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Los españoles leyeron la novela de Cervantes según su propósito: ser una sátira de
los libros de caballería. Los ingleses, no obstante, no hicieron una lectura literal,
sino que interpretaron el libro y lo tuvieron como base filosófica para ideas que bien
pueden ser definidas como antagónicas.
Para los liberales, amparados en las ideas de Locke, Don Quijote era la
recreación del idealismo heroico; en tanto que, para los conservadores, era todo lo
contrario: una sátira despiadada de dicho idealismo. ¿Cómo es posible que una
misma novela generara dos lecturas contrarias? ¿Qué tenía la novela para que unos
y otros la interpretaran de diferentes maneras?
Dichas disputas revelan el poder de la ficción y de la imaginación. Para algunos, la
lectura es una forma de acercarse críticamente a la realidad; mientras que, para
otros, no es más que un ejercicio dañino. Podríamos decir que en esta época vuelve
a surgir el debate acerca de los peligros de la literatura para el alma de los
ciudadanos. No obstante, Vásquez asegura que la figura del escritor Henry Fielding
surge en este contexto (siglo XVIII) y cambia para bien la concepción de la prosa
literaria, dado que el autor comprendió cabalmente el sentido de la comedia
cervantina.
Vásquez recuerda, una vez más que la lectura religiosa y la agelasta son incapaces
de la risa ante la novela de Cervantes. La primera concibe al personaje como un
mártir que sufre la incomprensión de un mundo carente de valores, y la segunda
toma al texto como un inventario de crueldades. Fielding, no obstante, no solo
comprendió que la novela era una comedia, sino que además captó qué tipo de
comedia era y cómo, a partir de su ejemplo, podían escribirse obras con fines serios.
El prefacio de la obra de Fielding
Fielding, según Vásquez, diferencia estos dos conceptos que podrían resultar
análogos. Lo burlesco es la exhibición de lo monstruoso y lo antinatural; lo cómico,
por su parte, es la imitación estricta de personajes tomados de la realidad. Lo
burlesco es la caricatura, y la caricatura es fácil. Lo cómico, en cambio, hace parte
de la naturaleza humana. La tarea de todo novelista es descubrirlo y describirlo con
fidelidad. El objetivo de lo burlesco es la sátira; el de lo cómico, la ironía. La sátira
es la burla por los defectos del otro. Por el contrario, cuando nos reímos de aquellos
personajes que fueron sacados de la vida tal cual es, ¿no nos estamos riendo de
nosotros mismos?
¿Cuál es el poder de la ironía?
La ironía, dice Vásquez, tiene el poder de que nosotros, como lectores, nos riamos
de todos los personajes que aparecen en la novela, no solo de don Quijote. En ese
orden de ideas, la novela y su comicidad son tremendamente subversivas, dado que
en ella nos está permitido ser cada uno de los personajes y reírnos de todos al
mismo tiempo. Este es, en palabras del autor, el segundo error de la lectura de
Nabokov: creer que la obra es una simple sátira.
La ironía, grosso modo, es en la novela de Cervantes una dura crítica de las
mezquindades humanas. Los golpes que recibe el caballero andante no son el centro
de la novela. Lo realmente importante en cada uno de estos casos es la reacción de
los otros personajes, las ruindades que quedan al descubierto tras estas golpizas.
Conclusiones