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Directoras de cine: ¿Lucha de género o competencia de talento?

Por: Patricia Díaz Terés


“La gota horada la roca, no por su fuerza sino por su constancia”.
Ovidio
Gran fortaleza y sobre todo una extraordinaria determinación es lo que, a lo largo de la
historia, muchas mujeres han demostrado al momento de irrumpir en ámbitos masculinos.
De este modo en la política encontramos figuras como las de Isabel I de Inglaterra o
Catalina la Grande de Rusia; y en la exploración de continentes desconocidos tenemos a damas
como Florence Baker o Mary Kingsley.
Con sus propias ambiciones, características y aptitudes, cada una de estas féminas se
enfrentó invariablemente a esquemas que por lo regular las apartaban por cuestiones de género,
más que por capacidad; sin embargo todas ellas lograron demostrar que no era necesario ser
varón para lograr sus sueños y conquistar metas otrora inimaginables.
En el mundo de las artes también se han tenido que romper muchos paradigmas antes de
que las mujeres alcanzaran un estatus reconocido; y en muchos casos, no ha sido posible terminar
con los prejuicios de una actividad tradicionalmente dominada por los hombres.
Así es precisamente la situación a la cual se enfrentan las directoras de cine; aunque ellas,
además, tienen que luchar en una estructura que, con tan sólo un poco más de cien años, ya
alberga grandes leyendas cuyos nombres van desde Alfred Hitchcock y Orson Welles, hasta
Steven Spielberg, George Lucas o Roman Polanski.
Pero ya sean legendarios o no y sin importar si son hombres o mujeres, el trabajo del
director de cine es tan fascinante como demandante.
El cineasta debe cumplir con una serie de tareas en las cuales se involucra en todos y
cada uno de los aspectos que incluye una producción, desde la realización del guión hasta la fase
de edición, musicalización, sonorización y efectos especiales.
De esta manera, debido a que todo el peso del éxito o el fracaso de la película recae en los
hombros del director, éste debe presentar notables cualidades como líder, pero también es
necesario que posea el don de la creatividad y el pensamiento ágil, ya que sin duda en el
transcurso de las filmaciones se enfrentará a situaciones muy complejas, por lo que de la toma
acertada de decisiones puede depender la conclusión del rodaje; estas particularidades de la
profesión fueron las que mantuvieron a las “débiles” mujeres alejadas de la dirección fílmica.
Sumado a lo anterior, una directora debe luchar primero –y encarnizadamente- para
obtener recursos que financien su proyecto. Un ejemplo de esto es la actriz y directora Julie Delpy,
quien además de ser más conocida por su actuación al lado de Ethan Hawke en las películas
Antes del Amanecer (1995) y Antes del Atardecer (2004), que por sus creaciones Bla Blah Blah
(1995) o Dos Días en París (2007), tuvo que sostener una cruenta pelea durante 20 años para
llegar a dirigir un largometraje y sin haber logrado aún, que los grandes estudios cinematográficos
confíen en ella lo suficiente como para permitirle elaborar un filme bélico o de ciencia ficción.
Esta batalla de las mujeres cineastas contra las tradiciones del séptimo arte no es una
novedad. La carrera de Julie Delpy y de otras directoras como Penny Marshall (Despertares,
1990), Kathryn Bigelow (K-19: The Widowmaker, 2002) o Mimi Leder (Impacto Profundo, 1998),
no habría sido posible de no haber existido algunas féminas rebeldes e independientes quienes, a
principios del siglo XX, comenzaron a explorar el terreno de la creación fílmica.
Aparecieron así damas como Alice Guy, quien al filmar La Fee aux Choux, se convirtió en
la primera mujer en dirigir una película, siguiéndola otras como Agnès Varda, precursora de la
“nueva ola” francesa; Marie Dressler (Tillie Wakes Up, 1917), Lilian Gish (The Wind, 1928) o
incluso la alemana Leni Riefensthahl, de cuyos documentales Triumph des Willens (1934) y
Olympic (1938) se ha expresado que fueron utilizados como propaganda nazi, y quien pudo filmar
nuevamente una cinta relativamente importante, Underwater Impressions, hasta el año 2002.
Pero a pesar de que al correr de los años el número de mujeres cineastas ha crecido, la
situación no es siquiera comparable a las circunstancias de los directores, ya se hable de países
como Suecia, Inglaterra, España o Estados Unidos, o bien de lugares como Cuba o México.
En Hollywood, por ejemplo, las estadísticas muestran que de los 13 400 directores
representados en la Asociación de Directores de América (DGA), únicamente el 13% son
mujeres, de las cuales sólo la mitad se dedican a la realización cinematográfica.
Pero sin duda ha sido la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas uno de los
organismos más renuentes a cambiar los cánones que favorecen al director sobre la directora.
Únicamente han sido tres las mujeres nominadas al Òscar como Mejor Director: Lina Wertmüller,
en 1977 por la película Pasaqualino Settebelleze (Seven Beauties), perdiendo ante John G.
Alvidsen, director de Rocky; Jane Campion, en 1993 por la cinta The Piano, siendo vencida por
Steven Spielberg que presentaba Shindler’s List; y Sophia Coppola – hija del director Francis
Ford Coppola- que compitió con su filme Lost in Translation y fue desplazada por el abrumador
triunfo de The Lord of the Rings: The Return of the King de Peter Jackson en el año 2003.
Habiendo sido en la historia sólo una la directora galardonada –Marlene Gorris- con un
Óscar a la Mejor Película Extranjera –Antonia’s Line (1995)-, no podían faltar las reacciones
radicales ante la postura de los directivos y ejecutivos del séptimo arte; así surgió en Estados
Unidos la organización Guerrilla Girls and Alice Locas, que en el año 2002 manejó una campaña
con frases como “El Óscar anatómicamente perfecto: un varón blanco, como los tipos que suelen
ganar” o “el Senado es más progresista que Hollywood: Senadoras, 9%. Directoras: 4%”.
Es así como vemos que el mundo del cine sigue siendo un territorio dominado por
costumbres que favorecen al varón sobre la mujer, no porque ambos exhiban talentos desiguales,
sino porque la tradición y por desgracia las cifras – hasta el momento- indican que los filmes
dirigidos por hombres tienen más éxito en taquilla y son más aceptados por la crítica, que aquellos
dirigidos por talentosas cineastas, aún cuando ellas demuestren ser capaces de sacar adelante,
por igual, a una familia y una buena película. Pero tomando en cuenta la actual situación y
evaluando las perspectivas, más vale a las próximas generaciones de realizadoras seguir el
consejo del gran escritor francés Víctor Hugo quien dijo: “Atreveos: el progreso sólo se logra
así”, y sólo así podrán sortear los obstáculos que encuentren, sin importar su dimensión u origen.

FUENTES:
“El Cine”. Aut. Pablo Mérida San Román. Ed. Larousse. España, 2002.
“La visión femenina dentro del cine, directoras contra viento y marea”. Aut. María Gabriela
Muñoz. Revista Cine Premiere No. 115. México, mayo 2004.
“Female-director dearth is ‘Hollywood Problem’ “. Aut. Mary F. Pols. Times. Salt Lake City, Utah,
E.U., 29 de julio 2007.
“Female Directors remain a rarity in Hollywood”. Associated Press. MSNBC. 1 de agosto 2007.
“June Campion laments lack of female director”. Associated Press. USA Today. 21 de mayo
2009.
“The Challenge for women directors”. Aut. Stephen Dowling. BBC News Online. 1 de marzo 2004.
“Where are female directors?”. Salon.com. 27 de agosto 2002.
“Mujeres directoras de cine: ¿Así de simple?”. Aut. Martha María Ramíres. Boletín “Caminos”.
Centro Memorial Dr. Martin Luther King Jr., La Habana, Cuba.

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