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Konstantino o Constantin Pétrou Kaváfis o Cavafis (1863 – 1933), es considerado el

poeta más importante de Grecia en el siglo XX, y uno de los líricos más influyentes de
la poesía moderna. Su obra aunque resulta poco conocida en América Latina ha sido
fuente de inspiración para la música y el arte.

Nacido en Alejandría, Egipto Fue el menor de una familia de nueve hermanos. Su


padre, Juan Cavafis, fue comerciante y su madre, Jariclea Fotiadis, procedía de una
familia noble de Constantinopla.

A los siete años de edad, a raíz de la muerte de su padre el 10 de agosto de 1870, quien
había perdido una inmensa fortuna, provocaron que su madre se trasladara con la
familia a Inglaterra. Permaneciendo en Liverpool y Londres desde 1872 a 1878, donde
el poeta estudió hasta los dieciséis años, escribió sus primeros poemas, convirtiendo a la
perfección el inglés en su segunda lengua y se familiarizó con los escritos de Wilde,
Shakespeare, Browning y otros escritores de la época. Después, regresó a Alejandría y
completó sus estudios.

En 1882, debido a los disturbios políticos que acabaron con la ocupación de Egipto por
los ingleses, abandonó de nuevo su ciudad natal. La familia se trasladó a Constantinopla
y permaneció allí hasta el mes de octubre de 1885. Después, regresó a Alejandría y el
poeta sólo abandonó la ciudad con motivo de unos viajes que realizó a París en 1897, a
Londres en 1901 y a Atenas en 1903.

Trabajó como periodista, y después en el Ministerio Egipcio de Obras Públicas, durante


treinta años. Entre 1891 y 1904 publicó su poesía, con poco éxito. Murió en 1933. Tras
su muerte su obra cobró paulatinamente influencia. Su atípica temática —fuertemente
urbana e introspectiva, y sin tapujos acerca de la orientación homosexual del poeta—
demoró su aceptación, aunque en la década de 1960 lo convirtieron en un icono de la
cultura gay.

Su obra

Autocrítico implacable, rechazó los valores tradicionales del cristianismo, la ética


heterosexual, el nacionalismo y el patriotismo. Su obra fue corregida sin cesar hasta la
perfección (algunos poemas fueron elaborados por espacio de diez años), consta de
ciento cincuenta y cuatro poemas que consideró acabados y forman la edición canónica,
más cierto grupo de otras composiciones que a su juicio no habían encontrado todavía
su forma definitiva.
Interesado por la historia, Cavafis compuso con frecuencia poemas no sobre grandes
momentos históricos, sino sobre las decadencias después de los mismos, como el
famoso Esperando a los bárbaros, El dios abandona a Antonio o Ítaca, algunas de cuyas
frases han pasado a ser proverbiales. También son muy leídos hoy sus poemas
homoeróticos, que cantan las excelencias sensuales del amor furtivo, como "Recuerda,
cuerpo...".
Los mejores poemas de Kavafis concentran la experiencia humana de una forma
intemporal y por ello ha influido notablemente a autores de la poesía de la experiencia,
como Luis Cernuda o Jaime Gil de Biedma.
Sus piezas históricas más inspiradas pintan con gran fuerza cuadros realistas y
decadentes de un pasado poco conocido y ciertamente fascinante: el oriente helénico,
desde la antigüedad hasta el presente; demuestra que, como creían los griegos, la
historia es cíclica, e insufla los sentimientos de la nostalgia y del miedo a lo
desconocido en sus evocaciones. Posee el secreto de recrear la atmósfera cotidiana de
los tiempos ya pasados.

Sus primeras publicaciones comenzaron en 1886, principalmente de un estilo


romántico, siguiendo la línea de D. Paparrigópulos, con evidentes influencias de Hugo y
Musset. En 1891 publicó en una hoja suelta un poema titulado “Constructores” y en
1896 escribió “Murallas”, un poema ya completamente cavafiano, donde ofrece la
trágica realidad de la vida, el aislamiento del mundo y la soledad existencial.

En general sus poemas son generalmente concisos, y van desde íntimas evocaciones de
figuras literarias y de ambientes referentes a la cultura griega, hasta el carácter moral,
los placeres sensuales, la homosexualidad y la nostalgia. Su brevedad y la sencillez de
su estructura “aparente” le otorgan a sus poemas un tono inconcluso.

Kavafis evita las emociones frontales, enmascarando los afectos dada su especial
personalidad altiva y tímida al mismo tiempo que ponía en relieve una cierta ironía.
Pero aún así, su poesía se convierte en un torrente de nostalgia por lo pasado, al
recuerdo y a la historia, de hecho, temáticas como la vejez, la muerte y el tiempo son
constantes en su obra.

Creó un estilo personal, algo solemne y arcaico, mezclado con el griego de su época. En
sus versos se integran la historia helenística y bizantina con asuntos contemporáneos.
Kavafis tiene la particularidad de dar a la Historia presente en sus obras un carácter
sensual y erótico, un medio de expresión de su filosofía y didactismo. Su lengua griego
purista, se vuelve ecléctica y la imperfección de su gramática resulta deliberada dándole
ese toque difuso que forma parte de su encanto. Por un lado recupera para la poesía la
riquísima historia antigua de su país; por otro, en un tono melancólico, el poeta intenta
recuperar los momentos de una juventud perdida, sus primeras experiencias sexuales, el
calor delo erótico del cuerpo de los amantes, etc.

Kavafis renegó de muchas obras que no llegó a publicar, de hecho sus poemas
circularon en pequeñas hojas sueltas y en privado. En total sus poemas “reconocidos”
suman un total de ciento cincuenta y cuatro, todos ellos breves. En 1904, en un pequeño
fascículo, publicó catorce poemas y en 1910 los volvió a publicar añadiendo siete más.
Desde 1912 publicó hojas sueltas con las que compuso colecciones, ordenándolas
cronológicamente o temáticamente.

Su obra, "Poemas canónicos", sólo fue publicada después de su muerte, ocurrida en


Alejandría en 1933 a la edad de setenta años.

He aquí algunas de sus principales obras poéticas traducidas:


A la entrada del café

Algo que dijeron al lado mío


dirigió mi atención a la entrada del café.
Y vi el hermoso cuerpo que parecía
como si el Amor lo hubiese forjado con su más consumada experiencia
plasmando sus armoniosas formas con alegría,
elevando esculturalmente la estatura;
plasmando con emoción el rostro
y dejando a través del tacto de sus manos
un sentimiento en la frente, en los ojos, y en los labios.

(Versión de Miguel Castillo Didier)

Buen tiempo, mal tiempo

Me alegra que se vaya


el invierno con sus nieblas, temporales y frío.
La primavera entra en mí, oh alegría verdadera.
La risa es como un rayo de sol, todo de oro puro,
no hay otro jardín como el del amor,
el calor de la canción derrite todas las nieves.
Que agradable cuando la primavera
siembra de flores las verdes campiñas.
Pero si tienes el corazón herido es como si llegara el invierno.
La tristeza puede empañar el mas brillante de los soles;
si estás apenado, Mayo parecerá Diciembre,
porque las lágrimas son tan frías como la nieve.

(Versión de Miguel Castillo Didier)

Candelabro

En una pieza vacía y pequeña, sólo cuatro paredes,


y cubiertas por telas íntegramente verdes,
está encendido un hermoso candelabro y arde:
y en cada llama suya se abrasa
una pasión lasciva, un impulso lascivo.

En la pequeña pieza, que brilla iluminada


por el fuego vigoroso del candelabro,
no es en absoluto usual esta luz que brota.
Para cuerpos sin audacia no está hecha
la voluptuosidad de este calor.

(Versión de Miguel Castillo Didier)

Cuando despierten

Trata de guardarlas, poeta,


por más que sean pocas aquellas que se detienen.
Las visiones de tu amor.
Ponlas, medio ocultas, entre tus frases.
Trata de retenerles, poeta,
cuando despierten en tu mente
en la noche o en el fulgor del mediodía.

(Versión de Miguel Castillo Didier)

Cuanto puedas...

Cuanto puedas
Si imposible es hacer tu vida como quieres,
por lo menos esfuérzate
cuanto puedas en esto: no la envilezcas nunca
por contacto excesivo
con el mundo que agita movedizas palabras.

No la envilezcas nunca
en el tráfago inútil
o en el necio vacío
de los rostros diarios
y al cabo te resulte un huésped importuno.

(Versión de José Ángel Valente)

Desde las nueve

Doce y media. Rápidamente el tiempo


pasó desde las nueve, cuando encendí mi lámpara
y me senté aquí. Estoy sentado
sin hablar o leer. ¿A quién podría hablar
en la casa desierta?
La imagen de mi cuerpo joven,
cuando encendí mi lámpara a las nueve,
vino a mi encuentro despertando
un perfume de cámaras cerradas
y pasado placer. ¡Qué audaz placer!
También trajo a mis ojos
calles ahora no reconocibles,
lugares de otro tiempo donde la vida ardió,
viejos teatros o cafés difuntos.

La imagen de mi cuerpo joven vino


y me trajo también memorias tristes:
las penas familiares, los adioses,
los sentimientos de los míos,
los sentimientos de los muertos
apenas atendidos.

Doce y media. Cómo pasan las horas.


Doce y media. Cómo pasan los años.

(Versión de José Ángel Valente)

Deseos

Como hermosos cuerpos que murieron jóvenes


y fueron sepultados, con lágrimas, en rico mausoleo,
coronados de rosas y con jazmines en los pies,
así son los deseos que pasaron sin realización;
sin que ninguno sobreviviera una noche
de sensual deleite o una mañana de plenilunio

(Versión de Eduardo López)

Días de 1901

Esto era lo que había de excepcional en él:


a pesar de su vida disoluta,
de su larga experiencia del deseo
y de la habitual correspondencia
con que en él se mostraban la actitud y la edad,
había insólitos momentos,
ciertamente muy raros, en que daba
la impresión de una carne casi intacta.

La belleza de sus veintinueve años,


que tanto en el placer fuera probada,
recordaba de pronto paradójica
la de un adolescente que con cierta torpeza
por vez primera su intocado cuerpo abandona al amor.

(Versión de José Ángel Valente)

El viejo

En una esquina del café sonoro de murmullos confusos


un anciano sentado se inclina sobre la mesa,
leyendo un periódico, sin compañía.

Y en el ocaso de su miserable senectud


piensa cuán poco gozó en los años)
cuando tuvo la fuerza y el verbo y la belleza.

Sabe que está muy viejo, y lo siente, y lo ve.

Y, sin embargo, le parece que la juventud


fue ayer. ¡Corto intervalo, corto!

Y piensa en qué forma lo embaucó la prudencia,


cómo de ella se fió y qué locura
cuando la engañadora le decía: «Mañana.
Tienes todo tu tiempo».

Se acuerda de los impulsos que detuvo y cuántas


delicias sacrificó. Ocasiones perdidas
que burla ahora su prudencia insensata.

...A fuerza de rumiar pensamientos y recuerdos


el vértigo lo invade. Y se duerme
inclinado sobre la mesa del café.

(Versión de Fernando Arbeláez)

En el puerto

Joven, de veintiocho años, en un barco de Tinos


llegó Emes a este puerto sirio,
con el propósito de aprender perfumería.
Pero en la travesía se enfermó. Y apenas
desembarcó, murió. Su entierro, muy pobre,
se hizo aquí. Pocas horas antes de morir algo
susurró sobre un "hogar", sobre "padres muy ancianos".
Pero quiénes eran ellos nadie lo supo,
ni cuál su patria en el vasto mundo panhelénico.
Mejor. Porque así mientras
yace muerto en este puerto,
siempre tendrán sus padres la esperanza de que está vivo.

(Versión de Miguel Castillo Didier)

He ido

No tengo ligaduras;
me abandoné del todo.
He ido en la noche iluminada
hacia goces que eran mitad reales
mitad elaborados por mi espíritu.
Y he bebido un vino fuerte
como beben aquellos
que se entregan valerosamente al placer.

(Versión de Pedro Bádenas de la Peña)

Itaca

Cuando emprendas tu viaje a Itaca


pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los Lestrigones ni a los Cíclopes,
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los Lestrigones ni a los Cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no lo llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante tí.

Pide que el camino sea largo.


Que sean muchas las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos antes nunca vistos.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes voluptuosos,
cuantos más abundantes perfumes voluptuosos puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender de sus sabios.

Ten siempre a Itaca en tu pensamiento.


Tu llegada allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguardar a que Itaca te enriquezca.

Itaca te brindó tan hermoso viaje.


Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.

Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado.


Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Itacas.

( Versión de Pedro Bádenas de la Peña)

Jura

Jura una y otra vez que rehará su vida.


Mas al llegar la noche y sus consejos,
sus compromisos, sus ofrecimientos,
mas al llegar la noche con su propio poder,
el del cuerpo que quiere y pide, al mismo
fatal placer, perdido, se dirige de nuevo.

(Versión de José Ángel Valente)

La ciudad

Dijiste: "Iré a otra ciudad, iré a otro mar.


Otra ciudad ha de hallarse mejor que ésta.
Todo esfuerzo mío es una condena escrita;
y está mi corazón - como un cadáver - sepultado.
Mi espíritu hasta cuándo permanecerá en este marasmo.
Donde mis ojos vuelva, donde quiera que mire
oscuras ruinas de mi vida veo aquí,
donde tantos años pasé y destruí y perdí".
Nuevas tierras no hallarás, no hallarás otros mares.
La ciudad te seguirá. Vagarás
por las mismas calles. Y en los mismos barrios te harás viejo
y en estas mismas casas encanecerás.
Siempre llegarás a esta ciudad. Para otro lugar -no esperes-
no hay barco para ti, no hay camino.
Así como tu vida la arruinaste aquí
en este rincón pequeño, en toda tierra la destruiste.

(Versión de Miguel Castillo Didier)

Lejos

Quisiera este recuerdo decirlo...


Pero de tal modo se ha borrado... como que nada queda
porque lejos, en los primeros años de mi adolescencia yace.
Una piel como hecha de jazmín...
Aquel atardecer de agosto – ¿era agosto...?-
Apenas me recuerdo ya de los ojos; eran, creo, azules...
Ah sí, azules: un azul de zafiro.

(Versión de Miguel Castillo Didier)

Los Dioses Abandonan a Antonio

Cuando de pronto, a medianoche, oigas


pasar el tropel invisible, las voces cristalinas,
la música embriagadora de sus coros,
sabrás que la Fortuna te abandona, que la esperanza
cae, que toda una vida de deseos
se deshace en humo. ¡Ah, no sufras
por algo que ya excede el desengaño!
Como un hombre desde hace tiempo preparado,
Saluda con valor a Alejandría que se marcha.
Y no te engañes, no digas
que era un sueño, que tus oídos te confunden,
quedan las súplicas y las lamentaciones para los cobardes,
deja volar las vanas esperanzas,
y como un hombre desde hace tiempo preparado,
deliberadamente, con un orgullo y una resignación
dignos de ti y de la ciudad
asómate a la ventana abierta
para beber, más allá del desengaño,
la última embriaguez de ese tropel divino,
y saluda, saluda a Alejandría que se marcha.

( Versión de Aurora Bernárdez)

Recuerda, cuerpo, no sólo cuánto se te amó...

Recuerda, cuerpo, no sólo cuánto se te amó,


no solo los lechos donde estuviste echado,
más también aquellos deseos que, por ti,
en miradas brillaron claramente
y en la voz se estremecieron –y que un
obstáculo fortuito los frustró.
Ahora que todo se halla en el pasado,
parece casi que a los deseos
aquellos te hubieras entregado –cómo brillaban,
recuerda, en los ojos que te miraban;
cómo en la voz por ti se estremecían,
recuerda, cuerpo.

Versión de César Conti

Una noche

La habitación pobre y vulgar,


escondida en los altos de la taberna equívoca.
Desde la ventana la calleja,
estrecha y sucia. Y las voces abajo
de unos cuantos obreros
distrayendo su tiempo con las cartas.

Y allí, sobre aquel lecho ordinario y humilde,


el cuerpo tuve del amor, los labios
voluptuosos de la embriaguez, purpúreos
de tal embriaguez que cuando ahora,
después de tantos años, esto escribo
en mi casa vacía me embriago de nuevo.

(Versión de José Ángel Valente)


Uno de sus dioses

Cuando uno de ellos atravesaba el ágora


de Seleucia al caer la tarde,
en la figura de un hombre joven, alto y hermoso,
perfumada la negra cabellera
y la alegría de la inmortalidad en sus pupilas,
los que al pasar le contemplaban
se preguntaban uno a otro si alguien acaso le conocía,
si era tal vez griego de Siria o un extranjero. Pero algunos
que le observaban más atentos
comprendían y se apartaban.
Y mientras él, bajo los pórticos,
entre las sombras se perdía y la luz tenue del crepúsculo
hacia los barrios que despiertan
sólo en la noche para la orgía,
la embriaguez y la lujuria y todo género de vicios,
admirados se preguntaban cuál de entre ellos era éste
y por qué placer equívoco
hasta las calles de Seleucia descendía desde la augusta
beatitud de sus moradas.

( Versión de José Ángel Valente)

Voluptaje

(En voluptuosidad)

Dicha y perfume de mi vida el recuerdo de las horas


en que hallé y tuve la voluptuosidad como la anhelaba.
Dicha y perfume de mi vida, de mi vida en que evité
todo goce de amores rutinarios.

(Versión de Miguel Castillo Didier)

Regresa

Ven, otra vez y tómame


amada sensación, retorna y tómame.
Cuando la memoria del cuerpo se despierta,
Y un antiguo deseo recorre la sangre;
cuando los labios y la piel recuerdan
y las manos sienten que aún tocan.
Ven otra vez y tómame esta noche
cuando los labios y la piel recuerdan...
Nunca volví a encontrar lo que tan pronto perdí
Rostro de amor he volcado en mis noches
Conservan aún memoria como era
Y lo que pueda de este amor…
Devuélveme esta noche

FUENTES:
http://www.biografiasyvidas.com/biografia/k/kavafis.htm
http://dreamers.com/cisne/textos/kavafis.html
Kavafis, Konstantino: Poesías completas.Ed. Hiperión, 1997.

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