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Esa admirable madurez se explica por su constante preocupación de

mantenerse en contacto con la literatura no solo peruana sino del mundo.


Apreciaba la calidad, entre los peruanos, de Vallejo, Westphalen, como la de
Neruda, Eluard, Keats, Shélley, Antonio Machado, entre otros.

Los pocos años que tenía no fueron obstáculo para su ingreso a la Universidad
La Católica, en donde fue asistente de cátedra a los 17 años. Posteriorme,
asumiría la responsabilidad de ser profesor de inglés en el colegio Guadalupe.

Los amigos lo recuerdan como un joven sencillo, bueno, con alma de niño, que
sabía lo que significaba la amistad. Era alegre y juguetón, pero de carácter
fuerte al que le indignaba la injusticia.

En 1960 ganó el primer premio, junto con César Calvo, en el concurso “El Poeta
Joven del Perú”, convocado por la revista Cuadernos Trimestrales de Poesía, de
Trujillo, dirigida por Oscar Corcuera.

El 20 de julio de 1961 viaja a Moscú, pasa a Asia, luego a Paris y Madrid. En


1962 se va a Cuba a estudiar cine.

En vida publicó “El río”, “El viaje”, Dejó poemarios inéditos como “Estación
reunida”, “Poemas de la tierra”, “Viajes imaginarios”, “Poemas dispersos”. Su
nombre de combate fue “Rodrigo Machado”.
• El mensaje de JavierTal vez fue Lenin
quien dijo, “En algunas épocas las mismas
clases dominantes que asesinan a
hombres que después pasan a tener un
significado profundo de su patria, tratan de
apoderarse de su memoria (como aves de
rapiña) para confundir al pueblo
haciéndose pasar como los realizadores
de esos ideales por los cuales ofrendó su
vida el combatiente”.
• Es verdad que Javier fue un romántico
(qué poeta, qué militante, qué guerrillero
no lo es), un ingenuo (pero para decir, “del
horizonte de uno al horizonte de todos”,
como Paul Eluar), un aventurero (pero a la
manera del Che, que exponía su vida por
las ideas que enarbolaba). Pero de lo que
se olvidan decir es que Javier fue un
auténtico revolucionario, un hombre en
toda la extensión de la palabra, que
estuvo comprometido política e
ideológicamente con la liberación
definitiva de su patria, y no con meras
reformas estructurales y nacionalistas.
• Por eso, en los actuales momentos de
nuestra vida política, el recuerdo y
presencia de Javier adquiere un
significado especial: persistir en la lucha
por el auténtico socialismo, aun cuando
sea desde las trincheras del desaliento o
desesperanza. Porque lo que Javier y
otros quisieron, no fue una bola menos
pesada para el presidiario, ni una
sociedad donde se maten (de hambre o
de bala o se desaparezcan o destierren)
obreros, campesinos, estudiantes,
intelectuales comprometidos. ni que se
renuncie a la inevitable lucha de clases.
El recuerdo y presencia de Javier debe servir para guiarnos a
producir acciones unitarias a favor de las grandes mayorías, que
conduzcan al socialismo y al internacionalismo de nuestra patria
latinoamericana, amenazada por el neoliberalismo salvaje y sus
siempre protervos adalides como Vargas Llosa.
Yo soy un río un río
un río cristalino en la mañana.
A veces soy tierno y bondadoso.
Me deslizo suavemente
por los valles fértiles,
doy de beber miles de veces
al ganado, a la gente dócil.

Los niños se me acercan de día,


y de noche trémulos amantes
apoyan sus ojos en los míos,
y hunden sus brazos en la oscura claridad
de mis aguas fantasmales.
Yo soy el río.
Pero a veces soy bravo y fuerte
pero a veces no respeto
ni a la vida ni a la muerte.
Bajo por las atropelladas cascadas,
bajo con furia y con rencor,
golpeo contra las piedras más y más,
las hago una a una pedazos interminables.
Los animales huyen,
huyen huyendo cuando me desbordo
de piedras pequeñas las laderas,
cuando inundo las casas y los pastos,
cuando inundo las puertas y sus corazones,
los cuerpos y sus corazones.

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