donde todo se mezcla y se debilitan los controles sociales y culturales. Los elementos globalizados están separados de una organización social particular.
La desocialización de la cultura de
masas hace que solo vivamos juntos pero sin ser capaces de comunicarnos. La ruptura Nuestra cultura ya no gobierna nuestra organización social y así mismo tampoco la actividad técnica y económica.
La dominación del capital financiero
internacional y la colonización entrañó el ascenso de los nacionalismos comunitarios. Esta ruptura entre la técnica y los valores, atraviesa toda nuestra experiencia de la vida individual a la situación mundial.
Los representantes electos miran
hacia el mercado mundial y los electores hacia su vida privada. ¿Una sociedad mundial? En lugar de formar una vasta sociedad mundial, vemos deshacerse a los países o civilizaciones.
A fines del siglo XIX, pasábamos de la
comunidad a la sociedad. La evolución que hoy vivimos es casi a la inversa, las sociedades vuelven a convertirse en comunidades. Cuando estamos todos juntos, no tenemos casi nada en común, y cuando compartimos una misma identidad rechazamos a quienes son diferentes a nosotros.
O bien reconocemos una plena
independencia a las comunidades, o bien vivimos todos juntos sin comunicarnos. Vivimos juntos pero a la vez separados, como una “muchedumbre solitaria”, cada vez menos capaces de comunicación.
Hemos reemplazado una visión vertical
por una visión horizontal. ¿Cómo combinar nuestras diferencias con la unidad de una vida colectiva? La primera respuesta consiste en revivir los modelos sociales pasados.
La segunda respuesta se opone a la
primera. Menciona que no solo hay que aceptar esta ruptura, sino acelerarla y vivirla como una liberación. Una tercera respuesta es asegurar el respeto de las libertades personales y colectivas institucionalizando la tolerancia.
Reconocemos la presencia de culturas
diferentes de la nuestra, pero no nos permite comunicarnos con ellas.