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ESCENA II.

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ESCENA II.
PRADO y SNCHEZ.
Snchez. Salud al terrible Tetrarca que se levanta de la
cama las once de la maana. Pero hombre, no te
avergenzas?
Prado. Y por que? si te hubieras acostado la hora que
yo he andado rondando cierta ventana
Snchez. Bah! prosaico! si hubieras pasado la noche como
yo en la agradable compaa de una docena de mugeres?
Prado. Te chanecas?
Snchez. Nada de eso; he asistido una cena oppara que
nos ha dado el Sr. Almirante en el Brancacho. Qu cena,
voto brios! que' cena! y sobre todo, que' muchachas!
no he bebido mejor vino en toda la vida. Mucho siento
que no nos hayas acompaado, porque fe mia! que te
hubieras divertido.
Prado. Parece que todava te sale por los ojos el humillo
de la vspera ests tan alegre, tan animado
Snchez. Y no sin razn: sbete que anoche en la repre-
sentacin del Tetrarca de Jerusalen, hemos hecho sin sa-
berlo una asombrosa conquista.
Prado. Que' dices?
Snchez. Lo que oyes. Me han asegurado que una seora
de alto rango se ha entusiasmado tanto con nosotros , que
a la mitad de la representacin cay en sncope y la
tuvieron que llevar su casa entregada la mayor
desesperacin. Dicen que ha perdido el juicio por uno de
nosotros
Prado. Seria necesario saber por cul de los dos, aunque
la buena fortuna qtie me acompaa en todas las empre-
sas amorosas me hace sospechar que la persona favore-
cida ha de ser tu humilde siervo.
Snchez. Eso es lo que veremos.
Prado. T te desengaars; pero era esto solo el motivo
de tu visita?
Snchez. No del todo: venia recordarte que hoy tiene
reunin toda la Compaa con el fin de decidir quin ser
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