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La carta de Fabiana

Esta carta es para ti. Hace algunos meses mantuve por casi tres años una relación
amorosa en la que deposité todos mis sueños. Pero, ésta terminó.
Dicen que todo lo que inicia mal, no termina bien. Y ahora lo entiendo. Los primeros
meses estuvieron llenos de detalles y momentos agradables, luego la relación se tornó
complicada e inestable. Cada discusión hacía despertar la inseguridad de sentir que
nunca fui su primera opción y que era yo quien quería estar con él más de lo que él
quería estar conmigo. Pero, aún así, estaba dispuesta a darlo todo para que funcione.
Las primeras veces que Carlos me pidió tener relaciones sexuales me negué. Pero al
celebrar nuestro primer año juntos, cedí. Yo no quería acceder a ello porque eso iba
contra mis principios, y porque estaba segura que hacerlo arruinaría las cosas. Lo
sabía, lo creía, pero decidí complacerlo.

Tal como lo imaginé, las cosas cambiaron de a poco. Las discusiones aumentaron, y
también las inseguridades y dudas. Terminábamos y volvíamos, ese era el juego que lo
iba desgastando todo. Nuestras discrepancias se resumían a un solo punto. Yo ya no
quería tener relaciones sexuales y él no lo entendía. Finalmente ante tanta negativa
de mi parte, un buen día Carlos desapareció de mi vida sin dar una sola explicación.
Me sentí desesperada. Fueron un par de meses en que lo llamaba y jamás contestaba. Le
escribía por todos los medios posibles e incluso fui a buscarlo a su casa ¡No podía
creer que haya decidido abandonarme!

Algunos amigos en común me contaron que decía que me había dejado porque yo no quería
tener intimidad y que una relación así no valía la pena. Me volví tan dependiente,
que no me importaba rogar, estaba dispuesta a hacer lo que fuera para que él
regresara conmigo. Ante tanta insistencia un día logré que aceptara verme. Le dije
que lo había extrañado mucho, que había meditado las cosas, y que sí, quería tener
relaciones sexuales. Sólo bastó decirle esto último para que me pida "volver".
Mi limitado concepto de felicidad hizo que me sintiera tan contenta por la
reconciliación. Pero la alegría duró poco, todo se volvió un círculo vicioso.
Un buen día, tuve un fugaz momento de lucidez y terminé con esa relación. Pero ahora,
era él quien comenzaba a pedir otra oportunidad. Para este entonces yo era una
persona que no se sentía capaz de estar sola. Y por ello, después de algunas semanas
accedí a regresar con él.
En este nuevo comienzo me había ofrecido muchas cosas, entre ellas, el no presionarme
más con el tema de la intimidad. Me dijo que yo le importaba más que eso. Entonces
empecé a sentir que todo se encaminaba, finalmente había logrado que me comprendiera.

Jamás le había contado que durante las dos oportunidades en las que él me había
dejado, yo había buscado cariño y atención en otra persona. Mi poca autoestima, mi
soledad habían generado en mí la necesidad de buscar sentirme “amada”, pero que igual
seguía sintiéndome una mujer vacía. Al contarle lo sucedido, me insultó, me humilló,
se puso furioso, y me reclamó muchas cosas. Me llamó mentirosa, me dijo que siempre
me había burlado de él, me amenazó con decirle a todos que yo era una “cualquiera”.
Acepté todos sus insultos y le pedí perdón una y otra vez. Lo único que me respondió
fue que sólo olvidaría mis faltas si yo tenía relaciones sexuales con él tantas veces
como fueran necesarias para que olvidase mis errores.

Finalmente un día me confesó que no me amaba, quería terminar definitivamente


conmigo. Caí en una gran depresión. Lloraba todo el tiempo, no quería hablar, no
quería comer, no quería ir a clases, ni salir a ningún lado. No sabía qué hacer con
mi dolor. Pero entre tanta tristeza, lentamente murmuraba: “no quiero un amor así, no
quiero una vida así”. Sentía lástima de mi, pero tenía poca fuerza de voluntad como
para levantarme y decirme: “no te mereces un amor así.”
No ha sido nada fácil. Han habido días buenos y malos. Días en que he estado a punto
de abandonar, pero Dios me ha sostenido, me ha levantado, y sobre todo le ha dado
sentido a mi vida.
e
Pa dstrrsegura
Creo y estoy completamente o de esto, que hay algo muy bueno para mí allá
afuera. Hay un buen amor nue
que me espera, y me aceptará tal cual soy. A ese amor, yo
pienso entregarle lo mejor de mí, porque se lo merece y porque me lo merezco. Y para
ese amor, he decidido prepararme desde hoy.
No sé si mi historia te ayude, quisiera invitarte a repetir conmigo: "Tú te mereces
un amor de verdad, pero también la persona que quieras amar"

Con cariño,
Fabiana

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