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1 INTRODUCCIÓN
Lingüística, ciencia que estudia el lenguaje. Puede centrar su atención en los sonidos,
las palabras y la sintaxis de una lengua concreta, en las relaciones existentes entre las
lenguas, o en las características comunes a todas ellas. También puede atender los
aspectos psicológicos y sociológicos de la comunicación lingüística.
Además, cabe estudiar el lenguaje como fin en sí mismo, que constituye el estudio
teórico, y como medio para ser aplicado a otras ramas del saber o a técnicas
concretas, que es un estudio aplicado. La lingüística teórica elabora modelos que
expliquen el funcionamiento del lenguaje, cuáles son sus estructuras y sus
componentes. La lingüística aplicada incorpora sus descubrimientos científicos al
campo de la enseñanza de idiomas, la elaboración de repertorios léxicos, sintácticos o
fonéticos, y la terapia de los trastornos del lenguaje, entre otros. En los últimos años
esa elaboración de repertorios ha tenido su aplicación informática en la traducción
automática, iniciada por los rusos en la década de 1930, y en el reconocimiento de la
voz por los ordenadores.
Existen varios enfoques para estudiar y describir las lenguas y los cambios habidos en
ellas. De cualquier forma, cada uno suele tratar: los sonidos o fonemas de la lengua
(fonética y fonología), la forma de las palabras (morfología y formación de las palabras)
y las relaciones de las palabras en la oración (sintaxis). También se estudia el léxico y
el significado de las palabras de una lengua (semántica).
La sintaxis estudia las relaciones que se establecen entre los distintos elementos para
formar una oración. A la sintaxis le corresponde establecer toda una tipología de las
lenguas en función del orden de los elementos básicos sujeto-verbo-objeto, modelo al
que pertenece el español.
Desde la antigüedad hasta el siglo XIX ha existido un enfoque filológico de esta ciencia
que se aplicaba a la lengua escrita.
En el siglo V a.C. Panini describió y aisló los sonidos y las palabras del sánscrito. Más
tarde los griegos y los romanos introdujeron el concepto de categoría léxica y
definieron cada una de ellas. Sin embargo, no establecieron métodos generales de
comparación entre las dos lenguas. Durante la edad media, los estudios sobre las
lenguas apenas sufrieron mayores cambios que el de escribir las gramáticas de
acuerdo con los principios diseñados por los retóricos latinos, y el trabajo más
innovador consistió en traducir los antiguos textos religiosos a las lenguas vernáculas,
así como traducir del árabe las obras literarias, filosóficas e históricas de la antigüedad
grecolatina. Esa labor se llevó a cabo en España en la Escuela de traductores de
Toledo, donde la convivencia de las tres culturas dominantes aportó unas condiciones
privilegiadas, al igual que en monasterios de otros países europeos, sobre todo de
Italia y Francia, que también realizaron esa labor. Con eso se sientan las bases, si no de
la comparación de las lenguas, sí de la creación de los primeros diccionarios y las
primeras gramáticas, todas ellas redactadas sobre el ideal de las lenguas clásicas,
consideradas superiores por sus refinados y precisos mecanismos flexivos. Pero no es
hasta el renacimiento cuando tiene lugar la elaboración del primer estudio normativo
de una lengua vernácula; el trabajo lo realizó Elio Antonio de Nebrija en 1492, que
publicó una gramática orientada a la enseñanza de la lengua española.
Con la aparición de la imprenta y de la Reforma de Lutero, se destierra el latín,
comienzan a ser divulgados los libros y se redactan numerosos estudios filosóficos
para argumentar en favor y en contra de la Reforma. En España, bajo el patrocinio del
cardenal Cisneros se redacta la Biblia Políglota Complutense para fijar la doctrina y
llevarla en español al nuevo mundo. Además, tras las huellas de Nebrija y los
erasmistas, Francisco Sánchez de las Brozas, conocido como El Brocense, escribe la
Minerva. Esta obra servirá de base para la elaboración de otras gramáticas de la
época, como la realizada por la escuela de Port Royal en Francia. En ella, se fijan y
definen las partes de la gramática, las categorías léxicas, las reglas de funcionamiento
y lo que debe entenderse como uso correcto del idioma en una época tan cambiante.
Comienzan a surgir interrogantes sobre cuál fue la primera lengua y cómo tuvo lugar
su ruptura. Las creencias religiosas dieron explicaciones bíblicas y algunos estudiosos
señalaron el hebreo como la primera lengua, origen de todas las demás. Los filósofos
nominalistas explican la lengua, como instrumento de transmisión del pensamiento,
por los cauces de la lógica y se inicia el estudio del significado de las palabras.
Acababa de nacer el pensamiento racionalista, empeñado en refutar la unidad de
origen para la especie humana y por tanto de una sola lengua.
Hasta el siglo XVIII, momento en el que los viajeros europeos se ponen en contacto con
pueblos lejanos, no se inicia la comparación de las lenguas vivas con las muertas.
Alexander von Humboldt, después de sus viajes por América y el Pacífico, formula una
teoría general del lenguaje. Para él, el lenguaje es energía; distingue entre materia
fónica y conceptual, y forma del lenguaje, que son las palabras y su encadenamiento
sintáctico. Tras esos conceptos hubo que esperar un siglo para que Ferdinand de
Saussure formulara la teoría del signo lingüístico. Pero a Humboldt se le debe todavía
un concepto más: según él, cada lengua tiene su propia forma interior y esa forma está
en función de la visión del mundo que tengan sus hablantes. Esa herencia la recogería
mucho después la moderna escuela generativista.
Hacia fines del siglo XVIII, William Jones señala la existencia de ciertas similitudes
entre el sánscrito, el griego y el latín, pero no llegó a desarrollar la idea de modo
científico, aunque afirmó que todas tenían un origen común. Fueron el danés Rasmus
Rask y los alemanes Friedrich von Schlegel, Jacob Grimm y Franz Bopp quienes lo
demostraron al decir que, cuando los sonidos de una lengua corresponden
sistemáticamente a otros equivalentes en una lengua distinta, es porque siguen
siempre un determinado esquema y porque existen unas correspondencias fonéticas
que siempre se cumplen entre lenguas emparentadas. Por ejemplo, las consonantes
iniciales pl del latín dan ll en español, se conservan en catalán y son ch en gallego-
portugués: las voces latinas plorare y plenum dan llorar y lleno en castellano, plorar y
pleno en catalán, chorar y chão en portugués.
Son los primeros neogramáticos, término acuñado en el siglo XIX, quienes dedicaron
sus esfuerzos a demostrar las correspondencias fonéticas entre las lenguas. Afirmaron
que cuando no se produce la correspondencia es porque se trata de un préstamo
procedente de otra lengua. Así se explica que si la d- inicial latina corresponde a una t-
en las lenguas germánicas, como por ejemplo dentalis del latín, corresponde al inglés
tooth y si existe en esta lengua además dental, es porque se trata de un préstamo del
latín que entró en inglés en época tardía y por la vía culta. Es el mismo caso de la voz
latina cathedra (asiento) que dio la voz popular castellana cadera (lo que se pone en el
asiento), cadiera (en aragonés, 'asiento') y luego entró el cultismo cátedra (asiento
elevado desde donde enseña un maestro).
A mediados del siglo XX, el lingüista estadounidense Noam Chomsky afirmó que la
lingüística tiene que describir la estructura de las lenguas, lo que supone explicar cómo
se entienden e interpretan las oraciones de cualquier lengua. Cree que el proceso es
posible gracias a la gramática universal (que es una teoría o un modelo del
conocimiento lingüístico o competencia). La competencia lingüística supone el
conocimiento innato, e incluso inconsciente, que posee cualquier persona y que le
permite producir y comprender las oraciones de su lengua, aun en el caso de que
alguna no la haya escuchado jamás. Gracias a esto es posible elaborar una gramática
para cualquier lengua, que genere todas las oraciones gramaticales y elimine las
agramaticales.
Según Chomsky hay unas cuantas reglas gramaticales universales y otras muchas
específicas de cada lengua. Tales reglas son las que permiten que los elementos que
forman una oración se puedan ordenar de varias maneras (por ejemplo, 'Almudena ha
escrito esta novela' y 'Esta novela ha sido escrita por Almudena'). La gramática que
disponga de las unidades semánticas subyacentes y las transforme mediante reglas en
los elementos de una oración, que se pueden reconocer e interpretar, es una
gramática transformacional. Se llama gramática generativa porque genera o produce
todas las oraciones aceptables, y transformacional porque emplea las reglas, que se
han llamado transformaciones, para transformar o cambiar las unidades subyacentes
en lo que cualquier hablante entiende.
Esta escuela se ha ocupado durante el siglo XX de fijar las familias de lenguas en otras
áreas a las que no pudo llegar la investigación del siglo XIX, como el continente
americano, Nueva Guinea y África. Busca los conceptos universales. Ha renovado la
clasificación, sus métodos y los criterios que la apoyan; compara las estructuras
sintácticas y las categorías gramaticales (así distingue entre las lenguas que poseen o
carecen de género gramatical, que poseen sujeto o poseen tema). Joseph Greenberg y
su equipo de investigadores han podido demostrar que los idiomas que poseen un
orden sintáctico concreto también poseen otros rasgos estructurales (como por
ejemplo, las lenguas con sujeto-verbo-objeto poseen menor flexión nominal que las
que presentan la ordenación sujeto-objeto-verbo, como lo demuestra el español, que
pertenece al primer tipo, frente al alemán o el latín, que pertenecen al segundo). Estos
estudios intentan descubrir la amplia gama de posibilidades fonéticas, morfológicas,
sintácticas y semánticas que existen en todas las lenguas del mundo.