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- Cuarto, las normas y los valores sirven para determinar la elección del
actor de los medios para alcanzar los fines (las normas se realizan a través de un
esfuerzo, como factor subjetivo de la realización de la norma en una secuencia temporal ).
Desde este nuevo paso, Parsons precisa que todo sistema social (en cuanto conjunto
institucionalizado de roles) para mantenerse en su estado actual debe cumplir cuatro
requisitos básicos: los que él denomina adaptación, consecución de fines (goal-
attaiment), integración y latencia (designados, como el esquema AGIL por sus siglas en
inglés).
En efecto, un entramado dado de roles, para subsistir tal y como se halla configurado
debe, en primer lugar, estar adaptado a su entorno. En otras palabras, si la estructura
de una sociedad no está adaptada a las condiciones situacionales en que se halla
inmersa, sólo son posibles dos alternativas: re-estructuración de la misma, o su
extinción.
En segundo lugar, todo sistema social, para subsistir como un todo unitario, debe
establecer una serie de metas o fines colectivos, así como un orden o gradación de los
mismos (requisito del goal – attainment). De no hacerlo así, realmente no existirá
“sistema”(es decir, unidad) sino yuxtaposición. Esto es al no haber ningún lazo, por
encima de las propias metas individuales, que integre en una unidad colectiva los
distintos a los distintos actores, no cabe decir que se trate de un grupo estructurado.
En tercer lugar, todo sistema social, para subsistir yal y como se halla estructurado debe
poder socializar en las normas que lo rigen a los nuevos miembros que a él se
incorporen: debe contar con instituciones socializadoras (o de mantenimiento de
pautas, esto es, “latencia” en terminología parsoniana).
Por último, todo sistema social debe contar, para subsistir inalterado, con instituciones
que canalicen los procesos conflictivos que en su seno puedan surgir. En caso contrario
tales tensiones pueden acabar por pulverizarle.
A G
L I
Así, el sistema orgánico es percibido como aquél al que corresponde resolver los
problemas adaptativos, ya que, en definitiva, a través de este sistema son procesados
hacia los demás los recursos del entorno físico (pues en efecto, como señala Parsons, “un
sistema social, en sentido, analítico, no tiene relación alguna directa de intercambio in-
put/out-put con el entorno físico; este intercambio, de crucial importancia empírica, es
mediado por el organismo).
En cuanto sistema de toma de decisiones y de búsqueda de fines, corresponde a
la personalidad cubrir el pre-requisito de consecución de fines.
Al sistema social, por su parte, en cuanto tejido de status-roles que media entre
las necesidades de la personalidad y las pautas culturales, corresponde cumplir la
función de integración.
Estos cuatro sub-sistemas del sistema general de la acción son percibidos (además
de cómo enfrentados con la tarea de cumplir con los pre-requisitos funcionales que
aseguren la persistencia del sistema general) como ordenados en una relación
jerárquica de control cibernético.
Como escribe Parsons, “los subsistemas básicos del sistema general de la acción
constituyen una serie jerárquica de agencias de control cibernético de la conducta de los
individuos u organismos. El organismo –actuante (behavioral organism) es el punto de
articulación del sistema de la acción con los rasgos anatómico – fisiológicos del
organismo – físico así como su punto de contacto con el entorno físico. El sistema de la
personalidad, a su vez, es un sistema de control sobre el organismo – actuante; el
sistema social sobre la personalidad de sus miembros participantes, y el sistema cultural,
un sistema de control respecto de los sistemas sociales”.
En esta jerarquía cibernética, los distintos sistemas se hallan en relación inversa respecto
de dos parámetros: energía e información. Los sistemas más ricos en información (de más
a menos quedaría ordenados así: cultural, social, de la personalidad, orgánico) son, en
cambio, los menos ricos en energía (en cuanto a ésta, el orden sería, de más a menos,
éste: sistema orgánico, sistema de la personalidad, sistema social y sistema cultural). Lo
que, en definitiva, con este lenguaje cibernético quiere Parsons decirnos es que unos
sistemas (los ricos en energía) son los que tienden a prestar animación a la acción, a darle
impulso, en tanto que otros (los ricos en información) tienden a controlar ese impulso
dándole dirección. Así, y por tomar todos los casos extremos respectivos, es el sistema
orgánico el que, en suma, pone en marcha el sistema de la acción, pero en la dirección
(que por medio del sistema social y de la personalidad) le marca el sistema cultural.
Realidad última
Subsistema cultural
Integración
Sistema General de la Subsistema Social
Acción Consecución de fines
Adaptación
Subsistema de la personalidad
Subsistema Orgánico
Flujo de Información
Flujo de energía
Esta jerarquía cibernética la aplica Parsons no sólo intersistémicamente (es decir, entre
los distintos subsistemas del sistema general de la acción), sino también
intrasistémicamente (es decir, en el seno de cada uno de ellos). A nivel de subsistema
los objetos de esta jerarquización son los pre-requisitos funcionales (que cada
subsistema ha de cumplir para poder subsistir). Así Parsons procede a clasificarlos
según su orden de significación desde el punto de vista del control cibernético de los
procesos de la acción de la siguiente manera ( y de más a menos riqueza en
información y, por tanto, correlativamente, de menos a más energía): latencia,
integración, consecución de fines y adaptación. Esto es, en la jerarquía de factores
controladores los referidos al mantenimiento de pautas (o latencia) ocupan el primer
lugar, y los adaptativos el último, siendo este orden justamente el inverso si
jerarquizamos a los factores no ya por su capacidad de control sino por su capacidad de
condicionamiento (en este caso, en efecto corresponde el primer lugar – máxima
potencialidad condicionante – a los factores adaptativos y el último – mínima
potencialidad condicionante - a los factores de latencia).
Paralelamente a esta jerarquización en términos cibernéticos de los componentes del
sistema de la acción y del sistema social ha ido explorando Parsons el modo en que
se articulan las relaciones entre los mismos, llegando así a la formulación de los
“medios simbólicos generalizados de intercambio” (o símbolos que median en las
transacciones inter o intrasistémicas). Parsons delinea la existencia de cuatro de tales
“medios simbólicos generalizados de intercambio”: dinero, poder (o capacidad para
inducir conformidad), influencia (o capacidad de persuadir) e identificación (o
capacidad de ser leal). Dentro del subsistema social, por ejemplo, estos medios de
intercambio son prototípicos, respectivamente, del sector adaptativo, del sector de
consecución de fines, del sector integrativo y del sector de mantenimiento de pautas.
El análisis del cambio y de la evolución
Desde esta perspectiva del las relaciones jerárquicas cibernéticas inter e intrasistémicas
es desde donde Parsons va a abordar el análisis del cambio y la evolución de los
sistemas sociales.