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La dimensión actorial del relato

En el presente trabajo analizaremos el aspecto de la dimensión actorial del relato en la


novela Nazarín, de Benito Pérez Galdós.

Al decir de Luz Aurora Pimentel “un personaje no es otra cosa que un efecto de sentido,
que bien puede ser del orden moral o de psicológico, pero siempre un efecto de sentido
logrado por medio de estrategias discursivas y narrativas.”1. Veremos entonces, cuáles
son las estrategias discursivas y narrativas presentes en la novela que hacen posible
sostener la afirmación. Los factores discursivos, narrativo-descriptivo y referenciales
que producen ese efecto de sentido que llamamos personaje son los que se refieren a la
Individualidad e identidad de un personaje, tomando al nombre como centro de
imantación semántica de todos sus atributos, el referente de todos sus actos, y el
principio de identidad que permite reconocerlo a través de todas sus transformaciones.
En la novela, el protagonista, toma un nombre histórico, el del Nazareno, es decir un
personaje que ya ha sido codificado por la tradición.
Con los nombres referenciales la historia ya está contada y gran parte de la actividad de
lectura pasa por seguir las transformaciones, adecuaciones o rupturas que el nuevo
relato opera en el despliegue conocido.
Para no perturbar el principio de identidad, es necesario que el nombre tenga estabilidad
y recurrencia.

El personaje es el que permite agrupar todos los rasgos que dibujan su identidad.
El caso particular de Nazarín la construcción actorial se realiza medinate la
combinación de dos hipotextos que también son conocidos y reconocidos por los
lectores: por un lado, el mito cristológico, que le aporta los rasgos más individualizables
y la semántica del nombre; y, por otro lado está don Quijote, aludido en múltiples
ocasiones y que le aporta, fundamentalmente, la idea de la anacronía del personaje con
respecto a el tiempo en el que le ha tocado vivir. De esta combinación de rasgos
constitutivos y los matices propios de Nazarín es que podemos leer a través del texto
por distintos procedimientos intertextuales la tradición cultural y literaria presente en la
novela.
El nombre por sí solo no es suficiente para individualizarlo, es necesario definirlo
empíricamente por el conjunto de rasgos pertinentes que distinguen su hacer y/o su ser
de los de otros actores.

A partir del nombre, el personaje va adquiriendo significación y valor, gracias a los


procedimientos discursivos y narrativos de repetición, la acumulación y la
transformación. A continuación destacaremos algunas de las formas en las que, a lo
largo de la novela se menciona al protagonista:

Sacerdote árabe y manchego Pobre cura semítico


El clérigo El cura
El Curita Árabe manchego
Padre Nazarín Heroico Nazarín
Padrito Nazarín Ave mística
Clérigo árabe Padre
1
Buen Nazarín Clérigo andante
Padrico Don Nazario
Beato Nazarín Benditísimo nazarín
Buen cura Nuestro Santo
Pobre cura Don Nazario
El buen don Nazario Nazarín
Ese bendito Reverendo señor Nazarín
Padruco Señor profeta
Señor Nazarillo Desdichado sacerdote
Cleriguito Clérigo maldito
Señor eclesiástico Don Nazario
Santo cleriguicio El buen peregrino
Curita manso Mártir Nazarin
Bendito Nazarín Angélico Nazarín
El caminante Clérigo
Clérigo andante Ermitaño andante
Buen clérigo Don Nazario
Don Nazario Árabe manchego
Árabe manchego Heroico Nazarín
Ermitaño andante Mártir Nazarín
Béndito clérigo

El Ser y el hacer del personaje se hace por presentación indirecta a través de la acción,
discurso directo y la apariencia externa. Entorno.

El origen vocal y focal

El retrato.

Imagen física-Retrato

Voz de narrador: el grado de confiabilidad depende de la ilusión de objetividad.

La imagen física lleva al retrato moral

En entorno pre-destina o constituye un indicio del destino posible.

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