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MODELOS SOCIALES Y

EDUCATIVOS DE DISCAPACIDAD

MTRO. CARLOS CARPIO BARRIOS


Desde el año 2006 se redefinió el concepto de la “discapacidad”. Con el advenimiento
de la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad se propuso
entender la discapacidad como una construcción social, basada en el acceso con equidad
a los derechos humanos. La consecuencia directa de esta reflexión fue acuñar el
“modelo social de la discapacidad”, el cual se centra en los procesos de interacción
entre las personas con discapacidad y su entorno: principalmente en la movilidad, la
libre comunicación y el acceso a la información. De esto se sigue que, a pesar de su
composición plural, las personas con algún tipo de discapacidad comparten ciertas
estructuras: mayores retos al momento de acceder a la educación, el empleo, la
formación de empresas propias, la salud de calidad, entre otros. Por ello, sus niveles de
desarrollo revelan desventaja en comparación de la población sin discapacidad.
La ratificación de la Convención por parte de nuestro país hace diez años,
aunada a la promulgación de la reforma constitucional en materia de
derechos humanos en 2011, son los puntos de inflexión en el proceso de
incorporar el modelo social sobre la discapacidad a la legislación nacional.
Esto tendría como consecuencia un viraje de fondo en el diseño, ejecución y
evaluación de las políticas públicas encaminadas a promover, proteger,
respetar y garantizar los derechos humanos para este grupo social;
principalmente mediante estrategias que incluyan a las propias personas,
considerando las necesidades derivadas de la diversidad funcional con la
que viven.
Hoy, la inclusión de las personas con discapacidad debe considerar que son las
barreras en el entorno, así como la opinión de minusvalía sobre este sector social, las
principales causas del rezago y la marginación que evidencian los indicadores sociales
sobre pobreza. El “Anexo Estadístico de la Pobreza 2010-2016” publicado por el
CONEVAL es una de las pocas fuentes de información que compara las carencias
sociales y la población con ingresos por debajo de la línea del bienestar entre la
población con y sin discapacidad; en ésta se observa una marcada desigualdad
prácticamente en todos los indicadores. Actualmente, nuestro modelo económico
privilegia como las principales vías de movilidad social a la educación, el acceso al
empleo y la formación de la empresa propia. Sin embargo, tal y como se han revelado
en las estadísticas relativas, en nuestro país las personas pobres tienen pocas
posibilidades de mejorar sus condiciones de vida y esto se recrudece aún más en las
personas con discapacidad, quienes difícilmente tienen oportunidad de acceder a
educación de calidad, empleos bien remunerados, así como créditos y programas para
la creación de empresas propias.
Acciones concretas: ¿qué decir de la
Ley General para la Inclusión de las
Personas con Discapacidad?
La inclusión de las personas con discapacidad es una obligación primordialmente estatal, aunque
deba ser compartida con la sociedad civil. La sinergia entre estas dos entidades es la clave para
consolidar un escenario donde los rezagos disminuyan progresivamente. Para citar algunos
ejemplos de esta colaboración: la educación incide en la relación de la autoridad escolar con las
sociedades de padres de familia, sobre todo donde los padres de niñas y niños con discapacidad
no están representados y hay mayor presencia de conductas discriminatorias por parte de la
comunidad escolar hacia este grupo social.
De igual forma, sin el compromiso del sector empresarial para la inversión en medidas de
accesibilidad y la posible modificación de los perfiles de puesto, sumado a la prevención de la
discriminación en el ámbito laboral, la inclusión laboral de este sector será lenta y difícil. Qué más
decir de las responsabilidades del sector financiero sobre la escasa promoción y otorgación de
créditos a las personas con discapacidad, o para construir cadenas de valor que incluyan a empresas
de, o integradas por, personas con discapacidad y que existan condiciones para la formación y
crecimiento de las empresas propias.
Sin embargo, reiterando que la inclusión de las personas con discapacidad es ante
todo una obligación del Estado, es necesario pensar las acciones que debe asumir
cada autoridad para que las primeras accedan a sus derechos humanos efectivamente
y con equidad. Un primer paso lo da la Ley General para la Inclusión de las Personas
con Discapacidad publicada en 2011, cuyo espíritu legislativo tiene como objetivo
incorporar el legado jurídico de la CDPD en la legislación nacional, destacando la
creación del Consejo Nacional para el Desarrollo y la Inclusión de las Personas con
Discapacidad y su Asamblea Consultiva, así como el Sistema Nacional para el
Desarrollo y la Inclusión de las Personas con Discapacidad, que agrupa a las entidades
federativas y la Ciudad de México, las dependencias del Gobierno Federal, los
municipios y el sector privado que guarde alguna relación con este sector
poblacional.
El 3 de mayo de 2016 se instaló el Sistema Nacional para el Desarrollo y
la Inclusión de Personas con Discapacidad, un mecanismo de
coordinación interinstitucional entre las dependencias y entidades de la
APF, para dar seguimiento a las políticas públicas en materia de
discapacidad que, como primera acción, promovió que el CONADIS y las
entidades federativas firmaran convenios de colaboración para que a su
vez cada entidad compartiera información relativa a las acciones que
llevan a cabo en materia de inclusión. Este primer ejercicio reveló que
estas acciones son distintas y que muchas de ellas sólo son de carácter
asistencial, pues otorgan servicios de rehabilitación y donación de
ayudas técnicas, dejando pendiente las acciones que promuevan la
participación, el desarrollo y el empoderamiento de las personas con
discapacidad.
A siete años de la promulgación de la Ley, es necesaria una reflexión de los retos que
enfrenta la inclusión como acción de gobierno, el proceso de la implementación de la Ley en
el ámbito federal ha tenido sus primeros resultados con el Programa Nacional para el
Desarrollo y la Inclusión de las Personas con Discapacidad 2014–2018, el Programa Nacional de
Trabajo y Empleo para las Personas con Discapacidad y el Nuevo Modelo Educativo que
plantea la inclusión y la equidad como un eje rector. Estos programas son primigenios y su
evaluación será relevante para conocer los alcances y retos pendientes, los cuales sin duda
derivarán del rezago histórico de la población con discapacidad en México, pero que sin duda
son necesarios en el diagnóstico de los futuros desafíos de implementación.
DISPARIDADES ENTRE
INSTITUCIONES
A nivel estatal, las acciones y los resultados son completamente dispares. Desde una perspectiva personal, es
claro que cuando la entidad federativa consolida una institución dedicada a la inclusión de las personas con
discapacidad, los avances y sobre todo el diagnóstico de los desafíos tienen adelantos evidentes en
comparación a las entidades que no tienen instituciones específicas para este despacho. Estados como
Guanajuato, Jalisco Tlaxcala, Zacatecas, Estado de México, Colima y la Ciudad de México, cuentan desde
hace más de dos administraciones con Institutos o Consejos dedicados a la inclusión de las personas con
discapacidad, sin embargo, la mayoría de las Entidades Federativas dejan en manos del Sistema Estatal del
DIF la política pública en materia de inclusión.

Cabe señalar que los institutos mencionados no guardan


similitudes en cuanto a su adscripción en la
administración pública, desarrollo de programas,
atribuciones legales y presupuestos –además de que la
relación que guardan con el los DIFs estatales, es diversa
ya que, en algunos casos, como en Zacatecas, existe una
relación cercana de trabajo y en otras entidades no se ha
logrado este trabajo conjunto–. Su disposición a trabajar
en conjunto, bajo la coordinación del CONADIS según se
definió el año pasado, verá avances en la medida en que
se compartan buenas prácticas y experiencias, además
de conducir a acciones evaluables en el marco de los
programas federales.
Es necesario que las entidades federativas consoliden instituciones
dedicadas a la inclusión de las personas con discapacidad, donde a través
de la participación efectiva se identifiquen retos y se propongan
estrategias para el adelanto y el empoderamiento, siempre bajo la
garantía del acceso a los derechos humanos. De igual forma, las
administraciones estatales, en cada una de sus dependencias, deberán
trabajar para incluir a las personas con discapacidad en todos sus
programas de gobierno destinados a la población.

En el tercer nivel de gobierno, algunos ayuntamientos en entidades como Baja California y Guanajuato
han promovido la creación de consejos municipales de inclusión a las personas con discapacidad, donde
se busca que los cabildos consideren los intereses y requerimientos de este sector social a través de la
participación de las organizaciones de la sociedad civil; un ejercicio replicado en la delegación Tlalpan
de la Ciudad de México. Este ha sido el inicio de un largo camino para que la mayoría de los municipios
cuenten con un despacho que atienda la inclusión como parte de las obligaciones del municipio o la
alcaldía en cuestión. Este sector de gobierno tiene un papel muy importante en el acceso a los
derechos de las personas con discapacidad, principalmente en lo correspondiente a la accesibilidad en
la vía pública y otras atribuciones constitucionales que le han sido otorgadas y donde las acciones en
materia de inclusión de las personas con discapacidad son escasas o invisibles.
CONTRA EL
ASISTENCIALISMO
La apropiación del modelo social por parte de las autoridades de los tres niveles
de gobierno implica necesariamente la disminución de acciones de carácter
asistencial o clientelar para transformarse en políticas que promuevan el
empoderamiento de las personas a través de la educación, el empleo, la
formación de la empresa propia. Esto incluye, también, los ámbitos “del
desarrollo” como el deporte, la cultura y la academia y, de manera
fundamental, la política. Las personas con discapacidad tenemos que estar en
las mismas escuelas, empresas Y partidos políticos que el resto porque vivimos
en el mismo espacio público. No existen dos realidades, sino una diversa que
tiene que adecuarse a los requerimientos derivados de las capacidades y
deficiencias de las personas; tenemos que identificar las barreras que impiden o
limitan el acceso a los derechos humanos para superarlas en conjunto de
manera que no obstaculicen el proyecto de vida que cada quien se ha formado
por derecho. Las acciones que prevengan la discriminación y la percepción de
minusvalía acerca de la discapacidad son igualmente necesarias e inaplazables.
A diez años de la entrada en vigor de la Convención en nuestro país, los
retos son importantes y los resultados sin duda serán mayores en la medida
en que las autoridades y la sociedad se adueñen del concepto de la
discapacidad como una construcción social y no sólo como una deficiencia
presente en las personas.

En este proceso, es importante destacar la implementación de políticas


públicas que han promovido la inclusión de personas con discapacidad,
tales como la creación del Programa Nacional para el Trabajo y Empleo de
las Personas con Discapacidad, o la Reforma Educativa que contempla el
Nuevo Modelo Educativo y garantiza la igualdad de oportunidades para los
estudiantes con discapacidad. Porsu parte, el Sistema Nacional de Salud
cuenta con una infraestructura de rehabilitación de 1,944 unidades en el
territorio nacional. Sin embargo, nada de esto es suficiente si
consideramos que en nuestro país viven alrededor de 7 millones de
personas con discapacidad
El reto no es menor. Es nuestro compromiso no bajar la guardia, el trabajo
armónico entre los diferentes niveles de gobierno es necesario, lo mismo que la
activa y constante de organizaciones de la sociedad civil de y para personas con
discapacidad. . Sigue hacer presente la participación efectiva de las personas
con discapacidad y las organizaciones que las representan en los procesos de
diseño, ejecución y evaluación de las acciones de gobierno que tengan como
objetivo el adelanto y el empoderamiento de este grupo social, reconociendo
que la construcción de un proyecto de vida por parte de la persona, de forma
autónoma e independiente, es un derecho fundamental que incluye
directamente la capacidad de representarse a uno mismo y promover sus
intereses y decisiones. Urge promover la participación política y la
representatividad de las personas con discapacidad para construir en conjunto
el espacio que compartimos.

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