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Prudencio García Pérez
JESÚS DE NAZARET
“LA BUENA NOTICIA DEL REINO DE DIOS”
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pueden encontrar grandes diferencias, pero todos son el verdadero
retrato del padre. Lo mismo sucede con los Evangelios. Éstos nos
presentan la verdadera persona y misión de Jesús, y las diferencias
indican como los evangelistas han adaptado el mensaje de Jesús a las
necesidades y costumbres de las comunidades cristianas a las que se
dirigían.
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vida de Jesús desde su infancia hasta el momento crucial de su vida
pública.
Jesús nació en Belén de Judea, al sur del país (Mt 2,1), y se crió
en Nazaret de Galilea, pequeña aldea del norte (Lc 4,16). Hablaba
arameo con el acento típico de los judíos de Galilea.
Años más tarde, Jesús tendrá problemas con su familia y con los
habitantes del pueblo. Sus parientes llegarán a pensar que está loco,
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Este primer capítulo sobre la vida de Jesús en Nazaret contiene, a grandes rasgos, las ideas expresadas por
Carlos Mesters en su libro “Con Jesús a contramano en defensa de la vida”.
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ha perdido la cabeza, y querrán llevárselo a casa para que no sea
motivo de escándalo y vergüenza para la familia (Mc 3,21). A los
miembros de la comunidad de Nazaret tampoco les hará mucha gracia
su enseñanza y, por eso, intentarán acabar con su vida (Lc 4,23-30).
2. El pueblo de Galilea
La oración
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La escuela de Jesús era, fundamentalmente, la vida en casa, en
familia y en la comunidad del pueblo. Allí aprendió a convivir, a rezar y
a trabajar. En aquel tiempo se rezaba mucho, tres veces al día (por la
mañana, por la tarde y por la noche). Todavía se conservan las
oraciones que los niños aprendían de memoria, siendo la madre o los
abuelos los encargados de enseñarlas (2 Tim 1,5; 3,15). Este es el
esquema de las oraciones que Jesús rezaba todos los días2:
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Aprendían las oraciones de memoria. Las bendiciones cantaban y
recordaban los acontecimientos más importantes de la historia de
Israel. Así, mantenían vivo el recuerdo del pasado y la identidad
nacional.
La observancia de la pureza
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parto también causaba impureza. Peor todavía era la situación de los
leprosos (Lv 13,45-46), que eran obligados a vivir en lugares apartados
del pueblo. Cualquier mancha en la piel, en la ropa o en la casa era
considerada impura. Los locos, los posesos, los publicanos, los
enfermos, los mutilados, los parapléjicos, los samaritanos, los
extranjeros, etc., eran considerados impuros. Muchos eran impuros
porque no podían permitirse el lujo de seguir las normas,
principalmente los pobres. Jesús vivió y experimentó los efectos de
estas normas durante su permanencia en Nazaret y debió preguntarse
muchas veces: ¿Todas estas leyes y normas son, de verdad, la
voluntad de Dios? ¡Esto no puede ser así!
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Yahvé, y éstos las depositaban en el Templo (Dt 26,1-4). Sólo el
sacerdote tenía el poder de certificar la curación de un leproso (Lv
14,1-5).
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piedad popular seguía sus devociones, peregrinaciones y otras
prácticas supersticiosas. Había muchos grupos sociales, con
orientaciones diversas, que se despreciaban unos a otros. En definitiva,
existían conflictos y divisiones en todos los aspectos centrales de la
nación: económico, social, político, ideológico, religioso, etc.
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La convivencia del pueblo de Galilea con los paganos tenía una larga historia. En el 734 a. C., Galilea fue
ocupada por el imperio asirio, sus habitantes deportados y, en su lugar, colocaron en toda la región a otros
pueblos paganos. Ese es el punto de partida de una relación abierta, libre y amigable.
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Jesús, al igual que sus paisanos, estaba acostumbrado a
mezclarse con gentiles y a recorrer las ciudades mencionadas en el
párrafo anterior. Todo esto que parece normal, estaba prohibido
terminantemente por la ley. Esta convivencia de los galileos con los
pueblos paganos influyó notablemente en la consecución de un talante
más abierto y libre. Pero, a pesar de esta mezcla, el pueblo de Galilea
siempre conservó su propia identidad, sin corromperse. En este
ambiente es donde Jesús aprendió a convivir y a reconocer el valor y la
fe de personas que no eran judías (Mt 8,10; 15,28).
c. El gobierno de Galilea
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territorio se dividió entre sus hijos. A su hijo Arquelao, poco inteligente
y muy violento, le tocó el gobierno de Judea y el mismo día que asumió
el poder hizo masacrar a 3000 personas en la plaza del Templo.
Cuando María y José se enteraron de que Arquelao gobernaba Judea,
tuvieron miedo y se fueron a vivir a Nazaret, en la región de Galilea. En
esta región gobernaba Herodes Antipas y seguirá siendo el gobernador
durante toda la vida de Jesús.
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2. La creación de la clase de los funcionarios. Estos
personajes eran fieles a los proyectos de Herodes: escribas,
comerciantes, cobradores de impuestos, jueces, militares, jefes locales,
etc. Gozaban de los privilegios que ofrecía Herodes y éstos le
correspondían haciendo funcionar la administración y la política del
gobierno.
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Estos ejemplos evangélicos nos dicen que Jesús conocía a la
perfección lo que sucedía en su patria, es más, seguramente también
lo sufrió y experimentó. Estaba acostumbrado a ver a los escribas
esforzándose por enseñar al pueblo la Ley, a los fariseos insistiendo en
la observancia de la pureza y a los sacerdotes preocupados por el culto
en el templo. Y, ¿Quién se preocupaba por la vida del pueblo? Era
como un rebaño sin pastor (Mt 9,36-37; Mc 6,34), quería entrar en el
Reino y no podía, porque los que tenían la llave no abrían la puerta (Mt
23,13), y sentía lástima de esta pobre gente (Mc 8,2).
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- Trabajo forzoso. Se podía obligar al pueblo a hacer un servicio al
estado durante 5 días sin paga. A Simón de Cirene le tocó cargar con la
cruz de Jesús.
- Impuesto para el ejército. El pueblo estaba obligado a hospedar
a los soldados y los campesinos debían pagar con alimentos el
sustento de la tropa.
Los fariseos
Los saduceos
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Los saduceos formaban la clase dirigente y controlaban el poder
social y económico. Este partido estaba integrado por la aristocracia
civil -las grandes familias con extensas propiedades de terreno- y por
la aristocracia religiosa o sacerdotal. Éstos no estaban interesados en
el Reino de Dios, ni en el Mesías, ni en nada. Su única preocupación
era conservar su situación de privilegio, el respeto y la consideración
de los romanos. Por eso, todo cambio les parecía peligroso, y no
dudaban en emplear la fuerza y la violencia contra sus propios
paisanos si se producían disturbios, rebeliones o reuniones masivas en
algún lugar concreto.
Los zelotas
Esta lucha era, para ellos, una “guerra santa” contra los
invasores. Una guerra empezada por iniciativa humana, pero en la que
Dios intervendría milagrosamente por medio del Mesías para salvar a
la nación. Mucha gente sencilla les apoyaba porque veían en ellos la
única esperanza de cambio a su situación.
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gente, que estaba en Jerusalén. Proponían además una revolución
política, sustituyendo a los dirigentes traidores y colaboracionistas de
la clase adinerada por otros preocupados por las necesidades del
pueblo sencillo.
Los Esenios
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organización de las aldeas. El pueblo corría el riesgo de perder su
identidad como Pueblo de Dios.
b. La religión oficial
c. El movimiento popular
- A modo de conclusión
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¿Qué decir del pueblo? Estaba amenazado con perderlo todo.
Ante el sistema económico del gobierno, perdía sus propiedades y
tenía que trabajar sin descanso para salir adelante. Ante las leyes y las
normas enseñadas por los dirigentes religiosos, el pueblo estaba
oprimido y sofocado. Nadie les revelaba el proyecto de Dios, ni que el
amor de Dios es gratuito. Nadie se daba cuenta de la necesidad de un
cambio radical de dirección en su camino. El pueblo era, en verdad, un
rebaño sin pastor. Sin líderes que lo orientaran en un ambiente tan
confuso y conflictivo, con demasiados movimientos, grupos,
tendencias y líderes de papel. Estaba cansado de tanta opresión y
explotación y vivía en la esperanza del Reino de Dios.
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durante mucho tiempo, ahora Jesús va a revelar su presencia
escondida en medio del pueblo, anunciándolo especialmente a los
pobres, excluidos y oprimidos de su tierra, Galilea (Lc 4,18).
Pero Jesús no sólo predica el mensaje del reino, sino que también
ofrece signos visibles que verifican la autenticidad de su predicación:
expulsa demonios (Mc 1,39), cura enfermedades (Mc 1,34), resucita
muertos (Mc 5,41; Lc 7,13-14), purifica a los impuros (Mc 1,40-45),
acoge a los pecadores y excluidos (Mc 2,15). Su dedicación a la misión
es tan intensa que no tiene tiempo para comer ni para dormir (Mc
3,20; 4,38). Su misión es tan enorme que necesita la ayuda de unos
discípulos, a quienes prepara para la misma tarea (Mc 1,17-20; 6,6ss).
El amor ardiente de Jesús por el Padre y la compasión por la
gente que se hallaba abandonada, como ovejas sin pastor, se
convierten en la razón central de su anuncio y predicación, de su
llamada y consuelo, de su servicio y ayuda. Así pues, Jesús no sólo
anuncia el reino de Dios, sino que él es un testigo vivo del mismo. Su
predicación y sus obras revelan que la promesa de Dios hecha a los
antiguos (Abraham, Moisés, David) se ha cumplido hoy en Jesús. Por
eso el pueblo acogía con entusiasmo y felicidad la Buena Noticia.
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alejados del camino del Reino de Dios. Veamos brevemente los
aspectos señalados más arriba.
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• El poder de Dios es superior al poder del mal (3,22-30).
• Para pertenecer al pueblo de Dios, el único requisito es cumplir
su voluntad.
• La fe en Dios nos ayudará a superar nuestros miedos (4,40).
• La pureza y la vida proceden de la fe en el amor de Dios
(5,34.36).
• El anuncio de la Buena Noticia no se consigue con el poder, sino
con el testimonio (6,7-13).
• El Reino se manifiesta en el compartir lo poco que tenemos
(6,30-44).
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hizo perder toda su fuerza con su actividad (tan impactante como
encontrar una vacuna contra el Sida).
1. “Ven y sígueme”
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Jesús no siempre lleva la iniciativa de la llamada. A veces son los
discípulos los que invitan a parientes y amigos a seguirle (Jn 1,40-
42.45-46); otras veces es Juan Bautista quien lo señala como “el
cordero de Dios” (Jn 1,35-39); e incluso es el mismo interesado el que
se presenta y pide seguirle (Lc 9,57-58.61-62).
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Los rabinos de Israel excluían a las mujeres del círculo de los discípulos, porque no las consideraban aptas
para el estudio de la Ley y opinaban que “el que enseña a su hija la ley, le enseña el vicio”. Además, las
leyes judías de la época no consideran a la mujer como parte de la comunidad; podía participar en el culto,
pero no estaba obligada a ello. De hecho, el culto sólo tenía lugar cuando estaban presentes al menos diez
hombres, mientras que no se tenía en cuenta a las mujeres. En la comunidad de Jesús, las mujeres
desempeñan un papel de gran relevancia.
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3,18); otros, a grupos subversivos, porque llevaban armas y tenían
actitudes violentas (Mt 26,51; Lc 9,54; 22,49-51). Algunos habían sido
curados de enfermedades o liberados de espíritus malignos, por
ejemplo María Magdalena (Lc 8,2).
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Como hemos afirmado en los capítulos anteriores, en tiempos de
Jesús coexistían varios movimientos socio-religiosos, cada uno con una
forma distinta de vivir la vida: los fariseos, los saduceos, los esenios y
los zelotas. Algunos formaban comunidades con sus discípulos,
viviendo separados del pueblo impuro (esenios y fariseos). Éstos
consideraban al pueblo impuro, ignorante e impedían que entraran en
el Reino predicado por Jesús. La comunidad formada por Jesús
presentaba una novedad que la distinguía de todos los demás grupos:
su actitud hacia los pobres y excluidos.
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a. Cambio radical de mentalidad. Los evangelios nos ofrecen
algunos ejemplos en los que interviene Jesús para corregir la visión
equivocada de los discípulos.
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marcaba la sociedad. Esta mentalidad impedía atisbar el alcance
de la Buena Noticia del Reino. Jesús les ayuda a tener una visión
más crítica y les propuso una lectura distinta de la realidad: “No
él pecó ni sus padres; es para que se manifiesten en él las obras
de Dios” (Jn 9,3).
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en privado (Mc 4,34; 7,17; 9,30-31; 10,10); se cuida de que se
alimenten y descansen (Mc 6,31; Jn 21,9); les defiende de las críticas
de sus adversarios (Mc 2,18-19); insiste en la necesidad de estar
siempre vigilantes y les enseña a orar (Lc 11,1-13; Mt 6,5-15); etc.
5. La comunidad de Jesús
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7,14; 10,22-23), reza en las sinagogas (Lc 4,16), en lugares apartados
y antes de las comidas (Mc 6,41).
Nos dice el evangelista Juan que “Jesús vino para que todos
tengan vida y la tengan en abundancia” (10,10). Esta es la misión de
Jesús en este mundo: anunciar y revelar la Buena Noticia del Reino de
Dios a aquellos que necesitan vida. Así, en una sociedad como la judía,
donde los marginados, excluidos y pobres abundan, este mensaje de
vida de Jesús debió sonar a música celestial, despertando las
esperanzas e ilusiones de mucha gente.
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pecadores de la tierra. Por una parte, son necesarios para el buen
funcionamiento del sistema social. Por otra parte, son rechazados por
las autoridades religiosas porque son etiquetados con el título de
“enemigos de Dios y de los hombres”. Sobre esta hipocresía social y
sobre la miseria humana interviene Jesús acogiendo a estos pecadores,
comiendo con ellos, compartiendo su tiempo y sus ideas, invitándoles
a cambiar su forma de vida, presentándoles la Buena Noticia del Reino
de Dios. Jesús no les juzga, ni los quiere convertir a la fuerza.
Simplemente les invita a vivir en la dinámica del Reino, colocándolos
delante de Dios Padre para que su palabra salvadora penetre en sus
corazones.
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peligro de extinción, es decir, únicamente los pequeños, marginados y
rechazados, están capacitados para aceptar y acoger el don de Dios.
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La religión judía indicaba que la salvación del hombre dependía
directamente del cumplimiento estricto de los preceptos y normas
legales. Esta actitud ante la ley era la base para una estrecha relación
entre Dios y el hombre, que capacitaba para recibir sus bendiciones
(una especie de teología del temor de Dios).
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todo eso de antemano y con tanto detalle? ¿O no será, más bien, que
los cristianos, al saber todo lo que había pasado, después de la muerte
y resurrección de Jesús, pusieron en boca del propio Jesús todo lo que
iba a pasar, para ensalzar la figura del maestro?
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2. Por qué lo mataron
a) El fracaso de Jesús
Este cambio, ¿a qué es debido? Hay una palabra del propio Jesús
que nos pone en la pista de lo que allí pasó: "Dichoso el que no se
escandaliza de mí" (Mt 11,6; Lc 7,23). Esto supone que había gente
que se escandalizaba de Jesús, de lo que decía y hacía (ver Mt 13,57;
15,12; 17,27; 26,31.33; Mc 6,3; 14,27.29; Jn 6,61; 16,1). La amistad de
Jesús con publicanos, pecadores y gente de mal vivir tenía que ser una
cosa escandalosa para aquella sociedad. Y sus repetidas violaciones de
la ley convertían a Jesús en un sujeto sospechoso.
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conflicto que provocó su vida. En este conflicto estaba implicada la
gente en general, pero especialmente los dirigentes y autoridades.
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muerte. Entonces la muerte de Jesús no es el resultado de una decisión
del Padre (¡cosa espantosa!), sino la consecuencia de una forma de
vida, la consecuencia de su ministerio y de su libertad; en definitiva, el
resultado de un compromiso incondicional en favor del hombre.
c) La razón de la condena
Más tarde vino el juicio político. Pero ahí la cosa está más clara.
Por lo que pusieron en el letrero de la cruz, sabemos que a Jesús lo
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condenaron por una causa política: por haberse proclamado rey de los
judíos (Mt 27,38 par; Jn 19,19). Pero aquí es importante tener en
cuenta que el gobernador militar confesó que no veía motivo para
matar a Jesús (Lc 23,13-16) y además declaró que era inocente (Lc
23,4). Por otra parte, Jesús explicó ante el gobernador que su reinado
no era como los reinos de este mundo (Jn 18,39; 19,4.6). En realidad,
el gobernador militar dio la sentencia de muerte porque los dirigentes
religiosos lo amenazaron con denunciarlo al emperador (Jn 19,12).
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vacío y las apariciones del resucitado no son tan evidentes que
excluyan la duda. En este capítulo vamos a intentar aclarar esas
dudas.
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a) El sepulcro vacío
Todo esto indica que la tradición del sepulcro vacío expresa una
fe sólida y profunda en la resurrección. Pero hay que afirmar que la fe
en la resurrección no tuvo su origen en el sepulcro vacío ni en el
testimonio de las mujeres, sino en las apariciones a los apóstoles. De
ahí la preocupación de Mc 16,7 en que las mujeres vayan a Pedro y a
los discípulos y les comuniquen el mensaje del ángel. Sin duda alguna,
el argumento decisivo, para afirmar la resurrección de Jesús, es el
hecho de las apariciones a los discípulos. Lo del sepulcro vacío no pasa
de ser un signo de una fe previa en el hecho de la resurrección.
b) Las apariciones a los discípulos
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apariciones no fueron visiones subjetivas, sino hechos objetivos, que
se podían afirmar con toda seguridad.
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Para entender correctamente la resurrección hay que hacer una
distinción elemental: una cosa es resucitar y otra cosa es revivir. Jesús
no revivió, sino que resucitó. Revivir es volver a la vida que se tenía
antes de la muerte. Por lo tanto, el que revive vuelve a ser un hombre
mortal, porque vuelve a estar en este mundo, como uno de tantos. Eso
es lo que ocurrió en el caso de Lázaro (Jn 11,43-44) o en el del hijo de
la viuda de Naím (Lc 7,15). Por el contrario, resucitar es vencer
definitivamente la muerte y, por consiguiente, escapar ya para
siempre de ella. En consecuencia, se puede decir que quien revive
vuelve a este mundo, mientras que quien resucita traspasa para
siempre las fronteras de este mundo.
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Ahora bien, con la resurrección todo cambia: Jesús es visto por
los suyos como el hombre cabal y perfecto. Más aún, es para los
discípulos el Señor (Hch 1,6; 2,20; 4,33; 5,14; 7,59; 8,16; 9,1; 10,36;
11,16 etc.), "sentado a la diestra de Dios" y "constituido Hijo de Dios
con poder" (Rom 1,14; Hch 13,33; Mt 28,18). Así, las confesiones de fe
del NT en Jesús como Señor y como Hijo de Dios tienen su fundamento
en la resurrección (Jn 3,16-17; Rom 1,3-4; 4,25; 6,5; 8,3.34; 14,9; 1Cor
15,3-5; 2Cor 5,15; Gal 4,4; Flp 2,6-11; Col 1,15-20; 1Tim 3,16; 2Tim
2,8; Heb 1,3; 1Pe 1,20; 3,18; 1Jn 4,9). A partir de entonces los
discípulos predican con gran valentía delante de los judíos: "Vosotros le
matasteis... Dios lo resucitó" (Hch 2,22s; 3,15; 4,10; 5,30; 10,39s).
Hasta el punto de que una de las características más acusadas de la
predicación cristiana a partir de entonces es la valentía, la audacia, la
seguridad y la libertad (parresía) para proclamar el mensaje de la
resurrección (Hch 2,29; 4,13.29.31; 9,27.28; 13,46; 14,3; 18,26; 19,8;
26,26; 28,31; 2Cor 3,12; 7,4; Ef 6,19.20; Flp 1,20; 1Tes 2,2; 1Tim 3,13;
Flm 8; Heb 3,6; 4,16; 10,19.35).
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continuar en los discípulos del resucitado. Predicar la resurrección era
tomar partido en una causa muy conflictiva y peligrosa.
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