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Noé era padre de tres hijos.

Un hombre justo, agradecido, piadoso, íntegro y noble. Le tocó


vivir en una época en que había mucha corrupción y violencia, por eso fue elegido por
Dios, cansado de que hubiera tanta maldad y egoísmo en el mundo, para llevar a cabo su
plan.
- ¡Escucha, Noé! Quiero que construyas el barco más grande que puedas imaginar. Habrá
un diluvio universal, y quiero que tú y tu familia sobreviváis para perpetuar la raza
humana - le dijo Dios.
El hombre balbuceó.
- ¡Pero Señor! Vivimos en el desierto. ¿Cómo quieres que haga un barco aquí? No sabré
hacerlo.
- ¡No tengas miedo, Noé! Yo te indicaré los pasos que tienes que seguir - le dijo Dios.
Noé agachó la cabeza y escuchó:
- Te proporcionaré la madera, herramientas y todo lo necesario para que la embarcación
flote sobre las aguas. Deberá tener varios compartimentos para alojar a tu familia, y sitio
para guardar en ella una pareja de cada especie animal.
A la mañana siguiente, Noé y toda su familia empezaron a construir el arca. El tiempo
pasaba, y cuando las personas se enteraron de que estaban construyendo un barco
empezaron las burlas:
- ¡Estáis locos! ¿Se puede saber qué estáis haciendo? ¡Jajajajaja, jajajajaja, jajajaja...! ¡Solo
unos dementes construirían un barco en el desierto!
- ¡Vendrá una terrible inundación! ¡Tenemos que estar preparados! - les insistían. Pero
nadie los escuchaba.
Noé y su familia trabajaron muy duro siguiendo las indicaciones de Dios.
- ¡Más largo! ¡Debe ser más largo!
- ¡Más alto! ¡Debe tener tres pisos!
- ¡Sellad bien esas tablas! ¡Lloverá mucho y no puede entrar agua!
Cuando estaban a punto de acabar, uno de sus hijos preguntó:
- ¡Padre! ¿Cómo haremos para traer hasta aquí a los animales?
Al amanecer, el ruido los despertó. Elefantes, tigres, corderos, leones, monos, jirafas,
hipopótamos, perros, gatos, ratones, culebras, aves... Toda clase de animales esperaban
haciendo fila para subir al arca.
- ¡Noé, ha llegado el momento! - le dijo Dios.
El cielo se oscureció, el aire se volvió frío y comenzó a lloviznar.
Rápidamente, comenzaron a acomodar a los animales dentro de la embarcación. Llovía
torrencialmente justo cuando entraba el último animal al interior de la barca.
A las pocas horas el agua anegó toda la tierra, incluso los árboles y montañas más
altas. Diluvió mucho, durante cuarenta días y cuarenta noches. Durante el viaje los
animales estuvieron tranquilos, eran obedientes y no se pelearon entre ellos.
Por fin, un día salió el sol, el cielo se aclaró y dejó de llover. Felices lo celebraron, pero no
sabían cómo salir de la barca; solo había mar a su alrededor.
- ¡No temáis! Dios nunca nos abandonará - dijo Noé a su familia -. ¡Tengo una idea!
Envió a una paloma a buscar tierra. Cuando el ave regresó traía una rama de olivo.
- ¡Bieeeeeennnnnn! - gritaron todos cuando desembarcaron en la cima de una montaña.
- ¡Noé! ¡Ha llegado el momento! Bajad a tierra. Aquí está vuestro hogar. Sed felices. Tened
muchos hijos. Contad vuestra historia - le dijo Dios -. Os voy a dejar un regalo en el cielo
para que siempre tengáis presente lo que habéis vivido.
A los pocos segundos, un precioso arcoíris atravesó el cielo de lado a lado

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