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Capítulo 4 :

De la comprensión psicoanalítica
a la comprensión sistémica
La Pareja Humana
Lemaire
• En el campo de lo que hoy se llama psicología
clínica, se puede decir sin exageración desmedida
que es a Freud y a sus compañeros a quienes hay
que atribuirles el origen de una concepción
científica.
• Hoy es evidente la importancia de los procesos de
repetición y la referencia a las primeras relaciones
• Desde que aparece entre los miembros la
percepción implícita de un “nosotros”
colectivo, la pareja funciona de hecho como
grupo y desarrolla fenómenos que
corresponden a una verdadera transferencia
del grupo-pareja sobre el terapeuta.
• Por esto es importante distinguir en los aspectos
contra-transferenciales lo que conciernen a los
individuos separados y los que conciernen a su
grupo, pues pueden estar desunidos: por ejemplo,
el analista de pareja puede observar en él afectos
positivos con respecto a cada integrante de la
pareja separadamente, al mismo tiempo que
afectos negativos con respecto a su unión en
pareja, o inversamente. Por descontado es que en
la práctica es muy importante que un verdadero
terapeuta sepa descubrir en él y controlar sus
diversas disposiciones contratransferenciales.
• La comprensión de la familia como
conjunto o sistema semicerrado, en
equilibrio dinámico variable –suma
diferente de una suma aritmética- introdujo
en la terapéutica una perspectiva
extremadamente rica, que permite
comprender en particular la oposición al
tratamiento y la mayoría de los fracasos de
la terapia individual del niño.
• El estudio de las interacciones en sentido
amplio de las comunicaciones paradójicas
entre los miembors, permite descubrir,
gracias a una comprensión grupal circular,
las diferentes “definiciones de la relación”
que se dan los individuos, sus reglas, y
modificarlas gracias a intervenciones más o
menos paradójicas a su vez.
• Algunos modelos, cuando se les aplica de
manera un poco rígida por clínicos no muy
experimentados en la interpretación
psicoanalítica del inconsciente, tienen la
desventaja grave de descuidar importantes
factores afectivos profundamente
inconscientes, factores mucho más
dinámicos precisamente porque permanecen
reprimidos.
• Hay que tener en cuenta la dimensión del grupo
pareja, donde los fenómenos grupos que ocurren
en ella, por cierto que muy reales, se viven como
la emanación del compañero o de su medio. Es
rigurosamente imposible renunciar a considerar
los procesos inconscientes cuya importancia ya
señalamos en cada momento evolutivo, por cierto
que desde el primer momento en que se organiza
la elección del compañero.
• Sin duda hoy es posible tratar de confrontar
dos modos de explicación de los procesos
de pareja. Algunas situaciones clínicas
ilustran más fácilmente un intento de
intepretación que otras. La verdadera
dificultad no reside en excluir en nombre de
una teoría a priori el aporte de una o de otra,
sino de encontrar dónde se puede hacer la
conexión entre ambas, de ser ello posible.
• Se puede tratar de aportar a la pareja de
larga duración el enfoque de una
comprensión sistémica, que tome en cuenta
las dimensiones específicas de la díada, el
carácter más o menos simétrico de las
relaciones de sus miembros, la importancia
de la problemática inconsciente de sus
deseos y la naturaleza también inconsciente
de la mayor parte de sus comunicaciones.
• Algunos conceptos empleados en terapia
familiar parecen ser utilizables en este
campo: por ejemplo, los de papel y misión,
bajo la condición de que exista una real
dimensión grupal expresada por una especie
de “contrato implícito, que especifique a la
pareja conyugal y la distinga de otras
formas de relaciones provisorias o más
distantes.
• Otros conceptos como el de “colusión” por el cual
se estructura el engranaje de las problemáticas
propias de los integrantes de la pareja en su
aspecto profundamente inconsciente, son
utilizables también. Permiten entre otras cosas
comprender el mantenimiento de relaciones
durables entre compañeros que parecen
destrozarse y rechazar u odiarse. Es así que se
puede considerar a la organización diádica misma,
como un verdadero “sistema organizado”.
• Las perturbaciones de orden sexual, donde
se ve que la curación de uno de los
integrantes de la pareja no siempre conduce
a la curación de la disfunción sexual entre
ellos, como si esta disfunción fuera de
carácter sistémico: una perturbación entre
ellos sólo puede atribuirse a un enfoque
puramente convencional.
• En la práctica esta búsqueda desemboca en la utilización
clínica de conceptos que pueden tener un interés práctico
considerable. Se advierte entonces la necesidad de
distinguir la relación amorosa en general, de la
interrelación en el seno de la pareja.
 

• Pero es un hecho de observación corriente en sexología que


una pareja acude a la consulta en virtud de una disfunción
sexual atribuida a uno de los integrantes, y es presentada
por ambos como un hecho que afecta a uno solo de los dos.
• Cada integrante de la pareja tiende a mantener
alejados de su conciencia algunas de sus
características personales que parecen
desagradables, temibles o culpables, y para
lograrlo utiliza como modo de defensa una cierta
forma de “disociación”por lo cual localiza sus
aspectos rechazados y los proyecta sobre su
compañero, de manera inconsciente para cada uno
de ellos.
• Es la debilidad del compañero de pareja la que de
alguna manera es esperada y elegida.
• La pareja O tiene por función evitar los riesgos
existenciales vinculados a la excitación sexual y a
la expansión de lo corporal. Considerado como
sistema global, se expresa por los síntomas o las
actitudes de uno u otro integrante. Existen entre
ellos una especie de acuerdo tácito, y por supuesto
inconsciente.
• Los integrantes O. Se las arreglan para que le sea
dado un poder al marido que momentáneamente
había perdido con la terapia.
• El engranaje de los procesos neuróticos de los
integrantes de la pareja asume a menudo una
forma extremadamente organizada, que permite
representarse el sistema-pareja en su
funcionamiento desde que se puede captar sobre
qué bases se funda.
• La interpretación sistémica permite comprende
que cada uno de los integrantes contribuye a
definir sus papeles recíprocos. Por cierto hay
matices, por ejemplo cuando uno de los dos tiene
un papel inductor más importante. Notemos al
pasar que el más inductor no es necesariamente el
que tiene el poder oficial de decisión en la pareja.
Este papel es desempeñado con frecuencia por el
que se queja de ser víctima de su compañero.
• Hay que tener presente que son las
necesidades comunes expresadas por la
díada las que imponen la distribución de
papeles, mucho más que las necesidades
individuales de uno de los miembros, aun si
éste aparece como dominante, lo que está
lejos de ser siempre el caso.
• La víctima por ejemplo, es a menudo el
representante inconsciente del código de la pareja,
y paradójicamente es con frecuencia capaz de
inducirle un papel de verdugo o de tirano a su
compañero de pareja, si éste presenta
disposiciones latentes para ello; pero ya sea
dominante o dominado, al que se le llama, con
evidente exceso, inductor, no es el dueño de la
inducción sino sólo el representante más eficaz.
• Quien induce es el grupo-pareja, es decir el
conjunto de las necesidades colectivas
inconscientes agrupadas alrededor de una
problemática común de los integrantes de la
pareja.
• La organización de la pareja más fácil de
comprender es aquella donde opera el proceso más
clásico de la relación amorosa, el de la proyección
del Ideal del Yo del Sujeto sobre el Objeto de
Amor.
• Es la debilidad latente del Objeto la que se elige
en el mismo plano en que el Sujeto teme su propia
debilidad.
• La clínica de pareja muestra con frecuencia a dos
integrantes que se organizan para repartirse
rigurosamente los papeles: así, el elemento
inductor es en general un sujeto que tiene algunas
dificultades consigo mismo y tendencias que
reprueba violentamente en él. Llega a controlarlas
en parte, pero con gran dificultad, y su casamiento
va a facilitarle la tarea, desde que elige por
compañero a alguien que presenta las mismas
disposiciones latentes, pero más difícilmente
controlables.
• En cuanto al que lleva a la práctica las
tendencias prohibidas, su posición le
procura satisfacciones a los dos integrantes
de la pareja; a sí mismo, por cuanto realiza
su deseo, aunque sea reprobado; y al
inductor, bajo la forma de satisfacciones
imaginarias.
• Lo que orienta la elección de pareja es la
esperanza inconsciente de verse aliviado de
los conflictos intrapsíquicos mediante la
utilización del compañero elegido;
esperanza que en la atracción recíproca
desempeña un papel decisivo, base de la
estructura diádica.
• Lo que crea la fuerza de la atracción mutua
específica es fundamentalmente la
percepción inconsciente de una
problemática común, con maneras
complementarias de reaccionar de manera
simultánea uno sobre el otro.
• La colusión corresponde al juego
inconsciente de las actitudes de dos
integrantes de pareja, cuya evolución
afectiva está marcada por caracteres
comunes ligados en cada uno a una
problemática individual no resuelta,
problemática reprimida que escapa de la
conciencia tanto del uno como del otro.
• Existen colusión narcisista, colusión oral,
colusión sado-anal, con varias subdivisiones
clínicas, y colusión fálica y edipiana.
• Es como si el inconsciente de cada
individuo percibiera en el inconsciente del
otro una serie de conflictos interiores. Si
estos conflictos son análogos a los suyos
propios y él siente en el otro una manera
diferente de reaccionar ante ellos, el
individuo se sentirá poderosamente atraído
hacia ese otro, con una fuerte posibilidad de
que la atracción sea recíproca.

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