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El Himno Nacional Mexicano se hizo oficial en 1943 por

decreto del presidente Manuel Ávila Camacho. Las letras


del himno, que aluden las victorias mexicanas en el calor
de la batalla y cuenta sobre la defensa de la patria,
fueron compuestas por el poeta oriundo de San Luis
Potosí, Francisco González Bocanegra en 1853. En 1854,
el español Jaime Nunó compuso la música que desde
entonces acompaña al poema de González. El himno,
compuesto por diez estrofas y un coro, entró en uso el
15 de septiembre de 1854. Desde 1854 hasta su adopción
oficial en 1943, la letra ha sufrido severas modificaciones
para estar acorde con los cambios políticos que se
daban en el país. Extraoficialmente, el himno se llamaba
«Mexicanos, al grito de guerra», el cual es también la
primera línea del coro.
Antes de este himno, existieron varios intentos para que
la nación mexicana tuviera uno.
El 28 de julio de 1821, José Torrescano presentó una
primera composición del Himno Nacional; no obstante,
quedó en intento por no ser del agrado de nadie. De igual
forma, personalidades históricas del pueblo de México
como José María Garmendia, Francisco Manuel Sánchez
de Tagle. Mariano Elízaga, José María Heredia y otros
intentaron definir el Himno Nacional, sin éxito en la
exaltación de virtudes sobre héroes políticos del
momento.
Versiones anteriores
El 28 de julio de 1821, José Torrescano presentó una
primera composición del Himno Nacional inspirado en el
Plan de Iguala, sin embargo, quedó en intento por no ser
del agrado de los mexicanos ni de las autoridades. Los
intentos por definir lo que sería el Himno Nacional
continuaron por parte de otras personalidades como José
María Garmendia, Francisco Manuel Sánchez de Tagle,
Mariano Elízaga, José María Heredia y otros, sin éxito en la
exaltación de virtudes sobre políticos héroes del momento.
Unos años más tarde, en 1849, la Academia de San Juan
de Letrán lanzó una convocatoria, con el objeto de
adquirir una letra adecuada para un himno que
representara a los mexicanos, sobre todo al exterior. En
dicha convocatoria, se recibieron treinta composiciones,
de las cuales se eligieron dos: la del compositor
estadounidense Andrew Davis Bradburn, y la del poeta
mexicano Félix María
Escalante, la cual fue musicalizada por el austriaco Henry
Her; sin embargo, este himno no fue del gusto del pueblo.
Tiempo después, en 1850, un poeta cubano, Juan Miguel
Lozada y el compositor Nicolás-Charles Bochsa, crearon
un nuevo himno nacional, sin embargo este no
trascendió. Desde entonces, se realizaron otros intentos
para lograr que México tuviera un himno nacional como la
propuesta del compositor italiano Antonio Barilli, la del
checo Max Maretzek, y la de otro italiano Ignacio
Pellegrini. Dichas propuestas fueron todas presentadas,
pero sin mayor relevancia.
El 12 de noviembre de 1853 el gobierno mexicano
encabezado por el presidente Antonio López de Santa
Anna convocó a un concurso para escribir la letra de un
«Himno a la Patria». La convocatoria ofrecía un premio «a
la mejor composición poética que pueda servir de letra a
un canto verdaderamente patriótico». Se fijó un plazo de
veinte días para presentar el trabajo. Francisco González
Bocanegra, un talentoso poeta, no estaba interesado en
participar en el concurso. Razonaba que escribir poemas
para la mujer amada era una cosa muy diferente a escribir
la letra del himno de una nación. Sin embargo, su
prometida Guadalupe González del Pino, sin desanimarse
por la continua falta de interés de Francisco a pesar de la
constante insistencia de ella y sus amigos para participar,
decidió tomar cartas en el asunto. Usando un pretexto,
guió a Francisco a un cuarto aislado en su casa, lo
encerró, y no le permitió salir hasta que entregara
una composición para el concurso. Dentro de la
habitación en la que fue temporalmente
encarcelado se encontraban diversos eventos
de la historia de México que lo ayudaron a
inspirarse para su trabajo. Después de cuatro
horas de forzada, pero abundante inspiración,
Francisco fue capaz de obtener su libertad a
cambio de diez estrofas que le pasó por debajo
de la puerta a su captora. Estrofas que
posteriormente ganaron la competencia.
González fue anunciado el ganador en el Diario
Oficial de la Federación (DOF) el 3 de febrero de
1854.
Al mismo tiempo que la letra fue escogida, la música también
lo fue. El ganador fue Giovanni Bottesini, pero su entrada era
rechazada debido a su «estética». Este rechazo provocó un
segundo concurso nacional para encontrar la música para la
letra. Al final de la segunda edición, la música que fue elegida
para la letra de González fue compuesta por Jaime Nunó
Roca, líder una banda musical y de origen español. En el
momento de la segunda competición, Nunó era líder de varias
bandas militares mexicanas (denominadas bandas de guerra).
Había sido invitado a dirigir estas bandas por el presidente
Santa Anna, a quien había conocido en Cuba. De las pocas
composiciones musicales presentadas, la música de Jaime
Nunó Roca, titulada «Dios y Libertad», fue elegida como la
ganadora el 12 de agosto de 1854. El himno fue aceptado el
día de la independencia del mismo año. La interpretación
inaugural fue dirigida por Giovanni Bottesini, cantado por
Claudia Florenti y Lorenzo Salvi, en el Teatro Santa Anna.
Oficialmente, desde 1943, la versión del himno nacional
completo fue publicada en la Ley sobre el Escudo, la Bandera
y el Himno Nacionales y consiste en el coro y las estrofas I, V,
VI y X. La modificación de la letra fue ordenada por el
Presidente Manuel Ávila Camacho en un decreto impreso en
el Diario Oficial de la Federación. Cuando se reproduce el
himno en eventos deportivos, tales como los Juegos
Olímpicos, las únicas partes del himno que son reproducidas
son el coro, estrofa I y el coro de nuevo. En programas de
apertura y cierre de televisión o de radio, la estaciones
algunas veces han reproducido un himno nacional modificado
que consiste en el coro, estrofa I, coro, estrofa X y el coro, el
himno se canta primeramente con el coro, después con la
estrofa I, después el coro y luego la estrofa II, y así
sucesivamente, siempre terminando con el coro. Al cantar el
coro, se repiten los versos tercero y cuarto. Al cantar cada
estrofa, se repite el último verso de la misma.
(Coro)
Mexicanos, al grito de guerra
el acero aprestad y el bridón,
Y re tiemble en sus centros la tierra
al sonoro rugir del cañón.

I
Ciña ¡Oh Patria! tus sienes de oliva
de la paz el arcángel divino,
que en el cielo tu eterno destino
por el dedo de Dios se escribió:
Más si osare un extraño enemigo
profanar con su planta tu suelo,
piensa ¡Oh Patria querida! que el cielo
un soldado en cada hijo te dio.
II
¡Guerra, guerra sin tregua al que intente
de la patria manchar los blasones!
¡guerra, guerra! los patrios pendones
en las olas de sangre empapad.
¡Guerra, guerra! en el monte, en el valle,
los cañones horrísonos truenen
y los ecos sonoros resuenen
con las voces de ¡Unión! ¡Libertad!
III
Antes, Patria, que inermes tus hijos
bajo el yugo su cuello dobleguen,
tus campiñas con sangre se rieguen,
sobre sangre se estampe su pie.
Y tus templos, palacios y torres
se derrumben con horrido estruendo,
y sus ruinas existan diciendo:
de mil héroes la patria aquí fue.
IV
¡Patria! ¡Patria! tus hijos te juran
exhalar en tus aras su aliento,
si el clarín con su bélico acento
los convoca a lidiar con valor.
¡Para ti las guirnaldas de oliva!
¡un recuerdo para ellos de gloria!
¡un laurel para ti de victoria!
¡un sepulcro para ellos de honor!
Coro)
Mexicanos, al grito de guerra
El acero aprestad y el bridón,
Y retiemble en sus centros la tierra
Al sonoro rugir del cañón.
I
Ciña ¡Oh Patria! tus sienes de oliva
de la paz el arcángel divino,
que en el cielo tu eterno destino
por el dedo de Dios se escribió.
Mas si osare un extraño enemigo
profanar con su planta tu suelo,
piensa ¡Oh Patria querida! que el cielo
un soldado en cada hijo te dio.
II
En sangrientos combates los viste
por tu amor palpitando sus senos,
arrostrar la metralla serenos,
y la muerte o la gloria buscar.
Si el recuerdo de antiguas hazañas,
de tus hijos inflama la mente,
los laureles del triunfo, tu frente,
volverán inmortales a ornar.
III
Como al golpe del rayo la encina
se derrumba hasta el hondo torrente
la discordia vencida, impotente,
a los pies del arcángel cayó.
Ya no más de tus hijos la sangre
se derrame en contienda de hermanos;
solo encuentre el acero en tus manos
quien tu nombre sagrado insultó.
IV
Del guerrero inmortal de Zempoala
Te defiende la espada terrible,
Y sostiene su brazo invencible
tu sagrado pendón tricolor.
El será del feliz mexicano
en la paz y en la guerra el caudillo,
porque él supo sus armas de brillo
circundar en los campos de honor.
V
¡Guerra, guerra sin tregua al que intente
de la patria manchar los blasones!
¡guerra, guerra! los patrios pendones
en las olas de sangre empapad.
¡Guerra, guerra! en el monte, en el valle,
los cañones horrísonos truenen
y los ecos sonoros resuenen
con las voces de ¡Unión! ¡Libertad!.
VI
Antes, Patria, que inermes tus hijos
bajo el yugo su cuello dobleguen,
tus campiñas con sangre se rieguen,
sobre sangre se estampe su pie.
Y tus templos, palacios y torres
se derrumben con horrido estruendo,
y sus ruinas existan diciendo:
de mil héroes la patria aquí fue.
VII
Si a la lid contra hueste enemiga
nos convoca la trompa guerrera,
de Iturbide la sacra bandera
¡Mexicanos! valientes seguid.
Y a los fieros bridones les sirvan
las vencidas enseñas de alfombra:
los laureles del triunfo den sombra
a la frente del bravo adalid.
VIII
Vuelva altivo a los patrios hogares
el guerrero a contar su victoria,
ostentando las palmas de gloria
que supiera en la lid conquistar.
Tornáranse sus lauros sangrientos
en guirnaldas de mirtos y rosas,
que el amor de las hijas y esposas
también sabe a los bravos premiar.
IX
Y el que al golpe de ardiente metralla
de la Patria en las aras sucumba
obtendrá en recompensa una tumba
donde brille de gloria la luz.
Y de Iguala la enseña querida
a su espada sangrienta enlazada,
de laurel inmortal coronada,
formará de su fosa la cruz.
X

¡Patria! ¡Patria! tus hijos te juran


exhalar en tus aras su aliento,
si el clarín con su bélico acento
los convoca a lidiar con valor.
¡Para ti las guirnaldas de oliva;
¡un recuerdo para ellos de gloria!
¡un laurel para ti de victoria;
¡un sepulcro para ellos de honor!.

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