discursivo Introducción a Anna Karénina Novela como origen de la Modernidad
“En efecto, para mí el creador de la Edad Moderna
no es solamente Descartes, sino también Cervantes. […] Al respecto, deseo decir: si es cierto que la filosofía y las ciencias han olvidado el ser del hombre, aún más evidente resulta que con Cervantes se ha creado un gran arte europeo que no es otra cosa que la exploración es este ser olvidado.” (Kundera, pp.14-15) “Una tras otra, la novela ha descubierto por sus propios medios, por su propia lógica, los diferentes aspectos de la existencia: con los contemporáneos de Cervantes se pregunta qué es la aventura; con Samuel Richardson comienza a examinar ‘lo que sucede en el interior’, a desvelar la vida secreta de los sentimientos; con Balzac descubre el arraigo del hombre en la Historia; con Flaubert explora la terra hasta entonces incognita de lo cotidiano; con Tolstoi se acerca a la intervención de lo irracional en las decisiones y el comportamiento humanos. La novela sondea el tiempo: el inalcanzable momento pasado con Marcel Proust; el inalcanzable momento presente con James Joyce. […] Et caetera, et caetera.” (Kundera, pág. 15) “La novela que no descubre una parte hasta entonces desconocida de la existencia es inmoral. El conocimiento es la única moral de la novela. Y añado además lo siguiente: la novela es obra de Europa; sus hallazgos, aunque efectuados en distintos idiomas, pertenecen a toda Europa en su conjunto. La sucesión de los descubrimientos (y no la suma de lo que ha sido escrito) crea la historia de la novela europea. Sólo en este contexto supranacional el valor de una obra (es decir, al alcance de sus hallazgos) puede ser plenamente visto y comprendido.” (Kundera, pág. 16) “Hay que comprender lo que es la novela. Un historiador relata acontecimientos que han tenido lugar. […] La novela no examina la realidad, sino la existencia. Y la existencia no es lo que ya ha ocurrido, la existencia es el campo de las posibilidades humanas, todo lo que el hombre puede llegar a ser, todo aquello de lo que es capaz. Los novelistas perfilan el mapa de la existencia descubriendo tal o cual posibilidad humana. Pero una vez más: existir quiere decir: ‘ser-en-el- mundo’. Hay que entender como posibilidades tanto al personaje como su mundo.” (Kundera, pág. 59) La novela como audición “La primera es la idea de la novela como audición. Quien sabe escuchar (quien sabe leer) debe percibir la voz del autor, la del narrador, la de cada personaje, la del destinatario. Y en algún caso, hasta la del dedicatario, la del epígrafe. […] Se ha hablado hasta el cansancio del mundo de la novela, de la perspectiva de la novela, de la novela como espejo. Es decir, de una entidad constituida a partir de su consagración visual. Se ha olvidado que, para nosotros, tanto o más que un mundo, la novela es un complejo y sutil juego de voces. La novela, más que espejo, es registro. (Tacca, pág. 15) La novela como juego de información
“Otra idea es la de la novela como juego de información,
[…] La novela es la imagen depurada de una cierta dimensión del mundo: la que está dada por lo que el hombre sabe por sí y por los otros, y especialmente de lo que sabe que no sabe, de sí y de los otros. Es, en resumen, una suerte de recomposición del mundo operada por el lector, a partir de una limitada cantidad de información hábilmente repartida entre autor, narrador y personajes.” (Tacca, pág. 16) La novela como escritura “En muchos casos, el narrador ha asumido plenamente la palabra (relatos en primera persona), acatando todas la consecuencias que dicha asunción entraña. Pero no siempre ha asumido el acto de escritura. […] La narrativa, empero, no ha prestado demasiada importancia a esta cuestión. De hecho, la mayoría de las narraciones callan las circunstancias materiales del relato. Otras, por el contrario, ponen de relieve el acto de escritura. En el primer caso, la escritura aparece como una rara solidificación de la palabra, como su condensación en un extraño firmamento: el de la literatura. La obra encierra la misma gratuidad del universo. La segunda solución es más coherente. El narrador no sólo asume la palabra, sino que consigna las circunstancias del relato .” (Tacca, pp. 113-114) “Pero en la mayoría de los relatos, como hemos dicho, el acto de escritura no se plantea. […] La obra resulta así algo no muy distinto de la presencia del universo: inútil preguntar sobre su origen, su nacimiento. Como el mundo, sencillamente, la escritura es. […] Desde esta perspectiva toda narración, tanto más la impersonal y omnisciente, irradia ese atractivo y desconcertante misterio. Cuando la escritura es numénica, el relato se nos aparece como la huella luminosa de un astro apagado: huella que nadie ha dibujado, que el astro mismo más que trazado ha dejado, ajeno a su estela y a los ojos que la registran.” (Tacca, pp.128-129) “Escritura numénica y fenoménica comportan, pues, dos concepciones distintas de lo que es la narración literaria. Los conceptos de numen (noumenon) y de fenómeno (phai- noumenon) encierran la distinción a que aludimos. La verosimilitud narrativa se ha internado curiosamente por dos vías diferentes: por un lado, hacia lo narrativo en sí, hacia la acentuación del carácter verbalista y referencial del enunciado; por otro, hacia la narración visible y aparente, hacia la acentuación de la implicación trascendente de la enunciación.” (Tacca, pp. 129-130) Bibliografía Kundera, Milan (2006) El arte de la novela. Barcelona, Tusquets. Tacca, Oscar (1973) Las voces de la novela. Madrid, Gredos.