Está en la página 1de 15

Historia de un malentendido

Lecturas anglosajonas del Quijote

JUAN GABRIEL VÁSQUEZ


Valoración crítica de la novela

Juan Gabriel Vásquez afirma que la novela de Miguel de Cervantes es la primera en


incluir dentro de sí la valoración crítica de su época. Basta recordar, al inicio de la
Segunda parte, la escena en que Don Quijote le pregunta a Sancho qué dicen los
lectores sobre sus aventuras. Su fiel escudero relata que algunos lo toman por un loco
gracioso, otros por un valiente desgraciado y unos más por un cortés impertinente.
Ello da pie para que Vásquez reflexione sobre las múltiples lecturas que se han
hecho de la novela. Hay quienes la definen como un ataque del idealismo, en contra
de quienes sostienen que, ante todo, es una defensa del idealismo. Lo mismo pasa
con quienes, desde orillas contrarias, afirman que es una crítica demoledora a la
religión católica y quienes consideran que la novela es una alegoría de la misma,
dado que exalta valores que la sociedad tiene por anticuados.
No obstante, para Vásquez existen dos posiciones sobre la obra cumbre de
Cervantes que representan en sí mismas las peores lecturas que se han hecho del
Quijote. La primera es la religiosa, aquella que defiende Auden y que, grosso
modo, presenta al Caballero de la Triste Figura como un mártir, como un hombre
que da la vida por unos ideales caducos. Miguel de Unamuno, fiel a esta línea,
sostenía que Don Quijote de La Mancha es la Biblia de los españoles; y consideraba
que, en sí misma, la novela era un poema épico religioso.
La segunda peor lectura es la defendida por Vladimir Nabokov, el autor de
Lolita, quien decía que la novela de Cervantes era “[…] el libro más amargo y
bárbaro de todos los tiempos”, dado que la crueldad a la que es sometida el
personaje es una equivocación moral y estética de Cervantes, que, además, es
intrascendente y vacía.
Las dos lecturas, dice Vásquez, tienen un punto en común: son lecturas agelastas, es
decir, lecturas que no posibilitan la risa. Que don Quijote sea una versión española
de Jesucristo, o que la novela sea un elogio de la crueldad, son interpretaciones
desviadas que no reconocen el lado cómico y terrenal del texto de Cervantes. De
hecho, para Vásquez es llamativo que tanto Auden como Nabokov sean incapaces
de reír con las aventuras del caballero andante, pues en Inglaterra se cifró el triunfo
de la novela de Cervantes, justamente porque los ingleses fueron capaces de captar
la comicidad de la obra y reconocieron en ella el nacimiento de un nuevo género
literario, la novela, y de un tipo de lector, el irónico, que constituye el modelo del
lector moderno.
Al respecto, Vásquez cita un fragmento de Los testamentos traicionados, de Milan
Kundera, en el que el novelista checo afirma que “[…] el humor toma forma hasta
Cervantes”. En dicho fragmento leemos, además, que “el humor es la gran
invención del espíritu moderno”, una invención unida al nacimiento de la novela.
Kundera señala que el humor no es solo la risa, la burla o la sátira, sino un aspecto
particular de lo cómico que convierte en ambiguo todo lo que toca.
La novela: el reino de la ambigüedad

Los españoles leyeron la novela de Cervantes según su propósito: ser una sátira de
los libros de caballería. Los ingleses, no obstante, no hicieron una lectura literal,
sino que interpretaron el libro y lo tuvieron como base filosófica para ideas que bien
pueden ser definidas como antagónicas.
Para los liberales, amparados en las ideas de Locke, Don Quijote era la
recreación del idealismo heroico; en tanto que, para los conservadores, era todo lo
contrario: una sátira despiadada de dicho idealismo. ¿Cómo es posible que una
misma novela generara dos lecturas contrarias? ¿Qué tenía la novela para que unos
y otros la interpretaran de diferentes maneras?
Dichas disputas revelan el poder de la ficción y de la imaginación. Para algunos, la
lectura es una forma de acercarse críticamente a la realidad; mientras que, para
otros, no es más que un ejercicio dañino. Podríamos decir que en esta época vuelve
a surgir el debate acerca de los peligros de la literatura para el alma de los
ciudadanos. No obstante, Vásquez asegura que la figura del escritor Henry Fielding
surge en este contexto (siglo XVIII) y cambia para bien la concepción de la prosa
literaria, dado que el autor comprendió cabalmente el sentido de la comedia
cervantina.
Vásquez recuerda, una vez más que la lectura religiosa y la agelasta son incapaces
de la risa ante la novela de Cervantes. La primera concibe al personaje como un
mártir que sufre la incomprensión de un mundo carente de valores, y la segunda
toma al texto como un inventario de crueldades. Fielding, no obstante, no solo
comprendió que la novela era una comedia, sino que además captó qué tipo de
comedia era y cómo, a partir de su ejemplo, podían escribirse obras con fines serios.
El prefacio de la obra de Fielding

Vásquez resume lo expuesto por el autor inglés en su prefacio. En él se dice que, a


diferencia de Cervantes, que se consideró el primer autor en novelar en lengua
española, Fielding nunca se sintió fundador de nada. A lo sumo, bautizó su texto
como un romance cómico, es decir, un hijo de la épica escrito en prosa y de tono
festivo. De allí la curiosa definición que años después acompañó a Tom Jones, su
novela: “escritura prosai-comi-épica”. De todos los términos que componen la
caracterización, el más importante es el cómico, pues en él radicaba la novedad de
su proyecto.
¿De dónde surge lo cómico?

Lo cómico, según Fielding, “[…] surge de la exposición de lo ridículo”. Y la fuente


de lo ridículo, para este autor, es la afectación, es decir, “la voluntad de ser lo que
no se es”. “Esta, por supuesto, es la enfermedad de don Quijote. La afectación de la
caballería andante hace que las desgracias de don Quijote sean ridículas”.
Este es, según Vásquez, uno de los rasgos característicos de lo cómico y de la
novela realista: la diferencia entre lo que se es y lo que se quiere ser. De allí que el
ensayista considere que uno de los errores de Nabokov consista en no ser capaz de
entender la afectación.
“A través de la afectación, los infortunios y calamidades de la vida, o los
imperfectos de la naturaleza, pueden transformarse en objetos de ridículo. Por
supuesto, es dueño de una mente mal formada aquel que puede considerar la
fealdad, la enfermedad y la pobreza ridículas en sí mismas: asimismo, no creo que
exista hombre alguno que, al toparse con un sujeto sucio que deambule por las
calles montado en su carreta, reciba de ello la noción de lo ridículo; pero si viera la
misma figura descendiendo de un coche tirado por seis caballos, o saltar de su silla
con el sombrero bajo el brazo, entonces comenzará a reír, y con justicia”.
Diferencias entre lo cómico y lo burlesco

Fielding, según Vásquez, diferencia estos dos conceptos que podrían resultar
análogos. Lo burlesco es la exhibición de lo monstruoso y lo antinatural; lo cómico,
por su parte, es la imitación estricta de personajes tomados de la realidad. Lo
burlesco es la caricatura, y la caricatura es fácil. Lo cómico, en cambio, hace parte
de la naturaleza humana. La tarea de todo novelista es descubrirlo y describirlo con
fidelidad. El objetivo de lo burlesco es la sátira; el de lo cómico, la ironía. La sátira
es la burla por los defectos del otro. Por el contrario, cuando nos reímos de aquellos
personajes que fueron sacados de la vida tal cual es, ¿no nos estamos riendo de
nosotros mismos?
¿Cuál es el poder de la ironía?

La ironía, dice Vásquez, tiene el poder de que nosotros, como lectores, nos riamos
de todos los personajes que aparecen en la novela, no solo de don Quijote. En ese
orden de ideas, la novela y su comicidad son tremendamente subversivas, dado que
en ella nos está permitido ser cada uno de los personajes y reírnos de todos al
mismo tiempo. Este es, en palabras del autor, el segundo error de la lectura de
Nabokov: creer que la obra es una simple sátira.
La ironía, grosso modo, es en la novela de Cervantes una dura crítica de las
mezquindades humanas. Los golpes que recibe el caballero andante no son el centro
de la novela. Lo realmente importante en cada uno de estos casos es la reacción de
los otros personajes, las ruindades que quedan al descubierto tras estas golpizas.
Conclusiones

La ironía no estaba bien vista en la época de Cervantes. La España de entonces,


católica y monárquica, no veía con buenos ojos el hecho que un texto pudiera
burlarse de todo el conjunto de la sociedad. La novela cumbre de nuestras letras
tuvo que ser leída en otros contextos (el inglés, sobre todo) para que allí se
comprendiera la grandeza del texto cervantino.

En todas las épocas existen lectores miopes, incapaces de reconocer la grandeza de


una novela que, más que reírse de sus personajes, se ríe de nosotros mismos.

También podría gustarte