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2.

LA REALIDAD HISTÓRICA - CULTURAL


Como Bolívar lo había decretado, en 1823 se formó definitivamente la Gran Colombia, incorporando el Reino de
Quito, Nueva Granada y Venezuela. Sólo duró siete años esta unión, siendo Venezuela la primera en independizarse
seguida poco después por Quito, y quedando únicamente el territorio de Nueva Granada que asumiría el nombre de la
república, siendo conocida desde entonces como República de Colombia. En 1830 el comandante militar de Quito, el
general Juan José Flores, un venezolano de 30 años casado con una aristócrata quiteña, anunció la independencia
del país.
Gracias a las labores de la misión geodésica francesa, estos territorios eran bastante bien conocidos en Europa, por lo
que a la hora de producirse la independencia se decidieron por tomar el nombre de República del Ecuador, lo que fue
unánimemente aceptado por la Constituyente en el mismo año de 1830. El ecuador nace como república el 13 de
Mayo de 1.830
Los habitantes de la nueva nación llegaban aproximadamente a 700.000 y sus mal delimitadas fronteras, motivo de
disputas a lo largo de su historia contemporánea, se basaban en las de la antigua Audiencia colonial.

La destrucción de vidas y propiedades, el surgimiento de nuevos líderes y la militarización de la sociedad, fueron


acontecimientos que dieron un vuelco al antiguo orden colonial y que afectaron a las relaciones entre los distintos
grupos sociales. La sociedad no podía ser inmune a las nuevas ideas liberales e igualitarias, ni a las argumentaciones
que rechazaban la discriminación y pretendían la armonía de todos los grupos sociales en interés de la construcción
nacional. La diferenciación legal entre los grupos raciales fue abolida a partir de entonces y nuevas constituciones
declaraban a todos los ciudadanos iguales ante la ley. Asimismo, un importante agente de cambios fue la tendencia
hacia la formación de una sociedad de clases, en un proceso en el que la riqueza se convirtió en el criterio principal de
diferenciación social, y la categoría social se derivaba de los ingresos y no de definiciones legales. A pesar de todo, el
cambio social que tuvo lugar en la América Hispana fue marginal y no revolucionario.
REPÚBLICA Y NACIONALIDAD

GENERALIDADES. La nacionalidad criolla precedió a la Independencia y se podía descubrir


en un sentido de lealtad a la patria, una creciente conciencia de identidad y la convicción de que
los americanos no eran españoles. El individuo comenzó a identificarse con un grupo y los
grupos tenían algunas de las cualidades de una nación: ascendencia, lenguaje, religión,
territorio, costumbres y tradiciones comunes. La conciencia nacional estaba por supuesto
restringida a las elites criollas, pues las castas tenían sólo un confuso sentimiento de
nacionalidad, y los indios y los negros carecían de ello por completo.

Tras la Independencia la política fue diseñada tanto por los nuevos líderes como por los
grupos de poder económico nacional. Sus pretensiones consistían en convertir sus intereses
particulares en una nueva metrópoli y reducir a las demás regiones o provincias a una especie
de dependencia neocolonial. Así, Colombia, Venezuela y Ecuador se separaron con el objeto de
proteger, entre otros elementos, sus propias y específicas economías.

La política exterior de los países hispanoamericanos, en relación con las demás repúblicas
del continente, no fue novedosa en los primeros años de vida nacional. Cuando los gobernantes
se vieron amenazados por países no americanos pudieron olvidar momentáneamente la
indiferencia, los recelos y rivalidades que existían entre los estados hispanoamericanos.
LA CONSTRUCCIÓN DEL PAÍS. En la segunda mitad del siglo XIX se advierten ciertos cambios en las
sociedades hispanoamericanas que permiten distinguir una nueva etapa en su evolución histórica. En la
primera mitad del siglo, los hispanoamericanos se enfrentaron al legado colonial español, lo estudiaron, lo
combatieron, lo repudiaron y acabaron por reconocerlo en muchas de sus manifestaciones. A mediados de
siglo, la vigencia de la vida colonial iba desapareciendo, pudiendo entonces los patriotas organizar, con menos
bases, la sociedad, abordando problemas concretos.

Las guerras de Independencia frenaron el progreso material colonial, debido sobre todo a la falta de liquidez
y a la necesidad de dedicar los mayores esfuerzos a la reconstrucción económica de los países. Para
desarrollar los nuevos programas de gobierno que tenían los hispanoamericanos hacían falta grandes
cantidades de dinero.

A raíz de la Independencia los territorios se encontraron con importantes carencias; sin embargo, y
paralelamente, el miedo a una total dependencia de otros gobiernos extranjeros, a los que podrían haber
recurrido, ralentizó sobremanera el proceso de renovación de todos sus territorios. Las condiciones en que
podía llevarse a cabo el progreso material alarmaban a los hispanoamericanos, pues temían que la riqueza
material cayera, como hemos dicho, en poder de intereses extranjeros.

Apenas estaban tratando de arrancarla de manos españolas, que aún conservaban a nivel individual y
estatal importantes intereses en estos territorios, y ya era necesario protegerla de la codicia de otros
extranjeros.

Por ello, sólo se dedicaron a adquirir algunos bienes de consumo exportados por estos países, lo que a la
Esto motivó que durante varias décadas después de su constitución como estados soberanos, el aspecto de las
ciudades hispanoamericanas no hubiera cambiado y hubo que empezar de nuevo, lentamente y en condiciones
adversas. Las residencias construidas en los últimos años de la dominación española sirvieron a las repúblicas
para alojar las oficinas de gobierno, ya que la pobreza de éstas no permitía considerar la construcción de nuevos
edificios. A mediados de siglo, sin embargo, empieza la transformación que habría de ser notable en la segunda
mitad del XIX.

En parte, esta acometida de obras públicas vino provocada por la constatación de la insalubridad de las
ciudades que provocó algunas grandes epidemias de fiebre amarilla, como la de 1842-1843 en Guayaquil, que
obligaron a las autoridades a procurar el saneamiento de las ciudades y la construcción de hospitales modernos.

Asimismo se crean, en las administraciones republicanas, las oficinas de obras públicas, a cuyo cargo quedó el
planeamiento de la construcción de vías férreas y telegráficas. La geografía americana, mucho más abrupta que
la europea, presentó serios problemas técnicos que los ingenieros constructores tuvieron que ir venciendo poco a
poco, no siempre partiendo del deseo de beneficiar al país. Ejemplo de estas actividades en territorio ecuatoriano,
que se sumó muy tardíamente al proceso de renovación, es el alumbrado de gas que se introdujo en Guayaquil en
1856.

Por su parte, en el plano social se va produciendo poco a poco la renovación de las estructuras postuladas por
los ideales independentistas. Los criollos ascienden hasta los puestos más altos del escalafón social, basado
exclusivamente en el poderío económico; los mestizos y pardos, divididos por las grandes diferencias económico
sociales entre los comerciantes y pequeños propietarios y los asalariados y otros grupos menos favorecidos, se
fundieron en una variada gama de posibilidades sociales; y los indios, a los que se intentó desposeer de su
identidad cultural para incorporarlos a la nueva sociedad como grupos desclasados, en un modelo productivo en
Hasta la gran expansión del cacao de Guayaquil, durante la década de 1870, el Ecuador no había
participado de una manera significativa en el comercio mundial. Ciertamente, la importancia del
territorio bajo la jurisdicción de la Audiencia de Quito había sido indudable en el período colonial
debido tanto a la producción y explotación de cacao (bajo el control de Guayaquil), como a la
producción y comercialización de tejidos de lana y algodón (salidos de los obrajes quiteños),
destinados en ambos casos a otras regiones de América del Sur. Sin embargo, la demanda
internacional de sus productos no creció hasta el último cuarto del siglo XIX.

El auge del cacao facilitaba la predominancia de la elite comercial de Guayaquil en la política del
país a partir de 1896. Las exportaciones de cacao aumentaron de 5.540 Tm en 1838-1840, hasta las
11.194 Tm durante la década de 1870, suponiendo ya un 60 por 100 del total de las exportaciones, y
luego hasta un promedio anual de 40.000 Tm entre 1910 y 1924.

Hacia 1910 la población de Guayaquil, con algo más de 60.000 habitantes, había superado a la
de Quito. En esta época la economía ecuatoriana se basaba en su totalidad en la exportación del
cacao, que era, aproximadamente, tres cuartas partes del total de exportaciones del país.

Un problema básico para el desarrollo industrial, y que afectaba por igual a todos los países
iberoamericanos, seguía siendo la falta de acumulación de capital y la ausencia de experiencia
tecnológica. Sin embargo, la expansión del comercio exterior contribuyó a la inversión de capital
comercial en industrias nacionales, generalmente por los mismos importadores de manufacturas
ESTRUCTURA SOCIAL ECUATORIANA. El Ecuador moderno tiene su origen socio estructural
en los enfrentamientos de liberales y conservadores, de costeños de Guayaquil y serranos de
Quito.

Es difícil estimar la población del país, pero se puede señalar que en 1822 había algo menos
de 950.000 habitantes, que aumentaron a 1.150.000 en 1905, y que en 1920 estarían sobre
1.500.000. Las dos mayores ciudades del país, Quito y Guayaquil, apenas alcanzaban los
120.000 habitantes en 1930, aunque ya desde fechas anteriores Guayaquil presentaba una
mayor población que la capital.

Resulta curioso constatar, no obstante, cómo la sierra va a concentrar en torno al 80 por 100
de la población ecuatoriana, ya desde los primeros años de vida independiente del país, mientras
que será la costa la que presentará siempre un desarrollo más considerable.

Todo lo aquí expuesto viene a definir el secular antagonismo entre ambos polos de atracción:
agrícola-exportadora la costa, favorecida por el libre comercio, frente a una sierra encerrada en
sí misma, agrícola-subsistente, cerealista y textil.

Ya en los años 40 del sigloXIX la economía agroexportadora de la costa va a cobrar impulso,


consolidándose definitivamente con el auge del cacao, desde la década de los 1870.
Sin una mano de obra indígena abundante, susceptible de ser sometida a
condiciones serviles o cuasi serviles, la oligarquía agroexportadora de la costa irá
rápidamente hacia una economía asalariada, atrayendo mano de obra de la sierra y
sentando los pilares para el crecimiento urbano. Esta forma de desarrollo económico,
ligada a las plantaciones, dará también origen a una burguesía financiera y comercial
y, junto a los trabajadores agrícolas, a un incipiente proletariado urbano, o
subproletariado, ligado a las actividades de servicios, portuarios fundamentalmente,
de Guayaquil. Sin embargo, la burguesía mercantil de la costa no logró integrar a los
campesinos serranos en asalariados incorporados al mercado.

En cualquier caso, la fracción costeña de la burguesía ecuatoriana no conseguirá


modificar la conformación que presentaba la estructura social del país, arraigada
desde tiempos de la Colonia, aunque con ligeros matices. Conformación que incluso
no se modificará con la «Revolución Liberal» (1895) y los gobiernos siguientes,
aunque éstos implicaban el control del Estado por su parte. Esto es lógico si se tiene
en cuenta que la diferencia de intereses entre conservadores y liberales, latifundistas
serranos y comerciantes sudcosteños, se dirimía en torno al problema religioso y de
las libertades formales más que en relación con la propiedad de la tierra y las
estructuras latifundistas.
La oligarquía serrana fue desplazada del poder formal, sin destruirse su base social de poder, aunque haya sido
parcialmente afectado el latifundio de una Iglesia aliada del conservadurismo serrano (Ley de manos muertas).
EL ECUADOR ENTRE LOS SIGLOS XIX Y XX. Hacia finales del s. XIX, Ecuador era todavía un país que
giraba en torno al mundo señorial que representaba la hacienda.

Terratenientes e Iglesia, esta última consolidada como en ningún otro lugar de Iberoamérica gracias al gobierno de
Gabriel García Moreno al cual también ella prestó un gran apoyo, eran el centro del poderío económico del país.

La revolución liberal de Eloy Alfaro (1895) demostró que el antagonismo entre los intereses del latifundio serrano y
el comercio costeño se había agudizado.

Si es cierto que las facciones conservadora y liberal dirimían diferencias ideológicas, defendiendo la primera la
vigencia del estado confesional, el predominio del presidente y unas libertades restringidas, en tanto que la segunda
pretendía instaurar el estado laico, un mayor peso del poder legislativo y el desarrollo de las libertades fundamentales,
también debe anotarse que Alfaro, pese a su radicalismo, no afectará la estructura económica del latifundio. El orden
liberal oligárquico hará realidad una serie de propuestas electorales, pero representaba a la oligarquía de plantadores
de la costa, y eludirá toda medida social no consentida por este núcleo.

El cambio de siglo, con los gobiernos del propio Alfaro y de Leónidas Plaza, revelan una política liberal avanzada,
que impone su programa pese a la inevitable resistencia conservadora. La implantación del estado laico sella la
ruptura con el Ecuador de García Moreno. El Parlamento se hace fuerte, se promociona la agricultura y la industria, y
se intenta unificar la sierra y la costa, socavando el poder de los caudillos regionales mediante la construcción del
ferrocarril Quito - Guayaquil.
NACIÓN E IDENTIDAD. El nacionalismo iberoamericano se presenta, esencialmente, asociado al
proceso de formación del Estado liberal moderno, al proceso de transición a una sociedad industrial
moderna e, incluso, al proceso de expansión colonial y al imperialismo moderno. Temporalmente
abarca un período muy vasto, que se extiende desde la segunda mitad del siglo XIX hasta muy
entrado nuestro siglo, cuando comienza a delinearse el Estado, conformándose gracias al amplio
cúmulo de precedentes intelectuales de la Europa del XIX-XX y de su propia experiencia nacional.

La novedad del nacionalismo iberoamericano no radica en la creación de una cultura superior, sino
más bien en la capacidad de adecuar la cultura superior propuesta por el contexto internacional a las
necesidades específicas de cada país del área. A diferencia del nacionalismo europeo, el
iberoamericano se caracteriza por su marcado carácter defensivo «anti-imperialista».

A comienzos de 1970 los elementos constitutivos del nacionalismo, que a lo largo del período 1948-
1970 habían permitido la evolución económica, social y política de Iberoamérica, conocen un
progresivo declive. Si bien los primeros signos de la crisis del nacionalismo se notan ya en los últimos
años del decenio de 1960, es en el curso del decenio siguiente donde empieza a ser sometido a un
serio proceso de revisión crítica, no sólo por la elite intelectual, sino también por la clase política, con
el resultado de que su crisis termina por ser percibida por todas las fuerzas sociales.

El nacionalismo pudo funcionar en el decenio 1950-1960 gracias a que el Estado actuaba como
árbitro, regulando, por una parte, el proceso redistributivo con los recursos de que dispone y, por otra
parte, el proceso político en cuanto a entidad superior a las partes, y representante, por tanto, de la
LAS RELACIONES NORTE - SUR. Las palabras premonitorias de Simón Bolívar, escritas en 1829, jamás tuvieron
mayor actualidad en Iberoamérica que después de 1945: «Estados Unidos está destinado por la providencia a traer la
miseria a América en nombre de la Libertad».

Los Estados Unidos de Norteamérica rechazaron el colonialismo y ejercieron una crítica constante contra el
imperialismo de las potencias europeas, pero al mismo tiempo practicaron, sobre todo desde finales del siglo XIX, una
política expansionista que convirtió a los estados iberoamericanos en el campo de acción de los intereses económicos y
políticos estadounidenses.

Una idea generalizada entre los políticos norteamericanos de comienzos del siglo XX, e incluso hoy puesta en
práctica, era que el progreso material de su país sería ilimitado y duradero, siempre y cuando consiguiesen abrir
mercados en el exterior, que deberían ser protegidos mediante métodos imperialistas.

Cuando en octubre de 1899, tras un largo período de preparación, se celebró en Washington la Primera Conferencia
Panamericana, no podía existir duda alguna sobre los grandes objetivos e intereses económicos de los Estados Unidos.
De hecho, en marzo de ese mismo año se había creado, como instrumento de apoyo a la diplomacia oficial, una
institución a la que se dio el nombre de Unión Comercial Latinoamericana, cuyo fin era el fomento de las exportaciones
norteamericanas a Iberoamérica.

De la Séptima Conferencia Interamericana (Montevideo, 1933) partió la recomendación de disminuir los aranceles
aduaneros existentes mediante la concertación de tratados comerciales de carácter bilateral y multilateral. De esta forma
los Estados Unidos, con el fin de lograr la apertura de los diferentes mercados, se vieron obligados a negociar acuerdos
por separado con cada uno de los países iberoamericanos. Con ello, el comercio exterior de cada uno de los países que
firmaron acuerdos con el gigante del Norte experimentó un aumento como consecuencia de la disminución de los
aranceles aplicados a los productos agrícolas. Las concesiones norteamericanas en materia de aranceles afectaron,
Aquí el Ecuador podía haber tenido un importante mercado ya que contaba con la infraestructura
y la tradición de producción de este tipo de cultígenos; sin embargo, la relación tan «directa» que
los Estados Unidos mantenían con Cuba, relegó esta posibilidad de apertura de su sector
agrícola. No será sino hasta el mes de agosto de 1938, con la firma del tratado bilateral, cuando
este sector sufra una importante revitalización.

La política norteamericana hacia Iberoamérica se vio incrementada durante la Segunda Guerra


Mundial a través del Export-Import Bank, que aumentó su línea de créditos. La razón estribaba en
que la guerra provocó un aumento de los intereses estadounidenses en todo el área, por lo que
era lógico que se esforzasen en ayudar a los Estados iberoamericanos en el descubrimiento y
explotación de sus recursos, especialmente de las materias primas de interés militar.

En 1945, al finalizar la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos habían alcanzado una
nueva posición en el mundo, pasando a ser la primera potencia de Occidente. Los Estados
iberoamericanos se vieron implicados, a través de sus acuerdos e imposiciones políticas, en este
papel de «defensa de las libertades» y en el capitalismo que había asumido el «gran coloso».

Se puede decir que casi toda Iberoamérica ha sufrido, de una manera o de otra, la ingerencia
de su poderoso vecino del Norte. Dicho control puede adoptar diversas formas, que van desde el
protectorado hasta el ejercicio de políticas desestabilizadoras de carácter social, financiero o
económico.
EL PROCESO ECONÓMICO. Uno de los rasgos más característicos de Iberoamérica a partir de
1945 es, sin lugar a dudas, el rápido crecimiento de su población, pasando de ser un subcontinente
relativamente despoblado, a contar, a mediados de 1970, con una riqueza demográfica exuberante.

El sector menos dinámico de la economía hispanoamericana es el agrícola. Sobre él repercuten, con


mayor fuerza, los efectos del progresivo retraimiento de la inversión, iniciado en el decenio de 1920, y
cuyo fin fue financiar el sector industrial e iniciar el proceso de diversificación económica por parte de
la oligarquía.

El paisaje agrario se sigue caracterizando por la presencia de la gran propiedad que controla la
mayor parte de la tierra disponible. Por ejemplo, en 1960 la gran propiedad cubre el 45 por 100 del
territorio ecuatoriano, encontrándose estas tierras en manos de unas 2.000 familias. En el polo
opuesto encontramos a los pequeños productores y campesinos sin tierra, que representan el 86 por
100 de la población rural del Ecuador.

El Ecuador presenta en el siglo XX, al igual que otros países andinos, como Bolivia y Perú, un
crecimiento demográfico más intenso que el resto de los países del área, siendo la baja emigración y
el mantenimiento de las estructuras económicas tradicionales una de las causas más importantes.

La existencia del latifundio en forma de grandes plantaciones provocó un nulo estímulo para el
crecimiento económico, observándose este fenómeno en gran parte de los países del ámbito, aunque
Por su parte el minifundio, si bien por lo general señala la existencia de un pequeño propietario
independiente, excede pocas veces la parcela de tierra que cubre la subsistencia de una familia.
En definitiva, es complementario y rara vez sustitutivo del latifundio en la estructura económico-
social de las áreas rurales iberoamericanas.

Un tipo de relación frecuente entre latifundio y minifundio pasa por la cesión por parte del
latifundista de lotes de tierras a trabajadores y aparceros, a cambio de una relación laboral, con
frecuencia al servicio de la misma hacienda. «Huasipunguero» o «arrimado» son designaciones
comunes en el Ecuador para los trabajadores cuya relación laboral con su patrón pasa por la
situación arriba descrita.

Entre 1960 y 1964 once países iberoamericanos, entre los que se encuentra Ecuador,
aprueban con carácter de urgencia la legislación sobre la reforma agraria. Estas, más que un
efecto imitativo o una aceptación espontánea por parte de los latifundistas de un reequilibrio
global de la estructura agraria, son el resultado de la Alianza para el Progreso implementada por
el gobierno de los Estados Unidos, en 1962, con el fin de evitar que otros países siguieran el
ejemplo cubano.

La industria se desarrolla, en el curso de los decenios de 1930 y 1940, como un sector


productivo alternativo al tradicional de la exportación. Expansión de las exportaciones y
proteccionismo estatal, constituyen los dos principales mecanismos que garantizaron antes y
Hacia finales de los años 60, la industria de Estado tiene un papel decisivo en el crecimiento del
sector. La participación oficial, muchas veces como socio minoritario, en una serie de empresas,
le hace tomar parte activamente en el desarrollo de éstas. Es el caso de la producción de
cementos, bebidas alcohólicas y quesos en el Ecuador, aparte de los intereses que tiene en las
industrias pesadas, y en el sector petrolífero y de derivados.

La evolución de la industria estatal no es muy diferente de la sufrida por la privada que, como
hemos dicho, dependía para su crecimiento de la oligarquía y sus posibilidades de inversión,
directa o indirectamente, de una parte de la renta agraria.

Por su parte, el desarrollo del sector agrícola, por lo que respecta a los bienes
mayoritariamente demandados por el mercado internacional, no es idéntica a la de otros
sectores productivos. Un crecimiento rápido se da en los productos tropicales, que interesan
sobremanera, entre otros, a la economía ecuatoriana. El volumen de producción de estos bienes
aumentó alrededor del 50 por 100 entre 1945-1955, y alrededor del 40 por 100 entre 1955-1965.
En este crecimiento incidieron más algunos productos como los bananos y plátanos y el azúcar,
que otros como el cacao.

Entre 1955 y 1960, El Ecuador ha aumentado sustancialmente, por encima de la media


iberoamericana, el volumen de sus exportaciones, cifrado en un 29 por 100, alcanzando cotas
EL ECUADOR EN EL SIGLO XX

El liberalismo marca los inicios del presente siglo en el territorio ecuatoriano. Eloy Alfaro, que había accedido al poder en
1895, marcará la línea a seguir por los grupos liberales ante el conservadurismo, cuya máxima expresión había estado
en la política de García Moreno.

En este período se anula la censura sobre la prensa, se seculariza la educación, se instituye el matrimonio civil y el
divorcio, así como el registro civil de nacimientos y defunciones; en definitiva, la Iglesia pierde su poder hegemónico y se
instaura el Estado laico, legitimado por la Constitución de 1906.

En un intento de acercar la sierra y la costa, antagónicos en pujanza e ideas, se construye la línea férrea Quito-
Guayaquil, inaugurado en 1908, aunque no se consiguen los objetivos socio-políticos previstos.

En 1911 el ejército se levanta contra Alfaro, quien se exilia en Europa, aunque volverá en 1912 a su país, para morir
asesinado en las calles de Quito durante una asonada.

Los datos de población nos hablan de un Ecuador con un reducido desarrollo urbano para el primer tercio del siglo. En
1930 se estimaba en 2.000.000 de habitantes, de los cuales Quito y Guayaquil albergan no más de 120.000 personas
cada una, persistiendo esta característica hasta los años 70.

La economía continúa girando en torno al cacao como mayor producto de demanda hasta aproximadamente 1920,
concentrando a los trabajadores en las plantaciones de la costa y en las haciendas ganaderas de la sierra, en tanto un
reducido número de obreros era empleado por la naciente industria, el puerto, o el ferrocarril. La prosperidad generada
por los precios internacionales comenzó a declinar durante la I Guerra Mundial, aunque las señales de esta crisis se
Las relaciones de trabajo entre los terratenientes y los trabajadores se basaba en el peonaje, lo que permitía un
máximo de explotación. Sin embargo, en los años 20 crecerán las demandas sociales del sector obrero y el trabajador
rural, y las huelgas serán más frecuentes. Ante la intensidad de las protestas en Guayaquil, en noviembre de 1922, el
ejército fue lanzado a una sangrienta represión, una acción que se repetirá un año después contra el campesinado
indígena en varias regiones.

La oligarquía liberal sufrió un duro revés en julio de 1925, con el derrocamiento del presidente Gonzalo Córdova por
un grupo de jóvenes militares. La «revolución juliana», como se denominó al movimiento, se presentaba en nombre de
las nacientes clases medias, las reivindicaciones obreras y los trabajadores indios. Pese a esto, los poderes fácticos
lograron limar los elementos más radicales de los planteamientos «julianos».

En definitiva, la clase alta tradicional y la burguesía financiera no sufrirían demasiados quebrantos por el proceso,
puesto que no serían modificadas las bases de su poder económico.

Los decretos de mayor importancia fueron la creación del Banco Central del Ecuador, y un progreso en la
legislación social, por la creación del Ministerio de Previsión Social y trabajo, las leyes sobre jubilación, duración de la
jornada laboral, accidentes de trabajo, empleo de mujeres y menores y la función social de la propiedad.

El mandato presidencial fue confiado por los militares a un civil, Isidro Ayora, en 1926. Esta revolución, que daría en
1929 pie a una nueva Constitución, había transcurrido en una etapa de bonanza económica que acabaría en 1930.

La crisis de 1929-1930 operó en gran medida sobre la estructura social ecuatoriana, como lo había hecho la crisis
de inicios de 1920. Afectará en primer lugar a la burguesía de la costa, y en menor medida a la oligarquía de la sierra,
donde incluso favorecerá las manufacturas textiles.
Los sectores medios, tanto de independientes como de personas ligadas a la Administración Pública, estarán entre los más
afectados, cayendo en estos momentos el poder de unos sectores que iban experimentando cierto crecimiento. El
campesinado correrá igual suerte que en los años 20, incentivándose las migraciones hacia Quito, y en mayor medida hacia
Guayaquil, lo que creará un grave problema ya que ninguna de estas ciudades estaba preparada para absorber estos
contingentes de inmigrantes.

Esto provocará el surgimiento de un subproletariado y un crecimiento del ya alto sector marginal, representando, si
aceptamos que buena parte de aquellos se engloban bajo el indicador de vendedores y trabajadores domésticos, un 30 ó 40
por 100 de la población urbana, aún hasta nuestros días.

A fines de los años 40 se inicia en el Ecuador la gran expansión en la producción del banano (1948-1952). Con ello se inicia
la ocupación territorial de la fértil zona interior de la costa mientras que, por primera vez, aparecerán las capas medias con un
interés propio ligado a la explotación de este producto en pequeñas propiedades, entre las 15 y las 100 hectáreas de
extensión.

Estos grupos no darán paso, como hasta ahora había venido sucediendo, a un nuevo grupo de poder, y en los años 1955-
1960 se terminarán proletarizando ante el deterioro del sector y el avance de una tímida revolución verde, con incorporación
de técnicas más avanzadas, nuevos cultivos mejorados, más capital, etc., que impondrá el cultivo en grandes propiedades.

Todo ello, sumado a la introducción de otros cultivos y el desarrollo de la ganadería, sobre todo en la Sierra y en el Oriente,
así como a la Ley de Reforma Agraria (1964), que abolirá la base jurídica del huasipungo, implicará la crisis en una estructura
de poder basada en la hacienda y la desaparición del concertaje.

En cualquier caso, la Reforma no afectó al binomio latifundio-minifundio, ya que mientras los primeros se mantuvieron, los
segundos sufrieron una mayor atomización, con la consecuente inviabilidad de la explotación campesina y la consiguiente
proletarización agrícola. De los 252.000 pequeños productores en 1954, pasaron a 470.000 en 1968, y a unos 650.000 a
La proletarización rural, la urbanización, el proceso de industrialización, que alcanza cotas elevadas a partir de los 50, la expansión del
aparato estatal, de los servicios, etc., trae aparejado un fuerte crecimiento del proletariado urbano y las capas medias: burócratas, técnicos,
profesionales, etc.

El número de obreros industriales pasará de 23.000 en 1950, a 69.000 en 1976. Pero aún así, los ecuatorianos que estaban en la
industria rondaban solamente el 14 por 100 de los trabajadores, mientras que el sector de los asalariados no alcanzaba aún a principios de
los 60 a la mitad de los trabajadores del país, permitiendo que resultara mayoritario el sector de autoempleos y trabajadores familiares.

Por su parte, las capas medias se expanden a la vez que controlan una porción mayor del ingreso: mientras en 1950 representaban el 21
por 100 de la población del país, absorbiendo el 28 por 100 de los ingresos nacionales, en 1956 la relación era de un 24 por 100 y 32 por
100 respectivamente.

Todo ello corre paralelo a la consolidación del capitalismo y la burguesía emergente, que recibirá su último impulso con el auge del
petróleo. Esto no implicará la aparición clara de una burguesía nacional, como fracción diferenciada con intereses específicos respecto de la
oligarquía terrateniente tradicional, toda vez que industriales, latifundistas, agroexportadores e importadores, están plenamente identificados
y confundidos.

Se inicia así el camino hacia la consolidación de una estructura social más diversificada, y por tanto más compleja, en Ecuador.

La década de los 70 y la de los 80 será, para los países andinos, de cambios y diferenciaciones intraclases o intragrupos
socioeconómicos, no variando en absoluto una estratificación social de corte piramidal, tan asentada, que ni siquiera el gobierno militar que
se instala en el Ecuador en 1972 traerá consecuencias significativas sobre la estructura social.

La explosión petrolera en el Ecuador comenzó en 1972 con el primer embarque de crudo, tras el golpe militar que derrocó la dictadura de
Velasco Ibarra, entregada completamente a las grandes empresas petroleras: Standard Oil (tanto la de New Jersey como la de California),
Shell, Texaco, Gulf, British Petroleum, etc.

Esto supuso un fuerte impacto para la burguesía, sobre todo para la relacionada con la exportación del banano, lo que significaría su
La política militar nacionalista obligó a las empresas petroleras a mejorar las condiciones de contratación a favor del Estado. Tuvieron que
devolver alrededor de 5 millones de hectáreas, aumentar el pago de derechos por ocupación de la tierra, pagar impuestos de los que estaban
exoneradas, admitir la presencia de técnicos nacionales, soportar el ingreso del país en la OPEP, y aceptar al Estado como socio del consorcio
exportador Texaco-Gulf, con el 25 por 100 de las acciones. Todas estas medidas determinaron la dinamización general de la economía y el
crecimiento galopante del ingreso presupuestario, que se cuadriplicó en tres años.

Sin embargo, este peso del Estado en la industria petrolera, irá diluyéndose en 1975-1976, claudicando ante la presión de las compañías que
operan en el país.

La Segunda Ley de Reforma Agraria, de fines de 1973, que implicará la redistribución de la propiedad, se irá decantando desde 1974, ante las
presiones de los terratenientes y las trasnacionales agrícolas, en una mera modernización capitalista del agro y en una redistribución de los
territorios del Oriente, bajo los programas oficiales de colonización.

El analfabetismo cae de alrededor del 30 por 100 a fines de los años 60 y principios de los 70, a menos del 20 por 100 a principios de los 80,
multiplicándose por tres el número de alumnos matriculados en la enseñanza media y por diez los que lo hacen en la enseñanza superior.

La población urbana alcanzará el 47 por 100 en 1984, aunque concentrada mayoritariamente en Quito y Guayaquil, mientras que en la costa la
población se equilibrará en los años 70, absorbiendo el 49 por ciento.

En los últimos años, la burguesía nacional y los terratenientes tradicionales mantendrán un carácter regresivo en beneficio, fundamentalmente,
de la burguesía exterior que había empezado a tener más peso a partir de la década de los 60, con el ingreso de inversiones externas en mayor
cuantía.

Dicha burguesía exterior recibirá un fuerte impulso con el modelo neoliberal de Febres Cordero, aunque en detrimento de la burguesía nacional,
ligada al mercado interno. Esto propiciará la diferenciación entre un proletariado calificado y otro no calificado, dentro del cual se ampliarán los
sectores marginales de desempleados y subempleados. Asimismo, el desempleo sumaba el 6 por 100 a fines de los 70, el 8 por 100 en 1984 y el
13 por 100 en 1987, siguiendo en el momento actual una pauta ascendente, acorde al período de crisis económica internacional de los últimos
años.
Multiculturalidad

La multiculturalidad pretende promover la igualdad y diversidad de las


culturas. Significa que coexisten diferentes culturas en un mismo espacio
geográfico. Debido a las jerarquías tanto sociales como políticas, se crean
conflictos y se menosprecian otras culturas. Lo cual no es objetivo de la
multiculturalidad, sino al contrario promover que todos tienen los mismos
derechos.
Algunos aspectos del multiculturalismo son:

• Respeto y aceptación de todas las culturas.


• Derecho a la diferencia y a la organización de la sociedad.
• Igualdad de oportunidades y de trato.
• Apertura de espacios de participación en la vía pública y social de los individuos y grupos de diversas
culturas.

En un Estado multicultural se debe:

• Reconocer y aceptar la existencia del otro.


• Respetar la dignidad y los derechos de los diversos grupos culturales, lo que supone reconocer la
igualdad en dichos términos.
• Garantizar la inclusión de todos los colectivos culturales en el desarrollo de la nación. Esto implica su
participación en la toma de decisiones en todos los ámbitos.
• Rechazar toda forma de desigualdad, exclusión y opresión, y eliminar la discriminación y marginación.

La multiculturalidad alude también a la cohesión social. Así, el Estado multicultural debe garantizar el
fortalecimiento de los vínculos comunitarios mediante estatutos legales y administrativos que protejan a
las distintas culturas que conviven en un territorio.
Ecuador es un país “plurinacional y multicultural” según lo reconoce el Art. 1
de la
Constitución vigente; es además un país diverso, fortalecido por las
semejanzas de su pueblo, aquí conviven más de trece millones ochocientos
cinco mil habitantes procedentes de raíces ancestrales diversas como:
mestizos, indígenas, montubios y afroecuatorianos.
Además existen quince nacionalidades indígenas en el país cuyos
asentamientos
tradicionales se encuentran distribuidos de la siguiente manera: Achuar, A’i
Cofán, Huaorani, Kichwa, Secoya, Shiwiar, Shuar, Siona, Zápara y Andoa
en la Amazonía; Awá, Chachi, Epera y Tsa’chila en la Costa; y la
nacionalidad Kichwa en la Sierra, que tiene en su seno a diversos pueblos.
Cada nacionalidad mantiene su propia lengua y cultura.
Identidad nacional es la identidad basada en el concepto de nación, es
decir, el sentimiento de pertenencia a una colectividad histórico-cultural
definida con características diversas, rasgos de cosmovisión definidos con
mayor o menor localismo o universalismo (desde la cultura a la civilización),
costumbres de interacción, organización social y política (particularmente,
el Estado -tanto si se identifica con él como si se identifica contra él-). La
identificación con una nación suele suponer la asunción, con distintos tipos
y grados de sentimiento (amor a lo propio, odio o temor a lo ajeno, orgullo,
fatalismo, victimismo entre otros) de las formas concretas que esas
características toman en ella. Se da simultáneamente a otras identidades
individuales o identidades colectivas basadas en cualquier otro factor (la
lengua, la raza, la religión, la clase social, y mas.), asumiéndolas,
superponiéndolas, ignorándolas o negándolas. Suele tomar como
referencia elementos explícitos tales como símbolos patrios o signos
distintivos (banderas, escudos, himnos, selecciones deportivas, monedas,
etc.)
En la teoría política el tema de la identidad nacional es uno de los más complejos y polémicos. Se
considera que generalmente las sociedades adquieren rasgos de identidad nacional aún antes de
constituir los llamados Estados nacionales. El concepto de nación, por tanto, es diferente al de
Estado. La nación es la identidad forjada por una sociedad sobre la base de los rasgos comunes
que la diferencian frente a otras sociedades. El Estado es la institucionalización del poder político.
Se habla de estado-nacional cuando son precisamente los nacionales quienes han logrado
institucionalizarse como poder político, en un momento específico de su historia.

Por todo este conjunto de características y circunstancias, no resulta fácil definir los rasgos de
identidad nacional de una colectividad o sociedad. Además, tales rasgos no se dan de una vez y
para siempre, en forma definitiva. También los rasgos de identidad nacional se modifican en la
historia, así como nuevos rasgos de identidad se adquieren cuando las sociedades toman
conciencia de ellos como propios.

La identidad nacional ecuatoriana es el resultado de un largo proceso histórico. Las sociedades


aborígenes de la época preincásica, dejaron un legado histórico-cultural que forma parte de la
identidad ecuatoriana. También el Incario incorporó nuevos rasgos de identidad. La conquista y la
colonización española aportaron con otros tantos nuevos elementos a la identidad de la Real
Audiencia de Quito. Sobre la base de esas herencias, pero también con los nuevos aportes de la
vida republicana, durante el siglo XIX y el XX se han logrado consolidar y hacer conciencia los
múltiples rasgos de la identidad nacional ecuatoriana. Pero, al mismo tiempo, desde el Estado se
han procurado generar elementos y rasgos de identidad nacional.
Con la Independencia y la fundación de la república, el Estado del Ecuador
se identifica como un estado-nacional soberano. La identidad ecuatoriana,
por tanto, tiene que ver con sus elementos:

1. Población: la población nacional, de acuerdo con la definición


Constitucional, es pluriétnica y multicultural. Su identidad es fruto de la
particular evolución histórica del país.

2. Territorio: el ecuatoriano se identifica con el territorio correspondiente a


su Estado-nacional. Forja una conciencia de pertenencia a él.
3. Poder político: los ecuatorianos se reconocen en el Estado soberano que
ha sido edificado por su propia historia. Las instituciones políticas y las
luchas por el poder forman parte de la identidad nacional en ese mismo
estado.

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