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Grandes líneas de «Aparecida»:

RECOMENZAR DESDE CRISTO


El llamado «Acontecimiento»
de Aparecida --la Quinta
Conferencia del Consjo
Episcopal Latinoamericano
(CELAM) que se celebró del 13
al 31 de mayo en el Santuario
de Aparecida, Brasil--
comienza a rendir frutos en
los trabajos de las diferentes
diócesis y conferencias
episcopales de los países que
integran el Continente
Americano.
VER
Las diferentes Conferencias Episcopales de los países de
nuestro subcontinente estan estudiando el Documento de
Aparecida. Junto con nuestras comunidades, queremos
responder a lo que el Espíritu ha dicho y pedido a nuestras
Iglesias.
No faltan comentaristas, incluso un protestante
furibundo contra todo lo católico, que sólo resaltan
los cambios que hicieron los colaboradores del
Papa, como si esto quitara autoridad y densidad al
documento.
Otros le quieren buscar deficiencias, como alguien
que preguntó, en una conferencia sobre el tema,
qué le faltaba al documento; era su gran inquietud.
Es obvio que el texto no es una enciclopedia, que
trate de todo, sino sólo remarca lo que en este
momento requiere nuestra Iglesia.
¿Cuáles son las
grandes líneas del
documento? Son
varios y va a implicar
el estudio y
publicación de
artículos sucesivos.
Ahora marquemos la
que se juzga como
básica: RECOMENZAR
DESDE CRISTO
JUZGAR
Desde la introducción, el
documento nos invita a centrarnos
en lo fundamental, que es el
encuentro personal con Cristo: “A
todos nos toca recomenzar desde
Cristo, reconociendo que no se
comienza a ser cristiano por una
decisión ética o una gran idea, sino
por el encuentro con un
acontecimiento, con una Persona,
que da un nuevo horizonte a la vida
y, con ello, una orientación
decisiva” (No. 12).
No nos podemos confiar ni
estar tranquilos porque en
Perú los católicos somos
mayoría, pues no sólo
disminuye el número, sino
que la fe de muchos es
muy débil y fragmentaria.
Por ello, “la Iglesia está
llamada a repensar
profundamente y relanzar
con fidelidad y audacia su
misión en las nuevas
circunstancias...
Se trata de confirmar, renovar y revitalizar la novedad
del Evangelio arraigada en nuestra historia, desde un
encuentro personal y comunitario con Jesucristo, que
suscite discípulos y misioneros.
Ello no depende tanto de grandes programas y
estructuras, sino de hombres y mujeres nuevos que
encarnen dicha tradición y novedad, como discípulos
de Jesucristo y misioneros de su Reino, protagonistas
de vida nueva” (No. 11).
La Iglesia no es fin en sí
misma; es para Cristo y el
pueblo. “Aquí está el reto
fundamental que
afrontamos: mostrar la
capacidad de la Iglesia para
promover y formar
discípulos y misioneros que
respondan a la vocación
recibida y comuniquen por
doquier, por desborde de
gratitud y alegría, el don del
encuentro con Jesucristo.
No tenemos otro tesoro que éste. No tenemos otra dicha ni otra
prioridad que ser instrumentos del Espíritu de Dios, en Iglesia, para
que Jesucristo sea encontrado, seguido, amado, adorado, anunciado
y comunicado a todos, no obstante todas las dificultades y
resistencias. Éste es el mejor servicio –¡su servicio!– que la Iglesia
tiene que ofrecer a las personas y naciones” (No. 14).
ACTUAR
“Conocer a Jesucristo por la fe
es nuestro gozo; seguirlo es
una gracia, y transmitir este
tesoro a los demás es un
encargo que el Señor, al
llamarnos y elegirnos, nos ha
confiado” (No. 18). Por ello,
nuestro empeño es que todos
los católicos –y aún los no
creyentes- conozcan más a
Jesucristo, se apasionen por su
Evangelio y lo contagien a su
alrededor.
Nos sentimos dichosos de
ser cristianos y católicos.
“En el encuentro con Cristo
queremos expresar la
alegría de ser discípulos del
Señor y de haber sido
enviados con el tesoro del
Evangelio. Ser cristiano no
es una carga sino un don:
Dios Padre nos ha
bendecido en Jesucristo su
Hijo, Salvador del mundo”
(No. 28).
“La alegría que hemos recibido en el encuentro con
Jesucristo, … deseamos que llegue a todos... Conocer a
Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier
persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos
ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestra
palabra y obras es nuestro gozo” (No. 29).
¿Quieres ser auténtico creyente? Atrévete a conocer
a Jesús y ábrele las puertas. ¡Encontrarás vida plena y
no quedarás defraudado!

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