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• Nace el Estado Nación: El primer

ejército moderno, mandado por el rey


de Francia Carlos VIII, desciende sobre
Italia en 1494, llamado por el
imprudente Ludovico Sforza de Milán,
y arrasa las ciudades-estado del
Renacimiento.

• En aquel momento los Estados


italianos tenían la dimensión de las
polis griegas, de los condados
medievales o de los reinos de taifas:
eran de un tamaño parecido a lo que
ahora se llaman provincias, regiones o
comunidades autónomas.
• La firma del Tratado de Roma señaló el fin de una etapa histórica, la Edad Moderna,
caracterizada políticamente por la aparición y hegemonía del Estado-nación:
Francia, Inglaterra, España, con poblaciones de decenas de millones de habitantes
(20 millones en el siglo XVI, 50 en el XX), extensiones territoriales de 200.000 a
500.000 km2, y ejércitos de decenas de miles de soldados.

• En esa fase de la historia, conocida arbitrariamente como Edad Moderna, el Estado-


nación ha sido el tamaño óptimo de organización social y militar para los fines que
se perseguían: conquista territorial, hegemonía europea, colonización imperialista,
explotación de materias primas de ultramar.

• El Estado-nación ha quedado anticuado, su tamaño ineficiente para los fines que


ahora prevalecen en el mundo: la eficacia económica, el tamaño de mercado —
cientos de millones— necesario para que las industrias gocen de economías de
escala y puedan adoptar innovaciones tecnológicas.
Tratados de Roma:
Los Tratados de Roma, firmados el 25 de marzo de 1957, son dos de los tratados que dieron
origen a la Unión Europea. Ambos tratados fueron firmados por Alemania Federal, Bélgica, 
Francia, Italia, Luxemburgo, y los Países Bajos.
El primero estableció la Comunidad Económica Europea (CEE) y el segundo estableció la 
Comunidad Europea de la Energía Atómica (CEEA o Euratom). Ambos tratados junto con el de
la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), dieron origen posteriormente a las 
Comunidades Europeas.
• Europa en 1945 se encontró en la misma situación que Italia en 1494:
un conjunto de Estados de una dimensión pequeña en comparación
con las naciones recientemente unificadas que la rodeaban.

• Una vez persuadidos de que Europa debe unirse, convencidos de que


en el siglo XX el Estado-nación debe pasar a segundo plano en favor de
unos Estados Unidos de Europa, es necesario plantearse el cómo de la
integración. A este respecto existen por lo menos 02 tesis:

o Constituir la federación en base a los Estados-nación


o O basarla directamente en las regiones
Regiones europeas:
• Alexis de Tocqueville afirmó que la Revolución francesa
consistió principalmente en terminar la obra de
centralización administrativa seguida durante siglos por los
reyes pero retardada largo tiempo por los fueros, es decir,
por las libertades legales y tradicionales que sobrevivían
en las provincias.

En ese momento se consolidó el modelo de Estado-nación


comenzado en el siglo XV.
¿Es la regionalización la semilla del separatismo?
• Quienes temen la idea regional porque puede suponer la balcanización de
Europa tienen —según De Rougemont— una idea errónea de la región:

Partiendo del modelo que conocen solo pueden concebir la región como un mini-
Estado-nación. Un verdadero federalista quiere más bien lo contrario.

La ley francesa de regionalización concibió la región a partir del Estado central,


no de los municipios; como un pequeño Estado subordinado, no como un racimo
de municipios autónomos; como un poder más, no como un servicio nuevo.

La región no es soberanía ni feudo

P.D.: Soberanía Nacional: La soberanía es el poder político supremo que


corresponde a un Estado independiente, ​sin interferencias externas (¿internas?).
En teoría política, la soberanía es un término sustantivo que designa la autoridad
suprema que posee el poder último e inapelable sobre algún sistema de gobierno.
Cuando se dice que las regiones deben ser competitivas se
proyecta una vez más la idea de Estado-nación. Hoy día lo único
competitivo es un Mercado Común con cientos de millones de
ciudadanos;

Los habitantes de una región no se reúnen con intención de ser


competitivos, sino de conservar su modo de vida propio.

Para De Rougemont el objetivo de una región, contrariamente al


de un Estado-nación, no es afirmar su potencia, sino servir las
libertades; no es mostrarse más fuerte que el vecino por las
armas o la riqueza, sino ser dueño de su casa y administrarla a
su gusto.
• Y esto lo cambia todo, especialmente la cuestión de tamaño. ¿Hay que
recordar que las creaciones más memorables de la cultura europea han
nacido en tamaños locales? Atenas era ciudad-estado de 100.000 habitantes
(60.000 en la capital); Florencia tenía 50.000 en tiempos de Lorenzo el
Magnífico; la Universidad de Jena estaba en el pequeño Estado de Weimar,
donde maduran Goethe y Schiller. Venecia, Gante, Ginebra, Toledo,
Montpellier, Coimbra, Oxford, Göttingen no eran de «tamaño europeo», pero
hicieron Europa, la de la cultura, que es la verdadera.

• Para De Rougemont la medida debe ser tal que los poderes locales,
controlados por los ciudadanos, no sean lo bastante grandes para
desencadenar una guerra, y lo bastante autónomos para no hacer la de los
otros; eso sería la mayor revolución de la historia de Occidente: reemplazar la
voluntad de poder por la de libertad.
La Europa de las ciudades de la edad media tardía… dio luz al renacimiento
Rutas comerciales y ciudades en la edad media y renacimiento:
Francia e Inglaterra dejaron de ser soberanas, al modo del siglo XVI,
en el momento que pararon su guerra de Suez ante el gesto de
Eisenhower y el gruñido de Kruschev.

Si las regiones son racimos de municipios, la federación de Europa


debe ser un racimo de regiones; una verdadera federación no se
basa sobre Estados coaligados, sino sobre grupos más básicos en
busca de garantías para sus libertades.

Para fundar una verdadera federación hay que partir de los hombres,
no de los Estados, y en la práctica de los municipios. Se debería
federar Europa lentamente a la suiza y a la vez rápidamente a la
americana.
Italia del 1000 – 1494 - 1796
1796 - 1868 – 1940:
• Para repartir los poderes de
decisión:
política y administrativa se debe
emplear el criterio funcional lógico
• Determinando en cada caso la
correspondencia entre las
dimensiones de la tarea considerada
y las de la comunidad —municipio,
región, o Europa— más apta para
encargarse de esa tarea; y fijar a ese
nivel el poder de decisión.
• Los políticos que en su depauperado argot actual emplean tan profusamente
la muletilla «a nivel de» (hasta el punto que hemos oído «a nivel de la
verticalidad»)

• En cambio, el 80% de las cuestiones que atañen a la vida cotidiana se pueden


decidir a nivel del municipio y la comarca.

• Y es más eficiente que se haga desde ellos. De la misma manera, las tareas
que incumben a la vida colectiva del tamaño de Estado-nación deben
seguirse realizando desde este: la defensa, integrada en organizaciones como
Europa y la OTAN; los ejes de transporte nacionales; la cultura nacional
española o francesa, que es una entidad propia no reducible a regiones y
municipios
• La figura del jefe de Estado, presidente o monarca, que
permanece como símbolo y depositario de la identidad del
Estado-nación, que es un escalón en el sistema tan eficaz e
indispensable como el continente, las regiones, las
comarcas o los municipios.

• El progreso consiste en añadir complejidad a los sistemas


vivos, no en quitársela, y el arte político, en armonizar los
diversos niveles para que el sistema funcione con la mayor
eficacia dentro de la complejidad. Organizar lo simple es la
dictadura.
• Si el municipio es el primer nivel de organización social, la
comarca, racimo de municipios en torno a una cabecera comarcal,
es el segundo.

• Después está la región o autonomía; luego, el Estado-nación, y


luego, Europa.

• La libertad personal o democracia empieza en el municipio y tiene


su máxima garantía en la comarca —de tamaño similar a la polis
griega—. La eficacia económica se da en la comarca y se vértebra
por el sistema de ciudades.
• Como hoy día el 80% de la población de un país
desarrollado está en las ciudades de más de 30.000
habitantes, la región es, en la práctica, el área de
influencia o hinterland de una gran ciudad.

• Así como la capital comarcal define por su atracción


los límites de la comarca, de igual modo la gran
capital determina por su área de influencia el ámbito
de una región.
• Si Europa puede vertebrarse por regiones, como propone De Rougemont, es
preciso pensar más en términos de ciudades y sus áreas de influencia, los
Urban fields definidos por John Friedmann.

• Ahí sí tenemos un precedente medieval útil: la Europa de las ciudades


hanseáticas, flamencas, italianas, que vertebraba el comercio continental
desde el Báltico al Mediterráneo.

• Personalmente creo que el escenario más realista es pensar no tanto en la


dualidad Europa de los Estados o de las regiones, sino en la Europa de las
ciudades. Los sistemas urbanos siempre han unido lo que la guerra separó.
Es la lucha, a lo largo de toda la historia, entre los dos grandes pilares de la
civilización: la ciudad y la guerra, su lado benéfico y el maligno. El Estado-
nación se creó para la guerra; Europa debe fundarse en la ciudad.
• Yo soy de mi familia, de Seo de Urgel, catalán, español, europeo. ¿Por
qué ha de ser incompatible? Al contrario, ello es complementario, ya
que la vida existe porque está estructurada en una jerarquía de
sistemas: átomo, molécula, célula, órgano, cuerpo, familia, tribu
(ahora se llama municipio), comarca (casi región), nación, estado,
estados unidos, mundo.

• Cada nivel es necesario, ninguno es hegemónico; solo se destaca uno


u otro nivel cuando, en el curso de la historia, sus ventajas
comparativas lo hacen más adaptable a las circunstancias exteriores.
Así, en el siglo V a. C. el municipio o polis era la unidad idónea; en el
siglo XV lo fue el Estado nacional tipo Francia o España —que venció a
las polis italianas—, y en el siglo XX el escalón más útil es el de Estados
unidos o bloque continental del tipo Estados Unidos, UE o China.
• Vayamos más arriba, a los niveles de lo social: las comarcas al integrarse
componen una nación —o autonomía en España—; estas al unirse forman un
Estado: España; los Estados al aglutinarse crean la UE: Europa.

• Cada nivel, comarca, autonomía, estado, unión europea, es a la vez todo y


parte. Como todo integra el nivel anterior, como parte pasa a componer el
nivel siguiente.

• Por lo tanto, cada nivel, ya sea individuo, familia, polis, comarca, autonomía,
estado, etc., tiene 02 tendencias:

1. A autoafirmarse, sentirse individual


2. Otra tendencia a integrarse, asociarse
• Cuando el holon (Un holón es algo que es a la vez un todo y una parte, como
un fractal se acerca a la idea de holón por ser una parte del mismo una representación
del total.) se siente todo, afirma su identidad, resalta sus señas de identidad: etnia,
lengua, historia, religión, literatura, etc., con lo cual obtiene seguridad psicológica.

• Todo eso es la base del nacionalismo —o de las tendencias auto afirmativas si se trata
del escalón individuo, o de la patria chica si es el escalón municipio—, que hasta aquí
es útil, necesario y, por lo tanto, legítimo.

• Pero si para autoafirmarse hay que negar al vecino o antagonizar a los demás
escalones de la jerarquía de sistemas, entonces estamos en el nacionalismo enfermizo,
aquejado de xenofobia, victimismo, triunfalismo, chauvinismo, etcétera.

• Identificarse en las raíces profundas de la cultura, la lengua, la costumbre, sí; pero


identificarse contra los otros, no. Como Perú en la versión Lima y su antichilenismo,
compartido por militares y sus gobiernos.
• Son los reajustes inevitables de un sistema que evoluciona
hacia un nuevo escalón de complejidad. En Estados Unidos
fue su guerra civil; en Europa han sido dos guerras
mundiales; ahora, conflictos derivados de la caída de los
imperios.

• Somos ilustrados y románticos porque miramos hacia el


futuro y hacia el pasado, hacia arriba y hacia abajo, en la
escala de la evolución. Lo único indudable es que esta no se
detendrá.

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