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SECRETARÍA DE EDUCACIÓN

SUBSECRETARÍA DE EDUCACIÓN SUPERIOR

DIRECCIÓN DE FORMACIÓN DOCENTE

ESCUELA NORMAL “PROFR. DARÍO RODRÍGUEZ CRUZ”

ACATLÁN DE OSORIO, PUE.

CLAVE: 21DNL0007K

LICENCIATURA EN EDUCACION PREESCOLAR

DOCENTE:SONIA GUADALUPE CARRANZA IGLESIAS

NOMBRE DE LA ALUMNA: LEXLY DIANA OLEA SANCHEZ

ANTOLOGIA DE CUENTOS, FABULAS, CANCIONES,


TRABALENGUAS,JUEGOS, FABULAS Y ADIVINANZAS
CICLO ESCOLAR 2022- 2023
CUENTOS PARA NIÑOS DE
PREESCOLAR
LA RATIA PRESUMIDA

Érase una vez una ratita muy coqueta y presumida que un día, barriendo la puerta de su casa, se
encontró una moneda de oro. - ¡Qué suerte la mía! -dijo la ratita, y se puso a pensar-: ¿En qué me
gastaré la moneda? La gastaré, la gastaré, ¡En caramelos y gomitas! No no… que harán daño a mis
dientes. La gastaré, la gastaré, ya sé, la gastaré en ¡bizcochos y tartas muy ricas!! No no… que me
darán dolor de tripa.

La gastaré, la gastaré… ya sé, la gastaré en ¡un gran y hermoso lazo de color rojo! Con su moneda
de oro la ratita se fue a comprar el lazo de color rojo y luego, sintiéndose muy guapa, se sentó
delante de su casa para que la gente la mirara con su gran lazo.

Pronto se corrió la voz de que la ratita estaba muy hermosa y todos los animales solteros del
pueblo se acercaron a la casa de la ratita para proponerle casamiento. El primero que se acercó a
la ratita fue el gallo. Vestido de traje y muy coqueto, luciendo una enorme cresta roja, dijo: -Ratita,
ratita, ¿te quieres casar conmigo? La ratita le preguntó: -¿Y qué me dirás por las noches? Y el gallo
dijo: -Quiquiriquí -cantó el gallo con su imponente voz.

Y la ratita dijo: -No, no, que me asustarás… Y el gallo siguió su camino. No tardó mucho y apareció
el cerdo. -Ratita, ratita, ¿Te quieres casar conmigo? La ratita le preguntó: -¿Y qué me dirás por las
noches? – Oinc oinc oinc -gruñó el cerdo con orgullo. Y la ratita dijo: -No, no, que me asustarás… Y
el señor cerdo se marchó.

No tardó en aparecer el burro. -Ratita, ratita, ¿te quieres casar conmigo? La ratita le preguntó: -¿Y
qué me dirás por las noches? – Ija, ija, ijaaaa -dijo el burro con fuerza Y la ratita dijo: -No, no, que
me asustarás… Y el burro volvió a su casa por el mismo camino.

Luego, apareció el perro. -Ratita, ratita, ¿te quieres casar conmigo? La ratita le preguntó: -¿Y qué
me dirás por las noches? -Guau, guau, guau -ladró el perro con mucha seguridad Y la ratita dijo: -
No, no, que me asustarás… Y el perro bajó sus orejas y se marchó por las montañas. No tardó

mucho y apareció el señor gato


Ratita, ratita, ¿te quieres casar conmigo? La ratita le preguntó: -¿Y qué me dirás por las noches? -
Miau, miau, miauuu -ronroneó el gato con dulzura. Y la ratita dijo: -No, no, que me asustarás… Y el
gato se fue a buscar la cena por otros lados.

La ratita ya estaba cansada cuando de repente se acercó un fino ratón. -Ratita, ratita, ¿te quieres
casar conmigo? La ratita le preguntó: -¿Y qué me dirás por las noches? -Pues me callaré y me
dormiré, y soñaré contigo. Y la ratita finalmente tomó una decisión: -Pues contigo me casaré. Y así
fue cómo la ratita felizmente se casó con el ratón

UGA LA TORTUGA

- ¡Caramba, todo me sale mal!, se lamenta constantemente Uga, la tortuga. Y es que no es para
menos: siempre llega tarde, es la última en acabar sus tareas, casi nunca consigue premios a la
rapidez y, para colmo es una dormilona. - ¡Esto tiene que cambiar!,- se propuso un buen día, harta
de que sus compañeros del bosque le recriminaran por su poco esfuerzo al realizar sus tareas.

Y es que había optado por no intentar siquiera realizar actividades tan sencillas como amontonar
hojitas secas caídas de los árboles en otoño, o quitar piedrecitas de camino hacia la charca donde
chapoteaban los calurosos días de verano. - ¿Para qué preocuparme en hacer un trabajo que luego
acaban haciendo mis compañeros? Mejor es dedicarme a jugar y a descansar. - No es una gran
idea - dijo una hormiguita

- Lo que verdaderamente cuenta no es hacer el trabajo en un tiempo récord; lo importante es


acabarlo realizándolo lo mejor que sabes, pues siempre te quedará la recompensa de haberlo
conseguido. No todos los trabajos necesitan de obreros rápidos.

Hay labores que requieren tiempo y esfuerzo. Si no lo intentas nunca sabrás lo que eres capaz de
hacer, y siempre te quedarás con la duda de si lo hubieras logrado alguna vez. Por ello, es mejor
intentarlo y no conseguirlo que no probar y vivir con la duda. La constancia y la perseverancia son
buenas aliadas para conseguir lo que nos proponemos; por ello yo te aconsejo que lo intentes.
Hasta te puede sorprender de lo que eres capaz. - ¡Caramba, hormiguita, me has tocado las fibras!
Esto es lo que yo necesitaba: alguien que me ayudara a comprender el valor del esfuerzo; te
prometo que lo intentaré.

Pasaron unos días y Uga la tortuga se esforzaba en sus quehaceres. Se sentía feliz consigo misma
pues cada día conseguía lo poquito que se proponía porque era consciente de que había hecho
todo lo posible por lograrlo. - He encontrado mi felicidad: lo que importa no es marcarse grandes e
imposibles metas, sino acabar todas las pequeñas tareas que contribuyen a lograr grandes fines.
FIN

EL CARACOL CARLOS

Estaba un día un caracol que se llamaba Carlos tomando el sol. Cuando de repente mientras
miraba al cielo vio un cohete. Como el caracol era pegajoso porque tenía mocos, se pegó en el
cohete y se subió. Carlos fue conduciendo y dio cinco vueltas sobre el mundo. Desde el cielo vio:
coches, casas, caballos, cometas, carros, cerdos dentro de un camión, campanas y muchas cosas.
También vio nuestro colegio y quiso entrar a ver cómo era. Entró a nuestra clase porque quería ver
todo lo que había dentro. Jugó y le gustó tanto que se quedó con nosotros y aprendió un montón
de letras
EL PATITO FEO

En la granja había un gran alboroto: los polluelos de Mamá Pata estaban


rompiendo el cascarón.
Uno a uno, comenzaron a salir. Mamá Pata estaba tan emocionada con sus
adorables patitos que no notó que uno de sus huevos, el más grande de todos,
permanecía intacto.
A las pocas horas, el último huevo comenzó a romperse. Mamá Pata, todos los
polluelos y los animales de la granja, se encontraban a la expectativa de conocer
al pequeño que tardaba en nacer. De repente, del cascarón salió un patito muy
alegre. Cuando todos lo vieron se quedaron sorprendidos, este patito no era
pequeño ni amarillo y tampoco estaba cubierto de suaves plumas. Este patito era
grande, gris y en vez del esperado graznido, cada vez que hablaba sonaba como
una corneta vieja.
Aunque nadie dijo nada, todos pensaron lo mismo: “Este patito es demasiado feo”.
Pasaron los días y todos los animales de la granja se burlaban de él. El patito feo
se sintió muy triste y una noche escapó de la granja para buscar un nuevo hogar.

El patito feo recorrió la profundidad del bosque y cuando estaba a punto de darse
por vencido, encontró el hogar de una humilde anciana que vivía con una gata y
una gallina. El patito se quedó con ellos durante un tiempo, pero como no estaba
contento, pronto se fue.
Al llegar el invierno, el pobre patito feo casi se congela. Afortunadamente, un
campesino lo llevó a su casa a vivir con su esposa e hijos. Pero el patito estaba
aterrado de los niños, quienes gritaban y brincaban todo el tiempo y nuevamente
escapó, pasando el invierno en un estanque pantanoso.
Finalmente, llegó la primavera. El patito feo vio a una familia de cisnes nadando en
el estanque y quiso acercárseles. Pero recordó cómo todos se burlaban de él y
agachó la cabeza avergonzado. Cuando miró su reflejo en el agua se quedó
asombrado. Él no era un patito feo, sino un apuesto y joven cisne. Ahora sabía por
qué se veía tan diferente a sus hermanos y hermanas. ¡Ellos eran patitos, pero él
era un cisne! Feliz, nadó hacia su familia.

“Un pollito llamado Llito”

Hace muchos, muchos años, vivía con su familia un pollito llamado Llito. Todos los días Mamá
Gallina salía con sus pollitos a pasear. Mamá Gallina iba al frente y los pollitos marchaban detrás
de ella con atención y disciplina. Llito era siempre el último en la fila. De pronto, durante un paseo,
vio algo que se movía en una hoja y se paró a mirar. Se quedó asombrado ante lo que vio. ¡Era un
gusanito! Él jamás había visto uno. Mientras tanto, mamá Gallina y sus hermanos siguieron su
camino y Llito no se dio cuenta de que ellos se habían ido muy lejos.

Llito, al ver que no tenía su familia cerca, se puso a llorar. - ¡Pío, pío, pío, pío! ¿Qué te pasa?,
preguntó el gusanito. - Mi mamá y mis hermanos se han ido y estoy perdido. - No te preocupes
amiguito. Vamos a buscarlos, le dijo el gusanito. - ¡Vamos, vamos!, dijeron los dos. En el camino se
encontraron al gato, quien les preguntó: - Miau, ¿dónde van? - Mi mamá y mis hermanos se han
ido y estoy perdido, dijo muy triste Llito. - Yo iré con ustedes a buscarlos, dijo el gato. - ¡Vamos,
vamos!, dijeron a coro
Al rato se encontraron con un perro. - Guau, ¿hacia dónde se dirigen?, preguntó. - Mi mamá y mis
hermanos se han ido y estoy perdido, dijo llorando Llito. - Guau, iré con ustedes a buscarlos. -
¡Vamos, vamos! - dijeron a coro. Y así el perro, el gato, el gusanito y Llito caminaron y caminaron
buscando a Mamá Gallina. - ¡Llito, Llito! ¿Dónde estás?, gritaba a lo lejos Mamá Gallina. - ¡Es mi
mamá!, exclamó Llito. El perro ladró 'Guau, guau'. El gato maulló 'Miau, miau' y el gusanito se
arrastró. Todos saltaban alegremente. Al fin habían encontrado a Mamá Gallina. El perro, el gato,
el gusanito, Llito y su familia se abrazaron y rieron de felicidad. - Gracias por cuidar a mi hijo. Los
invito a mi casa a comer bizcocho de maíz - dijo Mamá Gallina. - ¡Vamos, vamos! - dijeron todos. Al
llegar a la casa Mamá Gallina les sirvió el rico bizcocho. Nuestros amigos se lo comieron todo,
todo, todo. Y este cuento se acabó.

RICITOS DE ORO”

Érase una vez una familia de osos que vivían en una linda casita en el bosque. Papá Oso era muy
grande, Mamá Osa era de tamaño mediano y Osito era pequeño. Una mañana, Mamá Osa sirvió la
más deliciosa avena para el desayuno, pero como estaba demasiado caliente para comer, los tres
osos decidieron ir de paseo por el bosque mientras se enfriaba. Al cabo de unos minutos, una niña
llamada Ricitos de Oro llegó a la casa de los osos y tocó la puerta. Al no encontrar respuesta, abrió
la puerta y entró en la casa sin permiso. En la cocina había una mesa con tres tazas de avena: una
grande, una mediana y una pequeña. Ricitos de Oro tenía un gran apetito y la avena se veía
deliciosa. Primero, probó la avena de la taza grande, pero la avena estaba muy fría y no le gustó.
Luego, probó la avena de la taza mediana, pero la avena estaba muy caliente y tampoco le gustó.
Por último, probó la avena de la taza pequeña y esta vez la avena no estaba ni fría ni caliente,
¡estaba perfecta! La avena estaba tan deliciosa que se la comió toda sin dejar ni un poquito
Después de comer el desayuno de los osos, Ricitos de Oro fue a la sala. En la sala había tres sillas:
una grande, una mediana y una pequeña. Primero, se sentó en la silla grande, pero la silla era muy
alta y no le gustó. Luego, se sentó en la silla mediana, pero la silla era muy ancha y tampoco le
gustó. Fue entonces que encontró la silla pequeña y se sentó en ella, pero la silla era frágil y se
rompió bajo su peso. Buscando un lugar para descansar, Ricitos de Oro subió las escaleras, al final
del pasillo había un cuarto con tres camas: una grande, una mediana y una pequeña. Primero, se
subió a la cama grande, pero estaba demasiado dura y no le gustó. Después, se subió a la cama
mediana, pero estaba demasiado blanda y tampoco le gustó. Entonces, se acostó en la cama
pequeña, la cama no estaba ni demasiado dura ni demasiado blanda. De hecho, ¡se sentía
perfecta! Ricitos de Oro se quedó profundamente dormido

Al poco tiempo, los tres osos regresaron del paseo por el bosque. Papá Oso notó inmediatamente
que la puerta se encontraba abierta: —Alguien ha entrado a nuestra casa sin permiso, se sentó en
mi silla y probó mi avena —dijo Papá Oso con una gran voz de enfado. —Alguien se ha sentado en
mi silla y probó mi avena —dijo Mamá Osa con una voz medio enojada. Entonces, dijo Osito con su
pequeña voz: —Alguien se comió toda mi avena y rompió mi silla. Los tres osos subieron la
escalera. Al entrar en la habitación, Papá Oso dijo: —¡Alguien se ha acostado en mi cama! Y Mamá
Osa exclamó: —¡Alguien se ha acostado en mi cama también! Y Osito dijo: —¡Alguien está
durmiendo en mi cama! —y se puso a llorar desconsoladamente

El llanto de Osito despertó a Ricitos de Oro, que muy asustada saltó de la cama y corrió escaleras
abajo hasta llegar al bosque para jamás regresar a la casa de los osos
El lobo y las 7 cabritas

Érase una vez una vieja cabra que tenía siete cabritas, a las que quería tan tiernamente como una
madre puede querer a sus hijos. Un día quiso salir al bosque a buscar comida y llamó a sus
pequeñuelas. "Hijas mías," les dijo, "me voy al bosque; mucho ojo con el lobo, pues si entra en la
casa os devorará a todas sin dejar ni un pelo. El muy bribón suele disfrazarse, pero lo conoceréis
enseguida por su bronca voz y sus negras patas." Las cabritas respondieron: "Tendremos mucho
cuidado, madrecita. Podéis marcharos tranquila." Despidióse la vieja con un balido y, confiada,
emprendió su camino.

No había transcurrido mucho tiempo cuando llamaron a la puerta y una voz dijo: "Abrid, hijitas.
Soy vuestra madre, que estoy de vuelta y os traigo algo para cada una." Pero las cabritas
comprendieron, por lo rudo de la voz, que era el lobo. "No te abriremos," exclamaron, "no eres
nuestra madre. Ella tiene una voz suave y cariñosa, y la tuya es bronca: eres el lobo." Fuese éste a
la tienda y se compró un buen trozo de yeso. Se lo comió para suavizarse la voz y volvió a la casita.
Llamando nuevamente a la puerta: "Abrid hijitas," dijo, "vuestra madre os trae algo a cada una."
Pero el lobo había puesto una negra pata en la ventana, y al verla las cabritas, exclamaron: "No, no
te abriremos; nuestra madre no tiene las patas negras como tú. ¡Eres el lobo!" Corrió entonces el
muy bribón a un tahonero y le dijo: "Mira, me he lastimado un pie; úntamelo con un poco de
pasta." Untada que tuvo ya la pata, fue al encuentro del molinero: "Échame harina blanca en el
pie," díjole. El molinero, comprendiendo que el lobo tramaba alguna tropelía, negóse al principio,
pero la fiera lo amenazó: "Si no lo haces, te devoro." El hombre, asustado, le blanqueó la pata. Sí,
así es la gente.

Volvió el rufián por tercera vez a la puerta y, llamando, dijo: "Abrid, pequeñas; es vuestra
madrecita querida, que está de regreso y os trae buenas cosas del bosque." Las cabritas
replicaron: "Enséñanos la pata; queremos asegurarnos de que eres nuestra madre." La fiera puso
la pata en la ventana, y, al ver ellas que era blanca, creyeron que eran verdad sus palabras y se
apresuraron a abrir. Pero fue el lobo quien entró.
Qué sobresalto, Dios mío! ¡Y qué prisas por esconderse todas! Metióse una debajo de la mesa; la
otra, en la cama; la tercera, en el horno; la cuarta, en la cocina; la quinta, en el armario; la sexta,
debajo de la fregadera, y la más pequeña, en la caja del reloj. Pero el lobo fue descubriéndolas una
tras otra y, sin gastar cumplidos, se las engulló a todas menos a la más pequeñita que, oculta en la
caja del reloj, pudo escapar a sus pesquisas. Ya ahíto y satisfecho, el lobo se alejó a un trote ligero
y, llegado a un verde prado, tumbóse a dormir a la sombra de un árbol. Al cabo de poco regresó a
casa la vieja cabra. ¡Santo Dios, lo que vio! La puerta, abierta de par en par; la mesa, las sillas y
bancos, todo volcado y revuelto; la jofaina, rota en mil pedazos; las mantas y almohadas, por el
suelo. Buscó a sus hijitas, pero no aparecieron por ninguna parte; llamólas a todas por sus
nombres, pero ninguna contestó. Hasta que llególe la vez a la última, la cual, con vocecita queda,
dijo: "Madre querida, estoy en la caja del reloj." Sacóla la cabra, y entonces la pequeña le explicó
que había venido el lobo y se había comido a las demás. ¡Imaginad con qué desconsuelo lloraba la
madre la pérdida de sus hijitas! Cuando ya no le quedaban más lágrimas, salió al campo en
compañía de su pequeña, y, al llegar al prado, vio al lobo dormido debajo del árbol, roncando tan
fuertemente que hacía temblar las ramas. Al observarlo de cerca, parecióle que algo se movía y
agitaba en su abultada barriga. ¡Válgame Dios! pensó, ¿si serán mis pobres hijitas, que se las ha
merendado y que están vivas aún? Y envió a la pequeña a casa, a toda prisa, en busca de tijeras,
aguja e hilo. Abrió la panza al monstruo, y apenas había empezado a cortar cuando una de las
cabritas asomó la cabeza. Al seguir cortando saltaron las seis afuera, una tras otra, todas vivitas y
sin daño alguno, pues la bestia, en su glotonería, las había engullido enteras. ¡Allí era de ver su
regocijo! ¡Con cuánto cariño abrazaron a su mamaíta, brincando como sastre en bodas! Pero la
cabra dijo: "Traedme ahora piedras; llenaremos con ellas la panza de esta condenada bestia,
aprovechando que duerme." Las siete cabritas corrieron en busca de piedras y las fueron
metiendo en la barriga, hasta que ya no cupieron más. La madre cosió la piel con tanta presteza y
suavidad, que la fiera no se dio cuenta de nada ni hizo el menor movimiento. Terminada ya su
siesta, el lobo se levantó, y, como los guijarros que le llenaban el estómago le diesen mucha sed,
encaminóse a un pozo para beber. Mientras andaba, moviéndose de un lado a otro, los guijarros
de su panza chocaban entre sí con gran ruido, por lo que exclamó: "¿Qué será este ruido que
suena en mi barriga? Creí que eran seis cabritas, mas ahora me parecen chinitas."

Al llegar al pozo e inclinarse sobre el brocal, el peso de las piedras lo arrastró y lo hizo caer al
fondo, donde se ahogó miserablemente. Viéndolo las cabritas, acudieron corriendo y gritando
jubilosas: "¡Muerto está el lobo! ¡Muerto está el lobo!" Y, con su madre, pusiéronse a bailar en
corro en torno al pozo.
Pedro Pérez el pintor, pinta pulcros y preciosos
paisajes, por pocas monedas, pinta Pedro Pérez, para
poder partir a parís en un viaje.

El cocodrilo Drilo tiene un cepillo con el que limpia el


trillo, que limpio es el cocodrilo Drilo

Coco cocina coco


con cocadas de coco,
como coco cocinaba poco,
los cocos poco comerán.
El que compra pocas copas, pocas copas paga, como yo compre pocas copas,
pocas copas pago

CANTOS
BUENOS DIAS

Buenos días para todos ,buenos días para mi,

hoy me siento muy contento, hoy me siento muy feliz,

Si estas feliz y lo sabes aplaudiras,

si estas feliz y lo sabes, muy muy alto lo diras

, si estas feliz y lo sabes gritaras ¨estoy feliz´´


'Pin Pon'
Pin Pon es un muñeco
muy guapo de cartón se lava la carita
con agua y con jabón

Pin Pon siempre se peina


con peine de marfil y aunque se hace tirones
no llora ni hace así

Apenas las estrellas


comienzan a brillar
Pin Pon se va a la cama
y se acuesta a descansar

Pin pon dame la mano


Con un fuerte apretón
que quiero ser tu amigo
Pin Pon Pin Pon Pin Pon
LA PATITA LULU

Lulú es una patita que es muy divertida


Todo el día se ríe a carcajadas
Con su "cuac, cuac, cuac" por aquí, por allá
Porque hoy es un día especial

A donde vas Lulú, corriendo tan de prisa?


Con tu vestido rojo y tus blancas zapatillas?
El baile va a empezar, y no quiero llegar tarde
Y bailar hasta que salga el sol

Lulú menea la patita, menea la colita


Mueve las alitas y se da una vueltecita
Se agacha despacito, se levanta de un brinquito
Y sigue así hasta que salga el sol

“Son las 12”


Son las 12, son las 12
Vamos ya, vamos ya
Vamos a casita
Vamos a casita
Con mamá
Y con papá

Son las 12, son las 12


Vamos ya, vamos ya
Toca la campana
Toca la campana
Ding, dong, dan
Ding, dong, dan.
JUEGOS
SILLAS MUSICALES

se colocan sillas puestas en círculo, mirando hacia fuera.


La cantidad de sillas que debe haber debe ser menor a la
cantidad de participantes. Por ejemplo, si son 8 los niños
quienes juegan, deben haber como máximo 7 sillas.

Se pone a sonar música y, mientras, los niños tienen que


dar vueltas alrededor de las sillas. Una vez la música deja
de sonar, todos los niños deben intentar conseguir
sentarse.

El niño o niña que se haya quedado sin silla queda


descartado y, tras ello, se quita otra silla. Esto se hace
hasta que solo quede una silla y dos participantes. Quien
sea el último en lograr tener un sitio, gana el juego.

Este juego es ideal para enseñarle a los pequeños a cómo


encajar la frustración de haber perdido, que no pasa nada
por no haber conseguido ganar y que, a veces, la vida es
un poco injusta, pero no por ello es el fin del mundo.

Mundo de colores
Necesitamos juguetes, pelotas y otros objetos varios,
además de cartulinas, cestas y lápices de colores.

Se colocan las cartulinas o hojas sobre la mesa y los


objetos varios desperdigados por la habitación. El maestro
dice ‘¿qué es de color verde?’ y los niños tienen que buscar
y pintar el objeto que sea de ese color y se encuentre en la
habitación.

Además, deberán coger el objeto del color en cuestión y


ponerlo en una de las cestas que se encontrarán en la
mesa, cada una de las cuales tendrá pegada una cartulina
o hoja de un color diferente.

La búsqueda de las figuras geométricas


perdidas
La maestra deberá preparar , en hojas las figuras
geométricas y el niño tendrá que buscar esas figuras como
de un tesoro que esconderá por algún lugar del aula o del
patio. A lo largo del espacio la maestra de la actividad
estará dando instrucciones al ver que los niños se
acerquen en el lugar donde está el tesoro y les dirá frio,
caliente o tibio.
Cada figura geométrica llevará a otra hasta llegar a donde
se encuentra el tesoro perdido.

La clave de esto es que los niños aprendan a colaborar


juntos, descifrando las figuras geométricas que la maestra
ha dibujado en los papeles, para que, haciendo uso de su
inteligencia y poniéndose de acuerdo en lo que significan,
acaben logrando encontrar las figuras geométricas
perdidas .
FABULAS
ADIVINANZAS

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