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Compromiso de Lectura DidacticaII
Compromiso de Lectura DidacticaII
EDUCACIÓN SECUNDARIA
DIDÁCTICA
DE LA LENGUA
CASTELLANA
Y LA LITERATURA
Uri Ruiz Bikandi (coord.)
María Dolores Abascal, Anna Camps, Luis María Larringan,
Ana María Margallo, Mar Mateos, Marta Milian, Teresa Ribas Seix,
Carmen Rodríguez Gonzalo, Uri Ruiz Bikandi, Felipe Zayas
10 Vol. II
Formación del Profesorado. Educación Secundaria
Serie: %JEáDUJDB EF MB LFOHVB Z MB LJUFSBUVSB/FPSNBDJØO Z %FTBSSPMMP 1SPGFTJPOBM EFM 1SPGFTPSBEP
Director de la colección: César Coll
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101
CONTENIDO DE CAPÍTULO
Mar Mateos
Universidad Autónoma de Madrid
Leyendo se acaba sabiendo casi todo, Yo también leo, Por tanto algo sabrás, Ahora ya no estoy tan
segura, Entonces tendrás que leer de otra manera, Cómo, No sirve la misma forma para todos, cada
uno inventa la suya, la suya propia, hay quien se pasa la vida entera leyendo sin conseguir nunca
ir más allá de la lectura, se quedan pegados a la página, no entienden que las palabras son sólo pie-
dras atravesando la corriente de un río, si están allí es para que podamos llegar a la otra margen, la
otra margen es lo que importa. (Saramago, 2000, pp. 98-99)
docentes es la falta de comprensión que presentan muchos estudiantes de los textos que tie-
nen que leer para aprender los contenidos de las materias que se enseñan.
Actividad 1
Conviene que comiences esta reflexión tratando de activar tus propias ideas acerca de lo que su-
pone comprender un texto y sobre el aprendizaje y la enseñanza de la comprensión lectora. A
continuación encontrarás un conjunto de afirmaciones sobre la lectura (cuadro 1). Señala tu grado
de acuerdo con ellas en una escala del 1 (muy poco de acuerdo) al 4 (muy de acuerdo).
Comprende mejor quien recuerda con precisión la mayor parte de los detalles del
texto leído.
El significado preexiste en el texto de modo que lo único que tiene que hacer
el lector es recuperarlo.
1 2 3 4
Los profesores de Lengua son los únicos responsables de la enseñanza de la
comprensión lectora.
Para trabajar la comprensión lectora hay que plantear preguntas sobre el con-
tenido del texto después de haberlo leído.
El conjunto de afirmaciones que hemos incluido en la tabla anterior resume algunas de las
ideas que tradicionalmente han tenido mayor presencia en nuestra cultura educativa y que
aún hoy siguen manteniendo numerosos docentes. Para ayudar a entender mejor lo que im-
plica la competencia de leer para aprender desde una concepción compleja de la lectura,
como es la que asumen hoy día los investigadores en este ámbito desde diferentes enfoques
psicolingüísticos, cognitivos y socioculturales (Graesser, Gernsbacher y Goldman, 2003; Is-
rael y Duffy, 2009), iremos contrastándola con cada una de esas ideas.
Actividad 2
Pronto, sin embargo, llegará a ser simplemente otra faceta de la vida. Cuando el procedimiento se ha
completado se dispone de nuevo el material en grupos diferentes. Luego pueden colocarse en sus lugares
adecuados. Eventualmente pueden usarse de nuevo y todo el ciclo completo se repite. Sin embargo, esto
es parte de la vida».
Seguramente, el texto que acabas de leer puede parecerte incomprensible. Aunque las pala-
bras que contiene son familiares, las frases gramaticalmente correctas y podemos reproducir
e incluso parafrasear algunas ideas sueltas, somos incapaces de representarnos la situación a
la que se hace referencia o sólo podemos hacerlo de una forma muy vaga (el texto describe
un procedimiento pero no llegamos a comprender de qué se trata). Con un poco de esfuerzo,
si nos lo propusiéramos, podríamos llegar a reproducir todas las frases y palabras que com-
ponen el texto. Sin embargo, contrariamente a lo que muchos docentes demandan a sus es-
tudiantes, no «comprende mejor quien recuerda con precisión la mayor parte de los detalles
del texto leído», es decir, quien es capaz de reproducir lo que el texto dice, sino quien puede
ir más allá de las palabras que contiene para interpretarlo o darle un sentido. Si vuelves a leer
el texto, esta vez teniendo presente que el procedimiento que describe el texto es «el lavado
de la ropa», el texto te resultará perfectamente comprensible. Tus conocimientos previos acer-
ca del lavado de la ropa te han proporcionado un contexto, es decir, un modelo con el que
poder relacionar y en el que poder integrar todas las ideas contenidas en el texto.
La conclusión que podemos extraer de la actividad anterior es que para comprender un texto,
es decir, para darle un sentido, el lector tiene que poder relacionar los significados del texto con
algún modelo o conocimiento previo. Obviamente, el texto de la actividad estaba preparado
para provocar un problema de comprensión. Pero la experiencia de incomprensión no se pro-
duce sólo porque los textos no proporcionen suficiente información para hacerlos comprensi-
bles. A menudo, los estudiantes experimentan dificultades de comprensión también cuando
leen textos coherentes, con un léxico adecuado y con la información necesaria para poder in-
terpretarlos. Esto sucede porque leen los textos sin relacionar la información que contienen
con sus conocimientos previos, bien porque no disponen de los conocimientos que el texto
presupone y que son necesarios para interpretarlo, bien porque, aun disponiendo de ellos,
no los recuperan y utilizan durante la lectura.
al mismo significado». De acuerdo con esta visión, se tiende a creer que «puesto que el
significado preexiste en el texto, lo único que tiene que hacer el lector es recuperarlo». Sin
embargo, esto no es así.
Actividad 3
Puede que hayas interpretado que se está hablando de dos principiantes de violín o de dos
principiantes de tiro con arco, dependiendo de lo familiarizado que estés con lo uno o con
lo otro. Las dos interpretaciones son igual de plausibles y coherentes. Aunque el texto an-
terior fue elaborado para conseguir este efecto, es frecuente que diferentes lectores inter-
preten el mismo texto de distintas maneras. También lo es que un mismo lector interprete
un mismo texto de diferentes modos en diferentes momentos o al leerlo con diferentes pro-
pósitos. Seguramente podrás recordar situaciones en las que releíste un texto y te sorpren-
diste a ti mismo encontrándole un sentido diferente del obtenido en la primera lectura.
A partir de lo anterior podemos concluir que, aunque los textos poseen el significado que
les haya dado el autor, el lector siempre debe interpretarlo partiendo de sus conocimientos
previos y propósito al leerlos. El significado no reside exclusivamente en el texto ni puede
ser recuperado directamente a partir de él. Es el lector quien construye el significado esta -
bleciendo relaciones entre la información proporcionada por el texto y sus conocimientos
previos (Solé, 1992; Cassany, 2006). La comprensión, por tanto, es siempre un proceso de
construcción y no de reproducción de significados.
106 DIDÁCTICA DE LA LENGUA CASTELLANA Y LA LITERATURA
Es más, el problema de encontrar significado a un texto no se relaciona tanto con lo que los
textos representan explícitamente como con lo que no representan explícitamente y debe
ser inferido por el lector.
Actividad 4
Pese a que el texto te habrá resultado perfectamente comprensible, para comprenderlo has te-
nido que realizar varias inferencias utilizando para ello tus conocimientos previos. Segura-
mente, aunque el texto no lo dice expresamente, habrás interpretado que trata sobre una
pareja que va al cine y está comprando las entradas; la mujer quiere pagar su entrada pero él
insiste en pagar las dos y ella compra después las palomitas para corresponder a la invitación.
Como subraya Juan José Millás en el siguiente fragmento de una de sus columnas periodís-
ticas, sería insoportable tener que escribir (y también que leer) todo lo que queremos co-
municar. Al escribir presuponemos lo que el lector puede saber y aportamos sólo la
información que creemos que va a necesitar:
Naturalmente, lo que no dice ocupa más de lo que dice, pero lo ausente ha de aportarlo el lector,
que es tan responsable de lo que lee como el escritor de lo que escribe. Sería absurdo comenzar
una novela afirmando que un frutero es un bípedo. El lector tiene la obligación de saber que los fru-
teros son bípedos y que están dotados de cuatro extremidades con cinco dedos en cada una de
ellas. Sin esos sobreentendidos primordiales, la escritura sería imposible. (Juan José Millás, «Escri-
bir», El País, 3 de noviembre de 2000)
La comprensión, por tanto, está dirigida simultáneamente por el texto y por el conocimiento previo
del lector o, lo que es lo mismo, es el resultado de la interacción entre las dos fuentes de información.
Esta concepción interactiva es la que asumen actualmente la mayoría de los modelos de lectura.
Actividad 5
Para ilustrar los distintos niveles de comprensión de un texto, imagina a un estudiante enfrentado
al siguiente fragmento extraído de un libro de texto y formula varias preguntas que, a tu juicio, in -
dicarían que el estudiante lo ha comprendido:
«Los órganos de los sentidos tienen como función informar al individuo de los cambios que se pro-
ducen en su entorno y que le pueden afectar de una u otra forma. Esta información necesaria es
108 DIDÁCTICA DE LA LENGUA CASTELLANA Y LA LITERATURA
distinta en función del hábitat y de la forma de vida del organismo. Por ello, algunos grupos de ani-
males poseen receptores que no existen en el ser humano. Entre ellos, podemos citar los recepto-
res de la humedad de ciertos invertebrados o la línea lateral de los peces, que detecta las
vibraciones del agua. Además, los estímulos necesarios para activar a un receptor también varían en
los diferentes animales. Así, los ojos de las abejas pueden captar la radiación ultravioleta, aun- que
no distinguen claramente el color rojo, a diferencia de los del ser humano». (Cabrera y Sanz, 2007,
p. 111)
independencia de la situación de lectura a la que nos enfrentemos», no hay que olvidar que
la lectura es una actividad intencional y estratégica (Solé, 1992; Mateos, 2001).
Actividad 6
Centrándote en el contexto académico, piensa en las situaciones en las que habitualmente tienes
que leer. Por ejemplo, para preparar una clase, para preparar una prueba objetiva, para preparar
una prueba abierta de desarrollo de un tema, para discutir o debatir en clase, para elaborar un tra -
bajo monográfico o un proyecto, para elaborar por escrito un ensayo de opinión o una argumen-
tación. En relación con cada una de ellas determina:
• Los objetivos que sueles proponerte (¿para qué leo?).
• Los procedimientos que sueles seguir para alcanzar tus objetivos (¿cómo leo?).
Como habrás podido comprobar, no siempre leemos con el mismo propósito ni leemos
de la misma manera. Dependiendo del propósito con el que leamos empleamos estrate-
gias de lectura diferentes y, en consecuencia, el nivel de comprensión que podemos al-
canzar es también distinto. Así, cuando leemos con el fin de superar una prueba que
evalúa el recuerdo de los contenidos de una unidad de un libro de texto muchas veces
nos limitamos a seleccionar, resumir y repasar los contenidos más importantes. Sin em-
bargo, cuando leemos con el fin de elaborar un trabajo monográfico o un proyecto es-
crito o para debatir con los compañeros sobre un tema, generalmente consultamos
distintas fuentes, seleccionamos la información relevante y tratamos de contrastar, inte-
grar y organizar las diferentes perspectivas que sobre el problema ofrecen las distintas
fuentes, y de éstas, con nuestra propia perspectiva, lo que probablemente nos conduce
a un nivel de comprensión más profundo.
Como se desprende de lo anterior, con el fin de ajustarnos al objetivo con el que leemos en
cada situación tenemos que regular la propia comprensión. Hacer una lectura autorregulada
supone poner en marcha los siguientes procesos (Mateos, 2001):
• Establecer los objetivos de la lectura.
• Planificar las estrategias de lectura más apropiadas para alcanzarlos.
• Supervisar la comprensión, detectando las dificultades que se presenten en el progre-
so hacia el objetivo fijado y tomando medidas para resolverlas.
• Evaluar la comprensión alcanzada determinando el nivel de logro de los objetivos
establecidos.
110 DIDÁCTICA DE LA LENGUA CASTELLANA Y LA LITERATURA
Actividad 7
Antes de continuar leyendo te pedimos que reflexiones y debatas con tus compañeros acerca de
las dificultades de comprensión de textos en la educación secundaria. Para ello trata de respon-
der a las siguientes cuestiones:
ENSEÑAR A LEER TEXTOS COMPLEJOS 111
• ¿Crees que los estudiantes de secundaria tienen dificultades para comprender los textos que
tienen que leer en las diferentes asignaturas? ¿Qué dificultades suelen experimentar estos
estudiantes?
• ¿Por qué crees que les resulta difícil entender los textos que leen? ¿A qué atribuyes las difi-
cultades de comprensión que manifiestan?
Aunque es indiscutible que los estudiantes de secundaria aprenden en buena medida a par-
tir de la lectura de textos en las diferentes asignaturas, como hemos podido ver, pueden ha-
cerlo en distintos niveles. Podemos preguntarnos, de hecho, hasta qué punto el lector
comprometido en los niveles más profundos de comprensión del texto existe en las aulas.
Los resultados de la evaluación PISA muestran que un porcentaje muy elevado de nuestros es-
tudiantes, al término de la educación secundaria obligatoria, no han llegado a adquirir sufi-
cientemente las competencias de lectura necesarias para poder enfrentarse sin problemas con
textos de diferentes géneros y en los diferentes contextos en los que habrán de usarlas (Solé,
2005). Más específicamente, aunque la mayoría no presentan grandes dificultades para resol-
ver tareas de lectura que exigen un nivel de comprensión superficial, son muchos los que en-
cuentran dificultades para ir más allá de la extracción de la información contenida
expresamente en los textos y alcanzar los niveles de comprensión que demandan las tareas de
lectura interpretativa, reflexiva y crítica. La mayoría de los estudiantes se limitan a repetir literal-
mente o a parafrasear las ideas contenidas en los textos, pero se muestran incapaces de re -
lacionarlas entre sí, de identificar las ideas más importantes en torno a las cuales se organizan las
demás, de organizarlas e integrarlas en un esquema coherente, de relacionarlas con sus ex-
periencias y conocimientos previos, de evaluarlas y contrastarlas con otras y de utilizarlas para
resolver problemas nuevos. Además, muchas veces leen sin un propósito definido o, lo que
es lo mismo, con el vago fin de saber qué dice el texto, y sin variar apenas sus estrategias lec-
toras para ajustarse a las diversas demandas que les hacemos, incapaces de autorregular su
proceso lector. En definitiva, los alumnos y alumnas se limitan a «decir lo que pone en el
texto», pero sin darle un sentido.
Las razones por las que los estudiantes en muchos casos se limitan a reproducir los textos y
se muestran incapaces de leer de manera más comprensiva y reflexiva pueden ser de diversa
naturaleza pero, en parte, podemos atribuirlas a la propia enseñanza. Esperamos que lean
y entiendan en profundidad, pero no les ayudamos a que lo hagan.
Una primera razón podemos encontrarla en el desajuste que en no pocas ocasiones se obser-
va entre los textos que damos a leer a los estudiantes y sus conocimientos previos. Muchas
112 DIDÁCTICA DE LA LENGUA CASTELLANA Y LA LITERATURA
veces los textos que se emplean como materiales de lectura no han sido escritos pensando en
los estudiantes, es decir, teniendo en cuenta sus conocimientos previos sobre los contenidos
del ámbito disciplinar al que pertenecen y su familiaridad con las características discursivas de
los textos específicos de la disciplina. Por ello, suelen presentar un alto grado de complejidad
para los estudiantes, quienes terminan limitándose a reproducirlos al no poder atribuirles
sentido.
En definitiva, los textos que damos a leer a nuestros estudiantes quedan muchas veces fuera
del alcance de sus posibilidades de comprensión. Si pretendemos ayudarles a aprender a
partir de lo que leen debemos, por una parte, seleccionar los textos teniendo en cuenta los
conocimientos previos de que disponen antes que la lógica interna de la disciplina y, por
otra, como veremos enseguida, guiarles y orientarles en el proceso de interpretación del
sentido de los textos que puedan resultar de difícil comprensión.
No sólo los textos que damos a leer a nuestros estudiantes son, en muchos casos, difíciles
de comprender. Como han puesto de manifiesto diversas investigaciones sobre la lectura
como herramienta para aprender en la educación secundaria (Alvermann y Moore, 1991,
Bean, 2000), tampoco las prácticas lectoras que se llevan a cabo en las aulas parece que sean
siempre las más adecuadas para fomentar una lectura comprensiva y reflexiva, que
permita lograr aprendizajes significativos. De acuerdo con los resultados de algunos estu-
dios llevados a cabo en nuestro país (Solé y otros, 2005; Mateos, Martín y Villalón, 2006;
Sánchez, García y Rosales, 2009), las prácticas más extendidas consisten en leer un texto
(casi siempre el libro de texto) para responder después a un conjunto de preguntas sobre
su contenido formuladas por el profesor o para hacer una prueba escrita de recuerdo o
resumen del mismo, generalmente con el texto ausente en el momento de realizarlo. Lo que
se demanda a los estudiantes, en estas condiciones, es que lean para reproducir, para- frasear
o, a lo sumo, resumir lo que los textos dicen, pero no que apliquen y transformen las ideas
contenidas en dichos textos para extraer conclusiones, emitir juicios críticos o resol- ver
problemas nuevos. Para responder con éxito a esas demandas basta con que los estu-
diantes logren un nivel superficial de comprensión del texto. Aunque, ciertamente,
podemos encontrar diferencias, en general, las actividades de lectura que se llevan a cabo
en las aulas de secundaria están lejos de favorecer una lectura analítica y crítica, que pro -
mueva la construcción de nuevos conocimientos, más allá de la reproducción de las ideas
contenidas en los textos.
podemos proporcionar a los estudiantes para favorecer una mayor comprensión de los tex-
tos complejos y que, tomadas en su conjunto, conducen a cuestionar algunas de las ideas
fuertemente consolidadas que refuerzan las prácticas habituales de alfabetización.
Todos los profesores pueden ayudar a sus alumnos a comprender los textos colaborando
con ellos en actividades de lectura conjunta. En ésta, el profesor puede orientar y guiar una
discusión con sus alumnos y alumnas que les ayude a establecer objetivos para la lectura,
a identificar las ideas más importantes, a establecer relaciones entre las ideas, a organizar-
las, a conectarlas con sus conocimientos y experiencias, a evaluarlas y a identificar aquello
que no comprenden (Mateos, 2001 y 2009). No se trata tanto de que el profesor propor-
cione las respuestas adecuadas y, por tanto, sea quien asuma la autoría en el estableci-
miento de objetivos, selección, organización, integración o evaluación de las ideas, como
de que pueda orientar y animar a los estudiantes en esos procesos con sus preguntas, suge -
rencias y comentarios (Sánchez, 1998 y 2009).
A medida que los alumnos vayan experimentando menos dificultades, el profesor podrá ir
reduciendo de manera paulatina las ayudas que les ofrece y les podrá otorgar un mayor au -
tonomía en el proceso de comprensión. En este proceso de transferencia gradual del con-
trol, la comprensión todavía puede apoyarse en el uso de guías de lectura. Este tipo de guías,
que pueden ser ofrecidas por el profesor o elaboradas por los propios alumnos, recogen
las preguntas que el alumno podría plantearse a sí mismo antes, durante y después de la lec-
tura para autorregular su comprensión (Castelló, 2000). Una vez que los alumnos logran in-
teriorizar estos modelos interrogativos y, por tanto, dejan de ser necesarios, podemos decir
que se convierten en lectores autónomos, capaces de aplicar y regular por sí mismos las es-
trategias de comprensión más adecuadas al propósito y contexto de la lectura.
En conclusión, si queremos ayudar a nuestros alumnos a comprender mejor los textos que
han de leer, tenemos que concienciarnos de la necesidad de promover en ellos la reflexión
y regulación sobre sus propios procesos de comprensión en lugar de centrar su atención úni-
camente en los resultados.
Lograr los cambios que hemos planteado con respecto a la enseñanza de la lectura en la
educación secundaria supone un importante desafío que no podrá lograrse sin el apoyo de-
cidido a quienes tienen que ayudar a aprender y sin que se les proporcione una adecuada
formación. Pero éste es un problema del que no podemos ocuparnos aquí. No quisiéramos
concluir, sin embargo, generando la incómoda sensación de que las propuestas que
hemos formulado constituyen metas excesivas e inalcanzables para la mayoría del profeso-
rado. Como defienden Sánchez, García y Rosales (2009), lo más sensato es que asumamos
que el proceso de cambio necesariamente ha de ser largo y gradual y que cada uno puede
comprometerse a introducir los cambios que sean viables según cuál sea su punto de partida.
116 DIDÁCTICA DE LA LENGUA CASTELLANA Y LA LITERATURA
ACTIVIDADES
1. Retoma la actividad 1 y vuelve a contestarla. Compara tus respuestas actuales con las que diste
al comienzo del tema, para así poder autoevaluarte y comprobar en qué medida y de qué ma-
nera han cambiado tus ideas acerca de la lectura y de su enseñanza.
3. Analiza las tareas de lectura que se proponen en libros de texto de diferentes niveles de la
educación secundaria. ¿En qué aspectos coinciden y en qué aspectos divergen respecto de
los criterios expuestos en el apartado «¿Qué dificultades de comprensión experimentan los es-
tudiantes en la educación secundaria?» que definen las prácticas más habituales? ¿Cambian
las demandas de lectura en los distintos niveles?
4. Elabora una propuesta de tarea de lectura para un determinado nivel de la educación secunda-
ria que responda a los criterios expuestos en el apartado «De las actividades de lectura sin pro-
pósito definido a las actividades de lectura con sentido» que definen las prácticas dirigidas a
favorecer niveles profundos de comprensión.
FUENTES Y RECURSOS
Libros
LENSKI, S.D., y otros. (2007). Reading and learning strategies: Middle grades through high
school (3.o ed.). Dubuque, (IA): Kendall/Hunt.
Se trata de un libro que ofrece múltiples ideas, recursos y ejemplos prácticos para fomentar la
alfabetización académica en las diferentes áreas de contenido en la educación secundaria.
ENSEÑAR A LEER TEXTOS COMPLEJOS 117
SÁNCHEZ, E., GARCÍA, R. y ROSALES, J. (2010). La lectura en el aula. Qué se hace, qué se
debe hacer y qué se puede hacer. Barcelona: Graó.
En esta reciente obra, los autores pretenden ayudarnos a entender las dificultades para trans-
ferir los conocimientos que tenemos actualmente sobre la lectura a las prácticas en el aula. Asi-
mismo, documentan los tipos de práctica que median entre lo que se hace habitualmente en
las aulas y lo que se debería hacer y desde los que se podrían concebir cambios viables (lo
que se puede hacer).
Sitio web
Leer.es. Ministerio de Educación.
www.docentes.leer.es
En este portal, diseñado para transmitir el entusiasmo por la lectura y animar a su práctica,
los docentes de las diferentes etapas educativas pueden encontrar numerosos y útiles recursos
(materiales con distintos formatos, artículos, evaluación, formación, enlaces, blogs, etc.) para
ayudar a sus estudiantes a comprender.
118 DIDÁCTICA DE LA LENGUA CASTELLANA Y LA LITERATURA
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121
6. LA ENSEÑANZA DE LA COMPOSICIÓN
ESCRITA
CONTENIDO DE CAPÍTULO
Marta Milian
Grupo GREAL. Universidad Autónoma de Barcelona
Como consecuencia de ello, algunos de los supuestos más enraizados en la tradición esco-
lar, basados en una concepción excesivamente simplificada de la actividad de escribir, así
como de los procesos de su enseñanza y aprendizaje, están empezando a cambiar. Conside-
raremos algunos aspectos relativos a la actividad social de escribir, a la diversidad de situa-
ciones de escritura y de productos escritos, y a la complejidad del proceso de escritura.1
Cuando pensamos en la escritura, generalmente nos imaginamos a una persona inclinada sobre
el papel o ante la pantalla del ordenador, componiendo un discurso a través de un código deter-
minado –el lenguaje escrito–; sin embargo, escribir no es un fenómeno individual, sino una acti-
vidad social compartida, que surge con una finalidad determinada, en un entorno determinado,
para un lector determinado. La escritura surge en la historia de la humanidad como un nuevo sis-
tema de representación y de comunicación, resultado del desarrollo de los grupos humanos.
Aprender a escribir no consiste únicamente en apropiarse del código y de sus normas, ni tan
siquiera en apropiarse de modelos de organización textual –estructuras narrativas, argu-
mentativas, descriptivas, etc.–; significa participar de las actividades propias de los grupos
en los que nos integramos, como estudiantes y también como adultos profesionales y ciu-
dadanos. Todos los grupos sociales, a lo largo de su existencia, han generado formas de ac-
tividad verbal a partir de su uso recurrente en situaciones similares, los denominados
géneros discursivos.2 Los géneros no son los textos que comparten unas propiedades for-
males, sino formas de reconocer y predecir cómo puede usarse el lenguaje para cumplir con
unos propósitos determinados en el contexto de actividades sociales reconocidas.
2. La noción de género discursivo (Bajtín, 1982) hace referencia al uso del lenguaje relacionado con los contextos y las
actividades que se desarrollan en ellos. En el apartado «Los géneros discursivos» se amplía esta noción.
3. Russell habla de este concepto en el sentido de contextos de participación donde los individuos desarrollan una ac -
tividad determinada y a la vez aprenden a ser agentes de dicha actividad en el marco social que la incluye.
4. Los sistemas de actividad constituyen el conjunto de actividades que se desarrollan en los distintos contextos socia -
les. Se enmarcan en la teoría de la actividad, surgida de los estudios de Vigotsky y Leontiev sobre el comportamiento
humano, y posteriormente relacionada con la denominada teoría socio-histórico-cultural (CHAT, Cultural Historical Ac-
tivity Theory). Sus presupuestos básicos consisten en establecer relaciones entre el comportamiento individual y el com-
portamiento social. Russell (1995) profundiza en la teoría de la actividad en relación con los usos discursivos escritos.
LA ENSEÑANZA DE LA COMPOSICIÓN ESCRITA 123
mana específica. La alfabetización escrita está siempre y en todo momento relacionada con los
sistemas de actividad, a los que modifica a través de su mediación –y que a su vez la modifican,
porque la escritura es un instrumento inmensamente proteico que se ve modificado de forma
constante por la acción de los sistemas de actividad para lograr sus objetivos.
Aprender a usar la lengua escrita, por consiguiente, significa adentrarse en los diversos usos
que los grupos sociales han establecido como entornos propios de dicha modalidad, parti-
cipar de las intenciones de lectores y escritores, y apropiarse de las maneras y formas del
lenguaje como miembros activos del grupo.
Los entornos educativos son entornos en los que se aprende a participar en actividades
diversas en las que se usa el lenguaje escrito. Ofrecen una gran variedad de situacio-
nes que lo permiten, pero no deben limitarse a favorecer los usos escolares de la lengua
escrita, sino que tienen el reto de preparar a los futuros ciudadanos en la apropiación de
las formas de actividad social en las que el lenguaje escrito aparece como instrumento
de mediación. Diversificar los entornos de escritura, por consiguiente, significa conside-
rar la actividad de escribir desde nuevas miradas, desde el área de Lenguaje y más allá
de él. Abordaremos los siguientes ámbitos como posibilidades de ampliación y diversifi-
cación de las actividades de escritura: la vida institucional del centro, la relación
del centro con el entorno social extraescolar, el contexto de las materias curriculares y
la escritura como aprendizaje.
5. Numerosas experiencias de este tipo han sido llevadas a cabo con éxito. Se puede consultar, al respecto, Camps
(2003b).
124 DIDÁCTICA DE LA LENGUA CASTELLANA Y LA LITERATURA
vés de la red con otros centros, con otros colectivos, con gran variedad de formatos y de gé-
neros discursivos emergentes.6
6. Pueden consultarse los siguientes números monográficos de Textos. Didáctica de la Lengua y la Literatura: 14, Lengua y
medios de comunicación; 24, Nuevas tecnologías y enseñanza de las lenguas; 38, Textos y contextos de televisión. También
pueden consultarse los siguientes sitios web, donde se orienta a la participación de los alumnos y de los profesores en proyec-
tos compartidos: www.eduteka.org/Weblogs1.php; www.xtedc.cat/-nalart; http://greav.ub.edu/relatos digitales/cat. Algunos
profesores de secundaria mantienen, asimismo, un espacio de intercambio entre los alumnos de una misma clase, extensible
a otros colectivos. Como ejemplo, puede consultarse www.quart20092010.blogspot.com. Véase también el capítulo 7, «Tec-
nologías de la información y la comunicación y enseñanza de la Lengua y la Literatura», de Zayas, en este volumen.
7. Los lenguajes de las disciplinas siguen sus convenciones, que se establecieron también a partir de episodios de discu-
sión y consenso, de argumentos y contraargumentos, y es por ello que tienen un peso intelectual importante. Reproducir
este clima de análisis y controversia contribuye a afianzar la construcción del conocimiento en la materia.
LA ENSEÑANZA DE LA COMPOSICIÓN ESCRITA 125
contribuir al fomento de este espacio cultural a partir de clubs de lectura, debates literarios,
lecturas poéticas, representaciones teatrales o crítica de lectura en la revista del centro, ac-
tividades en las que la lectura y la escritura tienen un papel destacado.
8. Crystal (2008) alude a los cambios en el uso del lenguaje a partir de la aparición de los soportes tecnológicos, y analiza
el comportamiento lingüístico de los adolescentes en este marco.
9. Véase Ambròs y Ramos (2011).
10. Un ejemplo de conflicto de representaciones entre los participantes de una actividad de escritura académica puede con-
sultarse en Camps y Uribe (2008).
LA ENSEÑANZA DE LA COMPOSICIÓN ESCRITA 127
Los informes del médico de cabecera que deriva a un paciente al especialista, o los trámites po-
liciales ante la denuncia de un robo, cuando son llevados a cabo por profesionales, parecen casi
automáticos, y lo son en la medida que el médico o el policía está familiarizado con la actividad
y que la relación entre el género y la situación es interactiva y recíproca. En cambio, la partici-
pación en actividades no experimentadas previamente, como la escritura de un informe corres-
pondiente a un trabajo de campo en una materia del currículo de secundaria exige la conciencia
activa no sólo del contexto y de la actividad en la que se inserta, sino también del objetivo que
se persigue con la actividad y del conocimiento de acciones similares en la experiencia del sujeto.
Algunos estudiosos creen que lo que debe enseñarse no son las características forma-
les de géneros particulares, sino la conciencia de género, que permite comprender las
intrincadas conexiones entre contextos y formas, y descubrir cómo los propósitos re -
tóricos son servidos por formas genéricas particulares.11
11. En este sentido, Hasan (1996) habla de action literacy (alfabetización activa) en contraposición a la reproduction
literacy (alfabetización por reproducción). El modelo de reproduction literacy equivaldría a la aplicación sistemática de
las tipologías textuales en términos de estructuras y de contenidos, mientras que action literacy equivaldría a la intro-
ducción de los géneros discursivos como adaptación a las distintas situaciones de comunicación.
128 DIDÁCTICA DE LA LENGUA CASTELLANA Y LA LITERATURA
El escritor y el proceso
Los estudios pioneros desde la psicología cognitiva sobre el proceso de composición escrita
de los escritores competentes y las investigaciones sobre los procesos seguidos por los escri-
tores inexpertos o aprendices ponen de relieve la complejidad del acto de escribir y el largo
recorrido que supone llegar a ser mínimamente competente en el uso y el manejo de las
operaciones implicadas en este proceso. En este marco, el dominio del código podría equi-
pararse a la parte emergente del voluminoso iceberg que subyace al hecho de escribir,
una parte no desdeñable, sobre todo por su visibilidad, pero de menor peso que las operacio-
nes no directamente observables, que contribuyen a la producción escrita y la condicionan.
Los modelos del proceso de composición han caracterizado las operaciones mentales que
tienen lugar durante el proceso y han destacado su recursividad, su dinamismo y su com-
plejidad. El control del conjunto de operaciones y conocimientos puestos en marcha –el
iceberg en su totalidad– supone una atención constante y recursiva –supervisora, anticipadora
LA ENSEÑANZA DE LA COMPOSICIÓN ESCRITA 129
En relación con estos factores personales, otro de los aspectos relevantes que han destaca-
do los estudios sobre el proceso de composición escrita es su variabilidad. Bereiter y Scar-
damalia (1987) proponen los modelos de decir el conocimiento y de transformar el
conocimiento. Decir el conocimiento consiste en trasladar al papel lo que el escritor tiene
en la mente en un proceso que puede calificarse de traducción directa; el modelo de trans-
formar el conocimiento, en cambio, se corresponde con el proceso de adaptación a la si-
tuación de escritura. Cuando la situación retórica tiene un determinado interés para el que
escribe, cuando se escribe para un lector también interesado en lo que leerá, cuando se tienen
al alcance las condiciones necesarias para desarrollar el proceso –tiempo suficiente para
representarse el producto y el proceso, y para actuar sobre ambos durante su desarrollo,
ayudas diversas en forma de modelos de producto, lecturas o conversaciones intermedias que
pueden servir de criterios de realización, materiales de consulta sobre el contenido o sobre
el código, etc.–, el hecho de escribir se convierte en un proceso de reflexión que seaparta
totalmente de la idea de decir el conocimiento y se acerca a la idea de transformar el
conocimiento.
Escribir significa dialogar con un interlocutor, ausente físicamente, aunque real o imagi-
nable en la mente del escritor. La gestión de esta ausencia/presencia supone un primer
nivel de reflexión. El escritor se separa –se distancia en su relación con el texto– y anti-
cipa globalmente el momento en que la conversación tendrá lugar –el momento de la
lectura por parte del interlocutor-lector–; a la vez, organiza esta conversación como un
todo contextualizado para el diálogo con el lector a través del texto. Es en este sentido
que la transformación del conocimiento tiene lugar, puesto que escribir exige una acti-
vidad voluntaria y consciente por parte del escritor, una capacidad de reflexión y con-
trol sobre:
• La situación diferida entre escritor y lector y sus contextos correspondientes –escribo
para quién, para qué, desde dónde, dónde.
• El contenido del texto –escribo sobre qué.
• El lenguaje en sus diversos aspectos –con qué palabras lo digo, cómo las organizo para
que sean comprensibles.
El escritor y el texto
La relación del escritor con el texto durante su realización no es ni lineal ni simple, como
se desprende tanto del modelo de transformar el conocimiento como de los estudios sobre el
proceso llevados a cabo desde el inicio del interés por la composición escrita y su en-
señanza y aprendizaje.13 Escribir es dialogar, pero el discurso escrito posee ciertas especi-
ficidades derivadas del proceso de recontextualización, que debe entenderse en un doble
sentido: como adecuación a los contextos de encuentro entre escritor, texto y lector, y
como recontextualización de los elementos lingüísticos en un conjunto coherente que se
concibe como una unidad.
Los estudios de lingüística textual centrados en la visión global del texto como unidad han
aportado conocimientos sobre los mecanismos que hacen que un texto sea un texto a par- tir
de la selección y la disposición específica de los elementos que lo conforman, tanto
desde el punto de vista de su organización general, de forma y de contenido, 14 como desde
su textura o relación de cohesión entre las diferentes piezas lingüísticas en los niveles in-
termedios del texto.15
12. Puede consultarse Milian (2003) como ejemplo de transformación de conocimiento en una situación de explicación
para alumnos de un curso inferior.
13. Algunas investigaciones en España centradas en el proceso de escritura dan cuenta de la complejidad de la relación del
escritor con su texto (Camps, 1994; Camps y Ribas, 1997; Camps y Milian, 2001).
14. Van Dijk (1978) denomina superestructura a la organización general formal o arquitectura del texto; macroestructura
designa la estructura del contenido del texto.
15. El texto fundacional sobre los distintos tipos de mecanismos textuales que garantizan la «textura» del texto es Cohesion in
English, de Halliday y Hasan (1976). La descripción de dichos mecanismos se puede consultar, asimismo, en Bernárdez
(1982) o Van Dijk (1978/1983), entre otros. Véase también Romera (2011).
LA ENSEÑANZA DE LA COMPOSICIÓN ESCRITA 131
Estos puntos básicos se completan con una cuestión esencial: la necesidad de promover la
conciencia de aprendizaje en los alumnos y las alumnas. Uno de los objetivos de la ense-
ñanza de la composición escrita es formar escritores competentes y autónomos, capaces
de tomar decisiones adecuadas en las actividades discursivas que emprendan. Las bases
para alcanzar este objetivo deben establecerse en las situaciones de enseñanza y aprendi-
zaje, impulsando la responsabilidad de los alumnos escritores sobre sus propios actos.
Evaluación
conceptuales
Una SD se desarrolla en un tiempo dilatado –varias sesiones de clase, o incluso varias se-
manas, en función de su envergadura–. Uno de los requisitos de la SD es que la actividad,
en su totalidad o en parte, se lleve a cabo en colaboración. La participación de un alumno en
una tarea colectiva supone interactuar con los demás, participar, aportar ideas e intercam-
biarlas, polemizar y defender posiciones, ayudar a esclarecer o resolver dificultades, etc. En
el caso de la realización de un discurso escrito, esta situación es tanto más necesaria por-
que contribuye a la descentración del escritor respecto de sus lectores.
16. La explicación detallada de esta secuencia puede consultarse en Farrera (1995, reproducido en Camps 2003b).
LA ENSEÑANZA DE LA COMPOSICIÓN ESCRITA 133
del proceso –cómo realizaremos el producto que nos proponemos, qué nos hace falta,
dónde lo buscamos, cómo nos organizamos, etc.
• La negociación inicial incluye la actividad de aprender: mientras realizamos el pro-
yecto, vamos a aprender algo –sobre el contenido, sobre el hecho de escribir, sobre un
género discursivo concreto, sobre los destinatarios, etc.
17. Véase Ribas (1997) y el capítulo 3, «Evaluar en el área de Lengua y Literatura», también de Ribas, en este volumen,
para profundizar en el concepto de evaluación.
134 DIDÁCTICA DE LA LENGUA CASTELLANA Y LA LITERATURA
A modo de conclusión
ACTIVIDADES
2. ¿Qué objetivos se plantean las siguientes actividades discursivas, denominadas a partir del tér-
mino por el que reconocen socialmente? Determina los objetivos y las características de la si-
tuación retórica en la que se producen:
• Examen.
• Noticia.
• Folleto de instrucciones.
• Diario de aprendizaje.
3. Con ayuda de la bibliografía, cita tres mecanismos que contribuyen a la textura. Comenta tu
lista con otro compañero y poned ejemplos de cada uno de ellos. Identificadlos por separado
en un mismo texto y contrastad después vuestros hallazgos.
FUENTES Y RECURSOS
CAMPS, A. (comp.) (2003b). Secuencias didácticas para aprender a escribir. Barcelona: Graó.
Panorama general sobre los aportes de la investigación al proceso, al contexto y al producto
136 DIDÁCTICA DE LA LENGUA CASTELLANA Y LA LITERATURA
CASTELLÓ, M. (coord.) (2008). Aprender a escribir, escribir para aprender. Número mono-
gráfico de Aula de Innovación Educativa, 175.
Serie de reflexiones, propuestas, ejemplos y experiencias sobre las formas de organizar la en-
señanza de la escritura con un doble objetivo: enseñar a los estudiantes a escribir en dife-
rentes contextos y situaciones comunicativas, y ayudarlos a que puedan utilizar la escritura
como una herramienta útil para aprender en estos contextos.
TOLCHINSKY, L. y SIMÓ, M. (2001). Escribir y leer a través del currículo. Barcelona: ICE-
UB/Horsori.
Reflexión compartida con docentes sobre el aprendizaje de la lectura y la escritura a lo largo
de la educación primaria, desde la interdisciplinariedad de enfoques y desde la interdisciplina-
riedad del currículo. El objetivo del volumen es «promover el sentido, la funcionalidad y la re-
flexión en el ámbito escolar». Interesante para situar el proceso de aprendizaje desde el inicio.
LA ENSEÑANZA DE LA COMPOSICIÓN ESCRITA 137
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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teracy in Society, pp. 377-424. London: Longman.
MILIAN, M. (2003). Las actividades de escritura en las áreas curriculares no lingüísticas. En
A. Camps (coord.), Secuencias didácticas para aprender a escribir, pp. 179-188. Barce-
lona: Graó.
RIBAS, T. (1997). Evaluar en la clase de lengua: cómo el alumno gestiona su proceso de es-
critura. Textos. Didáctica de la Lengua y la Literatura, 11, 53-65.
ROMERA, M. (2011). Discurso, texto y contexto. El análisis del discurso y la enseñanza de len-
guas. En U. Ruiz Bikandi (coord.), Lengua castellana y Literatura. Complementos de
Formación Disciplinar. Barcelona: Graó.
RUSSELL, D.R. (1995). Activity Theory and Its Implications for Writing Instruction. En J. Pe -
traglia (ed.), Reconceiving Writing, Rethinking Writing Instruction, pp. 51-78. Hillsdale,
(NJ): Erlbaum.
RUSSELL, D.R. y YÁÑEZ, A. (2003). Teoría de la Actividad Histórico-Cultural Vygotskyana y
la Teoría del Sistema de Géneros: Una Síntesis sobre la Escritura en la Educación Formal
y la Escritura en otras Prácticas Sociales. Entrelenguas, 8 (1/2), 67-81.
VAN DIJK, T. (1978). Tekstwetenschap. Een interdisciplinaire inleiding. Antwerp: Uitgeverij
Het Spectrum. [Trad. cast.: La ciencia del texto. Barcelona: Paidós, 1983].
139
VOLÚMENES COMPLEMENTARIOS
VOLÚMENES CORRESPONDIENTES AL
MÓDULO GENÉRICO Y AL PRÁCTICUM
VOLÚMENES CORRESPONDIENTES
A ORIENTACIÓN EDUCATIVA