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Coca Colales
Coca Colales
EN AMERICA ANDINA
I
Daniel Vidart
Daniel Vidart
Derechor Reservados
Hecho el depósito que exige la Ley
© EDITORIAL NUEVA AMERICA
Bogotá, 1991
ISBN 958-9039-27-8
Dirección: Calle 54 A No. 14-13 Ofc. 103
A.A. 52872 Tel. 3254815
Nota Introductoria.
El Autor
Coca, cocales y coqueros en América Andina 9
Cocaísmo y cocainismo.
ver a las mariposas azules planear sobre las aguas que arrastraban
las escamas minúsculas de pepitas de oro, y luego de trepar un
pequeño tramo salían de mi vista, rumbo a las cocinas donde la
comunidad familiar reviviría los antiguos mitos de los indios
paeces mientras engullía su escasa pitanza. Cada uno de los indios,
sin excepción, tenía una protuberancia debajo del carrillo. Mam-
beaban coca -mambear es succionar, no masticar, un bolo de hojas
con un aditamento alcalino- como lo venían haciendo desde el
fondo de los siglos sus antepasados de la familia lingüísticamacro-
chibcha, venida del norte, y como lo hacían los pastos y quillacin-
gas que ocupaban anteriormente la vecina zona meridional de
Nariño, Ultima Thule sumergida por la marea militarista con que
Huayna Capac anegó el sur de la actual Colombia.
flora por quienes los antropólogos alemanes de fines del siglo XIX
denominaron Naturvólker, o sea pueblos en contacto con la
naturaleza, como debe entenderse, y no pueblos en estado de
naturaleza, como algunos traducen olvidando que no hay sociedad
humana sin cultura y que la cultura es lo menos natural que
concebirse pueda (5).
Consumo
do la Coca
Elevación en Hidras
soEre 3000
É
Zona de jroducctin
Departamentos donde
P“ se- consume Ca coca
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Areas de cultivo tradicional de la coca en América del Sur. Carta
establecida por A. TSCHIRCH, 1923, con adiciones de A. BÜHLER,
1944, y D. VIDART, 1975.
Hoy ha sido modificada por el cultivo comercial.
34 Daniel Vidart
maya de Tulum puede imaginar sin gran margen de error que las
naves iban más allá de la cercana isla de Cozumel. Por otra parte
el consumo de la coca por el indígena estaba en relación con el
habitat andino: ni en la planicie calcárea de Yucatán, donde el
agua pluvial se infiltra hasta los cursos subterráneos sólo acce
sibles mediante los cenotes, ni en la meseta mexicana con pocas
lluvias, existieron condiciones climáticas y exigencias sociocultu-
rales que justificaran el cultivo de la planta o el consumo de su hoja
por el hombre.
El otro proceso.
Este tercer parágrafo del estudio del coqueo entre los indígenas
andinos iba a ser dedicado, como lo había programado men
talmente a la antropología cultural de la costumbre. Para entrar en
ese terreno, no obstante, es necesario desbrozar previamente el
camino operativo que lleva hacia sus significados explícitos y sus
alusiones implícitas. En efecto, el universo de los contenidos es
impensable sin el de las formas. Opté, en consecuencia, por dedicar
Coca, cocales y coqueros en América Andina 49
Una vez tratadas en las haciendas las hoj as de coca son llevadas
a los mercados, donde se exhiben formando simétricos montones
recubiertos, según una tácita convención ancestral, por verdes
tolderías. Allí, y en su carácter de artículo suntuario, las adquieren
los coqueros, cuyo número se calcula entre cinco y seis millones
de adictos. El coqueo es cosa viril: la mujer está generalmente
excluida del mambeo como práctica a tiempo completo, aunque
en algunas comarcas interviene en la ceremonia del hallpay, la
cual, como se verá, tiene un sentido tal de afirmación y armonía
50 Daniel Vidart
vierte en una exhausta ofrenda a los mismos y como tal debe ser
tratada.
períodos críticos.
Hallpakusunchis.
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La etapa Prehispánica.
sucede así con los indígenas, los de antes y los de ahora, cuya
reverencia a los dioses forma parte del respeto a la comunidad que
los patrocina y de la estima personal consigo mismos.
La querella colonial.
La coca es, lo saben los consejeros secretos del rey, una buena
aliada del encomendero. Saca fuerzas de flaqueza, hace que el
trabajo del indio mal alimentado y peor tratado rinda según las
^expectativas del real lucro. No conviene suprimir su consumo. Lo
dice muy claramente la Ordenanza de la Coca promulgada el 11 de
junio de 1573: “El trato de la Coca, que se cría y beneficia en las
Provincias del Perú, es uno de los mayores, y que más las
enriquecen, por la mucha plata que por su causa se saca de las
minas”. El cultivo pasa entonces a manos de los señores civiles y
eclesiásticos que abastecen a los mineros de Potosí y otras minas.
El padre J. Acosta no tiene pelos en la lengua cuando denuncia el
perverso negocio de los abastecedores: “En realidad de verdad, en
solo Potosí monta más de medio millón de pesos cada año la
contratación de la coca, por gastarse de noventa a noventa mil
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cestos de ella, y aún en el año de 83 (es decir, 1583) fueron cien mil.
Vale un cesto de coca en el Cuzco de dos pesos y medio a tres, y
vale en Potosí de contado a cuatro pesos, y seis tomines, y a cinco
pesos ensayados; y es el género sobre el que se hacen casi todas las
baratas o mohatras; porque es mercadería de que hay gran expedi
ción” (26). Las baratas y mohatras eran los engaños y fraudes que
sufrían los indios, a merced de los vendedores de las preciadas
hojas, utilizadas para combatir el hambre, el frío y la enfermedad.
Pagaban cualquier cosa por ellas y se entrampaban para siempre,
aunque no por mucho -la vida era allí “corta, sucia, desdichada y
cruel”, tal cual Hobbes decía refiriéndose a la del hombre preci
vilizado-, en su afán de tener acceso a “la coca tan preciada”.
adivinación, tan sutiles son los esquives y tan elusivos los razo
namientos. Pero al cabo no se condena la costumbre milenaria del
indio de altura. Y eso, por venir de las Naciones Unidas, ya es
mucho. De todos modos estamos ante uno de los grandes temas de
nuestro tiempo, el cual reclama ser abordado sine ira et studio.
Que así sea. Por ahora gracias a quienes se hayan tomado el trabajo
de acompañarme en el viaje andino tras las huellas de la Mama
Coca.
NOTAS
3 MAÑOZC A, Juan de, Carta al Rey Felipe IV, Quito, 1926, in, GONZALEZ
SUAREZ, Federico, Historia General de la República del Ecuador,
To. IV, p. 165, Imprenta del Clero, Quito, 1891.
15 RUIZ, H, Relación del Viaje hecho a los Reynos del Perú y Chile, (...),
Madrid, 1931.
19 Ibid.
famosa planta del Perú, nombrada coca, Mercurio Peruano, IX, Mayo-
Agosto, Lima, 1774.
28 Id. Ibid.
Un vuelo chamánico 103
UN VUELO CHAMANICO
2VlEncuerrtrocon<^H^Ríf;
Lacóritrafigura.cultiifaLpersoHaUzada-.
El
nunca pisaron - ¡qué lástima’ - las fábricas de viento que desde hace
miles de años vacían al Gobi de sus delgados suelos, producidos
por la meteorización del granito, piensan que los pintores chinos
idealizan los paisajes, que los llenan de levitaciones y sueños, que
ahuyentan con símbolos el merodeo de la naturaleza. Todo lo
contrario. Los chinos pintan lo que aparece ante sus ojos, perpe
tuamente atentos a la gracia del detalle, al sobresalto leve de la hoja
que cae, al hilo de lluvia que humedece las mejillas del mundo.
EspoPáhtkTufaaposibilidad?
dueño.
z Puétxte.7
Pero como tal testigo debo a los lectores una explicación, una
clave que aclare este salto cualitativo desde “nuestra” realidad
hacia “otra” realidad, o meta-realidad.
-Ser poeta y ser chamán son la misma cosa. Este don viene
desde el Lejano Poder (el ferjíen Macht de Novalis) que un día
se adueña de nuestras almas y nos permite ver las semillas por
dentro, evocar el pasado, adivinar lo que vendrá, hablaren términos
maravillosos de lo que los demás hombres sienten como vulgar.
Somos así casi como dioses, porque un dios se mete dentro nuestro
y nos inspira. Podemos entonces extraer la liviana materia de la
creación de la ceniza de la realidad, a veces de la misma nada.
Porque hemos descubierto el nido donde empollan los tiempos y
los espacios aún no nacidos, somos a la vez el lama y el dios, el
chamán y el poeta. Ser poeta es asunto sagrado; aunque tratemos
de cosas profanas a los ojos de la gente, sabemos que el mundo está
lleno de dioses (así lo expresó, al mejor estilo de Tales de Mileto).
He preguntado y aprendido mucho acerca de los poetas de Oc
cidente: ustedes conceden demasiado valor a los poetas brillantes.
Acá, entre nosotros, los poetas no lo son por el esplendor de las
palabras sino por la elocuencia de los espíritus, por la capacidad
para el ensueño, por el canto que descubre la belleza que se hace
virtud, por la metáfora humilde, popular, que da cuenta de lo que
permanece en el vaivén de los días y de las generaciones humanas.
Los poetas-chamanes tienen un signo que los distingue, visible
solamente para ellos. En una multitud lo descubren desde lejos y
se hablan, gracias a él, por encima de las praderas solitarias.
Por eso quise ser tu amigo y reclamé tu amistad. Por eso, y no por
otra cosa, estamos realizando este peligroso viaje por el mándala
cósmico que en cualquier momento, si me descuido, puede tritu
ramos: dentro de poco volaremos juntos por el sitio donde habitan
la vida y la muerte, que son lo mismo en el juego circular de la
eternidad, una serpiente que devora su propia cola.
-Allá está el Muro de Fuego. Tras él nos esperan las joyas y las
tentaciones del Palacio del Oeste. Aprendamos a desechar la
primeras y a resistir las segundas. Esa es la ley del chamán,que aún
no han aprendido todos los hombres.
Llegafid^Lal^
Historia-acontecimiento e historia-narración.
La utopía popular.
Este tipo de empresa terrenal fue llevado a cabo más de una vez
por los pobres del sertáonordestino del Brasil cuyos movimientos
mesiánicos del siglo XIX, y aún de principios del XX, comandados
por “beatos”, propiciaron elementales pero efectivas formas de
ayuda mutua y productividad colectiva, donde lo sagrado y lo
Los paraísos de los pobres 145
El País de Cucaña.
pitanza.
ibérica.
Este fragmento da para una larga glosa, pero así lo dejo, como
mudo testimonio de un prolijo testigo.
Vaqueiro nordestino.
174 Daniel Vidart
A principios del siglo XVII otros diez mil indios tupí parten
desde Pemambuco en busca del Paraíso terrenal. Sólo llegaron
hasta la Serra de Ibapiaba, pero huir hacia el Oeste era poner
Los paraísos de los pobres 177
Esta vez el mensaje del Rey fue escuchado. Durante tres días,
entre alaridos, consumo de alucinógenos, éxtasis colectivos y
demás manifestaciones psíquicas al borde de la demencia grupal,
son degollados los “voluntarios” -entre quienes figuraban treinta
niños que gritaban desesperadamente-, y su sangre vertida sobre
las columnas de la Pedra Bonita. A pesar de esta hecatombe el
Los paraísos de los pobres 195
divino de la realeza.
NOTAS
3 Ibid.
4. EL CARACOL DE LA VIDA.
9
1.1 EL DON DE MAMA OCLLO
Cocaísmo y cocainismo 10
La coca, tema y problema 16
En los cocales del Cauca 17
¿Planta sagrada o yerba del demonio? 22
Introducción a la Erythroxylon Coca 24
27
1.2 A LA SOMBRA DE LAS PLANTAS EN FLOR
La etapa prehispánica 83
La querella colonial 86
Andanzas de la coca en el siglo XIX 92
Razón, sin razón, ideologización:
La controversia del siglo XX 96
SERIE MANUALES
COLECCION CONTESTACION
COLECCION ANTROPOLOGICA
COLECCION POIETICA