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U3 Compl - Rockwell La Otra Diversidad
U3 Compl - Rockwell La Otra Diversidad
Introdución
Durante las últimas dos décadas, han aparecido numerosas investigaciones que ponen en
tela de juicio algunos de los supuestos de este modelo lineal y abren un campo para
hablar de la diversidad dentro de las culturas escritas, sin que ello nos exima de la tarea
de reconstruir las implicaciones sociales y cognitivas de estas historias. Por ejemplo, la
noción de una progresión desde una escritura pictográfica hacia una alfabética ha
sucumbido ante la evidencia de la compleja mezcla de elementos tanto logográficos
como fonéticos en todo sistema de escritura. Se ha mostrado, así mismo, la evidente
relatividad de las ventajas de una u otra forma de representar el lenguaje oral. Varios
autores han cuestionado también la oposición clásica entre la oralidad y la escritura
(Finnegan 1988, Street 1993, Thomas 1992, Barton 1994) y han propuesto modelos
alternativos, entre ellos la noción de un continuo oral-escrito, y la insistencia en la
imbricación constante entre oralidad y escritura en todos los actos que involucran la
palabra escrita (Tannen 1982, Heath 1982). El estudio clásico de Scribner y Cole (1981)
también cuestionó la asociación global entre la escritura y el desarrollo cognitivo.
Varios investigadores (Cook-Gumperz y Keller-Cohen 1993, Hornberger 1997) han
usado el concepto de múltiples alfabetismos (multiple literacies) para acercarse a la
diversidad de formas de utilizar y expresar la lengua escrita.
El estudio de las formas retóricas de las tradiciones orales (Bauman and Briggs1990,
Montemayor 1998) agrega una dimensión compleja al polo de la oralidad. Incluso la
práctica de la ciencia en occidente, largamente asociada con la cultura escrita, se
comprende cada vez más en función de formas retóricas de argumentación y de
indagación, enraizadas en la oralidad (Billig 1987). Es más, sin esta base oral y social,
la escritura misma no tendría la eficacia que frecuentemente se le atribuye. Nuestras
propias prácticas académicas de hacer públicas nuestras contribuciones, es decir, de
presentarlas oralmente, atestiguan este hecho. Por otra parte, la creciente evidencia de la
complejidad de algunas formaciones sociales que carecían de escritura, como nosotros
la conocemos, ha matizado la asociación entre la escritura y la evolución del Estado
(Michalowski 1994). Si bien los Estados poderosos han utilizado medios escritos para
reforzar el control administrativo y legal, también recurren al mundo oral para ocultar
sus tejemanejes y decisiones. La práctica reciente de destruir el registro escrito de
muchas transacciones y decisiones gubernamentales corrobora esta apreciación.
Estas discusiones abren un campo para abordar las múltiples historias de apropiación de
la escritura. Quisiera reparar un momento en la idea de apropiación, utilizada por Roger
Chartier en conexión a la lectura, ya que permite -más que otros conceptos, como
difusión, socialización, o adquisición- insistir en dos cuestiones. Primero, acentúa el rol
activo de los sujetos involucrados en tomar para sí y hacer uso de la escritura. En
segundo lugar, permite examinar los cambios que pueden sufrir los bienes culturales,
como la escritura, cuando son apropiados por los sujetos. En palabras de Chartier, «.....
la apropiación siempre transforma, reformula y excede lo que recibe... » (Chartier
1991:19, mi traducción). Estos cambios se marcan en los productos de las diversas
prácticas culturales que involucran a la lengua escrita.
En este sentido, quisiera distanciarme de un uso extendido del término inglés literacy,
como concepto que se hace extensivo a diferentes medios y campos (visual literacy,
computer literacy, véase Gee 1990, Graff 1987). Este uso da una falsa idea de la
multiplicidad, al ubicar la escritura dentro de toda una gama de posibles medios de
representación y de comunicación, en lugar de examinar las múltiples expresiones de la
representación escrita en sí misma. Prefiero limitarme a la escritura como tal, aun
admitiendo la discusión actual sobre qué constituye un sistema de escritura (Boone y
Mignolo 1994). Esto permite enfocar, por el momento, en la multiplicidad de formas de
leer y de escribir utilizando los diferentes sistemas de representación gráfica de la
lengua oral
Aunque mi reflexión en esta ocasión abordará el plano conceptual, está referida a una
situación especial, la de los pueblos indios en México, y usaré algunos ejemplos de mi
trabajo en curso sobre comunidades de tradición indígena. En México, como en una
gran parte del mundo, las estadísticas oficiales asocian al analfabetismo con el hablar
alguna lengua indígena o vernácula. Vista desde la perspectiva del centro, el
«problema» de la alfabetización se debate en términos técnicos, tales como qué métodos
adoptar, qué idioma usar, o cómo organizar el servicio educativo para asegurar la
alfabetización. Se parte del valor incuestionable de la alfabetización universal, valor que
fue una construcción particular de las organizaciones internacionales durante la segunda
mitad del siglo XX (Graff 1987, Street 1993). Por otra parte, se esgrime un argumento
cultural para explicar el rezago en la alfabetización en zonas indígenas, al considerar a
los pueblos indios como culturas inherentemente orales o ágrafas, que presentan
resistencias a la introducción de un elemento externo, «occidental», como la escritura.
Contra este discurso antropológico y educativo, sugiero explorar la idea de que existen
formas distintas de apropiación de la escritura por los pueblos indios.
En años recientes, varias instituciones oficiales en México han fomentado la actividad
de escritores indígenas y han patrocinado la publicación de sus obras. Algunos estudios
sobre este proceso muestran que si bien se legitima la producción escrita en algunas
lenguas indígenas, se trata de un fenómeno urbano, protagonizado por profesionistas
indígenas (Montemayor 1993). El auge de estas publicaciones literarias no
necesariamente refleja la situación en las comunidades indígenas rurales.
Cada sociedad desarrolla lo que de Certeau (1996) ha acertado en llamar una economía
escrituraria. Se han documentado múltiples tradiciones en el mundo (por ejemplo:
Cavallo y Chartier 1997, Keller-Cohen 1994, Boyarin 1993, Boone y Mignolo 1994),
que dibujan justamente un panorama de diversidad cultural en el uso social de la
escritura. Quisiera comentar algunos de los rasgos de esta diversidad.
Para Chiapas, la historia parece haber sido algo distinta, en parte por los antecedentes
prehispánicos. Pese a la elaborada escritura encontrada en Palenque y otros sitios,
durante la época colonial la destrucción de los usos extraoficiales de la escritura en las
lenguas indígenas fue una constante (de Vos 1994). Ciertas prácticas de resistencia
también influyeron en esa historia, ya que los pueblos indios intentaban negarse a entrar
al juego del control por medio del registro de los nombres individuales para efectos de
tributación. Por otra parte, durante ciertas sublevaciones, como la rebelión de Cancuc en
1712 (Viqueira 1995), los dirigentes utilizaban los géneros propios de la colonización,
incluyendo proclamas, cartas a la Corona española, y testimonios escritos, como armas
en sus luchas. Dado que las prácticas de escritura desde la resistencia eran perseguidas,
los pueblos tendían a desarrollar alternativas de representación por medio de la oralidad,
la plástica, los textiles, el teatro, que lograron mayor arraigo que la propia escritura.
Es posible apoyar el argumento con una mirada hacia una escala que recupere la agencia
humana, la dimensión biográfica del acceso a la escritura. En este caso, también hay
camino andado. Por ejemplo, las autobiografías de determinados personajes del inicio
de los tiempos modernos en Europa muestran esta diversidad. Estos incluyen la notable
obra de Ginzburg (1978), sobre las interpretaciones de la doctrina católica que hace un
molinero acusado de ser hereje, así como los casos documentados por Jean Hébrard
(1985) y Daniel Roche (1982) de personas autodidactas en Francia. Aunque no conozco
estudios semejantes para México, existe cierta evidencia del aprendizaje no-escolar de
la lectura y la escritura.
El uso de la escritura ha llegado a las localidades más apartadas por diversas vías, como
las reformas religiosas y las campañas políticas, las instituciones administrativas o
jurídicas, o la extensión agrícola. Han sido particularmente importantes los
movimientos sociales, con su profundo arraigo en los sectores populares y su tendencia
a romper con las limitaciones impuestas por un orden institucional dominante. Entre
éstos, destacan los movimientos herejes de la Europa occidental (Biller 1994), que
diseminaron nuevos textos, o bien promovieron interpretaciones heterodoxas de los
existentes. Asimismo, muchas rebeliones campesinas intentaron legitimar su lucha
recurriendo a documentos originales o apócrifos, y utilizaron los medios escritos
disponibles para apoyar la organización. Como lo ha mostrado Stephen Justice (1994),
en su estudio sobre un movimiento campesino medieval de Inglaterra, los cronistas
oficiales tienden a negarle a quienes participan en rebeliones campesinas el estatus de
personas letradas. Algo parecido ha ocurrido en la historia de movimientos indígenas y
populares en México, incluyendo el de Emiliano Zapata, que han defendido sus
intereses con un uso político de documentos escritos (Sotelo Inclán 1991).
Sin duda ha sido importante considerar a la escritura como herramienta cultural, desde
la perspectiva histórico-cultural de Vygotski, o como outillage mental, siguiendo la
escuela de los Annales. Permite prestar atención ante todo a los soportes y los
instrumentos materiales que se utilizan al escribir, y concebir a la escritura como
instrumento cultural, más que como representación de la lengua o como código
simbólico. Desde esta postura, las múltiples historias de la escritura se pueden explicar
en cierta medida por los cambios -algunos de ellos radicales, como los del códice al
libro y luego del libro a la pantalla (Chartier 1994)- que han sufrido los implementos y
los sistemas de escritura. La cultura material asociada con la escritura constituye una
primera condición para los usos sociales de la lengua escrita.
Reflexiones finales
Referencias
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Literacy, 1000-1530. P. Biller y A. Hudson (eds.). Cambridge: Cambridge University
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