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JUAN PEDRO QUIÑONERO SEGÚN JPQ.

Cultura y Pensamiento, Ética e Ideología,


Literatura y Crítica.

JOSÉ LUIS MOLINA MARTÍNEZ

I.
JUAN PEDRO QUIÑONERO
A TRAVÉS DE SUS PRIMERAS OBRAS LITERARIAS.
Guía para un complejo proceso de lectura

Somos conscientes de que las experiencias traumáticas infantiles


dejan excesiva huella porque se producen en un ámbito que
siempre debería estar protegido: la familia. Allí se reproducen, se
recuerdan, se mitifican y acompañan durante toda la vida, porque
las experiencias nuevas son asimiladas por la mente a las antiguas:
“Así, el escritor da respuesta en su escritura tanto a sus
preocupaciones actuales como a sus traumas pasados. El libro
resultante es una gran formación de compromiso entre el material
reprimido que retorna y la exigencia de su consciente”.
(Isabel Paraíso, Literatura y Psicoanálisis)

Justificación

1
Entre las ocupaciones intelectuales que me han entretenido estos últimos
años, la de haberme dedicado intermitentemente, por cierto, a la persona y obra
de Juan Pedro Quiñonero Martínez, quizá obedezca al atractivo que supuso para
mí, por los años setenta y pocos del pasado siglo, la lectura de sus primeras
obras y, sobre todo, los artículos que bajo su firma aparecían en Informaciones
de las Artes y las Letras, suplemento literario del diario Informaciones del que
guardo sus últimos ejemplares en un enorme llamémosle libro que mandé
encuadernar, posiblemente atraído por el color amarillento de sus hojas.
Recuerdo que alguien llevaba la cuenta de quiénes comprábamos tal periódico.
Pero es que también buscábamos la tercera página de Pueblo. Estábamos por
una correcta apertura. Para mí era un espectáculo la lectura de una avanzadilla
cultural que parecía tolerada por el régimen, al menos no muy perseguida.

Supe de él, allá por los años citados, cuando regentaba una librería de mi
propiedad en Lorca. Entre los fondos que recibía de las distribuidoras llegaron
dos novelas que aún poseo, pues pasaron a mi biblioteca particular. Autoría:
JPQ. Títulos: Ruinas (1973) y Escritos de V. N. (1978). Tengo actualmente todos
sus libros publicados y, al menos, he leído tres de ellos antes de salir a la venta:
Anales del alba, Retrato del artista en el destierro y El taller de la gracia. Para
abreviar, diré que Juan Pedro me ha obsequiado con un ejemplar de todas sus
publicaciones, menos de La locura de Lázaro y Una primavera atroz, que ya
los había adquirido yo antes de que él tuviera ejemplares para proporcionarme.
Con la lectura de su obra y nuestra comunicación vía e-mail ya puedo presumir
de un mayor conocimiento de su persona, vida, obra y cultura, aunque ya había
tenido oportunidad de disertar sobre sus trabajos publicados hasta entonces1,
único título que poseo para exponer cuanto pienso sobre él y su obra.

Por otro lado, entiendo sinceramente que lo mejor como metodología


para la transmisión de este conocimiento, para que sea más veraz, es comunicar
cuanto él mismo piensa hablando no tanto de su persona cuanto apoyándome
en su obra. Porque mi amistad hacia él no es óbice para que exponga cuanto de

1
Vid., José Luis Molina Martínez, “Acercamiento cortés a un escritor murciano afincado en
Paris. La literatura compleja de Juan Pedro Quiñonero”, en (J. L. Molina Martínez, ed.) Cultura,
economía y desarrollo en Lorca en el alba del siglo XXI. Actas del XXXVI Congreso
internacional de la Asociación Europea de Profesores de Español, Universidad de Murcia-
Ayuntamiento de Lorca, Murcia, 2003, pp. 269-286.

2
ella piensa con equidad pues tampoco entraré en juicios de valor, sino que
contribuiré a desentrañar lo oscuro o no suficientemente explicado que hay en
ella.

El lector que seguía su trayectoria a través de sus escritos en el diario


ABC no necesitaba otros muchos datos acerca del mismo, sino los que iba
adquiriendo según iba penetrando en su pensamiento a través de esa lectura. Al
pasar a la categoría de novelista, aunque ya había publicado un par de novelas
vanguardistas, ensayista ya lo era, es necesario otro acercamiento para
mantener una cercanía necesaria con quien se va abriendo paso y lectores, sobre
todo por la categoría de su blog, Una temporada en el infierno, en el que expone
sus inquietudes políticas, divulga su teoría acerca de España y sus males, da
rienda suelta a su creatividad con la publicación de sus interesantes fotografías,
verdaderos retratos de tipos humanos tratados con humanidad y afecto, y le
sirve un poco como diario en el que anota cuanto le ha llamado la atención a lo
largo del día.

Vida
Hasta hace bien poco, los datos biográficos que se conocían sobre la
figura que nos ocupa, Juan Pedro Quiñonero, eran, casi todos, más o menos
erróneos porque estaban tomados de las contraportadas o de las solapas de sus
libros primeramente publicados en lo que hemos dado en llamar su primera
etapa literaria.

Hace ya unos años (1995), cuando hube de escribir, por propia petición,
la voz QUIÑONERO, Juan Pedro para la Gran Enciclopedia de la Región de
Murcia2, me puse en relación con el escritor a través del diario ABC de Madrid,
del que es corresponsal en la capital francesa desde 1983, para que me facilitara
algún que otro dato para incluir, además de los que yo tenía, casi todos
procedentes de sus libros. Todo lo que logré conocer entonces de este murciano
residente en Paris es lo que a continuación relato, además de saber que su padre
era de Águilas, su madre de Totana y era el mayor de tres hermanos:

2
VV. AA. Gran enciclopedia de la región de Murcia, Murcia, Ayalga Ediciones, 1995, tomo 7, p.
210.

3
“Novelista y ensayista (Totana, 1946). Después de haber estudiado en
Murcia, Valencia y París, y conocido otros exilios familiares (Palma
del Río y Almansa, donde fallecen sus padres), se establece en Madrid
(1967) dedicado al periodismo y a la literatura. Colabora como crítico
e informador literario en el diario Informaciones, siendo corresponsal
de este mismo diario en 1977, tras viajar prácticamente por toda
Europa. En París, ha trabajado para Diario 16 / Cambios 16, Cinco
Días, ABC, SER, Onda Cero y Antena 3. Podemos dividir su obra
literaria entre el ensayo y la novela. Como ensayista, publica Proust y
la revolución (1972), Memorial de un fracaso (1974, colección de
ensayos de tema variado y artículos periodísticos), Baroja,
surrealismo, terror y transgresión (1974) y La gran mutación.
Europa / España (1982), análisis del gran cambio a escala planetaria
de la tercera revolución industrial. Tanto en su primera novela,
Ruinas (1973), como en Escritos de V. N. (premio de novela Ciudad
de Marbella 1976), aparecida en 1978, prima el rompimiento del
lenguaje, la destrucción del discurso narrativo sobre la construcción
de los personajes o el desarrollo de la acción. Sus últimas novelas han
sido Crónica familiar (1982) y Un héroe de nuestro tiempo (1985).
En la actualidad, reside en Paris”.

Lo que ahora para mí son errores antes era solamente la información que
poseía. Así que no estudia en Murcia ni en París, sino en Saint-Étienne, su padre
fallece en Almansa, su madre en Paris, según creo, y se marcha de Madrid por la
situación angustiosa que vive y que él mismo narra en sus escritos. Tampoco
llegó a publicarse nunca Un héroe de nuestro tiempo.3

Cuando le pido un breve currículum que añadir al expediente para ser


nombrado académico correspondiente de la de Alfonso X el Sabio de Murcia
(2009), poco o nada más añade:
“Juan Pedro Quiñonero, Totana, Murcia, 7 de octubre de
1946. Escritor y periodista. Ha hecho prensa escrita, radio y tv. Ha

3
Según información de JPQ (e-mail del día 28 de julio de 2009), “La Heroína no acabó de
convencerme... la Crónica familiar acabaría transformándose en los Anales del alba, tras una
poda que dejó el libro (¿poema?) en la mitad...”

4
escrito novela, ensayo literario, ensayo político, crítica de arte. Ha
sido galardonado con los premios Ciudad de Marbella y Juan March
de novela (1977 y 2000) y con el J. M. Caballero Bonald de ensayo
(2005). Inició su carrera profesional en el difunto vespertino
Informaciones, en 1968, donde comenzó trabajando como auxiliar del
archivo, hasta ser nombrado corresponsal en París en 1977, tras haber
desempeñado los puestos de reportero, redactor, redactor jefe,
enviado especial. Formó parte del equipo fundacional del suplemento
literario Informaciones de las artes y las letras. Tras Informaciones,
trabajo como enviado especial y corresponsal diplomático, en Europa,
Rusia, EE.UU., Oriente medio y América central, para Diario 16 /
Cambio 16, Cadena SER, Antena 3 y Onda Cero. Es corresponsal de
ABC, en París, desde 1983. Escribe desde 2005 un diario personal, en
forma de blog, Una temporada en el infierno, que Google ha
clasificado (primavera 2009) entre los cinco más visitados en toda la
blogosfera internacional escrita en español”. Tras esta introducción,
añadía el título de sus obras publicadas y citaba un libro ahora mismo
inédito: El taller de la gracia (ensayo).

Nuevas informaciones nos permiten trazar más correctamente unos


datos biográficos que vienen a ser imprescindibles para entender la posterior
evolución ideológica, dialéctica e intelectual de nuestro escritor.

Nace en Totana (Murcia) el 7 de octubre de 1946. Sus padres son Juan


Quiñonero, natural de Águilas (Murcia), que llegó a Totana procedente de
Barcelona, en donde fue influenciado por el pedagogo libertario Francisco
Ferrer i Guardia, iniciador de la escuela moderna racionalista, y Luz Martínez,
natural de la dicha ciudad.4

Sus padres, Juan Quiñonero y Luz Martínez, fundan en Totana una


escuela moderna racionalista, Francisco Ferrer i Guardia, y una cooperativa,
Democracia y cultura, entre 1936 y 1939. Conclusa la guerra (in)civil española,

4
Vid., Chantal López-Omar Pérez, “La escuela moderna de Francisco Ferrer i Guardia. Captura y
diseño”, [en línea]. Dirección URL: <http://www.antorcha.net/biblioteca_virtual/pedagogía
/escuela moderna /indice.html.>. [Consulta. 22 noviembre 2009].

5
su padre fue condenado a muerte, condena conmutada por la de veinte años de
cárcel de los que cumplió cinco en las Agustinas de Murcia, pues fue liberado en
la Nochebuena de 1945. Obviamente, sus padres jamás pudieron ejercer su
profesión en Totana.

Este hecho, del que no vamos a hablar aquí aunque alguna vez nos
refiramos a él, es algo capital en su vida, pues, desde siempre, ha determinado
su actuación política, cívica y cultural, y, posiblemente, es el origen de la teoría
que mantiene acerca de la condición cainita de España y su miseria moral y
cultural, objeto de sus libros de ensayo, como veremos después.

El hundimiento definitivo de un modesto negocio familiar de sus abuelos


maternos, Pedro Martínez y Encarnación Pérez, La Tercena, precipitó el éxodo
familiar, pues ya no había por qué soportar el desprecio de una parte de la
población obediente a las tesis de los ganadores de la contienda. Juan Pedro
acompaña a su padre a Saint-Étienne (1961) y posteriormente toda la familia se
instala en Palma del Río (Córdoba, 1963) de donde pasan definitivamente a
Almansa (Albacete, 1966).

Juan Pedro Quiñonero (JPQ), antes de viajar a Paría por vez primera
(1965), abandona sus nunca terminados estudios de arquitectura y se consagra
al periodismo de la mano de Manuel Blanco Tobío, quien le publica sus
primeros artículos en el diario Arriba (1966).

En este mismo año de 1966, comienza a trabajar en Informaciones y en él


continúa en el ejercicio de sus diferentes ocupaciones hasta su cierre en
1979/1980. Su actividad más importante y que quizá le sirviera para conocer el
camino por el que debía seguir su carrera fue desarrollada en el suplemento
literario Informaciones de las artes y las letras (1967), iniciado por Jesús y
Victor de la Serna. Su director, Pablo Corbalán, y Rafael Conte, crítico literario,
lo cooptaron para formar parte del equipo director. En este diario, pues,
empieza siendo auxiliar de archivo y termina como corresponsal en París, donde
sustituyó a Rafael Conte, trabajando de modo sucesivo, durante una década,
como reportero de sucesos, cronista de sociedad, enviado especial, reportero

6
cultural, crítico teatral, crítico literario y redactor jefe. Viajó, como enviado
especial del mismo diario a Rusia, Centroamérica y los EE.UU.5

Combina este trabajo con su colaboración en las revistas Destino y


Cuadernos Hispanoamericanos y su ejercicio como director literario de la
Editora Nacional durante dos años. Entre otros logros, publica las primeras
obra completas de Leopoldo María Panero y Juan Eduardo Cirlot.

En 1977, pidió un año de excedencia pues pensaba establecerse en


California. Ante lo que Jesús de la Serna juzgó tamaño disparate, le ofreció la
corresponsalía del periódico en París. Tras la experiencia del seguimiento
efectuado al presidente Adolfo Suárez durante su primera gira europea del
verano/otoño de aquel año, se instaló definitivamente en París.

Cerrado Informaciones en 1979, comenzó a trabajo en Diario 16, tras la


publicación de un artículo acusando al último propietario del periódico de haber
consumado un acto de “delincuencia empresarial”. Entre 1979 y 1983, trabajó
sucesivamente para Diario 16, Cadena SER6, Antena 3 y Onda Cero. Comenzó a
trabajar para ABC en septiembre de 1983. Y en este diario continúa.

Así se describe JPG en el blog llamado La nave de los locos, de Fernando


Valls, el 13 de octubre de 2008, en una entrada titulada “Autorretrato de JPQ”:
“Me miro en el espejo… y la usura del tiempo no me impide
reconocer lejanos rasgos del adolescente que soñaba fugarse a
Mallorca con una condiscípula, el intrépido reporter tribulete7 que
vivía a salto de mata en un Madrid desaparecido, el imberbe crítico
literario que soñaba con cambiar el mundo leyendo furiosamente a
Proust y Baroja, el enviado especial que recuerda con gratitud cuanto

5
Para conocer el referido periódico, vid., Carmen Martínez Romero, “Creación de la industria
cultural (1965-1975)”, en VV. AA., Realisme i compromís en la narrativa de la posguerra
europea, Barcelona, Publicacions de l’Ábadía de Montserrat, 2002, pp. 126-127.
6
Como corresponsal diplomático de la Cadena SER, viajó por toda Europa y cubrió todo el
proceso del ingreso de España en la Unión Europea y animó la primera revista de prensa
europea de la historia de la radio europea: un resumen diario de la prensa francesa, inglesa,
alemana e italiana.
7
Referencia al personaje del cómic el Reporter Tribulete, que en todas partes se mete. Creado
por Guillermo Cifré para Pulgarcito, Editorial Bruguera, en 1947, tenía unas conflictivas
relaciones con su jefe, el director del periódico, al que nunca le da un nombre propio.

7
aprendió en California, Georgia, México, Honduras, El Cairo, las
capitales de la vieja Europa…, el estoico corresponsal en Paris
emboscado tras las sombras de Helmut Newton8 y Jean Pierre
Melville9, el invisible historiador de la inexistencia de España, el poeta
épico que aspiraba a salvar su patria desvastada por las legiones de
Claudio Marcelo, el biógrafo de Celia Jiruña Carón, el cronista
alucinado de la gloriosa resurrección de Rodrigo Díaz de Vivar camino
del destierro último, el olvidado autor que sueña con redimir la
historia de Caína, el fotógrafo que persigue ninfas, apariciones y
rostros fugitivos en los jardines y mercados públicos, el flâneur10
errante entre las sombras de algunos barrios de Paris, el padre de
familia que antepone la rectitud y el deber a las locuras del
adolescente que se resiste a morir, amortajado en el destierro”11.

También se le reconoce del siguiente modo:


“una de las figuras importantes del periodismo cultural español es
JPQ, que en los años setenta, primero en Informaciones, después en
Destino, desarrolló una amplia labor informativa sobre temas
literarios, artísticos y de pensamiento entonces de vanguardia”,
como podemos leer en La Vanguardia barcelonesa del 31 de marzo de 2004.

Habla de sí mismo en su último libro, El taller de la gracia:


“Nacido a la orilla de un río que nunca tuvo agua, el
Guadalentín, en un pueblo muy pobre, Totana, en el seno de una
familia muy humilde, y como tal condenada al desarraigo, al
destierro, busqué cobijo en el bosque umbrío de las culturas, donde
esperaba encontrar algunos recursos con los que intentar preservar lo
que pudiera salvarse de la Casa Usher donde comenzó mi vida”12.

8
Helmut Newton (1920-2004), fotógrafo. JPQ es un apasionado de la fotografía y su práctica.
9
Jean Pierre Melville (1917-1973), director de cine, precursor de la nouvelle vague.
10
El que deambula y vagabundea –Azorín diría devanea– por la ciudad sin rumbo fijo.
11
JPQ está casado, su esposa se llama Carmen, y tiene dos hijos, Juan Florencio y Pedro.
12
Cfr., J. P. Q., El taller de la gracia. De Caína a la Atlántida. Sevilla, Renacimiento, 2009, p. 7.
De todos modos, en donde habla más de su infancia y aporta muchos otros datos biográficos es
en Retrato del artista en el desierto, Palma de Mallorca, Cort, 2004.

8
La Casa Usher es una referencia literaria –tópico moderno– al cuento de
Poe, La caída de la casa Usher, por referencia a la Tercena de Totana, que lo
albergó en sus primeros años, a la que JPQ literariamente le concede dones
misteriosos y sobre todo enervados recuerdos infantiles. Es reiterativo. Sale la
referencia en sus libros primeros y también en el penúltimo de los publicados,
como acabamos de destacar. Luego es un símbolo infantil que aún perdura.
Tampoco se sabe si ha ajustado cuentas con el pasado o si sigue aún siendo hijo
del miedo, por aquello de su niñez a medio vivir.

Para más información acerca de su vida y escrito, nada mejor que la


lectura de sus obras y la visita casi obligada a su blog:
unatemporadaenelinfierno.net

Obra
Se pueden establecer dos periodos diferentes en cuanto a aparición al
público de su obra: 1972-1979 y 1998-2009. Así que sus obras publicadas son las
siguientes:
 Proust y la revolución (Madrid, Taurus, 1972)
 Ruinas (Barcelona, Barral Editores, 1973)
 Memorial de un fracaso (Madrid, Editora Nacional, 1974)
 Baroja: surrealismo, terror y transgresión (Madrid, Taller de Ediciones
JB, 1974)
 Escritos de VN (Premio de novela Ciudad de Marbella, 1976) (Barcelona,
Ediciones 29, 1978)
 La gran mutación. España y Europa ante el siglo XXI (Barcelona,
Planeta, 1982)
 De la inexistencia de España (Madrid, Tecnos, 1998)
 Anales del alba (Palma de Mallorca, Bitzoc, 2000)
 El misterio de Ítaca (Barcelona, Península, 2000)
 Retrato del artista en el destierro (Barcelona, Cort, 2004)
 El caballero, la muñeca y el tesoro (Barcelona, Áltera, 2005)
 Ramón Gaya y el destino de la pintura (Madrid, Biblioteca Nueva, 2005)
 La locura de Lázaro (Sevilla, renacimiento, 2006)
 Una primavera atroz (Sevilla, Renacimiento, 2007)
 El taller de la gracia (Sevilla, Renacimiento, 2009)

Veamos, ahora, de modo somero, una división por géneros, algo que no
está tan claro pues casi todos los textos participan de todos los géneros:

9
Año Título Género
Primera época
1972 Proust y la revolución Ensayo literario
1973 Ruinas Novela
1974 Memorial de un fracaso Crítica literaria
1974 Baroja: surrealismo, terror y transgresión Ensayo
1978 Escritos de VN Novela
1982 La gran mutación. España y Europa ante el siglo Ensayo político
XXI
Segunda época
1998 De la inexistencia de España Ensayo político
2000 El misterio de Ítaca Ensayo político
2000 Anales del alba Novela
2004 Retrato del artista en el destierro Ensayo
2005 El caballero, la muñeca y el tesoro Novela
2005 Ramón Gaya y el destino de la pintura Ensayo artístico
2006 La locura de Lázaro Novela
2007 Una primavera atroz Novela
2009 El taller de la gracia Ensayo

Estoy convencido que la problemática que surge de la lectura de esta ya


ingente obra y de la que tiene en curso y, si no el rechazo, sí la prevención que a
él mismo le inspiran sus escritos primeros y con la que habla de ellos obedece a
la dichosa necesidad de incluir en un marbete una obra personalísima en este
caso, pues no responde casi ninguno de sus libros a la etiqueta que se les ha
adjudicado. ¿Es Escritos de VN una novela? Yo creo que no, que sólo es eso,
escritos. ¿Son un ensayo sus libros sobre Baroja y Proust? ¡Qué más da! Esa fue
la intención del autor. Pero, casi todos los escritos de JPQ son hiperdiscursos
“porque las unidades que lo integran contienen significados implícitos que
generalmente sólo se perciben después de la primera lectura, en sucesivas
lecturas”13.

Leída cronológicamente su obra, como debe hacerse, nos damos cuenta,


poco a poco, de que siempre escribe la misma novela, aunque en cada uno de
sus libros va dejando datos, pensamientos, pareceres, razones diferentes y
diversas de por qué es como es, ve lo que ve y como lo ve, cómo de una patria es
expulsado por la incomprensión y el fanatismo y vive en el exilio hasta que

13
Cfr., Anna Caballé, “Dos o tres cosas sobre la Historia Literaria (I)”, en Scriptura, nº 4, 1988,
p 111.

10
encuentra una nueva Ítaca14 en Lutecia, cerca de Saint Germain des Prés, en
donde vive transterrado, feliz con los suyos pero temeroso, porque observa
cómo se derrumban los muros de la patria natural y de la de adopción, de
España, de Europa, a causa del mal gobierno, quizá mejor desgobierno, que
lleva a la inacción y a la propia satisfacción del poder ejercido a la clase política,
lo que conduce a la perdición de Europa en cuanto continente, adormecida y
superexplotada, a la inexistencia de España, debido a la división de Caína en dos
facciones, esas dos Españas que nos hacen llorar.

Dicho de otra manera, JPQ siempre se escribe a sí mismo, relata su


biografía no conclusa, explica su propia experiencia, va dejando datos de su
persona interior y exterior porque siempre es un continuo hacerse, un tremendo
modo de transmitir una usanza que nos podría hacer libres si supiéramos ir
contra la corriente: sólo los peces muertos se dejan llevar de ella. Así pues,
estamos ante un escrito biográfico sui generis. El proyecto del novelista es
“crear sistemas de difusión de palabras que destruyen cualquier pasividad,
cualquier parasitismo del que los hombres son las víctimas de unas bacterias
que los poseen”15. De ahí que hayamos pretendido hablar de JPQ según su
propia obra, pues de toda ella se desprenden datos biográficos y datos
connotativos como para recomponer su vida y pensamiento y mostrar ambos a
los demás de otra manera. Eso, al menos, es lo que pretendo.

Pero, en definitiva, lo que yo percibo es que, en esta primera fase (1972-


1979) de su obra, nos está explicando el armazón intelectual que comporta tanto
su literatura como su pensamiento y por eso es una escritura que se repite pues
el modelo es útil. Es decir, está iniciando una biografía culto-intelectual de su
proceso personal: culta porque el escritor es hombre de cultura no sistémica, no
sistemática, con una serie de lecturas determinantes para formarse y para
conocer; intelectual porque escribe su biografía de hombre literato y piensa

14
Ítaca, como imagen homérica, significa unidad de la familia y de la patria. El héroe homérico
busca su integración, su lugar, en la familia y la patria. “De nuevo Ítaca: Hay en Ítaca un puerto
[…] Tan sólo / aquí un olivo en la arenosa playa./ Es una tierra que tú ya no reconoces; / […]
Pero tu tierra es esta y los tuyos / están aquí” (Vid., Jacinto Herrero Esteban, La herida de
Odiseo, Salamanca, Juan de Castilla y León, 2005, p. 41. En el Canto XIII de la Odisea, leemos:
“Y se despertó Odiseo / de su sueño en la tierra patria y no la reconoció; / tanto tiempo había
estado alejado de ella”.
15
Cfr., Juan Pedro Quiñonero, Memorial de un fracaso, Madrid, Editora Nacional, 1974, p. 407.

11
como filósofo, no en vano se hace muchas preguntas sobre la existencia del
hombre y su fin primigenio. Por eso, ambas, ni van separadas, ni son
independientes, como se observa con la lectura de sus obras más cercanas en el
tiempo.

En la nota introductoria de este libro, JPQ advertía que Proust y la


revolución16, era la segunda parte de una trilogía que iba a ocuparse del “tema
específico de cultura y revolución”, el primero de ellos iba a estudiar la estética
renacentista a través de Piero Della Francesca y el tercero a Marcel Duchamps,
Céline y Williams Burroughs (p. 8), pero estos título no vieron la luz porque o
no se concluyeron, o no se escribieron nunca jamás, o porque sus materiales
fueron destruidos. Un libro sobre la revolución se abre con la cita de un místico:
“…¡O fee de mi Esposo Christo, si las verdades que has infundido de mi Amado
en mi alma, cubiertas con obscuridad y tinieblas…”(San Juan de la Cruz,
Cántico espiritual).

Bien; su espíritu destructivo y revolucionario planea sobre casi todo, pero


incide en que “el libro es un pedestre amancebamiento” (Proust… p. 11) y como
los lenguajes no hablan de libertad sino de normas hay que ir contra ellas,
utilizándolas contra la literatura, contra la cultura. Pero dogmatiza: la
revolución es el texto: “el discurso que prolifera para manifestar su
desencuentro con los fantasmas que lo han creado” (Proust… p. 17). Claro que
ejemplifica con un texto no muy conocido de Proust: Jean Santeuil, y arremete
contra la crítica exigiendo la exclusión de los metalenguajes quizá por las
mismas razones por las que Proust arremetió contra la crítica establecida de su
época17.

Tanto Jean Santeuil como Contre Sainte-Beuve fueron publicados


póstumamente, pues André Maurois encontró el primero en 1952 y el libro
contra el crítico francés aparece en 1954. Jean Santeuil pasa a ser libro de culto,
como hoy casi lo es18. JPQ quizá pretende epatar sobre todo porque destaca de
16
Vid., Juan Pedro Quiñonero, Proust y la revolución, Madrid, Taurus, 1972.
17
Vid., Mauricio Sarrahima, “Prólogo”, en Marcel Proust, Obras Completas I, En busca del
tiempo perdido, (Pedro Salinas/José Mª Quiroga, trads.), Barcelona, Plaza & Janés, 1975.
18
Vid., Marcel Proust, Obras Completas III, Jean Santueil, Barcelona, Plaza & Janés, 1971, pp.
27-717.

12
esa novela el que su protagonista Jean Santeuil “sólo se realiza en la pasión
desesperada y proscrita: en el incesto” (Proust… p. 17), quizá para enfatizar que
Proust plantea el dilema entre lo moral y lo físico, entre la libertad y la
necesidad (p. Proust… 20), es decir, a la libertad por la ruptura, todo esto hasta
que su exilio le lleva a una sociedad más avanzada, más abierta cultural e
intelectualmente y se da cuenta del recorrido de su revolución. Pero, insisto,
más que autobiografía, tiempo pasado recobrado. Y vuelve a dogmatizar: “la
revolución es el texto: las palabras que mascullan obscenidades y crímenes”.
Proust no invoca a la moral: subvierte el orden. Claro que Proust, a pesar de su
escrito ya lejano en el tiempo, era sin duda un hallazgo con la realidad Santeuil.

Es este un libro interesante para conocer el inicio de su camino que se


presenta experimental e intelectual y que va a concluir novelesco pero también
experimental por la mezcla de géneros, pues queda en su escrito algo de esta
primera época pero domeñada la forma. Insisto en la dificultad de prender los
estímulos intelectuales por la exageración o retorcimiento de la forma: “náusea
que se identifica con la vida y cobra, entonces, un matiz neutro, indefinido y
asfixiante: vomitamos ante la presencia de excrementos: pero ha sido barrida la
diferencia entre el hombre y sus residuos: el fango y el mundo, escribía
Leopardi: el sueño es el hombre, y su angustia un erial donde es imposible
reencontrar los significados del juego primordial, el origen del lenguaje”
(Proust… p. 90).

No es que no conozca a Proust, que lo sabe y muy bien, sino que se sirve
de él para mostrar su propia perplejidad ante su mundo interior y los choques
con el exterior; no es tanto un totum revolutum, cuanto una unidad única, una
suave muestra de disconformidad psicocrítica en la que “la intertextualidad
proustiana participa del discurso mítico, más su organización textual, en su
carácter pluridimensional, inscribe el verbo trágico como partícipe en el
metabolismo, meramente coyuntural y estratégico, de las acciones provistas en
la faceta histórica de una realidad multiforme…” (Proust… p. 79). En caso
contrario, si no acaban de entender el sufrimiento intelectual de JPQ, léase el
final del texto: “el tiempo lineal de las teologías occidentales se redime en el
anhelo tumultuoso de la fiesta dionisíaca, el festín inacabable donde los

13
contrarios se confunden, la transgresión es ley y los órdenes se derrumban”
(Proust… p. 132). Pero, aún estamos aquí con otras heridas.

¿Y por qué este apego de JPQ por Jean Santeuil y por ende por Proust?
Nos contesta André Maurois en el “Prólogo”:
“Ya el héroe descubre la irrealidad de la vida, la vanidad de las
tristezas que sentimos cuando perdemos un amor, una amistad, o
cuando tenemos que dejar lugares a los que estamos apegados,
vanidad que medimos cuando otros seres, otros lugares, nos inspiran
los mismos sentimientos. Entonces comprendemos que el amor, la
simpatía no estaban en los hombres y en las cosas, sino en nosotros
mismos”.19

Quizá, la lectura de Proust significó para JPQ un bálsamo con el que


dulcificar su caos existencial, un modelo a seguir en el ejercicio de la literatura y
un modo de distanciar todo cuanto, exterior, externo, supone un obstáculo para
el ejercicio de la propia interioridad.

Pero, si algo le sobra a JPQ, es perspicacia. Hoy escribiría sobre Proust


desde otra perspectiva. He aquí su personal opinión actual sobre este libro:
“… para convencerlos de la importancia de mi lectura de la
Recherche, les anuncié, sin saber a ciencia cierta en qué podría
fundar mi proyecto, que un día escribiría un libro titulado Proust y la
revolución. Ese libro llegó a escribirse y a publicarse, gracias a la
generosa liberalidad de Jesús Aguirre y José María Guelbenzu. Era
necesario estar tan loco como el autor, o ser muy tolerante y abierto
de espíritu, para aceptar que una obrilla de aquellas características se
publicase en una colección tan respetable, donde ya habían aparecido
algunos libros de referencia. […] Fernando Savater publicó en Triunfo
la primera reseña consagrada a mi Proust, con una benevolencia
amistosa no exenta de alguna complicidad” (Retrato…, pp. 128-129)20.
19
Vid., Marcel Proust, Obras Completas III, Jean Santueil (pp. 27-717), Barcelona, Plaza &
Janés, 1971, p. 25.
20
En el blog de JPQ, unatemporadaenelinfierno, del día 1 de diciembre de 2006, en la entrada
titulada “Proust y el texto subvertido”, existe un link que permite acceder a la lectura del artículo

14
JPQ creía con todas sus fuerzas que “el canto de las sirenas vanguardistas
lo atraía hacia abismos insondables. Y creía a pie juntillas que el futuro de la
novela pasaba por su destrucción, su ejecución sumaria, si se tenía el talento
verbal imprescindible para escribir un libro sin trama, sin acción, sin
personajes” (El taller…, p. 163). Pero ni Ruinas ni las otras novelas de esta
primera etapa son novelas en realidad porque, si nos atenemos a los cánones, no
cumplen, sensu stricto, con aquella definición de personajes que ejecutan
acciones en un espacio y en un tiempo. Sin embargo, sí cumplen con algo más
sencillo: alguien cuenta algo a alguien. Eso sí, a través de una literatura
desenfocada, transgresora y destructora de las formas, no en vano estaba cerca y
él quedaba influido por el estructuralismo literario –innovación al fin y al cabo,
progresía–, como bien cuenta en un capítulo de Memorial…, precisamente el
titulado “Tzvetan Todorov: una poética estructuralista (Hacia la reescritura de
la historia de los géneros literarios)”. Manifiesta su admiración por este búlgaro-
parisino que gusta de los formalistas rusos quizá por ser más moderado en sus
posturas que Julia Kristeva, Alain Robbe-Grillet, Jacques Derrida y el
deconstruccionismo, aunque reconoce que no tiene rigor tan desmesurado. Es
mi parecer que JPQ tiene en cuenta a Derrida, si lo hace, no tanto por su
rebeldía y crítica social, cuanto porque analiza y revisa las palabras y sus
conceptos. Basándose en él, entiende que la noción unitaria de una obra es
ilusoria y el significado de un texto es siempre indeterminado. Más o menos
como su obra publicada hasta entonces. Por otro lado, se da cuenta de que, en
Francia, la cultura, la literatura está unos escalones por encima de la española,
o, como él mismo señala, “el desamparo cultural de nuestro país es tan amplio
que la publicación de unos textos de teoría tan circunstanciales como los de
Todorov impone una revisión colectiva de los estrechos límites en que, a nivel
metodológico y significativo, se ha ejercido entre nosotros el estudio de los
objetos de arte poético”. Su escrito es, pues, una ruptura porque casi nada de lo
de atrás vale. Veamos un ejemplo: “en las grafías espantosas del tiempo y la
memoria el abismo esquizofrénico de la materia y el desfallecido aliento de tu
recuerdo convocan en los alaridos de mi espanto la simiente perdida de la
palabra encubriendo el rostro de una gusanera apestosa….”

de Savater.

15
Bien es verdad que quizá Baroja, surrealismo, terror y transgresión, no
es tanto el objeto de un análisis sino una excusa para exponer su pensamiento y
mostrar lo que ya se adivina, una gran cultura, procedente, sin duda, de sus
múltiples lecturas. Es obvio que muchas de sus afirmaciones serían/son
discutibles, pero de lo que se trata es de entender el estadio intelectual en el que
se encuentra JPQ y en ese sentido hay que leer esa obra de hace ya treinta y siete
años en estos momentos (2009). Hay que reconstruir la época y, una vez
comprendida –mayo del 68, transición política, recuperación de las libertades
cívicas, etc.–, ponerse a una lectura sin prejuicios. Bien es verdad que le sobra
vehemencia, que no virulencia, y que casi sin duda determina el encasillamiento
a que se sometió no sólo este libro sino la etapa, pues se consideran sus libros en
cierto modo nihilistas –“el drama del pensamiento moderno nace con el
nihilismo nietzscheano” (p. 63)– y anarquistas, que no anárquicos. No. Eran
libros atrevidos para la época, complejos de leer porque la escritura fluye de
manera desatada, automática, sin sometimientos gramaticales, ni formales, y
sólo el autor posee todas las claves para una lectura comprensiva, ya que es
siempre atormentada, mientras el lector, aún situándose en el punto de vista
adecuado, percibe no sólo determinado caos, sino también una fuerza interior
que lleva al autor a manifestarse, con el ímpetu de la juventud, en contra del
sistema. Pero es, repito, el flujo de una manera de entender la vida, la literatura,
el arte, la filosofía, el país nativo y el del exilio, y creer que, con su comprensión,
se pueden arreglar los problemas cuando el devenir del tiempo sigue su camino
como si estuviese en cierto modo predestinado el futuro, como si fuese un
vehículo en el que hay que subirse para seguir el curso de la historia y, si uno no
lo hace, se queda en el atraso, porque el tiempo, que ni vuelve ni tropieza, fluye
y rotura la vida como el agua la tierra por la que pasa.

“… es en la lectura contemporánea de los grandes hitos de las culturas


clásicas donde es posible encontrar un manantial inagotable de sugerencias que
ponen en funcionamiento los recursos más válidos a través de los cuales el arte
se inscribe en la historia”.21 Es decir, JPQ viene a manifestar lo mismo que el
profesor García Jurado, pero años antes: “Por ello, es oportuno que, de vez en
21
Cfr., Juan Pedro Quiñonero, Baroja: surrealismo, terror y transgresión, Taller de Ediciones
JB, Madrid, 1974, p. 29.

16
cuando, se recuerde a los posibles lectores interesados la vitalidad que la
literatura clásica sigue teniendo hoy día como literatura para ser leída y no sólo
para ser estudiada por un coto de especialistas”.22

Para JPQ, la opinión que le merece este libro es la siguiente: “Saliendo al


paso de todas las doctas evidencias profesorales, defendí un Baroja surrealista,
subversivo, que, sospecho, con bastante fundamento, hubiese horrorizado al
mismo don Pío” (El taller…, p. 161). Tampoco creo que fuese así.

Memorial de un fracaso, que él mismo juzga no con mucha piedad, es,


según su propio criterio, una “colección muy parcial de ensayos y artículos
periodísticos que, si no ofrecen una visión de su trabajo, como publicista, sí
proponen una reflexión, voluntariamente dispersa, en torno a obsesiones y
autores…”. (Escritos de V. N.).

En la contraportada del libro, se explicita bastante más:


“compila una parte, voluntariamente dispersa, de sus trabajos
de crítica literaria, reflexiona sobre arte y cultura. Picasso, John
Huston, Marcel Duchamp, el terror nuclear, Neruda, la muerte de la
escritura, Alfred Jarry, Corpus Barga, Judy Garland, Julio Verne, Tip
y Coll, la poesía catalana medieval, Andy Warhol, la muerte de
Sócrates, configuran una vasta pesadilla, en la que el autor hunde las
raíces de su refutación, el acto creador a través del cual el fracaso del
arte, el fracaso de la obra, se fundan instaurando la ley del terror de
las palabras huyendo en busca de libertad”.

Así que todo esto anuncia un libro muy complejo, difícil de resumir, pero
que es, sin duda, y antes de que JPQ lo explique así, un libro en el que el autor
real y el implícito es el mismo, un libro de JPQ sobre JPQ. V. N. es JPQ, pero ¿es
asequible a alguien que no posea las claves de la lectura comprender, por
ejemplo, este párrafo:

22
Cfr., Francisco García Jurado, “La educación clásica y el fin de la cultura europea: Mann, Eliot
y Borges”, en (Consuelo Álvarez Morán / Rosa Mª Iglesias Montiel, coords.) Actas del Congreso
internacional de los clásicos en el umbral del tercer milenio: la tradición grecolatina ante el
siglo XXI, La Habana, 1999, pp. 77-86.

17
“mar que abre las túnicas y clámides de las sombras anteriores
a toda conciencia a todo rumor superficie en calma y lisa reflejando en
ella la apariencia de los objetos de contornos indeterminados que
verifican en la inmensa masa inmóvil de los espejismos de una
interrogación que me antecede y que quizás originó la incertidumbre
de los tejidos lucubrando una respuesta fallida respecto a algo
confuso pero no tan inútil como torpe y asesino que pudiera ser
llamado existencia o vida…”?

Entonces, ¿en dónde está el atractivo de este escrito? En primer lugar, en


el mismo ejercicio de lectura que hay que hacer; en segundo, en las palabras.
Ellas lo son todo. ¿Acaso buscaría para ellas una significación mesiánica? Esas
palabras van en busca “de la realidad del espíritu”. Aunque eso no implica que el
lector avezado sepa extraer la fábula de la novela, que la hay.

Memorial de un fracaso es la creación alborotada, compleja, no muy


medida, sí meditada pero sin perspectiva de futuro, escrita con excesiva rapidez
y confeccionada casi con ansiedad de su sistema literario personal. JPQ se sitúa
frente al sistema literario oficial, no exclusivamente contra este, frente al canon
que ha venido rigiendo desde la tradición clásica y establece unos criterios y
efectúa una práctica no canónica pero interrelacionada con el sistema del status
mediante una visión amplia y no sectaria. Yo no calificaría esta literatura –
Ruinas, Escritos de VN– como subversiva, sino como producto de la época bajo
una adscripción vanguardista, cualidad propia de su persona. Frente al
repertorio que obedece al canon clásico, instaura un sistema periférico que
afecta a lo formal, no a la esencia misma de la literatura que ya lleva soportados
muchos ismos y vanguardias. Es decir, entraría a formar parte de la que García
Jurado denomina historia no académica de la literatura, como ahora veremos
en Memorial…: “encuentros complejos entre autores antiguos y modernos más
allá de la manida idea de una tradición lineal”, que daría lugar a una crítica
positiva que únicamente acumularía datos. Pero, en JPQ no sólo se enfrentaría a
los clásicos (Aulio Gelio, por ejemplo), sino que amplía el horizonte con
nombres e influjos de gente que estaba fuera del sistema literario español
(castellano). Y, por eso, como se encuentra dentro de una evolución rápida y

18
absorbente por el camino que había emprendido su vida y lo que vislumbraba
respecto a la cultura, abandona la subversión, la vanguardia, la ruptura
pretendida contra un sistema consolidado. Ya ha encontrado, aunque tarda diez
años en definirla, su ruta intelectual y su sistema personalizado de entender
vida, cultura y literatura. JPQ no se ocupa del hipotexto sino de las relaciones
intertextuales –contextualizaciones según el profesor García Jurado– con los
diversos sistemas, tanto a los que se enfrenta como a los que incorpora al suyo.
Por eso, en lugar de ensayo, deberíamos hablar de fabulación.

Si Fernando Savater23 “canoniza” en 1979 a Tarzán, Fú Manchú, Conan el


Bárbaro, etc., ya lo había hecho JPQ: Marilyn Monroe, Tip y Coll, Liza Minelli. Y
si extrapola y lleva a su sistema a Desdémona, Ulises, Dulcinea, Juliano el
Apóstata, Nerón, etc., JPQ se construye un polisistema24 con los Titanes, la
Atlántida, don Quijote, los místicos judíos, cristianos y sufíes. JPG expone su
canon: coplas, teatro barroco, Galdós, Machado, Ramón, Corpus Barga, Rosa
Chacel, Rafael Conte, Juan Benet, Jesús Aguirre, Luis Rosales, José Ángel
Valente, Francisca Aguirre, algunos aún no dentro del canon oficial. Pero no se
detiene aquí porque atiende a la diferencia pluricultural de la literatura catalana
(Guimerá, Espríu, Carner, Pla, Porcel, etc.,) marginados periféricos en Caína, y
da entrada a los europeos, como Celine, Pound, Joyce, Seferis, Valéry, etc.,
muchos de ellos marginados y fuera de la oficialidad y, entonces, enteramente
desconocidos para la inmensa mayoría en España, autores de culto entonces y
creo que aún ahora.

Cuando hablo de vanguardia, quiero decir que JPQ utiliza la neotipología


o nueva concepción visual o estructura plástica del poema en primer lugar, que
después pasa a la prosa: al suprimir las cópulas gramaticales y los signos de
puntuación es necesario sustituirlos por la disposición tipográfica que, cuando
no existe, proporciona caos en el lector que busca leer el párrafo como lo
concibió el autor y se origina una lectura diferente que hace nueva la novela

23
Vid., Fernando Savater, Criaturas del aire, Barcelona, Planeta, 1979.
24
El polisistema es “un sistema de sistemas que se interseccionan, funcionando como un todo
estructurado cuyos miembros son interdependientes y en el que además pueden utilizarse
diferentes opciones que coexisten a la vez” (Vid., Francisco García Jurado, “Plinio y Virgilio:
textos de la literatura latina en los relatos fantásticos modernos. Una página inusitada de la
tradición clásica”, en Cuadernos de Filología Clásica. Estudios Latinos, 2000, 18, p. 167).

19
cada vez que se lea. Veamos un ejemplo: “y de tal modo se corrompieron los
emblemas y las jarcias donde la voz que escuchaba mi delirio o mi inexistencia
quizá cierta al menos en el tumulto atormentado de signos y grafías que
confirman las inmensas galerías de palabras nombrando con su lúcida narcosis
una vegetación salvaje cuyos frutos y pomelos ya exprimidos en el pillaje de los
días apenas se pudren en los huertos…” (Escritos, p. 259). Por eso, sólo puede
concluir Baroja, de la siguiente manera (p. 182), la que él llama misterio y
crimen en la escritura:

aspiro
a dar fin con decencia a la jornada o disolverme
en el éter o en búdico nirvana adiós pues amiga mía
adios
desde una razón que es la libertad del abismo
la protohistoria de la palabra: si tenía alguna suerte
ni produce en su oleada
la tiré por la ventana si tenía al
gún talento se lo ha llevado los campos
azilitref on asap ednod
la trampa soy como el agua del río que como
nunca se para no deja más que rumores por los
sitios

En Ruinas, lo que hace JPQ es “novelar el caos” en feliz expresión de


Silvia Adela Kohan. Para Marthe Robert, “la novela es una transposición de lo
que Freud llama la novela familiar, se es novelista porque se trata de contar de
nuevo y mejor la novela de una vida” (p. 99). No olvidemos que “los novelistas
recurren a la autobiografía con mayor libertad” (p. 99). “Escribir una novela nos
permite destacar los hechos que más nos han impactado y mejor recordamos,
rellenar las carencias que nos han dejado o inventar hechos que no sucedieron
pero podrían habernos sucedido” (p.100). Ruinas y Memorial incluyen formas
propias de la literatura del yo: “diario, cartas, memorias” (p. 101).25

Parece oportuno, llegado a este escalón, reproducir las palabras de Carlos


Semprún Maura: “Todos o casi todos los que escribimos hemos hablado de
nuestras familias. Pero pocos lo han hecho tan bien como Quiñonero” “La saga
de los Quiñonero, sus humildes placeres, sus laboriosos esfuerzos por salir
25
Cfr., Silvida Adela Kohan, De la autobiografía a la ficción. Entre la escritura autobiográfica
y la novela, Barcelona, Grafein Ediciones, 2000, pp. 99-101.

20
adelante, su afición a los libros, sus tragedias (eran miembros de la CNT y
fueron encarcelados), todo esto tan humilde como admirable, lo relata Juan
Pedro con emoción y sencillez”26: “… al final de la infancia, la vida me arrancó de
mi casa, de mi pueblo, de mi tierra. Y he respirado mal durante casi toda mi
vida, desarraigado, desterrado, condenado a vivir en otras casas, en otros
pueblos, buscando como he podido el aire y los alimentos imprescindibles para
ir tirando” (El taller…, p. 160).

En Memorial de un fracaso, JPQ concibe la historia de la literatura como


un conjunto de factores interdependientes en estrecha relación con la propia
historia de la cultura.
En este momento, me parece equitativo, para concretar cuando he dicho
y voy a añadir, comentar primeramente Retrato del artista en el destierro,
especificar el territorio mítico de Caína y recopilar las opiniones de JPQ sobre su
propia obra. Así concluiré.

Lo que hace que el escrito de JPQ sea considerado autobiográfico o como


perteneciente a la literatura del yo es el estar redactado en primera persona.
Hace de su vida ficción y si no diera tantos referentes culturales o biográficos,
sin duda alguna parecería más una novela, aunque aquí no hay contradicción
entre el orden artístico y el de los hechos. Los elementos relacionales culturales
hacen referencia a la Cultura, con mayúscula, no sólo a la que él posee; los
autobiográficos son una respuesta a las preguntas que el personaje JPQ como
protagonista se hace, cuya contestación es lo que permite que la novela –el
escrito sobre el yo– progrese. Anticipamos en su momento oportuno que JPQ
escribe siempre la misma novela que aumenta de episodios según avanza la
cronología del personaje autor. Pero debió escribir aquellos libros primerizos
para poder ahora, vaciado su yo, narrar lo mismo de modo inteligible, con otro
estilo, en el que lo había envuelto la lectura de Proust. De no ser así, no hubiera
cabido la generosidad de los detalles, el puntillismo, la acertada reflexión
íntima, la delicadeza del trato familiar, la irritable sensación de que la exquisitez
conlleva desprecio y sufrimiento, el que se siente cuando uno sabe que no es

26
Vid., Carlos Semprún Maura, “Crónicas cosmopolitas”, en Ideal. Libertad digital, 17 de
septiembre de 2007.

21
bien acogido y que la segregación es por un motivo trivial, de pobre
personalidad, escasa cultura y oficiales conocimientos literarios.

Por eso viene aquí ahora esta escrito que es del año 2004. Es obvio que la
acumulación de datos biográficos que existen en Retrato… y que explican con
lenguaje llano y proustiano, es decir, adornado, hacen que se piense de
inmediato en un escrito autobiográfico, pero creo que lo que trata es de evitar la
anterior ruptura, visible en los libros antes comentados, con la tradición
novelística y destacar un subjetivismo realista que le da veracidad al texto.

Para Pozuelo Yvancos,


“a un lector, alejado ya de las experiencias que son ahora solamente
escritura (y por tanto olvido), la memoria autobiográfica le supone la
constante inmersión en la escritura de la presencia de un autor que le
está diciendo al oído que aquellas letras son palabras que reproducen
una experiencia real de cuya verdad el autor es testigo. Ello explica el
enorme poder de las sensaciones en la rememoración autobiográfica.
Lo visto, lo olido, lo sentido, ocupan un lugar de privilegio”27.

Eso no es obvio para que haya una provocación de valores estéticos


distintos al esquema tradicional de la novela, la narración de la adquisición de
una conciencia moral, normalizar la presencia de problemas psíquicos y
existenciales y/o factores de tipo externo o sociológico que sobresalían en
Ruinas y Escritos… Existe, pues, en ella, una habilidad técnica “con la que trata
de establecer un juego del escondite de la propia novela”, como dijo
acertadamente Martínez Arnaldos de la novela de Castillo Navarro28.

Ahora se puede entender mi afirmación primera de que JPQ siempre


escribe la misma novela, aunque sea desde otra perspectiva, enfoque o criterio, y
que hay que separar la obra que posee rasgos evidentes de la literatura del yo, de

27
Cfr., José María Pozuelo Yvancos, De la autografía. Teoría y estilos, Barcelona, Crítica, 2006,
p. 85.
28
Vid., Manuel Martínez Arnaldos, “La narrativa de Castillo Navarro y la renovación formal de
la novela en las décadas de los años 1950 y 1960”, en (Manuel Martínez Arnaldos, José Luis
Molina Martínez, Santos Campoy García, eds.) José María Castillo Navarro (1928) y la novela
y el cuento de su época (1950-1975), Lorca, en prensa.

22
la que los evita o son nuevos, recién introducidos. Y es que la temática de sus
escritos está llena de su experiencia vital cronológica o del proceso de formación
y crecimiento interior. Cuida muy mucho JPQ su espiritualidad siguiendo una
tradición existente en la literatura española pero no imperante sino algo
sesgado, marginal, heterodoxo: desde el sufismo hasta la literatura espiritual
cristiana (San Juan de la Cruz).

Retrato… es un peregrinaje necesario para conocer cuanto determinó


más tarde, tras un doloroso proceso, lo que JPQ fue después. Es un libro vital y
necesario para quien quiera entrar en la trama que es la vida de JPQ porque
ahora expone su infancia en Totana, y su enigmática casa Usher; su exilio
interior en Palma del Río, Almansa, Madrid, Valencia; su acceso al periodismo;
su vida en Madrid, tanto profesional como social, cómo se conservó y se ganó
para el periodismo y la literatura en aquel Madrid hampón, pobre y sin
libertades; sus peripecias de vida y amigos; su contacto diario con muchos
nombres de la literatura, de la política, de la pintura, del arte en general. Existen
en el texto muchas referencias a la Recherche pues es un libro muy proustiano,
como ya advertí porque salta a la vista: tantas, tantas sensaciones…, aunque no
sé si, tras tanto escrito, dejará cerrado su pasado. Con esto quiero decir que no
es este un libro de memorias porque no pretende reconstruir una visión
histórica mediante su obra y si habla de su época lo hace en cuanto que la vivió y
constituye su realidad radical. JPQ habla de su yo y está siempre por encima del
aspecto histórico, por lo que hace creación, literatura.

Si un egodocumento es un texto, de cualquier forma y tamaño “en el que


se esconde deliberadamente un ego”29, ¿es esta obra de JPQ un egodocumento
pues sirve para aumentar los datos sobre su vida? Tampoco nos parece
relevante esta disquisición, aunque la respuesta sea positiva, porque no afecta
para nada en cuanto a la literatura y, obviamente, no es un libro de historia
aunque analice de soslayo la época en la que se desarrolla.

JPQ iba y va en contra de las construcciones culturales dominantes antes


y ahora porque son marcadamente materialistas y niegan el carácter moral del

29
Vid., James Amelang, “Presentación” en Cultura & Sociedad, Gijón, Trea, 1, 2005, p. 17.

23
ser humano y busca otras alternativas basadas en el espíritu y en la razón y, en
cuanto escritor, en la literatura no oficial. Del sentido de la escritura por parte
de JPQ, dan cuenta las siguientes palabras de Retrato… (p. 252): “la escuela del
mejor estilo será la del hombre bueno. La virtud, escuela de estilo. Porque nos
educa en el arte de vivir y morir con gracia, transmitiéndonos unos dones que
nos inician a la piedad y los misterios del gran arte”. Y eso es lo que vamos
descubriendo, una interioridad humana que vive ya en Francia, habiendo
cumplido con sus padres en vida, libre de la intranquilidad que tanta agitación
sin sosiego le producía esa vida que vivió como aprendizaje de vida.

Y ahora, con la lectura de este libro, ya podemos saber que JPQ fue
director de la Editora Nacional: “… el azar me hizo así como director literario de
una editora del Estado […] Incluso me pagué a mí mismo un libro que se llama
Memorial de un fracaso. Que es un libro mortuorio: la corona de artículos con
la que me despedía del oficio de crítico y cronista literario. Ese libro compila
buena parte de mi trabajo por aquellos años, Y, a pesar del tiempo transcurrido,
haré una confesión: mal que bien, creo que el libro aguante el tipo”. (El taller…,
p. 164). ¿Para qué iba a aprovechar esta ocupación?: “Aquella determinación
suicida en la escritura y edición de textos furiosos (ya que aspirábamos nada
menos que a abolir las normas gramaticales establecidas; y así, socavando los
órdenes de la palabra escrita, modificar y cambiar los órdenes de un mundo y
una realidad que nos parecía inmoral e injusta”. También tuvo una galería de
arte en Paris. Y no ha perdido contacto con España, pues posee una casa en
Caldetes (Barcelona). En Murcia, tiene, según confiesa, amigos.30 En este libro
podemos encontrar la biografía de un personaje que coincide con el autor de
esta novela, es decir, todos los datos biográficos que nos faltaban para conocer
al escritor. Pero el que sepa nada de este y sólo lea este libro leerá una buena
novela y conocerá a JPQ como el personaje principal de la misma, tanto su
familia como los diferentes compañeros de viaje en Madrid u otros lugares, un
mundo interior íntimo por no decir espiritual, y un espacio/tiempo que dura
desde su infancia hasta El taller de la gracia, pues este nuevo libro nuevo nace
donde concluye Retrato…

30
En su blog, tantas veces citado y por citar, se cuentan treinta y dos entradas específicas para
Murcia y sus cosas. En esas entradas, además de algunos datos biográficos, se pueden encontrar
referencias a estos amigos.

24
De Caína ya hemos hablado y también deberemos seguir especificando su
definición cuando corresponda. Así, de momento, decir que es un espacio
mítico, como Región de Juan Benet, Castroforte de Baralla de Torrente
Ballester, Omaña y Celama de Luis Mateo Díez, Obaba de Bernardo Atxaga,
Macondo de García Márquez o Condado de Yoknapataupha de W. Faulkner.
Caína es un espacio extratextual desconocido, aunque su localización está en
este y en otros escritos de JPQ, aunque es fácil intuir que Caína es la tierra de
Caín, que mató a su hermano. Para JPQ, Caína es, aunque puede ser otro
territorio más restringido por ser lugar de enfrentamiento, España, lugar de
guerras civiles en las que los españoles matan a otros españoles, o unos
españoles obligan a otros españoles al exilio interior o al transterramiento:
como le sucede a la familia de JPQ, y eso le marca para siempre31. En sus
diferentes libros lo va dejando explicado, aunque quizá donde más insiste en su
blog. Ello le impide crear un universo mítico. Así que cada vez que se refiere a él
no hay información de espacio, sino suceso de espacio. No vamos a insistir
ahora en esto porque ya tendremos tiempo, en otra intervención, de analizarlo
con más cuidado y detención, pero adelanto que las entradas referentes a Caína
en su blog son 442 y Anales de Caína, 61 (25 de julio 2009). Es, pues, para él,
un tema recurrente.

“Con el tiempo –escribe–, terminé descubriendo un territorio


mítico, Caína –el escenario de algunas de mis novelas, como La
locura de Lazaro y Una primavera atroz–, cuyos habitantes, no
siempre imaginarios, en bastantes ocasiones me han ayudado a
intentar establecer alguna relación moral entre las cosas visibles y
más o menos conocidas (los acontecimientos mejor o peor historiados
de nuestra más reciente vida pública) y las cosas invisibles y no menos
reales (las razones materiales e inmateriales que también influyeron
en nuestros destinos), cuya épica trama común compone el paño que
cada creador teje a su manera durante sus horas de vigilias, sin saber
qué será de su trabajo cuando llegue la noche” (El taller…, p. 13).

31
Vid., José Antonio Guerao Navarro, Totana, 1936-1939. Repercusiones de la guerra civil en
un municipio de retaguardia, Ayuntamiento de Totana, 2001. Vid., además, http:/
unatemporadaenelinfierno. net/2009/10/31/-juan.quinonero-totana-murcia-1936-1939/

25
Y apostilla:
“Los españoles suelen encontrar incontables razones para
crucificarse los unos a los otros” (El taller…, p. 28).

Y casi finalizamos recuperando de Retrato del artista en el destierro y El


taller de la gracia sus opiniones sobre algunas de las obras que hasta aquí
llevamos comentadas. Ya he debido decir que JPQ, cuando se refiere a esta su
obra primera, llama a sus escritos “jovencísimas locuras”. Ya hemos conocido
sus opiniones de alguna de ellas y vamos con otras:
“Convencido de que la novela tradicional era una manera de
esclavizar la imaginación, perpetré un texto llamado Ruinas: otro
cohete mojado” (El taller…, p. 161).

Y es que,
“para un jovenzuelo en el destierro, arruinada la familia, sin
otra fe que la lengua y la literatura eran instrumentos de agitación y
subversión” (El taller…, p. 161).

Y es que,
“… había un joven nihilista que intentaba combatir el
desarraigo dando palos de ciego y escribiendo cosas que él creía
subversivas, cuando, en el fondo, sólo eran el testimonio del
desarraigo último: novelas sin trama, sin personajes, sin principio ni
fin, puros balbuceos de una voz que sufre, sin saber dónde viene ni a
dónde va, víctima del hundimiento de todos los valores y víctima del
fin de un mundo que se cae a pedazos, sepultando entre sus
escombros a su autor y a sus personajes, perdidos el autor y su obra
en el laberinto final de la nadería y la destrucción suicida del arte y la
identidad personal” (El taller…, p. 162).

Y es que,
“…la lectura de Nabokov, en español, inglés y francés,
modificaba definitivamente una concepción de la literatura,

26
salvándome del infierno vanguardista. El fruto de esa redención se
llama Escritos de V. N., que Camilo José Cela y Gonzalo Torrente
Ballester tuvieron la generosidad de galardonar con un premio de
novela que concedía la Alcaldía de Marbella. El título exacto de ese
libro pudiera o debiera ser Escritos de J. P. Q. Ya que de eso se trata:
de los escritos personales que ya no eran escritos periodísticos y
tampoco son escritos de un autor totalmente imaginario. Son escritos
publicados y firmados por mí. Aunque tampoco sean eso solo” (El
taller…, p. 165).

He querido reseñar y señalar con todo tipo de prioridad y privilegio la


opinión de JPQ con referencia a su escrito. Escrito y pensamiento van aquí muy
unidos, son casi inseparables. Obviamente, el autor lo ve desde su perspectiva,
el crítico lo hace desde otros supuestos. Los libros mencionados son arqueología
pura, la base del edificio que compone en la actualidad el escrito de JPQ. No
creo que sean libros a reeditar, sí libros de los que no hay que abjurar, libros
para estudiar, adquirir en librería de viejo, si es que quedan, y mitificar como un
intento de vanguardia que no proliferó ni triunfó, a Dios gracias, pues la
literatura hubiera sido algo inaguantable. Pero, también es verdad que, sin
aquellos libros, JPQ no hubiera escrito los que siguen y que analizaremos si nos
lo permiten nuestras fuerzas, nuestro sentido estético y nuestra inquietud.

El último libro de esta época no tiene nada que ver con la literatura en sí.
Se titula La gran mutación. Europa / España32, y trata, como se puede leer a
continuación del título, de “la descarnada imagen de una realidad de la que
dependen nuestro futuro y nuestras libertades”.

El libro, según la contraportada “estudia las convulsiones morales que


están transformando nuestras sociedades, los problemas políticos que hay que
resolver33, la nueva economía europea y el nuevo escenario militar, que es el más

32
Juan Pedro Quiñonero, La gran mutación. Europa /España, Barcelona, Planeta, 1982.
33
Juan Pedro Quiñonero, “Inmigración e islamismo en Europa, a principios del siglo XXI”, en
línea. [Dirección URL: <http://www.ejercito.mde.es/conferencias/XIV_cid/Programa_Activi
dades.pdf]. También se puede leer si se pone en Google el título de la conferencia que JPQ
impartió en Jaca, en septiembre de 2005, que es el anterior.

27
peligroso de toda la historia de las guerras. También, y especialmente, la
situación española ante la entrada en el Mercado Común”.

Cuenta en El taller…34, que, cuando salió de Madrid, se vio obligado a


escribir sobre política, economía y diplomacia, y tuvo que aprender sobre la
marcha. Así que empezó a leer sobre esta materia y concretamente “comencé a
devorar los análisis de la Comisión Europea y los severísimos informes del
Instituto Internacional de Estudios Estratégicos de Londres” consagrados a la
Relación Este/Oeste. También leyó los libros de Henry Kissinger sobre
diplomacia europea y los ensayos de Raimon Aron. También le influyó mucho
un encuentro con J. P. Sastre en Stuttgart porque se dio cuenta de “la ceguera, la
cobardía y el trágico error “del mismo, cometido al apoyar el terrorismo que
representaba Andreas Baader, una de los fundadores de la Fracción Ejército
Rojo, “el miembro más famoso de la banda Baader-Meinhof”, “que esperaba
construir una Europa comunista poniendo bombas”. “El fruto de aquellos años
de corresponsal diplomático fue otro libro Europa/España: la gran mutación”,
“un ensayo sobre la construcción política de Europa y las relaciones
transatlánticas”. “Mi convencimiento, forjado por aquellos años, es que ningún
pueblo ni estado europeo puede ser libre y soberano en solitario. Para asegurar
su frágil libertad, los pueblos europeos están condenados a construir una casa
común, la Europa política e institucional”.

Y concluyo con unas palabras de esperanza debidas al mismo PJQ:


“Fue en Almansa, leyendo, por azar, El origen de la tragedia35,
donde descubrí que mi exilio interior era la expresión de un conflicto
muy anterior y primordial, puesto que había tomado partido por unos
seres condenados al destierro y el exilio”.

JPQ insiste siempre en lo mismo cuanto ya he dicho como característica


de su escrito:
“… cuando cayó en mis manos El origen de la tragedia, de
Nietzsche, en cuyas páginas encontré el utillaje intelectual y todos los
materiales que había estado buscando, sin saber, y al fin me eran
34
Vid., Juan Pedro Quiñonero, El taller de la gracia, cit., pp. 167-169.
35
Vid., Friedrich Nietzsche, El origen de la tragedia. Ensayo de autocrítica, 1871.

28
entregados, porque quizá estuviese llegando la hora de mi
alumbramiento”36.

“Y fue en Madrid, en la calle Preciados, donde descubrí el libro,


traducido por Gabriel Ferrater37, que me urgió a abandonarlo todo,
familia, trabajo, amigos, una incipiente carrera, para descubrir las
calles donde muchos otros se perdieron antes que yo”.
Esta esperanza la encuentra, como narra en El misterio de Ítaca:
“Al evocar la provisionalidad permanente de mi vida, en diaria
cuarentena, descubro que fue Carmen [su esposa], al fin, quien me
enseñó a esperar y confiar en el milagro que siempre llegará, para
salvarnos, mañana; y, en mi caso, fue ella misma quien apareció,
como un ángel o una revelación, que llegaba trayendo su diario
cargamento de sueños y prodigios”.

36
Cfr., Juan Pedro Quiñonero, Retrato del artista en el destierro, Palma de Mallorca, Cort,
2004, p. 126.
37
En Misterio…, concreta más: “…pocos años antes de que, en la madrileña calle Preciados, la
traducción de Gabriel Ferrater de un libro de Hemingway me incitase a abandonarlo todo, en
busca de algo que quizá estuviese en mí….” (p. 23). Se refiere al libro París era una fiesta,
traducido en 1965.

29
II
DEL ECLIPSE, DECADENCIA O FRACASO DE EUROPA
A LA INEXISTENCIA DE ESPAÑA.
El arte de la transición.

“Lo cierto es que la recuperación del pasado y la persistencia de la


memoria es un rasgo mítico de la modernidad en un intento de
defenderse de los cambios que ella implica en esa carrera
vertiginosa hacia un progreso indefinido y algo oscuro y un futuro
desalentador e impredecible”.
(Luis Veres, Espéculo, nº 41, 2009)

La narrativa literaria es una ficción. La ficción narrativa se actualiza a


través de los mundos de ficción que crea. La única forma de conocer esos
mundos fictivos es a través de la lectura. Si el lector permanece en la lectura se
debe a las emociones o experiencias íntimas que el autor provoca38. Así pues,
con la misma emoción que comenzamos, seguimos con la obra de JPG que en el
día de hoy otea otros horizontes y nos promete nuevas impresiones.

El mundo moral que JPQ se crea tras la etapa de destrucción y anarquía


subversiva literaria, lo que él califica de “locuras juveniles”, sin que lo sean,
pues afectan a una persona y a su circunstancia formativa y sólo tienen
connotación si atendemos a la época en que se producen, es decir, a la situación
38
Vid., Steven Bermúdez Antúnez, “Las emociones como centro del impacto narrativo en la
interacción con mundos ficcionales. Su necesidad para la teoría literaria”, en Espéculo, nº 41,
2009.

30
de una España en pre-transición política, algo importante para la recuperación
de las libertades y la posibilidad de una expresión no censurada, su mundo
moral, digo, quizá proceda de la sublimación derivada de la creación artística.

Convencerse de la inutilidad de la destrucción de la novela,


desentenderse de la militancia de partido o central sindical –“Cuando yo llegué
a Paris, huyendo de un Madrid donde mis escritos y militancia en la CNT me
convertían en un personaje harto incómodo…”–39, confeccionar un recuento de
todo eso y crearse una conciencia europea –el patrimonio cultural de los
pueblos europeos pertenece hoy, al fin, al patrimonio universal de la especie–
no es poco, pero no sería nada sin haber asumido literariamente un proyecto
que camina desde los anagramas y la destrucción, pasando por la aceptación
de unos escritores propios, personalizados por el escritor –Machado, Ramón,
Corpus Barga, Valente, Luis Rosales, entre otros–, que más tarde ampliará; un
análisis de la literatura catalana como una lengua de convivencia con la oficial
del estado; una admisión de algunos mitos de la cultura de masas; un repaso a
la literatura universal, hasta una búsqueda desesperada e inútil:
“sin las utopías, la vida de los hombres sería un negocio
insoportable. Necesitamos creer. La tentación de existir acarrea
consigo los paraísos ficticios de la razón, la organización de nuestra
vida en función de unos provisionales códigos morales de
convivencia, la descriptiva de pasiones y el azar que el tiempo
desencuentra sin fortuna en el ocaso de una historia que renace sin
cesar de sus escombros para manifestar la grotesca potencia de
nuestras desdichas”40.

Han pasado bastantes más de diez años, han sucedido muchas cosas y
JPQ inaugura un nuevo proyecto: De la inexistencia de España. Un estado
incapaz de construir una casa común, el alejamiento europeo de España, la
existencia de un país privado de arquitectura moral, la destrucción moral de
39
Vid., Quiñonero, Juan Pedro, “Camaleón progresista” [en línea], unatemporadaenelinfierno,
enero 30, 2005. Dirección URL: <http.//unatemporadaenelinfierno.net/2005/01/30/camaleón
-progresista/>. [Consulta. 2 agosto 2009].
40
Cfr., Juan Pedro Quiñonero, Memorial de un fracaso, Madrid, Editora Nacional, 1974, p.
490.

31
España y la búsqueda de la patria perdida son los pilares de este nuevo resumen
que enlaza con el anterior (el de Memorial…), e inicia otra nueva etapa con los
libros que le siguen. La búsqueda de la satisfacción por parte de JPQ se ha
ajustado a las condiciones impuestas por el mundo exterior, es decir, ha pagado
el peaje que ha exigido el camino recorrido.

Desde la tierra mitificada de Totana –la casa Usher–, una larga travesía
del páramo que es el exilio –voluntario o no–, certifica la llegada a otro
ambiente que conviene explicar: el paso de una realidad a otra, de una novela
experimental a un realismo consciente en plena madurez, cuando la explicación
del mundo está empapada de cultura, arte y, sobre todo, de literatura. Ya no hay
que dejar correr “el fluido de la conciencia” porque el caos existencial ha sido
ordenado y sometido, sin que ello quiera decir que las razones que
determinaron su aparición se hayan eliminado, sino que han sido
racionalizadas desde otro criterio de interioridad y se puede explicar con otro
tipo de análisis cuanto antes oprimía: el ser humano intenta evitar que se le vea
vulnerable quizá porque, de ser inspeccionado, se le descubren sus puntos
débiles.

Hay, pues, una primera parte o etapa de su producción literaria en la que


la certeza de los motivos que le llevan a la destrucción del lenguaje impide que
sus interioridades sean explicitadas, no tanto por no hurgar en el interior, sino
por temor a que desaparezca una creatividad que tiene mucho que ver con el
estado de ánimo. Ahora inicia una nueva etapa porque ya ha racionalizado,
como ya he dejado dicho, todo un mundo cuyos valores no coincidían
exactamente con lo vivido y mitificado.

Estas sugerencias críticas sólo tienen por objeto hacer más comprensible
la obra literaria de JPQ, sin problematizarse con la más lejana en el tiempo, a
no ser que se desee hacer un ejercicio de lectura ajeno al no especialista o lector
llamémosle ‘vicioso’.

En Memorial… (pp. 13-14), escribe: “A los quince años debuté como


crítico literario, y ese quehacer sólo sirvió para forzarme a manifestar,

32
públicamente, mi pasión por los trágicos griegos, así como para introducirme
en el seno de la vida familiar de mi primer amor. Aquella historia fue un
fracaso…” Previamente había escrito: “Conocí antes el amor a las palabras que
el amor a la carne”. Hay actividades humanas que parecen desligadas de la
sexualidad, pero que se encuentran en la pulsión sexual que la sublimación
transforma en fuerza no sexual que se orienta hacia otras actividades humanas
consideradas socialmente superiores.41

La gran mutación. Europa / España es de 1982, fecha en la que


considero conclusa su primera etapa literaria. Este libro es la expresión de una
orfandad. JPQ ha efectuado un viaje para el que ha necesitado bagajes (alforjas)
distintos y diversos de los emocionales a los que estaba acostumbrado. Tiene el
libro 28 años. Toda una vida, al menos una generación. Es un libro no literario
que no nos hace falta porque hemos vivido cuanto auguraba: la entrada en la
CEE. Ya somos Europa. El futuro que él pensaba ya es pasado hoy día. Sólo le
queda constatar la verdad de sus augurios. Su salida de Madrid y su
enraizamiento en París, como lugar central acogedor de transterrados, para sus
correrías periodísticas, la formación a que debía someterse para salir airoso y
ponerse a la altura que exigía su misión, le hace aflorar de sí mismo porque ya
todo es más grande, no se ve como desde Madrid y eso le sirve incluso para
desdramatizar su vida. Es más, anuncia la muerte del hombre nacional y el
nacimiento del hombre europeo. Europa se ha convertido en “zona de
conciencia” del mundo, las culturas y las sociedades. Esto es vital en su
pensamiento porque según vaya olvidando Europa esta misión se va
produciendo su declive moral, espiritual: “El nuevo presupuesto tiempo/vida
del ciudadano europeo y los índices materiales de bienestar inmediato son la
tierra de cultivo donde proliferan los síntomas culturales que alteran los
fundamentos de nuestra civilización” (La gran mutación…, p. 48).

Pero la consecución del estado del bienestar es también el origen de la


corrupción de la sociedad:
“El trabajo asalariado, la acumulación de capital, la familia
burguesa, los pilares de las sociedades industriales, están sufriendo

41
Vid., Isabel Paraíso, Literatura y Psicoanálisis, Madrid, Síntesis, 1995, p. 67.

33
modificaciones en su funcionamiento que, con frecuencia, alteran su
primitiva función social. La dinámica del tejido social de la
civilización europea sufre unas metamorfosis que afectan a sus
centros neurálgicos, morales y económicos” (La gran mutación…, p.
48).

¿Cuál es, se pregunta, el papel de España ante la revolución cultural y


tecnológica? Define a España en 1980 como
“País pobre y extremadamente dependiente en materias
primas industriales, estratégicas, política y militarmente aislado de la
civilización occidental durante varios siglos, con un mercado
minúsculo que hace inviable las economías de escala nacionales en
los productos de consumo básicos de la segunda y la tercera
revolución industrial (automóviles, microelectrónica), el Estado
español todavía sufre una carencia catastrófica: vuelto de espaldas,
ignorante hasta los extremos del desastre nacional, ante la
formidable revolución cultural y tecnológica que agita creativamente
nuestra civilización” (La gran mutación…, pág. 180).

Pues bien, mientras se producía el proceso por el cual se constata la


decadencia de Europa –emigración, islamismo42– y la inexistencia de España,
algo más de una década –dieciséis años en concreto–, JPQ ha encontrado un
lugar personal, casi mítico en el que se cruzan los caminos viejos –sus padres–
con los nuevos –sus hijos–, una intimidad que posiblemente haya centrado su
vida y dado sentido al pasado para poder vivir el presente reconciliado consigo
y con el mundo. De ahí su postura moral.

Al primer libro de esta segunda etapa, De la inexistencia de España43, lo


creo continuación de Memorial de un fracaso (1974), al menos comienza donde
42 “Esa inmigración que comenzó a instalarse en Europa a finales del siglo XX y principios del
siglo XXI abre una nueva e imprevisible página en la historia política, económica y cultural de
nuestro continente, cuya seguridad, interior y exterior, también está hipotecada a la
incertidumbre que se desprende de tales problemas. Baste recordar las guerras de los Balcanes o
la inestabilidad potencial de Argelia o Marruecos.” Vid., Juan Pedro Quiñonero, Inmigración e
islamismo en Europa, a principios del siglo XXI [Conferencia pronunciada en Jaca, el 26 de
septiembre de 2006, en el XIV Curso internacional de defensa, organizado por la Academia
General Militar y la Cátedra Miguel de Cervantes de la Universidad de Zaragoza].
43
Madrid, Tecnos, 1998.

34
el otro acaba y como si fuera el mismo pero explicando más y mejor las causas y
consecuencias de lo anterior, porque incide en considerandos primordiales
necesarios para cerrar el ciclo de pensamiento expuesto en la anterioridad, ya
que ahora sí dispone de elementos suficientes para conformar su teoría, aunque
la rectifique y explicite según el paso del tiempo. De aquella España pobre,
ignorante del desastre nacional, hemos llegado a su inexistencia. ¿Cómo se ha
producido? ¿Cuándo comenzó a desaparecer? Pero “ya Ramón Gaya había
escrito: Los españoles están divididos desde siempre y antes, mucho antes de
llegar a lo político. Lo político no es más que un pretexto para su división
feroz”44.

La estructura del libro permite la exposición pormenorizada del


pensamiento del autor. Sin duda, este libro es un ensayo pero sensiblemente
literario. Ensayo porque sirve para demostrar un pensamiento o una teoría con
relación a España y la postura moral que mantiene ante este hecho. Literario
porque la escritura no es ni técnica ni farragosa y, en ciertos momentos, ante la
diversidad temática, hasta distrae. Es una escritura nítida, tersa, ajustada,
apropiada a lo que desarrolla.

Según JPQ, España sufre “una enfermedad espiritual que, con el


progreso y multiplicación de las mercancías, parece agravar su postración
moral. Entonces, se pregunta si podrá existir alguna vez España antes de
“desaparecer, víctima de una enfermedad del espíritu que la destruyó antes
siquiera de poder nacer plenamente” (De la inexistencia…, p. 13). La
integración de España en Europa va a impedir siempre la existencia de nada
“nacional, español”: “Sólo la realidad de sus artes y sus lenguas ofrece a España
una identidad sólida, bien enraizada en su historia material y en la historia de
su conciencia” (De la inexistencia…, p. 16). Pero encuentra que “ni España ni
los españoles han sabido explicar ni comprender, completa y definitivamente,
los frutos políticos e históricos de esa simiente donde florecieron las primeras
formas de ser genuinamente españoles” (De la inexistencia…, p. 16).

44
Vid., Quiñonero, Juan Pedro, “Se compran y se venden cadáveres. Pago al contado” [en línea],
unatemporadaenelinfierno, enero 26, 2005. Dirección URL:
<http//unatemporadaenelinfierno .net/2005/01/26/se-compran-y-se-venden-cadaveres-pago-
al-contado/>. [Consulta. 2 agosto 2009].

35
Entiende JPQ que, en 1978, la aprobación de la nueva Constitución, que
“quizá pueda agrietarse”, consiguió establecer un orden en donde, durante
siglos, había primado la falta de conciencia pública. El espíritu de reconciliación
duró un quinquenio antes de que los virus fratricidas comenzaran a minar los
cimientos del orden, que sólo se percibe en el espíritu de su aplicación. Destaco
la palabra espíritu porque JPQ hace bastante hincapié en que la enfermedad es
espiritual. Pero la existencia real y diversa de España fue puesta en un brete por
la falta de diálogo entre las tradiciones espirituales cristianas, musulmanas,
judías y agnósticas, “convirtiendo la patria en un bosque en llamas, condenada
a desertificación espiritual, anterior y mucho más grave que la desertificación
ecológica” (De la inexistencia…, p. 19). El reconocimiento formal de las lenguas,
tradiciones y culturas nacionalistas creó, además de recelos no cerrados aún
sino en aumento por la aparición de los nacionalismos excluyentes que han
elevado el techo político hasta pedir la abolición de la monarquía, el
asentamiento de un federalismo socialista de raíz decimonónica, cuando no la
independencia territorial. Hoy que Europa es una realidad común, en España se
tiende a formar reinos de taifas para ejercer cada uno su poder. Lo peor de todo
esto es que la población está al margen y son los políticos los que crean esas
necesidades que sólo tienen que ver con su ambición de poder para usar o quizá
abusar de su ejercicio como si fuese escasa la corrupción actual. El malestar
creado, la confusión moral y espiritual, dejaron al descubierto otros problemas
ya nombrados: terrorismo, corrupción y nacionalismo.

Literariamente, afirma JPQ que fray Luis de León permite fechar (En la
Ascensión, 1572-1575) “el momento histórico en que el hombre español
descubre el exilio del alma, desprovisto de existencia espiritual. A partir de ahí,
se inicia el desencuentro dramático de los pueblos de España”.

Si el alejamiento de Europa de España comienza en 1648 (la Paz de


Westfalia), el acercamiento se produce con el ingreso de España en la OTAN
(1982) y en la CEE (1986). Quizá el alejamiento comenzara en Roncesvalles. El
Cid fue condenado al exilio por su propio rey. La leyenda del Cid no fue
reconocida en Europa que dio gloria a la Chanson de Roland. España/Europa

36
habían tomado caminos divergentes. España “estaba condenada a ser y crecer a
través de un tumultuoso mestizaje de lenguas, razas y religiones”. Europa crecía
en los sólidos cimientos de la conciencia franco carolingia (De la inexistencia…,
p. 41).

Es amplio el recorrido por la historia el que hace JPQ para ejemplificar,


pero sólo nos vamos a detener en dos consideraciones:
1) España, enferma de la ausencia de ideas apenas podía poner fin a un
profundo desencuentro espiritual, lo que supuso la ruptura espiritual;
2) El territorio franco-carolingio continuaba siendo el motor de la construcción
política de Europa.

Más tarde, dogmatiza sobre otro elemento capital, el exilio: “el exilio no
es un accidente recurrente en la historia de los españoles, sino una de las
manifestaciones más profundas de su condición espiritual e histórica” (De la
inexistencia…, p. 48), claro que es un exilio incluso interior impuesto por la
censura, la delación y la envidia.

Cuando comenta a Larra, añade: “Sería posible escribir una historia de la


destrucción espiritual del hombre español de su tiempo a través de las
industrias, del comercio y el tráfico de palabras corrompidas y averiadas que
Larra escribe con tanta amargura y constancia” (De la inexistencia…, p. 55).

Ya estamos viendo el análisis que JPQ efectúa por medio de la historia de


España de cómo se va creando en nuestro país la conciencia maldita del
cainismo que adapta varias formas: alejamiento de Europa, dificultad de
diálogo para solucionar un conflicto que repara mediante la fuerza, el exilio, la
inquisición, con lo que nace esa España intolerante aún entre nosotros. JPQ se
pregunta si a España le bastará con estar en Europa y ser Europa para enterrar
cuatro siglos de aislamiento, ocho de enfrentamientos y muchos más de
diferencias políticas o militares. “¿Cuánto tiempo, dolor e incertidumbre será
necesario sufrir para poder cruzar el foso profundo y temible de esa extrañeza
secular? ¿Puede el imperio de la técnica y la lógica económica repoblar ese
deterioro espiritual sin fronteras?” (De la inexistencia…, p. 53).

37
De 1789 a 1989, hay dos siglos de desencuentros pues España cierra sus
fronteras y surge la pregunta sobre un pueblo que, según Jovellanos, carece de
una historia: “Desde hace dos siglos, desde hace cuatro, desde hace seis, ¿qué
ha hecho España por Europa?” (Nicolás Masson de Morvilliers, 1782). En
España se produce el motín de Esquilache (1766), la expulsión de la Compañía
de Jesús, por un lado, y, por otro, la llegada de Carlos III y la obra del Padre
Feijoo. Pero, la España cainita no se esconde y procesa a Olavide quizá por
haber ideado La Sinopia, “proyecto político ilustrado español, concebido con el
fin de abolir y desterrar la propiedad” (De la inexistencia…, p. 65).

Tampoco puede solucionarse el “viva las cadenas” que mantuvo a


Fernando VII en el poder. Así que, “durante un largo medio siglo, los españoles
se mataron y continuaron matándose por razones dinásticas, forales, religiosas
y agrarias”. La realidad de España se refleja en el esperpento. No pudo arreglar
nada la Institución libre de enseñanza. Todo ha ido fracasando. Ni siquiera el
regeneracionismo de Costa permitió salir de tal situación y el político llama a
España “artificio atormentado” (De la inexistencia…, p. 71). España está
manipulada por los caciques, los oligarcas y el gobierno civil.

Los literatos siempre han ido por delante: Bécquer describe un pueblo de
demonios y Rosalía y Maragall se preguntan que a quién llamamos españoles.
El desencuentro se origina en la lengua, la tierra, la historia. Rosalía de Castro,
según JPQ, vivió exiliada en su interior, pues se considera extranjera en su
patria. Maragall dará en su Oda a España (1898) a todas las lenguas de España
–gallega, vascuence y catalana– su definitiva expresión histórica. Prat de la
Riba anuncia: “La obra de la unidad por asimilación ha fracasado […] El hecho
de la pluralidad de nacionalidades, dentro de España, es un hecho primario
fundamental” (De la inexistencia…, p. 92). JPQ sólo hace recoger estados de
opinión que y sabemos en dónde han desembocado hoy y quién las mantiene.

Llegados a este tesitura, es positivo conocer el punto de vista de JPQ


sobre la lengua y literatura catalanas que ya avanzó en su Memorial… (p. 197).
Políglota él mismo, tiene una visión normalizada para entender lo catalán

38
porque piensa, quizá ingenuamente, que si pudo vivir en paz en Al-Andalus la
comunidad judía, con la mahometana y la cristiana, y cada una con su lengua,
ahora podrían vivir los nacionalismos no excluyentes en una patria común.45 En
algún momento de este escrito – ensayo, género al que tiende por la práctica del
periodismo, cita o se ocupa de la poesía catalana medieval, Ángel Guimerá,
Antoni Tàpies. Salvador Espríu, Josep Carner, Lorenç Villalonga, Josep Pla,
una de sus referencias clásicas, Baltasar Porcel, Pere Gimferrer. Es partidario,
pues, del bilingüismo: “además de una literatura específicamente catalana, se
ha escrito también en castellano” (Memorial…, p. 198). Y, en general, con
relación a este hecho diferencial, establece unos pilares:
a) no hay que subordinar el discurso poético a la infraestructura lingüística;
b) hay que esclarecer los síntomas que la historia ha pretendido olvidar;
c) existe un cuerpo poético coherente que no discurre por caminos autónomos,
sino que encuentra en la dicotomía burguesía en el poder / clase baja una atroz
voluntad de su pervivencia.

Pero avisa: “Este recordatorio no será bien recibido por un nacionalismo


objetivo”. Bien es verdad que todo este elucidario se matiza y desarrolla a lo
largo de su blog, Una temporada en el infierno, que comienza en enero de
2005.

Continúa con un repaso por la historia más reciente del siglo XX


acertando a predecir que “las pasiones ideológicas no estaban definitivamente
apagadas” a final de este siglo. Vayamos, pues, ahora continuando con la
relación de este proceso de pensamiento expresado hace ya once años. Hay que
pensar que su formación y experiencia le permiten haber desarrollado un serio
y personal dictamen de la realidad política española través de la historia, a la
que ha llegado a través de la historia reciente y la historia de la literatura. Su
pensamiento, pues, como expresión de su obra ensayística y literaria y su
45
“Llevo muchos años afirmando que, en verdad, los problemas vasco y catalán no tienen
solución estrictamente política. A mi modo de ver, sólo una perspectiva cultural pudiera echar
los fundamentos de una comprensión previa de los problemas pendientes –desde hace siglos-,
para poder acometer, más tarde, las cuestiones estrictamente políticas. Tengo un éxito
sencillamente nulo, que viene de lejos” (Léase la entrada de 22 de noviembre de 2009 titulada
“Cataluña, nación, ‘nación’, Tribunal constitucional”). Esta opinión suscita otra contraria: “Tu
libro De la inexistencia de España es una obra magna, pero falla en su tesis, porque antes que la
cultura están las personas y sus derechos inalienables, que anteceden a cualquier discurso”
(maty).

39
experiencia periodística es lo que exponemos, sin que ello signifique nuestro
asentimiento sin más, como tampoco se busca el del oyente: sólo interesa el que
se conozca su manera de pensar sobre problemas vitales para que cada uno
obre en consecuencia.

Todo el proceso anterior ha dejado según PJQ a un pueblo sin


arquitectura moral. Con la aparición del modernismo, Rubén Darío devuelve a
la palabra una misión mesiánica. Rubén inicia una profunda metamorfosis de la
política contemporánea. Con las primeras generaciones modernistas, “la poesía
y el arte se convirtieron en depositarios casi únicos de una vida espiritual que se
sabe sitiada y amenazada”. La significación mesiánica que los modernistas dan
a las palabras no ha encontrado la política que les permita ir más allá de la
realidad del espíritu, lo que da idea de la complejidad de la misión (De la
inexistencia…, pág. 108). Resulta difícil alicatar toda esta teoría y no perder sus
matices, por lo que no puedo menos que recomendar la lectura de los libros de
JPQ a las personas interesadas en este tipo de temática. Porque habla de R.
Darío como del descubridor de una Atlántida que es España:
“La Atlántida es, al mismo tiempo, un continente desaparecido
mucho antes, siquiera, de la formación de nuestra conciencia
histórica, y un continente mesiánico que sólo se hará realidad cuando
llegue la hora del juicio final y pueda nacer la patria prometida donde
puedan morar nuestro muertos, nuestros héroes y nuestros hijos”
(De la inexistencia…, p. 110).

Pasea después por los criterios poéticos de Juan Ramón Jiménez, de la


generación del 27, concluyendo que “cada nueva generación aporta nuevos
materiales a ese edificio común e interminable, sin haber zanjado la
incertidumbre histórica que se llama sencilla y simplemente España” (De la
inexistencia…, p. 118). Si Núñez de Arce anuncia el fin de la nacionalidad
española, JRJ descubre la ausencia de arquitectura moral. Todo esto que está
expuesto y lo que por falta de espacio tiempo vamos dejando en el olvido es sola
y llanamente la expresión del camino intelectual que ha recorrido JPQ para
hacerse un edificio en el que pueda su estructura de hombre encontrar
explicación aun en el nivel político-literario-nacional de cuantos sucesos han

40
permitido que España sea como es y a él le haya acaecido cuanto le ha sucedido.
Su realidad personal se arregla en su encrucijada parisina. Lo de España es otro
cantar, no en vano vegeta en la periferia europea entre 1808 y 1936, antes de
precipitarse en un nuevo abismo de destrucción y dolor. Sólo se salvó la lengua.
Y concluye: “La reconstrucción histórica de España, su vertebración […] quizá
requieran antes que nada su repoblación moral y espiritual” (De la
inexistencia…, p. 131). Y hacia ello dirige sus esfuerzos.

La evolución intelectual de JPQ pasa por múltiples reflexiones producto


de sus lecturas: Machado, Ramón, Azorín, Santayana, Ortega, Mª Zambrano,
casi todos figuras del exilio, y toda la experiencia acumulada en el trato con las
personas, porque todo es importante ya que hay necesidad de reconstruir el
espacio espiritual de nuestro Estado. La literatura es un espacio vital para el
espíritu amenazado por la técnica, por lo que se podría reabrir el debate acerca
de la eliminación del humanismo en la educación y en la vida modernas. Pero,
“España y los españoles poseen una identidad única y original: el
espacio vital donde se construyó su casa espiritual comenzó a
restaurarse en varias lenguas, romance, castellano, árabe, hebreo,
arameo, gallego, vasco, catalán y cada una de ellas aportó su propia
forma” (De la inexistencia…, p. 160).

Si tuviéramos que resumir en este momento, diríamos como se lee en la


contraportada del libro: “El Estado que usurpó durante siglos el nombre de
España sembró sus tierras de numerosas razones políticas, militares y
económicas, pero nunca ofreció una casa común donde se reconocieran
libremente todas las lenguas, culturas y religiones españolas”. En consecuencia,
propone “pensar España a través de toda la historia de sus literaturas y
nociones del amor, desde las jarchas hasta el siglo XX”. El pionero de esta
manera de entender la esencia de España fue Américo Castro.

Desde el punto de vista histórico o literario, JPQ siempre vuelve a los


orígenes y a sus fantasmas. Desde la literatura medieval, entiende que el
hombre español sale de la noche oscura del tiempo y camina ante el nuevo
mundo que comienza a descubrir, y en esa fuente beben todos los ríos de la

41
lengua. JPQ pone orden en el entramado de sus muchas lecturas y su cultura es
un mundo por el que caminar sin perder de vista no tanto la historia de la
literatura cuanto su interpretación.

Incluso estas son originales, pues, por los siguientes libros los demonios
entran en el paraíso:

1. Libro de buen amor (Juan Ruiz): funda un nuevo espacio moral y espiritual.
JPQ introduce a este respecto un comentario que es ejemplo de su prosa no
exenta de cierto lirismo innovador en los tratados o ensayos filosófico-
literarios: “La historia de las palabras permite rastrear siempre la oscura senda
seguida por la inocencia del espíritu y el amor que nos redimen del azaroso,
angustioso y devorador paso del tiempo. Con su modesta pero preciosa
artesanía textil, un beduino árabe trajo hasta Almería una forma sin duda muy
sutil, delicada y fina de tejer los hilos de cierto velo, o paño, o seda, en muchas
ocasiones, quizá, que las españolas árabe-musulmanas primero, las españolas
mozárabes después, las españolas de rancia estirpe castellana más tarde,
asociaron, todas, con las prendas que una vieja celestina podía usar como santo
y seña amoroso. A través de sus almajares, la vieja conocida o imaginada por
Juan Ruiz consigue atravesar la puerta entreabierta de la intimidad y la
conciencia de la dueña, a la que espera seducir. Es dueña, esa mujer, poseída
por una pasión ardiente, ya suspiraba, en verdad, ella misma, por comprar y
abandonarse a esas prendas de amor cuyos hilos de anhelos y palabras urden la
trama más firme y sólida de todo el Libro” (De la inexistencia…, p. 203).

2. Con Cárcel de amor (Diego de San Pedro) comienza el destierro de don Amor
y el triunfo de los demonios. “A través de esa angustiosa metamorfosis del
concepto y la visión del amor, estamos asistiendo al espectáculo sombrío de la
desertificación espiritual de la tierra inmaterial donde había crecido, durante
trece o catorce siglos, la arquitectura de la conciencia del español” (De la
inexistencia…, p. 226).

3. Con La Celestina, Fernando de Rojas anuncia la desertificación espiritual:


“Don Amor, que antaño ordenaba el tiempo del gozo amoroso y el tiempo social

42
del calendario agrícola, se ha transformado en un virus hipnotizante y
canceroso, sometido al imperio del mercado donde se compran y se venden los
cuerpos sin conciencia” (De la inexistencia…, p. 228).

Es decir, explica, dentro de la filosofía del pensamiento histórico-


literario el deterioro que ha sufrido un concepto que en definitiva anuncia la
muerte real a través de la muerte metafórica del amor. Así se inicia la plaga
moral que convierte el amor en una peligrosa gangrena espiritual, por utilizar
las palabras de JPQ.

El siglo de Oro supone la destrucción espiritual de España. En el camino


de Gracilazo se cruzan las ninfas camino del exilio y los demonios que
colonizarán España. Lope, Villamediana. Cristóbal de Mesa, Quevedo, el Conde
de Salinas son víctimas de una enfermedad del espíritu:
“La realidad mundial de España, entre los siglos XVI y XVII,
antecede y presagia algunas pesadillas y catástrofes milenaristas que
bien conoce el hombre del siglo XX: persecuciones y deportaciones de
masas, condena a la hoguera de libros y herejes, guerras, inflación y
epidemias socavando todos los fundamentos éticos, morales,
materiales y económicos del orden social” (De la inexistencia…, p.
254).

Equipara a Quevedo con la agonía de España:


“A través de la magia negra de una lengua hampesca, Quevedo
transforma y degrada las figuras y el rostro de otros hombres,
mutilando y degradando el patrimonio común de la lengua y la
memoria: las antiguas ninfas acuáticas de Garcilaso, hilanderas de un
pasado y una historia olímpica, han quedado convertidas en
miserables arpías de burdel arrabalero y canalla, tejiendo intrigas
tabernarias y criminales” (De la inexistencia…, p. 264).

Es comprensible decir que todos estos enunciados no pueden ser


desarrollados por entero para su perfecta comprensión porque han de ser
expuesto en un breve espacio de tiempo, el cortésmente concedido para una

43
conferencia, pero resulta que todo esto es necesario para la evidencia exacta,
correcta y con más fruto de sus escritos posteriores.

Así que, siguiendo con la desmembración espiritual, comenta que el


apogeo de la Inquisición coincide con el triunfo histórico del hampa y la
germanía, al tiempo que somete y persigue a los místicos, a los que castiga con
cárcel o prisión. Se aventura, una vez más, en una afirmación con la que se
puede o no estar de acuerdo, pero que es fruto de su teoría:
“Dejar el estudio de la lengua y las figuras del espíritu a los teólogos
cristianos me parece una catástrofe intelectual, porque, en muy
buena medida, la obra poética, filosófica y especulativa de Santa
Teresa, San Juan, Fray Luis y Miguel de Molinos escapa al corsé
religioso y sólo puede comprenderse plenamente en el marco de la
historia de las ideas, la historia de la geometría de las formas
espirituales, la historia, en definitiva, de la ficción y la poesía (De la
inexistencia…, pp. 281-282).

Tirso de Molina, según JPQ, anuncia el triunfo de una nueva zoología


mecánica:
“Don Juan oficia de mensajero del Mal en las grandes ciudades donde
circulan, se compran y se venden, a cualquier precio, siempre bajo,
hombres, mujeres, placeres, crímenes, objetos y cosas con que
amueblar el tedio que no siempre podemos combatir contemplando
los escaparates y mercaderías que hacen su irrupción en la ciudad del
Barroco” (De la inexistencia…, p. 287).

Acostumbrados a la interpretación lineal y oficial de la historia de la


literatura, en la que ya vienen señalados los buenos y los malos, estas
interpretaciones novedosas, incardinadas en la historia del pensamiento y las
ideas son innovadoras y sugerentes. Esto piensa JPQ y ustedes son los críticos
que deben juzgar sus convicciones morales y literarias. Porque, en tierra de
contrastes, Segismundo (Calderón) es el guardián de la torre encantada de
nuestra conciencia. Su condición de privado de libertad y de su memoria le hace

44
no palpar la realidad y vivir en un sueño, que viene a ser la representación real
de la España de su tiempo:
“Calderón busca su patria y en su patria a ella misma no la encuentra.
El pensamiento es un tormento y una prisión donde mueren los
hombres y las ideas sin encontrar el consuelo de un Dios ido, sin que
la certidumbre de la ruina y la muerte lo exima del dolor y de la
angustia” (De la inexistencia…, p. 295).

Pero,
“nadie como don Quijote encarna la agonía del hombre español […]
Don Quijote vive en una España inexistente conflicto contra el
encanto que al héroe y a su patria tiene prendida la razón,
impidiéndoles escapar al imperio de una realidad zafia y brutal que él
aspira a desencantar, para devolverle su más profunda y verdadera y
verdadera condición, ideal y espiritual” (p. 300). “Don Quijote y el
hombre español viven en un laberinto encantado: buscan a España y
sólo la encuentran en el destierro que es su única y más íntima tierra”
(De la inexistencia…, p. 309).

Sin duda, hay una objetividad textual en el escrito de JPQ, lo que hace
que el texto tenga unos valores que hace que los lectores lo estimen porque
comprenden el trabajo psicológico-literario del autor, y no se puede ignorar lo
sugerente y atractivo de los escritos que valoramos. Por ello, en el juicio que
forme el lector, puede ser fructífero que se llegue a la sobreinterpretación46,
basándose en la pluralidad de sentidos del texto que da lugar a una pluralidad
de interpretaciones47. Prestar atención y querer comprobar los asertos de JPQ
obliga a leer toda la historia de la literatura bajo unos presupuestos que no son
los oficiales y que no todos pueden estar dispuestos a aceptar, pero lo que sí
aseguro es que nada más que la lectura de este libro en el que expone sus teoría
es enriquecedor por las perspectivas que abre. Veamos un ejemplo: “La
picaresca inició un proceso de desertificación moral y espiritual más devastador
que la desertificación geográfica que comienza por las mismas fechas.”

46
Vid., Umberto Eco, Interpretación y sobreinterpretación, London, Cambridge University
Press, 1992.
47
Vid., Isabel Paraíso, cit., 1995, p. 132-133.

45
Comprobar este aserto obliga a la lectura del Lazarillo, del Buscón y otros
títulos de la picaresca barroca. Lo que no es poco si se hace con ojos nuevos: es
beber vino viejo en odres viejos.
Vamos a entrar en el capítulo más discutible del pensamiento de JPQ, si
es que nuestro objetivo nos llevara a esa dinámica. Pero quedamos en su inicio
que íbamos a presentar a JPQ según JPQ por metodología, de ahí nuestra
constante ejemplificación de acuerdo con su escrito. Para otra intervención,
cambiaremos la táctica crítica porque varía el género a tratar.

Los héroes buscan la patria perdida. Desde Calderón (1680), la patria


navega en un barco sin timón. Toda la política desarrollada desde entonces no
ha servido para nada. Ya hemos entrado levemente en la interpretación
histórica y no vamos a incidir por no morir en el intento, cuando sólo vamos a
repetir cosas. De nada sirvió cuanto de útil hubo en la Ilustración pues el
despotismo ilustrado hizo más profundo el abismo entre las dos Españas, la
administrativa y la real. Son muchas las preguntas que se hace JPQ y nulas las
respuestas positivas que puede, se puede, dar.

Ahora bien, lo más discutible de su teoría comienza ahora. ¿Rescata D.


Juan de Borbón a Alfonso X el Sabio?: “D. Juan de Borbón esbozó un proyecto
político personal que era una restauración moral: Mi ambición suprema –dijo–
es ser rey de una España en la que todos los españoles, definitivamente
reconciliados, puedan vivir en común”. (De la inexistencia…, p. 315). Y cierra
con otra lapidaria frase: “D. Juan Carlos hará realidad la ambición de su padre”.
Lo necesario es conocer las razones en las que se funda y eso pertenece a la
lectura de cada cual.

Ya hemos hecho hincapié en que Juan Ramón Jiménez hizo sus intentos
para rescatar nuestra arquitectura moral. Maneja JPQ la bibliografía adecuada
para que esto sea así, pues no es la que la mayoría utiliza. En un momento dado
y puesto que JPQ nos llevará allí, en próximos libros, en busca de la tierra de
redención, escribe: “L’Atlántida de Jacinto Verdaguer, que también inspiró a
Manuel de Falla, quizá por las mismas razones, recuerda la Atlántida donde
Rubén Darío reconocía el rostro de una España encantada e insomne en el

46
fondo del mar de la historia” (De la inexistencia…, p. 319). También es
discutible que Antonio Machado descubra el único espacio donde podamos
llegar a ser, por el uso cainita de que fue objeto en la transición, apropiado por
unos para desdoro de los otros, como igualmente lo fue Miguel Hernández.

La sublimación de Juan Ramón Jiménez, que le lleva a creerle capaz de


proyectar el rescate de los españoles de tres mundos, suena a poco porque JRJ
sólo fue víctima de la España que mandaba al exilio a sus hijos más nobles. No
creo en la capacidad de luchar del poeta moguereño, aunque reconozco dos
cosas, el valor de Espacio y el fervor de JPQ por el poema y su significado. Bien
que los fervores de nuestro paisano por los lamentos de los exiliados no lo
fueran todo, según otros criterios: más sufrió la España silenciada.

Y no es que quiera sustraerme a lo trágico de lo sufrido por Juan Ramón


Jiménez. Para entenderlo sólo hay que leer Patria y Matria. España, ¿dónde te
oigo?: “¿Qué es mi vida sin rumor español externo e interno? […] Por mi gusto,
no hablaría, ni leería, ni escribiría nunca más lengua que la de España, y
querría una federación universal de lengua española”48.

Al margen por lo común de lo oficial, JPQ descubre que Carles Riba


concibe la reapropiación de la tierra a través de la palabra y del espíritu de la
lengua catalana. Y complementando la ocupación o preocupación de JPQ por lo
que he dado en llamar lo catalán, afirma que de Ramón Llull a Baltasar Porcel,
la lengua (catalana) nos redime de la historia y construye una conciencia. Otra
debilidad literaria de JPQ, Joseph Pla, efectúa la construcción mitológica de
Cataluña.

Concluye JPQ con unas cartografías para una España futura. Claro que
este libro es de 1998 y en once años se puede dudar de algún aspecto de lo que
llamaba futuro. ¿Qué sentido tiene Cela o Rosales en todo esto?49 Umbral está
48
Cfr., Juan Ramón Jiménez, La corriente infinita. (Crítica y evocación), Madrid, Aguilar, 1961,
pp. 302-303.
49
Como todos los que conocieron a Luis Rosales en Cuadernos Hispanoamericanos que han
hablado de él conmigo, como Félix Grande y Fernando Quiñones, JPQ tiene una opinión muy
sentida y valiosa de su persona: “…y Luis Rosales tramaba el misterio verbal que sería su Casa
Encendida –se refiere a su libro de poemas La casa encendida de 1949–, iluminándonos con
una temblorosa palabra que desde entonces sirve de refugio a todos los prófugos sin domicilio

47
hoy ajeno a cualquier actualidad hasta que se revalorice su escrito y se recopile
su obra completa: ya es un clásico moderno. Benet, Cunqueiro y Perucho son
aún minoritarios. ¿Papeles de Son Armadans? Pues representan el mismo papel
que Cela ahora mismo: testimonial.

La importancia del blog de JPQ que tiene abierto desde enero de 2005,
es una fuente de matizaciones sobre su propio pensamiento, el que desarrolla
en sus escritos. Veamos esta entrada:

Variaciones sobre la inexistencia de España


enero 17, 2005
¿Por qué castellanos, andaluces, extremeños, murcianos, etc., no
pueden, no desean o no quieren comprender que un número
significativo de vascos, catalanes, gallegos y gibraltareños solo
quieren saber poco o nada de España?
¿Puede existir una comunidad “nacional” si sus miembros —o
presuntamente tales— no comparten un mínimo de principios
comunes, de carácter espiritual y cultural?
De hecho, ¿puede existir un “pueblo” cuyos miembros tengan
visiones antagónicas y fratricidas sobre la misma historia común?
¿Existe una realidad histórica absoluta, presente, pasada y
venidera, cuya veracidad indiscutible pueda ser aceptada por todos
los miembros de un tejido social a geometría variable?
¿Cómo influyen en la vida moral de los ciudadanos la demagogia
política, la manipulación publicitaria de la historia, el Terror
indiscriminado, la violencia callejera, el asesinato de inocentes y la
propagación audiovisual del odio?
Siendo lo que son los modelos electorales, quizá no haya respuesta
puramente política a tales preguntas: cada una de las partes está
interesada en instrumentalizar el odio con fines “comerciales”; la
victoria temporal de una facción sólo incrementa las tentaciones
fratricidas de la facción adversa, y la guerra audiovisual permanente

fijo ni morada propia, que allí encontramos agua y calor donde guarecernos de las tormentas de
ceniza de la historia” (cfr., El misterio…, p. 48).

48
sólo avienta nuevas semillas desalmadas, sembrando cada día nuevas
razones para odiar al vecino.
Quizá solo un imaginario “diálogo cultural” pudiera avanzar
razones para intentar salir del pozo de hiel donde la historia nos
hunde cada día más hondo. Pero todos los resortes de las industrias
del ramo están consagrados a privar a los ciudadanos de tales
mecanismos de comprensión.
No sé si la cultura pudiera salvarnos tal abismo de odio e
incomprensión. Pero es una evidencia que el matonismo navajero, la
basura audiovisual, los cementerios profanados, la cicuta ideológica y
la sangre corriendo por las calles han sembrado los pueblos con
adefesios y ataúdes.
De hecho, me digo, los medios de incomunicación de masas sólo
hablan de “política”, que es la manera más eficaz de prolongar
indefinidamente una guerra civil sin principio ni fin. Hacia el siglo XI,
la etimología de la palabra “español” ya planteaba el problema en su
raíz última. Para Gracián, ya se trataba de una vieja historia fratricida,
que el morisco de Cervantes ilustra en una de sus versiones
“nacionales” mejor conocidas y Goya nos hace visible en su versión
más trágica: Saturno devorando a sus hijos.

Para concluir, qué menos que hacer referencia a un comentario firmado


por maty, aparecido en su blog, Nauscopio Scipiorum, escrito el martes 23 de
enero de 2007 y leído por mí el 19 de agosto de 2007. Viene a decir, más o
menos, que De la inexistencia de España trata de la desvertebración de lo que
conocemos como España presente, pasada y futura. Pasada, por nuestra
turbulenta y convulsa historia, rica en enfrentamientos civiles. Presente, por la
incompleta transición hacia el modelo de estado autonómico. Futura, por la ya
omnipresente globalización.

Concluimos, pues, estos comentarios que son base obligada para la


comprensión y sobreinterpretación de cuanto escrito posterior de JPQ vamos a
presentar seguidamente. Son, sin duda, pensamientos anteriores a esta fecha de
publicación que creemos cierran el ciclo de sublimación de la penuria íntima

49
que sufrió nuestro amigo con la situación familiar y la suya propia, situación a
la que sería fácil y vano culpar en solitario a la dictadura, porque el drama venía
de muy lejos (p. 387).

50
III
EL EXILIO (COMO ELEMENTO DE LA DIVERSIDAD),
EL ARTE (COMO EXPRESIÓN DE UNA MATERIA ESPIRITUAL)
LA FANTASÍA (COMO MANIFESTACIÓN DEL YO)
(Búsqueda y encuentro de/con nuevas formas literarias)

No hay duda alguna de que los escritos elocuentes o poéticos, de


cualquier género, no se juzgan tanto por sus cualidades en sí
mismas como por el efecto que producen en el ánimo de quien lee.
De manera que el lector, al juzgarlos, los considera más, por así
decirlo, en sí mismo que en ellos mismos.
(Giacomo Leopardi: Parini, o de la gloria).

Siguiendo con el hilo cronológico, es nuestro intento dar a conocer


nuevas publicaciones de JPQ, al menos de cuatro de ellas que forman casi un
todo, a pesar de la diferencia de género, antes de introducirnos en su obra
capital, sus últimas novelas publicadas. Se trata de El misterio de Ítaca (2000),
Los anales del alba (2000), Ramón Gaya y el destino de la pintura (2005) y El
caballero, la muñeca y el tesoro (2005), aunque efectuaré referencias concretas
y múltiples a Retrato del artista en el destierro (2004) por ser la más
autobiográfica de todas estas publicaciones y ser conocida ya al haberla utilizado
en ocasiones anteriores.

Posee JPQ un tema recurrente que antes o después aparece en su obra.


En los libros que hemos presentado hasta ahora para incitar a su lectura y al
conocimiento de nuestro casi paisano, es quizá, sin temor a equivocarme, el
leitmotiv que hace avanzar la escasa acción aparente que en ellos hay. Son
libros, pues, en los que la literatura del yo50 está presente y los convierte en
egodocumentos51. Sólo anota los datos biográficos precisos para saber que,
50
Literatura del yo, en el origen de la autobiografía, consistía en contar las cosas no tanto como
había sido para el escritor sino según él. “La literatura del yo […] nace cuando se hacen
solidarios los espacios del sujeto y del objeto de la representación, creando, con la invención, un
espacio de creación imaginaria, que se sostiene en su propia verosimilitud” (Vid., G. May,
L’Autobiographie, Paris, P.U.F., 1979, pp. 88-89).
51
Egodocumento es, pues, “un texto en el que un autor escribe sobre sus propios actos,
pensamientos y sentimientos” (Antonio Castillo Gómez, “Cultura escrita y sociedad”, en Cultura
Escrita & Sociedad, 1, 2005, p. 17). En sentido amplio, un egodocumento es cualquier escrito
que dé noticia del yo, desde una partida de bautismo, pasando por diarios, crónicas, relatos de
viaje, cartas, confesiones, novelas, libros de memorias, hasta un poema en el que el autor
expresa sus cuitas, deseos, sentimientos, puesto que todas estas y otras aportaciones semejantes
sirven para la reconstrucción del yo de una persona.

51
instalado en su realidad de niño –la casa Usher– otra realidad adulta se impone
y origina una tragedia cuyas huellas se reflejan en el ánima. De no haber
ocurrido así su vida, no sería quien es, ni significaría lo que representa, ni
tendría su prestigio personal ganado con la pluma y su comportamiento. Es,
pues, el daño moral el protagonista de todos estos artículos imbricados y
secuenciados para tomar forma de libro. Como en los primeros libros en los que
expone su transterramiento y lo muestra todo en clave vanguardista, casi
excusamos su osadía y nos acercamos a su exilio que, en cierto modo, es el
nuestro. Así sucede con Memorial de un fracaso y Retrato del artista en el
destierro, a los que hemos de añadir El misterio de Ítaca y El taller de la gracia.
Pero, es mi pobre opinión que, en De la inexistencia de España, se produce una
demasía reiterativa porque los argumentos se efectúan desde el punto de vista
histórico y desde el punto de vista literario, con lo que se origina una
duplicación que sólo aporta matices, y quizá es lo que buscaba el autor. Lo
anómalo de De la inexistencia de España con relación a los otros escritos con
referencias biográficas es la intencionalidad de teorizar entrando en el terreno
de la especulación. Respetamos su teoría y el atrevimiento intelectual a
desarrollar un tema que supuso en su momento un enfrentamiento cainita entre
Claudio Sánchez Albornoz y Américo Castro, aunque la argumentación52 de
JPQ, como dejé dicho, impregnada sutilmente de historicismo, es más bien
literaria y en donde los aciertos son palmarios y notorios. Lo mejor del libro es
que obliga a leer con otros ojos, con ojos nuevos, la interpretación oficial de las
teorías literarias y de las introducciones a esos textos (El poema del Cid, El libro
de buen amor, Jorge Manrique, La Celestina, etc…) que avalan prestigiosos
profesores, pues siempre es bueno confrontar opiniones por si se encuentra la
piedra angular. Pero, podría parecer que derivaba todo en cuestión intelectual,
cuando tres libros al menos nos vuelven a lo monotemático: el exilio. Son tres
los libros que nos reconducen de nuevo a la intimidad y al proceso: El misterio
de Ítaca, Retrato del artista en el destierro y El taller de la gracia. Pero ya son

52
“Las argumentaciones son estructuras mentales complejas con las que tratamos de
fundamentar una afirmación o tesis, de tal manera que el receptor acepte la bondad de la tesis y
tome esta en consideración para orientar sus ideas y sus actuaciones. Las argumentaciones
constan básicamente de una afirmación declarativa, una demostración, una confirmación y una
exhortación a actuar conforme a los propuesto” (Cfr., Miguel Metzeltin/Margit Thir, El arte de
contar: una iniciación, Murcia, Universidad de Murcia, 2002, p. 31).

52
libros de la reconciliación. Ya ha regresado el autor a su Ítaca particular53 y
privada y expone cuantas sensaciones nuevas han despertado el sosiego, la
fecundidad, la fuerza del amor. Como son libros que están al alcance de
cualquier lector avezado y su lectura es enriquecedora, no voy a entrar en el
idilio que supone una familia ni sus componentes, ni tampoco en el cierre de
unas heridas que paradójicamente siguen abiertas y fluyen como el manantial
entre los cantos rodados, desgastados por el ejercicio de la vida:
“Yo había soñado con abandonarlo todo y huir a California.
Pero el azar me llevó a París, donde conocí a Carmen y continué
buscando la imaginaria ciudad que otros habían buscado mucho antes
que yo, igualmente en vano” (El misterio…, pp. 14-15).

En Retrato… insiste en esta cuestión:


“Mi vida en Madrid había desembocado en un callejón sin
salida y pronto llegaría la hora de partir, sin saber muy bien hacia
dónde. Me atraía la idea de pasar un año en Viena, para intentar hacer
avanzar mis rudimentos de alemán, antes de partir a California, que
me parecía, por entonces, el único destino que pudiera convenirme.
Jesús de la Serna modificó tales soliloquios con una decisión de
inmensas consecuencias para mí: nombrarme corresponsal en París
del viejo Informaciones, sustituyendo a Rafael Conte que regresaba a
Madrid” (pp. 333-334).

Y vuelve a insistir en Ramón Gaya…:


“Por aquel tiempo soñaba yo con abandonarlo todo y
marcharme a la California del Sur” (p. ).

Frecuentemente hemos echado mano a Retrato… para ampliar cosas que


no se decían en obras anteriores pero que nos parecían importantes para armar

53
El personaje central, Ulises en busca de su tierra Ítaca, es símbolo del oro volátil en busca de
su naturaleza esencial a través del elemento mercurial que es el agua. De hecho, un griego,
Odiseas significa irritado, un término que según Hooghvorst “es el utilizado en alquimia para
designar el oro cuyo color se irrita con los sufrimientos de la Gran Obra, necesario, por otra
parte, para su resurrección”. También Ulises, al que de hecho se le llama polytlas, que ha sufrido
mucho, padece grandes tormentos (vid., El hilo de Penélope. Emmanuele D’Hooghvorst, [en
línea]. Dirección URL: <http://www.juntadeandalucia.es/cultura/opencms/export/download/
bbhuelva/El-hilo-de-Penelope -Hooghvorst.pdf> [Consulta: 6 agosto 2009].

53
la figura de JPQ, su equipamiento moral, su sentirse niño en la adultez porque
no lo fue el tiempo que tuvo que permanecer en la infancia y no lo hizo por las
razones cainitas que explica. Estos últimos libros aparecen a partir del 2000,
pero todo cobra otro sentido si se le sigue a través de su blog unatemporadaenel
infierno. Porque va dejando piezas para recomponer el puzzle. Por eso afirmé al
principio que era un escritor de una única obra.

Entre El misterio…y Retrato… hay una diferencia. En el segundo existe


como una explicación, que no justificación, de cuanto había escrito, pero sin
experimentalismo algo, sin revolución pendiente porque lo único que queda son
cenizas literarias. Pero también hay cierta semejanza: por sus páginas pasan
personajes de la vida diaria, personajes literarios, personajes que conocemos o
hemos conocido, a los que hemos leído, lo que nos permite una familiaridad, un
como si nos fueran cercanos. Así pues, quedamos inmersos en su estructura, en
su desarrollo, en la pequeña trama que los une, París, centro espiritual del
exilio, y nos da la sensación de ser protagonistas también de esas aventuras
humanas en las calles parisinas. Como Azorín, como Baroja, como Pla, como
Feliciano, y tantos otros, JPQ nos da noticias de un París que fue y del París
nuevo por donde corren –corrían– sus hijos54.

No descubro nada del otro mundo si juzgo que El misterio… es un libro a


“lo Azorín”, una crónica humana de lo mínimo, de tanto detalle, tanta sensación,
tanta letra menuda y tanto protagonismo para tantos escritores desde hace casi
dos siglos. Las calles cobran vida y nos da noticia de los personajes que las
frecuentaron, las casas que habitaron, los comercios que visitaban, las
sensaciones que tenían, los duelos y los llantos de tanto exiliados, de tanto
visionario, los placeres que se procuraban. Los capítulos de esta obra son como
artículos que iban a parar a lo efímero del periódico y se raciman en un libro.
Están escritos de modo magistral y los expertos deben dilucidar si este escrito es
o no novelesco porque hay un escritor que nos va contando una historia, aunque
sea la suya en ocasiones, junto con otras incidencias; hay un personaje principal
trasunto del autor real que va moviendo a otros personajes que aparecen y
54
Además de ser París el centro de este libro, es un tema recurrente y querido para JPG. Para
una mayor información léase, Juan Pedro Quiñonero, París/España. Ida y vuelta, [en línea].
Dirección URL: <http://cuc.cervantes.es/lengua/anuario/anuario_06-07/pdf/europa_03/pdf>
[Consulta: 6 agosto 2009].

54
desaparecen de la narración y que, en lugar de ser ficticios, son reales, tienen o
han tenido realidad corpórea y poseen realidad literaria. Bien que cada capítulo
conlleva un título que lo separa del capítulo anterior y del siguiente, pero que,
en verdad, sólo sirve para darnos a entender de qué va a tratar. El receptor es el
que hace que este escrito sea novela, diario o colección de artículos, aunque lo
que en verdad consigue JPQ es romper las barreras entre su yo y el nuestro de
receptores55, consiguiendo emocionarnos de este modo, más por los motivos que
por la forma: “el literato, revistiendo sus fantasías con el placer preliminar que
procura la forma artística, oculta su origen personal y logra que sus lectores las
acepten como imágenes de la realidad. Haciendo esto, permite a sus lectores
acceder a […] sus propias pulsiones inconscientes”56. Todo lo humano
sobreexcede o sobrepasa la propia acción diaria y el conjunto de relaciones
establece una realidad figurativa no procedente del mundo ficcional, sino del
propio devenir de la vida de la calle. De ahí su atractivo. Ahora explica sus
razones de forma sosegada: “Cuando yo era niño, en Totana, mi familia solía
pasar algunos día, en verano, en Mazarrón y Águilas…” (El misterio…, p. 11).
“Todos esos caminos se cruzan e iluminan en la lejanía inevitable del tiempo,
cubriendo con el polvo de los años y el olvido el áureo paisaje de los pasos
perdidos. El desterrado mira hacia atrás y reconoce todos y cada uno de los
compañeros de un viaje que no acabará nunca” (El misterio…, p. 12). Y todo
aquello que sistematizó en De la inexistencia… queda expuesto con brevedad:
“La vida moral de los españoles hunde sus raíces y echa sus cimientos en los
zéjeles y jarchas, en el Libro de buen amor, en las teorías de la lengua de
Alfonso X el Sabio, Ramón Llull, Ibn Arabí y Moisés de León, precursores de la
vastísima arquitectura verbal que culmina con las traducciones y análisis
filológicos de Fray Luis de León… (El misterio…, p. 64). Y concluye:

55
Lo literario hoy camina hacia la ruptura de los géneros. La actividad literaria “se identifica con
un microcosmos social en el que se definen todo un conjunto de conexiones en las que
intervienen autores, lectores, críticos, académicos, editores, etc., pero que también precisa de
diferencias con otros campos sociales. […] Si, por un lado, la literatura e instala socialmente en
manos del predominio burgués y de los medios e instituciones ligados a este sector, se produce
por otro, una reacción de rechazo de algunas de sus consecuencias. […] Probablemente, los dos
momentos de este movimiento dialéctico son constitutivos por igual de lo que modernamente se
entiende por literatura. Tiene que ver, además, con otros conflictos, como el nunca resuelto del
todo entre una concepción más extensa de la literatura como escritura, que admite el ensayo, la
crítica, los géneros autobiográficos y otras varias formas discursivas…” (Cfr., Fernando Cabo/Mª
do Cebreiro Rádabe, Manual de Teoría de la Literatura, Madrid, Castalia, 2006, p. 85).
56
Cfr., Isabel Paraíso, Literatura y Psicología, Madrid, Síntesis, 1995, p. 75.

55
“Ulises navega por el brumoso mar del tiempo. Circe nos
aguarda y nos pierde en la encantada isla donde el comercio de las
palabras nos encadena a diabólicos paraísos artificiales. El camino de
Ítaca pasa por todas las calles donde los justos han sido condenados y
embrujados en la roca del exilio, del destierro y el olvido. Las
hilanderas57 que tejen el hilo de las palabras ofrecen a Ulises el único
embrujo que pudiera ayudarlos a atravesar el misterioso umbral
donde los vivos y los muertos se cruzan, camino de Ítaca. Encrucijada
histórica y temporal. Los vivos sólo llegamos a ser nosotros mismos
en la fidelidad a nuestras raíces, transmitiendo la palabra que es
nuestra semilla y nuestra morada más sólida. Ítaca está al fin de ese
viaje al fondo del piélago que somos nosotros mismos, perdidos en la
gloriosa ciudad inmortal de nuestro exilio y atribulada historia, espejo
fiel de las almas desterradas del paraíso y caídas en el tiempo” (El
misterio…, pp. 131-132).

“A través de textos muy cortos –explica el mismo JPQ–58,


que comencé escribiendo como si se tratase de artículos de periódico,
escribí un libro que se llama El misterio de Ítaca, que está consagrado
al vagabundeo de personajes como Azorín, Baroja, Scholem, Joseph
Pla, Jorge Santayana, don Antonio y Manuel Machado, entre otros
muchos. Sigo los pasos de todos ellos, deambulo al mismo tiempo por
sus escritos y por las calles donde ellos vivieron, casi siempre en París,
que también es un poco mi pueblo, y, siguiendo esas huellas,
materiales e inmateriales, intento escribir algo así como un capítulo
personal de una más ambiciosa geografía del espíritu”.

Sobre Retrato…, sólo añadir el artículo que Rafael Conte escribe en El


País de 14 de agosto de 2004, un artículo interesante que aparece también en el
57
Referencia al cuadro de Las hilanderas de Velázquez: “… mi madre había hecho enmarcar una
reproducción de Las hilanderas, de la que me hablaba, a media voz, con mucho respeto y
valoración […] … aquella imagen, creía yo, daba a toda nuestra casa el carácter y proporciones
imaginarias de una gran mansión… […]. La tarea sin fin de las hilanderas echaba las semillas de
una cierta unidad espiritual” […] … o “una modestísima reproducción de Las hilanderas
(sirviéndonos, ella sola, de secreto emblema en el que reconocíamos nuestra pertenencia a una
especie o secta perseguida o amenazada” (vid., Juan Pedro Quiñonero, Retrato del artista en el
destierro, Barcelona, Cort, 2004, pp. 43, 44 y 89)
58
Vid., J. P. Q., El taller de la gracia, Sevilla, Renacimiento, 2009, p. 173.

56
blog de JPQ el 10 de diciembre de 2007, Entre Ítaca y Caína, que reproduzco
por su interés, dado que es un testimonio contemporáneo de quien lo conoce
bien:

“Existe una constante dialéctica que atraviesa de principio a fin


toda la obra finalmente literaria de Juan Pedro Quiñonero, que oscila
siempre entre varios géneros -periodismo, crítica artística y literaria,
ensayo, novela y memorialismo- y que ahora publica con este su
duodécimo y mejor libro, en una carrera oscilante, tan repleta de
lagunas como de vacilaciones y con más interrupciones de lo debido.
Y esa constante no es otra que la dialéctica entre el exilio y el reino,
entre su tierra, calificada como un país autodestruido por su
cainismo, y el exilio o destierro en el que ha transcurrido casi toda su
existencia, entre la Ítaca de sus sueños, que siempre le ha
obsesionado, como un paraíso para volver y vivir, y la felicidad
subsidiaria y fugitiva que le ha dado su vocación total, la de la cultura
y la escritura, que ha dominado su vida.
Follow up59:
Así las cosas, como testigo cercano y hasta compañero a veces en
sus andanzas profesionales, debo hacer alguna puntualización a esta
doble constante que el artista Quiñonero nos presenta de principio a
fin, pues este es un libro que si no es de memorias propiamente dicho,
aparece como el resumen de una memoria personal de primera
magnitud, por el que desfilan (o desfilamos) como en una tumultuosa
y desordenada cinta cinematográfica grandes y pequeños personajes
de la historia y la cultura de hoy mismo y de todos los tiempos,
merced a sus continuas y apasionadas lecturas.
Lo más emocionante en mi opinión, es su introducción, la
magistral evocación de sus orígenes familiares centrados en un
comercio de su localidad natal de Totana (Murcia), propiedad de su
familia, que se conocía por el viejo nombre de La Tercena, ya
desaparecido junto con el viejo barrio donde se situaba, que el
memorialista describe como si fuera su "Casa Usher" (la del célebre

59
Un artículo o un informe con más información sobre un tema previamente informado.

57
cuento de Poe) personal. Soñando con un medieval "caballero
Quiñonero", compañero del Cid, se centra en la descripción del
monopolio estatal de distribución de tabaco al por mayor que
consiguió su abuelo, y con ello el bienestar de una familia que llegó
tras los vaivenes legales y comerciales correspondientes hasta el final
de la Guerra Civil, en la que sus padres -anarquistas derrotados-
padecieron la cárcel, las condenas y los correspondientes y sucesivos
exilios regionales. Con la decadencia y caída de su casa Usher y sus
padres condenados a una vida de supervivencia como maestros de las
escuelas anarquistas y diversos empleos rurales, un joven Quiñonero
casi autodidacta llegó a Madrid a mediados de los sesenta con un
pequeño empleo (recomendado por Pemán), consiguiendo abrirse
paso como periodista cultural en el desaparecido diario
Informaciones, de la mano de Jesús y Víctor de la Serna, Juan Luis
Cebrián, Pablo Corbalán y un servidor, al que al final sustituyó tanto
en Informaciones de las Artes y las Letras como en la corresponsalía
en París del citado diario a partir de 1977, que fue cuando de verdad
empezó lo que llama su "destierro", pero que no lo era del todo, pues
se trataba de un simple empleo en el exterior, de lo que sigue viviendo
hasta hoy (en ABC, donde nos juntamos durante un decenio).
En realidad, el memorialista no sigue aquí la cronología en un
sentido estricto, sino que se deja mecer por sus recuerdos de
personajes, ambientes, trabajos y lecturas, va mezclándolo todo, lo
agita sin parar con la guía que le proporcionan los vaivenes de sus
experiencias, siempre bajo la férula de un anarquismo bastante
férreo, lo que le conduce a un anticomunismo total, y a primar
siempre lo individual sobre lo colectivo. Acusa a su país de cainismo
(¿) en medio de viajes incesantes, de Los Ángeles a Nueva York, de
Pamplona a Nueva York, pero como si nunca hubiera salido de su
ámbito familiar.
Desde sus primeros libros bastante vanguardistas -los ensayos de
Proust y la revolución o Baroja, surrealismo, terror y transgresión,
tan desordenados ellos- o dos novelas como Ruinas y Los escritos de
V. N., que pese al gran premio entonces conseguido con la última

58
tampoco le rescataron del todo. La gran mutación fue un ensayo de
historia universal reciente, mientras De la inexistencia de España fue
su descubrimiento entusiasta de la pluralidad de su país, de las
culturas y mestizajes que encierra y de sus autonomías siempre tan
irredentas, que se convirtió a todas indiscriminadamente. Recopiló
sus crónicas y críticas periodísticas en Memorial de un fracaso,
consiguió otro premio con una novela mítica y abstracta, Anales del
alba, y habló de sus viajes y paseos (sobre todo de París) en El
misterio de Ítaca, que es como un preludio de estos recuerdos que
hoy nos entrega. ¿Y lo del "cainismo"? Habría mucho que hablar de
ello en su acusación a Cela de un plagio bastante inane (veinte
palabras de un verso ajeno mal traducido) o del infundio
indemostrable de un Semprún colaboracionista en Büchenwald, que
procede de su propio hermano60, lo que muestra que lo del cainismo
sigue siendo verdad. Salvo estos apuntes sueltos, el problema del libro
no está ahí, sino en la imposibilidad de seguir sus grandes vericuetos
teóricos. Aunque al final podremos quedarnos en su principio, en
aquella La Tercena hoy inexistente, que tan bien ha recuperado en su
memoria para todos nosotros. Eso bien vale el viaje, y leer este libro
es un placer”.

Aunque en algunos momentos se percibe cierta ironía y alejamiento61, sin


duda, es un resumen muy personal de los escritos de JPQ, con los que no hay
que estar de acuerdo sin más, sino comprender lo vasto de su pretensión y lo
heterogéneo de sus lecturas. Porque, en definitiva, lo que hace JPQ es valerse de
su situación personal de perseguido y exiliado personal, es decir, por su propia
voluntad, y sobrepasar toda esta situación extrapolándola para extraer o
exponer una teoría obvia, una España cainita que necesita una regeneración
espiritual. Para deducir esto sólo hay que leer la prensa diaria, incluso la oficial.

60
Asunto ya expuesto con anterioridad.
61
“La ironía, como es sabido, es un fenómeno complejo y constitutivamente ambiguo, puesto
que, por una parte, pretende crear una aproximación auténtica a la realidad y, por otra, ella
misma puede sucumbir a su propio relativismo y quedar reducida a un mero juego de ingenio”
(CFR., Belén Hernández González, “El ensayo como ficción y pensamiento”, en Vicente Cervera
et alii (eds.), El ensayo como género literario, Murcia, Universidad de Murcia, 2005, p. 166).
Existe en esta apreciación un desapasionamiento o alejamiento del objeto que puede llegar a la
indiferencia, al cinismo y a la puesta en tela de juicio lo que se defiende en la argumentación.

59
Presenta JPQ en Anales del alba una tendencia tenebrista exasperante en
ocasiones. Desde el mismo lenguaje no constructivo, destructor y destruible,
que sí gramaticalmente correcto, un barroquismo práctico recae sobre esta
parábola que, en síntesis, viene a narrar lo habido, lo anterior, lo ganado, lo
tradicional, lo genuino que representan y reflejan los valores patrios, destruido
todo por el invasor que significa el materialismo que irrumpe con la derrota del
pueblo invadido.

Ejemplifica JPQ con el pueblo romano –enemigo exterior– destructor de


la vida que representa el pueblo invadido que aparentemente es más atrasado a
pesar de que viva instalado casi en un locus amoenus. Teóricamente, al Poeta
sólo le queda la palabra, con la que se construirá una nueva Atlántida, de índole
espiritual, que no podrá ser degradada. La Atlántida es también un lugar
recurrente que tiene un significado preciso y exacto:
“Pero todavía tuve que esperar hasta el año que comencé a
escribir, por accidente, mi libro De la inexistencia de España, para
poder comprender a qué hacía referencia Rosa (Chacel) cuando me
hablaba de Juan Ramón y el Canalillo de la Colina de los Chopos,
porque fue en ese lugar madrileño donde se alumbró el concepto de
arquitectura espiritual cuya restauración pudiera permitirnos
rescatar la Atlántida que es nuestro pueblo y cuya pérdida, en los
confines de la historia, nos condenó a una existencia de dolor,
incertidumbre y desarraigo”62.

Dentro del pensamiento moral de JPQ, esta novela es un alegato contra la


guerra, es el enfrentamiento de la civilización industrial frente a la del espíritu, y
la instancia a una búsqueda para que saquemos conclusiones tendentes a armar
la arquitectura espiritual de España, pero no tiene nada que ver con sus otros
escritos doctrinales. Incluso la figura de Flavio Marcelo está briosamente
conseguida:

Vid. Juan Pedro Quiñonero, Ramón Gaya y el destino de la pintura, Madrid, Biblioteca
62

Nueva, 2005, p. 23.

60
“Flavio Marcelo contempló con sus ojos el sacrificio de muchas
avecillas inocentes, fingiendo creer en las profecías de unos augures
sin escrúpulos ni fe, cuando él bien conocía la funesta trama de los
Idus de Marzo. Y alejó a su esposa e hijas de la ciudad, temiendo que
alguna muestra de piedad pudiera cometer la crueldad estéril de las
turbas, cuando se conociese la gravedad inútil del magnicidio de una
facción de los padres de la patria, intentando yugular con el
derramamiento de la sangre de un solo hombre el cáncer que había
comenzado a corromper los cimientos de todos los templos del
Imperio. Pero la ciega sabiduría de un soldado versado en todas las
experiencias del dolor y la crueldad humanas, en el sitio de las
ciudades saqueadas, en el expolio de los palacios incendiados, en la
amarga soledad de los lechos sin placer, le impedía conocer el nombre
y el rostro de la desdicha que se avecinaba, para él y para nosotros”
(Anales…, p. 12).

Así opina JPQ de este mismo texto:


“En otro libro, que no sé si es una novela o un poema épico, un
libro que se llama Anales del alba, un poeta mediterráneo que escribe
en una lengua difunta, un poeta que se dispone a morir cuando las
legiones de Roma destruyan para siempre hasta los cimientos de su
pueblo, dice adiós y se despide de cuanto amó a la manera de Sócrates
despidiéndose de sus discípulos en el diálogo de Platón. Fingiendo
descreer en la oscuridad que para nosotros llega con la muerte. Para
mejor afirmar, con cierta soberbia altiva, sin fe en las palabras, que un
día condenarán las injusticias de Roma y salvarán a su pueblo del
olvido”63.

El capítulo de Retrato… en el que escribe sobre Ramón Gaya se titula


España peregrina. Es decir, de nuevo, lo personal está presente: “En mi ensayo
Ramón Gaya y el destino de la pintura (1999) hablo de otra especie de hombres
[…] capaces de arriesgar la vida por defender y salvar algunas obras de arte” (p.
221). Pero, a pesar de que efectivamente, se encuentra en el libro lo previsible, el

63
Juan Pedro Quiñonero, El taller de la gracia, Sevilla, Renacimiento, 2009, p.

61
libro constituye una sorpresa por el tratamiento del personaje. Como afirma
Amanda Renshaw64, “los escritos sobre arte se han convertido en algo
inescrutable”, por ello, este libro, si en cuanto a su parte de historia del arte y los
movimientos artísticos –pictóricos– ya es propio de un especialista, si entramos
en la ékfrasis65 de alguna de las pinturas que describe, el resultado es
restringido porque hace falta una cultura artístico-pictórica sobre arte moderno
para comprender todos los matices que nos propone66. El de JPQ es un lenguaje
periodístico no exento de conocimiento, al contrario, del arte moderno, por lo
que el libro se lee de modo fácil como cualquiera de sus otros libros, sobre todo
con el bagaje del conocimiento de su obra que portamos en nuestra mente.

Con independencia de todos los factores artísticos y afectivos que le


llevan a escribir sobre Gaya, JPQ insiste y resume cuanto nos viene contando en
los libros anteriores, sólo que, si antes necesitaba un gran formato para exponer
su teoría y congoja, ahora lo ha asimilado tanto como para contarlo en pocos
párrafos aunque volverá sobre ello en El taller de la gracia. “Gaya es
indisociable de su patria y de su historia más trágica y atormentada” (p. 17). Así

64
Es directora editorial de Phaidon y coordinadora del monumental libro 30.000 años de arte.
La historia de la creatividad.
65
“Permítaseme decir lo que entiendo por écfrasis, o más bien cuáles son los límites que
atribuyo a lo que yo llamo el principio ecfrástico. En primer lugar, de forma más restrictiva y
estricta, utilizo écfrasis, como ha sido utilizada por algún tiempo, para referirme al intento e
imitar con palabras un objeto de las artes plásticas, principalmente la pintura y la escultura.
Este significado estricto claramente presupone la dependencia de un arte, la poesía, de otro, la
pintura y la escultura. Es por tanto la forma más extrema de preguntar acerca de la capacidad de
las palabras de crear imágenes [picture-making] en los poemas. En segundo lugar, puedo
ampliar mi uso de la écfrasis si se ve, como muchos han hecho a lo largo de su historia, como
cualquier equivalente buscado en palabras de una imagen visual cualquiera, de hecho el uso del
lenguaje para que funcione como sustituto del signo natural, es decir, representar lo que podría
parecer cae más allá de los poderes representacionales de las palabras como meros signos
arbitrarios. En tercer lugar, si amplío lo que llamo el principio ecfrástico hasta su sentido más
general, puedo verlo en funcionamiento en cualquier construcción de una obra literaria que
trata de hacer de ella, como constructo, un objeto total, el equivalente verbal de un objeto de las
artes plásticas” (cfr., Murray Krieger, “El problema de la écfrasis: imágenes y palabras, espacio y
tiempo y la obra literaria”, en VV.AA. [Antonio Monegal, introd. y comp.], Literatura y pintura,
Madrid Arco/Libros, 2002, pp. 141-142). Otra definición: “Écfrasis es el vocablo griego que en la
retórica antigua designaba cualquier tipo de descripción vívida, aquella que tiene la capacidad
de poner el objeto descrito delante de los ojos del receptor. Comúnmente, la crítica de nuestros
días entiende por écfrasis la descripción literaria de una obra de arte visual” (cfr., Mª Victoria
Pineda, “la invención de la écfrasis”, en Homenaje a la profesora Carmen Pérez Romero,
Universidad de Extremadura, 2000, p. 252).
66
“El íntimo y continuado diálogo entre las imágenes y los textos […] podría ser identificado con
la sugerente actividad de la vieja écfrasis. A veces, también se han querido rastrear y descubrir
desde una perspectiva diacrónica, en el específico contexto productivo, adscrito a la llamada
literatura artística, algunos de los antecedentes más destacados e influyentes de los inicios del
desarrollo de la crítica de arte” (cfr., Román de la Calle, “El espejo de la ékphrasis. Más acá de la
imagen. Más allá del texto”, en Escritura e imagen, 1, 2005, p. 60).

62
que Gaya forma parte de esas personas que han buscado la arquitectura
espiritual de España y han sufrido dos suertes de exilio, el terrenal y el interior.

Vamos a prestar atención al desarrollo de su teoría porque resulta menos


complejo de lo que hasta ahora nos ha dicho:
“El concepto arquitectura espiritual tiene una raíz
neoplatónica evidente, con una genealogía relativamente fácil de
establecer. Empédocles, Platón, Filón, Plotino. Siguiendo es huella,
hacia el siglo IX, la material espiritual fue definida por Ibn Masarra y
la escuela sufi de Almería, donde la toma Ibn Arabí, antes de
proseguir muy distintas sendas, a través de Ramón Llull, el autor o
autores del Zohar, y la mística castellano-carmelitana, hasta el
extremo que permitió a don Miguel Asín Palacios discernir en ella
algunos de los pilares fundacionales de toda la filosofía española.
Juan Ramón no se detiene en esos antecedentes, sin duda capitales,
pero nos recuerda que sólo la reconstrucción de esa arquitectura
espiritual nos permitirá echar unos fundamentos sólidos donde poder
morar como pueblo capaz de salvarse del desarraigo saturnal de la
historia67” (Ramón Gaya…, p. 23).

Y de la misma manera que procedía con la literatura, lo hace con la


pintura:
“La naturaleza del conflicto que enfrenta a incrédulos y
creyentes en la materia espiritual del arte tiene hoy proporciones
mundiales, porque la Técnica puede aspirar a la colonización
definitiva del planeta, y el arte mismo se ha convertido, con
frecuencia inquietante, en una prolongación de las técnicas
publicitarias de la manipulación de las conciencias” (Ramón Gaya…,
p. 26).

Con referencia a Ramón Gaya, insiste:


“El concepto materia espiritual (antecedente y fundamento
palmario del alma material de Gaya) fue forjado por Ibn Masarra en
67
Desarraigo saturnal de la historia: Saturno devorando a sus hijos, España “devorando” a los
suyos, que envía al exilio y al exterior.

63
la Almería del siglo X, elaborando una filosofía espiritual de la
materia que venía de Empédocles, Filón y Plotino y debía contribuir,
entre Murcia (Ibn Arabí), Andalucía (Ibn Hazm), Castilla (Moisés de
León) y Cataluña (Ramón Llull) a la construcción de algunos de los
fundamentos de nuestra civilización, a través de las infinitas
ramificaciones e influencias de la mística musulmana, cristiana y
judía en no pocas de las más capitales corrientes del neoplatonismo
renacentista, de Dante a Marsilio Ficino. Gaya elabora a su manera el
concepto originalmente sufí, para prolongarlo y reinstalarlo,
definitivamente, en la historia del arte contemporáneo y el arte que
vendrá” (Ramón Gaya…, pp. 58-59).

Y ¿de qué habla este libro? Responde el mismo JPQ en su blog del día 5
de diciembre de 2005:
“De las artes proscritas del dibujo, la acuarela y la pintura,
amenazadas, por la “tiranía” de las vanguardias difuntas. Del
amenazado destino Museo, antigua casa del ser de un pueblo. De la
historia del arte, considerada como arquitectura espiritual de nuestra
civilización, amenazada por la barbarie de un arte sin raíces ni
principios, manipulado por el mercantilismo. Del puesto de Gaya en
la historia de la pintura, comparado con Picasso, con Balthus, con
Rothko. Sin olvidar a maestros mucho más próximos, como Werner
Tücke, Luis Marsans, Xavier Valls, Rodríguez Acosta, o Luis
Fernández, entre otros”.

El capítulo VI del libro, Última patria, se abre con una cita de Gaya que
ya conocemos: “Los españoles están divididos, desde siempre y antes, mucho
antes de llegar a los político. Lo político no es más que un pretexto para su
división feroz, abstracta, desalmada” (Ramón Gaya…, p. 97). Aprovecha esta
cita para seguir con lo mismo:
“Mi libro De la inexistencia de España (1998) explora algunas
de las semillas y raíces envenenadas del hombre español, condenado a
una existencia desalmada, víctima de una enfermedad del espíritu
que, a mi modo de ver, prolifera definitivamente con la lengua, la

64
ética y la estética de la picaresca. A través de la lengua, la literatura y
la historia de la cultura, entre las jarchas (siglo XI) y La casa
encendida (1946)68, mi obra explora el origen, evolución y
consumación de la desertización espiritual que comenzó a
emponzoñar y destruir los cimientos de la casa moral y espiritual de
los españoles con el triunfa imperial de una ética y una estética
hampescas, cuya primera y endemoniada tarea fue, y ha continuado
siendo, durante muchos siglos, la destrucción de una arquitectura
espiritual (Juan Ramón Jiménez) de nuestras distintas identidades,
enfrentadas y contradictorias, hasta el fratricidio, durante siglos. El
libro de buen amor, Diego de San Pedro, Don Juan, Segismundo,
Cervantes, la gran poesía áurea, etc., son algunas de las calas y
personajes que me permiten indagar e iluminar a algunas de las
trágicas y fáusticas consecuencias de ese inconcluso proceso histórico
de demolición de las raíces espirituales y morales de nuestros
pueblos. En mi obra me extiendo prolijamente en la metamorfosis
saturnal de esa enfermedad del espíritu, devorando y envenenando
las semillas más hondas de nuestra existencia histórica, nuestra
concepciones originales del amor, nuestro vagar insomne en el
piélago de la historia, como una suerte de Atlántida que Rubén Darío,
Jacint Verdaguer, Manuel de Falla y Juan Ramón Jiménez
consideraban imprescindible rescatar, para conquistar y reconstruir,
al fin, la arquitectura espiritual que pudiera redimirnos del silencio de
las cosas y los objetos desalmados, porque, privados de alma,
(estamos) condenados a vegetar como meros sujetos pasivos de una
historia cainita” (Ramón Gaya…, pp. 97-98).

En El taller de la gracia, también se ocupa de esta publicación:


“Este libro se llama Ramón Gaya y el destino de la pintura y a
través de él intento comprender la importancia de la fidelidad del
artista genuino a los principios de las viejas disciplinas del lápiz, el
pincel, el lienzo o el papel en blanco” (p. 176). Tiene un capítulo
titulado Velázquez y la comunión de los hombres libres que hace

68
Libro de Luis Rosales al que ya nos hemos referido.

65
continuas referencias a Gaya: “Ramón Gaya me descubrió los
misterios de la luz, indisociables de la geometría de los cerezos en flor
y su tarea heroica de volver a pintar el Museo universal, intentando
reconstruir los cimientos de una morada menos deshilachada para el
hombre desarraigado de su tiempo que es el nuestro” (El taller…, p.
180).

Y concluye:
“Gaya es el único artista de nuestra cultura que ha llegado a
expresar lo que hubiera podido parecer impensable: que, en verdad,
España misma sería inexistente, si su pintura y su Museo no le
ofrecieran un suelo donde echar raíces y morar, el germen de una
arquitectura espiritual que haga o pudiera hacer visible su postura
moral más profunda y no siempre discernible” (Ramón Gaya…, p.
120).

Terminamos nuestra intervención de hoy al ocuparnos de El caballero, la


muñeca y el tesoro69. Según W. Iser,
“a la hora de considerar una obra literaria ha de tenerse en
cuenta no sólo el texto en sí sino también y en igual medida, los actos
que lleva consigo el enfrentarse a dicho texto”. […]. “La convergencia
de texto y lector dota a la obra literaria de existencia”. […] . “A medida
que el lector utiliza las diversas perspectivas que el texto le ofrece […]
pone a la obra en marcha”70.

Así que recibo un texto literario concebido de tal modo que compromete
mi imaginación de lector, por lo que sólo puedo abandonar la lectura por
aburrimiento (el texto queda corto) o por agotamiento (va demasiado lejos).
Este texto viene acompañado de una interpretación que procede de la misma
editorial: “El caballero, la muñeca y el tesoro es una fábula moral”, se lee en la
contraportada. Pero también hay otros condicionamientos lectores procedentes
de críticos especializados: “De ahí, en mi caso, la imaginación de un proyecto
subversivo, contra el Tiempo y el Estado de las Cosas Dominantes, encabezado

Barcelona, Áltera, 2005.


69

70
Cfr., Wolfgang Iser, “El proceso de lectura: enfoque fenomenológico”, en VV. AA. (José
Antonio Mayoral, comp.), Estética de la recepción, Madrid, Arco Libros, 1987, pp. 215-216.

66
por un caballero inexistente, un niño y una muñeca: El caballero, la muñeca y
el tesoro”71. Ahora leemos otro testimonio personal de JPQ:
“El mismo cartero que me trae Quimera me entrega un
paquete con los primeros ejemplares de mi nueva novela, El
caballero, la muñeca y el tesoro (Ed. Áltera), que comencé a escribir
en nuestra casa de Ault el verano de 1990 y di por concluida en París
el verano del 2003. Originalmente, ese libro, se llamaba Juan, I, 14,
en recuerdo del poema de Borges del mismo título. Pero mi editor,
Javier Ruiz Portella, me invitó a buscar un título menos esotérico.
Cuando Javier me pidió un resumen sobre las aventuras de mi
caballero, le envié estas líneas: Rodrigo es un caballero de la estirpe
de Arturo. Su rey lo traicionó. Los infantes de Carrión deshonraron
a sus hijas. Doña Urraca le propuso un infame pacto carnal.
Condenado al destierro, durante siglos, decide volver a su patria
para salvarla de una tiranía atroz. Los antiguos hombres han sido
convertidos en esclavos de un campo de concentración universal.
Los pueblos se han transformado en parques de explotación y
comercialización de seres humanos, numerados como cosas
propiedad de marcas publicitarias... Rodrigo se despierta tras una
larga pesadilla: ha perdido su carne mortal; su armadura está
vacía... pero tales inconvenientes no le impedirán iniciar una
fabulosa revuelta contra un orden injusto y cruel, acompañado de
una muñeca de ojos de cristal y labios de rubí, y de un niño que
construye figurillas de barro a las que intenta transmitir un soplo de
vida, dándoles la palabra. Porque sólo ese oscuro misterio podrá
salvar a los proscritos que emprenden la campaña definitiva donde
deberá decidirse la suerte de los últimos hombres libres”.

Por interesante y oportuno, transcribimos el artículo de Javier Ángel


Juristo que dedica a este libro:

“Toda fábula moral en el mundo moderno tiende a proyectar en la


sociedad futura el arreglo de los males presentes, o bien, lo que en
consecuencia es lo mismo, a empeorar aquello que se juzga ya como
irremediable. Este género, utópico, donde la ciencia-ficción sería su
71
Vid., la entrada de unatemporadaenelinfierno correspondiente al día 18 de diciembre de
2008, titulada, Ana María Matute, el caballero, la muñeca y el tesoro.

67
consecuencia en lo tecnológico, ha conocido, con la quiebra de la
concepción optimista de la Modernidad, un declive del que este libro,
quizá sin proponérselo, puede ser tomado como ejemplo de la
búsqueda de otras vías, otras sensibilidades en que esta literatura se
debate hoy día.
Juan Pedro Quiñonero ha vuelto en esta novela el género del revés,
buscando en Arcadia lo que parece no encontrarse ya en Utopía, es
decir, construyendo una fábula moral con elementos tomados del
pasado, ya sea éste mítico, de cariz religioso, literario o político, y
ensamblándolos en una realidad donde el tiempo está suspendido y
no posee referencias realistas, aun sea futuras. El resultado de todo
ello es una inmersión en la intimidad más recóndita de aquello que
anida en el ser humano.
Leyendo este libro nos sucede lo que habíamos aprendido ya en
Dickens, que el hogar, por muy inhóspita que la vida se nos presente,
existe, aun sea en la lejanía, y si bien es verdad que la cita que abre el
libro es la afirmación de la irrealidad del personaje, esta se toma de Il
Cavaliere inesistente, de Italo Calvino, otro hermoso ejemplo de
irónicos planteamientos arcádicos, no lo es menos que la prueba de su
deuda está en la resolución que adopta un niño al final de la
narración, cuando el tiempo parezca que ha vuelto a darse la vuelta y
hablemos ahora de Ulises, de Eneas, de Cristo, de Sócrates, de la
fundación de Roma como si aconteciesen en el momento.
Juguetes rotos. En realidad el autor nos ofrece en este libro una
reflexión en torno a los frágiles, y duraderos, lazos con los que está
hecha la literatura, aunque valdría decir todo arte. La historia parte de
un desván con juguetes rotos, donde ya se sabe desde hace mucho
tiempo que reside la magia, de un niño con sus muñecos de barro a
los que insufla vida, de Rodrigo, nuestro caballero andante histórico y
mítico, y de una muñeca que logra revelar, finalmente, al niño el lugar
donde se halla la isla del tesoro. En medio se enlazan una serie de
tramas donde reaparecen personajes que creíamos enterrados en las
páginas de antiguos tesoros, esta vez en forma de libro, y que
recuerdan oráculos tan certeros como los de Delfos o Cumas.

68
La novela, así, se decanta, por un lado, por narrar las aventuras de
un nuevo Cid, de un Rodrigo que rememora de otra manera antiguos
amores con Urraca, su matrimonio con Jimena, su lealtad,
traicionada al rey, y, por otro, la metamorfosis del niño que quiere
insuflar vida a sus muñecos de barro y que, en realidad, es un
trasunto del narrador.
La clave nos la ofrece, en uno de los pasajes más bellos e
inquietantes del libro, la muñeca, cuando sonámbula describe los
sucesivos estados en que el niño soñará y le enumera Ulises, el último
poeta ibero, Ibn Arabí, el mismo Rodrigo, Juan de Austria, un marino
catalán aliado a unos prófugos bizantinos, Alejandro de Gándara, un
joven anarquista seguidor de Ferrer y Guardia, en fin, Eteocles y
Polinices en el Alcázar de Toledo.
Pero con ser la historia, aquello que se cuenta, apasionante,
destacaría quizá como elemento más valioso del libro el alto estilo de
su prosa, de una intensidad poética poco común y con una economía
en los diálogos, en unos tiempos en que estos se desparraman en un
lenguaje de andar por casa, que es de agradecer. Hay, además, una
densidad de significados que hace que el lector avisado goce
reconociendo signos, huellas dejadas de antiguas lecturas de novelas
iniciáticas, de aventuras, con elementos que aparecen desde los
comienzos de lo literario, como la serpiente. Y todo ello como último
refugio, de ahí que me refiriera antes al vuelo arcádico del libro, en
que guarecernos ante la sociedad desalmada que se nos avecina. La
literatura, por tanto, como nuestro encontrado hogar, nuestra cueva
del hallazgo, nuestra isla del tesoro”72.

A pesar de todo lo anterior, el lector crítico, en un ejercicio literario de


interioridad, puede buscar otros enfrentamientos a la lectura. Por ello, como
lector, intuyo algunos puntos de vista desde los cuales puede ser acometida la
lectura de esta novela: como literatura infantil, como cuento maravilloso, como
fábula moral, como novela fantástica73, en su sentido literal o como exposición

72
Vid., Juan Ángel Juristo, ABCDe Las Artes y las Letras, 7 de mayo de 2005, nº 692.
73
“El relato fantástico nace como un sueño con los ojos abiertos del idealismo filosófico, con la
intención declarada de representar la realidad del mundo interior, subjetivo, dándole una

69
de la argumentación de JPQ para la reconstrucción espiritual de España. Eso no
quiere decir que se obvie otra postura lectora porque habrá tantas como lectores
de este bello libro que no dudaría en recomendar para lectura adolescente (14-
16 años) a pesar, o quizá por eso, de no excluir ninguna experiencia afectiva.

Lo que hay que buscar es que el punto de vista del lector coincida con el
del narrador. Así, no convendría un análisis estructuralista del héroe y los roles
o funciones que puede desempeñar porque el mismo autor evita el alejamiento
justo de cuanto escribe al dar nombre al protagonista y conferirle demasiados
atributos para saber que se trata del espectro del Cid, del que sólo queda una
maltrecha armadura. Por lo tanto, no es conveniente leerlo como un cuento
maravilloso de tradición oral, aunque utilice alguno de sus elementos. Además,
para esperpentizar y, quizá haciendo un guiño a Italo Calvino, es un Cid –un
personaje– inexistente. Por otro lado, bien podemos considerar, aunque el
lenguaje, poético, no es el más apropiado ni se puede calcular, si lo ofertado en
el texto, su mensaje74, es comprensible para un adolescente, entrando dentro de
ese marbete que se conoce con el mal nombre de literatura infantil, por
peyorativo, cuando sería más oportuno llamarla literatura para niños o jóvenes
lectores. No creo que sea un libro escrito intencionadamente para estos
receptores. Pero, sí entiendo que una vez que hemos estado explicando y
justificando casi, argumentando, el pensamiento teórico de JPQ para entender
la necesidad de reconstruir la arquitectura espiritual de España, es a partir de
aquí como hemos de proceder a su lectura, sin olvidar tampoco el resto de las
ficciones que conforman el libro y la buena prosa que le da forma. Porque aquí
no escribe artículos periodísticos o ensayo, sino una novela. Lo que JPQ piensa
de las ciudades, del ambiente, ámbito o espacio en el que se desarrolla la acción
viene de antiguo, pues aparece en Memorial de un fracaso (1974):
“Las ciudades nos esterilizan […]. El crecimiento neurótico de
las grandes ciudades de nuestra civilización asegura malestares
definitivos para los individuos que las habitamos. Sin embargo, los

dignidad igual o mayor que la del mundo de la objetividad y de los sentidos” (cfr., Italo Calvino,
“La literatura fantástica y las letras italianas, en VV. AA., Literatura fantástica, Madrid, Siruela,
1985, p. 41).
74
“El mensaje literario es, sobre todo, la manifestación de un alma interesante” (cfr., Antonio
García Berrio/Teresa Hernández Fernández, La Poética: tradición y modernidad, Madrid,
Síntesis, 1988, p. 100.

70
monstruos constituyen una tentación insalvable: el éxodo rural hacia
la ciudad alimenta una redención fantasmal, el campo se despuebla
para alimentar el absurdo gigantismo administrativo […]. El
gigantismo urbano universal no es más que un producto del
centralismo administrativo y los desmanes arquitectónicos no son
más que un residuo de los abusos centralistas” (p. 400)75.

La referencia al Cid en su obra es constante:


“El juglar que glosó la historia del Cid fue el primero en
hablarnos del español en su tierra, enfrentado con sus hermanos de
fe, hermanado con sus adversarios de religión, compatriotas todos en
una tierra que comienza siendo una tierra de fronteras, poco o nada
reconocibles” (De la inexistencia…, p. 31). “El dialecto castellano
comenzará a cobrar protagonismo que desembocará en el poema de
Mío Cid, un siglo más tarde” (De la inexistencia…, p. 174).

Si se medita un poco, el Poema de Mío Cid parte de una carencia: casi


todo son carencias en el texto de JPQ, sobre todo afectivas, que el héroe debe
solucionar y el caballero también. Y su flujo natural es el desarrollo de la trama.
Son todos, si se observa, personajes marginados/marginales que necesitan una
reinserción en la vida que fluye: el niño, en tránsito, porque se ha de hacer
adulto es el canal útil y necesario para que, envuelto en la ‘locura’ del
pensamiento de Rodrigo, intente la regeneración espiritual. La muñeca es toda
una simbología: todos los seres son rescatables y dignos, haya sido su vida lo
que haya sido, sobre todo cuando es utilizada y despojada de dignidad al

75
Es una interpretación moderna del tópico barroco de menosprecio de corte. Pero es que,
haciendo otra lectura, casi todo es simbólico, todo lo que significa algo en el texto, hablando
semióticamente, es simbólico. La ciudad lo es del mal que queda definido por cuanto consumo
inmediato se realiza, por las cosas que se hacen sin ton ni son, por esa búsqueda de placer que
exacerba cuanto de animal hay en la persona. De ahí la armazón espiritual que se busca. “El
hormiguero de hormigón, a la par que sumerge al ciudadano en el torbellino de sensaciones
superpuestas, amenaza su identidad; lo tensa, lo excita, lo desequilibra, lo somete a un proceso
demasiado acelerado de unificación. Paisaje manufacturado, utensilios fabricados en serie,
hábitat homologado, todo sustrae a los vínculos vernáculos o provoca la disyunción entre
cosmopolitismo y autoctonía. La ciudad competitiva, profana, mercantil y pragmática impone
un cambio de mentalidad, propugna la religión del progreso, infunde un historicismo de avance
permanente, de incesante suplantación de lo objetual y de constante modificación nocional”
(cfr., Saúl Yurkievich, Del arte verbal, Barcelona, Círculo de Lectores, 2002, p. 62). Pues para
vencer, a falta de héroe y de objeto mágico, se necesita una arquitectura espiritual como
propugna JPQ. Yo me conformo con una vuelta al humanismo, aunque sea pagano.

71
arrojarla un rincón del desván, esa España lugar de encuentros de culturas y
exilios, ese desván lugar de los sueños no realizados, y por eso perennes en la
memoria. Es obvio que si un inexistente, un niño en su exilio personal porque es
sólo un proceso y sufre en su espíritu las contradicciones de ese crecimiento
expuesto a la realidad mientras él disfruta en la fantasía; una muñeca sin ojos,
despeinada, desconchada, algo que fue bello pero hoy se nos muestra ajado,
deteriorado, envejecido, y una armadura de un caballero inexistente por más
significativo que fuese en su momento, no son personajes que una editorial
dedicada a la literatura para jóvenes estuviese dispuesta a catapultar a la fama,
pues sin duda, repito, es un libro para adolescentes, cuando están más abiertos
a los bellos sentimientos, a las bondades más sacrificantes.

No sin sonreír creo descubrir una cierta ironía en la construcción de los


personajes. El único personaje real, el niño, vive en su mundo de fantasía y le
van a mover sus convicciones o sus necesidades vitales (el juego, sobre todo)
para que intente transmitir a la humanidad un mensaje de salvación espiritual
laica. No olvidemos el fracaso aparente de otro Niño divino por la escasa
aceptación de su doctrina salvadora, conformadora de una estructura moral y
espiritual suficientemente sólida para vivir la vida con dignidad, el que lo quiera
creer así. Sólo, por y para los no creyentes religiosos, no había que haberse
llevado a cabo la destrucción del humanismo. Esto hubiera bastado. La
descripción literaria de la muñeca es plurisignificativa pero cercana al feísmo:
¿qué le queda de lo que fue? ¿Qué atractivo hay en su figura para que sea
respetada y pueda canalizar puramente su misión? El contraste entre lo que fue
Rodrigo –discrepo de que el autor haya dicho citado a la estirpe del rey Arturo
porque desorienta–, las batallas en las que participó, las victorias que hubo, los
sucesos épicos que protagonizó, y la realidad, en la que sólo es un caballero
inexistente dentro de una armadura destrozada que cambia por una sábana, es
algo que, en parte, resulta grotesco y que no se acepta si la lectura se intenta sin
el candor de un niño pequeño. Porque la fantasía le hace aceptar la realidad de
la fantasía y los personajes, todos reales, quedan situados correctamente en su
mente de niño. A los adultos, nos falta en ocasiones el niño que fuimos y que
hemos echado a lo exterior, al exilio, porque los hombres no lloran, no tienen
por qué ser sensibles, a la fantasía o a la vida.

72
El momento cumbre trágico −melodramático si se quiere−, sarcástico
por su mordacidad irónica y grandilocuente, es el de la alocución de la muñeca,
que comienza a hablar, sonámbula:

Soñarás que eres Ulises que regresa de Troya y deberá


sortear numerosas pruebas y peligros antes de llegar a Ítaca.
Escaparás al embrujo del lecho de Circe. Abandonarás su suerte a la
ternura melancólica de Calipso. […] Soñarás que eres el último
poeta ibero −referencia concreta a “Anales del alba”−, al pie de la
frágil muralla de adobe que las legiones de Roma arrasarán
mañana. […] Soñarás que eres Ibn Arabí huyendo con sus padres de
la vega de Murcia, para escapar del baño de sangre que siguió a la
caída de Ibn Mardanisb, víctima irredenta de las tropas almohades.
[…] Soñarás que eres Rodrigo imponiendo tu ley y tu espada a las
intrigas de una corte que te odia y teme tu felicidad y el alcance de
tus campañas, para romper un voto de fidelidad que te dará la
gloria y el destierro. […].

Tampoco hay que olvidar la épica que supone la lucha contra el mal en la
biblioteca como campo de batalla porque el texto, como asevera Javier del
Prado, es la morada del yo: “el texto está hecho de una fusión entre el
imaginario y el mundo exterior que permite el imaginario”76.

Sería hasta práctico diferenciar lo fantástico de lo maravillo o decidir si


este texto forma parte del realismo mágico, pero sólo me parece importante
señalar que en el libro abunda la emoción, porque la reflexión pura “ne fait
appel à aucune mythe, à aucune symbole: en ce sens elle es un exercice direct de
la rationalité; mais pour elle la compréhension du mal est scellée”77. En el texto
prima le recreación del mundo de una infancia que no tuvo el autor o que ha
querido tener y de ahí el tono literario adoptado. No es aconsejable descubrir
todos los secretos del libro porque sería usurpar el derecho del autor. Yo ya he
ejercido mi opción, ahora son ustedes los que deben acceder a la práctica de la

76
Vid., Javier del Prado Biezma, “Arqueología mítica: el tematismo”, en Amaltea, revista de
mitocrítica, nº 0, 2008, pp. 25/38.
77
Cfr., Paul Ricoeur, Finitude et culpabilité, vol II, Paris, Aubier-Montaigne, 1960, p. 323.

73
lectura de este libro, pues estoy seguro de que no se arrepentirán. Además de no
tener que ocultar el derecho a emocionarse que tienen con su lectura.

IV

LA TRILOGÍA DE LA (PEN)ÚLTIMA ESPERANZA:


La locura de Lázaro, Una primavera atroz y La dama del Lago.
Aspectos extraliterarios y novela.

74
“En mi condición de escritor activo, de literato convicto y confeso,
abordo la crítica como tentativa de esclarecimiento de aquellos
textos que ejercen sobre mí atracción estética. […] Mis exámenes
están siempre presididos por un prejuicio favorable a sus objetos
de análisis. […] Trato de comprenderlos a partir de su centro
emisor como totalidad en sí y según su propia contextura, pero
sujetos a condicionamiento múltiple. […] El texto siempre me
sobrepasa, me trasciende, me deporta. Me lanza más allá de mi
saber: al trasver, a la traslumbre”.
(Saúl Yurkievich, “Crítica sinuisoide”, en Del arte verbal)

Los que ya hemos leído toda la obra publicada de JPQ, en mi caso por
devoción, mi amistad con el autor, y por obligación, presentarme preparado
ante ustedes lectores, sabemos de su dificultad, a no ser que se haga una lectura
sumaria. Hay que efectuar un esfuerzo crítico, desde la ‘experiencia ingenua’ y
una ‘respuesta participativa’ hasta la ‘penetración en el código literario’ por el
lector no ocasional78, para valorar esta obra, toda vez que presenta diferencias
con otros productos literarios que se encuentran en las corrientes creativas
actuales, cercanas al papanatanismo por su temática y/o derivadas de las
imposiciones editoriales para conseguir un ranking de ventas que proporcione
una rápida ganancia. Es una novela la de JPQ que cumple las expectativas
socio-político-culturales de los seres pensantes, no de los que se dejan llevar por
la crítica ramplona nacida desde algunas de las mismas industrias que
producen la literatura actual. No es una novela que se decante por lo marginal
sino que conlleva un mensaje a captar por quienes pongan los valores
interiores, morales, iba a decir espirituales, por delante de los del consumo
objetivo inmediato y sin criterio. No hay que olvidar que la publicidad, que
utiliza los recursos retóricos para realizar mensajes comerciales, “es una
institución social que sólo tiene sentido en un contexto sociopolítico
determinado: la sociedad de consumo”79 y el utilitarismo egoísta y hedónico que
conlleva.

Me he planteado seria y responsablemente cómo me iba a enfrentar a


estas novelas. No cabe una postura inocente ante ningún tipo de lectura, porque
hemos de cumplir lo que se ha dado en llamar pacto narrativo: fiados en el

78
Cfr., María Isabel Martínez López, El tópico literario: teoría y crítica, Madrid, Arco/Libros,
2008, p. 9.
79
Cfr., David Pujante, Manual de retórica, Madrid, Castalia, 2003, p. 359.

75
autor, aceptamos como si fuera verdad lo que nos cuenta y esto es válido hasta
que concluye la lectura. En el caso de la novela, de esta novela, se admite como
real todo lo que nos narra el autor. Es el contrato que establece el receptor en
casa una de las obras que pretende descifrar:
“en efecto, el discurso80 de un relato es siempre una organización
convencional que se propone como verdadera”81.

Aunque no dejaré de acudir, si lo necesito, a los caminos de la


narratología para entender y hacer partícipe a los lectores de mis apreciaciones,
sí he de apuntar ahora mismo que estamos ante un texto heterodiegético –el
narrador no forma parte de la historia–, escrito en tercera persona, que utiliza
la metalepsis, pues en alguna ocasión, sin cambiar de persona, efectúa una
descripción explícita, añade algún comentario sobre el universo narrativo y,
entre las figuras retóricas, utiliza aunque pocas veces la correctio82, como se
puede ver en la disposición tipográfica. Otras anotaciones teóricas, por ejemplo,
su ausencia de estructura dialógica, las iremos haciendo sobre la marcha, si es
necesario83.

Mi objetivo en estos momentos es dar a conocer la trilogía de Caína. La


componen dos novelas ya publicadas, La locura de Lázaro (2006) y Una
primavera atroz (2007), y una tercera anunciada repetidamente, La dama del
lago, de la que el autor expresa su opinión supongo que para crear un estado de
opinión o expectación literaria84. Es, pues, este escrito, algo no concluso hasta el

80
En Aristóteles, el qué de la obra se llamaba suceso, modernamente historia. El cómo se
llamaba fábula, hoy discurso o forma en la que se exponen y organizan las acciones del relato.
81
Cfr. José María Pozuelo Yvancos, “Teoría de la narración”, en Darío Villanueva (coord.), Curso
de teoría literaria, Madrid, Taurus, 1994, p. 228.
82
Figura frente al asunto que consiste en mejorar una expresión para que se ajuste exactamente
lo que se dice a cómo se dice o para que se ajuste lo que se dice al entorno social en el que se dice
(cfr., David Pujante, cit., 2003, p. 269).
83
Los interesados en estas cuestiones pueden leer estos artículos divulgativos: Carolina Molina
Fernández, “Cómo se analiza una novela. Teoría y práctica del relato 1 y 2”, en Per Abbat, 1,
2006, pp. 35-60 y Per Abbat, 2, 2007, 47-72.
84
“Con el estallido lluvioso y floral de la primavera, escribo las primeras páginas de un nuevo
libro, La dama del lago. La dama del lago comienza allí donde termina La locura de Lázaro y
su historia transcurrirá pocos años después de Una primavera atroz”. (Juan Pedro Quiñonero,
La dama del lago, 1, [en línea]. Dirección URL:<http://unatemporadaenelinfierno.net> 22
mayo 2008. [Consulta: 16 agosto 2009]). “Tercer volumen de mi trilogía de Caína, su historia
coincide cronológicamente con la incertidumbre y desencanto de la Generación Zapatero,
crecida en los páramos de la desertización geográfica y moral, iluminada con publicidad
fluorescente” (Juan Pedro Quiñonero, La dama del lago, 2, [en línea]. Dirección URL: <http://
unatemporadaenelinfierno.net> 2 julio 2009. [Consulta: 16 agosto 2009]).

76
momento de su publicación. Técnicamente se puede solucionar el problema
mediante el añadido de un nuevo y quinto capítulo.

Bien es verdad que, para enfrentarme a ellas con cierta garantía de éxito
y algún lucimiento personal por lo inédito del enfoque o punto de vista, decidí
desmenuzar tres tipos de estructura: la ideológica, la narrativa y la apelativa
(contexto), puesto que su descodificación me permitiría el conocimiento del
sentido del texto literario. También iba a ser aplicable alguna cuestión referente
a la teoría de los polisitemas por su proposición de no estudiar las obras
literarias como algo aislado, sino consideradas parte de un sistema literario
puesto que la literatura se encuentra dentro del marco social, cultural e
histórico de un pueblo85. Y, además, creí descubrir que la indeterminación del
texto y la necesidad de que el lector llene los “lugares vacíos” 86 ayudaban a una
interpretación del mismo que se desviaría de la opinión común con la que no
estaba muy de acuerdo, pues creía ver en las novelas algo más de lo dicho que,
por otra parte, suscribía casi en su totalidad. Pero, sin abandonar estos
propósitos, vamos a detenernos en algunos aspectos extraliterarios que han
afectado, sobre todo, a La locura de Lázaro.

La importancia que hoy se le da a la recepción de la novela87, es decir, al


lector individual al que se dota en el acto de la lectura de un carácter activo y se
convierte en intérprete, me fuerza a decir que mi obligación actual pasa por
animarles a la lectura de estas obras para que ustedes dictaminen, hagan su
veredicto favorable a su lectura o no. Yo quiero exponer mi experiencia lectora y
las reflexiones que su lectura ha producido en mí.

85
Vid., Jorge Leiva Rojo, “Recepción literaria y traducción: estado de la cuestión”, en Trans, 7,
2003, p. 60. Para profundizar en el tema, vid., VV. AA., (Monserrat Iglesias Santos, comp.),
Teoría de los polisistemas, Madrid, Arco/Libros, 1999.
86
Nos dice Umberto Eco que el texto deja al lector la iniciativa de colmar los lugares vacíos: “Un
texto quiere que alguien le ayude a funcionar” (cfr., U. Eco, Lector in fabula, Barcelona,
Lumen, 1999, pp. 76).
87
“Los pensamientos, los actos, incluso las palabras de los hombres tienen una función continua
en la cualidad y persistencia del ser. La analogía estética exacta es lo que se conoce hoy en día
como ‘teoría de la recepción’. El espectador, el lector, el oyente, se hallan implicados
dinámicamente en la realización de la obra de arte. Sus respuestas y sus interpretaciones son
esenciales para su significado” (cfr., George Steiner, Gramáticas de la creación, Barcelona,
Círculo de lectores, 2002, p. 69).

77
Antes de entrar en materia, he de confesar que determinados prejuicios
interferían en mí previamente al acto de mi lectura crítica88. Por un lado me
refiero al paratexto89 del autor, concretamente al peritexto90 porque el título,
que no tiene por qué ser sinónimo del contenido global temático del texto91, no
tiene sentido alguno para el lector hasta el final de la lectura de La locura de
Lázaro, dado que locura es algo genérico y Lázaro es un personaje que sólo
aparece de manera puntual inesperadamente con un sentido no sólo
regenerador sino de salvación no tanto personal como colectiva. Porque se trata
de una colectividad que gira en torno a unas personas o personajes de la cultura
que son influyentes en su medio. Obviamente, para mí, en este caso, locura no
es ni enfermedad ni desvío de la norma, sino una sátira moral que impugna lo
incorrecto y Lázaro puede ser el camino que busca Celia Jiruña Carón para
restablecer el orden conculcado, entre otros, por ella misma, porque no veo
margen alguno para recuperar la inocencia92, ni siquiera con su último gesto.
Bien es verdad que los Noval eran aparceros en el Hondo, les llevaban ciruelas y
frutos tempranos y quisieron renovar el arriendo “si ella no decidía
desprenderse de sus tierras que había atado a sus familias desde hacía bastante
más de una generación, sin dar todos los años unos frutos con los que alimentar
alguna rara esperanza de redención”.

Más que elogio de la locura, elogio de la necedad en el sentido


erasmiano, pues resulta que en su novela aparece “unas cuantas verdades de las
que el mundo se asusta”. Al igual que Erasmo, JPQ da su opinión, con sus ideas
y actitud, “acerca del porvenir que se dibujaba tras el velo que cerraba el
88
Pero es que, al ser publicada, la novela se convierte en una opera aperta. Umberto Eco, en
“Entre el autor y el texto”, afirma que el autor sabe que, cuando un texto es producido para una
comunidad de lectores, no será interpretado según sus intenciones sino que en la interpretación
jugarán una serie de interacciones complejas que, también, incluirán a los lectores y a “(...) su
competencia en la lengua en cuanto patrimonio social”. Eco entiende por patrimonio social no
sólo al conjunto de reglas gramaticales, sino que incluye al conjunto de actuaciones que esa
lengua ha producido, entre las cuales podemos mencionar las convenciones culturales y las
historias de las interpretaciones previas de muchos textos, incluyendo el que se está leyendo (U.
Eco, Interpretación y sobreinterpretación, Cambridge, 1995, p. 72).
89
Conjunto de enunciados que rodean a un texto (título, subtítulo, prólogo, etc…)
90
Parte del paratexto inseparable del texto (título)
91
Cfr., Manuel Martínez Arnaldos, “Morfosintáxis del título en español”, en Estudios románicos,
1991, 7, p. 116.
92
Epitexto de la solapa de la portada: “La escritora legó sus últimas propiedades a un misterioso
Lázaro Noval, cuyo destino se confunde con el proyecto manicomial de intentar redimir los
baldíos víctimas de incontables guerras fratricidas, dando al legado último de Celia el sentido de
una fábula épica y moral sobre el atormentado puesto de Caína en la historia”, nota que también
desfavorece la interpretación del personaje y el hecho concreto.

78
escenario contradictorio de su época en crisis”93. Y aclara: “La locura de mi
Lázaro es creer posible e indispensable la redención de su tierra”. Hablar de
redención de la tierra es algo irónico pero, sin duda, Lázaro, personaje que
regresa de la muerte a la vida, sinónimo de resurrección, vendría a ser la última
esperanza: todo vuelve y la flor del almendro o del cerezo renace cada
primavera.

Perceptible para mí el sentido del título, encontré otros impedimentos a


la lectura. El primero de ellos un epitexto editorial94 aparecido en la solapa de la
portada: “La locura de Lázaro es una biografía no autorizada de Celia Jiruña
Carón (CJC), cuya carrera literaria culminó con el premio Nóbel”. Sin decir
que, a su lectura, se comprueba que Celia Jiruña Carón es atribuida por el autor
con elementos literarios y caracteriales propios del escritor gallego Camilo José
Cela, la crítica recensionista de la prensa diaria y sus suplementos culturales ya
no se apartan de esta atribución, aunque el autor intente mantenerse al margen,
porque tiene todos los controles de la situación y sabe lo que ha escrito, cómo y
por qué. Ello viene a restar credibilidad no en el autor cuando nos dice que
existen todas las diferencias del mundo entre la vida real de Camilo José Cela y
la vida imaginaria de Celia Jiruña Carón, sino en la narración misma, porque
Celia lleva inmediatamente a Camilo. Claro que ese es un riesgo que debía
haber calculado el autor si es que no lo hizo, porque todo lo creo muy pensado
y, sin ser un ajuste de cuentas, que no ha lugar, sí es un decir lo que pasó por
parte de JPQ, o, mejor, como él lo vio, interpretó, y que concluyó con su
exclusión de Madrid y su exilio a Ítaca (Lutecia) –viaje mágico de ida y vuelta
en eterno retorno– y de ahí a su Atlántida novedosa pero ya en la tradición
cultural. Si hubiera decidido que la novela fuese un homenaje a CJC, no hubiera
hecho referencia al plagio de Cela de una frase que JPQ considera importante.
Peccata minuta ya expuesta en otro escrito. A lo largo de todas la recensiones
de los críticos, se ha hablado más de estos aspectos extraliterarios que de la
novela en sí, lo que la ha perjudicado en su comprensión pues, en ella, lo
importante es el mensaje y la interpretación lectora. Porque lo que necesita una
novela es lectores y esta se ha debido leer bastante sobre todo por el boca a boca
93
Cfr., Antonio Rodríguez Bachiller, “Prólogo”, en Erasmo de Rotterdam, Elogio de la necedad.
[En línea] Dirección URL: <http://www.dim.uchile.cl/~Isavedra/Elogio.pdf>. [Consulta: 16
agosto 2009].
94
Epitexto: circula fuera del texto (catálogo editorial, publicidad, etc…).

79
y a cuanto se ha escrito de ella en su blog, no porque le hayan favorecido las
recensiones, aunque esto también forma parte de la estética de la recepción.

Recojamos algunos testimonios. A pesar de que la apuesta de Juan Pedro


Quiñonero sea arriesgada por más que haya levantado un riguroso edificio
narrativo, afirmación de Masoliver con la que estoy de acuerdo, no creo que La
locura de Lázaro sea un “sólido e implacable homenaje a Camilo José Cela a la
luz de la España cainita de la guerra civil y el ambiente literario de la
posguerra”95. Ángel García Galiano escribe: “No es una hagiografía sobre
Camilo José Cela, pero no se llame a engaño el lector, tampoco es un libelo o un
mejor ajuste de cuentas. Hay aquí mucho de fascinación por la obra de este
enorme personaje”96. Y así podemos seguir. Unos haciendo siempre la misma
pregunta y otro, JPQ, desmintiendo: “La vida de mi Celia no tiene nada que ver
con Camilo”97.

También perjudica considerarla como ‘novela de/en clave’ y dedicar un


tiempo a descifrar los nombres y situaciones de la misma y ver su relación con
personajes y entornos reales. Por ejemplo, si Antonio Ruiz, pintor, es Antoñito
López98, y si el lugar en el que se encuentra con Celia, un hospital de
tuberculosos, se corresponde con, o es, Pabellón de reposo, de Cela. O si
Madame Bronté educa a su hija es o deja de ser Mr. Caldwell habla con su hijo.
O si Jacinto Saurio y Mura es Jorge Semprún y Maura, o si Miguel Fagoso
Iriarte tiene algo que ver con Manuel Fraga Iribarne. O si… Y esto no lleva a
ningún lado, porque no aporta mayor dosis de realismo a la novela.

Por su parte, JPQ es algo críptico, pues, como narrador, posee y maneja
todas las claves de lectura y no tiene, como autor, por qué descifrar nada y no lo
hace ni quiere. Claro que estamos ante un tipo de novela que por las razones
reseñadas ha atraído a la crítica recensionista tratando de hallar algunas

95
Vid., J. A. Masoliver Ródenas, “La mariposa erótica”, en La Vanguardia, 16 agosto 2006.
96
Vid., A. García Galiano, “JPQ versus CJC, con Navokov al fondo”, en Revista de libros, 123, 7
marzo 2007.
97
Todo esto queda recogido en el blog de JPQ, unatemporadanelinfierno.net, de los días 16 y 17
de agosto, 7 de septiembre y 20 de noviembre de 2006.
98
Este es un texto, entre otros, que nos puede dar la clave: “Antonio conquistó Caína con sus
vistas panorámicas de la ciudad, contemplada desde la terraza de algunos grandes edificios…”
(p. 264).

80
concomitancias con la realidad conocida en su época, por ser CJC un personaje
histriónico e incluso una ‘marca registrada’ en muchos momentos de su vida,
sobre todo los últimos. Ya existe una larga tradición en la literatura española
del siglo XX de una escritura ficticia apoyada en un momento interesante de la
vida socioliteraria. En la postguerra española se sitúa Mala gente que camina
(2006), de Benjamín Prado, en torno a la figura de Carmen Laforet, sin entrar
en otras consideraciones, como su temática, por no ser de nuestra ocupación.
Pero, con anterioridad, podemos señalar El Madrid de Fornos, retrato de una
época (Antonio Velasco Zazo, 1945), Los que nacimos con el siglo. Biografía de
una juventud (Francisco Guillén Salaya, 1953), Las máscaras del héroe (Juan
Manuel de Prada, 1996). Aunque entran dentro de la literatura autobiográfica,
citamos Mi medio siglo se confiesa a medias (César González Ruano) y La
novela de un literato (Rafael Cansinos Assens). Es decir, lo que ha hecho JPQ
en esta novela está ya en la tradición literaria de la literatura española.

A los que venimos leyendo la obra de JPQ, no nos extraña nada de


cuanto sucede en La locura de Lázaro, pues es lo que está escribiendo sin cesar
a lo largo de la segunda etapa de su ciclo compositivo, según hemos ido
desmenuzando en nuestras anteriores intervenciones. Lo único que ha hecho
JPQ ha sido cambiar de género y, en lugar de explicar de nuevo su tesis de la
España cainita, el exilio, su origen, sus manifestaciones, su proceso de
pensamiento que culmina con el desarme moral del ciudadano, por medio de
un nuevo ensayo, ha cambiado de género, digo, y ha escrito una novela digamos
que práctica, ejemplarizante, lineal –sin analepsis ni prolepsis–, con algún
guiño teórico ya sabido, porque describe cuanto sucede en el ámbito cultural
español desde su llegada a Madrid, más lo que añade por las críticas
anecdóticas, murmuraciones, calumnias y habladurías que escucha y retratan a
parte de la sociedad de la época, más el producto añadido de sus lecturas y
perspicacia. En ese ambiente y durante ese tiempo, pululan unos personajes a
los que da vida real o han pertenecido al mundo real, no a la realidad de la
ficción, que es lo que añade morbo al asunto. Son unos personajes de la España
profunda calificados algunos de solanescos, esperpénticos, porque echan mano
a los tópicos más manidos de la tradición, la España negra, pensando que, al
calificarlos así, se les ilumina –dentro de su marginalidad rufianesca en

81
ocasiones– y ensalza, porque se ha procurado ver en la novelas desde
influencias valleinclanescas y ramonianas, que las hay, hasta las señaladas por
el mismo JPQ de Novokov (y su Lolita) y de Faulkner.

La recreación del cronotopo99 es exacta, corresponde a la época que


novela y sirve para el desarrollo de su teoría por las condiciones de vida de la
posguerra y los personajes que fueron protagonistas. Qué más da que Caína sea
España o sea un lugar mítico, como Región, porque eso obedece al homenaje a
los autores que aprecia, como Benet. No se busque en Poncia la patria de Cela,
sino el terruño en el que JPQ se hace niño y ha de abandonar camino del exilio,
de ahí el deseo de que se regenere. Si nombra el Guadalorce (sic) se refiere al
Guadalentín, rió –rambla quizá– que nace y pasa por Lorca y Totana, habla del
pantano de Puentes (Lorca) y de las riadas que de él procedían por no poder
guardar las aguas de las avenidas que arrasaban las tierras, y los topónimos
usados pertenecen a trozos de tierra aledaños a Totana (Raiguero?) o son
inventados por genéricos. Porque JPQ está dando vueltas a su yo y a su
circunstancia. ¿Son la familia Noval trasuntos de aparceros cercanos a su
familia? ¿O son las posesiones familiares? Tampoco afecta esto a la
comprensión de la novela y sólo sería un dato biográfico de los que tanto
aparecen en sus novelas y escritos en general.

Hasta aquí hemos relacionado sólo aspectos metaliterarios100, aunque no


hemos olvidado relacionarla con su momento histórico. Pero no deseo olvidar
que esta novela, como las siguientes, obedece a una ideología personal no
coincidente con fuerza política alguna actual, que es la que hemos expuesto en
las anteriores intervenciones. Repito: lo que hace JPQ es valerse de su situación
personal anterior de perseguido y exiliado personal, es decir, por su propia
voluntad, y sobrepasar toda esta situación extrapolándola para extraer o
exponer una teoría obvia, una España cainita que necesita una regeneración

99
Cronotopo: la conexión esencial de relaciones temporales y espaciales asimiladas
artísticamente en la literatura que se define como “la unión de elementos espaciales y
temporales en un todo inteligible y concreto. El tiempo se condensa aquí, se comprime, se
convierte desde el punto de vista artístico, y el espacio a su vez se intensifica, penetra el
movimiento del tiempo, del argumento y de la historia” (Mijail Bajtin).
100
La metaliteratura pone el interés en el texto y en su proceso interno de lectura en lugar de
orientarse hacia un análisis de su contexto histórico-cultural, externo a la misma (vid., Jesús
Camarero, Metaliteratura. Estructuras formales literarias, Barcelona, Anthropos, 2005).

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ética. “La naturaleza del conflicto que enfrenta a incrédulos y creyentes en la
materia espiritual del arte tiene hoy proporciones mundiales, porque la Técnica
puede aspirar a la colonización definitiva del planeta, y el arte mismo se ha
convertido, con frecuencia inquietante, en una prolongación de las técnicas
publicitarias de la manipulación de las conciencias” (Ramón Gaya…, p. 26). Es
decir, a lo largo de la historia y de la literatura, se han producido unas
condiciones que han dividido el país en dos bandos enfrentados; eso ha
producido un desarme moral de los ciudadanos que quedan a merced de los
medios de comunicación e incomunicación de masas, conceptos que se pueden
aprender en su blog, y necesitan una renovación moral. Eso es lo que venía
predicando en sus ensayos y es lo que viene a decir en sus novelas, sólo que
explica, además, el largo lapsus de tiempo y ambiente que hay desde su llegada a
Madrid hasta el momento presente en tres novelas. Todo esto hace que JPQ sea
un escritor comprometido con su época y con la persona humana.

Los escritores comprometidos, como Jiménez Lozano, son conscientes


“de que uno de los males que aquejan a la sociedad es un tipo de degradación,
de pulverización del fundamental carácter único de cada persona, que no debe
ser sometida a un carácter gregario […] Porque, cuando se viola este carácter
personal y esta libertad, se procede a la inmersión de las almas de los individuos
y de las comunidades en una depravación espiritual y corrupción material, en
los agujeros negros que contemplamos en la nuevas interpretaciones culturales
de la situación moderna cuando, partiendo de la concepción de la cultura como
mercancía, se considera que la cultura será lo que la estructura de poder, la
ideología reinante o la moda determinen como tal…”101. Lo que viene a
demostrar que lo que avizora desde su atalaya JPQ es una realidad de nuestra
época de la que se ocupa lo mismo que otros escritores desde la suya102. Veamos
otro testimonio: “…parece que, en muchos casos, el sistema de valores de los
hombres y mujeres que vivieron en el primer tercio del siglo XX se erosiona al
no disponer de un adecuado espíritu crítico ante las nuevas situaciones sociales
que se planteaban. Ello desencadena confusión espiritual y psicológica. Creemos
101
Cfr., Ana Calvo Revilla, “La apuesta ética y estética de la obra literaria en José Jiménez
Lozano”, en (Ana Calvo Revilla, ed.) Cultura y sociedad, Madrid, Instituto de Humanidades
Ángel Ayala, 2005, p. 64.
102
José Jiménez Lozano se asoma a la temática que desarrolla JPQ en Una primavera atroz, en
Los lobeznos, Barcelona, Seix Barral, 2001.

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que en esta pérdida de valores se encuentra una de las raíces más profundas de
la crisis que afecta a los hombres y mujeres de finales del siglo XX y principios
de siglo XXI. Los narradores actuales reflejan esta realidad…” 103. Luego, JPQ no
ha inventado nada, el mal existe, está ahí, y su diagnóstico es correcto. Se nos ha
impuesto poco a poco una deshumanización de vida y cultura, un proceso de
desmembración moral y eliminación de ideología espiritual sin que se haya
sustituido por nada. JPQ lo ha sistematizado y analizado, es decir, lo ha
teorizado. Es un escritor, pues, que posee un ethos (ήθος) o modo de ser, que le
lleva, ante dicha situación de desamparo, a intentar recuperar la cultura a través
de la palabra, en este caso escrita.

El marco político social en el que se desarrolla esta trilogía es el elegido


por el mismo autor y el de La locura de Lázaro se extiende durante toda la vida
de Celia, aunque se centra en los años finales de la dictadura y los años de la
transición y primera democracia. En la novela no se refiere para nada a esta
situación a no ser por algunos comentarios que afectan a personajes que en la
novela aparecen. Así que, como ya he dejado dicho, es de su mayor interés
mostrar una clase de sociedad que, por las razones antes exhibidas, necesita una
dignidad moral. Concluso el tiempo del exilio, la inmigración y otros problemas
actuales, la globalización, con la pérdida de identidad que conlleva, pueden ser
objeto de discriminación social excluyente y contra eso se manifiesta JPQ.
Como La colmena, La locura de Lázaro es una novela coral. Como lo es
San Camilo 36, Mazurca para dos muertos o La cruz de San Andrés. Tampoco
creo que sea un guiño a CJC sino, quizá, el mejor tratamiento posible a la
temática sociocultural que desarrolla. Lo cierto es que la novela tiene el aire de
lo bien hecho, de lo bien escrito y engancha de modo rápido en su lectura desde
el comienzo mismo de abrir el libro. Leerlo de modo desinhibido, sin prejuicios,
es un acierto. Quizá una segunda o tercera lectura permita detenerse en la
identificación de personajes si es que el lector preparado para ello se cree más
enriquecido si descubre quiénes son tal o cual personaje, es decir, si le quita la
máscara.

103
Cfr., María Ángeles Suz Ruiz, “Una reflexión sobre el ser humano al hilo de la narrativa
contemporánea (De Ramón Gómez de la Serna a Miguel Delibes)”, en (María Dolores de Asís
Garrote/Ana Calvo Revilla, eds.) La novela contemporánea española, Madrid, Instituto de
Humanidades Ángel Ayala, 2005, p. 110.

84
Aparecen en este escrito los temas que rondan tiempo ha en la cabeza de
JPQ. Son todos temas de interés general para el hombre hasta llegar al mundo
cifrado de las temáticas personales. Podemos agruparlos en tipos sociales,
profesionales y morales; espacios y escenarios literarios costumbristas
característicos; representación literaria de elementos naturales; situaciones
humanas recurrentes; temas de época (mentalidades —> adulterio y locura);
ideas, sentimientos y conceptos y problemas fundamentales de la conducta
humana (amor, poder)104.

Quizá sería más productivo indagar en qué partes del texto aparece JPQ
pues este escrito, como los otros, y ya lo he dejado dicho, tiene ocultos
caracteres autobiográficos, no en balde narra los años que estuvo en Madrid en
Informaciones, antes de salir para Francia como corresponsal de prensa en
París. Y es que “en la escritura autobiográfica hay un proceso de ponerse en
orden uno mismo, que implica selección, pero implica también autodefinición
de cara al otro, de ordenar su identidad para, en una transacción con los demás,
decir a estos la verdad sobre sí mismo”105. Habrá que volver sobre esto y analizar
en lo posible cómo ‘esconde’ su presencia JPQ mientras narra hechos, en
algunos de los cuales él fue partícipe.

Debemos pasar, a continuación, a explicar de modo consciente la


siguiente novela de JPQ. La sorpresa que ha producido la publicación de La
locura de Lázaro hace que los blogadictos se transmitan opiniones certeras y
positivas porque entienden que no es una editorial que llega al gran público la
que ha publicado Una primavera atroz y hacen propaganda de la misma por el
medio virtual. Pero también, al quedar malparado el partido en el gobierno tras
la transición, podemos pensar que su distribución podría ser más difícil aunque
no existen noticias que en la realidad haya sido así. Jiménez Madrid lo explica
bien: “De un ajuste de cuentas con el socialismo podría decir quien lo leyera

104
Vid., Anna Trocchi, “Temas y mitos literarios”, en Armando Gnici (ed.), Introducción a la
literatura comparada, Barcelona, Crítica, 2002, pp. 156-158.
105
Cfr., José María Pozuelo Yvancos, De la autobiografía, Barcelona, Crítica, 2006, p. 52.

85
desde el campo de la izquierda. Desde una perspectiva razonable quien
estuviera en la baranda de la derecha”106.

Escribe JPQ el 30 abril de 2009 en unatemporadaenelinfierno:

“Descubro por azar, con alegría y una brizna de emoción, la carta que
Espectroscopio escribe a Don Cógito, comentando, entre otras cosas,
Una primavera atroz.
[ .. ]
Esta es la carta:
Querido Cógito:
No es justo que, casi siempre que nos veamos, traigas contigo algún
volumen ignoto y maravilloso, que, sin saber demasiado bien cómo,
termina acomodado en mi impaciente macuto. La última vez, encima,
fueron dos. El de Consantino Bértolo solamente lo he paladeado por
encima, aunque ya he podido notar que es libro largo. Hoy quiero
hablarte del libro de Juan Pedro Quiñonero, uno de los pocos que,
raro en ti, me dijiste que igual me lo pedías algún día. Sé que le tienes
especial aprecio al autor, y que además eres uno de los conspicuos
dinamizadores de su blog. Por las noches, cuando uno empieza a
hacerse las mismas preguntas que lleva haciéndose todas las noches,
últimamente me paseo por las páginas de Una primavera atroz, y
más de una vez he visto pasar el eco de las respuestas que
buscaba. Lástima que a la mañana siguiente no recuerde ninguna de
ellas, porque, afortunadamente, tampoco recuerdo las preguntas - que
sospecho tan amargas como el libro de Quiñonero. Una
improbable y desgañitada elegía, capaz de conjurar a toda
una manada de lobos. El libro de quien parece tener los
suficientes motivos como para no volver a escribir una línea
en su vida. Imprescindible.
No te sorprenderá si te digo que llevaba unos meses interesado en la
intrahistoria de los años ochenta españoles. Tampoco sería la
primera vez que me adivinas el paso, canalla. Hasta ahora me había
106
Vid., Ramón Jiménez Madrid, “La corte de los milagros”, en La Opinión, viernes, 9 de
febrero de 2008. Se puede leer en el blog de JPQ, unatemporadaenelinfierno, de 22 de marzo
de 2008.

86
movido entre reportajes y biografías de la época, pero Una primavera
atroz es la primera novela que leo al respecto (también es la
primera que leo de JPQ). No importa: se lee como una crónica,
bien lo sabes, con personajes y situaciones hartamente
reconocibles. Diré también que me ha sorprendido la
desnudez del estilo. Hacía a Quiñonero más afín a determinadas
paparruchas formales, de las que yo he hecho un absurdo credo.
Tampoco importa. El hilo de voz que sobrevuela desde la
primera página, el inconfundible alarido de JPQ, carga
sobre sus hombros con todo el peso del arquitrabe literario.
Por debajo, un cúmulo desgarrante de personajes que son
gusanos, de gusanos que son ratas, de licántropos que son
personajes, abren el diafragma de un pozo sin fondo, a la
espera del próximo desventurado que engullir. De los ochenta
yo no guardo más que tres o cuatro recuerdos consistentes. Una
autovía, llamada de Castelldefels, y la tapicería gris de un Ford
Escort. Un chico infame del colegio, llamado José Luis, que me
obligaba a meter la mano en la taza del váter. Un chiringuito, llamado
Lancaster, donde comíamos paella los domingos… Hace seis o siete
años descubrí otro país, llamado Polonia, al que creo que amas
incluso más que yo, y con prurito occidental me dije que era como la
España de los ochenta. Un país por hacer. Una infraestructura por
levantar. Inmensos lares de tierra por tramar. Todo un proyecto
político que no acabará mejor de lo que terminó el nuestro. El libro
de Quiñonero describe ese país en el que todavía demasiada
gente era capaz de ser más lista que el sistema. Una jungla
salvaje que no se apreciaba con claridad desde la tapicería
del Escort -y mucho menos si ese Escort se desplazaba por
las carreteras del oasis catalán-, pero donde te podías llevar
en cualquier momento una dentellada atroz. Los ochenta,
tal como los cuentan JPQ, Santiago Aroca o tantos otros,
dinamitan la gran estafa que significa 2009. Y al mismo
tiempo, parece imposible que hayamos llegado hasta aquí. El tal
Correa sería un auténtico pardillo entre aquellos lodos, reconócemelo.

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Sé que en este punto no opinamos lo mismo, y que tú estás seguro de
que, desde Abel, no ha cambiado nada en Caína. Pero yo creo que
ya no hay tantísima gente con más recursos que el propio sistema.
Aunque, claro, eso ya tampoco importa. La primavera atroz sancionó
las costuras con las que nos cubriremos en adelante, y por más que
nos dejara esta chaqueta patibularia, por más que se llevara por
delante a algunos de los más valientes, precisamente por que no dejó
más que este siete de taberna, queda muy poquita tela que cortar.
Me dice M. que igual cambia los pasos sevillanos por el secarral de
Madrid. Habrá que recibirle con vítores y banda marcial. A ver si te
llamo y desempolvamos tu acordeón, [Espectroscopio, 28 de marzo
2009].

Y la propia opinión de JPQ permite saber de qué va esta continuación de


La locura… (7 enero de 2008, en unatemporadaenelinfierno):

es un relato épico y fantástico: la historia de una ciudad


endemoniada, Caína, tras una cruenta guerra civil.
Los últimos hombres que soñaron con liberarla son condenados al
destierro, para convertirse en delincuentes, proscritos, mártires, por
haber creído en la ilusión de un Mundo Nuevo.
Las modernas técnicas de manipulación de las conciencias permiten a
las bandas de lobos que llegan a Caína, disfrazados de corderos,
conquistar el poder a través de la música endemoniada de una
orquesta audiovisual al servicio de carismáticos líderes que sueñan
con un Estado caribeño.
En el nuevo Estado imponen su Ley mafias filantrópicas que decretan
la Ley marcial contra las viejas creencias seculares, sustituidas por las
banderas de modernas empresas versadas en usura y corrupción, para
traficar con sexo, hogares hipotecados, y la droga dura de las ideas
muertas o endemoniadas, con sucursales en París y Roma.
Caína está habitada por una fauna de pesadilla: gobernantes atacados
por la licantropía, héroes descarriados, políticos corruptos,
empresarios venales, furcias radiofónicas, serpientes ideólogas,

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distribuidores de basura, mafiosos filantrópicos, etc., celebrando
sonámbulos el Entierro de la Sardina. A las puertas del Infierno, una
adolescente, empuñará una estaca, para dirigirse hasta el lecho donde
la espera su padre…

Ramón Jiménez Madrid entiende que


“no es fácil atrapar la esencia de una novela que plantea problemas,
entre ellos el de su propia naturaleza” y afirma que se puede encajar
en la órbita de aquellas crónicas que trataban de historiar los ciclos
de la vida española. Y observa una línea que se dirige desde la vida
del exilio, pasando por los políticos que se hacen cargo del partido en
Surennes, camina de Caína, hasta el proceso de degradación tantas
veces citado, tras vaciar a los antihéroes de contenido humano107.

No es posible la fusión entre vida la novelística y la vida real. Y esto se


observa en Una primavera atroz de JPQ, segunda novela de su trilogía que se
detiene en un lugar llamado Caína, en un tiempo que ocupa desde los últimos
días de la dictadura hasta la caída de Felipe González o César Arrigo, así lo
denomina nuestro novelista, como ustedes prefieran.

JPQ mantiene una tesis que ha expuesto a lo largo de su obra anterior


que resumimos por enésima vez y que viene a decir que la condición propia de
España es el enfrentamiento entre las dos Españas, condición cainita, que
propicia el desarme moral de los ciudadanos que lleva a la corrupción y la
decadencia108, más aún, de la inexistencia de España.

Existe una oportunidad de arreglar esta situación en el momento o


proceso de la transición política que es impedido por sus protagonistas
instaurando la corrupción, el todo vale, que, con la excusa de progreso, nos ha
conducido a donde estamos, al eliminar cualquier vestigio de humanismo
clásico, al imponer el laicismo, eliminar los procesos religiosos y otras
107
Vid., Juan Pedro Quiñonero, “La corte de los milagros”, en La Opinión, viernes, 7 de febrero
de 2008.
108
Vid., “Caína, cultura, política y corrupción moral cívica”, en unatemporadaenelinfierno, 31
enero 2008. Es una entrevista que le hace Antonio Astorga y hablan de esta novela que nos
ocupa.

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alternativas de la vida tradicional de las que nos damos cuenta los que aún
somos generaciones de posguerra, pero que sufren, sin darse cuenta, los que
nacieron bajo esa franquicia y, como con la excusa de los votos no respetan
nada de lo que no les valga para mantenerse en el poder por los motivos que
sean, casi siempre espurios.

Es obvio que el autor sabe diferenciar entre ficción y mundo real, aunque
el lector encuentra más dificultades porque JPQ mezcla ficción y realidad según
le conviene, pero el lector halla más problemas entre los personajes de ficción y
los reales porque hemos sido protagonistas de estos hechos históricos y
conocemos la realidad de la ficción y la ficción de la realidad que atañe a unos
personajes que están marcadamente señalados por el canallismo. Esta
problemática no se da en los lectores que no vivieron aquello y pueden hacer
una lectura sin tratar de saber quiénes son los interfectos. También observamos
la relevancia de algún aspecto biográfico como cuando JPQ está presente en
algún acto o realiza alguna entrevista en lugares en los que tuvieron lugar
hechos políticos en los que estuvo presente, con lo que añade verosimilitud a la
situación. Obviamente, de todo esto es responsable el narrador, ente de ficción
más o menos personalizado que cuenta el relato. Aunque lo que sí hace JPQ es
servirse del narrador para exponer su propia concepción del mundo que choca
con la de los personajes que intervienen en la acción.

La historia (trama, suceso, el qué) que nos narra y que se convierte en


discurso (fábula, argumentación, el cómo) novelesco no es compleja en su
resumen: los dirigentes del partido político, que se hacen con malas mañas con
el mismo, al conseguir el poder ante la esperanza de los ciudadanos por
conseguir tanto olvidar la dictadura como vivir en paz instauran la corrupción y
el mal gobierno en una Caína que va perdiendo identidad y que hoy necesita
una restauración moral. La novela nos da cuenta del proceso que tiene por
referencia el rudo ibérico que novela Valle Inclán del siglo XIX.

Es una novela escrita en tercera persona que parece una crónica de una
época corrupta y degradada. Como los hechos que relata están muy cerca en el
tiempo y los protagonistas aún viven, no creo haya perspectiva para la

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literaturización desenfocada de los personajes, porque muchos de los hechos
han estado en la primera página de los periódicos. El resto se produce en las
fontanerías del Estado, aunque a los protagonistas hay que decirles que en el
pecado llevan la penitencia. Todo esto es un drama de honor y de carencia de
principios morales, sujeto todo a la política como base de enriquecimiento y
lucro personal porque, para las personas que novela, protagonistas y
secundarios, sólo existe eso en la vida, como se ve aún en la prensa de cada día.
Y claro, el efecto es fulminante: por medio de la política se produce un
enriquecimiento rápido y todo el mundo puede imitar a los que han logrado su
meta aunque hayan pagado un enorme precio personal,

Es un relato heterodiegético pues el narrador lo sabe todo lo que sucede,


aunque pasa más o menos desapercibido. Es una narración desbocada que
presenta como principal característica la ausencia de diálogo, evitando así la
presencia de la voz. La focalización interna fija se produce desde dentro (por
detrás) porque el narrador sabe más que el personaje. No va dirigida a un lector
heterogéneo, receptor pasivo de mensajes, pues alienta una visión activa y
crítica del mundo.

El pacto narrativo nos obliga a asumir las sentencias y afirmaciones del


narrador, no del autor, aunque no estemos de acuerdo con dicho aserto. Viene
esto a decir que, en la recensión que se hace para los suplementos literarios al
uso, sus autores se mantienen en la entelequia en sus opiniones.

Considero, finalmente, que esta novela, crónica de un tiempo desvastado


que aún empeorará como sucede actualmente y que leeremos si JPQ novela la
generación Zapatero, la misma que alguna vez juzgará su gobierno y el papel de
la oposición, es consecuencia lógica de las últimas ramificaciones de su teoría:
la corrupción ha determinado la pérdida de los valores tradicionales y la cultura
ha sido aherrojada y sustituida por manifestaciones de baja índole o
borracheras comunales. Hace falta, pues, la regeneración de esta España que
camina en una dirección que lleva al fragmentarismo y a la respuesta cainita
según para donde sople el viento. JPQ, en mi pobre opinión, predica en el
desierto. Y lo lamento.

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