y un solo lenguaje.

Y aunque el lenguaje al principio era distinto, nada mas distinto entre las muchas
diferencias entre el viejo y el nuevo mundo que las manifestaciones artísticas, espejo en
el que se reflejaba la fábrica de sueños de cada pueblo, concepción religiosa o teocrática
que cinceló en la piedra de los siglos la persistencia en la imagen de su forma de ver el
mundo.

En América, ante los deslumbrados ojos de los conquistadores españoles, apareció el


rostro de una cultura milenaria y magnífica que sembró la extensa geografía de
pirámides y poesía visual en forma de esculturas de piedra que fueron revelando a los
colonizadores su forma de ser, sus diferencias y tal vez, algunas semejanzas.
Y allí en el tiempo coincidente, perpetuado por las imágenes artísticas en América y
Europa, están respectivamente, como atalayas de cada continente, El Adolescente
Huasteco , tierna imagen de piel esgrafiada concebida por los artistas prehispánicos.

Y al otro lado del océano, El David de Miguel Angel, ejemplo preclaro del arte y el
pensamiento renacentista, esculturas que representan a dos jóvenes guardianes del
futuro, que coinciden en una misma actitud expectante y quizá desafiante del hombre
ante el destino.

ENRIQUE RODRÍGUEZ ZAZUETA


Escultor y Pintor Sonorense.
Licenciado en Arte.

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