Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
El Picnic de Las Tortugas
El Picnic de Las Tortugas
Los padres, que conocan a fondo todos los argumentos de la pedagoga moderna, le
explicaron a su dscolo vstago:
-No podemos abrir las latas si no tenemos abrelatas -dijeron al unsono.
-Pero, cmo pretendis que regrese ahora a casa? -protest el pequeo de la familia.
-No hay ms remedio -le respondi Pap Tortuga-. Y no te preocupes, que no vamos a
empezar a comer hasta que vuelvas.
Tortuguito acept a regaadientes.
-Bueno... -dijo-, pero dadme vuestra palabra de honor de que no tocaris nada hasta que
yo vuelva.
-Te lo prometemos -dijeron al unsono Mam Tortuga y su marido, quienes no pudieron
evitar derramar algunas lgrimas al ver que su querido hijo se perda detrs de unos matorrales.
-Recordad que lo habis prometido... -repiti el pequeo mientras se alejaba.
Al matrimonio Tortuga la espera se le hizo eterna. Durante das, semanas y meses
aguardaron con paciencia el regreso de su hijo, pero, al cabo de un ao, empezaron a sentir
el gusanillo del hambre. Sin embargo, le haban prometido a Tortuguito que no probaran
bocado hasta que el muchacho volviese con el abrelatas, as que tuvieron que aguantarse las
ganas de comer.
Pasados tres aos, a Pap Tortuga y su esposa el hambre se les volvi insoportable.
-No crees que podramos comernos aunque slo fuera un pincho cada uno? -pregunt
Mam Tortuga-. Seguro que Tortuguito no notar la diferencia.
-Ni hablar -respondi Pap Tortuga-. Es una cuestin de honor: cuando se hace una
promesa, hay que cumplirla.
As que siguieron esperando. Pas un ao ms, y otro y otro, hasta que Pap y Mam
Tortuga empezaron a sentir un hambre voraz. El ruido de sus tripas solo poda compararse al
rugido de los leones de la selva.
-Hace seis aos que se march -dijo entonces Mam Tortuga-. Ya tendra que haber vuelto.
-Supongo que s -respondi su marido, y entonces baj la cabeza y aadi-: Sabes lo que
te digo, cario? Que vamos a dar un bocado mientras esperamos.
En la cara de Mam Tortuga se dibuj la sonrisa ms radiante que se haya visto jams en
reptil alguno. El marido levant la servilleta que cubra una de las cestas y sac dos bocadillitos. Estaban a punto de hincarles el diente cuando oyeron una voz que vena de detrs de
los matorrales:
-Lo saba! Lo saba! Estaba seguro de que iban a engaarme!
La alargada cabeza de Tortuguito asom por entre las zarzas mientras su voz irritada
repeta una y otra vez:
-Lo saba! Lo saba! Menos mal que no fui a buscar el abrelatas!
______________________________________________________________________________________________
______________________________________________________________________________________________
______________________________________________________________________________________________