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LA LUZ DE LA RAZÓN…

Y DE LA ARQUEOLOGÍA
El uso del lenguaje clásico de la arquitectura ha implicado una cierta
filosofía, en las épocas en las que no ha alcanzado una gran elocuencia.

No se pueden apreciar los órdenes a menos de estar convencidos que


encarnan un principio absoluto de verdadera belleza.

La fe más simple en la autoridad fundamental de los órdenes puede


expresarse en estos términos: Roma fue la más grande, Roma fue la más
sabia.
La profunda veneración de Roma nosotros difícilmente podemos
compartir porque sabemos demasiadas cosas sobre ella.

Pero debemos adoptar una actitud más ingenua para comprender la


mentalidad reinante a este respecto en los siglos XV y XVI.
La sencillez de esta fe estimulaba a la investigación y la crítica, y
aunque se sabía que Roma fue la mejor, se necesitaba saber el porqué.

Existían algunas respuestas para esta inquietud, pero la más profunda


era que la arquitectura romana descendía, a través de la griega, de la
época más primitiva de la historia humana por lo que estaba dotada de
una especie de rectitud natural.
Fue en Francia donde la arquitectura se formuló con mayor fuerza, el
porqué de la arquitectura romana.

A mediados del siglo XVII empezaron las preguntas sobre la auténtica


naturaleza de los órdenes y el modo en que debían utilizarse en los
edificios modernos.
La nueva llamada al orden llego en una serie de libros.

En 1706, se publicó Nuevo tratado sobre el conjunto de la arquitectura,


donde se quería acabar con la utilización ornamental de los órdenes,
quería acabar con lo que él llamaba arquitectura en relieve.

Quieren que los órdenes hablen de nuevo su propio y primigenio


lenguaje funcional.
La hipótesis de los teóricos era que esta se originó cuando el hombre
primitivo construyo una cabaña primitiva, de la cabaña paso al templo,
y mediante una perfección se llegó a inventar la versión en madera del
dórico, lo cual después se elaboró en piedra.

Por primera vez los órdenes eran desplazados, por un prototipo


funcional y racional.
Desde 1755 toda obra, o está influenciada por estos conceptos
opiniones o implican un rechazo explícito de las mismas.

Cuando la gente vio por primera vez representaciones fieles del


Partenón y el Teselón las dos muestras mayores del dórico griego en la
época de Pericles, cada quien lo interpretaba de diferente forma, unos
pensaban que eran burdas y crudas, y que eran más puras por ser más
cercanas de la fuente.
Para el filo del cambio del siglo se convencieron de que el dórico,
jónico y corintio griegos eran más puros y mejores, lo que ocasionó que
existieran 8 órdenes para escoger, los cinco ordenes romanos y los tres
órdenes griegos que podían copiarse en los libros donde se mostraban
claramente.

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