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Han pasado varios años desde

los acontecimientos de aquella


infausta e ingrata noche de
ventisca.
Durante este tiempo terminó
gloriosamente la Guerra Patria
donde nuestro ejército expulsó
a las huestes invasoras
napoleónicas fuera de los
confines del territorio patrio,
arrinconándolos hasta París.
Márya Gavrílovna, después de
su frustrada boda con Vládimir
y habiendo involuntariamente
contraído matrimonio con un
hombre desconocido, regresó
en la madrugada a su hogar
deprimida, y enfermó
gravemente.
Vládimir, el desafortunado
amante de Márya Gavrílovna,
murió heroicamente en las
inmediaciones de Moscú
defendiendo a su patria en el
campo de batalla.
Márya Gavrílovna continuó
amando a Vládimir aún
después de haberse enterado
de su muerte. Y le guardó
fidelidad durante varios años,
rechazando categóricamente a
sus muchos perseverantes
pretendientes.
Luego falleció el amable Gavríl
Gavrílovich, el padre de Márya
Gavrílovna, dejándole a ella,
como su única heredera de toda
su gran fortuna.
Para alejarse de aquel lugar de
tan ingratos recuerdos, ella y su
madre, Praskóvya Petróvna,
abandonaron su aldea natal y
se trasladaron a otra
gobernación.
Nuestros heroicos regimientos
regresaban victoriosos desde el
extranjero. La gente del pueblo
corría al encuentro de ellos
para agradecerles. La banda de
músicos interpretaba las
canciones conquistadas, !Vive
Henri – Quatre” y valses tiroleses.
Entre ellos, a la gobernación
donde ahora vivía nuestra
Márya Gavrílovna, arribó
también el coronel Burmin,
lesionado, de cerca de 26 años
de edad.
Márya Gavrílovna sintió especial
atracción por el oficial lesionado,
e igualmente, él se sintió
fuertemente atraído,
enamorándose al instante de
ella.

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