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Las comunidades se fueron formando con personas de toda condición: varones y mujeres,
ricos y pobres, judíos y gentiles. Es decir, la Iglesia se extendió más allá de Palestina, y se
predicó a los paganos, que aceptaron la fe. Pablo y Bernabé fundaron las iglesias entre los
gentiles sin someterlos a la Ley de Moisés. Los que seguían aferrados al judaísmo dijeron
que Pablo y Bernabé estaban equivocados al hacer eso. Pero la verdad es que “la Iglesia no
nace aislada, nace universal, una, católica, con una identidad precisa, abierta a todos, no
cerrada; una identidad que abraza al mundo entero, sin excluir a nadie. A nadie, la madre
Iglesia, cierra la puerta en la cara, ¡a nadie! Ni siquiera al más pecador, ¡a nadie! Y esto por
la fuerza, por la gracia del Espíritu Santo. La madre Iglesia abre, abre de par en par sus
puertas a todos porque es madre” (Papa Francisco, Regina Coeli, 24/05/2015).
4. La salvación no viene de la circuncisión
Pablo, Bernabé y los otros lideres defendían que no había que hacerse judíos
para hacerse después cristianos. En la ciudad de Antioquia de Pisidia, Pablo
predicó este mensaje: “En cambio aquel a quien Dios resucitó no
experimentó la corrupción. Sepan, entonces, hermanos, que por medio de
Jesús se les anuncia el perdón de los pecados. Y en todo lo que no pudieron
llegar a ser justos por la Ley de Moisés. Ahora, en cambio, todo el que cree
en Jesús recibe la condición de justo” (Hch 13, 37-39)
5. Judíos convertidos a Jesús, no paganos convertidos al judaísmo