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La virtud

perfección moral del hombre

Extracto del capítulo VII del


Manual de Moral Fundamental, de
Jorge A. Palma

P. Juan María Gallardo


Introducción
• Las virtudes son perfección de la libertad pues
aumentan la capacidad o la energía para obrar el
bien.
• “El camino cierto para alcanzar la bienaventuranza
es la virtud”, enseña Sto. Tomás.
• Estudiarlas es imprescindible para entender u
orientar la conducta del hombre.
• Al hablar de la virtud nos enfrentamos con un
aspecto del obrar humano que se refiere al modo en
que el hombre crece y se perfecciona -se libera de
toda esclavitud-.
Enseñanzas de la Sagrada Escritura
• En el A.T. encontramos muchas figuras virtuosas:
modos de obrar del hombre justo. (Majestad, fe,
esperanza, simplicidad, sabiduría, paciencia,
penitencia, obediencia, misericordia, prudencia,
agradecimiento, perseverancia, fortaleza, humildad,
temor de Dios, amor al prójimo, etc.).
• El cristianismo incorpora nuevas virtudes como la
castidad, la modestia, la mansedumbre, el amor a la
Cruz, la docilidad, la esperanza.
• San Pablo menciona elencos de vicios que
contrapone a las virtudes que hay que practicar.
Encontramos hasta 15 catálogos de
pecados:
• Rom. 1, 29-31; • Dos de estos recogen
• 1 Cor. 5, 10-11; 6, 9-10; las virtudes contrarias:
• 2 Cor. 12, 20-21; • Gal. 5, 19-21;
• Gal. 5, 19-21; • Ef. 4, 31.
• Ef. 4, 31; 5, 3-5; • No son una
• Fil. 4, 8-9; enumeración
• 1 Tim 1, 9-10; 4, 12; 6, exhaustiva, pues se trata
9-11; de cartas a diversas
• 2 Tim. 3, 2-5; comunidades con
• Tit. 3,3. situaciones concretas.
Las virtudes en la Patrística
• S. Basilio (+ 379) predica sobre la caridad, la
mansedumbre, la paciencia, la fe, la esperanza, la
humildad...
• S. Ambrosio (+397) muestra las virtudes en los
grandes personajes bíblicos en De Officis. Temas
como la modestia, la paciencia, las 4 virtudes
cardinales, lo honradez, la justicia, la generosidad.
• S. Agustín (354-430), la idea central de su teología
moral es el amor. Considera las 4 virtudes desde la
caridad.
• S Gregorio Magno (540-604)...
Reflexión teológica
• En la Teología Medieval: • En el pensamiento actual:
• Pedro Lombardo (+1160) • Dos son los modos de
estudia las virtudes en N. S. presentar los contenidos de
Jesucristo. la moral católica: con el
• Sto. Tomás, S. Alberto esquema de los 10
Magno y S. Buenaventura Mandamientos (S. Alfonso)
estudian las virtudes tal o a partir de las virtudes
como fueron presentadas y (Sto. Tomás).
practicadas por el Verbo. • La noción de virtud tiende
• Se han contabilizado 153 HOY a recuperar su
virtudes que merecen la importancia pues ayuda a la
atención de Sto. Tomás. exigencia personal y a
encontrar la felicidad.
Los hábitos
• Noción:
• Es una cualidad estable de las potencias del
hombre (es una cualidad de un ser libre. Los
animales no tienen hábitos.)
• que las dispone e inclina (lo propio del hábito es
disponer o inclinar la potencia a una operación.
Veremos que no todos lo hacen de igual manera)
• a obrar en un sentido.
• Todo hábito se relaciona con el paso de la potencia
al acto.
• Son una cualidad estable, difícilmente removible. Es
una inclinación permanente no casual o esporádica.
División de los hábitos
• Pueden ser ENTITATIVOS (como la salud, la
gracia) u OPERATIVOS (radican en las potencias).
• Los operativos se dividen:
• 1) Según su origen:
• NATURALES: Inclinación arraigada en la naturaleza que no se
ha cultivado.
• ADQUIRIDAS: Fruto del ejercicio de la libertad (voluntad).
• GRATUITOS, INFUSOS O SOBRENATURALES:
Concedidos por Dios
• 2) Según su influjo sobre la libertad:
• Negativos (Vicios)
• Positivos o hábitos buenos (Virtudes y dones)
Sujeto de los hábitos
• El sujeto de los hábitos es la persona, a través de
las potencias por las que obra libremente, es decir
la inteligencia y la voluntad, con el concurso de las
pasiones.
• No es justa la voluntad, sino el hombre.
Crecimiento de los hábitos
• El modo en que nacen y se desarrollan los hábitos
operativos se puede resumir en dos puntos.
– 1. Todo hombre recibe con su naturaleza una inclinación
natural de su inteligencia a la verdad y de la voluntad al
bien, que llamamos hábitos de los primeros principios y
“semina virtutum”.
• (El hombre luchará contra el “fomes peccati).
– 2. Tanto las virtudes adquiridas como los vicios se
consiguen y aumentan por la reiteración de actos:
conviene resaltar que importa no sólo el número, sino la
intensidad.
• (El hombre, al actuar, opta por lo bueno o lo malo).
Disminución de los hábitos
• Los hábitos naturales se debilitan por los actos que
los contrarían.
• Los hábitos sobrenaturales se reciben y se pierden
con la recepción o pérdida de la gracia.
• Los hábitos adquiridos disminuyen e incluso se
corrompen por la realización de actos contrarios o por
su no ejercicio.
• Para que el hábito se corrompa el acto ha de ser de
una intensidad suficiente para borrarlo o una
repetición continuada de actos menos intensos.
• El no ejercicio debilita y aun corrompe a los hábitos.
Noción de virtud
• Son hábitos operativos buenos.
• Virtus: fuerza, energía, que orienta las potencias a
obrar en forma adecuada a la consecución de su fin.
• “Es la disposición de lo perfecto para lo mejor”,
Aristóteles, Phys. VII, c. 3.
• “Es la que hace bueno al que la tiene y hace buenas
sus obras”, Aristóteles, Ethic., cc. 5 y 6.
• “Es una buena cualidad del alma, por la que el
hombre vive rectamente, de la cual nadie usa mal
(producida por Dios en nosotros sin intervención
nuestra). Define, sobre todo, a las virtudes infusas.
• Buena cualidad, es un hábito operativo,
especificado por su bondad.
• del alma (parte superior del hombre) esta cualidad
puede encontrarse en los racionales, ya que la
virtud perfecciona el obrar libre;
• por la que el hombre vive rectamente y nadie usa
mal, una propiedad exclusiva de las virtudes
morales (con excepción de la sabiduría y de la
prudencia, las intelectuales pueden usarse mal).
• que Dios obra en nosotros y sin nosotros, se refiere
exclusivamente a las virtudes infusas, y se entiende
sin menoscabo de la necesaria cooperación de la
libertad.
• Triplicidad constitutiva:
– Toda virtud moral está integrada
• por un creciente conocimiento (inteligencia),
• amor del bien (voluntad)
• y por un mayor orden en las pasiones (apetito sensible).
• La virtud no puede confundirse con el
acostumbramiento; es perfección de la libertad.
• La costumbre no se confunde con la virtud; esta supone
un íntimo crecer en el conocimiento y amor del bien.
• Un hombre se dice virtuoso cuando obra de modo
inteligente y vigoroso, con audacia, coraje, sin retrasos
inútiles, con amplitud de miras; y esto con simplicidad y
espontaneidad, sin ostentaciones, como algo natural,
porque él es así.
• Unos entienden por virtud
– el acostumbramiento o sometimiento a unas reglas más o
menos formalistas y mecánicas.
– Una virtud doblegada bajo el sometimiento del
aburrimiento
• Toda virtud es crecimiento en libertad, y depende
del despliegue de las fuerzas del alma a través no
sólo del empeño ascético personal, sino de la
oración y los sacramentos; la aceptación de las
pruebas, y de las mismas derrotas, a menudo más
importantes que las victorias.
División de las virtudes
– A) Por su origen:
origen
– 1. Naturales o adquiridas (humanas)
• Virtudes intelectuales: 1. El hábito de los primeros principios.
2. La sabiduría. 3. La ciencia. 4.
La prudencia.
5. Las artes.
• Virtudes morales: 1. La prudencia, 2. La justicia y la
solidaridad. 3. La fortaleza. 4. La templanza. 5.
La laboriosidad. 6. La penitencia
– 2. Sobrenaturales (infusas): Fe, esperanza y caridad
– B) Por su objeto o bien al que dispone
Virtudes naturales o adquiridas (humanas)
• Las virtudes naturales están depositadas
incoativamente por el Creador en la misma
naturaleza humana, a modo de semilla, y cada
individuo las desarrolla con sus actos.
• Distinguimos:
– las intelectuales: que perfeccionan al hombre en cuanto al
conocimiento de la verdad, ya sea especulativa, ya sea
práctica.
– Las morales: que perfeccionan al hombre para obrar
rectamente respecto a la elección del bien.
Virtudes intelectuales
• Potencian la inteligencia humana para conocer el
orden creado, y con ello, la manera adecuada de
moverse dentro de él, facilitando que el hombre
logre valorar acertadamente los varios fines que se
propone y, mediante su prosecución, pueda unirse a
Dios, que es su último fin.
• El entendimiento especulativo es perfeccionado por
la sabiduría; el intelecto práctico, por la prudencia y
el arte.
• Cada una de las virtudes se especifica y diferencia
de las demás en razón de su objeto.
El hábito de los primeros principios
• Es el hábito que perfecciona la inteligencia en el
conocimiento de los primeros principios de lo real, de
suyo evidentes.
• Los primeros principios NO SON unas ideas innatas
o unos postulados más o menos convencionales, de
los que deducimos el modo de ser de la realidad.
• SON una luz intelectual, una perfección de la
inteligencia, que facilita juzgar de lo que
experimentamos por los sentidos y de nuestros
razonamiento distinguiendo cuando son verdaderos o
falsos. Guían nuestro saber.
La sabiduría
• Es el hábito que lleva a conocer las causas últimas
del universo visible, esto es a conocer a Dios como
causa Primera de todas las criaturas, y a éstas con
relación a Él.
• “Es propio del sabio, ver a Dios como fin de las
cosas creadas y buscarlo como tal” (S. Bernardo).
• A la vez es virtud moral, por eso implica también
perfección de las disposiciones de la voluntad.
• La SSEE dedica un libro a la “sabiduría” y afirma
que nace de la humildad y el amor a Dios y nos hace
poderosos para servir.
La ciencia
• La virtud de la ciencia perfecciona el entendimiento para
conocer las cosas en razón de sus causas particulares.
• Son hábitos de ciencia la física, la matemática, la
biología.
• La sabiduría guía las ciencias; por eso en la medida en
que se dejan penetrar por ella, se perfeccionan también
como ciencias.
La prudencia
• La estudiaremos dentro de las virtudes morales, como
virtud cardinal.
Las artes
• Son los hábitos que perfeccionan el entendimiento,
para que conozca el modo de hacer algo bien en
orden a sus fines próximos; es la recta razón del
bien hacer (facere), (es: “recta ratio factibilium”).
• Ejemplos: el arte de cultivar el campo, de construir
edificios, de fabricar automóviles, etc.
• La bondad moral del artista, y de alguna manera del
arte, procede de su ordenabilidad y efectiva ordenación
al último fin.
• Actualmente el término arte se reserva para las bellas
artes; técnicas o habilidades profesionales para los
demás saberes.
Virtudes morales
• Son las que perfeccionan al hombre en la práctica
del bien moral.
• Inclinan al bien y no pueden usarse para el mal.
• Se distinguen por su objeto; por eso hay tantas
virtudes morales como clases de obras buenas; ej.:
generosidad, alegría, humildad, sencillez, paciencia.
• Desde muy antiguo se agrupan en torno a cuatro de
ellas: prudencia, justicia, fortaleza y templanza, que
se llaman cardinales (“cardo”, quicio o gozne).
• Son como las condiciones de todo obrar recto.
La prudencia
• Del griego prónesis, prógnoia, prógnosis:
conocimiento anticipado; del latín providentia (de
procul videre): indica visión anticipada que connota
efecto de de precaución y de protección contra un
mal probable o posible. O bien de porro videns: el
que ve de lejos, antes de que algo sea hecho.
Conocimiento del futuro a partir del conocimiento
del pasado y del presente.
• Es una virtud que perfecciona la inteligencia en el
conocimiento de la dimensión ética de los actos
humanos, es decir, en su orden al fin último.
• Dirige el obrar humano en cuanto tal.
• También se define como recta ratio agibilium (recta
razón de las acciones), recto conocimiento de lo
que se debe hacer.
• Es un hábito de la inteligencia, que juzga sobre lo
que debe hacer aquí y ahora en orden al fin,
ordenando así todas las capacidades, hábitos y
potencias.
• Como virtud moral es “la recta razón que ordena los
actos humanos al fin último objetivo de la vida
humana, como hábito de elegir bien los medios para
un fin moralmente bueno”.
• Perfecciona fundamentalmente el razonamiento
moral práctico.
• Pertenece al entendimiento práctico, porque es un
conocimiento orientado a dirigir las cosas
aprehendidas a la acción.
• El objeto material de la prudencia es la praxis (las
acciones libres en orden a los medios).
• Sujeto: El intelecto práctico por sus actos (consultar,
juzgar, mandar, son actos de la razón).
• Objeto material: Los actos morales (no las acciones
físicas).
• Objeto formal quo: Los actos humanos bajo la razón
de verdadero, práctico y bueno.
• La prudencia versa sobre las aplicaciones concretas
individuales de los principios de orden moral.
• Regula nuestros actos con relación al Fin Último.
I. Virtud natural o adquirida:
• La prudencia, hábito cognoscitivo-práctico de lo
singular y concreto, ordenada a la acción libre y
responsable, es una virtud natural que, para ser
perfecta, debe orientarse al fin último de la vida.
II. Virtud sobrenatural o infusa:
• Es aquella virtud sobrenatural infundida, por la cual
la inteligencia ilustrada por la fe, formada por la
caridad y movida por el Espíritu Santo, juzga y
prescribe qué hay que hacer en cada caso.
• Se distingue de la virtud natural:
– 1) La causa eficiente de su adquisición es Dios, mediante
la gracia.
– 2) El fin a que se dirige es sobrenatural.
– 3) El principio o motivo está iluminado por la fe y
ordenado por la caridad al fin sobrenatural.
III. Errores:
• Es frecuente considerarla como la virtud de la
mediocridad, de la mezquindad, o como una cierta
actitud de contemporización que rehúsa tomar
decisiones.
• Contrariamente a lo que se piensa esta virtud tiene gran
dinamismo: es la virtud de las iniciativas, del riesgo
responsable, de las grandes decisiones y desafíos.
IV. Actos o funciones:
– a) Consejo (concilium): Ponderación de la realidad y de
las exigencias morales universales en las concretas
circunstancias. Estudio o deliberación, sobre los medios
necesarios para que la acción se haga virtuosamente.
– b) Juicio (iudicium): Juzgar rectamente, para aprender los
criterios virtuosos y las normas o preceptos morales, sin
renunciar nunca a la propia responsabilidad y para
considerar y valorar los consejos recibidos.
– c) Mandato o imperio (imperium): Mandato de ejecución
de la acción, según el juicio, a las facultades que la han de
realizar. Este es el acto propio y principal de la prudencia.
– La prudencia requiere la acción. No se llama prudente al
hombre que ve lo que hay que hacer y no lo hace.
V. Partes integrales:
• i) En cuanto virtud intelectual o cognoscitiva:
– 1. Experiencia o memoria, recuerdo de las cosas del
pasado. La experiencia es la madre de la ciencia.
– 2. Entendimiento o inteligencia de la situación y de los
principios morales que hay que aplicar al presente
– 3. Docilidad, afecto y prontitud para aprender y aceptar
la enseñanza o consejo de otros.
– 4. Solercia, sagacidad o eustoquia (conjeturas) es la
facultad de captar en una sola ojeada la situación
imprevista y tomar nuevas decisiones instantáneas;
perspicacia para hacerse pronto con la idea de cuáles son
los medios congruentes para alcanzar el fin.
– 5. Razón o razonamiento, prontitud para razonar.
• ii) En cuanto virtud práctica o preceptiva:
– 1. Providencia, previsión de ordenar los medios al fin y
prever; considerar los eventos futuros.
– 2. Circunspección, consideración atenta de todas las
circunstancias.
– 3. Precaución o cautela, cuidado de evitar toda dificultad,
impedimento, o inconveniente que se pueda presentar. Lo
que más ayuda a actuar prudentemente es considerar las
cosas desde el punto de vista de su valor para la
eternidad.
VI. Partes subjetivas:
– a) Prudencia política, es la prudencia de los hombres
como sujetos de una comunidad política, con el bien
común como su último fin.
– b) Prudencia reinativa, comprende la asignación de roles
y la administración de justicia a entidades políticas, tales
como ciudades y Estados y tiene como fin último el bien
de dichas comunidades.
– c) Prudencia doméstica, difiere de la reinativa en cuanto
que gobierna instituciones como la familia, que median
entre el individuo y la comunidad política. Tiene como
fin último el bien común de la familia o de la institución
que medie.
– d) Prudencia militar, se caracteriza por tener como fin la
protección y el bien común contra amenazas internas o
externas.
VII. Partes potenciales:
– a) Eubulia o buen consejo: Hábito de consulta; de
aconsejarse
– b) Synesis o buen sentido práctico, sensatez. Virtud de
juzgar bien las operaciones según las reglas comunes.
– c) Gnome o juicio perspicaz, resolución equitativa.
Virtud de la epiqueia, indica cuando por los motivos o
principios más altos, conviene apartarse de la ley común
a juzgar.
VIII. Vicios opuestos:
• i) Por defecto:
– a) La imprudencia: que a su vez comprende:
– 1) La precipitación: impremeditación (rapidez de acción)
sin detenerse a deliberar. Antes de formular un juicio
fundado, se lanza resueltamente al imperio y a la acción.
Se opone a la eubulia. Si nace del desprecio a las reglas
es temeridad.
– 2) La inconsideración: cuando no se consideran todas las
circunstancias. Se opone a la synesis y a la gnome.
– 3) La inconstancia: es la omisión del acto debido: Es un
vicio que malogra y corta el paso en la parte más decisiva
del proceso de transformación de la verdad en la “orden”
o mandato.
– Todos estos vicios proceden de la lujuria que entenebrece
el juicio de la razón por su vehemente aplicación a las
cosas sensibles opuestas a las intelectuales.
– b) La negligencia:
– 1) La omisión del acto debido, y
– 2) el defecto de la solicitud requerida: son un defecto
interno del acto de razón que no manda lo que se debe o
de la manera que debe hacerlo.
• ii) Por exceso (o falsamente parecidos):
– a) Prudencia de la carne;
– b) astucia, dolo y fraude; no necesariamente se trata de
un fin malo, peca también el que busca medios
rebuscados;
– c) excesiva solicitud de las cosas temporales y futuras.
– Todos estos proceden de la avaricia.
La justicia
• La justicia es la virtud que, sustentada en la humildad
y en el amor de amistad a Dios y a los demás, inclina a
dar a cada uno lo suyo.
• “Tiende a que el hombre, en la medida de sus fuerzas,
dé lo suyo a Dios, sometiéndole totalmente su alma”
(S. Tomás, S. Th., II-II, q. 57, a,1, ad 3).
• En la SSEE “justicia” significa el conjunto de todas las
virtudes, la bondad moral íntegra y completa.
• El justo es el que tiene su voluntad puesta totalmente
en Dios.
• El justo por excelencia es Dios.
Notas esenciales
– a) Alteridad: se refiere siempre a otro; en sentido propio
no hay deberes de justicia con uno mismo.
– b) Derecho estricto: no es un obsequio, sino algo que se
debe estrictamente.
– c) Igualdad, entre los sujetos.
– d) Exacta adecuación, no cierta compensación, sino
exactamente lo que es debido, ni más ni menos.
– Diferencia entre justicia y caridad: La justicia al
ejercitarla doy al otro lo que es suyo. Los derechos de
justicia son más estrictos. La caridad se basa en la unión
por el amor. Doy lo que es mío. Es superior a la justicia.
Partes subjetivas o especies de justicia
– 1) Justicia general (o legal o social): Se dirige primera y
directamente al bien común. “Es la decisión permanente de
dar a la comunidad (civil o eclesiástica) lo que
corresponde”.
Virtud que inclina a la voluntad a cumplir los deberes
sociales es la justicia general, por que tiende al bien
común y porque dirige en general las acciones de los
hombres hacia este bien.
Bajo el imperio de esta virtud, el ciudadano cumple las
leyes, paga los impuestos; el funcionario cumple su
deber; el legislador hace bunas leyes; el juez las aplica
debidamente.
El nombre de justicia legal le viene de que su principal
función se dirige a establecer y cumplir las leyes.
Sin ella se perturba la paz y los ciudadanos sufren muchos
daños (especialmente con las leyes injustas).
– Pago de los impuestos:
Si no se pagan los impuestos se lesiona la justicia general,
como cuando no se cumplen las leyes.
Desde el punto de vista moral, los impuestos se han de pagar;
son absolutamente necesarios para el funcionamiento de la
sociedad.
(“Dad al Cesar los que es del Cesar... Mt. 22,21).
Esta obligación grava la conciencia.
(“Por tanto es necesario someterse no sólo por temor al
castigo sino también a causa de la conciencia. Por esta
razón les pagáis los tributos (...) Dad a cada uno lo
debido: a quien tributo, tributo; a quien impuestos,
impuestos; a quien respeto, respeto; a quien honor, honor”
Rom. 13, 5-7).
Si se defrauda hay obligación de restituir.
En principio, como todas las leyes, hay que suponer que las
leyes tributarias son justas, a no ser que sea manifiesto lo
contrario.
Distinto es la evasión de la elusión: aprovechar los recursos
legales para pagar menos impuestos. No hay
quebrantamiento de la justicia legal.
– Otras colaboraciones de los ciudadanos en los
asuntos públicos
La primera colaboración es cumplir con sus deberes: tales
como el cumplimiento de la moral natural en sus relaciones
con los otros ciudadanos; el cumplimiento de las leyes
justas; el pago de los impuestos.
Han de estar dispuestos a manifestar su opinión cuando se les
pide con objeto de elegir a los que han de gobernar.
El incumplimiento del deber del voto sin causa justa puede
constituir una transgresión grave.
El sentido de solidaridad debe llevar a los ciudadanos a
colaborar activamente en el buen funcionamiento de todas
las entidades (sindicatos, colegio profesional, asociaciones
culturales...) cada uno según su situación o posibilidades
– 2) Justicia particular: Es la decisión permanente de dar a
cada persona, tanto a las personas físicas como a las
personas jurídicas, lo que corresponde. Se divide en:
– a) Justicia conmutativa que es la decisión permanente de la
persona privada de dar a otra persona privada lo que
estrictamente le corresponde, observando una igualdad
absoluta entre lo que se da y lo que se recibe. No es más
estricta que la legal o distributiva. Su lesión obliga a
restituir.
– b) Justicia distributiva, que es la decisión permanente que
inclina al que gobierna la comunidad a distribuir
equitativamente los honores y las cargas entre sus miembros,
según sus capacidades y sus méritos. No lleva consigo una
igualdad absoluta, sino proporcional.
– c) Justicia vindicativa, que inclina al que gobierna una
comunidad a imponer penas adecuadas a los delitos. Según
se considere, queda incluida en la distributiva (si estas penas
se imponen según una justa proporción); en la legal (si se
mira principalmente su repercusión en el bien común); en la
conmutativa, pues el juez ha recibido la misión de castigar
estos delitos y no cumpliría con su oficio si no lo hiciera.
Partes potenciales de la justicia
– Son virtudes que se parecen a la justicia en que tienen el
mismo objeto (dar lo suyo a otro), pero carecen de de la
perfecta razón de justicia, por defecto de alguna de las notas
esenciales. No alcanzan del todo el objeto de la justicia:
– 1. En cuanto a la perfecta igualdad:
– a) La religión: que nos lleva a adorar a Dios y a darle el
culto debido.
– b) La piedad: por la que damos honor y asistencia a los
padres y a la patria.
– c) La obediencia: por la que realizamos los mandatos
legítimos de los superiores; inclina a tratar debidamente a
los hombres de gran virtud y dignidad.
– 2. En cuanto que sea estrictamente debido lo que se recibe:
– a) La veracidad: inclina a decir la verdad y a no mentir.
– b) La gratitud: inclina a recompensar de algún modo el
beneficio recibido.
– c) La venganza (¿?): inclina a reparar las injurias
perpetradas por otro.
– d) La liberalidad: inclina a ser moderados en el amor a los
bienes materiales y a saber usarlos debidamente en
beneficio propio y del prójimo y en honor de Dios.
– e) La afabilidad: inclina a hacer agradable el trato con el
prójimo.
– f) La equidad y la epikeia: inclinan por justas causas a dejar
la letra de la ley para obrar según la presunta intención del
legislador.
Derechos subjetivos o de la persona
– La virtud de la justicia es la decisión permanente de dar a
cada uno lo que le corresponde “en estricto derecho”. Este
“estricto derecho” consiste en el derecho de una persona o
derecho subjetivo.
– El derecho subjetivo es la facultad moral o capacidad de
hacer algo, tenerlo, exigirlo, etc. (activo); u omitirlo
(pasivo).
– Esta capacidad moral exige que los demás la respeten, por
consiguiente engendra en ellos una obligación o deber de no
violarla; a todo derecho de uno corresponde un deber de
otro.
La injusticia o injuria
– Del latín in-iuria: conculcación de un derecho.
– Es toda acción que se oponga a la virtud cardinal de la
justicia.
– Es pecado mortal ex genere suo; no es fácil determinar la
parvedad o gravedad de la materia.
– Una regla es el daño producido al prójimo o al bien común.
– No todas las injusticias son de la misma especie, por ej.: es
distinto el robo que la difamación.
– a) Nadie puede hace una injusticia sin querer. El que lesiona
derechos ajenos sin querer (por ignorancia, etc.) comete una
injusticia material.
– b) A nadie se puede hacer una injusticia si no se opone a
sufrirla, es decir, si la acción la sufre sin engaño y
consintiendo libre y lícitamente, por ej., si alguien consiente
a sabiendas y libremente que se lleven algo suyo.
– Las dos categorías más amplias de injusticia son:
– 1) La injusta apropiación de lo ajeno: robo, hurto, etc.
– 2) La injusta damnificación: la acción por la que se causa un
mal a otro sin apropiarse de nada suyo. Ej.: murmuración,
calumnia, escándalo...
La solidaridad
• “nos ayuda a ver otro –persona o nación- no como un
instrumento cualquiera, para explotar a bajo coste su
capacidad de trabajar y su resistencia física, abandonándolo,
cuando ya no nos sirve, sino como un semejante, una ayuda
a quiene hacer partícipe, junto con nosotros, del banquete de
la vida. La solidaridad es indudablemente una virtud
cristiana. A la luz de la fe tiende a superarse a sí misma, a
revestir las dimensiones específicamente cristianas de la
gratitud total, del perdón y de la reconciliación. Entonces el
prójimo no es ya sólo un ser humano con sus derechos y su
fundamental igualdad con nosotros, sino que se presenta
como imagen viviente de Dios Padre, rescatado por la
sangre de Jesucristo y puesto bajo la acción del Espíritu
Santo” (J.P.II, Sollicitudo rei socialis, n. 30-40).
• La justicia no basta si no está informada por la
caridad; “únicamente con la justicia no resolveréis
nunca los grandes problemas de la humanidad.
Cuando se hace justicia a secas, no os extrañéis si la
gente se quede herida: pide muchos más la dignidad
del hombre, que es hijo de Dios. La caridad ha de ir
dentro y al lado, porque lo dulcifica todo, lo deifica
todo: “Dios es amor” (1 Jn. 4,16) (Josemaría E. de
B., Amigos de Dios, n. 172).
• “La justicia por sí sola no es autosufuciente y torna
hacia la propia negación y autoaniquilación si no se
permite que entre a plasmar la vida humana esa
forma más profunda de relacionarse, constituida por
el amor” (J.P. II, Dives in mesericordia, n. 12).
La fortaleza
I. Noción: Es la virtud que nos vigoriza para practicar
el bien con constancia y paciencia, pese a las
dificultades.
• Tiene por objeto reprimir los temores y moderar
las audacias.
• Por la fortaleza aprendemos a superar las
contradicciones que aparecen en la vida, y a no
desanimarnos ante los propios defectos, superando
el temor al esfuerzo, los peligros y dificultades que
entraña la práctica del bien, perseverando con
tenacidad para conseguir las metas propuestas.
• Enseña S. Gregorio Magno que “la fortaleza hace
aprender a amar las dificultades de este tiempo para
ganar una eternidad con Dios” (Moralia in Job, VII,
c. 21).
• “Es la virtud cardinal por la cual la voluntad se
robustece de tal modo que no desiste en su esfuerzo
por conseguir el bien difícil de alcanzar según el
dictamen de la recta razón (virtud humana) o según
el dictamen de la recta razón iluminada por la fe
(virtud sobrenatural).
• Es una actitud de firmeza, que lleva a la persona a
cumplir con sus deberes y responsabilidades, aún
cuando las dificultades lo hagan gravoso.
• La vida cristiana “es lucha”...; por eso la virtud de la
fortaleza tiene gran importancia.
• Es superación –con la ayuda de la gracia- de nuestra
debilidad humana, y sobre todo del miedo.
• Tiene su cumbre en afrontar la muerte con valentía.
El martirio es el acto máximo, aunque excepcional,
de la virtud de la fortaleza, por amor a Dios y al
prójimo.
• Manifestaciones concretas:
– Constancia en el trabajo.
– Perseverancia ante las dificultades y las tentaciones.
– Corregir al que obra mal, hablar de Dios sin miedo.
– Emprender trabajos riesgosos o costosos.
• Es fuerte el que persevera en el cumplimiento de lo
que entiende que debe hacer, según su conciencia; el
que no mide el valor de una tarea exclusivamente
por el servicio que presta a los demás (Josemaría E.
de B., ob. Cit. N. 77)
II. Actos y funciones: Son dos los actos principales de
esta virtud: resistir (sustiniere mala) y atacar o
acometer (agreddi pericula)
III. Partes o virtudes anejas:
• 1) La magnanimidad: (magnus animus: ánimo
grande).
• Es la virtud que inclina a acometer obras grandes en
todo género de acciones virtuosas.
• El hombre magnánimo se deleita poco en los
honores recibidos, aunque sean grandes; tampoco le
afectan mucho la prosperidad o la adversidad.
• Ayuda a los demás con gusto.
• No es ambicioso y no busca posiciones más altas.
• Si es necesario, dice abiertamente lo que piensa.
• Olvida las injurias recibidas.
• No actúa con precipitación.
• Características suyas son la sinceridad y la
honradez; nada le es tan ajeno como callar la verdad
por miedo.
• No se queja, ni se deja rendir por la confusión.
• Evita como la peste la adulación y las posturas
retorcidas.
• Implica una fuerte e inquebrantable esperanza.
• Se oponen por exceso:
– La presunción: que lleva a emprender obras que superan
la capacidad del sujeto.
– La ambición: por la que se desean desordenadamente los
honores.
– La vanagloria: por la que se desea desordenadamente la
propia gloria personal.
• Por defecto:
– La pusilanimidad: (pusillus animus: ánimo pequeño) que
lleva a retrasarse a emprender algo porque se piensa que
supera las propias fuerzas, aunque en realidad no las
supera.
• 2) La magnificencia: (magnum facere: hacer algo
grande)
• Es la virtud moral que inclina a hacer obras grandes
y difíciles, a pesar del gran esfuerzo o de los
grandes gastos que pueden exigir.
• Magnífico es el que es capaz de percibir las
proporciones de una obra magna y a la vez es capaz
de gastar grandes sumas armoniosamente.
• Se oponen:
– La suntuosidad: que lleva a hacer grandes gastos, pero
innecesarios y fuera de lo razonable.
– La tacañería: que inclina a ser mezquinos y a hacer
gastos insuficientes y, por tanto, igualmente poco
razonables.
• 3) La paciencia: con la que soportamos con buen
ánimo; capacidad de padecer, de sufrir, es la virtud
moral que inclina a sufrir sin demasiadas tristeza los
males, especialmente aquellos que son infligidos por
otros.
• Son grados crecientes de la paciencia: tolerar los
males sin murmurar; tolerarlos sin quejarse ni
lamentarse ante otros y tolerarlos con gozo.
• Se oponen:
– La insensibilidad: por la que el hombre no se impresiona
por ninguna contradicción, como si fuera incapaz de
advertirla.
– La impaciencia:que inclina a dejarse dominar fácilmente
por las contrariedades, reaccionando a menudo con
quejas o con ira.
• 4) La perseverancia o lealtad, por la que el hombre
no se aparta de sus empeños o promesas, de sus
convicciones, deberes, etc.
• Ayuda persistir en el ejercicio de las virtudes según
dicta la recta razón o la recta razón iluminada por la
fe, no obstante el cansancio que causa la monotonía
de hacer siempre lo mismo.
• Sin lealtad o fidelidad a los propios compromisos, la
vida social se derrumba.
• “Presupuesto indispensable de toda pacífica
convivencia es la mutua confianza, la persuación
general de que todas las partes deben ser fieles a la
palabra empeñada” (Pio XII, Enc. 20-X-39, n. 56).
“Un marido, un soldado, un administrador, es siempre tanto
mejor marido, tanto mejor soldado, tanto mejor
administrador, cuanto más fielmente sabe hacer frente en
cada momento, ante cada circunstancia de su vida, a los
firmes compromisos de amor y de justicia que adquirió un
día: esa fidelidad delicada, operativa y constante –que es
difícil, como difícil es toda aplicación de principios a la
mudable realidad de lo contingente- es por eso la mejor
defensa contra la vejez de espíritu, la aridez de corazón y la
anquilosis mental” (Josemaría E. de B., Conversaciones)
• Se oponen:
– La pertinacia o terquedad: que inclina a obstinarse en no
ceder cuando sería razonable hacerlo.
– La inconstancia: que inclina a desistir con facilidad del
ejercicio de las virtudes cuando se presenta algún
obstáculo.
La templanza
I. Noción: Es una virtud cardinal que edifica y
defiende el orden interior del hombre de la fuerte
tendencia –anidada en su ser como consecuencia del
pecado original- a ir contra la propia naturaleza.
• Nos hace dueños de nosotros mismos.
• Es la virtud que modera el amor a los bienes de la
tierra y ayuda a poner el corazón en el cielo.
• La templanza o moderación (gr. sophrosyne; latín
temperantia) abarca todo lo que es “discreción
ordenadora”.
• La templanza tiene un sentido y una finalidad, que
es hacer orden en el interior del hombre.
• De este orden surgirá la “tranquilidad de espíritu”.
• La templanza tiene su verificación y opera
exclusivamente sobre el sujeto actuante.
– La templanza revierte sobre el mismo que la ejercita.
• La falta de templanza equivale a la autodestrucción
– por degeneración egoísta; cuanto más se busca el hombre
a sí mismo, más se aleja de sí mismo.
• El hombre templado sabe prescindir de cuanto
enturbia su amor a Dios y a los demás.
• Ya los antiguos descubrieron en la templanza, virtud
aplaudida por los paganos, uno de los caminos para
librarse del “hombre viejo” (Cfr. Col. 3,9).
• La templanza
– lleva a apreciar los bienes de la tierra,
– da libertad y señorío sobre ellos; es decir,
– a despreciar todos los placeres del cuerpo y las alabanzas
humanas y referir todo el amor de las cosas invisibles.
– No significa desprecio por los bienes creados,
– sino conciencia de la dignidad de la persona y de su
cuerpo.
– Asegura al hombre el desarrollo de sus virtualidades
personales, no ahogándolas en falsos afanes.
– Se sirve de las cosas según sus necesidades;
– con moderación y sin verse arrastrado por ellos.
– Ver la vida de N. S. Jesucristo y sus enseñanzas.
• Es la virtud cardinal que inclina a moderar la búsqueda del
placer según el dictamen recto de la razón (v. humana) o
según el dictamen recto de la razón iluminada por la
revelación (v. sobrenatural).
• Enseña el Papa J.P. II Audiencia, 22-XI-78:
“Hombre moderado es el que es dueño de sí mismo, en quien las
pasiones no priman sobre la razón, ni sobre la voluntad, ni
tampoco sobre el corazón. ¡El hombre que sabe dominarse a sí
mismo! Así nos damos cuenta del valor fundamenteal de la
templanza, indispensable para que el hombre ´sea plenamente
hombre´. Basta mirar a alguno que arrastrado por sus pasiones se
convierte en víctima suya, renunciando hasta al uso de la razón
(como el alcoholizado o el drogado), y comprobamos con
claridad que ´ser hombre´ significa respetar la propia dignidad y,
por tanto, entre otras cosas, dejarse guiar por la virtud de la
templanza”.
• En nuestro mundo tan dominado por el
consumismo, hedonismo, relativismo, etc. (con una
oferta y una búsqueda desenfrenada de comodidades
y placeres, donde todo se tiende a medir en términos
económicos) la templanza, con el cortejo de virtudes
que la integran, resulta particularmente necesaria.
• De otro modo, la persona corre el riesgo de aturdirse
en un sinnúmero de pequeñas preocupaciones, que
le impiden gastarse en los grandes ideales y valores
para los que su corazón ha sido hecho.
• En este sentido, enseña San Agustín:
– “buscad lo que basta y no queráis más. Lo demás es
agobio, no alivio; apesadumbra, no levanta”.
II. Partes potenciales:
– Se trata de virtudes que se parecen a la principal pero se
distinguen en algo de ella.
– Toda virtud que modere los deseos de cualquier apetito
puede considerarse parte potencial de la templanza.
– 1) La continencia: Inclina a la voluntad a resistir el
empuje de las pasiones desordenadas.
– 2) La mansedumbre: inclina a la voluntad a resistir la
pasión de la ira.
• Nuestro Señor se pone de ejemplo.
• No es un defecto propio de personas apocadas.
• No excluye la ponderada defensa de los propios derechos.
• El amor propio es muchas veces la raíz de los nerviosismos
injustificados, agobios, desánimos o reacciones destempladas.
• La soberbia ciega para ver las cosas con objetividad.
– 3) La clemencia: inclina a mitigar o a no imponer la pena
debida, en la medida en que lo permita la recta razón.
– 4) La humildad: tiene, de hecho, una importancia
especial en la vida moral: en cierto sentido constituye el
fundamento y se encuentra en la raíz de todas las virtudes
del hombre. De manera análoga, el vicio opuesto, la
soberbia, es la raíz de todos los pecados.
– Es la virtud que modera el afán desordenado de la propia
excelencia, y lleva a reconocer rectamente la propia
pequeñez ante Dios y la propia situación ante los demás.
– Santa Teresa la definía como “andar en verdad”.
– La conciencia de nuestra condición de criaturas, en que
consiste substancialmente la humildad, es el principio de
toda vida moral.
– La humildad
No es sólo un comportamiento externo,
Es –fundamentalmente- una forma de ser por dentro,
que nace de una decisión libre y consciente de la
voluntad.
Su esencia, lo dijimos, es la aceptación de la realidad
primaria y definitiva de que somos criaturas.
No tiene nada que ver con una actitud de autorreproche,
con la depreciación del propio ser y de los propios
méritos o con una conciencia de inferioridad. Ni con el
apocamiento, la pusilanimidad, el encogimiento...
– La soberbia
Es ante todo una postura ante Dios,
que niega la relación criatura-Creador;
Niega la dependencia de Dios como criatura
III. Partes subjetivas o especies: Según la diversidad
del objeto del acto:
– Abstinencia, regula el uso del alimento;
– sobriedad: regula el uso de las bebidas embriagantes;
– castidad: regula los placeres del acto de la generacion;
– pudor: regula los otros actos que, de alguna manera,
están relacionados con la generación
– Dentro de la templanza entran también:
– La modestia: regula los actos corporales externos y
– la moderación: que regula el uso de las cosas exteriores
de manera que unos y otros se adecuen a la propia
situación y estado;
– La pobreza;
– La studiositas: que modera la natural avidez de
comunicarse y explayarse la cual puede degenerar.
• Las buenas maneras, en parte convencionales y en
parte originadas por la caridad hacia el prójimo,
resultan necesarias para la grata convivencia y
denota dominio de sí:
– Moderación de los impulsos, de la curiosidad, de la
lengua; en resumen, orden y medida de los sentidos
internos.
– En resumen, castidad, sobriedad, humildad,
mansedumbre, junto con la studiositas, son formas en que
aparece la templanza; lujuria, desenfreno, soberbia,
cólera que no entiende de razones, junto con la curiositas
son formas de destemplanza.
La laboriosidad
• Es la virtud que lleva a poner empeño por sacar
partido a los talentos que cada uno ha recibido de
Dios.
• Se trata de una virtud humana central, aunque poco
analizada en los tratados clásicos.
• La virtud de la laboriosidad es un modo importante
de poner en práctica el amor de Dios, porque El creó
al hombre para que lo glorificara también por el
trabajo, y a través del trabajo experimentará su
comunión con los demás hombres y contribuyera a
su bien.
“El que es laborioso aprovecha el tiempo, que no sólo
es oro, ¡es gloria de Dios! Hace lo que debe y está
en lo que hace, no por rutina, ni por ocupar las
horas, sino como fruto de una reflexión atenta y
ponderada. Por eso es diligente. El uso normal de
esta palabra –diligente-, nos evoca ya su origen
latino. Diligente viene del verbo diligo, que es
amar”. Josemaría Escrivá de Balaguer, Amigos de
Dios, n. 81.
“(...) mediante el trabajo el hombre no sólo transforma
la naturaleza adaptándola a las propias necesidades,
sino que se realiza a sí mismo como hombre”. J.P.
II, Enc. Laborem excercens, n. 9.
La penitencia
• Es la virtud que impulsa a dolerse de los propios
pecados, principalmente en cuanto son ofensa a
Dios, y a hacer cuanto sea para removerlos y volver
a la amistad divina.
• La penitencia y el perdón eran casi desconocidos en
la cultura antigua. Se consideraba que la reacción
adecuada era la punición.
• La idea del amor a los pecadores, que da sentido al
perdón e invita al arrepentimiento y la penitencia, es
una idea bíblica.
• El N.T. Supone un desarrollo ulterior.
Complementariedad y conexión
• Las virtudes morales adquiridas están conexas de
manera tal que si una está en estado perfecto, están
todas las demás; si hay un vicio opuesto a una de las
virtudes morales, entonces no hay ninguna otra
virtud moral perfecta en tal hombre.
• Las virtudes no son piezas aisladas sino elementos
de la rectitud del corazón de cada hombre. De ahí, la
necesaria conexión no sólo entre las virtudes
morales sino de estas con y en su independencia de
las teologales.
• Las virtudes viven y crecen en armonía: quien se
ejercita en una, tiende a crecer en las demás.
Escribe San Agustín
“La inseparabilidad de las virtudes siempre convenció a los
filósofos (…). Por eso enseñaron que si existe una virtud, se
dan las demás; y todas fallan cuando falta una. Ciertamente,
la prudencia no puede ser débil, ni injusta, ni destemplada,
porque si algo de esto ocurriera, ya no habría prudencia, que
por sí debe ser justa, fuerte y moderada; donde una
comparece se hacen presentes las demás. De modo
semejante, la fortaleza no puede ser imprudente, ni
intemperante, ni injusta; y no puede haber justicia que no
sea prudente, fuerte y templada. De modo que si una existe
verdaderamente, todas las demás están; si una falta ninguna
otra se encuentra presente, aunque haya algo semejante a
ella”.
(Epistula XLVIII, II, 4.)
Relación entre las virtudes naturales o
adquiridas y gratuitas o infusas
• Las virtudes adquiridas condicionan el ejercicio de
las infusas.
• Estas, a su vez, facilitan la adquisición y desarrollo
de las humanas, y causan su perfección.
• Es el tema de la relación entre naturaleza y gracias.
• Ej.: cuanto mayor sea la prudencia natural, mejor se
vivirá la sobrenatural; la fortaleza humana y la
sobrenatural de una persona crecen en unidad.
• Las virtudes sobrenaturales no se asientan sin las
adquiridas.
“In medio virtus”
• El fin constituye la regla y la medida de la virtud.
• La expresión in medio virtus señala precisamente esta
exigencia de recta ordenación al fin.
• “Es una equivocación pensar que las expresiones término
medio o justo medio, como algo característico de las
virtudes morales, significan mediocridad; algo así como la
mitad de lo que es posible realizar. Ese medio entre el
exceso y el defecto es una cumbre, un punto álgido: lo
mejor que la prudencia indica. Por otra parte, para las
virtudes teologales no se admiten equilibrios; no se puede
creer, esperar o amar demasiado” Josemaría E. de B.,
Amigos de Dios, n. 83. El medio de la virtud no es la
mediocridad, sino ausencia de toda desviación del fin.
Las virtudes sobrenaturales
La gracia y la divinización del ser cristiano
• La gracia
– convierte al hombre en hijo de Dios y
– le proporciona los principios operativos para conducirse
como tal.
• Junto a la gracia santificante
– Dios infunde en el hombre
– las virtudes teologales -fe, esperanza y caridad-,
– las virtudes morales y
– los dones del Espíritu Santo.
• Los medio principales para crecer en la virtudes son:
– 1) Crecer en el conocimiento del bien que le es propio, lo
que máximamente se logra por la contemplación de la
Humanidad de Cristo.
– 2) la recepción de los sacramentos.
– 3) el ejercicio de actos concretos de virtud.

• En el desarrollo de la vida sobrenatural, el hombre


se encuentra como un niño que ha de ser conducido
por su Padre.
La Fe
• Es la virtud sobrenatural que dispone nuestra
inteligencia a asentir a las verdades reveladas, a
responder que sí a Cristo, que nos ha dado a conocer
plenamente el designio salvador de la Trinidad
Beatísima.
• Es la certeza de las cosas que se esperan y prueba de
las que no se ven (Heb. 11,1).
• Por la virtud teologal de la fe creemos en Dios y en
todo lo que Él nos ha dicho y revelado y que la
Iglesia nos propone.
• El creyente se esfuerza conocerla y vivirla
La Esperanza
• Es la virtud infusa por la cual, apoyados en el
auxilio de la omnipotencia divina, confiamos vivir
como hijos de Dios y alcanzar la bienaventuranza.
• Mediante la virtud teologal de la esperanza
aspiramos al Reino de los Cielos y a la vida eterna
como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza
en las promesas de Cristo y apoyándonos en los
auxilios de la gracia del Espíritu Santo.
– Protege del desaliento, sostiene en todo desfallecimiento,
dilata el corazón en la espera, preserva del egoísmo y
conduce a la dicha de la caridad. Es el ancla del alma. Se
expresa y se alimenta en la oración.
La Caridad
• Es la virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre
todas las cosas por Él mismo y a nuestro prójimo como
a nosotros mismos por amor de Dios.
• Es el mandamiento “nuevo” de Jesús.
• El apóstol San Pablo ofrece una descripción
incomparable de la caridad: cfr. 1 Cor. 13.
• La caridad es superior a todas las virtudes.
• Asegura y purifica nuestra facultad humana de amar.
– Frutos de la caridad son: el gozo, la paz y la misericordia.
Exige la práctica del bien y la corrección fraternal. Es
benevolente, desinteresada y generosa. Es amistad y
comunión.
El desarrollo de la vida virtuosa
1. Las virtudes infusas aumentan intrínsecamente, cada
vez que aumenta la gracia santificante.
• No está en manos de la criatura ni la adquisición ni el
aumento de las virtudes infusas y dones.
– Al ser sobrenaturales NO caen dentro de su potencia
operativa propia.
– Sólo nacen y crecen por el don gratuito de la gracia y por los
medios que Dios ha dispuesto para su aumento.
– En concreto: a) a quienes lo piden en la oración; b) por la
recepción fructuosa de los sacramentos; c) por las obras
buenas que el hombre realiza, pues le merecen el aumento de
la gracia y con ella de las virtudes.
• Recordemos con Sto Tomás que “los actos que
proceden de un hábito infuso no causan hábito alguno,
pero sí confirman al preexistente” (S.Th., I-II, q.51, a4,
ad 3).
• Entre otras cosas, porque hacen aumentar el
conocimiento y el amor al bien y el orden de las
pasiones propios de la correspondiente virtud adquirida,
que facilita luego el ejercicio de la gratuita o infusa.
2. Las virtudes infusas se pierden (excepto la fe) por el
pecado mortal.
• Los hábitos sobrenaturales, igual que no aumentan,
tampoco disminuyen por nuestros actos, pero se pierden
por el pecado mortal.
3. La virtudes infusas no pueden disminuir ni aumentar
directamente por los actos humanos.
• Enseña San Agustín:
– “Dios obra en nosotros sin nosotros”, y recuerda también
– “Dios que te ha creado sin ti, no te salvará sin ti”.
• Al hombre le corresponde ansiarlos, pedirlos,
disponerse a recibirlos (no poner obstáculos), aceptarlos
y cooperar y merecer así su aumento, causado siempre
gratuitamente por Dios.
• Los pecados veniales disminuye la facilidad para
ejercitar las virtudes y hábitos sobrenaturales.
• Para el desarrollo de las virtudes infusas y los dones,
importa particularmente cultivar la humildad y la
docilidad.
4. Características de las virtudes infusas y dones.
• Confieren una connaturalidad creciente para
portarnos en todo como hijos de Dios
• Las virtudes teologales y morales infusas otorgan la
capacidad y la inclinación a obrar según la vida del
Espíritu, pero sólo de modo incoativo la facilidad.
– Esta es la diferencia con las virtudes adquiridas, que
suponen el desarrollo y actualización del poder propio de
las potencias de la naturaleza, que les hace connatural su
obrar electivo.
• La virtudes sobrenaturales o infusas y los dones
inclinan a la realización de sus actos propios:
– ej.: la caridad a realizar actos de amor de Dios, a servir a
los demás, a sacrificarse por el bien de las almas...
5. Los mandamientos y la verdad de la persona.
• La respuesta de Jesús al Joven Rico.
– “Los mandamientos, recordados por Jesús al joven
interlocutor, están destinados a tutelar el bien de la
persona humana, imagen de Dios, a través de la tutela de
sus bienes particulares. El ´no matarás, no cometerás
adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio´ son
normas morales formuladas en términos de prohibición.
Los preceptos negativos expresan con singular fuerza la
exigencia indeclinable de proteger la vida humana, la
comunión de las personas en el matrimonio, la propiedad
privada, la veracidad y la buena fama”. (J.P. II, Enc.
Veritatis Splendor, n. 13).
– La norma de conducta que el hombre tiene que seguir es
la fidelidad a la verdad de las personas que trata.
6. La reinterpretación del decálogo a partir de la caridad.
• En los antiguos tratados de moral, el Decálogo aparecía
como la suma de obligaciones, mandamientos y
prohibiciones que Dios impone bajo la pena de pecado
y de castigos.
• El Decálogo no es una barrera que no se debe franquear.
– El Decálogo reclama del hombre mucho más que una
obediencia material y servil; nos pide una respuesta de amor.
– Se trata de colocar a la caridad en primer lugar y así efectuar
una relectura de los diez mandamientos.
– El Decálogo impone una doble respuesta de amor: el amor a
Dios (en los mandamientos de la primera tabla); y el amor al
prójimo (regidos por los preceptos de la segunda tabla) que se
resume en el mandamiento “amarás al prójimo como a ti
mismo).
7. La respuesta plena.
El amor del Señor y la llamada personal.
• La llamada del Señor a su seguimiento es la
culminación, la plenitud del cumplimiento del hombre:
– “La perfección exige aquella madurez en el darse a sí mismo,
a que está llamada la libertad del hombre. Jesús indica al
joven los mandamientos como la primera condición
irrenunciable para conseguir la vida eterna; el abandono de
todo lo que el joven posee y el seguimiento del Señor
asumen, en cambio, el carácter de una propuesta: si
quieres…” (J.P. II, Enc. Veritatis Splendor, n. 17).
– “Seguir a Cristo: éste es el secreto. Acompañarle tan de cerca,
que vivamos con Él, como aquellos primeros doce; tan de
cerca, que con Él nos identifiquemos” (Josemaría E. de B.,
Amigos de Dios, n. 299).
8. El amor (o amistad).
• Cuando el hombre se ama a sí mismo por encima de
todo, falla su ordenamiento y fracasa la realización de
aquel sentido inherente al recto amor de sí mismo, por
el que se constituye, se realiza y logra la esencia del
hombre en toda su plenitud.
• Enraizada en la humildad crece en el hombre la más
importante de las virtudes, la amistad, por la que el
hombre desarrolla y arraiga su inclinación natural al
amor de Dios y del prójimo.
• Una excesiva dependencia del esquema aristotélico de
las virtudes ha hecho que se difumine el papel
insustituible del amor de amistad en la vida moral.
• Son virtudes que acompañan al amor de amistad:
– La comprensión,
– la capacidad de disculpar,
– la apertura a los demás,
– el saber escuchar, etc.
– Ponemos particularmente de relieve a la castidad, que no
es la simple continencia, sino una de las condiciones
inmediatas del amor.
– La castidad o santa pureza no es un peso, una negación,
sino una afirmación gozosa, que amor requiere y de él
procede. Es una virtud propia de todos los estados...
– “Es la energía espiritual que sabe defender el amor de los
peligros del egoísmo y de la agresividad, y promoverlo a
su plena realización” (J.P. II, Exhort. Apost. Familiaris
consortio, n. 33).

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