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Rule Breaker
Rule Breaker
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Castas 29
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Lora Leigh
Rule Breaker
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Lora Leigh
Rule Breaker
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ARGUMENTO
Rule Breaker, el Casta León, solo tenía unas pocas reglas que nunca rompía.
Por nada. Ni por nadie.
1. Nunca tener sexo con una hembra fuera de su subespecie,
especialmente una hembra humana.
2. Nunca, en ningún momento, aceptar una misión que tenga que ver
con una mujer cuando Jonas Wyatt hiede a mentira.
3. Correr, no caminar, trastabillar o tambalearse. Correr, como alma que
lleva el diablo, lejos de cualquier hembra, humana o Casta, cuando su
deseo por ella parece, de alguna manera, tener incluso el más leve
indicio de Calor de Acoplamiento.
Ahora, la mujer con la que cree estar acoplado, está demasiado indefensa, es
amante de la diversión y está demasiado llena de vida para ser capaz de
protegerse, mucho menos facilitarle su protección.
Si el maldito animal en su interior insiste en una compañera, entonces ¿por
qué elegir a la mujer que escogió? ¿Una que podría ser eliminada en cualquier
momento?
Excepto que lo que él sospechaba era un acoplamiento, podría no serlo.
¿Ninguna glándula inflamada? ¿Sin calor? Solo sus instintos animales
rebelándose, subiéndose por las paredes, irritándose cada vez que él se aleja de
ella.
De acuerdo, podía manejarlo.
Lo que deviene es una ardiente aventura amorosa que quebranta todas las
reglas del calor de acoplamiento y a la larga pondrá en peligro a su compañera
con las reglas creadas para proteger a los Casta, cuando Jonas se entere que
ella, posiblemente, ha estado trabajando en su contra.
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Prólogo
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Era como brazos invisibles rodeándola, y ella imaginaba que era todo lo que le
impedía ir a la deriva y dejar de existir.
La calidez de la camiseta, su suavidad, la contenía. Como un muro a su
alrededor. Un escudo que mantenía a distancia al mundo.
Al menos por ahora.
Tal vez, dentro de este escudo, pensó ella podría encontrar la manera de volver
sigilosamente a ese tiempo cuando las pesadillas no existían.
—Quiero ir a casa. —Ella no había querido decir las palabras. Parecían una farsa.
Pero tal vez allí podría encontrar la manera de sanar.
Quería encontrar un modo de hacer que esta noche no existiera y traer de regreso
la risa de su hermano.
Quería ir a dormir y no tener que volver a despertarse nunca. Tal vez entonces
podría soñar. Podría soñar con cómo era la vida antes de que ella se hubiera
escabullido de su casa para ir a una fiesta que realmente no tenía importancia.
En la distancia, en alguna parte no centrada de su mente, se preguntaba si era
así cómo esos Castas se habían sentido cuando estuvieron cautivos. ¿Cuándo
fueron torturados?
Dios mío, ¿cómo se habían mantenido peleando? ¿Tratando de sobrevivir?
¿Habían encontrado un lugar en sus cabezas donde el dolor todavía no había
tenido cabida? ¿Podría ella hacer eso también?
—Puedes ir a casa pronto, Gypsy. Un heli-jet está recogiendo a tus padres ahora
—le aseguró Jonas.
Las noticias la sacudieron de su entumecimiento por un momento. Ella respingó
ante la oleada de agonía que taladró su alma.
Oh Dios, ¿cómo iba a enfrentarse a sus padres?
El hecho de que ellos estuvieran viniendo no era ningún consuelo para ella. Ellos
vendrían aquí para atraparla.
Verían el cuerpo de Mark en la inmundicia fuera de la caverna.
Verían la sangre que había empapado el suelo, y manchado las manos del
enorme Casta Coyote que lo había asesinado.
La sangre que había sido embadurnada sobre su cara y sus pechos mientras la
risa del Coyote hacía pedazos su alma.
Ahora, esos Coyotes estaban todos muertos, se recordó a sí misma
desesperadamente. No podrían regresar. No podrían lastimar a nadie más.
Sin embargo, no era compensación suficiente por la pérdida de su hermano.
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Nada de lo que pudiera hacer compensaría jamás el error que había cometido.
Oyó el profundo suspiro de Jonas unos segundos antes de que él recogiera la
carpeta en la que ella había estado concentrada, se sentara sobre la caja y se
quedara mirando hacia donde ella estaba sentada… donde el Coyote había sido
asesinado.
Intentó ignorarle girando la cabeza.
Lo intentó, se esforzó muchísimo para hacer desaparecer todo aquello con el
deseo.
Apretando con fuerza los brazos en torno a sus rodillas, se apretujó más cerca de
la pared, deseando poder llorar.
Si pudiera llorar, puede que su pecho dejara de doler tantísimo.
Mark siempre le decía que algunas veces solo las lágrimas podían sanar el
cuerpo y el alma. Él le diría que llorara cada vez que lo necesitara; así, siempre sería
dulce e inocente, y él siempre trataría de encontrar un modo de sanar todas las
lágrimas.
Tal vez si comenzaba a gritar y llorar, si imploraba a Dios con la fuerza suficiente,
lo bastante alto, entonces todo sería una horrible pesadilla.
Oh Dios, ella solo quería que dejara de doler.
Era como una banda de hierro apretada con fuerza en torno a su corazón y a sus
costillas, constriñéndole la respiración y dificultando los latidos de su corazón.
Puede que su corazón solo dejara de latir. La esperanza se encendió en su
interior por un segundo.
También puede que alguien se apiadara de ella y la matara.
Estaba esforzándose mucho por ser valiente, como Mark le hubiera pedido que
fuera, si bien él le había dicho durante tantos años que era su trabajo ser valiente y
el de ella llorar y ser dulce.
Pero ahora, él querría que fuera valiente. Le había pedido que no llorara.
Era la última cosa que le había pedido que hiciera.
—Gypsy, necesito hacerte algunas preguntas —dijo Jonas en voz baja,
observándola con una oprimente compasión que le daba náuseas.
Ella no se merecía su compasión.
No merecía el perdón de nadie.
Y menos el de todos estos Castas.
O el de sus padres.
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Incluso el de Mark.
—Fue mi culpa —le dijo a Jonas, mirando perdidamente hacia el fondo de la
sombría caverna, con la mirada desenfocada y la necesidad de escapar
amenazando con abrumarla—. Es todo culpa mía.
—No, cariño, no fue tu culpa. —Por el rabillo del ojo pudo verlo pasándose la
mano por la cabeza, las hebras cortas de su negro cabello brillando en la tenue luz
de la caverna—. Nada de esto fue tu culpa.
Oh, pero cuan equivocado estaba él. Todo era culpa de ella.
Era inmadura y esta vez su temperamento había hecho mucho más que
simplemente meterla en problemas. Esta vez había destruido a la persona que
amaba más que a nadie.
—Yo quería ir a la fiesta —intentó explicarle, pero incluso a sus oídos, la excusa
era tan estúpida. Tan inmadura.
¿Por qué esa fiesta había sido tan importante?
—Gypsy, lo que pasó aquí no fue tu culpa. —Su voz profunda era cortante, ella
apostaba que él lograba convencer a un montón de gente de un montón de
mentiras.
Pero no podría convencerla a ella de esta mentira.
—Me escabullí de casa. Mi amiga Khileen me pasó a buscar. Ella vive en el
desierto. —Khileen Langer era de Inglaterra.
Ella y su familia se estaban hospedando en Nuevo México en la hacienda de su
padrastro, en el desierto, donde estaban de visita durante el verano. A ella le
gustaba Khileen. Le gustaba el modo en que la otra chica siempre estaba riéndose y
desafiándola a divertirse. A no ser tan seria.
No podía dejar que nadie la convenciera de eso otra vez.
—Había una fiesta—continuó ella obligándose a hablar—. Y una banda y
cualquier cosa que unos chicos universitarios estuvieran haciendo en el desierto. Yo
quería ir a ver a mis amigos y a la banda.
Y tal vez beber un poco.
Quizá coquetear con algunos de los chicos del instituto.
—¿Entonces saliste hacia la fiesta?—le preguntó.
Su respiración se atascó y ella se estremeció.
Era como si su alma estuviera llorando, pero no podía llorar porque Mark le había
pedido que no lo hiciera.
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—Él estaba enojado conmigo por alguna razón. —Gypsy apretó los puños sobre
el tejido de la camiseta mientras sus labios temblaban y se abrazaba las rodillas más
cerca del pecho—. Teníamos un trato. —Ella se mecía contra la agonía que ardía
más vívida en su interior—. Yo siempre le diría si iba a una fiesta y él se aseguraría,
de estar allí, así podía… —El gemido que se le escapó la sorprendió—. Así podía
asegurarse de que no me metiera en problemas o me lastimara.
—¿Pero tú no le dijiste que te ibas?—le preguntó entonces.
Gypsy frunció el ceño.
—Lo hice. Lo intenté, pero él me gritó. —¿Por qué le habría gritado Mark?—. Me
dijo que me largara que lo estaba fastidiando. —Ella miraba sin pestañar hacia la
oscuridad. ¿Por qué nunca Mark le había dicho que lo exasperaba? Ella habría
tratado de parar. Realmente lo hubiera hecho—. Mark nunca me había gritado antes.
Él siempre la había querido, siempre había sido paciente con ella.
—¿Estabas al tanto de que tu hermano estuviera en problemas? —le preguntó
entonces—. ¿Te dijo que había Coyotes persiguiéndole? ¿Qué el Consejo de
Genética lo había identificado y había enviado un equipo para asegurarse de que ya
no pudiera seguir robando la información que estaba hackeando? ¿Qué le andaban
buscando esta noche?
Ella se volvió hacia él lentamente, parpadeando confundida.
—Juro que no lo sabía. Mark solo estaba actuando de manera extraña. Quería
que me quedara en mi habitación y no hablaría conmigo. Estaba siendo brusco y no
quería ser molestado. No me escuchó cuando traté de decirle que quería ir a la
fiesta. No me dejó decirle nada.
Ella iba a vomitar. No quería moverse. No quería tener que encontrar un lugar
para vomitar en privado. Mark no había actuado aterrado, asustado o preocupado.
Sin embargo, había estado muy, muy enojado, la había estado mordiendo cada vez
que la pillaba fuera del dormitorio y ordenándole volver a él.
Había herido sus sentimientos y la había hecho enojarse con él. Había decidido ir
sin decírselo. Él no estaba hablando con ella, ¿por qué debería ella hablar con él?
—¿Entonces cómo podías saber lo que ocurriría?—preguntó él y la pregunta
sonaba razonable, pero ella sabía que no tenía importancia.
Volvió a negar con la cabeza confundida, antes de apoyarse contra la áspera
pared de piedra a su lado. Mark, sin duda, había venido a intentar salvarla entonces
el Coyote había logrado atraparlo.
Él había venido directamente al desierto, sabiendo que iba a morir. Habría sabido
que no podía salvarla o salvarse.
Debería haberse salvado.
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y estuvieras con Khi es todo lo que te salvo, cariño. Nadie podría haber salvado a tu
hermano.
Estaba equivocado.
Mark era inteligente.
Si no hubiera sido por su estupidez, él hubiera encontrado un modo de salvarse.
Ella negó con la cabeza.
—Iba a dejarlo. Lo oí diciéndolo por el teléfono la última vez que intenté hablarle.
Le estaba diciendo a alguien que se encontraría con ellos en pocas horas. Tenía que
terminar algo. —Si ella no hubiera salido de la casa…
Si la fiesta no le hubiera parecido tan importante en ese momento, su hermano
seguiría con vida.
Ella apenas fue consciente de que Jonas se ponía de pie y se alejaba. Segundos
después pudo oír el sonido de su voz hablando con alguien.
Ella estaba temblando mientras batallaba por hacer retroceder el recuerdo de la
muerte de su hermano. Cómo se la había quedado mirando, con sus ojos oscuros
desolados y llenos de desesperanza. Y la impotencia, con la que le había dicho lo
apenado que estaba.
¿Él sentía pena? ¿Por qué había sentido pesar? Había sido culpa de ella.
El Coyote se había reído de él. De pie detrás de su hermano, con ese gran
cuchillo contra la garganta de Mark, se había reído de él y entonces le contó lo que
iban a hacerle después de que estuviera muerto.
Ella les había suplicado que no lastimaran a Mark. No le importaba si la mataban.
A ella no le importaba, con tal que le dejaran ir.
—No llores, Gypsy —le dijo él, mientras ese Coyote, Grody, se reía de él—. No
llores y sé valiente, Cacahuete. ¿Me escuchas? No llores. Sé valiente, Cacahuete.
Ella lo había oído, pero aun así, había visto a ese cuchillo sacar sangre y había
gritado. Gritado y suplicado, Por favor, no lo lastimes.
El cuchillo se había clavado en la garganta de Mark, la sangre brotó en el lado de
su cuello y entonces hubo una larga y brillante línea color escarlata oscuro que
comenzó a fluir con repugnante velocidad cuando el Coyote soltó su cuerpo. Mark
había caído al suelo como en cámara lenta, su mirada clavada en la de ella,
apagándose, finalmente apartando los ojos de ella con una triste mirada sin vida.
Ella se sacudió con fuerza, abriendo los ojos de golpe cuando se dio cuenta que
los había dejado cerrarse.
Solo quería ir a dormir.
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Quería dormir por un tiempo muy, muy largo. Lo suficientemente largo para que
tal vez, su mamá y su papá la perdonaran. Para que tal vez su hermana recién
nacida, que amaba a Mark tanto como Gypsy, no la odiara para siempre.
Pero cada vez que cerraba los ojos veía el momento en que Mark había muerto.
Ese instante en que su sangre se había derramado en la parte delantera de su
camisa blanca.
—Tus padres estarán aquí pronto —dijo Jonas a su lado otra vez—. Mi equipo
acaba de subirlos al heli-jet.
Ellos estarían aquí pronto.
Estarían enojados con ella.
Oh Dios, ¿qué si no la dejaban regresar a casa?¿Qué si incluso ya no la querían
más?
—Me odiarán. Mamá y papá nunca me perdonarán por esto —se dijo así misma,
ignorante de que estaba hablando en voz alta, que sus palabras estaban rompiendo
el corazón del nuevo director de la Oficina de Asuntos Castas—. Ellos ni siquiera
querrán que vuelva a casa ahora. ¿Cómo podrían querer vivir conmigo después de
esto?
¿Dónde iría?
Tenía solo quince años, y nadie querría a la chica que había ayudado a que los
Coyotes asesinaran a su hermano. Porque todo el mundo amaba a Mark.
Era el mejor amigo del mundo.
¿Cómo podría alguien amar alguna vez a la horrible persona que hizo que esos
inmundos animales le asesinaran?
—¿Cómo podrían querer que yo esté en casa? —volvió a susurrar, apoyando la
cabeza contra la pared a su lado y mirando perdidamente hacia la oscuridad de
nuevo.
Puede que si ella se quedara muy, muy quieta, si se esforzaba lo suficiente podría
desaparecer en la oscuridad y nunca jamás tendría que volver a vivir.
—Te prometo, Gypsy, que tus padres no te culparán —volvió a mentirle él—. Pero
si eso alguna vez sucede, te juro que me aseguraré de que alguien cuide de ti. ¿Me
oyes, cariño? Solo tienes que contactarme, nunca te abandonaré.
Ella oyó las palabras y él probablemente las quería decir. Pero era tan valiente, y
al igual que el Casta con esos ojos azules tan, tan intensos que había disparado al
Coyote, Grody, era fuerte y sabía cómo proteger a todo el mundo.
Incluso a niñitas débiles y estúpidas que no sabían cómo permanecer en casa en
lugar de poner en peligro a todos los que amaban.
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* *
Jonas se recostó en su asiento sobre la caja de madera y la observó con tristeza.
—Ellos aman mucho a Mark, al igual que yo. Y yo lo maté. Fue mi culpa que el
Casta usara ese cuchillo…
Ella se quebró, temblando con tanta fuerza que él se preguntaba cómo
permanecía en su sitio.
Levantándose, se alejó lo suficiente de ella para poder conseguir los informes que
sabía estaban llegando.
Se preguntaba si el shock aumentaría en esta niña hasta que obtuviera su deseo
y se durmiera para siempre.
Mierda, él se afligiría si esta chiquilla valiente y rota dejara de existir.
Y en caso de que sucediera, seguro que al menos un Casta sufriría por ello.
Si su corazonada era correcta, esta chiquilla acongojada sería mucho más para la
sociedad casta que incluso lo que ella imaginaba.
Jonas se dio media vuelta y se reunió con uno de los contratistas independientes
que a menudo luchaban junto a los Casta, esperando su informe.
—Mercury acaba de llamar desde la residencia McQuade —informó Simon
Quatres—. Castas renegados atacaron la casa McQuade al mismo tiempo que este
grupo sacaba de la carretera al vehículo de Khillen. Mercury y sus hombres
encontraron dispositivos de audio y video en la habitación de él y en su estación de
trabajo en la sala de estar. Grody y sus hombres sabían a por quién estaban
viniendo y dónde estaba. Nadie podría haber evitado esto. Y si ella hubiera estado
en la casa, no habríamos llegado a tiempo para salvarla.
Entonces, un gemido pequeño, bajo, prácticamente silencioso llegó a sus agudos
oídos. Un clamor que él estaba seguro que la chiquilla no tenía conocimiento
siquiera que hubiera hecho.
—¿Dónde está ese puñetero doctor? —preguntó Lawe mientras el Enforcer
avanzaba rápidamente en su dirección—. Esta chiquilla se va a morir de pena si él
no viene pronto y le da algo.
—¿Ahora ellos fabrican drogas para aliviar la pena, jefe? —preguntó Simon, en
voz baja y sonando con la misma tristeza dolorosa que todos ellos sentían ante su
dolor—. ¿Puedo hacer algo?
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—Lobo está haciendo volar al médico hasta aquí —afirmó Lawe Justice—. Él
debería arribar en los próximos quince minutos. Rule ha estado fuera coordinando a
nuestra gente y encargándose de su hermano. Los hombres de Reever están
ocupándose de tirar a la basura a los Coyotes renegados del Consejo. Sin embargo,
uno de ellos sigue vivo —dijo él, su voz disminuyendo para no llegar más lejos—. El
guardia que estaba delante de la caverna. Jura que él es quien nos contactó y no
guió hasta aquí después que capturaran a la chica McQuade.
Los ojos de Jonas se entrecerraron.
—¿Cómo sobrevivió? —Él sabía que el Coyote había recibido un disparo con un
arma láser en el pecho.
—Laser Kevlar reforzado —contestó Lawe—. Parece que él no estaba metido en
el suicidio de esta noche, creo que fueron sus palabras. Jura que tiene un video y
que intentó demorar la muerte de McQuade y dice que tú lo reconocerás. Según
este Coyote, Grody no estaba aquí por el Consejo tampoco. Un humano le pagó
para asegurarse de que McQuade y su hermana murieran esta noche.
—¿Él tiene el video? —caviló Jonas.
Lawe asintió de manera breve y cortante.
—¿Cuál es su nombre?
—Es conocido por Loki —contestó Lawe—. Pero su hermano, hermano carnal, es
uno de los mejores rastreadores y asesinos del Consejo, Farce.
Los labios de Jonas se curvaron ante el nombre.
—Él no es el mejor, es el más afortunado. —Entonces suspiró—. Mierda, no
obstante, no sabía que Loki estaba en la zona.
—¿Lo conoces? —preguntó Lawe entrecerrando los ojos.
Lo conocía, pensó Jonas con un suspiro, y él debería haber estado al tanto para
esperarle aquí.
—Es uno de los nuestros —confirmó Jonas—. Tan puñeteramente cabezota y
terco como es, es uno de los nuestros.
Los ojos de Lawe se abrieron de par en par.
—Entonces Rule está cagando a palos a uno de los nuestros…
Lawe se volvió y salió corriendo de la caverna, haciéndole señas a varios de los
Enforcers que estaban protegiendo la entrada, mientras se movía para rescatar al
joven imán de problemas, Loki, de los golpes de Rule Breaker.
Mientras el Casta corría hacia él, varios otros siguiéndole detrás, Jonas observó
como una mujer joven avanzaba hacia él. Con su cabello negro y corto y los ojos
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color verde esmeralda, la sangre irlandesa estaba a flor de piel. Como su genética
casta.
—El señor McQuade está exigiendo hablar con usted tan pronto como sea
posible. Él y su esposa están en camino para arribar en una hora, señor —lo
enfrentó fríamente con la información, Moira O’Malley una joven Casta recién salida
de los laboratorios donde estuvo recluida.
Jonas negó con la cabeza.
—Ponte en contacto con el líder de los Casta Felinos y pídele que informe a los
McQuade que responderé a las preguntas que pueda cuando lleguen.
Habría tiempo suficiente para las preguntas una vez que el heli-jet aterrizara. Por
lo pronto, tenía otras cosas que hacer ahora que sabía que el destino de Gypsy
McQuade estaba ligado a los Casta.
Volviéndose hacia ella, observó la forma fantasmal que había comenzado a
avanzar desde la entrada de la caverna más temprano.
Cauteloso y desconfiado, observaba a Jonas a modo de advertencia, un gruñido
salvaje curvándole el labio.
Él no lo habría esperado, pero esa imagen nebulosa del león rondó lenta y
cuidadosamente a la chiquilla hasta que la enorme bestia se instaló protectoramente
a su lado para frotar su enorme cabeza contra la cabeza mucho más pequeña de
ella.
Una conexión psíquica, pensó Jonas con asombro, una manifestación de la
capacidad de la criatura de sentir mucho más que el hombre que lo llevaba en su
interior.
Le devolvió la mirada parpadeando, esos ojos clavados en los suyos y Jonas lo
supo. En ese mismo instante, mirando fijamente a los ojos de la bestia, supo con
exactitud de quien formaba parte esta criatura psíquica y sintió un escalofrío de
alarma subir de prisa por su columna vertebral.
El león le rugió silenciosamente, advirtiéndole que mantuviera sus pensamientos
para sí.
Jonas tenía curiosidad de cómo de fuerte era el animal dentro de este Casta
ahora, y cuanto tiempo el hombre esperaría una vez que Gypsy madurara antes de
que se viera forzado a enfrentarse a quién y lo que ella era para él.
Sin embargo, se negaba a permitir que la curiosidad influyera en las decisiones
que tomaría. A la larga, si ella estuviera destinada a ser la compañera que el Casta
juraba nunca tendría, entonces eso era lo que sería. Si no, obligándolo a reconocer
quien era ella, solo cambiaría el destino evolucionando a su alrededor.
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Como sea, Jonas era responsable de asegurarse que ella sobreviviera aquí y
ahora. Nada más, ni nada menos. Eso no quería decir que no haría muchísimo más,
si fuera posible, para hacer esta tragedia más llevadera para ella.
Que Dios lo ayudara, cómo quería asegurarse que ni ella ni ningún otro niño
sufrieran, nunca más, las depravaciones que el Consejo practicaba.
Negando con la cabeza, se movió hacia la otra Casta femenina avanzando de
prisa hacia él, con pesadas mantas acurrucadas en los brazos mientras salía del
heli-jet que habían usado para llegar volando al área. El heli-jet acababa de aterrizar
después de hacer un vuelo rápido hasta la hacienda Reever.
—El Enforcer Breaker me pidió que le dijera que está enviando a los Coyotes
muertos a la hacienda Reever hasta que usted pueda examinarlos y decidir que
hacer con ellos. El Enforcer Justice tiene su contacto amarrado afuera, esperando
sus órdenes, señor —manifestó la Enforcer Casta Jaguar mientras se movía hacia
Gypsy.
A Jonas no le sorprendía que Rule hubiera tomado el mando mientras él se
sentaba con la chica y trataba de averiguar lo que había sucedido en este lugar
desolado.
Sin embargo, le sorprendió que Rule hubiera quebrantado el protocolo y hubiera
decidió apalear hasta casi matarlo, a un Coyote solitario, en vez de salvarlo para ser
interrogado.
Rule Breaker, a pesar de su divertida elección de nombre y este único e
incomprensible error en el que Loki estaba involucrado, estaba convirtiéndose en
uno de los líderes más intuitivos. Su hermano, Lawe Justice, a pesar de todo, se
estaba convirtiendo rápidamente en su mano derecha.
Una Enforcer hembra se agachó delante de Gypsy, y colocó las mantas
suavemente alrededor de la chica que se apretujaba en el camastro. Los brazos de
Gypsy rodeaban sus piernas raspadas y amoratadas mientras su frente descansaba
sobre sus rodillas. Temblaba con tanta fuerza que a él le sorprendía que sus dientes
no estuvieran castañeando.
Percibía las lágrimas y los gritos atrapados en su interior. Percibía la agonía
quemando como una ardiente bola de dolor que se había enterrado en su corazón
en el momento en que fue obligada a observar al Coyote rebanando la garganta de
su hermano.
La deuda que la Comunidad Casta tenía con su hermano era demasiado grande
para no asegurarse que si su hermana alguna vez necesitara a la Oficina o a los
Casta, ellos estarían allí para ella.
Por el momento, sin embargo, todo lo que podía hacer era mantenerla caliente y
cómoda y esperar a la familia que volaba hacia ella. Una familia cariñosa, esperaba.
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Padres que intentarían ayudarla a reparar las heridas que esta noche dejaría en su
joven corazón.
Mientras la observaba, observó al fantasmal león protegiéndola, él tenía la
sensación de que nadie podría reparar las heridas de Gypsy y temía lo que la
llegada de sus padres podría acarrear, en cuanto a la acogida de ella.
Hijo de puta, deseaba que hubieran logrado llegar allí mucho antes.
Deseaba que hubieran tenido la ubicación de Mark McQuade antes que los
Coyotes que le habían matado.
Mientras observaba a Gypsy McQuade, se dio cuenta cuan pesada era la pena de
que no hubiera sido lo bastante rápido yaciendo en su interior.
Era un deseo inútil, porque ahora eso era algo que no podría cambiar. Jonas no
perdía el tiempo en cosas que no podían cambiarse.
Él pasaba a cosas que podrían serlo.
Y aunque fuera la cosa más dura que hubiera hecho en su vida, la abandonó
después de dar a la Enforcer hembra una orden silenciosa de permanecer a su
lado.
Esta noche había terminado.
No había sido lo suficientemente rápido, no había rastreado a McQuade a tiempo.
Cuando regresara a la Oficina, se aseguraría que todo su equipo estuviera
actualizado con lo mejor que el gobierno y las corporaciones podrían pagar para
proveer a los Casta.
La próxima vez, él estaría por delante de los perros falderos del Consejo de
Genética.
La próxima vez, no quería enfrentar el hecho de que había fracasado en los ojos
destrozados de una chiquilla que nunca olvidaría la pesadilla de la muerte de su
hermano o de su casi violación.
La próxima vez…
Jonas suspiró mientras salía de la caverna. Que Dios le ayudara, no quería que
hubiera una próxima vez.
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Capítulo 1
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expresión. Se fue con la misma rapidez para ser reemplazado por una pizca de
incertidumbre, de deseo y hambre sabiendo que ella creía que nunca podría aliviar.
No si ella pretendía continuar con el rumbo de vida oscura que había seguido
durante los últimos nueve años, desde la noche en que había perdido a la única
persona que la consideraba lo más importante en su vida.
La mayoría de las jóvenes sabían que su madre, su padre, incluso ambos,
estaban allí para protegerla. Que uno u otro se aseguraría de que estuviera bien
cuidada. Para Gypsy, esa única persona, ese padre que la había amado por encima
de todos los demás, había sido su hermano mayor. El hermano que había muerto en
el desierto, atraído allí por los Coyotes que habían atrapado a su hermana, que
habían amenazado destruirla de modos que Mark McQuade no podría haber
imaginado a menos que él tomara su lugar.
¿Seguramente el hermano sabía que ninguno de ellos escaparía? ¿Qué le habían
hecho entrar en el desierto creyendo que su hermana regresaría de allí ilesa?
Cualquiera que fuera la razón, Mark había muerto y Gypsy había pasado los
últimos nueve años intentado expiar una muerte de la que no había sido la causa.
Una muerte que ella se repetía una y otra vez, que había sido culpa suya.
Él decidió que el tiempo de Gypsy para pagar por pecados que no eran propios
había terminado. De igual modo ya era hora de soltar el pasado, de salvar la vida de
una frágil chiquilla, y aliviar el infierno que un amigo y su compañera estaban
soportando.
En ese momento, mientras su mirada tocaba la de él, mientras observaba el calor
y el hambre aumentando dentro de ella, él le hizo una promesa silenciosa.
Pronto, muy pronto, los juegos de los últimos nueve años acabarían y él se
aseguraría que las sombras que acechaban alrededor de ella salieran a la luz.
Mientras estaba en ello, aplacaría un hambre que estaba completamente seguro no
era, no podía ser, Calor de Acoplamiento.
Porque el Calor de Acoplamiento no podía ser permitido.
Rule Breaker, Comandante Investigador de la Oficina de Asuntos Castas, se
negaba a permitirse una compañera.
Se negaba a permitir que cualquier mujer muriera bajo la cuchilla fría e inhumana
de los científicos decididos a aprender los secretos de un acoplamiento con los que
la naturaleza seguía decidida a jugar…
Sacudió la cabeza apartando el pensamiento. Antes de que pudiera moverse para
adueñarse de lo que había estado esperando durante seis años, primero tenía
secretos que revelar, un juego que terminar, y un Casta Bengala para introducir,
poco a poco, en el seno de la Oficina de Asuntos Castas. Años de búsqueda del
Casta llamado Gideon, y por fin había llegado al único lugar al que Rule le había
estado empujando.
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Jonas se quedó mirando a su hija dormida, las manos juntas mientras las
muñecas descansaban sobre el riel de su cuna. Por el momento, casi podía
convencerse de que ella iba a estar bien.
Casi.
La rabia se enconaba dentro de él. Su hija estaba siendo asesinada justo delante
de sus ojos, y sin importar lo mucho que lo intentara, no podía evitar que el suero
que había recibido a los siete meses de vida, hiciera lo que los científicos
pronosticaron: la estuviera matando.
Del mismo modo que había matado a su creador, Phillip Brandenmore, semanas
después que hubiera inyectado a Amber.
Se le había podrido el cerebro por completo, matándolo lenta y dolorosamente.
Que Dios lo ayudara, no podría permitir que eso le sucediera a Amber. Destruiría
a su madre, su compañera.
Le destruiría a él.
Apartándose de la cuna, dejó caer los brazos a los lados y contempló la
habitación, no por primera vez, buscando alguna sombra, un espíritu, algo, alguna
señal de una presencia que pudiera responder sus preguntas.
Hadas, las llamaba Cassie Sinclair. Jonas sabía que eran espíritus, restos
psíquicos o sueños rotos.
Y ningún espíritu o resto, psíquico o de otra índole, guiaban la ruta de su hija.
Todavía.
Eso no quería decir que ella no tuviera ninguna.
No quería decir que ella no tuviera futuro.
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Lora Leigh
Rule Breaker
Castas 29
Simplemente quería decir que todavía era demasiado joven para haberse
acercado uno a ella.
Como sea, eso no significaba que él no continuaría luchando por su vida.
Las respuestas estaban aquí, en Window Rock, Arizona, a la espera de ser
desenterrados, mientras otros secretos estaban esperando el día que pudieran ser
desenterrados.
Él no veía las cosas que Cassie veía, no veía esas vagas imágenes acercarse tan
a menudo. Pero sabía lo suficiente como para estar seguro que el antiguo ritual
Navajo que se había realizado con gran ceremonia en este desierto hacía nueve
años, tres años después de la huida de cuatro creaciones increíblemente dotadas,
revelaría el secreto que necesitaba para salvar a Amber.
La pregunta era si descubriría la verdad a tiempo.
Jonas sabía que había buscado en cada área que se le ocurrió. Había investigado
cada recuerdo, sin importar cuán poco preciso o incierto fuera, que Liza Johnson
había tenido de su vida anterior como Honor Roberts. Especialmente había
investigado en los recuerdos brumosos y dispersos del ritual que ella recordaba. El
antiguo poder que transfirió la conciencia de dos chicas moribundas dentro de los
cuerpos de Fawn Corrigan y Honor Roberts, no era tan fácil de descifrar como había
esperado, aun con la ayuda de los guías que a veces se acercaban a él.
De algún modo, los espíritus de Fawn y Honor se habían visto obligados a dormir
hasta el tiempo del despertar, como era llamado. Sin embargo, Cassie le aseguró
que estaban despiertos ahora, y trabajando muy bien con aquellos espíritus de
Claire y Liza cuando ellos la habían reprendido por tratar de interferir.
Un reciente ataque contra Liza había revelado recuerdos parciales que ahora
permitían a Jonas juntar las piezas de una parte de las pistas perdidas que ellos
necesitaban para romper el código que ocultaba la información del suero con el que
Amber había sido inyectada.
Solo algunas de las piezas. Todavía, tenían que ser decodificados el suero y
varias notas de los años en que éste había sido usado en Honor y Fawn.
Claire Martinez, la joven que habitaba el cuerpo de Fawn Corrigan, había
aceptado el hecho que no era quien ella creía que era. Sin embargo, aceptar y
despertarse eran dos cosas diferentes. Y los secretos que la chica estaba
escondiendo habían comenzado a cabrearlo. ¿Cómo diablos se suponía que iba a
apartarse y dejarla continuar buscando una forma honorable de matarse?
Hijo de puta, ¿por qué no podría alejarse de los problemas de todos los demás y
solo enfocarse en los propios? En su hija. En su compañera.
Porque todo estaba vinculado, admitió.
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Lora Leigh
Rule Breaker
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Entrelazados tan, tan juntos que abandonar uno sería abandonar a la hija que su
corazón había aceptado como propia. Y eso significaba hacer lo que pudiera para
conducir a Fawn Corrigan o Claire Martinez, como se llamaba ahora, por un camino
que la enfrentaría con el Casta que había jurado matarla.
Claire también había revelado pesadillas y algunos pedazos dispersos de
recuerdos de los años de Fawn en los laboratorios. Pero aún había muchas piezas
perdidas y muy poco tiempo.
Antes de que él pudiera hacer salir al Casta Bengala Judd y al salvaje Casta
Bengala Gideon, las chicas tendrían que encontrarse a sí mismas en su interior, y
localizar el espíritu que dormía dentro de ellas. Liza y Claire tendrían que aceptar
que el alivio que habían recibido de la muerte había llegado a su fin, y las partes de
Honor y Fawn que seguían dormidas tendrían que aceptar que, una vez más, era
hora de hacer frente a sus vidas y despertarse de verdad.
Esto tenía que terminarse.
Trasladándose del dormitorio de Amber a la sala principal de la suite del hotel,
Jonas anduvo a zancadas hasta el escritorio que se ubicaba en la pared del fondo, y
se sentó. Activando la holo-placa de su ordenador, colocó la palma contra el escáner
biométrico en la parte superior del escritorio y esperó a que la pantalla apareciera.
Cuando el panel holográfico surgió, abrió varios archivos mientras miraba la hora.
Tenía cinco minutos antes de la reunión que había convocado con el
recientemente promovido Comandante Investigador, Rule Breaker.
El campo de la investigación de la Oficina de Asuntos Castas estaba creciendo
rápidamente, requiriendo que Jonas pusiera sus mejores Enforcers en puestos
claves hasta ahora vacantes.
Y en las investigaciones de crímenes contra los Casta y la Ley Casta.
Sin embargo, pronto, sospechaba Jonas, Rule estaría liderando las nuevas
oficinas en Nuevo México como Director de División en vez de continuar con otra
misión después de completar ésta.
Esa idea le había hecho recordar una silenciosa promesa que se había hecho, a
sí mismo y a la niña rota que había dejado al cuidado de su familia, hacía nueve
años cuando emprendió el vuelo de regreso desde la zona. Una familia trágicamente
herida por la muerte del joven al que todo ellos valoraban.
Organizar la vida de Rule era algo que Jonas le había jurado al propio Rule que
nunca haría.
Mierda, incluso había cruzado los dedos, por si acaso, mientras había hecho esa
promesa.
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No era ningún secreto que ella había estado deteriorándose rápidamente en las
semanas posteriores al ataque a Liza. Por alguna razón, la hormona desconocida
que Brandenmore le había inyectado, había aumentado repentinamente de la noche
a la mañana dentro de su pequeño cuerpo, después de estar nivelada durante varias
semanas.
Durante algún tiempo, ellos habían tenido la esperanza que estuviera
combatiendo los efectos, solo para observarla volver a caer en ese mundo de dolor y
confusión.
—Está descansando esta tarde —le respondió—. Toma asiento, Rule, tengo algo
que hablar contigo.
Rule se sentó en una de las cómodas sillas frente al escritorio, la espalda recta,
los pies plantados firmemente sobre el suelo. Vistiendo el uniforme negro de misión
de la Oficina, la insignia de su Casta, un león rugiendo, sobre un hombro, las tiras de
comandante honrando el otro, lucía como la hábil y afilada máquina de matar para lo
que fue creado.
El cabello negro y largo hasta los hombros estaba recogido y atado en la nuca; los
ojos de color azul neón orlados de negras y tupidas pestañas y las facciones feroces
y agudamente talladas lo hacían popular entre el sexo femenino, mientras que la
marcada fuerza de su cuerpo y el severo control lo hacían un excelente comandante
entre sus pares.
Presionando la tecla para enviar los archivos a la tablet de Rule antes de
desactivar el ordenador y recostarse en su silla, Jonas observó al Casta
silenciosamente durante un largo rato.
Rule ni siquiera miró hacia la tablet que llevaba en una funda en el muslo. Se
limitó a esperar, puede que no pacientemente, pero si silenciosamente.
—¿Has podido encontrar alguna información sobre Lo Desconocido?—le
preguntó a Rule entonces, observando con atención mientras el Casta negaba con
la cabeza.
—Nada más que el cuento de hadas —contestó él finalmente—. En cada
generación, seis guerreros son elegidos para proteger el corazón del Navajo. No
obstante, nadie sabe lo que es el corazón. Están dotados con poderes y secretos
antiguos que los ayudan a esconderse y proteger lo más importante de todo para el
Pueblo. Eso es todo. ¿Qué pasa con tus contactos? ¿Han regresado con algo?
Jonas negó con la cabeza.
—Hasta aquí, ¿alguien sospechoso de ser su contacto?—preguntó Jonas,
golpeteando uno de los dedos contra el apoyabrazos de la silla mientras observaba
a Rule pensativamente.
Rule volvió a negar con la cabeza.
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* *
Rule se quedó mirando a Jonas durante un largo y silencioso rato antes de sacar
la tablet de la funda que llevaba en el costado de su muslo. La activó y cargó los
archivos que Jonas le había enviado. Echó un vistazo rápido a cada uno de ellos
mientras aparentaba leer pacientemente.
Mierda, él conocía este archivo como su propia vida.
Probablemente mejor.
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acepto, Lawe, Diane y Thor se unirán a mí en los puestos de primer nivel que han
sido pergeñados.
Jonas rugió ante eso mientras golpeteaba la punta de una única garra extendida
lentamente contra el escritorio.
—¿Apoderándote de mis mejores hombres, Rule? Ahora solo estás tratando de
cabrearme.
Eso era totalmente factible, admitió Rule en silencio. Si pudiera cabrear al Director
lo suficiente como para hacerlo descartar este maldito caso.
Sin embargo, sabía que eso no iba a suceder.
—Divirtiéndote tal vez. —Rule se encogió de hombros mientras admitía la
acusación pero no sus motivos para ello—. Pareces estresado, Jonas.
Y Jonas nunca se había visto estresado en todos los años que Rule lo había
conocido.
Él observaba mientras Jonas negaba con la cabeza y se pasaba las manos por el
rostro.
—Solo encuentra Lo Desconocido, Rule. Ellos nos guiaran hasta Gideon. Puede
que entonces, Rachel, Amber y yo podamos descansar un poco.
Gideon era el último eslabón.
Los archivos anónimos que habían sido enviados de Judd a la Oficina, después
de que Liza hubiera recordado parte de ese ritual que la ocultó durante tanto tiempo.
Los archivos habían detallado los códigos que él recordaba, descrito claramente
las notas de investigación que había visto y advertido a Jonas que si Amber había
recibido la primera inyección y seguía viva, se asegurase a ciencia cierta que las
inyecciones continuaran según el calendario que él había listado, idéntico al que los
científicos que habían supervisado a Honor y Fawn, habían usado.
No obstante, no había ningún suero para continuar. Nadie conocía la formula y
existían demasiados archivos de niños, jóvenes y adultos que habían formado parte
de esa investigación y habían sido víctima de ésta.
Entonces, ¿por qué Amber continuaba con vida?
Rule conocía las preguntas, sabía dónde encontrar algunas fuentes para las
respuestas, pero lo que esas fuentes sabían, Jonas ya lo sabía. Necesitaban a
Gideon y Rule temía que Gideon no quisiera ser encontrado.
Ni siquiera el pequeño favor que el salvaje Casta Bengala debía a Rule sería
suficiente para solucionar este problema.
—Me pondré a trabajar entonces. —Rule se levantó de su silla.
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Él rogaba que pudiera encontrar algo, cualquier cosa, para sacar a Gypsy de esa
lista.
—Rule. —Jonas pronunció su nombre cuidadosamente, ocultando su
preocupación en el tono.
—¿Seh? —Rule era un maestro en el comportamiento despreocupado. Trabajaba
en eso.
—Orrin Martinez volvió a solicitar encontrarse con Lawe y contigo. Te aconsejo,
como amigo, que concretes una cita y termines esto de una vez por todas.
En lo que a Rule concernía, Orrin Martinez podría irse al infierno. No tenían nada
que decirse uno al otro después del problema que la familia Martinez les había
ocasionado cuando llegaron por primera vez a Nuevo México, especialmente el hijo
de Orrin, el jefe de la Nación Navajo, Ray Martinez.
—Habla con Lawe. —Él se encogió de hombros—. En lo que a mi concierne, no
tengo familia aquí aparte de Isabelle y Chelsea. Los miembros masculinos de la
familia Martinez están más allá de la raya de gilipollas para satisfacerme.
Los labios de Jonas se curvaron.
—Comprensible, pero no aceptable. Encárgate de ellos y que me dejen en paz.
Rápidamente.
Con eso, Jonas volvió a levantar el ordenador, una señal de que en lo que a él
concernía, la discusión había terminado.
Así era, porque Rule no iba a reunirse con el viejo bastardo o su familia.
Al salir de la oficina, Rule cerró la puerta antes de caminar con pasos agigantados
por el vestíbulo y dirigirse a las habitaciones de su hermano.
La compañera de Lawe, Diane, había encontrado la información que condujo a los
Casta a la Nación Navajo en su búsqueda de Honor Roberts y Fawn Corrigan.
Quizás tuviera algo sobre Lo Desconocido también.
Algo que hiciera que Jonas dejara en paz a Gypsy.
Al menos sabía que no existía la posibilidad de acoplarse con ella. Sus instintos
animales ni siquiera se inmutaban cuando ella estaba cerca. Mierda, admitía que
durante los nueve años en que la había vigilado detenidamente, siguiéndola con la
mirada, le había tomado cariño. Pero incluso, una vez que ella había madurado,
esos instintos de acoplamiento no habían parecido siquiera intentar despertar.
Solo su polla.
En los últimos meses, ella afectaba esa parte de su cuerpo de un modo que,
durante semanas, le había hecho preguntarse si, después de todo, iba a tener que
huir.
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En todos los años que la había vigilado, que la había espiado, asegurándose que
estuviera a salvo y tan feliz como fuera posible, ella nunca había sabido que él
estaba allí. Se había rozado contra ella, había entrado silenciosamente en su
apartamento mientras dormía, y más de una vez se había permitido el lujo de tentar
el hambre que notaba estaba sintiendo por ella después de que Gypsy comenzara a
madurar como mujer.
Pero nunca se había acercado de cualquier modo que le hubiera permitido
reconocerle o saber de él hasta los últimos dos meses, desde que la búsqueda de
Gideon los había conducido a Window Rock.
Hasta ahora, él había refrenado el impulso de tomarla como amante y había
ignorado la molesta conciencia sexual que le atormentaba.
Debería haber aprovechado las numerosas ofertas para aventuras sexuales de
una sola noche, tanto de hembras humanas como Castas. Sin embargo, había
ciertas cosas de las que un hombre se enteraba rápidamente sobre determinadas
mujeres.
Lo que él se había enterado sobre la señorita Gypsy Rum era el hecho que se
negaba a acostarse con cualquier hombre o Casta conocido por tener un promiscuo
estilo de vida o uno que ya se hubiera acostado con una mujer que ella conociera.
Eso, obviamente, había reducido el campo de juego para ella.
Pero, él tenía que admitir que era refrescante conocer a una mujer que en verdad
se apegaba a sus propias reglas, sin importar la falla evidente en ellas.
No obstante, Rule estaba absolutamente seguro de que nunca había tenido un
amante.
Pero ella iba a tener uno pronto.
Las mujeres, sus corazones, sus cuerpos sensuales, cada aspecto y parte que las
hacían las criaturas increíblemente complejas de las que él disfrutaba tanto, nunca
dejaban de complacerle.
Tal vez por eso ella lo atraía.
Conocía la inteligencia y las complejidades detrás de la fachada que presentaba.
Esa máscara de una joven hueca era solo eso… una máscara.
Sospechaba que esa era la razón por la que ella había integrado la lista de
posibles contactos con Lo Desconocido. Y ahora, él iba a tener que encontrar una
manera de sacarla de esa lista.
Convencer a Jonas de que ella era lo que aparentaba ser. Incluso si él tenía otra
idea.
El dolor que ella acarreaba detrás de su sonrisa brillante y de su conducta sensual
y coqueta rondaba tanto sus momentos de vigilia como sus pesadillas.
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Veía a la mujer que anhelaba algo que no tenía idea de cómo intentar conseguir.
Una mujer que aprisionaba todo su hambre salvaje detrás de una botella de cerveza,
una sonrisa coqueta, y cada fiesta o bar para pasarlo bien que pudiera ofrecer un
poco de excitación en vez de erótico placer.
Y lo que nunca mostraba, era el engaño y los juegos que iban unidos a ser una
espía.
Ni que decir de la posibilidad de acostarse con quien fuera necesario para obtener
la información que buscaba.
No, la chispa que ella necesitaba no tenía nada que ver con ser una espía para
alguien y mucho menos para algún grupo del que nadie siquiera podría confirmar su
existencia.
Rule había decidido semanas antes que él tenía la chispa y la intención de
observarla arder una vez que prendiera fuego su hambre. En primer lugar, él
necesitaba un respiro de las investigaciones que habían ocupado gran parte de su
tiempo.
Y la seguridad de que el deseo endureciendo la carne entre sus muslos no era
Calor de Acoplamiento.
La genética salvaje y animal que a menudo se sentía como un león enjaulado en
su interior no estaba nada impresionada con ella. Esa criatura sombría dentro de él
estaba demasiado ocupada yendo en busca de los Coyotes con los que tanto amaba
luchar, porque esos eran uno de los raros momentos en que Rule lo dejaba salir y
jugar.
Inquietos, accionados para librar al mundo de las criaturas que aún daban su
lealtad al Consejo de Genética, sus instintos animales raras veces siquiera notaban
a Gypsy, a menos que él tuviera el tiempo para excitarse.
Y eso hacía un muy feliz Rule Breaker.
Y potencialmente, una muy jodida Gypsy.
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Capítulo 2
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* *
A veces, no compensaba a un hombre o a un Casta tomar una decisión, decidió
Rule mientras se apoyaba contra la barra en otro garito de la lista de conocidos
clubes que Gypsy frecuentaba a menudo.
Saber que finalmente había dado con ella no ayudaba a su estado de ánimo o a
su irritación. Ella lo había eludido durante una semana y él estaba cansándose de
esperar a que regresara a la ciudad.
Rule estaba comenzando a creer que realmente iba a tener que perseguirla hasta
encontrarla si alguna vez fuera a verla de nuevo.
Una semana entre los avistamientos era una espera demasiado larga,
especialmente una vez que se había decidido a follarla.
Después de pasar la última semana sin verla, estaba tan ansioso como un adicto
necesitando su dosis y preguntándose si debería preocuparse por esta reacción.
Y eso lo cabreaba.
Tal vez solo tenía una personalidad adictiva pensaba mientras la observaba, a
ella y a varias de sus amigas, pasearse a propósito sobre la pista de baile.
Ella estaba preparándose para bailar y que Dios la bendiga pero, cada vez que
bailaba, era capaz de convertir a hombres adultos en animales babeantes y
hambrientos por follar.
El olor de la lujuria masculina nunca dejaba de inducirlo a mirar fieramente a
cualquier hombre lo suficientemente desafortunado como para atrapar su mirada.
Puede que estuviera demasiado acostumbrado a localizarla cada vez que lo
deseaba.
Mierda, prácticamente la había visto crecer.
No podía contar las veces que se había escabullido a Window Rock durante los
últimos nueve años para averiguar sobre la chiquilla quebrada y traumatizada que
había luchado tan valientemente contra aquellos Coyotes hacía tanto tiempo.
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—¿Ves lo que yo veo? —dijo arrastrando las palabras Dane Vanderale, el híbrido
hijo legitimo del primer Leo y el más grande dolor de cabeza de Rule, a través del
enlace de comunicaciones con burlón acento sudafricano—. Ella está evitándote,
Breaker.
—La veo—manifestó Rule en el micrófono que salía del enlace de
comunicaciones colocado en su oído—. ¿Ya averiguaste dónde ha estado?
—Ella dice que en el spa, pero tus fuentes dicen que no estuvo allí —le recordó
Dane.
—Maldita sea, Dane, eso no es lo que quiero escuchar —rugió Rule.
Dane se rió entre dientes, el sonido bajo y perspicaz exasperando los nervios de
Rule.
—Mejor vigila las hormonas, viejo amigo. ¿Cuál es esa primera regla? Correr, no
caminar, trastabillar o tambalearse. ¿Correr como alma que lleva el diablo ante la
primera señal de Calor de Acoplamiento? ¿De qué otra forma llamarías tú a
semejante apasionamiento por una mujer? Si no fuera sensato, pensaría que ella es
tu droga.
El acentuado y divertido arrastre de palabras tuvo a Rule apretando los dientes de
irritación.
—Pienso que a estas horas lo sabría —refunfuñó él.
Él había estado lo suficientemente cerca de ella en los últimos años para que su
aroma le fuera tan familiar como el suyo. Y nunca había cambiado desde que se
había convertido en mujer el año que cumplió los dieciocho.
—Entonces esa es la razón por la que te mantienes observando cabreadísimo a
los demás, ¿eh?—se rió entre dientes Dane—. Dime, gatito miedoso, ¿cuándo vas a
tener el coraje suficiente para decirle a la chica guapa hola esta noche en lugar de
acosarla como un pervertido como hiciste las últimas semanas?
Rule le había dicho hola varias veces en las últimas semanas. Ella había simulado
ignorarle tan a menudo como era posible, aunque él fuera bien consciente que
Gypsy sabía exactamente donde estaba, en todo momento, en que Rule estaba en
sus alrededores.
Ella era muy cautelosa en torno a él, observándolo cuidadosamente, casi
suspicazmente, y poniéndole la polla más dura por el solo hecho que se estuviera
manteniendo tan esquiva.
Sin embargo, dejar que Dane, a estas alturas, lo irritase sería estúpido. El otro
hombre vivía para cabrear a los demás Castas.
Rule a menudo pensaba que él incluso podría tener impulsos suicidas.
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—No te hagas el listillo esta noche, Junior —gruñó Rule, usando el insultante
apodo que el padre de Dane, el Leo, usaba cada vez que se cabreaba con su hijo—.
Ahora contesta la puñetera pegunta antes de que tenga que enviar tu pelaje a tu
papi con mis disculpas por hartarme finalmente de tu ignorancia.
Dane rugió, el sonido demasiado parecido al del animal y no al híbrido que Rule
sabía era.
—Ah, ¡y qué gran día sería! —dijo sarcásticamente Dane—. El Leo
probablemente palmearía tu espalda y te adoptaría en caso de que fueras tan
valiente como para intentar tal cosa. O te daría la sepultura que obviamente estás
buscando. Es decir, una vez que yo haya terminado contigo.
Cruzando los brazos sobre el pecho, Rule dirigió una mirada feroz en la dirección
del híbrido.
—Solo tienes que responder a la pregunta, gilipollas.
—¿Dónde ha estado Gypsy? —repitió Dane sarcásticamente—. Olvidaste
mencionar que ella es en parte escapista y en parte mujer invisible cuando me
encomendaste el trabajo de rastrearla. Es muy difícil decir dónde ha estado, por lo
que he podido averiguar. Según Loki, ni siquiera su preciosa hermanita tiene idea
donde va. Aunque ha mencionado la preocupación de que tú vayas a aparecer en el
apartamento de su hermana en su búsqueda pronto. Apuesto a que la hermosa
Gypsy está esperando al lobo feroz. ¿Crees que se sorprenderá cuando consiga al
gatito miedoso en su lugar?
—Te voy a patear el culo, gilipollas —advirtió Rule.
—Seh, seh, saca un número, chiflado. —Dane en verdad se echó a reír ante la
amenaza—. Sé simpático o azuzaré a la gran bruja mala contra tu culo. Cualquier
mujer que viva en un apartamento al lado de una casa con gominolas pintadas en
ésta tiene que ser una verdadera cabrona.
—Ella no es una bruja malvada, Junior —dijo Rule arrastrando las palabras—. Y
puede alimentarme con dulces en cualquier momento, ¿verdad?
En verdad, había un dulce con el que fantaseaba de manera regular.
—Ten cuidado, gatito miedoso, ella podría ser demasiado mujer para un gatito
pequeño como tú. Deberías dejar a un auténtico felino hacer este trabajito. —La
pura y divertida indulgencia en la voz del híbrido tuvo a Rule disparando una discreta
mirada a través del gentío hacia donde Dane estaba parado junto a la barra.
—Dane, ¿estás borracho?—preguntó Rule.
El Casta híbrido levantó su copa con una sonrisa burlona y las gafas de sol
oscuras apoyadas bajas sobre la nariz así podía mirar por encima de los bordes.
—Todavía no —suspiró—. Pero la tentación está ahí.
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La dura longitud de su pene latía como una herida abierta, demasiado sensible y
hambrienta para ser contenida.
A pesar de la dolorosa sensibilidad del miembro erecto entre sus muslos, su
lengua no presentaba señales de la hormona llenándole las glándulas. Lo único que
saboreaba era la cerveza que había bebido poco antes de captar la imagen de ella,
y la menta y el chocolate del caramelo duro que había terminado antes de que su
mirada diera una barrida a la pista de baile.
Con los ojos entrecerrados, vagó por de la multitud, y se dirigió hacia la mesa
donde los afortunados Enforcers estaban disfrutando de un espectáculo debido al
cual ningún macho, humano o Casta, posiblemente, fuera capaz de contener su
lujuria.
Él no confiaba que esos puñeteros Castas que se inclinaban hacia ella, no
tocaran. A pesar de la orden.
Se acercó a la mesa entre dos de los Enforcers más jóvenes; el aroma de sus
lujurias le abofeteó los sentidos, ofensivo y arrancándole un gruñido peligroso del
pecho. Y no trató de ocultar la salvaje advertencia que el intranquilo animal dentro de
él se aseguró que contuviera el sonido.
Los Casta cambiaron de lugar.
Como uno, dejaron la mesa vacía, la vista de la hembra ni con mucho lo suficiente
como para dejar de lado la más de dos décadas de entrenamiento que portaban
dentro de ellos.
Eso estaba mejor.
Ignoró la risa baja de Dane cuando tomó la silla junto a la mesa y devolvió la
mirada a la pequeña descarada atónita con obvio y silencioso desafío.
Si ella quería provocar Castas, entonces por qué no ver cómo le iba provocando a
un comandante Casta León adulto, bien entrenado y más que experimentado en
lugar de a unos pocos jóvenes Enforcers que todavía llevaban el aroma de los
laboratorios de donde habían sido rescatados.
Levantando imperiosamente la mano cuando la camarera pasó rápidamente, él
captó su saludo con la cabeza por el rabillo de sus ojos. Las camareras en este bar
adoraban las excelentes propinas que recibían, no solo de los Enforcers, sino
también de la Oficina de Asuntos Castas por reportar cualquier indicio o rumor de
soldados del Consejo merodeando en el establecimiento.
Sin embargo, no estaba allí por las camareras o la información. Indudablemente
estaba allí para darle a una mujercita fogosa un Casta para torturar.
Gypsy se acercó, bamboleando las caderas, los brazos por encima de la cabeza
mientras se movía directamente hacia él. Ella posicionó sus piernas a cada lado de
una de las de él, los muslos abiertos solo ese pequeño espacio, las rodillas
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dobladas, las caderas moviéndose con lenta insinuación apenas por encima de la
rodilla casta tuvo la lujuria de Rule llameando a través de sus sentidos.
Él juraba que podía sentir el calor de su coño irradiando de entre sus muslos
directamente a través de sus pantalones de misión. Era lo suficientemente caliente
como para quemar los sentidos de un hombre, lo suficientemente húmedo como
para ahogarlos.
Y era un hecho que ella estaba mojada.
El perfume de sus dulces jugos le hacía agua la boca, su necesidad de saborearla
se precipitó por su cuerpo.
El tentador bocadito sacudió la cabeza con una presumida sonrisita tironeando de
las comisuras de sus labios mientras la canción acababa y la música se convertía en
una melodía más lenta.
—Vigila mi trago, híbrido —le ordenó a Dane a través del enlace de
comunicaciones mientras se movía antes de que la pequeña y ágil visión
abandonara la pista.
Rodeándole la cintura con un brazo, él bajó la mirada hacia su obvia sorpresa.
¿Sorpresa? ¿Qué demonios había esperado?
—¿Eres todo provocación? —le preguntó—. ¿O hay una mujer acechando bajo la
promesa en esos hermosos ojos verdes?
Ella enarcó una ceja, la risa brillando en su mirada de bruja.
—Es todo guasa. Y además, chico ronroneador —dijo ella arrastrando las
palabras, y más rápido de lo que un Casta pudiera parpadear, ella estaba fuera de
sus brazos con el ceño fruncido desaprobadoramente—, deberías haber aprendido a
no maltratarme. A solicitarme un baile, no a exigirme. Y sin duda, a no agarrarme
como un juguete.
Y con esa breve declaración, se alejó de él con toda la gracia arrogante de una
princesa de hielo ofendida hasta la última uña de su perfecto pie. Y completamente
ignorante de que en ese solo movimiento diseñado para liberarse de él, Rule había
captado el más leve, experimentado y bien entrenado movimiento de su cadera,
hombro y delicado pie.
Dane estaba, por supuesto, revolcándose de risa.
Rule no pudo evitar sonreír mientras se guardaba el conocimiento.
—Creo que eso podría haber sido un desafío.
Dos meses rondándose el uno al otro con cautelosa excitación y ella había
lanzado un desafío que debería haber sabido que él no podría resistir.
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* *
Oh, Dios, ¿estaba loca?
Gypsy trataba de respirar mientras atravesaba la pista de baile hacia la barra,
ordenaba su cerveza favorita, se apoyaba contra el mostrador y la bebía. Era muy
consciente del hecho de que Rule todavía no había apartado los ojos de ella.
Por supuesto, nunca tuvo importancia donde la encontrara, él la observaba con
esos ojos azules de neón intentando hundirse en su alma como si estuviera decidido
a enterarse de todos sus secretos.
Y cada vez que lo hacía, la ponía caliente. Desde aquella primera mirada dos
meses antes a través de la distancia en un bar abarrotado a la segunda, donde
había caminado hasta la mesa de Castas más jóvenes para los que había bailado
mientras sentía sus ojos sobre ella, quemándola. Como un torrente de sensación
inundando su piel, el saber que él no había apartado los ojos de ella la hizo apretar
los muslos y un calor húmedo hormigueó contra la protuberancia repentinamente
sensible e inflamada situada en medio de los resbaladizos pliegues entre éstos.
Maldita sea, estaba chorreando crema.
Otra vez.
Oh, diablos.
Estaba empapando sus bragas por un puñetero Casta que la volvía
completamente loca cada vez entraba en contacto con él. Uno que no solo estaba
volviendo loco su cuerpo, sino que ahora estaba poniendo esas extraoficiales OGBC
sobre ella para lo que fuera que tuviera en mente.
Eso no era lo más apropiado.
Ningún Casta debería ser capaz de hacerle esto.
Ningún hombre, punto, debería ser capaz de hacerlo.
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encontrado, tal vez puedas descansar por más de un minuto. —Apoyando el resto
de la cerveza y varios billetes para pagar sobre la barra, lo saludó con la mano—. Y
veré si puedo acordarme de encontrar un bar con menos complicaciones, ni que
decir de algunos Castas menos, la próxima vez que salga.
¿Reclamo de propiedad?
Gypsy podía sentir un estremecimiento recorriéndola de prisa ante la idea de Rule
reclamándola. Esa era un cambio al que su vida no podía adaptarse, sin importar lo
tentador que sonara.
Ya había tenido no menos que una docena de llamadas telefónicas desde que
había regresado a casa esa noche. Las llamadas provenían de amigos, familiares,
incluso conocidos informándole que el Comandante Casta Rule Breaker estaba
preguntando donde había desaparecido.
Como si eso fuera de su incumbencia.
Tomó nota mental para hablar con Cullen y ver lo que él podía hacer para quitar a
este Casta de su culo. Después de todo, ella había estado haciendo un trabajo para
él cuando estuvo fuera. Estaba segura de que a Cullen tampoco le gustaría que los
Casta fueran conscientes del tipo de trabajo que hacía para él.
No es que antes hubiera parecido inclinado a querer ayudarla. Sin embargo, una
vez se enfriara, podría estar en una mejor disposición de ánimo.
Saliendo del bar, ruidoso y lleno de humo, a la noche clara y vivificante de
Arizona, Gypsy inspiró una bocanada de aire puro del desierto.
Estaba cansándose de los bares y de la a menudo lasciva y siempre borracha
atención que conseguía allí. Cada vez más con más frecuencia retrasaba su
aparición en los bares y clubes diversos hasta altas horas de la noche.
Retirándose el cabello y recuperando una banda elástica del apretado bolsillo del
chaleco, Gypsy sujetó sus cabellos para tenerlos apartados del rostro. Si no era
precavida, con la capota baja del Jeep, los largos mechones podrían enredarse
demasiado para peinarlos antes de ir a la cama.
—Hola, Gypsy Rum —Mutt, un Casta Coyote conocido por sonreír raras veces
cuando otros estaban por los alrededores, extrañamente le sonreía bastante a
menudo.
Era guapísimo también.
Para un Casta Coyote.
Existían pocos de esa especie a los que Gypsy podía tolerar cerca, pero Mutt era
uno de ellos. Con su sonrisa tímida y vacilante, tan en desacuerdo con su confianza
de la hostia, y su ingenio cortante, tenía una forma de hacerla reír aun cuando ella
no quisiera.
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presionando contra la parte baja de su espalda—. ¿Te diré qué tan rápidamente
borraría ese correo electrónico en particular? —Él inhaló su aroma lentamente—.
¿Cuánto crees que te demorarías en enviarlo? ¿El suficiente para conducirte al
orgasmo mientras me imaginas entre tus muslos, llenándote, llevándote hacia la
liberación?
La excitación sonrojó su cuerpo, se precipitó por su organismo y dejó a Gypsy
luchando por algo de tino. Porque él tenía razón. Mucha razón. En el instante en que
se metiera en la cama estaría alcanzando uno de los íntimos juguetes que tenía al
alcance de la mano para encargarse del dolor descontrolándose y derramándose por
su cuerpo.
Dios mío, los Casta y sus efectos sobre las mujeres deberían ser proscriptos.
—Nadie te podría acusar de ser humilde —bufó ella, apartándose de él aun
cuando sabía que él le estaba permitiendo apartarse—. O educado.
Él no la estaba soltando porque ella estuviera forcejeando, o porque Rule tuviera
alguna traba en contra de retenerla en ese lugar entre sus brazos. La estaba
soltando solo porque eso era lo que quería hacer.
Ella se volvió hacia él lentamente.
—Antes de que caigas en el error de derramar toda esa ira femenina que siento
creciendo dentro de ti y exigirme que guarde mis sucias patas castas para mí…
Ella tuvo que echarse a reír ante la irritación que ardía en lo profundo de los ojos
azules.
—Extrañas mujeres con las que te apañas, Breaker —se rió ella con disimulo—.
No son las patas las que me ofenden. Es la arrogancia y la actitud. No me gusta ser
manipulada por nadie. No lo hagas y seguiremos llevándonos bien. ¿Qué te parece?
—Ella tuvo que reírse de él entonces, porque en realidad Rule tenía el poder no solo
de quemarla viva de lujuria, sino también de hacerla reír. La fascinaba y no había
estado fascinada desde hacía muchísimo tiempo—. ¿Escuchas a menudo la ira
femenina entonces?
—Creo que los Casta la escuchan a menudo cuando no pueden oler el dulce
aroma de toda esa miel femenina derramándose como sirope caliente en un día de
verano —replicó él, su tono resonando con un trasfondo de impaciencia—. Todavía
me falta entender por qué las mujeres creen que las mentiras son tan importantes
cuando la mayoría de las veces están más ansiosas por el toque de un hombre de lo
que parecen. En el momento en que te avienes a ellas, la decepción tiene tendencia
a arruinar la delicadeza de su aroma a la vez que se enojan de que las obedezcas. Y
eso solo hace un Casta cachondo, irritado y ni que decir de confundido.
—¿Porque el ego de un hombre, o de un Casta, no necesita ser alimentado? —
preguntó ella, sus ojos abriéndose de par en par por efecto de la evidente confusión
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masculina—. ¿Tal vez queramos que trabajéis por lo que tenemos para daros?
Sabes, tendemos a creer que valemos un poco de esfuerzo.
Al parecer los machos Castas, al igual que sus homólogos, los machos humanos,
podían ser tan increíblemente obtusos cuando se trataba de mujeres.
—Los Casta pueden oler las mentiras —señaló él—. ¿Cuál es el punto en mentir
cuando uno será atrapado fácilmente en la mentira?
Seh, obtuso.
Pero esta no era la primera conversación que habían tenido en las últimas ocho o
nueve semanas. A pesar de que era la primera vez que se había acercado a ella tan
descaradamente como lo había hecho en el bar y antes de que hubiera logrado
meterse en su vehículo.
—Quizás la mayoría de las mujeres no han visto esos pequeños documentales
castas que calientan bastante. —Ella los había estudiado durante meses—. Y podría
ser el hecho que incluso en los documentales hay un lenguaje muy poco lego.
También está el hecho de que tienen que echar mano de los machos Castas vivos,
más increíblemente bellos, de aspecto peligroso y voz ronca para narrarlos.
Sospecho que esos Castas fueron utilizados en un intento de distraernos tal como tú
intentas. Lo mismo puede decirse de las hembras utilizadas en esos videos. La
única intención de ellos era engañar al desconfiado y arrastrar al incauto aún más
profundamente bajo vuestro hechizo. Además, las mujeres también adoran el
helado, el pastel y el chocolate. Y eso no significa que sea bueno para nosotras, o
que lo comamos sin considerar primero las calorías que contienen.
Ella ya sabía que a este Casta no le gustaban los juegos, ni creía en la
persecución. Eso era realmente una lástima, porque ella era muy experimentada
jugando juegos.
A veces, se consideraba una experta en ellos.
Él se limitó a sonreír ante la acusación, con esos ojos azules brillantes como láser
sosteniéndole la mirada, alentándola a sucumbir bajo las oleadas de hambre que
podía sentir batiéndose contra su resistencia.
—¿Y esos videos te arrastran más profundamente cuando te niegas tus dulces
favoritos?
Apoyada en la parte lateral del vehículo, Gypsy cruzó los brazos sobre sus
pechos mientras le devolvía la sonrisa, negando con la cabeza ante el hecho de que
los hombres pudieran ser tan tercos. Ella era muy consciente del hecho que su
postura solo elevaba la curva de sus pechos por encima del chaleco que llevaba
puesto, llamando su atención. Momentáneamente de todos modos. A ella le gustó
eso de él; él no echó una mirada, a pesar del hecho de que casi podía sentir su
necesidad de tocarla.
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Ella había estado divirtiéndose solo para que algo la arrebatara de su alegría,
como si quisiera recordarle algún dolor.
Un dolor desolador, tan horroroso que él había podido oler la agonía de éste
incluso desde fuera de la caverna donde ella se había acurrucado hacía nueve años,
recordó Rule.
—Es hora de que me vaya.
Él observaba, refrenando el impulso de volver a acercarla a él, mientras ella
entraba en el vehículo y lo ponía en movimiento. El pequeño Jeep negro y deportivo
salió con ímpetu de su plaza de estacionamiento y se movió de prisa por el
aparcamiento con una sobrecarga de potencia.
Él entrecerró los ojos.
Estaba seguro de que el motor era más poderoso de lo que debería ser.
Al igual que lo era su atracción por la mujer.
Entornando los ojos sobre las luces traseras del vehículo desvaneciéndose, una
vez más, revisó con cuidado las glándulas debajo de la lengua.
Inspirando, dejó salir su excitación, sintiendo la pérdida del agarrotamiento en su
muy ansioso pene debajo del uniforme de misión y haciendo un imperceptible
asentimiento cuando la otrora dura carne yació inactiva de nuevo.
La bestia que había estado enloqueciéndolo, cortesía de su genética, estaba
tranquila en vez de rugiendo de rabia porque una posible compañera estuviera
escapando.
Mierda, él medio se sentía como si los sentidos del animal en su interior no
pudieran haberse interesado menos de adónde iba ella o qué hacía con tal que no
representara un peligro físico.
Eso significaba ningún Calor de Acoplamiento.
Él sonrió abiertamente.
Eso significaba que la señorita Gypsy Rum McQuade definitivamente no era su
compañera, sin importar la sugerencia de Dane de que su hambre por ella indicaba
eso.
Volverse adicto a ella era una amenaza innegable. Pero él podría manejar una
adicción. Podría alejarse de eso. Tal como se había alejado de varias mientras fue
examinado en los laboratorios en busca de alguna debilidad.
Y eso la convertía en su presa fácil, porque lo único que quería era que follaran
hasta la extenuación.
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Capítulo 3
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casi tanto como había cambiado la vida de Gypsy, la de sus padres, la de su mejor
amigo, Jason y la de la ex prometida de Mark, Thea Lacey.
Todas sus vidas habían sido marcadas por la falta de cautela de Gypsy.
Se comieron el pastel y Gypsy bebió su café, mientras la tensión lentamente
comenzaba a aumentar entre ellas, tal como lo hacía siempre.
—Es hora de que me vaya a la cama—anunció Gypsy mientras retiraba su platito
y la taza y se levantaba del taburete antes que la tensión nerviosa de Kandy
terminara afectándola más aún—. No vemos por la mañana.
Lanzándole a su hermana una rápida sonrisa, se volvió para dirigirse hacia la
puerta.
—No me preguntaste por qué estuve fuera hasta tan tarde esta noche, Gypsy. —
La observación de Kandy la hizo detenerse y volverse hacia ella.
Unos ojos verdiazules la observaban, los rasgos delicados, casi traviesos,
demasiado serios, y Gypsy cayó en la cuenta que había madurado cuando ella no
había estado mirando.
Solo por el hecho de que no hubiera preguntado sobre el paradero de Kandy no
significaba que ella no fuera bien consciente de donde había estado su hermana.
Como Mark, Gypsy se tomaba en serio la seguridad de su hermana. A diferencia de
él, ella no le dejaba saber a Kandy que lo hacía; de ese modo, si alguien, en
especial Castas del Consejo, estuvieran buscando una debilidad y encontraran a
Kandy, estarían convencidos de que la muchacha no podría obligar a Gypsy a dar la
vida por ella.
A pesar de que Gypsy sabía que haría por Kandy lo mismo que Mark había hecho
por ella.
Moriría por ella.
—Tienes diecinueve años, Kandy —le respondió finalmente, tragando contra la
repentina estrechez de su garganta—. Supongo que pensé que me lo dirías si
quisieras que lo supiera.
Un destello de dolor brilló en los ojos de la joven antes de que se diera la vuelta y
se apartara.
—¿Así es cómo funciona entonces? —Kandy recogió el paño de cocina sobre la
encimera a su lado más para tener algo de lo que agarrarse que para realmente
limpiarla, pensó Gypsy.
—Supongo. —Ella no tenía ni idea de lo que estaba pasando ahora. Su hermana
raras veces, mierda, en verdad nunca le había preguntado acerca de algo que no
fuera cómo había sido su día.
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—Entonces si quiero saber algo acerca de ti, debería esperar hasta que se te
antoje contarme porque no es asunto mío, ¿correcto? —le preguntó en voz baja
Kandy, aunque Gypsy pudo ver un brillo de resolución en los ojos de Kandy que no
tenía sentido.
—No quiero pelear contigo esta noche, Kandy —dijo Gypsy soltando una brusca
exhalación y estirando la mano hacia atrás para soltar la banda elástica que sujetaba
su cabello—. Estoy realmente cansada y solo quiero…
—¿Ir a casa y clavar la mirada en la oscuridad hasta el amanecer como hacías
cuando estabas en casa? —preguntó Kandy de repente, la rapidez de la pregunta la
atrapó con la guardia baja, recordándole el motivo por el que se quedaba fuera hasta
tan tarde casi todas las noches.
Gypsy respingó.
—Exactamente. Buenas noches. —Gypsy se acercó a la puerta.
—¿Sabes qué, Gypsy? —La dura pregunta de Kandy la detuvo cuando la abría y
comenzaba a salir.
—Estoy segura que no quiero saber —suspiró Gypsy, manteniéndose de
espaldas a su hermana, sintiendo dolor ante la pena que se agitaba en su interior
ahora.
—No solo perdí a mi hermano aquella noche en el desierto, perdí a toda mi
familia —susurró Kandy las palabras, la pena en la voz de su hermana clavando una
enorme y afilada estaca directamente en el alma de Gypsy—. Me convertí en una
huérfana y ninguno de vosotros jamás os disteis cuenta de eso. O tal vez,
simplemente, no os importó.
La conmoción la paralizó durante largos segundos, robándole el aliento antes de
que se diera media vuelta para mirar a su hermana a la cara. Pero ella no estaba
allí. Desapareciendo dentro de su dormitorio en el otro lado de la habitación,
cerrando la puerta sin hacer ruido, Kandy, evidentemente, había dicho todo lo que
tenía que decir.
Gypsy negó con la cabeza.
Kandy estaba equivocada.
Sus padres se habían aferrado desesperadamente a la niña más pequeña
después de la muerte de Mark, aterrorizados de perder a su último hijo favorito.
Ellos no habían objetado cuando Gypsy se retrajo más y más emocionalmente. A
veces la habían observado de manera impotente, pero habían amado a Kandy.
Sacudiendo con fuerza la cabeza, Gypsy salió del apartamento, cerró la puerta
detrás de ella y escuchó atentamente que los cerrojos se trabaran. Cuando lo
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* *
Los siguientes dos días estuvieron bastante libres de Rule y su secuaz, así era
como Dane Vanderale había sido apodado. El rumor era que Jonas Wyatt había
volado con su esposa e hija a D.C. para asistir a una audiencia del Senado que
había sido convocada en relación con la reorganización de la Oficina de Asuntos
Castas sobre la que se estaba especulando.
Según la prensa, a pesar de que no había detalles o anuncios oficiales con
respecto al rumor, la Oficina de Asuntos Castas y el Gabinete de Gobierno Casta ya
estaban en proceso de expandir las oficinas cuando el Comité de Supervisión del
Senado en Asuntos Castas había escuchado rumores y llamado de inmediato a una
audiencia privada.
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Eso le dio a Gypsy la oportunidad que necesitaba para terminar varios trabajos
que había dejado colgados por la distracción que él representaba. Aunque admitía,
al menos para sí, que la chispa que había entrado en su vida cuando él comenzó a
“acosarla”, ya no estaba allí.
Esa noche, al meter el Jeep en la pequeña área de aparcamiento de su
apartamento después de finalizar el trabajo, ella se quedó mirando el brillo de la luna
del desierto.
Por el instante más breve, el terror se precipitó por ella, acometiendo contra sus
sentidos, y recordándole el peligro que enfrentaba cada vez que entraba en la vida
nocturna y se movía entre los Casta y sus enemigos.
Especialmente los enemigos. Los animales. Los monstruos que asesinaban, que
violaban…
Un horror que casi la había destruido una vez antes.
Una dura sacudida de cabeza lo hizo retroceder, su ritmo cardíaco bajando otra
vez mientras activaba el control que hacía que el techo resistente y flexible del Jeep
rodara hasta ubicarse en su sitio y se cerrara de manera segura.
Esta vez, ella sacó el control remoto de sus vaqueros, y cuando salió del Jeep y
cerró la puerta, la trabó automáticamente antes de pasar rápidamente a la
comodidad del seguro apartamento.
Tenía algunas horas para descansar antes de que su alarma le recordara que era
necesaria en la Agencia de la Policía Secreta, donde ella atendía los teléfonos varias
noches a la semana en caso de que cualquiera de los agentes en el campo llamaran
por ayuda inmediata.
Una vez que regresaba a su hogar, se convertía en otra chica fiestera, otra mujer
en busca de su próximo baile, de su próximo trago o de su siguiente amante
potencial.
Antes de que se convirtiera en lo contrario de quien era, y de lo que siempre quiso
ser.
Mientras ese pensamiento iba a la deriva en su mente, el golpe breve en su
puerta de entrada la hizo fruncir el ceño. Saliendo de la cocina hacia el vestíbulo
ancho y corto, ella presionó la cámara de la puerta, refrenando un suspiro ante la
vista del hombre parado pacientemente al otro lado.
—Entra, Jase. —Desactivando los cerrojos, observó como el hombre al que su
hermano llamaba su mejor amigo entraba en el apartamento.
Jase no era tan alto como Mark había sido, y no era tan guapo, pero era atractivo
a su manera con el cabello corto color marrón, intensos ojos color café, y un cuerpo
robusto en vez de delgado. Vestido con pantalones oscuros, botas de vestir negras y
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una camisa blanca con el cuello abierto, él obviamente había descartado su corbata
después de salir de la oficina.
Si no hubiera sido por Jase, Gypsy no sabía cómo habrían sobrevivido sus padres
tras la muerte de Mark. Él había asumido el control del trabajo de Mark en la
empresa de asesoría de imagen, hizo todas las cosas que él hubiera hecho para
ayudar a sus padres y a la prometida de Mark, Thea.
Él y Thea se habían casado varios años antes cuando Thea había sido promovida
a asistente de Fiscal de Distrito en Window Rock.
—Hola, cariño. —Su sonrisa no era tan abierta y llena de amor como la de Mark
siempre había sido, pero era familiar aunque ella nunca dejaba de ver una sombra
de acusación enterrada en las profundidades oscuras.
—Hola, Jase —lo saludó, permitiendo el breve abrazo con el que él siempre
insistía. Era una de las pocas personas que se había negado a dejarla desaparecer
dentro de sí misma tras la muerte de Mark—. Estaba preguntándome cuando te
decidirías a hacerme una visita.
Él le disparó una mirada sancionatoria cuando ella se alejó.
—Si quisieras venir a trabajar de vez en cuando en lugar de esperar los encargos,
entonces no tendrías que preguntarte cuando me verías.
Ella se apoyó contra la encimera mientras él se sentaba en uno de los taburetes
en el lado opuesto.
—He estado ocupada. —Ella se encogió de hombros—. Sabes que tengo otros
trabajos.
Él resopló ante eso, frunciendo el ceño.
—¿Cuántas veces he tratado de conseguir que aceptes un trabajo a tiempo
completo en la oficina, Gypsy?
Consultoría de Imagen McQuade estaba creciendo poco a poco, lo sabía, gracias
al modo en que sus padres se habían entregado por completo al negocio tras la
muerte del hijo mayor y la firme determinación de Jason.
—Me gusta la variedad. —A ella le gustaría no ver el dolor en los ojos de sus
padres cada vez que el nombre de Mark surgía.
Cruzando los brazos, él se apoyó en la encimera y la observó con atención
durante largos segundos mientras ella se atareaba ordenando lo que no necesitaba
ser ordenado.
—Tu madre te llamó más temprano —le recordó suavemente—. No devolviste su
llamada.
No, no lo había hecho.
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Ella colocó el vino sobre la encimera delante de él, antes de beber el suyo poco a
poco, volviendo a empujar sus emociones y estabilidad a su sitio. No, Jase no había
pretendido lastimarla, ella lo sabía, pero había dolido de todos modos.
—Cuéntame —sugirió ella, volviéndose a apoyar contra la encimera—. Sacando a
Loki de la ecuación, exactamente, ¿cuál es el problema de Kandy?
Jase volvió a resoplar.
—¿Cómo puedes quitar a los Casta del problema si uno está cerca? Si quieres mi
opinión, Loki es su problema. Pero ella no tiene intenciones de deshacerse de él, así
que supongo que nos quedaremos atorados hasta que él se vaya y ella consiga su
corazón roto. —Él sacudió la cabeza con cansancio—. Dios, Gypsy, ninguno de
nosotros ha sanado, ¿verdad? Incluso nueve años después. ¿En verdad Kandy cree
que ese Casta va a exorcizar los fantasmas por ella?
Él terminó su vino cuando Gypsy no hizo comentarios, ella solo agachó la cabeza
para mirar al suelo, a la punta de sus botas, a cualquier parte excepto a él. No
quería hablar sobre Castas. Ese no era el problema de Kandy. No sabía lo que
estaba mal con su hermana, pero sabía que Loki no era lo “mal” en la vida de Kandy.
—Thea todavía tiene pesadillas —dijo él cuando el silencio se volvió incómodo—.
Todavía clama por él en sus sueños.
La prometida de su hermano había sido atacada por un Coyote y casi fue
secuestrada también la noche en que Mark murió. En cualquier caso, Thea había
perdido mucho más que a su novio aquella noche. Gypsy dudaba que la otra mujer
alguna vez lo superara por completo.
—El ataque que sufrió aquella noche casi la mató, Jase —le recordó—. Esa es la
razón por la que estudió leyes en lugar de obtener un título en negocios.
Él negó con la cabeza lentamente.
—Siempre le gustaron las leyes. Estaba estudiando finanzas porque quería ser la
socia de Mark.
Jason se quedó con la mirada clavada en el espacio mientras Gypsy lo miraba
con tristeza. Él había amado a Thea, incluso antes de que Mark le hubiera propuesto
matrimonio, pero Gypsy sabía que Mark siempre había sido el primer amor de la otra
mujer. Probablemente, su único amor.
—Voy a ver si consigo un minuto para hablar con Kandy mañana —dijo él,
volviendo la mirada hacia ella y brindándole una cálida y cansada sonrisa—. He oído
que estas volviendo locos a los hombres como siempre. Especialmente a cierto
Comandante Casta León al que no estás dando la hora. —La aprobación brillaba en
sus ojos marrones.
Gypsy se encogió de hombros.
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—Los Casta son buenos, Jase. Sólo que no quiero sus problemas. —Esa era su
excusa estándar.
—Gracias a Dios —suspiró él—. Ahora, si sólo pudiera conseguir que Kandy
tomara la misma postura, entonces no tendría que preocuparme por las dos tan a
menudo, Cacahuete.
Gypsy se obligó a devolverle la sonrisa a pesar de que casi respingó ante el
nombre cariñoso. Ella lo odiaba. Se le revolvía el estómago cada vez que lo
escuchaba. Pero ella nunca parecía poder decirle…
No llores, sé valiente, Cacahuete…
No, no recordaría.
Se ocupó guardando el vino, lavando las copas, charlando con Jason de las
largas jornadas de Thea y sobre cualquier cosa y todo lo que pudiera poner distancia
entre ella y sus recuerdos.
Largos minutos después, Jase dijo adiós y se marchó. Al oír su coche salir, Gypsy
se acercó a la ventana y levantó la cortina con cautela para comprobar si estaba la
camioneta de Kandy.
Todavía no estaba allí.
¿Dónde diablos estaba su hermana y qué estaba haciendo?
Había llegado el momento, decidió Gypsy, de que averiguara la respuesta a esa
pregunta. Y tenía la sensación de que mejor lo hacía rápidamente.
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Capítulo 4
Dos noches después, Gypsy todavía estaba tratando de averiguar a donde iba
su hermana después del trabajo cada noche. Esto había estado ocurriendo desde
que los Casta habían llegado a la ciudad, así que no podía atribuirlo a Loki. Además,
ella había visto a Loki en el último bar en el que había estado y se había visto muy
confundido cuando le preguntó si Kandy estaba con él.
―¡Gypsy Rum! ―gritó un universitario ebrio de apenas veintiún años con
vidriosos ojos alcoholizados entrecerrados, cuando Gypsy entró en uno de los bares
más concurridos de la franja fronteriza de la Reserva Navajo.
―Despéjate, Slim ―le ordenó al chico, sabiendo las consecuencias si su padre
se enteraba de su estado más que alegre de esta noche―. Papá irá tras de ti en
pocas horas si no estás en casa.
―Que se joda ―dijo Slim arrastrando las palabras, mascullando el insulto―. Él
necesita una cerveza.
Y nunca se habían dicho palabras más verdaderas, pensó, saludando al chico
con la mano al mismo tiempo que contenía la risa y se dirigía hacia la barra mientras
observaba cuidadosamente para ver si su hermana se encontraba entre la multitud.
Slap Happy’s se llenaba cada fin de semana de borrachos, aspirantes a punk,
moteros y moteras, Castas malvados y renegados, soldados, guerreros, hombres y
mujeres y todo tipo de malhechores entremedio.
Esta noche, ella apostaba que había llegado al máximo del límite de su
capacidad, si el tiempo que le llevó para llegar desde la puerta a la barra era una
indicación.
Policías y criminales eran conocidos por compartir el espacio aquí, así como los
Coyotes renegados y los Enforcers de la Oficina de Asuntos Castas, junto con
cualquier acompañante o aspirante a querida que pudiera haber habido.
También era una de las mejores fábricas de rumores y chismes de eventos
sociales fuera de los fines de semana privados o fiestas ilegales en el desierto que a
menudo se originaban en la propia reserva.
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* *
El olor de su necesidad… realmente dejaba atrás la sospecha y ese destello
candente de curiosidad que teñía el aire.
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Distraídamente Rule se pasó la lengua por los dientes, sólo para estar seguro de
que las glándulas debajo estaban todavía inactivas. El olor de su necesidad tenía su
erección palpitando de manera apremiante, sus pelotas tan apretadas con la
urgencia de derramar su simiente que se acercaba a la agonía.
Los ojos verde jade estaban muy abiertos, llenos de tantas sombras y temores
apenas perceptibles que, en ese momento, no quería nada más que ver el placer
llenándoles. Demonios, eso era todo lo que quería cada vez que miraba las bonitas
pupilas verdes y sentía la lujuria acercándoles más.
Sus labios se abrieron, ese sensual labio inferior sintió la caricia húmeda de su
lengua cuando se la pasó por encima.
Podía oír el bum-bum de su corazón mientras latía entre sus exuberantes
pechos, las curvas definidas y perfectas debajo de la pequeña y ajustada camiseta
roja que llevaba.
Ese pequeño trozo de tela junto con los tejanos ajustadísimos y las botas de
mocasín que ataba a los lados de sus piernas bien torneadas lo tenían
prácticamente jadeando por ella.
Le ponía más caliente de lo que él había estado… diablos, más duro y más
caliente de lo que jamás había estado. Y ahora, mientras lo miraba fijamente con los
labios entreabiertos, ese hambre comenzó a arder en él, estaba a un segundo de
aceptar ese beso que había estado anhelando.
―Gypsy…
El tenue zumbido, casi imperceptible de un teléfono satelital vibrando en uno de
sus bolsillos-otra vez-con un ritmo distintivo tuvo a Gypsy parándose en seco.
Rule decidió que iba a lastimar a la persona que llamaba.
Esos ojos embriagadores se abrieron como platos y un instante después ella se
apartó de entre sus muslos y se apresuró a alejarse de él.
Sacando el teléfono de su bolsillo, rápidamente comprobó el número antes de
que su mandíbula se tensara y ese asomo de temor se convirtiera en ira.
―Me tengo que ir. ―Mientras sacudía la cabeza y su olor de repente se teñía de
una emoción que él no podía definir, ella dejaba unos billetes sobre la barra.
Había una sombra arrasándola, una pizca de miedo y preocupación.
―Gypsy, espera... ―Joder.
Antes de que pudiera detenerla ella se volvió, moviéndose rápidamente hacia la
puerta antes de desaparecer en la noche.
Él entrecerró los ojos cuando ella salió; el olor de su calor y deseo, arruinado por
el miedo, aún permanecía en sus sentidos.
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Junto con ello estaba el conocimiento de que hasta que el pequeño teléfono de
su bolsillo había sonado, ella casi había sido suya.
Girándose lentamente hacia Dane, encontró la mirada suspicaz del otro Casta.
Levantando el pequeño vaso de licor hasta sus labios, el híbrido miró hacia la
salida que ella había tomado antes de volverse hacia él con un encogimiento de
hombros.
―Bueno ―dijo arrastrando las palabras ―, al parecer, ella puede tener una
correa después de todo. Reclamo de propiedad, creo que se llama.
El vaso de Rule golpeó la barra mientras apretaba la mandíbula con furia. Se giró
y salió por donde ella había salido, decidido a descubrir exactamente quién podía
ser su correa. Y cuando lo hiciera, como él le dijo antes, estaría apropiándose de
ella.
Alcanzarla, incluso en una buena noche, era un dolor en el culo, y cuando él no la
mantenía vigilada, entonces ella se iba rápidamente.
Y él estaba muy cansado de sus actos de desaparición.
Nada más salir y al tiempo que divisaba las luces traseras mientras el pequeño
Jeep aceleraba por el bulevar, se volvió hacia Dane inquisitivamente mientras el otro
hombre se ponía detrás de él.
―Loki colocó un dispositivo de seguimiento en el Jeep en su última ubicación,
pero hubo una complicación ―le informó Dane sombríamente antes de que pudiera
preguntar.
―¿Qué tipo de complicación? ―Se dirigió de prisa al Dragoon, consciente de
Dane siguiéndole rápidamente detrás.
Dane se deslizaba en el lado del pasajero mientras Rule cerraba la puerta del
lado del conductor y activaba el motor con un movimiento rápido del dedo contra el
botón de contacto.
―Tan pronto él lo colocó y terminó de programar la señal, el dispositivo funcionó
mal. Regresando hacia donde ella había aparcado, se encontró con que el Jeep se
había ido y el dispositivo estaba tirado descuidadamente en la gravilla.
Rule aceleró rápidamente mientras salía del estacionamiento.
―¿Caído al suelo? ¿Como si alguien lo dejara caer o como si el mecanismo que
lo sujeta al vehículo fallara? ―preguntó.
―El mecanismo todavía estaba funcionando y en ningún momento Loki la vio
salir del bar por la salida principal. Mutt estaba vigilando la salida trasera y ella no
salió por allí tampoco. Aunque había varias ventanas en el otro lado, donde aparcó y
una estaba lo suficientemente abierta como para haber permitido que ella escapara.
¿Gypsy escapaba en lugar de irse?
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Maldita sea, las evidencias de que, posiblemente ella fuera el contacto que Jonas
buscaba estaban acumulándose y eso estaba empezando a cabrearle. Sobre todo
porque no podría desviar la atención de ella y cubrir sus movimientos.
―Jonas quiere ese Jeep con el dispositivo de monitoreo, Dane ―le recordó Rule
con voz cortante, preguntándose cómo demonios iba a mantener alejado a Jonas de
hacerlo. Muy pronto, uno de los hombres de Jonas averiguaría que alguien la estaba
advirtiendo de dichos dispositivos.
Dane se rió entre dientes.
— Tal vez es hora que el hermano pequeño se entere de que no siempre puede
tener lo que quiere. Porque parece que las otras partes interesadas están igual de
decididas a que no sea monitoreado.
Rule sabiamente se abstuvo de hacer comentarios.
Mientras el Dragoon salía de la zona de aparcamiento, sonó una llamada desde
el enlace de comunicaciones del vehículo. Activando el botón de mando con un
golpecito desde el volante, Rule respondió con un breve:
―Di.
―Comandante, tengo el vehículo a la vista ―reportó con helada eficiencia
Mongrel, uno de los Coyotes de Dog―. Se dio cuenta de que la seguían justo
después de enfilar por la carretera principal. Está conduciendo a oscuras en un
camino paralelo y permanece cerca.
Conduciendo a oscuras. Circulaba con todas las luces apagadas para evitar ser
detectada y lo más probable usando uno de los caminos laterales que corrían a lo
largo de la carretera para evitar que la vieran.
―¿Puedes identificar? ―preguntó Rule.
— No sin ser visto.
Rule hizo una mueca, deseando haber conducido uno de los vehículos más
rápidos y maniobrables para el desierto en lugar de Dragoon.
―Mantente en las sombras si es posible, pero sigue con los ojos en el objetivo
hasta que yo llegue.
Si Gypsy tenía a alguien siguiéndola, entonces seguro que él no quería dar a
quienquiera que la siguiera una oportunidad de alcanzarla antes de que él pudiera
hacerlo. Por si acaso no era amistoso.
* *
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―Por supuesto que llegué rápido. Tenía que asegurarme de que mi chica favorita
estuviera a salvo. ― Sus labios se torcieron un poquito, su mirada destelló sólo
ligeramente―. No hay nadie más que me haga ir de culo de manera habitual.
―Porque todas las demás están tratando con empeño de conseguir ese
apretado culo desnudo ―replicó.
Oh mierda, ella no dijo eso.
Pero lo hizo.
Sus ojos se entornaron sobre ella.
— Pero tú no lo haces, por supuesto.
―Oh, no. Yo, no. Soy la mejor amiga de todos, ¿no te has enterado? ―Y ahora
eso no era amargura en su voz, ¿verdad?
Pero ella era más inteligente que eso. La preocupación, el conocimiento de que
las decisiones que había tomado en los últimos años mantenían su vida tan aséptica
era doloroso, la inquietud en su interior había aumentado hasta que sentía que no
podía contenerla por más tiempo.
―No lo había oído. ―Él dio un paso más cerca.
¿Se suponía que debía retroceder?
¿Retroceder? Este…, sí. Ella dio un paso atrás.
―Bueno, yo estoy bien. Ya ves que estoy bien. ―Sosteniendo las manos detrás
de su cuerpo, retrocedió otro paso―. Ya te puedes ir. ¿Dónde aparcaste? ―Él no
estaba aparcado en la parte trasera―. Dondequiera que hayas aparcado, ten
cuidado ahora. Hasta luego.
Pero él no se movía para salir. En cambio, se movía con ella, avanzaba un paso
hacia ella por cada paso que Gypsy retrocedía.
―¿Tienes miedo de mí, Gypsy? ―Su voz era más baja, un poco más áspera y
dura. Y le gustaba demasiado cómo sonaba.
Ella retrocedió otro paso mientras él se acercaba. Tan cerca que podía sentir el
calor de su cuerpo.
Un jadeo escapó de sus labios antes de que pudiera detenerlo ya que su retirada
fue repentinamente interrumpida por la valla privada que ocultaba la puerta delantera
de su hermana de la vista del estacionamiento y el hogar de sus padres.
―Rule… ―No consiguió decir “No”. En cambio, levantó las manos para
presionarlas contra su pecho, solo para descubrirlas atrapadas en sus enormes
manos.
Un segundo más tarde él las había sujetado con fuerza sobre su cabeza y
apretado contra la valla detrás de ella.
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Dominación.
Poder.
Sexualidad arrogante y confianza pura.
La combinación era enloquecedora y muy excitante. Tan excitante que estaba
mojando sus bragas furiosamente.
―Esto no es una buena... ―Ella sabía lo que él iba a hacer. Y sabía que si
dejaba que lo hiciera…
No pidió permiso, no le dio una advertencia. A mitad de camino de su propia
advertencia sobre la conveniencia de lo que sabía que se avecinaba, sus labios
cubrieron los de ella, su lengua aprovechó al máximo su jadeo sorprendido.
Demasiado experimentado, caliente, con una pizca de pura determinación
masculina, sus labios cubrieron los de ella y prendieron fuego a sus sentidos
inmediatamente.
Chocolate y menta.
Él sabía como caramelos de chocolate y menta. Como puro sexo y quería
lamerle una y otra vez lentamente.
Su mano libre acarició el costado de su cara mientras su pulgar presionaba la
punta de la barbilla, separando más sus labios mientras profundizaba el beso.
Sus labios saquearon los de ella eróticamente. Lamieron sobre las carnosas
curvas y su curiosa lengua mientras su beso le aseguraba que él sabía exactamente
lo que estaba haciendo. Y sabía exactamente cómo hacerlo tan condenadamente
bueno que no tenía más remedio que disfrutarlo.
Y definitivamente estaba disfrutando.
Todo su cuerpo estaba disfrutando.
La mano libre de él se movió desde la barbilla a la parte posterior de su cabeza,
los dedos se enredaron en su cabello mientras le echaba la cabeza hacia atrás.
Soltando sus muñecas, su otra mano se movió hacia su cadera, agarrándola,
luego se deslizó hacia su espalda antes de trasladarse a la curva de su trasero.
Ella estaba más allá de luchar contra su beso.
Estaba más allá de luchar contra cualquier cosa que él quisiera darle en este
momento.
En realidad, estaba más que dispuesta a aceptar más.
Agarrando sus hombros y apretándose contra él, Gypsy clavó las uñas en el
tejido negro de su uniforme mientras él volvía a tironear de su cabello. La caricia
irradió calor a través de su cuero cabelludo e inundó sus sentidos.
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Capítulo 5
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―Tienes veinticuatro años, ¿no es así, Susurro? ―dijo mientras ella tragaba el
amargo brebaje.
―¿Qué importa? ―Volviéndose hacia él, se apoyó en la nevera mirando el brillo
de los ojos color avellana. La última vez que lo vio, parecían azules.
―Has permanecido virgen durante nueve años con el fin de trabajar con
nosotros. No has tenido amantes, tienes pocos amigos y comenzaste a separarte de
tu familia, incluso antes del funeral de Mark. Dime, ¿cuánto tiempo crees que
puedes permanecer aislada entre la gente que te ama? ¿O de este Casta que
parece decidido a tenerte?
Ella enarcó una ceja en un intento deliberado de transmitir despreocupación.
―Me marché.
―Te escapaste ―replicó él deliberadamente ―. Hay una gran diferencia.
Había una diferencia y ella lo sabía.
Simplemente no quería hablar de ello.
―Cuando no pueda huir de él por más tiempo, te lo haré saber ―prometió,
llevándose de nuevo la botella a los labios.
―¿Y qué te ocurriría si dejaras de correr? ―La compasión llenó su voz―. ¿Si de
repente te encuentras con que necesitas más de un trago para dormir en las noches
malas?
Él señaló con la cabeza a la cerveza que estaba tomando.
―¿Crees que bebo para dormir? ―le preguntó, divertida―. Dime, ¿alguna vez te
escabulliste en mi apartamento y me pillaste dormida?
Ella sabía que no lo había hecho.
Tenía la cabeza inclinada hacia un lado mientras la miraba, diseccionándola.
―Nunca ―admitió finalmente―. Pero no lo he intentado.
―Entonces inténtalo ―sugirió―. Pero no te quedarás mucho tiempo si me pillas
con los ojos cerrados, porque nunca dura.
Ella y el sueño no estaban muy familiarizados. Pero ella y las pesadillas que la
perseguían, sí.
―No será fácil darle la espalda a ese Casta ―dijo―, y conseguir la información
que necesitamos será imposible si le ignoras.
―Conseguir la información que tú necesitas será imposible si me acuesto con él,
¿recuerdas? ―dijo, burlándose de él―. Si me acuesto con él, entonces ya no
contestarás mis llamadas.
―Tengo correo de voz. Deja un mensaje. Yo siempre voy a escuchar.
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¿Una fuga?
―¿Cuántos contactos tienes, exactamente? ―le preguntó entonces,
atemperando su ira un momento antes de devolverle la mirada con suspicacia.
―El número no te ayudaría―le contestó, la arrogancia que era una parte tan
importante de él le recordaba demasiado al Comandante Breaker.
―Está bien, entonces ¿una lista de contactos conocidos? ―preguntó ella en
cambio.
―No existe tal cosa.
Cuando ella habría discutido esa declaración, él levantó la mano en un gesto de
silencio antes de continuar.
―Hay seis de nosotros y cada uno tiene sus propios contactos que tenemos
prohibido identificar. Hasta nosotros tenemos reglas que debemos cumplir, Susurro.
Que impactante.
— Prohibido identificar ―masculló ella, curvando con repugnancia los labios―.
¿Por qué no me sorprende? Eso solo lo facilitaría demasiado, ¿verdad?
―Pensé que lo verías de esa manera ―coincidió él, aunque totalmente serio―.
Disfrutas haciendo todo lo demás de la manera más difícil, pensé que apreciarías a
uno que también lo hace.
Apretando los dientes mientras sus labios se afinaban, ella apoyó las manos en
las caderas y se enfrentó a él, sabiendo que él leería con claridad la burlona
suspicacia en su rostro.
―Entonces, ¿cómo se supone que voy a averiguar quién es este contacto? ―le
espetó―. ¿Se supone que me voy a acostar con Rule y renunciar para siempre a
mis propios sueños por hacerlo?
―¿Tus sueños? ―argumentó con una risita ahogada―. Trabajar con nosotros
nunca fue tu sueño, Susurro. Es tu lastre. Tu auto-castigo y nada más. Renunciaste
a tus sueños por tu dolor, y tú y yo sabemos eso.
Dios, ella lo odiaba.
―Vete al infierno.
No era la primera vez que habían tenido esta discusión, ni tampoco era la
primera vez que lo había maldecido.
―He estado allí ―afirmó con un dejo de aburrimiento―. En cuanto a ¿cómo lo
haces? Como debas hacerlo, pero tenemos que saber cuál es la información que
tienen y exactamente cómo se las arreglaron para descubrirla. Nada más importa.
Para sobrevivir, tenemos que permanecer ocultos. Seguir como un cuento de hadas
para nuestro pueblo. De alguna manera, el contacto de alguien ha logrado adquirir la
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Sabía que Jonas era firme, decidido y nada le importaba excepto su familia y los
Casta. La supervivencia de éstos era su única razón de vivir.
Algo así como Lo Desconocido.
Los Casta eran considerados parte del Pueblo, su genética era un lazo directo a
los antiguos jefes, los chamanes, las hermanas y los niños que habían sido
arrebatados de las tribus durante los años en los que el Consejo estaba
construyendo su llamado ejército.
Su hermano había venerado a estos guerreros. Había soñado convertirse con el
tiempo en uno si un puesto entre los seis estaba disponible alguna vez.
―Obtener ese tipo de información será sumamente difícil. Demonios, podría ser
imposible ―masculló, haciendo una rápida lista mental de los Casta que podían
saber lo que estaba haciendo Jonas. Aunque dudaba que más de uno, posiblemente
dos, estuviera al tanto de la información que tenía.
Rule Breaker sin duda sería uno de esos Castas, al igual que su hermano, Lawe.
Jonas tenía varios guardaespaldas; sin duda sabían un poco, pero Rachel Broen
era su amante. Ella sabría todo lo que Jonas Wyatt sabía, y Gypsy conocía a
Rachel.
Una repulsiva sensación de auto repugnancia se apoderó de ella.
Ella no podría revelar nada de lo que Rachel le dijera, aunque la otra mujer le
dijera algo importante. Ella sabía que era lo que estaban buscando los Casta y por
qué, pero no sus identidades reales. Ella no tenía información que darle a Jonas
para ayudarle; su contacto nunca le dijo nada, él simplemente tomaba lo que ella
recogía. Y ella le creyó cuando le preguntó si podía ayudar a Amber y él había
negado esa posibilidad. Su voz había resonado con pesar cuando le dijo que no
podía.
―Observar tu trabajo mental es fascinante ―dijo entonces el guerrero, su voz
reflejaba diversión e incredulidad―. En algún momento, amiga mía, vas a tener que
darte cuenta de lo mucho que tus talentos se desperdician como mi contacto.
Podrías hacer mucho más por ti misma.
Gypsy negó con la cabeza.
―La suite de Rule estaba completamente limpia cuando entré en ella la semana
pasada ―dijo ella, ignorando su comentario―. Mantiene su e-pad con él, al menos
cada vez que lo he visto. Nunca lo enciende cuando lo tiene y nunca lo deja para
usarlo.
Ella lo sabía por uno de los programas que el guerrero había agregado a su
seguro teléfono satelital y que había sido diseñado para introducirse en el dispositivo
que llevaba el comandante Casta para descargar la información contenida en él.
Pero sólo funcionaría si el e-pad estaba encendido.
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―Tienes que haber pasado algo por alto ―dijo él entonces―. Cuando Breaker
volvió a su habitación, había una clara indicación de datos siendo accedidos o
enviados a su habitación desde las cámaras del hotel. No podría hacer eso si no
tuviera un ordenador allí. Los e-pad no son capaces de ejecutar un programa como
ese. Sólo pueden leer lo que se dirige a ellos desde un programa existente en otro
dispositivo. Y él no lo llevaba encima a su regreso.
Entonces su mandíbula se apretó en señal de frustración. Entrar en la suite de
Rule era fácil, pero ser atrapada sería fácil también.
Muy fácil.
La única persona que ella sabía que estaba lo suficientemente cerca de Jonas
Wyatt para que pudiera tener la información, o una pista de ésta, era su amante y las
dos mujeres que se habían convertido recientemente en prometidas de Castas. Una
de las cuales era Liza Johnson.
Ella y Liza se habían visitado un par de veces desde que su prometido Casta,
Stygian Black, la había llevado al hotel para protegerla. Aunque su ataque previo
había ocasionado que se adoptaran rigurosas medidas de protección, podría ser
posible reunirse con ella ahora.
Isabelle Martínez, la otra prometida de un Casta, era en realidad familiar. Ellas
eran primas segundas y amigas cercanas, aunque Isabelle no había sido muy
sociable desde el ataque que ella también sufrió.
Ser amante de un Casta no era exactamente una posición segura en la que estar.
―Descubre lo que puedas, Susurro. ―El guerrero suspiró profundamente
mientras ella lo miraba pensativa―. Y rápidamente, si no te importa. Si el contacto
de Wyatt tiene la confianza de su guerrero, entonces podrían revelar todas nuestras
identidades. Y no creo que disfrutara de ser llevado al cuartel general Casta e
interrogado por el hombre del saco de los Casta.
Ella no podría culparlo por eso.
―Tan pronto como sea posible ―prometió―. Sin embargo me puede llevar un
par de días hacer contacto con mis propias fuentes.
―Voy a esperar ansiosamente tu informe. ― Él asintió con la cabeza.
―Eso sí, no contengas la respiración ―suspiró ella.
Él se rió entre dientes.
―Nunca. ―Empezó a alejarse antes de detenerse y girarse hacia ella―. He oído
que has estado tratando de averiguar a dónde desaparece Kandy cuando no puede
ser encontrada.
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Ella casi le había pedido que la ayudara cuando empezó a buscar, pero lo había
desestimado. Estaba segura de que Kandy no estaba en problemas, pero podía
estar equivocada.
―¿Sabes dónde está? ―Gypsy apretó los dedos sobre el borde del mostrador
mientras rezaba porque hubiera estado en lo cierto.
―La tumba de Mark ―respondió―. Tal vez deberías unirte a ella, Gypsy. Tal vez
es el momento de ver el pasado desde una nueva perspectiva.
Gypsy no se movió cuando él se volvió y desapareció en su dormitorio, sabiendo
que unirse a su hermana en ese solitario y desolado lugar era algo que no podía
hacer.
No ahora.
Tal vez nunca.
Algo en su interior apretó hasta el punto de que el dolor apuñaló su corazón,
arrancando un desgarrador sollozo de su pecho.
No lloró.
Ella nunca lloraba.
Había derramado todas sus lágrimas la noche que Mark había caído al suelo,
mientras volvía la mirada hacia ella con tan desolada pena.
Su rostro apareció ante ella, Gypsy levantó los puños presionándolos contra los
ojos cerrados mientras luchaba contra la imagen que no era capaz de quitar de su
cabeza.
Su estómago se revolvió con los recuerdos que mantenía enterrados hasta estos
momentos intermitentes de debilidad, de comprensión agonizante. No podía respirar
y sentía la garganta tan cerrada que tragar casi le daba náuseas.
¿Por qué? ¿Por qué le había dicho eso?
Hubiera preferido no saber a dónde estaba desapareciendo Kandy y por qué se
quedaba fuera hasta tan tarde.
Dios, ¿por qué su hermana hacía eso?
¿Por qué iba a ese lugar?
Gypsy odiaba ese pedazo de tierra.
Ella ahora se negaba a acercarse allí, ni siquiera conducía por allá siempre que
su destino lo requería. Invariablemente tomaba una ruta alternativa.
No podía soportar la idea de mirar esa hermosa loma y ver la piedra de ónice
negro que la marcaba.
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* *
El atormentado y vacío grito de la joven oculta en el apartamento frente al
bosquecillo protegido por árboles y sombras en donde él se escondía tuvo a Dane
haciendo una mueca de pesar.
Ella era uno de sus mayores fracasos, pensó con tristeza. El hermano de ella era
el mayor. ¿Cómo, en nombre de Dios no había sido capaz de anticipar la traición
que mató a Mark McQuade y en nueve años de búsqueda, por qué no había
encontrado al hijo de puta que había traicionado al joven y permitido que esa
chiquilla acarreara la culpa?
Eso le perseguía, sabiendo que quien había entregado la identidad de McQuade
al Consejo de Genética no era el Casta Coyote que había muerto por ello, a pesar
de que no había sido menos culpable. El hombre que había destruido la vida de esa
chiquilla había salido limpio, al menos por ahora.
Dane miraba hacia el apartamento, sufriendo por la pérdida que no había sido
capaz de detener cuando una sombra se movió a un lado del edificio, luego
desapareció.
Guardando silencio vio de nuevo segundos después al guerrero, acercándose a
él. Observó cómo su contacto se detenía y se quitaba la delgada máscara pintada
que llevaba antes de doblarla y guardarla en el bolsillo.
Sus labios se arquearon ante la idea de esa máscara. Había estado engañando a
humanos y Castas por igual durante décadas. Fue una creación del primer Leo, y
una cuyo funcionamiento Dane había sido incapaz de averiguar hasta el día de hoy.
Sacó un cigarro de su bolsillo y se lo llevó a los labios, luego le dio uno al Casta
situado contra el árbol a su lado.
Dane encendió el cigarro y después, también, le entregó el mechero al Coyote,
esperó mientras éste encendía su cigarro, le devolvía el encendedor y entonces lo
metió en el bolsillo.
―Vosotros dos me vais a hacer cabrear. ―El guerrero se acercó a ellos,
mirándolos airadamente.
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Sacando otro cigarro del bolsillo, Dane se lo entregó al recién llegado antes de
verle usar su propio mechero para encenderlo.
―¿Cómo está? ―Dane hizo un gesto a la vivienda mientras el guerrero exhaló,
con inherente irritación en el sonido.
―Tiene que ser la mujer más obstinada en la que he puesto los ojos ―espetó
rechinando los dientes―. Ella ha estado en esto nueve años y no tiene intención de
ceder. Pensé que habías dicho que ese hijo de puta que estuvo sobre su culo esta
noche era su compañero.
Dane no pudo evitar sonreír.
―Él es su compañero, te lo aseguro. ―No hizo nada para ocultar el intenso
acento sudafricano que tenía.
―Sip, por eso ella está ahí arriba tratando de encontrar la manera de saber quién
traicionó a Lo Desconocido cuando ella está mirando al bastardo que cometió la
traición.
Dane se quedó mirando al guerrero, sabiendo mucho más de él de lo que, estaba
seguro, el hombre encontraba cómodo.
―Todo por el bien mayor, amigo mío ―dijo Dog arrastrando las palabras con una
curiosa falta de acento―. No podemos tener un traidor en las filas.
―Usarla de esta manera no me parece bien ―les informó el guerrero, no por
primera vez―. Y ¿qué clase de acoplamiento era ese de todos modos? ¿Por qué
está allí sola gritando como si su alma estuviera siendo arrancada, si él es su
compañero? E ignorando la pregunta no vas a hacer que desaparezca, Dane.
No, este… guerrero… era más terco que la mayoría. No dejaría de buscar una
respuesta si pensaba que Dane deliberadamente no le contestaba.
―Todavía no estoy seguro de por qué no se produjo el acoplamiento ―le
respondió, su mirada pensativa regresó al apartamento―. Sin embargo, estoy
completamente seguro que ella es su compañera.
―¿Cómo? ―Fue Dog quien hizo esa pregunta, la confusión era evidente en su
voz―. ¿Cómo puedes estar tan seguro?
¿Cómo podía estar tan seguro? Dane casi sonrió, pero él era demasiado
consciente de que los otros dos lo estaban mirando. No podía decir que lo había
olido, porque Dog era también un Casta; al instante se preguntaría por qué no lo
había olido.
Eso dejaba la verdad, que era mucho más extraña que la ficción.
Levantando su mano para frotarse la nuca, se quedó mirando a los dos hombres
un poco incómodo. Esta no iba a ser una explicación fácil y era una que rara vez
hacía.
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Ante eso, Dane sólo pudo negar con la cabeza, porque no tenía ni idea. Eso no
significaba que no fuera a averiguarlo.
―Rule huirá si sospecha que es su compañero ―declaró entonces Dog,
causando que “algo”, ese extra —sentido diera un vuelco en su interior.
―Por lo que entiendo, sus instintos animales no le dejarán correr―argumentó el
guerrero, con un atisbo de duda en la voz.
Ahh, ahí estaba la clave.
―No importaría si su instinto fuera un león-adulto-en su cara ―gruñó Dog―. Y
confía en mí, si ese Casta incluso llega a sospechar que su pareja está en la zona,
que podría estar en el área, o llegar en cualquier momento en un futuro cercano, se
largaría. Va a huir.
―¿Por qué demonios iba a hacer eso? ―La incredulidad en el tono del guerrero
salió cargada de asombro―. Pensé que los varones Castas adoraban a sus
compañeras o algo así.
―O alguna mierda ―gruñó Dog―. Pero Rule vio no sólo al compañero de su
madre ser diseccionado vivo, sino también a su madre, a causa del Calor de
Acoplamiento y la determinación de los científicos para ver los efectos del mismo en
el cuerpo vivo. De acuerdo con esos Castas chismosos que has mencionado, está
decidido a proteger a su compañera de incluso la posibilidad que eso le ocurra. Su
creencia es que la mejor forma en que un Casta puede proteger a su compañera es
no acoplarla nunca, para empezar.
Dane percibió la sorpresa que emanaba del guerrero que creía que conocía
todos los secretos al tiempo que ocultaba los suyos.
Niños, pensó, conteniéndose de sacudir la cabeza. Ambos.
No tenían secretos en absoluto en lo que a él se refería, pero dejando que lo
creyeran creaban un poco de diversión de vez en cuando.
Incluso mientras la diversión se reunía en su interior, también lo hizo una
sensación de comprensión en lo que a Rule Breaker se refería.
El acoplamiento estaba allí. Gypsy Rum McQuade era definitivamente su
compañera, pero el animal, más bien los sentidos animales, eran mucho más
inteligentes que el Casta, evidentemente.
Dane se volvió hacia el guerrero.
―¿Qué crees que va a hacer?
El guerrero cruzó los brazos sobre el pecho, mirándolo pensativo.
Este hombre conocía a Gypsy McQuade mejor que nadie, supuso que ni siquiera
sus padres la conocían tanto.
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Capítulo 6
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Gypsy cerró la puerta lentamente, mirando a los tres con suspicacia mientras
continuaban observándola como si ella debiera estar estallando con la misma
alegría.
Ella no estaba tan alegre.
Cuando ellos la miraban así, Gypsy se inclinaba por la sospecha y por estar
vigilante a lo que estuviera a punto de romper su pequeño mundo.
―¿Hemos ganado la lotería o algo así? ―preguntó con cautela.
―O algo así. ―Su padre juntó las manos en un gesto de creciente entusiasmo,
obviamente a punto de estallar con toda la emoción que le embargaba.
―Ven y siéntate, Gypsy ―invitó Jason, su sonrisa reveló su propio entusiasmo
por las noticias que obviamente estaban reteniendo.
―¿Quieres decírselo, Jase? ―preguntó Greta, la anticipación brillaba en sus
ojos mientras se agarraba a los apoyabrazos de su silla y miraba a su hija―. No
puedo creer que realmente lo lográramos.
Jason rió ligeramente entre dientes, sacudiendo la cabeza.
―Creo que esta es una noticia de Hans. Él fue quien se rompió el culo para
llevarlo a cabo.
Su padre le lanzó a Jason una mirada de gratitud antes de que sus manos
agarraran el borde de la silla de respaldo alto frente a él.
―Acabamos de conseguir esa cuenta por la que hicimos una oferta el año
pasado para el desarrollo de la imagen y la integración social con la Oficina de
Asuntos Castas ―anunció, enviando un borde afilado de advertencia que estalló en
su estómago mientras se congelaba ante la noticia―. Han contratado un año, para
su nuevo director de división, y dos socios comerciales y civiles en la nueva sucursal
de Window Rock de la Oficina de Asuntos de Castas y Ejecución. Los contratos son
individuales, por los cargos y los Casta que los ocupan, en lugar de la propia Oficina.
Si todo sale bien, sin embargo, cuando ocupen los cargos restantes de esta división
el año que viene, tendremos al menos uno de esos también.
Bueno, esto era un trabalenguas y su padre de hecho logró soltarlo sin ni siquiera
una duda ni un momento de tartamudez.
Gypsy le devolvió la mirada a Hans McQuade, segura de que no podría haberlo
oído bien.
―El desarrollo de la imagen y la integración social ―repitió ella, tratando de no
tragar saliva con la misma impresión fatalista que alguien que caminara hacia la
horca habría utilizado―. ¿En serio? Pensé que la oferta era para el desarrollo
empresarial en lugar de personal cuando lo estabais discutiendo el año pasado.
El desarrollo empresarial era fácil. Era lo que sus padres hacían mejor.
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―En principio, está eligiendo a uno de sus comandantes para dirigir las nuevas
oficinas, y allí por supuesto, habrá otros cargos. Hasta el momento, cinco puestos de
liderazgo para empezar ―continuó su madre y Gypsy pudo sentir una tensión
repentina en su estómago y los latidos acelerados de su corazón―. También se
crearán varias puestos de enlace con las oficinas de la Policía Navajo. Trabajaremos
con su elección para dirigir las nuevas sucursales de la Oficina y luego seguiremos
con los cargos de enlace antes de comenzar a trabajar con los demás. Vamos a
elaborar una propuesta de calendario de eventos y ubicaciones para garantizar que
el comandante y dos enlaces tengan las posibilidades más ventajosas de crear y
fortalecer las bases en pos de relaciones sociales y económicas adecuadas para
comenzar a reparar las grietas creadas por las sociedades puristas. Es una
oportunidad maravillosa para todos nosotros.
Jason y sus padres tenían suficientes conexiones, favores adeudados y poderoso
respaldo por parte de los padres de su madre para asegurarse que los Casta fueran
efectivamente invitados a las mejores fiestas y eventos sociales.
Gypsy se giró hacia Jason mientras él se recostaba de manera relajada en su
silla en la cabecera de la mesa.
―Pensé que no te gustaba trabajar con Castas, Jason ―le recordó ella,
preguntándose por qué parecía tan entusiasmado también.
La sorpresa se extendió por su cara.
―Gypsy, yo no tengo que estar enamorado de la sociedad de los Casta para
cumplir con mi trabajo.
―Gypsy, eso fue bastante descortés ―la reprendió entonces su madre, un borde
de decepción llenaba su voz―. Jason no ha mostrado ningún tipo de discriminación
hacia los Casta, aunque todos nosotros haríamos muy bien en tener cuidado de
ellos. Todavía podemos estar contentos por el hecho de que finalmente nos van a
beneficiar.
Sip. Vamos a estar contentos por eso, pensó con sarcasmo, mientras los odias
con todas las fibras de tu ser.
Su padre era menos propenso que su madre y Jason a culpar a todos los Casta,
pero rara vez iba en contra de su madre.
―Lo siento, mamá, solo estaba un poco sorprendida ―se disculpó, no queriendo
contrariarla―. ¿Fue el señor Wyatt lo suficientemente comunicativo para informarte
acerca de los nombres de los Casta que ha elegido para los cargos? ―le preguntó
entonces, el pánico comenzando a fluir en su pecho.
―En realidad ya hemos conocido a los dos elegidos de enlace ―saltó su padre
en ese instante―. Creo que están comprometidos con amigas tuyas. Isabelle
Martínez y Liza Johnson. Malachi Morgan ha aceptado el cargo de enlace de la
Oficina de Asuntos Castas con la Agencia de Policía Navajo, mientras que Stygian
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ser lo que hemos necesitado para lograr contratos más grandes que otras empresas
han conseguido por su mayor visibilidad.
Gypsy asintió lentamente, tan segura de lo que estaba pasando exactamente que
tuvo que apretar los dientes para no decírselo a sus padres. Esto no era más que un
intento despótico del Comandante Breaker para asegurarse de que no podía seguir
ignorándolo como había hecho desde la noche en que la había emboscado fuera de
su apartamento.
No había un negocio de asesoría de imagen en el mundo que pudiera hacer más
por la imagen de los Casta que lo que los mismos Castas conseguían, de una
manera u otra, hacer por sí mismos.
No necesitaban a McQuade Image Consulting, necesitaban unos malditos magos
para ocultar las maquinaciones del nuevo director de división, Rule Breaker. Y
mientras estaban en ello, seguro que no estaría de más poner una correa al director
imperial de la Oficina de Asuntos Castas, Jonas Wyatt.
Wyatt, sin embargo, era conocido como un hombre que mantenía sus promesas
de negocio; con suerte eso significaba que no iba a destruir los sueños de sus
padres cuando su comandante no consiguiera la entusiasta conejita de cama que
estaba esperando.
¿Y no estaría su contacto dentro de Lo Desconocido saltando de alegría ante la
perspectiva de su trabajo muy de cerca del Enforcer que sospechaban que estaba
investigándoles? ¿El que temían que hubiera encontrado evidencias para identificar
a uno de ellos?
―Esto es justo lo que necesitábamos. ―Su padre casi caminaba en el aire.
―Este contrato definitivamente elevará el prestigio de la oficina. ―Jason estaba
prácticamente cacareando como un pequeño gallo engreído, pensó con
repugnancia.
―Así que, ¿cuándo es esta pequeña fiesta? ―les preguntó, apenas capaz de
reunir una sonrisa falsa y mucho menos algún entusiasmo en absoluto.
―Bueno, la fiesta será en poco tiempo. ―Sin embargo ahora, su madre estaba
muy nerviosa―. Es en una semana, pero estoy segura de que podemos acomodar
la fecha.
Ella iba a gritar.
―Eso ha superado el poco tiempo, madre, eso es ridículo. Los únicos vestidos
que tenemos en este momento son los encargados para el Baile de Lanceister. No
hay tiempo suficiente para encargar para ese baile y asistir a éste también. Y ya nos
hemos comprometido con los Lanceister; no podemos echarnos atrás ―le recordó a
su madre, hundiendo los dedos profundamente en los bolsillos de sus capris para
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ocultar sus puños―. Tal vez el Director Wyatt sólo deba hacer un anuncio posterior a
la prensa. Uno que no sea tan…
— Ya hemos hablado con los Lanceister y el señor Wyatt, Gypsy. ―Le informó
Jason con firmeza, ignorando deliberadamente la mirada penetrante que ella le
dirigió. ¿Desde cuándo diablos estaba el rey de la montaña por aquí? ―. La fiesta
fue arreglada un poco deprisa, pero el calibre de los clientes exige un ambiente más
formal y etiqueta. No hay ningún problema, hay tiempo para encargar más vestidos
para este baile. Tu madre y tú, tal vez, podríais incluso hacer un viaje a Los Ángeles
y hacer un poco de compras allí. O a Nueva York.
Ella quería arquear el labio en una pequeña mueca de desprecio insultante
cuando Jason la miró con un brillo desconocido de triunfo. ¿Qué diablos tenía que
ver su agenda con esta pequeña fiesta de todos modos? ¿Llevar a su madre y a ella
en un viaje de compras? ¿De verdad creía que iba a funcionar como lo hacía en el
cine? ¿Ellos volverían a casa todos sentimentaloides y sus padres habrían olvidado
el papel que jugó en la muerte de Mark?
Ella no lo creía así.
Pero, como él dijo, conseguir nuevos vestidos no era un problema. Era la idea de
tan poco tiempo para un evento tan importante. Se tenían que arreglar los avisos en
la prensa, la lista de invitados necesitaba una investigación de antecedentes y se
necesitaban conversaciones con los periodistas asociados a McQuade Image
Consulting para discutir los artículos que mejor retrataran a los Casta, al mismo
tiempo que beneficiaban la zona social y económicamente.
El hecho de que Wyatt estuviera actuando como si esto fuera algo que sólo
podría ser lanzado a la vez, la preocupaba aún más que la situación del vestido.
Ella dejó que Jason y sus padres divagaran sobre oportunidades, clientes y
contratos, incapaz de reventar su burbuja. Con suerte, Jonas Wyatt no estaba
jugando alguna broma cruel a instancias del Comandante Breaker y podría llegar a
hacer su magia como era normal hasta que sus padres pudieran contener la suya. Si
se trataba de un juego, o una broma, entonces ella podría presentar una demanda.
O amenazar de todos modos.
Incluso había oído sobre el hambriento volcán en el que se rumoreaba que Jonas
introducía a sus enemigos en ocasiones.
Esto era suficiente para hacer que quisiera patear a Wyatt y a su comandante.
―Un coche nos llevará al baile ―le informó su madre cuando Gypsy se puso de
pie, preparándose para salir de la oficina―. Puedes tomarte la próxima semana de
descanso para prepararte. Asegúrate de llamar a la boutique esta tarde y ver si
Connie puede conseguir atenderte antes de la reunión de esta noche.
Connie.
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como un recordatorio cuidadoso de que una pelea sólo echaría a perder este
encuentro para todos ellos.
―Estabas en uno de los bares de la frontera anoche. El director Wyatt lo
mencionó mientras hablábamos esta mañana ―le recordó―. ¿Cómo se ve cuando
nuestra mejor asesora de imagen, nuestra hija, es una habitual en uno de los bares
de más mala reputación en el estado? ¿Has olvidado que despedimos a una de tus
primas por una cosa así?
Ella puso los ojos en blanco.
―Vamos, Milly era una vagabunda. Estaba teniendo sexo en los bares, así como
emborrachándose. Yo no estoy haciendo nada de eso. Deja de preocuparte.
―Ese bar es peligroso, Gypsy. ―Su madre había quitado las manos de la mesa
para ocultarlas. Para ocultar sus dedos apretados, Gypsy lo sabía. Era la manera de
su madre de hacer frente y mantener la calma.
―Ese bar está bien…
―Eso es lo que dijo tu hermano sobre el mismo maldito bar una semana antes
de que fueras atacada y él asesinado. Pensó que podría mezclarse con la multitud y
sobrevivir. No sobrevivió, y que me aspen si quiero enterrar a otro de mis hijos
―estalló su padre, lo que la hizo congelarse al instante.
Ella no podía hablar. Por un momento, no pudo respirar. Por un desolador y
horrendo momento, los recuerdos casi la abrumaron, casi la quebraron una vez más.
Se obligó a encontrarse con la mirada de su madre y se estremeció, apenas
capaz de contener un grito lleno de dolor ante la acusación en ésta.
En la de su padre, había un dolor inconmensurable.
Ella no pudo hablar. Lo intentó. Trató de excusarse, de disculparse, pero lo único
que pudo hacer fue ver la cara de su padre cuando llegó al desierto aquella noche.
Desolada. Tan llena de lágrimas como la cara de su madre. De pie junto al
transporte médico, donde el cuerpo de su hermano había sido colocado. Ambos la
habían mirado, luego se detuvieron y miraron a Mark antes de que su madre se
derrumbara y que su padre tratara de hacer frente a su pérdida, así como la suya
propia.
Gypsy había estado allí, sola, hasta que Jonas Wyatt y Lawe Justice habían
venido a ambos lados de ella, su calidez frenando la gélida noche del desierto.
―Se lo dije ―susurró mientras sentía a Jonas mirando su coronilla―. ¿Quién
me podría querer…
Se volvió y salió corriendo de la oficina, ignorando las protestas de su madre, la
petición de su padre para que regresara a la oficina.
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Capítulo 7
Ella encontró a Rule varias horas más tarde, después de perderse la cita con
Connie y su madre, gastando un tiempo valioso siguiéndole la pista en lugar de
prepararse para esa condenada reunión.
Varias fuentes le habían dicho que él estaba de servicio, sin duda en alguna parte
de la ciudad supervisando a los Enforcers bajo su mando.
Ella encontró su Dragoon estacionado detrás de un pequeño grupo de álamos
fuera de la ciudad, donde se rumoreaba que se encontraba el centro de operaciones
de la nueva división.
No es que él estuviera solo.
Por supuesto, Dane Vanderale estaba con él, al igual que Dog, Loki, Mutt y otro
Coyote que sólo había visto un par de veces que respondía por Mongrel.
Detuvo bruscamente el Jeep a escasos centímetros del arrogante comandante
que, por supuesto, se negó siquiera a retroceder ni un palmo, observó sus ojos,
intensos, sombríos, mientras él la miraba a través del parabrisas.
Los otros mostraron diversos grados de sorpresa, con la excepción de Dane,
quien se rio.
Cerrando de un portazo el vehículo, caminó con paso airado hacia el frente de
éste para encarar al Casta decidido a volverla loca.
―Estás detrás de esto. ―Ella empujó su dedo imperiosamente sobre su amplio
pecho―. Y ni siquiera te molestes en negarlo. Sé que estás detrás de eso.
Estaba casi temblando de ira y estaba condenada si incluso pudiera explicar por
qué el enfrentamiento había afectado su carácter. Ella sólo sabía que era su maldita
culpa. Sólo sabía que necesitaba gastar esa ira en algún lugar antes de que la
destruyera.
* *
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―Dog, Dane, encontrad algún lugar al que ir ―ordenó Rule en voz baja al ver el
Jeep enfilando hacia ellos y vislumbrar la expresión de la joven al volante.
―Claro, Breaker ―dijo Dane arrastrando las palabras―. Dime, ¿hay que
preocuparse por tu seguridad o su virtud?
―Vete ―gruñó mientras el Jeep se detenía de golpe a unos metros de él y ella
salía como un torbellino de furia.
De dolor.
Las palabras no le habrían golpeado casi tan profundamente como la agonía que
salía de ella en oleadas y la percepción de que las lágrimas atrapadas en su interior
estaban ahogándola lentamente.
Sólo fue apenas consciente de los otros moviéndose hacia sus vehículos cuando
un delgado dedo se clavó en él y unos ojos verdes del color del jade se oscurecieron
mientras ella luchaba por encontrar una salida para el desgarrador y angustioso
dolor que la destrozaba.
―Entonces, ¿detrás de qué acto vil estoy, Gypsy? ―Él frunció el ceño, sintiendo
que la dulzura que ablandaba su corazón hacia ella sería rechazada al instante.
No, ella necesitaba una pelea. Necesitaba repartir golpes y ser abrazada. Pero
estaría condenada antes de pedirle a nadie que la abrazara.
―Esa oferta loca que Jonas les dio a mis padres. ―Temblaba de ira y dolor―.
¿Asesoría de imagen? ―Se burló―. ¿Por qué? Sois maestros en construir vuestra
propia imagen. Los Casta fueron creados para ello. Maestros de la manipulación y
de las intrigas, calculadores…
Él actuó antes de que pudiera decir algo que sólo le haría más daño una vez que
se aliviara el dolor desgarrador.
Estirando rápidamente la mano, agarrando el cabello de la nuca y tirando su
cabeza hacia atrás, le cubrió sus labios con los suyos mientras un gruñido brotaba
de su pecho.
Ella lo estaba matando con el intenso dolor en su alma tierna. Estaba rompiendo
su corazón con el aroma de su soledad, de su hambre desolado y absoluto y del
inequívoco deseo de ser simplemente abrazada.
Sin embargo, su Gypsy jamás aceptaría ser abrazada.
Pero ella aceptó su beso.
Sus brazos se trabaron alrededor de su cuello. Con un gemido roto ella ladeó la
cabeza cuando los labios masculinos se inclinaron sobre los suyos. Su lengua se
hundió en las profundidades sedosas y calientes de su boca mientras la de ella se
reunía de inmediato con la suya. Se frotó contra ella. Lo lamió y lo degustó mientras
él la saboreaba.
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* *
Gypsy se sacudió bajo Rule cuando él se llevó los dedos a los labios, la dura
carne relucía con la rica capa de sus jugos un segundo antes de que él comenzara a
chupar su sabor de ellos.
Entonces sus caderas bajaron hacia las de ella, la dura cuña de su polla
ubicándose entre la cuna de sus muslos otra vez mientras sacaba los dedos de su
boca y bajaba la cabeza.
―Podría follarte aquí. ―El tono, primitivo y áspero de su voz la hizo apretar con
fuerza el coño, más jugos se derramaron de su vagina ante la sola idea de este
hombre, poderoso y sexy, haciendo precisamente eso―. Podría despojarte de esa
excusa de ropa y te tendría gritando con tu orgasmo en cuestión de segundos.
Ella se agarró de su cintura, echando la cabeza hacia atrás, meciendo sus
caderas contra las suyas mientras él restregaba la polla en su contra.
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―¿Es esto lo que quieres, Gypsy? ¿Aquí? ¿Ahora? ¿Debo tomar toda esa dulce
inocencia en el asiento trasero de una puñetera máquina de guerra?
―Cállate ―gritó ella desesperada, sus dedos de pronto se apretaron en puños al
recordar que todavía era inocente. Que todavía era virgen. Con el recuerdo de por
qué nunca se había permitido tener un amante.
―¿Es eso lo que quieres? ―repitió él, una fuerte mano le agarró el culo y tiró de
ella contra el empuje de su erección entre sus muslos―. Dímelo ya. Estoy a dos
segundos de arrancar estos shorts y darte exactamente eso por lo que ambos
estamos muriendo.
Ella sacudió la cabeza con desesperación. ¿Por qué no sólo lo hacía? ¿Por qué
tenía que hablar de ello?
―¿Aquí y ahora? ―Sus labios bajaron hacia ella, una pizca de su sabor
femenino contra la lengua cuando volvió a tomar sus labios en un beso breve y
duro―. Aquí mismo ―repitió―. Mi polla hundiéndose dentro de tu dulce coño
apretado. Te voy a montar hasta que ambos estemos muriendo de placer, si eso es
lo que quieres.
Ella lloriqueó, el lamento, un sonido derrotado, que la conmocionó, que le recordó
cuánto tiempo había pasado desde que ella realmente había llorado. Que le recordó
por cuánto tiempo había necesitado llorar, para despojarse de la agonía que la
destruía.
―Sólo hazlo ―gritó abriendo los ojos, mirándolo fieramente hasta que finalmente
registró su expresión, sus ojos.
La lujuria tensaba sus rasgos, llenaba el azul de sus ojos, pero allí había algo
más que sólo el anhelo sexual quemando en su interior. Algo que ella juró podría
sentir. No era deseo. No era necesidad, simpatía, compasión o lástima. Era algo que
se sentía como comprensión. Igual que la calidez que rodeaba sus irregulares
emociones, un toque tranquilizador en las profundidades de su alma mientras se le
cerraba el pecho y se le atascaba la respiración peligrosamente.
―Déjame ir. ―No lloraría. No podía llorar.
Él se echó lentamente hacia atrás, pero antes de soltarla y permitirle sentarse, le
cerró los shorts, abrochó el sujetador y suavemente tiró de su camiseta poniéndola
en su lugar.
Ella saltó del Dragoon, de espaldas a él mientras se quedaba de pie bajo la luz
del abrasador sol e inspiraba irregularmente varias veces.
―Sé lo que hiciste ―susurró finalmente.
―¿Qué he hecho que es tan atroz? ―Un ronco sonido del recordado placer y
hambre hizo eco en su tono.
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* *
El polvo voló cuando Gypsy dio marcha atrás con el Jeep antes de girar las
ruedas y alejarse a toda velocidad de él, incluso más rápido de lo que había llegado.
Apoyando las manos en las caderas, observó el vehículo mientras desaparecía
en la curva de la carretera segundos después, luego dejó escapar un fuerte y
miserable suspiro.
Hijo de puta, su pene estaba más rígido que un atizador, sus pelotas tan tensas
que se sentían anudadas.
―Recuérdame que me mantenga bien lejos de vosotros dos cuando comencéis.
―Fue Dog quien gruñó las palabras.
Rule se dio la vuelta para ver como el Coyote salía del pequeño montículo de
piedras delante del Dragoon.
―Te dije que te fueras ―gruñó él, mirando con el ceño fruncido al Coyote.
―Deberías haberlo aclarado ―exhaló Dog bruscamente―. Maldita sea, Breaker,
te pones más caliente con esa mujer y voy a pensar que estás acoplándola o algo
por el estilo.
Rule rió ante la idea.
— Ni siquiera la primera señal del Calor de Acoplamiento ―alardeó.
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Capítulo 8
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―Por aquí. ―Thor dio un paso atrás para permitir que le precedieran desde el
ascensor.
Era evidente que sus padres no habían estado en el hotel desde que los Casta
habían establecido su residencia. Todo el edificio había sido más o menos ocupado
por la Oficina de Asuntos Castas, y la seguridad era increíblemente férrea.
Moviéndose al final del pasillo, Thor llegó a otro gran vestíbulo, y a mitad de
camino a lo largo del corredor cuatro Castas en posición de firmes, observaban a
Thor y a los padres de Gypsy con suspicacia. Fuertemente armados, amenazantes y
luciendo demasiado peligrosos con esos uniformes negros de misión, por no hablar
de demasiado guapos, no quitaban los ojos del pequeño grupo.
―Los McQuade para reunirse con el Director Wyatt ―dijo Thor al guardia en la
puerta, mientras Gypsy se asomaba por el lado del ancho hombro de Thor y le
disparaba al Casta ante la puerta un guiño sugerente.
Sus ojos se arrugaron ligeramente.
Para Flint, esa era una sonrisa amplia y completamente sexy. O al menos, eso
era lo más cerca que llegaba.
―Hola, Gypsy. ―Flint asintió mientras ellos pasaban―. Te hemos echado de
menos.
―Buenas tardes, guapo. ―Ella lo saludó en voz baja, sabiendo que el Casta
había oído cada palabra―. Te ves especialmente sexy esta noche.
Él resopló ante el cumplido, mientras Gypsy percibía la sorpresa en los rostros de
sus padres cuando entraron a la suite del director.
Espaciosa y opulentamente amueblada, la suite presidencial estaba decorada
con tonos desérticos clásicos, cómodo mobiliario y tapicería increíblemente suave.
Sin embargo, no fue Jonas y su esposa, quien se reunió con ellos en la suite,
sino más bien Lawe Justice, el hermano de Rule, y su novia, Diane.
Se presentaron a sus padres antes de saludar a Gypsy con una sonrisa e
informarles que Jonas iba con un poco de retraso.
Mientras esperaban, Diane se acercó a Gypsy.
―¿Has traído pastel? ―le preguntó en voz baja, llamando la atención de Greta
McQuade.
―No sabía que necesitaba traerlo. ―Gypsy hizo una mueca con pesar―. Fue
con muy poca antelación y Kandy no tenía ningún pastel de mousse. La próxima
vez, dile a tu jefe que me avise con un poco de antelación. ―Gypsy le devolvió la
sonrisa.
―Apestas, McQuade ―la acusó Diane con un profundo suspiro―. Ese pastel fue
la bomba.
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Fantástico. Por supuesto, Jonas sabría que no era sólo orgullo maternal.
―Soy una mujer muy ocupada, Director ―le recordó con una sonrisa fría―. Y
creo que voy a estar aún más ocupada con uno de vuestros comandantes.
Jonas se rió entre dientes.
―Puedo ver la suspicacia en esos bonitos ojos, señorita McQuade. ¿Piensas que
la oferta es algún tipo de treta?
―Tal vez no sea una treta…
―Bien. ―Él asintió con la cabeza―. Porque la decisión me fue arrebatada de las
manos por parte de Seth Lawrence y Dane Vanderale, dos de los benefactores más
obstinados de los Casta. Ellos han estado presionando para más prensa individual
en lo que se refiere a la nueva división de investigación y al director que la ponga en
marcha; sólo tenían que precisar la elección de dicho director y convencerlo de
aceptar el trabajo. Estoy encantado de decir, que eso se logró antes de ayer.
Ella sabía que no había escondido su sorpresa y ni siquiera intentó hacerlo.
Guardaba su energía para esos momentos en los que ocultar sus emociones,
verdades o mentiras, era mucho más importante.
―Ya veo ―murmuró.
―Jonas dijo que sospecharías alguna planificación suya inmediatamente. ―La
diversión de Rachel era abundante mientras miraba a su amante―. Yo le advertí que
todo era su culpa.
Por lo menos su amante le conocía bien, pensó Gypsy, divertida.
―Los rumores son despiadados, Director ―estuvo de acuerdo ella, permitiendo
que su sonrisa perdiera el borde frío mientras le miraba a los ojos―. Y varios de sus
Castas pueden ser bastante… encantadores.
Ella optó por la cortesía más que la grosería o la ofensa en ese momento.
―No pienses tan bien de mí todavía ―le advirtió, su propia sonrisa entibiándole
la mirada―. Mi comandante, finalmente se decidió a informarme hace menos de una
hora que vosotros dos podríais no estar en la mejor posición.
Ella entonces la sintió.
Esa opresión en el estómago, la descarga de adrenalina preparándose para
dispararse por su cuerpo.
Había perdido aún más sueño de lo normal en los últimos días a causa de ese
maldito Casta.
Sus ojos se entrecerraron.
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―En realidad, Greta y yo tendremos el placer de trabajar con sus enlaces. Gypsy
ha recibido su cuenta, pero puede confiar en ella está bien cualificada y sabe
exactamente lo que está haciendo.
―Eso he oído. ―La satisfacción comenzó a brillar en sus ojos―. Y debo decir
que estoy muy contento con la elección del consultor encargado de la tarea de
manejarme.
Ella apenas pudo contener su rubor cuando la mirada masculina se encontró con
la suya, recordándole demasiado claramente quien había estado manejando a quien
no más de unas pocas horas antes.
―Comandante Breaker. ―Su madre entonces avanzó apenas, lanzándole a
Gypsy una firme mirada de advertencia―. Estoy segura que cualquier… ofensa que
Gypsy pueda haber sentido no afectarán a su profesionalidad. Estoy segura de que
está en excelentes manos.
Un humor retorcido chispeaba en esos ojos de color azul eléctrico cuando se
encontraron con su mirada. Una inmediata descarga de calor comenzó a escaldar
sus sentidos mientras esa adrenalina que esperaba para correr a través de ella
ahora la atravesaba como combustible para cohetes.
De inmediato, sus pechos se sentían hinchados, los pezones demasiado
sensibles. Su clítoris palpitaba, la humedad se precipitaba por su vagina mientras la
sensible carne interna comenzaba a anhelar su toque nuevamente. El recuerdo de
estar tendida debajo de él en el asiento trasero del Dragoon con sus caderas
acunadas entre sus muslos y sus ropas, una odiosa barrera entre su polla y las
profundidades necesitadas de su vagina, atravesó de prisa su mente.
―Estoy de acuerdo con usted, señora McQuade ―le aseguró Rule a su
madre―. Estoy seguro de que estoy en manos muy competentes.
El calor enrojeció su rostro y luego la ira comenzó a alimentar la excitación y la
excitación comenzó a arder como un reguero de pólvora a través de sus sentidos.
En manos competentes, ¿verdad?
Iba a estrangularlo.
Le castraría.
Para empezar, le haría desear no haberla tocado nunca y mucho menos
continuar considerándolo cada vez que se las arreglaba para escapar de él.
Sus dedos se cerraron en puños mientras mantenía los brazos cruzados bajo los
pechos, ignorando la mirada que él le echó a las curvas ya demasiado sensibles.
Y él era muy consciente de su excitación también.
Podía verlo en sus ojos, en las sensuales llamas que empezaban a arder allí.
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De repente, ella podía sentir su tacto al igual que lo había sentido antes. Sus
dedos moviéndose bajo sus shorts, raspando contra la piel y enviando ráfagas de
placer a través de su cuerpo.
Le costó mucho contener un estremecimiento de respuesta.
Un escalofrío de temor.
―Entonces vamos a tomar asiento. ―Jonas rompió la erótica tensión que
comenzaba a azotar entre ellos, mientras los dirigía de regreso a la zona de estar.
Ella no estaba ni un poco sorprendida de que el Comandante Breaker se sentara
en el otro extremo del corto sofá que ella reclamó. Sus padres se sentaron en el sofá
de dos plazas a su lado con Jonas y Rachel escogió un sofá similar frente a ella.
―¿Empiezo? ―sugirió Jonas, volviendo la mirada hacia Gypsy―. Resulta que
he sido curioso. ―Se sonrió abiertamente―. Revisé las notas en la carpeta que
trajiste. Excelente, por cierto, y muchas son similares a la lista de preocupaciones y
sugerencias que Dane y Seth tuvieron la amabilidad de enviarme. Vamos a
analizarlas y luego levantaremos la sesión hasta el baile de la próxima semana.
Haremos un anuncio a la prensa a la mañana siguiente y espero podamos reunirnos
para discutir nuestro estrategia a los pocos días de eso. ¿De acuerdo?
¿De acuerdo?
Bueno, todos los demás estuvieron de acuerdo.
―¿Puedo recuperar mis notas, Jonas? ―le preguntó con dulzura, nada feliz de
que él las hubiera revisado, pero no había sido más de lo que esperaba.
La sonrisa que llegó a sus labios era todavía cálida y cariñosa cuando él le
devolvió la mirada.
―Lo haría… ―Hizo una mueca y luego miró a Rachel.
Rachel se mordió la comisura del labio antes de mirar hacia Gypsy con divertido
malestar.
―Estoy seguro de que querrás verla para estar segura, pero lo juro. ―Levantó la
mano con una risa ligera―. Amber logró apoderarse de los papeles y los masacró.
Podría haber jurado que estaba farfullando “muu-patel”.
Gypsy sintió que su corazón se derretía.
No había forma de que la niña pudiera haber sabido que ella se había comido el
último trozo de pastel de mousse de chocolate de Kandy que se había llevado de la
tienda antes de salir para el local de Connie.
―Vamos a tener que conseguir a esa niña un muu-patel ―decidió―. ¿Estás
ocupada mañana?
La sonrisa de Rachel fue de agradecida sorpresa.
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* *
―¿Cambiaste el dispositivo? ―Lawe entró en la habitación detrás de su
compañera y se enfrentó a Jonas mientras Rule estaba de espaldas a la habitación,
mirando por las enormes ventanas después de que Gypsy y sus padres se hubieran
ido.
La tensión llenó los hombros de Rule mientras su ira parecía brillar en el aire que
le rodeaba.
Había un dispositivo de escucha en el bolso de Greta McQuade. Estaba muy
hábilmente cosido en el forro y programado para solamente grabar. Los dispositivos
de grabación tenían una señal electrónica muy diferente a un dispositivo de audio
programado para transmitir.
Afortunadamente, Jonas examinaba todas y cada una de las sintonías. Luego
analizaba en busca de anomalías si no encontraba sintonías. Si había un escáner
para eso, entonces Jonas lo escaneaba. Aun así, fue más que nada suerte haberlo
encontrado.
―Fue devuelto. ―Jonas asintió mientras se movía detrás de la barra y se servía
una copa.
Lawe negó con la cabeza mientras el Director levantaba la botella de whisky en
su dirección.
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que sus padres destruyeran sus reputaciones de esa manera. Sin embargo, creo
que se le debería contar lo del dispositivo.
Todos los ojos se volvieron hacia ella. Jonas no había perdido esa mirada grave y
pensativa, ni Rule había perdido la calma. Todavía.
―¿Por qué? ―cuestionó Rule con tono áspero―. ¿De qué serviría provocar que
se cuestionara su lealtad a sus padres? Especialmente si podemos encontrar una
manera de neutralizar la amenaza que podría representar la señora McQuade.
Lawe se quedó mirando el asiento del sofá para ocultar su sorpresa. ¿Rule
estaba preocupado por la mujer en lugar de por la seguridad de Jonas, o cualquier
amenaza que los McQuade pudieran suponer para los Casta en general? ¿Quién
había secuestrado a su hermano y dejado a este lunático de pie delante de él en su
lugar?
―Rule, yo desaconsejo sumamente ocultarle esto a Gypsy ―afirmó Diane―. Si
se entera de esto de la manera incorrecta, podría destruir los cimientos de su vida.
Ella no ha tenido mucho a lo que aferrarse desde la muerte de su hermano.
Lawe miró ahora a su compañera y a su hermano. Estaban discutiendo esto
como si Gypsy McQuade no debiera ser detenida con cargos por violar media
docena de artículos de la Ley Casta. Ella era una espía para una secta desconocida
de guerreros que nadie podía identificar.
¿Desde cuándo esa confianza ganada?
―Exactamente. Entonces, ¿por qué derribar su fe en todo lo que le ha quedado?
―gruñó Rule.
Diane estaba negando con la cabeza.
―Rule. ―Rachel entró en la zona de estar del dormitorio, claramente consciente
de la discusión―. Sus padres no son la base de la vida de Gypsy. No lo han sido
desde que tenía quince años y estaba sola en ese desierto, mientras ellos estaban
de pie lejos de ella. Te olvidas de que fue Jonas quien le dio la aceptación que
necesitaba para sobrevivir cuando sus padres no pudieron, o quizás incluso estaban
poco dispuestos a dársela. La base de Gypsy es el código por el que vive. Es su
trabajo, sus amigos y su empeño por continuar la obra de su hermano lo que
asegura que ella se levante de la cama cada mañana. Al retenerle esta información,
le estás quitando su capacidad de proteger a sus padres y enterarse más de lo que
nosotros podemos de por qué su madre intentó una cosa así.
* *
Rule se quedó mirando al grupo con incredulidad antes de sacudir la cabeza con
asombro, la ira agitándose en su tripa ante la sola idea del dolor que esa información
le causaría a Gypsy.
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―Son sus padres. Si se entera de que ellos estaban tratando de traicionar a los
Casta, entonces vas a separarlos de ella y eso la destruirá.
―Mantenerla en la oscuridad es lo que va a destruirla, Rule ―le aseguró Rachel
mientras se movía hacia Jonas, permitiéndole que su brazo la rodeara y la acercara
a su lado―. Sí, ella ama a su familia, muchísimo. Pero incluso yo, una simple
humana, podía sentir la pared entre ellos. Una pared que ella colocó allí, me temo.
Una que ha asegurado que sus padres nunca hayan tenido la oportunidad de
conocerla. No tenían ni idea de que socializaba con cualquiera de nosotros. Su
conocimiento personal de los Casta les sorprendió. Nuestro respeto y simpatía por
ella simplemente los asombró, e incluso tal vez, les causó un poco de resentimiento.
No tienen ni idea de la mujer en que se ha convertido su hija en los últimos nueve
años, sin embargo, podían ver que nosotros si la tenemos. Por eso yo digo que tiene
que saber acerca de ese dispositivo de grabación. Tiene que saberlo para que
pueda sentir que tuvo la oportunidad de protegerlos. Si algo le sucede a uno de
ellos. Si uno de ellos comete un error o Dios no lo quiera hace algo tan horrible para
que sea sometido a la Ley Casta, entonces será descubierto nuestro conocimiento
de ese dispositivo. Si eso ocurre y sus amigos no le dieron la oportunidad de salvar
a su familia, ella lo verá como su fracaso para protegerlos, al igual que cree que es
culpable de la muerte de su hermano. Y todos seremos tan culpables a sus ojos,
como ella misma creerá que es.
Rule podía sentir sus instintos, demonios, el maldito animal que estaba en su
interior se paseaba de un lado a otro dentro de los confines de su cuerpo, listo para
bramar de rabia.
Estaría condenado si le permitiera aceptar esa culpa sobre sus hombros ya
agobiados. Si se hiciera cargo de algo más, entonces temía que bien podría
derrumbarse bajo la pena.
―Algo pasó desde que la vi por última vez ―afirmó él, recordando el dolor
punzante que había sentido justo debajo de su sereno exterior―. Algo que le ha
hecho daño.
―Sus padres ―declaró Jonas en voz baja―, supondría, conociendo la
naturaleza humana como lo hago, que en su resentimiento sienten que perdieron a
su hija también aquella noche; probablemente ella les haga recordar a menudo al
hijo. Su dolor hoy fue superado con una increíble cantidad de culpa. Así como la
desaprobación de su madre, incluso antes de que entraran en la suite podía ser
detectada por cada Casta que pasaron.
Y la imagen casi brumosa de su hermano mientras estaba tristemente de pie
detrás de ella había tocado el corazón de Jonas.
El hermano, cuya dedicación y lealtad a los Casta y a Lo Desconocido por igual
nunca podría ser cuestionada, se había vuelto a Jonas, mirándolo exigentemente
antes de estirar la mano como si fuera a tocar el pelo de su hermana.
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Lora Leigh
Rule Breaker
Castas 29
* *
Rule apenas detuvo el gruñido que habría vibrado en su pecho.
Maldita sea, sus instintos estaban demasiado inquietos desde que había llegado
a Window Rock.
Girándose hacia Jonas, se encontró con esos ojos escalofriantes durante un
buen rato. Podría no confiar en Jonas cuando se trataba de su promesa de no
emparejarlo con su compañera, aunque Jonas debería encontrarla, pero confiaba en
la opinión del otro hombre.
Con su mano libre, el Director se frotó la nuca mientras la tirantez que oprimía
todo su cuerpo hizo que el resto de ellos le miraran con expectación.
Él tenía la última palabra. Cualquiera que fuera la decisión que tomara, Seth
Lawrence de Lawrence Industries, y Dane Vanderale, heredero de la dinastía
Vanderale, la aceptarian sin discusión.
―Jonas, tú mismo has dicho que ella está montando una línea muy delgada
―dijo Rachel en voz baja, obviamente recordándole una conversación anterior.
Él asintió firmemente con la cabeza.
— Sí, lo hice ―admitió al fin mientras su mirada conectaba con la de Rule, luego
con la de Lawe. Por último, asintió lentamente con la cabeza, volviéndose hacia
Rule―. Estoy de acuerdo con Rachel y Diane, Rule. Ella necesita saber acerca de
esto. La deuda que tenemos con su hermano nunca se podrá pagar, y volverse en
contra de la hermana en este momento sólo sería traicionar sus sacrificios también.
Pero entiendo tus preocupaciones. ¿Cómo deseas proceder?
―¿Yo? ―espetó Rule, conteniéndose de golpear algo mientras se obligaba a
mantener los brazos cruzados sobre el pecho―. Mi sugerencia fue no decírselo a
ella en absoluto.
―Y ahora el… olvídalo. ―Levantando el whisky hasta sus labios, Jonas terminó
su bebida antes de dejar la copa sobre la barra―. Ella va a estar aquí mañana con
el pastel de Amber, creo. Hablaré con ella antes de que se vaya.
―Yo mismo me ocuparé ―gruñó Rule.
Y una mierda.
¿De dónde vino eso?
Rule casi parpadeó sorprendido.
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Lora Leigh
Rule Breaker
Castas 29
Las palabras habían saltado de su boca antes de que incluso se hubiera dado
cuenta de lo que en verdad estaba diciendo.
Pero Jonas no parecía darse cuenta de lo fuera de lugar que su comandante se
estaba comportando. Tal vez era sólo él, pensó Rule, observando de cerca a los
demás por cualquier señal de que notaran algo diferente en él.
Ellos no parecían haberse dado cuenta.
Tal vez fue sólo él.
La irritación, la sensación de que el animal en su interior estaba de alguna
manera enjaulado y paseándose furioso, realmente debía haber atontado su mente.
―Rule, ten cuidado con esto ―le advirtió Jonas―. Podría ser una treta de Lo
Desconocido para utilizar a sus padres para apartar nuestras sospechas de Gypsy o
un intento de desviar nuestro interés arrastrando a sus padres a una situación
potencialmente mortal. Quiero saber por qué Greta McQuade tenía ese dispositivo
en el bolso y quién lo puso allí. ¿Y por qué accedió a ayudarles? No tenemos un
tiempo ilimitado aquí. Gypsy puede averiguar por qué sucedió o lo haré yo. ― Su
voz se endureció―. ¿Qué crees que preferiría ella?
Los ojos de Rule se entrecerraron.
―No me vengas con ultimátums, Jonas ―gruñó―. Sabes que eso no va a
funcionar conmigo.
―No te lo estoy ordenando ―declaró Jonas con firmeza―. Te lo estoy diciendo.
No voy a correr riesgos adicionales con mi hija. Gypsy es una amiga, no sólo tuya,
sino mía y de Rachel, e incluso de Amber, y debido a eso, tienes hasta después del
baile de la próxima semana para saber qué demonios está pasando. Luego, yo
mismo lo voy a averiguar.
Volviéndose, Jonas salió de la habitación y entró en las habitaciones privadas
que compartía con su pareja. Incluso Rule captó la esencia del dolor de Amber y
sintió que su pecho se encogía ante las decisiones que Jonas estaba siendo
obligado a tomar para salvar su vida. Decisiones que sabía mantenían al otro Casta
despierto por las noches mirando hacia la oscuridad mientras buscaba una
respuesta.
―Rule. ―Lawe suspiró con cansancio, y Rule podía sentir la intención de su
hermano para tratar de disuadirlo de la confianza que sentía por una mujer en la
que, para empezar, nunca debería haber confiado.
―Ni siquiera te molestes, Lawe ―gruñó Rule, la determinación endurecía su
mandíbula, tensaba su cuerpo―. Todo dentro de mí está gritando su inocencia. No
voy a volverme en su contra sin motivo.
Con eso, salió de la habitación, caminando indignado hacia el final del pasillo y
dirigiéndose a su habitación. Y esperaba una oportunidad para averiguar
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exactamente qué demonios estaba pasando con la mujer con la que no se había
acoplado y hasta el momento, la única mujer de la que había sido incapaz de
apartarse en toda su vida.
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Capítulo 9
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―No, no el Alfa, simplemente cada Casta que nos delataría. ―Emma hizo una
mueca―. Dondequiera que va Cassie, van los mejores Enforcers de Jonas. Esto
significa que nuestro Alfa se enteraría porque uno de esos Castas de este mes es
uno de los comandantes del equipo de la Ciudadela. Él chismorrearía sobre nosotras
en un santiamén.
Habían sacrificado su propia diversión para dar a Cassie lo que quería, aun
sabiendo la total falta de diversión que la otra chica traería.
Levantando la mirada, vio como Cassie Sinclair caminó de nuevo a la mesa,
levantó un vaso de líquido ambarino y se lo bebió con furia antes de ceder a un
áspero estallido de tos.
―Vamos, vamos ―murmuró Ashley mientras golpeaba a la otra chica un par de
veces en la espalda―. Eso es. El buen whisky sólo hace que todo sea mejor. ¿Te
gustaría otro trago, querida?
Ese brillo en los ojos de Emma era positivamente malvado mientras indicaba a la
camarera que quería otro.
Esto no iba a mejorar, pensó Gypsy mientras miraba a Cassie echarse hacia
atrás en su silla, su mirada acuchillando a la docena de Castas que se trasladaron a
la mesa.
―Incluso tienen dos Enforcers femeninos para ir al baño con ella. ―Ashley se
inclinó sobre la mesa mientras le indicaba a Gypsy que debería acercarse más―. O
nosotras la hubiéramos sacado por la ventana del baño.
Miró a Cassie, viendo el brillo húmedo en sus ojos a la vez que la otra chica
rápidamente agachaba la cabeza para ocultar las lágrimas que tuvo que parpadear
para contener.
Maldita sea, dejarla ir, para a continuación, enviar una docena de guardaespaldas
para asegurarse de que ella se sintiera miserable, era cruel.
―¿Por qué no sacarla del hotel? ―preguntó Gypsy, su mirada se movió
rápidamente hacia la furiosa Cassie―. Ellos no pueden seguirla si no saben que se
va.
―Es difícil escapar de seis Casta aparcados en tu culo cada minuto del día
―respondió Ashley con una dolorosa punzada de compasión―. Además, no hay un
bar en un radio de más de ciento cincuenta kilómetros que no tenga al menos un
Casta que reportaría dónde está.
Oh, ellos no conocían la zona, o los bares, también como pensaban.
―¿Qué pasa con los bares clandestinos? ―Seguramente Ashley y Emma
habían estado en unos cuantos de ellos―. Los Casta ahí morirían e irían al infierno
antes de delatarla. Si la atraparan allí, a ellos también. Si incluso hubiera alguno ahí,
lo que es condenadamente raro. Podrían andar a la caza de ella, pero segurísimo
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que no montarían su culo como una manada de ponis tras una hembra muy
apreciada.
Ashley entrecerró los ojos mientras las demás, incluso Sharone, rieron
sorprendidas ante la descripción.
— Me estás tomando el pelo. ¿Ellos tienen de esos aquí?
Gypsy tuvo que reír ahora.
―Al menos una docena, que yo sepa. Vamos, los bares siguen estrictamente
prohibidos excepto a lo largo de las fronteras de la reserva. Es más, no están
permitidos dentro de los límites de la ciudad. ¿De verdad creéis que siempre
queremos hacer ese viaje? ¿Sobre todo esos que viven mucho más lejos de aquí?
Ella podía ver la mente de Ashley trabajando ahora, los engranajes empezando a
moverse, al principio con una vacilación que indicaba que aún podría estar
recuperándose, luego con la fuerza suficiente para poner de nuevo en sus ojos ese
brillo que había perdido.
Tal vez Ashley no había cambiado, pensó Gypsy. Se estaba aburriendo. Y eso
era algo que Gypsy entendía bien, el aburrimiento. Pero también había logrado
atrapar la atención de las otras mujeres.
―Quiero ir. ―Cassie exhaló con repentina excitación―. Sólo una noche, quiero
ser alguien que no sea la Casta loca Cassandra Sinclair.
Cassie quería ser anónima. Eso era algo más que Gypsy podía entender. Sin
embargo, aquí no iba a tener lugar un debate sobre la manera de lograrlo.
De pronto, la mirada de Cassie saltó a la suya, se entrecerró y parecía más
brillante, de color azul cielo, más brillante que el de Rule, pero tan profunda y pura
que era casi hipnótica antes de que la deslizara hacia el lado de Gypsy.
Cassie frunció el ceño, hizo una mueca y negó con la cabeza.
Gypsy miró a su lado, no vio nada excepto a Emma, que había bajado la cabeza
como si estuviera intensamente interesada en la parte superior de la mesa.
―¿Hay algún problema? ―preguntó Gypsy mientras se volvía hacia Cassie,
dejando que la otra mujer leyera sus labios en lugar de escuchar sus palabras sobre
el pulso fuerte de la música.
―Probablemente. ―La otra chica apenas podía ser oída―. Pero todavía no.
Vaaa-le.
Sí, había oído las historias de Cassie, y lo que fuera que viera o escuchara la otra
chica, Gypsy simplemente no lo quería saber.
―Bueno, chicas. ―Levantando su cerveza, terminó el líquido frío rápidamente
antes de colocar la botella en la mesa y darles a todas una mirada divertida―. Mis
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veces. Ella aterrizó contra su pecho riéndose mientras los labios se movieron
directamente a su oído.
―Más tarde.
Las palabras, una clara advertencia que la habría tenido tensándose si él no la
hubiera mecido de un lado a otro una vez más, se rio de ella cuando Gypsy se pegó
contra su pecho, luego echó una mirada por encima del hombro femenino.
Su expresión se congeló. Toda la risa, todo el humor borrados.
Soltándola, retrocedió rápidamente.
Otro brazo la rodeó, la giró hasta que ella estaba mirando hacia los ojos
amenazantes y entrecerrados de Rule.
No parecía feliz y no se veía con ánimos de ser objeto de bromas.
En ese instante, la música cambió desde el fuerte y pulsante latido al que estaba
acostumbrada, a una balada lenta y sensual que cantaba susurrante el anhelo de la
cantante, su pérdida dolorosa y su necesidad.
―No quieres hacer eso ―rugió cuando ella se movió para alejarse de él―. No
aquí. No ahora.
La advertencia en su voz era firme, dominante y pulsó algún botón femenino que
ella no sabía que poseía que la instó a ceder. A obedecerle, sólo por esta vez, por si
acaso él tenía una forma de hacerla cumplir de alguna manera erótica contra la que
no podría luchar.
―No bailo lento ―dijo entre dientes, su cuerpo anhelaba relajarse y derretirse
contra él, incluso mientras luchaba por permanecer rígida e inconmovible―. Bailar
lento contigo implicaría una relación que no existe.
Ella no quería eso. Cambiaría la dinámica de quién era y de la información que
podía obtener en los círculos en los que se movía.
―¿Una relación que no existe? ¿Quién está mintiendo, Gypsy? Porque te
aseguro que yo soy más inteligente que eso y tú también ―le informó en tono de
advertencia mientras se movía contra ella, engatusándola, seduciéndola a compartir
la danza, la intimidad a la que la estaba tentando.
―Estás dando demasiado por sentado ―replicó ella con furia, pero tampoco
estaba luchando contra él.
Ella se quedó sin aliento.
Podía sentir su sangre calentándose, latiendo a través de sus venas, el lado
sensual de su naturaleza debilitándose demasiado rápido.
Lo deseaba. La carne entre sus muslos se puso más caliente, más mojada, su
clítoris palpitaba mientras su sexo se derretía y se volvía cremoso para él.
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―Sólo para hablar. ―El dedo de él se posó sobre sus labios, conteniendo lo que
ella quiso decir, pero no pudo―. Te deseo, lo suficiente para esperar si tengo que
hacerlo. Pero si tengo que esperar, al menos tortúrame por unas horas.
―¿Y eso sería suficiente para ti? ―dijo burlonamente a pesar de la oleada de
excitación que empezaba a calentar su cuerpo.
Dios, ¿cuánto tiempo había pasado desde que se había permitido desear a un
hombre? Si incluso pensaba que se sentía atraída por uno, corría en dirección
contraria lo más rápido posible.
―Es más de lo que tengo de otra manera. ―La seductora aspereza de su voz
acarició sus sentidos mientras se preguntaba por qué no estaba tratando de alejarse
corriendo de él, con tanto ahínco y rápido como fuera posible.
Gypsy respiró lenta y profundamente.
―Te lo prometo, no significa no ―dijo él.
Por un momento, se preguntó si podía leerle la mente, si sabía cosas de ella que
incluso Lo Desconocido no conocía.
Cosas que nadie debería saber.
Lentamente, asintió con la cabeza, sus sentidos estallaron con incredulidad al
darse cuenta de lo que había hecho. Entonces él estaba acariciándole el brazo,
atrapándole la mano en la suya y sacándola de la pista de baile.
Había demasiados ojos observando, se dijo. Tenía que irse sola. No podía irse
con él. Si lo hacía, entonces las reglas cambiarían. Ella ya no sería “amiga” de todos
y sería vista como un posible polvo.
Eso podría destruir su capacidad para hacer el trabajo que había estado
haciendo durante tantos años.
Tenía que parar esto.
Tenía que hacer que la dejara ir.
Así que ¿por qué se estaba moviendo con él en vez de alejarse, permitiéndole
curvar sus dedos con los de ella, sostener posesivamente su mano mientras salían y
se dirigían al estacionamiento?
Su brazo se deslizó a su alrededor, sus dedos se cerraron sobre su cadera
cuando la atrajo más cerca.
―¿Tu coche? ―preguntó él, deteniéndose junto a la puerta.
Gypsy tragó con fuerza.
— Mi coche. Mi apartamento.
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Capítulo 10
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* *
Metiendo el Jeep en el pequeño aparcamiento de su apartamento, Gypsy
estacionó, activó el techo y esperó hasta que quedó asegurado antes de apagar el
motor.
Ella inspiró con fuerza, al tiempo que el olor de su necesidad se intensificaba,
junto con su confusión.
Le deseaba, pero no sabía por qué le deseaba. Por qué estaba ardiendo por él.
Saliendo del vehículo, él se movió hacia el lado del conductor, abrió la puerta y
esperó a que ella saliera del asiento, tragando con fuerza.
―Dentro de dos horas viene un coche a por mí ―le dijo, arqueando los labios en
una sonrisa cuando ella levantó la mirada hacia él―. No te preocupes, cariño, lo que
quiero llevará bastante más de dos horas antes de estar siquiera cerca de terminar.
Esta noche estás completamente a salvo.
Hizo una nota mental para enviar el mensaje para que Dog le recogiera en el
momento apropiado. Tenía la sensación que no debía permitir que ella lo atrapara en
incluso la mentira más pequeña.
―No me imagino lo que te hizo decidir que debías estar aquí ―le dijo ella,
aunque se volvió y guió el camino hacia la escalera que conducía a su
apartamento―. Has destruido totalmente cualquier paz que tenga cuando salgo de
noche. Ahora cada Fulano, Mengano y Casta pensarán que pueden venir a casa
conmigo.
Oh, él no lo creía.
Se aseguraría de que cada Casta que lo considerara conociera los peligros e
informara a Fulano y Mengano que ella ya estaba reclamada.
―No creo que eso vaya a ser el problema que estás imaginando ―le dijo, sin
embargo, mientras ella abría la puerta, sus dedos cerrándose con fuerza sobre la
perilla preparándose a girarla.
Los dedos de él se cerraron sobre los de ella lentamente, deteniéndola.
Gypsy se quedó inmóvil, con la cabeza gacha, respirando con dificultad. El calor
de ella se esparcía desde su espalda al pecho de él, todo su cuerpo anhelaba
sentirla de maneras para las que él sabía que no estaba preparada.
―Te deseo ―le dijo―. Hasta que me duele por la necesidad de ti. Pero no te voy
a obligar, Gypsy. No quiero nada que no sea dado libremente. Nada que no quieras
tanto como yo.
Hizo una pausa durante largos segundos, luchando obviamente contra lo que
sabía que él quería, pero ella también.
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―Te creo. ―Ella finalmente asintió, pero ese toque de temor todavía persistía en
su aroma―. Sin embargo, a veces lo que una persona quiere no siempre es lo mejor
para ella.
Le soltó los dedos, lo que le permitió girar el pomo de la puerta y abrirla antes de
que él entrara en el apartamento por delante de ella de manera cautelosa y con aire
despreocupado.
Sus sentidos registraron todo en menos de un segundo. La genética animal que
bramaba tan fuerte dentro de él estaba más cerca de la superficie esta noche,
incluso antes de que él hubiera dejado el hotel.
El olor de ella impregnaba el apartamento, deslizándose sobre sus sentidos,
como una caricia sensual. Había más aromas sutiles y suaves. Los de su familia, tal
vez amigos. No había olor de sexo o intimidad masculina. Ningún otro hombre había
puesto su marca sobre su territorio, como él tenía la intención de hacer esta noche.
―El interruptor de la luz está a tu izquierda ―le dijo ella, esperando, ahora su
irritación abriéndose paso lentamente en su olor.
Sus labios se arquearon mientras extendía la mano y encendía la luz antes de
arrastrarla al interior.
―Lo siento, es un hábito ―le aseguró―. Es mejor no romper algunos hábitos, no
importa la situación.
Gypsy asintió con la cabeza, entrando en el apartamento y cerrando la puerta
detrás de ella, deteniéndose automáticamente para echar el cerrojo de seguridad,
así como la pesada cadena entre la puerta y el marco.
―He vivido aquí desde que tenía dieciocho años ―le dijo, aunque él juraría que
podía sentir algo que estaba omitiendo mencionar.
―¿Tu hermana aún vive con tus padres? ―le preguntó, siguiéndola desde el
pequeño vestíbulo a la mezcla de cocina y sala de estar.
―En el apartamento de la planta baja. ―Se encogió un poco de hombros―. Se
mudó el año pasado.
El apartamento era grande, abierto y espacioso. Las grandes ventanas
dominaban tres paredes, mientras que la otra sostenía una puerta abierta que
mostraba su dormitorio y una cama grande, pulcra.
Encendió varias lámparas bajas antes de pasar a la cocina.
―Tengo algo de vino ―le dijo, vacilando en la mezcla de barra y encimera que
separaba las dos habitaciones.
―Eso está bien. ―Él asintió con la cabeza. No es que se preocupara mucho por
el vino, pero podía sentir su nerviosismo aumentando mientras la miraba.
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―Bueno, ¡Viva por ti!, cabrón. ―Agarrando la copa en una mano una vez más, la
llevó a sus labios y la terminó, entonces casi rompió el cristal cuando la dejó también
sobre la mesa, pero mucho más fuerte―. Sabía que esto era un error.
Ella se levantó del sofá con una rapidez que no tenía absolutamente ningún
intento de sutileza.
Había jugado con ella en las últimas semanas, dejándola escaparse, dejándola
correr.
Estaba cansado de verla huir.
―Oh, yo no lo creo. ―Él estaba a su lado, con los dedos de una mano sujetando
con grilletes su muñeca mientras ella le devolvía la mirada con sorpresa.
―Estoy cansada de que me intimides.
Él tuvo que reírse de eso. Ante la sola idea.
―¿Intimidarte? ¿O haciendo que la verdad se convierta en un objeto que no
puedes rechazar como rechazas a esos vaqueros cuando intentan algo más que un
baile? No te estoy intimidando, Gypsy, pero tampoco tengo la intención de verte
escapar por más tiempo―le prometió.
* *
¿Él no iba a verla escapar por más tiempo? Lo que iba a hacer era echarlo de
una patada en el culo.
―¿De qué? ¿De ti? ―Sus labios se curvaron en tono de burla―. En realidad,
Rule, ¿crees que eres el único Casta que ha tratado de seducirme sexualmente?
Confía en mí, no lo eres.
―Yo soy el único con quien alguna vez te has ido. ―La sonrisa que se formó en
esos labios condenadamente sexys debería haber sido una advertencia.
En el siguiente segundo se las había arreglado para hacerla girar, empujándola
contra el calor de su pecho y sosteniéndola firmemente contra él.
¿Por qué no estaba peleando contra él?
Conocía algunos movimientos, y los había usado más de una vez para escapar
de agarres que eran más agresivos que éste. Sin embargo, no podía obligarse a
luchar. No quería pelear.
Y eso era mucho más peligroso.
―¿Qué me estás haciendo?
Gypsy no pudo obligarse a darle sentido a nada de esto.
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Esto no era ella. Ella no contaba sus secretos, ninguno de ellos. Si le confiaba a
alguien uno de ellos, entonces se sentiría tentada a confiar más. Y no era tan
estúpida. Sin embargo, quería contarle sus secretos. Necesitaba hablar con él,
necesitaba que él escuchara, que entendiera el porqué de tantas cosas.
―Creo que hemos hablado lo suficiente…
―Vi morir a mi madre. ―Su cabeza se volvió hacia ella, con los ojos tan
brillantes que quemaron.
―¿Qué?
―En esos laboratorios ―le dijo él con voz ronca―. Nunca he hablado de ello
con nadie, incluyendo al hermano obligado a observar conmigo. Teníamos dos
hermanos jóvenes que proteger. Si exteriorizábamos los sentimientos, habrían sido
asesinados al instante. Pero nos vimos obligados a escuchar sus gritos y los gritos
del Casta que amaba mientras eran diseccionados vivos. El recuerdo de esos gritos,
de oír morir a la mujer que luchó cada día de su vida para encontrar una manera de
sacar a sus hijos, sin importar que ellos le fueran impuestos, de esos laboratorios,
atormenta mis pesadillas. Así que deberías despertarte con mis gritos, tal vez
simplemente me despertarás y compartirás tu calor y tu coraje conmigo, como yo lo
haría contigo cuando las pesadillas te alcancen también.
La oferta la hizo añicos.
Sentía que sus labios temblaban mientras se quedaba con la mirada fija en sus
ojos, vio el tormento, la pérdida, el dolor que él sufrió en un modo que sólo lo
fortaleció ante sus propios ojos.
―Te abrazaría a través de esas pesadillas si me lo permitieras, Gypsy. ―Sus
dedos acunaron un lado de su rostro mientras la miraba.
―Si pudiera ―continuó―. Mantendría a rayas las pesadillas para ti.
―Si pudiera, te echaría de mi casa y de mi vida ―susurró dolorosamente,
aferrando sus antebrazos con los dedos, sintiendo los férreos músculos bajo la dura
piel mientras lo miraba―. Yo no te quiero aquí. No quiero que jodas mi mente y
arruines mis planes y mi vida.
―¿Y qué planes he arruinado, pequeña Gypsy? ―le preguntó suavemente,
mirándola con incredulidad mientras le daba un beso suave en los labios―. ¿Tus
planes de existir como la perfecta princesita de hielo? ¿De negarte a ti misma algo
tan básico como esto? ―El dorso de sus dedos acariciaron su mejilla, su cuello,
enviando un hormigueo de placer precipitándose por ella.
―Tú eres la razón por la que Jonas ofreció a mis padres la oportunidad de ese
contrato, ¿no es así? ―le acusó, la forma en que había sido manipulada todavía la
irritaba.
Él sonrió. Una sonrisa presumida y autosatisfecha.
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―Odiaría tener que asistir a las fiestas y reuniones a las que estoy seguro que
me enviarías solo, si pudieras.
Su ceño se convirtió en una mirada asesina.
―Por tu culpa tengo que usar un vestido que había diseñado para otro evento en
este baile. Un baile en el que es condenadamente casi imposible hacerse notar sin
un vestido tan enigmático como único. Tu invitación de último minuto para ese baile
Casta arruinó esos planes.
El vestido no era realmente la objeción que tenía a eso, admitió Gypsy.
Demonios, se lo había admitido a sí misma hacía horas.
―¿Por qué tengo la sensación que se está liberando mucho más que tu ira por
un vestido? ―le preguntó con suavidad y ella lo odió por esa mansedumbre.
Lo odiaba por hacerle querer revelar cosas que él no tenía necesidad de conocer
y por obligarla a asistir a una fiesta a la que no había tenido ninguna intención de
asistir.
―No me gusta ser manipulada ―dijo entre dientes, moviéndose para alejarse de
él, esperando que la soltara.
En lugar de ello, su agarre sólo se hizo más fuerte mientras un destello de
masculina sexualidad dominante centellaba en sus ojos.
―Y yo odio sentirme dolorido, arder de deseo por una mujer que me desea
desesperadamente pero se encuentra demasiado aterrorizada por el pasado para
tomar lo que desea.
La acusación golpeó demasiado cerca de la verdad.
―Entonces, ¿debería acostarme contigo y agradecerte muy educadamente
follarme una vez hayas terminado? ―le preguntó con burlona dulzura―. ¿Crees
que ese maldito contrato te meterá en mi cama, Rule?
Sus labios se curvaron con sólo un toque de diversión.
―Un hombre puede tener esperanzas, pero tengo que admitir que no estaba
apostando por ello.
―Eres un asno arrogante ―lo acusó bruscamente.
Y ella estaba loca. En algún lugar se las había arreglado para perder el sentido
común que poseía.
―Es hora de que te va… ―Ella no tuvo la oportunidad de terminar el resto de la
demanda. Sus labios se acercaron a los de ella con una fuerza poderosa y
dominante que hizo que un gemido sorprendido resbalara de entre ellos. Sus manos
subieron hasta los hombros de él, clavándole las uñas en el tejido de su camisa
mientras se ponía de puntillas, tan desesperada de repente por estar más cerca que
la necesidad estaba estallando a través de sus sentidos.
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Lora Leigh
Rule Breaker
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Podía saborear los caramelos de chocolate y menta que él era conocido por
disfrutar. El sabor de lo dulce lamió su lengua cuando él se abrió paso entre sus
labios y acarició sobre ésta. Eso colmó sus sentidos y le dio una nueva apreciación
del caramelo.
La caricia de sus manos por su espalda hizo que se arqueara acercándose más,
el placer raspando sobre la piel sensible, luego estallando a través de la parte baja
de su espalda mientras se deslizaban por debajo de la blusa.
¿Alguna vez había querido ser tocada de esa manera? ¿Alguna vez había
querido que un hombre acariciara su piel, la arrancara de los límites seguros de su
mundo y la arrojara a una fuerte y caótica tormenta de placer? ¿Alguna vez había
anhelado tener todos sus planes de venganza destruidos por el toque de un solo
hombre?
No lo había hecho, lo sabía. El calor se precipitó por ella cuando las uñas le
arañaron ligeramente su espalda, raspando sobre la piel y haciéndola apretarse más
cerca. Para frotarse contra él cuando sintió la gruesa forma dura como el hierro de
su erección bajo sus pantalones vaqueros.
La silueta de esa carne erecta era grande, demasiado grande, tal vez.
Y juró que podía sentir el calor de la polla completamente erecta a través de sus
pantalones vaqueros y de los de ella cuando Rule se apretó más contra ella.
Un tirón ardiente en su cuero cabelludo tuvo su cabeza inclinada hacia atrás para
él, sus labios se separaron aún más cuando comenzó a tomar besos largos y
profundos de ella. Sorbiendo sus labios, mordisqueándolos, sólo para alejar frotando
el dolor con su lengua demasiado experimentada.
―Quiero saborearte así. ―Él levantó la cabeza, sus labios apenas rozando
sobre los suyos mientras se obligó a abrir los ojos y quedarse mirándolo.
―¿Qué? ―No podía creer que quiso decir…
―Quiero mi lengua entre tus muslos, lamiendo la dulce crema caliente que huelo
que gotea de ti. Quiero atraparla en mis labios, saborearte en mi lengua y luego
lamer entre tus labios internos hasta que esté sepultada en el dulce calor escondido
allí.
Ella jadeó; su vagina se contrajo con tales involuntarios y fuertes espasmos, que
los jugos que se reunidos ahí fueron repentinamente forzados a fluir de ella y
humedecer sus bragas aún más.
―Te gusta eso ―gruñó―. Admítelo, Gypsy. Quieres mis labios ahí.
De repente, su mano estuvo entre sus muslos, acariciando su montículo, sus
dedos presionaban firmemente la tela donde caía su humedad. La palma de su
mano se restregaba contra el clítoris, friccionándolo con movimientos cortos y
eróticos que la tenían conteniendo la respiración.
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Lora Leigh
Rule Breaker
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Era tan bueno. Tan caliente. Ella ni siquiera había fantaseado acerca de un
hombre tocándola de este modo, arrancando tal placer de su cuerpo que, de
repente, se admiró ante el poco control que tenía sobre eso.
―Tu cuerpo me conoce, Gypsy ―le advirtió, sus dientes mordisqueaban sus
labios mientras la instaba a separarlos otra vez para él―. Sabe el placer que puedo
darle, las intensas caricias y el dulce alivio.
Un grito ahogado, apenas sofocado, escapó de sus labios cuando los de él se
desplazaron de los de ella y comenzaron a extender una línea de besos sobre su
mandíbula y su cuello.
Crepitantes arcos de sensaciones se precipitaron por su cuerpo, incendiando
directamente su clítoris y haciéndose eco en su vientre.
Dios, ella no sabía cómo mantenerlo fuera de su cama. Quería rogarle que se
uniera a ella ahora mismo. Suplicarle que hiciera exactamente lo que acababa de
decir que quería hacerle. Que enterrara sus labios entre sus muslos y degustara el
placer que le estaba dando.
―Rule. Oh Dios. ―De repente se soltaron los pequeños botones en la parte
delantera de su blusa casi transparente. Los lados se separaron, dejando al
descubierto la seda y el encaje del sujetador color carne que llevaba, las curvas
plenas de sus pechos se elevaban por encima de las copas.
―Ten piedad ―gimió él, acunando un pecho con una mano mientras sus labios
presionaban contra la pendiente por encima de su compañera―. Sabes a puro
placer.
Su lengua acarició la sensible carne, el ligero y áspero roce provocó que
fragmentos de una creciente necesidad corrieran a través de sus sentidos.
Quería sus labios sobre sus pezones. Ya.
Quería que su boca los devorara.
Los dedos masculinos agarraron la parte superior de encaje, apartándolo
lentamente de la carne firme, raspando el material contra sus pezones
dolorosamente inflamados.
Sobresalían de sus pechos, doloridos y duros como guijarros.
Gypsy tuvo que mirar. No podía evitarlo. Era tan erótico, tan perverso, observar
como sus increíblemente espesas y largas pestañas se elevaban sobre el brillo de
su mirada mientras la observaba mirarlo.
Sus labios se separaron. Su lengua asomó, frotando contra su pezón esa
aspereza que la cubría.
El fuego estalló en la punta.
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Capítulo 11
Dog estaba esperando fuera a Rule, apoyado en el lateral del edificio debajo de
la escalera que conducía al apartamento.
El aroma del placer de Gypsy aún persistía en sus sentidos, esa mezcla
explosiva de hambre y orgasmo recién experimentado había anegado sus sentidos,
robándole casi la capacidad de darse cuenta en el momento en que ese placer se
convirtió en miedo.
Cuando las oleadas de sensaciones se relajaron dentro de ella, en un principio
no había registrado la rigidez de su cuerpo. Le había tomado un largo momento a
Rule reunir su control y alejarse de ella.
Y ahora, casi treinta minutos más tarde, se preguntó si tal vez debería haberse
quedado después que ella le ordenara marcharse.
A medida que Dog se enderezaba de su posición, entrecerró los ojos, miró
rápidamente hacia el apartamento de arriba pensativo, antes de negar con la cabeza
y abrirse camino hacia el Dragoon. Rule se deslizó en el asiento del acompañante,
apoyando el brazo en el marco de la ventanilla mientras miraba pensativo hacia la
oscuridad a la vez que el Coyote retrocedía hacia la calle y se dirigía fuera de la
ciudad.
Volvió a pasarse la lengua por los dientes, sólo para estar seguro. Tenía una
furiosa erección que latía con lujuria, pero ninguna verdadera señal de Calor de
Acoplamiento.
―¿Un cigarro? ―Dog le pasó la cajetilla de delgados cigarros, su tono sólo
ligeramente curioso.
Rule aceptó el cigarro, a continuación, la anticuada caja de cerillas que llevaba el
Coyote.
Inhalando la dulce quemadura del tabaco, Rule dejó que la esencia
especialmente mezclada se filtrara en sus sentidos mientras el Coyote encendía el
suyo.
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Rule sabía por qué. Del mismo modo que sabía que no estaba de humor para
hablar de ello.
―Si no hueles el aroma de Calor de Acoplamiento, entonces no te preocupes por
eso ―le advirtió al otro Casta.
―¿Debo preocuparme si noto el Calor de Acoplamiento? ―preguntó Dog
entonces, aunque el humor en su tono se había reducido drásticamente.
¿Debería otro Casta preocuparse por ello?
— Sólo si quieres morir ―le advirtió Rule.
Una risita susurró a través del vehículo mientras Dog enfilaba hacia el hotel
después de alejarse de la ciudad.
―¿Sabes?, varios científicos Casta teorizan que si un acoplamiento no se
completa, entonces si la parte Casta de la ecuación se apartara de las cercanías del
compañero, es posible que otro Casta pudiera entrar y completar la unión. Sobre
todo si el Casta sustituto tiene una relación de parentesco con el verdadero
compañero.
Rule permaneció callado. Había oído eso; en verdad, Jonas se lo había explicado
con todo lujo de detalle cuando habían temido que el hermano de Rule, Lawe,
negaría el calor entre él y su compañera, Diane Broen.
Lawe siempre había sentido que su compañera no debía ser otra Casta, o una
guerrera de cualquier clase. Siempre había sentido que lo que necesitaba era una
compañera más débil que él. Una que estuviera encantada de estar protegida dentro
de los confines de Santuario mientras Lawe se movía gradualmente hacia un rol
menos peligroso de Enforcer.
En cambio, la compañera de Lawe debería haber sido una Casta. Era una
guerrera que comandaba su propio equipo de hombres y lo hacía con una habilidad
excepcional.
―Es sólo una idea ―dijo entonces Dog.
Rule se volvió lentamente hacia el Coyote entrecerrando los ojos.
―¿Qué es solo una idea? Si no hay olor de Calor de Acoplamiento, entonces no
hay nada de qué preocuparse.
―Cierto ―asintió el Casta.
Además, Lawe ya le había dado su opinión sobre intercambiar compañeras
cuando Rule vio por primera vez a Gypsy, al principio temió que fuera su compañera.
Él tenía su compañera con la que estaba muy satisfecho. Una compañera lo
suficientemente fuerte como para luchar a su lado en lugar de estar encantada de
esconderse detrás de los muros de Santuario, el complejo de los Casta Felinos.
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―Estamos en Estado Beta. Repito, Estado Beta. ―La radio chirrió con los
protocolos de seguridad cuando se produjo la llamada desde la base a través de los
altavoces del vehículo.
Rule extendió la mano y activó el enlace de doble dirección.
―Comandante Rule respondiendo a Estado Beta ―espetó Rule en el enlace
mientras Dog pisaba el acelerador, el Dragoon alcanzó la velocidad máxima en
cuestión de segundos y corrió a través de la noche en dirección al hotel.
―Comandante Breaker, el Director Wyatt solicita que el Protocolo Azul sea
establecido de inmediato. Repito, establecer Protocolo Azul inmediatamente.
Sacó el auricular de comunicaciones que llevaba en todo momento en la
pequeña funda de su cinturón y se lo enganchó en la oreja. Activando el enlace,
esperó el pitido que indicaba el estado seguro antes de identificarse a sí mismo y dar
el código de autorización del día.
―Tenemos Estado Azul. Repito, Estado Azul. Estableced todos los protocolos de
seguridad. El Director Wyatt tiene autorización hasta que yo esté allí.
Liza Johnson y Claire Martínez, estaban de nuevo en peligro. Las dos mujeres
eran demasiado importantes para que los Casta se arriesgaran a perderlas. Eran
demasiado importantes para que Jonas Wyatt ni siquiera considerara permitirles
estar en peligro.
Doce años antes, Liza Johnson y Claire Martínez habían sido Honor Roberts y
Fawn Corrigan, dos estudios experimentales de uno de los proyectos de
investigación más importantes que Investigaciones Brandenmore, una parte muy
bien escondida de los laboratorios del Consejo de Genética, hubiera intentado
nunca. Un proyecto que creó la droga que ahora amenazaba la vida de Amber.
* *
Girando en el estacionamiento de la parte trasera del hotel, Dog detuvo
bruscamente el Dragoon antes de que Rule abriera la puerta y saliera corriendo a
toda velocidad hacia el Enforcer que corría en dirección a él.
―Tuvimos dos equipos de seis hombres abalanzándose sobre la fuerza de
seguridad de Liza y Claire justo después de salir del hotel para el transporte a las
casas seguras. Los refuerzos llegaron a tiempo para garantizar su seguridad, pero
esos bastardos eran buenos, Comandante. Demasiado buenos ―informó Flint
McCain cuando los encontró en la entrada trasera con expresión salvaje―. Liza está
segura con el Enforcer Black y la señorita Martínez está a salvo actualmente en la
suite del director Wyatt. Los Protocolos Azules están en vigor, pero el bloqueo
completo es imposible en este momento.
Simplemente había demasiados huéspedes en el hotel que no eran Castas.
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* *
Gypsy se movía en la oscuridad, metiendo las manos en los bolsillos de su
cazadora vaquera para protegerse del frío del desierto mientras se alejaba de su
Jeep y entraba en el garaje abandonado a la entrada del pueblo.
La llamada había llegado antes de que el vehículo que había llegado a recoger a
Rule hubiera logrado salir del estacionamiento. La voz en el otro extremo de la línea
había solicitado de inmediato una reunión en el garaje.
―Aquí estoy ―dijo, deteniéndose en el centro de la zona de aparcamiento del
garaje en el que había entrado y mirando a su alrededor con curiosidad.
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Capítulo 12
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* *
Escuchando la perdida voz, llena de dolor a través del dispositivo de audio que
Jonas había colocado en su habitación, Rule bajó la cabeza y se frotó el puente de
la nariz en señal de frustración.
Maldita sea, él debería estar allí con ella. Abrazándola.
Detrás de él, Jonas también estaba en silencio y Rule juró que podía sentir las
emanaciones de arrepentimiento del Director.
―Hemos tenido ese maldito micrófono en su habitación durante una semana,
Jonas, ―gruñó, todavía furioso porque había sido colocado allí sin su
conocimiento―. Si ella estuviera reuniéndose con alguien allí, lo sabríamos.
El Director se estaba volviendo más intrigante, pensó. El dispositivo había estado
en el lugar durante dos días antes de que hubiera decidido contárselo a Rule. No es
que Jonas se lo contara todo, pero habría esperado saber esto.
―Todavía recuerdo esa noche ―Jonas suspiró detrás de él―. Ella no lloró. No
creo que alguna vez haya llorado, porque cada vez que está en mi presencia te juro
que puedo sentir esas lágrimas desgarrándola.
No, no lo había hecho. Y Rule lo sintió él mismo, tal como después había sentido
la presión aumentando dentro de ella.
―Entonces deja esta puñetera investigación ―gruñó, empujando la silla hacia
atrás con fuerza mientras se ponía de pie―. Déjala en paz.
Se enfrentó al otro Casta cuando se volvió hacia él, mirando el mercurio plateado
en los ojos de Jonas arremolinarse como nubarrones hirviendo en el horizonte.
―No huelo Calor de Acoplamiento ―dijo Jonas despreocupadamente.
―¿Qué, uno de tus planes no está funcionando bien esta vez, Casamentero?
―acusó furiosamente.
―Mis planes siempre funcionan, Rule, de una manera u otra. Deberías saberlo a
estas alturas. La pregunta aquí es, ¿estoy maquinando? ―señaló Jonas, sin
siquiera una pizca de arrogancia. En vez de eso era pura confianza. Eso era lo que
cabreaba más a sus Enforcers.
―Siempre estás maquinando ―gruñó, caminando hacia el bar para tomar una
copa, demasiado consciente de la presencia silenciosa de su hermano Lawe y su
compañera, Diane.
―Ya basta, Jonas ―dijo Lawe levantando la voz.
Rule le echó a su hermano una mirada de falsa diversión mientras la ira
martillaba en sus sienes.
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Gypsy estaba fuera, a partir de ese mismo instante. Demonios, nunca debería haber
accedido a permitir que ella se metiera en eso, para empezar.
Jonas asintió lentamente.
―Probablemente sea lo mejor. ―Él sorprendió a Rule con el comentario―. Ella
no tiene madera para eso.
―¿Y qué te hace pensar eso? ―Esta vez, sus brazos cruzaron sobre el pecho
con fuerza, la hostilidad surgía a través de él.
Ella era el mejor contacto que tenía Lo Desconocido. El único que nadie había
podido identificar.
―Se niega a usar a sus amigas ―reveló Jonas con un encogimiento de
hombros―. Tanto Rachel y yo, al igual que Ashley y Emma, hemos dejado caer
varios datos particularmente útiles en un intento de asegurarnos si ciertamente ella
era el contacto. Esa información nunca fue utilizada. Los buenos espías entienden el
hecho de que los amigos son sus mejores contactos.
No Gypsy, pensó Rule cansado mientras dejaba caer sus brazos. Sus amigos,
los pocos que reclamaba, eran sagrados para ella. Después de todo, no había tenido
familia desde la noche en que había permanecido en la oscuridad: helada, herida,
anhelando ser abrazada sólo para tener, en vez de eso, a sus padres girados hacia
el hijo que habían perdido.
Nunca habían entendido que pudieron haber perdido a un hijo, pero Gypsy había
perdido, en la esencia misma de su alma, a su padre.
―Déjala ir, Jonas ―repitió, aunque la demanda carecía de la ira de momentos
antes―. Tú la conoces tan bien como yo. Si ella tuviera lo que necesitas, habrías
contado con eso mucho antes de ahora. Demonios, no habrías tenido que venir aquí
para conseguirlo. Ella te habría contactado.
Mercurio plateado. Los ojos de Jonas parecían remolinear con una tormenta
interior mientras miraba fijamente a Rule.
―Ya veremos ―murmuró finalmente―. Ya veremos.
* *
La limusina en la que Gypsy llegó al baile Casta con sus padres era una de las
más espléndida que hubiera visto nunca. La piel era excelente, cada puntada
detallada, el aroma suntuoso.
Era casi, sólo casi suficiente para compensar el hecho de que había tenido muy
poco tiempo para prepararse para este baile. Al menos tenía un vestido, aunque
fuera para otro evento.
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Las delicadas capas de suave gasa, color azul y verde evocaban esmeraldas y
un mar bañado por el sol, mientras se entrecruzaban. Cada capa del tejido estaba
cosida para mezclarse e intercambiar los colores mientras ella se movía, llamando la
atención no sólo sobre la delicadeza de su figura, sino también sobre el propio
vestido.
Sin tirantes, la delicada gasa y el encaje bordado a mano acunaban
perfectamente sus pechos dentro del corpiño en forma de V y revelaban una
tentadora cantidad de escote.
Capas y capas de gasa caían por debajo del corpiño como una cascada de
exquisito tejido mientras la abertura que se extendía por toda la pierna hasta el
muslo provocaba con insinuaciones de piel suave y medias de seda con hebras
color esmeralda, mientras una cola de cuarenta centímetros la seguía. El dobladillo
frontal era de la longitud perfecta para cubrir las puntas de sus zapatos de tacón
verde pálido, pero no lo suficiente como para que tropezara si se olvidaba y dejaba
que la punta de su zapato lo enganchara.
Llevaba el collar de esmeraldas, zafiros y diamantes de su madre, las pequeñas
piedras preciosas relucían contra su piel bañada por el sol, como pequeñas estrellas
brillantes. Colgantes de diamantes y zafiros brillaban en sus orejas, mientras que la
esclava de esmeraldas enfatizaba y llamaba la atención sobre el anillo de zafiro y
diamantes que llevaba en la mano derecha.
La joyería enfatizaba más que recargar el vestido, mientras que su piel
ligeramente bronceada resplandecía a partir de los colores expuestos sobre ésta.
Sus ojos verdes parecían más oscuros, la adición de los colores apagados de su
maquillaje sobre éstos le daba una mirada sensual y misteriosa, mientras que el
lápiz labial de color bronce con brillo atraía la mirada al suave mohín de sus labios.
Su largo cabello negro estaba recogido, los lados sujetos sobre la cabeza con un
peine de diamantes mientras diminutas pinzas de zafiros, esmeraldas y diamantes,
apenas más grandes que la mitad del tamaño de la cabeza de una goma de borrar
de lápiz, estaban sujetas en las ondas.
Greta McQuade llevaba colores muy diferentes a su hija. El vestido de gasa y tul,
color bronce de línea A2 tenía ricos encajes bordados en tonos ambarinos en los
hombros y el corpiño que la cubrían desde los pechos hasta las todavía esbeltas
caderas. Una gasa bronce y ámbar caía por la parte delantera para hacer juego con
los zapatos de tacón de color bronce, mientras que arrastraba una cola corta en la
parte posterior. Pendientes de ámbar en forma de lágrima colgaban de sus orejas,
mientras que una joya de ámbar que hacía juego caía justo para señalar entre la
parte superior de sus pechos y pinzas de ámbar aseguraban las ondas de su pelo
hasta los hombros en un prolijo moño encima de su cabeza.
2 Vestido con talle y busto entallados y a partir de la cintura la falda tiene una caída más amplia.
Parece la figura de una A mayúscula, de ahí el nombre.
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pero Greta no había mostrado la misma desaprobación hacia su hija menor como
había hecho con Gypsy.
―¿Todavía se están viendo? ―le preguntó con curiosidad.
―¿Loki? ―Sus labios se torcieron en el nombre―. Teniendo en cuenta la
historia Navajo, habría pensado que ella sería más sensata.
Afortunadamente, su hermana no era tan fácil de engañar. El hecho de que su
padre la hubiera llamado Kandy Sweet no significaba que ella tratara en modo
alguno de vivir a la altura de ese nombre.
―Señorita McQuade. ―Jonas la sorprendió cuando se volvió hacia ella―. Si te
unes a nosotros, me gustaría presentarte a uno de los mayores activos de los Casta,
Cassa y su marido, Cabal St. Laurents.
―He seguido muchos de sus artículos, señora St. Laurents. ―Gypsy estrechó su
mano, satisfecha por la firmeza de su apretón.
―Gracias. ―Cassa le devolvió la sonrisa mientras enroscaba su brazo sobre el
codo de su marido―. Es agradable ver a Rule asemejándose al compañero florero
que debería ser, en vez de mirando con ceño a los demás compañeros por disfrutar
de la posición.
El Bengala a su lado masculló algo mientras Gypsy refrenaba el ceño que habría
fruncido sus cejas. Estaba segura que no quería que una de esas cámaras la
atrapara frunciendo el ceño.
―Oh. ―Los ojos de Cassa se abrieron como platos―. Lo siento, querida, la
referencia a compañero se me escapó. ― Ella volvió a sonreír a Gypsy, una
agradable y cálida sonrisa―. Más bien me refería a una cita.
Los labios de Gypsy se crisparon. Incluso ella tenía más conocimiento que eso,
pero dejó que pasara la referencia.
―He oído que sus padres han aceptado el contrato que Jonas ofreció por sus
servicios ―comentó entonces Cassa―. Le he estado diciendo desde hace un
tiempo que la asesoría de imagen comienza a nivel individual, pero nunca parecía
demasiado encariñado con la idea.
―Tienes buenas ideas a veces, Cassa ―dijo Jonas arrastrando burlonamente
las palabras―. Es que es muy raro que sean compatibles con la Ley Casta.
La Ley Casta, ella definitivamente estaba al corriente. Eran las leyes que
gobernaban cada proyecto legal, contractual, delictivo o empresarial que implicaba a
algún Casta o socio Casta, incluyendo pero no limitado a, esposas, hijos, hermanos,
padres, amantes o pretendidos cónyuges y cómo el gobierno tenía que tener tratos
con ellos. Más de un siglo de detallados y abominables experimentos respaldados
por grabaciones de algunos de los más viles actos que la humanidad pudiera
cometer habían asegurado que casi todos los gobiernos que habían sido
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―Jonas y Stygian no querían arriesgar su seguridad por una fiesta. ―Él negó
con la cabeza―. Por ahora están a salvo.
―¿Se les permiten visitas? ―Tenía que verlas, para asegurarle a Lo
Desconocido que estaban muy bien y contentas con su seguridad.
Bajó la mirada hacia ella.
―Vosotras tres sois buenas amigas, ¿no? ―dijo en voz baja.
―Me gusta pensar que lo somos ―respondió ella―. Las he echado de menos.
―Lo discutiré con Jonas más tarde ―le prometió y luego hizo las presentaciones
formales a los Alfas.
Callan Lyons y su esposa, Merinus, parecían más relajados y cómodos que Wolfe
y Hope Gunnar, mientras que Dash, Elizabeth y Cassie Sinclair daban la apariencia
de complaciente diversión con la pompa y la ceremonia, con que había insistido el
Consejo Navajo.
Bueno, no el Consejo, había oído ella. Uno de los ayudantes del presidente le
había informado la noche anterior que se trataba de Ray Martínez, quien insistía en
pretender que tenía el mismo porte y presencia que cualquier dignatario extranjero.
Pero de todas formas, Ray siempre se había creído mucho mejor que otros de la
misma clase social que él.
Shay Anderson, asesor presidencial de Raymond Martínez, y un amigo cercano
de Gypsy, había pasado por el apartamento antes que Gypsy saliera, furioso por
algunos de los comentarios del presidente, en lo que a los Casta y a los jefes tribales
concernían. Esos comentarios fastidiaban a Gypsy. Le molestaban, por alguna razón
que no podía identificar.
―Entonces, ¿tengo que compensar a Jonas porque te obligó a usar tu vestido
especial? ―Se acercó más mientras hacía la pregunta con un dejo de risa en la
carrasposa voz.
Gypsy se sonrojó al recordar sus comentarios con respecto al baile y la forma en
que interfería con sus planes para los que había comprado el vestido.
―Te debo una disculpa por eso. ―Ella suspiró mientras él tomaba copas de
champán de un camarero que pasaba―. No quise decir nada ofensivo. Con toda
razón, cada vez que los Casta están presentes, la atención se centra en ellos. Es
precisamente por lo que mis padres han trabajado tan duro, para llamar la atención
hacia su firma de consultoría de imagen…
―Basta ya, cariño. ―La sonrisa que curvaba sus labios era demasiado sexy―.
De acuerdo con la hermana de Callan, Dawn Lawrence, ese era de hecho un
sacrificio que tú estabas haciendo.
Sus ojos se abrieron con horror.
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veces había tratado de masturbarse, de repente el toque de sus propios dedos era
totalmente ineficaz.
Rule la excitaba hasta el punto de que su cuerpo no había dejado de arder desde
el instante en que había puesto los ojos en él dos meses antes.
Acabando el champán, Gypsy dejó la copa vacía en una bandeja cercana,
observando como Rule hablaba con su hermano y Diane.
Diane se volvió a mirarla con un brillo de diversión mientras esperaban.
―Uno de estos días, voy a comprar uno de esos pequeños audífonos tan monos
que amplifican las conversaciones a mi alrededor ―comentó Gypsy, en voz baja,
aunque sabía que Rule podía escuchar cada palabra―. Soy demasiado curiosa.
Diane soltó una risa ligera y baja.
―Uno aprende a esperar pacientemente mientras están juntos.
La frente de Gypsy se levantó dubitativamente. ¿Esperar con paciencia?
―Oh, dudo que vaya a aprender sobre ese fino arte ―comentó―. Es decir, a
menos que sepa que mi curiosidad se aplacará después.
―Siempre existe la oportunidad ―le aseguró Diane mientras su prometido le
hacía un guiño, luego se volvió hacia Gypsy, su expresión llena de cálida
diversión―. Entonces, ¿estás realmente ansiosa por introducir a ese León
particularmente gruñón en sociedad? Creo que yo estaría intimidada.
―Intimidada, no. ¿Segura de que funcionará? ―Gypsy rió―. Tengo el
presentimiento de que él en realidad será el dueño de la Nación Navajo, una vez que
haya terminado. Sin embargo, confía en mí, mis padres los están deseando también
―le aseguró Gypsy―. Papá ha estado intentando obtener la atención del Gabinete
de Gobierno durante años con sus métodos alternativos de imagen y marketing
social.
―Eso es algo que sin duda no perjudicará. Y tengo que decir que ―Diane miró
alrededor del extravagante e iluminado salón de baile―, ser mimado de tal manera
de vez en cuando es bastante agradable.
―Entonces estoy segura de que disfrutarás de la parte social del proceso que
han planeado mamá y papá ―le aseguró Gypsy―. El plan de papá de casaros a ti y
a tu prometido es una de sus mejores ideas. Pensé que lo aprobarías.
Las cejas de Diane se enarcaron.
―¿No debería ser Lawe el que lo aprobara?
Gypsy ladeó la cabeza y miró a la otra mujer con seriedad.
―En la mayoría de los casos, los hombres dejan la organización social a, ya sea,
sus secretarias, amantes o esposas. Nunca he visto y rara vez escuché de un
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hombre que disfrutara asegurándose de que su agenda social estuviera acorde con
la imagen que necesitaba presentar. En la mayoría de los casos, ni son conscientes
ni les importa a que fiesta asistan, en tanto se trate de una oportunidad de negocio.
Son sus mujeres las que saben labrar amistades entre socios de negocios y se
aseguran que aquellas que son conservadas coinciden en general con el estilo de
vida y los intereses que ellos también comparten.
Diane entonces la miró atentamente.
―Y en el caso de Rule, ¿cómo vas a cultivar su imagen sin esposa o amante
para ayudarlo a elegir los amigos y colegas de trabajo que coincidan con la vida que
lleva fuera de la oficina? ¿O la vida que quiere llevar?
―Hay un proceso ―le aseguró Gypsy antes de explicar brevemente el proceso
de observación y evaluación antes que una detallada agenda social fuera propuesta.
―Muy interesante. ―Diane asintió antes de volverse hacia su prometido, que
ahora estaba a su lado.
Él y Rule habían dejado lo que estaban discutiendo una vez que ella y Diane
habían comenzado a charlar sobre la agenda social, los intereses y la renuencia de
algunos hombres para prestar la suficiente atención a los amigos que estaban
desarrollando entre su círculo social. Esos eran los clientes que McQuade Image
Consulting quería.
El hombre de negocios que se había construido a sí mismo desde la nada y lo
había hecho con la precisión exacta y fuerza instintiva, estaría desperdiciando su
dinero a menos que estuviera pensando en cambiar de repente todo su modelo de
negocio.
―Suena como una esposa ―dijo Lawe arrastrando las palabras, sus ojos azules
centellando mientras miraba entre ella y Rule―. ¿Realmente has trabajado con
muchos hombres que necesitan este tipo de ayuda?
―Normalmente, el cliente tiene una esposa o novia con algún conocimiento de
los socios de negocios cuyos objetivos coinciden con los suyos ―le dijo ella―. Es
una oportunidad única poder trabajar con hombres tan exitosos en vuestros campos
como vosotros, que aún no han iniciado la adquisición de los puntos de apoyo que
desean socialmente. Creo que Diane y tú disfrutareis especialmente del programa
que mis padres han planteado.
―¿Y qué pasa con Rule? ―Lawe señaló con la cabeza hacia su silencioso
hermano―. Asociarle con hombres de familia con ideas afines, no será fácil.
―Asociar a Rule con hombres que comparten sus intereses y su vocación será
mucho más fácil de lo que crees ―le aseguró.
―¿Y las mujeres? ―preguntó Diane, elevando las cejas―. Sé que socialmente,
un matrimonio ventajoso normalmente es importante.
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* *
— ¿Y bien? ―exigió Diane cuando la pareja se alejó lo suficiente de ellos para
que no existiera ninguna oportunidad de que Rule pudiera oír su conversación.
A Lawe le gustaba eso de ella. Ella entendía que no era sólo suyo, que era el
hermano de Rule, el amigo de Jonas. Que era un Enforcer, así como un modelo a
seguir para los Casta recién liberados. Nunca hubo celos en ella como a menudo
habían perfumado a las esposas de los varones humanos que había conocido a
través de los años.
Ella fomentaba sus amistades, lo empujaba a tener pasatiempos y muchas veces
lo regañaba por no descansar lo suficiente.
Y estaba retrasando contestarle y él lo sabía.
―Que me aspen si tiene sentido. ―Sacudió la cabeza, cuidando de mantener su
voz baja mientras hablaba.
―¿Qué es lo que no tiene sentido? ―preguntó ella, frunciendo el ceño en
dirección a Rule y Gypsy―. A primera vista, no hay una posibilidad de que se
adapten entre sí. ¿Una alegre compañera de fiesta? ¿Quién sabía que ella era tan
buena desarrollando una imagen social?
―Ella no es su compañera ―declaró Lawe en voz baja, incluso tristemente.
Diane se congeló, luego se volvió hacia él sorprendida.
―¿Estás seguro?
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Capítulo 13
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Él se aseguraría, que esta noche, ella llamara la atención de formas que nunca
había pasado en otras fiestas.
Cuando la música cambió de un vals a una melodía lenta, sensual, la pegó contra
en él, sintiendo como ella curvaba los brazos alrededor de sus hombros y apoyaba
la cabeza contra su pecho. Y Dios, la deseaba. La deseaba hasta arder por ello.
Un fuego natural, se aseguró a sí mismo. Si hubiera sido algo más, ella no habría
sido capaz de ocultarlo a sus sentidos. El Calor de Acoplamiento no ardía dentro de
ella; el deseo simple y puro se hacía más fuerte por el hecho que había estado
escondiendo su propia naturaleza sensual durante tanto tiempo que todo eso ardía
en su interior.
Mientras Gypsy y Diane habían estado charlando, Rule le trasmitió a su hermano
su petición de ver a Claire y Liza. Las dos chicas habían mencionado su deseo de
ver a sus amigos y nombraron a Gypsy en particular. Antes que dejaran la fiesta,
esperaba que Jonas aprobara la solicitud.
Lo aprobara o no, Rule estaba decidido a que Gypsy fuera suya.
Entonces, pronto, él tendría que ponerse firme con la vida nocturna de Gypsy. Era
demasiado peligroso para una amante Casta corretear en la noche sin seguridad, y
en este momento todas las unidades estaban ocupadas protegiendo a Claire y Liza.
Ella lo entendería, se dijo. Ser su amante la convertiría en un objetivo.
Demasiadas fuerzas asumirían que era su compañera, y no se lo podría explicar. La
prohibición de explicar el acoplamiento o el Calor de Acoplamiento a nadie que no
fuera un compañero era algo que se aplicaba estrictamente.
Era una línea delgada que él tendría que pisar.
—Estoy lista para tomar un trago —susurró perezosamente desde donde
descansaba contra él—. ¿Y no dijiste algo sobre un buffet?
—¿Hambrienta, verdad? —Sonrió contra su pelo antes de permitirle apartarse de
él y conducirla al borde del salón de baile.
—No creerías cuanto —le informó, sus ojos verdes le devolvieron la mirada con
deseo abrasador.
Oscura, exótica, su mirada estaba llena de necesidad y el recuerdo de sus dedos
acariciándola hasta el orgasmo.
—Tus padres parecen estar divirtiéndose. —Señaló con la cabeza donde Wolfe y
Hope se unían a Callan y Merinus a la mesa donde los McQuade estaban sentados.
La oportunidad de hablar sobre el dispositivo electrónico que su madre había
intentado introducir en esa reunión hacía más de una semana todavía lo rehuía. Ver
el dolor, la traición que ella experimentaría, sentirla, lo enfurecía.
Y Dios sabía que Gypsy no necesitaba más dolor en lo que concernía a su familia.
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imberbes creaciones que la humanidad suponía había creado. No había una pizca
de crueldad dentro de esta mujer.
Terquedad, sí. Pero nunca podría matar sin pensarlo, a sangre fría, sólo ante la
sospecha de que alguien era una amenaza para el propio grupo.
Mientras la noche avanzaba y la multitud en el salón del buffet disminuía hasta
quedar sólo ellos dos, él estiró la mano a través de la mesa y pasó rozando los
dedos sobre la mano de Gypsy.
—Sube conmigo —dijo, la anticipación lo embargó cuando ella alzó los ojos
rápidamente hacia él, el perfume de su excitación haciéndose más denso.
—Esa no sería una muy buena idea. —Volvió a mirarlo, su relajado disfrute de la
noche fue desvaneciéndose mientras la incertidumbre la llenaba.
—¿Vamos a jugar, Gypsy? —preguntó, con voz tan suave como podía mantenerla
mientras su polla palpitaba como un demonio hambriento de su sabor.
Ella bajó la mirada de nuevo, aunque no soltó su mano.
—Sería una amante pésima para ti, Rule. —Por fin sonrió nerviosa, negando con
la cabeza mientras la levantaba, sus ojos llenos de su creencia en esa declaración.
—Creo que soy el único juez de quien me complacería o no en mi cama, Gypsy
—refutó, en voz baja—. Venga, prueba si doy la talla, luego decide si satisfago lo
que tú necesitas o no.
—¿Y si la talla es incorrecta? —La diversión brillaba en sus ojos—. ¿No será un
poquito demasiado tarde para decidir si he tomado la decisión incorrecta?
—Prometo no besarte y contarlo a los cuatro vientos. —Sus cejas se enarcaron
provocativamente—. Y mucho menos correrme y pregonarlo a todo el mundo.
Ella volvió a ruborizarse. Él no podía esperar a observar ese intrigante rubor
esparcirse desde su cara, a lo largo de su cuello y sobre sus senos cuando el placer
comenzara a embargarla.
Ella respiraba con dificultad, sus senos se elevaban y descendían rápidamente
bajo el corpiño de su bonito vestido mientras intentaba encontrar una forma de
disuadirse de desearlo.
Podía sentir que ella lo estaba haciendo, pensando en todos los motivos de por
qué no debía estar en sus brazos y gritar en su orgasmo.
Se levantó, tiró sin prisas de ella hasta ponerla de pie, ignorando la indecisión en
su rostro cuando la llevaba hacia la salida, y luego la corta distancia hasta los
ascensores.
El corazón de Gypsy latía tan rápido, con tanta fuerza que estaba cerca de
temblar a la par que la excitación se arremolinaba en el aire a su alrededor.
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* *
¿Subía a su cabeza más rápido que el licor?
Gypsy podía sentir cómo la sangre le corría a través del cuerpo, aporreando en su
clítoris, en el sensible tejido de su coño, y se preguntó cómo un beso tendría a una
mujer tan lista, tan caliente y tan ansiosa de follar por el tacto de un hombre.
Ella no deseaba esperar. Deseaba tomarlo aquí y ahora. Deseaba su lengua
contra la suya, empujando entre sus labios y volviéndola aún más delirante con el
placer mientras que sus manos le alzaban la tela del vestido hasta las caderas.
Deseaba que él metiera esa carne dura y pesada que se erguía entre sus muslos en
el tortuoso dolor entre los suyos.
Cuando sus labios se negaron a besarla lo suficientemente duro, lo
suficientemente caliente, sus dedos se metieron como lanzas en su cabello,
aferraron los gruesos mechones e intentaron mantenerlo en el lugar.
Ella necesitaba mucho más de lo que él le estaba dando.
Y eso no tenía sentido.
Era demasiado peligroso.
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Es que acaso ella sabía con exactitud lo que deseaba de él más allá de este
placer, de su tacto, su calor…
La observó mientras ella volvía a acariciarle los hombros, luego levantaba la
mano para pasarla rozando sobre sus labios.
Esta noche no lo había visto disfrutar de los pequeños caramelos duros de menta
y chocolate, pero había saboreado la dulce esencia de ellos en su beso.
Y ansiaba más de eso.
Iba a hacerlo.
El hambre y el miedo la atravesaron como un relámpago, corriendo de lado a lado
mientras una parte de su mente observaba horrorizada, incapaz de creer la lascivia
que él estaba desatando.
Sus dedos encontraron la cremallera de sus pantalones y comenzaron a bajarla,
aflojando la tela sobre la tirante carne de su polla.
No podía creer que estuviera haciendo esto. No podía creer que estuviera tirando
por la borda su oportunidad para la redención, para el perdón… lo estaba tirando a
la basura por este Casta y un placer diferente a cualquier cosa que hubiera
conocido.
—¿Gypsy, cariño, sabes lo qué estás haciendo? —preguntó él mientras los dedos
de ella deslizaban la cremallera por la pesada longitud de carne, tan dura como
hierro, que se elevaba entre sus muslos.
—Te lo dije, no lo he hecho antes —susurró, acariciando con los dedos a lo largo
del pene palpitante y de venas fuertemente marcadas.
Por la ancha y sedosa polla hasta la palpitante punta, luego hasta el saco tenso
debajo. Cada centímetro de él estaba tan duro, caliente y empecinado por su toque.
No podía rodear la sólida anchura con los dedos de una mano, así que se
contentó con acariciarle desde la base a la punta, sintiendo la carne tensarse y
palpitar bajo su toque al mismo tiempo que sentía que todo su cuerpo comenzaba a
arder por su posesión, por ser poseída por él.
Gypsy alzó la cabeza, apoyó los labios contra su pecho y sacó la lengua para
saborearlo. Y ansiaba mucho más.
Retirándose, las palmas de las manos apoyadas contra su pecho mientras ella lo
empujaba.
—Deseo tocarte. —Esa no era su voz, tan baja y haciendo eco de un placer que
lindaba con el dolor.
—Gypsy, cariño —gimió, pero se movió.
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Gypsy no pudo contener el jadeo que se le escapó cuando Rule dirigió sus labios
entre sus pechos, su lengua acariciaba piel de la que no se había dado cuenta que
pudiera ser tan sensible.
Entonces, él se movió más abajo.
Acariciando su cintura, la parte baja de su vientre, esos lentos y devastadores
besos se movieron entre sus muslos. Las palmas anchas presionaron la curva
externa de sus piernas, separándolas más y metiendo los hombros entre ellas
mientras sus labios se trasladaban a los rizos en lo alto de su montículo.
Su mejilla rozó contra la suavidad, su aliento alisó el vello prolijo mientras ella se
arqueaba involuntariamente, sus caderas elevándose por él, sus muslos cayendo
más separados.
El toque de su lengua fue tal conmoción de placer que Gypsy no pudo contener
su grito. Nada debería sentirse tan bien.
Su lengua pasó sobre su raja saturada de jugos, acarició alrededor de su clítoris,
dio ligeros golpecitos y envió desgarradoras y brillantes oleadas de sensación a
través de su cuerpo. Sólo para retroceder, lamer más abajo, provocar y atormentar la
entrada a su vagina.
Puro placer la atravesó como un relámpago, con tanta dureza y rapidez que
Gypsy se encontró levantando el torso de la cama antes de caer. Sus talones se
hundieron en el colchón, sus caderas se alzaron y un grito escapó de ella cuando su
lengua presionó dentro, lamiendo carne que respondió con pulso tras pulso de
impredecible placer y mucho más de la densa esencia de su necesidad.
Parecía no poder recobrar el aliento.
Su cuerpo ardía por la necesidad, su clítoris estaba muy inflamado, desesperado
por el orgasmo…
—Oh Dios, Rule, por favor. —Volvió a arquearse cuando sus labios volvieron a su
clítoris, su lengua lamía un apretado y ardiente círculo alrededor de la pequeña
protuberancia.
Estaba tan cerca. Podía sentir cómo el éxtasis le tendía la mano, atormentándola,
tentándola a caer en las llamas sólo para rehuirla en el último segundo.
Rule se retiró, dio un beso encendido al manojo de nervios torturados antes de
succionarlo en su boca y volver a atormentarla con la proximidad de su orgasmo.
Ella estaba gimoteando por él. Podía oír su voz, rota y suplicante.
Chupándola con fuerza, su lengua rozó contra su clítoris, acariciando, lamiendo y
lamiendo, tensando su vientre, su coño y sus muslos.
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—Tengo que lavarme. —Su voz sonaba rara, demasiado ronca, demasiado seria
—. Te llevaré a casa cuando salga del baño.
Se dio la vuelta y se dirigió con paso impetuoso al cuarto de baño, dando un
portazo detrás de él dos segundos antes de que ella escuchara el sonido de la
ducha.
¿La ducha?
¿Estaba tomando una ducha?
Ella bajó la mirada a su cuerpo, viendo la mancha de sangre en sus muslos que
ensuciaba la sábana entre sus piernas. Estaba resbaladiza por su necesidad de él,
su cuerpo todavía palpitaba con la reminiscencia de su gozo.
¿La llevaría a casa después de lavarse?
¿Por qué? ¿Qué había hecho mal?
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Capítulo 14
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Cerró la ducha, de pie allí, su carne aún estaba caliente, la necesidad de Gypsy
todavía palpitaba a través de su cuerpo como una fiebre que no podía detener.
Pero no sólo la necesidad de follarla.
Deseaba muchísimo más de ella que sólo el increíble placer que había corrido de
prisa a través de sus sentidos.
El Calor de Acoplamiento era todo sobre el sexo. No se trataba de frotarse,
tocarse, ver la risa en los ojos de un amante o sentir su alegría cuando ésta lo
rodeaba.
El Calor de Acoplamiento era debilitante. Tomaba el control de los sentidos y
borraba todo salvo la necesidad por el compañero. Había sentido esa fuerza
devastadora en su gemelo, Lawe, cuando había encontrado a su compañera. La
falta de control de su hermano, la incapacidad de percibir cualquier cosa que lo
rodeara que no fuera Diane.
Y lo había sentido incluso entonces, años antes, confinado en una celda,
demasiado consciente del olor de su madre y del Coyote al que ellos llamaban Elder
en los laboratorios. El olor de su necesidad, de su creciente desesperación había
rondado ese laboratorio de mierda. Los científicos nunca prohibieron a los soldados
Coyote follar a las prisioneras. Pero nunca antes uno de ellos se había acoplado con
una criadora.
Morningstar había dado a luz, literalmente, a una manada, cuatro hijos antes que
su cuerpo se hubiera vuelto estéril de repente.
O lo había sido, antes de Elder.
Antes que su violador Coyote la hubiera acoplado y causado su muerte.
Esa desesperación por poner a ella y a su cría en libertad, por tenerla, sin
importar el coste, había sido la causa de su muerte y la de su compañera.
Rule sabía que no podía permitir que eso le sucediera a cualquier mujer con la
que se acoplara. Si se acoplaba, si se permitiera debilitarse tanto, entonces sería
mucho más fácil quitarle a Gypsy.
Ella no era una luchadora.
No era una Casta.
Era ingeniosa, inteligente. Había espiado para Lo Desconocido durante nueve
años sin ser identificada hasta que Jonas se empeñó en poner a trabajar su cerebro
demasiado listo en descubrir a uno de sus contactos.
Pero no estaba entrenada para sobrevivir.
Y no podía ser su compañera.
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* *
Acurrucándose en la esquina del ascensor, con la cabeza gacha, Gypsy era
demasiado consciente de los tres Castas que estaban de pie silenciosamente al otro
lado del ascensor.
Ellos habían estado avanzando por otro pasillo cuando ella corría hacia el
elevador, sosteniendo su vestido contra sus senos porque había sido incapaz de
cerrar la cremallera por completo. Su madre le había cerrado la cremallera antes, y
Gypsy había sido incapaz de terminar de alzar del tirador en la habitación de Rule.
Había tenido que esperar al ascensor en el pasillo, demasiado consciente de los
Casta dirigiéndose hacia ella, silenciosos, suspicaces como a menudo eran.
Esforzándose por no sollozar su agonía, se mantuvo en pie con la cabeza gacha, la
humillación ardió en ella cuando ellos avanzaron silenciosamente hasta detenerse
delante de ella obligándola a presionar la espalda contra la pared.
No quería que vieran que la cremallera de su vestido no estaba cerrada, pero
cuando las puertas del ascensor se abrieron, ellos retrocedieron y Gypsy supo que
esperarían hasta que el infierno se congelara si ella no daba el primer paso.
Manteniendo la cabeza baja, había hecho justamente eso, trasladarse al rincón
del elevador antes de darse vuelta y contemplar el suelo.
Nadie había hablado.
Ni siquiera sabía si conocía a estos Castas. No podía soportar mirarlos a la cara.
Si conocía a uno de ellos, no sería capaz de contener la humillación y el dolor. Estos
habrían aflorado de sus ojos con tal pena que no habría sido capaz de soportarlo.
—Estamos bajando, señor —escuchó contestar a uno de ellos, al enlace supuso
—. Nos encontraremos con usted en los elevadores oeste, si no le importa.
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Todo el mundo se refería a Rule como Comandante, así que no era él. No es que
a Rule le importara, pensó ella. No había una maldita forma en que a él le importara
si la llevaba o no a su casa.
¿Qué había hecho ella?
¿Cómo había logrado estropearlo?
¿Había alguna regla tácita que ignorara cuando se trataba de los orgasmos?
¿Había hecho algo tan imperdonable para hacer que él se apartara de un salto de
ella antes incluso de terminar de eyacular y corriera a la ducha?
Levantó los dedos a los labios para aquietar la amenaza de temblor. No iba a
llorar allí por él, delante de otros Castas quienes sin duda se lo contarían. Castas
quienes se reirían con él sobre la pequeña humana estúpida que no podía contener
sus emociones.
Eso debía ser la causa.
Cuando su liberación la había azotado, recordó luchar por contener las palabras
que sabía él no querría oír. ¿De alguna manera había sentido cuán profundamente
estaba enamorándose de él sin siquiera decir las palabras?
La vergüenza ardía en su interior, destellaba en sus mejillas y quemaba un
sendero directo a su alma. Y sabía que los Casta en el ascensor podían olerla.
¿Quién más llegaría a saberlo una vez que el ascensor se detuviera en el
vestíbulo?
Dios, esperaba que los periodistas se hubieran ido. No podría soportar ser vista
de esta forma.
El ascensor se detuvo, el sutil ping anunciando el final del trayecto sonó mientras
las puertas se abrían
Salió rauda, atravesando el vestíbulo con lo que esperaba no fuera una prisa
obvia. Si tuviera suerte, mucha, mucha suerte, entonces nadie siquiera la notaría.
* *
No había forma de equivocarse con el olor de un dolor tan agónico, pensó Lawe
cuando él y Diane observaron abrirse las puertas del elevador. Se habían dirigido al
conjunto de ascensores menos de un minuto después que el Enforcer se pusiera en
contacto con él con la solicitud extrañamente formulada de encontrarlo allí.
Él y Diane observaron a Gypsy McQuade salir de las puertas al segundo que
estas se abrieron, sus hombros temblaban mientras sostenía su vestido contra sus
senos y se movía rápidamente hacia la salida del vestíbulo.
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piel debajo de su barbilla, la instó a mirarlo mientras le sonreía con gentileza—. Creo
que los científicos pueden haberlo dejado caer de cabeza demasiadas veces cuando
era un bebé.
Ella no correspondió a su sonrisa.
—Ninguna estupidez —susurró en cambio—. Es sólo un hombre.
—Un Casta —la corrigió, pensando que era un descuido.
Ella negó con la cabeza lentamente, sus ojos aturdidos con la confusión y tal
doloroso daño que hizo que el pecho de Lawe se encogiera.
—No —negó ella, su voz espesándose al tragar—. Él es sólo un hombre.
Cualquier cosa que Rule le hubiera hecho, había cortado tan profundamente en el
alma de su mujer que ahora Lawe realmente temía que repararlo pudiera ser
imposible. No sólo había herido sus sentimientos, pensó él, horrorizado; Rule le
había ocasionado una herida abierta.
Y esto simplemente no era propio de su hermano.
De los dos, Rule había sido el más propenso a abrazar y mimar a sus amantes.
Se reía con ellas, les gastaba bromas más de lo que Lawe jamás había hecho. Él
nunca, jamás, hizo algo que hiriera sus sentimientos cuando decidía seguir su
camino.
—¿Qué ha hecho, Gypsy? —volvió a preguntarle, instándola a confiar en él—.
Quizás, sea lo que sea que haya hecho, no quería herirte tan profundamente como
obviamente lo ha hecho.
—¿Herirme? —Ella levantó bruscamente la cabeza, devolviéndole la mirada con
una sorpresa evidentemente falsa—. No existe herida alguna, Enforcer, te lo
prometo. Incluso se ofreció a llevarme a casa. Simplemente preferí seguir mi propio
camino. Eso es todo.
La flagrante mentira casi hizo que los labios de Lawe se curvaran en otra sonrisa,
una que le aseguraría que había visto a través de ella. Excepto que la candente
agonía que ella exudaba merecía mucho más que incluso un remedo de humor.
Cuando él se la quedó mirando con aire sombrío, los labios de Gypsy
repentinamente comenzaron a temblar antes de que ella alzara los dedos y los
obligara a calmarse.
—Quiero ir a casa —susurró, y ella se sintió tan perdida, tan sola que el corazón
del Casta se rompió por ella, y le recordó vívidamente esa noche, nueve años antes,
cuando Gypsy había susurrado esas mismas palabras.
—Carl —llamó al portero.
—¿Sí, Enforcer Justice? —Carl mantuvo la distancia, aunque también mirara a
Gypsy con preocupación.
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* *
Ella había sido virgen y Rule lo sabía. Él había sido su primer y único amante, ¿y
no se sentía malditamente estúpida?
Usada.
Se sentía usada y desechada.
No deseada.
La humillación de ello la hacía sentirse tan en carne viva, tan puñeteramente
indefensa que no sabía cómo manejarlo.
Él solo se había alejado de un salto de ella y casi le había exigido que se fuera.
¿La llevaría a casa después de lavarse?
Como si lo hubiera dejado sintiéndose sucio.
Su estómago se retorció ante el pensamiento, hundiéndose con tal agonía que se
preguntó si iba a vomitar. No sabía cómo soportaría la aguda y candente
humillación, así como semejante dolor. Sus rodillas se sentían débiles, su estómago
se contraía con las oleadas amargas. Sólo deseaba escapar. Escapar y encontrar
alguna manera de esconderse de esto.
* *
Lawe respingó.
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—¿Te he dicho últimamente cuán dichoso soy por tenerte? —le preguntó, la
adoración se elevó de su interior mientras las lágrimas llenaban los ojos de Diane.
Su endurecida mercenaria tuvo que parpadear para contener su emoción y las
lágrimas que se habrían escapado por su declaración.
—Y yo te amo, compañero —susurró ella—. Con toda mi alma.
¿Y su hermano alejaba a su propia compañera? ¿Echarla lejos y vivir sin ella?
Rodeando a su pequeña guerrera sanguinaria con el brazo, Lawe la hizo entrar en el
ascensor y la llevó a su suite.
Quizás debería haber ido a la habitación de Rule y patearlo en el culo, pero
decidió esperar. Una vez que Lawe estuviera en su cuarto y la tranquilad lo rodeara,
haría lo que había estado haciendo desde que se había dado cuenta que Rule
estaba bloqueando el vínculo gemelo que habían compartido durante tanto tiempo.
Al principio, sólo se había cabreado porque su gemelo lo hubiera abandonado.
Pero una vez que se dio cuenta de por qué Rule lo estaba haciendo, había tenido
más sentido. Mierda, no quería que Rule sintiera el placer que Diane le daba más de
lo que Rule quería sentirlo.
El vínculo todavía estaba allí para cuando lo necesitaran, así que no estaba muy
preocupado por ello. Sobre todo cuando era capaz de deslizarse en ese vínculo sin
que Rule fuera consciente de ello, sólo para asegurarse de que su hermano lo
estaba haciendo bien.
Durante una semana más o menos, se había preocupado. Entonces una noche
Lawe sintió los instintos de Rule caminando de un lado a otro, gruñendo. Notando
que su hermano dormía, Lawe se había desplazado a través de las emociones que
los sentidos animales de su hermano le habían estado enviando, casi como si
estuviera pidiendo consejo.
Lawe había visto a la mujer, había sentido la necesidad del animal por ella, la
negación de su hermano, y había sonreído socarronamente.
Sentido animal a sentido animal, Lawe había vuelto a sentir la emoción de Rule
aceptando esto, sin importar su negación. ¿Pero el animal de su hermano, su
subconsciente, sabía de lo qué Rule huía en realidad?
Los Casta eran mucho más que sólo humanos con algunas características
añadidas. Eran humanos y animales, y no siempre en la misma medida. El rostro
del humano podía saludar cada día, pero muchas veces, Lawe sabía, incluso por
experiencia propia, que era el animal quien estaba consciente mientras dormían,
esperando problemas, cuidándole la espalda al humano.
A veces, en aquellos Casta con una genética más fuerte, era casi como si el
humano y el animal simplemente compartieran un mismo cuerpo. A menudo había
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sentido esto en Rule. A pesar del control de su hermano, sus negativas en sentido
contrario, era frecuente que los sentidos del animal lo guiaran.
¿Y si el hombre había sentido de repente lo que el animal intentaba esconderle?
Sonrió abiertamente ante esto.
Dios, quisiera haber sido una mosca en la pared. Gypsy probablemente creía que
su hermano estaba completamente loco. O lo creería, una vez que hubiera logrado
sobreponerse al dolor.
Y quizá, pensó él, podría haber ayudado, debería haber hecho más. Pero Rule se
había metido en este lío y tendría que salir por si sólo de él. Si era demasiado
obstinado para reconocer que su animal nunca habría aceptado a una compañera
que fuera demasiado débil para ser la mujer que necesitaba, entonces tendría que
sufrir hasta que se diera cuenta de la verdad.
O hasta que Lawe decidiera que había sufrido lo suficiente y se compadeciera de
él.
Esperaría hasta la mañana, decidió Lawe. Entonces decidiría si su hermano
merecía la ayuda.
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Capítulo 15
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No era una parte de él. Instintos animal… el animal que residía apenas bajo su
piel estaba repentinamente furioso. Con él.
Dane se echó a reír.
Un sonido bajo, salvajemente cruel que hizo que el pelo de la nuca de Rule
hormigueara en advertencia.
—Sabes, Rule, he sentido tu marca en esa chica desde que ella no tenía más que
quince años. Cuando estuve junto al ataúd de su hermano, a tan sólo unos cuantos
metros de ella, el aroma del animal que acecha en tu interior la marcaba, incluso
entonces.
—¿Qué clase de puñetero juego estás jugando, Vanderale? —Rule estaba
pegado al rostro del otro Casta antes de que se hubiera dado cuenta que se había
movido.
A la misma altura, fulminó con la mirada al hombre que fácilmente podía acabar
con toda la comunidad Casta si así lo planeaba y no deseaba nada más que
plantarle el puño en su cara.
—¿Jugar? —dijo Dane arrastrando las palabras como si la única amenaza ante la
que estuviera en peligro fuera el aburrimiento—. Ningún juego, Breaker. Aun cuando
fuiste demasiado estúpido para darte cuenta que el animal que vive en tu interior te
estaba manteniendo fuera de aquella caverna la noche en que Jonas y los equipos
de tu hermano la rescataron, eso no significa que los otros que estaban cerca lo
fueran. Incluso tu hermano captó tu aroma esa noche y se dio la vuelta sin poder
encontrarte en ninguna parte en las cercanías. Pero ese animal en tu interior estaba.
Estaba allí, velando por su futura compañera.
Aquella noche.
La noche en que el hermano de Gypsy había muerto y ella estuvo cerca de ser
violada. Jonas y Lawe habían estado en esa caverna con ella. Cada vez que Rule
había intentado unírseles, para estar seguro que nada más era necesario, algo lo
había detenido. Refrenado.
Se había excusado, diciéndose que la chica estaba demasiado traumatizada para
más machos apiñándose a su alrededor. Pero aun así había caminado de un lado a
otro fuera de esa puta caverna…
Había olido su terror. El horror de lo que ella había visto, de lo que le había
sucedido o casi. Había sentido la agonía que había gritado de ella, y había rugido
ante el conocimiento que nada podría aliviarla.
—Ahh, ahora recuerdas, no es así, cachorro —se mofó Dane.
—No la he acoplado —espetó.
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Las glándulas no estaban hinchadas, no estaban muy sensibles, sin embargo, allí
estaba. Un débil sabor de dulce calor que no podía identificar del todo. Una
sensibilidad desconocida.
Negó con la cabeza bruscamente.
¿Qué mierda estaba pasando?
—Él no cree que haya marcado a su compañerita cuando ésta no era más que
una niña —dijo Dane arrastrando las palabras entonces, dirigiendo el comentario a
Jonas.
Rule observó como la mirada de Jonas voló hacia Dane antes de negar con la
cabeza con cautela, advirtiéndole al híbrido que no dijera nada más. No obstante, la
verdad estaba en los ojos del Director, cuando volvieron a encontrarse con los de
Rule.
—No la toqué —espetó Rule mientras se volvía de nuevo hacia Dane—. ¿Por qué
clase de puto monstruo me tomas? ¿Insinúas que toque a una niña de ese modo?
La sorpresa llameó en los gélidos ojos verdes.
—No creo que la hayas acoplado. Dije que la marcaste. Hallaste una manera de
colocar tu olor en ella, y este se adhirió. Tal como la naturaleza lo quiso.
—Joder…
—Le diste a la Enforcer femenina que estuvo allí tu camisa para ponérsela a ella
cuando apartamos a esos Coyotes de su cuerpo. Recogiste su manta y se la diste a
la Enforcer que se la trajo —le interrumpió Jonas—. No miente, Rule. Incluso yo
sentí tu reclamo sobre ella aquella noche.
Rule negó con la cabeza confundido.
—Sólo la vi durante un momento.
Todos se giraron hacia él.
—¿Cuándo? —Fue Lawe quien hizo la pregunta rudamente—. Nunca estuviste en
la caverna aparte de esos primeros momentos.
—Una puta mierda no estuve —rugió Rule en respuesta—. Estuve allí el tiempo
suficiente para que el olor de su dolor fuera un insulto para mis sentidos. Fue mi
arma la que disparó, junto con Jonas, y mató a Grody. Vi lo que iban a hacerle.
¿Creéis que me mantuve fuera de la caverna? ¿Que no soy lo bastante inteligente
para saber cómo dirigir la limpieza y mantener también un ojo sobre lo que estaba
sucediendo?
Había disparado incluso antes de que hubiera procesado lo que estaba pasando.
Ese enorme Coyote había estado entre los muslos de una niña mientras ella
pedía a gritos por su hermano. Esos desgarradores alaridos de rabia y dolor habían
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—No está enojada —Lawe negó con confusión—. Cambiaste algo en ella, Rule.
Tomaste algo de ella, y no sé si podrás arreglarlo.
Liberándose del apretón de su hermano, lanzó un gruñido de descontento antes
de darse la vuelta y moverse más rápidamente que antes hacía el Dragoon. Lawe
estaba equivocado, tenía que estar equivocado. Gypsy le perdonaría, no tendría
opción.
Ella era su compañera.
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Capítulo 16
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—Lo prometiste —replicó ella, su voz era ronca—. Dijiste que nunca me
abandonarías...
—Dije que siempre escucharía mi buzón de voz. Tú no sólo tomaste a un amante,
Susurro. Te aseguraste que no pudiera interferir. No con un compañero Casta —le
informó, su voz era suave, aunque sin piedad—. Los Casta que vienen por ti fueron
enviados por tu amante. Nuestra protección ya no es necesaria.
La línea fue desconectada.
Gypsy no se detuvo a pensar.
En unos segundos su vestido yacía sobre su cama en un montón de exuberante
tela mientras hurgaba al lado de su colchón y sacaba el traje negro de piel con el
que solía escabullirse en la noche cuando no quería ser vista.
Tirando de la resistente tela de los pantalones que se amoldaban a su figura y la
camisa de manga larga, extrajo el bloqueador de aroma de un bolsillo oculto, se lo
metió rápidamente bajo la lengua y esperó el tiempo suficiente para que este surtiera
efecto.
Rezaba para que ellos no estuvieran esperando a que dejara el apartamento y no
la estuvieran vigilando. Si lo estaban, tan bien entrenados como estaban, sus
posibilidades de escapar serían limitadas. Y estaba segura que la estarían vigilando.
¿Era eso por lo qué Rule se había apartado de ella de un salto?
¿Había sentido u olfateado algo que la delató? ¿Ella había logrado dejar su
aroma la noche que buscó en sus habitaciones? Sea lo que fuera que hubiera
hecho, si es que había hecho algo, no había dudas que no cejarían en sus esfuerzos
por llevársela, si en efecto era su compañera.
Había oído rumores sobre el acoplamiento, aunque no desde que Jonas Wyatt y
sus hombres llegaron a Window Rock.
El acoplamiento era para siempre, decían. La necesidad sexual al rojo vivo, deseo
ciego y total lealtad. Ni una sola esposa Casta, amantes o las así llamadas
compañeras habían entregado jamás los secretos de los Casta a nadie ansioso por
ellos.
Todas habían caído fácilmente bajo el hechizo de su respectivo Casta.
Maldita sea, ella no se lo pondría fácil. Saldría pitando de allí y se marcharía
rápido. Nunca había dependido de su contacto o de Lo Desconocido para garantizar
su seguridad. Mark la había enseñado mejor que eso. Él había muerto esperando
ayuda, a la espera de la extracción. Ella siempre había jurado que nunca cometería
el mismo error.
Menos de un minuto después bajaba silenciosamente los estrechos y polvorientos
escalones entre las paredes, un pequeño acceso escondido que su hermano le
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había mostrado en la vieja tienda cuando ella era apenas una adolescente. Esa era
la razón por qué la que había tomado el apartamento de la planta alta, en vez del de
la planta baja. No había ningún acceso a la escalera desde el primer piso. Nada que
la condujera a un pequeño túnel que desembocaba en la misma callecita, donde
vivía la única otra persona que podría ayudarla.
Cullen vivía en una pequeña casa al final de la calle, su protegido patio trasero a
un poco más de tres metros de la salida.
Su contacto le había dicho una vez que si alguna vez estuviera en problemas sin
forma de ponerse en contacto con él o, por cualquier motivo, renuente a contactarle,
Cullen la ayudaría. Además, Cullen era su jefe, y sabía que le caía bien. ¿Con
seguridad él no le volvería la espalda también?
¿Pero era en realidad eso lo qué ella se merecía?
El remoto pensamiento hizo que su respiración trabara en un sollozo.
Nunca había pagado por llevar a su hermano a una trampa, no realmente. No
como ella había esperado. ¿Era esta su penitencia en cambio? ¿Darse cuenta que a
pesar de años de intentar afirmar lealtades, había fallado al nivel más elemental y
estaba tan sola como lo había estado la noche que permaneció en la oscuridad
observando a sus padres rehuirla?
Si este era su castigo, ella lo aceptaría. No podía luchar contra lo que no se podía
cambiar.
Pero Dios, seguro había alguien en quien pudiera confiar.
Conocía a Cullen, y confiaba en él.
En este momento, no tenía otro lugar a donde acudir. Lo Desconocido la
consideraba un riesgo, Rule la había echado. Él no enviaría Castas para protegerla.
Para encerrarla quizás, pero no para protegerla. De alguna manera, debió haberse
traicionado, eso era lo único que pudo haber pasado. No había ningún motivo para
que los Casta rodearan su piso además de detenerla por alguna razón.
No había leído nada en la Ley Casta sobre algún artículo en contra de huir del
Casta gilipollas que no sabía cómo ser un amante.
Trepando en silencio desde el desfiladero sobre el colector de aguas pluviales al
que el túnel conducía, comprobó el área rápidamente antes de dirigirse a la línea de
árboles que rodeaba la casa de adobe de Cullen.
La pequeña casa pasaba inadvertida. Era la casa de un soltero, pero Gypsy sabía
cosas de esa casa que dudaba supiera alguien más. Las cosas que su hermano le
había contado sobre caminos que iban hacia ella o salían de ella y un laberinto de
cuevas escondidas debajo de esta. No tenía duda que Cullen era bien consciente de
ellos también.
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No era la única casa en el pueblo con acceso o túneles ocultos. No era la única
casa con una historia, y su hermano, por alguna razón, se había asegurado que ella
conociera todas aquellas con las que él estuviera familiarizado.
Avanzando lentamente hacia la parte trasera de la casa, mantuvo los ojos en
constante movimiento, observando las sombras que se movían trémulamente,
segura que nadie la estaría acechando allí, pero poco dispuesta a correr el más
mínimo riesgo.
El sudor se acumulaba a lo largo de su cuerpo debajo de la tela absorbente del
traje que llevaba. El inusual calor de verano empapó su piel y el nacimiento de su
cabello mucho más rápido de lo acostumbrado. La tela se sentía irritante contra su
piel, la excitación de Rule le había dejado un ardor en su cuerpo que ahora la
atormentaba. El hecho de que no pudiera ignorarlo la cabreaba muchísimo.
Deseaba odiarlo.
Las lágrimas amenazaban con caer de sus ojos cuando hizo una pausa junto a
uno de los grandes árboles en el borde de la casa. Obligándose a recobrar el aliento
durante un segundo, observó el área con cuidado, buscando con desesperación
alguna señal de Cullen.
O de algún Casta que pudiera haberle seguido.
Nada se movía, salvo una brisa ligera. Nada podía oírse, salvo el escaso tráfico a
varias calles y el festivo cantar de los grillos entre las hojas de los árboles.
Estirando la mano hacia su cadera, sacó el teléfono satelital de su cinturón y lo
activó silenciosamente para llamar a Cullen antes de caerle encima.
—No hay necesidad de llamar. Estoy aquí mismo.
La voz masculina baja y enfadada hizo que se agachara rápidamente y se
moviera al otro lado del árbol mientras su arma dejaba la pistolera.
—Soy Cullen, Gypsy —suspiró.
Saliendo detrás del árbol, lo encaró con cautela, y la embargaron emociones
desiguales, miedo, cólera y desesperación.
—Me están persiguiendo —susurró—. Y alguien a quien he estado ayudando me
ha negado la extracción. Una vez me dijeron que tú me ayudarías… —Pero no si los
mismos Lo Desconocido la rechazaran.
Su voz era muy áspera, las lágrimas que contenía estaban demasiado cerca de
caer. Había sido traicionada por el amante por el cual había renunciado a su
venganza, y por la pequeña secta de guerreros a quienes dedicó su vida durante
nueve años.
¿Qué había que perder?
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—Vamos. —Pasó junto a ella hacia la puerta trasera—. Sabía que terminarías
aquí cuando recibí el informe de esos Castas tomando posiciones alrededor de la
tienda. Haré algo de café y puedes contarme que rayos está pasando.
Dando un tirón al escote de su camisa negra antes de frotarse el hombro y la
irritación que le causaba la tela, lo siguió en silencio hasta que ellos estuvieron a
salvo al otro lado de la puerta. El cuarto en el que entraron estaba a oscuras y era
frío.
Él no encendió ninguna luz, pero era mucho más fácil verlo ahora. Se movió a
través de la cocina en la que habían entrado antes de pararse junto a la cafetera y
encenderla. El sonido del agua caliente cayendo en el filtro así como el olor del café
alcanzaron sus sentidos.
—¿Tomaste un bloqueador de aroma? —le preguntó, dándole aún la espalda.
—Sí —contestó, recorriendo la cocina con curiosidad—. Atravesé los túneles,
pero la entrada a ellos debería ser segura.
En su mayor parte, la casa de Cullen era anodina. Los electrodomésticos
normales estaban allí, pero había poca decoración a excepción de una pequeña
hada de cristal y una daga de quince centímetros con una empuñadura de nácar que
se ubicaba sobre la pequeña encimera de desayuno que separaba la cocina y la
sala a oscuras.
—Es tu apartamento. —Él se encogió de hombros—. Tu aroma lo impregna de
todos modos. Tu fuga debería ser indetectable si alguien entrara en él.
Dándose vuelta hacia él otra vez, frunció el ceño ante el comentario.
—¿Si? ¿Por qué estarían allí si no es para venir tras de mí? Estaban rodeando el
lugar como SWAT o algo por el estilo.
Él gruñó ante eso.
—Estaban allí solo en plan de vigilancia. Confía en mí, si estuvieran allí para
llevarte, no los habrías visto antes de que se encontraran dentro . La amenaza no
proviene de los Casta enviados a cuidarte, la amenaza es el Casta que debería estar
llegando al lugar en el momento en que se dé cuenta que has huido de él. Enviaron
al equipo de seguridad para protegerte hasta que él logre sacar la cabeza de su
culo.
El corazón le saltó en el pecho.
—¿Qué quieres decir con eso?
Escogiendo dos tazas de la alacena, sirvió el café, las recogió y se volvió hacia
ella señalándole con la cabeza la encimera de desayuno.
—Toma asiento. Tenemos que hablar.
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admiraba enormemente por eso. Del mismo modo que siempre he sospechado que
tú también lo eras.
Bien, él no sabía de la misa ni la mitad.
Al menos, según él.
—¿No eres parte de ese grupo, entonces? —Ella se lo había preguntado y
esperado que él formara parte de éste, sólo por su propia seguridad.
—No hagas preguntas. —Su voz se endureció, como lo hizo su mirada—. Sólo
desperdiciarás nuestro tiempo, y no tenemos mucho antes de que ese Casta de
quien huyes te encuentre.
—Tomé el bloqueador de aromas. —Su cabeza estaba negando antes que
pudiera detenerla.
—Hay casos en que el bloqueador de aromas no funciona —le informó, su voz
seguía siendo tan dura como la piedra, la mirada gélida—. Más bien dudo que
funcione ahora. Cualquier Casta que se encuentre a medio kilómetro de este lugar
sabrá que una compañera Casta está en las cercanías una vez que perciba el olor
del Calor de Acoplamiento que estoy seguro exudas en estos momentos. A lo más,
podemos tener una hora antes de que él llegue, simplemente porque debería tomar
ese tiempo antes que un equipo pase por aquí. Si es que tenemos suerte.
Si tenían suerte.
La picazón a lo largo de su piel se hacía peor, aumentado con el tiempo que
pasaba sentada allí. La excitación que Rule había dejado ardiendo en su interior
todavía estaba allí, pero también era peor de lo que había sido antes que dejara su
apartamento.
Ella había leído sobre esos síntomas en el pasado, en la prensa amarilla y en los
cotilleos de los pasquines que hablaban historias escandalosas sobre el “Calor de
Acoplamiento Casta”.
—¿Qué está pasado? Se supone que el Calor de Acoplamiento es un rumor, nada
más. —¿Eso podía ser lo que estaba sucediendo en su interior? Podía sentir una
diferencia en su cuerpo que no tenía sentido, en la excitación y la necesidad física
de él. Pero no se suponía que fuera real…
Podía no tener mucha experiencia con la excitación o el sexo, pero hasta ella
sabía que su excitación no debería aumentar dolorosamente sin un motivo. Y había
dejado su motivo en la ducha después de que él se alejara de un salto de ella como
si le diera náuseas.
—¿Existen otros casos en el que el bloqueador no funcione? Busqué en su suite
hace unas semanas; ¿de alguna manera podría haberse enterado que estuve en
sus habitaciones? —indagó ella cuando él no le contestó. No había una oportunidad
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de que Rule se hubiera enterado de que ella trabajaba para Lo Desconocido, pero
podía haber sabido por otros medios que estuvo en sus cuartos.
—Dudo que tenga la menor idea. —Ese destello de curiosa diversión—. Si lo
tuviera, con seguridad no te habría llevado a su cama. En cambio, te habría acusado
por crímenes contra la Ley Casta. —Echó una rápida mirada al reloj—. Creo que
ahora tienes, quizás, cuarenta y cinco minutos.
No la estaba ayudando.
—Entonces, si estamos cortos de tiempo, tal vez deberías decirme, si es que soy
su especial y perfecta compañera —se mofó—, ¿por qué estoy aquí? ¿Por qué me
buscaría cuando fue él quien me rechazó? —Su aliento se trabó involuntariamente
cuando el dolor le tendió una emboscada, espesando su voz, empujando sus
lágrimas más cerca a la superficie—. ¿Cómo lo estropeé, Cullen?
La sorpresa se registró en su cara mientras la compasión llenaba su mirada.
—Siempre estás tan segura que eres tú quien lo estropea —dijo en voz baja—.
No has hecho nada incorrecto, Gypsy. Tal vez finalmente te diste cuenta que hay
más en la vida que la venganza cuando dormiste con tu Casta.
Si lo hizo, entonces había averiguado muy rápidamente cuan equivocada estaba,
¿verdad?
Se frotó los brazos nerviosamente, la sensibilidad se incrementaba mientras
sentía que la cautela se elevaba en su interior. Y quizás hasta una pizca de miedo.
—¿Cómo sabes…? —guardó silencio cuando su expresión se oscureció de
inmediato.
—¿Qué eres su compañera? —la interrumpió—. Lo sé porque de la nada tienes
dos equipos de Castas Enforcers que Jonas Wyatt no puede permitirse poner a
vigilar a una chica sin importancia y confía en mí, niña, el Comandante Breaker no
estará muy lejos. Y lo sé porque varios Castas con los que estoy en contacto me lo
han informado ni bien percibieron el olor de él cuando pasaste de prisa a su lado en
el momento en que abandonabas el hotel.
—¿Por qué? —gritó ella su negación, la ira, colmada de dolor, que ardía en su
interior prendiendo fuego a sus emociones—. ¿Por qué diablos vendría tras de mí?
No me quiso, Cullen.
—Eres su compañera. —Se inclinó hacia adelante con atención—. Puede estar
conmocionado o sorprendido. A mi entender, la mayoría de los Casta machos no
manejan la fase inicial del acoplamiento mejor que sus compañeras humanas, pero
no llevara mucho tiempo hasta que el territorial y malditamente posesivo animal de
su interior lo convenza de que no existe la posibilidad de dejarte ir.
Su compañera. Eso no podía ser posible. Las historias eran retorcidas, muchas
insinuaban depravación, actos sexuales que Gypsy apenas podía creer.
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dos tenga la certeza. Podría ser más peligroso de lo que crees. —El borde frío y
severo de su voz hizo que ella lo observara con atención.
—Sí, voy a publicar un aviso con eso. —Ella lo miró fieramente.
Él resopló ante el comentario.
—Los Casta tienen un modo de convencer a sus compañeras para que confíen en
todo sobre ellos. Para que confíen en su capacidad para mantener sus secretos.
Pero tú confía en mí, Jonas tiene un modo de entender todo esto y usar a todos para
sus propios fines. Quienquiera que esté detrás de la protección de los Casta aquí en
la nación, yo no querría joderlos. Tienen un modo brutal de hacer las cosas.
Le habían cortado la lengua al informante que ayudó a los Coyotes a identificar a
su hermano. Sus padres recibieron la carta que habían dejado guardada dentro del
bolsillo izquierdo del hombre muerto.
Nosotros, aquellos de quienes no se habla, hemos tomado retribución por la
muerte de su hijo, por el dolor que embarga a su hija y la pérdida que su familia
sufre en estos momentos. Sepan que el trabajo de Mark, su dedicación y
compromiso hacia con nuestra gente nunca serán olvidados, ni su familia. Duerman
tranquilos cuando caiga la noche y sepan que somos nosotros los que ahora hacen
guardia sobre sus seres queridos para que el mal nunca vuelva a quitarles a
aquellos a los que más aman.
Pero nada podía traer de vuelta a Mark, nada podía borrar su participación en
esto el hecho es que había vuelto a traicionar a su familia cuando tiró todo por la
borda por un Casta que la rechazó hasta el punto de alejarse de ella de un salto y
correr a la ducha.
—Juré que no le diría a nadie nada cuando comencé a trabajar con ellos. No es
que sepa algo que decirle a alguien —dijo entre dientes con furia—. Pero, aunque lo
supiera, definitivamente no se lo diría a Rule Breaker.
No tenía intenciones de volver a hablarle a ese bastardo, y mucho menos contarle
tanto como una sola de sus sospechas.
Él volvió a mirar el reloj y alzó la vista en ella.
—Te rastreará hasta aquí, Gypsy. Pronto. Los Casta nunca dejan que sus
compañeras permanezcan sin protección.
—¿Qué hago? —Su corazón comenzó a latir aceleradamente por el temor.
No podía enfrentarse a él de nuevo. No tan pronto.
—Esto es lo que sugiero que hagas. —Él se inclinó hacia adelante sólidamente—.
Sal de aquí sigilosamente y vuelve a tu apartamento. Si él ve ese trajecito nocturno
que llevas puesto o se da cuenta que has tomado un bloqueador de aroma,
entonces estás frita, niña. Sabrá que tú eres la espía que busca. Ten. —Metió la
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Capítulo 17
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Capítulo 18
Demasiada energía.
La sobrecargaba por dentro. Arrasaba con cualquier idea de controlar la
necesidad de moverse, ondularse en sensual abandono. Su cuerpo era una masa de
estímulos eléctricos sin ningún lugar donde descargarse.
Y la estaba volviendo loca.
El club clandestino, Caine’s, era un caos de country, pop y rock, donde el dirty
dancing era casi un requisito y las cosas que sucedían en las esquinas de las salas
no se atrevían a ser mencionadas en una reunión social. Era un club al que iba raras
veces. Pero esta noche, el grupo Coyote se dirigía allí. Un grupo que prometía tener
la clave a la ansiada información.
Un año atrás escuchó por casualidad a un soldado coyote hablando de un
laboratorio en el oeste de Estados Unidos y dio a entender que todavía estaba
operativo, meticulosamente escondido, bien provisto de fondos y aun
experimentando tanto con Castas como humanos. Se rumoreaba que los soldados
que ahora irían al club estaban en el turno de descanso antes de dirigirse a otra
misión.
Esta era la información que su contacto había intentado darle la semana anterior
cuando se había visto obligado a abortar el intercambio de información. Podría haber
tenido un avance. Podría haber evitado el error cometido al ir a la cama de Rule,
tener los planes listos y las preguntas preparadas que sacarían la información que
necesitaba.
Ahora, estaba trabajando sin planes, sin respaldo y sin el cuidadoso control con el
que contaba siempre para asegurar que los suspicaces y sensibles de olfato
Coyotes jamás se dieran cuenta del hecho de que cada pregunta, cada sonrisa,
cada comentario insinuante no era más que un engaño premeditado.
Sin embargo, hasta que llegara su tan deseado equipo Coyote, iba a bailar.
Con los ojos entornados mientras Ashley, Emma y Sharone bailaban con ella,
Gypsy bebía a sorbos la cerveza que se llevó a la pista y luchaba por contener las
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lágrimas. Había estado luchando por contener las lágrimas desde su salida de ese
maldito hotel la noche anterior.
—Hola. —Se giró rápidamente hacia Ashley en vez de permitirse derramar una
sola lágrima—. ¿Cassie no pudo venir contigo?
Con la mirada vacía del entusiasmo chispeante que tuvo una vez, Ashley todavía
logró ofrecerle una leve sonrisa.
—Jonas la tiene encerrada bajo llave por alguna razón —le gritó en respuesta por
encima de la música, el deje ruso en su voz le daba una inflexión burlona.
—Vamos a rescatarla —sugirió Gypsy, ignorando el horror divertido y burlón que
titiló en la mirada de la Coyote mientras su hermana se la quedaba mirando con puro
terror.
—No le tocamos los huevos a Wyatt, Gypsy. —Emma negó con la cabeza, el
oscuro cabello a la altura del hombro caía con soltura en torno a su rostro mientras
el acento ruso también se metía a hurtadillas en su voz—. Es aterrador.
Gypsy resopló ante la descripción.
—Él no nos puede matar.
—Puede hacer desearnos estar muertas una vez termine de contarle al Alfa todos
nuestros sucios secretitos —le informó Ashley inclinándose para acercarse con una
mirada decidida—. No vamos a dejar que el Alfa sepa todos nuestros sucios
secretitos.
Andaban de puntillas alrededor de su Alfa como otro lo haría con un animal
rabioso.
—No puedo creer lo asustadas que estáis las tres de vuestro Alfa —se rio de
ellas.
—Dos —la informó Sharone—. Estas dos —señaló a Ashley y a Emma—, están
aterrorizadas de su Alfa porque saben perfectamente que él tendría pesadillas
durante semanas si supiera lo que están haciendo. Y se aseguraría que no lo
hicieran más.
—Sharone es la buena soldadito Coyote —sonrió Ashley con superioridad, un
atisbo de su antiguo yo en la repentina chispa de júbilo en su mirada—. Jamás se
mete en problemas.
Sharone simplemente puso los ojos en blanco, pero Gypsy pudo ver la
preocupación en la mirada de la otra mujer mientras dejaba vagar sus ojos por la
sala.
Ella podría ser una conservadora extremista, como Ashley y Emma la llamaban,
pero era intuitiva, cauta y se rumoreaba que era una asesina fría como el hielo cuya
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falta de emoción, eficiencia y atención al detalle era casi incomparable entre las
Castas hembras.
A pesar del duro y rápido ritmo de la música, el compás azotador y la
transpiración que brotaba de su cuerpo y humedecía la negra camisola de tiras que
llevaba, Gypsy todavía ardía por dentro. Podía notar la humedad acumulándose en
su piel desnuda, corriendo en pequeños riachuelos por doquier. Era una caricia que
la estaba volviendo loca, que la hacía morirse por el toque de Rule.
Ese dolor se estaba haciendo más intenso y caliente. Se movía con la música y
se encontró dejándose llevar, recordando sus caricias. Los labios en su garganta, la
necesidad de sentir sus dientes arañándole la piel.
Cuando los labios le habían acariciado el hombro, había esperado. Dolorida.
Necesitada por sentir allí sus dientes.
Su contacto era una adicción.
Ahora lo estaba viendo.
Lo que ellos llamaban Calor de Acoplamiento era una droga compulsiva y
abrumadora. Una pizca. Un beso y ella se había convertido en algo, en alguien que
no era.
No era una amante. Lo había sabido desde el día en que le habían dicho que no
podía tener uno y todavía vengar el asesinato de su hermano.
Meciendo las caderas, moviendo el cuerpo con sensualidad mientras la lánguida
necesidad ardía incluso más caliente en su interior, Gypsy se recriminó por la
decisión de esa noche.
Se había entregado a él, se lo había dado todo, solo para descubrir que todo era
demasiado o insuficiente.
—Debemos irnos. —La sugerencia de Ashley le hizo abrir los ojos mientras
levantaba la cerveza hacia sus labios y la sorbía perezosamente, barriendo el club
con la mirada.
—¿Por qué? —Los Coyotes todavía no estaban allí. Todavía tenía que conseguir
información.
Si Lo Desconocido no la quería, entonces ella conocía muchos, muchos grupos
aún involucrados en buscar afanosamente los laboratorios secretos que sí la
querrían.
Mierda, Jonas la querría.
Sencillamente podría trabajar para él.
El pensamiento casi fue divertido.
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Esta ansia.
La atravesó como una lanza, haciendo tiras cualquier mentira que se hubiera
dicho y negándose a permitirle esconderse del hambre que día a día se fortalecía en
su interior.
—No… —Su gemido fue débil, la protesta teñida con la confusión que la había
mantenido desequilibrada desde la primera noche que lo vio.
Apoyando la frente contra la suya él se la quedó mirando, los ojos azules parecían
más brillantes que antes, puntitos negros parecían titilar en el fondo azul claro.
—Escapaste de mí. —Mostrando los colmillos, apretó una mano en su melena y
con la otra le acunó la mandíbula para mantenerle la cabeza subida hacia él—. No
deberías haber huido, Gypsy.
—No deberías haberme tratado como una puta —le soltó en respuesta, la ira que
había florecido en su interior durante las últimas horas estalló con la misma
brusquedad con la que habían estallado la excitación y el hambre.
—¿Y piensas que es así como te trato? —Le frunció el ceño con la mirada
destellando ira.
Se liberó de un tirón, era furiosamente consciente de que eso fue solo porque él
se lo permitió.
Agarró la maneta de la puerta y tiró de ésta, intentando escapar de él con la
misma desesperación con la que Rule anteriormente solía escapar del cuerpo de
ella.
Pero la puerta no se abrió.
Al contrario, el Dragoon salió a toda marcha del parking, la velocidad y la potencia
del vehículo le aseguró que no habría fuga hasta que él lo permitiera.
—El seguro de las puertas está puesto hasta que yo lo suelte. Uno de mis
Enforcers llevará tu moto al hotel. Tú y yo vamos a hablar —le gruñó con ambas
manos en el volante mientras miraba furiosamente a la noche detrás de lo último en
parabrisas.
Hologramas digitales iluminaban el cristal. Velocidad, ubicación, temperatura
exterior, GPS y rastreo por satélite iluminaban sutilmente el cristal, dándole cualquier
información que pudiera necesitar de la zona colindante mientras giraban hacia la
carretera principal adentrándose en la noche.
—¿Y de qué crees tenemos que hablar? —le preguntó entonces Gypsy, su voz un
desdén burlón mientras se cruzaba los brazos en el pecho y se giraba hacia él
lentamente—. ¿Del señor Rarito que decidió asegurarse que saliera corriendo del
bar directamente a tus brazos? ¿O sobre por qué tú ni siquiera soportas eyacular
cuando tienes sexo conmigo?
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O, podrían discutir lo que le hacía pensar que ella era su maldita compañera.
Aunque confesar tal conocimiento, revelaría el hecho de que ella tenía fuentes
que no debería.
Fuentes que una chica fiestera no tendría.
—Indudablemente podríamos discutir sobre tu percepción de mis acciones. —El
ronco sonido del gruñido retumbando en su pecho hizo que un escalofrío le bajara
por la columna—. Y sea quién coño sea el señor Rarito…
—¿Dos metros de alto, gélidos ojos verdes y cabello negro por el que una mujer
mataría?
Inexpresivo, ni tan solo un leve gesto le cruzó el rostro.
—Rhyzan Brannigan —dijo por fin—. ¿Qué coño estaba haciendo allí?
—¿Me lo preguntas a mí? —La voz teñida de incredulidad mientras se lo quedaba
mirando asombrada—. Perdóname, Breaker, pero yo fui la primera en preguntar
quién coño era. Ni siquiera puedo ocuparme de mis puñeteros asuntos sin un Casta
exigiendo meter las narices en ellos.
* *
El engaño.
A diferencia de otras mentiras, el engaño de Gypsy no estaba teñido del olor a
sangre o putrefacción, pero de todas formas podía oler la mentira. Y como el resto
de ella, sencillamente lo intrigaba. Era la mujer más complicada, terca e intrigante
que hubiera conocido.
Pero en ese momento, el engaño, el por qué y su paradero tras huir de él se
reducía a una sola cosa.
El contacto con Lo Desconocido.
Y sin lugar a dudas ese Rhyzan Brannigan había logrado al final olfatearla. El
nuevo asistente del Director de la Oficina de Asuntos Castas había dicho que lo
haría. Rule había estado seguro que podría evitarlo.
—¿Por qué me miras así? —Entrecerrando los ojos sobre él, se lo quedó mirando
con toda la ira de una mujer despechada.
No solo era su pequeña espía despiadada, si no también despreciada, al menos
según su opinión.
—Rhyzan Brannigan es la elección preferida como asistente del director de la
Oficina de Asuntos Castas —le contó, ofreciéndole un jugoso bocado de información
que nadie más sabía—. Jonas está preparándose para informar al Gabinete de
Gobierno Casta de su elección una vez haya acabado en Window Rock. También es
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uno de los mejores detectives de la Oficina. La única razón para que hubiera estado
en ese bar habría sido identificar al espía de un grupo secreto de Guerreros Navajos
llamados Lo Desconocido. Ellos la llaman Susurro.
Ella no cambió de expresión.
—¿Y eso exactamente qué tiene que ver conmigo? —Lo dijo en voz baja,
ofendida, furiosa, su tono casi le hizo arquear los labios en una sonrisa.
Era buena.
La madre que la parió, era muy pero que muy buena, y muy pero que muy
culpable.
—Nada —le aseguró—. Pero seguramente estaba allí por eso. Será el segundo al
mando de Jonas si le aceptan el puesto los del Gabinete de Gobierno. Identificar a
Susurro era su última misión antes de aceptar el puesto una vez se formalice la
aprobación.
—Da igual —soltó, la ira todavía ardiendo en su tono al igual que el engaño ardía
en su olor—. Todavía te las arreglas para soslayar el tema original con toda la gracia
de un toro lisiado en una tienda de porcelana china. Por qué no me cuentas como he
logrado darte asco hasta el punto que has tenido que ducharte, y sacarte la mierda
de encima.
Cuando ella giró el rostro hacia el frente, el olor de la mentira empezó a
desaparecer bajo el…
Dolor.
Dios, le había hecho daño, y se cortaría el brazo antes de hacerlo
deliberadamente.
No… ¿se culpaba a sí misma? ¿En serio creía que de algún modo le provocaba
náuseas? Mierda, Lawe debería haber pateado su culo cuando tuvo la oportunidad
de dejar que eso sucediera.
—Tú no tuviste la culpa de lo que sucedió en esa cama, Gypsy —le expuso, lleno
de asco consigo mismo ante el azote de humillación que de pronto la rodeó.
¿Qué había hecho?
Su burda ignorancia le había partido el alma de un modo que él jamás habría
permitido si no se hubiera negado a aceptar lo que la bestia interna evidentemente
había sabido durante años.
—¿En serio? ¿Así que no fue por mi cuerpo que saltaste y corriste hacia la ducha
como si estuvieras sucio? ¿No? —El arrastrar de palabras bajo y burlón
acompañado por la vergüenza, el dolor y la desconfianza que azotaban el aire en
torno a ella casi le hizo respingar.
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El autocontrol fue todo lo que evitó esa reacción mientras aferraba el volante con
las manos. Apretando los dientes por el asco de sí mismo que podía notar creciendo
en su interior, Rule se esforzó en recordar que podía arreglarse. Sus besos habían
estado impregnados con la hormona del acoplamiento; incluso ahora le llenaba las
glándulas a los lados de la lengua, esperando derramarse en ella una vez más
cuando sus labios se encontraran.
Tendría que perdonarle. Eran compañeros. Los compañeros no se separaban, al
menos no mucho tiempo, y eso solo había ocurrido una vez. Además, la separación
había sido entre un Coyote y su compañera, no entre un León y su compañera.
—Las razones del por qué son complicadas —se obligó a decir a pesar de su
incomodidad.
Se merecía la incomodidad, se dijo a sí mismo. Lo que sentía su compañera era
muchísimo peor.
—Odio esa palabra. —El estudiado desinterés en su tono hizo que echara un
vistazo a su expresión mientras apretaba los labios.
Este no era el lugar para discutir sobre lo sucedido. No era el lugar para recordar
lo que había sucedido. Esos recuerdos estaban impregnados de tal agonía, de
tantas pesadillas que a veces se preguntaba si alguna vez se vería libre de ellas.
—Yo también odio esa palabra —le aseguró, haciendo una mueca ante el tenso y
ronco sonido de su voz—. Sin embargo, es la verdad. Esperemos que una vez
lleguemos…
Una luz roja apareció en el parabrisas antes de que él pudiera decir nada más. Un
instante después, dos más se unieron mientras él tocaba con el pulgar el enlace con
el Control.
—Control, identifica a los buggies a siete kilómetros y medio detrás de mí —pidió.
—Imposible establecer la conexión con el Control —anunció el ordenador.
—Ordenador, activa el enlace por satélite —ordenó Rule mientras cambiaba al
Dragoon a máxima velocidad, tratando sin cuidado el acelerador.
—Enlace por satélite saturado —informó la voz computarizada—. Tiene a tres
vehículos aproximándose a gran velocidad. Todos los transpondedores están
desactivados o no responden. Activando protocolos de ocultamiento.
Se apagaron las luces. Las luces del tablero, los faros y las de posición se
apagaron mientras las ventanas se oscurecían más aún para ocultar el brillo de la
débil iluminación de los hologramas en el parabrisas.
—Ordenador, activa Alfa. Navajo. California. Siete. Seis. Nueve.
El ordenador repitió el código.
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Lora Leigh
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* *
Tenía que ver las carreteras secundarias. Si no había ningún dispositivo de radar
o GPS, entonces quienes los perseguían, si los buscaban a Rule o a ella, contaban
con que permanecerían en la carretera principal.
—Todas las rutas, trazadas en un mapa o no, mostradas.
Entrecerró los ojos en el laberinto de líneas que de pronto cubrieron de rayas el
holograma.
—Ordenador, muestra solo las rutas que se dirijan al Hotel Navajo Suites. Cada
ruta iluminada con un color distinto.
—Todas las rutas que se dirigen al Hotel Navajo Suites mostradas e iluminadas
según petición.
Gypsy asintió ante la nueva muestra.
Verificando los puntos rojos todavía bastante lejos de ellos para asegurarse que
no podían ver el vehículo físicamente, Gypsy volvió a echar un vistazo al mapa.
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Lora Leigh
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—Solo dile al ordenador lo que necesitas —le dijo Rule en voz baja mientras ella
usaba el dedo para seguir una ruta en concreto.
Dando al ordenador varias rutas de desvío, muchas que no estaban en ningún
mapa excepto en los sistemas de cartografía Casta, se reclinó y esperó.
En unos segundos, el ordenador le estaba dando a Rule el primer giro de la
interestatal, justo a tiempo para que los vehículos detrás de ellos siguieran sin
tenerlos a la vista.
Girando el volante, Rule hizo el giro rápidamente.
—Hay unos ochocientos metros sin asfaltar —le informó ella—. El amanecer se
acerca, verán el rastro de polvo a menos que desaceleres.
Ella oyó el gruñido de frustración en respuesta, pero desaceleró
considerablemente y ordenó a la computadora:
—Conecta la dispersión de polvo.
—Dispersión de polvo conectada —respondió el ordenador.
Gypsy mantenía los ojos en el monitor cuando los primeros débiles rayos del
amanecer empezaron a salir. El Dragoon se movía con rapidez, asegurándose de
que los vehículos detrás de ellos no pudieran tenerlos a la vista antes de que
tomaran la siguiente carretera provincial.
Los puntos rojos de alerta siguieron por la interestatal, pasando de largo
totalmente el giro que ellos habían tomado.
—Ordenador, mantén a los buggies a la vista y sigue contactando con Control…
—No —le dijo Gypsy en voz baja—. Tendrán tu número de transpondedor,
seguramente también el del vehículo y el de tu teléfono. Tienen que tenerlo o no
habrían sabido que te dirigías al hotel en vez de a mi apartamento. Si están usando
un GPS normal, entonces el transpondedor de tu vehículo todavía aparecerá en la
interestatal, aunque muy pronto, se darán cuenta que no. Bloquea tu transpondedor
y el número del satélite hasta que estemos más cerca del hotel.
Se quedó en silencio largos segundos antes de darle al ordenador la orden y
escuchar en silencio como era confirmada.
Mierda, debería estar haciéndole frente por la información que poseía. Jonas iba a
estallar de ira, porque las rutas de conexión que le había dado al ordenador para
usar no estaban anotadas como conexiones en los archivos del GPS de la Agencia.
Lo cual significaba que no estaban en los archivos de nadie. Esa información,
añadida al conocimiento de la señal de rastreo del transpondedor y del satélite, era
como un puto clavo en la tumba en lo que se refería a esconderla.
Joder, esto era un lio.
Un lio del que no tenía ni idea de cómo salvar a su compañera.
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Capítulo 19
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Tirando del agarre que tenía en su brazo, cruzó el amplio vestíbulo haciéndose
tan la difícil como era posible sin llamar la atención sobre el hecho de que estaba allí
contra su voluntad.
—Yo dejaría de intentar cabrearme mientras me sea posible mantener el control,
cariño —le advirtió—. Porque, créeme, no tienes ni idea lo al límite que estoy ahora
mismo.
A pesar de su enfado, a pesar de todo el dolor y sentimientos heridos que fluían
por ella, el olor de su excitación todavía lograba intoxicarlo. Excitación sazonada con
unas ansias que no podía descifrar del todo. Emociones que no podía identificar
completamente creaban un aroma estimulante que le ponía la polla dura como el
acero.
Definitivamente, hablar vendría después.
Primero, Dios le ayudara, primero tenía que mostrarle a su fogosa compañera
exactamente a quién pertenecía. Exactamente el por qué no podía seguir luchando
contra él de esta manera. Si esto no terminaba, entonces no habría ni una puñetera
oportunidad de que pudiera proteger este increíble regalo que había recibido.
Era su turno para protegerla. Y estaba empezando a sospechar que ella iba a
necesitar más protección de la que jamás se hubiera imaginado.
Ella era su compañera.
Su compañera.
Le pertenecía.
La única.
Una mujer que estaba empezando a sospechar lo completaría de un modo que
jamás hubiera imaginado.
* *
¿Dejar de intentar cabrearlo?
¿Quién coño se pensaba que era?
Fulminándolo con la mirada, y rígida a su lado mientras entraban en el ascensor,
Gypsy fue muy consciente del hecho que sin importar cuánto se esforzara por
intentarlo, en realidad no podía luchar contra él.
Podría haberse escapado una docena de veces durante el maldito trayecto. Sabía
exactamente como desactivar los cierres de las puertas de aquellos estúpidos
Dragoons. Y aún así fue incapaz de hacerlo.
En lugar de eso se quedó sentada en silencio, negándose a responder a sus
tentativas de entablar una conversación, de calmar la ira que seguía hirviendo a
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fuego lento en su interior. Aliviar el angustioso dolor que todavía, como una lanza, le
atravesaba el corazón.
Aunque no solo era ira o dolor.
Se moría por él.
Especialmente desde ese beso que había encendido cada puñetero receptor
neuronal en su sistema.
Se moría por él con una intensidad que la aturdía y la exasperaba. Porque
debería odiarle.
Debería odiar lo que le estaba haciendo. Lo que su cuerpo le estaba haciendo y
su completa incapacidad de detenerlo o controlarlo.
La excitación, las ansias por sus caricias, su posesión, la tenían sofocando un
grito de indignación.
Porque eso no era justo.
Sus vaqueros tenían que estar húmedos. Sabía que sus bragas estaban
empapadas. Sus pezones estaban tan pero tan duros que cada roce del sujetador
en ellos solo la preparaba aún más para su toque.
Mierda, su toque era en todo lo que podía pensar.
Su toque.
Su beso.
Sus labios sobre los pezones, entre los muslos.
Apretó los muslos al pensarlo. Sus fantasías no se habían acercado al placer que
él le había dado, antes de que se hubiera apartado de un salto como si ella le diera
asco.
El placer fue increíble. La había azotado abrasándole el cuerpo con unas
poderosas sensaciones cada vez mayores hasta que el borde del orgasmo que
había tocado había sido un segundo de puro nirvana. Un placer distinto a cualquier
cosa que se hubiera imaginado en la vida.
Y tenía una imaginación buenísima.
Las puertas del ascensor se abrieron en la planta donde estaba su suite.
Aumentando la presión sobre su antebrazo una vez más, no hizo sino arrastrarla
hasta las puertas, donde puso el pulgar en la cerradura biométrica, una instalación
nueva, se dio cuenta suspicaz, abrió las puertas y la hizo entrar.
Dios, de alguna manera había averiguado que estuvo en su suite…
Ese pensamiento fue bruscamente interrumpido.
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Antes de que Gypsy pudiera hacer más que inspirar, la empujó contra la puerta,
cubriendo sus labios con los suyos y poniéndole las manos en la parte posterior de
los muslos levantándola. Arrastrando sus piernas en torno a las caderas de él, utilizó
su cuerpo para sujetarla contra la puerta mientras frotaba el duro bulto de su polla
contra el sensible montículo de su coño.
El gemido que salió de sus labios fue embarazoso.
Hambre y necesidad desesperada. Como una puñetera gata en celo, así es como
sonó.
Le deslizó las manos por el cabello, abriendo los labios bajó los de él mientras
aceptaba los duros empujes de su lengua contra la suya antes de que el sutil sabor
de la dulzura especiada la tuviera intentando lamer al invasor con exigencia,
cerrando los labios sobre ella para atrapar tanto como fuera posible.
Cada bocado parecía empujarla más alto. Como si la atormentadora pasión de su
beso fuera bastante para llevar sus sentidos a un estado de excitación extrema.
Se aferró con las rodillas a sus caderas, otro gemido escapó de su garganta
cuando la fuerza apasionada del grueso miembro se frotó contra ella. La firme
presión acariciaba la tela vaquera y la seda sobre el nudo hinchado de su clítoris
mientras ella ladeaba las caderas para acercarse más a la caricia.
Dios, esto era lo que necesitaba.
Él era lo que necesitaba.
Y necesitaba más.
Le clavó las uñas en la tela de la camisa. La apretó, tiró de ella, se esforzó por
acercarse más a él. La sensación de su piel acariciando la suya, el calor de su piel
entibiándola.
Había tenido tanto frío. Muchísimo frío. Había ardido por dentro y congelado por
fuera mientras luchaba contra cualquier instinto exigiéndole que lo buscara.
—Me estás destrozando —le susurró cuando él se deslizó de sus labios para
darle duros mordiscos y tentativas caricias a su mandíbula. Las caricias hicieron que
sus terminaciones nerviosas gritaran de placer, la tensión sexual se retorcía con más
intensidad en su interior mientras todavía intentaba combatir las necesidades
clavando sus garras en la carne entre sus muslos.
Tenía el coño tan hinchado, tan sensible que podía notar el calor de su polla
incluso a través de la barrera de la ropa.
—Y una mierda —gruñó, mordisqueándole la curva superior del seno mientras le
rasgaba la diminuta camisa por los bordes. Los botones volaron por el suelo y un
rugido arrancado desde las profundidades de su pecho exteriorizó la satisfacción
masculina cuando sus pechos se traslucieron bajo el fino encaje del sujetador.
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El sujetador no duró mucho. Estaba segura que el cierre frontal jamás volvería a
funcionar cuando también lo abrió de un tirón, llenándose una mano con la henchida
curva de su seno.
La sensación alejó recelos y desconfianzas para asegurar que no había
oportunidad de que pudiera negarse a él. En cambio, las exigencias desgarrando
sus sentidos la hicieron gritar ante el temor del rechazo.
La yema rugosa de su pulgar le rozó el pezón, el placer atravesó como una lanza
por su vientre antes de azotarle el clítoris.
—Por favor. —El gemido fue un ruego chocante.
Gypsy Rum McQuade no le rogaba nada a un hombre.
Pero evidentemente no tenía problema en suplicarle caricias a este Casta.
Arrollador, abrumador.
El hambre la exigía más duro, más rápido y las caricias castas no seguían el
ritmo. Iba demasiado despacio, empujándola demasiado alto, demasiado rápido,
inundando su cuerpo con un placer tal que bordeaba el dolor.
Cuando cubrió con los labios un endurecido pezón, arrastrándolo al interior del
calor de su boca mientras empezaba a chuparlo con firmeza, Gypsy juró que una
descarga de puro y concentrado placer estalló en su matriz.
Su coño rezumaba de necesidad, su clítoris latía como si se esforzara por
acercarse más al calor y dureza que lo presionaba. Y sin importar lo mucho que
luchara por acercarse, no podía estar lo bastante cerca.
—Deja de torturarme —le gritó con los puños apretados en su hombro mientras
restregaba la cabeza contra la puerta.
—Tú me has torturado. —El rudo gruñido en su voz le envió un escalofrío por la
columna; desafortunadamente, fue un escalofrío de placer.
Corcoveó contra él, la respiración entrecortada cuando le mordisqueó el pezón,
un erótico dolorcillo que la hizo jadear por la exquisita sensación. Jadeando mientas
intentaba apretar los dientes contra el impulso salvaje de rendirse a él, de someterse
a lo que quisiera.
No suplicó y no se sometió. Sin importar lo mucho que lo deseara o cuan
desesperada hubiera rogado momentos antes.
Los dedos masculinos se deslizaron por su melena, apretando, tirando con fuerza.
El pezón salió de la boca con un leve sonido de succión, la mirada de Rule yendo
hacia la suya, con los ojos entrecerrados.
Había una advertencia a la que ella no tenía intención de prestar atención. Una
exigencia que ella no tenía intención de obedecer.
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—No…
—Suéltame. —Tuvo que forzar el tono de exigencia en su voz en vez de suplicar
como había hecho momentos antes.
—Gypsy.
—No soy un juguete —le informó, empujando su torso—. No puedes hacerme a
un lado en un instante y al siguiente exigirme que me someta. No lo haré, Rule.
Una loca excitación pulsaba por cada vena, ardía por cada terminación nerviosa
de su cuerpo. Garras de necesidad aferraban la parte baja del vientre tensándole la
matriz mientras la sensibilidad de su clítoris se hacía dolorosa.
Necesitaba.
Necesitaba mucho más de lo que él le estaba dando…
Rule movió la mano, demasiado rápido para esquivarle. La enterró en su melena
mientras le echaba la cabeza hacia atrás. Volvió a pegar sus labios sobre los suyos.
Atravesándole con la lengua, el sabor a menta y chocolate que le provocaba los
sentidos, se hizo más adictivo cuando lo lamió, los labios intentando atraparlo,
captar más del adictivo sabor.
Fue lejanamente consciente de su mano soltando la presilla de sus vaqueros.
Luego notó abrirse la cremallera lateral de sus botas. Los labios masculinos fueron
hacia su oreja, mordisqueando, tomando punzantes sorbos de sus labios mientras la
desvestía, controlándola con una facilidad sin esfuerzo.
—Puta droga de acoplamiento —gimió cuando él movió los labios hacia su
hombro mientras maniobraba para dejar caer el sujetador y los restos de su camisa
al suelo.
Le arañó el hombro con los dientes, enviando una ráfaga de ardiente sensación
que atravesó sus sentidos como un rayo.
La necesidad de sentir allí sus dientes, mordisqueándola más fuerte, mordiendo…
Gimiendo de placer, las necesidades precipitándose por ella como una
conflagración de llamas, Gypsy solo pudo seguir sus instrucciones cuando le movió
las piernas, obligándolas hacia el suelo mientras arrastraba los vaqueros por sus
caderas.
Cuando bajó la cabeza, volvió a encontrar con los labios el apretado pezón,
chupándolo, rodeándolo de tal calor, de tal placer que ella solo pudo gritar y rendirse
al hambre fortaleciéndose en su interior. Al placer de sus manos acariciándole los
muslos, bajándole la ropa hasta que ella pudo ayudarse con los pies.
Estaba desnuda y ardiendo por él.
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La caricia de sus dedos a lo largo de la parte interna de los muslos le hizo abrir
las piernas, se quedó con la respiración atascada en el pecho y el corazón latiendo
acelerado.
—Dios, Rule, por favor —intentó gritar pero solo pudo suplicar.
Abriéndole los pliegues henchidos pasó el pulgar por el clítoris mientras empujaba
un dedo exigente en las ceñidas y hambrientas profundidades de su coño. Rozando
la carne interna tan sensible que sintió que sus piernas flaqueaban y sus rodillas
temblaban ante el torrente de éxtasis que la atravesó.
Resbaladizos y saturados, sus jugos se derramaban como miel caliente sobre el
dedo facilitando la penetración mientras con la desesperada contracción de sus
músculos intentaba mantenerlo en su interior.
—No pares. —La demanda surgió espontánea de sus labios cuando notó la suave
y lenta retirada, la caricia de su dedo dentro de ella, llevándola más alto—. No pares,
Rule.
—Nunca más —gruñó, su tono más duro, más cerca del animal que se decía vivía
en él—. Nunca más Gypsy.
Antes de poder siquiera gritar la tenía en brazos, levantándola y llevándola a la
habitación de al lado y a la cama que los aguardaba. La acostó sobre el edredón, se
giró, se sentó en la cama y con rapidez se quitó las botas acordonadas.
Gypsy aferró el cobertor y alzó las pestañas, contemplando la amplia extensión de
su espalda desnuda, cuando él se volvió a levantar. Se giró, clavando los ojos en
ella, sosteniéndole la mirada, se despojó de los negros pantalones de uniforme
mientras sus ojos parecieron cambiar, oscurecerse, luego volverse más brillantes.
¿Qué haría si volvía a apartarse de ella de un salto? ¿Cómo soportaría el dolor?
—No te dejaré marchar. Esta vez no, Gypsy. —Las palabras fueron dichas en un
tono ronco mientras se acercaba, separándole los muslos con sus duras y bien
musculadas piernas e inclinándose sobre ella hasta que pudo tocarle los labios con
los suyos.
Lo que fuera que rabiara en su interior, las emociones que lo desgarraban, lo
atisbó en el intenso azul de sus ojos, en la dura y decidida expresión de su rostro.
Ella quería explicaciones. Quería saber lo que había hecho, por qué se había
apartado de ella tan rápidamente antes, pero las necesidades arrasándola acallaron
esas preguntas, por ahora.
Alzando las manos, las deslizó por los sudorosos planos resbaladizos de su duro
abdomen, la amplia extensión de su pecho hasta que tuvo los dedos curvados sobre
los tensos y abultados músculos de los hombros.
—Esto no cambia nada —le susurró, más bien porqué estaba flaqueando y podía
notarlo.
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Entre las ansias devastadoras por este Casta, la necesidad adictiva de su beso y
la ira que se arremolinaba en su interior había algo más. Algo que no quería
observar demasiado de cerca. Algo que no podía permitirse el lujo de observar
demasiado de cerca.
—Esto lo cambia todo —le aseguró Rule.
Antes de que pudiera encontrar la voluntad para discutir, la ancha punta de su
polla estaba empujando entre los inflamados pliegues de su coño, separándolos,
luego estirando la entrada para la apretada y hambrienta urgencia interior.
Un pequeño grito se le escapó de nuevo, entrecortado, anhelante mientras su
carne se amoldaba a él, abriéndose con tal doloroso placer que cerró trémulamente
las pestañas con un débil jadeo.
Ya no podía soportar mirarle, ver ese atisbo de agonía, sentir que él tendría que
pagar un coste por poseerla.
* *
La impotencia no había sido nunca una sensación que Rule hubiera conocido
desde el momento en que los laboratorios donde Lawe y él estuvieron recluidos
fueron destruidos. Habían planeado la huida, y la habían planeado exigentemente
durante años, e incluso entonces, no había conocido la impotencia total. Se había
negado a sentirla.
Ahora, estaba impotente.
La hormona de acoplamiento azotaba sus sentidos, precipitándose por su cuerpo
como una droga que incendiaba todos sus sentidos. Poseerla era imperativo.
Marcarla era un ansia destrozándole, porque hacerlo significaría estropear la
perfecta y dulce piel que adoraba tocar.
Apretando los dientes hasta trabar la mandíbula, ciñó las manos en los muslos
femeninos, sujetándolos bien abiertos mientras se arrodillaba, posicionándose en la
entrada de los resbaladizos y abrasadores pliegues de carne acunando la amplia
punta de su polla.
Las llamas lamían el sensible glande, corriendo hacia el tenso saco apretado de
debajo y haciendo que el pesado y amplio miembro pulsara desesperado. El animal
que merodeaba de acá para allá dentro de su cuerpo había tomado el control y no
podía hacer absolutamente nada.
Excepto disfrutarlo. Disfrutar el más exquisito placer que jamás hubiera
experimentado en la vida.
Ella había logrado esconderse de él durante dos días. Había pasado dos
miserables y angustiosos días mientras los demonios del pasado le torturaban con
las visiones del destino al que ella podría estarse enfrentando. Dos días de un
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—Eso es, cariño —gimió cuando ella sacudió sus caderas enterrándolo aún más
—. Tómame, justo así. Tan jodidamente apretada y caliente.
Levantó la mirada hacia el rostro de Gypsy, observando como abría lentamente
las pestañas. Cuando sus miradas se encontraron, las uñas cortas en la punta de
sus dedos se apretaron en sus brazos clavándose en su piel. Una exigencia erótica,
una afirmación de que estaba tan perdida en el placer como él se estaba perdiendo.
—Te patearé el culo más tarde —gimió ella moviendo las caderas, empujando,
introduciendo trabajosamente su polla más hondo mientras él se esforzaba por no
poseerla como el animal que era. Duro y rápido, montándola hasta que el estallido
se los llevara a ambos.
—Tú haces eso. —El rugido en su voz le advirtió…
Dios, tenía que contenerse, sólo un momento. Sólo un minuto. Podía notar el
ceñido abrazo y contracción de su coño sobre su pene, trabajándolo, acariciándolo.
Ella estaba cerca. Tan jodidamente cerca de correrse para él.
Déjame poseerla como el hombre que quiero ser…
—Rule… —El borde de pánico en su voz lo hizo retroceder, le recordó el único
modo que tenía el animal de mostrarse.
—No pasa nada, cariño —le prometió, empujando más hondo, la aguda
sensibilidad justo debajo de la punta de su polla asegurándole que el orgasmo se
aproximaba rápidamente—. Te lo juro. No pasa nada.
Una flexión involuntaria de caderas hizo que la sedosa carne envolviéndolo se
ciñera aún más, apretándose y aflojándose, acariciándole como un puño resbaladizo
y sedoso, tan jodidamente apretado que el placer se extendió por sus pelotas.
Sosteniéndose las miradas, el caliente beso de sus jugos sobre la punta de su
polla añadió un placer que rasgó el frágil hilo de su control. No iba a durar mucho
más. No podía hacerlo durar mucho más.
Retirándose hasta que solo el glande permaneció en el interior, Rule volvió a
empujar rápidamente, enterrándose hasta la mitad, retirándose, luego llevando su
polla, duro, profundo, hasta meter toda la longitud dentro del resbaladizo, demasiado
ceñido y más dulce coñito en el que hubiera estado jamás.
El placer…
El dulce y brutal éxtasis…
Fue todo lo que necesitó el animal para liberarse.
* *
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Capítulo 20
Los dos días que se había pasado huyendo de Rule y sus Castas fueron
agotadores. Tan agotadores que luchar contra él una vez la encontró habría sido
imposible. Al menos esa fue la excusa usada aquella tarde tras despertarse,
arropada en sus brazos.
No sólo sus brazos. Una musculosa pierna estaba echada sobre las suyas,
anclándola a la cama. Detrás de ella, la rígida y gruesa longitud de su polla
presionaba contra la parte baja de su espalda, recordándole porqué estaba allí.
Rule no la había deseado hasta que, por un golpe de mala suerte, la naturaleza
decidió utilizar una extraña hormona para atarla a él. ¿Y ahora había decidido que la
deseaba? ¿La deseaba tanto que la había unido a él como una adorada esposa?
Ella no lo creía.
—Suéltame. —Empujando el brazo tendido sobre ella, la ira de los dos últimos
días crecía en su interior mientras la excitación comenzaba a hervir a fuego lento,
intensa y acalorada entre sus muslos.
¡Maldita sea! Ni siquiera se había duchado aún. Después de ser poseída,
después de que “esa cosa” se hubiera trabado en su interior enviándola en espiral
dentro de una completa y exultante debacle, ni siquiera había tenido la energía para
mantener los ojos abiertos, mucho menos arrastrar el culo fuera de la cama hacia la
ducha.
¡Maldito fuera!
—¡Maldita sea! Suéltame de una puta vez. —Le clavó el codo en el costado con la
suficiente fuerza para despertarlo al instante.
—¿Qué? —refunfuñó el gruñón, apretando el brazo en torno a ella.
—Quítame la puñetera pierna de encima, Rule —le espetó exasperada—. Tengo
que salir de esta cama ya.
—¿Por qué? —Se acurrucó adormilado contra su espalda, cabreándola aún más.
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—No necesito una maldita esposa corporal —le informó furiosa mientras
forcejeaba contra él—. Ahora suéltame de una vez así podré ir al baño.
Un pequeño rugido malhumorado vibró en su garganta, pero afortunadamente, la
soltó, no obstante lentamente.
—Date prisa —farfulló, enterrando la cabeza en la almohada de Gypsy mientras
ésta le echaba un vistazo.
El enfado se disparó en ella. ¿Le acababa de joder completamente la vida y todo
lo que quería hacer era dormir?
—Sí, volando, gilipollas —masculló con un silencioso bufido antes de dirigirse
rápidamente al baño.
Lo podía oler por toda ella. Ese olor a hombre y tormenta de medianoche con una
pizca de menta y chocolate. Mierda, estaba empezando a tener antojo de chocolate
por su culpa.
En serio, tenía que convencerse de que lo odiaba. Eso era lo que tenía que hacer.
Quizás entonces toda esa cosa de la hormona de acoplamiento desaparecería y la
dejaría en paz. Porque ahora mismo, estaba haciendo notar su presencia al
sensibilizarle el clítoris y los músculos internos de su sexo de un modo que era muy
irritante.
Hoy tenía cosas que hacer. No tenía tiempo para remolonear en la cama con un
Casta chiflado.
Tenía que estar loco. Que otra explicación podría haber para que dos noches
antes se alejara corriendo de ella como si estuviera enferma y luego se pasara dos
días fisgoneando en la Nación Navajo en su búsqueda.
Un chiflado, eso es lo que era.
Y aquellos ojos.
Mientras abría el agua de la ducha y ajustaba la temperatura, un escalofrío la
recorrió al recordar sus ojos. No existía el blanco. Todo su ojo se había vuelto azul
con la excepción de la negra pupila central. Como un león. Como un depredador.
Era muy sexy… no, no era sexy, era muy extraño, se corrigió furiosa.
Reuniendo las cosas que necesitaba para la ducha, se puso debajo del punzante
chorro, bajó la cabeza y dejó que el agua la golpeara.
Ahora quería llorar. No había llorado en nueve años, y no iba a empezar ahora
porque no serviría de nada. No resolvería nada. Solo haría que le doliera la cabeza.
Y lo último que necesitaba era otro dolor de cabeza. El hombre acostado en la cama
de la otra habitación era suficiente dolor de cabeza para cualquier mujer.
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Podía jugar a la seductora, pero como Rule sabía, hasta hacía dos noches, jamás
había estado con ningún hombre. No había estado en la parte trasera de un coche,
no había tenido casi sexo, no había sido una falsa virgen con la experiencia para dar
placer a un hombre a ningún nivel.
Pero que Dios la ayudara, todo lo que quería hacer era llenarse la boca con el
latido feroz de la rígidamente dilatada y ensanchada punta de su polla. Quería
lamerla, chuparla. Deseaba sentirla latiendo sobre su lengua justo antes de que él
comenzara a follar su boca porque la deseaba tanto que no podía controlar el deseo
de hacerlo.
Había soñado con eso más de una vez desde que lo vio por primera vez.
Un gemido susurró por el aire en torno a ella cuando sintió el pulgar masculino y
el lateral de su dedo agarrándole el pezón, tirando de él, apretando el nudo de carne
con una fuerza firme que envió dardos de sensaciones precipitándose directas a su
coño.
¿Qué diablos le estaba haciendo?
Volviéndose a lamerse los labios, obedeció a la necesidad que tenía de
arrodillarse, perdiendo el placer que atacaba su pezón por un placer al que no podía
resistirse.
Inclinándose hacia delante y abriendo los labios, notó una mano trabada en el
pelo de la parte posterior de su cabeza, y sus pestañas se movieron trémulamente
con la aguda sensación de los dedos apretando los mechones mientras tiraba de
ellos.
Primero fue su lengua quien encontró el glande hinchado, lo rodeó, lamiéndolo
seguida por sus labios que lo arrastraron a las hambrientas profundidades de su
boca.
Vale, leía libros.
A través de los años, lo había visto en algunas pelis porno a altas horas de la
noche. Sabía lo básico. Y Rule parecía estar apreciando aquellos básicos
inmensamente.
—Ah, joder —gimió por encima de ella cuando Gypsy le agarró la base del pene
con firmeza y empezó a mover la boca y la lengua sobre el sensible glande—.
Gypsy, cariño. Así, joder, así, amor, chúpame hasta el fondo justo así.
Justo así. Tan hondo como podía tomarle mientras movía los dedos sobre el duro
miembro, notando la sangre latir por las gruesas venas bajo la carne dura como el
acero.
Aunque el hambre que la asaltó no era tan poco familiar como quería
convencerse a sí misma que era. A través de los años, su cuerpo le había recordado
a menudo que era una mujer en vez de una simple herramienta de venganza.
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* *
¿Qué coño le estaba haciendo?
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* *
Gypsy podía sentirle. Estaba cerca. Sus testículos estaban muy apretados, la
polla le pulsaba, el glande ardiendo en llamas y latiendo feroz mientras el sabor
salado de la excitación masculina tentaba sus sentidos.
Se había preguntado cómo sería con él, amarle con sus labios, con su lengua,
sentirle empujando más allá de sus labios hasta que encontrara su placer en ella.
Estaba segura que pasaría en unos segundos.
—Gypsy, ahora es el momento de retroceder. —El sonido de su voz era tan
irregular, tan áspero y salvaje que sabía lo que vería cuando abriera los ojos.
Se dijo a sí misma que los mantuviera cerrados. No quería ver lo que se
encontrarían sus ojos.
Pero nunca había escuchado esa voz interior como debería, ¿entonces por qué
debería empezar ahora?
Levantó las pestañas lentamente.
El brillante azul neón teñía su mirada, todo el ojo. En el centro el iris negro había
cambiado, solo una pequeña raja para asegurarle que no era el hombre quien la
contemplaba. El animal del que su genética había sido sacada la observaba y
estaba cansado de esperar a que el hombre…
—No. —La protesta fue instintiva cuando él se retiró, eliminando el placer que ella
creía estaba a segundos de liberarse en el interior de su boca.
Le rugió. Un bajo y salvaje sonido que le hizo abrir los ojos de par en par, un
jadeo escapó de ella cuando de pronto se vio de cara a la pared. Tras ella, un fuerte
mano le agarró la cadera manteniéndola quieta mientras plantaba la otra entre sus
omóplatos, empujándola hacia delante con firmeza.
—¡Maldito seas! —Se quedó helada al instante en que se había movido para
forcejear con él.
De pronto la estaba cubriendo, afilados caninos, peligrosamente fuertes,
aferraban el músculo en la curva de su cuello mientras rugía una baja y severa
advertencia.
Debería estar aterrorizada.
Debería estar luchando.
En cambio, se quedó sin respiración, jadeando por una ráfaga de tal increíble
placer que sus pestañas aletearon en un gesto instintivo de sumisión.
Se odiaría más tarde, decidió. Tal vez mañana.
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—Rule, por favor. Maldito seas, deja que me corra —gritó, sintiendo la lengua
masculina lamiendo la piel atrapada entre sus dientes mientras el retumbar de un
rugido vibraba sobre su espalda y en su oído.
Las caderas golpeaban su trasero, su polla entraba y salía, fuerte y profundo,
acariciando y rozando la carne súper sensible de su coño hasta que pensó que se
volvería loca por las desgarradores sensaciones que la atravesaban.
—Por favor —gimió contra su bíceps, sintiéndole contraerse bajo sus labios—.
Por favor, fóllame fuerte. Más fuerte.
Él rugió, incrementando el ritmo, la carne acerada la follaba más rápido, más
fuerte, acariciando e incendiando su carne mientras los delicados tejidos se
contraían, apretándose con fuerza en torno a cada estocada hasta sentir que el
infierno forjándose en su interior alcanzaba un punto crítico.
La mano aferrada a su cadera se deslizó entre los muslos, encontrando el
agonizante y henchido nudo de su clítoris con las callosas yemas.
Ese toque contra las encendidas terminaciones nerviosas chillando para que él la
hiciera estallar. Comenzó con una implosión trepidante que le robó el aliento. El
éxtasis se estrelló sobre sus sentidos, tensándole el cuerpo mientras le mordía la
dura carne del bíceps.
Un rayo le golpeó el clítoris, atravesando su coño como una lanza, luego reunió
fuerza para contraerle el útero cuando de pronto se transformó de una afluencia
interna de puro placer a una serie de intensas explosiones de tal ferocidad exultante
que se le desenfocó la vista hacia un brillante paisaje blanco repleto de luz.
No fue consciente de lo fuerte que le mordió el bíceps cuando notó las
detonaciones internas superándola. Fue sólo apenas consciente de sus dientes
penetrando la carne en la curva de su cuello y hombro. Cada sensación era otro
estallido candente de éxtasis estremeciéndole el cuerpo, aferrándola a él mientras
notaba el grosor adicional sumado a esa erección dentro de ella, trabándole en su
interior.
La lengüeta Casta Felina.
La notaba trabada en la zona de su punto G, frotando y acariciando la carne tan
bien escondida en una mujer que hacía falta un amante muy experimentado para
encontrarlo y acariciarlo correctamente.
La naturaleza le había otorgado a los Casta Felinos una ayuda adicional en ese
aspecto, al igual que en otras áreas. Varios estallidos trepidantes embistieron contra
sus sentidos cuando Rule se trabó en su interior. Amplificando el orgasmo
propagándose por sus sentidos, enviándola a volar más alto, hasta que no fue nada
más que una criatura de pura sensación. No deseaba, no necesitaba nada más
excepto este placer.
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* *
¿Qué coño había hecho?
¿Qué coño estaba pasando?
Hijo de puta.
Hijo de puta.
Hizo lo que pudo para sostener su peso cuando se dio cuenta que ambos se
habían desplomado en el suelo de la ducha. El agua tibia todavía fluía en torno a
ellos, aunque el calor anterior estaba ausente.
Y tenía que apartar el culo de su compañera y apagar el agua antes de que se
volviera fría.
De hecho ese pensamiento lo puso en marcha. Cada instinto en su interior le
advertía de protegerla, sin importar lo leve que fuera el peligro o el efecto en su
salud, era de suma importancia.
¿Qué le había hecho ella?
Esto no era el Calor de Acoplamiento. El Calor de Acoplamiento era la
incapacidad de estar separados. Era la necesidad de follar, de procrear, sin importar
los obstáculos.
Esto no era el Calor de Acoplamiento. Era la respuesta del animal a los
pensamientos automáticos del hombre sobre una mujer que estaba intentando
desesperadamente no amar. Y ya había fracasado.
Forzando los músculos del mayor estado de debilidad que probablemente jamás
hubiera conocido, Rule se puso en pie, rápidamente cerró el agua y luego se
arrodilló para ayudar a su compañera a levantarse de las baldosas de la ducha.
—Vete —farfulló Gypsy mientras la alzaba en brazos, la colocaba en el asiento
empotrado de la ducha y agarraba una toalla.
Se desplomó en la esquina con los ojos cerrados, el largo cabello colgando en
empapados rizos en torno a su rostro y goteando agua por sus pechos y muslos.
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Capítulo 21
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Su mirada se centró en ella como un láser, brillante, el iris azul aumentando justo
lo suficiente para hacer que su corazón se acelerara.
—Luego —continuó él, como si ella no hubiera hablado—, cuando detectamos
esos rastros ayer por la noche, sabías exactamente cómo detener el GPS en el
Dragoon y escapar de quienquiera que nos siguiera. ¿Cómo sabías eso, Gypsy?
Nadie fuera de los Enforcers que usen esos vehículos sabe acerca de los nuevos
sistemas que pusimos antes de que saliéramos con destino a la misión en Window
Rock. Eso, o los transpondedores y rastreadores de teléfonos por satélite que
llevamos. Especialmente ningún civil humano.
Ella se encogió de hombros con indiferencia, más bien disfrutando del juego que
él había comenzado. Al menos por el momento. No obstante, estaba segura de que
el tiempo se acababa, considerando que él no iba a permitirle negar su conocimiento
con respecto a dónde había conseguido esa información desde hacía tiempo. Y que
Dios la ayudara, sólo podía rezar para que no involucrara a Jonas Wyatt en esto.
—Alguien debe estar al tanto —le informó, como si el asunto no fuera más que
divertido—. Porque tuve que haber oído hablar de ello en alguna parte. Aunque en
realidad no es tan diferente al GPS y los sistemas de apoyo utilizados por el
Organismo de Seguridad Nacional.
—¿Y cómo sabes tú de sus GPS y sus sistemas de apoyo? —Él se aferró a eso
inmediatamente—. Lo último que oí es que Nacional era tan posesivo en lo que a
información técnica respecta como los Casta.
—Más aún, en realidad. —Ella sonrió—. Supongo que todo es de acuerdo a quien
tienes como amigos, Rule. Yo tengo un montón de amigos. Y recuerda, trabajo a
tiempo parcial en la oficina de la Policía Secreta Navajo.
Él sonrió abiertamente. Agachando la cabeza por un momento, se quedó mirando
un punto que podrían haber sido sus pies descalzos. Sin embargo, negó con la
cabeza, y esa sonrisa estaba mostrando un poco más de los saludables caninos al
lado de los dientes de lo que ella encontraba cómodo.
Rule levantó la cabeza lo suficiente como para mirarla a través del velo de esas
espesas pestañas oscuras. El brillo de sus ojos azules, apenas vislumbrado por las
largas pestañas, era, de todo punto, demasiado perversamente sexy. Su estómago
dio una especie de salto.
—Seh, tienes un montón de amigos, cariño —dijo en voz baja, haciendo que su
corazón se saltara un latido nervioso—. Y quien diablos te entrenara hizo un
puñetero buen trabajo. Si algún otro Casta aparte de Jonas te interrogara, no tengo
ninguna duda de que les habrías convencido que eras la chica fiestera que
pretendes ser. Pero ningún otro Casta habría visto tu respuesta cuando me quitaste
la toalla de la mano. Y sé, que sólo entrenándose se puede adquirir la rapidez que
utilizaste para hacer eso. Del mismo modo que sólo el entrenamiento podría haberte
enseñado el movimiento que usaste anoche cuando Rhyzan cometió el error de
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tocarte en ese bar. Y sí, uno de los Enforcer que observó ese pequeño movimiento lo
describió perfectamente cuando yo estaba aparcando.
Gypsy abrió de par en par los ojos inocentemente.
—Ese es un Casta raro, Rule. Deberías impedirle aparecer en público, si quieres
convencer a la gente que sois inofensivos.
—¿Es eso lo que estamos tratando de hacer? —le preguntó.
—¿No es eso? —Mantuvo su apariencia divertida, traviesamente burlona, y rezó
para poder endilgarle su corazón acelerado y su nerviosismo a la excitación
hirviendo a fuego lento que seguía vibrando por su cuerpo.
—No me vas a distraer —le advirtió entonces—. Estás tranquila, dando toda la
apariencia de estar un poco confusa, un poco nerviosa, pero juegas para seguirme
la corriente. Tal como dije, un entrenamiento condenadamente bueno. Pero
probablemente soy la única persona en el mundo a la que nunca vas a ser capaz de
engañar cada vez que intentes mentirme. Conozco tu olor más íntimo de lo que
cualquier otro Casta lo conocerá jamás, y captaré ese rastro de engaño asomando
furtivamente. No tendrás que decir ni una palabra. Sabré que te estás preparándote
para engañarme antes de que las palabras salgan por tu boca.
Bueno, ¿no estaba demasiado seguro de sí mismo?
Gypsy cruzó la habitación entonces, observándolo con recelo, como si de verdad
estuviera confundida y nerviosa mientras él le señalaba a lo que ella estaba jugando.
Los dos sabían que él estaba en lo cierto, pero nada podría herirla a ella, o a él, si
no lo admitía.
—Mira. —Ella dejó escapar una risita nerviosa que no era falsa por completo—.
Esto ha sido muy interesante, Rule, pero creo que preferiría que encontraras otro
juego para jugar.
Él la siguió con los ojos solamente, pero cuando llegó a la puerta, un rugido
oscuro llenó de repente la habitación, lo que la hizo detenerse y mirar hacia atrás
con sorpresa.
—Todavía no has negado registrar mi habitación, compañera —le recordó.
Gypsy ladeó la cadera, imitó su postura cruzando los brazos sobre sus pechos y
le devolvió la mirada.
—No preguntaste si registré tu habitación, Rule. —Enfatizó su nombre en lugar de
utilizar el título de compañero con el tono burlón que quería usar—. Lo hice la
primera vez que me tiraste a la cama e hiciste lo que quisiste conmigo, tan pronto
como saliste de la habitación. Y ni siquiera necesité un bloqueador de olor para
hacerlo ni tampoco tuve que forzar la entrada, por si no lo recuerdas. Aunque no sé
lo que piensas que estaba buscando. Quería un poco de agua, y quería saber
exactamente dónde podría encontrar las camisetas cuando necesitara una. —Tiró de
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la parte delantera de la camiseta gris burlonamente—. ¿Hay algo más que quieras
saber?
—Quiero saber por qué, aunque revelas que, efectivamente, registraste mi
habitación esa noche, el olor de tu mentira todavía brota de tu cuerpo.
—¿Qué mentira? —La ansiedad llenaba su voz—. ¿De qué me estás acusando
Rule?
Sabía condenadamente bien de que le estaba acusando, y el hecho de que
estuviera tan seguro, y empujara un poco más con cada frase que salía de su boca,
la hizo consciente de luchar contra sus crecientes nervios.
—Jonas anda buscando a alguien, Gypsy. Un informante de una secta secreta de
guerreros situados dentro de la Nación que son conocidos por ayudar a los Casta y
humanos que intentan escapar y desaparecer para siempre del Consejo de
Genética. Encontrar a ese informante es imperioso. Podría ser todo lo que se
interpone entre la vida o la muerte para Amber.
Ella odiaba a los Casta.
Y estaba empezando a odiar esta mierda de acoplamiento y ni siquiera
comprendía lo que era. Lo que sí sabía era que eso era todo lo que podía hacer para
no darle lo que quería. Quería tanto contarle la verdad que apenas podía soportarlo.
—¿Y crees que si yo fuera ese importantísimo informante permanecería
silenciosamente fiel y dejaría morir Amber? —Eso realmente la molestó. Nunca
apoyaría a nadie que observara a esa niña sufrir.
Descruzando los brazos, él se enderezó y la miró directamente.
—Creo que cuestionarías a quienquiera para quien trabajes, les preguntarías si
tienen lo que necesitamos y ellos te mentirían. Eres humana, cariño, no tienes ni
idea de cuando un mentiroso experimentado está mintiéndote.
Ella apretó los puños mientras la rabia que estaba tratando de contener desde
que él se había atrevido a inferir que permitiría que algo le sucediera a Amber
comenzaba a arder en su interior.
—¿Y crees que simplemente aceptaría la palabra de alguien si yo fuera ese
codiciado informante? —le acusó, sintiendo crisparse su expresión, la tensión
empezando a hacer mella en ella—. ¿Es eso lo que piensas, Rule?
—Creo que confiarías en tu contacto —exhaló él con cansancio—. Y tu confianza
no es fácil de obtener. Pero si te dijeron que no podían ayudar a Amber, entonces
están mintiendo, cariño. Están escondiendo a dos individuos conocidos por haber
formado parte del experimento que creó la droga que se le inyectó. Ambos tenían y
lo más probable es que aún tengan memoria fotográfica, y los dos saben
exactamente cómo ayudarla.
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—Entonces, ¿por qué no buscarlos? —Se volvió y abrió de golpe la puerta, salió
un segundo por delante de él mientras trataba de atraparla.
Y supo por qué había intentado mantenerla en el dormitorio entonces. Sentado al
otro lado de la puerta estaban su hermano, Lawe, la prometida de Lawe, Diane, y la
hembra Coyote, Ashley.
Su mirada se entrecerró sobre ellos. Habrían escuchado claramente la
conversación en la otra habitación.
—¿Qué están haciendo aquí? —preguntó de manera sucinta, luchando por
aferrarse a su temperamento cuando se volvió para enfrentarse a Rule
acusadoramente—. ¿Qué estás tramando, Rule?
Ashley dio un paso adelante, su expresión preocupada mientras agarraba las
armas atadas a ambos muslos con las manos tensas.
—Le pedí a Lawe y Diane que me trajeran a verte. No debes haber oído el golpe
en la puerta. Cuando no contestaste, les rogué que me dejaran en estas
habitaciones para esperarte.
—¿Por qué? —Esta era su amiga, sin embargo, con el paso del tiempo, Gypsy
había aprendido que aquellos en los que confiabas eran a menudo los más
decididos a engañarte.
Apoyando las manos en las caderas, Ashley le devolvió la mirada con fríos ojos
grises.
—Puedo oler tu desconfianza, Gypsy...
—Realmente me gustaría que todos dejaran de hablar de mi puto olor —espetó,
captando la diversión en la mirada de Diane y la sospecha en la de Lawe—. Me
estoy cansando de oír hablar de ello.
—Bien —carraspeó Ashley—. No puedo negar que oí esa conversación y la
acusación de tu compañero de que eres la que trabaja con Lo Desconocido. No
estoy de acuerdo con él. —Le lanzó a Rule una mirada dura—. Pero tenía que
hablar contigo antes de que supieras algo de alguien que podrías no creer que sea
tu amigo. —La inquietud oscureció sus ojos mientras un asomo de incertidumbre
llenaba su expresión—. Dime, por favor, que sabes que incluso si ningún otro Casta
cree esto, yo creo que eres mi amiga y una amiga de la Comunidad Casta. Por favor,
Gypsy. —Echó una mirada a Rule con aire de disculpa antes de volverse hacia ella.
—¿De qué estás hablando ahora? —Esto iba a volverla loca. Apartándose largos
mechones de pelo que le habían caído encima del hombro, se enfrentó a la hembra
Coyote airadamente, preguntándose si existía incluso alguna razón para estar
enojado con ella.
—Por favor, Gypsy. —Había algo tan vulnerable, tan desesperado en la mirada de
Ashley que Gypsy no podría mentir sobre algo tan elemental.
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volvió más azul, más burlona que nunca y sólo un poco más cálida quizás cuando
escudriñó a su hermano.
—Vamos a acabar con esto —espetó Gypsy antes de darse la vuelta y regresar al
dormitorio—. Vamos, Ashley, escupe lo que sea que tienes que decir para que pueda
entender lo que acaba de pasar en mi puta vida.
Se había ido al garete, eso era exactamente lo que estaba pasando y era todo
culpa de Rule Breaker.
Cada maldito segundo.
—Gypsy, lo siento. —Ashley cerró la puerta del dormitorio, enfrentándose a ella
con un destello de compasión en los ojos mientras Gypsy se dejaba caer en la silla
junto a la cama, apoyándose desgarbadamente contra el respaldo y mirando a su
amiga con algo menos que paciencia.
—Sólo dilo, Ash —suspiró, sabiendo que no le iba a gustar. Según tenía
entendido, siempre que Cassie Sinclair estaba involucrada con la vida de alguien,
las cosas simplemente sucedían. Pero le parecía que eso se aplicaba a cualquier
Casta, no sólo a este en particular.
—El día que estuviste aquí para la reunión con Jonas, junto con tus padres. —
Ashley no se movía con nerviosismo o parecía estar insegura. Se irguió y habló en
voz baja.
—Sí. Recuerdo. —Gypsy asintió, sus dedos se tensaron donde descansaban
contra los brazos de la silla—. ¿Y qué?
—¿Te acuerdas de lo nerviosa que tu madre estaba por soltar su bolso?
Gypsy se enderezó en la silla, inclinándose hacia adelante cuando una
premonición empezó a hormiguear en la parte posterior de su columna vertebral.
—Estaba nerviosa por conocer a Jonas —dijo, recordando incluso entonces lo
extraña que había sido la conducta de su madre—. Eso fue hace más de una
semana, Ashley, ¿qué tiene que ver con nada?
—Encontramos un transmisor de audio escondido en el forro cosido de su bolso,
Gypsy, y su olor no era por los nervios, era de engaño.
Gypsy se sintió congelar por dentro.
Ahí estaba eso del olor de nuevo, vagamente. Los Casta siempre andaban
oliendo cosas. Se preguntó si alguna vez se cansaban de que las emociones de
todos llenaran el aire con tales olores.
—Tienes que estar equivocada. —Ni siquiera podía mirar a la otra mujer mientras
susurraba las palabras. Mirando la pared al otro lado del cuarto, recordó esa
reunión. Lo nerviosa que estaba su madre, casi asustada de que le quitaran el bolso.
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—No, no es todo —dijo Ashley—. Por favor, mírame, Gypsy. No me odies por
esto. Exigí ser la única que te lo contara por nuestra amistad. No quiero perder el
vínculo único que he encontrado contigo, amiga. Pero si tengo que hacerlo, para
asegurarme de que te digan la verdad con el respeto que creo que mereces,
entonces voy a correr el riesgo.
Gypsy se volvió hacia ella, la distancia seguía tirando de ella, a pesar de que la
declaración de Ashley la obligó a volver a la realidad.
—¿El respeto que merezco? —preguntó, confundida.
Ashley tragó con fuerza, sus ojos grises estaban llenos de sombrío pesar, aunque
por suerte no había compasión.
La sonrisita triste de Ashley hizo que le doliera el pecho.
—Si hay una persona en este país que yo conozca que nunca traicionaría a los
Casta, Gypsy, entonces creo que esa persona eres tú. Cualquiera que sea el olor del
engaño que Rule detectó, y que, en ocasiones, he captado un indicio, sé que no es
el deseo de herir o de que algún Casta salga herido. Eso no está en tu naturaleza.
Me has ayudado, a mí y a Emma tantas veces durante nuestras visitas aquí. Nos
presentaste a amigos, los que nos han ayudado en innumerables ocasiones.
Mereces que un amigo te de esta información. Uno que entiende el dolor que sientes
cuando crees que tu honor ha sido traicionado por un ser querido.
—¿Creer que ha sido traicionado? —susurró Gypsy pasado el dolor de opresión
en el pecho.
—He llegado a conocer a tu madre un poco en el tiempo que he estado viniendo a
Window Rock —le recordó Ashley—. La tienda de dulces de Kandy es una de las
favoritas de muchos Castas, y muchos de nosotros hemos hablado y reído con ella.
No es una persona cruel o malvada. Y no puedo creer que quiera hacer daño a los
Casta. Pero debe haber una explicación pronto. Ver a tu madre sufrir las
repercusiones públicas de su acto destruiría la tienda de Kandy así como el negocio
de tus padres. Creo que no está en los mejores intereses de los Casta, o en los
tuyos.
Los Casta no eran conocidos a menudo por sus eufemismos, pero este era uno
extraordinario.
Gypsy se encontró asintiendo, haciendo la acción sin una decisión consciente de
hacerlo, todavía sintiéndose aislada de lo que estaba sucediendo a su alrededor.
—Yo me encargo de esto, Ashley —prometió—. Gracias por ser tú la que me lo ha
dicho.
¿Podría haber soportado que Rule le diera esta información? Ya era bastante
malo ser consciente de que él lo sabía.
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—Rule estaba enojado porque Jonas ordenó que te lo contaran —le dijo Ashley—.
Él quería que no te enteraras, como yo, en un primer momento. Creía que cualquiera
que fueran sus razones, las acciones de tu madre podían ser pasadas por alto, ya
que no se había cometido ningún daño. Y creo que Jonas habría prestado atención a
nuestra solicitud si no hubiéramos averiguado que, por algún motivo, tu madre
estaba decidida a deslizar ese dispositivo en la próxima reunión con Jonas y que nos
culpa a todos nosotros, a pesar de las apariencias, de una muerte que nos afectó a
todos. Una que entristeció a tantos.
¿Un transmisor de audio? ¿Qué podía hacer aparte de permitir que alguien
escuchara lo que se estaba diciendo?
Un recuerdo salió a la superficie entonces. Deslizar un dispositivo de ese tipo que
su contacto con Lo Desconocido le había dado en una reunión con un comandante
sospechoso de pertenecer a las Sociedades de Sangre Pura. No le habían dicho
para qué. La reunión había sido un simple almuerzo de negocios con una pequeña
empresa de publicidad que había estado en Window Rock durante más de una
década.
Pocas horas después de que Gypsy se fuera, los ordenadores de esa oficina
habían caído y a la mañana siguiente la Policía Navajo había invadido el edificio,
arrestando no sólo al propietario, sino también a muchos de los empleados.
De acuerdo con el informe que se había filtrado después de los arrestos, los
ordenadores habían enviado de forma autónoma ficheros a la Agencia de la Policía
Secreta que implicaban al propietario y a muchos de los trabajadores en golpes
contra los Casta así como colaborando con los soldados que trabajan para el
Consejo de Genética para traicionar a Castas sospechosos de esconderse de sus
antiguos creadores en la Nación Navajo.
Eso había confirmado la información que ella había descubierto de que los
dispositivos de audio de Lo Desconocido eran mucho más que simples herramientas
para escuchar dentro de diversas reuniones. Eran armas tecnológicas y eran
utilizadas con la mayor eficiencia.
Si ese dispositivo hubiera funcionado y los ordenadores de Jonas Wyatt hubieran
sido atacados, ella y sus padres habrían sido arrestados de inmediato por crímenes
contra la Ley Casta.
¿Qué estaba pasando? ¿Quién estaba usando a su madre y cómo demonios se
las habían arreglado para convencerla de hacer algo tan loco, sin importar sus
creencias?
—Gypsy, no lamento haber elegido ser la que te lo dijera…
Fue esa expresión estoica y triste lo que la hizo moverse. Saltando de la silla, se
acercó rápidamente a la pequeña Coyote e inmediatamente la abrazó, apenas
conteniendo un respingo de dolor ante el contacto.
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Decir que Ashley estaba sorprendida era más eufemismo que antes, pero Gypsy
reconoció que ella se sorprendió aún más. No se había dado cuenta de lo íntima que
había llegado a ser con las hembras casta hasta este momento. Hasta que había
visto el pesar y el miedo en los ojos de Ashley de que hubiera destruido su amistad
con Gypsy.
—Detente —ordenó Gypsy cuando se apartó y soltó a la otra chica lentamente—.
Esto no fue culpa tuya, Ashley, y tienes razón, no habría podido soportar que otro me
lo dijera.
Saber que sus padres habían intentado traicionar a Jonas, a Rachel y ese
precioso bebé, Amber, estaba haciendo pedazos su alma. Tenía el estómago
acalambrado, la presión crecía detrás de los ojos como no lo había sentido en años.
Lágrimas.
En realidad no había llorado desde el funeral de Mark. ¿Vendrían las lágrimas
ahora? Esperaba que no. La agonía que recordaba sentir la última vez que lloró era
una emoción que no quería volver a sentir.
—Gypsy, tal vez tenga una razón muy lógica. —Ashley trataba de consolarla, su
tierna expresión llena de dolor.
—Tal vez, Ashley. —Trató de asentir mientras se movía lentamente hacia donde
su ropa todavía estaba arrugada en el suelo y la recogió—. Sin embargo, me
encargaré de ella, te lo prometo.
—Si necesitas hablar, Emma y yo somos realmente tus amigas. Espero que
recuerdes eso y no te enojes demasiado una vez que hayas tenido tiempo de
considerar lo que te he dicho.
Ella sólo pudo negar con la cabeza y se volvió de nuevo hacia la chica.
—¿Crees que voy a cambiar de opinión y odiarte más tarde?
—Creo que tal vez así es como me sentiría si tuviera una madre, y ella no hubiera
confiado en mí con una decisión de este tipo —asintió Ashley.
—Pero las madres no siempre confían en sus hijas, Ashley —dijo a la chica con
amargura y tristeza—. A veces, las cosas suceden… a veces las hijas cometen
errores que sus padres no pueden perdonar.
—No, Gypsy… —La otra chica se movió para cruzar la habitación cuando la
puerta del dormitorio se abrió.
Rule estaba en la puerta, con una expresión dura y desgarrada. Sus ojos azules
rabiaban, brillantes y preocupados cuando Ashley se volvió hacia él con rapidez.
—Ashley, deberías irte ahora —le dijo suavemente mientras entraba en la
habitación, su mirada se movió sobre la hembra casta con un toque de suave
demanda—. Creo que Lawe y Diane te están esperando para acompañarlos a cenar.
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Capítulo 22
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Dos de los moteros saltaron desde las motos al coche mientras Khileen gritaba y
giraba el volante. Uno de ellos fue lanzado contra la carretera, pero el otro logró tirar
del volante, haciendo que el vehículo casi volcara mientras se detenía a un lado de
la carretera.
Manos ásperas y crueles le agarraron del pelo cuando el motero restante
comenzó a tirar de ella por la parte superior abierta. Detrás de ellos, un Dragoon
modelo antiguo se detuvo en seco mientras Khileen maldecía más bruta que los
vaqueros de su padrastro y los neumáticos del coche chirriaban.
Mientras Gypsy gritaba y luchaba, todavía podía sentir como se vio obligada a
bajar del coche, sus pies deslizándose sobre la parte superior de la puerta, mientras
el pequeño coche se disparaba hacia la carretera. Dio un viraje peligrosamente,
luego con una acelerada desapareció de la vista.
Khileen se había escapado.
Gracias a Dios, su amiga había logrado escapar.
Pero Gypsy no.
Gritando, aterrada, fue tirada al suelo mientras un par de pesadas botas se
plantaban delante de ella. Unas manos fuertes le agarraron del pelo, poniéndola de
pie al mismo tiempo que la agonía atravesaba su cabeza.
—Gypsy Rum McQuade. —Una voz áspera rió bajo mientras una sonrisa llenaba
la cara cruel, llena de cicatrices—. Veremos si eres tan dulce e inocente como
pareces, cariño.
Ella le miró, viendo los colmillos curvos, la crueldad en esos ojos que brillaban
rojos a la luz de la luna llena y el vehículo en marcha a varios metros de ellos.
—Dejadme ir —gritó, luchando por soltarse.
Y él rió.
—¿Después de buscarte durante tanto tiempo? No lo creo. He esperado
demasiado tiempo para invitarte a mi pequeña fiesta de esta noche.
Ella no le vio echar la mano atrás, pero el golpe en el lado de la cara le nubló la
mente, los sentidos, con el dolor torturante que de repente estalló a través de ella.
La oscuridad llenó su visión cuando las luces se apagaron de súbito, y Gypsy
cayó sin sentido en un pozo negro de agonía cerca de la inconsciencia.
No habían sido misericordiosos.
Le había costado horas esforzarse por volver a la conciencia. Cuando lo
consiguió, se dio cuenta que había sido llevada a lo profundo del desierto. Solo fue
vagamente consciente de ser sacada a arrastras del vehículo, luego atada al
parachoques. A la deriva en un mundo de dolor oscuro.
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Lora Leigh
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Lora Leigh
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más sombreada que absoluta, casi revelándole el secreto que había luchado para
recordar durante nueve años. Entonces, Grody se enderezó riendo ante la expresión
atormentada en el rostro de Mark, y la traición.
Sabía quien era, ¿por qué no podía ver el nombre? Sabía que el hombre que
había traicionado a su hermano era su amigo. Se dio cuenta por la expresión de
Mark que era alguien muy cercano a él.
Mark asintió lentamente, sus ojos fueron a Gypsy, la miró fijamente, un mensaje
en sus ojos verdes, que ella luchó por descifrar.
—¿Unas últimas palabras, niños? —preguntó Grody entonces, su malvada
diversión, su voz le provocó escalofríos por la espalda.
—¿Mark? —Su voz tembló, el terror la sacudía mientras luchaba por no volver a
gritar, por no perder el control, aunque no pudiera detener las lágrimas.
—No llores, Gypsy —le dijo mientras el Coyote, Grody, se reía de él—. No llores,
y se valiente, Cacahuete. ¿Me escuchas?
Entonces Grody se movió detrás de Mark, le agarró por el pelo y de repente tiró
de su cabeza hacia atrás hasta que su cuello se estiró dolorosamente. Y un segundo
después apretó un cuchillo contra el lado de su cuello, de modo que el borde afilado
hizo brotar la sangre de inmediato.
—¡No! Oh Dios, por favor. Por favor. ¡No! —gritó Gypsy, suplicando, llorando
mientras luchaba contra las cuerdas que la ataban al parachoques delantero del
vehículo—. Oh Dios, por favor. Por favor, no le hagas daño.
—Escucha su ruego, Mark —rió Grody mientras la mirada de su hermano
encontraba la de ella.
Sé valiente, Cacahuete... articuló. Te quiero.
Él nunca le decía que fuera valiente. Él siempre la consolaba y le decía que tenía
permiso para llorar. Que las pequeñas hermanas no tenían que ser valientes, para
eso estaban los hermanos. Y ahora, tenía que ser valiente.
—Por favor. Por favor —lloró, gritando, suplicando mientras luchaba contra las
cuerdas hasta que sus muñecas quemaron y pudo sentir la humedad de su sangre
—. Por favor, no le hagas daño.
—¿Suplicará así también cuando la esté follando, McQuade?
Su hermano no tuvo la oportunidad de responderle. Inmediatamente, Grody
movió el cuchillo, clavándolo profundamente y rebanando la garganta de su precioso
hermano.
Ella estaba gritando. Gritando y luchando contra las duras manos que estaban
sobre ella, sacudiéndola mientras alguien gritaba su nombre...
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Lora Leigh
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* *
—Despierta de una puta vez, maldita sea. Gypsy, despierta ahora.
Rule podía sentir algo estallando en su alma mientras luchaba por despertarla,
mirando esos ojos verdes salvajes que no veían aunque estaban abiertos, la forma
en que había jadeado como si quisiera gritar, aunque ningún sonido había surgido.
El terror en sus ojos había atraído sus instintos animales a la palestra en una
oleada de tal furia que le sorprendería más tarde. Hasta entonces, estaba decidido a
obligarla a despertarse. Sacudiéndola, abrazándola mientras le gritaba, aterrorizado
de perderla a manos de no importa qué demonio que la controlaba.
Con la misma rapidez que sus ojos se habían abierto, sin ver, ese terror una
máscara de agonía que hizo surgir furia de su interior, ella se despertó.
Parpadeando, el sudor y las silenciosas lágrimas corriendo por su cara, abrió los
labios mientras jadeaba en busca de aire. Rule pudo sentir sus uñas clavarse en su
piel y observó como ella se daba cuenta rápidamente de lo que había sucedido.
Las pesadillas de la noche en que su hermano había sido asesinado. La noche en
que había sido secuestrada en el desierto, donde un Coyote no sólo había
asesinado a su hermano ante sus ojos, sino que casi la había violado antes de que
los Casta llegaran para asegurarse de que nunca asesinara a otro hermano o
intentara violar a otra hermana.
—Mi culpa —susurró ella, con voz ronca por las lágrimas mientras le miraba
ahora, temblando con tanta fuerza que a Rule le sorprendió que sus dientes no
castañetearan—. Mi culpa.
* *
Gypsy podía sentir las lágrimas que aún se derramaban de sus ojos, el dolor que
las liberaba de su control mientras era rescatada bruscamente de la pesadilla.
Nunca había sido despertada por nadie mientras la pesadilla la aferraba en sus
garras. En primer lugar, porque sus padres no sabían de ellas. Pasaron años antes
de que hubiera gritado durante una de ellas. Ocurría en raras ocasiones. Y nunca la
habían despertado, y luego abrazado, sus brazos rodeándola como Rule hacía
ahora.
Su mejilla estaba apretada contra su pecho desnudo, las lágrimas le humedecían
la piel áspera mientras le acunaba la cabeza con una mano, al tiempo que con la
otra le acariciaba de manera reconfortante la espalda.
—Te tengo, cariño —estaba susurrando con aspereza, meciéndola sólo un poco
—. Está bien, Gypsy, te tengo.
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¿La tenía?
Se le entrecortó la respiración mientras luchaba por recuperar algo de control, por
detener las lágrimas que no había derramado antes de ahora.
Quería alejarlo de ella. Estaba enfadada con él, recordó. Pero no podía obligarse
a hacerlo. Nadie la había consolado desde la muerte de Mark. No porque sus padres
no hubieran querido, lo habían intentado. Porque no se merecía escapar del dolor y
el recuerdo del terror.
Porque su egoísmo había causado la muerte de Mark, y no podía permitirse
olvidarlo.
Pero lo había olvidado.
—Suéltame. —No podía dejar que la debilitara aún más, pero tampoco podía
obligarse a cualquier demanda real en su voz. Porque el terror todavía estaba allí,
alojado en el interior de su alma y ardiendo entre sus recuerdos. Un miedo que
llevaba púas de agonía que la desgarraban porque no podía hacerlo detenerse. No
podía hacer que el sentimiento de culpa y el dolor de aquella decisión de
desobedecer a su hermano hacía tanto tiempo desaparecieran.
—Está bien, cariño —susurró Rule, sus caricias suaves, calmantes, aunque su
voz era la ronca que solía ser cuando sus ojos comenzaban a cambiar, cuando el
lado animal de su genética comenzaba a asomarse.
—Estoy bien. —Pero no lo estaba. Habían pasado años desde que había tenido
la pesadilla. Por supuesto, habían pasado años desde que se había permitido dormir
profundamente.
Empujándole el pecho, trató de poner un poco de distancia entre ellos, trató de
alejarse del calor de su cuerpo. Porque de repente ya no estaba luchando contra los
remanentes de esa pesadilla. Ahora, estaba tratando de decirse que debería estar
luchando contra la creciente excitación en su interior. No es que sus sentidos
estuvieran prestando atención. Estaban en una caída libre al éxtasis sin la intención
de disminuir la velocidad.
Tenía que amarrar esta necesidad por él, especialmente a la luz de lo que se
había enterado el día anterior. Tenía que pensar, averiguar lo que su madre estaba
tramando y cómo evitar la violenta reacción sobre la mujer que ya había perdido a
un hijo.
Además, no podía permitirse depender de él, o creer que él nunca volvería a
alejarse. Ya se había alejado una vez.
Y se había duchado como si se hubiera ensuciado con ella.
Por desgracia, ni siquiera recordar eso era suficiente para atenuar el hambre que
la controlaba.
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—¿Podrías soltarme por favor? —No había manera de que fuera a obligar a que
su cuerpo no le ansiara si no dejaba de abrazarla como si fuera a romperse si no
tenía cuidado.
—¿Soltarte? ¿Cuando puedo sentir tu necesidad? —preguntó, el sonido áspero
de su voz se profundizó hasta ser un sonido perverso y sexual.
—Sentir mi necesidad, ¿eh? —Curvó los dedos sobre su pecho, sintiendo bajo su
toque el vello superfino casi invisible que le cubría el cuerpo—. ¿Eso es otro verbo
para olerla?
—Cuando digo que la huelo, parece que te molesta —murmuró mientras sus
labios rozaban sobre la curva del cuello y el hombro donde la había mordido la
noche anterior en la ducha.
—¿Cuánto te gustaría que yo pudiera oler cada emoción o reacción que tuvieras?
—le preguntó con rudeza, conteniendo la respiración cuando su lengua rozó la
pequeña herida.
El placer que se apoderó de ella ante el contacto le robó el aliento. Como mil
diminutas caricias calientes sobre la piel. Sólo lo suficiente caliente para enfatizar el
placer y aumentar la tensión sexual que ya le contraía el vientre con ataques agudos
de intensidad sexual mientras mojaba la carne interior de su coño.
—Humm, eso podría funcionar para mí —respiró contra su cuello—. Tal vez
confiar en mí te resultaría más fácil.
¿Confiar en él? Había confiado en él, y él se había alejado de un salto para correr
y ducharse antes incluso de encontrar su liberación. El hecho de que la hubiera
traído de vuelta era sólo por esta cosa hormonal fuera de lo normal entre ellos, no
porque la deseara.
No con la misma hambre que ella le necesitaba.
Lo ansiaba.
Entre sus muslos, su carne estaba hinchada y mojada, preparándola para ser
penetrada por la gruesa erección que podía sentir contra la cara externa del muslo.
Acunando las curvas de su culo, la levantó para acercarla, y la tuvo con las
piernas abiertas y sentada a horcajadas de sus muslos entre una respiración y la
siguiente. Antes de que pudiera esquivar su beso, sus labios estaban sobre los
suyos, el calor especiado hundiéndose dentro de sus sentidos, arrastrándola
pataleando y gritando a un mundo caótico de pura hambre.
—Esto tiene que parar —susurró ella mientras él le apoyaba las palmas sobre las
nalgas, levantándola contra él hasta que la dura forma de su erección rozaba contra
los resbaladizos pliegues de su coño y el nudo inflamado de su clítoris.
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Era casi juguetón, la forma en que la movió contra él, mordisqueando sus labios
antes de darles besos más profundo y aturdidores. Acariciándole la espalda, los
costados, Rule movió los labios sobre su barbilla, echándole la cabeza hacia atrás,
arqueando su cuerpo mientras trazaba un camino de besos por su cuello.
¿Qué era esto?
Agarrándose a sus antebrazos, ella admitió que eran las manos en su espalda los
que la sujetaban con firmeza. No tenía fuerza en ella mientras sus labios bajaban
por su cuello. Se arqueó para él cuando una mano subió por su costado para acunar
la curva hinchada de su pecho. Inmediatamente, Rule encontró el tenso pezón,
altamente sensible. Estaba completamente erecto, doliendo con la misma necesidad
por sus caricias como su clítoris. Demonios, como el resto de su cuerpo.
Necesitaba el toque de sus dedos callosos y manos dondequiera que pudiera
sentirlos.
Inclinando las caderas más cerca de la erección, ardiente y dura como el hierro,
que se alzaba entre los muslos de Rule, Gypsy gemía de placer mientras los labios
masculinos se movían por la parte superior de sus pechos, su lengua le lamía la piel,
murmurando su aprecio por ella mientras trazaba un sendero ardiente y hambriento
hacia el pezón opuesto.
Cuando sus labios cubrieron la punta tensa, Gypsy sintió los fuertes y extáticos
latidos de la excitación amplificándose en su interior con una oleada violenta. Azotó
desde el pezón a su vientre, se movió a gran velocidad hacia su coño, luego rodeó
su clítoris con una necesidad tan profunda por su posesión que bordeaba el dolor.
No pudo mantener las caderas quietas. Demonios, no quería mantenerlas quietas.
Mientras sus labios y lengua introducían su pezón en un punto de ardiente placer,
ella se movía contra él, elevando las caderas hasta que la punta de su polla estuvo
acurrucada en la entrada húmeda de su sexo.
—Tan bueno —gimió ella. ¿Cómo podía haber olvidado, entre la última vez que la
había tenido y ahora, lo increíblemente erótico que era cada vez que la tocaba?
¿Cada vez que la deseaba?
Las sensaciones eran de placer/dolor, punzantes y llenas de hambre.
—Eso es, cariño —canturreó contra su pecho, manos fuertes moviéndose para
agarrar sus caderas mientras ella comenzaba a bajar sobre la ancha punta de su
polla—. Tómame, Gypsy, amor. Toma todo de mí.
* *
Rule había sufrido por esto toda la noche. Tumbado a su lado, permitiéndole
dormir, descansar de la increíble liberación que había barrido a través de su cuerpo
el día anterior, había pensado que se volvería loco.
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Capítulo 23
Ya era mediodía cuando Gypsy volvió a despertar, sus sentidos más despejados,
su ira ya no hervía a fuego lento sino que estaba totalmente consolidada, y la vena
independiente que su hermano había declarado a menudo que tenía un kilómetro de
ancho dolorosamente endurecida en su interior.
Cuando abrió los ojos y miró alrededor de la habitación todavía en sombras,
estrechas vetas de sol se derramaban desde detrás de ella reflejándose en la pared
de delante. Eran burlones recordatorios de que el peligro de perder todo lo que
valoraba la estaba mirando a la cara.
Sus decisiones, su capacidad de vivir como eligiera, toda su independencia
estaba en peligro de serle arrebatada. Incluso en los nueve años en que se había
convertido en uno de los mejores contactos de Lo Desconocido, nunca había puesto
en peligro su vida o arriesgado su tapadera. Nunca había tenido que temer por su
libertad o su independencia.
Hasta ahora.
Rule le había negado la oportunidad de salir la noche anterior, sin ni siquiera una
explicación o la oportunidad de discutir su punto de vista. Lo había visto en su
mirada. Él no había estado dispuesto a escuchar una discusión, su mente ya
decidida.
Ella no iba a ir a ninguna parte.
Gypsy estaba decidida a mostrarle lo contrario a la primera oportunidad.
Pero primero, por mucho que ofendiera a su orgullo y su sentido de juego limpio,
tendría que hacerle creer que había ganado. Además, primero necesitaba
respuestas. Antes de escapar de él, necesitaba saber exactamente los efectos que
experimentaría una vez que se separara de él.
Exactamente cómo de ciertos eran los tabloides en lo que concernía a este
fenómeno.
Mirando al techo, con la sábana que Rule había tirado sobre ellos en algún
momento de la noche apretada sobre los pechos mientras el calor de su gran cuerpo
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los Casta segregan una hormona desde pequeñas glándulas en sus lenguas. Esas
hormonas llenan el organismo de sus compañeras, creando una incapacidad de
esconderse o huir de los vínculos que se están construyendo entre ellos. Aumenta la
excitación y el placer, y hace que sea imposible para la pareja estar separados
durante mucho tiempo.
Genial. Simplemente maravilloso.
—¿Y qué pasa si son separados? —replicó, apretando con fuerza los muslos
cuando su toque intentó moverse hacia abajo.
Como si ese placer, esa tentación no fuera suficiente, él presionó los labios en la
zona que había mordido la noche anterior, su lengua lamiendo sobre la pequeña
herida con resultados devastadores. Con un placer líquido y brutal contra el que no
podía luchar.
—Si están separados —susurró, su voz áspera con el placer sensual mientras
Gypsy sentía que sus muslos perdían fuerza, se separaban y le daban acceso a la
carne que sus dedos estaban buscando—, entonces la excitación aumenta hasta
que es demasiado dolorosa de soportar. Especialmente para la compañera.
Tal vez sólo estaba tratando de distraerlo, se dijo sí misma. Ella le estaba dando
lo que quería para que siguiera hablando y fuera completamente inconsciente de su
intención de escaparse del hotel más tarde.
—Eso no suena particularmente justo —jadeó cuando sus dedos rebasaron el
clítoris para encontrar la excesiva humedad aumentando entre los pliegues por
debajo—. ¿No hay manera de hacer que se detenga?
—Sólo con tu compañero —le aseguró—. Unos pocos han conseguido aguantar
más que la mayoría, pero el Calor siempre les lleva a juntarse de nuevo, les obliga a
enfrentarse a lo que les mantiene separados y encontrar un compromiso que
funcione para ambos.
—¿Qué pasaría si...? —Abrió la boca cuando esos dedos conocedores y
experimentados separaron los resbaladizos pliegues y se deslizaron para rozar
contra la entrada de su apretado coño.
Quería esos dedos en su interior, pensó con desesperación. Cuerpo estúpido y
traidor. Estaba respondiendo a él, moviendo las caderas, levantando la pierna,
guiada por la amplia palma masculina bajo su rodilla para descansar encima de él
mientras se movía más bajo.
—¿Qué, cariño? —Sus labios se movieron contra su cuello mientras el ancho
glande se deslizaba suavemente entre sus muslos y la punta de dos dedos
masculinos y poderosos la penetraban, comenzando a frotar, a acariciar mientras el
placer comenzaba a tensar su cuerpo aún más.
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Sus dedos la acariciaron desde la cadera hasta los pechos, probando el peso de
una curva hinchada antes de pasar a la otra. Levantando la más cercana a él,
agachó la cabeza, sus labios repentinamente rodearon el dolorido pezón mientras
las caderas se disparaban contra ella, empujando la gruesa longitud de su polla
dentro de ella con una estocada fuerte y controlada que acarició ese lugar oculto y
ultrasensible dentro de su coño.
Ella se oyó gritar de placer, incapaz de retener el sonido cuando él movió las
caderas, las giró, haciendo que la presión contra ese punto interno cargado de
nervios se incrementara hasta que estuvo segura de que estallaría en el clímax.
Sus dientes rasparon el pezón mientras lo chupaba exquisitamente al mismo
tiempo que torturaba su carne interior hasta que las caderas femeninas se movieron
contra él, empujando hacia atrás. Gimiendo, impulsada a completar la locura
placentera debido a las sensaciones aumentando en su coño, Gypsy empujó sus
caderas contra él mientras una mano se deslizaba inconscientemente entre sus
muslos en dirección al nudo hinchado de su clítoris.
—Eso es, cariño –gimió, levantando la cabeza, mientras ella forzaba sus ojos a
abrirse lo bastante para seguir su mirada hacia donde sus dedos presionaban contra
su clítoris—. Frota tu bonito clítoris. Déjame mirar. Déjame ver cómo encuentras tu
placer mientras follo tu apretado coñito hasta que te corras.
La picardía erótica, las palabras sucias y la provocación le robaron lo último de su
sentido común. Nada importaba ahora excepto excitarle, apremiarle a que la tomara
más rápido, más fuerte.
—Fóllame –le suplicó, los dedos moviéndose contra su clítoris mientras el
desesperado placer comenzaba a atravesarla como un rayo—. Oh Dios, Rule.
Fóllame más duro. Más rápido.
Un rugido resonó a su alrededor cuando sus dientes rasparon contra la marca de
la pequeña mordedura en el cuello. Incluso eso provocó un agonizante placer
alanceando a través de su organismo.
—Adoro… esto. —Oh Dios, ella casi se traiciona—. Adoro esto. Como meter a
empujones el placer en mi alma.
Él latía con fuerza dentro de ella. Sus jugos se derramaron más rápido y
resbaladizos cuando de repente la empujó sobre su estómago, le abrió los muslos
de un empellón y se colocó entre ellos sin ni siquiera retirarse por completo.
Las fuertes manos le levantaron las caderas, obligándola a arrodillarse, a clavar
las rodillas en el colchón mientras su clítoris se hinchaba aún más entre sus dedos,
el placer aumentando en la pequeña protuberancia hasta que estuvo gritando a
causa de ello.
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O estaba gritando por el placer que pistoneaba dentro de su coño, empujando con
fuerza, follándola rápido y profundo mientras sentía el roce de la punta frotar sobre
ese detonador oculto dentro de su coño por última vez.
Estalló.
Su clítoris implosionó por sus dedos acariciadores, fragmentos de vertiginosas
sensación impactaron profundamente dentro de su vagina, pasando por su vientre
hasta que la energía palpitante del estallido interno de éxtasis se apoderó de ella por
completo.
Temblando, su cuerpo perdió el control al mismo tiempo que sentía sus dientes
morderle el cuello, su polla yendo a lo más profundo de ella mientras que la erección
adicional debajo del glande le trababa en su interior, y los ardientes chorros de su
semilla eyaculados en la entrada de su útero la echaban a volar más alto.
Estaba quemándose. Una llamarada que no podría tener esperanzas de controlar
la atravesó a toda velocidad, lamiendo cada terminación nerviosa que poseía
mientras se sacudía con fuerza debajo de él, gritando su nombre a la vez que sentía
la lengüeta acariciando y pulsando en su interior.
No había escapatoria de esto.
No había forma de escapar de él.
Y como ella lo entendía, definitivamente no había forma de escapar del Calor de
Acoplamiento.
* *
Rule observaba a su compañera con cautela, sintiendo que algo cambiaba, que
algo se endurecía en su interior. No era un olor, era una sensación, como Jonas le
había explicado a él. Un sentimiento indefinible cada vez que la compañera estaba
fuera de sintonía, o de mal humor con su Casta.
El Director había sonreído, la curva de sus labios suavizados de manera poco
familiar y aterradora por todo el amor que contenía cuando su mirada había
encontrado la visión de su compañera mientras jugaba con su hija.
Lo entendía ahora, pensó Rule mientras la instaba a entrar en la ducha con él
para que pudiera lavarse el pelo y el cuerpo. La necesidad de hacer este tipo de
cosas para ella le confundía muchísimo. En realidad se había reído con incredulidad
ante el rumor de que otra compañera Casta y Seth Lawrence, unos de los
benefactores de los Casta, había comprado para su compañera exquisitas bragas de
seda hechas y a menudo pintadas a mano, así como jabones artesanales con
fragancias únicas de todas partes del mundo durante los diez años que no había
podido reclamarla.
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Se decía que los olores de la piel de Dawn Daniels Lawrence eran tan únicos que
algunos Castas le habían ofrecido una fortuna para revelar quien los había hecho.
Seth se había negado. Tenía una compañera única, había declarado, y mientras
estuviera en su poder, se aseguraría de que ella tuviera olores únicos.
Rule deseó tener un aroma único para darle. Algo que ella pudiera poseer que
supiera que nadie más que él podía darle. Algo además del acoplamiento animal que
los sobrepasaba cada vez que la tocaba.
—No hace falta que me seques, Rule. —La irritación florecía en su tono mientras
agarraba la toalla y comenzaba a secarse el cabello empapado, observando los
rizos que colmaban la masa sedosa mientras él les secaba.
—¿Podrías dejar de quejarte sobre cada pequeña cosa? —exhaló con rudeza
mientras los instintos le arañaban por el auto-disgusto que se negaba a ceder.
Era evidente que el espíritu Casta que albergaba en su interior no estaba contento
con él en este momento. Pero diablos, no había estado feliz con él desde la noche
en que la había visto por primera vez hacía nueve años.
Oh sí, lo recordaba ahora.
Se había dado cuenta de lo inestable que estaba meses más tarde, y no había
relacionado la inquietud por la joven que había sido tratada brutalmente por esos
bastardos del Consejo de Genética esa noche. Sin embargo, el hecho de que se
hubiera movido para sacar el arma más rápido de lo que nunca había hecho en su
vida debería haberle advertido. Si eso no le había advertido, entonces el hecho de
que había disparado a la cabeza del Casta que se preparaba para violarla antes de
recibir la orden de Jonas debería haberlo hecho.
Pero todo había sucedido tan rápido esa noche. Todo lo que recordaba era ver
aquellos horrorizados ojos llenos de conmoción cuando el Coyote cayó un segundo
antes de que los cuatro Coyotes que estaban con el bastardo cayeran muertos
también.
Luego Lawe y Jonas se la habían ocultado. Rule había dado media vuelta y salido
corriendo de la caverna. Había llamado al rancho Reever pidiendo su médico, una
mujer que sabía cuidaría de ella. Había solicitado mantas calientes y las había
llevado de prisa al interior, hizo los arreglos para sus padres y se aseguró de que el
cuerpo de su hermano fuera tratado correctamente. Y casi había dado una paliza de
muerte al Coyote Loki antes de que Lawe y varios otros le apartaran de él. Se había
negado a escuchar al Coyote que juraba que él había sido quien había contactado
con Jonas esa noche.
Rule había querido matarlo. Había querido matar a cada Coyote hijo de puta que
no había mantenido vivo a Mark McQuade para su frágil y rota hermana pequeña.
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Él podía sentir los secretos que guardaba. En este punto, no estaba oliendo una
maldita cosa, lo estaba sintiendo. Ella era su compañera y todavía no tenía ni idea
de los vínculos que estaban empezando a construirse entre ellos.
Del mismo modo que sabía el juramento que ella casi había hecho cuando su
coño se apretó sobre su polla. Ella casi le había jurado su amor. Lo había notado, lo
había sentido, la emoción rodeándole cuando ella interrumpió las palabras para
declarar que le encantaba lo que le estaba haciendo en su lugar.
Su bonita mentirosa.
Todo ese pelo largo, grandes ojos verdes y secretos rabiosos. Secretos que iba a
tener que revelar pronto, antes de que fuera demasiado tarde para que él y Jonas la
ayudaran y ayudaran a sus padres.
—Escúchame, Gypsy —gruñó, moviéndose antes de que pudiera escapar y
agarrándola del brazo para sujetarla cuando iba a darse la vuelta y alejarse
haciendo aspavientos.
Su ira sólo aumentó, al igual que la furia que sus propios instintos comenzaban a
verter sobre él. Su compañero estaba cabreado con él y su compañera estaba
cabreada con él.
Él estaba cansadísimo de ambos.
—¿Escuchar qué? ¿Más de tus acusaciones? —gritó.
—Más de mis verdades. —Trató de suavizar el tono, algo que nunca había hecho
con otra persona en su vida—. Puedo sentir tus engaños, compañera. De todas las
personas en el mundo a la que nunca puedes mentir, a la que nunca puedes
engañar de ninguna puta manera, es a mí. ¿Me oyes? Escúchame bien, maldita sea,
si no eres honesta conmigo, entonces no puedo protegerte y no puedo proteger a tu
familia. No sin saber exactamente a que se enfrentan y de qué les estoy
protegiendo.
—Mi familia no necesita tu protección. —Pero podía oír la vacilación y el miedo
repentino que la embargaba.
—Gypsy. —Soltándola, se pasó los dedos por el pelo en señal de frustración
mientras lo intentaba una vez más—. Cariño. Tu hermano murió porque se negó a
confiar en aquellos que podían ayudarle...
—Mi hermano murió porque su hermana lo entregó. —Concisas, duras, ella dijo
las palabras como si se tratara de una respuesta entrenada.
—Cariño, no. —La suavidad de su voz le sorprendió mientras extendía la mano
para tocarle la mejilla, sólo para que ella se apartara de él.
—Ve a hacer lo que sea que los Casta hagan cuando estás acusando a personas
inocentes de mentiros —cargó, alejándose de él, la sensación insultante de su
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de él como el látigo con púas que los soldados del laboratorio habían usado contra
él cuando era apenas un cachorro. Ella no se despojó de las lágrimas, pero se
filtraron en su alma, hurgando y dejando heridas que sangraban noche y día. Los
sollozos que contenía en su interior estremecieron todo su cuerpo, haciéndola
estremecerse repetidamente en pequeñas sacudidas apenas perceptibles que
desgarraban su control.
—Dime algo así otra vez y te juro por Dios que me aseguraré de que lo lamentes
—advirtió, furioso de que creyera tal cosa—. Nunca jamás, Gypsy, déjame creer que
aún estás considerando tales pensamientos dentro de ese pequeño cerebro tuyo
demasiado complicado y la batalla que tendrás conmigo es una a la que nunca
querrás enfrentarte.
Sus labios temblaron, y luego se endurecieron.
—Vete al infierno, Casta —replicó secamente—. Mejor aún, sal de mi infierno y
déjame sola.
¿Dejarla sola?
Movió la mano, un rápido acto reflejo que le hizo agarrarla de la curva del culo y
tirarla hacia la cuna de sus muslos.
Estaría maldito si ella le desafiaba de esta manera. Estaría maldito si alguna vez
ella permitía que otro pensamiento sobre sí misma de ese estilo viera la luz del día,
por no hablar de la oscuridad de una pesadilla mientras viviera.
Sus labios se curvaron sobre los afilados caninos a los lados de la boca, un rugido
de peligrosa determinación resonó en su pecho y rebotó a su alrededor mientras ella
abría los ojos de par en par antes de que sus pestañas parpadearon nerviosamente.
Estaba a un segundo de arrancarle la ropa del cuerpo y mostrarle, probarle
exactamente por qué nunca querría empujarlo hasta ese punto de nuevo. Su mano
libre estaba a sólo un instante de abrirle los vaqueros de un tirón cuando el sonido
vibrante del dispositivo de comunicación sobre el mostrador estalló con el
característico sonido en clave, una advertencia que sabía que no podía permitirse el
lujo de ignorar.
—Apártate de mí —susurró, aunque el sonido animal profundo de su voz envió
una fuerte ola de sumisa cautela que acometió instantáneamente contra los
femeninos sentidos—. Apártate de mí ahora, compañera, y ojalá que para cuando
termine esto, pueda olvidar el hecho de que no sólo estás tratando de destruirnos,
sino que por Dios ya casi te has destruido a ti misma, y no lo voy a tolerar.
Con eso, se apartó de ella, extendió la mano y agarró el enlace del mostrador
mientras se giraba hacia la salida y salía a zancadas, colocándose el enlace de
forma competente en su oído y ladrando al Casta que había tenido la mala suerte de
enviar la imperativa convocatoria un:
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Capítulo 24
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Eso nunca había ocurrido fuera de una pesadilla, pensó, aturdida mientras los
golpes se repetían de forma pronunciada, haciéndola estremecerse ante el sonido.
Volviendo a empujar el pasado a la oscuridad, donde no podría destruirla de
nuevo, Gypsy se giró y fue rápidamente hacia la puerta, abriéndola de golpe sin
importarle quién estaba al otro lado. Si se trataba de alguien decidido a atacarla,
entonces ahora mismo decidió que tendrían una pelea en sus manos.
Se quedó parada, parpadeando con sorpresa ante el visitante, aunque, casi
incapaz de creer quien estaba allí mirándola echando chispas por los ojos.
—Bueno, al menos estás viva —anunció Kandy, la irritación adornaba su voz
mientras entraba en la habitación—. Y, evidentemente, mamá y papá no te han
matado aún por asustarles a muerte.
Se volvió y cerró la puerta, viendo como Kandy se detenía en medio de la sala
antes de mirar alrededor con el ceño fruncido.
—¿Dónde están ellos de todos modos?
—¿Quién? —Gypsy sacudió la cabeza, sin saber qué hacer con la llegada de su
hermana—. ¿Qué estás haciendo aquí?
—¿Cómo que quién? —exigió Kandy en lugar de responderle—. Mamá y papá,
por supuesto. Pidieron una reunión con Jonas Wyatt para enterarse por qué todo el
mundo estaba tan seguro de que el Comandante Breaker te había secuestrado, es
decir, sin tu permiso, del bar la otra noche. Todo el mundo está hablando de ello,
¿sabes? Mamá está lívida y jura que vas a comprometer a McQuade Consulting. —
Kandy puso los ojos en blanco ante la idea—. Estaban seguros de que te estaban
reteniendo con cadenas aquí. ¿Detenida o siendo seducida? —Las cejas de Kandy
se menearon sugestivamente—. No quisieron esperarme cuando Loki me detuvo en
el vestíbulo para averiguar por qué estaba allí. Subieron mientras nosotros
estábamos hablando.
Esa sensación de pánico aumentó bruscamente dentro de ella ahora, apretando
su pecho y llenándola con tal terror que apenas podía respirar.
—No he visto a mamá y papá —le dijo a su hermana.
Kandy la miró como si de repente estuviera hablando en otro idioma.
—¿Cómo que no los has visto? Subieron en el ascensor con Thor hace… —
Kandy comprobó el reloj de muñeca—. Diablos, hace casi una hora para reunirse
con Wyatt. Estaba segura de que estarías allí.
La mirada de Gypsy giró hacia el reloj digital de la pared frente a ella. Rule la
había dejado hacía casi una hora.
—De hecho, el reloj sobre el ascensor, decía una treinta y tres —anunció su
hermana—. Lo noté porque Loki dijo que sólo tenía un par de minutos para hablar
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antes de que fuera a una reunión a la dos menos cuarto. Pero fue cancelada… —Su
hermana se quedó mirando la habitación de nuevo—. ¿A dónde pueden haber ido?
El aliento pareció quedar atrapado en su pecho, amenazando con asfixiarla
cuando Gypsy supo de repente dónde estaban con exactitud.
—No —susurró, el conocimiento de que su madre debía haber hecho algo
increíblemente estúpido otra vez sonaba a todo volumen en sus sentidos, gritándole
que hiciera algo, que los protegiera—. Oh Dios, no.
Antes de que las palabras salieran de sus labios se giró, abrió la puerta mientras
ignoraba el grito de sorpresa de su hermana y comenzó a correr por el pasillo, en
dirección a la suite de Jonas.
Rule había sido llamado, la convocatoria evidentemente lo suficientemente
imperativa para que abandonara un enfrentamiento que sabía no había tenido
ninguna intención de dar por terminado. Había estado furioso con ella, y con la
intención de convencerla de algo que ella sabía que no era cierto cuando había sido
llamado. Al mismo momento que sus padres deberían haber estado golpeando la
puerta de la suite de Rule.
Al doblar la esquina, estuvo a punto de derribar a Loki, sorprendiendo al Coyote
que obviamente había estado corriendo por el pasillo en dirección a la suite de Rule.
Estiró una mano hacia ella con estupefacta expresión, y el conocimiento que cruzó
su rostro le hizo agacharse, haciendo una finta que la mantuvo fuera de su alcance
antes de volver a ponerse de pie y correr hasta el final del siguiente pasillo.
—Gypsy, no. Espera —gritó, la ira vibrando en su voz cuando oyó a Kandy gritar
su nombre confundida.
La adrenalina le atravesaba ahora, el temor una familiar compañía mientras
giraba la esquina, corriendo hacia los Casta que bloqueaban la puerta de Jonas.
Frenó en seco, al darse cuenta de que los siete machos Casta no tenían ninguna
intención de moverse como lo habían hecho anteriormente siempre que se
acercaba.
—Fuera de mi camino, Flint —le ordenó al que mejor conocía, mirando a sus ojos
oscuros mientras él la miraba de manera poco amable.
—No puedo hacerlo, Gypsy. —Negó con la cabeza, su expresión no se suavizó ni
un instante mientras mantenía un ojo vigilante sobre ella—. Sólo sé paciente...
—¿Paciente? —gritó, enfurecida, sabiendo que ella no tenía tiempo para ser
paciente—. Fuera de mi camino antes de que te mueva yo misma.
No tenía ni idea de cómo iba a lograrlo, pero sabía sin duda que lo intentaría si no
la dejaba pasar.
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* *
La tecnología nano-nit era ingeniosa, pensaba Rule mientras examinaba el
dispositivo que los McQuade habían intentado introducir, inspeccionando con un
microscopio dentro de la carcasa segura e impenetrable, sólo para este tipo de
productos electrónicos peligrosos o dispositivos robóticos diminutos.
El nano–nit estaba conectado a una línea microscópica que conducía a un nano-
lector electrónico dentro de la carcasa. El acceso a la tecnología era a través de un
conjunto de puertos protegidos sellados con látex que se adherían a las manos del
usuario al entrar y aseguraban que un ambiente sin aire y sin salida rodeara al nit y
al lector.
—La capacidad de almacenamiento es superior a los estándares anteriores
conocidos —murmuró cuando finalmente logró descifrar el código de la tecnología
del nano-nit. La seguridad no era muy fuerte. El nit podía eludir casi todas las
medidas de seguridad conocidas, pero no podía impedir el acceso a su propia
programación—. La programación consiste en la activación de una señal remota, por
medio de la cual se desprendería del dispositivo anfitrión e iría a la fuente eléctrica
más cercana antes de perforarla y abrirse paso a la señal del aparato receptor
designado para comenzar a almacenar audio y video. En doce horas, volvería a
viajar a lo largo de la corriente eléctrica a la siguiente planta, al dispositivo más
cercano capaz de transmitir, incluidos los satélites o los menos usados teléfonos
móviles.
Enderezándose del ojo electrónico del microscopio, se enfrentó a Jonas, Lawe, al
Alfa Principal, Callan Lyons, al Alfa de los Casta Lobos, Wolfe Gunnar, y al Alfa de
los Casta Coyote, Del Rey Delgado, así como también a uno de los más fuertes
líderes de manadas, Dash Sinclair, quien había llegado tarde anoche para las
reuniones programadas esta semana en relación con la nueva división de la Agencia
en Window Rock.
La presencia de la jerarquía de los Casta no era una buena señal para los
McQuade, que todavía se encontraban detenidos en un cuarto seguro carente de
electrónica, digital o de otro tipo, o de acceso eléctrico. Blackout3, como se le
denominaba, era un estándar en todas las salas de conferencias del hotel desde que
las noticias sobre los nano-nit habían sido dadas a conocer varios años antes.Hasta
ahora, no había código cifrado o seguridad que se hubiera inventado al que no
pudiera acceder incluso el más débil de los nano-nit, ya fueran archivos protegidos,
o incluso sistemas de la red. Si el nit lograba instalarse, entonces el sistema se veía
comprometido por completo y no había forma de destruir ni rastrear el diminuto robot
una vez que estaba en el interior.
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—Gypsy ha sufrido lo suficiente, Jonas —dijo en voz baja, sabiendo que no había
ni una oportunidad en el infierno de que el argumento tuviera algún peso sobre el
otro Casta.
Por una vez, sus instintos animales estaban contenidos, equilibrados del mismo
modo que el hombre estaba y esperando a ver el peligro al que su compañera se
enfrentaba en lugar de dejar que la rabia eclipsara lo que la lógica podría ser capaz
de salvar.
—¿Y Amber no? —El tono ronco y primitivo de la voz de Jonas aseguró a todos
los que escuchaban que el hombre y la bestia estaban en perfecta sintonía en ese
momento en este singular Casta—. ¿Qué pasa con mi compañera, Rule? ¿Qué
pasa con la niña que está obligada a ver sufrir cada día, preguntándose cuánto más
puede soportar su pequeño cuerpo? ¿Qué arriesgarías? ¿A quién arriesgarías, para
salvar a tu hijo?
Arriesgaría todo menos a su compañera, incluso su honor, para salvar a su hijo, y
Rule lo sabía.
Amber podría no ser la hija biológica de Jonas, pero eso no le importaba al
Director. Su vínculo con ese niña era tan fuerte como cualquiera que Rule hubiera
percibido entre un macho Casta y su propio bebé.
Rule no podía luchar contra el argumento de Jonas.
Gypsy había sufrido, pero su sufrimiento, todo excepto el emocional, había
terminado esa noche nueve años antes, después de que los Casta se desplegaran
por el área.
El de Amber y Rachel continuaba con pocas esperanzas de que fuera a terminar
en otra cosa que la muerte horripilante que Phillip Brandenmore había sufrido siete
meses antes.
—Deja ir a los padres. —Dane tomó la palabra entonces con voz baja y firme
exigencia mientras el acento sudafricano parecía profundizarse—. Prohíbeles el
acceso a todas las instalaciones de los Casta y prohíbe que los Casta interactúen
con su familia o sus negocios. —Su mirada se encontró con la de Rule—. Así como
a cualquier compañero Casta o su hija. Corta toda conexión con ellos, y contendrás
la amenaza que representan.
Jonas rugió ante la sugerencia.
—¿Tú crees que aislarlos de su hija va a convencerlos de que nos digan algo? —
La furia tensó su expresión—. Joder, no estuviste allí la noche que su hijo fue
asesinado y su hija casi violada. Ellos la miraron como si no la conocieran mientras
intentaban calentar las manos de su hijo. Ella estaba sola, de pie en el jodido frío por
sí misma, Dane, el olor de su dolor y el rechazo que sentía correr tan profundo fue
suficiente para querer hacerme llorar por ella. Segurísimo que no ha llorado por sí
misma desde entonces, y dudo mucho que ellos arrojen una maldita lágrima por ella.
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Sólo Dios sabía que estaba murmurando su padre. Tanto el padre como el hijo
legítimo tenían sus problemas con Jonas. Y era bien sabido que él tenía sus
problemas con ellos también.
Jonas le miró sólo un momento antes de volver a la habitación.
Un escalofrío de aprensión corrió por la espalda de Rule cuando la mirada del
Director se endureció y se volvió gélida, Rule sabía lo que se avecinaba.
Del mismo modo que sabía que el dolor que eso causaría a su compañera era
más de lo que él la podía dejar que enfrentara.
—Nadie lo lamenta más que yo —dijo Jonas mientras se volvía hacia los Alfas
que escuchaban en silencio, considerando cada argumento y sus méritos—. Como
Director de la Oficina de Asuntos Castas, señores, voy a necesitar sus firmas tanto
en la orden de detención, como en…
—Tomaré el lugar de los McQuade. —La decisión cortó su alma, y Rule sabía que
si era aceptada, a la postre, ésta lo destruiría. Lo separaría de su compañera, de su
hermano, y de la libertad que había arriesgado su vida para alcanzar. Todo le sería
arrebatado mientras pasaba el resto de su vida confinado en una celda una vez más.
Era una decisión que el hombre estaba dispuesto a tomar.
Era una decisión que el animal aceptaba con un sensación de tranquila
resignación.
La Ley Casta era un conjunto complicado de mandatos basados en el honor
creada para adaptar y fortalecer a la Comunidad Casta en su conjunto. Sin embargo,
fue escrita por hombres compasivos que creían que la fuerza interior y el honor de
los Casta fue hecho para proteger. También se escribió para proteger lo que
consideraban el corazón de la comunidad en su conjunto. Sus compañeras y sus
hijos. Y el hecho de que había ocasiones en que podrían presentarse ciertas
circunstancias que amenazarían a sus compañeras o a sus hijos dentro de la Ley
Casta. Para esas eventualidades un Casta podía comprar una salvaguarda de una
sola vez para lo que fuera a lo que tendría que enfrentarse su compañera. Una
salvaguarda que le encarcelaría para siempre y le prohibiría cualquier relación con
los Casta.
La conmoción mantuvo la habitación en silencio durante un largo momento.
Nunca un Casta había solicitado una Auto-Condena para él, o incluso sugerido
solicitarlo para alguien. Lo que ahora estaba haciendo uno, no por su compañera,
sino para asegurarse de que ésta no se enfrentara al dolor de las acciones de sus
padres, era inconcebible.
—Una mierda lo harás. —Lawe se lanzó hacia delante, de repente furioso
mientras su compañera se quedaba sin aliento, agarrando su brazo y siendo casi
arrastrada detrás de él antes de que Lawe se detuviera en seco—. No lo permitiré,
por Dios, no harás eso.
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—No tienes nada que decir —le informó Rule, aunque ni una vez apartó la mirada
de Jonas—. Si los McQuade rechazan o no tienen la información para exonerarlos, y
si Gypsy se niega a darla, entonces yo exijo la Auto-Condena. Aceptaré su castigo
como propio.
—¿Por qué? —Lawe rugía furioso ahora, con los ojos ardiendo mientras Rule le
miraba con calma—. Por amor de Dios, Rule, dime por qué darías tu vida por esos
malditos bastardos.
—Ella es mi compañera —Rule suspiró profundamente—. La carga que lleva
cada día por la muerte de su hermano la está destruyendo un poco más cada año,
Lawe. Se come su alma como si fuera ácido. Si perdiera a sus padres por la Ley
Casta, nunca sería capaz de vivir con la culpa. La perdería de todos modos. Al
menos de esta manera, ella tiene una oportunidad...
—No —rugió Lawe, tratando de soltarse de su compañera para correr hacia su
hermano, intentando hacerle recuperar el sentido común que el Calor de
Acoplamiento parecía haber eliminado—. Maldita sea, Rule, no voy a aceptarlo…
—No hay nadie más en quien pueda confiar para cuidarla, Lawe —afirmó,
sabiendo la carga que su hermano llevaría con la petición que estaba haciendo—.
Nadie podrá ver jamás lo que yo veo en Gypsy, excepto tú.
—No lo haré —rugió Lawe, enfurecido—. De ninguna puta manera.
El dolor se apoderó de Rule, mientras abría una pequeña parte de sí mismo a las
emanaciones del vínculo que se arremolinaba a su alrededor. Le dio a su hermano
unos pequeños segundos para vislumbrar lo que había vivido dentro de él desde el
momento en que se había chocado con los ojos de Gypsy en aquel bar lleno de
gente.
El penoso pesar por el dolor que sintió dentro de ella, pero también la profundidad
del dolor que sintió agujereaba su alma tierna. Las pesadillas que el animal dentro
de él trataba de aliviar a su compañera, y el amor que había sentido por ella desde
la noche en que sus instintos animales se habían unido con ella, nueve años antes.
El sonido que brotó de la garganta de Lawe fue un rugido de pura rabia,
sorprendiendo a todos, excepto a Rule. Había una razón por la que no había
permitido que su hermano entrara en los últimos dos meses. Una razón por la que
había mantenido ese escudo firmemente en su lugar. Porque el dolor de su
compañera, sus pesadillas y su incapacidad para aceptar que se merecía cada
gramo de devoción pura y dura como el acero que él sentía por ella estaba
provocando esas mismas llagas dentro de su espíritu.
Gypsy no lo amaba, no como él la amaba. Creía que el potencial para eso estaba
allí. Teniendo un poco más de tiempo, podría haberla ayudado a sanar lo suficiente
en su ser interior para que pudiera haber aceptado su amor por ella, y aceptado que
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podía devolver ese amor. Pero ahora, las posibilidades de ese tiempo estaban
disminuyendo por segundos.
Jonas no habló durante largos segundos. Luego se dirigió con rigidez a los
monitores en la pared y activó el enlace.
—¿Sí, Director? —Thor se acercó a la consola de video inmediatamente.
—Sácalos —espetó Jonas.
¿Qué demonios estaba haciendo?
Menos de un minuto después, Hansel y Greta McQuade salieron de la habitación
incomunicada al módulo de videoconferencia.
Greta había estado llorando, mientras que Hansel estaba resuelto a su lado.
—Metisteis a sabiendas un dispositivo de vigilancia en un lugar protegido Casta,
¿es esto cierto? —preguntó Jonas.
—Lo hicimos —respondió Hansel por los dos.
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Capítulo 25
—Mi paciencia está a punto de agotarse, Flint —informó ella al Casta con furia
—. Los que están ahí dentro son mis padres y que me aspen si voy a permitir que
Jonas Wyatt o Rule Breaker los intimiden para admitir algo sobre lo que puede que
no hayan tenido elección.
Un ceño fruncido estropeaba la frente de Flint mientras la sorpresa brillaba en sus
ojos apenas un segundo.
—¿Es eso lo que hacen, Gypsy? Extraño, siempre he conocido a Jonas y Rule, y
es muy poco probable que intimiden a nadie, sobre todo en lo que se refiera a una
compañera. Jonas se ha dejado la piel para dar cabida a todos los Enforcer en su
equipo y a sus compañeras. Y Rule es uno de sus comandantes de mayor
confianza, no puedo verle haciendo nada menos con su propia compañera. O sus
padres.
La vergüenza amenazó con absorber la furia, pero nada podía penetrar en el duro
y gélido núcleo de miedo que le desgarraba las entrañas.
—Si están en problemas... —Su respiración se atascó—. Por favor, Flint, déjame
verlos. Déjame ayudarles —susurró, consciente de Loki y Kandy entrando detrás de
ella—. Son mis padres.
—¿Lo son? –preguntó él, suavemente, tal vez demasiado suavemente—. He visto
pocas pruebas de ello. Pero si me das dos minutos me pondré en contacto con el
subdirector Brannigan y veré si puede entrar a hablar con Jonas. Porque esta suite
se encuentra bajo clausura total. La única manera de pasar por encima de nosotros
es matándonos. ¿Puedes hacer eso?
Ella no había llorado en nueve años. La agonía atrapada en su interior no había
sido liberada en tanto tiempo que Gypsy había olvidado como debería sentirse la
humedad en los ojos.
Hasta que tuvo que parpadear para retenerlas.
Miró por encima del hombro a la puerta, sabiendo que no iba a entrar, ni siquiera
si lograba matar a cada Casta que la bloqueaba.
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—No lo entiendes.
—Te conozco desde hace mucho tiempo, Gypsy —indicó, ese tono suave y
compasivo la desgarró, recordándole las veces que Rule le había hablado con la
misma dulzura, esa misma comprensión, que se había obligado a ignorar—. ¿Y
sabes qué? He visto a los padres de Kandy correr a su lado muchas veces. Todavía
tengo que verles correr a tu lado una vez. Aún cuando sé a ciencia cierta que los
necesitabas.
Eso no importaba. Kandy les había necesitado, ella los había merecido. ¿Qué
había merecido Gypsy después de guiar a Mark hacia su muerte? Además, nunca
les había pedido a sus padres que fueran a ella, ¿verdad?
—Sólo déjame entrar, Flint —pidió, su voz tan ronca, tan llena de miedo que
apenas la reconoció.
—¿De qué estás hablando, Gypsy? ¿Qué está pasando, Gypsy? —susurró Kandy
detrás de ella, el miedo vibrando en su tono—. ¿Qué pasa con mamá y papá?
Gypsy apretó los puños a sus costados. No necesitaba que Flint o Rule le
contaran lo que había sucedido. Conocía a sus padres. O más bien, conocía a su
madre. Greta McQuade había logrado introducir el dispositivo antes. Se habría
convencido de que podía hacerlo de nuevo.
Dios, ¿por qué no había ido ella anoche, cuando Rule se había negado a dejarla
salir sola? Si se hubiera enfrentado a él, si se lo hubiera exigido, él la habría tomado,
se dio cuenta. Conocía a Rule, casi tan bien como conocía a muchos de los otros
Casta. Pero se había acostado con Rule, y sabía cosas sobre él que una mujer sólo
sabía sobre el hombre que elegía como su amante.
Caminando al lado de la puerta, mientras los otros seis Casta cubrían el panel,
observó como él se tocaba el intercomunicador en la oreja y bajaba la pequeña
varita para que descansara al lado de su mejilla.
—Sí, señor, las hijas del señor y la señora McQuade están en la puerta. Gypsy
pide acceso para conocer las imputaciones contra sus padres y asegurarse de su
bienestar.
Dios no.
Oh Dios, si los incriminaran con la Ley Casta, no habría modo de arreglar el daño
que provocaría en sus vidas.
—Gypsy, ¿de qué está hablando? —gritó Kandy, aunque su voz era baja, detrás
de ella—. ¿Qué imputaciones?
Cuando ella no respondió, su hermana la agarró del brazo con firmeza, enviando
una oleada de violento dolor por su piel, como puñaladas antes de que se
apresurara a echarse atrás, volviéndose hacia la joven a la que siempre había
tratado de proteger.
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Metiéndose las manos en los bolsillos de los vaqueros y encorvando los hombros
de manera protectora contra cualquier mala noticia que pudiera darle, le miró con
ansiedad.
—El subdirector Brannigan está de camino —le informó, mirándola con recelo—.
Ahora escúchame, él no es Jonas. Jonas te conoce. Él se siente protector hacia ti y
eso te ha permitido escapar de mucho desde que llegó aquí, cosas que Brannigan
no va a tolerar.
Era más que evidente que él estaba preocupado por lo que Gypsy frunció el ceño,
mirándole.
—¿Qué demonios estás tratando de decir, Flint? —Sacó las manos de los
bolsillos y cruzó los brazos sobre el pecho.
Ella lo observó belicosamente, enfadada de repente por la implicación de que no
sabía cómo ser cortés.
—Creo —una imponente voz familiar le habló antes de que Flint pudiera
responderle, haciendo que se girara sorprendida—, que usted es un poco grosera,
señorita McQuade, a menos que le vaya bien ser cortés. Lo que, como yo lo
entiendo, rara vez hace.
El señor Rarito del bar.
Justo lo que necesitaba, otro Casta listillo.
Su sonrisa era todo dientes y colmillos curvos.
Y un Coyote para colmo. Justo lo que necesitaba. Exceptuando a algunos, no se
llevaba bien con los Coyotes.
—Loki, ¿podrías escoltar a la señorita McQuade más joven a tu suite, hasta que
me ponga en contacto contigo? —Podría haber sido enunciado como una petición,
pero claramente era una orden.
Loki hizo un gesto brusco mientras se enderezaba, sus ojos encontrándose con la
mirada verde celta y gélida del subdirector cautelosamente antes de volverse hacia
Kandy y tenderle la mano.
—Gypsy, por favor, dime qué está pasando —susurró entre lágrimas Kandy,
rompiéndole el corazón—. Tengo miedo.
—Quiero ir a casa —susurró ella mientras Mark le devolvía la mirada, los ojos
llenos de tristeza—. Tengo miedo, Mark.
—No llores. Sé valiente, Cacahuete —articuló, la mirada perforándola y ella supo
que estaba tratando de decirle algo. Algo que ella no entendía—. No llores. Sé
valiente, Cacahuete.
—¿Señorita McQuade? Si va a venir conmigo, entonces ahora es el momento. —
El tono de Brannigan se endureció exigente.
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—Prometo que te lo explicaré todo más tarde, Kandy —juró—. Ve con Loki, iré
pronto. Te lo juro.
Se giró hacia Brannigan, mirándolo directamente, negándose a acobardarse bajo
la mirada helada mientras él la observaba intencionadamente.
—Ni Jonas ni sus padres están en su suite —le dijo entonces mientras se giraba y
echaba a andar por el pasillo—. Venga conmigo. Jonas está en una de las salas de
conferencias en otro piso, mientras que sus padres están en la de al lado. Creo que
podría reconocer el nombre que le dieron. Sala Blackout.
Ella juró que se sentía como si estuviera a punto de desmayarse. Una oleada de
funesta comprensión la invadió mientras un sudor frío brotaba de su frente y una
sensación de irrealidad amenazaba con cubrirla por completo.
Quitársela de encima no fue fácil.
Extendiendo la mano, se estabilizó mientras le seguía apoyando la palma contra
la pared al tiempo que caminaba, segura de que no quería caer en presencia de este
Casta.
Inmediatamente tomaría ventaja de la señal de debilidad.
Él ni siquiera miró hacia atrás mientras se dirigía hacia el ascensor privado en el
siguiente vestíbulo y entraba, haciéndole señas.
Gypsy entró al estrecho cubículo y esperó a que él la siguiera, permaneciendo en
silencio mientras las puertas se cerraban detrás de ellos. Sin embargo, el ascensor
no comenzó a moverse inmediatamente.
Primero, un zumbido extraño llenó el área mientras una luz blanca tenue
comenzaba a moverse por encima de ambos.
Cerró los ojos un segundo aceptándolo. Cuando se obligó a abrirlos, él la estaba
observando, los brazos descansando cómodamente a los lados.
Esto llevaría un tiempo, pensó fatalista. Sin duda, el escáner era uno de los
nuevos sobre los que su contacto le había advertido semanas antes de que los
Casta llegaran. Diseñados para captar cualquier anomalía, fuera la que fuera.
—Nunca he traicionado a los Casta —susurró—. Y nunca habría ayudado a nadie
más a hacerlo.
—¿Pero hará todo lo posible para proteger a sus padres, sin importar las acciones
que hayan realizado? ¿Correcto? —El brillo frío y pensativo de su mirada hizo que
su estómago se contrajera de temor.
¿Qué esperaba que dijera?
—Si hay alguna manera.
Él asintió con la cabeza.
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—En muchos aspectos, creo que esa es tal vez la parte más difícil de este
trabajo, desde los Enforcer a la posición de Jonas. Entender la lealtad a los padres
cuando ni siquiera tenemos padres adoptivos a manera de guías, hermanos o hijos.
Pero nosotros hacemos lo posible por tomar eso en consideración cuando es
necesario.
Gypsy le sostuvo la mirada, sabiendo que él podía leer el miedo creciente en su
interior con claridad.
—Sólo dígame lo que tengo que hacer. No juegue conmigo.
Él arqueó los labios, sus ojos oscureciéndose escrutadores.
—¿Y haría todo lo que tuviera que hacer? —preguntó, su voz era baja y
admonitoria.
Gypsy se armó de valor para la batalla que se avecinaba contra su propia
conciencia.
—Haré lo que tenga que hacer, señor Brannigan.
—¿Incluso si eso significa sacrificar a su compañero? —Ladeó la cabeza mientras
se apoyaba contra la pared del ascensor—. ¿El hombre, tal vez la única persona en
este mundo, que estaría dispuesto a dar su vida por usted?
El ascensor comenzó un lento descenso mientras los escáneres continuaban su
trabajo.
—Basta. —Forzó la orden entre los labios que de repente estaban entumecidos
por la acusación.
Él asintió con la cabeza lentamente.
—Dígame, ¿ha oído hablar mucho de la Ley Casta?
—Algo —admitió, de repente cuidadosa con la cuestión—. ¿Por qué?
—¿Ha oído hablar de la Auto-Condena? —Algo pareció vacilar en su mirada con
la pregunta.
Gypsy negó con la cabeza lentamente.
—No.
—Es una parte de la ley de acoplamiento Casta —admitió—. Tal vez no haya oído
nada al respecto. Creo que esos artículos se mantienen dentro de las seguras
audiencias Casta.
—¿Entonces por qué pregunta?
—La Auto-Condena es un as en la manga, que un Casta puede utilizar por única
vez, para salvar de la cárcel a su compañera, o a un hijo, si uno de ellos quebranta
la Ley Casta lo bastante seriamente para que la sentencia a la que se enfrenten sea
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más de lo que un Casta cree que es soportable. También puede utilizarse en otras
situaciones. Tales como los padres de una compañera frente a un director enfurecido
de la Oficina de Asuntos Castas que está considerando el uso de toda la fuerza de la
Ley Casta en su contra por los delitos que han cometido.
—No lo entiendo —susurró ella, pero tenía mucho miedo de hacerlo—. ¿Qué
tiene esto que ver conmigo?
Él enarcó una ceja perezosamente.
—Escuche y sabrá lo que tiene que ver con usted. Para asegurarse de que la
humana no sufre los efectos completos del Calor de Acoplamiento, sería llevada
junto a su Casta mensualmente. Eso sería suficiente para mantenerlos a ambos en
su sano juicio, apenas, aunque la hembra tiene opciones con los tratamientos
hormonales que nuestros científicos y médicos han conseguido que el macho no.
Aparte de eso, el Casta es encerrado en una celda similar a la de los laboratorios
donde fue creado, porque la necesidad de libertad pronto le enfurecería. Siempre y
cuando esté tranquilo, puede tener a su compañera una vez al mes. Pero durante el
resto de su vida, excepto por esas pocas horas, no hablará con nadie. Ni cartas de
casa. Ni televisión, ni gimnasio, ni biblioteca o privilegios de ordenador —dijo con
sorna—. Los Casta no llevan bien la idiotez. Y si cualquier Casta da su vida de
buena gana por la protección de su compañera, para cumplir una pena de este tipo
por los padres que para empezar obviamente no sienten ese amor por su
compañera, ¿por qué le deberíamos mostrar misericordia? Enseñaría a los demás
que vinieran después de él, la temeridad de tal decisión.
—¿Qué estás tratando de decir, maldito seas? —soltó, cansada de este juego—.
¿Qué ha hecho Rule?
Oh Dios, él no haría eso. No se sacrificaría de esa manera, ¿verdad?
—Es lo que sus padres han hecho, señorita McQuade —gruñó—. Y lo que el
Casta está dispuesto a hacer para ahorrarle el dolor de su juicio y castigo. Bajo la
Ley Casta, cualquier humano o Casta que intente introducir un dispositivo nano-nit a
cualquier área marcada como Casta Segura invita al castigo con la muerte. ¿Qué
haría Rule para ahorrarle el dolor de ver a sus padres morir por tratar de amenazar a
la niña del Director de Asuntos Castas cuando trajeron un nit programado para
activar y grabar el sonido de la voz inocente de una niña?
No. No, sus padres no harían eso.
Pero lo habían hecho. Conocía a su madre, y sabía que haría cualquier cosa si
Kandy estuviera amenazada, para protegerla. Y todo el mundo sabía que Kandy era
la debilidad de sus padres.
¿Qué haría Rule?
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Levantó la vista al Casta con horror, viendo sus ojos verdes ir del hielo al fuego en
un segundo antes de que se cubrieran de hielo una vez más como si el fuego de la
rabia nunca los hubiera tocado.
—¿Qué harían sus padres, si creyeran que usted se enfrentaría a ese castigo en
lugar de su compañero? —preguntó entonces.
Las puertas del ascensor se abrieron en una sala de conferencias llena de
Castas. Frente a ella, Rule estaba de pie mientras un monitor de pantalla plana
mostraba a sus padres, amplificaba la voz de su madre y la acusación llena de dolor
que abrió el alma de Gypsy como un bisturí y dejó que sus emociones, ira, miedo y
culpa auto—depredadora inundaran su organismo como un maremoto que
destruyera todo a su paso.
—Señora McQuade, no admitir introducir un dispositivo de espía a…
—Lo hice —gritó Greta con dolor—. Le he dicho que lo hice.
—¿Y si le dijera que su hija va a ser castigada, durante el resto de sus días, ella
conocerá un infierno diferente a todo lo que usted pueda imaginar en pago por sus
crímenes a menos que revele el nombre de la persona o personas que la ayudaron
en esto, nos daría la información que requerimos para procesarlos en su lugar?
—¿Qué? ¿Qué está diciendo? —Hansel negó con la cabeza, obviamente
luchando por entender las implicaciones de lo que estaba diciendo Jonas.
—Le estoy diciendo, señor McQuade, que su hija debería aceptar un artículo de la
Ley Casta que le permite soportar el castigo por sus crímenes, ¿la dejaría usted
voluntariamente hacer eso? ¿Permitiría que sufriera, que padeciera dolor, aislada,
durante el resto de su vida por proteger a cualquiera que le metió en esto? ¿O nos
daría las respuestas a las preguntas que se le hicieron la primera vez que fue
detenido por intentar introducir este condenable dispositivo a lo que es
efectivamente mi casa y arriesgar no solo mi vida, sino la de mi mujer y mi hija? —
exigió, la rabia aumentaba en su voz con cada palabra.
—No... Usted no puede hacer eso —susurró Hansel con horror e incredulidad.
—Ella no ha sido nuestra hija desde la noche en que ayudó a esos bastardos a
matar a mi hijo —sollozó Greta, su expresión retorciéndose de agonía mientras cada
Casta la observaba en silencio conmocionado—. Mi hija murió con él esa noche.
—No, Greta. —Hansel miró a su esposa con horror mientras ella expresaba la
rabia que acarreaba contra una niña que no había jugado ningún papel en el horror
que también había sufrido.
—Sabes que es verdad —sollozó Greta, histérica—. Lo único que le importaba
entonces era la siguiente fiesta y eso es todo lo que le importa ahora. La próxima
fiesta, la próxima noche de borrachera salvaje y esos putos Casta inferiores con los
que puede follar. Así es como honra al hermano que murió a causa de su estupidez.
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Castas 29
—Sus ojos de repente se dispararon más allá de Jonas, el horror llenó su cara
mientras la mirada de Hansel McQuade la seguía. Los ojos de su padre se llenaron
repentinamente de lágrimas cuando se encontraron con los de Gypsy a través del
monitor de video de dos vías.
Ella se sentía congelada. Bloqueada en su lugar mientras todos los ojos se
volvían a mirarla, con diversos grados de piedad.
—¡Joder! —susurró alguien, una voz masculina, baja, un siseo de furia en carne
viva un segundo antes de que Rule rugiera de rabia, levantara un objeto de la mesa
de conferencias frente a él y lo arrojara contra la pantalla.
Se rompió, lanzando fragmentos de cristal mientras Jonas se agachaba, y los más
cercanos volvían la cabeza rápidamente para evitar los afilados proyectiles.
Algo le pinchó la frente, la mejilla, pero no estaba segura de qué.
El repulsivo entendimiento de que sus padres creían su actuación no la
sorprendió, había sido condenadamente buena en su trabajo a través de los años.
Pero que lo dijeran en voz alta a estos hombres que la respetaban lo suficiente como
para ver a través de su papel de chica fiestera la destruyó. Saber que podrían
sospechar o incluso privadamente culparla era una cosa, pero tener a su madre
acusándola con tanta virulencia, con tal repugnancia y falta de ternura, tenía que
admitir, desnudó su alma.
Esa era su madre.
La mujer que la había criado...
No, sus padres no la habían criado, admitió finalmente.
Mark lo había hecho.
Ellos habían estado muy ocupados construyendo sus negocios, o jugando con
Kandy, la chica femenina de las dos hermanas a la que le gustaban los vestidos, no
se ensuciaba y no pedía ir a cazar con su querido hermano.
Había sido Mark quien le había enseñado a montar en bici, a patinar, a cazar y a
correr en motos de cross por el desierto. Le había enseñado a espiar mientras lo
hacía pasar por un juego, cómo estar quieta, cómo salir a hurtadillas de la casa y
cómo abrir una cerradura.
Le había estado enseñando cómo saber lo que él estaba pensando con sólo un
vistazo...
Sus ojos se encontraron con los de Rule mientras sentía ese miedo paralizador
que había sentido nueve años antes, la primera vez que había visto sus ojos
volverse salvajes así. Todo azul sin ningún blanco, la pupila retraída de rabia.
Él había estado allí entonces, se dio cuenta, sus ojos clavados en ese dolor y
desnuda rabia en el brillante y demasiado azul de sus ojos. Con esa misma mirada
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en esos ojos extrañamente coloreados, la misma furia salvaje que podía ver allí
ahora.
Y la misma advertencia.
La misma advertencia que había estado en los ojos de Mark justo antes de su
muerte.
—No llores. Sé valiente, Cacahuete. —Sus labios se movieron lentamente,
asegurándose de que ella supiera lo que él quería que entendiera, mirándola
fijamente, su mirada fija en la de ella, intensa, advirtiéndole. Un mensaje que ella no
podía entender sin importar lo mucho que lo intentara—. No llores. Sé valiente,
Cacahuete.
En ese instante se percató que raras veces la llamaban Cacahuete, y nunca Mark.
Él nunca le había dado apodos. Ella era su Gypsy Rum, hermanita o niña. Nunca,
jamás la había llamado Cacahuete.
Y las hermanas pequeñas no tenían que ser valiente, le había dicho una y otra
vez, ese era el trabajo de un hermano mayor. Él podía ser valiente por los dos y ella
podía llorar todo lo que necesitara.
Y aún así, no podía llorar. Era valiente, temeraria incluso. Había tomado el trabajo
de su hermano, protegido a su hermana como le habían dicho una y otra vez que
Mark hubiera querido que hiciera.
Mark murió por ti... ¿Cuántas veces le había sido hecha esa acusación en forma
de un castigo?
No fue tu culpa, Gypsy, ellos conocían la debilidad de Mark...
Ella era su hermana, pero todo el mundo había comentado mientras crecía que
Mark siempre la había tratado como una hija más que una hermana.
—Se supone que tengo que ser valiente —susurró ella, nueve años de agonizante
dolor no derramado raspando su garganta.
Rule negó con la cabeza lentamente, mientras una atormentada mueca tensaba
su rostro.
—Has sido lo suficientemente valiente para todos nosotros, durante demasiados
años.
Cortando, agonizante, la ola de dolor la atravesó, volvió la cabeza hacia un lado
mientras cerraba los ojos contra la fría realidad de opciones que no podía controlar y
casi le hizo perder el control de ese grito interior de negación que quería dejar libre.
Cuando abrió los ojos, fue para encontrarse con los rasgos atormentados de la
expresión de Jonas Wyatt. Imaginó el dolor que compartía con ella. Opciones y
decisiones que tal vez no habían ido como estaba previsto, vidas que se perdieron
por que él no había sido Superman ese día. Podía verlo todo en su rostro.
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El Director que había luchado durante más de diez años para crear la conciencia
de los Casta y asegurar la supervivencia de su pueblo. El amigo que había velado
por los Casta bajo su mando y que lamentaba como nadie más excepto su
compañera podía entender cuando perdía uno.
Y el padre.
El padre obligado a esperar y ver como su hija posiblemente moría delante de sus
ojos.
Estos Castas le habían salvado la vida. Jonas, Lawe, su compañero Rule, Flint y
tal vez incluso Loki. Ahora sabía que él había estado allí esa noche. Habían estado
allí, y sin ellos no habría sobrevivido. El sacrificio de Mark, sin importar lo poco que
lo mereciera, habría sido en vano, como su madre creía.
—Como su compañera, me niego a aceptar su demanda de Auto-Condena y pido
que hagáis lo mismo. —Las palabras salieron de sus labios antes de que fuera
consciente de la intención de decirlas—. El crimen no es suyo, y el castigo no sólo
sería indigno, sino también carente de gratitud.
Su madre nunca entendería el sacrificio de Rule. Pero Gypsy sí. Él no estaba
haciendo el sacrificio por ellos, sino por ella. Estaba haciendo lo que todo el mundo
había imaginado que Mark había hecho. Dar su vida por ella.
—Maldita sea, Gypsy —rugió Rule mientras ella juraba que oyó murmurar a Lawe:
—Gracias a Dios.
—Y —continuó—. Pido clemencia por el delito cometido por mis padres hasta que
se dé una explicación y una posible exoneración en base a las circunstancias oídas
por el Gabinete de Gobierno Casta.
Los ojos de Jonas se abrieron de par en par. Ella se había delatado y lo sabía. No
debería haber sabido sobre esa ley, más de lo que sabía por lo que Brannigan le
había informado.
Jonas asintió lentamente mientras ella observaba a Rule moviéndose por el rabillo
del ojo, rondando, acercándose acechante como si pensara que fuera a salir
huyendo en cualquier segundo.
Y Dios sabía, no quería nada más que huir.
Quería hundirse en el abismo de dolor y furia en el que había sido retenida
durante nueve años, pero primero tenía que terminar lo que acababa de comenzar.
—De acuerdo, señorita McQuade. —Fue Callan Lyons, el Alfa Principal, quien
aceptó su petición.
—De acuerdo —repitió Jonas.
—Y pido su liberación y una mordaza legal sobre cualquier anuncio de sus
crímenes hasta que esa audiencia pueda celebrarse, con una oferta de información
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No saldré de la suite de Rule y puedes llenar el maldito lugar con Castas si eso es lo
que quieres. Pero te lo juro, Jonas, de una manera u otra, tendrás las respuestas
que puedo darte cuando el plazo acabe. Por favor —susurró, sabiendo que estaba
perdiendo el control sobre las lágrimas que se habían acumulado durante tantos
años—. Siguen siendo mis padres. Y todavía los quiero… a los dos. —Se le cortó la
respiración cuando el dolor golpeó su cuerpo hasta casi robarle el aliento y se le
debilitaron sus rodillas con la incertidumbre de lo que él haría ahora—. Jonas, por
favor, todavía son mis padres.
No se atrevió a mirar a Dane o a Dog, que estaba sentado cerca del sudafricano.
Y seguro que no tenía la intención de encontrarse con los ojos de Rule mientras él
estuviera sujeto por su hermano, Lawe. Si lo hacía, los delataría a todos y lo sabía.
En el segundo que lo hiciera, Rule lo sabría. La conocía demasiado bien, notó.
Y conociendo a Dane y Dog, así como sus reputaciones, encontrarían una
manera de asegurarse de que Jonas quedara satisfecho sin sacrificar sus propias
identidades.
Y ella tenía que hacer esto sin sacrificar la promesa que había hecho al hombre
en quien su hermano había confiado de manera tan implícita que le había dado a
una chica de quince años en vía rápida hacia las puertas de la muerte una razón
para vivir.
Pero lo más importante, tenía que hacerlo sin colocar la carga de los castigos de
sus padres en la oportunidad que le estaban dando de por fin tener una vida propia.
Una vida fuera de la culpa, fuera de las mentiras y los actos traicioneros de un
hombre que había intentado destruirla, para empezar.
El mismo hombre que había traicionado a su hermano hacía nueve años y la
había utilizado para asegurar su muerte.
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Capítulo 26
—Sé quienes sois —el Casta que colgaba de la pared con los pies apenas
tocando el suelo, siseó con lo que él debía pensar que era un sonido intimidante.
Gideon, Graeme para los del rancho de Reever, sonrió. Significaba hora de jugar.
Y a él le encantaba jugar.
Por el momento ignoró al Coyote, exponiendo algunas herramientas que
necesitaría más tarde. Unas pinzas de diferentes tamaños y usos, un martillo
pesado, mordaza de bola… a veces los bastardos no pararon de gritar.
Estaba buscando un cuchillo específico que le había prestado a Khi, Khileen
como los otros llamaban a la hijastra de Lobo, durante el interrogatorio del
compañero del Coyote dos semanas antes, cuando el teléfono satelital que llevaba
al cinto vibró con insistencia.
Sacándolo de la funda, se quedó mirando el número e hizo una mueca de
irritación. Realmente no estaba de humor para lidiar con esto ahora mismo, pero
maldita sea si no estaba jodidamente obligado.
Encontrar a su compañera podría haber iniciado el proceso de devolverle su
cordura, pero unos pocos individuos habían sido fundamentales para completar el
proceso y asegurarse de que encontrara su camino al rancho de Lobo Reever con
suficientes credenciales y referencias para asegurar que fuera contratado en la finca.
—¿Sí? —respondió a la llamada, esperando que no fuera muy larga. Una
esperanza inútil en la mayoría de los casos en lo que a este híbrido se refería.
—Se acabó la fiesta, viejo amigo. —Divertido e inherentemente irritante, ese tono
extranjero envuelto en un acento perezoso nunca dejaba de ponerle los pelos de
punta.
Esta vez, no se limitaron a erizarse, empezaron a bailar en su nuca.
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Mierda. Mierda. ¿Había la sombra de una franja sobre su cara? Iba a matar al
pequeño hijo de puta al otro extremo de la llamada antes de que esto acabara.
—Tú eres quien fue atrapado —le recordó al otro hombre con frialdad—. A
diferencia de ti, no estoy metido en las maquinaciones y en los juegos que tú y tu
hermano disfrutáis tanto. Puedo mantener mi nariz fuera de los asuntos de los
demás y arreglármelas muy bien. Si contacto con Jonas antes de la inyección final,
no hay ninguna puta manera de que entre allí para terminarlo. Y no estoy tan
dispuesto a sacrificar la vida de esa niña por la tuya, idiota.
—Termínalo, luego ponte en contacto con él —ordenó—. Pero hazlo en el tiempo
requerido, Graeme. Porque si nuestro testigo me identifica a mí y a nuestro socio,
entonces vamos a echarte todo encima para salvar nuestros culos. Nunca lo dudes.
—Entonces encárgate de tu jodido soplón —gruñó, poniendo los ojos en blanco y
viendo al prisionero que habían arrastrado en las celdas de Reever hacía menos de
una hora—. Tengo cosas que hacer. Tratar con Wyatt no es una de esas cosas.
—Entonces hazlo una de tus cosas. Nuestro soplón es Susurro. Exactamente,
¿cómo esperas que me ocupe de ella?
Hijo de puta.
Pellizcándose el puente de la nariz, juró que podía sentir las rayas que una vez
estropearon la piel de su rostro comenzar a sombrearla otra vez cuando la furia se
alzó en su interior. No podía tocar a Susurro y ambos lo sabían. Demonios, no sólo
le debía la vida, le debía la vida de su compañera. Susurro era la niña que había
oído casualmente el complot para matar a Judd, Honor y Fawn antes de que Lo
Desconocido hubiera logrado ocultar sus identidades. De no haber sido por ella
contactando con el hombre con el que su difunto hermano había trabajado, entonces
Fawn habría muerto. Y Gideon, Graeme, nunca habría encontrado a su cordura.
Mataría por ella, pero nunca consideraría matarla.
Sin embargo, el hijo de puta en el otro extremo de la llamada era otra historia.
—Me lo voy a cobrar en tu piel, gilipollas —le advirtió Graeme.
—Ponte a la fila. —La sugerencia era divertida y llena con la confianza de que su
seguridad estaba garantizada.
Graeme no estaba tan seguro de eso.
—En realidad dispones de cuarenta y seis horas —le dijo entonces—. Espero oír
los rugidos de furia mucho antes de que esa fecha límite termine.
Sí, apostaba que sí.
Desconectando la llamada, se volvió hacia el soldado que lo miraba con
malevolencia, preguntándose lo cabreado que se pondría Lobo si le daba una paliza
en vez de envolverlo bien y bonito para la hijastra de Lobo.
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* *
Esto era una complicación.
Dane inhaló el sabor a cereza dulce y negra del delgado cigarro y consideró su
siguiente movimiento.
No era que disfrutara de este juego en particular, y Dios sabía que no lo hacía.
Era que conocía a su hermano demasiado bien, y sus padres estaban seguros de
que no había alternativas.
Incluso Dane había sugerido a Jonas que si llegaba a Gideon o a Judd el mensaje
de que las inyecciones eran más necesarias que el código, uno o incluso ambos
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ayudarían. Sin embargo, tanto Jonas como Rachel habían rechazado al instante tal
acción.
Y Ely, la médica de los Casta, aún no estaba en un lugar donde su confianza
pudiera coincidir con la voluntad de Jonas como lo había hecho antes. Eso había
dejado a Dane para hacer el trabajo sucio, como solía suceder.
No le importaba ensuciarse las manos, pero si Gideon, o Graeme como se hacía
llamar ahora, no le daba a Jonas lo que quería dentro de cuarenta y ocho horas,
entonces Dane podía besar a toda su familia americana y amigos para despedirse,
porque la pequeña compañera de Rule chismorrearía sobre él como una niña de
cinco años.
—Recuérdame que me mantenga lejos de tus putos jueguecitos de aquí en
adelante. —Dog se le acercó furtivamente, encendió una cerilla y prendió la punta de
su propio cigarro—. Había oído que conspirar contigo podría volverse peligroso.
Extraño, sin embargo nunca te había escuchado hablar de ser atrapado antes.
Dane le lanzó una sonrisa descuidada y llena de seguridad.
—Lo tengo, amigo mío —dijo arrastrando las palabras con mucha más seguridad
de la que sentía, admitió—. Todo estará bien.
—Esperemos que Leo esté listo para darme la bienvenida al hogar cuando Jonas
expida esa orden de ejecución contra mí —suspiró el otro Casta en respuesta—. He
estado aburriéndome bastante de América de todos modos.
Dane casi resopló ante eso. ¿Dog? ¿Aburrido? Más bien lo dudaba. Dog vivía
para los juegos que podía jugar con la sociedad Casta de aquí. Al igual que todos los
protegidos de Leo, era un maestro de la manipulación y un hijo de puta calculador en
la negociación. Tanto es así que cuando Leo se dio cuenta de que Dog estaba en
Estados Unidos trabajando en la liberación de los Casta y no sólo ayudándoles a
establecer sus sociedades, sino animándolos, se había puesto furioso y había retado
al Coyote a volver.
Leo todavía estaba un poco molesto por eso.
El patriarca se preocupaba continuamente por la seguridad de la rama americana
de la familia, y todavía juraba que el mundo simplemente no estaba listo para el
Calor de Acoplamiento y mantenerlo en secreto mucho más tiempo sería imposible.
Dane se estremeció al considerar lo que su padre haría si alguna vez se enteraba
de que su hijo, su legítimo heredero, había estado financiando la pequeña aventura
del Coyote en aquel momento. A menudo se preguntaba si Leo, como
frecuentemente amenazaba, le desheredaría.
Temía que su padre pudiera hacerlo.
—Te preocupas demasiado, Dog —le informó Dane distraídamente mientras
fumaba y examinaba la noche, pensativo—. Deberías aflojar la tensión un poco.
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—Es por eso que nunca fuimos amigos, Dane —le recordó Dog con esa
omnipresente burla—. Mierda, es por eso que permanecí lejos de ti. Provocas el
caos dondequiera que vayas.
Por supuesto que sí, era su trabajo, pensó Dane mientras entrecerraba la mirada
ante un destello de largo cabello castaño rojizo y un giro particular de la cabeza.
Cuando la hembra se volvió hacia él, el rostro estaba equivocado, el cuerpo
esbelto demasiado suave, sin el juego de afinados músculos femeninos debajo de
su piel.
Alguna vez dejaría de buscarla, se preguntó un poco sombrío. Cada vez que
estaba cerca del área observaba, esperaba, seguro que en algún momento captaría
un vistazo a ella.
Sin embargo, nunca lo hacía.
Rezó para no hacerlo nunca.
Dejarla ir había sido lo más duro que había hecho jamás en su vida. Permitir que
tuviera el compañero que anhelaba, la vida con la que había soñado, había
destrozado su corazón a pesar de que su felicidad era todo lo que había pedido.
Tristemente, había olvidado incluirse en el deseo.
Respiró lenta y pesadamente.
—Nunca fuimos amigos porque nunca nos conocimos verdaderamente —replicó a
la declaración anterior del Casta—. Padre fue lo bastante inteligente para
asegurarse de que uno de nosotros siempre se fuera cuando el otro estaba allí.
El Coyote había llegado al complejo harapiento, muy sucio y sufriendo de
deshidratación y fiebre salvaje juvenil. Dane había estado en Londres en aquel
momento supervisando varias de las propiedades de Leo, pero había oído hablar del
joven Coyote andrajoso, más salvaje que entrenado, que había ido en busca del
mítico complejo del primer Leo a la tierna edad de seis años.
—Leo va a matarnos a los dos si se entera de esto, Dane —le aseguró Dog.
Dane negó con la cabeza.
—Lo lamentará. Odiará la necesidad del engaño, pero es tan consciente como
nosotros de que la niña habría muerto sin la seguridad que dimos a Gideon de
protección si la ayudaba. Nunca especificamos cómo tenía que hacerlo.
Dog gruñó ante eso.
—¿Y ahora qué?
—Ahora, esperamos —le informó Dane, cruzando los brazos sobre el pecho
mientras se apoyaba en la piedra de la pared exterior y continuaba observando a los
huéspedes del hotel llegar y salir.
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determinación de asegurar que su compañera y sus hijos nunca fueron dejados sin
protección.
Sin embargo, nunca estarían desprotegidos, pensó Dane mientras veía a los dos
vehículos de color oscuro frenando detrás del SUV. Los seis Casta de mirada dura,
fría como el acero que salieron de los vehículos y se quedaron vigilantes eran sus
escudos permanentes.
Suyos y de su compañero.
Entraron rápido en el hotel mientras Dane observaba, bajando la cabeza cuando
ella pareció hacer una pausa un momento, mirando hacia atrás mientras los
guardias la rodeaban y su compañero la instaba a entrar.
Y Dog tenía razón. Había demasiados Casta de alto rango aquí y una más
importante para él que todos los demás.
—He oído los rumores —declaró Dog entonces—. Pero hasta ahora, nunca los
había creído.
—¿Y qué rumores serían esos? —Aquietar la ira que amenazaba con florecer
dentro de él no era fácil.
—Los rumores de que solías estar enamorado de ella.
Dane se enderezó lentamente.
—Eso te enseñará a escuchar rumores.
Arrojando el cigarro al estrecho dispositivo de eliminación, se alejó rápidamente
del Coyote y del hotel, en dirección al parking y al vehículo que tenía estacionado
allí.
Él no “solía estar” nada, pensó furiosamente mientras metía las manos en los
bolsillos de los pantalones y dejaba que la oscuridad le envolviera.
La amó entonces y la amaba ahora, y temía que siempre la amaría aún más en el
futuro.
Ella era su debilidad, y no se atrevía a permitir que nadie supiera ese secreto.
No otra vez.
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Capítulo 27
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* *
¿Cómo lo había sabido? ¿Cómo podía saberlo?
Gypsy se quedó mirando al Casta cuya presencia en su vida había cambiado
tantas cosas, demasiadas cosas, demasiado rápido; sentía que una parte de su
alma estaba tan indefensa, tan en carne viva y sangrando desde el momento en que
se dio cuenta quién y qué se había hecho cargo de la seguridad de la niña,
llenándola con algo mucho más fuerte, mucho más intuitivo que cualquier cosa que
hubiera conocido.
De repente, todo era más y más intenso.
Cada sonido, cada olor, el roce del aire sobre su piel, el calor del cuerpo de su
compañero junto al suyo, la sensación de él, dentro de su espíritu, donde no debería
existir salvo ella misma.
Sin embargo, Rule estaba allí. Un consuelo. Una fuerza que la anclaba como
nada la había anclado antes.
No podía apartar la mirada de él.
Gypsy sentía su respiración regularizarse poco a poco, sentía los latidos del
corazón que no había sido consciente que latían acelerados por el miedo reducir la
velocidad y calmarse.
—Lawe y yo sobrevivimos gracias a un vínculo que nadie sabía que teníamos —
gruñó él, la satisfacción brilló en sus ojos mientras esa presencia dentro de ella se
negaba a abandonarla—. Porque podíamos fortalecernos mutuamente. Porque
podíamos abrirnos, permitirnos entrar en el otro y si la fuerza que necesitábamos era
física o psicológica, podíamos proporcionarla. Hasta que se acopló. Hasta que me di
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cuenta de que estaba construyendo un vínculo mucho más fuerte, mucho más
intuitivo con la mujer a la que llamaba su compañera.
Ella sacudió la cabeza, las emociones soliviantándose en ella al darse cuenta de
que no había nada que pudiera esconder de este hombre, este Casta. No había
nada que pudiera hacer para esconderse de él, y nada que pudiera hacer para
protegerlo.
No podía echarle. No podía aferrarse al miedo, a la furia o al hambre de
venganza. No podía cerrar esa puerta interior e emocional al Casta que había
permanecido a su lado desde la noche en que le había mirado a los ojos a través de
un bar lleno de gente...
—Durante más tiempo —reveló mientras ella abría los ojos de par en par con
incredulidad—. He estado a tu lado, Gypsy, desde que tenías quince años. Si no era
yo, era Cullen Maverick. ¿O debería decir, el Bengala Judd?
¿Él sabía lo que ella había sospechado? ¿Que Cullen Maverick era el Casta al
que Jonas buscaba desesperadamente?
Gypsy negó con la cabeza, su respiración entrecortándose.
—No...
—Tu contacto es el Bengala Judd, Gypsy —le dijo en voz baja, con una expresión
llena de tanta emoción que ella no tenía idea de cómo combatirla—. Puedo no
haberme dado cuenta que era tu compañero, pero los instintos en mi interior, el
animal que se asegura que nunca lo joda por completo, lo sabía. Lo sabía y se
confabuló y conspiró con mi subconsciente, hasta que hice exactamente lo que
tenía que hacer para velar siempre por lo que me pertenecía. Incluyendo conspirar
con un Casta que se había convertido en el más buscado por todas las agencias,
cada equipo del Consejo, cada jodido científico en el mundo, e incluso por el hombre
al que le debía cada ápice de lealtad, Jonas Wyatt. He conspirado hasta el punto
que le ordené que aceptara trabajar contigo, con la condición de que ningún otro
hombre te tocara. Que no tuvieras amantes, que nadie se interpusiera entre tú y tu
compañero cuando me llegara el momento de reclamar lo que era mío. Y más tarde,
cuando Jonas empezó a buscar a ese Casta, oculté mi conocimiento de esto incluso
a mi propio hermano. Confiando. Creyendo que él había enviado todo lo que tenía a
Jonas. Sabiendo, que sin él, tú te habrías alejado de este mundo en un año desde la
muerte de Mark.
¿Él era la razón de la demanda que se le había hecho?
Podía sentir la adrenalina bombeando en su cuerpo… incredulidad, asombro, todo
estaba allí, pero su corazón no latía acelerado, y no podía sentir la traición. No podía
sentirla, porque ella estaba tan arraigada en su corazón como él lo estaba en el suyo
ahora. Sintiéndole.
Respirándole.
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—Yo era parte de ti antes de que llamara tu atención esa noche —le prometió,
moviendo la mano libre para acunarle el rostro, rozándole los labios con el pulgar—.
Siempre he estado aquí, Gypsy. Apenas a un latido de distancia. Más malditamente
asustado por lo que sentía de lo que puedes imaginar, porque perderte habría
destruido incluso al animal que se esconde debajo de la piel. El animal que luchó
con cada latido del corazón, con cada respiración, para garantizar tu protección cada
segundo después de la noche que perdiste lo más querido de tu corazón. Porque tú,
compañera, eres lo más querido de mi corazón.
Ella tuvo que parpadear para contener las lágrimas.
Gypsy no podía creer que estuviera al borde de derramar lágrimas.
Se quedó sin respiración, un sollozo fue arrancando de su pecho mientras él
bajaba la cabeza tocando sus labios.
—No trates de echarme, Gypsy. No me quites eso. No me quites lo que me
completa o permitas que un conocimiento que te niegas a compartir destruya el
único vínculo que me he permitido aparte del que me conecta con mi gemelo.
Sus labios tomaron los suyos entonces. Afianzado en el interior de su espíritu,
como él estaba, no sólo dando placer, sino compartiendo el suyo. Se sentía como
nitrógeno líquido disparado directamente a la demanda ya calentándose en las
profundidades de su coño.
Sus jugos empezaron a gotear desde lo más profundo, mojando los músculos
internos antes de derramar la humedad entre los pliegues externos hinchados.
Sus labios se movieron sobre los suyos, hundiendo la lengua entre ellos, llenando
sus sentidos con el sabor a chocolate y menta, y un hambre que no podía negarse.
Uno que no podía negarle a él.
Antes de que pudiera detenerlas, tenía las manos enterradas en su cabello, la
batalla todavía rugiendo en el interior de sus sentidos por aferrarse a él, por
apartarle, por asegurarse de que nada le hiciera daño. Sobre todo el fantasma del
pasado que ella sabía que tenía que enfrentar sola.
El beso, el hambre que se derramó en ella estuvo repentinamente ausente
cuando él echó la cabeza atrás. Un rugido sonó en su pecho, haciendo que Gypsy
abriera los ojos de par en par.
—No puedes esconderte de mí, compañera, no con un secreto tan importante
como tu vida. —El sonido de su voz era salvaje. Más animal que hombre, y con la
intención más primitiva que lo que ella le hubiera oído en ésta antes—. Vas a
aprender, a partir de ahora. Nunca vas a intentar algo tan temerario, nunca, Gypsy.
Ella juró que el siguiente beso ató su alma a la de él. Rule escarbó dentro de ella,
la sujetó a él, abriéndola a emociones, necesidades y apetitos que nunca había
sabido que existían en su interior. Que nunca había sabido que sufría por su falta.
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Y no podía hacer nada contra él. Dios, ella nunca se había sentido tan impotente,
tan completamente dominada, tan completamente segura e inmersa en el placer
como ahora.
—¿Qué me estás haciendo? —Cerrando los dedos en la manta debajo de ella, no
pudo evitar alzarse, incluso aunque sabía exactamente lo que estaba por venir.
Lo sabía, porque podía percibirle, sentirle, anticipar cada movimiento, sin
embargo, no podía hacer nada para contrarrestarlo. Por supuesto que no, lo único
que podía hacer era levantar el culo, mover las caderas y tratar de forzarlo a
profundizar más en ella.
Los dedos separaron sus nalgas, un pulgar calloso encontró la entrada prohibida
y demasiado sensible escondida entre la carne curvilínea.
—Reclamarte. —El tono gutural y resuelto fue un rugido primitivo que provocó
escalofríos por toda su columna—. Reclamar lo que es mío, todo hasta tu alma.
Sin embargo, no solo estaba reclamándola. Era más que una reclamación. La
estaba dominando de un modo que sólo un ser tan intensamente protector, tan
totalmente primitivo como un macho Casta podría hacer, podría reclamar a una
mujer que había negado los apetitos sensuales y eróticos que la atormentaban. Una
mujer que había luchado mucho tiempo por ella misma y no quería nada más que
ser tomada, sometida, por una vez en la vida, existir simplemente para el hombre
que controlaba sus sentidos.
—Esto no va a funcionar —jadeó, luchando por respirar, luchando por separar el
hambre de Rule del suyo, sus necesidades de las de ella. Para encontrar una línea,
una frontera que dividiera el vínculo que él estaba estableciendo dentro de su alma.
—¿Crees que no? —Una presión de sus caderas y la punta de su polla se
introdujo en su vagina, separando el tejido sensible y los músculos apretados
mientras un grito de puro placer escapaba de sus labios—. Veamos si podemos
hacer que funcione, compañera.
Le acarició los costados antes de apartar las manos. Moviéndose sobre ella,
presionó más profundamente, las suaves y cortas estocadas de su polla creaban un
pasaje para la pesada anchura de su carne mientras el caliente estiramiento de sus
tejidos internos enviaba un sorprendente placer-dolor arremetiendo contra un
profundo pozo de hambre
Duro y musculoso, su cuerpo más grande se extendió sobre el suyo un instante
mientras empujaba más y más profundo, llenándola, tomándola centímetro a
centímetro. A la vez una sensación ardiente como un rayo, hasta que estuvo
enterrado por completo dentro de ella.
Asentado hasta la empuñadura, el saco tenso de sus testículos presionando
contra su clítoris, Rule no le dio ninguna concesión, no tuvo piedad en el combate
erótico que jugaban ahora. Cuanto más trataba ella de romper ese vínculo,
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Castas 29
desarrollado a paso lento pero seguro, que él había hecho con su alma, más
firmemente se arraigaba.
—Piensa en esto, Gypsy. —Sus labios abrasaban la tierna carne en el punto entre
el cuello y el hombro donde la había marcado la noche anterior—. Recuerda esto. Si
alguna vez. Alguna vez tratas de robarme a la compañera por la que mataré por
proteger. La compañera por la que traicionaré a todos los demás que debía proteger.
Recuerda lo que nos estás robando a los dos.
Enderezándose a sus espaldas, ella le sintió alcanzar algo, sabía lo que estaba
haciendo, sabía cómo iba a grabarse en su alma y aún así, no podía detenerlo. Su
toque volvió a la estrecha hendidura de su trasero, su pulgar, resbaladizo ahora con
el lubricante, presionó firmemente contra la entrada apretada. Frotando,
presionando, excitando terminaciones nerviosas que nunca había sabido que podían
ser tan eróticamente sensibles, él comenzó a prepararla.
Sin voluntad consciente, sin ningún intento de aceptar y con toda la intención de
rechazarlo, aun así, sintió que la tensa entrada fuertemente fruncida cedía y permitía
que la punta ancha de su pulgar entrara lentamente.
Gypsy estaba impotente ante los gritos que escapaban de su garganta. Impotente
contra la suave quemadura que separaba la ceñida entrada y comenzaba a estirarla,
acariciando su interior, alimentando un hambre que no debería conocer, no debería
sentir.
Él movió las caderas, la ancha punta de su polla se movió y acarició dentro de su
coño con tal resuelta y sensual devastación que casi tuvo un orgasmo para él en ese
segundo.
Ese diabólico pulgar presionó más profundo dentro de ella, se retiró, luego se
deslizó de nuevo. La follaba de una manera contra la que no podía luchar, ni mental
ni emocionalmente, y ese borde emocional iba a destruirla.
Gypsy podía sentirlo creciendo dentro de ella, una oleada de tantas emociones…
—No. Por favor, Rule. —Se sacudió contra él cuando lo sintió venir, sintiendo las
rupturas en las barreras que había construido a través de los años mientras la
conexión con él empezaba a apretar, a fortalecerse.
Sacudió la cabeza y la apoyó sobre la almohada, apretando los dedos con más
fuerza, una banda de sensaciones empezó a apretarle el pecho.
—Te tengo, Gypsy —canturreó detrás de ella, ese malvado e impío pulgar
retrocedió mientras ella sentía la polla acariciándola internamente de una manera
que le hizo contener el aliento cerca del éxtasis.
Un segundo después, sus dedos volvieron.
Separando sus nalgas, sintió uno deslizarse dentro de ella, volviéndola a estirar,
llenándola mientras más lubricación le facilitaba el camino.
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se enterró por completo en el interior del estrecho canal antes de detenerse, antes
de hacerle saber lo que había hecho.
—Rule. —No podía gritar, no podía sollozar.
El sonido era áspero, el sollozo que entrecortó su respiración algo que no había
oído de ella en tantos años.
Y estaba terriblemente segura de que podría asustarse. Había algo en ser
empalada de tal modo, tomada con tanta intimidad que estaba haciendo añicos algo
dentro de ella.
—Te tengo, Gypsy. —Apretó los labios sobre esa marca y el placer se cerró sobre
todos los músculos aún más, colándose en sus ya ruinosas defensas—. Te has
contenido durante nueve años, cariño. Cada día, cada oscura noche solitaria que yo
era demasiado puñeteramente terco para reclamarte. —Lamió la pequeña herida
entonces y ella sintió que los músculos que le aferraban se tensaban de repente con
la oleada de sensaciones que se precipitó a través de sus sentidos—. Ahora estoy
aquí, cariño. Ya no tienes que ser valiente, Gypsy.
¿Valiente?
Ella se sacudió en sus brazos, gritando mientras sentía que la pared final entre
ellos comenzaba a caer. Él movía las caderas con movimientos suaves y poderosos
mientras la follaba con tal elemental erotismo que era imposible luchar contra ello.
La sensación de la ancha longitud de su polla empalada en su ano, frotando
terminaciones nerviosas nunca antes acariciadas de tal modo, inflamó sus sentidos.
—Creo que no quiero esto. —Apretó con más fuerza las mantas debajo de ella
cuando él comenzó a moverse, empujones pequeños y superficiales que
comenzaron a aumentar cada sensación en la carne hipersensible y caliente al
punto que ella tuvo que luchar para recordar qué era lo que podría no querer.
—¿Segura? —Su voz era un canturreo, grave, indolente con intención malvada y
sensual y una demanda primitiva mientras sus estocadas comenzaban a alargarse,
a aumentar—. ¿Estás segura de que no quieres esto, cariño? ¿Estás segura de que
ambos no lo necesitamos?
Rule cerró los dientes sobre la marca, la acarició con la lengua, calmando
cualquier temor, aumentando el placer, la necesidad erótica que pulsaba a través de
ella.
Siguiendo su ejemplo ahora, ella levantó las caderas hacia él mientras Rule la
ponía de rodillas, enderezándose a su espalda una vez más, agarrando sus caderas
con las manos, sosteniéndola quieta mientras comenzaba a empujar con más fuerza
y más rápido dentro de ella.
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Cada profunda estocada derramaba oleada tras oleada de no sólo placer, sino
algo más, algo más oscuro, algo tan intenso, tan caliente y completamente
devorador que supo que estaba perdida.
—Dios sí, Gypsy —rugió detrás de ella, cada estocada empujándola más cerca,
moviéndose dentro de ella con una intención pesada que Gypsy sabía que la haría
pedazos.
No había modo de combatirlo.
Ardía a través de sus sentidos, la tomaba, arrasando con el temor, el miedo, con
cualquier cosa excepto el saber que nunca más volvería a enfrentarse a la noche
sola.
—Eres mía. —Sus labios estaban en su oído, su voz más oscura ahora, más
profunda mientras el animal que gobernaba muchos de sus sentidos subía a la
superficie—. ¿Me oyes, maldita seas? Jodidamente mía.
Y ella lo sintió. El animal, la bestia que acechaba dentro de él, que la marcaba,
decidido a grabarse igual de profundamente dentro de ella como había hecho el
hombre.
Oscuro. Propenso a la barbarie, pero controlado por un honor feroz y profundo
que lo guiaba dentro del hombre. Primitivo y salvaje y estaba reclamándola.
Abrió los ojos de golpe.
Unos dedos experimentados y conocedores empujaron dentro de las
profundidades de su coño empapado, follándola y llenándola con algo más que
placer. Más que el calor que la estiraba con las embestidas entre sus muslos
mientras su polla reclamaba su culo.
Las sensaciones adicionales fueron demasiado. Demasiadas.
Era demasiado calor, demasiadas oleadas de asombrosos y extáticos rayos de
hiperplacer siendo arrojados a través de ella.
Antes de que Gypsy pudiera contrarrestarlos, antes de que pudiera mantener el
equilibrio, fue lanzada al corazón de una llamarada tan intensa, tan voraz que juró
que sintió la marca que dejó en su alma.
* *
Rule no podía aguantar mucho más.
Apretó los dientes mientras el suave apretón y la quemadura que rodeaba su polla
comenzaba a contraerse a la vez que los temblores comenzaban a atormentar el
delicado cuerpo debajo de él.
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No era sólo placer físico, este vínculo que sus instintos habían establecido con su
compañera con tanta rapidez. Era una intensidad de placer. Un conocimiento de ello.
Una certeza de que aunque el acoplamiento le quitara a ella la elección de las
manos, aún así, la elección había sido hecha antes de que sucediera.
Era estar dentro de ella, enterrado en las profundidades calientes de su culo, sus
dedos acariciando y rozando el tejido ceñido de su coño mientras la palma de su
mano presionaba contra su hinchado clítoris hipersensible.
La estaba sintiendo estallar mientras contenía el aliento y una brillante estela de
increíble y envolvente calor ardía a través de sus sentidos y penetraba en los suyos.
Su placer se fusionó con el de él. Se convirtió en un arma de doble filo de
semejante placer, tal éxtasis desesperado, que se preguntó si podría sobrevivir.
Calor al rojo vivo, una oleada de energía le subió por la espalda, mientras ésta
golpeaba su cerebro una tormenta de intensas y brillantes sensaciones comenzaba
a inundar su cuerpo. Tenía segundos. Otra estocada, dos...
Un rugido brutal salió de sus labios cuando sintió extenderse la lengüeta,
deteniendo inmediatamente sus estocadas cuando el primer chorro de semen se
disparó desde las profundidades de sus pelotas. No estaba seguro de donde se
originaba la eyaculación más escasa pero no menos intensa de la lengüeta. De lo
que estaba seguro era del éxtasis puro y concentrado de sentir su placer pisándole
los talones al de ella, así como sintió el conocimiento femenino de eso y las
sensaciones de su placer engulléndola.
Un brutal e interminable círculo de éxtasis.
Nunca había oído hablar de ello a ninguna otra pareja antes. Por lo que sabía,
ningún otro había alcanzado este vínculo con su pareja.
Un acoplamiento tan profundo, tan interminable, que mientras los pulsos finales
de su liberación estremecían todo su cuerpo y ella se relajaba debajo de él, sintió
que sus sentidos se hundían más profundamente dentro de ella.
Y sintió los zarcillos impalpables de conocimiento, mientras eso avanzaba a
rastras desde el subconsciente de Gypsy, buscando el calor de los sentidos
animales que ahora formaban parte de ella.
Una visión se formó en su mente. Un hecho, una historia, una traición tan
profunda, tan resuelta que Rule supo que antes de que la noche terminara, iba a
hacer lo que había deseado hacer nueve años antes. Esta noche, iba a derramar la
sangre de un hombre, para defender a una niña cuyo hermano había muerto para
protegerla.
El mismo hombre que había comprado la muerte de su hermano.
Asustada, insegura, esa parte oculta de su compañera le tocó los sentidos cuando
la sintió deslizarse hacia el sueño. Se acercó a él, y siguió bloqueada en ella,
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Capítulo 28
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Tragó con fuerza mientras que una dura y única sacudida de la cabeza no hacía
nada para disipar las emociones que la destrozaban.
—Jonas os liberará en algún momento de mañana —dijo, incapaz de responder a
la pregunta—. Hay un bozal legal sobre el crimen por el que estáis siendo retenidos
hasta que podáis ser interrogados sobre los motivos para intentar traicionar a los
Casta…
—Siempre han significado más que nadie para ti. —El tono de su madre era
ronco, las lágrimas y la ira llenaban su voz mientras se levantaba temblorosa.
—Ya basta, Greta —pidió Hans volviéndose hacia ella con expresión torturada—.
Por el amor de Dios, déjalo estar.
—Cuando tenías cinco años y los Casta se dieron a conocer, lloraste por ellos y le
dijiste a Mark que todo lo que querías era que alguien los salvara. Hasta entonces,
Mark no se había implicado en la piratería, o en tratar de salvar a nadie. Era un buen
chico que amaba a su familia...
—Mark todavía amaba a su familia —declaró Gypsy, se le rompía el corazón,
ardiendo de dolor mientras la acusación se profundizaba en los ojos de su madre.
—Por el amor de Dios, él se comportaba como si fueras su hija —su madre lloró
dolorosamente mientras su padre se volvía y se alejaba con una mueca de disgusto
deformando su rostro—. Desde el momento en que naciste. Incluso te cambiaba los
pañales y te bañaba.
—Porque de lo contrario ella lloraba de dolor porque no se le había cambiado el
pañal lo bastante a menudo o apestaba a orina porque no se la bañaba
regularmente —espetó finalmente su padre, girando de nuevo a la habitación
mientras Gypsy le miraba con sorpresa—. Los dos estábamos demasiado ocupados
construyendo un negocio que no prosperó y dirigiendo una tienda que no era más
que una puñetera broma.
La ira llenaba su tono mientras las lágrimas caían por el rostro de su madre una
vez más.
—Eso no es cierto —dijo su madre entre sollozos.
—Dios, Greta, es cierto. Mark apenas tenía diez años cuando nació Gypsy, y en
pocos meses él fue quien la cuidaba, porque ambos estábamos demasiado
ocupados o demasiado borrachos —le aseguró con tanta gentileza amorosa que
Gypsy tuvo que volverle la espalda a la vista o perdería el control de las lágrimas
que apenas retenía—. Cuando Gypsy tenía quince años, ninguno de los dos
sabíamos en quien o en qué se estaba convirtiendo nuestra hija, excepto que era de
Mark. Y Mark se aseguró de que no lo olvidáramos si tratábamos de intervenir.
—No... —Greta luchó por disentir, el dolor que llenaba su expresión era tan
grande que la pena vacía en sus ojos estaba casi viva.
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¿Por qué no había visto nada de esto en los últimos años?, se preguntó. Diablos,
ni siquiera había escuchado rumores que sugerían la mujer que su madre era
realmente bajo esa fachada tranquila y generosa. O tal vez era que sólo odiaba a su
hija mayor.
—Gracias, Gypsy —dijo su padre en voz baja, el pesar y, sorprendentemente, el
amor de un padre, resonaban en su voz—. Incluso yo vi la relación que has
desarrollado con ellos. Y quise decir lo que dije antes, Mark habría estado
increíblemente orgulloso de la mujer que crió.
—Dales lo que necesitan, papá —casi le suplicó—. Por favor. No dejes que esto
os suceda.
Él le dirigió una mirada cansada a su madre.
—Yo ni siquiera sabía que tenía la maldita cosa —dijo en voz baja—. Sólo ella
puede responder a eso, y ni siquiera me lo dirá.
Porque ella creía que había llegado lo más cercano que podía conseguir del hijo
que había perdido, pensó Gypsy con tristeza.
Tal vez, pensó. Si simplemente no le hubiera llevado nueve años averiguar lo que
él había estado tratando de decirle.
—Tenemos que llamar a Jason —dijo su madre entonces—. Él tendrá que tomar
algunas decisiones con respecto a la empresa. Quizás Kandy puede manejar la
cuenta de los Casta…
—Madre, sabes que la cuenta se ha ido —suspiró Gypsy mientras luchaba por
hacer retroceder la furia al oír el nombre de Jason—. El contrato que firmaste se
volvió nulo y sin valor en el instante en que introdujiste ese primer dispositivo a la
suite de Jonas. ¿Seguramente te das cuenta de eso?
La mirada que su madre le disparó fue una de resentimiento y enojo.
—¿Cómo manejaremos perder el contrato si no podemos decir nada? —preguntó
Hansel entonces, confundido y temeroso—. ¿Qué hacemos, Gypsy?
—Ellos no pueden permitirse el lujo de retirar ese contrato —estalló su madre,
luego su expresión se volvió calculadora y conspiradora—. Hay más en esto que
simplemente ayudarnos por ella. —Agitó una mano en dirección de Gypsy—. Ella
miente y todos lo sabemos.
La culpa, la ira y el dolor habían destruido a su madre, pensó Gypsy tristemente,
preguntándose si había alguna forma de reparar el daño que Jason Harte había
infligido cuando traicionó a su mejor amigo.
Hansel McQuade ignoró la declaración de su esposa, pero siguió mirando hacia
Gypsy.
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—Gypsy, lo siento mucho —susurró su padre, y el pesar que sentía llenó sus ojos,
su expresión—. Dile al señor Wyatt que haremos todo lo que necesite. —Miró a su
madre antes de volverse hacia ella—. Le diremos todo lo que necesita saber.
La observó con tanta resignación y pesar que su corazón se rompió por él.
—Ojala… —Su voz se quebró, necesitando esos preciosos momentos para
recuperar el control una vez más—. Ojala pudiera haber detenido esto.
—No puedes detener lo que no sabes, cariño. La culpa no recae en ti, recae en
mí. —Su voz estaba cargada de pesar, dolor y una resignación que nacía de la
certeza de que algunas cosas nunca podrían recomponerse.
Ella asintió con la cabeza, dio media vuelta y fue hacia la puerta.
—¿Gypsy? —La voz de su madre la hizo detenerse con los dedos en el pomo de
la puerta, aunque no se volvió—. Mantente lejos de Kandy, no la destruyas a ella
también.
—Dios, Greta. —La conmoción llenaba la voz de su padre ahora.
Ella no esperó a oír más. Abriendo la puerta, salió, cerró detrás de sí y luego se
quedó tan inmóvil como una piedra para respirar entrecortadamente.
—Mark te adoraba, Susurro.
Levantó la cabeza de golpe, su mirada se encontró con las profundidades color
esmeralda de un inmóvil y compasivo Dane Vanderale mientras se apoyaba contra la
pared, con los brazos cruzados sobre su ancho pecho con despreocupación.
—Sé que lo hacía. —Ella asintió antes de mirar a su alrededor, dándose cuenta
que el Casta que custodiaba la puerta había desaparecido silenciosamente.
—Tengo en mi poder un video tomado de tu casa la noche en que tu hermano
murió —le dijo mientras ella parpadeaba hacia él—. Estaba al teléfono conmigo esa
noche mientras yo mandaba fuerzas a su ubicación. Como Jonas te contó, los Casta
no tenían conocimiento de su ubicación. Hasta que se enteró que estabas en
peligro. Me llamó justo antes de que salieras de la casa y me dijo cómo tenía la
intención de llevarte al rancho de Lobo Reever tras hablarte con tanta crueldad. Le
aconsejé que te agarrara y huyera, pero estaba demasiado seguro de que sería
incapaz de protegerte lo suficiente hasta que mis fuerzas os alcanzaran.
Una conmoción tras otra, pensó Gypsy. ¿Sería capaz de soportar muchas más
sorpresas?
—¿Por qué no me lo dijiste? —le preguntó, sin saber que las palabras eran
siquiera un pensamiento—. ¿Por qué nadie me lo dijo?
Inhalando profundamente, él bajó la cabeza durante un largo momento, la tensión
que ella nunca había visto en torno a este hombre brilló en el aire un momento antes
de que una vez más se convirtiera en el holgazán perezoso que fingía ser.
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* *
Rule entró en la suite de Jonas, encontrando al Director al instante donde estaba
de pie, mirando fijamente por las altas ventanas al desierto debajo.
—Hijo de puta, debería matarte. —El rugido animal en la voz de Jonas debería
haberle llenado de cautela. Era una señal, una señal de que Jonas podría estar
haciendo un viaje a un volcán hambriento muy pronto.
Sin embargo, él no era una comida apta para Madame Lava, se aseguró a sí
mismo Rule mientras contemplaba el rígido conjunto de los hombros del otro Casta.
—Tienes toda la información que él tiene, Jonas —le aseguró Rule—. Estoy
seguro de ello. No hay nada que Lo Desconocido, o el Bengala Judd tenga que
pueda ayudar a Amber o a la Oficina.
—Y lo sabes a ciencia cierta, ¿cómo? —Jonas se volvió entonces, las pupilas de
sus ojos estaban aniquiladas por oscuros y tormentosos remolinos de color vibrando
allí.
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Rule siempre había pensado que era jodidamente raro, pero estaba
acostumbrado.
—Me aseguré de ello —recordó al Director—. Todo está en mi informe. Nueve
años de notas así como todo lo que Judd robó de esos laboratorios. Él nunca fue
una amenaza o un enlace con Gideon. Era una herramienta, nada más. Atrajo a
Gideon aquí, pero tú y yo sabemos que Judd no puede obligar a Gideon para
dejarse ver. Si Gideon le quisiera muerto, entonces no cabe duda, ya estaría muerto.
Las aristocráticas fosas nasales de Jonas se dilataron mientras sus rasgos
parecían tensarse más. Rule no podía detectar ninguna emoción, tensión o intención
en el Casta. Era raro que Jonas permitiera que alguien viera nada excepto a su
compañera y su hija.
—¿Sabes lo que Gideon era en esos laboratorios? —preguntó Jonas entonces.
—¿Un conejillo de Indias? —Rule tuvo la sensación de que no estaba lejos de la
respuesta real.
Jonas inclinó la cabeza en acuerdo.
—De algún tipo —reveló antes de dar un paso adelante y trasladarse al escritorio.
No es que el peligro hubiera pasado, Rule le conocía mejor que eso. El animal de
Jonas se ocultaba demasiado cerca de la piel.
Yendo a la cómoda silla de escritorio, Jonas se sentó y lo miró fijamente durante
un largo rato antes de asentir a la silla frente a él.
Rule se sentó lentamente.
—Gideon, al igual que muchas Casta, fue simplemente excepcional en su
creación. Sin embargo, lo que le hizo único, fue el hecho de que en lugar de vivir de
acuerdo con su genética de asesino, su mente tomó un camino muy diferente.
Jonas hizo una pausa, frunciendo los labios durante un buen rato antes de
relajarse en la silla y girarse lentamente para mirar fijamente por las ventanas. Rule
miró en esa dirección, preguntándose que atraía la atención del Director.
—¿Le sientes observando? —preguntó Jonas en voz baja.
—¿Gideon? —preguntó Rule.
El Casta asintió.
—Él observa, espera, y sospecho que también escucha. —Girando, Jonas miró a
Rule ferozmente—. Ansía poner las manos sobre Judd, Rule. Cree que le quitó algo
que le pertenece. Se lo arrancaría.
Rule negó con la cabeza.
—Gideon lleva tiempo aquí, Jonas. Si quisiera a Judd, entonces lo habría tenido.
Ahora, ¿qué estás tratando de decidirte a contarme relacionado con Gideon?
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Jonas se quedó en silencio durante un largo rato y luego, miró fijamente a Rule,
evaluándolo con ojos entrecerrados.
—Sabías quien era Cullen todo el tiempo —dijo.
—Tú también, Jonas —dijo con un suspiro Rule—. Y ambos sabemos lo que
sabes.
Jonas curvó los labios.
—Dane cree que lo está escondiendo de mí, y Dog se divierte tanto con toda la
aventura que casi cacarea cuando estamos todos juntos. Si la situación no fuera tan
jodidamente imperativa en lo que se refiere a la vida de Amber, les diría exactamente
lo poco que se esconden.
Pero era imperativo. Pese a todos los juegos y maniobras, Rule sabía que Jonas
se lo tomaba más en serio que cualquier otra cosa a la que jamás se hubiera
enfrentado.
—El equipo que enviaste a por Jason Harte —preguntó Rule—. ¿Ha regresado?
La tormenta se movió trémulamente en los ojos de Jonas.
—Todavía no. Seguimos buscándole. Cuando Gypsy regrese, tráemela y veremos
si podemos averiguar a dónde ha ido.
Rule cayó en la cuenta de que sabría que la madre de Gypsy sería atrapada, y
habría esperado que Gypsy o Kandy fueran donde él. Cuando no lo hicieron, había
huido sin dudarlo. Ahora, tendrían que encontrarlo.
Y sin duda alguna, Jonas de alguna manera, estaba utilizando al bastardo. Se
preguntó si Jonas alguna vez se confundía sobre quien estaba involucrado en cuál
de sus jueguecitos.
Cuando empezó a enderezarse, un alarma chillona, sonando con gran estruendo
penetró en la habitación; era el hotel.
Pasando la mirada a Jonas, observó el instante en el que el Casta se dio cuenta
de dónde provenía y juró que Jonas palideció.
—Amber. —El gruñido era el rugido de furia de un animal.
Se movieron a la vez.
Rule sacó el arma de la funda mientras golpeaba la puerta con el cuerpo,
tirándola al suelo, sabiendo que Jonas le cubriría mientras recorría la habitación con
el arma.
La habitación de Amber.
Rule no se atrevió a disparar su arma cuando encontró el objetivo, no más de lo
que Jonas podría.
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—Pa, gaito m’lo —Amber reía mientras Gideon la sostenía cerca de su pecho, su
cuerpecito parecía más delicado de lo normal contra el ancho pecho.
Las rayas animales oscurecieron la cara del Casta como cicatrices de fuego. El
cabello rubio oscuro le caía sobre la frente, los inusuales mechones dorados oscuros
colándose por éste como las rayas de un tigre.
—Gideon. —La tensión en la voz de Jonas era inconfundible ahora—. ¿Dónde
está mi compañera?
La mirada de Gideon parpadeó hacia la esquina de la habitación, donde Rachel
estaba desplomada contra la pared, su mata de pelo color rojo oscuro descansando
sobre la cara.
—Está viva e ilesa —dijo Gideon arrastrando las palabras cuando Jonas corrió
hacia ella, sin apartar los ojos del Bengala mientras Rule notaba como más de una
docena de Enforcers de repente llenaban el espacio detrás él. Estaban respirando
en su nuca, todos los ojos en Gideon mientras el Bengala les miraba divertido por
encima del hombro de Rule.
—Deja a la niña, Gideon —ordenó Rule en voz baja mientras Amber jugaba con
los largos mechones de pelo del Casta y su delicioso lenguaje infantil parecía
dirigido a Gideon.
—Amber y yo somos excelentes amigos, ¿verdad, duendecilla? —Gideon habló
con un tono frío mientras Amber reía.
—Gaito m’lo —parecía acusarlo ella mientras Rule trataba de darle sentido a lo
que estaba diciendo en realidad y por qué parecía tan divertida.
Si no fuera más inteligente que eso, juraría que estaba llamando a Gideon “gatito
malo” cada vez que él hablaba con ese tono despiadado.
Rule cayó de rodillas, demasiado consciente de que Gideon se movía lentamente
hacia la puerta del balcón abierta con Amber sostenida de forma segura ante él,
protegiéndolo como nada o nadie más podría haberlo hecho.
—Suéltala, Gideon. —El gruñido del animal estaba ahora en la voz del Director,
furia animal golpeando en oleadas de tensión a través de la habitación.
—¿Pa? —Amber se dio la vuelta rápidamente preocupada, sus ojos brillantes
fueron de su padre a Gideon—. Gi Gi, gaito m’lo. —Había un leve sugerencia de una
explicación en su tono.
Rule buscó el enlace con su hermano, lo encontró de inmediato y recurrió a él. Al
instante, Lawe estaba allí, no en espíritu, sino en la fuerza, en sentido animal e
intuición.
Gideon al instante volvió hacia él la mirada mientras daba un paso hacia la puerta
abierta, entrecerrando los ojos como si pudiera percibir ese vínculo.
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Capítulo 29
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¿Estaba en peligro?
Se concentró en ese vínculo, haciendo caso omiso de la puerta que se había
abierto en los sentidos de Lawe y en su lugar, concentrándose totalmente en la de
Rule.
¿Qué se suponía que debía hacer? ¿Cómo se suponía que iba a hacerlo?
Centrando su atención en él, recordó como le dijo que podía tomar prestada la
fuerza de Lawe, ¿pero él estaba tratando de tomar prestada la de ella?
Muy seguramente que no era su paciencia, porque ella iba a patearle el culo por
hacerla esperar para saber lo que estaba pasando.
Con los ojos cerrados, sintió un atisbo de diversión tocar su mente mientras Rule
se arraigaba tan firmemente dentro de su alma que ella juró que podía sentir los
pernos de acero sujetándolo a ella.
Se dio cuenta que era fuerza mental. Si quería terquedad, la tenía a palas.
¿Era una risita sin sonido lo que hacía eco en su cabeza? Oh Dios, iba a matarle
por esto.
―Interesante. ―Oyó la voz, sintió el nombre susurrado de Gideon atravesar su
mente. Un segundo después, ella sabía lo que estaba pasando y sintió que su
corazón casi se detenía por el terror al conocer la locura que Rule había descrito
mientras Gideon sostenía al bebé de Rachel en sus brazos.
Ella no podía “ver” lo que estaba sucediendo. Eran impresiones, una sensación
de Castas llenando la suite, la diversión de Gideon y la furia de Jonas. Y un segundo
de completo terror con el conocimiento de que Gideon había soltado a la niña
mientras él saltaba por la puerta abierta del balcón, sobre la barandilla hasta el jet–
helicóptero biplaza que obviamente estaba allí para rescatarlo.
Lobo Reever tenía un jet—helicóptero. Era el único en la zona, pensó. Por lo
menos, el único del que tenía conocimiento. A excepción del que poseía la Agencia
de la Policía Secreta Navajo.
El vínculo entre ellos se cerró de inmediato mientras Gypsy parpadeaba
sorprendida.
―Hijo de puta―siseó Lawe entre dientes, encontrándose con la mirada de ella
en el espejo retrovisor por el instante más breve―. Dime, Gypsy ¿cuántos putos
secretos está escondiéndome mi hermano?
Oh-oh. Tenía la sensación de que Lawe podría ser el único que conocía el hecho
de que Rule había estado escondiendo a Judd durante los últimos nueve años.
Mal Rule.
―Él es tu hermano ―se burló ella, mirándole fieramente―. Tómala con él.
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Una vez más, su mirada se disparó a la de ella a través del espejo, la suspicaz
incredulidad centellaba en el tono azul más claro.
―¿Sabes, Gypsy? ―señaló, en un tono más áspero y frustrado mientras volvía
su atención a la carretera―. Yo tendría cuidado. A pesar de que eres su compañera,
aprenderás que no estás exenta de las manipulaciones de Rule.
―Yo podría haber jurado que escuché lo mismo dicho a Rachel en algún
momento relativo a Jonas, sólo en las últimas semanas ―caviló ella, volviendo su
atención fuera de la ventanilla del Dragoon, una vez más.
Por un momento, sus pensamientos se habían distraído de sus padres, su crimen
y la decisión que enfrentaba en relación con el que traicionó a su hermano.
Ocho años antes, ella le había disparado a un informante del Consejo que Lo
Desconocido había asegurado que había traicionado a su hermano. Había merecido
morir por otros crímenes contra los Casta y los Navajo, pero saber que había sido el
equivocado, la hería.
El hombre que traicionó a Mark merecía sufrir. Merecía sentir el mismo infierno
que Mark había sentido, sabiendo que su hermana iba a ser violada y asesinada e
incluso la oportunidad de ayudarla le era negada. El hecho de que ella hubiera sido
rescatada en el último momento no había ayudado a Mark. Eso ahora no aplacaba
su furia.
Los años de desconfianza ahora tenían sentido. Había estado tan enfadada
cuando había visto a sus padres permitirle tomar el lugar de Mark. Trató de ser un
hermano para las hermanas de Mark, se había casado con la novia de Mark, había
asumido el control de la compañía de Mark.
Había pensado que podría vivir la vida de Mark.
Se clavó las uñas en las palmas de las manos al darse cuenta de que se habían
cerrado en puños, dispuesta a infligir cualquier daño posible.
Maldito sea.
Ella ahora quería escabullirse. Quería encontrarlo y arrancarle la garganta.
Lo único que la detenía era saber que había desaparecido, tal como que había
sabido que haría. El equipo Casta enviado esa mañana para encontrarle había
informado que no se le pudo encontrar ni en su casa ni en su oficina.
¿A dónde iría?, se preguntaba. ¿Dónde se escondería Jason?
Con los ojos entrecerrados, examinando el desierto a medida que avanzaba por
él, repasaba viejos refugios que Mark una vez le había mostrado, recordando
retazos de su infancia que se había negado a permitirse recordar antes.
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Lora Leigh
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Castas 29
Mientras lo hacía, podía “sentir” a Rule. Como si el hecho de que ella estuviera
considerando dónde podría estar, dónde encontrarlo, cómo hacerle pagar, hubiera
alertado a Rule sobre su no-tan-oculto deseo de matarle.
Casi sonrió mientras lo sentía. Caray, era la sensación más extraña. Él se
limitaba a estar allí, como la caricia de una brisa, pero en su mente. Ella realmente
no estaba segura de si le gustaba o no.
Sin embargo, una cosa era condenadamente cierta, reflexionó con un suspiro
repentino; no iría en pos de Jason, y no había ninguna oportunidad de que Rule le
permitiera matarle como tampoco Cullen. Y se preguntaba si algo más podría
exorcizar los fantasmas de su pasado.
* *
¿Ella le amaba?
¿Acababa de aceptar el acoplamiento, sin más?
De pie en el vestíbulo del hotel mientras se apoyaba en uno de los majestuosos
pilares que soportaban la recepción, Rule cruzó los brazos sobre el pecho y miraba
echando chispas por los ojos hacia la puerta mientras esperaba a que Lawe llegara
al patio trasero con su compañera. Permitirle hacer ese viaje sin él había sido un
infierno.
Él había sido una parte de ella de una forma u otra desde su rendición final a él la
noche anterior. Estallando como el cuatro de julio y gritando su nombre, Gypsy había
abierto cada parte de sí misma al vínculo que él había forjado dentro de su alma. Y
aun así, estaría condenado si podía detectar si ese amor estaba allí.
―Malditas criaturas ―murmuró Dane mientras se deslizaba furtivamente a su
lado―. Te puedo decir por tu mirada furiosa, clavada obsesivamente en el espacio,
que, sin duda, la hermosa Gypsy McQuade está volviéndote loco.
―Has vuelto bastante rápido ―masculló Rule―. ¿Cómo?
Dane se rió entre dientes.
―Padre asegura que tengo los vehículos más rápidos, posiblemente más
avanzados tecnológicamente cuando estoy fuera de su vista. Él de alguna manera
se ha convencido que eso disminuye el peligro en que tal vez me encuentre.
―¿O simplemente que te lleve allí más rápido? ―gruñó Rule―. Dime, Dane,
¿fue tu jet-helicóptero personal tecnológicamente avanzado el que antes Gideon
tomó para un paseo?
―Me preguntaba si había una manera de atribuirme el mérito por eso―suspiró el
Casta con aire taciturno―. Por desgracia, no fue así. Y el hijo de puta de corazón
negro se niega a responder a mis llamadas.
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Rule Breaker
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Una vez más, Rule se quedó mirando al exterior de las puertas principales un
buen rato, con los ojos entrecerrados para protegerse del resplandor del sol que se
extendía por los relucientes suelos del vestíbulo.
―Callan es tan parecido a Padre que hay veces que encuentro un filo de celos
creciendo dentro de mí ―dijo Dane, su voz llena de divertida auto-repugnancia―. Y
esa arrogancia del Leo está en él, a pesar de sus diferencias. Pero si alguno
conociera al Leo, como solo Madre y yo hacemos, entonces vería el dolor que sufre
cada vez que Jonas está alrededor. La culpa y la auto-recriminación, las pesadillas
inenarrables que le han perseguido durante años, en lo que tiene que ver con uno
de sus hijos. Y esto fue antes de que nos enteráramos de los informes que había
adquirido de que la genética de Jonas era de Madre en vez de Madame LaRue,
como habíamos creído. Desde que se enteró de esa parte de la información, su ira
contra sí mismo a menudo preocupa a Madre.
―Leo no parece ser el tipo de hacer énfasis sobre los errores del pasado
―expresó Rule―. O sobre los niños que fueron creados en vez de concebidos por
él.
―Ah, pero cuántos pequeños “todo está muy bien pero…” Madre y yo le
conocemos ―replicó Dane burlonamente―. Padre sufre por los errores del pasado,
por las decisiones que no resultaron como él esperaba, y por los niños que llevan su
genética. Su orgullo por Callan es absoluto. Pero su orgullo por Jonas es cada vez
mayor, amigo mío. Un orgullo que exige que Jonas reconozca que las decisiones se
toman a menudo con el conocimiento del desenlace y su tragedia, pero que nunca
se toman sin arrepentimiento y sin dolor.
―Jonas lo entiende. ―Demonios, de todas las personas, Jonas conocía eso
mejor que nadie, cruzó por la mente de Rule―. El Leo tiene desagravios que hacer,
Dane. Muchos.
―Jonas está resentido con él por haberlo dejado en los laboratorios cuando
sentía que podría haberle sacado.
Rule negó con la cabeza, mirando hacia atrás al otro hombre, sorprendido.
―¿Es eso lo que piensas?
―Eso es lo que Jonas manifiesta. A menudo. ―La mirada de Dane se agudizó.
―No, Dane. ―Rule fue el que ahora exhaló ásperamente―. No es que el Leo le
dejara en los laboratorios. Era que el Leo dejara a Harmony allí. Que Harmony
sufriera mientras estuvo allí y que él se viera obligado a volver con ella para
garantizar su supervivencia. Él nunca le perdonará al Leo por el precio que pagó
cuando perdió el amor de su hermana. Una condición que continúa, incluso ahora.
El silencio se extendió entre los dos. Por primera vez desde que lo conocía, Rule
observó mientras Dane parecía entristecido. Ninguna manipulación. Ningún cálculo.
Sólo inexplicablemente triste.
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* *
La pesada puerta de hierro se cerró de golpe con la fuerza suficiente para que la
caverna pareciera estremecerse por el impacto.
Un desgarrador rugido atravesó el espacio subterráneo, hundiéndose en la piedra
antes de regresar haciendo eco, sólo para ser seguido por otro.
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Él levantó la comisura del labio en una mueca de desprecio insultante poco antes
de alejarse de ella.
―Ninguna mujer me sigue la pista, Khileen, y tú lo sabes.
―Yo no puedo seguirte la pista ―admitió con una risa ligera―. Pero confía en
mí, Claire tiene increíbles habilidades de rastreo. Estoy muy orgullosa de ella. Si Lo
Desconocido en verdad existiera, entonces yo diría que ella es su próxima candidata
como guerrero.
―Me voy. ―Su zancada se volvió resuelta cuando comenzó a moverse hacia la
salida que conducía más allá de las montañas.
¿Así de rápido?
―¿Sin explicaciones? ―le preguntó bruscamente―. Bueno, eso no es un sutil
agradecimiento por todos los problemas que hemos pasado para ocultar tu lindo
culito aquí.
Él se dio la vuelta de nuevo, los dedos con garras se doblaron como si no
quisiera nada más que clavarlas buscando sangre.
―¿Ocultar mi culo? ―rugió de nuevo―. Y una mierda, niña. Yo me escondía
malditamente bien cuando tu papi ―se burló de la palabra―decidió que necesitaba
hacer un poco de trabajo adicional, con su hermanito fuera persiguiendo a vuestra
mamá y todo después de que ella tan convenientemente fingiera su muerte.
Sus ojos se estrecharon.
―Cuidado, Gideon ―le advirtió en voz baja―. Te debo varias cosas, pero
ninguna de esas deudas te da permiso a tratarme con tan poco respeto. Porque
nunca te he tratado con menos que absoluto respeto.
Y él no podía negarlo.
―¿Qué coño queréis de mí tú y tu maldita familia? ―le rugió, los músculos
contrayéndose, moviéndose peligrosamente por debajo de la camisa blanca y los
pantalones de montar que llevaba.
Era verdaderamente un hombre excepcional, a pesar de que conocía a uno
más… Ella cortó rápidamente ese pensamiento.
―Tu amistad ―respondió ella con sinceridad, calmando la ira que podría haber
aumentado en su interior, recordándose que amigos eran algo que Gideon, el Casta
que ahora se hacía llamar Graeme, tenía muy pocos―. Nos debes muchas cosas;
considera la solicitud que hizo Rule simplemente como la absolución de una de esas
deudas. La solicitud no es demasiado onerosa, y tú ganas el favor del Casta
designado para convertirse en el director de división de la División occidental de la
Oficina de Asuntos Castas. ―Ella dejó escapar una risita―. Dilo rápidamente tres
veces. Te desafío.
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Rule Breaker
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―Vaya, gracias, Graeme. ―Le devolvió la sonrisa con todo el encanto que su
madre había arraigado en ella cuando era más joven―. Estoy muy orgullosa de mi
capacidad de hacerle esto a un hombre tan sorprendentemente inteligente, ya
sabes.
Él parpadeó hacia ella de nuevo antes de entrecerrar los ojos, ese color verde
claro brillante devolviéndole la mirada con un deje, una promesa de venganza si no
era muy cuidadosa.
Sin embargo, ella no tuvo mucho cuidado.
―Llámalo ―gruñó él―. Pon su culo en línea con el mío si estás tan jodidamente
segura de él. Llámale, dile que encontrará las coordenadas enterradas en la
programación de la nano-nit actualmente anexado a su e-pad. El tiempo será de
treinta minutos antes del asesinato de Mark McQuade. Si no sabe la hora exacta,
puede preguntar a su compañera. Estoy seguro que ella lo recuerda.
Ella asintió lentamente con la cabeza.
―Eso no le da mucho tiempo.
Gideon se encogió de hombros, exhaló bruscamente, se puso en pie, movió los
hombros inquieto, luego caminó sigilosamente hacia una puerta metálica de
seguridad al otro lado de la habitación.
Khileen le siguió curiosa cuando él la miró como si estuviera impaciente con su
falta de prisa.
Abriendo la puerta, le permitió mirar dentro del cuarto oscuro y pequeño hasta el
punto de la claustrofobia que contenía un hombre atado, amordazado y con los ojos
vendados. El mismo hombre que Rule Breaker estaba buscando.
Él levantó la mano y dobló el dedo en una señal de “ven aquí”, entonces se
dirigió hacia el banco de monitores de seguridad al otro lado de la habitación,
encendió uno y la sorprendió una vez más.
―¿La esposa? ―Ella levantó la vista y se quedó mirando a Gideon de manera
interrogante―. ¿Por qué matar a la esposa?
―¿Matarla? ―Gideon sonrió―. Cariño, no voy a matarla. Voy a dejar que oiga la
confesión del hijo de puta cuando empiece a derramar sus tripas. Ahora haz la
maldita llamada antes de que haga lo que iba a hacer cuando llegué. Matar al hijo de
puta, soltar a la esposa fuera de la ciudad y salir cagando leches de Dodge.
Ella tuvo que reírse de eso.
―¿Y abandonar a la compañera de la que obviamente eres muy consciente,
viviendo cerca? ―preguntó ella en voz baja.
Él se quedó quieto. Ni un músculo se movió y hasta el pulso en su cuello parecía
inmóvil.
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Capítulo 30
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Consejo. Los hijos de puta contra los que nos enviaron no se meaban tan fácilmente,
¿verdad, Comandante?
―No, no lo hacían ―estuvo de acuerdo Rule mientras Gypsy sentía la pesada
carga de tristeza, los restos de rabia y dolor reverberando de él mientras trataba de
encontrar una manera de consolarlo igual que él hacía con ella.
Alargó la mano hacia él, sintiendo sus dedos encerrando los suyos mientras ella
seguía mirando al aterrorizado Jason.
Sus ojos castaños estaban inyectados en sangre, las pupilas dilatadas por el
terror. La piel bronceada de su rostro estaba sorprendentemente cenicienta, la
camisa y pantalones una vez inmaculados colgaban de su cuerpo, desgarrados,
manchados de tierra y sangre.
―Mark fue valiente cuando murió ―susurró ella, al no ver ninguna de esas
cualidades en el amigo en el que tanto había confiado―. No tenía miedo por sí
mismo, sólo por mí.
Ella recordaba eso. Recordaba el dolor y la aflicción, la tristeza y cómo su mirada
había sido tan seria con la falta de esperanza.
La mano en el hombro se movió.
Otro gemido salió de la garganta de Jason, filtrándose a través de la mordaza
atada en sus labios justo antes de que fuera soltada.
―¿Gypsy? ―Frenético y aterrorizado, buscó en las sombras donde ella se
encontraba―. Dios, Gypsy, cariño, ¿qué estás haciendo aquí?
Se esforzó tanto en parecer sincero, confundido. Él no estaba confundido en lo
más mínimo.
―Mark siempre me decía que llorara cuando lo necesitara ―murmuró, sintiendo
una pesada, oscura furia llenándola―. Decía que eso sanaría mi corazón. Me decía
que no tenía que ser valiente, que para eso estaban los hermanos mayores. Y nunca
me puso apodos. Pero tú siempre te reías de mí. Me decías que madurara, cuando
me pillabas llorando por algo. Siempre te burlabas de mí porque decías que yo no
era valiente. Y odiaba ser llamada Cacahuete ―le escupió―. Se acabó, Jason. Me
acordé de lo que Mark estaba tratando de decirme cuando me pidió que fuera
valiente, que no llorara, y me llamó Cacahuete. Pero aún más, me acuerdo de lo que
vi cuando observé a Grody susurrar el nombre del amigo que lo traicionó en su oído.
El dolor. ―Eso la atravesó, rasgando su alma―. Él te quería como a un hermano.
Las fosas nasales de Jason se dilataron cuando él le devolvió la mirada, a pesar
de la oscuridad que la rodeaba. Su mirada buscó en la oscuridad alguna señal de
debilidad, una salida. Ella reconoció esa mirada. De culpabilidad, de cautela y de
puro terror.
―Gypsy, estás equivocada…
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―Ahórratelo ―espetó Rule―. Ella no está sola, Harte, y el hedor de tus mentiras
me dan ganas de desgarrarte yo mismo la garganta.
―Gypsy, por favor… ―Jason gritó, sólo para gemir cuando esa mano con la
garra en la punta volvió a posarse en su hombro.
―Tengo una idea mejor ―dijo Gideon con voz áspera, divertida a pesar de la
rabia que ella sentía pulsando de él―. Quieres la verdad, pero este hombre nunca
dará tal cosa sin un poco de ayuda. Y hombres como éste, nunca dan tales cosas de
buena gana.
―No ―susurró Jason, estremeciéndose, gimiendo cuando las garras se clavaron
en su hombro.
La sangre se filtró en la camisa desde los puntos en los que las afiladas uñas se
clavaron en su carne.
Gypsy inhaló, la furia chocando contra los bordes de su cerebro a pesar del
escudo que sentía que Rule lanzaba entre sus sentidos y las rotas y furiosas
emociones arañando en él.
―Detente ―le susurró―. No me hagas esconderme de esto.
―Gypsy, no tienes que sufrir así ―rugió, el sonido poderoso y autoritario.
―Mis emociones y yo somos viejas amigas, Rule ―le dijo ella entonces―. He
esperado nueve años por este momento. No quiero perder ni una sola emoción, ni
un solo segundo de ello.
Lawe le murmuró algo a él y aunque el escudo de repente se había ido, sintió a
Rule con ella con más fuerza que nunca.
Sin embargo ella podía manejar eso. Eso la mantenía anclada, protegida contra
la furia atroz envenenando cada partícula de su ser mientras un grito bajo y rabioso
escapaba de sus labios.
―Maldita sea, Gypsy, quería a Mark como a un hermano. . .
Grody se inclinó hacia Mark, pero su mirada estaba en ella cuando susurró las
palabras. Observó sus labios, vio articularse las palabras y su mirada saltó hacia los
ojos de su hermano.
Tristeza resignada y rabia habían llenado los ojos de su hermano.
―Cuando Grody susurró el nombre del amigo que lo había traicionado, Mark
tuvo un último minuto para decirme algo de una manera que si Grody hubiera tenido
misericordia, nunca hubiera sabido lo que Mark me dijo. “Sé valiente. No llores,
Cacahuete” ―le espetó―. Miserable hijo de puta. Sólo tú me llamabas eso. Sólo tú.
Él apretó la mandíbula, la furia brillaba en su mirada mientras su labio se curvó
con repugnancia.
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Unas luces destellaron, bajas, pero disiparon muchas de las sombras mientras
Gypsy luchaba para ganar suficiente espacio debajo del cuerpo de Rule y el sillón
detrás del que él se había refugiado.
―¿Thea? ―susurró sorprendida―. Déjame ir, Rule.
Diane se movía hacia la otra mujer mientras ella permanecía inmóvil, en silencio,
sosteniendo cómodamente el arma en sus manos mientras miraba al hombre con el
que se había casado siete años antes.
Rule la dejó levantarse lentamente, sujetándola hasta que Diane agarró el arma y
la quitó despacio de la mano de Thea.
―Thea. ―Gypsy corrió hacia la mujer que su hermano había amado tan
profundamente, que había comenzado a intentar alejarse del oscuro grupo con el
que había trabajado.
―¿Thea? ―volvió a susurrar cuando la delicada rubia levantó la cabeza y sus
ojos violetas le devolvieron la mirada lentamente.
―La noche que Mark murió ―susurró Thea―. Fui atacada fuera de mi
dormitorio.
―Lo sé. ―Gypsy la miró con el ceño fruncido, al oír el feroz dolor que todavía
resonaba en su voz.
— Yo llevaba el bebé de Mark. ―Entonces las lágrimas se derramaron de sus
ojos y corrieron en riachuelos por su rostro mientras un desgarrador grito salía de
sus labios―. Sufrí un aborto. Perdí a nuestro bebé y yo siempre supe… ―Los
puños de Thea se apretaron y presionaron su estómago mientras su expresión se
derrumbaba en agonía― …supe que el que mató a Mark envió a alguien para
hacerme daño también. ―Su mirada se volvió hacia donde Jason estaba sentado
flojamente en la silla en la que estaba atado, el frente de su camisa ahora empapado
con la sangre de la bala que había desgarrado su corazón―. Yo lo sabía, y juré que
si llegaba la oportunidad, lo mataría. ―El odio ahora llenaba su voz. Sus ojos eran
tan oscuros que parecían amoratados, destrozados―. Él traicionó todo en lo que he
creído toda mi vida y destruyó a toda la gente que amaba. Si pudiera matarle de
nuevo, lo haría.
Ella envolvió los brazos alrededor de la mujer que siempre había lamentado que
nunca hubiera sido su cuñada y la abrazó. Rule se movió detrás de Thea, mirándola
con compasión, pena sombrío y una pregunta en sus ojos.
―Se acabó ―susurró ella, no sólo por Thea, sino también por Rule―. El
monstruo ahora está muerto. Se acabó.
Con eso, Rule asintió bruscamente con la cabeza, y mientras Gypsy y Diane
acomodaban a Thea en el único sillón de la sala, él y Lawe comenzaron el trabajo de
deshacerse del cuerpo de Jason.
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* *
Alejándose velozmente de la caverna y de regreso al hotel, se sentó quieta, en
silencio, una inquietud apoderándose de ella ahora que todo había terminado. Una
inquietud que ella no tenía idea de cómo identificar. Nunca la había sentido antes.
Nunca supo que existiera.
Pero ardía en su pecho, envuelta alrededor de su corazón, y la instaba a…
Se quedó mirando el desierto, cerró los ojos y se preguntó cómo demonios iba a
ser capaz de hacerlo.
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Capítulo 31
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Para colmar su beso con el sabor de menta y chocolate del que la hormona de
acoplamiento parecía impregnada… no era de extrañar que no hubiera reconocido la
mínima cantidad que había escapado de las glándulas cuando él la persiguió.
Su labio levantado, un rugido casi volvió a sonar en la garganta.
Maldito seas, cálmate de una puta vez.
Dirigiendo la feroz orden al animal agazapado y listo para saltar, él estaba a
punto de rugirse a sí mismo.
Ni siquiera pienses en ello.
Ese involuntario y mudo rugido retumbó en su pecho mientras sus instintos
volvían a lanzarle tarascadas, como dientes afilados rastrillando su mente.
Podía sentir cada instinto, como si se tratara de una personalidad alternativa,
compartiendo con él la irritación e inquietud ardiendo en su interior.
Nunca se había molestado en preguntar a otros Castas si podían sentir a su
animal de tal manera. Demonios, no estaba seguro de recibir la respuesta que
quería oír, y en este caso, no estaba seguro de querer aceptar ninguna otra
respuesta.
Inteligente. Astuto. A veces enfurecido. Siempre inquieto.
En lo tocante a Gypsy, cabreadísimo y ansioso de regresar a ella.
A estas alturas, el animal estaba dispuesto a pasearse o pelear. Una pelea se
sentiría condenadamente bien. Puños apretados y impactando con violencia contra
carne, enfurecidos rugidos resonando a su alrededor.
Demonios. La lucha aliviaría la ardiente irritación de estar excluido de los
sentidos de su compañera. ¿Cómo diablos ella había conseguido hacer eso de
todos modos?
Frotándose la lengua contra los dientes para aliviar la picazón en las pequeñas
glándulas inflamadas, Rule hizo una mueca cuando se dio cuenta de que sólo se
estaba torturando. Después de todo, cada vez que las glándulas eran frotadas, se
derramaba más hormona de acoplamiento.
Glándulas Hormonales de Acoplamiento.
Quería bufar con el título mientras se repantigaba en su asiento de nuevo y
levantaba la cerveza delante de él hasta sus labios. Inclinando la botella, disfrutó del
gélido bocado de amargura, que corrió por encima de sus papilas gustativas,
deseando que su efecto sedara al animal que de repente quería rugir de
descontento.
¿Qué demonios crees que quieres? pensó con un golpe de ira, preguntándose
por su propia cordura mientras intentaba hacer retroceder a la irritada presencia.
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Mierda. Otro rugido sonó, esta vez más peligroso que el anterior.
Lawe levantó una ceja burlonamente.
―Rule, ¿has considerado el hecho de que hay una alta probabilidad, según mi
opinión, visto tu afición por estos jueguecitos que practicas, que puedas estar
relacionado con Jonas?
¿Hablaba en serio?
Rule fulminó a su hermano con resentimiento.
―Vete al diablo ―masculló, preguntándose seriamente si Mercury tuviera en su
poder alguno de esos sedantes de instinto que una vez había tomado.
Solo que rápidamente sus instintos se relajaron, haciéndole preguntarse
seriamente si los genes animales no estaban de alguna manera tratando de
separarse en una personalidad independiente.
* *
Lawe se rascó un lado de la mandíbula, sin dejar de observar a su hermano de
cerca.
―¿Qué está pasando, Rule? ―preguntó en voz baja―. ¿Por qué estás aquí en
lugar de con tu compañera?
Rule negó lentamente con la cabeza antes de pasarse los dedos por el pelo en
un gesto de irritación.
―Necesitaba un trago.
¿Lo necesitaba? Lawe le observaba de cerca, sintiendo aun esa puerta cerrada a
los pensamientos de su hermano.
―Ya ni siquiera puedo sentir cuando me estás mintiendo ―afirmó Lawe,
haciendo una pausa cuando el camarero trajo las bebidas.
Rule fue primero hacia el whisky, lo bebió de un trago haciendo una mueca y
apretando los dientes cuando la ardiente quemadura le abrasó las entrañas.
La mirada de Lawe se entrecerró, siguiendo su mano mientras colocaba el vaso a
la par de los otros cuatro delante de las cuatro botellas de cerveza que ya había
consumido.
―¿Qué demonios te hace pensar que estoy mintiendo? ―resopló Rule como si
la afirmación estuviera alejada de la verdad.
―¿Intuición? ―sugirió Lawe―. Te conozco, Rule. Me dejaste fuera de tu mente
en el momento en que te diste cuenta que había encontrado a mi compañera. Te
agradezco el tiempo que me diste para construir límites en torno a Diane, pero yo
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Castas 29
había hecho eso en cuestión de semanas. Sin embargo, todavía no me dejas entrar.
¿Por qué te has cerrado a mí, Rule? ―Finalmente hizo la pregunta que Rule tuvo
que haber sabido que se avecinaba.
Recogiendo la cerveza, Rule tomó varios tragos largos antes de dejar la botella
en la mesa con un fuerte golpe.
La mirada de Lawe se dirigió a la botella, luego volvió a Rule mientras éste se
incorporaba lentamente, su alto y ancho cuerpo se movió hasta que su posición era
la misma que la de Lawe. Los brazos cruzados sobre la mesa, inclinándose hacia
adelante con atención.
―¿Sabes por qué cerré ese vínculo, Lawe? ―rugió Rule, el sonido tan animal,
tan lleno de una anónima emoción que Lawe casi respingó.
―Lo he preguntado ―le recordó Lawe―. Te has negado a decírmelo.
―¿Te gustaría saber que percibo tu lujuria y el hambre por tu compañera? ¿O
que siento tu placer en ella cuando la follas?
Lawe se enderezó, conteniendo apenas la conmoción y el instintivo rugido de
rechazo que alcanzó sus labios.
La risa proveniente de Rule era profunda y oscura, un recordatorio burlón de que
a veces Lawe había sospechado que el vínculo que habían establecido
posiblemente podría ir más allá de lo que había pensado en lo que a Rule se refería.
―No te preocupes, hermano ― Rule se echó hacia atrás con una mueca burlona
en los labios que Lawe nunca había visto en su hermano―. Ese León capullo dentro
de mí se aseguró de que no te espiáramos. Además, estaba demasiado ocupado
fastidiándome con excusas para salir de aquí para comprobar a mi compañera.
Lawe lo miró de soslayo mientras levantaba su cerveza y la terminaba de un
largo trago.
Rule no había estado con él en esa misión de localizar a la hermana de la
compañera de Jonas. Lawe había ido con Mercuy, Dog y varios otros Enforcers de la
Oficina para encontrar a Diane.
En el momento en que había captado el olor de la solitaria prisionera encadenada
en una celda oscura y húmeda, había sabido que ella era su compañera. Había
sabido que estaba herida, había olido sus lágrimas. Un segundo antes de que sus
instintos enfurecidos por la afrenta de las lágrimas de su compañera, de su dolor,
hubieran sido embargados por la furia, se acordó de ese enlace estableciéndose
bruscamente.
Rara vez luchaban por separado. Él y Rule siempre habían sabido que luchar
juntos los hacía más fuertes. Sin embargo, hasta ese momento, Lawe no había
sabido que su enlace pudiera llegar a través de semejante distancia. La fuerza de su
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* *
No era la oscuridad sombría que lo llenaba lo que le hacía beber. No era enojo o
resentimiento; incluso entendía por qué Gypsy necesitaba este tiempo con su familia
primero.
Algo así, de todos modos.
Era ese maldito León llevándole a la locura. Podía sentir sus instintos, puñeteros
instintos, podía sentir al León morderle con furia, exigiendo que fuera ahora a Gypsy.
Que forzara todo ese asunto del “¿me amas?”.
Era repugnante. Estaría condenado si lo hiciera. Él no iba a suplicarle una
mierda.
Frunció el ceño pensativo. Demonios, tal vez sólo se estaba volviendo loco.
Más de un Casta León se había vuelto salvaje tras escapar de los laboratorios
del Consejo de Genética. No era algo inaudito para cualquier Casta deslizarse a las
rabias salvajes y nunca regresar. ¿Era eso lo que le estaba pasando ahora?
Excepto que los Casta acoplados no se volvían salvajes.
No existía ni un solo caso de Casta acoplado deslizándose en la fiebre salvaje.
Como si el propio acoplamiento estabilizara la furia de la criatura.
―Vuelve con tu compañera, hermano ―suspiró Rule con cansancio cuando el
camarero dejó el whisky y la cerveza delante de él.
―No es seguro aquí ―suspiró Lawe―. Si vas a beber hasta el coma alcohólico,
me quedaré contigo hasta que estés listo para regresar al hotel.
Rule negó con la cabeza.
―No volveré todavía. Si no consigo emborracharme un poco, entonces podría
avergonzarme a mí mismo.
Estaría condenado si iba a rogarle que lo amara. Tenía un poco de orgullo. Tenía
un poco de control.
Él levantó el vaso, lo bebió de un trago y pensó con una medida de comodidad
que la dentellada del alcohol no era tan fiera esta vez.
Mirando hacia su hermano, a Rule le divirtió ver la preocupación en los ojos de
Lawe. Sin duda, en la primera oportunidad…se rió de los dos Casta que entraron en
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el bar. Ah, bueno, tal vez él había sido lo suficientemente inteligente como para pedir
refuerzos antes de entrar.
Volvió la mirada hacia su hermano amenazadoramente.
―¿Canguros? ―preguntó.
Lawe se encogió de hombros con un gesto desdeñoso.
―Supongo que están aquí para tomar una copa.
¿Ahora?
Loki, ese puñetero y mentiroso Coyote y su amo Dog, ¿o era Jonas el amo de
ambos? Había días en que se preguntaba que Casta conocía su propio camino y
que Casta estaba más que contento de permitir a Jonas que lo guiara.
Él sonrió abiertamente a los dos Coyotes.
―Lo que quiero saber es cómo habéis logrado escapar del casamentero de
Jonas.
La frente de Dog se frunció con una medida de cortés indulgencia antes de mirar
a Lawe.
―Borracho ya, ¿verdad?
―Está llegando a eso ―les aseguró Rule a los tres.
Lawe gruñó ante eso, lanzando una mirada en dirección a Dog mientras parecían
compartir algún mensaje tácito.
Colocando el vaso a su lado, Rule se llevó la cerveza a los labios, y una vez más,
cuando la bajó, apenas quedaba la mitad de la bebida.
―Creo que el motivo por el que tu hermano vino a buscarte―Loki era el que
habló, el tono rasposo de su voz siempre hacía que Rule se preguntara qué tortura
habían ideado los científicos del Consejo para destruir de tal manera su voz―era
para llevarte a la rastra hasta nuestro estimado Director para dar el parte.
―Entregué mi informe. ―Él frunció el ceño, pero la declaración anticipó la
siguiente orden.
¿Por qué esperar entre cada bebida? ¿Por qué demonios se estaba
emborrachando poco a poco cuando podría hacerlo en pocas horas, en lugar de una
bebida por hora?
Eficiencia, se recordó a sí mismo, empezó a levantar la mano para pedir más
cuando de repente la mano de Loki estaba agarrando su muñeca.
El animal reaccionó, existiendo demasiado cerca de la piel en este momento; la
afrenta se convirtió en un insulto de proporciones inimaginables. Antes de que
cualquiera conociera sus intenciones, arremetió con su brazo derecho, con los
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dedos curvados en un puño de hierro que se estrelló contra el rostro de Loki antes
que el Coyote pudiera evitarlo.
Él no tuvo ni siquiera un segundo para disfrutar de la sorpresa que transformó de
inmediato el rostro del Coyote antes de ser echado hacia atrás, con silla y
todo―Rule no podía dejar de reír al verlo―y salió volando hacia atrás.
Rule se palmeó el muslo, riendo tan fuerte que admitió que podría estar un poco
borracho después de todo.
En cuanto a Lawe y Dog, la sorpresa total en sus rostros, los ojos abiertos como
platos mientras sus cabezas se movían bruscamente desde la visión de Loki tendido
en el suelo hasta la visión de la risa de Rule, le hizo reír más fuerte.
Hasta que el rugido animal que sonó a través de la sala de repente se estrelló
contra él.
No salió volando.
Rule sacudió las repentinas luces dispersas de su visión antes de girar la cabeza
muy lentamente y soltar al animal lanzando tarascadas a sus sentidos.
―Joder. Rule. Tú golpeaste primero. ―Lawe estaba repentinamente entre ellos,
dirigiendo una mirada furiosa a Dog.
―Contén a tu hombre.
―¿Contener a mi hombre? ―Extrajo un cigarro delgado del chaleco de cuero
que llevaba, su sonrisa era tensa mientras lo metía entre los labios y sacaba una
caja de cerillas de otro bolsillo.
Todos observaron como si estuvieran fascinados mientras encendía el tabaco.
Hasta Rule miró por encima del hombro de Lawe para ver a Loki, sus labios
retraídos de los colmillos curvos y los ojos encendidos con un fuego interior que era
francamente extraño.
Rule tuvo que reírse al verlo.
Entonces Loki cogió a Lawe y lo lanzó fuera del camino antes que su hermano
pudiera anticipar el movimiento y contrarrestarlo. Perdió el equilibrio, y aterrizó sobre
su culo, rugiendo.
―A la mierda. Patéale el culo, Rule.
Sus sentidos se abrieron. Demonios no, él no peleaba limpio. La compañera de
su hermano no estaba aquí en este momento y tampoco la suya, y estaba borracho.
Puede que necesitara un poquito más…
Era todo lo que podía hacer para no reír mientras su puño izquierdo fue al rostro
de Loki, golpeó y arrojó al Coyote hacia su comandante. El cigarro fue por un lado y
Dog por el otro con un gruñido…
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Capítulo 32
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El hombre podría estar tambaleándose por la bebida, pero el León, esos sentidos
animales que guiaban tanto de él, estaba allí. Casi podía imaginar a la exhausta y
malhumorada criatura mientras yacía con la cabeza entre sus patas y le devolvía la
mirada abatido.
Recorriendo cariñosamente el pecho de su compañero con la mano, se encontró
completamente incapaz de estar enfadada con él. Había aprendido muchas cosas
en un corto espacio de tiempo. Aunque más importante, había aprendido como este
Casta que había jurado huir en el momento en que sintiese a su compañera, había
estado vigilándola desde la noche que Mark había sido asesinado. Los viajes que
había hecho a Nuevo México. Los años y favores acumulados en un intento por
asegurar que sin importar lo que pudiera pasar con él, ella siempre estuviese
cuidada.
Su tranquilo, a menudo ocurrente y demasiado intenso Casta, le había dado una
buena competencia a Jonas cuando habían llegado a los juegos jugados para
asegurar su protección y la felicidad que ella podía haber encontrado.
El calor rodeó sus sentidos, una especie de codazos cansados, como si él
estuviera apoyado contra una puerta, apenas abierta, golpeando suavemente.
—Te vi a través de un bar lleno de gente y nuestros ojos se encontraron —susurró
ella mientras dejaba que sus dedos acariciaran su cabello todavía húmedo—. Azul
neón, sombríos pero cálidos. Me atrajiste. Me calentaste. Me confundiste. Me hiciste
desear, doler y suspirar. —Con las yemas, acarició la línea de su hombro donde el
cabello terminaba—. Soñé contigo esa noche y cada noche después de esa. Te
buscaba dondequiera que fuera. Mantuve tu imagen cerca de mí, sin importar con
quién me encontrase. Y me dolía. Hasta que sentí tu abrazo. —Sus dedos se
arrastraron a lo largo de su pecho—. Tu calidez, tu sabor, el placer de ser poseída
por ti. —El corazón de él estaba latiendo acelerado.
Gypsy contuvo su sonrisa. Quizá él estaba un poco más consciente que el crédito
que ella le daba.
—Debería habértelo dicho. —Su mano se detuvo en el borde de la sábana justo
debajo de sus costillas—. Como cada vez que te veía, que veía tus ojos, veía al
Casta que me salvó aquella noche. Cada vez que te veía, te amaba un poco más. Te
amaba más profundamente. Te amaba más verdaderamente.
Levantó los ojos hacia él para ver el brillo de ese azul intenso y cálido que la
miraba bajo pestañas que se entornaban con somnolienta excitación.
Deslizó la mano debajo de la sábana y encontró la carne endurecida por el
hambre y latiendo bajo sus dedos.
Su mandíbula se tensó cuando ella deslizó la palma de la mano por la gruesa
verga hasta sus apretados testículos y los acunó suavemente.
—Me dejaste fuera —la acusó con voz seria y ronca.
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—Tenía que pensar, Rule —le reprendió—. Habrá momentos en los que tendré
que pensar, momentos en los que tendré que ordenar mis emociones para mí misma
antes de expresarlas. Si te emborrachas y te peleas cada vez, entonces Dog y Loki
van a empezar a protestar.
Él gruñó.
—A la mierda con eso. La próxima vez, voy a encontrar a un humano al que
golpear. No golpean ni de cerca tan fuerte. Dog me perforó un pulmón, Gypsy. —
Fingió una mirada de héroe herido que casi quebró su decisión de no reírse de él—.
Y Loki me rompió una costilla. Sé que lo hizo.
—Pobre Leoncito —suspiró, apartando la sábana mientras bajaba la cabeza hacia
una desagradable contusión que se estaba formando justo debajo de uno de los
costados de su ancho pecho—. ¿Ayudaría a mejorar si lo beso?
Sopló un ligero beso sobre la contusión.
—Sigue besando y te avisaré —sugirió con fingido dolor—. Estoy seguro de que a
la larga lo hará.
Un indicio de certeza le codeó los sentidos. La contusión era tremenda, pero los
Casta no sentían dolor como lo hacían sus primos humanos. El farsante… el dolor
debía haber sido malo durante una hora o dos, pero dudaba que fuese más que una
punzada sin importar lo que él estuviese haciendo. Se estiró perezosamente contra
ella, los dedos de una mano ancha enroscándose en su cabello para presionar sus
labios más cerca de su piel maltratada.
—Podría necesitar un montón de esos besos —dijo con voz áspera, el sonido
profundo de su voz añadiéndose al calor que aumentaba debajo de su propia piel y
entre sus muslos.
Ella lamió sobre la contusión, sintiendo como su gran cuerpo se tensaba,
contrayéndose por la sensación.
—¿Muchos? —preguntó ella sin aliento—. Podría llevar un tiempo. Estoy segura
de que estás cansado.
—Sip, debería estarlo —se quejó—. Pero voy a intentar asegurarme de que
permanezco despierto para esto. Solo asegúrate de que localizas cada contusión.
Ella no pudo evitar la risa ligera que escapó.
—Te amo, Gypsy Rum. Te he amado durante mucho tiempo.
Las palabras la hicieron detenerse, parpadeando para contener las lágrimas y
levantando la mirada para encontrarse con la sombría y profunda emoción que lo
embargaba.
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—Deberías habérmelo dicho. —Levantándose hacia él, dejó que sus labios se
asentasen delicadamente sobre los de él, siendo cuidadosa con la piel que un
pesado puño había partido—. Deberías haberme dejado amarte, Rule.
La larga longitud de su oscuro cabello caía sobre sus hombros, envolviéndolos en
un capullo íntimo mientras la miraba fijamente, atrayéndola hacia él mientras
separaba los labios.
Chocolate y menta colmaron sus sentidos, especias calientes y la dulzura de un
amor que supo más que de egoísmo y avaricia. Un amor que había observado,
esperado, y cuando la vida que había escogido ya no fue la que ella quería, él
estuvo allí.
Ese conocimiento se coló en ella, no desde el hombre, sino desde lo que ella
estaba empezando a llamar el animal que templaba al hombre.
—Seh —respiró—. Porque hubiera sabido que eras para mí y habría tenido que
pasar un infierno teniendo que esperar hasta que tuvieses dieciocho. Codicioso.
Impaciente y egoísta. Habría tomado todo lo que pudiera y rogado para que te
gustara. —Sus labios se juntaron de nuevo, su lengua frotándose contra la de él, su
adictivo sabor impregnando sus sentidos más allá hasta que salieron por el aire.
—Habrías huido. —Continuó el sensual debate en el cual, mientras las palabras
eran pronunciadas, las emociones despertaban y el conocimiento susurraba dentro
de ambos.
—¿Eso crees? —Él mordisqueó sus labios—. Estaba allí la noche que cumpliste
los dieciocho, Gypsy. De pie detrás de la multitud, observando, sufriendo por ti
mientras mostrabas tus nuevos pantalones de cuero y esas pecaminosas botas de
tacón alto que llevabas. Y todo lo que podía ver era la soledad que te rodeaba y
como deseé reemplazarla con hambre por mi toque y mi beso.
Inclinó sus labios sobre los de ella mientras ella jadeaba de placer y sorpresa.
Sus labios le robaban la razón, la objeción si es que había alguna. A la vez que
sus manos la sujetaban contra él, una enterrada en su cabello, la otra agarrando su
cintura mientras su lengua atravesaba los labios femeninos, penetrando en su boca
y derramando más del rico sabor en sus sentidos. Una y otra vez, como si estuviese
follando su boca…
La imagen de él haciendo justamente eso arrancó un gemido roto de ambos.
Ella apartó sus labios de los de él, dejando caer una lluvia de besos en la dura
línea de su mandíbula, la sorprendentemente sensible superficie de su pecho y a lo
largo del trabajado abdomen donde la punta de su polla esperaba impaciente.
Oh dios, estaba hambrienta de él.
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Siguiendo la guía de sus manos en su pelo mientras ella se movía entre sus
muslos, Gypsy se encontró perdiéndose en los placeres y las fantasías que llenaban
la mente masculina cuando ella lo tocaba.
Sin embargo, cuando su lengua lamió sobre la punta roma de su polla y el sabor
oscuro y salvaje de su líquido preseminal estalló contra sus papilas gustativas, la
fantasía se desvaneció. Sorprendentemente, el tierno deseo, la posesividad
protectora y una abrumadora necesidad rodearon sus propias emociones. Como si
estuviera envolviendo sus sentidos alrededor de los de ella, asegurando que ella
nunca temiese dejarlos libres. Solo él los conocía. Y nunca confundiría la vulnerable
sexualidad que ella escondía dentro de su alma con debilidad.
Como si ese conocimiento fuera todo lo que necesitaba para liberar a la mujer
hambrienta dentro de ella, Gypsy lo sintió escapar. Todo lo que había reprimido
durante años, todo lo que se había negado.
Entreabrió los labios y bajó la boca hasta la punta de su erección, sintiéndola
penetrar entre sus labios mientras ambos gritaban de placer.
Su placer azotando alrededor de ella. El de ella reuniéndose y fundiéndose con
ello. Como una tormenta que amenazaba no terminar jamás.
Chupando el glande mientras entraba y salía de sus labios, Gypsy se entregó a
las llamas que azotaban en torno a ella, dentro de ella. Lamió el pequeño punto
sensible bajo el glande que palpitaba un poco más fuerte, que se sentía un poco
más caliente. Allí, donde la lengüeta de acoplamiento masculino se liberaba,
trabándolo dentro de ella.
Su coño se apretó con hambre entonces, el resbaladizo calor derramándose por
los pliegues hinchados y el nudo dilatado de su clítoris mientras juntaba con fuerza
los muslos y lo chupaba más hondo en las profundidades de su boca.
Mientras ella lo mantenía lo más adentro posible, su lengua hacia círculos contra la
sensible piel bajo el glande, sus pestañas se abrían trémulamente y su mirada
encontraba la de él.
—Dios, eso es bueno —gimió él, sin aliento—. Joder, Gypsy, tu boca es tan
buena. Me chupas tan bien.
Fuertes dedos volvieron a agarrar su cabello, tirando de las hebras mientras ella
empezaba a mover su boca sobre él, encontrando cada empuje hacia arriba de sus
caderas mientras follaba su boca.
—Ah, joder, sí —gruñó—. Lámela justo así, cariño. Maldita sea, es tan bueno. Tan
caliente y tan bueno.
Sosteniendo la base de la polla con una mano, acarició el resto hasta donde los
dedos chocaban con sus labios. Su cabeza subía y bajaba, su lengua lamiendo,
acariciando, volviéndolos locos a ambos mientras los deseos convergían, se
casaban y giraban en espiral en torno a ellos como una necesidad increíblemente
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feroz de agradar, de brindar placer, de estallar. Los fuertes muslos estaban tensos,
duros, como seda sobre hierro mientras se flexionaban cerca de los hombros de ella.
Controlado y feroz, su Casta rugía, casi ronroneaba y maldecía mientras el placer se
calentaba y la sensación de humedad que goteaba de su vagina hacia los pliegues
externos arrastraba un gemido indefenso de ella.
Subiendo hasta que sus labios cubrieron solo el sensible glande donde la
lengüeta latía bajo la piel, ella le chupó más fuerte. Rodeándolo con la lengua,
lamiendo, dando golpecitos contra la estrecha abertura donde el sabor de su líquido
preseminal la tentaba, Gypsy atormentaba y tentaba al animal que gruñía debajo de
ella.
Cuando la tomase… cuando fuese detrás de ella, la agarrara de las caderas y se
hundiera dentro de ella sin pausa… estaría marcada por el placer/dolor de ello.
Dejó que la imagen llenase su cabeza, el recuerdo de las sensaciones
torturándolos a ambos mientras sentía su polla más tensa, más gruesa. Él estaba
follando sus labios con embestidas cortas y duras, el glande llenando su boca,
raspando contra su lengua mientras gemía como si estuviese en agonía.
—Basta.
Antes de que ella pudiese pararle, él la tenía sobre la espalda y sus labios se
movieron hasta sus pezones. Si ella había pensado en torturar la punta de su polla
con su boca, entonces él hizo más que solo pensar en torturar sus pezones con la
suya.
Chupando uno entre sus labios, apretó la húmeda succión, atrayéndolo mientras
un lametón ligeramente áspero de su lengua envió un duro chispazo de exquisito
placer arremetiendo contra su útero, contra su clítoris demasiado sensible.
Sus dedos se deslizaron por el abdomen mientras sus dientes raspaban la
pequeña protuberancia de su pezón. Su mano acunó su coño, los dedos doblándose
para encontrar la ceñida entrada de su hambrienta carne interior.
Dos anchos dedos masculinos se hundieron dentro de su vagina saturada,
inundando inmediatamente sus sentidos con un fogoso placer que se extendía y una
necesidad agonizante mientras empujaba en sus profundidades, su muñeca girando,
sus dedos alcanzando alto dentro de ella para encontrar ese lugar justo debajo de su
clítoris.
Los ojos de Gypsy se abrieron de golpe.
—Rule, por favor —gritó cuando él empezó a esparcir besos desde sus pezones
hasta su estómago, más abajo, moviéndose entre sus muslos mientras sus dedos
acariciaban, frotaban y la mantenían suspendida al borde del éxtasis.
—Oh, Dios, déjame correrme —gritó, sus dedos apretando las mantas bajo ella
mientras empujaba contra él—. Rule, por favor… Oh Dios, no pares.
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Pero Rule sabía que estaba allí. No estaba segura de cuando lo había
encontrado, ni de por qué no había tratado de forzarlo a abrirse.
Una sensación de amoroso castigo tocó entonces sus sentidos.
No, él nunca lo sacaría a la fuerza de ella.
Nunca se lo quitaría.
Era de ella para darlo como ninguna otra cosa podría serlo.
Ella se dio cuenta de que era más precioso que su amor, más querido para él que
su risa o sus sonrisas.
Gypsy liberó tentativamente el último escudo que había construido años atrás
entre ella y cualquiera que amenazara con tocar su corazón.
Pero Rule había hecho más que amenazar con tocarlo. Lo poseía. Era el dueño
de cada parte de ella, incluso de esta parte tan frágil y vulnerable de su alma.
Por primera vez en nueve años, Gypsy entregó su confianza.
Completamente. Voluntariamente y sin vacilación se ató a su Casta, al hombre y a
la bestia interior.
Él encontró la energía para levantar la cabeza, para rozar sus labios contra los de
ella, encontrando entonces su mirada.
No tenían que hablar.
Podían sentir.
No tenían que hacer votos.
Ya todo estaba allí.
En ese vínculo que nunca habría existido si el hombre no hubiera pensado que
podría crear vida, si el Todopoderoso no hubiera tomado esas creaciones y las
hubiera hecho suyas.
Un vínculo que le daba a su Casta total acceso, en cuerpo y alma.
Pero le daba a Gypsy un amor completo y entrañable, la dedicación y la
seguridad, incluso si el mañana no llegaba, ahora mismo, aquí en sus brazos,
estaba finalmente completa.
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Epílogo
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Nación principalmente por el apoyo de su padre. Pero Orrin también era bien
conocido por su hija desaparecida y su decidida búsqueda de ella durante doce
años, cuando los Casta le notificaron oficialmente su muerte.
—Su madre, Aliva—continuó Orrin—, murió de pena dos meses después de que
recibiéramos la noticia que ella había muerto. —Él sacudió la cabeza, su voz
enronqueciéndose—. Yo, Ray y especialmente Terran hemos seguido todas las
pistas, buscado en cada lugar en esta Tierra donde pudimos buscar y no pudimos
encontrar a nuestra preciosa Star. El dolor fue más de lo que su madre podía
soportar.
Eso era todo lo que Rule podría hacer para no mofarse. Lo único que contuvo la
mueca de repugnancia fue la confusión. Confusión porque Orrin sabía que había
recibido toda la información que necesitaba para encontrar a su preciosa Star y la
había ignorado. Sin embargo, el anciano estaba sentado delante de él, con su rostro
sufrido y arrugado, los ojos negros llenos de lágrimas que pestañaron rápidamente
para contenerlas y su aroma de honestidad.
Por su compañera, por su Gypsy, esperó y escuchó. Hizo lo que le había
prometido y escuchó con mente abierta, sintiendo su mano sobre el hombro, el
silencioso apoyo a su lado.
Orrin Martinez era uno de los pocos cuyo olor no estaba contaminado por más
engaño que verdad y Rule estaría condenado si sabía cómo hacía eso el anciano.
Escuchó en silencio, su mirada atraída por los resultados del ADN que Orrin
había exigido y ahora sujetaba en su mano nudosa. Esa mano se agitaba, temblaba
tanto que el jefe finalmente la apoyó, junto con los papeles, sobre el escritorio.
Afirmando el codo sobre el apoyabrazos de la silla donde estaba sentado, Orrin
dobló el brazo y se cubrió los labios para ocultar el leve y supuestamente
incontrolable temblor allí.
Estaba mintiendo. Rule sabía que estaba mintiendo, pero que jodieran si podía
oler el aroma de la mentira. Eso no debería ser posible.
Lawe y él habían arriesgado no solo sus vidas, sino la vida de su hermano y
hermana menores para enviar la prueba de la existencia de Morningstar, su
ubicación y el destino que pronto enfrentaría si no era rescatada rápidamente.
Y nadie había venido por ella.
Ella y su compañero Coyote, Elder, habían muerto en una agonía peor de lo que
Rule pudiera imaginar.
Ahora, clavó los ojos en Orrin, las largas, gruesas y canosas trenzas caían sobre
la parte delantera de sus hombros, un estilo tradicional que los hombres Navajo
raras veces usaban en la actualidad. La apariencia tradicional hubiera sido
reconfortante si Rule no conociera al hombre que tenía enfrente. Si no fuera bien
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—Maldita sea, Rule —dijo Lawe con los dientes apretados, la advertencia
fortalecida con un rugido subyacente.
Rule sonrió, de manera fría y dura y continuó.
—Podían transferir al Casta a otro laboratorio para investigación, o si ellos
consideraban que valía la pena la rehabilitación, entonces eran reentrenados. —El
dedo anular bajó, dejando solo el insulto del dedo medio levantado con displicencia
—. O ellos eran sacados y fusilados como un animal rabioso sin valor. —Él se tomó
su buen tiempo para bajar el dedo del medio.
Por un momento, una oleada de agonía colmó la habitación. El dolor tanto de
hombres como de mujeres, azotaba en torno a ellos. Pero en ese segundo de
incontrolable emoción, hubo también la más leve sensación de presumida
satisfacción.
Alguien aquí sabía la verdad, conocía el destino de Morningstar y el horror de
cómo había muerto.
—Eres un pequeño hijo de puta irreverente —espetó Orrin dolorosamente.
—¡Y usted es un hijo de puta insensible por sentarse aquí con su familia y fingir
no saber nada acerca del destino de su hija y de los hijos que ella dejó detrás
cuando usted fue quien ignoró la súplica que le enviamos! —Apuñaló con el dedo en
la dirección del anciano—. Ignoró el conocimiento que ella moriría si no era
rescatada. —Rule se puso de pie furioso con un rugido cuando la congoja de su
compañera lo alcanzó, enrollándose a su alrededor—. Usted recibió los archivos, los
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mapas, las fotos, todo eso, casi dos semanas antes de que los científicos cortaran
en pedazos los cuerpos con vida de su hija y del Casta que dio su vida por tratar de
salvarla. Y sí, viejo —se burló él—. Los más jóvenes lloraron. Sollozos que no serían
silenciados, y por eso, ellos muy probablemente también fueron asesinados.
Él estaba enojado, enfurecido. Plantando violentamente las manos sobre el
escritorio mientras se inclinaba hacia delante, casi tambaleándose bajo la conmoción
que atravesó el cuarto, rugió en el rostro demudado de Orrin.
—Ahora, ¿qué otra puta cosa le gustaría saber?
—Rule, esto no está ayudando—susurró Gypsy, él podía oler sus lágrimas, las
podía sentir a través del vínculo que compartían. Un dolor que ella sentía por su
sufrimiento, por los miedos que aún lo rondaban.
Moviéndose al otro lado, Gypsy presionó la frente contra su espalda, dejándolo
saber que ella estaba allí, y la fuerza de su amor disponible para él si la necesitaba.
—¡Rule, suficiente! —Lawe se puso de pie, su mano aterrizando con firmeza en el
hombro de su gemelo, pero en vez de tirarlo hacia atrás, sus dedos lo aferraron
durante un largo instante de dolor compartido y en señal de advertencia—.
Suficiente, hermano. —Se acercó más—. Siente lo que yo siento.
Rule se echó hacia atrás. Sus sentidos se fusionaron con su hermano, algo que
raras veces había ocurrido ahora que ambos tenían a sus compañeras.
La conmoción era horrenda. Rodaba y aumentaba, deslizándose de los corazones
y almas de esos que habían amado a Morningstar.
Todos menos uno, y ese uno no era Orrin.
Rule se concentró en cada uno, finalmente siguiendo la mirada de Lawe hacia el
hijo, de pie inmóvil y en silencio detrás de su padre, entre la esposa y la hija para
apoyarlo.
—Qué horrible —susurró, como si ellos esperaran una reacción de él.
Un gruñido Coyote retumbó a través de la habitación, seguido de uno Lobo,
cuando Malachi y Stygian comenzaron a sentir lo que Rule y Lawe ya habían
rastreado.
—Usted hiede a mentira, Presidente Martinez. —Malachi se volvió lentamente
para encarar al otro hombre con gélida sospecha.
—No… —Orrin se puso rápidamente de pie, la incredulidad manando de él
mientras clavaba los ojos en su hijo.
—Tenemos prueba que el paquete fue enviado y pruebas que fue firmado por —
manifestó Lawe, frente a Ray mientras el Presidente le devolvía la mirada con todo
el ladino engaño de la mente más depravada—, Orrin Martinez.
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—No… —susurró Orrin, temblando con tal fuerza que parecía convulsionar—. No
vi ningún paquete. No vi ninguna prueba de que mi preciosa hija vivía.
Los ojos de Ray se movieron vacilantes entre los cuatro Casta enfrentándole.
—Yo no firmé nada…
—No mienta. —Malachi, el más cercano a él, captó el aroma primero—. Ya huelo
el hedor de su engaño, Ray, y es muy profundo. ¿Qué traición ha cometido con su
padre a quien le debe la vida y sus libertades?
—Había fotos de sus hijos —dijo Lawe en voz baja—. Especialmente de la niña.
La menor. Tenía solo cinco años. Ella era a la que Morningstar llamaba preciosa
Pizquita, porque era diminuta.
Orrin pareció tambalearse, el dolor reverberando de él mientras volvía la mirada a
Ray en estado de shock.
—¿Qué has hecho, Ray? —susurró—. Ella era tu hermana. Te amaba como no
amó a otro.
—Hay prueba de que alguien de la Nación estaba proporcionando al Consejo de
Genética los nombres de las jóvenes Navajo cuya línea familiar mostraba un enlace
psíquico fuerte—dijo Lawe en voz baja.
Rule podía sentir una parte de su alma sangrando. A causa del engaño de su hijo,
había tratado a este anciano con asco y falta de respuesta, a pesar de la verdad que
resonaba incluso en su aroma.
—Morningstar clamaba por su hermano. —Rule no pudo refrenar el estruendo del
rugido del animal—. Todo el tiempo desde que fuimos bebés, ella clamaba por su
Ray—se mofó él—. Juraba que su hermano, tan fuerte y cariñoso, iba a venir por
ella. Y durante todo ese tiempo, era el hermano que tanto amaba quien la destruyó.
Ray se mantuvo de pie, devolviéndole la mirada a todos con helado desdén,
rehusándose a hablar.
—¿Uno de los nuestros estaba vendiendo a nuestras jóvenes a la perversidad de
esos laboratorios? —susurró Orrin dolorosamente—. No. Ray. Diles que tú no hiciste
esa cosa horrible. Díselo.
—Sabes que no lo haría, Padre. —La sinceridad colmaba su expresión, a pesar
de la frialdad en su voz—. Star era mi hermana. Yo la amaba…
Ningún Casta refutó las palabras, pero el hedor de la mentira los hizo a los cuatro
perder el control de los gruñidos peligrosos y depredadores que retumbaron en sus
pechos.
—Está mintiendo. —Fue Terran Martinez quien tomó la palabra, con lágrimas
escapando de sus ojos mientras sus hijas se movían para rodearlo—. Vine a él con
las pruebas de mis sospechas de que alguien dentro de Window Rock estaba
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trabajando con el Consejo de Genética desde antes de que Star fuera capturada. Él
tomó el expediente que había estado juntando durante décadas y más tarde juró que
había sido robado. Como si yo fuera tan estúpido como para no guardar una copia
de seguridad. —Con los puños apretados y la rabia irradiando de él—. Hijo de puta.
Hijo de puta. Podríamos haberla salvado. Podríamos haberla traído de regreso a
casa.
Malachi y Stygian saltaron a por Terran mientras éste se movía para agarrar a su
hermano, el asesinato ardiendo en sus ojos mientras el olor de venganza
comenzaba a manar de él. Como un ácido oliendo dulce, quemaba los sentidos y la
certeza que, de tener la oportunidad, Terran sin duda lo mataría.
Incluso la hija de Ray, Claire y su esposa Maria se habían distanciado de él,
mirándolo horrorizadas.
Despreciando a su hermano, Ray se enderezó la chaqueta con un tirón.
—Que me aspen si debo permanecer aquí y escuchar esto. —Volviéndose hacia
su esposa e hija, espetó—. Nos vamos.
Agarrando el brazo de su esposa y tirando de ella detrás de él, estaba a mitad de
camino cuando se dio cuenta de que Claire no lo había seguido.
Deteniéndose se volvió para mirar fieramente a su hija, espetando con rabia.
—Ahora, Claire.
Terran se acercó a la chica que permanecía de pie sola, con lágrimas bajando por
sus pálidas mejillas y abrazándose a sí misma como para contener el dolor.
Atrayéndola hacia él, entre sus propias hijas y la protección del Casta junto a
ellas, la cobijó como Lawe y Rule habían escuchado que siempre hacía.
—Ella siempre ha venido a mí para escapar de la crueldad, crueldad que tú
fingías era mal entendida—afirmó él con voz cargada de dolor—. Se quedará
conmigo ahora.
Terran la abrazaba mientras ella enterraba la cara contra su pecho, sus delgados
hombros sacudiéndose con silenciosos sollozos.
—Y ella lo lamentará. —Una burla vengativa curvó los labios de Ray antes de que
él se volviera hacia Audi, Jane, Liza y el Casta que ahora permanecía junto a ellos
—. Todos lo lamentareis —prometió en voz baja.
—No lo hagas, Ray. —Audi le fulminó con la mirada—. No agraves el horror de lo
que has hecho.
Mientras Audi hablaba, Maria Martinez se soltó bruscamente del agarre de su
marido, evitando rápidamente su intento de volver a atraparla, a la vez que
tropezaba con el respaldo de la silla de Rule.
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Lora Leigh
Rule Breaker
Castas 29
Diane estuvo allí antes de que Lawe o Rule la pudieran estabilizar. Colocándose
entre el más alto y grande Ray Martinez y su menuda esposa, con gélido desprecio
llenándole la mirada, se quedó mirando al Presidente Navajo con burlona sonrisa.
—Tócala —masculló—, y tendré la inmensa satisfacción de castrarte.
—Todos vosotros lo lamentareis —prometió Ray, la mirada cortando en
rebanadas a Audi—. Tú en especial.
Con esa advertencia final, se volvió y salió con paso impetuoso de la oficina del
jefe.
—Dog, mantén un ojo sobre el Presidente Martinez. —Lawe activó el clip en su
oído cuando la puerta se cerró de un golpe detrás del otro hombre—. Si el abandona
el edificio, quiero saber adónde va. Interviene todos los dispositivos que él trate de
usar e infórmame de inmediato si trata de contactar con fuentes del Consejo.
—Afirmativo. —La réplica de Dog regresó de inmediato.
Exhalando pesadamente, Rule se volvió hacia la familia Martinez, su mirada
yendo hacia el hombre que podría haber sido su abuelo. Si hubiera nacido hombre
en lugar de Casta.
Orrin se sentó despacio, sus ojos se encontraron con los de Rule, esos ojos
oscuros sin fin llenos de casi cuarenta años de sufrimiento.
—Viniste a esta oficina cuando recién llegaste y hablaste con mi hijo para pedir la
ayuda de la Nación Navajo para encontrar a un renegado—susurró Orrin, negando
con la cabeza—. En tus ojos vi un desprecio cuidadosamente disimulado y estuve de
acuerdo con la sugerencia de Ray que nada bueno podía salir de ayudarte.
—Él nos convenció a todos nosotros, Abuelo—dijo Audi entonces, escapando de
él el título que Orrin le había permitido usar cuando era solo un niño, mientras
clavaba con pena los ojos en el anciano.
Ahora, había amor aquí, pensó Rule. Los zarcillos de engaño y codicia que él no
había sido capaz de precisar, finalmente estaban identificados. En este momento,
solo el amor y la dolorosa pena permanecían.
Orrin asintió lentamente con la cabeza, todavía mirando a Rule.
—He anhelado el día en que si los hijos de mi hija existieran, llegarían a su
familia. En que se acercarían y nos permitirían derramar todo el amor que sentíamos
por nuestra preciosa Star y mucho más. —Una lágrima resbaló por su mejilla—.
Suplicaría para que llegue el día en que tú me extiendas tu mano, nieto, y me
concedieras la oportunidad de demostrarte la veracidad de mis palabras.
Rule miró a Lawe, sabiendo que su hermano había tenido la esperanza de que
éste fuera el saludo que recibieran cuando recién arribaron.
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Castas 29
Lawe asintió con la cabeza lentamente. Rule se volvió hacia él y poco a poco
extendió la mano.
—Tengo ganas de conocerle, señor.
Ante eso, Orrin sonrió con tristeza.
—Ah, hijo de mi hija, espero con anticipación conocer a mi nieto. —Él se volvió
hacia Lawe entonces, tomó su mano y susurró—. Mis dos nietos, así como las
mujeres que ellos tanto aman.
Orrin se volvió hacia su familia entonces.
—Liza, ¿podrías tú, Chelsea, Claire e Isabelle salir de la oficina con tu madre y la
de Claire? —preguntó Audi Johnson en voz alta mientras quitaba despacio el brazo
de donde él había estado sosteniendo a su esposa a su lado.
—Vamos, chicas—ordenó Jane Johnson, tendiendo los brazos hacia Claire
cuando Terran la soltó—. Dejemos que hablen.
—¿Sobre nosotros? —Isabelle puso los ojos en blanco, pero besó la mejilla
húmeda de su padre e hizo lo que Audi pidió.
Cuando la habitación se había despejado de todos excepto de los hombres
Martinez, Audi Johnson, las compañeras de Lawe y Rule y los cuatro Casta, Orrin
cruzó las manos sobre el escritorio y soltó una temblorosa exhalación.
—Audi, tienes que contarles todo lo que sabes—ordenó él, levantando la mirada
para encontrar la de su nieto—. Luego yo les contaré sobre un ritual que se llevó a
cabo con dos jóvenes cuyas almas ya estaban de paso y que puso a dormir las
almas de dos jóvenes que de otra manera hubieran muerto. Quizás entonces,
sabrán cómo proteger a esos niños que son una parte importante de nuestros
corazones sin importar sus nombres, ni de donde vinieron. Son nuestros ahora, y no
vamos a renunciar a ellos, a nuestros hijos, especialmente a nuestras hijas, sin una
pelea.
Fin
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Glosario Casta
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