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La Teoría General de la

Acción Social de Talcott


Parsons

Estructura y Acción Social


Programa de Sociología
Facultad de Ciencias Humanas y Artes
Universidad del Tolima
El objetivo de la “Estructura de la Acción Social” es doble:
a)la formulación de un “concreto sistema teórico” sobre el tema
empírico de la acción humana en sociedad”: la teoría voluntarista de
la acción;
b)la formulación de una teoría del desarrollo de la ciencia en estrecha
conexión con el fenómeno de la aparición del voluntarismo.
Parsons concibe la evolución de la teoría científica como cambio en las
interpretaciones empíricas de cuestiones importantes y en la
consiguiente transformación de los conceptos teóricos.
En lo que atañe a la ciencia social, el sociólogo norteamericano adopta
como material “empírico” el cambio en las interpretaciones empíricas de
Marshall, Pareto, Durkheim y Weber.
El interés central de la “Estructura de la Acción Social” apunta al
desarrollo de un concreto sistema teórico “como ejemplo del proceso
general de desarrollo inmanente de la ciencia misma”. Tal desarrollo se
concibe como la “interacción entre nuevos análisis y conocimientos de
hechos, por una parte, y cambios del sistema teórico, por otra”, y
constituye la hipótesis de trabajo de la obra, que se abre con una
extensa reflexión acerca de la ciencia en general y su relación con los
hechos.
La primera parte de la Estructura de la acción está encaminada a
esclarecer su hipótesis de trabajo, poniendo en claro la naturaleza y
función de la teoría en general.
El surgimiento de un nuevo cuerpo de teoría social no es un hecho
casual, pues la teoría no es fruto del azar, ni la investigación teórica se
debe a la mera arbitrariedad de la subjetividad del científico. Parsons
pretende reivindicar frente a la pura acumulación de datos y frente a
cualquier pretendida curiosidad ociosa del investigador la autonomía de
la teoría científica, entendida como “cuerpo de conceptos generales de
referencia empírica, lógicamente conexionados” y cuya función es
“formular e interrelacionar lógicamente proposiciones que contienen
hechos empíricos, en relación directa con la observación de los hechos
y, por lo tanto, con la verificación empírica de las proposiciones”.
Tal concepción de la teoría científica como instancia mediadora entre
sujeto y objeto posee sus propias premisas:

1. La teoría científica es no sólo una variable dependiente, sino también


una variable independiente en el desarrollo de la ciencia. Aunque ha
de fundamentarse en los hechos, no está condicionada por ellos, sino
que indica a su vez ¿qué hechos han de ser investigados?. De este
modo, la teoría se acredita como elemento constituyente de la
búsqueda cognoscitiva.
2. La teoría científica se configura como un sistema integrado, es decir,
cada conjunto teórico posee una estructura lógica determinada por la
que las proposiciones generales están mutuamente relacionadas. De
este carácter sistemático resulta que un cambio en una proposición
afecta a las restantes proposiciones del sistema.
3. Las proposiciones de la estructura del sistema implican interrelaciones
lógicas. Ello hace que los sistemas teóricos tiendan a convertirse en
“lógicamente cerrados”, de suerte que “cada una de las implicaciones
lógicas que cabe derivar de cualquier proposición del sistema
encuentra su enunciado en otra proposición del mismo.
En consecuencia, la evolución inmanente de la ciencia consiste en la
interrelación entre el conocimiento progresivo de nuevos hechos
empíricos, la variación de las interpretaciones de este cuerpo de hechos
(o enunciados generales sobre el mismo) y la estructura cambiante del
sistema teórico. Un nuevo hecho modifica un enunciado general y ello –
por la configuración lógica del sistema - redunda en un cambio del
sistema mismo. El proceso de modificación se realiza gracias a la
referencia empírica de la teoría, que a través de la verificación confirma
la configuración lógica actual del sistema o, por el contrario, postula la
transformación del mismo.
Como variable independiente en el progreso científico, la teoría decide
también qué hechos han de ser objeto de investigación, “no sólo formula
lo que conocemos, sino también nos dice lo que necesitamos conocer, o
sea, las preguntas necesitadas de respuesta”. De ahí que el criterio de
importancia científica considere no tanto el carácter informativo de un
nuevo conocimiento, cuanto sus consecuencias teóricas en el conjunto
integrado de proposiciones, sus consecuencias en el sistema.
Parsons subraya aquí, no la relación de las proposiciones con los
hechos, sino la relación lógica entre las proposiciones mismas tras la
aparición de un hecho nuevo.
Con la afirmación de la independencia de la teoría el autor rechaza la
concepción positivista del conocimiento científico como reflejo de la pura
facticidad.
El estatuto objetivo de la teoría frente a la subjetividad del científico y
frente a la desorganizada complejidad de la realidad empírica es la
premisa fundamental desde la que Parsons aborda la posibilidad de la
ciencia social.
Frente al empirismo práctico americano (positivismo) que privilegiaba la
inmediatez concreta de los datos, y frente al historicismo alemán que
negaba la posibilidad de leyes generales en las ciencias sociales,
Parsons pretende la homologación lógica de la ciencia social con el
modelo de las ciencias naturales. “Una teoría científica es un complejo
o sistema de postulados lógicamente interrelacionados”. La adopción
del modelo de sistema para la teoría científica, en cuanto símbolo de la
unidad universal del conocimiento científico, responde a la intención
parsoniana de integrar la teoría sociológica como ciencia específica en
el conjunto de las ciencias.
En contraste con la teoría sociológica que aspira a conocimientos
empíricamente fundados y relacionados sistemáticamente, la teoría de
las categorías no busca por sí nuevos conocimientos, sino un sistema de
“aprioris” sociológicos que organicen el conocimiento y lo sometan a una
sistemática. Tales conceptos se sitúan en el plano lógico –
trascendental, anterior a cualquier decisión práctica del sujeto
cognoscente.

La propuesta de Parsons permite realizar una distinción precisa entre


teoría sociológica, teoría de la sociedad y elementos no empíricos de la
investigación. Entre estos últimos se encuentran con un estatuto especial
las categorías sociológicas, que en contraste con las hipótesis teóricas,
postulados, sistemas clasificatorios y modelos, poseen una naturaleza
apriorística y anteceden a la experiencia.
Así mismo, para Parsons es fundamental la vocación empírica de la
teoría. Afirma: “es fundamental que no hay conocimiento empírico que
en algún sentido y hasta cierto punto, no se haya formado
conceptualmente”. Pues el autor hace la distinción entre sistema (lógico)
y esquema (empírico – significativo): “la finalidad de este estudio es la de
elaborar precisamente el esquema de tal sistema de categorías
generales teóricas con una validez empírica demostrable”.

La insistencia en la referencia empírica del sistema teórico designa no


sólo su condición científica, sino que expresa también la función
selectiva del mismo. La dimensión con que aparece en Parsons la
ciencia, como saber objetivamente constituido es inteligible, pero ello no
anula la otra dimensión de ciencia, como saber subjetivo en tanto
actividad consciente del investigador.
Puesto que la “verdadera teoría científica no es producto de la
“especulación” arbitraria de ir derivando las implicaciones lógicas de unos
supuestos, sino de la observación, razonamiento y verificación, partiendo
de los hechos y tornando continuamente a los hechos”, el científico
somete a una lógica concreta su personal intención de objetividad sobre
unos hechos, que tampoco vienen ofrecidos por el azar, sino que son
designados por el sistema teórico.

La personal voluntad del sujeto se traduce en una interacción de teoría y


realidad. Qué hechos hayan de ser investigados y porqué la motivación
científica del investigador se centra sobre ellos, se explica por el “criterio
de importancia científica”. Un hecho es científicamente importante cuando
tiene consecuencias para el sistema teórico, de modo que los sistemas
teóricos cambian debido a esta interrelación, que no termina en una
acumulación o yuxtaposición, sino en una integración en la lógica interna
del conjunto de las proposiciones.
Parsons explica el cambio de los sistemas teóricos introduciendo el
concepto de categorías residuales. “Sea cual fuere el nivel al que opere
un sistema teórico, debe implicar la definición positiva de ciertas
variables empíricamente identificables o de otras categorías generales.
El mero hecho de que estén definidas implica que se diferencian de
otras, y que los hechos que constituyen su referencia empírica están, por
consiguiente, diferenciados específicamente de otros”. Estos últimos
hechos son hechos efectivamente observados u observables, pero cuya
definición no encaja en las categorías positivamente definidas del
sistema, por lo cual se los define, en relación al mismo, de un modo
negativo: no son ninguna de las categorías positivas articuladas en el
sistema, ni los enunciados sobre ellos tampoco encajan en el ámbito
lógico del mismo.
A pesar de ello, según Parsons, su importancia es notable, pues el
“síntoma más seguro de un cambio inminente en un sistema teórico es el
aumento del interés general por tales categorías residuales”. La
estructura de un esquema conceptual determina el ámbito del interés
científico, una parte concreta de la realidad empírica. Los hechos
empíricos y los enunciados acerca de ellos, pertenecientes a este
ámbito, constituyen propiamente ciencia, pues sus centros de referencia
pertenecen a la teoría sistemática.

Categorías residuales, su positivación, en tanto verificación empírica, e


integración en la estructura lógico – conceptual determinan el proceso de
cambio de un sistema teórico, no mediante una mera acumulación
cuantitativa de conocimiento, sino por una modificación cualitativa del
mismo, tras la que un antiguo enunciado permanecerá como caso
especial de la nueva proposición.
Elementos centrales de la Teoría General de la Acción

Ahora bien, tres conceptos yacen en el núcleo de la teoría de la acción de


Parsons: el acto unidad, el voluntarismo y Ia verstehen. EI fenómeno más
básico de Ia teoría de la acción de Parsons es lo que él denomina el acto
unidad, que se define por sus cuatro componentes:

- Primero, implica la existencia de un actor.

-Segundo, el acto unidad supone un fin, o un estado futuro hacia el que


se orienta la acción.

-Tercero, Ia acción tiene Iugar en una situación que entraña dos


elementos: las cosas que el actor no puede controlar (condiciones) y las
que puede controlar (medios).

- Cuarto, las normas y los valores sirven para determinar la elección del
actor de los medios para alcanzar los fines (las normas se realizan a través de un
esfuerzo, como factor subjetivo de la realización de la norma en una secuencia temporal ).

En esta perspectiva, Parsons afirmó que «Ia acción no es más que un


esfuerzo por acatar las normas».
Parsons sintió Ia necesidad apremiante de distinguir Ia teoría de la acción
del conductismo. De hecho, escogió el término acción porque tenía una
connotación diferente a Ia de conducta. Conducta implica una respuesta
mecánica a los estímulos, mientras acción entraña un proceso «mental»
activo y creativo. El autor afirmaba: «Una teoría que, como el
conductismo, insiste en analizar Ios seres humanos en términos que
excluyen su aspecto subjetivo no es una teoría de la acción ».
Parsons organiza la teoría general de la acción en torno a las cuatro
dimensiones sistémicas. El organismo de conducta (behavioral
organism), el sistema de la personalidad, el sistema social y el sistema
cultural, los cuales corresponden, respectivamente, a las funciones de
adaptación, consecución de metas, integración y mantenimiento de
pautas.
Esta correlación se funda en un conjunto de supuestos cuya exposición
es necesaria a fin de evitar cualquier especie de malentendido empirista.
Sobre el trasfondo del behaviorismo moderado escribía Parsons en
1951: «La teoría de la acción es un esquema conceptual para el análisis
de la conducta de los organismos vivos», en cuanto que a su nivel más
inferior conducta implica ya independencia respecto del medio,
búsqueda de metas e implementación de energía. Es decir, existe un
«programa» que controla la conducta física.
De esta manera, es pertinente insistir en lo siguiente: la teoría de la
acción se refiere a la conducta humana en cuanto se orienta
fundamentalmente a los problemas del «significado» (meaning) en el
sentido simbólico cultural». Es decir, «a los aspectos de la conducta
humana comprendidos y controlados por códigos simbólicos
culturalmente estructurados». Así, pues, referida a la conducta como
concepto antideterminista, acción se refiere «a los aspectos de la
conducta que poseen una relación directa a sistemas del 'plano cultural'».
El acto es una conducta dotada de un significado «subjetivo» o simbólico-
cultural: «Acción es hablar»; «asume un nivel lingüístico de simbolización,
de codificación de significados»..., significa conducta humana en tanto
simbólicamente orientada.
«A nivel humano —escribe Parsons— el aprendizaje decisivo ocurre en
la esfera social y cultural, o sea, a niveles simbólicos». La acción se
convierte en ordenación del universo vital del ser humano, relaciona y
elabora sistemas ordenados de objetos. Desde este supuesto la acción
no es casual. La conducta concreta se realiza siguiendo programas de
ordenación simbólica; pero lo que Parsons pretende es mostrar que la
realidad concreta de la acción no es un resultado aleatorio, sino
organizado por factores de naturaleza diversa, que organizan la acción a
sus niveles respectivos, y que coinciden en el plano concreto
Como podemos observar, aunque Parsons comienza interesándose por
los actores y sus acciones, también sentía inquietud por Ia conciencia,
entendida como elección voluntaria de medios para alcanzar ciertos fines.
Pero esa elección no es libre, algo que nos sugiere que a Parsons Ie
preocupaban también las estructuras sociales que constreñían la acción.
Entidades culturales tales como Ias normas y los valores desempeñan un
papel central en este asunto, así como a lo largo de toda la obra del autor.
Estrechamente relacionada con el concepto de acto unidad esta la noción
de Parsons de voluntarismo. EI voluntarismo hace referencia a las
elecciones que hacen los actores en aquellas situaciones sociales en las
que se encuentran.
Esto no significa que Ios actores sean completamente libres al hacer su
elección; el voluntarismo no implica «Iibre voluntad». Antes bien, el
concepto de voluntarismo implica una mente, una conciencia e individuos
que toman decisiones. Finalmente, está el concepto de la verstehen, o la
necesidad de analizar Ia acción desde una perspectiva subjetiva.
Ahora bien, el punto de referencia de estos conceptos es la acción de un
individuo o de una colectividad de actores, por lo que lo importante es la
organización de las orientaciones del actor en una situación. La acción
por ende se entiende como un sistema de acción que es una pluralidad
de acciones normativas (lado voluntarista) o de orientaciones del actor.
Esta orientación a su vez, implica objetos que pueden abrir o limitar al
actor al momento de intentar alcanzar sus metas. Los objetos
involucrados pueden a su vez ser sociales (actores o colectividades, que
se denominan ego), o no sociales (objetos físicos que se dan dentro de
un espacio-tiempo o culturales, que son símbolos transmisibles que se
denominan alter).
El Sistema Social

Es en este entorno histórico – cultural desde el cual han de considerarse


como problemáticas tres cuestiones: a) la relación de la sociología con
las demás disciplinas sociales; b) el desarrollo de técnicas de
investigación desde una perspectiva interdisciplinar, y c) la elaboración
de una síntesis teórica en un esquema conceptual integrado y flexible,
que permita la clasificación y el análisis generalizado de los fenómenos
sociales, como condición constitutiva previa del rango de las disciplinas
sociales como ciencias. A estos propósitos corresponden,
respectivamente, en la actividad personal de Parsons: a) Los artículos
dedicados a la teoría sociológica, anteriores a 1950; b) La creación, en la
Universidad de Harvard, de Departamento de Relaciones Sociales como
institución interdisciplinar, y c) los textos “Hacia una teoría general de la
acción”(1951) y el “Sistema Social”(1951) como formulación de una
teoría general de la acción, en cuyo ámbito encuentra su asentamiento
teórico la explicación sociológica.
Es precisamente “el Sistema Social” el trabajo en el que Parsons
emprende la tarea de la formulación de una teoría general sistemática que
agrupe las diferentes ciencias sociales.
Qué significado tiene una teoría semejante? Ante todo, designa una teoría
que trasciende las ciencias particulares en virtud de su generalidad, que ha
de entenderse no sólo en cuanto denota su amplio ámbito, sino también, y
sobre todo, en cuanto que es resultado de una peculiar operación lógica.
“Teoría es un término que abarca una gran variedad de cosas diferentes
que tienen en común solamente el elemento de la conceptualización
generalizada”. Por generalización entiende Parsons:
1) “La discriminación de los objetos en lo que previamente ha sido
una sola categoría indiferenciada única, para constituir dos o más clases,
aun poseyendo ciertas características comunes;
2) El discernimiento de propiedades comunes en un grupo de hechos
previamente considerados como diferentes”.
En el orden de la actividad científica la construcción de una teoría general
en Parsons equivale a elaborar un “esquema conceptual lógicamente
articulado que pretende dar a los científicos sociales un medio de organizar
su resultado colectivo”.
Desde esta perspectiva la teoría general cumple en la intención de Parsons tres
funciones principales:
a) contribuye a la codificación del conocimiento concreto existente, mediante la
reformulación sistemática de hechos e ideas en hipótesis generalizadas que
unifiquen hipótesis particulares, y mediante la formulación de las
observaciones particulares en conceptos generales. Es la función de fomentar
el proceso acumulativo del conocimiento.
b) Hecha la codificación del conocimiento existente, la teoría general se convierte
en una guía para la investigación científica, en cuanto establece la cartografía
de un ámbito científico. Ello permite derivar sistemáticamente hipótesis teóricas
que, de ser confirmadas o imputadas en la investigación empírica, revierten en
el ajuste de la teoría general.
c) El marco conceptual integrado de la teoría general introduce una lógica común
de observación e interpretación en las distintas ciencias particulares. Como
marco de referencia común establece el nivel mínimo de las unidades de
observación y establece la específica dirección del interés en la interpretación.
En esta perspectiva, la afirmación de que el análisis sociológico es solamente
posible a partir de los sistemas de acción, está presente desde el comienzo de
la “Estructura de la Acción”. La característica básica de un sistema es su índole
relacional. Pero la perspectiva del sujeto –actor y la orientación básicamente
metodológica, adoptadas allí, no permiten a Parsons más que una definición
lógico – formal del sistema: más allá de esta definición, tan sólo se afirma que
un sistema de acción consta de actos-unidad.
Parsons entiende, como trabajo previo, la elaboración de un marco de
referencia descriptivo general, en función de la “generalidad de implicación de
los hallazgos” para los distintos campos científicos de la conducta, generalidad
que los relaciona sistemáticamente en virtud de la coincidencia empírica de
éstos.
Para subsistir un sistema social debe procurar una cierta coherencia (o integración)
de su estructura con los sistemas de la personalidad y de la cultura.

Básicamente, son dos los mecanismos susceptibles de fomentar esa integración:

A.La Socialización: Por socialización entiende Parsons la internalización por los


actores en su sistema de la personalidad de las pautas culturales encarnadas en el
sistema social. El proceso de socialización, tal y como Parsons lo concibe, moldea así
de acuerdo con las pautas culturales institucionalizadas no sólo la parte consciente,
sino también a la inconsciente, de la personalidad de los actores.

B.El Control Social

No siempre el proceso de socialización alcanza un éxito total, ni los valores


institucionalizados son siempre idealmente coherentes o compatibles entre sí. Ello
puede dar origen a la aparición de focos de desviación y conflicto. Si quiere subsistir
en los términos en que se halla estructurado, todo sistema social debe pues contar
con instituciones que controlen la tensión y la desviación: es decir, con mecanismos
integradores o de control social. Tales mecanismos pueden ser de varios tipos:
sanciones interpersonales, actividades rituales, instituciones que obren como
“válvulas de escape”, instituciones de reintegración y, sobre todo, agencias formales
de control social (instituciones con capacidad de recurrir a la fuerza y la coerción).
Lograda así la integración entre los sistemas de la personalidad, social y
cultural, la estructura social podrá mantenerse en los términos en que se halla
establecida. Por supuesto, no está Parsons diciendo que las estructuras social
tiendan naturalmente a la estabilidad, o que éste sea realmente su estado más
usual o normal: simplemente, y en términos analíticos, plantea una primera
serie de condiciones que sería preciso, idealmente, poder llegar a cumplir
como única forma de alcanzar ese estado de perfecto equilibrio y estabilidad.
La no consecución, justamente, por las sociedades históricas de modo
idealmente pleno de estas condiciones es lo que explica su estado usual, en
grado variable, de cambio y conflicto.
La existencia de una red de status – roles y de una serie de valores
internalizados por medio del proceso de socialización no anula, sin embargo,
por completo, la autonomía individual de los actores. La internalización de los
valores institucionalizados no les convierte, sin más en autómatas; les
proporciona, ciertamente, la motivación para actuar, así como la red de roles
existentes les marca las pautas de conductas permisibles. Pero en el
desempeño de tales pautas de conducta los actores pueden optar entre una
serie de pautas polares: las variables – pautas. Diseñadas para el análisis no
sólo de los sistemas sociales, sino, en general, de la acción (y, por tanto,
aplicables igualmente a los sistemas cultural y de la personalidad) las variables
– pautas categorizan “dicotomías de decisiones, demandas normativas y
orientaciones de valor”. En su formulación original son cinco las parejas de
variables-pautas:
- afectividad/neutralidad afectiva: alude al grado de emoción
apropiado en una determinada situación de interacción;
- Difusividad/especificidad: alude al alcance de las obligaciones en
una situación de interacción (reducidas y específicas o amplias y difusas);
- Universalismo/particularismo: alude a los criterios a utilizar en una
situación de interacción para evaluar y juzgar a los demás (criterios
generalmente establecidos, estandarizados, o criterios subjetivos);
- Logro/adscripción: alude al modo en que tratar a los demás (en
base a lo que han llegado a ser o en base a cualidades innatas);
- Auto-orientación/orientación a la colectividad: alude al grado en
que la acción debe orientarse hacia los propios intereses y fines o hacia los
de la colectividad.
Estas variables – pautas constituyen continuos, más que dicotomías, que circunscriben
los procesos de toma de decisiones de los actores. Analíticamente, constituyen el
eslabón que vincula las propiedades sistémicas de la estructura social con el margen de
decisión implicado en la concepción voluntarista que anima la teoría parsoniana.

Un paso más en el análisis y articulación del sistema social lo constituye la formulación


de los pre-requisitos funcionales.

Desde este nuevo paso, Parsons precisa que todo sistema social (en cuanto conjunto
institucionalizado de roles) para mantenerse en su estado actual debe cumplir cuatro
requisitos básicos: los que él denomina adaptación, consecución de fines (goal-
attaiment), integración y latencia (designados, como el esquema AGIL por sus siglas en
inglés).

En efecto, un entramado dado de roles, para subsistir tal y como se halla configurado
debe, en primer lugar, estar adaptado a su entorno. En otras palabras, si la estructura
de una sociedad no está adaptada a las condiciones situacionales en que se halla
inmersa, sólo son posibles dos alternativas: re-estructuración de la misma, o su
extinción.
En segundo lugar, todo sistema social, para subsistir como un todo unitario, debe
establecer una serie de metas o fines colectivos, así como un orden o gradación de los
mismos (requisito del goal – attainment). De no hacerlo así, realmente no existirá
“sistema”(es decir, unidad) sino yuxtaposición. Esto es al no haber ningún lazo, por
encima de las propias metas individuales, que integre en una unidad colectiva los
distintos a los distintos actores, no cabe decir que se trate de un grupo estructurado.

En tercer lugar, todo sistema social, para subsistir yal y como se halla estructurado debe
poder socializar en las normas que lo rigen a los nuevos miembros que a él se
incorporen: debe contar con instituciones socializadoras (o de mantenimiento de
pautas, esto es, “latencia” en terminología parsoniana).

Por último, todo sistema social debe contar, para subsistir inalterado, con instituciones
que canalicen los procesos conflictivos que en su seno puedan surgir. En caso contrario
tales tensiones pueden acabar por pulverizarle.
A G

Organismo de la conducta Sistema de la


(Sistema de la conducta) personalidad

Sistema cultural Sistema social

L I

Subsistemas del sistema general de la acción


En suma, y siempre en términos analíticos, tenemos que para que un sistema social se
mantenga incambiado ha de contar con instituciones económicas, políticas,
educacionales y jurídicas que, respectivamente, aseguren el cumplimiento de las
funciones de adaptación, consecución de fines, latencia e integración. En un paso
posterior, Parsons desarrolla e análisis de estas instituciones básicas indicando cómo, a
su vez, cada una de ellas se enfrenta con la necesidad de cumplir esos mismos pre-
requisitos funcionales (AGIL). Para ello, cada una de ellas cuenta con una estructura
compuesta por valores (que cumplen el requisito de latencia) normas (que cumplen con
el de integración), roles (que cumplen con el de adaptación) y colectividades (que
cumplen con el de consecución de fines).
En términos del esquema parsoniano de los pre-requisitos funcionales resulta así
posible establecer (siempre en el plano de los tipos ideales, en el sentido
weberiano del término) dos situaciones polares extremas:

a)Una primera situación sería la de un sistema social perfectamente estable y


ordenado. En un tal caso, el conjunto de roles institucionalizados se hallaría, en
efecto:
• Perfectamente adaptado a su entorno ecológico;

• Claramente coordinado y estructurado en cuanto a los fines y objetivos que


persigue (existe, por ejemplo, una sola cultura política dominante que define los
objetivos colectivos en exclusiva, sin competencia de sub-cultura alguna);

• Perfectamente socializado: las pautas valorativas son transmitidas con


milimétrica exactitud a las nuevas generaciones de actores;

• En consecuencia, al no existir en el sistema social roces ni tensiones tanto


respecto a la adaptación, como de la consecución de fines o de la socialización, las
instituciones destinadas a resolver los conflictos o canalizar desviaciones apenas
si tienen ocasión de intervenir; y, en todo caso, cuando lo hacen, resultan
máximamente eficaces.
b) En contrapartida, el segundo caso extremo posible de sistema social sería aquel
que se encontrase en una situación de anomia total (caso límite sólo
imaginable en términos analíticos): el conjunto de roles institucionalizados
que constituye su estructura ha cesado, prácticamente, de existir como tal
conjunto, pulverizándose (o dando lugar a otro distinto) debido a que:

• La adaptación al entorno es mínima o nula;

• No existe coordinación de fines: existe una situación de pluralismo extremo, de


radical fragmentación;

• Los mecanismos de socialización no funcionan;

• Y los mecanismos de resolución de conflictos y de canalización de desviaciones


no funcionan o, en todo caso, están ampliamente desbordados y, por tanto, sin
posibilidad alguna de ser efectivos.
Entre ambos polos extremos (total integración o total desintegración) totalmente
irreales, existe un continuo de mayor o menor grado de conflictividad a lo largo del cual
se sitúan las sociedades históricas concretas. En efecto, un sistema social del tipo del
primer caso extremo delineado (total integración) no puede ser encontrado entre las
sociedades históricas, debiendo por tanto quedar relegado al reino de la utopía; por el
contrario, un sistema social del tipo del segundo caso extremo (total desintegración) no
es ya sociedad, sino yuxtaposición de unidades autónomas totalmente desconectadas
entre sí. Como el propio Parsons señala, la antítesis polar de la plena integración no es
el conflicto, sino la anomia. El conflicto, si bien en grado variable de intensidad y
extensión, constituye el estado usual de las sociedades históricas: y ello porque ninguna
de ellas logra cumplir, con exactitud milimétrica y total, los pre-requisitos funcionales
que asegurarían la ausencia de conflicto y de cambio en el entramado de roles que
constituye su estructura social.
Ahora bien, posteriormente, Parsons procede a aplicar el esquema AGIL no ya sólo a la
estructura, sino al propio sistema global de la acción en su conjunto. Desde esta nueva,
más complejizada, perspectiva, cada uno de los cuatro sub-sistemas (cultural, social, de la
personalidad y orgánico) en que éste se articula va a ser percibido como desempeñando,
a su vez, uno de los cuatro pre-requisitos funcionales del esquema AGIL, logrando de ese
modo el mantenimiento del sistema de la acción.

 Así, el sistema orgánico es percibido como aquél al que corresponde resolver los
problemas adaptativos, ya que, en definitiva, a través de este sistema son procesados
hacia los demás los recursos del entorno físico (pues en efecto, como señala Parsons, “un
sistema social, en sentido, analítico, no tiene relación alguna directa de intercambio in-
put/out-put con el entorno físico; este intercambio, de crucial importancia empírica, es
mediado por el organismo).
 En cuanto sistema de toma de decisiones y de búsqueda de fines, corresponde a
la personalidad cubrir el pre-requisito de consecución de fines.

 Al sistema social, por su parte, en cuanto tejido de status-roles que media entre
las necesidades de la personalidad y las pautas culturales, corresponde cumplir la
función de integración.

 Por último, la función de control de tensiones y de mantenimiento de pautas es


atribuida al sistema cultural.

Estos cuatro sub-sistemas del sistema general de la acción son percibidos (además
de cómo enfrentados con la tarea de cumplir con los pre-requisitos funcionales que
aseguren la persistencia del sistema general) como ordenados en una relación
jerárquica de control cibernético.
Como escribe Parsons, “los subsistemas básicos del sistema general de la acción
constituyen una serie jerárquica de agencias de control cibernético de la conducta de los
individuos u organismos. El organismo –actuante (behavioral organism) es el punto de
articulación del sistema de la acción con los rasgos anatómico – fisiológicos del
organismo – físico así como su punto de contacto con el entorno físico. El sistema de la
personalidad, a su vez, es un sistema de control sobre el organismo – actuante; el
sistema social sobre la personalidad de sus miembros participantes, y el sistema cultural,
un sistema de control respecto de los sistemas sociales”.
En esta jerarquía cibernética, los distintos sistemas se hallan en relación inversa respecto
de dos parámetros: energía e información. Los sistemas más ricos en información (de más
a menos quedaría ordenados así: cultural, social, de la personalidad, orgánico) son, en
cambio, los menos ricos en energía (en cuanto a ésta, el orden sería, de más a menos,
éste: sistema orgánico, sistema de la personalidad, sistema social y sistema cultural). Lo
que, en definitiva, con este lenguaje cibernético quiere Parsons decirnos es que unos
sistemas (los ricos en energía) son los que tienden a prestar animación a la acción, a darle
impulso, en tanto que otros (los ricos en información) tienden a controlar ese impulso
dándole dirección. Así, y por tomar todos los casos extremos respectivos, es el sistema
orgánico el que, en suma, pone en marcha el sistema de la acción, pero en la dirección
(que por medio del sistema social y de la personalidad) le marca el sistema cultural.
Realidad última

Subsistema cultural

Mantenimiento de Pautas culturales institucionalizadas

Integración
Sistema General de la Subsistema Social
Acción Consecución de fines

Adaptación

Subsistema de la personalidad

Subsistema Orgánico

Entorno físico - orgánico

Flujo de Información

Flujo de energía
Esta jerarquía cibernética la aplica Parsons no sólo intersistémicamente (es decir, entre
los distintos subsistemas del sistema general de la acción), sino también
intrasistémicamente (es decir, en el seno de cada uno de ellos). A nivel de subsistema
los objetos de esta jerarquización son los pre-requisitos funcionales (que cada
subsistema ha de cumplir para poder subsistir). Así Parsons procede a clasificarlos
según su orden de significación desde el punto de vista del control cibernético de los
procesos de la acción de la siguiente manera ( y de más a menos riqueza en
información y, por tanto, correlativamente, de menos a más energía): latencia,
integración, consecución de fines y adaptación. Esto es, en la jerarquía de factores
controladores los referidos al mantenimiento de pautas (o latencia) ocupan el primer
lugar, y los adaptativos el último, siendo este orden justamente el inverso si
jerarquizamos a los factores no ya por su capacidad de control sino por su capacidad de
condicionamiento (en este caso, en efecto corresponde el primer lugar – máxima
potencialidad condicionante – a los factores adaptativos y el último – mínima
potencialidad condicionante - a los factores de latencia).
Paralelamente a esta jerarquización en términos cibernéticos de los componentes del
sistema de la acción y del sistema social ha ido explorando Parsons el modo en que
se articulan las relaciones entre los mismos, llegando así a la formulación de los
“medios simbólicos generalizados de intercambio” (o símbolos que median en las
transacciones inter o intrasistémicas). Parsons delinea la existencia de cuatro de tales
“medios simbólicos generalizados de intercambio”: dinero, poder (o capacidad para
inducir conformidad), influencia (o capacidad de persuadir) e identificación (o
capacidad de ser leal). Dentro del subsistema social, por ejemplo, estos medios de
intercambio son prototípicos, respectivamente, del sector adaptativo, del sector de
consecución de fines, del sector integrativo y del sector de mantenimiento de pautas.
El análisis del cambio y de la evolución

Desde esta perspectiva del las relaciones jerárquicas cibernéticas inter e intrasistémicas
es desde donde Parsons va a abordar el análisis del cambio y la evolución de los
sistemas sociales.

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