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PALOMA”
Un día, Dios decidió
castigar a los
hombres y enviar a la
tierra el diluvio
universal. Pero antes,
llamó a Noé, un
hombre justo, y le
mandó construir un
arca para cobijarse
con su familia cuando
subieran las aguas.
También le ordenó
llevar con él algunos
animales.
Los animales habían
oído que Noé acogería
en el arca sólo a las
mejores criaturas
vivientes. Por eso,
todos acudieron
rápidamente junto a
Noé y empezaron a
presumir de sus
virtudes.
- Yo soy el animal más
fiero y noble –dijo el
león-. Deberías
salvarme.
El elefante
intervino:
- No hay nadie tan
grande como yo.
Mira qué trompa
tengo, por no
hablar de mis
orejas. Si eres
sabio, me llevarás
contigo.
-¿Qué importa el
tamaño?- replicó el
zorro-. Mi
inteligencia es
superior a la vuestra.
-Pero ninguno de
vosotros es capaz de
trepar a los árboles-
dijo el mono.
- ¡Que te has creído
tú eso! –protestó la
ardilla- ¿y yo qué?.
La fila de
animales era
cada vez más
larga. Todos
discutían
porque
querían subir
al arca.
-Yo soy tan fiero como
el león y mucho más
guapo – dijo el tigre.
Y la oveja, que parecía
medio dormida, baló:
-Vosotros no hacéis
nada útil. Yo sí que soy
importante: le doy al
hombre leche y lana.
- Pero sin mí no habría
miel –dijo la abeja.
La jirafa, que
mordisqueaba
distraídamente la
copa de un árbol,
habló desde lejos:
-¡Bah! Comparados
conmigo, sois unos
bichos insignificantes
y enanos.
Y todos los animales
seguían hablando sin
parar.
Noé se fijó en un animal que
estaba sola en una rama y
que no decía nada: la
paloma.
-Y tú paloma, ¿por qué estás
tan callada? ¿No tienes nada
de lo que presumir?- le
preguntó.
La paloma se ruborizó
porque era muy tímida y
respondió en voz baja:
Cuento judío.