CONFIANZA

Esperanza firme que una persona tiene en que algo

Concepto suceda, sea o funcione de una forma determinada, o en

que otra persona actúe como ella desea.

Seguridad, especialmente al emprender una acción

difícil o comprometida

Todos necesitamos refugios, apoyos
de donde acogernos. La pregunta
es… ¿En quien podemos confiar?
Confiar en los demás es una virtud necesaria para la convivencia en familia, en la
profesión y en la sociedad. La confianza engendra confianza.
1. Debemos confiar en primer lugar en Dios: este es el primer acto y el major de
esta virtud. En el encontramos seguridad.
La confianza en Dios comienza por la fe: un acto de la inteligencia que admite su
existencia, un acto de la libertad que dice: creo, confío en Ti. Todo requiere de la
fe, el mas claro ejemplo es que los milagros que hacía Jesús requerían la de como
condición.
2. Confiar en las personas que quieren el bien para nosotros, esos amigos y seres
queridos que son de palabra, que buscan comprender y ayudar, personas
auténticas, leales, honradas, discretas, sinceras y veraces. Aquellas personas que
mantienen un conjunto de virtudes humans importantes para convivir.
Debemos de tener claro que la confianza solo debemos depositarla en quien lo
merece. Los amigos en los que podemos confiar son un auténtico tesoro.
 SER FIABLES
Debemos de ser acogedores
Dispuestos a escuchar, decir la verdad
con caridad, responder ante la necesidad
del otro.
Dejar de ser negativos/ pesi
mistas
No pensemos lo peor de los demás, la
convivencia se vuelve difícil si somos
así. Ponemos juicios, somos evasivos,
pensamos que la gente puede ser
oportunista o interesada.
Confiar en Jesús también
Acudir a Jesús como los discípulos iban
a él, confiados y dispuestos a preguntar
lo que no comprendían.
Confiados pero prudentes
La virtud de la confianza requiere de
reflexión y prudencia, y cuando se tiene
incorporada se ejerce con naturalidad sin
dificultad.

Sin Cristo, no hacemos nada. Es
la enseñanza que el Maestro dio
a sus discípulos en la escena de
la pesca milagrosa y que se
repite en nuestras vidas.
Sin Cristo, el fruto de la lucha
será cansancio, tensión,
desánimo, ganas de dejarlo; sin
Cristo trataremos de
engañarnos echando a las
circunstancias la culpa de
nuestra ineficacia; sin Cristo
nos invadirá la sensación de
inutilidad. En cambio, con Él
la pesca es abundante.
Fiarse de Dios
La santidad no consiste en el
cumplimiento de un conjunto
de normas. Es la vida de
Cristo en nosotros. Por eso,
más que en hacer, está en
dejar hacer, en dejarse llevar;
pero correspondiendo.
El alma tiende instintivamente
a buscar referencias, señales
que le confirmen que va bien.
El Señor nos las concede en
muchas ocasiones, pero no
creceremos en la vida interior si
dejamos que nos obsesione la
necesidad de comprobar
nuestro progreso.
El crecimiento en la vida interior
no depende de que estemos
seguros de cuál es la Voluntad de
Dios. El afán desmesurado de
seguridad es el punto donde el
voluntarismo se encuentra con el
sentimentalismo. En ocasiones,
el Señor permite una inseguridad
que, bien enfocada, nos ayuda a
crecer en rectitud de intención.
Lo que importa es abandonarse
en sus manos, y en este fiarse de
Él se encuentra la paz.
Nosotros hemos de aprender a
abandonarnos, dejando en
manos de Dios el resultado de
nuestra lucha, porque sólo la
confianza en Él vence esas
inquietudes.
El Señor se sirve de nuestros
defectos para atraernos a Él,
siempre que nos esforcemos
sinceramente por vencerlos. Por
eso, luchando, hemos de
querernos como somos, con
nuestros defectos.
La prontitud para la contrición
marca la senda de la alegría.
«Precisamente tu vida interior
debe ser eso: comenzar... y
recomenzar». No cansarse de
recomenzar: he aquí un secreto
para la eficacia y para la paz.
Porque quien tiene esa actitud
deja trabajar al Espíritu Santo en
su alma, colabora con Él sin
pretender sustituirle, lucha con
toda energía y con plena
confianza en Dios.