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EL SER 

HUMANO  Y LA NATUEALEZA

En un pueblito, cuyo nombre no es relevante mencionar, había un chico de 


catorce años de edad llamado Jorge, que no le gustaba cuidar la naturaleza que 
crecía a su alrededor, a él siempre le decían que la cuidara, que con el pasar 
del tiempo ya no sería igual, que los árboles y pájaros de los que ahora gozaba, 
se extirminarían, pero él irresponsablemente no los cuidaba, y por el contrario 
gustaba mucho de matar con su jefe los pajaritos y las lagartijas, y en el pueblo 
siempre arrojaba la basura por la calle o sobre las plantas lo que le enojaba 
mucho a si mamá. Sin embargo, cierto día, sin saber cómo algo o alguien extraño 
a él lo había llevado a un lugar que desconocía. Al principio, cuando despertó se 
asustó y preocupó, de inmediato decidió caminar y tomar algún camino que lo 
regresara a casa, el lugar en el que ahora se encontraba presentaba un hermoso 
panorama, lleno de naturaleza. 
Mientras caminaba se encontró con un pueblo bastante pequeño - más adelante 
se enteraría que se llamaba Los Corrales - se dio cuenta que las personas no 
cuidaban las plantas ni tampoco a las diferentes especies de flores, las personas 
le echaban la basura que tenían en sus casas como, por ejemplo, las bolsas de 
plástico, papeles, cartones entre otros, al bello bosque. Pensó, por qué no 
cuidaban a la bella naturaleza que ellos tenían ya que en cualquier momento no 
habría alimentos ni tampoco animales, toda la fauna y la flora iban a desaparecer 
por tanta contaminación que recibían, concluyó hacerlos razonar por lo que 
estaban haciendo, en cambio, no pudo, no sabía por qué, cada vez que hablaba 
a alguien, no le hacían caso, pero también se sorprendió que él ahora se esté 
preocupando tanto por el cuidado del medio ambiente. 
Al tiempo, cayó en la cuenta que, en ese lugar, él no existía para las otras 
personas, pues lo ignoraban como él había ignorado a las personas que le 
habían dicho que no contaminara la naturaleza, cuando se encontraba en su 
pueblo. Jorge sintiéndose ignorado por sus semejantes, se consideró en total 
abandono y recién cayó en la cuenta de que necesitaba de la consideración de 
los otros, de verse útil, de que no lo atropellaran o arrojaran sobre él 
desperdicios, entre sollozos pensaba, así he tratado en ocasiones a mis amigos, 
a las personas que me quieren como mi mamá Peto, y a la madre naturaleza.
Razón tenía don Panchito, el ancianito del pueblo, al decir que quien no quiere 
a su madre no quiere a la naturaleza, pensaba humildemente Jorge. 
Realmente este adolescente, ya no quería seguir en ese lugar donde era 
ignorado, deseaba desde el fondo de su corazón regresar a su pueblo y respetar 
no solo a las personas, sino también a todo lo que albergaba la naturaleza, había 
aprendido con el dolor una gran lección, y entre sollozos se quedó 
profundamente dormido, con su deseo en el corazón; es cuando ese algo o ese 
alguien que lo había transportado hasta el pueblo de Los Corrales, percatándose 
que Jorge había cambiado de actitud y estaba arrepentido de lo que había hecho 
a la naturaleza, resolvió regresarlo a su pueblo. 
Cuando despertó Jorge, reconoció que ya estaba en casa, entre su gente y en 
el suelo que, aunque no había cuidado, lo extrañaba tanto, frotándose aún los 
ojos pensó en lo que había vivido, se encontraba desconcertado, y no descubrió 
nunca si fue un sueño o realmente él había experimentado todo aquello que le 
venía a la mente, pero de algo sí estaba seguro, ya trataría con respeto a las 
personas, pero también a la madre naturaleza y todo lo que habita en ella, pues 
pensaba que feo es sentirse ignorado y maltratado y sobre todo que malo es eso 
de no cuidar de aquellos que te dan la vida y son vida. Mientras estaba en este 
monologo, repentinamente ingresó a la habitación donde había despertado, su 
prima Abigail, ella conociendo como era Jorge, con cierta timidez le contó que 
ella junto a otros muchachos irían a sembrar plantas y que otro grupo limpiaría 
las calles de su pueblo y que todos se habían organizado para mantener limpia 
la ciudad y reforestar los alrededores. Para sorpresa de Abigail, Jorge recibió 
muy bien la noticia y decidió unirse a su equipo. Abigail sonriendo solo atinó a 
decir, que bien que te ha hecho el encierro de este fin de semana. ¿Encierro? 
Pensó Jorge con los ojos bien abiertos.

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