Está en la página 1de 207

CLIMA INSTITUCIONAL: CUANDO EL DIRECTIVO ESTORNUDA, SE RESFRÍA LA ESCUELA

PorLaura Lewin - 29 Jun, 2022 02:45 a.m.

Es el “cómo se sienten” todas las personas que conforman una institución. Y determina la calidad de vida de
quienes participan en ella.

El clima institucional compromete a todos los agentes que participan: alumnos, docentes, directivos, padres y
colaboradores

El clima institucional es el “cómo se sienten” todas las personas que conforman una institución. Ese sentir no
es superficial, son modos de vivir, de estar y de vincularse que se instalan profundamente en los actores de
la comunidad escolar. El clima escolar determina la calidad de vida de quienes participan de la institución.
Pero el clima institucional no se desarrolla en el vacío, sino que se da siempre en el marco de una
determinada cultura institucional, que es el conjunto de costumbres, normas y tradiciones de una
institución. Este complejo entramado de relaciones, vínculos, propósitos y deseos se agrupa a través de la
historia escolar.
El clima en la escuela, aunque intangible, compromete a todos los agentes que participan: alumnos,
docentes, directivos, padres y colaboradores. El colegio puede ser imponente en su aspecto edilicio, tener
los mejores salones de clases y unos laboratorios de primera generación, pero es la gente la que genera esa
energía que hace que quieras estar en un lugar o no. La gente hace al lugar. No el laboratorio, ni el gimnasio,
ni la cafetería. La gente, su motivación y su entusiasmo, son claves para que los estudiantes quieran y
puedan aprender.
La investigación científica ha demostrado que, al comienzo de una determinada interacción, los ritmos
corporales de dos personas que están juntas son diferentes, pero al cabo de unos minutos acaban
sincronizándose. Este fenómeno se denomina mirroring o contagio emocional y se halla presente tanto en
situaciones conflictivas como en las placenteras, aun cuando personas que se encuentran próximas no
mantengan contacto verbal. Es el director quien debe velar por un clima institucional propicio para
aprender y para trabajar.
Claramente, una persona que no está motivada o entusiasmada moviliza emociones negativas y genera en el
equipo sentimientos de frustración, malestar y desconexión. La capacidad del directivo para inducir estados
de ánimo positivos y cooperativos resulta fundamental para determinar el éxito del equipo y del clima
institucional.
Una de las cuestiones más importantes para quienes dirigen una institución es gestionar la cultura de la
escuela. Y no cualquier cultura, sino una cultura que inspire, que active, que energice, que permita trabajar
en equipo, que haga que la gente quiera aprender y dar lo mejor de sí.
Toda institución tiene una cultura, puedas definirla o no. Todos los agentes de la institución la ven, la
sienten, la viven, la comentan –para bien o para mal–. La experiencia que ofrecemos como escuela es lo que
te diferencia de las otras instituciones. Es el “cómo se sienten” lo que marca la diferencia.
Existe una relación directa entre el clima institucional y el desempeño de los alumnos. Es más, los estudios
determinan que el clima en la escuela es uno de los ingredientes más importantes de un programa
académico exitoso. Cuando la cultura institucional no promueve un ambiente seguro, tanto desde lo físico
como desde lo emocional, se rompe el compromiso de los alumnos con el proceso de aprendizaje. Desde
que nacemos, nuestros cerebros están cableados para aprender mejor en entornos afectivos. Por lo tanto,
cultivar ambientes afectivos y sanos genera siempre un impacto positivo.
Un alumno, en una escuela, entra al aula en su primer día de clases y el docente enuncia al presentarse: “Les
voy avisando que acá el que no estudia se lleva la materia. Yo no vengo a la escuela a hacer de babysitter”.
Gulp, todos tragan saliva. En este escenario, aprender a ser alumno es sobrevivir. ¿O acaso se puede
disfrutar de aprender en esas circunstancias? Nadie gana en este juego.
La cultura institucional marca la calidad y el carácter de la escuela. Se basa en la experiencia de los alumnos,
padres, docentes y colaboradores en la institución y refleja las normas, valores, relaciones interpersonales,
prácticas áulicas y estructura organizacional. Tal vez, ese gulp que los alumnos hicieron cuando el profesor
habló por primera vez se convierte en un problema de conducta más adelante. Sin sentimiento de
pertenencia, es muy difícil desarrollar una cultura o un clima institucional positivo, ya sea por parte de los
docentes o de los alumnos.
Resulta triste ver problemas de vandalismo por parte de algunos los alumnos. ¿No quieren a su escuela?
¿Cómo se llegó a ese punto? A la escuela se entra por la ventana, no por la puerta. El lazo de identidad,
muchas veces, se logra al principio por afuera. Es importante que la escuela pueda enseñar teniendo en
cuenta la construcción de un sentimiento de pertenencia por parte de sus alumnos y docentes. Hay que
construir la identidad con la escuela, a través de actividades especiales, deportes, celebraciones,
competencias, acciones solidarias, campamentos, etcétera.
A la escuela la hacemos viviéndola, disfrutándola, creando. Es irónico ver que justo cuando el docente o el
directivo dice “eso no me corresponde”, esas cosas que para él “no corresponden” son exactamente las que
crean vínculo e identidad con los alumnos.
Para lograr un sentimiento de pertenencia real, debemos enfocarnos en la cultura institucional; una cultura
organizacional que logre crear un clima positivo, convocante, alegre, que dé profundos deseos de pertenecer
a esa institución.
Estar entusiasmado no significa que uno no deba tener que afrontar desafíos y obstáculos, pero sí que el
tránsito será mucho más liviano.

Para mejorar el clima, primero debemos medirlo


Toda ocasión tiene que convertirse en una oportunidad para educar. Cuando un niño o un joven no se sabe
comportar, tenemos la responsabilidad de enseñarle. Es importante buscar herramientas para que, frente a
las dificultades de conducta, se generen espacios de reflexión. Las conductas disruptivas generalmente
tienen que ver con la ausencia de algún valor que se plasmó en una acción. Muchas veces, el enojo o
frustración frente a determinados hechos que realizan los alumnos nos hace olvidar que nuestra misión es
educar a todos, en todas las circunstancias. Y no solo en lo académico.
Los registros de asistencia nos revelan que algunos alumnos llegan consistentemente tarde o quiénes faltan
demasiado. Esta información nos permite prestarles más atención a aquellos que así lo requieran.
Asimismo, los registros de calificaciones y los boletines nos muestran la situación académica de los alumnos
y nos dan cuenta de aquellos que están en riesgo. Muchas veces, cuando un alumno falla académicamente
hablando, lo que falló fueron las alarmas que se levantaron sobre el hecho consumado. Antes de esa
situación, el alumno recibió aplazos en varias oportunidades. ¿Pero qué se hizo de distinto para cambiar la
situación, para prevenir, para estimular, para acompañar, para evitar no solo el fracaso sino además la
sensación de fracaso? El fracaso constante nunca es pedagógico.
Todos los alumnos pueden aprender, es verdad. Sin embargo, es su experiencia en la escuela, la relación con
sus compañeros, docentes, directivos y padres, sus creencias, y su entorno en general lo que va a determinar
si se sienten lo suficientemente seguros, comprometidos, motivados y apoyados para poder aprender.
Un clima institucional positivo afecta de manera contundente la motivación y desempeño de los alumnos y
los docentes.
EL DESAFÍO DE TRANSFORMAR LA EDUCACIÓN: ¿MISIÓN IMPOSIBLE?
PorLaura Lewin - 27 Jun, 2022 02:40 a.m.

Ocho espacios de intervención para poder repensar la escuela

Uno de los aspectos a repensar son los espacios y las estructuras de las aulas

Uno de los peores enemigos de la educación es la automatización pedagógica. Esto significa seguir haciendo
cosas que sabemos debemos dejar de hacer, o que se podrían mejorar. Esa inercia, la de seguir atados al
pasado, no nos permite soltar amarras. No nos permite avanzar en educación. Ya lo decía John Keynes: “La
mayor dificultad del mundo no es lograr que la gente acepte las nuevas ideas, sino conseguir que se olviden
de las antiguas”.
Para darles a los alumnos una educación que esté en línea con estos tiempos, debemos repensar la
educación. Les comparto ocho espacios de intervención para poder repensar la escuela. Si bien podemos y
debemos considerar otros espacios, creo que estos ocho nos brindan un buen punto de partida.
Ahora bien, cada aula en cada rincón del país es diferente. Las necesidades y particularidades varían de norte
a sur y de este a oeste. No es fácil transformar la educación con aulas superpobladas, con escasos recursos,
problemas de infraestructura, sueldos magros, con falta de recurso humano y todas las falencias que
sabemos existen. Pero para transformar la educación, debemos pensar que es posible. Existe una diferencia
entre buscar la perfección y buscar la excelencia. Al desafiar la inercia, y avanzar, aunque sea con pequeños
pasos, estaremos caminando hacia adelante, y al mirar atrás, podremos ver cambios significativos, que nos
impulsarán a seguir avanzando.

1) La matriz curricular
Si queremos armar una matriz curricular adecuada al mundo de hoy debemos preguntarnos qué enseñar y
para qué enseñar. Existe una brecha entre qué enseñamos y qué necesitan aprender nuestros alumnos hoy.
Los alumnos deben encontrar el material a aprender relevante y lógico. Si no, no le prestan atención. Cada
vez que un alumno se aburre, perdemos una oportunidad para que aprenda. Esto no significa que las clases
deban ser divertidas o entretenidas, pero sí que el contenido debe ser interesante y significativo. Los
objetivos entre el docente y los alumnos deben estar alineados, y de esto se trata una clase relevante.

2) La matriz didáctica
Existe, además, una brecha entre cómo estamos enseñando y cómo necesitan aprender nuestros alumnos.
Nuestros alumnos tienen estímulos permanentes. La velocidad con la que se manejan es asombrosa. Con
tantos distractores, limitarse a estar sentado escuchando al docente ya no representa el mejor escenario
para poder aprender.
Los docentes que siguen enseñando como ellos aprendieron, enseñan para un mundo que ya no existe y, por
lo tanto, resulta imperioso generar las condiciones que les permitan llegar a sus alumnos de manera más
eficiente, facilitando el aprendizaje y la retención a través de aprendizajes activos.
Como hemos dicho, ya no se trata de transmitir contenidos, sino, como docentes, de ayudar a los alumnos a
fusionar el contenido, a aplicarlo, a manipularlo, a hacer algo con ese contenido- a ponerlo en acción. De eso
se tratan los aprendizajes activos: menos foco en el docente y más foco en el aprendizaje.
Hoy, la información está disponible a un clic de distancia. La educación tradicional contempla a un docente
dictando una clase expositiva delante de un pizarrón y a alumnos memorizando textos, lo que claramente
hoy no motiva ni involucra a la mayoría de los alumnos. El docente ya no es la única fuente de conocimiento;
la información ya no está concentrada en un solo lugar. El alumno aprende un poco en un video, otro poco, a
través de intercambios con sus compañeros, otro poco leyendo o inclusive jugando- es decir va asimilando
pequeñas dosis de información en diferentes medios. Gracias a la educación ubicua el alumno aprende lo
que quiere, cuando quiere, donde quiere, como quiere. Debemos dejar de enseñar en serie y comenzar a
enseñar en serio. En aulas tan heterogéneas, ¿tiene sentido seguir enseñando de forma homogénea? Los
alumnos aprenden cuando están motivados por aprender, no cuando nosotros queremos que lo hagan. Por
otro lado, la tecnología nos permite hoy llegar a otros alumnos de los rincones más remotos del planeta.
Incentivar la comunicación global será un valor agregado más que interesante para nuestros alumnos.
Cuando el docente va innovando e integra tecnología a sus clases con un sentido pedagógico, estas se
vuelven más dinámicas e interesantes. Sin embargo, no podemos seguir hablando de alumnos con
conectividad y alumnos sin conectividad. Esta pandemia nos demostró que la conectividad hoy debe ser un
bien esencial, garantizado. La tecnología no es la solución, pero es una gran oportunidad.

3) El clima en el aula
Pensar es complicado. No podemos pensar si creemos que alguien nos va a poner en ridículo o simplemente
no le interesa escucharnos. O si pensamos que, tal vez, otros podrían contestar mejor o no estar de acuerdo
con nosotros. ¡Hay que animarse a pensar! Por eso, debemos hablar de aulas sanas, con ausencia de
amenaza. Los mejores aprendizajes se producen en aulas sanas. Si un alumno tiene miedo de que lo
expongan, de que se burlen de él o lo humillen, ¿cómo va a poder desplegar todo su potencial creativo?
Debemos fomentar aulas sanas en donde podamos naturalizar y desdramatizar el cometer errores y en
donde ningún alumno pueda interferir con el aprendizaje de un compañero.
Aprendizaje y emociones van de la mano. Cuando la cultura institucional no promueve un ambiente seguro,
tanto desde lo físico como desde lo emocional, se rompe el compromiso de los alumnos con el proceso de
aprendizaje. Debemos generar contextos educativos que brinden seguridad y tranquilidad y brindar
oportunidades para que los alumnos puedan ir manejando y mejorando su actitud frente al estrés. La
conexión emocional viene primero. Sin seguridad emocional, no hay aprendizaje.

4) La capacitación docente
¿Podemos tener metas académicas ambiciosas para los alumnos sin que los docentes tengan metas
ambiciosas para ellos mismos? Seguramente, no. El sistema educativo no puede mejorar sin buenos
docentes. Muchísimos docentes carecen de una formación inicial sólida, muchos otros no cuentan con un
sistema de apoyo en su etapa profesional inicial, ni con instancias de capacitación continua. De hecho,
muchas iniciativas en relación a la innovación en el aula fallan justamente porque los docentes no cuentan
con instancias de perfeccionamiento o acompañamiento.
Cada año, los docentes debemos ser mejores que el año anterior. Pero, para poder formarse, los docentes
deben poder disfrutar de compartir esta pasión por aprender. Platón ya lo decía: “La mayor parte de la
instrucción es que a uno le recuerden las cosas que ya sabía”.
Desafiar la inercia es esencial. Muchos docentes se sienten cómodos o seguros enseñando como ellos
aprendieron. El único problema es que los alumnos cambiaron y no podemos llegar a ellos como nuestros
docentes llegaban a nosotros.
Sentir curiosidad por nuevos enfoques y nuevos recursos redundará en un nuevo desafío que los acercará
más a la pasión, a veces perdida por muchos docentes. La tecnología ya no es sinónimo de innovación. Es el
medio para llegar a la información y al contenido. La tecnología es eficiente para que nosotros seamos más
eficientes. Hoy, ir a un congreso, asistir a un taller o leer un libro ya nos son las únicas formas de
capacitación disponibles. Las redes sociales nos ofrecen diferentes opciones para estar interconectados con
otros docentes y otras miradas. Hoy no se capacita quien no quiere. Si queremos mejores docentes,
necesitamos mejorar la formación profesional inicial, ofrecer más y mejor apoyo, estimular el deseo
continuo de mejorar, e implementar programas de desarrollo profesional que promuevan el fortalecimiento
del rol docente. Nadie crece de manera sostenida de casualidad.

5) Una educación más integral


Muchas escuelas se concentran en las habilidades cognitivas, dejando de lado aspectos socioemocionales
que van a jugar a favor o en contra de nuestros alumnos en el futuro. Los programas de aprendizaje
socioemocional en el aula tienen un impacto positivo sobre el clima escolar y promueven una serie de
beneficios académicos, sociales y emocionales que los prepara para el futuro éxito académico, laboral o
profesional. Los alumnos deben saber qué se espera de ellos tanto a nivel académico como social en el aula.
La autonomía y la autorregulación pasan a ser habilidades esenciales para el estudiante, quien debe
aprender el oficio de ser alumno.
Pero además, la educación emocional se desarrolla también a través de las propuestas pedagógicas en el
aula. Cuando los alumnos producen contenido, por ejemplo, a través de blogs, podcasts u otras
herramientas digitales, están utilizando no sólo habilidades cognitivas, sino también una serie de habilidades
que los van a ayudar en su futuro: la creatividad, la innovación, el trabajo en equipo, la comunicación, la
paciencia, la tolerancia, la responsabilidad, el compromiso, la concentración, la resolución de problemas, la
coordinación, la atención y la autodisciplina, por nombrar algunas. Necesitamos dejar de ver con mala cara a
las mal llamadas “materias relleno”. Incorporar el arte en la educación es fundamental. Esto no significa una
hora de arte en la semana, únicamente. Significa hacerlo de manera interdisciplinaria. A través de una
partida de ajedrez, por ejemplo, se ponen en juego la atención, la anticipación, la planificación, la paciencia,
la resiliencia, la estrategia, el manejo de la frustración, el manejo de la impulsividad, entre otras. Todas
habilidades esenciales hoy en día.
Con la música no buscamos músicos. Con el arte no buscamos artistas. La educación artística es para todos,
porque un buen programa de arte promueve la creatividad, la innovación, la concentración, la resolución de
problemas, la coordinación, la atención y la auto-disciplina, entre otras habilidades. Habilidades que tienen
el potencial de cambiar vidas.

6) Los espacios de aprendizaje


Cambiar la matriz didáctica de la escuela implica cambiar el diseño de las aulas. No podemos seguir tomando
al alumno como un elemento pasivo del aula (sentado derecho, mirando para adelante y sin hablar).
Debemos ponerlo en el centro de la escena. El aprendizaje no es un deporte para espectadores. El docente,
a su vez, tiene que estar en condiciones de moverse dentro del aula y, a su vez, conectarse mejor con los
alumnos (brindarles más miradas, una palmada en el hombro, etcétera). El diseño de los espacios de
aprendizaje puede mejorar notablemente el rendimiento de los alumnos. Hay que generar espacios
versátiles de encuentro y de exploración, con la integración de herramientas tecnológicas. Pero para esto,
debemos anticiparnos en función de nuestros objetivos y diseñar estos espacios, no simplemente
decorarlos. Es decir, si lo que en realidad queremos es que los alumnos prueben, experimenten, exploren,
descubran, interactúen, ¿qué tipo de espacios, muebles y sectores deberíamos tener en las aulas?
Estos cambios, tan necesarios, son muy difíciles de imaginar en las aulas del hoy, superpobladas, en donde el
espacio escasea. Necesitamos repensar y rediseñar las aulas, no solo desde sus dimensiones, sino también
desde su diseño integral. El ambiente tiene que considerarse como un espacio para promover oportunidades
de aprendizaje.

7) El bienestar docente
Todos sabemos que el rol docente es clave para mejorar los resultados académicos de los alumnos. Sin
embargo, nadie puede llenar una taza cuando la suya está vacía. Los magros sueldos, sumado a condiciones
de trabajo inadecuadas, y muchas veces la falta de apoyo, desmotiva a los docentes. La palabra karoshi
significa ‘muerto por exceso de trabajo’ y, aunque parezca una leyenda urbana, es un fenómeno social
reconocido en Japón desde 1987, cuando el Ministerio de Salud empezó a recopilar estadísticas. Un docente
cansado, desencantado, desmotivado, o angustiado porque no le alcanza el sueldo o no está a gusto con las
condiciones laborales, es un docente que no puede pensar con claridad ni desplegar toda su creatividad. El
burnout o síndrome de desgaste emocional es un estado de agotamiento emocional, mental y físico,
causado por un excesivo y prolongado estrés. Los estudios muestran que, a mayor estrés en los docentes,
mayor estrés en los alumnos. Debemos trabajar seriamente en el bienestar emocional, social, físico,
espiritual y cognitivo de los docentes. Al hablar de calidad de vida en la institución, nos referimos a que
todos los actores de la escuela se sientan a gusto. La cultura institucional no se logra a través de discursos
motivacionales o hablando de valores. Se crea a través de la práctica- usando cada minuto de cada día para
construir buenos hábitos y trabajar para que cada docente se sienta inspirado, que pueda trabajar en
equipos, colegiar y dar lo mejor de sí, y así fortalecer su rol como autoridad pedagógica devolviéndole el
prestigio y respeto que el rol docente merece.

8) El rol de la familia
La evidencia es clara y contundente: cuando la familia se involucra en las trayectorias académicas de sus
hijos, a los chicos les va mejor en la escuela y en la vida, así que la pregunta es…. ¿por qué se sigue
trabajando con la familia afuera? Los estudios demuestran que cuando la familia apoya a la escuela y
trabajan en conjunto, a los alumnos no solo les va mejor académicamente, sino que también en sus vidas
adultas. Cuando la familia se involucra positivamente, se ve un impacto en el desempeño de los chicos, en la
calidad de las tareas, en su conducta y obviamente, en los resultados. Ahora bien, la calidad del entorno de
aprendizaje es más importante para el desarrollo social e intelectual de los chicos que la ocupación o ingreso
de los padres, lo que sucede es que muchas familias desconocen esto y no creen estar preparados para
tamaña tarea. Será importante, por lo tanto, desde la escuela, generar instancias para acompañar a las
familias a encontrar su rol en la educación de sus hijos. Esto es reuniones, talleres para padres, escuela para
padres, etc.
“Acompañar” no significa “enseñar” matemática o biología. Lo importante es que la familia se involucre en la
educación de sus hijos. No necesitan saber las respuestas- necesitan ver que se encuentren las respuestas.
Desde involucrarse en los hábitos y rutinas, pasando por ayudarlos a desarrollar la autonomía, trabajar el
valor del esfuerzo y la perseverancia, estimularlos e inspirarlos, todo colabora para que su vida académica
sea lo más satisfactoria posible.
La verdadera transformación comienza cuando cada uno de nosotros da el primer paso.
Podemos saber mucho, pero hacer poco, y no hay transformación real sin acciones. Los cambios en
educación, muchas veces, se hacen con pequeñas acciones que, una tras otra, tienen grandes impactos.
Estos comienzan cuando nosotros, como docentes, nos preguntamos, “¿estoy haciendo lo mejor por mis
alumnos”, “¿qué evita que haga lo mejor por ellos?, “¿qué podría hacer diferente?”. Al contemplar estas
preguntas y ponernos en acción, nos convertimos en facilitadores de experiencias de aprendizajes, y nos
corremos del lugar en donde solo transmitimos conocimientos. Ahora bien, resulta muy injusto pedirle todo
el esfuerzo a los docentes, alumnos y familias si el estado no garantiza las condiciones para que estos
cambios se concreten.
La educación debe ser una política de estado que trascienda los partidos políticos y los gobiernos de turno,
con metas claras a corto, mediano y largo plazo. Solo así, la transformación de la educación tendrá alguna
posibilidad y dejará de ser una misión imposible.
DEBEMOS DEJAR DE ENSEÑAR EN SERIE
PorLaura Lewin - 16 Jun, 2022 02:54 a.m.

Se sigue enseñando de una manera absolutamente homogénea en aulas absolutamente heterogéneas

Debemos personalizar la educación

Hace un tiempo leí un cuento de Enrique Mariscal, titulado “Los pavos no vuelan”, que decía algo así:
Resulta que un día, un hombre que vivía en el campo, encontró un huevo muy grande. Asombrado, lo llevó a
su casa para ver si entre todos podían dilucidar a qué especie pertenecía y qué hacer con él. Luego de
preguntarse si sería un huevo de avestruz, si convendría romperlo o conservarlo así y de mirarlo fijo un buen
rato, decidieron meterlo debajo de una pava que estaba incubando otros huevos con la idea de que quizás
en un futuro naciera algo. “Ahí veremos de qué especie era”, pensó el hombre y todos estuvieron de
acuerdo.
Unos días más tarde, nació un pavito muy hambriento que después de comerse todo le dijo a la pava:
“Mamá, ahora vamos a volar”. La pava, un poco distante, le dijo con frialdad: “Mirá, los pavos no vuelan” y
luego agregó que seguro pensaba esas cosas por comer tanto y tan apurado. El pavito empezó a comer más
despacio, pero igual siempre quería volar. Ante su propuesta, sus hermanos y madre pava simplemente
reían y decían “Los pavos no vuelan”.
Resulta que el pavito era un cóndor, pero como nadie ahí volaba… murió siendo un pavo.
Podríamos perfectamente llevar esta analogía al aula en donde se sigue enseñando de una manera
absolutamente homogénea en aulas absolutamente heterogéneas.
Esperamos que nuestros alumnos piensen de manera crítica, que sean creativos y autónomos, pero les
decimos qué hacer, cuándo hacerlo y cómo hacerlo...
Si hay algo que nos trajo el coronavirus a la educación es la oportunidad de cambiar la manera en la que se
venían haciendo muchas cosas, especialmente aquellas que hacemos por inercia “porque siempre se
hicieron así”.
Si entendemos que cada alumno es diferente y tiene sus propios tiempos de aprendizaje, debemos
personalizar la educación. Cada niño es único, como única debe ser su educación.
Es muy difícil enseñarle a un alumno que pierde su curiosidad, pierde el interés por aprender o no está
abierto a ser estimulado o inspirado.
Hoy en día, los trastornos de aprendizaje se reconocen como una de las causas de fracaso escolar. Estos
trastornos pueden incluir problemas en el lenguaje, motricidad, desarrollo cognitivo, de atención o habilidad
social .
El trastorno del aprendizaje es una condición que interfiere en la vida escolar del niño, porque se genera un
desequilibrio entre su verdadero potencial y el rendimiento académico. Esto a la vez repercute en su
autoestima, su autoconfianza, y puede interferir en las relaciones interpersonales con sus compañeros y
docentes e incluso en la dinámica familiar.
Para ayudar a nuestros alumnos a llegar a su mayor potencial, más allá de hasta dónde lleguen sus
compañeros, vamos a tener que brindarles diferentes experiencias de aprendizaje, y para eso será necesario
diseñar estrategias que promueven la accesibilidad, cuando la situación así lo amerite.
Por ejemplo:
- Accesibilidad a la información: ofrecer modos alternativos, en forma auditiva, táctil, visual o una
combinación entre estos recursos.
- Accesibilidad a formas de respuesta: permitir a los estudiantes dar respuesta a través de distintas maneras
y con la utilización de diversos dispositivos o ayudas técnicas o tecnológicas diseñadas para disminuir las
barreras que interfieran en los aprendizajes.
- Accesibilidad en el entorno: la organización del entorno debe permitir a los estudiantes el acceso
autónomo, mediante adecuaciones en los espacios, ubicación, y las condiciones en las que se desarrolla la
tarea, actividad o evaluación.
- Accesibilidad en la organización del tiempo y horario: consiste en modificaciones en la forma en que se
estructura el horario o el tiempo para desarrollar consignas o evaluaciones.
Toda escuela debiera tener un equipo interdisciplinario de profesionales dedicado a la salud y bienestar de
los alumnos. Cualquier problema que afecte el aprendizaje debe ser identificado y tratado a la mayor
brevedad posible.
De la misma forma en que hay alumnos que necesitan de mayor apoyo o acompañamiento, hay otros con
altas capacidades que también necesitan recorrer trayectorias diferentes. Estas trayectorias implican el
rediseño de los contenidos para permitirles a los chicos llegar a su máximo potencial. La accesibilidad
también debe alcanzar a los contenidos.
Una instrucción personalizada toma como punto de partida al alumno. Si cada uno de nosotros aprende a su
propio ritmo, tiene preferencias sobre cómo aprender y disfruta de diferentes maneras, es lógico pensar que
aprenderíamos más de una manera personalizada, que como si fuéramos parte de una línea de producción.
Imaginemos este escenario: debemos avanzar una cuadra para llegar a nuestro destino. Entonces, te indico
cómo hacerlo: “Avanzá tres metros. Alto. Esperá veinte segundos. Ahora avanzá cuarenta más. Alto. Esperá
dos minutos. Retrocedé un metro. Avanzá cinco…” . ¿Suena ridículo, verdad? Sí, porque podríamos
perfectamente ir a nuestro ritmo y lograr nuestro objetivo sin mi indicación de cómo hacerlo .
Aunque no nos guste, esto es lo que propone la educación hoy. El sistema te dice qué se debe estudiar, de
qué forma debemos aprenderlo y para cuándo.
Pensar en aulas descentralizadas les permitiría a los chicos suscitar el deseo de investigar, de aprender, de
desarrollar la curiosidad, todas habilidades innatas en los chicos, que se ven, muchísimas veces, tristemente
anestesiadas en el aula tradicional.
Hace varias décadas atrás, en los años 60, Sam Glucksberg, profesor de la Universidad de Princenton, tomó
dos grupos de personas para una prueba. A los participantes del primer grupo les dijo que iba a cronometrar
el tiempo que tardarían en resolver un problema, mientras que a los del segundo les prometió un incentivo
económico si eran los primeros en encontrar la solución. El resultado de Glucksberg no es el que esperan: los
que iban a recibir una compensación económica tardaron más tiempo que los primeros.
Esto, que pareciera ir en contra del sentido común, empieza a tener sentido cuando recordamos situaciones
de nuestras vidas en las que la creatividad ha jugado un papel fundamental y se ha visto frenada cuando la
recompensa (económica o de otro tipo) entraba en juego.

Los incentivos externos, como la nota, no fomentan la creatividad.


Necesitamos desarrollar motivadores intrínsecos en nuestros alumnos como la autonomía, el propósito y la
maestría (el querer mejorar) para lograr que se involucren con su propio aprendizaje. Y por sobre todas las
cosas, ofrecerles propuestas pedagógicas interesantes. La gratificación de hacer algo, una actividad
interesante, genera una motivación muy alta.
Darles a los chicos la oportunidad de elegir (de estos tres proyectos, elegí uno; de estas cinco preguntas
contestá tres), desarrolla la motivación intrínseca, a la vez de desarrollar la creatividad y la autonomía.
Comprendiendo esto, podemos alentar a los alumnos a elegir un tema que les interese, y que utilicen tiempo
para enfocarse en él. Con la ayuda de un tutor, podrán crear o producir contenido, siempre con un fin
pedagógico. La idea es que tengan algún desafío para resolver, algún contenido para investigar o cualquier
oportunidad de aprendizaje que les brinde autonomía en algún tema de su elección.
A diferencia de cuando depende del docente, con este tipo de propuestas el alumno asume la
responsabilidad de su propia trayectoria, tiene más oportunidades de desarrollar la creatividad y el
pensamiento crítico. Además, aumenta la posibilidad de trabajar en grupo, de resolver problemas, de
comunicarse, pedir y dar ayuda, etc., todas habilidades esenciales para sus vidas.
No olvidemos que nuestros alumnos no son solo consumidores, ahora ya son prosumidores, es
decir, producen contenido. Si se les permitiera, podrían entregar trabajos muy complejos como si se
desempeñaran en un estudio audiovisual.
Si vamos más profundo en esta propuesta de autonomía, podríamos pensar inclusive que en las instancias
de evaluación, el alumno podría autoevaluarse y podemos también alentar la coevaluación y hasta la
evaluación cooperativa. Esto no solo lo ayudaría a desarrollar la responsabilidad, sino también les daría una
mayor visión de qué está bien y qué debe corregir en relación a su proceso de aprendizaje.
Un alumno que puede elegir de forma autónoma, eleva su motivación y baja su nivel de estrés, lo que
mejora su aprendizaje.
La estimulación para aprender tiene un valor intrínseco porque les da una oportunidad de reflexión que
desarrolla a su vez su capacidad de aprender, de desaprender y de volver a aprender. Esta autonomía le
permite tomar decisiones que al mismo tiempo le reforzarán el compromiso con su avance cada vez más.
En nuestras aulas coexisten cóndores, pavos, gallinas, águilas, teros y otros.
Debemos trabajar para alentar el potencial de cada uno de ellos. Seguramente esto se dificulta en el aula
tradicional, con la lógica de escuela tradicional. Es hora de cambiar la matriz didáctica de la escuela.
LA HIPERAULA: UN CAMBIO DE PARADIGMA EN EDUCACIÓN
Por Laura Lewin -13 Jun, 2022 03:08 a.m. AR

El aula, tal como la conocemos, era el lugar apropiado para la educación del siglo pasado, cuando un docente
impartía contenidos desde el frente. Este siglo demanda nuevos conceptos, no solo en relación a la matriz
didáctica, sino además al tiempo y al espacio
El modelo del docente impartiendo conocimientos desde el frente quedó desfasado con las demandas de este
siglo
Imaginemos un espacio amplio, en donde los alumnos trabajan de manera colaborativa por proyectos
interdisciplinarios, con varios docentes de diferentes materias en la misma aula, y en distintos sectores de
este hiperespacio, sin estar atados a un lugar fijo.
En este espacio, es el alumno quien está en el centro de la escena. Gradas, sillas y mesas con rueditas para
poder rápidamente juntarse en grupos, si fuese necesario, y espacios amplios y versátiles son el escenario
ideal para lograr que los alumnos se apropien de su propio aprendizaje.
La hiperaula es un espacio amplio, versátil, en el que podemos ir de lo presencial a lo digital de manera fluida
y natural. La hiperrealidad está presente a través de dispositivos para trabajar la realidad aumentada,
realidad virtual, simulaciones e imprimir en 3D, lo que aumenta exponencialmente el interés de los alumnos
por el contenido que estén viendo.
El aula, tal como la conocemos, era el lugar apropiado para la educación del siglo pasado, en donde un
docente impartía contenidos desde el frente del aula. Este siglo demanda que incorporemos nuevos
conceptos no solo en relación a la matriz didáctica, sino, además, al tiempo y al espacio.

El problema de la ratio y el espacio


Desde siempre se ha pensado en una ratio de veinte o treinta alumnos por aula y con un docente a cargo.
Sin embargo, debemos dejar atrás viejos paradigmas y ofrecerles a nuestros alumnos escenarios más
atractivos, con aulas más numerosas, con más docentes, en espacios más grandes y versátiles.
Ampliar los salones de clase y reconvertirlos con esta mirada nos posibilitaría:
- Tener espacios flexibles y abiertos para una infinidad de propuestas pedagógicas. Este tipo de lugares nos
permitiría combinar la actividad cara a cara y en línea, proximal y distal, intra y extraescolar, con o sin apoyo
de la tecnología, analógica o digital, blended e hipermedia.
- Tener mayor flexibilidad y libertad.
- Trabajar con grupos más o menos numerosos, de acuerdo con los objetivos: de manera individual, en
pares, en pequeños o grandes grupos.
- Ir de lo presencial a lo virtual de una manera fluida y natural.
- Utilizar recursos como la realidad aumentada, 3D, simulaciones (hiperrealidad), lo que ofrecería un
potencial infinitamente mayor a los libros, mapas, manuales, etc.
- Tiempos flexibles, para entrar y salir de la actividad o proyecto, en función de los objetivos propuestos.

Personalizando la aventura del saber


Contar en estos espacios de aprendizaje activos, con más docentes, mejoraría de manera exponencial los
logros de los alumnos. En estos espacios versátiles, los alumnos podrían dividirse de acuerdo con sus
intereses, ritmos, necesidades y contar con la guía de dos, tres o más docentes que podrían enseñar, guiar,
acompañar, contestar preguntas, indicar, ayudar, evaluar.
A su vez, esta práctica le daría al docente la posibilidad de apoyarse en sus colegas, de enfocarse en un
grupo particular de alumnos, de compartir criterios, preocupaciones, y de enriquecer su propia práctica
docente.
Las parejas o grupos pedagógicos cobran una gran importancia en este escenario. Este proceso de
interacción entre dos, tres o más docentes que se enriquecen del trabajo en equipo, que comparten el
liderazgo y están involucrados en todos los aspectos de la clase, desde la planificación, el desarrollo y la
evaluación de la propuesta didáctica, no solo los enriquece a ellos como profesionales sino a los alumnos
también. Y permite pensar como posible la personalización de la enseñanza aun en espacios con muchos
alumnos.
El trabajo en parejas o grupos pedagógicos, además, es el mejor ejemplo real de trabajo en equipo, lo que
les permitiría a los alumnos aprender habilidades que deberán aplicar en su vida laboral o profesional adulta.
Les ofrecería, además, diversidad de opiniones, estrategias, métodos y recursos, y la tan importante
personalización en su trayectoria académica.
Así, en el caso de la coenseñanza, dos docentes podrían tener diferentes roles dentro del aula:
- Uno enseña, el otro observa o registra lo que ocurre.
- Uno enseña, el otro asiste a alumnos que lo requieran.
- Enseñanza en paralelo: la clase se divide en dos, y cada docente toma un grupo.
- Co-enseñanza de rotación entre grupos: los docentes asisten a diferentes equipos que trabajan en
simultáneo.
- Co-enseñanza en estaciones: se divide a la clase en dos, cada docente muestra el mismo tema primero a un
grupo y después al otro.
- Co-enseñanza alternativa: un docente es responsable de un grupo más amplio y el otro de un grupo más
pequeño.
- Co-enseñanza en equipo: la clase supone un diálogo entre dos.
Nuestros alumnos aprenden a ritmos diferentes, de maneras distintas y tienen intereses disímiles, es decir,
conforman un grupo absolutamente heterogéneo, además de aprender de una manera radicalmente
diferente a como aprendíamos nosotros a su edad. ¿No sería hora ya de pensar en espacios de aprendizaje
que se adaptaran a ellos y no al revés?
La innovación educativa debe ir acompañada de una transformación de los espacios de aprendizaje. Lo que
hace el aula tradicional es nivelarlos y no permitirles desplegar todo su potencial creativo . Los contiene,
pero no les permite expandirse . Un espacio de aprendizaje activo propone que cada uno de los alumnos
saque lo mejor de sí mismo, les permite desarrollar la autonomía, el autoconocimiento, el trabajo en
equipos, la comunicación, y tantas otras habilidades, además de mejorar su motivación y consolidar el
aprendizaje porque de esta manera les podemos dar opciones.
Y mientras soñamos con una mejor educación, tal vez podríamos preguntarnos: ¿cómo sería una escuela en
la que los alumnos quisieran estar, que fuese el lugar preferido en la vida de los alumnos?
¿POR QUÉ MUCHOS ALUMNOS NO APRENDEN?
PorLaura Lewin - 06 Jun, 2022 02:08 a.m.

Seguimos, en la mayoría de las aulas, con el modelo de transmisión de contenidos, con un docente parado
delante del pizarrón, y con alumnos pasivos, anestesiados

Muchos chicos no aprenden, entre otras razones de peso, porque lo que pasa en las aulas no es
interesante para ellos, no los interpela

Los chicos de hoy no son como éramos nosotros cuando éramos chicos. Hoy, la sobreestimulación
tecnológica genera alumnos a los que les cuesta enfocarse, concentrarse, asombrarse… ¡Ya casi nada los
sorprende! Y casi todo los aburre.
Los tiempos claramente han cambiado. La comunicación cambió. Todo cambió. Pero la educación,
increíblemente, no. Seguimos, en la mayoría de las aulas, con el modelo de transmisión de contenidos, con
un docente parado delante del pizarrón, con alumnos pasivos, anestesiados.
Podríamos, tal vez, preguntarnos… ¿Cómo debemos educar en un mundo que cambia a la velocidad de la
luz? ¿Cómo podemos definir el tipo de formación que necesitan los alumnos de hoy, si es posible que los
trabajos que ocuparán no existan aún? ¿No debería la escuela tener un carácter anticipatorio? ¿Puede un
docente solo brindar una educación que satisfaga las necesidades académicas de los alumnos?
¿Necesitamos una revolución o una transformación de la educación? Lo que necesitamos, en principio, es la
voluntad de soltar las amarras que siempre nos dejan en el mismo lugar. Y esto es, primero y principal,
trabajar con el recurso humano: el sistema educativo no puede mejorar sin buenos docentes.
Además, resulta imperioso transformar la matriz didáctica de la escuela. Esto es poner al alumno en el
centro de la escena, ayudándolo a aprender. Acompañándolo para que pueda desarrollar la curiosidad, el
amor por el conocimiento y la autonomía, como base del aprendizaje. La pregunta correcta hoy no es qué
sabe el alumno, sino qué puede hacer el alumno con lo que sabe. Muchos chicos no aprenden, entre otras
razones de peso, porque lo que pasa en las aulas no es interesante para ellos. No los interpela. Y muchas
otras veces, porque no entienden.
En general, los diseños curriculares son los que definen qué se debe enseñar durante el año escolar en las
diferentes materias o áreas de aprendizaje. Sin embargo, el mundo contemporáneo necesita nuevos
abordajes, con alumnos que puedan experimentar, fusionar los contenidos, crear, aplicar lo que aprenden y
llevar esos aprendizajes a sus vidas. Estamos hablando, básicamente, de otros desafíos cognitivos. Debemos
repensar la matriz de la escuela.
Si el alumno estudia, rinde, aprueba, pero luego se olvida mucho de lo que “aprendió”, ¿será posible pensar
que, tal vez, lo que se enseña no tenga ningún correlato con la realidad, no responde a los intereses de los
alumnos o a las necesidades del mundo actual?
Resulta necesario trabajar, no solo con el contenido, que es indispensable, sino además las habilidades
individuales y sociales que sirvan para la vida académica, emocional, laboral, social, personal y cultural. Si el
colegio es el nexo para llegar al ámbito laboral, a la creación de una nueva sociedad, a la generación de
emprendedores, ¿no será que necesitamos enseñar cosas distintas, más en consonancia con cuestiones
prácticas, con el hacer? ¿No se necesitará proponer temas que sean más interpelantes y novedosos, que los
hagan pensar y sentir que están agregando valor a sus conocimientos?
El alumno de hoy ya no es un mero consumidor. Es un prosumidor que necesita generar conocimiento, no
solo recibirlo pasivamente. Por eso, la matriz curricular no puede estar estructurada a partir de un recorte de
contenidos que todos tienen que aprender de la misma manera y al mismo tiempo. Esta la gran paradoja de
la escuela actual: ¡pedirles a los alumnos que piensen de manera crítica y creativa, pidiéndoles que hagan
todos lo mismo, de la misma manera y al mismo tiempo!
Lo que necesitamos es brindarles a los estudiantes las herramientas para que se conviertan en miembros
activos de la comunidad, con capacidad para crear nuevos escenarios, que puedan resolver problemas,
anticipar necesidades, que puedan adaptarse, que puedan mantenerse motivados, aun frente a desafíos y
obstáculos. Ya no se trata de memorizar saberes para repetirlos al unísono en exámenes. Se trata, como
dijimos antes, de poder relacionar y aplicar saberes a situaciones nuevas, de usar el conocimiento para
ampliar las esferas de actuación y fortalecer la ciudadanía democrática.
Por lo tanto, preguntarnos qué enseñar y para qué enseñar resulta vital si queremos armar una matriz
curricular adecuada al mundo de hoy.
No se trata de utilizar términos pedagógicos de moda, incorporar, tal vez, la tecnología y seguir con las
mismas prácticas, dejando la matriz intacta. Se debe hacer mucho más para lograr que la escuela cambie de
verdad.
Todos los alumnos deben poder aprender y avanzar. Hasta el alumno que vivió tres años en Inglaterra debe
poder aprender en la clase de inglés. También el que tiene procesos más lentos o requiere de un andamiaje
distinto. O el que termina rápido. La escuela es para todos, no para algunos. Relegar a los alumnos que más
saben o que comprenden con facilidad para concentrarse en el “promedio” no es justo para ellos. El
programa de las clases tiene que contener proyectos y cuestiones especiales para quienes van a su propio
ritmo.
Lo mismo sucede con quienes tienen que esforzarse más porque no alcanzan a comprender, no les sale o
necesitan más tiempo para terminar una actividad o para responder. La frustración lleva al desánimo, a
perder la pasión y muy pronto a dejar de intentarlo. Y eso puede ser un camino de ida.
Todos los chicos deben poder encontrar en la escuela algo para ellos. Algo que los desafíe, los atrape, los
interese y –por sobre todas las cosas– respete sus ritmos, estilos de aprendizaje y habilidades.
Esta nueva realidad nos interpela para que los alumnos puedan integrarse al mundo que los espera. Y para
eso, debemos transformar la educación. Memorizar no alcanza; es necesario desarrollar habilidades más
complejas, tanto intelectuales como cívicas y de empleabilidad. Necesitamos que los alumnos puedan hacer
algo con eso que deben aprender. Los docentes deben trabajar sobre metodologías que trasciendan la mera
transmisión de contenidos aislados y sin anclaje en la realidad o en una red de contenidos.
El contenido es importante, como ya lo hemos dicho, pero es la enseñanza de los contenidos no
estereotipados (alfabetizaciones) y el aprendizaje de las habilidades lo que va a producir que esos
contenidos puedan estar disponibles para su uso. Es decir, poder evocar la información cuando se la
necesite, porque son valiosos en tanto y en cuanto permitan despertar el pensamiento crítico, el
autoconocimiento, y el trabajo en equipo, entre otras habilidades, y producir, de esta forma, aprendizajes de
profundidad. Necesitamos lograr que los alumnos se involucren en las clases para realmente poder estar
preparados para el mundo competitivo, dinámico y versátil que los espera. La pandemia desdibujó las
fronteras. Hoy es posible trabajar para infinidad de empresas u organizaciones fuera del país, algo tal vez
reservado para pocos en el pasado. Nuestros hijos y alumnos van a estar compitiendo, por lo tanto, con
personas de otros países, muy posiblemente, con un nivel académico más alto que el de nuestros
jóvenes. Necesitamos incorporar a las familias en la ecuación. No es lo mismo avanzar en las trayectorias
académicas con el apoyo de la familia que sin él.
Ya no alcanza con “jugar a ser alumno” e ir a la escuela simplemente a aprobar. Las reglas del juego han
cambiado.
SÍNDROME DEL IMPOSTOR: CÓMO CONFIAR EN TUS HABILIDADES Y DEJAR ATRÁS TUS
INSEGURIDADES
PorLaura Lewin 01 Jun, 2022 03:02 a.m.

Millones de personas en todo el mundo, hombres y mujeres, sufren en silencio pensando que no son tan
talentosos, brillantes o tan idóneos como todo el mundo piensa

Albert Einstein se veía a sí mismo como “un estafador involuntario”

“He escrito 11 libros y cada vez que termino uno pienso: van a descubrirme, los he engañado a todos, pero
ahora sí me van a atrapar” (Maya Angelou, nominada al premio Pulitzer, ganadora de cinco premios
Grammys, más decenas de otros reconocimientos).
“A veces me despierto a la mañana antes de ir a grabar y pienso que no puedo hacer esto. Que soy un
fraude” (Kate Winslet, actriz de “Titanic”, entre otras).
“La exagerada estima que se le tiene al trabajo que he hecho en mi vida me hace sentir muy inquieto. Me
siento inclinado a pensar en mí mismo como en un estafador involuntario” (Albert Einstein).
Y la lista sigue...
Millones de personas en todo el mundo, hombres y mujeres, sufren en silencio pensando que no son tan
talentosos, brillantes o tan idóneos como todo el mundo piensa.
Esto nada tiene que ver con depresión, ansiedad o baja autoestima. Tampoco es miedo al fracaso, ni es
miedo a no poder hacerlo. Tiene más que ver con la sensación de que “te van a descubrir” o de que alguien,
en algún momento, “se va a dar cuenta”. En otras palabras, las personas que sufren del síndrome del
impostor, tienen una baja apreciación de sus talentos o habilidades, especialmente en relación a cómo las
ven las personas a su alrededor.
El síndrome del impostor nace en los años 70, cuando una psicoterapeuta llamada Pauline Clance se
encuentra en su práctica profesional con mujeres brillantes, con trayectorias destacadas, que se sentían
farsantes y tenían un miedo constante a ser descubiertas.
Hoy sabemos que el síndrome del impostor, que afecta tanto a mujeres como a hombres, es la creencia de
que uno finge, de forma fraudulenta, ser quien no es, que no es tan bueno como la gente cree que es . Es
común en personas brillantes con trayectorias destacadas.
Las personas que lo padecen parecieran no poder internalizar su éxito, aun cuando hay evidencia externa de
sus habilidades. Es decir, pueden estar en el medio de una ceremonia de premiación, con aplausos, ovación y
más, y pensar que en cualquier momento alguien se va a levantar de la silla y señalarlos como un
impostor. El síndrome del impostor significa que no pueden ver con los ojos con los que los miran los demás.
Ahora bien, alguien que tiene diabetes es diabético, alguien que tiene presión alta es hipertenso, alguien que
tiene anemia es anémico. Alguien que tiene el síndrome del impostor, ¿es un impostor? No, se cree un
impostor.

¿De dónde surge?


Algunas personas talentosas piensan que los demás también son talentosos o que son más talentosos que
ellos, y esto les genera la sensación de que no son merecedores de reconocimientos o elogios. Además,
podría haber cuestiones relacionadas a su infancia, a su personalidad o cuestiones emocionales o mentales,
que podrían dar origen al síndrome del impostor.
Se puede disparar con cualquier tarea que requiera del reconocimiento o involucre algún tipo de logro, o por
un sentimiento de inseguridad sobre su idoneidad o habilidad, particularmente en un entorno
competitivo. Generalmente ocurre cuando existe una tensión entre dos posturas: la propia y lo que uno cree
que otros esperan de uno. El síndrome del impostor hace que se profundicen las inseguridades más
profundas de una persona.
Ahora bien, el síndrome del impostor no es tener dudas a veces, o criticarte alguna vez si algo te salió mal, o
estar nervioso la primera vez que vas a hacer algo. Esto es normal y hasta saludable. Una cosa es tener
miedo de hacer algo (dictar una charla, escribir un libro, hacer una presentación, etc.), porque nunca lo
hiciste antes, pero otra cosa es el síndrome del impostor.
Algunos signos del síndrome del impostor:
- “Me preocupa que se den cuenta de que soy un farsante”.
- “Estoy convencido de que no soy lo suficientemente bueno”.
- “Me acuerdo de cada fracaso, pero me olvido rápidamente de mis logros”.
- “Me siento vulnerable cuando se reconocen mis logros en público”.
- “Me engancho fácilmente con la crítica o el feedback negativo”.
- “Tengo guiones en la cabeza que no concuerdan con la realidad”.
Claramente, el síndrome del impostor no es solo una incomodidad: genera estrés, te hace dudar, no te
permite pedir ayuda y te sabotea.
¿Por qué no podemos simplemente dejar atrás nuestras inseguridades? Porque hay muchos intrusos que se
interponen: una baja autoconfianza o autoestima, la necesidad de aprobación, críticas o falta de
reconocimiento y hasta las redes.

¡Podemos cambiar!
Sí, podemos cambiar, pero cambiar implica todo un trabajo interno de querer cambiar, de comprender qué
se esconde detrás del síndrome del impostor y de implementar una serie de estrategias. Lo primero que
debemos comprender es que:
- Le pasa a muchas personas (no solo a vos).
- No desaparece con el éxito. Maya Angelou tenía once libros escritos, premios y reconocimientos. La
aclamación del público no aminoró su sensación de ser un fraude.
Más reconocimientos o más logros no hacen que el síndrome del impostor desaparezca.

¡A trabajar!
Te comparto algunas estrategias para poder hacerle frente a este síndrome:
- Cuidá tu lenguaje corporal. Este no es un tema menor porque nuestra postura envía mensajes al cerebro (y
el cerebro al cuerpo). Cómo nos mostramos envía un mensaje poderoso acerca de cómo nos sentimos.
Cambiar el cuerpo, por lo tanto, cambia el cerebro. Aunque sonreímos cuando estamos contentos, sonreír,
puede ponernos contentos, porque liberamos mensajeros químicos “felices”. La postura abierta nos hace
sentir más confiados. Es decir, el canal de comunicación va para arriba y para abajo. Ajustá tu postura.
- Ver las tareas como desafíos en vez de como amenazas tiene un poderosísimo efecto en nuestras vidas y en
nuestras emociones.
- Otro recurso muy valioso es la visualización. Al visualizarnos plenos podemos transportarnos a las
emociones que nos generarán estas experiencias en el futuro. Y esas experiencias imaginarias pueden ser
tan poderosas como las reales.
Aquellas personas que pueden crear imágenes vívidas de sus metas futuras tienen más chances de lograrlas.
- Nuestros cerebros están cableados para detectar posibles amenazas. Nuestros ancestros tenían que
reaccionar muy rápido frente a posibles peligros como animales salvajes. El tema es que ya no estamos
rodeados de animales salvajes, pero estamos programados genéticamente para estar alertas y esto podría
hacer que sobre reaccionemos ante situaciones que no son peligrosas. Esta tendencia a ver una amenaza en
nuestras interacciones diarias son predominantes en el síndrome del impostor, y hacen que esas personas
activen su amígdala y entren en secuestros emocionales más frecuentes y duraderos.
El manejo de la inteligencia emocional, especialmente identificar y gestionar nuestras emociones, resulta,
por lo tanto, imperioso.
- Etiquetar emociones nos sirve no solo para darnos cuenta de qué sentimos, sino también para comenzar a
intervenir en los espirales emocionales negativos.
El pensar qué nos está pasando y qué sentimos, nos ayuda a desactivar la amígdala y a activar la corteza
prefrontal. Es decir, que si podés etiquetar tus emociones en una situación estresante, vas a poder sacar la
atención del secuestro emocional y llevarla a una interpretación cognitiva, lo que te ayuda a no entrar en el
circuito rumiante negativo.
- Reemplacemos el “soy…”, por “siento…”. Un “soy ansiosa”, se convierte en un “me siento ansiosa”.
- Tener confianza en vos y ponerle nombre a lo que sentís es el primer paso para darle batalla al síndrome
del impostor.
Que el síndrome del impostor no te congele. Aprendé y convertí tus inseguridades en un desafío para crecer.
Y no olvides, como decía Leonard Cohen, “hay un agrieta en todo, sólo así entra la luz”.
EL PODER DE LAS PREGUNTAS EN EL AULA
PorLaura Lewin 30 May, 2022 01:40 a.m. AR

Mucha gente vio caer manzanas, pero solo Newton se preguntó por qué

Cuando logramos una cultura del pensamiento en el aula, el pensar se convierte en un hábito y todos los
alumnos empiezan a destacarse

La habilidad de hacer “buenas” preguntas no es solo un signo de inteligencia, sino además una característica
de las personas exitosas. Hacemos preguntas cuando queremos aprender algo, para mostrar interés o
curiosidad. La innovación nace de las buenas preguntas, de alguien que identifica un problema o una
necesidad.
Hay decenas de casos de éxito, como Starbucks, Pandora, Harry Potter, Google, Amazon, y muchas otras,
que nacieron de grandes preguntas. Te comparto algunos casos:
En el año 2007, dos jóvenes diseñadores preocupados porque no tenían cómo pagar el alquiler de su
departamento, aprovecharon que, por una conferencia en la ciudad, no quedaban habitaciones disponibles
en los hoteles, y decidieron, por lo tanto, instalar algunos colchones inflables en un cuarto vacío para recibir
huéspedes y ganar algo de dinero. Les ofrecían consejos sobre la ciudad y un desayuno gratis a cambio del
pago de un alquiler temporario. “¿Por qué no ofrecer una cama si tengo un colchón inflable?”, fue la
pregunta que generó un negocio de miles de millones de dólares, conocido como AirBnb. ¿De dónde sale el
nombre? De “Air bed and Breakfast” (Cama de aire y desayuno = Airbnb).
Otro ejemplo: en el verano de 1965 un asistente del entrenador de la Universidad de Florida, obsesionado
por alcanzar el máximo rendimiento de su equipo, “Los Gators de Florida”, se reunió con un grupo de
científicos para encontrar la respuesta a una gran preocupación: “¿Por qué mis jugadores bajan tanto de
peso después de terminar un partido?”. Un prestigioso grupo de investigadores comenzó a investigar y
encontraron la respuesta al problema. Descubrieron dos factores clave que estaban afectando a los Gators,
por un lado los fluidos y electrolitos que los jugadores perdían mediante la sudoración que no eran
remplazados, y además, las grandes cantidades de carbohidratos que sus cuerpos usaban sin ser
recuperados.
Estos descubrimientos fueron llevados al laboratorio y formularon una bebida que pudiera equilibrar los
carbohidratos y los electrolitos y que ayudara a los deportistas a recuperar los componentes esenciales que
se pierden mediante la transpiración y la exigencia física. “Gator’s aid” (la ayuda de los Gators), era el
nombre con el que los demás equipos denominaban a esta bebida, sin saber que estaban gestando una idea
que se convertiría en marca. Así fue cómo surgió “Gatorade”. Otra vez, una pregunta fue la puerta a una
innovación.
Martin Cooper, director corporativo de Investigación y Desarrollo de la compañía de telecomunicaciones
Motorola, inspirado en Star Trek, pensaba “¿por qué hay que llamar a un lugar para hablar con alguien?” y
así nació la telefonía inalámbrica.
Claramente, las preguntas y la innovación son un binomio indisoluble. Las preguntas pueden ser muy
poderosas, como lo muestra este otro ejemplo:
Escenario 1
Gerente: ¿Qué es esta mancha en el piso?
Operario: Aceite
Gerente: Bueno, límpialo, por favor.
Escenario 2
Gerente: ¿Qué es esta mancha en el piso?
Operario: Aceite
Gerente: ¿Y por qué hay aceite en el piso?
Operario: Sale de esta máquina
Gerente: ¿Y por qué?
Operario. Porque pierde.
Gerente: ¿Y por qué pierde?
Operario: Porque los repuestos son de mala calidad.
Gerente: ¿Y por qué compramos repuestos de mala calidad?
Operario: Porque son más baratos y el Departamento de Compras prefiere invertir en otras cosas.
Gerente: ¡Tenemos que cambiar la política del Departamento de Compras!

Una buena pregunta te lleva a otro destino.


Las preguntas disparan el pensamiento, pero no todas las preguntas generan el mismo nivel de
pensamiento. Por ejemplo, dicen que la pregunta preferida de la Universidad de Harvard es, “¿qué te hace
pensar eso?”. A través del pensamiento visible promovemos la metacognición. La idea detrás del
pensamiento visible, es hacer visible el pensamiento, y esto significa proveer al alumno de herramientas
para poder “ver cómo piensan”.
El seminario socrático es un método basado en la creencia de Sócrates acerca del poder de hacer
preguntas. Implica hacer y responder preguntas para fomentar el pensamiento crítico. El propósito principal
de este método es llegar a un entendimiento compartido a través de la discusión; no implica debate,
persuasión o reflexión personal.
Los seminarios socráticos se basan en un análisis y una discusión textuales seleccionados por el docente. Un
texto ideal para la discusión debe ser rico en ideas y valores, y fundamentalmente ambiguo, para generar el
pensamiento crítico. También debe ofrecer complejidad y desafío y ser relevante para los participantes. Es
importante que los estudiantes estudien el texto antes de la discusión para que tengan tiempo de pensar y
prepararse para la discusión.
La discusión a menudo comienza con una pregunta abierta, generalmente formulada por el docente quien
guía a otros participantes a profundizar, aclarar, diferentes puntos de vista y mantener la discusión enfocada
en el tema. La pregunta abierta no tiene una respuesta correcta y generalmente conduce a nuevas
preguntas, profundizando la discusión. Las preguntas en un seminario socrático pueden solicitar
aclaraciones, sondear suposiciones, explorar razones y evidencia, presentar puntos de vista y perspectivas
variados e investigar implicaciones y consecuencias. Las preguntas comunes en un seminario socrático
pueden incluir:
¿De dónde sacás eso?
¿En qué te basás para hacer tal afirmación?
¿Cuáles son los fundamentos de tu respuesta?
¿De qué otra manera lo podrías explicar?
La cultura del pensamiento se hace visible en aquellas aulas en donde el pensamiento, tanto individual como
colectivo, se valora, se hace visible y se promueve activamente como parte de la experiencia cotidiana de
todos los miembros del grupo. Es priorizar la profundidad el pensamiento por sobre la velocidad de
respuesta.
Cuando preparamos a nuestros alumnos para pensar, les estamos dando las herramientas necesarias para
que puedan resolver problemas, anticiparse, predecir, tomar mejores decisiones, y disfrutar del buen pensar
dentro y fuera del aula. Ahora bien, algunos docentes piensan que solo pueden lograr un pensamiento de
orden superior aquellos alumnos avanzados. Sin embargo, cuando logramos una cultura del pensamiento en
el aula, modelamos el buen pensamiento y el pensar se convierte en un hábito para nuestros alumnos, todos
los alumnos empiezan a destacarse.

UNA ESCUELA SIN EXIGENCIA DESAFÍA EL PROPIO CONCEPTO DE ESCUELA


PorLaura Lewin 25 May, 2022 00:42 a.m. AR

El alumno no es una víctima de un sistema que debamos proteger. Al contrario, es un sujeto que necesita de
toda la preparación posible para enfrentarse a un mundo ultra competitivo. De tanta “protección” al alumno
se lo está dejando solo

Debemos identificar qué alumnos tienen problemas, acompañarlos, personalizar su educación, involucrar a
su familia y estimularlos

Todos sabemos que la pandemia ha generado una crisis sin precedentes en la educación. No sólo
profundizó las desigualdades y dejó a miles de alumnos en el camino de su formación, sino que además hoy
nos encontramos con alumnos muy atrasados y con graves problemas de aprendizaje. Hasta ahí la foto que
todos conocemos.
En estos días se vieron esfuerzos por parte de diferentes provincias de “alivianar” el peso de la acreditación
de saberes en los chicos: desde la posibilidad de pasar de años con muchas materias previas, la no
calificación con menos de cuatro y hasta la erradicación permanente del boletín de calificaciones . Y si bien
muchas de estas medidas dieron marcha atrás, no dejan de mostrar hacia dónde se está mirando.
Por un lado, tenemos a miles de chicos que no pudieron aprender en pandemia con las consecuencias
lógicas que vemos hoy. No es que dejaron de aprender porque no querían aprender, sino porque no
estuvieron dadas las condiciones para hacerlo (falta de conectividad, falta de estímulo, poca iniciativa por
parte de la escuela, falta de autonomía por parte de los chicos, en otros casos falta de interés, de no
encontrarle sentido, etc, lo que ya sabemos). Justificado o no, esa es la realidad. ¿Se podría haber hecho
mejor? Seguramente, pero con el diario del lunes, el panorama siempre se ve mejor.
Ahora, en esta catástrofe educativa, ¿será la mejor alternativa bajar aún más las expectativas de
aprendizaje? ¿Realmente es sensato pensar que a menor exigencia conseguiremos mejores
resultados? ¿Qué mensaje les estamos dando a los alumnos si cada vez todo es más fácil para ellos? ¿No
será justamente al revés el mensaje que debemos dar? Después de una crisis, en la que el bote se dio vuelta,
todos debemos hacer un relevamiento de la situación para ver dónde estamos, ver hacia dónde vamos,
armar una nueva estrategia, rearmarnos, sacar fuerzas, y avanzar.
Pareciera que hoy se trata al alumno como si fuese una víctima y hubiese que protegerlo, recubrirlo de
algodones para que no se golpee. ¿De qué hay que protegerlo? ¡Bienvenidos a la vida misma! El alumno no
es una víctima de un sistema que debamos proteger. Al contrario, es un sujeto que necesita de toda la
preparación posible para enfrentarse a un mundo ultra competitivo. De tanta “protección” al alumno se lo
está dejando solo.
Y además le mentimos: le hacemos creer que lo estamos preparando y formando para su mejor futuro y,
cuando llega el momento de la inserción laboral o de iniciar sus estudios superiores, ¡sorpresa!, no está
preparado y lo dejamos solo de nuevo.
En vez de sobreproteger, algo que no prepara a los alumnos para la vida, debemos identificar qué alumnos
tienen problemas, acompañarlos, personalizar su educación, involucrar a su familia y estimularlos.
Alivianarles la carga es pan para hoy pero hambre para mañana. Todos necesitamos desarrollar la resiliencia,
el manejo de la frustración, el esfuerzo y la perseverancia para avanzar en la vida. Más que sacarles las
piedras del camino, debemos enseñarles a los alumnos qué hacer cuando pisan una piedra. Esto es,
enseñarles a ver sus errores de manera racional y no emocional, enseñarles a capitalizar sus errores y seguir
adelante. Si no, serán adultos sin perseverancia y no creerán en sus habilidades de esforzarse para tener
éxito.
Angela Duckworth, psicóloga de la Universidad de Pensilvania, acuñó el término grit para referirse a una
combinación de esfuerzo y perseverancia que hace que sigamos esforzándonos aun cuando deseamos
renunciar a lo que estamos haciendo. La ciencia nos revela que las personas que desarrollan grit (sin
traducción hasta el momento al español) tienen más chances de lograr sus objetivos.
Reflexionemos acerca de gente que se destaca o se ha destacado. Seguramente se distinguen por su talento,
su pasión y su dedicación por lo que hacen o hacían. Pero también se destacan por la manera en que
identifican, enfrentan y manejan los obstáculos y desafíos. Todos en algún momento hemos fracasado o
cometido errores. Lo que nos diferencia a unos de otros es cómo hemos actuado frente a estos errores y si
los hemos podido capitalizar o nos han impedido avanzar. Esforzarse, perseverar y desarrollar una
resiliencia emocional es más importante que el éxito o el fracaso en sí.
Para que nuestros alumnos tengan una vida satisfactoria, más que sacar a la exigencia de la ecuación,
necesitamos ayudarlos a establecer metas y un plan de acción. Y aun frente a un fracaso, necesitamos
enseñarles a capitalizar esa situación para fortalecerse. El crecimiento que acompaña el fracaso puede ser
más importante que el éxito en sí. Debemos capitalizar estas instancias de aprendizaje que serán, sin duda,
lecciones muy importantes para la vida adulta. Cuando logramos realizar las cosas de la mejor manera
posible, poniendo absolutamente todo lo que estaba a nuestro alcance, obtenemos éxito más allá del éxito.
El éxito real no está en ganar o perder, sino en esforzarse al máximo, aunque las cosas no hayan salido como
esperábamos. Esta es la diferencia, tal vez, entre la perfección y la excelencia. No buscamos la perfección,
pero sí que cada alumno dé lo mejor de sí. Debemos enseñarles a nuestros alumnos a amar los desafíos y a
sentirse cómodos con el esfuerzo.
Los estudios afirman que todos podemos llegar a nuestro mayor potencial. Lo triste es que la escuela, con
medidas proteccionistas, no colabora para que los chicos vean que, a través del esfuerzo y la perseverancia,
pueden lograr mejoras notables y alcanzar sus objetivos de vida.
En vez de facilitarles el avanzar sin haber aprendido, tendríamos que poner foco en ayudarlos a aprender y
en enseñarles a hacerse cargo del oficio de ser alumno: esto es, compromiso, responsabilidad, autonomía,
etc. Algo tan prioritario y vital, como difícil, teniendo en cuenta que se fue perdiendo el amor por el
aprender, la curiosidad, el respeto al docente, el respeto a la escuela, el valor de los estudios, la
autodisciplina, y las ganas de superación.
Para la escuela, medidas pedagógicas tendientes a agotar todas las instancias para vincular y revincular a los
alumnos, involucrarlos cognitiva y emocionalmente con clases interesantes y significativas, recuperar y
acelerar los aprendizajes, acompañarlos en sus trayectorias, personalizar la educación (¿cómo seguir
enseñando de manera homogénea en aulas tan heterogéneas?), ajustes curriculares, proyectos
interdisciplinarios que permitan un abordaje integrado de los aprendizajes, tutorías, escuelas de
verano/invierno, incorporar instancias de evaluación formativa bien aplicada, apoyo socioemocional, etc.
Y las familias, asumiendo el rol de guía, acompañando, incentivando, y por supuesto, exigiendo la mejor de
sus hijos. Son dos caras de la misma moneda: incondicionalidad en el amor, pero espera del mejor
despliegue. ¿Qué sería de los chicos si nada se esperara de ellos? Es también un acto de amor pedir que
cada uno dé lo mejor de sí.
El debate de hoy no debe ser notas sí o notas no, repitencia sí o no (entendiendo que la repitencia no
resuelve los problemas de aprendizaje). El tema que nos urge es repensar las pedagogías que hoy amplían y
reproducen desigualdades. El objetivo primordial es el de transformar la matriz didáctica de la escuela. Y
esto no puede esperar.

¿INCLUSIÓN O EXCLUSIÓN EN EDUCACIÓN?


PorLaura Lewin 19 May, 2022 02:48 a.m. AR

Incluir es ofrecer un entorno en donde todos se sientan bienvenidos y donde todos sientan que pueden
aprender. En donde se tengan en cuenta las necesidades, expectativas, intereses y deseos de todos, no de
algunos. La convivencia es, nada más y nada menos, que respetar al otro

Es necesario que la educación incluya recorridos escolares individuales para cada niño que así lo requiera

Siempre pienso que todos somos un poquito como un queso Gruyere. Una parte importante de queso y otra
de agujeros. ¿Quién no tiene agujeros? Algunos más visibles que otros, pero todos tenemos nuestros
agujeros.
La inclusión es uno de los desafíos más grandes que enfrenta la escuela hoy. La educación es un derecho y
no un privilegio. Ya lo sabemos: todos los chicos pueden llegar a su mayor potencial en los ambientes
adecuados. La gran pregunta que debemos hacernos es justamente esa: ¿están en los ambientes
adecuados?
Desde las instituciones debemos asegurar una educación de calidad y promover oportunidades de
aprendizaje a lo largo de la vida para todos. Pero para que esto ocurra, es muy importante que todos nos
comprometamos: docentes, directivos, alumnos, familias y toda la comunidad.
La inclusión se refiere a vivir con la diferencia. Es convivir y a convivir se aprende… conviviendo.
Es ofrecer un entorno en donde todos se sientan bienvenidos y donde todos sientan que pueden aprender.
En donde se tengan en cuenta las necesidades, expectativas, intereses y deseos de todos, no de algunos. La
convivencia es, nada más y nada menos, que respetar al otro.
Las instituciones educativas deben trabajar de manera seria, transversal y sostenidas en el tiempo las
habilidades socioemocionales como la empatía, la colaboración, y el respeto por las diferencias, lo que, sin
duda, a la larga, hace que los chicos sean mejores personas y el mundo un lugar más amable. Significa que
derribamos barreras y les ofrecemos herramientas a todos los alumnos para que puedan aprender, los
apoyamos y hacemos un seguimiento. Significa erradicar todo tipo de violencia.
Nos preguntamos si las prácticas áulicas son efectivas para todos los alumnos y, en caso que no lo fueran,
qué podemos hacer para ayudar a aquellos alumnos que necesitan algún enfoque o recurso diferente.
Cuantas menos habilidades tenga el alumno, mayores recursos necesitará el docente, lo que implica que
seguramente tendremos que hacer adecuaciones, es decir recorridos escolares individuales para cada niño
que así lo requiera. Pero esto no significa, de ninguna manera, dejarlo en un rincón haciendo cosas
irrelevantes. Significa acompañarlo y guiarlo para que pueda llegar a su máximo potencial.
Será fundamental ver si contamos con el recurso humano necesario, si debemos capacitarlo o contar con
algún apoyo extra en el aula, en casos que así lo requirieran los alumnos. Y en el caso de contar con docentes
de educación especial, estos y los docentes del aula deben trabajar juntos.
¿Cómo caminamos hacia una educación inclusiva?
- Dándonos cuenta de que no podemos tener escuelas para unos y escuelas para otros, y que todos nos
beneficiamos de un aula inclusiva.
- Haciendo que las diferencias sean menos diferentes. Después de todo, todos somos diferentes y todos
aprendemos de maneras diferentes.
Algunas ideas:
- Ajustemos el tiempo al ritmo de cada alumno, para que cada uno tenga la oportunidad de lograr sus
objetivos.
- Ofrezcamos estrategias pedagógicas interesantes: las actividades significativas y relevantes para el alumno
lo conectan más con la aventura del saber, y no con la necesidad de aprobar.
- Ofrezcamos opciones: la elección baja el estrés y sube la motivación, a la vez que les ofrece a los alumnos la
posibilidad de desarrollar la autorregulación y compromiso.
- Incorporemos la tecnología no como fin, sino como medio. La posibilidad de incorporar tecnología les da a
los alumnos mayor variedad, autonomía, y un feedback más preciso, y con las herramientas apropiadas, se
puede ver en dónde necesitan los alumnos más ayuda o personalización.
- Teniendo altas expectativas para TODOS nuestros alumnos.
- Inspirando con nuestra visión, y mostrándonos cómodos en un ambiente heterogéneo.
- Investigando y capacitándonos.
- Trabajando de manera cooperativa.
- Haciendo un relevamiento de las prácticas actuales y viendo qué necesitamos cambiar o reforzar.
Construyamos un mundo en donde todos podamos vivir.
¿DEBERES SÍ O DEBERES NO?
PorLaura Lewin 04 May, 2022 00:07 a.m. AR

Deben generar un desafío digno de ser enfrentado y poner en juego la creatividad, la habilidad de pensar y
de resolver problemas o situaciones por parte de los alumnos

Cuando los deberes ayudan a automatizar el contenido, ayudan a aprender. Pero no se trata de recabar
información y transcribirla

Desde siempre se ha debatido si los deberes son beneficiosos o no para los niños. Pensemos juntos…
Algunas personas se oponen a los deberes al afirmar que no existe evidencia científica sobre que los deberes
ayuden a los niños a ser mejores alumnos. Sostienen que ni siquiera ayudan a desarrollar la responsabilidad,
porque más que una opción, hacer deberes es una obligación y no brinda la posibilidad de elegir. Además,
sostienen que cuando los chicos van doble jornada a la escuela, terminan agotados física y mentalmente.
Por otro lado, cuando un adulto sienta a un niño a hacer tareas que no le resultan interesantes, seguramente
este las hará por obligación o no las hará. Esto, sin duda, los frustrará, los enojará, generará tensiones en el
hogar, afectará la relación con el adulto y la impresión que el niño tenga acerca de qué significa aprender.
Todo esto es cierto. Sin embargo, el problema no son los deberes. El tema es definir qué sí, qué no y, por
sobre todo, para qué.
¿Sirve hacer deberes?
Cuando un alumno debe realizar una tarea creativa, aumenta el número de conexiones sinérgicas y aumenta
el desempeño cognitivo. Cuando aprendemos, mensajes químicos viajan de una neurona a otra, una y otra
vez. El cerebro comienza a crear conexiones que generan circuitos entre las neuronas. Estos circuitos hacen
que las cosas nos salgan cada vez mejor y las recordemos más.
Pensemos en la primera vez que manejamos, por ejemplo. Mirábamos para todos lados, pensábamos qué
pie utilizar, qué cambio poner. Teníamos que pensar en cada movimiento que hacíamos, en la calle y en los
otros autos, todo junto y al mismo momento. Hoy manejás y lo hacés prácticamente de manera intuitiva,
porque las neuronas crearon un circuito neural. Estos circuitos son los que hacen que recordemos.
Es como caminar por la arena una y otra vez por el mismo lugar. De tanto ir por ese camino, queda una
huella. Las neuronas mandan los mensajes una y otra vez, hasta que se crea un circuito, una especie de
camino en el cerebro. Su formación y refuerzo permite que podamos construir recuerdos cada vez más
fácilmente. Esto sucede mediante mecanismos que potencian la amplitud y la fuerza de las sinapsis, o con la
creación de nuevas conexiones. El olvido está relacionado con su eliminación. Cuanto menos utilicemos una
conexión, más posibilidades hay de que esta desaparezca.
Por eso, repetir y trabajar interdisciplinariamente hace que la información llegue de maneras diferentes al
cerebro de nuestros alumnos, que puedan aprendan y recordar. Cuantos más circuitos hagan, más
aprenden. Es decir que cuando los deberes ayudan a automatizar el contenido, los deberes ayudan a
aprender. Sin embargo, no se trata de recabar información y transcribirla.

Cuando no funcionan los deberes


Cuando hacer los deberes se convierte en una tarea tediosa, rutinaria y sin sentido, la motivación
desaparece. Hacer los deberes debe implicar un desafío, hacerlos pensar, es decir, involucrarlos
cognitivamente.
Por otro lado, los chicos deben “querer” aprender, no “deber” aprender. Debemos ayudarlos a desarrollar la
curiosidad y cultivar el amor por el conocimiento. Demasiada tarea, no productiva, podría alejarnos de ese
objetivo.
Cuando la tarea no es interesante, el niño no la va a querer hacer, lo que generará conflictos en casa, con sus
padres, y un distanciamiento del placer por aprender, además de agregar horas, en muchos casos, a la ya
desmedida carga horaria escolar, en el caso de los chicos que van doble jornada al colegio. Lo que debemos
generar son deberes de calidad.
Lo que buscamos es que a través de los deberes puedan desarrollar la autonomía, la autodisciplina y
autogestionar sus propios aprendizajes. Si se asignan deberes, estos deben ser significativos, relevantes e
interesantes. Deben generar un desafío digno de ser enfrentado y poner en juego la creatividad, la
habilidad de pensar y de resolver problemas o situaciones por parte de los alumnos.
Los deberes deben generar un desafío que involucre diversas habilidades, no limitarse a recabar y transcribir
información. Por ejemplo, si deben resolver un problema de matemática, o alguna situación para resolver,
podríamos pedirles que reflexionen acerca de:
- El problema que más curiosidad les dio…
- La manera en la que creen van a resolverlo…
- Por qué eligieron esa estrategia, etc.

¿Buena ayuda o mala ayuda?


Los deberes son el puente entre la escuela y el hogar, y el rol de la familia no es un tema menor. Ahora bien,
debemos tener en claro cuándo la ayuda de la familia es beneficiosa y cuándo no. La ayuda es útil cuando, si
se frustran los chicos, los alentamos, o les ofrecemos alguna pista para ayudarlos a pensar. Inclusive, aun
cuando la familia no puede ayudar desde el contenido, la buena ayuda implica ayudarlos a organizarse,
buscar un espacio propicio para las tareas, acompañarlos, ayudarlos a armar un cronograma de trabajo,
ayudarlos a organizar grupos de estudio, alcanzarles algo para tomar, etc.
La mala ayuda es marcarles lo que hicieron mal, sin ayudarlos a pensar, o hacer por ellos lo que ellos
podrían hacer por sí mismos. Darles a los chicos las respuestas cuando se traban, puede contribuir a
generarles la sensación de “no poder”. Al hacer por ellos lo que ellos podrían hacer por sí mismos, podría
enviarles el mensaje de que “como vos no podés, tengo que hacerlo yo por vos”, lo que a la larga puede
generar dependencia, sentir que no pueden, o frustrarse con facilidad.
Demasiada tarea, aleja a los chicos del tiempo en familia, del tiempo recreativo y social tan importante para
su desarrollo integral. Por eso, cuando hablamos de deberes, debemos poner siempre la calidad por sobre la
cantidad. Hacer deberes debe ser productivo. Si no, lejos de ayudar a los niños, los deberes se convierten en
una herencia del viejo sistema educativo.
LA GRAN PARADOJA DE LA EDUCACIÓN ACTUAL
PorLaura Lewin 27 Abr, 2022 00:16 a.m. AR

Nuestros alumnos salen de la escuela con menos curiosidad y menos creatividad que cuando ingresan

Más que seguir pidiéndoles que repitan contenido, debemos preparar a nuestros alumnos para generar valor
agregado a lo que sea que decidan hacer (Foto NA)

Los chicos nacen con una motivación natural. ¿Qué niño no abría los cajones y daba vuelta las carteras de
pequeño? Todos nacemos curiosos. Y después, un día, vamos al colegio. “Sentate derecho y prestá
atención”. A algunas personas les sigue costando entender que los chicos aprenden más cuando se
involucran cognitiva y emocionalmente.
Cuentan en el libro Disney U que Walt Disney sabía que un supervisor no podía gritarle a un empleado en la
oficina y después pedirle que saliera a sonreírles a los visitantes de su parque como si nada hubiera pasado.
Como docentes, ¿podemos generar un aula con miedo, en la que penalizamos el error o hacemos sentir mal
a los alumnos, y luego pedirles que desarrollen toda su creatividad o que se arriesguen a hacer preguntas o a
cometer errores?
Pensar es complicado. No podemos pensar si creemos que alguien nos va a poner en ridículo o simplemente
no le interesa escuchar lo que decimos. Tampoco podemos pensar si creemos que tal vez otros son más
inteligentes y podrían contestar algo mejor o cuestionarnos porque no están de acuerdo con nosotros. ¡Hay
que animar a nuestros alumnos a pensar! Por eso, debemos hablar de aulas sanas, con ausencia de
amenaza. Aulas en donde nadie pueda interferir con el aprendizaje de un compañero y en donde hayan
oportunidades significativas para pensar.
Activamos cognitiva y emocionalmente a nuestros alumnos proporcionándoles la seguridad emocional que
necesitan. Un espacio de aprendizaje inseguro genera barreras que afectan el aprendizaje. Cuando el aula
no es un lugar sano, se rompe el compromiso de los alumnos con el proceso de aprendizaje.
La creatividad no es una habilidad innata. Se entrena. Implica descubrir, jugar, generar nuevas ideas, mejorar
las ideas que ya existen, relacionar cosas. Es conectar cosas, hacer surgir una idea nueva; es el medio que
nos permite solucionar un problema. En un mundo en el que muchos buscan encasillarse, la clave está en
enseñarles a nuestros alumnos a encontrar las diferencias.
Históricamente, se le ha atribuido a la educación la responsabilidad de formar para el mundo del trabajo.
Pero ¿cómo se vislumbra este escenario en la actualidad? Hoy, muchas empresas –entre otras, gigantes
como Google– valoran más la curiosidad que el alto coeficiente intelectual de sus empleados. Por lo
tanto, más que seguir pidiéndoles que repitan contenido, debemos preparar a nuestros alumnos para
generar valor agregado a lo que sea que decidan hacer. La capacidad de innovar, de resolver problemas y de
pensar de maneras creativas es hoy más importante que recordar datos. Esto no significa que no trabajemos
con el contenido –que es muy importante–, pero nuestros alumnos necesitarán de nuevas habilidades y de
mucha motivación para enfrentar el futuro.
Debemos asumir que muchas carreras tradicionales van a desaparecer y que la habilidad de reinventarse va
a ser cada vez más importante. La motivación será clave para poder mantenerse a flote en un mundo tan
cambiante. Mantenerse curiosos, abiertos a diferentes perspectivas y a distintos puntos de vista y
oportunidades, y estar dispuestos a los cambios, ser perseverantes y asumir riesgos resultarán los requisitos
básicos del mundo dinámico, interconectado y versátil que los recibirá.
Cada uno de nuestros alumnos tendrá que aprender a aprender por sí mismo y a crearse oportunidades para
sí. Y si bien no va a haber lugar para que todos se conviertan en un Spielberg, un Steve Jobs o un Elon Musk,
con la motivación adecuada y un ambiente propicio, cada uno será capaz de poner su sello a lo que haga.
Pensemos en una reunión de trabajo, en la que un directivo pide ideas. Alguien dice “a mí se me ocurre tal
cosa” y alguien responde: “Eso ya lo intentamos y no funcionó”. Otro dice “eso es muy caro”, otro contesta
“no lo veo posible”. ¿Qué pasa entonces? Se acaban las ideas. Después de todo, seguramente alguien va a
objetarnos. Como docentes, podemos transformar la educación e implementar nuevos programas, pero si el
clima general en la institución pone barreras, si no nos sentimos empoderados o no nos permitimos poner
en práctica ideas nuevas, todo seguirá igual: no se probará nada nuevo ni se tomarán riesgos y perderemos
una gran oportunidad para cambiar la manera de enseñar.

El pensamiento divergente y el pensamiento convergente


El pensamiento convergente es la habilidad de llegar a una respuesta de manera lógica. Por ejemplo, si nos
preguntamos para qué sirve un paraguas, hay una respuesta lógica: para protegerse de la lluvia. Por lo
general, este tipo de pensamiento encuentra una única solución a los problemas.
El pensamiento divergente consiste en llegar a diversas respuestas de manera creativa o innovadora, por
ejemplo: para qué sirve un paraguas. Para llenarlo de tierra y convertirlo en una maceta, para alcanzar algo
que no alcanzamos, etcétera.
El pensamiento convergente y el pensamiento divergente son partes diferentes de un mismo proceso: nos
ayudan a desarrollar ideas y a ver qué queremos hacer con ellas. Ambos constituyen el elemento
fundamental de la resolución de problemas de forma creativa. El pensamiento divergente es el que nos
permite ver las cosas de diversas maneras y encontrar diferentes soluciones.
Imaginemos esta situación: somos dueños de un edificio de oficinas y los que alquilan se quejan porque el
ascensor es muy lento. Y es verdad, el ascensor es viejo y lento, y la gente demora en subir o bajar. Es un
problema que tenemos que resolver porque los inquilinos amenazan con no renovar sus contratos de
alquiler por culpa del ascensor. Para sacarnos el problema de encima lo más rápido posible, pensamos en
cambiarle el motor al ascensor o comprar uno nuevo (pensamiento convergente: si la gente se queja porque
el ascensor es lento, la única solución es cambiarlo).
Sin embargo, hay otras soluciones que podrían funcionar si reformuláramos el problema, es decir, si lo
viéramos desde otro ángulo. Por ejemplo, podríamos poner espejos en el ascensor. ¿Espejos? Sí, la gente
pierde la noción del tiempo cuando se distrae. El espejo no hace más rápido al ascensor, pero reformula el
problema: la espera es frustrante. Esa es en realidad la causa del problema y de las quejas: lo que irrita a la
gente es tener que esperar. Si la espera es frustrante, la solución podría ser simplemente que la espera se
sienta menos. Poner un espejo, música, una pantalla con fotos, videos o incluso datos de interés hará que se
pierda la noción del tiempo y se olvide la demora. La idea detrás de esto es poner el foco en donde está el
verdadero problema.
Por lo general, la escuela se focaliza más en el pensamiento convergente. El docente hace una pregunta y
espera que los alumnos respondan al unísono. Si queremos adultos creativos, pero que también pueda
pensar de manera crítica, necesitaremos desarrollar ambos tipos de pensamiento en los alumnos.
El pensamiento divergente favorecerá no solo la creatividad, sino también la autonomía de pensamiento, el
pensamiento no convencional, la apertura de pensamiento, la empatía, el poder de adaptación, la
flexibilidad, entre otras habilidades, porque colabora con el proceso creativo.
El pensamiento convergente, por su parte, favorecerá el análisis, el razonamiento y la lógica.
Algunas personas son muy buenas para analizar problemas y tomar decisiones. Sin embargo, por lo general
la escuela no nos preparara demasiado en pensar nuevas ideas, nuevas opciones y en generar el clima
propicio para que pensar nuevas propuestas sea seguro, sin el temor de la mirada crítica de los demás.
Además de trabajar con una cultura de pensamiento en las aulas, en donde se valore el pensamiento, haya
tiempo para pensar, abunden las oportunidades significativas para hacerlo, se modele el buen pensamiento
y se trabajen con productos del pensamiento (organizadores gráficos, rutinas de pensamiento, etc.),
necesitamos dejar de menospreciar a las mal llamadas “materias relleno”. Incorporar el arte en la educación
es fundamental. Esto no significa solo una hora de arte por semana, significa hacerlo de manera
interdisciplinaria.
Con la música no buscamos hacer músicos. Con el arte no buscamos formar artistas. La educación artística es
para todos, porque un buen programa de arte promueve la creatividad, la innovación, la concentración, la
resolución de problemas, la coordinación, la atención y la autodisciplina, y muchas otras
habilidades. Habilidades que tienen el potencial de cambiar vidas.
Nuestros alumnos ya no son solo consumidores de contenido, ahora son prosumidores, es decir que
producen los contenidos. Si se les permitiera, podrían entregar trabajos más complejos, como si se
desempeñaran en un estudio audiovisual.
Y un concepto clave en educación: aprender del error. ¡Podemos aprender mucho de los fracasos! Debemos
permitirles a nuestros alumnos equivocarse con optimismo. ¡Están aprendiendo!
El problema es que, si seguimos poniendo a los alumnos en una cubetera de hielo, todos haciendo lo mismo,
al mismo tiempo y de la misma manera, como en una línea de ensamble, el desarrollo de la creatividad
seguirá en un stand-by. Debemos dejar atrás la idea de que el contenido es lo único importante.
Necesitamos ofrecerles a nuestros alumnos oportunidades para que desarrollen aquellas habilidades que los
van a empoderar y los empujarán a querer aprender siempre, aún mucho después de salir de nuestras aulas.
DE LA ESCUELA TRADICIONAL A LA NUEVA EDUCACIÓN
PorLaura Lewin 22 Abr, 2022 00:06 a.m. AR

Si el objetivo de la escuela es preparar a los alumnos para el mundo que viene, entonces no podemos seguir
brindándoles herramientas del pasado

Seguimos teniendo docentes que enseñan como ellos aprendieron, a alumnos que necesitan aprender cosas
nuevas y de maneras diferentes (Foto NA)
Existe una gran brecha entre qué aprenden nuestros alumnos y qué necesitan aprender, cómo aprenden
nuestros alumnos y cómo necesitan aprender y dónde aprenden nuestros alumnos.
Desde hace ya varios años, la ciencia viene arrojando luz sobre un tema clave en la educación: las
neurociencias. Las amplias investigaciones acerca de cómo funciona el cerebro y en particular acerca de
cómo aprendemos, nos ayudan a comprender qué se pone en juego en los objetivos de aprendizaje y los
procesos de enseñanza.
Hoy, gracias a los aportes de la ciencia, podemos comprender los procesos cognitivos que participan en el
aula, tales como las funciones ejecutivas, cómo funciona la memoria, cuándo prestamos atención y cuándo
no, qué sucede cuando desarrollamos la curiosidad en los alumnos y el rol de las emociones en el aula, entre
otros.
Los estudios científicos nos revelan que hay factores que promueven o inhiben el aprendizaje. Los
docentes deben estar familiarizado con estos aportes que nos brinda la ciencia para de esta manera a ayudar
a los alumnos a llegar a su máximo potencial.
Claramente acceder a esta información y cambiar no sólo un sistema, sino además las creencias de docentes,
alumnos, padres, inspectores, supervisores y demás, no es sencillo. Pero es necesario. Si lo que deseamos es
ofrecerles a nuestros alumnos la mejor educación posible, el momento es hoy.
Pareciera ser una contradicción: si el objetivo de la escuela es preparar a los alumnos para el mundo que
viene, entonces no podemos seguir brindándoles herramientas del pasado. Cambian los celulares, cambian
los autos, cambian los televisores, cambia la manera en que nos comunicamos, pero lamentablemente la
educación no. Seguimos teniendo docentes que enseñan como ellos aprendieron, a alumnos que necesitan
aprender cosas nuevas y de maneras diferentes. Sin la decisión de los directivos, pasarán cien años más y
las cosas seguirán igual. Es la inercia lo que no nos permite avanzar.
Cualquier persona que contrata personal estará de acuerdo en que si bien las cuestiones técnicas son
importantes, de nada le servirán a la persona si no puede adaptarse, ser flexible, mantenerse motivada a
pesar de las dificultades, ser creativa, innovar, conectar con la gente, aceptar la crítica constructiva, ser parte
de la solución y no del problema, que pueda pensar; es decir, habilidades de este siglo, que ya no son
opcionales.
Los estímulos de los chicos han cambiado. A diferencia de lo que estaba disponible décadas atrás, hoy tienen
a su disposición consolas de juegos, celulares poderosísimos, parlantes inalámbricos para utilizar donde
quieran, cuando quieran. Difícilmente un docente parado en frente del aula pueda competir con todo este
mundo de estímulos instantáneos. Necesitamos poder captar la atención de nuestros alumnos a través de
múltiples recursos que los atrapen. ¿Por qué muchos chicos se aburren en Historia pero les encanta History
Channel? Tal vez porque la persona detrás de History Channel es un apasionado por la historia, y ese
entusiasmo traspasa la pantalla del televisor. El entusiasmo es contagioso. Nunca debemos menospreciar el
valor de un docente apasionado.
Por otro lado, nada más triste de ver en un aula a alumnos que parecen como anestesiados. ¡Debemos
potenciar sus sentidos! Muchos están tan aburridos que no logran conectar con lo que pasa en la clase. Es
más, muchas de las tantas actividades que se les sigue pidiendo a los alumnos hoy son aburridas, sin
propósitos claros y no desarrollan habilidades esenciales como el pensamiento crítico o la creatividad. Para
que las actividades sean productivas deben involucrar a los alumnos cognitiva y emocionalmente, estar
centradas en el alumno, tener un objetivo real –es decir, ser necesarias–, ofrecer un tiempo de trabajo
razonable y estar al nivel de los alumnos. Para lograr aprendizajes significativos y relevantes, necesitamos
poner énfasis en el desarrollo de la autonomía, el pensamiento crítico, las habilidades de pensamiento de
orden superior y el uso de la tecnología (como medio, no como fin). Como hemos dicho, ya no se trata de
transmitir contenidos, sino de ayudar a los alumnos a fusionar el contenido, a aplicarlo, a manipularlo para
cambiar las cosas, a hacer algo con ese contenido, es decir, ¡a ponerlo en acción!
Los chicos estudian, rinden, aprueban y a los tres días ya se olvidaron lo que aprendieron. ¿Aprendieron?
Seguramente no. Pero aprobaron, lo que hace que el alumno siga esa repitiendo ese patrón y sigamos
sosteniendo ese sistema de priorizar el aprobar por sobre el aprender. Los alumnos deben saber que
estudiar para aprobar, y no para aprender, daña significativamente sus habilidades de aprender en el largo
plazo.
El docente ya no es, como sí lo era hace décadas atrás, la única fuente de conocimiento. Hoy el conocimiento
está a un clic de distancia, en la computadora, el celular, muy al alcance de la mano. También en el trabajo
colectivo. A veces, el mismo alumno sabe más de un tema que el docente, lo que genera un sentimiento de
amenaza en algunos docentes. El docente hoy es un facilitador. Es quien facilita, a través de las estrategias
didáctico-pedagógicas y el clima en el aula, que sus alumnos aprendan.
Alimentarse, ejercitarse, y dormir bien también influyen en el desarrollo cognitivo. Es decir que debemos
trabajar no sólo en qué ocurre dentro del aula, sino fuera del aula también. La evidencia científica nos indica
que un sueño adecuado desempeña un papel vital en el aprendizaje y en la consolidación de la memoria. Por
lo tanto, cualquier trastorno en el sueño impacta directamente en el funcionamiento general y en el
rendimiento académico. Además, el sueño consolida la memoria. Por otro lado, ciertos tipos de deficiencia
nutricional impactan negativamente en el cerebro y en el desarrollo de las funciones cognitivas.
Una breve encuesta a los padres, para saber cómo duermen y qué o si desayunan los chicos antes de
ingresar a la escuela, puede brindarnos información importante que luego podemos procesar y hacer una
devolución para concientizar a las familias acerca de estos aspectos tan importantes para el buen
funcionamiento del cerebro.
Muchas decisiones están basadas en qué le funciona mejor al adulto o al sistema y deja de lado los
beneficios para el alumno. Por ejemplo, ya sabemos que el ritmo circadiano en los adolescentes cambia. Los
adolescentes se duermen más tarde. Esto obedece a factores biológicos, no de hábitos. Por lo tanto, los
chicos ingresan al colegio a las 7 de la mañana y están dormidos, lo que claramente impacta sobre su
desempeño. Sería grandioso retrasar el horario de entrada al colegio en la secundaria, o poner actividades
que no generen un desgaste cognitivo. Por ejemplo, educación física. El ejercicio físico es bueno para el
cuerpo, pero además para la mente. Está demostrado que el ejercicio físico mejora las habilidades
cognitivas. Al aumentar el flujo de oxígeno dentro del cerebro generamos mayor agudeza mental. Los vasos
sanguíneos son como caminos que habilitan el paso de energía y oxígeno. El ejercicio mejora este sistema.
Las investigaciones en neurociencia están revelando que la actividad física es tan buena para el corazón
como para el cerebro. No solo mejora el sistema cardiovascular o el sistema inmunológico, lo que repercute
directamente en la motivación o el estado de ánimo, sino que, además, hoy ya conocemos cómo el ejercicio
regular es capaz de modificar el entorno químico y neuronal que favorece el aprendizaje. El ejercicio
incrementa el flujo de la sangre y oxigena el cerebro. Por lo tanto: mejora el aprendizaje, mejora la memoria
yaumenta la confianza del alumno. Aumentemos la frecuencia de actividad física en la escuela y tendremos
alumnos que aprenderán más.
10 claves que nos brindan las neurociencias para aplicar en el aula:
- Muchos docentes desaprovechan el inicio y el final de la clase sin saber que los alumnos recuerdan mucho
más lo que aprenden en la primera parte de la clase, y luego lo que aprenden o repasan al final de la clase.
- El cerebro es un órgano social: debemos tener aulas más colaborativas.
- La evaluación formativa está relacionada con evaluar para aprender. Apunta a mejorar los aprendizajes. Es
para los alumnos, pero también para el docente. Se enfoca en lograr los objetivos en lugar de determinar si
se lograron o no. Más tests, pero sin nota, mejoran el aprendizaje, mientras que la auto evaluación favorece
la retención. Cuando les enseñamos a nuestros alumnos a ver sus errores de manera racional y no
emocional, les estamos dando una lección mucho más importante que el tema en cuestión. Les enseñamos a
manejar la frustración y el aprender de los errores, que son sin duda, habilidades esenciales para la vida.
- Si lo que buscamos es que los alumnos aprendan, necesitamos que piensen. No aprendemos de las
experiencias; aprendemos de reflexionar acerca de esas experiencias. Y de eso se trata la metacognición. Es
más importante el esfuerzo que la nota.
- Más que respuestas para memorizar, debemos darles a los alumnos situaciones para resolver. Los
problemas reales promueven el juicio creativo y significativo.
- La elección es clave para desarrollar la motivación intrínseca. La elección ayuda a segregar químicos buenos
y disminuye el estrés.
- Hay que repasar para aprender. La repetición y el recuperar la información (¿se acuerdan que la clase
pasada…?) ayudan a recordar.
- Repensemos el aula…. Debemos comprender que los espacios de aprendizaje afectan a los alumnos y al
proceso de enseñanza.
- La seguridad emocional es clave para poder aprender. Los alumnos deben conocer el impacto del estrés, el
cansancio y el miedo en las habilidades de pensamiento de orden superior y en la memoria.
- Los alumnos deben tener oportunidades para moverse y jugar. El juego es crucial para que puedan lidiar
con el estrés. El humor educe el estrés, eleva el sistema inmunológico y aumenta el sentido de alerta y la
memoria. La música cambia la química del cerebro: energiza, relaja y mejora la eficacia para terminar las
tareas.
Independientemente de cómo está tu escuela o tu aula hoy, ¿en qué querés convertirla?
¡ES LA INERCIA LA QUE NO NOS PERMITE AVANZAR EN EDUCACIÓN!
PorLaura Lewin - 13 Abr, 2022 00:16 a.m.

Se sigue enseñando para un mundo que ya no existe. Debemos redefinir las prácticas didáctio-pedagógicas y
personalizar la educación

¿la enseñanza debe continuar basada en la transmisión de información o debemos enseñar por habilidades?
(Foto NA)
Un estudio del Observatorio de Argentinos por la Educación, que está dando mucho que hablar, afirma
que sólo 16 de 100 chicos termina el secundario con un nivel aceptable. Y esto, lamentablemente, tiene
sentido. En muchísimas escuelas se sigue enseñando como se enseñaba hace décadas atrás. Es decir que se
sigue enseñando para un mundo que ya no existe.
Los sistemas educativos nacionales nacen en los albores de la Revolución Industrial, con el claro objetivo de
formar mano de obra para el trabajo. Esa intención primaria, lamentablemente, sigue vigente y a
contramano de los cambios del mundo actual. Seguimos dándoles mucho más crédito a las materias
tradicionales que a otras, alejando a muchos niños y jóvenes de sus pasiones o fortalezas. Tal vez no son
buenos para matemática, pero son maravillosos para la música, los deportes, el arte o las ciencias. Pero
claro, pareciera que esto no alcanzara en un sistema que ensalza las fortalezas académicas por sobre las
artísticas, las habilidades socioemocionales o el deporte.
En la escuela tradicional, todos deben aprender lo mismo y al mismo tiempo. Si esto no sucede, los alumnos
avanzan sin haber aprendido o repiten. Y la repitencia, por lo general, como sabemos, es la antesala al
abandono.
Para cambiar esta realidad, debemos redefinir las prácticas didáctio-pedagógicas y personalizar la
educación. En ese orden. Resulta muy difícil personalizar la educación sin redefinir las prácticas didáctio-
pedagógicas antes.
En un contexto saturado de información, en el que lo que deseamos conocer está a un clic de distancia, ¿la
enseñanza debe continuar basada en la transmisión de información o debemos enseñar por
habilidades? El desafío es el de pasar de la mera transmisión de contenidos al trabajo por habilidades,
fusionando aprendizajes, trabajando por proyectos, con una evaluación formativa que nos permita pasar de
“ver si lo lograron” a “ayudarlos a lograrlo”.
Uno de los grandes desafíos que nos presenta el contexto actual es preparar a nuestros alumnos para un
futuro desconocido. Un futuro que no podemos predecir. No tenemos idea de cómo será el mundo en cinco
o diez años, pero aún así, educamos para ese mundo.
La inercia de hacer lo que siempre se ha hecho, algo así como “las cosas siempre se hicieron así”, es lo que
no nos permite avanzar.
Para poder trascender esta situación, todos los actores de la educación deben comprometerse. Los
directivos viendo lo invisible, (independientemente de cómo están las cosas hoy, ¿en qué quiero convertir a
mi institución? ¿Qué necesitan los alumnos para poder aprender?), los docentes acompañando y generando
entornos significativos y relevantes, propiciando contextos para que los chicos vayan a la escuela
entusiasmados, las familias como colaboradoras imprescindibles de este proceso, los alumnos con su
esfuerzo e implicancia, y el Estado poniendo a la educación como prioridad.
Para transformar la educación necesitamos de un compromiso alto para generar y sostener cambios a lo
largo del tiempo. Mejorar la calidad de la educación requiere, ante todo, una voluntad muy firme de
mejorar. De trabajar de manera articulada entre todos los actores de la educación y fijar metas a corto,
mediano y largo plazo.
La calidad del sistema educativo no puede ir más allá de la calidad de sus docentes. Por lo tanto, y teniendo
en cuenta que todo cambio o transformación requiere de profesionales idóneos y comprometidos, resulta
de suma importancia que los centros de formación docente modernicen sus planes de estudio y capaciten
a sus docentes, para que sus egresados, futuros docentes, puedan llegar al aula con los conocimientos
necesarios para lograr la tan mentada transformación educativa.
Pero, a su vez, estos docentes necesitan tener ciertas condiciones para poder crecer y aportar de manera
positiva al sistema. Debemos darles respuestas a muchas cuestiones que escapan a lo pedagógico-didáctico,
pero que son básicas para poder avanzar en el tema: desde sueldos dignos y condiciones de empleo hasta
infraestructura, edificios aptos para impartir educación, y más y mejores recursos, todas cuestiones
esenciales sin las cuales hablar de una mejora educativa suena casi como una fantasía.
¿Cómo podemos pedirle hoy a un docente, que va de una escuela a otra, que no tiene recursos, ni le alcanza
el sueldo, que dedique tiempo a pensar, a planificar o a tomar decisiones para mejorar la calidad educativa
de sus alumnos? Innovaciones en el aula sí, pero también cuestiones básicas resueltas que nos permitan
poder seguir avanzando a paso firme. Los alumnos no pueden esperar.
ENTRE PIZARRONES Y PANTALLAS
PorLaura Lewin - 25 Dic, 2023 01:34 a.m.

El debate de la tecnología en la educación. Los docentes juegan un papel crucial en este nuevo panorama
educativo
El impacto del uso de las pantallas en los alumnos
En la era de la información y la tecnología, la educación ha experimentado una transformación significativa.
La integración de la tecnología en el aula ha abierto nuevas puertas y ha presentado oportunidades únicas
para enriquecer el aprendizaje. Sin embargo, como con cualquier herramienta poderosa, su uso efectivo
depende de cómo, cuándo y por qué se implementa.
La tecnología, utilizada adecuadamente, puede ser una poderosa aliada pedagógica. En primer lugar, ofrece
acceso a una cantidad inimaginable de recursos e información. Internet sumado a las plataformas educativas
proporcionan a los estudiantes y docentes un inmenso campo de información, mucho más allá de lo que
cualquier biblioteca física podría ofrecer. Además, la tecnología permite la personalización del aprendizaje.
Los programas y aplicaciones educativas pueden adaptarse a las necesidades individuales de los estudiantes,
permitiéndoles aprender a su propio ritmo y de acuerdo con su estilo de aprendizaje preferido.
Otro aspecto revolucionario es cómo la tecnología facilita el aprendizaje colaborativo. Herramientas como
los foros de discusión, plataformas de colaboración online y entornos virtuales de aprendizaje les permiten a
los estudiantes trabajar juntos, superando barreras geográficas y culturales. Esta interacción no solo mejora
las habilidades de colaboración, sino que también prepara a los estudiantes para un mundo laboral donde el
trabajo en equipo y la colaboración online son esenciales.
Además, la tecnología hace que el aprendizaje sea más interactivo y atractivo. Los medios como videos,
simulaciones y juegos educativos pueden convertir conceptos abstractos en experiencias concretas y
atractivas. Esta interactividad aumenta la motivación y el compromiso de los estudiantes con el material de
aprendizaje, lo que resulta en una experiencia de aprendizaje más profunda y duradera.
Sin embargo, la tecnología en el aula no está exenta de desafíos. Los dispositivos móviles pueden ser
herramientas educativas valiosas, pero también distracciones significativas. Las redes sociales, juegos y
notificaciones pueden alejar la atención de los estudiantes del proceso de aprendizaje. La sobreestimulación
tecnológica genera trastornos cognitivos. La tecnología por lo general proporciona estímulos que son
inmediatos y de gratificación rápida, lo cual puede alterar los circuitos neuronales responsables de la
regulación de la atención. Como resultado, los alumnos pueden encontrar dificultades para concentrarse en
tareas que requieren un pensamiento más prolongado y profundo, ya que su cerebro se ha acostumbrado a
un procesamiento de información más superficial y rápido.
El uso excesivo de tecnología también puede llevar a un umbral más alto para el aburrimiento. Los chicos,
acostumbrados a un flujo constante de estímulos novedosos y emocionantes, pueden encontrar las
actividades áulicas menos estimulantes y aburridas. Esto se debe a que la constante estimulación digital
puede disminuir la capacidad del cerebro para encontrar placer en actividades que ofrecen recompensas a
largo plazo. La sobrestimulación tecnológica también puede afectar la capacidad de asombro y la
curiosidad. El asombro por lo general surge de la experiencia de encontrar algo nuevo y sin explorar. Sin
embargo, con el acceso ilimitado a información y entretenimiento, lo que antes era novedoso y
sorprendente puede volverse común y menos emocionante. Esto puede llevar a una disminución en la
curiosidad y el asombro, elementos fundamentales para el aprendizaje y la exploración creativa.
Los docentes juegan un papel crucial en este nuevo panorama educativo. La clave es encontrar un equilibrio
adecuado, utilizando la tecnología cuando mejora el aprendizaje y limitándola cuando se convierte en una
distracción. Esto requiere una formación continua en el uso de tecnologías educativas y una comprensión
profunda de cómo integrar estas herramientas de manera efectiva en la currícula.
La tecnología en la educación es una herramienta poderosa que ofrece la posibilidad de redefinir la
enseñanza y el aprendizaje. Su implementación adecuada puede crear aulas sin paredes, donde el
aprendizaje es ilimitado y accesible para todos, preparando a los estudiantes para un mundo cada vez más
digitalizado e interconectado.
La tecnología no es el futuro de la educación; es una parte vital del presente y una puerta hacia un futuro
educativo más inclusivo, interactivo y enriquecedor. El reto para los docentes e instituciones es integrar la
tecnología de manera que maximice sus beneficios y minimice sus desventajas. Esto implica no solo la
capacitación de los docentes en tecnologías educativas, sino también el desarrollo de políticas sobre el uso
de dispositivos móviles y la implementación de estrategias pedagógicas que incorporen la tecnología de
manera efectiva y ética. Menudo desafío.
CAOS EN EL AULA: LA BATALLA POR EL APRENDIZAJE EN ESPACIOS DESCONTROLADOS
PorLaura Lewin 04 Ene, 2024 03:20 a.m.

Es necesario encarar una redefinición radical del enfoque de nuestra sociedad hacia la educación

Las aulas se han convertido en extensiones del patio de la escuela, dominados por el desorden y la falta de
foco. (Foto: Reuters/Stephane Mahe)
En la actual encrucijada de la educación, nos enfrentamos a un desafío crucial y transformador: la necesidad
de un cambio cultural profundo.
Este cambio va más allá de la mera modificación de estructuras y programas de estudio; implica una
redefinición radical del enfoque de nuestra sociedad hacia la educación.
Un aspecto crítico de este cambio es el reconocimiento de que, con demasiada frecuencia, las aulas se han
convertido en extensiones del patio de la escuela, dominados por el desorden y la falta de foco,
obviamente, impactando en el aprendizaje.
Este desorden en las aulas es un síntoma de una crisis educativa más amplia. El caos físico y conductual en
estos espacios no solo interrumpe los procesos de enseñanza y de aprendizaje, sino que también reflejan
una pérdida de valores, disciplina y estructura en el entorno educativo. Esto lleva a un ambiente donde el
respeto por el docente y el interés por el aprendizaje se ven significativamente disminuidos.
El primer paso en esta transformación debe ser instaurar hábitos de estudio sólidos y volver a las fuentes:
reconocer la importancia de los valores fundamentales en nuestros estudiantes. La educación va más allá de
la mera acumulación de conocimientos; es la formación integral de ciudadanos responsables, críticos y
éticos. Para alcanzar este objetivo, necesitamos que los docentes recuperen su rol de autoridad -
diferenciándolo claramente del autoritarismo- en el aula. Una autoridad que se fundamente en el respeto
mutuo, la credibilidad, la empatía y una competencia profesional indiscutible, que guíe a los estudiantes en
su proceso de aprendizaje. En este contexto, es vital reconocer la importancia de proporcionarles a los
docentes sueldos dignos, recursos adecuados y capacitación de calidad. Estos factores son fundamentales
para que los docentes puedan desempeñar su rol eficazmente y con motivación.
La participación activa de la familia en el proceso educativo es otro pilar crucial, independientemente del
nivel socio-cultural de la familia. La calidad del entorno de aprendizaje es más importante para el desarrollo
social e intelectual de los chicos que la ocupación o ingreso de los padres. El hogar debe ser un espacio
donde se refuercen los valores de respeto, disciplina y amor por el conocimiento y se fomente la importancia
del esfuerzo y la perseverancia. Estos últimos son fundamentales para superar desafíos y alcanzar metas a
largo plazo, enseñando a los jóvenes que el éxito es el resultado del trabajo constante y la determinación.
Los padres y tutores deben ser colaboradores activos en las trayectorias académicas de sus hijos, brindando
apoyo pero, al mismo tiempo, exigiendo responsabilidad y esfuerzo. Son dos caras de la misma moneda:
incondicionalidad en el amor pero espera del mejor despliegue. ¿Qué sería de los chicos si nada se esperara
de ellos? Es también un acto de amor pedir que cada uno dé lo mejor de sí.
Este equilibrio entre dar apoyo y exigir resultados es una forma genuina de amor, que promueve la
autonomía, la autodisciplina y la resiliencia en los jóvenes.
Sin embargo, todo esto suena a ciencia ficción si no logramos rediseñar la experiencia educativa: las escuelas
deben transformar su lógica de enseñanza frontal. Las clases deben ser diseñadas para ser interesantes y
estimulantes, haciendo que el proceso de aprendizaje sea atractivo y significativo, con el objetivo de que los
alumnos disfruten del proceso de aprender y no se limiten a estudiar solo para aprobar exámenes. Deben
adoptarse enfoques más prácticos y relevantes, conectando los contenidos académicos con la vida real y
promoviendo la curiosidad y el pensamiento crítico.
La tecnología, aunque un aliado potencial en la educación, también presenta desafíos. Su uso debe ser
equilibrado, promoviendo el aprendizaje cuando sea apropiado y limitándolo cuando se convierta en una
distracción. En este contexto, es fundamental reconocer la importancia de la conectividad como un bien
básico esencial. La disponibilidad de una conexión a internet confiable y accesible es crucial para garantizar
la igualdad de oportunidades en el acceso a la información y los recursos educativos. Los docentes deben ser
hábiles en integrar la tecnología de manera que enriquezca la experiencia educativa, utilizando la tecnología
como una herramienta para abrir puertas a nuevas formas de aprendizaje, colaboración y exploración del
conocimiento.
Es importante también destacar que la educación no debe ser vista como un proceso unidireccional. De la
misma manera que les exigimos a nuestros jóvenes, debemos proporcionarles las herramientas y
oportunidades necesarias para que desarrollen su máximo potencial. Esto implica invertir en recursos
adecuados, en formación docente continua y en infraestructuras que promuevan un ambiente de
aprendizaje efectivo y agradable. La transformación necesaria en la educación no es solo una cuestión de
mejorar el rendimiento académico; es fundamental para construir un futuro sostenible. Los estudiantes de
hoy son los líderes, pensadores y ciudadanos del mañana. Al inculcar en ellos valores de respeto, disciplina y
amor por el aprendizaje, estamos sentando las bases para una sociedad más informada, ética y responsable.
EL PODER DE UN PASO: CÓMO LA ACCIÓN IMPULSA LA MOTIVACIÓN
PorLaura Lewin - 01 Feb, 2024 03:12 a.m.
Al adoptar estrategias que nos ayudan a recargar energías, podemos enfrentar nuestras responsabilidades
diarias, no solo con mayor eficacia, sino también con una actitud positiva y renovada

En lugar de esperar a sentirnos motivados para empezar, debemos dar el primer paso, aunque sea pequeño
(Foto: Franziska Gabbert/dpa)
¿Quién no ha procrastinado alguna vez por falta de ganas de hacer algo? Más que simplemente tachar
tareas de una lista de pendientes, tenemos que tratar de mantenernos energizados y motivados.
Cuando nos sentimos desmotivados, es crucial no forzarnos a completar tareas. Muchas veces, al forzarnos,
nos demoramos más e inclusive cometemos más errores. Y ni hablar del nivel de creatividad. Nadie puede
llegar a su mayor potencial creativo estando desmotivado. En lugar de eso, debemos centrarnos en recargar
nuestras energías.
Acá es donde la “regla de los 3 minutos” entra en juego. Esta regla sugiere que primero viene la acción y
después la motivación. En lugar de esperar a sentirnos motivados para empezar, debemos dar el primer
paso, aunque sea pequeño.
Imaginate no tener ganas de ir a caminar. Te proponés ponerte las zapatillas y caminar una cuadra. Cuando
te quisiste dar cuenta, el cuerpo te pide seguir. Este simple primer paso puede desencadenar un cambio en
nuestra percepción y energía, llevándonos a un estado más productivo y motivado.
Para mantener esa vitalidad, es esencial encontrar lo que personalmente nos energiza. Esto puede variar
ampliamente de una persona a otra. Puede ser escuchar música inspiradora, leer material motivador, pasar
tiempo en la naturaleza, desconectar de la tecnología o incluso realizar actividades como ir a caminar o
hacer algún deporte. Y no, esto no es distraernos o procrastinar: es parte del trabajo, porque te permite
después enfocarte mejor y tener una mente más despejada. Es importante también recordar que la
inspiración muchas veces surge en lugares inesperados. Romper con nuestras rutinas habituales y explorar
nuevas experiencias, como viajar, puede fomentar un pensamiento divergente y abrirnos a nuevas
perspectivas e ideas.
El verdadero trabajo no debe ser simplemente completar tareas, sino mantenernos energizados y
motivados. Al adoptar estrategias que nos ayudan a recargar energías, podemos enfrentar nuestras
responsabilidades diarias, no solo con mayor eficacia, sino también con una actitud positiva y renovada. Este
cambio de enfoque, de ver la motivación no como un prerrequisito sino como un resultado de nuestras
acciones, es fundamental. Cuando no tenemos ganas, es más efectivo tratar de energizarnos que de
obligarnos a completar esas tareas.
Tanto la motivación como la energía son recursos renovables, pero no ilimitados. Es esencial reconocer
nuestros límites y aprender a recargar estas reservas de manera regular. Esto podría significar tomar
descansos conscientes, dedicar tiempo a hobbies que nos apasionan, o simplemente permitirnos momentos
de tranquilidad y reflexión.
Además, debemos estar abiertos a experimentar y descubrir qué funciona mejor para nosotros. La clave está
en la personalización de nuestras estrategias de motivación. Lo que funciona para una persona puede no
ser efectivo para otra, y eso está bien. La diversidad de nuestras experiencias y preferencias personales es lo
que nos hace únicos.
En mi propia experiencia, me doy cuenta de que pequeñas acciones pueden tener un gran impacto en mi
nivel de energía y motivación. Algo tan simple como una caminata o incluso una conversación que me
divierte o me hacer pensar pueden ser suficiente para recargar mis baterías y darme el impulso necesario
para enfrentar mis desafíos. Me ha pasado, inclusive, de salir a caminar y volver con un nuevo tema para un
libro que quiero escribir o ideas frescas para talleres.
El objetivo es crear un estilo de vida donde el cuidado de nuestra energía y motivación sea una prioridad.
Esto no solo nos permite ser más productivos y exitosos en nuestras tareas, sino que también mejora
nuestra calidad de vida en general. Cuando estamos energizados y motivados, somos capaces de dar lo
mejor de nosotros mismos, tanto en el ámbito personal como profesional. La acción, por lo general, es el
primer paso hacia la motivación, no al revés. ¡Así que a probar cómo ese primer paso, incluso si es pequeño,
puede transformar tu energía y motivación!
UN LIBRO EN BLANCO: INNOVACIÓN Y CREATIVIDAD EN EL NUEVO CICLO LECTIVO
PorLaura Lewin 19 Feb, 2024 02:05 a.m. AR

Para desarrollar prácticas educativas innovadoras que generen un aula en donde el alumno “quiera” estar y
no “tenga” que estar, es necesario crear ambientes que fomenten la creatividad para involucrar a los
estudiantes cognitiva y emocionalmente

La experimentación pedagógica es clave para encontrar lo que realmente funciona


Llega un nuevo año lectivo y con él, la oportunidad de completar las páginas de un libro en blanco. Esta
metáfora, tan rica en posibilidades, nos invita a reflexionar sobre el inicio de este ciclo como un espacio lleno
de potencial, donde cada decisión que tomamos y cada innovación que introducimos tienen el poder de
escribir un capítulo significativo en la vida de nuestros estudiantes. En este sentido, el comienzo de clases no
es solo un retorno a las aulas, sino una invitación a reinventarnos, a cuestionar lo establecido y a buscar
formas más efectivas, creativas y humanas de enseñar. Siempre es una buena idea, al comienzo de un nuevo
ciclo lectivo, enfrentar el desafío de replantearnos nuestras prácticas pedagógicas. En este sentido, es
fundamental hacer una revisión crítica de lo que funcionó y lo que no durante el período anterior, para así
poder adaptar y ajustar nuestras estrategias educativas de manera efectiva.
A fin de desarrollar prácticas educativas innovadoras que generen un aula en donde el alumno “quiera” estar
y no que “tenga” que estar, es necesario crear ambientes que fomenten la creatividad y en donde podamos
involucrar a los estudiantes cognitiva y emocionalmente. El aprendizaje no es un deporte para espectadores.
Debemos poner al estudiante en el centro de la escena. A continuación, les comparto algunos desafíos para
incentivar la creatividad, promoviendo un enfoque experimental y reflexivo hacia la enseñanza:

 Espacio para la experimentación pedagógica: Es tiempo de probar nuevas metodologías,


herramientas digitales o enfoques didácticos sin la presión de cumplir con el currículo estándar. Esto
puede incluir clases piloto, uso de nuevos recursos tecnológicos o la implementación de métodos de
evaluación alternativos. La experimentación pedagógica es clave para encontrar lo que realmente
funciona en tu contexto educativo específico.
 Reto de metodologías activas: Durante un periodo determinado, te aliento a probar distintas
metodologías activas de aprendizaje que promuevan la participación de los alumnos. Esto puede
incluir aprendizaje basado en proyectos (ABP), aprendizaje basado en problemas (ABPr), aprendizaje
basado en escenarios (ABE), gamificación, enseñanza entre pares, pensamiento de diseño (Design
Thinking), Aprendizaje Basado en el Servicio (ABpS), aula invertida, portafolio de aprendizaje, entre
otras propuestas de metodologías activas. La idea es experimentar con al menos una nueva
metodología por mes y ver qué es lo que mejor te funciona en el aula.

Integrar la realidad aumentada y la realidad virtual en el proceso educativo puede transformar el aula en un
entorno de aprendizaje inmersivo.

 Uso innovador de espacios del aula: Rediseñá el espacio físico de tu aula para promover una mejor
interacción y colaboración entre los estudiantes. Esto puede incluir la creación de rincones de
lectura, estaciones de trabajo temáticas o áreas dedicadas a la exposición de proyectos. El objetivo
es optimizar el uso del espacio disponible para facilitar un aprendizaje más dinámico y participativo.
No hablamos de espacio, sino de diseño.
 Debate y Oratoria: La oratoria no es solo la habilidad de hablar claramente, es el arte de comunicar
un mensaje de manera que cautive y mantenga el interés de la audiencia. Cuando los estudiantes
carecen de estas habilidades, sus presentaciones pueden no lograr su objetivo, independientemente
de la calidad del contenido. Enseñar a hablar en público en las escuelas no solo mejora las
presentaciones en clase, sino que también prepara a los estudiantes para futuras situaciones en la
vida, como entrevistas de trabajo, presentaciones profesionales o liderar iniciativas comunitarias.
Dominar la oratoria es dominar el arte de influir y motivar, es empoderar a los estudiantes para que
sus ideas sean escuchadas y respetadas.
 Narrativas digitales: Esta metodología involucra a los estudiantes en la creación de historias digitales,
combinando texto, imágenes, y audio para explorar contenidos curriculares desde una perspectiva
personal y creativa. Al alentar a los alumnos a ser autores de sus propias historias, se fomenta el
desarrollo de habilidades digitales, la expresión creativa y la capacidad de síntesis y análisis. Además,
trabajar con narrativas digitales puede ayudar a los estudiantes a comprender mejor el mundo que
les rodea, al conectar contenidos académicos con sus propias experiencias y emociones.

El microaprendizaje facilita un aprendizaje flexible y personalizado, adaptándose al ritmo de cada estudiante

 Realidad aumentada (RA) y Realidad virtual (RV): En caso de disponer de conectividad y la tecnología
necesaria, integrar la realidad aumentada y la realidad virtual en el proceso educativo puede
transformar el aula en un entorno de aprendizaje inmersivo, donde los conceptos teóricos cobran
vida. Esta tecnología ofrece oportunidades únicas para explorar entornos virtuales, realizar
simulaciones interactivas y comprender de manera profunda y vivencial conceptos complejos. La RA
y la RV pueden ser especialmente efectivas para materias que requieren una comprensión espacial o
visual, como la ciencia, la historia o el arte.
 Aprendizaje basado en la indagación (ABI): Esta metodología coloca a los estudiantes en el centro de
su propio aprendizaje, animándolos a formular preguntas, investigar para encontrar respuestas y
reflexionar sobre sus descubrimientos. Al fomentar la curiosidad y el pensamiento crítico, el
aprendizaje basado en la indagación promueve una actitud activa hacia el aprendizaje, donde el
estudiante se convierte en el protagonista de su proceso educativo. Esta aproximación no solo
mejora la comprensión y retención de la información, sino que también prepara a los estudiantes
para ser aprendices autónomos y críticos a lo largo de toda su vida.
 Microaprendizaje: Esta estrategia implica desglosar el contenido educativo en unidades pequeñas y
manejables, permitiéndoles a los estudiantes aprender en intervalos cortos pero frecuentes. El
microaprendizaje facilita un aprendizaje flexible y personalizado, adaptándose al ritmo de cada
estudiante.
El aprendizaje basado en la indagación (ABI) es una metodología que coloca a los estudiantes en el centro de
su propio aprendizaje
Como educadores, tenemos la responsabilidad de preparar a nuestros estudiantes para el futuro,
brindándoles las habilidades y competencias necesarias para navegar en un mundo en constante cambio. Al
adoptar un enfoque creativo y experimental hacia la enseñanza, podemos fomentar en nuestros estudiantes
la curiosidad, la innovación y la capacidad de resolver problemas complejos, habilidades todas
fundamentales.
Este es un gran año para reinventarnos y para desafiarnos a nosotros mismos y a nuestros estudiantes a
alcanzar nuevas alturas en el aprendizaje. No lo olvidemos, si al docente le divierte enseñar, al estudiante le
va a divertir aprender. ¡Feliz arranque de año!

POR QUÉ SE DESTACAN LAS MEJORES ESCUELAS DEL MUNDO


PorLaura Lewin 29 Feb, 2024 02:46 a.m. AR

La importancia de un liderazgo pedagógico efectivo, el compromiso con la excelencia educativa, la


centralidad de los estudiantes, el desarrollo profesional de los docentes, los recursos y la infraestructura son
los puntos esenciales para lograr procesos exitosos
Las claves para lograr un proceso educativo exitoso (Foto de archivo NA)
La educación siempre se ha posicionado como un pilar fundamental para el desarrollo de sociedades
prósperas y equitativas. Las mejores escuelas del mundo, aquellas que logran destacarse por su excelencia
académica, innovación y compromiso social, comparten una serie de características que son el motor detrás
de su éxito. Estas instituciones les brindan a sus estudiantes las habilidades necesarias para enfrentar los
desafíos del mundo actual. Pero, ¿qué es lo que realmente distingue a estas escuelas? Primero y principal,
un liderazgo pedagógico efectivo.
Un liderazgo efectivo es esencial para el éxito de cualquier institución educativa. Los directores en las
mejores escuelas demuestran una visión clara y un compromiso inquebrantable con la excelencia
educativa. Un liderazgo eficaz no solo implica gestionar recursos y procesos, sino también inspirar,
acompañar y apoyar a docentes y estudiantes para alcanzar su máximo potencial. Estos líderes fomentan un
ambiente de colaboración, donde la innovación y la mejora continua son parte de la cultura escolar.
Otra clave es que las escuelas exitosas ponen a los estudiantes en el centro de todo proceso educativo. Esto
significa adaptar la enseñanza a las necesidades individuales de aprendizaje y ritmos de cada estudiante.
Estas escuelas adoptan prácticas pedagógicas basadas en evidencia, que promuevan el pensamiento crítico,
la creatividad y la resolución de problemas. La personalización del aprendizaje, el fomento de la curiosidad
intelectual y el desarrollo de competencias socioemocionales son aspectos fundamentales de su currículo.
La calidad de la enseñanza es, sin duda, otro de los factores más determinantes en el éxito educativo. Las
mejores escuelas del mundo invierten en el desarrollo profesional continuo de sus docentes,
proporcionándoles oportunidades para la reflexión crítica, la investigación y el aprendizaje colaborativo. El
desarrollo profesional efectivo debe ser relevante, colaborativo y aplicado directamente a la práctica
pedagógica, permitiendo así que los docentes mejoren constantemente su enseñanza y respondan a las
necesidades cambiantes de sus estudiantes.
El éxito de las escuelas también radica en su capacidad para integrar a la comunidad educativa y aprovechar
los recursos del entorno. Esto incluye la colaboración con familias, instituciones locales y diferentes tipos de
organizaciones para enriquecer el aprendizaje y apoyar el bienestar de los estudiantes. Por otro lado, en esta
era digital, las mejores escuelas son aquellas que logran integrar la tecnología de manera efectiva en el
currículo, preparando a los estudiantes para navegar en un mundo cada vez más tecnológico. Sin embargo,
la innovación va más allá del uso de nuevas tecnologías; implica también la capacidad de adaptarse a los
cambios y desafíos, manteniendo al mismo tiempo una reflexión crítica sobre la práctica pedagógica.
Y no podemos dejar de señalar que las escuelas que lideran el panorama educativo mundial se distinguen
por su compromiso inquebrantable con el bienestar y desarrollo profesional de sus docentes. Entienden que
la calidad de la educación está directamente ligada a la inversión en aquellos que la imparten. Esto se
traduce en una apuesta firme por recursos adecuados, infraestructura y, muy importante, sueldos
dignos que reflejen la importancia de su labor. Al garantizar que los docentes reciban una remuneración
justa, se los empodera para dedicar su tiempo y energía no solo a enseñar, sino también a planificar,
reflexionar y establecer vínculos significativos con sus alumnos, sin tener que correr de una escuela a otra. La
inversión en los docentes es, por lo tanto, una inversión en el corazón mismo de la educación, asegurando
que cada estudiante pueda alcanzar su máximo potencial.
En la búsqueda de la excelencia educativa, las mejores escuelas comparten características que van más allá
de la infraestructura o el acceso a recursos tecnológicos avanzados. Estas instituciones se destacan por su
capacidad de cultivar un ambiente donde la innovación, el compromiso social y el desarrollo integral de los
estudiantes son la norma y no la excepción. Pero, en el corazón de cada una de estas escuelas exitosas, se
encuentra un factor comúnmente subestimado: la presencia de docentes respetados y empoderados.
AYUDANDO A NUESTROS HIJOS A DESARROLLAR LA RESILIENCIA EN LA ERA DEL NARCISISMO
PorLaura Lewin 19 Mar, 2024 01:36 a.m. AR

Cuando los padres responden a cada demanda con un “sí” incondicional tal vez están privando a los niños de
la oportunidad de aprender a manejar la decepción

Cómo proteger a los adolescentes y niños de las prácticas narcisistas que ganan terreno en la cultura.
(Imagen ilustrativa Infobae)
La tendencia a conceder cada deseo y a evitar cualquier forma de frustración o desilusión en los chicos por
parte de los padres, con la intención de protegerlos o fomentar su autoconfianza, podría generar
consecuencias inesperadas. Este enfoque bienintencionado, sin embargo, puede tener efectos
contraproducentes, contribuyendo al desarrollo de rasgos narcisistas en lugar de fomentar una autoestima
saludable.
La autoestima, según la define la psicología, es la valoración que una persona tiene de sí misma, basada en el
reconocimiento y la aceptación de sus habilidades y limitaciones. Una autoestima saludable es esencial para
el desarrollo emocional y psicológico, ya que contribuye a la resiliencia, la capacidad para enfrentar desafíos
y la habilidad para establecer relaciones interpersonales equilibradas. Por su parte, el narcisismo se
caracteriza por una “inflación” del yo, una preocupación excesiva por la propia imagen y una falta de
empatía hacia los demás. A diferencia de la autoestima, que se alimenta de logros reales y el
reconocimiento de las propias capacidades y limitaciones, el narcisismo se basa en una valoración exagerada
de uno mismo que no necesariamente se corresponde con la realidad.
Vivimos en una era marcada por un aumento del narcisismo, impulsado por prácticas culturales y
parentales que enfatizan la idealización por encima del desarrollo de valores como la empatía, la solidaridad
y el trabajo en equipo. Esto no solo afecta a las relaciones interpersonales, sino que tiene amplias
repercusiones en otros ámbitos, como el académico, incluyendo un aumento en el comportamiento agresivo
y una menor capacidad para enfrentar los fracasos, obstáculos y desafíos de la vida.
Cuando los padres responden a cada demanda de sus hijos con un “sí” incondicional, buscando evitar
cualquier posible frustración, tal vez sin darse cuenta están privando a los niños de la oportunidad de
aprender a manejar la decepción y el rechazo, habilidades cruciales para el desarrollo de una autoestima
saludable y una personalidad equilibrada. Este enfoque puede llevar a los chicos a desarrollar una sensación
de derecho y expectativas poco realistas sobre su lugar en el mundo, elementos centrales en el narcisismo.
Además, esta práctica de los padres puede dificultar el desarrollo de la empatía, porque los chicos pueden
llegar a percibir que sus necesidades y deseos siempre deben tener prioridad sobre los de los demás. Esto, a
largo plazo, puede afectar negativamente su capacidad para establecer relaciones significativas y para
colaborar con otros, dos aspectos fundamentales en la vida adulta.
La distinción entre autoestima y narcisismo es crucial. Mientras que la autoestima se construye sobre la base
de logros reales, el reconocimiento de las propias limitaciones y una sensación de valor intrínseco, el
narcisismo se basa en una percepción inflada de uno mismo que, por lo general, es inmune a la crítica y a la
realidad. Por tanto, fomentar una autoestima saludable implica enseñarles a los chicos a valorarse a sí
mismos por sus esfuerzos y logros reales, y no por una imagen idealizada e inalcanzable.
Sumado a esto, la omnipresencia de las redes sociales en la vida cotidiana de muchos jóvenes, introduce
una complejidad adicional en el desarrollo de la autoestima y el narcisismo. Estas plataformas, centradas en
una imagen pública idealizada, fomentan la comparación constante y la búsqueda de validación externa a
través de “likes” y comentarios. Este fenómeno puede acentuar la tendencia hacia el narcisismo, al valorar
desproporcionadamente la aprobación social digital y promover una preocupación excesiva por la propia
imagen. A su vez, puede debilitar una autoestima saludable, al hacer que los jóvenes dependan de la
validación externa para sentirse valorados, en lugar de basar su autoestima en logros reales y un
reconocimiento interno de sus propias capacidades y limitaciones.
Por lo tanto, es fundamental que los padres y educadores promuevan un uso consciente y crítico de las
redes sociales, enfatizando la importancia de valores como la empatía y la solidaridad, y ayudando a los
chicos a desarrollar una autoestima basada en el autoconocimiento y el reconocimiento de sus verdaderas
fortalezas y debilidades.
Los padres juegan un papel crucial en el desarrollo de la autoestima y la prevención del narcisismo. Algunas
estrategias que podemos implementar en casa:

 Establecer límites claros y coherentes: Ayudemos a los chicos a desarrollar respeto por los demás y
por sí mismos.
 Fomentar la autonomía: Debemos permitir que los chicos tomen decisiones apropiadas para su edad
y enfrenten las consecuencias naturales de sus acciones. Esto promueve la independencia y la
responsabilidad.
 Promover la empatía: Enseñarles a los chicos a considerar los sentimientos y perspectivas de los
demás contribuye al desarrollo de relaciones interpersonales saludables.
 Reconocer los logros y esfuerzos: Celebrar los éxitos y reconocer los esfuerzos fomenta una
autoestima basada en logros reales, en lugar de una admiración incondicional que puede alimentar
el narcisismo.
Todo padre, naturalmente, desea proteger y fomentar la confianza en sus hijos. Sin embargo, es
fundamental equilibrar esta tendencia con la enseñanza de valores como la empatía, la perseverancia y la
aceptación de la frustración. Solo así se podemos contribuir al desarrollo de chicos emocionalmente
saludables, capaces de enfrentar los retos de la vida con resiliencia y empatía, alejados de las trampas del
narcisismo.
ENERGÍA POSITIVA EN EL AULA: EL ROL DEL DOCENTE COMO FUENTE DE INSPIRACIÓN Y
MOTIVACIÓN
PorLaura Lewin 03 Abr, 2024 01:38 a.m. AR

Los docentes que disfrutan de su trabajo y muestran pasión y entusiasmo al enseñar de manera natural,
impulsan, por lo general, el deseo intrínseco de aprender por parte de sus estudiantes

Un docente que expresa alegría y entusiasmo puede influir positivamente en el estado emocional de sus
alumnos
¿Ganas de enseñar, ganas de aprender? Pareciera que sí….
La relación entre la alegría del docente y el rendimiento académico de los alumnos es un tema que ha
cobrado creciente interés en la investigación educativa en los últimos tiempos. La premisa central sugiere
que un docente que irradia positivismo y alegría no solo crea un ambiente de aprendizaje más ameno y
agradable, sino que también impacta significativamente en la motivación y, consecuentemente, en el
rendimiento de sus estudiantes. Este enfoque está alineado con los principios de la neuroeducación, que
estudia cómo el cerebro aprende de manera óptima, considerando el entorno emocional como un factor
crítico.
Varios estudios han demostrado que las emociones positivas en el aula, incluyendo la alegría y el
entusiasmo del docente, juegan un papel crucial en el proceso de enseñanza y de aprendizaje. Un buen
docente tiene ganas de estar en el aula. Los docentes que disfrutan de su trabajo y muestran pasión y
entusiasmo al enseñar de manera natural, impulsan, por lo general, el deseo intrínseco de aprender por
parte de sus estudiantes.
Para comprender este concepto, debemos saber que la figura del docente como catalizador de energía en el
aula se basa en la idea de que las emociones son contagiosas. Es así, las personas tienden a “copiar” las
emociones de quienes les rodean, especialmente cuando estas son expresadas por personas consideradas
como modelos a seguir, como es el caso de los docentes. A esto se lo denomina “contagio emocional”.
Desde esta perspectiva, un docente que expresa alegría y entusiasmo puede influir positivamente en el
estado emocional de sus alumnos, promoviendo un ambiente de aprendizaje donde la curiosidad, la
motivación y el entusiasmo florecen.
El ambiente emocional positivo en el aula, por lo tanto, liderado por un docente alegre, no solo mejora la
motivación y el bienestar de los estudiantes, sino que también está asociado con mejores resultados
académicos. Los estudios demuestran que los ambientes de aprendizaje caracterizados por emociones
positivas, como la alegría y el entusiasmo, favorecen la retención de la información, la atención y las
habilidades de pensamiento crítico. Esto se debe a que las emociones positivas pueden mejorar la función
cognitiva, aumentando la capacidad de atención, la memoria y la flexibilidad cognitiva, elementos esenciales
para el aprendizaje efectivo.
Ahora bien, no se trata de encender el botón “on/off” del entusiasmo docente.
Para que los docentes se conviertan en verdaderos “catalizadores de energía”, es fundamental adoptar
estrategias que promuevan la alegría y el entusiasmo, tanto en ellos mismos como en sus alumnos.

 Autocuidado docente: la capacidad de transmitir alegría comienza con el bienestar del propio
docente. Estrategias de manejo del estrés, de manejo de aula, y actividades que promuevan la
satisfacción personal son esenciales. De la misma manera, debemos considerar sueldos acordes a la
labor, capacitación docente de calidad, recursos y otras cuestiones básicas, sin las cuales se hace
difícil disfrutar del aula.
 Crear conexiones emocionales: establecer una relación positiva y de confianza con los alumnos,
mostrando interés genuino en sus vidas y bienestar.
 Uso de metodologías activas: incorporar actividades significativas y relevantes, proyectos de grupo y
otras actividades dinámicas que fomenten la participación activa y el disfrute del proceso de
aprendizaje.
 Celebrar los éxitos: reconocer y celebrar los logros individuales y grupales, por pequeños que sean,
para fomentar una cultura de positivismo y motivación hacia el logro.
 Promover la curiosidad: alentar a los estudiantes a explorar temas que les interesen genuinamente,
adaptando el contenido del curso para incluir sus pasiones y curiosidades, fomenta un ambiente de
aprendizaje más alegre y comprometido. No se trata de no seguir el currículo, sino de trabajarlo de
manera que capte la atención y el interés de los alumnos.
 Flexibilidad en la enseñanza: ser flexible en los métodos de enseñanza y en la evaluación permite
adaptar las lecciones a las necesidades de los estudiantes, contribuyendo a un ambiente más
positivo y menos estresante.
 Fomentar el sentido de comunidad: crear un sentido de pertenencia y comunidad dentro del aula
mejora las relaciones entre los estudiantes y con el docente, creando un ambiente de apoyo mutuo
donde la alegría puede prosperar. Sí, debemos hermanar a los alumnos. Amigos de algunos, pero
compañeros de todos.
La alegría en la educación, lejos de ser un lujo o un complemento, es una necesidad fundamental para el
aprendizaje efectivo. Un ambiente alegre y entusiasta no solo mejora la experiencia educativa sino que
también optimiza el rendimiento académico de los estudiantes. En este contexto, cultivar la alegría se
convierte en una estrategia pedagógica esencial, una que requiere atención consciente y dedicación tanto
de los educadores como de las instituciones educativas.
EDUCAR PARA INNOVAR: TRANSFORMANDO EL CURRÍCULO EN UNA INCUBADORA DE LÍDERES
DEL FUTURO
PorLaura Lewin 03 May, 2024 02:12 a.m. AR
Las instituciones educativas, encargadas de preparar a las futuras generaciones, deben adaptarse no solo
impartiendo conocimientos básicos, sino también integrando habilidades cruciales que son esenciales en el
mundo actual. Se destacan como pilares fundamentales la creatividad, la innovación y el emprendedurismo

La innovación es un motor clave del crecimiento y la competitividad

No es ninguna novedad que la educación enfrenta el desafío de mantenerse más relevante y efectiva que
nunca. Sin embargo, a medida que los estudiantes atraviesan las puertas de las escuelas, muchos de ellos no
encuentran sentido en lo que se les enseña. Se sienten desconectados de los contenidos que se les
presentan día tras día.
Esta desconexión se traduce en aburrimiento y en una alarmante pérdida de la capacidad de asombro ante
nuevos conocimientos. La realidad es que la escuela de hoy, en su formato tradicional, muchas veces no
logra captar la imaginación de los estudiantes ni responder a sus intereses y necesidades , dejando un vacío
donde debería haber una exploración apasionada del saber.
Las instituciones educativas, encargadas de preparar a las futuras generaciones, deben adaptarse no solo
impartiendo conocimientos básicos, sino también integrando habilidades cruciales que son esenciales en el
mundo actual. Entre estas habilidades, la creatividad, la innovación y el emprendedurismo se destacan
como pilares fundamentales.
La importancia de desarrollar la creatividad
La creatividad no es solo una habilidad artística, es una competencia crítica para la resolución de problemas
en todos los campos, desde la ingeniería hasta el emprendedurismo. Sin embargo, las prácticas áulicas
actuales, por lo general, siguen marginando la creatividad a favor de métodos de enseñanza más
tradicionales y estructurados.
Las escuelas deben fomentar un ambiente donde la creatividad no solo sea bienvenida, sino activamente
integrada en todas las asignaturas, permitiendo a los estudiantes explorar y desarrollar sus capacidades de
pensamiento divergente. Esto podría implementarse a través de métodos de enseñanza que valoricen el
cuestionamiento crítico, aprender a través del error, la experimentación y la exploración de ideas
novedosas.
Innovación en acción
La innovación, algo así como la aplicación práctica de ideas creativas, es un motor clave del crecimiento y la
competitividad. La capacidad de innovar es y será uno de los determinantes más importantes de la
competitividad global en todas las áreas. Para fomentar esta capacidad, las escuelas deben ofrecer
programas que no solo enseñen teoría, sino que también permitan a los estudiantes implementar
proyectos innovadores. Esto podría incluir colaboraciones con empresas locales, “hackatones”, que son
competencias de innovación que conectan el conocimiento teórico con desafíos del mundo real, e
incubadoras de estudiantes.
Las incubadoras de estudiantes son programas o espacios diseñados para apoyar a los estudiantes en el
desarrollo y lanzamiento de sus propias ideas de negocios, proyectos innovadores o iniciativas sociales. Estas
incubadoras proporcionan recursos como apoyo, acompañamiento, asesoramiento, acceso a tecnología, y a
veces financiación inicial, para ayudar a los jóvenes emprendedores a transformar sus ideas en empresas
viables o proyectos con impacto real.
Si bien las incubadoras de estudiantes suelen encontrarse en entornos universitarios, en algunos lugares del
mundo están siendo cada vez más comunes en escuelas secundarias y, en algunos casos, en niveles
educativos más tempranos. Operan de manera similar a las incubadoras de empresas en el ámbito
profesional, ofreciendo a los estudiantes la oportunidad de aprender a través de la práctica real,
enfrentando desafíos reales del mundo empresarial y social bajo un entorno controlado y de apoyo.
El objetivo principal es fomentar una cultura de innovación y emprendedurismo, permitiendo a los
estudiantes aplicar lo que han aprendido en las aulas de manera práctica, al mismo tiempo que desarrollan
habilidades críticas como el liderazgo, la resolución de problemas, la toma de decisiones y la gestión de
proyectos. Además, estas incubadoras pueden actuar como un motor para el desarrollo profesional y
personal, preparando a los estudiantes para carreras futuras como emprendedores o innovadores en
diversos campos.
Fomentando el espíritu emprendedor
En la actualidad, el emprendedurismo es más importante que nunca porque el mercado laboral está
experimentando una transformación significativa. La automatización y la digitalización están redefiniendo los
roles tradicionales, lo que en algunos sectores ha resultado en una reducción de puestos de trabajo
convencionales.
Este panorama obliga a los jóvenes no solo a adaptarse, sino también a innovar. El emprendedurismo
emerge como una competencia clave, incentivando la creación de nuevas oportunidades y permitiendo que
las personas se conviertan en creadores de su propio destino laboral. En este contexto, fomentar el espíritu
emprendedor es más que una habilidad: es una necesidad urgente para navegar y prosperar en la
economía del futuro.
Las escuelas deben incorporar el concepto de emprendedurismo no sólo en términos de iniciar proyectos,
sino también como una mentalidad que incluye el esfuerzo, la perseverancia y la capacidad de manejar el
fracaso como parte del proceso de aprendizaje. En el emprendedurismo, aprender de los errores es
esencial, ya que cada fracaso proporciona una variedad de lecciones que refinen las estrategias y fortalecen
la resiliencia, permitiéndoles adaptarse y superar obstáculos en sus futuros proyectos.
Integrar el emprendedurismo en el currículo puede incluir simulaciones de creación de empresas, de
proyectos, mentores y acceso a redes de emprendedores que inspiren y guíen a los estudiantes.
Adaptación curricular y formación docente
Además de revisar los contenidos curriculares, es fundamental que la formación docente se alinee con estas
nuevas exigencias. Los educadores necesitan estar equipados con estrategias y herramientas para enseñar
creatividad, innovación y emprendedurismo de manera efectiva. Esto requiere programas de desarrollo
profesional continuo y colaboraciones con industrias y universidades para asegurar que los métodos de
enseñanza sean actuales y relevantes.
Para que la integración de la creatividad, la innovación y el emprendedurismo en los currículos sea
efectiva, también se deben revisar los métodos de evaluación. Los sistemas de evaluación tradicionales,
que a menudo enfatizan la memorización y las pruebas estandarizadas, pueden ser contraproducentes para
este tipo de habilidades.
Necesitamos métodos de evaluación que reconozcan y promuevan el pensamiento creativo y la
innovación, como portafolios de proyectos, evaluaciones basadas en capacidades y reflexión crítica
continua.
Incorporar estas habilidades es más que una actualización, es una transformación necesaria para preparar a
los estudiantes para un futuro incierto pero emocionante. Las escuelas que adopten estas dimensiones no
solo estarán preparando a sus alumnos para estos nuevos desafíos, sino que también estarán fomentando el
desarrollo de personas proactivas, capaces y resilientes.
Este es el camino hacia una educación que trasciende el aula y se convierte en una herramienta vital para la
vida personal y profesional en un mundo en constante cambio. Debemos dejar de enseñarles a los
estudiantes a sobrevivir en el mundo que conocemos. Es hora de que la educación deje de mirar hacia atrás
para enseñar lo que fue, y comience a mirar hacia adelante para inspirar lo que podría ser.

REPLANTEANDO LA EDUCACIÓN EN ARGENTINA: UNA VISIÓN CRÍTICA Y CONSTRUCTIVA


PorLaura Lewin 14 Dic, 2023 02:12 a.m. AR

El bajo rendimiento del país en las Pruebas PISA y Aprender no es solo un reflejo de deficiencias académicas,
sino también de una crisis más profunda en la cultura educativa del país

Claves para pensar en una mejor educación

El rendimiento de Argentina en las Pruebas PISA y Aprender ha encendido las alarmas sobre la calidad de su
sistema educativo, una preocupación que se ha venido intensificando en las últimas dos décadas. Este bajo
rendimiento no es solo un reflejo de deficiencias académicas, sino también de una crisis más profunda en la
cultura educativa del país. En contraste, naciones como Singapur, Japón, Corea del Sur, Suiza, Canadá y
Dinamarca son países que se posicionan en lo más alto del podio, lo que invita a una reflexión sobre sus
prácticas educativas. Si bien es imposible comparar a Argentina con otros países por cuestiones propias de
nuestro país, sí podemos destacar que estos países comparten una valoración profunda de la educación, no
solo como una institución, sino como un valor cultural y social intrínseco. Por ejemplo, en Singapur, la
educación se aborda con un compromiso firme hacia el aprendizaje profundo y la inclusión, asegurando que
cada estudiante alcance su máximo potencial.
A corto plazo, es esencial implementar programas de refuerzo en áreas críticas como la comprensión
lectora y las matemáticas. Estos deben incluir tutorías personalizadas y el uso de tecnologías educativas
avanzadas. La integración de estas herramientas tecnológicas debe ser estratégica, buscando no solo
impartir conocimiento, sino también fomentar habilidades críticas y de resolución de problemas. Pero para
que esto suceda, se necesita garantizar primero conectividad para cada escuela y cada alumno, y mejorar
notablemente el manejo del aula. Imposible utilizar la tecnología cuando los alumnos la utilizan para fines
recreativos y no pedagógicos. Y, como si fuese poco, la tecnología mal utilizada, distrae, lo que genera más
problemas a nuestra ya abultada lista de conflictos escolares.
A largo plazo, se requiere un cambio estructural que comienza con un compromiso político y social hacia la
educación. Este compromiso debe traducirse en una inversión sostenida y en la creación de un sistema
educativo que fomente la equidad y la excelencia académica. La actualización de la currícula y metodologías
de enseñanza es vital, asegurando su relevancia en el contexto moderno y global.
Uno de los temas trascendentales, además, es comprender que el éxito de cualquier reforma educativa
depende en gran medida del papel del docente. Es crucial restaurar el prestigio y respeto hacia el docente y
proporcionar formación continua que les permita estar a la vanguardia en prácticas pedagógicas y
tecnologías educativas. La innovación en las estrategias de aprendizaje y la integración de habilidades
socioemocionales en la currícula son aspectos fundamentales para una educación integral.
Ahora bien, volvamos por un momento a los países mejor posicionados en las PISA: Singapur, Japón, Corea
del Sur, Suiza, Canadá y Dinamarca.
Imagínense un aula en alguno de estos países. ¿Qué estaría haciendo el docente? ¿Los alumnos? ¿Cómo
sería el clima en el aula?
Ahora vayamos mentalmente a un aula en Argentina. ¿Qué estaría haciendo el docente? ¿Los alumnos?
¿Cómo sería el clima en el aula? La gestión efectiva del aula es un requisito sine qua non para que un
docente puede enseñar y un alumno aprender. Si no logramos aulas en donde el alumno asuma el rol de
alumno, no hay transformación posible. Por otro lado, no podemos hacernos los distraídos y
desentendernos del hecho de que en muchas escuelas los alumnos de 3º grado no están alfabetizados. Esta
base es esencial, ya que un estudiante que no comprende lo que lee enfrentará desafíos significativos en
etapas posteriores. La matemática está intrínsecamente ligada a la comprensión lectora. Los déficits en esta
habilidad no solo afectan el aprendizaje en áreas de lengua, sino que tienen un impacto directo en el
rendimiento en otras materias, incluidas las ciencias exactas. Por lo tanto, es imprescindible que el sistema
educativo y los métodos pedagógicos se centren en fortalecer estas habilidades desde los primeros años de
la educación primaria.
Se deben fortalecer áreas como STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas), y al mismo tiempo,
enfatizar la importancia del aprendizaje basado en proyectos, la resolución de problemas y el pensamiento
crítico. La educación debe ir más allá de la memorización y los exámenes, enfocándose en preparar a los
estudiantes para los desafíos del mundo real. Asimismo, es fundamental promover el bienestar emocional y
mental de los estudiantes y docentes, integrando programas de salud mental en la currícula escolar.
Y un tema no menor es la infraestructura escolar, que también juega un rol crucial, ya que un entorno de
aprendizaje adecuado es fundamental para el desarrollo cognitivo de los estudiantes. Es imposible aprender
cuando hace mucho calor, mucho frío, no hay luz o agua.
Para revitalizar la educación en Argentina, se necesita una visión holística y proactiva que aborde no solo las
necesidades académicas, sino también el desarrollo emocional, social y ético de los estudiantes. La
educación debe ser una política de estado, trascendiendo las fronteras políticas y convirtiéndose en una
prioridad nacional. Solo a través de un compromiso colectivo y sostenido hacia la educación, Argentina
podrá superar los desafíos actuales y preparar a sus jóvenes para un futuro. Necesitamos un cambio de
mentalidad para superar este estado de desesperanza y emprender un camino de mejora.
SALUD MENTAL EN LA ESCUELA
PorLaura Lewin Publicado: 30 Oct, 2023 03:14 a.m. Actualizado: 30 Oct, 2023 08:55 a.m. AR

Hay necesidad imperiosa de implementar programas dedicados al bienestar emocional en el ámbito

educativo

La tecnología y el uso de redes sociales pueden intensificar los problemas de salud mental (Getty)

Además de cuestiones estrictamente académicas, la educación hoy enfrenta desafíos multifacéticos en


relación a la salud mental y emocional de todos los actores de la educación. El estrés crónico, los trastornos
de ansiedad y depresión, los crecientes niveles de violencia intraescolar, el acoso escolar en todas sus
formas y colores, así como las fuertes demandas socioemocionales, afectan tanto a estudiantes como a
docentes. El auge de la tecnología y el uso indiscriminado de las redes sociales también pueden intensificar
estos problemas, afectando el bienestar y desempeño de todos los involucrados en el proceso educativo. La
constante presión por el rendimiento académico y las expectativas, a veces poco realistas, pueden
desencadenar una variedad de problemas emocionales y conductuales, repercutiendo no solo en el
individuo, sino también en la dinámica y atmósfera del entorno educativo.
Esta realidad, agudizada, además, por la crisis actual que atraviesa nuestro país, resalta la necesidad
imperiosa de implementar programas dedicados al bienestar emocional y mental en el ámbito educativo
para poder abordar y mitigar esta problemática promoviendo mejores espacios de aprendizaje.
Los tiempos se transforman, y con ellos, las necesidades también experimentan cambios significativos; en
este sentido, las escuelas deben adaptarse y evolucionar para abordar eficazmente estas preocupaciones
emergentes. Una estrategia para hacer frente a estos retos es la implementación de programas de bienestar
liderados por una nueva figura en la escuela: un coordinador de Bienestar Escolar, respondiendo de manera
proactiva a las demandas y desafíos del mundo educativo actual. En un mundo marcado por la aceleración y
la constante presión, el bienestar emocional y mental es una pieza clave en el desarrollo integral de todos los
actores de la educación.
Un coordinador de Bienestar actuaría como promotor de un ambiente escolar saludable, desarrollando
programas que atiendan la salud mental, física y emocional de la comunidad educativa. La finalidad es crear
un entorno propicio que favorezca el aprendizaje, la inclusión y el respeto mutuo.
Entre sus funciones podríamos mencionar las de:
- Crear e implementar programas y políticas para promover la salud emocional, física y mental de los
estudiantes, docentes y equipo directivo.
- Ofrecer apoyo emocional y estrategias a docentes y directivos, ayudando a aliviar el estrés y prevenir el
agotamiento profesional.
- Trabajar para crear un entorno físico y cultural que apoye el bienestar, incluyendo la promoción de la
actividad física y el manejo del estrés.
- Organizar talleres, seminarios y otros eventos educativos para concientizar sobre la importancia del
bienestar y enseñar habilidades de manejo del estrés, mindfulness, entre otras herramientas.
Estrés crónico, trastornos de ansiedad, depresión, violencia intraescolar, acoso escolar, algunos de los
problemas que crecen en el ámbito educativo (Getty)
Ahora bien, ¿no es el director el encargado de generar un buen ambiente de trabajo?
En teoría, sí, pero dado que el director de una escuela ya tiene una agenda saturada, gestionando una
multitud de responsabilidades primariamente académicas y administrativas, asumir el rol de coordinador de
Bienestar sería impracticable y hasta contraproducente, ya que cada función requiere una dedicación,
enfoque y habilidades especializadas distintas.
El bienestar de los docentes y alumnos está interconectado, y trabajar en ambos frentes puede ser
beneficioso. Un ambiente de trabajo saludable para los docentes contribuye a un entorno de aprendizaje
positivo para los alumnos. Del mismo modo, si los alumnos están bien apoyados, los docentes pueden
experimentar menos estrés y frustración.
Por un lado, los docentes enfrentan una multitud de desafíos diariamente, y experimentan niveles elevados
de estrés, frustración y ansiedad. En el ajetreo de atender las demandas académicas y emocionales de sus
estudiantes, y las presiones de las familias, sumados a la realidad de correr de una escuela a otra por
necesidad, muchos educadores sienten ansiedad y una soledad palpable, navegando en solitario por las
turbulentas aguas de la educación. Este aislamiento, sumado a las presiones inherentes a su profesión,
puede acarrear consecuencias significativas en su bienestar general y en su capacidad para enseñar de
manera efectiva.
De igual forma, los alumnos no son ajenos a la presión y al estrés inherentes al ámbito educativo. Muchos
estudiantes, abrumados por las expectativas académicas, la presión por rendir, situaciones de bullying, y los
intentos constantes por tratar de encajar, experimentan niveles significativos de ansiedad y estrés. Además,
los conflictos y cuestiones familiares pueden añadir una capa adicional de tensión, afectando de manera
considerable su salud mental, bienestar emocional y capacidad para concentrarse y aprender de forma
efectiva. En este contexto, es imperativo desarrollar estrategias y apoyo que puedan mitigar estas presiones
y promover un ambiente educativo más saludable e inclusivo.
Este enfoque educativo innovador no solamente beneficia a los actores de la escuela de manera directa sino
que repercute en la sociedad en su conjunto. Formar individuos mental y emocionalmente sanos es una
inversión a largo plazo en el desarrollo de mejores comunidades.
La incorporación de un coordinador de Bienestar en todas las escuelas es un paso fundamental para adaptar
la educación a las necesidades del siglo XXI. Es un llamado a reevaluar y reconfigurar los pilares educativos,
situando el bienestar emocional y mental como eje central de las escuelas. La educación no puede ser
solamente transmisora de conocimientos; debe ser, también, facilitadora de bienestar, resiliencia y
crecimiento personal.
Tal vez muchos puedan pensar que la propuesta de incluir esta figura en las escuelas pueda parecer utópica,
especialmente cuando enfrentamos restricciones presupuestarias y otros desafíos financieros. Sin embargo,
es crucial reconocer que invertir en el bienestar de los estudiantes y del personal docente es, a largo plazo,
invertir en el futuro de nuestra sociedad.
Además, la presencia de un profesional dedicado al bienestar podría, en realidad, resultar en una reducción
de costos asociados a problemas de salud mental y emocional, ausentismo, licencias, rotación de personal y
retención de talento.
La cuestión no es si podemos permitirnos integrar esta figura, sino, si podemos permitirnos no hacerlo.
Liderar y acompañar a las personas para que logren su máximo potencial, sus metas, objetivos y principios,
es fundamental en los conceptos de bienestar laboral. Las organizaciones más destacadas son las que
facilitan la inclusión de estos elementos, independientemente de la posición o rango de su gente.
En un mundo donde los desafíos emocionales y mentales están en aumento, la proactividad en el bienestar
educativo no es una opción, es una urgente necesidad.

LA CREATIVIDAD EN LAS AULAS: UNA ASIGNATURA PENDIENTE


PorLaura Lewin 02 Oct, 2023 02:43 a.m. AR

La capacidad de pensar de maneras creativas hoy es más importante que recordar datos de memoria para
luego olvidarlos

La escuela debe estimular el pensamiento creativo. EFE/Carlos Cermele


En el pasado la escuela era la puerta al mundo. Era la oportunidad de acceder a una vida cultural rica a
través de las clases y lo que transmitía un docente. Lo que pasaba en el aula era interesante y tal vez la única
oportunidad de alumnos de conocer el mundo a través de la información recibida.
Hoy, con el acceso irrestricto a información y a la cultura a través de las pantallas, con un mundo
inmensamente más interesante que lo que pasa entre las cuatro paredes del aula, ¿cómo hacemos para que
la clase le genere un valor agregado al alumno? Trabajando en el desarrollo de habilidades esenciales para la
vida.
Desarrollar la creatividad no es un extra curricular, es una prioridad. Es una habilidad esencial que empodera
a los alumnos a ser agentes de cambio, a cuestionar, innovar y a enfrentar los retos inciertos del futuro.
Ya lo decía Robert. P. Crawford, “El pensamiento creativo es el bien más valioso y rentable para cualquier
individuo, corporación o país. Tiene el poder de cambiar al individuo, a su empresa y al mundo”.
En este entorno dinámico y en evolución constante, ¿estamos, como educadores, facilitando un ambiente
que potencie la creatividad y el pensamiento crítico de nuestros estudiantes? ¿O estamos limitándolos a
patrones de pensamiento convencionales y a la conformidad?
La creatividad no es una habilidad innata. Se entrena. Implica descubrir, jugar, generar nuevas ideas, mejorar
las ideas que ya existen, relacionar cosas. Es conectar cosas, hacer surgir una idea nueva; es el medio que
nos permite solucionar un problema. Los docentes deben ser facilitadores, fomentando un ambiente de
aprendizaje donde se valore la diversidad de ideas y se incentive la exploración, la reflexión y la expresión
individual. El rol de los educadores es fundamental para nutrir y cultivar esta habilidad en los alumnos,
permitiéndoles explorar y potenciar su capacidad de innovación y pensamiento divergente.
Hoy en día, muchas empresas valoran más la curiosidad intelectual que el alto coeficiente intelectual de sus
colaboradores. Claramente, la capacidad de innovar, de resolver problemas, de pensar de maneras creativas
hoy es más importante que recordar datos de memoria para luego olvidarlos. En este contexto, ¿estamos
preparando a nuestros jóvenes para enfrentar un mundo en constante cambio y evolución? ¿O les estamos
enseñando a conformarse con lo establecido? Es crucial reflexionar sobre estas preguntas, ya que las
respuestas determinarán el futuro de nuestra educación y el desarrollo de las próximas generaciones.
La innovación es un valor necesario en las aulas del siglo XXI. REUTERS/Agustin Marcarian
Los docentes son actores clave en este proceso. Su labor no debe centrarse únicamente en transmitir
conocimientos, sino en crear ambientes propicios para la creación de ideas, donde el error se perciba como
parte del aprendizaje y no como un fracaso. Deben motivar a los estudiantes a cuestionar, imaginar, y a
pensar de manera lateral, propiciando una educación que vaya más allá de la memorización y reproducción
de datos.
Esto no significa que no debamos trabajar con el contenido. El contenido es, sin duda, crucial; proporciona el
fundamento de conocimientos que nuestros estudiantes necesitan para entender el mundo que los rodea.
Sin embargo, el verdadero valor de la educación no radica sólamente en la adquisición de conocimientos,
sino en la capacidad de los alumnos para asimilar, aplicar, cuestionar y expandir esos conocimientos de
manera creativa y crítica. Es la interacción reflexiva y creativa con el contenido lo que permite a los
estudiantes construir un entendimiento profundo, desarrollar habilidades de resolución de problemas y
adaptarse a contextos nuevos y cambiantes.
Todos llegamos al mundo con una curiosidad insaciable. Como niños, todos poseemos una curiosidad
natural, un hambre por obtener explicaciones, que parece morir lentamente conforme crecemos… y
entramos a la escuela.
En la mayoría de los casos, la educación no desarrolla la curiosidad, ni la habilidad para hacer preguntas.
Integrar la creatividad en los programas académicos implica todo un cambio de paradigma. Necesitamos
metodologías de enseñanza que favorezcan el pensamiento divergente, la exploración y la experimentación.
El aprendizaje basado en proyectos, el trabajo colaborativo, y el uso de la tecnología son estrategias
efectivas que promueven la creatividad y permiten a los alumnos desarrollar habilidades esenciales para el
presente, como la comunicación, el pensamiento crítico y la colaboración.
En un contexto globalizado, donde los cambios son constantes y acelerados, la educación creativa es más
que una necesidad, es una inversión a largo plazo. Las mentes creativas serán las protagonistas de las
transformaciones sociales, científicas y tecnológicas del futuro, y será nuestro legado como sociedad el
haberles proporcionado las herramientas y el entorno necesario para que se desarrollen.
Algunos aspectos que debemos considerar en educación:
- Las clases creativas por lo general tienen una estructura menos rígida. Se permite a los estudiantes
explorar y aprender de manera autónoma dentro de ciertos parámetros.
- Los estudiantes deben sentir que tienen la libertad para expresar sus ideas sin temor a críticas negativas.
Debemos alentar el respeto y la aceptación de perspectivas diversas.
- Debemos utilizar actividades que fomentan la imaginación, como la narración de historias, la creación de
arte y la resolución de problemas creativos. Debemos asignar proyectos a largo plazo que permitan a los
estudiantes abordar problemas complejos y aplicar su creatividad para encontrar soluciones.
- Debemos darles tiempo y espacio para que reflexionen sobre su proceso creativo y cómo pueden mejorar.
- Debemos fomentar la colaboración entre los estudiantes. El trabajar en proyectos grupales permite que los
alumnos generen ideas juntos y se inspiren mutuamente.
- Los docentes deben alentar a los estudiantes a hacer y hacerse preguntas y explorar temas que les
interesen. Esto puede incluir proyectos de investigación autodirigidos.
- Debemos reconocer y celebrar los logros creativos de los estudiantes, lo que puede incluir exhibiciones,
presentaciones en clase o publicaciones online.
- Debemos repensar la instancia de evaluación para que esté basada no solo en resultados finales, sino
también en el proceso creativo. Debemos valorar el pensamiento original y la capacidad de innovar.
La creatividad no es un lujo, es una necesidad urgente que debe integrarse de manera efectiva en nuestros
sistemas de enseñanza para preparar a las futuras generaciones para un mundo en constante cambio y
evolución.
Hagamos de nuestras escuelas laboratorios de ideas donde se cultiven mentes inquisitivas y creativas.
Impulsemos políticas educativas que pongan a la creatividad en el centro del proceso de aprendizaje. Y
comprometámonos, como sociedad, a formar individuos que no sólo sueñen con un mundo mejor, sino que
tengan las herramientas y habilidades necesarias para construirlo.

DESAPRENDER PARA APRENDER: EL DESAFÍO DE TRANSFORMAR LA EDUCACIÓN


PorLaura Lewin 11 Sep, 2023 02:19 a.m. AR

Al perpetuar el sistema tradicional limitamos la preparación de los alumnos para el futuro

El modelo tradicional de enseñanza pone a los alumnos en riesgo de quedar excluidos de las
transformaciones de las sociedades actuales. (Unsplash)
En un mundo en constante evolución, donde los avances tecnológicos y las transformaciones sociales son
moneda corriente, la educación se enfrenta a un desafío impostergable: la necesidad de transformarse. El
sistema educativo tradicional, arraigado en prácticas centenarias, ya no logra satisfacer las demandas y las
necesidades de los alumnos de hoy.
Si seguimos perpetuando este sistema que no involucra ni motiva a los estudiantes, nos arriesgamos a
condenarlos a un futuro incierto, carente de las habilidades y competencias esenciales para enfrentar los
retos que vendrán.
La motivación es uno de los pilares fundamentales para el éxito en la educación. Sin embargo, el sistema
tradicional tiende a aplastarla en lugar de nutrirla. La enseñanza centrada en la memorización y la repetición
de información desalienta el pensamiento crítico y la creatividad. Los alumnos se ven atrapados en una
espiral de aburrimiento y desinterés, ya que no pueden relacionar lo que aprenden con su vida cotidiana o
sus aspiraciones personales. Esto conduce a una desconexión entre el proceso educativo y la realidad,
erosionando la motivación intrínseca y dificultando el desarrollo integral de los alumnos.
Además, al perpetuar el sistema tradicional limitamos la preparación de los alumnos para el futuro. El
mundo actual demanda habilidades como la resolución de problemas, la colaboración, la adaptabilidad, el
pensamiento crítico, el desaprender y volver a aprender. Estas habilidades son cruciales para prosperar en
una sociedad globalizada y en constante cambio. Sin embargo, el modelo educativo tradicional se sigue
enfocando en la transmisión de contenido estático en lugar de fomentar el desarrollo de capacidades
prácticas y relevantes. Como resultado, los estudiantes graduados se encuentran insuficientemente
preparados para enfrentar los desafíos laborales y personales que los esperan.
Es necesario desarmar y rearmar el sistema educativo tradicional.
Otro tema no menor, es reconocer que un considerable porcentaje de estudiantes no logra alcanzar el nivel
de competencia esperado, presentando graves deficiencias en áreas cruciales como la comprensión de
lectura y la resolución de problemas matemáticos. Estas carencias resaltan aún más las limitaciones del
sistema educativo tradicional.
Esta realidad subraya la urgencia de transformar la educación hacia enfoques más dinámicos y
personalizados que puedan atender de manera integral las distintas aptitudes y desafíos que enfrentan los
estudiantes en sus trayectorias académicas.
Al hablar de la transformación de la educación no sólo debemos considerar adaptar la currícula educativa
(qué enseñamos y para qué enseñamos) o los métodos de enseñanza, sino también de cultivar la autonomía,
el compromiso y la responsabilidad en los alumnos.
El sistema tradicional fomenta la pasividad, donde los estudiantes son receptores pasivos de información
en lugar de convertirse en participantes activos en su propio aprendizaje. Al incorporar enfoques
pedagógicos centrados en el estudiante, se los empodera para explorar sus intereses, dirigir su aprendizaje y
construir un sentido de propósito en su educación.
La desvinculación entre el sistema educativo tradicional y las necesidades actuales también tiene
implicaciones sociales y económicas. Perpetuar un sistema obsoleto no sólo puede exacerbar las
desigualdades, ya que los alumnos provenientes de entornos desfavorecidos son los más perjudicados al no
recibir una educación que les permita competir en igualdad de condiciones, sino que además, los países que
han apostado por la transformación educativa están mejor posicionados para impulsar la innovación,
mejorar la productividad y abordar los problemas sociales de manera efectiva.
La transformación de la educación es una necesidad imperante. Romper con el sistema tradicional que no
involucra ni motiva a los estudiantes es esencial para su desarrollo integral y su preparación efectiva para el
futuro. Al nutrir la motivación intrínseca, fomentar habilidades relevantes, acompañar a los estudiantes que
necesitan de más apoyo y promover la participación activa, se crea un entorno educativo que empodera a
los alumnos para enfrentar los desafíos del siglo XXI. Como sociedad, debemos reconocer que la inversión
en una educación transformadora es una inversión para todos.
REIMAGINANDO LA EVALUACIÓN EN LAS ESCUELAS
PorLaura Lewin 22 Ago, 2023 00:26 a.m. AR

De exámenes a experiencias de aprendizaje


La Evaluación Auténtica es un método de medición del aprendizaje que difiere de la calificación en base a
notas numéricas. (Unsplash)
En la búsqueda constante por mejorar la educación, es imperativo que reevaluemos no solo lo que
enseñamos, sino también cómo evaluamos el aprendizaje. El sistema tradicional de evaluación basado en
exámenes estandarizados y calificaciones numéricas está siendo cuestionado en todo el mundo por su
capacidad limitada para medir las habilidades y el potencial real de los estudiantes.
Enfocarse únicamente en memorizar información para un examen no fomenta la comprensión profunda ni
la aplicación práctica de los conocimientos. Los estudiantes aprenden a corto plazo y luego se olvidan de casi
todo, ya que el objetivo principal se convierte en obtener una calificación alta en lugar de internalizar y
aplicar lo que han aprendido. Y tiene sentido: nuestro sistema educativo enfatiza más la nota que el
aprender.
El problema fundamental con las típicas preguntas de examen, las preguntas fácticas, es que suelen requerir
respuestas de memoria sin promover un pensamiento crítico o la comprensión profunda de un tema. Estas
preguntas se centran en la recopilación de información ya existente en lugar de fomentar la capacidad de
analizar, sintetizar y aplicar el conocimiento en situaciones novedosas. En contraste con la evaluación
auténtica, que busca medir habilidades prácticas y aplicación en contextos reales, las preguntas fácticas por
lo general no contribuyen al desarrollo de habilidades y comprensión más allá de la memorización.
La Evaluación Auténtica: Un enfoque holístico
La evaluación auténtica busca superar estas limitaciones al centrarse en la comprensión profunda, la
aplicación práctica y el crecimiento personal. Se trata de observar cómo los estudiantes resuelven
problemas del mundo real, colaboran, comunican y aplican habilidades en contextos relevantes. Esta
evaluación va más allá de lo memorizado y busca medir la verdadera capacidad de los estudiantes para
aplicar sus conocimientos en situaciones diversas. Es decir, no alcanza con repetir la información, lo que se
busca es ver qué puede hacer el alumno con el contenido.
Algunos ejemplos
Lengua
Entrevista Ficticia: Imaginá que sos un periodista y entrevistá a uno de los personajes principales de la
novela. Diseñá un set de preguntas que aborden aspectos de la personalidad, motivaciones y cambios a lo
largo de la trama.
Matemática
Diseño de Espacio: Los estudiantes deben diseñar la distribución de muebles en una habitación rectangular,
considerando factores como la comodidad, el espacio libre y la estética. Deben proporcionar medidas
precisas y justificar sus elecciones.
Biología
Conservación del Ecosistema Local: Diseñá un folleto informativo para concientizar a la comunidad local
sobre la importancia de conservar un ecosistema cercano. Incluí detalles sobre su biodiversidad, amenazas y
medidas que pueden tomar para protegerlo.
Historia
Chat GPT: Imaginate que los alumnos están aprendiendo sobre la vida y logros de Edison. Utilizando el
ChatGPT se les podría asignar la tarea de participar en una conversación con Edison. Podrían formular
preguntas, aplicando su conocimiento y habilidades para hacer preguntas pertinentes.
La inteligencia artificial puede incorporarse a los procesos de evaluación de los alumnos. Canva.

Otros ejemplos de Evaluación Auténtica


Proyectos Interdisciplinarios: en lugar de evaluar a los estudiantes en base a pruebas individuales, se
podrían asignar proyectos que requieran la integración de conocimientos de varias materias. Por ejemplo,
un proyecto en el que los estudiantes investigan y presentan soluciones a los desafíos ambientales locales,
combinando ciencias, matemáticas y habilidades de comunicación.
Portafolios de Aprendizaje: Los estudiantes podrían construir un portafolio a lo largo del año,
documentando sus logros, reflexiones y proyectos. Esto permitiría a los docentes y padres ver la progresión
individual y la diversidad de habilidades de cada estudiante.
Evaluación Basada en la Resolución de Problemas: Presentar a los estudiantes problemas del mundo real y
evaluar cómo aplican sus conocimientos para resolverlos. Por ejemplo, en lugar de una prueba de
matemáticas tradicional, podrían enfrentarse a un problema de diseño que requiera cálculos matemáticos.
Presentaciones y Debates: Invitar a los estudiantes a presentar sus ideas y argumentos sobre temas
relevantes fomenta las habilidades de comunicación y el pensamiento crítico. Estas presentaciones podrían
ser evaluadas en función de la claridad, la persuasión y la evidencia respaldatoria.
El Cambio Empieza con Nosotros
Es vital que tanto educadores como padres colaboren en este cambio hacia la Evaluación Auténtica. Es hora
de reconocer que las calificaciones no son el único indicador del éxito de un estudiante. La Evaluación
Auténtica permite que los estudiantes demuestren su verdadero potencial y construyan habilidades para la
vida en lugar de simplemente aprobar exámenes.
Al adoptar la Evaluación Auténtica, estamos preparando a nuestros alumnos para enfrentar los desafíos del
mundo real. Están aprendiendo a pensar críticamente, a resolver problemas y a colaborar efectivamente,
habilidades esenciales en la sociedad actual. Además, se promueve un ambiente en el que el error se ve
como una oportunidad para aprender y crecer, en lugar de un fracaso.
Te puede interesar: Prueba Aprender: en varias provincias, 9 de cada 10 estudiantes no alcanzan el nivel
esperado al terminar la secundaria
La evidencia muestra que la Evaluación Auténtica tiene un impacto más positivo en el aprendizaje integral de
los alumnos. Superar estas barreras requiere una combinación de voluntad, formación y cambio cultural
para crear un sistema educativo que realmente prepare a los estudiantes para el éxito en el mundo actual.
La Evaluación Auténtica integra la evaluación formativa y sumativa para crear un proceso de aprendizaje más
completo y significativo. Los docentes utilizan la retroalimentación continua para guiar el progreso de los
estudiantes, mientras que la evaluación sumativa proporciona una evaluación global basada en la aplicación
de conocimientos y habilidades en contextos auténticos. Juntas, estas formas de evaluación fomentan el
crecimiento integral de los estudiantes y los preparan para el éxito en el mundo real.
La educación es un proceso evolutivo, y nuestras prácticas de evaluación deben evolucionar con ella. La
Evaluación Auténtica no solo refleja la verdadera capacidad de los estudiantes, sino que también los prepara
para el éxito en un mundo en constante cambio. Como docentes y padres, es nuestra responsabilidad abogar
por un enfoque de evaluación que nutra el crecimiento integral de los estudiantes. Es hora de abrazar la
Evaluación Auténtica, un enfoque que valora la comprensión profunda, las habilidades prácticas y el
crecimiento individual.

CÓMO LA FALTA DE REGLAS EN EL HOGAR AFECTA LA CONDUCTA DE LOS ESTUDIANTES


PorLaura Lewin 27 Jul, 2023 00:15 a.m. AR

La educación es una tarea compartida. Solo con una participación comprometida de todos los actores
involucrados, podremos ofrecerles a los chicos una educación no sólo académica, sino también basada en
valores sólidos
Educación y familia, como un todo para la formación de los chicos

La familia es el primer y más importante entorno en el que los chicos aprenden a relacionarse con los
demás. Es en este contexto donde forman los cimientos de la personalidad y los valores morales. Sin
embargo, cuando las familias se desentienden de su rol educativo, el impacto en la escuela podría
mostrarnos alumnos con actitudes de indiferencia, apatía, falta de compromiso, y hasta falta de respeto
hacia los otros agentes del sistema educativo: compañeros, docentes y hasta directivos.
Uno de los principales factores que contribuyen a una mala actitud en la escuela es la falta de tiempo y
atención por parte de los padres. En muchos hogares, el ritmo acelerado de vida, las múltiples
responsabilidades laborales, o inclusive cuestiones más profundas hacen que la interacción familiar se
reduzca considerablemente. Los chicos pasan cada vez más tiempo solos o en compañía de sus pantallas, sin
una guía adecuada.
Como resultado, no incorporan modelos de comportamiento positivos o valores sólidos. La falta de límites y
normas claras en el hogar también es otro factor relevante a considerar. Cuando los padres no establecen
reglas consistentes y no fomentan el respeto hacia los demás, los chicos tienden a comportarse de manera
irrespetuosa en otros contextos, como la escuela. La ausencia de diálogo y comunicación efectiva también
hace lo suyo. Cuando los padres no les prestan atención a las preocupaciones y necesidades de sus hijos,
estos pueden sentirse ignorados y desvalorizados. La falta de una comunicación abierta y afectiva dificulta el
desarrollo de habilidades sociales y emocionales, y puede generar resentimiento, retraimiento o, inclusive,
actitudes desafiantes en los jóvenes.
Te puede interesar: Repudiable: violento insulto en clase de un alumno a su maestra
La familia tiene la responsabilidad primordial de fomentar valores como el respeto, la empatía y el
compromiso, que son fundamentales para una convivencia sana en el entorno escolar y un desarrollo
integral de los estudiantes. Es esencial que los padres se comprometan activamente en la educación de sus
hijos, dedicando tiempo de calidad, estableciendo límites claros, promoviendo una comunicación abierta y
afectiva y estando disponible para reuniones individuales o grupales, cuando así se los requiriera. Además,
las escuelas deben promover programas de formación y sensibilización dirigidos a las familias, con el fin de
fortalecer su rol como primeros educadores. La colaboración estrecha entre la familia y la comunidad
educativa es fundamental para formar alumnos comprometidos y respetuosos.
Foto NA
Cuando un docente se encuentra con grupos de alumnos desmotivados, poco comprometidos o
inclusive irrespetuosos, se enfrenta a una serie de desafíos, muchas veces difíciles de sortear. Es importante
comprender las posibles causas detrás de estas conductas, y comprender su contexto para abordar la
situación de manera efectiva. Pero además, el docente debe cuidar su propia motivación y bienestar, ya que
enfrentarse constantemente a alumnos desmotivados o irrespetuosos puede generar frustración y
agotamiento. Es esencial que los docentes cuenten con el apoyo y los recursos necesarios para sobrellevar
estas dificultades y mantener su pasión por la enseñanza, y para esto las escuelas deben promover un
enfoque integral para abordar la problemática. Esto implica establecer canales de comunicación efectivos
con los padres, promoviendo su participación activa en la educación de sus hijos, a la vez de implementar
programas de formación y sensibilización dirigidos a las familias, brindándoles herramientas y recursos para
fortalecer su rol como educadores.
La indiferencia o las conductas desafiantes en los alumnos requieren de una intervención conjunta de la
familia y las instituciones educativas. La familia tiene la responsabilidad primordial de fomentar valores,
mientras que las escuelas deben proporcionar apoyo y recursos para los docentes y promover programas de
formación para los padres. Solo a través de una colaboración estrecha entre la familia y la comunidad
educativa será posible formar alumnos comprometidos, respetuosos y conscientes de su responsabilidad
como ciudadanos. Es tiempo de recordar que la educación es una tarea compartida y que, solo mediante una
participación activa y comprometida por parte de todos los actores involucrados, podremos ofrecerles a los
chicos una educación no sólo académica, sino también basada en valores sólidos, fundamentales para su
desarrollo integral.
DOCENTES VS. CELULARES: ¿QUIÉN GANARÁ LA BATALLA POR LA ATENCIÓN DE LOS ALUMNOS?
PorLaura Lewin 11 Jul, 2023 01:19 a.m. AR
La constante estimulación digital puede afectar la capacidad de atención, la memoria y la capacidad de
reflexión profunda

Cada escuela y sistema educativo deberá evaluar las necesidades y circunstancias particulares al tomar
decisiones sobre el uso de celulares en las aulas
Recientemente, Holanda ha tomado una decisión audaz al acordar entre las escuelas y las familias impedir el
uso de celulares en las escuelas, motivados por la creciente preocupación sobre la distracción que los
celulares generan en los alumnos, así como sus efectos en el cerebro y la capacidad de concentración.
El diseño de los dispositivos móviles, con sus aplicaciones y notificaciones constantes, colores, brillos,
sonidos y demás características, está diseñado para captar nuestra atención y estimular la liberación de
dopamina en el cerebro. Esta hormona del placer refuerza la conexión entre la gratificación instantánea y el
uso del celular, lo que puede llevar a una dependencia y dificultad para concentrarse en otras tareas, como
el aprendizaje en el aula. ¿Será la solución prohibir los celulares en las escuelas a fin de reducir esta
distracción y fomentar una mayor atención en las aulas?
Varios estudios han demostrado que el uso excesivo de los celulares puede tener efectos negativos en el
cerebro, especialmente en el desarrollo cognitivo y emocional de los chicos.
Te puede interesar: Educación y campaña: existen ejemplos de éxito muy a mano en los que Argentina se
puede inspirar
La constante estimulación digital puede afectar la capacidad de atención, la memoria y la capacidad de
reflexión profunda. Además, el uso excesivo de dispositivos electrónicos puede generar ansiedad, depresión
y dificultades para establecer relaciones sociales significativas. La prohibición de celulares en las escuelas ha
sido un primer paso en varios países para fomentar la desconexión, permitiendo a los alumnos desarrollar
habilidades de concentración y promoviendo un equilibrio saludable entre la vida digital y la vida real.
La decisión de permitir o prohibir los celulares en las escuelas es un tema complejo y debe considerarse
cuidadosamente. Si bien la prohibición puede ayudar a minimizar la distracción y promover un ambiente de
aprendizaje más enfocado, también es importante reconocer que los dispositivos móviles pueden ser
herramientas valiosas para el aprendizaje y la comunicación en ciertos contextos. Una alternativa viable
sería establecer pautas claras y educar a los alumnos sobre un uso responsable de los celulares,
enseñándoles a gestionar su tiempo y a utilizarlos de manera productiva.
Además de establecer pautas claras y educar a los alumnos sobre un uso responsable de los celulares, es
importante considerar otras estrategias para abordar este tema en las escuelas. Una opción es implementar
períodos designados de “libre de celulares” durante las clases, donde se aliente a los estudiantes a apagar
sus dispositivos y centrarse completamente en la clase y actividades educativas. Esto proporcionaría un
espacio dedicado para la concentración y la interacción sin distracciones digitales.
Por otro lado, es fundamental fomentar el desarrollo de habilidades de autorregulación en los estudiantes.
En lugar de depender exclusivamente de una prohibición, se puede trabajar en colaboración con los
estudiantes para que ellos mismos sean conscientes de cómo los celulares pueden afectar su concentración
y rendimiento académico. Promover la autorreflexión y el autocontrol los ayudará a tomar decisiones
informadas sobre cuándo y cómo utilizar sus dispositivos, brindándoles herramientas para gestionar su
tiempo y atención de manera efectiva.
Además, se pueden explorar alternativas tecnológicas que promuevan el aprendizaje activo y la
participación en el aula. Por ejemplo, se pueden utilizar aplicaciones educativas específicas o dispositivos
compartidos, como tabletas o computadoras, que estén preconfigurados con software educativo y
restricciones de acceso a redes sociales y juegos. De esta manera, se aprovecharían los beneficios de la
tecnología mientras se minimiza la distracción y se mantiene un enfoque en el contenido académico.
En última instancia, cada escuela y sistema educativo deberá evaluar las necesidades y circunstancias
particulares al tomar decisiones sobre el uso de celulares en las aulas. No hay una solución única para todos,
y es importante considerar los beneficios y desafíos específicos de cada enfoque. La clave está en encontrar
un equilibrio que promueva el aprendizaje efectivo, fomente la atención plena y prepare a los estudiantes
para manejar de manera responsable la tecnología en su vida diaria.
DOCENTES EN PELIGRO DE EXTINCIÓN
PorLaura Lewin 30 Jun, 2023 00:54 a.m. AR

¿Por qué cada vez es más difícil encontrar docentes de calidad?

EFE/Jero Morales
No podemos negar que la calidad de la educación está estrechamente vinculada con la calidad de los
docentes. Sin embargo, es evidente que cada vez es más difícil encontrar profesionales de la enseñanza que
cumplan con estas características. Aunque es importante destacar que siempre existen docentes idóneos,
apasionados y entusiastas, es necesario reconocer que no siempre esto representa la norma. Por otro lado, y
muy preocupante también, es la certeza de que a medida que nos alejamos de la ciudad, notamos más
dificultades tanto en la preparación de base de los docentes como en la evidente escasez de docentes para
cubrir los cargos.
Existen numerosas razones que podrían explicar por qué cada vez hay menos docentes de calidad.
Uno de los factores clave es la falta de incentivos y reconocimiento. La labor educativa conlleva una gran
responsabilidad y dedicación, pero no es una sorpresa que esto no es valorado adecuadamente por quienes
nos gobiernan, y en muchos casos tampoco por la sociedad. Los bajos salarios, la falta de oportunidades de
crecimiento profesional y las condiciones laborales precarias desmotivan a muchos profesionales talentosos.
Esto lleva a que aquellos con vocación y habilidades excepcionales busquen alternativas laborales más
gratificantes.
Te puede interesar: ¿De qué calidad educativa hablamos?
Lamentablemente, en muchos otros casos, la elección de la docencia no se basa en la vocación y el amor por
la enseñanza, sino en la búsqueda de una salida laboral fácil, lo que a su vez impacta en la calidad de la
enseñanza y aprendizaje por parte de los alumnos.
Además, y como es sabido, la formación docente enfrenta desafíos significativos. En algunos casos, los
programas de formación no están suficientemente actualizados o no brindan las herramientas necesarias
para enfrentar los desafíos contemporáneos de la educación. La falta de una evaluación rigurosa de los
docentes puede perpetuar la presencia de profesionales poco preparados en las aulas. Estas deficiencias en
la formación se traducen obviamente en una merma en la calidad educativa y en la desmotivación de
aquellos docentes que desean mejorar y desarrollar su potencial.
Por otro lado, y como comentaba anteriormente, las diferencias entre las escuelas de ciudad, las del interior
y las “del interior del interior”, es decir, aquellas más alejadas de las grandes ciudades, son notorias. En las
grandes ciudades, donde se concentran los recursos y oportunidades, es más probable encontrar
instituciones educativas con mayor acceso a infraestructuras adecuadas, recursos tecnológicos y programas
de desarrollo profesional, lo que atrae a los mejores docentes. Sin embargo, en las zonas rurales o
apartadas, la realidad es muy distinta. Las escuelas más alejadas de las grandes ciudades a menudo carecen
de recursos básicos, enfrentan dificultades para retener a los docentes más calificados y tienen limitaciones
en la implementación de metodologías pedagógicas innovadoras.
Frente de una escuela rural en Salta. Las zonas alejadas a las ciudades suelen sufrir desventajas materiales y
cualitativas en la enseñanza
No podemos dejar de mencionar que, en el pasado, la figura del docente solía ser sinónimo de prestigio y
autoridad en el ámbito educativo. Los docentes eran respetados y reconocidos por su labor de formar y
guiar a las nuevas generaciones. Sin embargo, en la actualidad, lamentablemente, esa autoridad y prestigio
han disminuido significativamente – y en muchos casos se ha extinguido.
La falta de respeto de algunas familias e inclusive de los alumnos hacia los docentes tiene un impacto
significativo en su rol educativo. Cuando los docentes no son valorados o sus decisiones son constantemente
cuestionadas, se crea un ambiente desafiante que dificulta su labor. Esta pérdida de autoridad docente
genera un impacto negativo en la dinámica de la enseñanza, y afecta directamente el binomio enseñanza-
aprendizaje.
La apatía y el desinterés de los alumnos, sumado a los niveles de violencia que se ven en algunas aulas, es
otro factor desalentador que desmotiva a los docentes en su labor. En muchos casos, los estudiantes
muestran falta de motivación para participar activamente en las clases, carecen de curiosidad por aprender y
no valoran la importancia de la educación en sus vidas. Esta actitud apática genera un ambiente
desalentador para los docentes, ya que se esfuerzan por captar la atención de sus alumnos y despertar su
interés, pero se encuentran con la resistencia y la falta de compromiso, generando otro factor que “espanta”
a los docentes más calificados y muchas veces los hace salirse del sistema.
Te puede interesar: Se creó una red nacional de docentes para luchar por la calidad de la enseñanza: “Basta
de fraude educativo”
La falta de docentes de calidad tiene un impacto negativo en la educación y en el futuro de los
estudiantes. Una enseñanza deficiente limita las oportunidades de aprendizaje y las oportunidades a futuro
de los alumnos. Asimismo, genera desigualdades educativas, ya que los estudiantes de escuelas con menos
recursos o con docentes poco competentes enfrentan mayores desafíos para acceder a una educación de
calidad y, por ende, a oportunidades de éxito futuro.
Este fenómeno que estamos viviendo también tiene un efecto perjudicial en la sociedad en su conjunto. Una
educación deficiente contribuye a la pérdida de capital humano, ya que una fuerza docente con limitaciones
no logra formar ciudadanos preparados y competentes que impulsen el desarrollo y progreso de la sociedad,
lo que a la vez puede generar una brecha en el desarrollo regional, ya que las comunidades con escuelas de
menor calidad tienen menos oportunidades de desarrollo socioeconómico.
Es importante destacar que abordar este problema requiere de una acción conjunta por parte del gobierno,
las instituciones educativas y la sociedad en general. Es fundamental invertir en la formación y actualización
continua de los docentes, brindándoles oportunidades de desarrollo profesional y reconocimiento adecuado
a su labor. Asimismo, se deben establecer políticas que promuevan la equidad educativa, garantizando que
todas las escuelas, independientemente de su ubicación geográfica, cuenten con los recursos necesarios
para brindar una educación de calidad.
La falta de buenos incentivos para los docentes de calidad afectan los procesos de enseñanza y aprendizaje
En este sentido, es esencial destinar recursos suficientes a la educación, priorizando la inversión en
infraestructura, tecnología educativa, materiales didácticos y programas de capacitación docente. Por otro
lado, se deben implementar mecanismos de acompañamiento, de evaluación y seguimiento efectivos para
garantizar la calidad de la educación en todas las escuelas.
Tal vez el puntapié inicial sea fomentar una cultura de valoración y reconocimiento de la labor docente. Es
decir, volver a dotar al docente del prestigio y respeto que tenía décadas atrás, a la vez de brindarle un
entorno de trabajo que lo motive y retribuya adecuadamente.
La disminución de docentes de calidad es una problemática que requiere atención urgente. La falta de
docentes competentes pone en riesgo el futuro de nuestros estudiantes. Es hora de tomar acción y
revalorizar la educación, apostando por docentes de calidad que eduquen, inspiren y guíen a las nuevas
generaciones. Nuestro futuro depende de ello, y no podemos permitir que la falta de acción perpetúe un
sistema educativo que no cumple con las necesidades de nuestros estudiantes ni de nuestros docentes.
LA REVOLUCIÓN EDUCATIVA: TECNOLOGÍA Y APRENDIZAJE
PorLaura Lewin 20 Jun, 2023 02:27 a.m. AR

Debemos desaprender y volver aprender para poder salirnos de la lógica de la escuela tradicional

FOTO: ROGELIO MORALES /CUARTOSCURO.COM


La innovación en la escuela es utilizar la creatividad con un propósito pedagógico. Pero no siempre es tan
sencillo: la falta de tiempo es una de las principales razones que esgrimen los directivos al no poder utilizar
tiempo para pensar, soñar, planificar, para innovar. Y no deja de ser una razón válida: sin presupuesto, sin
personal, sin recursos, con docentes que rotan, formularios para completar, la burocracia de siempre, las
presiones de todos lados, pareciera que el directivo debe hacer malabares para transitar el día a día y esto,
claramente, lo aleja de la posibilidad de pensar en innovar.
Muchos directivos asocian la innovación en educación con tecnología. Sin embargo, si bien la tecnología en
estos tiempos es importante, es más una oportunidad que una solución a los problemas del
binomio enseñanza-aprendizaje. La innovación educativa es un proceso permanente que implica un cambio
significativo en los procesos de enseñanza y los objetivos de aprendizaje. Lo que buscamos es mejorar la
calidad educativa, es decir darle valor al aprendizaje.
Los desafíos del siglo XXI demandan una reflexión profunda y un enfoque audaz en el ámbito educativo.
Debemos desaprender y volver aprender para poder salirnos de la lógica de la escuela tradicional donde el
foco está en lo memorístico y poder enfocarnos en pedagogías activas, en donde los alumnos puedan
desarrollar la autonomía, la autodisciplina, el compromiso y autogestionar sus propios aprendizajes.
Buscamos que a nuestros alumnos les guste aprender, sin embargo, en la mayoría de las escuelas se sigue
poniendo el foco en la enseñanza, pero no en el aprendizaje. Necesitamos una escuela alineada a la manera
de aprender que tienen hoy los alumnos.
MÉXICO, D.F., 07ENERO2016.- Con un abstencionismo notable, pocos alumnos regresaron a la escuela esta
mañana después de que concluyó el periodo vacacional de invierno. En la Escuela Primaria Guadalupe
Ceniceros de Zavaleta sólo se presentaron un promedio de 44 niños de un aproximado de 200 alumnos.
Debido al gran abstencionismo, los estudiantes que arribaron a la escuela fueron agrupados en un sólo salón
por grado escolar. FOTO: MARÍA JOSÉ MARTÍNEZ /CUARTOSCURO.COM
Podríamos preguntarnos:
¿Qué medidas están tomando las escuelas para fomentar la creatividad y el pensamiento crítico en sus
estudiantes, más allá de simplemente transmitirles contenido?
¿Cómo están preparando a los estudiantes para enfrentar los desafíos del futuro, considerando que muchos
trabajos actuales desaparecerán o serán automatizados?
¿Están los métodos de evaluación actuales realmente midiendo el potencial y las habilidades únicas de cada
estudiante, o simplemente están estandarizando el proceso educativo?
¿Qué medidas están implementando en las escuelas para crear un entorno de aula sana, es decir libre de
amenazas, y fomentar la seguridad emocional de los estudiantes, promoviendo así su bienestar y su
capacidad de aprendizaje óptimo?
¿Qué están haciendo para fomentar la colaboración y el trabajo en equipo entre los estudiantes, habilidades
esenciales en el mundo laboral actual?
¿Están los estudiantes adquiriendo habilidades emocionales y sociales sólidas para afrontar el estrés, la
ansiedad y otros desafíos de salud mental que enfrentan en su vida diaria?
¿Está la educación enfocada demasiado en la memorización de hechos y datos, en lugar de promover la
comprensión profunda y la aplicación práctica del conocimiento?
¿Cómo están utilizando la tecnología de manera efectiva en el aula para mejorar la experiencia de
aprendizaje y preparar a los estudiantes para esta nueva era tecnológica?
¿Qué medidas están tomando para garantizar que los docentes estén capacitados y actualizados en las
últimas metodologías educativas y tecnologías?
¿Cómo están involucrando a los padres y a la comunidad en general en la educación de los estudiantes,
reconociendo que el aprendizaje ocurre más allá de los muros de la escuela?
¿Cómo están asegurando que todos los estudiantes, independientemente de sus habilidades tengan
igualdad de oportunidades y acceso a una educación inclusiva y de calidad, donde se sientan valorados,
respetados y apoyados para alcanzar su máximo potencial?
Es decir, ¿cómo están redefiniendo las escuelas su enfoque educativo y adaptando las escuela para preparar
a los estudiantes de hoy para el mundo incierto y desafiante del mañana, brindando una educación que
fomente la creatividad, el pensamiento crítico, la colaboración, la inclusión, las habilidades emocionales y
sociales, la comprensión profunda, la aplicación práctica del conocimiento, el uso efectivo de la tecnología y
la participación activa de los padres y la comunidad en general?
Te puede interesar: La innovación educativa a partir de la facilitación y acompañamiento en los procesos de
mejora
Es evidente que muchos alumnos sienten una falta de sentido y pertinencia en el entorno educativo actual.
La desconexión entre lo que se les enseña en el aula y su realidad cotidiana se ha convertido en un obstáculo
para su motivación y compromiso con el aprendizaje. Para abordar este desafío, es fundamental repensar y
reformar el sistema educativo, asegurándose de que sea relevante y significativo para los estudiantes. Esto
implica proporcionarles oportunidades para explorar sus propios intereses y pasiones, conectar el
aprendizaje con situaciones y desafíos reales, y fomentar su participación activa en el proceso educativo. Al
hacer que la educación sea más pertinente, los alumnos encontrarán un propósito claro en su aprendizaje y
desarrollarán las habilidades necesarias para enfrentar los retos del mundo actual y futuro. De esta manera,
se construirá una base sólida para su crecimiento personal, su participación ciudadana y su éxito en la vida
más allá de las aulas.
Al abordar estas cuestiones podremos comenzar a trascender los límites del sistema actual, promoviendo
una educación que sea relevante, inclusiva y preparatoria para el futuro. El rol del directivo, su compromiso
y liderazgo son clave para transformar el panorama educativo y brindar a los estudiantes las herramientas
necesarias para triunfar en un mundo en constante cambio.
La educación del siglo XXI debe trascender la mera transmisión de conocimientos y adaptarse a las
necesidades cambiantes de los estudiantes y el mundo. La creatividad, el pensamiento crítico, la
colaboración y la empatía son algunas de las habilidades y valores fundamentales que los estudiantes deben
desarrollar para enfrentar los desafíos de un mundo en constante evolución. Solo así podremos garantizar
que estén listos para enfrentar los desafíos y aprovechar las oportunidades que les depara el futuro. ¿Será
posible? Difícil a corto plazo. La mayor dificultad del mundo no es lograr que la gente adopte nuevas ideas,
sino conseguir que se olviden de las viejas.
EL LADO OSCURO DE TIK TOK: PELIGROS Y CONSECUENCIAS DE LOS RETOS VIRALES
PorLaura Lewin 07 Jun, 2023 01:43 a.m. AR

Los chicos deben sentir su valía independientemente de la mirada del otro. Es necesario que lo sepan

La exposición a las propuestas en redes sociales puede ser peligrosa algunas personas.

Cortos, simpáticos, llamativos y sumamente adictivos. Así son muchos Tik Toks.
Lamentablemente, en los últimos tiempos, hemos visto casos de chicos, que, inducidos o por decisión
propia, se enfrentan a desafíos virales que han generado resultados peligrosos y hasta la muerte. Sí, hasta la
muerte.
Algunos por inocencia, otros para sentirse aceptados, otros por conseguir más seguidores o likes, la cuestión
es que muchas veces los chicos no miden consecuencias y se exponen peligrosamente, ya sea a situaciones
riesgosas, o a haters.
Y si bien la gran mayoría de los videos en tik tok o Instagram son inocentes, divertidos y recreativos o
informativos, hay algunos que exponen a los chicos a situaciones complicadas: desde interactuar con
desconocidos, recibir comentarios que podrían, en función de su edad y madurez, desbordarlos
emocionalmente, compararse con cuerpos o situaciones que poco tienen que ver con la realidad de la
mayoría, o bien incitarlos a realizar desafíos peligrosos. Y en relación a estos retos virales, se requiere de
mucha madurez emocional para poder rechazar estos desafíos riesgosos sin sentirse avergonzado. ¿Están
nuestros hijos preparados para decir “no” cuando lo divertido se convierte en riesgoso?
Te puede interesar: En qué consiste el riesgoso reto de Tik Tok que habría llevado a dos adolescentes de San
Fernando a irse de sus casas
Si los chicos, por ejemplo, necesitan de un filtro porque se siente menos lindos que otros, tal vez estaríamos
en la antesala de un problema causado por una baja autoestima que podría tener consecuencias en sus
relaciones y con ellos mismos, además de afectar su autopercepción. La autoestima de los chicos puede ser
muy frágil, y hay que cuidarla.
A veces, los chicos harán cosas solo para sentirse aceptados por sus pares- desde aceptar un reto en tik
tok, tomar alcohol en una fiesta o vestirse de tal o cual manera. Debemos aprender a tener conversaciones
con ellos acerca de la importancia de sentirse aceptados por sí mismos, no por los demás. Es decir,
hacerlos sentir su valía independientemente de la mirada del otro. El mensaje, tal vez, es que no tienen que
demostrarle nada a nadie. Cuando ellos se sienten cómodos con ellos mismos, y cuando se sienten queridos,
no necesitan demostrarle nada a nadie. Si los ayudamos en el desarrollo de su autoestima y su autoconfianza
desde chicos, y los ayudamos a desarrollar un pensamiento crítico, es decir poder sopesar si ese reto que me
proponen pueden tener consecuencias o atentar contra mi salud o integridad, podrán permanecer más en
calma cuando lo necesiten para tomar las mejores decisiones aun cuando alguien quiera ejercer una
influencia negativa sobre ellos.
Dependiendo del grado de madurez emocional, la influencia de las redes sociales puede ser un riesgo.
REUTERS/Dado Ruvic/File Photo
Es nuestra responsabilidad, como adultos, saber a qué juegan, qué miran, qué les gusta o interesa, y por
supuesto, con quién se vinculan de manera virtual.
Esto no significa prohibir, espiar o emitir juicios de valor, sino generar la confianza necesaria para poder
mantener conversaciones de manera frecuente. Necesitamos tener un diálogo fluido con nuestros hijos que
invite a la reflexión y enseñarles a cuidarse en las redes. Debemos ofrecerles información clara y oportuna y
acompañarlos en su desarrollo integral.
Es muy difícil saber qué información consumen cuando todo transcurre con una velocidad que abruma. Por
eso, cuando un chico se siente confundido, asustado o incómodo por algún comentario, información,
reacción, o invitación a algún reto en las redes, necesita saber que siempre están los brazos de sus padres
donde poder descansar, desahogarse o sacarse las dudas. Esta seguridad es crucial para que pueda aprender
a manejar sus emociones y a tomar las mejores decisiones.
Conversar con nuestros hijos, cuando no están acostumbrados, requiere paciencia y autocontrol.
NO los fuercen.
NO los obliguen.
NO los humillen.
NO descalifiquen sus emociones o sus problemas.
Buscar momentos en donde la conversación surja de manera espontánea es mejor que forzar un diálogo.
Como adultos tenemos que tomar la responsabilidad de alentar a los chicos a despegarse de las pantallas
cuando sentimos que el uso es excesivo, nocivo, y estimularlos a hacer otro tipo de cosas.
¿Cuándo debemos interferir? En principio siempre. Ejercer un control parental es una responsabilidad que
no podemos relegar. Debemos saber qué redes frecuentan nuestros hijos y qué contenido consumen. Pero
además, la intervención es necesaria:
Cuando no pueden detenerse a pesar de lo que les pedimos.
Cuando están tan absortos en la pantalla que no reaccionan cuando se les habla.
Cuando dejan algún juego enojados, angustiados, agitados o ansiosos.
Cuando vemos que se involucran con retos que pueden ser dañinos o no aptos para su edad.
Cuando se quejan de estar aburridos porque no tienen un celular o tablet a mano.
En la era de la tecnología y la infancia digital, debemos estar alerta. Los desafíos en redes sociales pueden
llevar a consecuencias peligrosas para nuestros hijos. Es crucial fomentar su autoestima, enseñarles a
valorarse y a tomar decisiones basadas en su bienestar. Como adultos, tenemos la responsabilidad de
guiarlos y protegerlos en el mundo virtual. Con diálogo abierto y control parental, podemos asegurar su
seguridad y desarrollo integral. Tomemos conciencia para que lo divertido no se convierta en riesgoso.
PARA TRANSFORMAR LA EDUCACIÓN, DEBEMOS PRIMERO SOLTAR AMARRAS Y ANIMARNOS A
MIRAR EL HORIZONTE
PorLaura Lewin 15 Feb, 2023 02:20 a.m. AR
En este nuevo mundo que se viene, solo las mentes que se destaquen podrán sobresalir. Debemos
involucrar a los alumnos en la construcción del conocimiento, permitirles explorar, investigar y compartir

Tenemos el mismo sistema educativo desde hace más de cien años. De vez en cuando, surgen reformas
curriculares, entran en boga nuevas estrategias de evaluación, pero se trata de cambios superficiales (iStock)
Una noche, Mariana decidió hacer la receta familiar de colita de cuadril al horno con papas para cenar. Lo
primero que hizo fue tomar la carne y cortarle unos diez centímetros de la punta para luego colocarla sobre
la asadera. Su pareja, al verla hacer esto, le preguntó: “¿Por qué siempre que hacés colita de cuadril le cortás
la punta?”. Mariana, algo desconcertada y a la vez contrariada, le respondió: “Porque se hace así. Mi mamá
siempre lo hizo así, mi abuela también. Se hace así”.
Unos días después, cuando fue a visitar a su mamá, Mariana le preguntó: “Mamá, ¿por qué hay que cortarle
unos diez centímetros de la punta a la colita de cuadril antes de ponerla al horno?”. Su madre, sorprendida,
le respondió: “No lo sé, hija, yo siempre lo he hecho así; tu abuela la preparaba así. Mejor vamos a llamarla y
le preguntamos”. Luego de escuchar la pregunta con atención, la abuela contesta: “Y, yo corto la punta de la
colita de cuadril porque, si no, no entra en mi asadera”.
Este relato nos muestra cómo, en ocasiones, repetimos conductas de modo rutinario, sin preguntarnos por
qué lo hacemos. Nunca nadie se planteó una manera diferente de hacer las cosas. Lamentablemente, en la
educación muchas veces sucede lo mismo.
Las cosas siempre se hicieron así
Tenemos el mismo sistema educativo desde hace más de cien años. De vez en cuando, surgen reformas
curriculares, entran en boga nuevas estrategias de evaluación, pero se trata de cambios superficiales. En el
fondo, todo sigue igual. Es difícil imaginar las razones de esta inmutabilidad. Si los alumnos de hoy tienen un
perfil completamente distinto al que teníamos nosotros, ¿cómo se explica que no podamos aggiornarnos?
Llegados a este punto, creo que todos coincidimos en que necesitamos transformar la educación. Esto no
significa estar inventando la rueda todo el tiempo, pero sí repensar las estrategias educativas en función de
qué necesita hoy un alumno para aprender más y mejor y poder adaptarse a las necesidades de un siglo que
se las trae.
El mundo se está preparando para trabajos que hoy no existen.
Las normas que gobiernan el mundo laboral están cambiando a pasos agigantados y ni siquiera sabemos qué
trabajos van a estar disponibles en un futuro. Por lo tanto, ¿qué estamos enseñando en la escuela? ¿Para
qué escenario estamos enseñando?
En este nuevo mundo que se viene, solo las mentes que se destaquen podrán sobresalir. Debemos
involucrar a los alumnos en la construcción del conocimiento, permitirles explorar, investigar y compartir. El
mundo cambia y se transforma a un ritmo por demás acelerado que, sin lugar a dudas, sobrepasa la
capacidad de la escuela de poder acompañarlo.
Además de construir habilidades cognitivas, nuestros estudiantes necesitan desarrollar capacidades que les
permitan desplegar aspectos emocionales y sociales de su personalidad. Necesitan espacios de
conocimiento en donde sea posible resolver conflictos y poner en práctica la empatía y la escucha atenta, las
habilidades de exposición, el estar enfocado, las de liderar y ser liderado, cualidades que ya no son optativas
para la vida. Las habilidades que demanda este siglo están asociadas a la creatividad, la innovación, la
resolución de problemas y el pensamiento crítico, entre otras competencias.
No ha existido otro momento en la historia en el que los alumnos hayan estado expuestos a tantos
estímulos. Son chicos inquietos, curiosos y con recursos de todo tipo. Sin embargo, en muchas escuelas se
sigue pregonando el mismo discurso de siempre: “Sentados y en silencio”.
Necesitamos entender que las respuestas automáticas y memorizadas no sirven en el mundo actual. El
nuevo paradigma de la educación acentúa aprender en cualquier momento y en cualquier lugar. La
acumulación de conocimiento ya no representa un bien socialmente valorado y esto se debe, como
sabemos, a que podemos acceder a todo tipo de conceptos y contenidos a través de Internet. Lo que el
mundo exige son personas que puedan adaptarse, y que puedan aplicar este conocimiento, no solo
adquirirlo.
El docente que sigue sosteniendo como única estrategia de enseñanza la clase expositiva y magistral, debe
saber que ese rol, el de ser la única fuente de conocimiento, ya caducó. Más que ir a la escuela a aprobar,
necesitamos que los chicos vayan “a probar”, y que de ese probar surjan la curiosidad y las ganas de
aprender. Ahí es donde surge el aprender: de un alumno naturalmente motivado para seguir aprendiendo
por sí mismo. Si ir al colegio es aburrido, ¿cuál es la motivación?
El corte abrupto entre el nivel inicial y la primaria/secundaria
El nivel inicial es diferente porque está basado en corrientes pedagógicas que respetan los intereses del
niño. Tanto Federico Froebel como María Montessori fueron pedagogos pioneros en destacar las
particularidades de la infancia como el juego y el descubrimiento, y en mencionarlas como las bases para
construir la enseñanza. No sucede lo mismo en la primaria ni la secundaria, instancias en las que parece ser
imposible trascender la lógica de “la letra con sangre entra”.
Cuando en los colegios hablamos del perfil del egresado, nos referimos al conjunto de cualidades,
habilidades y valores que, junto con los conocimientos, queremos que tengan incorporados nuestros
alumnos al momento de egresar. El problema es que mucho se habla de esas características, pero poco se
las tiene en cuenta en el aula.
Un futuro ambiguo, incierto y tan cambiante necesita de personas que, más que “recordar” qué hacer en
situaciones nuevas, puedan “pensar” qué hacer. Para preparar a los chicos para ese escenario será necesario
trabajar en las aulas con metodologías cooperativas, en donde los alumnos puedan pensar, crear, hacer,
innovar, debatir, escucharse y aprender los unos de los otros. La educación está en un punto en donde o
cambiamos o la historia se repetirá. Para transformarla necesitamos de un compromiso alto para generar y
sostener cambios a lo largo del tiempo.
Mejorar la calidad de la educación requiere, ante todo, de una voluntad muy firme de mejorar, de trabajar
de manera articulada entre todos los actores de la educación y fijar metas a corto, mediano y largo
plazo que involucren mejoras en los sueldos, bienestar docente, desarrollo profesional, infraestructura,
recursos, aspectos curriculares, implicancia de las familias, y muchas otras cuestiones. Necesitamos líderes
que puedan poner a la educación en el centro de la escena y que puedan, a través de su idoneidad,
credibilidad, liderazgo y acompañamiento, mostrar el camino.
Sin una educación de calidad, nos esperan muchas décadas desperdiciadas.
EL ChatGPT EN LAS AULAS: ¿PELIGRO DE PLAGIO O SEÑAL DE QUE LA EDUCACIÓN DEBE
CAMBIAR?
PorLaura Lewin 30 Ene, 2023 00:03 a.m. AR

No se trata de hacer como que este tipo de aplicaciones no existen, sino de aprender a convivir con la
tecnología en la escuela

El ChatGPT es una herramienta creada con inteligencia artificial que puede crear textos que parecieran estar
escritos por seres humanos (Reuters)

Imaginate que un alumno no entendió un tema en clase, o que haya faltado, o que estuviese viendo un
tutorial y le queden dudas, entonces una inteligencia artificial (una página) le explica exactamente lo que
necesita el alumno, subiendo o bajando el nivel de complejidad, o inclusive dándole ejemplos. Casi, casi
como tener al docente al lado e ir haciéndole preguntas. Algo así como hablar con un humano que sabe de
absolutamente todo. El alumno pregunta, repregunta, y así va obteniendo información.
El ChatGPT o Generative Pre-trained Transformer, por sus siglas en inglés, es una herramienta creada con
inteligencia artificial que puede crear textos que parecieran estar escritos por seres humanos. Basta con
indicarle a la aplicación sobre qué tema debe escribir, qué tan largo debe ser el texto y qué tono quiero darle
(informativo, profesional, académico o inclusive un rap) y a dejarse sorprender por el resultado. Si esta
información se vuelca en un informe o ensayo será tan natural, que será muy difícil saber si la escribió el
alumno o el robot, lo que alentaría el posible plagio por parte de alumnos en escuelas y universidades.
En realidad el plagio existió siempre: el famoso copy-paste (copio y pego) de información escrita por otro o
buscada en Google, para el caso, cumple el mismo objetivo, aunque claro, con el ChatGPT, muchísimo más
rápido, lo que nos lleva a la pregunta de siempre: ¿prohibimos la herramienta o le sacamos el máximo
provecho?
Tal vez no prohibirla, pero sí regularla. Uno de los eventos más importantes de Inteligencia Artificial prohíbe
el uso de inteligencia artificial para la presentación de trabajos por parte de los disertantes. Sí pueden
utilizarla para pulir o mejorar sus escritos, pero no para hacerlos por ellos (¡Igual, me parece una ironía!).
Y si bien hay lugares, como Nueva York, por ejemplo, en donde ya lo han prohibido en las escuelas, si lo que
al docente le preocupa es el plagio, basta con pedirles a los alumnos que todo informe o ensayo o consigna
que implique algún tipo de redacción se haga en clase. ¿Práctico? Sí, pero improductivo.
En lo personal siempre prefiero que el tiempo en clase se utilice para maximizar y potenciar ese tiempo en el
aula. Es decir, salir del modo tradicional en donde el docente transmite contenido y el alumno lo consume de
manera pasiva. Esto se logra a través del aula invertida, en donde el alumno, en su casa, ve un video o lee
algún material acerca del contenido que debe aprender, para luego, en clase, y junto a sus compañeros,
activar ese conocimiento a través de aprendizajes activos.
También podríamos trabajar con alguna leyenda al final de todo trabajo que dijera algo así como “El uso de
aplicaciones como el ChatGPT o similares es un acto deshonesto que la institución no tolerará bajo ninguna
circunstancia y conllevará sanciones para el alumno”, o alguna declaración jurada: “Declaro no haber
utilizado la aplicación ChatGPT o similar en el desarrollo de este trabajo”. Es decir, hay maneras de
desalentar el uso de la tecnología utilizada para fines no apropiados. Habría que ver en cada institución qué
peso tienen los valores. Un alumno que se copia, sabiendo que no debe hacerlo, no se va a dejar influenciar
por una leyenda de este tipo…. En fin, algo más para pensar.
Otra opción es siempre pedirle al alumno que, en cualquier trabajo, aun habiendo utilizado la herramienta
para investigar, incluya alguna reflexión o vivencia personal, o busque dos posiciones encontradas acerca de
algún tema, es decir, hacerlo pensar.
De todas maneras, y debido a la gran preocupación que este tema genera, Google ya estaría trabajando en
una extensión que permitiría detectar trabajos escritos con el ChatGPT y ya existe en el mercado otra
aplicación, llamada GPTZero, que puede detectar si el texto fue escrito por un bot o un humano. Aunque
claro, la contracara es que, a diferencia de Google, que saca la información de alguna fuente en particular, el
Chat GPT utiliza cientos, miles, de fuentes y puede generar una enorme variedad de respuestas diferentes,
con lo cual sería muy difícil realmente detectar el plagio.
Ahora bien, ¿vamos a empezar a prohibir todas las herramientas tecnológicas que aparezcan de ahora en
más que podrían ser utilizadas para fines anti éticos, como el plagio, o debemos comenzar por cambiar
nosotros, los docentes, la finalidad de las evaluaciones y trabajos académicos?
El problema, como siempre, no es el recurso, sino qué uso se le da al recurso.
El ChatGPT llegó para quedarse. Es más, ya se está trabajando en una nueva versión que va a superar,
inclusive a esta. No se trata de hacer como que no existe, sino de aprender a convivir con la tecnología en la
escuela. El ChatGPT existe, está disponible y los alumnos lo van a usar para tareas de investigación y sí, para
hacer los deberes también. Por eso, lo que debe cambiar no es aceptar o prohibir el ChatGPT, sino buscar la
manera en que los alumnos aprendan a pesar de la herramienta.
Los aspectos positivos del ChatGPT incluyen el poder aprender acerca de cualquier tema en cualquier lugar y
en cualquier momento, sin tener un docente cerca, hacer resúmenes, ahorra muchísimo tiempo de
búsqueda de información e inclusive es genial para estudiantes neurodivergentes. Inclusive ayuda al
docente a generar preguntas de exámenes y a corregirlos.
El lado negativo es que, claramente, herramientas como estas atentan contra el desarrollo de habilidades
esenciales que debemos trabajar en el aula, como el pensamiento crítico, el pensamiento creativo o la
resolución de problemas.
Tal vez, la invitación está en salirnos del formato de preguntas fácticas en la clase y empezar a trabajar con
habilidades superiores del pensamiento (reflexionar, fundamentar, comparar y contrastar, predecir, debatir,
etc). La pregunta más importante de la clase debe ser siempre “¿qué te hace decir eso?”, es decir, ayudar a
los alumnos a pensar de maneras más profundas y fomentar la metacognición.
Lo que buscamos es darles la oportunidad a los alumnos de adueñarse de sus trayectorias: que trabajen en
grupos, que enriquezcan sus ideas, que revisen sus trabajos con otros, que pidan sugerencias,
editen/mejoren/acorten sus producciones, los hagan más largos o los publiquen en redes (si es apropiado).
Todo esto ayuda a lograr más autonomía, mayor compromiso y orgullo por sus producciones y aprendizajes.
La clave: alentar a los alumnos a pensar, no simplemente a transcribir información. Necesitamos ayudar a los
alumnos a poder interactuar con el contenido, a aplicarlo, a crear. A usarlo.
Es decir, somos nosotros, los docentes, los que debemos anticiparnos y estar un paso adelante de la
realidad.
Esta, ojalá, sea una nueva oportunidad para revisar nuestras prácticas áulicas, y proponer consignas que
sean tan interesantes, significativas y relevantes, que nuestros alumnos no necesiten del ChatGPT como
atajo.
LOS CHICOS Y LA TECNOLOGÍA: CUANDO LO DIVERTIDO SE PUEDE TRANSFORMAR EN PELIGROSO
PorLaura Lewin 28 Ene, 2023 03:55 a.m. AR

No todos los contenidos en redes sociales tienen un objetivo altruista: algunos dejan a los chicos muy
expuestos. ¿Están nuestros hijos preparados para decir “no” cuando lo divertido se convierte en riesgoso?

Los chico
Cortos, simpáticos, llamativos y sumamente adictivos. Así son muchos Tik Toks. Algunos pueden llegar a
tener consecuencias maravillosas. Muchos nos seguimos acordando del desafío del balde de agua helada,
por ejemplo, que hace algunos años ayudó a generar consciencia acerca de la esclerosis lateral amiotrófica y
recaudó, sólo en EEUU, más de U$S 41 millones de dólares en un mes.
Sin embargo, no todos tienen un objetivo tan altruista y algunos dejan a los chicos muy expuestos.
Lamentablemente, en los últimos tiempos, hemos visto casos de chicos, que, inducidos o por decisión
propia, se enfrentan a desafíos virales que han generado resultados peligrosos y hasta la muerte. Prueba de
esto es el desafío del Blackout Challenge que la semana pasada se cobró la vida de una menor en Santa Fe.
Algunos por inocencia, otros para sentirse aceptados, otros por conseguir más seguidores o likes, es decir
popularidad. La cuestión es que muchas veces los chicos no miden consecuencias y
se exponen peligrosamente, ya sea a situaciones riesgosas o a haters, que no miden el efecto de sus
palabras y puede tumbar al más fuerte.
La sobreestimulación tecnológica, por otra parte, genera trastornos cognitivos como la falta de asombro, el
aburrimiento, la falta de concentración y otros.
Si bien, como dijimos, la gran mayoría de los videos en Tik Tok o Instagram son inocentes, divertidos y
recreativos o informativos, hay algunos que exponen a los chicos a situaciones complicadas: desde
interactuar con desconocidos, recibir comentarios que podrían, en función de su edad y madurez,
desbordarlos emocionalmente, compararse con cuerpos o situaciones que poco tienen que ver con la
realidad de la mayoría, o bien incitarlos a realizar desafíos peligrosos. Y en relación a estos retos virales, se
requiere de mucha madurez emocional para poder rechazar estos desafíos riesgosos sin sentirse
avergonzado. ¿Están nuestros hijos preparados para decir “no” cuando lo divertido se convierte en
riesgoso?
Los niños y las nuevas tecnologías
Si los chicos, por ejemplo, necesitan de un filtro porque se sienten menos lindos que otros, tal vez
estaríamos en la antesala de un problema causado por una baja autoestima que podría tener consecuencias
en sus relaciones y con ellos mismos, además de afectar su autopercepción. La autoestima de los chicos
puede ser muy frágil, y hay que cuidarla.
La autoestima está relacionada con estar cómodos y seguros de nosotros mismos —de qué elecciones
tomamos y cómo nos relacionamos con los demás—. A veces, los chicos harán cosas solo para sentirse
aceptados por sus pares: desde aceptar un reto en tik tok, tomar alcohol en una fiesta o vestirse de tal o cual
manera. Debemos aprender a tener conversaciones con ellos acerca de la importancia de sentirse aceptados
por sí mismos, no por los demás. Es decir, hacerlos sentir su valía independientemente de la mirada del otro.
El mensaje, tal vez, es que no tienen que demostrarle nada a nadie. Cuando ellos se sienten cómodos con
ellos mismos y cuando se sienten queridos, no necesitan demostrarle nada a nadie. Si los ayudamos en el
desarrollo de su autoestima y su autoconfianza desde chicos, y los ayudamos a desarrollar un pensamiento
crítico —es decir, poder sopesar si ese reto que me proponen pueden tener consecuencias o atentar contra
mi salud o integridad—, podrán permanecer más en calma cuando lo necesiten para tomar las mejores
decisiones aun cuando la presión del grupo quiera ejercer una influencia negativa sobre ellos.
Es nuestra responsabilidad, como adultos, saber a qué juegan, qué miran, qué les gusta o interesa. Y, por
supuesto, con quiénes se vinculan de manera virtual.
Esto no significa prohibir, espiar o emitir juicios de valor, sino generar la confianza necesaria para poder
mantener conversaciones de manera frecuente. Necesitamos tener un diálogo fluido con nuestros hijos que
invite a reflexionar y enseñarles a cuidarse en las redes. Debemos ofrecerles información clara y oportuna y
acompañarlos en su desarrollo integral.
Es muy difícil saber qué información consumen cuando todo transcurre con una velocidad que abruma. Por
eso, cuando un chico se siente confundido, asustado o incómodo por algún comentario, información,
reacción, o invitación a algún reto en las redes, necesita saber que siempre están los brazos del adulto donde
poder descansar, desahogarse o sacarse las dudas. Esta seguridad es crucial para que pueda aprender a
manejar sus emociones y a tomar las mejores decisiones.
Conversar con nuestros hijos, cuando no están acostumbrados, requiere paciencia y autocontrol.
—No los fuercen.
—No los obliguen.
—No los humillen.
—No descalifiquen sus emociones o sus problemas.
Buscar momentos en los que la conversación surja de manera espontánea es mejor que forzar un diálogo.
Como adultos, tenemos que tomar la responsabilidad de alentar a los chicos a despegarse de las pantallas
cuando sentimos que el uso es excesivo, nocivo y estimularlos a hacer otro tipo de cosas.
¿Cuándo debemos interferir? En principio siempre. Ejercer un control parental es una responsabilidad que
no podemos relegar. Debemos saber qué redes frecuentan nuestros hijos y qué contenido consumen. Pero
además, la intervención es necesaria…
—Cuando no pueden detenerse a pesar de lo que les pedimos.
—Cuando están tan absortos en la pantalla que no reaccionan cuando se les habla.
—Cuando dejan algún juego enojados, angustiados, agitados o ansiosos.
—Cuando vemos que se involucran con retos que pueden ser dañinos o no aptos para su edad.
—Cuando se quejan de estar aburridos porque no tienen un celular o tablet a mano.
EL DIRECTIVO DE ESCUELA COMO LÍDER
PorLaura Lewin 20 Ene, 2023 00:12 a.m. AR

Como directivos tenemos la responsabilidad de cuidar el clima institucional creando ambientes


emocionalmente seguros

i los docentes (o directivos) no se sienten seguros o confían en los demás, es muy difícil generar un clima de
confianza y seguridad

Ser líder es un privilegio que nos permite cambiar la vida de personas y de nuestras instituciones. Pero
para ser un buen líder, el directivo debe empezar por esperar lo mejor de él mismo. Tiene que ser un reflejo
de lo que espera en sus colaboradores. Y para eso debe trabajar profundamente en él para ser el estímulo
que generará cambios positivos en su entorno.
Cuando la cultura institucional no promueve un ambiente seguro, se rompe el compromiso de los docentes
con su desempeño. Por el contrario, cuando nos sentimos seguros, nos abrimos, nos acercamos, nos
comprometemos más.
No podemos aprender bajo situaciones de peligro o amenaza. Si un directivo se concentra en señalar errores
todo el tiempo, seguramente se creará un ambiente tenso, poco favorable para que las potencialidades
puedan visibilizarse. Como directivos tenemos la responsabilidad de cuidar el clima institucional creando
ambientes emocionalmente seguros.
Las emociones de miedo o angustia afectan el funcionamiento cognitivo-ejecutivo. Cuando una persona
tiene miedo, se activa la amígdala, que es una estructura muy pequeña, con forma de almendra, en el
cerebro. Esto es algo automático e involuntario. Las neurociencias nos muestran día a día lo nocivo que es el
miedo en la organización. Debemos trabajar la ausencia de amenaza y generar ambientes seguros y sanos
para que cada colaborador pueda desplegar todo su potencial.
Si los docentes (o directivos) no se sienten seguros o confían en los demás, es muy difícil generar un clima de
confianza y seguridad. La ausencia de amenaza en la institución hace que las personas se sientan seguras, se
abran, se acerquen y se comprometan más.
Cuando un docente es feliz:
- Toma riesgos tendientes a mejorar su práctica áulica. - Es más creativo - Tiene más confianza en sus
fortalezas - Se abre más y considera otros puntos de vista u otras ideas - Tiene más espacio emocional para
enfrentar desafíos u obstáculos.
No existen características que se ajusten específicamente a todos los líderes por igual.. Sin embargo, existen
algunas características comunes que pueden observarse en los líderes. La influencia de los líderes no viene
sin algunos prerrequisitos.
- Los líderes tienen una visión. La gente sigue a los líderes porque parecen saber dónde están yendo. A
veces, este objetivo o destino puede ser imaginado por sus seguidores, “ver lo invisible”. Sin embargo, otras
veces los líderes pueden tener una visión de algo que no se encuentra en el entendimiento inmediato de los
otros. Los líderes ven más allá del status quo y lo que es fácilmente previsible para sugerir cambios que
pueden ser considerados revolucionarios.
- Los líderes son proactivos. Los entusiasma y los activa el ponerse en acción. No necesitan que les digan qué
deben hacer; lo hacen. Se enfocan en la situación, toman las mejores decisiones y avanzan. Piensan a lo
grande. ¿Qué es lo que no debemos hacer? Quedarnos en la queja, en el “no se puede”, “a mí no me
enseñaron”, “esto es mucho para mí”. En una crisis, todo es mucho para todos. Las crisis son tiempos
extraordinarios, que requieren de personas extraordinarias haciendo cosas extraordinarias.
- Los líderes se enfocan en las oportunidades, no en los límites. ¿Cuáles son los recursos que tengo? ¿Qué
más puedo hacer? ¿Hasta dónde puedo empujar mis límites? ¿Qué opciones tengo? Los líderes piensan de
manera creativa y con una mente abierta. Pueden ver más allá de lo que es previsible y encontrar
oportunidades donde otros no las ven. Empujan sus propios límites para descubrir oportunidades en sitios
donde otros ven limitaciones.
- Los líderes nunca pierden de vista lo importante: la gente. Mientras algunos piensan en el sistema o solo
buscan cumplir o se dejan intimidar por la crítica, los líderes no pierden de vista lo más importante: a quién
le ofrecen su servicio. Los líderes pueden trascender las presiones para enfocarse en las personas y hacer lo
mejor que pueden hacer para ellas. No se distraen en el camino.
- Los líderes crecen por su habilidad de empoderar a otros. Sin relación, no hay resultados. Los líderes no
crecen por sus cargos o su poder, articulan sus visiones de manera convincente y logran una conexión
emocional que les per mite llegar a la gente. Es ese vínculo el que les permite conectarse y lograr
productividad y no reactividad en el otro. Pueden identificar las aptitudes de las personas, desarrollarlas y
potenciarlas. Creen en el potencial de la gente y trabajan para que todos lo alcancen.
El liderazgo es ver la oportunidad en medio de la dificultad. No es fácil liderarte a vos mismo. Es mucho más
fácil decirle al otro qué debe hacer o hacer lo que te digan qué debes hacer. Tener la autodisciplina de
llevarte a los niveles más altos, por convicción y no por obligación, es todo un desafío.
LOS CHICOS Y LA TECNOLOGÍA EN VACACIONES
PorLaura Lewin 11 Ene, 2023 02:59 a.m. AR

No pensemos en la pantalla como un enemigo, pensemos mejor en el contenido que consumen los niños, y
cuándo lo consumen

Cuando la pantalla los controla a ellos, en lo que se refiere a frecuencia, duración e intensidad, se transforma
en un problema
Llegan las vacaciones y es el momento de conectar en familia. Pero a veces los chicos “de tan conectados,
están desconectados”. ¿Debemos prohibir la tecnología en las vacaciones?
Todo lo que prohibimos genera resistencia. Lo que debemos lograr como adultos, más que prohibir, es
alentar un buen uso de la tecnología. Es decir, qué y cuándo.
Un regalo muy valioso que podemos darles a nuestros hijos es enseñarles a discernir por ellos mismos. Es
decir, usar la tablet o el celular en un vuelo o en un viaje para no que no sea aburrido, está muy bien. Ahora,
usar el celular o la tablet, cuando la familia está reunida cenando y conversando, o en una excursión, no.
Ahora bien, la tecnología no es buena ni mala. De nada sirve ponernos en contra de algo que ya está
pasando y que se profundizará aún más. ¿Qué es más valioso: leer un buen libro digital, o ver un amanecer?
¿Ver un tutorial que enseña alguna habilidad o conversar con alguien? Seguramente ambos, dependiendo
del lugar y el momento. Es decir, no pensemos en “la tecnología” como un enemigo, pensemos mejor en el
contenido que consumen los chicos, y cuándo lo consumen. Lo que debemos lograr, entonces, es un uso
equilibrado, y esto va a depender de cada familia. No es igual para todos. A nivel general, podemos decir sí a
la tecnología, pero no a expensas de estar en movimiento (correr, pasear, nadar) o conectarse con gente
real. Cuidado con los chicos que tienen más amigos virtuales que reales…
Hace mucho tiempo atrás, los adultos socializábamos en un bar, nos llamábamos por teléfono o nos
enviábamos cartas. Esto es parte de nuestro pasado. Hoy los chicos siguen conectados con sus grupos de
pertenencia, independientemente de donde se encuentren geográficamente. Ya no hay fronteras de espacio
ni de tiempo. Es un cambio radical en la comunicación en una era digital.
¿Por qué usamos el celular en una sala de espera, en un medio de transporte o cuando no tenemos qué
hacer? La tecnología llena huecos. Si nuestros hijos están todo el tiempo conectados, es tiempo de ver qué
huecos están llenando.
Como en muchas cosas, el problema no es el recurso, sino qué uso le damos.
¿Cuándo mucho es mucho?
Como adultos nos damos cuenta de que la tecnología empieza a ser un problema y debemos intervenir
cuando:
1. Los chicos no pueden despegarse de la pantalla.
2. Cuando se enojan o explotan cuando les pedimos que la dejen.
3. Cuando se quejan de estar aburridos porque no tienen un celular o tablet a mano.
4. Cuando no pueden detenerse a pesar de lo que les pedimos.
5. Cuando están tan absortos en un juego que no reaccionan cuando se les habla.
6. Cuando dejan un juego enojados, angustiados, agitados o ansiosos.
Es decir, cuando la pantalla los controla a ellos, en lo que se refiere a frecuencia, duración e intensidad.
Si el uso de la tecnología reemplaza el contacto con otras personas, debilita la posibilidad de hacerse de
amigos o los retrae socialmente, ahí también hay un problema.
También es un problema si el celular se utiliza como “chupete tecnológico”. Por ejemplo:
-Hijo: Má, me aburro.
-Adulto: Usá la tablet.
-Hijo: No tiene batería.
-Adulto: Bueno, tomá mi celular.
¡Cuidado! Debemos permitirles a los chicos autorregular su aburrimiento. Si no, ¿qué harán cundo no nos
tengan a mano?
Es decir, la pantalla se torna negativa si impulsa al niño a recluirse socialmente o le genera tal adicción que
no puede desprenderse de ella. En estos casos, tendremos que imponer un límite de tiempo al uso de
pantallas.
Si nos preocupa que los chicos estén todo el día conectados, podemos poner algunas reglas, como por
ejemplo que el celular o la tablet se usen dentro de la casa o la habitación del hotel, pero a la noche. De día
es momento de salir, de hacerse de amigos, de divertirse y conectarse en familia. Si llevamos los celulares a
una excursión, es solo para sacar fotos, no para mandar mensajes. O aplicaciones solo en los traslados, etc.
Cada familia sabe qué necesita y qué le funciona.
También podríamos alentarlos que inviten a amigos a jugar a esos videojuegos. Esto, además de sacarlos del
aislamiento cuando juegan solos, reforzará habilidades importantes como la comunicación, organización,
planificación, etc.
También debemos considerar que jueguen en lugares visibles para poder supervisar el tipo de juego y sus
reacciones. No olvidemos supervisar el tipo de juego, en función de la edad, madurez y necesidades de los
chicos. Si los chicos no desean mostrarnos a qué juegan o qué ven en sus pantallas, tal vez deberíamos
levantar la ceja derecha, presumir que hay alguna razón para esto, e intervenir. Como adultos es nuestra
obligación ejercer el control parental y ver el contenido que están consumiendo. Esto es, si el contenido es
apropiado para su edad y madurez, si es relevante (no es lo mismo una hora de videos de Youtube que un
programa de arte), y por supuesto, cuidado con la posibilidad de que adultos extraños puedan interactuar
con los chicos, si son chicos.
Otro tema, no menor, es el ejemplo que damos nosotros como padres. Si el adulto no puede despegarse de
su celular, los chicos van a copiar lo que ven en sus familias. Es como pretender que los chicos desarrollen el
hábito de la lectura cuando nunca vieron a un adulto en sus casas con un libro en sus manos…
Pero tal vez, lo primero que debemos preguntarnos es qué estarían haciendo nuestros hijos si no estuvieran
con la pantalla. Si la respuesta es jugando con amigos, leyendo, o haciendo algo creativo, claramente sería
mejor alentarlos a hacer todo esto último. Por eso, resulta importante, cuando estamos de
vacaciones, planificar con tiempo: llevar juegos, hacer planes, contratar excursiones, etc. La mejor manera
de alejar a los chicos de las pantallas es teniendo cosas interesantes para hacer.
En definitiva, las pantallas generan diversión asegurada de una manera rápida y sencilla y tienen un
potencial enorme para la salud, la educación y los temas sociales. El tema será, como siempre, hacer un
buen uso del recurso.
Cada familia tendrá que ver qué les funciona y qué no. Cada niño, al igual que cada familia, es diferente.

LOS NIÑOS Y EL HÁBITO DE SER RESPONSABLES


PorLaura Lewin 05 Ene, 2023 01:58 a.m. AR

No se trata de retarlos o de convertir la casa en un campo de batalla, sino de enseñarles a ser responsables y
para ello, en vez de manejarnos con castigos y gritos, debemos manejarnos con consecuencias

El “estar” y “verlos” es clave para poder enseñarles (EFE/ Domenech Castelló)

Somos seres sociales y debemos relacionarnos con otros. ¿Qué pasaría si nadie se hiciera responsable de sus
compromisos u obligaciones? Los niños no nacen “responsables”. Es un hábito que debemos enseñar y
cuanto antes los chicos aprendan, mejor. No se trata de retarlos o de convertir la casa en un campo de
batalla, sino de enseñarles a ser responsables y para ello, en vez de manejarnos con castigos y gritos,
debemos manejarnos con consecuencias, y por sobre todas las cosas... enseñarles.
Pero para enseñarles a hacerse responsables, el adulto debe “estar presente”, debe poder “ver” a los chicos.
Cuando una persona está tan absorta en sí misma, deja de prestar atención. Cuantas veces vemos en un
restaurant, por ejemplo, chicos correteando a los gritos, y los padres no hacen nada. Es como si no los
vieran. El “estar” y “verlos” es clave para poder enseñarles.
Enseñando responsabilidad
Muchas de las responsabilidades que les enseñamos a los chicos son “aburridas” para ellos. Es entendible
que prefieran ir a jugar y no tener que ayudar en casa, por ejemplo. Pero crear una cultura de
responsabilidad en nuestros hogares es parte de nuestra tarea como adultos.
La responsabilidad se enseña también modelando, como, tal vez, cuando los chicos ven que debemos ir a
trabajar o hacer las compras, y lo hacemos aunque no tengamos ganas. O que pedimos disculpas cuando nos
equivocamos. Es decir, enseñamos a través de nuestras acciones. Somos modelos de referencia para
nuestros hijos. Los chicos aprenden mucho observándonos.
Responsabilidad y emociones
Para que nuestros hijos crezcan emocionalmente seguros y confiados, necesitan que los padres sean cálidos
pero firmes, cuando la situación así lo amerita. Como padres debemos ser amables, gentiles y cercanos con
nuestros hijos, pero también debemos desplegar una firmeza “tranquila” cuando la necesitemos.
El mensaje final será siempre “te quiero y estoy aquí”, pero también deberán entender qué se espera de
ellos. Son dos caras de la misma moneda: incondicionalidad en el amor, pero espera del mejor despliegue.
¿Qué sería de los chicos si nada se esperara de ellos? Es también un acto de amor pedir que cada uno dé lo
mejor de sí.
¿A partir de cuándo se enseña a ser responsable?
Desde los 4 años, por lo general, y a través del juego, podemos ayudar a nuestros hijos a ser
más autónomos. Desde el “guardamos los juguetes después de jugar,” a lavarse los dientes, todas son
oportunidades de aprendizaje. No buscamos la perfección, lo que buscamos que comiencen a internalizar los
hábitos y rutinas. Es por eso que no debemos salir al rescate de la situación rápido y hacer las cosas por ellos,
porque de esta forma no les estaríamos enseñando. Si son chiquitos, y no pueden solos, lo hacemos con
ellos, pero no por ellos. Por ejemplo, juntos, guardamos los juguetes.
Aprender acerca de la responsabilidad también significa que podemos cometer errores pero que debemos
hacernos cargo. Si a tu hijo se le cae el agua en la mesa, y ya tiene una edad para hacerlo, puede limpiarlo o
lo ayudamos a limpiar. Le estamos enseñando que no pasa nada si se le cae algo, pero que también es
normal limpiarlo. Somos todos miembros de la familia y colaboramos entre todos.
Si un niño se enoja con un amigo, podemos preguntarle qué pasó, si hubo alguna razón para que su amigo se
enojara. Lo podemos ayudar a pensar en cómo se sintió su amigo, y si corresponde, alentarlo a pedir
disculpas.
También es importante ayudarlos a aceptar las consecuencias de sus decisiones. Conversar con ellos y
ayudarlos a pensar en lo que hicieron, y ayudarlos a resolverlo, los va a ayudar a aprender por su propia
satisfacción, no por miedo a que los reten.
Cuando un niño se comporta de manera incorrecta, necesita saber que siempre están los brazos de sus
padres donde poder desahogarse o llorar. Esta seguridad es crucial para que pueda aprender a manejar sus
emociones. Debemos trabajar la conexión con nuestros hijos. Si no, perdemos la influencia y dejan de
respetarnos. Ahí surge el “no me hace caso”, “nunca hace lo que le pido” y la constante pelea. Para que los
niños respondan, deben sentir una gran conexión con el adulto.
El problema del castigo
El castigo raramente enseña. Lo que genera es resentimiento e ira, y empeora el comportamiento. Siempre
que puedas, evitá el castigo. No, no estoy diciendo que no debemos hacer nada. Estoy diciendo que
podemos hacer algo más efectivo.
El castigo:
» Envía a los niños un mensaje de que son malos y por eso deben ser castigados.
» No los ayuda a reconocer sus errores y a hacerse responsables por ellos.
» Los hace enfocarse en el castigo, y no en lo que han hecho.
» Los enoja, ya que sienten que los lastimamos conscientemente.
» Resquebraja la relación con sus padres.
» Pone al padre en una desigualdad de poderes.
Al gritar, podrán conseguir la atención de un niño, sin duda, pero no es una estrategia efectiva para
enseñarle la diferencia entre lo correcto y lo incorrecto. Los ayuda a descargarse a ustedes, pero no ayuda a
su hijo. El castigo no es terapéutico para el adulto ni pedagógico para el niño.
Practicando la responsabilidad
Todos los padres saben pedirles a sus hijos que sean ordenados, que hagan los deberes, o que se vayan a
bañar. Lo que muchos padres no saben es qué hacer cuando los chicos no lo hacen. Si lo que buscamos es
desarrollar la auto-regulación y la responsabilidad en nuestros hijos, debemos enfocarnos más en las
consecuencias que en los premios y castigos, que solamente refuerzan la motivación extrínseca. Los castigos
generan culpa, ira o resentimiento, y lo que produce esto es que los niños actúen por miedo y no por
satisfacción personal.
Debemos establecer consecuencias claras y lógicas para cuando los chicos no cumplan con sus
responsabilidades. De lo contrario, ¿por qué cambiarían su conducta?
Veamos este ejemplo:
“Podés salir a jugar cuando tu habitación esté ordenada” es mejor que “no salís hasta que no ordenes tu
habitación”. La diferencia puede ser sutil, pero creeme, no lo es…
Las tareas
Estamos de vacaciones, pero al regreso, será de vital importancia acompañar a los chicos a desarrollar
hábitos de estudio y alentar el desarrollo de la responsabilidad. Podemos ayudarlos a buscar un lugar
adecuado y a organizar sus tiempos. Si nos tomamos este trabajo con seriedad y somos consistentes,
podemos lograr que los chicos asocien el hacer los deberes con algo positivo, y no una obligación.
Permitámosles tomar decisiones, pero si estas decisiones no funcionan tendremos que intervenir sin
controlar. Por ejemplo, “están bajando tus notas, y es mi trabajo ayudarte a mejorar, vamos a armar juntos
un plan y yo voy a ir chequeando que lo cumplas”. Lo que buscamos es que se adueñe de la situación, y que
esto lo lleve a preocuparse más. Acá nace la responsabilidad.
Si un niño no puede completar su tarea a tiempo, por ejemplo, en vez de culpar al docente porque le da
mucha tarea, acompañémoslo, veamos por qué no pudo terminar, pensemos juntos a las causas y posibles
soluciones, enseñémosle a hacer cambios o a mejorar sus hábitos de estudio, en vez de culpar a otro.
Enseñémosle a hablar con su docente y explicarle qué pasó. Al hacerlo, le estamos enseñando a hacerse
responsable de sus acciones y a corregir lo que deba para aprender de la situación y poder lograrlo la
próxima vez.
Pero cuidado, una cosa es ayudar, pero otra es hacer por ellos lo que pueden hacer por sí mismos. Cuando
sobreprotegemos a nuestros hijos, aun con las mejores intenciones, creyendo que ellos no pueden por sí
mismos, los despojamos del poder de decidir, de utilizar su razonamiento, de poder tomar decisiones.
Cuando hacemos por nuestros hijos lo que ellos pueden hacer por ellos mismos, el mensaje que enviamos es
“como no confío en vos, debo hacerlo yo”. En vez de ayudarlos a crecer, los hacemos más chiquitos, y los
niños terminan con más inseguridades, miedos, angustias, e incapaces de avanzar por sí solos. Resolverles la
vida a nuestros hijos no es ayudarlos, es incapacitarlos. Es no permitirles convertirse en ellos mismos.
Los chicos aprenden más del amor que del castigo. Si lo que desean es que puedan autorregular sus
conductas, deben enseñarles a reconocer sus errores, a aceptar su responsabilidad y a corregir el mal
causado.
Al enseñarles de una manera positiva, reforzamos nuestra influencia sobre ellos, nos conectamos mejor, los
hacemos sentir más seguros y confiados, les damos herramientas para autorregular sus emociones, les
enseñamos empatía y generamos un hogar con más armonía.
¡SOCORRO, MI HIJO SE ABURRE!
PorLaura Lewin 30 Dic, 2022 01:53 a.m. AR

Muchas veces, con las mejores de las intenciones, los padres quieren salir a resolver situaciones de sus hijos.
El tema es que si no les enseñamos a autorregular el aburrimiento, ¿qué harán cuando sean adultos y no nos
tengan a mano?

El aburrimiento es la puerta de entrada a un mundo más contemplativo y a la creatividad


“¡Má, pá, me aburro!”… es sin duda una de las frases más temidas por los padres.
Algunos chicos tienen la posibilidad de irse de vacaciones a algún lugar, otros de ir a alguna colonia, y otros
de poder hacer programas con sus amigos. Pero no es el caso de todos.
Para los que se quedan en casa, o no tienen tantas opciones recreativas o sociales a mano, mantenerse
entretenido es todo un desafío.
También es cierto que no todos los chicos son iguales. Algunos necesitan más estímulos que otros para
mantener sus mentes ocupadas, mientras que otros pueden pasar horas y horas jugando con el mismo
juguete o actividad.
El aburrimiento es bueno. Sí, leíste bien. Los chicos necesitan estar aburridos de tanto en tanto. El
aburrimiento es la puerta de entrada a un mundo más contemplativo y a la creatividad.
Muchas veces, con las mejores de las intenciones, los padres quieren salir a resolver situaciones de sus hijos.
El tema es que si no les enseñamos a autorregular el aburrimiento, ¿qué harán cuando sean adultos y no nos
tengan a mano? Y, por otro lado, ¿cuándo y cómo desarrollarán su imaginación? Si los padres, insisto, aun
con las mejores intenciones, les resuelven el aburrimiento a sus hijos, nunca van a aprender a hacerlo por
ellos mismos.
El problema con tratar de entretener a los chicos todo el día, es que vos también terminás con un nivel de
agotamiento importante, y ese cansancio puede generarte mal humor o hacerte tomar malas decisiones. El
aburrimiento les da a los chicos la oportunidad de resolver la situación por ellos mismos y ver qué, de todo lo
que los rodea, les interesa. Cuando les resolvemos el aburrimiento a los chicos, no les damos la oportunidad
de despertar su potencial creativo.
Ahora, cuando hablo de permitirles resolver su aburrimiento, no me refiero a “arreglátelas solo” y que se
sienten cuatro horas a aburrirse en un sillón. De lo que estamos hablando es de un aburrimiento
“constructivo”, no de un castigo. La idea es ver qué sale del aburrimiento, no “sentate y aburrite”. Una cosa
es ser empático y ayudar a nuestros hijos a desarrollar una mayor autonomía y que puedan ir resolviendo
situaciones por ellos mismos -como el aburrimiento-, pero otra es hacernos cargo nosotros de ese
aburrimiento. El aburrimiento es de ellos, y son ellos quienes deben ver qué hacer. Es decir, empatía sí,
padres sobreprotectores que resuelven todo, no.
Como padres no somos responsables de garantizar entretenimiento bajo demanda. No debemos
convertirnos en animadores infantiles, tratando de generar diversión todo el tiempo. No podemos proveer
diversión las 24 horas del día. No podemos ni debemos. Dedicarles tiempo y hacer cosas en familia está
genial, y es muy necesario. Ayudarlos a organizar programas, también. A lo que me refiero es que no
podemos estar todo el tiempo a disposición de los chicos garantizando diversión.
Sí podemos -y debemos- ayudar a nuestros hijos a identificar qué pueden hacer con su aburrimiento o
tiempo libre. Es decir, alentarlos a resolver la situación de aburrimiento por ellos mismos. Estar aburridos
puede ser una bendición para nuestros hijos.
El aburrimiento es la manera que tiene el cerebro de decirnos: “¡Psst! Esto no te está ofreciendo ningún
desafío digno de esfuerzo”. Por eso, en casa, podemos ver con qué están jugando. Tal vez es hora de hacer
un up-grade de juguetes o actividades y ofrecerles a los chicos alguna actividad más acorde a su edad o
necesidad.
Muchas veces el “má/pá, me aburro”, tiene más que ver con una necesidad de tu hijo/a de hacer algo con
vos que con realmente no tener nada para hacer. ¿Podés involucrarlo con lo que estés haciendo, ya sea
cocinando o paseando al perro?
Tal vez no es eso y realmente estén aburridos. A no alarmarse. El aburrimiento es la semilla de la creatividad.
La gente desarrolla mucho más su creatividad… justamente cuando está aburrida.
Podemos ayudarlos a generar una lista de cosas que les interesen y dividirla en dos: aquellas que les
encantaría hacer y aquellas que no les fascinarían, pero tampoco odiarían hacer. O simplemente, tal vez,
vean que aburrirse los lleva a hacer cosas que nunca hubiesen imaginado. Sea lo que sea, ayudar a nuestros
hijos a gestionar su propio aburrimiento es bueno.
Otra idea que podemos implementar es la de utilizar “el frasco del aburrimiento”. Una vez que los chicos
han hecho una lista de cosas que podrían hacer, podemos cortar las ideas en papelitos y meterlas en el
frasco del aburrimiento. Cada vez que digan, “ma/pá, me aburro”, podemos invitarlos a sacar alguna de las
ideas del frasco y realizarlas. Algunas ideas podrían ir desde hacer manualidades, o desarmar algo que ya no
se use en casa, a construir algo con escarbadientes o pintar. Tal vez hacer muñecos con papel de diario, o
escribir un poema o la letra para una canción. Cualquier actividad recreativa, social, cultural, artística o física
apropiada para su edad va a ser bienvenida.
¿Y qué pasa con las pantallas? Es más provechoso que jueguen a un juego de a dos, en grupos, o en familia,
que simplemente se sienten pasivos frente a una pantalla a ver videos. Poder crear un video, o editarlo de
manera creativa, es mucho más beneficioso que sentarse inmóvil a ver una película. Componer música o
utilizar juegos que estimulen el pensamiento o la creatividad es siempre mejor que estar tirado en una cama
pasivo viendo tele.
No te asustes si tu hijo se aburre a veces. Si siempre están ocupados o sobreestimulados con la televisión, las
consolas de juego, sus computadoras, sus celulares, o saturados de actividades, ¿cuándo van a desarrollar su
creatividad? Los chicos necesitan aburrirse a veces. Si se sienten aburridos, veámoslo como una gran
oportunidad. Ha llegado el momento de invitarlos a crear, a inventar, a soñar, a pensar.

LA ENTREGA DE MEDALLAS EN LA ESCUELA, ¿MOTIVA O DESMOTIVA A LOS ALUMNOS?


PorLaura Lewin 16 Dic, 2022 03:51 a.m. AR

No se trata de no ser competitivos ni de bajar el nivel. Se trata de saber qué funciona para motivar a los
chicos y qué no

Termina el año escolar, y los chicos suben prolijamente al escenario. Se van a entregar las medallas
correspondientes al año lectivo. Con micrófono en mano, la directora anuncia, “estos son los mejores
alumnos de 6º grado”. ¿Los “mejores alumnos”? ¿Qué significará ser “el mejor alumno”? ¿El que se saca diez
en todo?
La entrega de medallas
Para muchos chicos la entrega de medallas al mérito o al esfuerzo a fin de año son momentos de alegría y
satisfacción personal. Para otros, son momentos de vergüenza, de descalificación personal, de sentirse
observados, no merecedores. Y la pregunta que muchos chicos se hacen es, “¿para qué me voy a esforzar si
igual nunca me la van a dar?”. ¿Cuál es el mensaje final para ellos?, ¿que no pertenece a la elite académica
de la escuela? ¿Esto los motiva o los desmotiva? Por otro lado, si el colegio, para que no se sientan mal,
decide darles una medalla a cada uno, ¿qué mensaje está enviando? Si la medalla la reciben todos por igual,
independientemente del mérito, del esfuerzo o del compromiso, no tiene ningún sentido. El que no la
merece, no la disfruta, y el que sí la merece, como ve que la reciben todos por igual, tampoco.
No se trata de no ser competitivos ni de bajar el nivel. Se trata de saber qué funciona para motivar a los
alumnos, y qué no. La competencia entre alumnos no desarrolla el amor por el aprendizaje. Al contrario,
genera una sensación amarga para muchos chicos que no lo logran ese reconocimiento. Pareciera ser que la
entrega de medallas fuese más para los adultos que para los chicos.
En la escuela, las recompensas externas como las medallas, aniquilan la creatividad y atentan contra la
motivación intrínseca. Por el otro lado, ¿qué sucede cuando son siempre los mismos alumnos lo que
terminan premiados? Tal vez una ceja levantada de alguno que piensa “siempre premian a los mismos”. Y si
sienten que se premia a alguien que no merece el reconocimiento, tal vez se genera una duda colectiva
acerca de qué parámetros se utilizan para elegir a los ganadores.
Cuidado: para el que no gana nada, esos actos de premiación podrían convertirse en sesiones de tortura y de
resentimiento, y ni hablar de aburrimiento. Y además generaría otro interrogante: “¿mis habilidades, tal vez
no cognitivas, no cuentan?”. Lo que debería invitarnos a reflexionar acerca de cómo se elige a qué alumnos
premiar. Si lo eligen los docentes, de manera subjetiva, ¿en base a qué se hace esta elección? Y ni hablar de
aquellos chicos que no cuentan con el apoyo familiar tan necesario para avanzar en las trayectorias
académicas de cada uno, que tal vez avanzan a su ritmo, pero son eclipsados por quienes tienen mejores
oportunidades, ya sea el apoyo o acompañamiento de la familia, de un docente particular, etc. No es la
mejor nota lo que debe primar, sino el esfuerzo y la perseverancia. ¿Quién es mejor, el que se saca un 10
en matemática, o el que baila como los Dioses? ¿Qué criterios estamos utilizando para entregar una
medalla?
Si desde la escuela realmente creemos que todos los chicos pueden mejorar y aprender, entonces, tal vez
debiéramos repensar las prácticas de reconocimiento.
¿Por qué el mejor alumno sigue siendo el que se saca 10 en todo?
El sistema educativo debe dejar de poner el foco solo en la nota y empezar a alentar a los alumnos a
desarrollar otras habilidades para que puedan despertar su curiosidad, desarrollar su creatividad, resolver
problemas, hacerse de amigos, y relacionarse con los otros. El mejor alumno debiera ser el que ayuda, el que
se adapta, el que ha podido desarrollar su resiliencia emocional, el solidario, el que se esfuerza y persevera a
pesar de los desafíos u obstáculos, el que avanza a su ritmo, pero avanza, el que pide ayuda cuando la
necesita. Es el que aunque se equivoque, lo intenta, participa, y se compromete. Por otro lado, ya sabemos
que aprobar no siempre es sinónimo de aprender. Pueden estudiar, rendir y aprobar con un diez, pero si a
los tres días se olvidan de todo, o si se copiaron, o si se saca un diez en inglés el alumno que vivió en Estados
Unidos cinco años, aprobar no habrá servido como aprendizaje.
Debemos cambiar el foco de la motivación. Lo que buscamos como educadores es que los chicos quieran
aprender porque les gusta a prender, no que lo hagan por un premio. El premio debiera ser el aprendizaje.
Los chicos necesitan llegar a su mayor potencial por ellos, no por una medalla a fin de año. Este es el cambio
que debemos generar. Al alentar a los chicos a recibir una medalla, o ser abanderado, lo que reforzamos es
la búsqueda del reconocimiento, y no del placer por aprender.
Trabajemos para acercar a los chicos a la aventura del saber, no a la obligación de aprobar
Una habilidad esencial de estos días es la cooperación. Permitamos que compitan contra ellos mismos, no
contra los demás. Tal vez, podríamos reemplazar la entrega de premios, por en evento en el que cada
alumno pudiera identificar en qué mejoró y de qué está orgulloso. No pongamos a los chicos a competir
entre ellos. Pongámoslos a competir con ellos mismos. Este año, ¿en qué soy mejor que el año anterior?
¿Cómo los ayudamos si no ganan?
Para aquellos alumnos que deben competir, ya sea por una mención, un premio o un reconocimiento, la
enseñanza empieza ahora, cuando son chicos. Debemos enseñarles a manejar la frustración de no haber
sido premiados, de no haber sido elegidos abanderados a pesar del esfuerzo, la desilusión de no haber
ganado una competencia, o de no haber sido elegido para un equipo. Así es como se desarrolla la resiliencia.
Cada vez que un chico puede levantarse fortalecido de una desilusión u obstáculo, está aprendiendo a
desarrollar su resiliencia emocional.
Algunas ideas para trabajar en casa

1. Esto que ocurre en las escuelas es un reflejo de lo que pasa en la vida real. Muchas veces, a pesar de
que esfuercen, van a ver desfilar por delante de sus ojos a algunas personas que con menos esfuerzo,
tienen mayores beneficios. Lo que debemos hacer, tal vez, es transmitirles que el esfuerzo, las ganas
de superación y el kilómetro extra que deberán recorrer, es para ellos, no para el de afuera.
2. Antes de una premiación, conversen acerca de la posibilidad de no ganar o no ser premiado. De esta
forma, los ayudamos a prepararse mentalmente en caso de no ganar.
3. Validemos sus sentimientos. Tienen derecho a sentir enojo, frustración, vergüenza y hasta angustia
por no haber recibido un reconocimiento. La idea será la de ayudarlos a autogestionar estas
emociones y a separar el resultado de su autoestima.
4. Enseñémosles a transformar los obstáculos en oportunidades: “¿te hubiese gustado ganar la
competencia? Bueno, pensemos qué tenés que hacer el próximo año para ganar”. En la vida, a veces
se gana, y a veces se aprende.
5. Acompañémoslos en el manejo de la frustración; esto es, enseñarles a fracasar con dignidad. Sí,
debemos enseñarles a los chicos a tolerar el malestar que genera no lograr lo que uno quiere y poder
capitalizar la enseñanza que eso nos deja.
6. Reforcemos que ellos son responsables de su esfuerzo, no del resultado.
7. Lo interesante es que aprendan a no depender de las medallas que alguien les pueda poner. Que
sean ellos quienes puedan medir su esfuerzo y su perseverancia para lograr lo que quieran. Es decir,
que sean ellos quienes se cuelguen sus propias medallas.
La resiliencia emocional es una de las habilidades más importantes que deben desarrollar los niños. Es la
capacidad que tiene una persona de recuperarse frente a la adversidad y seguir adelante. Como adultos,
debemos preparar a nuestros hijos para la vida. No ganar una medalla o un premio puede ser una
experiencia en la cual nuestros hijos ensayen la resiliencia emocional. Esto implica capitalizar los desafíos y
los obstáculos para volverse más fuerte y estar mejor preparado para una vida llena de sorpresas. Sin
embargo, como educadores, debemos pensar qué practicas funcionan y cuáles no. La escuela debe ser un
lugar para aprender y para hacerse de amigos, no para generar una rivalidad que nada tiene que ver con la
motivación.

CUIDADO CON LA RENUNCIA SILENCIOSA EN LAS ESCUELAS


PorLaura Lewin 01 Dic, 2022 00:07 a.m. AR

Algunos profesionales están a favor de la idea de no recorrer el kilómetro extra en el trabajo, y hasta un
estudio de Gallup dice que el entusiasmo laboral va en franco declive

Tal vez aquellos docentes que están cansados de la falta de reconocimiento, ya sea el elogio o un salario
digno, deciden bajar los brazos y hacer lo mínimo indispensable (EFE/ Paco Santamaria)
La renuncia silenciosa es algo así como trabajar a reglamento. Es decir, ir a trabajar, pero hacer lo mínimo
indispensable en función del cargo y el horario. La renuncia silenciosa tiene que ver con la idea de que uno
no debe dejar el alma en el trabajo, y que no es necesario recorrer ese kilómetro extra. Esto es, no más
quedarse después de hora ni agregarle más trabajo al trabajo, como atender llamadas laborales o ir a
reuniones después del horario laboral.
Que no te confunda el término: la renuncia silenciosa no es una renuncia real. Es más bien una renuncia
emocional o espiritual. Es sacarle el alma al trabajo. Es no dedicarle más entusiasmo o tiempo que el
estrictamente necesario.
Me parece muy triste este concepto, especialmente en trabajos como la docencia, en donde no podemos
trazar una línea entre lo que hacemos y cómo le llega al alumno. ¿Qué mensaje estaríamos dando?
¿Qué origina la renuncia silenciosa?
Tal vez aquellos docentes que, cansados de la falta de reconocimiento, ya sea el elogio o un salario digno,
deciden bajar los brazos y hacer lo mínimo indispensable. Para algunos la renuncia silenciosa es sacarle el
alma al trabajo, para otros, no aceptar mayores responsabilidades sin la compensación económica
adecuada.
Ahora bien, no dar lo mejor de nosotros mismos va en contra de nuestro crecimiento, de nuestra dignidad,
de llegar a nuestro potencial. La mediocridad misma.
Tampoco se trata de dejar la vida en el trabajo, sino de buscar un equilibrio personal y profesional. Y por
parte de los directivos, sin duda, algo muy importante: la necesidad de reconocer el trabajo del otro. Por lo
que debemos hablar de un gran factor motivacional: el propósito.
Cuando una persona sigue su pasión, no busca el aplauso, sigue su causa. Pasan de “tener” que hacer lo que
tiene que hacer, a “querer” hacerlo.
Todos hemos visto alguna vez la energía de hacer eso que te encanta. ¿En dónde brillarían tus docentes?
Permitiles hacer eso que nacieron para hacer…
Algunos directivos sienten que tienen poco talento en sus equipos de trabajo. Sin embargo, no es que no lo
tengan, es que tal vez no saben reconocerlo y menos gestionarlo. El talento es poner en valor lo que uno
sabe, puede y quiere hacer. Goethe decía “no basta saber, se debe también aplicar; no es suficiente querer,
se debe también hacer”. El talento no se exige, se inspira. Para gestionar talento, se requiere talento.

Que alguien pueda hacer algo, no significa que desee hacerlo, o que disfrute de hacerlo

Observá esta imagen: el diente de ajo encaja en la mandarina… pero no pertenece.


El gajo de mandarina encaja en la cabeza de ajo… pero no pertenece.
Encajar no es pertenecer.
Que alguien pueda hacer algo, no significa que desee hacerlo, o que disfrute de hacerlo.
El éxito de tus docentes depende de encontrar el ambiente en donde puedan brillar.
No alcanza con tener buenos docentes Tenés que tener buenos docentes en los puestos correctos. Cada
docente tiene un lugar donde dar lo mejor de sí.
Un tercer tipo de motivación
Cada institución es única; tiene su propia cultura e historia. Lo mismo sucede con cada persona que ahí
trabaja. Todos vivimos bajo el mismo cielo, pero ninguno tiene el mismo horizonte. Lo que motiva a un
grupo de docentes en una institución, no es lo que motiva a otro grupo en otra institución. Lo que me motiva
hoy, no necesariamente me motive mañana.
Siempre se ha hablado de la motivación intrínseca: el desarrollo personal, avances en la carrera, etc.
También conocemos la motivación extrínseca: el sueldo, beneficios, un premio, etc.
Hoy sabemos que existe un tercer tipo de motivación, que surge de la misma actividad. Realizar una tarea
puede generar su propia recompensa.
Resulta imperioso que nuestros docentes puedan desempeñarse en áreas que les gusten.
Debemos permitirles brillar. Permitirles hacer aquello que nacieron para hacer. Al sacarlos de su zona de
fortaleza, empiezan a perder la motivación. En vez de trabajar bajo presión debemos aprender a trabajar
bajo pasión.
EL CLIMA EN EL AULA Y EL APRENDIZAJE VAN DE LA MANO
PorLaura Lewin 02 Sep, 2022 04:03 a.m. AR

Destinar un tiempo de la clase para chequear que los chicos estén en condiciones de aprender va a ser de
vital importancia para fortalecer el vínculo con su docente y estar listo para concentrarse

Los conflictos en el aula son el resultado de la falta de competencias socioemocionales. No debemos separar
lo cognitivo de lo socioemocional (iStock)

El aula es el centro de aprendizaje de habilidades cognitivas y socioemocionales por excelencia. La falta de


habilidades cognitivas se refleja en un pobre rendimiento académico, mientras que la baja en habilidades
socioemocionales representa problemas de convivencia y malestar en el aula, lo que atenta contra el clima
en el aula.
Cuando hablamos de habilidades socioemocionales nos referimos a la empatía, la solidaridad, el valor del
esfuerzo y la perseverancia, la responsabilidad, la autodisciplina, la comunicación, el manejo de la
frustración o el enojo, entre otras. Habilidades demasiado importantes como para no prestarles atención.
Un déficit en el desarrollo de las competencias socioemocionales va a traer aparejados problemas de
relación, como la falta de respeto, poca escucha, falta de límites, poco compromiso, entre otras, lo que
claramente repercute en el clima del aula. Por lo tanto, resulta imperioso que las escuelas trabajen de
manera integral, prestándole atención no solo a lo cognitivo, sino también a las habilidades
socioemocionales, que serán clave en el ámbito escolar pero también personal.
Si bien se viene hablando de la importancia del desarrollo de estas habilidades en la escuela desde hace
mucho tiempo, hoy por hoy que un alumno pueda desarrollar estas habilidades en la escuela resulta ser más
una cuestión de suerte, es decir, de qué docente o escuela le toca, que de un programa académico integral,
que incluya esta área.
No nos olvidemos de que un alumno que viene de su casa con hambre, o si viene perturbado o afligido, no
va a tener la apertura que puede tener un chico que siente el cariño de su familia, que está bien alimentado,
que tiene ropa limpia, y que ha descansado lo suficiente. Que un docente enseñe, no es garantía de que el
alumno aprenda. Debemos preparar a los chicos para aprender. Destinar un tiempo de la clase para
chequear que los chicos estén en condiciones de aprender va a ser de vital importancia para fortalecer el
vínculo con su docente y estar listo para concentrarse en la clase. Especialmente en escuelas carenciadas,
esta atención especial a las necesidades básicas es esencial.
¿Cómo trabajar las habilidades socioemocionales?
1) Creando un aula segura en donde todos los alumnos se sientan a gusto y respetados, y en donde el propio
alumno tiene un rol en la construcción de esta aula sana.
2) El momento del conflicto: cuando el docente anticipa un conflicto, o cuando el conflicto estalla, es
momento para abordarlo, hablando de lo que sucede, evaluando alternativas y ofreciendo herramientas
para que los mismos alumnos puedan reflexionar acerca de lo que está sucediendo, acerca de la decisión
que tomaron, y por el otro lado, tomar una actitud activa para resolverlo. Es decir, se aprovecha esta
instancia, llamada emergente, para desarrollar habilidades socioemocionales.
3) De una manera transversal y sostenida en el tiempo, que atraviese a todas las materias y áreas. Por
ejemplo, si hablamos de la colaboración, podemos organizar una red de tutoría en el aula en donde los
alumnos que tengan una mayor facilidad para alguna tarea o área, puedan ayudar a sus compañeros. Si
hablamos de salir de la zona de confort y arriesgarnos, podemos pedirles a los alumnos que intenten
solucionar un problema de una manera inédita, que nunca hayan probado antes. Es decir, trabajar con
habilidades socioemocionales requiere de una planificación adecuada (no se trata de improvisar), y de
trabajarlo de manera transversal a lo largo y ancho de toda la currícula.
Los conflictos en el aula son el resultado de la falta de competencias socioemocionales. No debemos
separar lo cognitivo de lo socioemocional. Deben ir de la mano, para de esta manera ofrecer una educación
integral, que le sirva al alumno a lo largo de toda su vida, dentro y fuera del colegio.
No pensemos que unas pocas horas de tutoría pueden revertir temas socioemocionales cuando la vida
misma, internet, la televisión, los malos ejemplos y demás, están a la orden del día.
Por otro lado, el trabajo docente se ha vuelto muy individualista. Faltan más reuniones docentes planeadas y
no planeadas (recreo, sala de profesores, cafetería), para poder compartir y resolver situaciones
socioemocionales.
Lo que a un docente le pueda costar solucionar, puede ser una situación que otro docente maneje con
soltura. Una palabra, un consejo, una estrategia a tiempo, puede ayudar a un docente a solucionar una
situación antes de que se convierta en una catástrofe.
Algunas maneras en las que se puede abordar el trabajo socioemocional:
1) Se le puede pedir a los docentes o alumnos que elaboren un ranking de situaciones complejas para ir
trabajándolas individualmente a lo largo del año.
2) Se puede elegir una de esas situaciones (el uso indebido del celular en clase, o la falta de escucha, por
ejemplo) y abordarla toda una semana para concientizar a los chicos acerca del tema.
3) Se puede implementar un diario comunitario, que se encuentra siempre en el mismo lugar, en donde los
docentes van compartiendo situaciones que los preocupen, y sus compañeros puedan colaborar con ideas,
estrategias o reflexiones.
4) Se puede organizar un programa de observación de pares, en donde el docente, con ayuda de su
directivo, elige un docente del que pueda aprender, o del que se pueda inspirar, para observar como él, a
través de su práctica docente, trabaja ciertos aspectos que podrían inspirar a quien observa.
5) Junto con los alumnos, se elige una habilidad a desarrollar, y se la trabaja como un desafío colectivo a
vencer a través de alguna consigna. El desafío es: aprender a escucharnos, por ejemplo.
6) Si se detecta un problema que solo tienen algunos docentes, se pueden organizar mini reuniones en
donde esos docentes se juntan a conversar acerca de esos conflictos a fin de acordar acciones conjuntas.
7) Se pueden hacer cuestionarios o encuestas en donde los alumnos se autoevalúan de uno al diez. Por
ejemplo:
a) Me siento escuchado.
b) Me siento valorado.
c) Siento que mis compañeros le prestan atención a mis contribuciones.
d) Me siento respetado.
e) Siento que pertenezco al grupo.
f) Me siento cómodo dentro del grupo.
Etc.
Una vez que se completan los cuestionarios, se procesan los resultados y se decide si se debe trabajar algún
aspecto de manera colectiva o individual.
Una convivencia escolar positiva entre estudiantes, así como entre docentes y alumnos, se relaciona
directamente con el logro académico.
Tristemente, hay colegios que todavía no le prestan la debida atención al clima institucional en donde es
posible ver alumnos con graves problemas interpersonales, que no se sienten parte del grupo, o que
fomentan la violencia en el aula.
Pero la violencia en el aula no es el único factor que delata una mala convivencia. El poco entusiasmo del
docente, la falta de planificación, las contestaciones poco felices, o la apatía son claras señales de que algo
no anda bien.
Por lo tanto, cuando hablamos de clima, hablamos de que tanto los alumnos como el docente se sientan a
gusto, del manejo de reglas y procedimientos y de la productividad en el aula.
Hoy en día, el fracaso académico y la violencia escolar son dos de los principales desafíos de los sistemas
educativos a nivel internacional. Cuando no abordamos lo socioemocional, lo cognitivo se resiente. El clima
en el aula y el aprendizaje van de la mano.
¿SE LES ENSEÑA A LOS ALUMNOS A SER RESILIENTES?
PorLaura Lewin 21 Ago, 2022 02:37 a.m. AR

¿De qué le sirve a un niño saber la tabla de 9 o las partes de una célula si no puede manejar su ira?

La resiliencia es la capacidad que tiene una persona de recuperarse frente a la adversidad y seguir
adelante.
Los chicos necesitan ser resilientes en muchas situaciones: cuando les va mal en un examen, cuando se
pelean con un amigo, cuando se sienten rechazados, si sienten miedo o nervios al pasar de primaria a
secundaria, entre otras muchas situaciones.
Una persona resiliente puede trasformar un obstáculo o un desafío en fuerza motora para salir
adelante. Aquellos chicos que van desarrollando una resiliencia emocional aprenden a mantener la calma, y
a responder en vez de reaccionar, y esa respuesta es por lo general rápida. Es decir, frente a una caída u
obstáculo, se levantan rápido.
Son chicos que aprenden a ver a los desafíos como oportunidades, y no como limitaciones, y que pueden
adaptarse a las circunstancias con mayor facilidad.
¿Se enseña a ser resiliente en la escuela?
Muy poco. Pareciera más ser más una cuestión de suerte (a qué escuela van o qué docente les toca) que a
un proyecto educativo integral.
A ver, pensemos en esto:
-¿De qué le sirve a un niño saber la tabla de 9, las partes de una célula y dónde queda Saturno si no puede
manejar su ira, o en un ataque de impulsividad, producto de su propia frustración, rompe en segundos una
maqueta que le llevó dos semanas de preparación?
-¿De qué sirve que un alumno sepa hacer cálculos combinados si no puede escuchar a un compañero y en
vez de mejorar su propio argumento, termina descalificándolo?
-¿De qué sirve saber idiomas, si un alumno maltrata emocional o físicamente a sus compañeros?
Si bien el contenido es importante, por sí solo no ayudará a los chicos a tener mejores oportunidades en la
vida, ni a relacionarse efectivamente con él mismo o con los demás.
De la escuela del saber a la escuela del ser
Históricamente el colegio ha formado alumnos en lo cognitivo y en lo cultural. La escuela hoy debe asumir el
desafío de formar a personas, además, con herramientas sociales y emocionales que les permitan afrontar
los desafíos de la vida. Al incorporar un programa de educación emocional en la escuela, no solo
colaboramos con la salud mental de los chicos, sino que los ayudamos a desarrollar sus habilidades
socioemocionales, lo que les servirá aún mucho después de salir de la escuela.
Sin embargo, no alcanza con hablar del tema en el aula de vez en cuando o referirnos a la educación
emocional cuando surge una situación que así lo requiera. Lo que no se diseña no se enseña, lo que no se
enseña no se aprende y lo que no se aprende no se puede evaluar. Para trabajar de manera seria y a
consciencia la educación emocional debemos desarrollar un programa sólido a cargo de un equipo
interdisciplinario.
¿Cómo se enseña a desarrollar la resiliencia?
Con paciencia, entendiendo que es una habilidad que requiere de práctica.
Algunas propuestas:
1- Ayudando a los alumnos a identificar y a manejar sus emociones (más fácil escribirlo que hacerlo)
2- Alentándolos a valorar el esfuerzo, no solo el resultado. Ellos deben saber que son responsables de su
esfuerzo, no del resultado.
3- Enseñándoles a transformar los obstáculos en oportunidades.
4- Poniendo foco en el proceso.
5- Brindándoles herramientas para trabajar la resolución de problemas.
6- Trabajando con metas y con la oportunidad de reflexionar acerca de los logros, aunque sean pequeños.
7- Aprendiendo del error. Debemos enseñarles a los alumnos a fracasar ahora para que capitalicen los
fracasos. Sino, serán adultos sin perseverancia, y no creerán en sus habilidades de esforzarse para tener
éxito.
8- Permitiéndoles rehacer sus producciones. Al aceptar y naturalizar los errores, capitalizándolos, el docente
comunica una lección invaluable sobre la vida: al no esperar la perfección la primera vez, el docente acentúa
la noción de que podemos mejorar, aprender y ser cada vez más mejores.
9- Y por sobre todas las cosas, trabajando la frustración; esto es, enseñarles a fracasar con dignidad. Sí,
debemos enseñarles a los chicos a tolerar el malestar que genera no lograr lo que uno quiere y poder
capitalizar la enseñanza que eso nos deja. En la vida a veces se gana, y a veces se aprende.
Ahora bien, resulta fundamental la formación permanente de los docentes para que puedan trabajar en su
propia educación emocional y confiar en sus habilidades para poder acompañar a sus alumnos en el
desarrollo de su educación socioemocional.

¿SE LES ENSEÑA A LOS ALUMNOS A SER CREATIVOS?


PorLaura Lewin 29 Jul, 2022 00:06 a.m. AR

Muchas personas son muy buenas para analizar problemas y tomar decisiones. Sin embargo, en general no
se nos ha entrenado demasiado en pensar nuevas ideas

El desarrollo del pensamiento creativo en la escuela es fundamental porque tiene el poder de modificar
situaciones, desarrollar ideas, resolver problemas, ofrecer mejoras (EFE/ Xoán Rey/Archivo)
El pensamiento convergente es la habilidad de llegar a una respuesta de manera lógica. Por ejemplo, si nos
preguntamos: ¿para qué sirve un paraguas?, hay una respuesta lógica: para protegerse de la lluvia. Por lo
general, este tipo de pensamiento encuentra una única solución a los problemas.
El pensamiento divergente, por otro lado, consiste en llegar a diversas respuestas de manera creativa o
innovadora. Por ejemplo: ¿para qué sirve un paraguas?, de bastón, para llenarlo de tierra y convertirlo en
una maceta, para alcanzar algo que no alcanzamos, etcétera.
Muchas personas son muy buenas para analizar problemas y tomar decisiones. Sin embargo, en general no
se nos ha entrenado demasiado en pensar nuevas ideas, nuevas opciones, y en generar el clima no es
propicio para que pensar nuevas propuestas sea seguro, sin el temor de la mirada crítica de los demás.
El desarrollo del pensamiento creativo en la escuela es fundamental porque tiene el poder de modificar
situaciones, desarrollar ideas, resolver problemas, ofrecer mejoras, etc. Y esto no es nuevo: en el
Renacimiento, en cada taller había un libro en el que se anotaban las inspiraciones. Esto lo hizo Leonardo Da
Vinci a lo largo de su vida. En su libreta realizaba bocetos de todo aquello que se le ocurría. Cuando uno hace
una libreta de ideas, al final acaba teniendo un “banco de ideas”, es decir, muchas ideas que puede que en el
futuro tengan sus consecuencias y nos sirvan para elaborar o desarrollar algo.
Sin embargo, esperamos que nuestros alumnos sean innovadores, autónomos, que piensen de manera
creativa y crítica, en un sistema que los pone en una cubetera de hielo: todos deben hacer lo mismo, de la
misma manera y al mismo tiempo.

El sistema pone a los alumnos en una cubetera de hielo: todos deben hacer lo mismo, de la misma manera y
al mismo tiempo (EFE/Archivo)

Pensemos en una reunión de trabajo, en la que un directivo pide ideas. Alguien dice: “A mí se me ocurre tal
cosa”, y alguien responde: “Eso ya lo intentamos y no funcionó”; otro dice: “Eso es muy caro”; otro contesta:
“No lo veo posible”. ¿Qué pasa entonces? Se acaban las ideas. Después de todo, seguramente alguien va a
objetarnos.
Podemos ser muy creativos, pero si el clima general pone barreras, si no nos sentimos empoderados o no
nos permitimos poner en práctica ideas nuevas, todo seguirá igual: no se probará nada nuevo ni se tomarán
riesgos y perderemos una gran oportunidad para cambiar aquello que queramos cambiar o mejorar. Es
decir, no se trata de ejercitar la creatividad únicamente, sino además de cuidar el clima del aula, y de
desarrollar habilidades como el respeto por las ideas de los otros, la habilidad de mejorar una idea, y el
manejo de la frustración, entre otras.
¿Por qué debemos desarrollar el pensamiento creativo de los estudiantes? Imaginemos esta situación:
somos dueños de un edificio de oficinas y las personas que alquilan se quejan porque el ascensor es muy
lento. Y es verdad, el ascensor es viejo y lento, y la gente demora en subir o bajar. Es un problema que
tenemos que resolver porque los inquilinos amenazan con no renovar sus contratos de alquiler por culpa del
ascensor. Para tratar de sacarte el problema de encima lo más rápido posible, buscás soluciones como
cambiarle el motor o inclusive comprar un ascensor nuevo (pensamiento convergente: la gente se queja
porque el ascensor es lento, lo cambiamos).
Sin embargo, si lo pensamos bien, hay otras soluciones que podrían funcionar si reformuláramos el
problema, es decir, si lo viéramos desde otro ángulo.
Podrías poner espejos en el ascensor. ¿Espejos? Sí, la gente pierde la noción del tiempo cuando se distrae. El
espejo no hace más rápido al ascensor, pero reformula el problema: la espera es frustrante. Esa es en
realidad la causa del problema y de las quejas: lo que irrita a la gente es tener que esperar. Si la espera es
frustrante, la solución podría ser simplemente que la espera se sienta menos. Poner un espejo, música,
anuncios, una pantalla con fotos, videos o incluso datos de interés hará que se pierda la noción del tiempo y
se olvide la demora.
No se trata de ejercitar la creatividad únicamente, sino además de cuidar el clima del aula (EFE/EPA/SASCHA
STEINBACH)
Por lo general, la escuela se focaliza más en el pensamiento convergente. El docente hace una pregunta y
espera que los alumnos respondan al unísono. Si queremos adultos creativos y que también pueda pensar
de manera crítica, necesitaremos desarrollar ambos tipos de pensamiento en los alumnos.
¿Cómo capturamos la imaginación, creatividad e iniciativa de los alumnos?
1) Alentando el pensamiento divergente a través de ejercicios como la tormenta de ideas, ofreciendo
problemas para resolver que no tengan una sola respuesta posible, alentando el debate, poniendo menos
énfasis en la memorización y más en la producción, trabajando por proyectos, etc.
2) Fomentando la confianza en su creatividad: todos somos creativos, nada más que algunos están fuera de
práctica. Que no lo hayan hecho hasta ahora, no significa que no puedan hacerlo. Algunos ejercicios para
activar la creatividad:
a) Cambiar las rutinas diarias (en la escuela, en casa).
b) Darles a tus alumnos unas hojas y colores y pedirles que se hagan su propio logotipo o avatar.
c) Con otra hoja y colores, pedirles expresar el amor o la amistad en 5 minutos.
d) Mini conferencias: entregar tarjetitas con temas (el cambio climático, la evolución de la tecnología, los
estereotipos sociales, etc) y que deban convencer a sus compañeros acerca del tema que les haga tocado,
estén o no de acuerdo con el tema.
3) Eliminando la voz del juicio: una buena manera de enseñarles a nuestros alumnos que “el de afuera” no
siempre tiene razón, es analizar estas citas reales:
“Todo lo que se podía inventar ya ha sido inventado”
(Charles H. Duel, 1899. Delegado de patentes de EE.UU)
“Creo que en el mundo hay mercado para quizás cinco computadoras”
(Thomas J. Watson, 1943. Fundador de IBM –International Business Machines)
“Nadie está interesado en otra historia de brujería…” – cuando J.K. Rowling presentó el manuscrito de Harry
Potter en una editorial.
¿Cómo capturamos la imaginación, creatividad e iniciativa de los alumnos? (Marcel Kusch/dpa)
4) Modificando el ambiente: ¿Y si saliéramos del aula? ¿Y si pensáramos arriba de un árbol? ¿Y si nos
tiráramos al piso a pensar?
5) Dedicándole tiempo a pensar: para que florezca, la creatividad necesita de tiempo. No se trata de tener
tiempo, se trata de hacernos el tiempo para pensar.
6) Desarrollando la curiosidad: gran parte de las innovaciones en el mundo se ha inspirado en la misma
pregunta: “¿qué pasaría si…?”. ¿Sabías que el carrito de supermercado nació de preguntarse cómo podía la
gente comprar más?
“¿Qué pasaría si hacemos una canasta más grande?”. Sería muy pesada.
“¿Qué pasaría le ponemos rueditas?”.
7) Experimentando: ya lo decía Thomas Edison: “No he fracasado. Simplemente he encontrado 10.000
maneras que no funcionan”. Y por el mismo camino iba Jeff Bezos, el fundador de Amazon: “Yo sabía que de
lo único que podía arrepentirme era de no intentarlo”.
8) Evaluá partiendo de las diferencias: no evalúes siempre de la misma manera. A veces, podés hacerlo de
manera oral, otras escrita, otras a través de proyectos, a través de trabajos de investigación. Algunas veces
de manera individual, otras en grupo. Ofreceles que elijan cómo prefieren mostrar su conocimiento.
9) Ayúdalos a capitalizar y aprender de los errores: cuando uno comete errores y los capitaliza, ¡aprende! Es
más importante valorar el procedimiento que el resultado mismo. Como docente, debemos valorar el
proceso por sobre el resultado.
10) Trabajá el valor del esfuerzo y la perseverancia: cuando las cosas se ponen difíciles, muchos alumnos
caen en la tentación de abandonar. Es por eso que la figura del docente es clave para poder facilitar las
condiciones emocionales necesarias para poder ayudarlos a perseverar y lograrlo. Ahí, cuando el alumno
cree que no puede, es donde la figura del docente es crucial y su rol toma una relvancia aun mayor. No hay
nada mejor para desarrollar la autoestima que lograr algo que al principio pensamos nunca íbamos a poder
hacer.
Hace varias décadas atrás, en los años 60, Sam Glucksberg, profesor de la Universidad de Princenton, tomó
dos grupos de personas para una prueba. A los participantes del primer grupo les dijo que iba a cronometrar
el tiempo que tardarían en resolver un problema, mientras que a los del segundo les prometió un incentivo
económico si eran los primeros en encontrar la solución. El resultado de Glucksberg no es el que esperan: los
que iban a recibir una compensación económica tardaron más tiempo que los primeros.
Esto, que pareciera ir en contra del sentido común, empieza a tener sentido cuando recordamos situaciones
de nuestras vidas en las que la creatividad ha jugado un papel fundamental y se ha visto frenada cuando la
recompensa (económica o de otro tipo) entraba en juego.
Cuidado: los incentivos externos, como la nota, no fomentan la creatividad.

DE LA ESCUELA DEL SABER A LA ESCUELA DEL SER


PorLaura Lewin 18 Jul, 2022 00:01 a.m. AR
En el pasado, el éxito del docente estaba estrechamente vinculado a los logros académicos de sus alumnos.

Sin embargo, en la sociedad actual se requieren un mayor protagonismo de las habilidades socioemocionales

Varios estudios muestran que lo que más valoran los alumnos de sus docentes tiene que ver con el área
socioafectiva

Desde siempre se ha enfatizado la construcción del conocimiento en la escuela y la de los valores en el


hogar. Sin embargo, estos tiempos, cuando se ve tanta violencia, tanta intolerancia y tanto destrato al
otro, nos piden a gritos que la escuela pueda ofrecer una educación mucho más integral a los
alumnos. Esto es, no sólo enseñar la cabeza, sino el corazón también.
Un proyecto educativo actual no puede seguir enfocándose solamente en lo cognitivo, sino que debe
también poder adaptarse a los tiempos y poner énfasis en cuestiones que van más allá de lo estrictamente
académico.
¿Qué rol social cumple la escuela si educar pasa exclusivamente por transmitir contenidos pero no por
enseñarles a los alumnos a ser personas de bien, empáticas, solidarias, que puedan adaptarse a las
circunstancias y a su entorno? Es decir, el crecimiento personal del alumno es tan importante como su
crecimiento académico. Al hablar de un aprendizaje integral, sumamos al aprendizaje académico las
competencias socioemocionales tales como la inteligencia emocional, el aprendizaje del servicio, las ciencias
cívicas, y la educación del carácter. El aprendizaje socioemocional enseña a los alumnos a reconocer,
comprender y autogestionar sus emociones, a sentir empatía por el otro, a automotivarse y construir y
mantener relaciones satisfactorias.
En el pasado, el éxito del docente estaba estrechamente vinculado a los logros académicos de sus
alumnos. Sin embargo, en la sociedad actual se han generado otras realidades que requieren de un mayor
protagonismo de las habilidades socioemocionales, o habilidades para la vida, como el autoconocimiento,
la autoestima, el manejo de la frustración, la cooperación, la resolución de conflictos, la superación personal,
el trabajo en equipo, la comunicación, el manejo de presiones, etc.
¿De qué le sirve a un niño saber la tabla de 9, las partes de una célula y dónde queda Saturno si no puede
manejar su ira, o en un ataque de impulsividad, producto de su propia frustración, rompe en segundos una
maqueta que le llevó dos semanas de preparación?
¿De qué sirve que un alumno sepa hacer cálculos combinados si no puede escuchar a un compañero y en vez
de mejorar su propio argumento, termina descalificándolo?
¿De qué sirve saber idiomas, si un alumno maltrata emocional o físicamente a sus compañeros?
Si bien el contenido es importante, por sí solo no ayudará a los chicos a tener mejores oportunidades en la
vida, ni a relacionarse efectivamente con él mismo o con los demás.
Históricamente el colegio ha formado estudiantes en lo cognitivo y en lo cultural. Los docentes hoy deben
tomar el desafío de formar a personas, además, con herramientas sociales y emocionales que les permitan
afrontar los desafíos de la vida. Al incorporar un programa de educación emocional en la escuela, no solo
colaboramos con la salud mental de los chicos, sino que los ayudamos a desarrollar sus habilidades
socioemocionales, lo que les sirve aún mucho después de salir de la escuela. Es decir, en su vida adulta.
Sin embargo, no alcanza con hablar del tema en el aula de vez en cuando o referirnos a la educación
emocional cuando surge una situación que así lo requiera. Lo que no se diseña no se enseña, lo que no se
enseña no se aprende y lo que no se aprende no se puede evaluar. Para trabajar de manera seria y a
consciencia la educación emocional cada escuela debe desarrollar un programa sólido a cargo de un equipo
interdisciplinario.
Los sistemas educativos nacionales nacen en los albores de la Revolución Industrial, con el claro objetivo de
formar mano de obra para el trabajo. Esa intención primaria, lamentablemente, sigue vigente y a
contramano de los cambios del mundo actual. Seguimos dándoles mucho más crédito a las materias
tradicionales que a otras, que tienen el potencial de cambiar vidas, por lo que la matriz curricular, es decir
qué enseñamos y por qué enseñamos, debe poder adaptarse a estos tiempos.
Un ejemplo de esto es pensar en el arte. Incorporar el arte en la educación es fundamental. Esto no significa
dos horas de arte (dibujo o música) en la semana. Significa hacerlo de manera transversal y sostenida en el
tiempo. Hoy la biología nos confirma que el arte juega un rol predominante para un futuro académico,
profesional, social y laboral sólido. Un buen programa de arte promueve diferentes habilidades esenciales
para la vida, como por ejemplo: 1) Creatividad, 2) Resolución de problemas, 3) Confianza, 4) Perseverancia,
5) Atención, 6) Comunicación no verbal, 7) Recibir una crítica constructiva, 8) Colaboración, 9) Dedicación,
10) Responsabilidad.
Hoy la escuela tiene un desafío tan grande como urgente. Es el desafío de abordar tanto lo académico como
lo socioafectivo y esto comienza por el vínculo alumno-docente.
Varios estudios muestran que lo que más valoran los alumnos de sus docentes tiene que ver con el área
socioafectiva, en especial su equilibrio emocional. No resulta sorprendente que esto sea así ya que ese
estado del docente afecta directamente el equilibrio emocional de los alumnos. No se puede llenar la taza de
los otros si la nuestra está vacía. Resulta fundamental la formación permanente de los docentes para que
puedan trabajar en su propia educación emocional y confiar en sus habilidades para poder acompañar a sus
alumnos en el desarrollo de su educación socioemocional.
No se puede aprender si no se respeta a quien enseña. Como sociedad, debemos devolverle al docente el
prestigio que alguna vez tuvo, y por supuesto, contar con buenos docentes. Como dijo Manuel Bartolomé
Cossío, un destacado pedagogo español, hace más de cien años: “Gastad, gastad en los maestros. Dadme un
buen maestro y él improvisará el local de la escuela sin falta, él inventará el material de enseñanza, él hará
que la asistencia sea perfecta; pero dadle a su vez la consideración que merece”.

¡SOS: A MI HIJO NO LE GUSTA ESTUDIAR!


PorLaura Lewin 11 Jul, 2022 03:18 a.m. AR

15 consejos para ayudarlos

Hay que tratar de conectarlos con sus pasiones e intereses para ir despertando la curiosidad y las ganas por
aprender

Algunos chicos vienen con un chip autoinstalable y pareciera que tienen ya desarrollado el hábito del
estudio. Les es muy sencillo concentrarse y tienen habilidades para poder aprender y recordar. Otros
claramente no y vamos a tener que ayudarlos a desarrollarlas.
Como siempre, cuando de hábitos se trata, cuanto antes mejor. No es lo mismo enseñarles a desarrollar un
hábito como el del estudio o hacer los deberes, a los 6 o 7 años, que en la preadolescencia, cuando ya han
desarrollado vicios. Pero, como todo hábito, si tenemos paciencia y tiempo, y más paciencia y más tiempo,
podemos lograr resultados esperanzadores.
A muchos chicos no les gusta estudiar. Otros no saben cómo hacerlo. Otros no pueden hacerlo por ellos
mismos.
Lo primero que debemos indagar es por qué no quieren o no pueden estudiar. No es lo mismo que
prefieran ir a jugar en vez de hacer tareas, que dilaten o esquiven sus obligaciones, que crean que no
pueden, que no les guste la materia, el docente o el colegio, que tengan miedo de cometer errores, que
piensen que solos no pueden, que los aburra, que no le encuentren sentido, o que tengan problemas de
aprendizaje. Es decir, debemos “raspar” y ver qué se esconde detrás de esa conducta. Sea cual sea la causa,
enojarnos con ellos no va a mejorar la situación. Debemos ayudarlos para que puedan llegar a disfrutar del
proceso de aprender al tiempo de desarrollar habilidades que serán de vital importancia en su vida adulta.
Algunos consejos:
1) ¿Para qué estudiar?
Lo primero que deben entender los chicos, especialmente los más grandes, es que la escuela es un medio,
no un fin. Es decir que la escuela es lo que los va ayudar a llegar a esa carrera, a ese puesto o trabajo que
anhelan. La escuela es el puente. Claramente que la materia sea interesante y el docente pueda dictarla de
una manera que los incentive sería genial. Pero aun así, como padres podemos enseñarles que detrás de un
ejercicio de matemática, el verdadero objetivo, independientemente de llegar al resultado, es ver cómo
piensan. Si no les sale y deben volver a intentarlo, están trabajando la paciencia, la innovación, la resiliencia,
el manejo de la frustración, la resolución de problemas, todas habilidades que les serán de mucha
importancia en su vida.
Al leer una historia, se ponen en juego otro tipo de habilidades que activan sus mentes, como la creatividad,
el visualizar, la imaginación, el predecir, anticiparse, etc. Es decir, ellos deben saber qué se pone en juego,
independientemente del contenido. Y por otro lado, muchas veces en la vida, chicos y adultos, tendremos
que hacer cosas que no queremos hacer, que no nos salen, o nos aburren. Es parte de la vida y vamos a
tener que aprender que aunque no tengamos ganas, vamos a tener que hacer ciertas cosas y no podremos
cuestionarlo.
2) Cada chico es único
Cada niño es único, como únicas deben ser su crianza y tu tiempo personal con él. No servirá educar a
nuestros hijos como lo hicieron nuestros padres. ¡Este mundo es otro! No servirá la educación recibida, ni la
que se brindó, tal vez, a otro hijo. Al compararlos con sus hermanos o con otros niños, al apurarlos, al
etiquetarlos, o al exigirles desmedidamente, los alejamos de las ganas de estudiar. La competencia es con
ellos, no con sus compañeros. Resistí la tentación de preguntarles cómo les fue a los otros. Para muchos
chicos, el exceso de presión o las altas expectativas, más que motivarlos, desmotiva.
¿Qué le gusta? ¿Qué le interesa? Tratá de conectarlos con sus pasiones e intereses para ir despertando la
curiosidad y las ganas por aprender.
3) Tratá de hacerlo interesante
Para entrar en tema podés buscar algún tutorial o video en internet o alentarlos a que ellos lo hagan. Tratá
de que hagan diagramas o que, depende de su edad, utilicen marcadores de colores. Es decir, que se sientan
atraídos por ese rato de estudio. Y si podés, y disponés del tiempo, sería genial que te sentaras a
acompañarlos. Pueden ver los videos juntos, pedirles que te expliquen de qué se trata lo que están
estudiando. No se trata de que les enseñes a ellos, pero sí de compartir el momento.
4) Es muy importante trabajar el valor del esfuerzo y la perseverancia desde que son chicos
Un alumno que de chico no aprendió a “fracasar con dignidad y a capitalizar las frustraciones, será un adulto
que no va a poder confiar en sus habilidades de esforzarse para lograr lo que quiera en la vida. Si les va mal
en un examen, debemos enseñarles a ver la nota de una manera racional y no emocional, para ver qué
pueden aprender de la situación y hacerlo mejor la próxima vez. Ellos deben saber que son responsables de
su esfuerzo, no del resultado.
Más que enojarnos cuando se frustra un chico, lo que tenemos que hacer es enseñarle a manejar esa
emoción. Desdramatizamos la situación, los alentamos a intentarlo nuevamente, en lo posible desde una
nueva perspectiva, los ayudamos a ver que, cuando se calmaron, pudieron pensar mejor. Si llegan al punto
de frustrarse mucho y ponerse a llorar o enojarse, los invitamos a ir a un lugar que les de tranquilidad (su
habitación, u otro lugar) a calmarse. Una vez que se calmaron, recién ahí conversamos acerca de qué pasó,
qué ganaron poniéndose así y viendo qué podrían haber hecho diferente para poder intentarlo si les vuelve
a pasar.
5) Desarrollá una rutina
Una de las primeras cosas que tenemos que hacer es la de desarrollar una rutina. Para evitar llantos,
berrinches o quejas, lo mejor es poner horarios de estudio que hay que respetar. Teniendo en cuenta sus
horarios de clase, ¿a tu hijo le resulta mejor concentrarse antes o después de la merienda, antes o después
del baño? Tratá de armarles sus rutinas en función de qué les funciona mejor a ellos. Si cada vez que llegan
del colegio, meriendan y piden ver la tele, les decimos que la tele se puede ver cuando se hicieron los
deberes, y sostenemos la respuesta en el tiempo. Al poco tiempo dejarán de pedir ver la tele, sabiendo que
la tele la pueden ver cuando se hicieron los deberes, y no antes.
6) Ayudalos a organizarse y priorizar
¿Qué vas a hacer primero? ¿Cuántas hojas vas a hacer hoy? ¿Necesitás algo en particular para completar esa
actividad?
7) Ayudalos a organizar el espacio
Para evitar que se distraigan o dispersen, ayudalos a organizar el espacio de trabajo. Que no les falte nada.
Desde el cuadernillo, cartuchera y sus útiles, hasta el vaso de agua, que no necesiten levantarse. Y además,
apagá la tele, la música y cualquier cosa que pueda distraerlos, especialmente el celular.
8) Organizales períodos relativamente cortos
No llegues al punto de que estén tan cansados que se ponen de mal humor. Haceles un recreo antes.
Anticipate y mechá con actividades placenteras.
9) Acompañalos
El cerebro es social. Aprendemos mejor en compañía que solos. Si son chicos, acompañalos, leeles las
consignas, tratá de generar su interés. Si se frustran, reafirmalos: “Vamos que ya va a salir”, “¿Te acordás
cuando el año pasado no te salía, te esforzaste y te salió? ¡Seguro ahora podés igual!”. Alentalos a estudiar
con compañeros de estudio, que no necesariamente son amigos.
10) Ayudalos a ver los avances
La pausa de tres minutos es una excelente manera de conectar con lo que están aprendiendo. Se trata de un
momento de autorreflexión.
En cualquier momento podés parar y preguntarles (elegí una opción por vez):
- ¿Qué es lo más interesante que aprendiste hasta ahora?
- ¿Qué tres cosas acabas de aprender que antes no sabías?
- ¿Qué palabra fue clave?
- ¿Qué frase te ayudó a comprender algún concepto?
- ¿Qué concepto no te queda claro?
- ¿Qué concepto te sorprendió?
11) Otra técnica es leo-recuerdo-repaso
- Tu hijo lee y después guarda el material de lectura.
- Recuerda todo lo que puede, lo explica con sus palabras de manera oral o escrita.
- Repasa lo que no se acordaba o lo que interpretó de manera errónea.
Por otro lado, si tienen que leer algún contenido en un libro, van a entender mejor si antes de ponerlos a
leer, te cuentan ellos qué saben del tema, o buscan algo relacionado en internet.
11) Una cosa es entender pero otra es aprender
Leer de la carpeta o del libro, subrayar o resaltar está genial para entender. Pero si dejan ahí, al día siguiente
no van a poder recordarlo. Después de esta primera fase, deben “activar” lo que leyeron. Esto se hace a
través de un cuadro sinóptico, un mapa mental, una línea de tiempo, dibujando, explicando en sus palabras,
etc. Es decir, deben manipular la información para aprender. Con resaltar o subrayar, no alcanza: entienden
pero no aprenden.
12) Cuidá sus creencias
Son nuestras creencias las que nos acercan o alejan de aquello que queremos hacer. Frente al fracaso o al
desafío, algunos niños se esfuerzan más. Otros, por el contrario, se frustran y abandonan.
Si utilizan un lenguaje negativo, ayudémoslos a reformularlo:
- Hijo: ¡Soy malísimo para matemática!
- Adulto: mi amor, no sos malo para matemática; simplemente no te salió el ejercicio.
- Hijo: ¡No me sale!
- Adulto: no te sale TODAVIA
13) Alentá a que pidan ayuda
Si no entienden algo, ¿pueden recurrir a su docente/compañeros? Un niño que aprende a pedir ayuda de
chico, va a poder pedir ayuda de grande.
14) Motivá
¡Convertite en su porrista personal! Aunque sean pequeños logros, no dejes de elogiar lo que hacen bien.
Que sientan que estás orgulloso de ellos los va a ayudar a seguir intentándolo. Por ejemplo, “me encanta
cómo lo resolviste”, o “admiro cómo te esforzaste y lo lograste”.
15) No los castigues ni recompenses
Siempre, siempre, siempre, debemos recordar que las consecuencias funcionan mucho mejor que los
premios o castigos. La motivación es mucho más efectiva que el “obligarlos” a sentarse a estudiar. Que el
niño se sienta mal no hará que lo haga por su propia iniciativa. Pero si se siente bien acerca de él mismo,
podrá colaborar mejor. Lo que buscamos no es que pueda hacer lo que tiene que hacer por su propia
satisfacción. No queremos que busque evitar el castigo o acercarse al premio sino que vaya desarrollando un
pensamiento que lo ayude a tomar las mejores decisiones. Debemos elegir el incentivo amoroso -mostrar
afecto, alegría, satisfacción- como recompensa, en vez de algo material. Estudiar y ser responsables es una
tarea demasiado importante como para “atarla” a un premio.
Y por último, ¡armate de paciencia! Muchas veces “creemos” que los chicos saben ser alumnos. Les decimos
“andá a estudiar”, como si supieran qué significa. Y la verdad, muchas veces no lo saben.
Como dijimos, cada chico es único y debemos quererlos como son, no como quisiéramos que fuesen.
Algunos chicos fluyen con más naturalidad en la escuela y a otros les cuesta más.
Si el tema les genera preocupación, será necesario e importante hacer primero una consulta en la escuela,
pedir acompañamiento o ayuda, y en caso que así se requiera, consultar a un profesional.
Con paciencia, ternura y acompañamiento, seguro podremos hacerlo lo mejor que podamos. Al enseñarles
de una manera positiva, reforzamos nuestra influencia sobre ellos, nos conectamos mejor, los hacemos
sentir más seguros y confiados, y les damos herramientas para trabajar los hábitos, el compromiso y la
responsabilidad.
CUANDO IR AL COLEGIO DA MIEDO
PorLaura Lewin 06 Jul, 2022 03:22 a.m. AR

Las cifras en relación a las situaciones de violencia escolar son alarmantes y muestran el lado menos humano
y menos amable que tiene la escuela

Docentes y directivos deben asumir un rol de liderazgo y comprometerse con la seguridad emocional de los
alumnos (Istockphoto)

Las últimas noticias en relación a situaciones de acoso y de violencia escolar le ponen los pelos de punta a
cualquiera. Desde peleas físicas feroces, ataques verbales, pasando por una nueva: ¡alumnos que le pusieron
una combinación de sedantes y estimulantes en una bebida a un compañero de 13 años! Pareciera que ya
nada sorprende.
¿Se puede aprender con miedo? No. Así de claro: no.
Las cifras en relación a las situaciones de violencia escolar son alarmantes y muestran el lado menos humano
y menos amable que tiene la escuela. La violencia escolar es uno de los flagelos más terribles para niños y
jóvenes, ya que muchas veces se encuentran a la buena de Dios en el medio de situaciones conflictivas que
no pueden manejar por sí mismos, con adultos indiferentes que miran para otro lado.
La violencia escolar atormenta, distrae y desconecta a los chicos del principal objetivo que tiene la escuela:
su educación.
Y si de educación hablamos, ¿quién les enseña a los chicos que acosan a otros a ser empáticos, a
relacionarse de maneras positivas, a comunicarse o a expresarse de manera asertiva?
¿Quién les enseña a desarrollar su autoconocimiento, la autoconfianza y la autoestima necesaria para no
tener que salir a lastimar a otros para no enfrentarse con sus propios demonios? ¿Y quién contiene,
acompaña y brinda herramientas a los que padecen esta violencia en las escuelas?
El problema es tan complejo que requiere de todo un engranaje que involucre a todos los actores para
abordarlo: escuela, alumnos, familias y hasta a la sociedad toda. Debemos dejar de naturalizar estas
situaciones que atentan contra la dignidad de los chicos, convirtiendo el entorno educativo en un espacio
inseguro para ellos.
Crecer es difícil. Los chicos necesitan de adultos referentes que los guíen y acompañen. El mundo se ha
vuelto un lugar muy violento, con ejemplos de conflictos mal manejados en la vía pública, en el trabajo, en
los hogares, en todos lados. Para respetar, los chicos deben sentirse respetados. Los niños aprenden de lo
que ven. La escuela debe ser un lugar en donde no solo se aprenda a ser alumno, sino también a ser
persona. Persona de bien. Debemos pasar de la escuela del saber a la escuela del ser, con escuelas que
pongan tanto énfasis en el desarrollo académico de los chicos, como en su desarrollo socioemocional. Deben
trabajar el autoconocimiento, algo tan difícil como necesario: esto es cómo reconocer sus emociones y
autogestionarlas para que les jueguen a favor y no en contra. Cómo manejar la frustración, la ira, el
desborde emocional…
Deben aprender a dialogar, a resolver conflictos, a no estar de acuerdo pero a expresarlo de manera cordial,
el respeto a las diferencias, a mejorar sus argumentos en vez de descalificar al otro, a escucharse, a
respetarse…. Deben aprender a desarrollar su creatividad, su pensamiento crítico, a trabajar en equipos, a
complementarse….
Es decir, tanta violencia necesita de un contrapeso y ese contrapeso debe ser la escuela: una escuela que
prepare para la vida, para un mundo más amable en donde quepan todos, no algunos. Para ello,
tendremos que preguntarnos si la escuela de hoy está a la altura de las circunstancias. ¿Están los docentes y
directivos preparados para afrontar el nivel de violencia que se vive en las escuelas? ¿Será necesario, tal vez,
involucrar a equipos interdisciplinarios para que colaboren teniendo en cuenta que esta problemática viene
mostrando un crecimiento exponencial? Imposible sostener las mismas estructuras de siempre con
realidades tan diferentes a lo que se vivía años atrás. Si todo cambia, la escuela también debe cambiar.
Docentes y directivos deben asumir un rol de liderazgo y comprometerse con la seguridad emocional de los
alumnos. A través de programas relevantes, capacitación, acompañamiento y recursos, deben poder
ponerse al frente de una batalla épica: la de garantizar espacios de aprendizaje seguros para todos. Sin
seguridad, no hay aprendizaje.
Las familias deben comprometerse a conversar con sus hijos y concientizarlos acerca del valor de las
diferencias y la sana convivencia. Y el estado debe hacer su parte: implementar políticas socioeducativas
actuales y pertinentes que se ajusten a los alumnos y no al revés.
Algunas otras sugerencias:
- Mejora de los programas académicos: las escuelas siguen enfatizando las habilidades cognitivas y poco se
está haciendo para el desarrollo de las habilidades socioemocionales. Los programas académicos deben
incluir materias tales como resolución de conflictos, negociación efectiva, habilidades de comunicación, etc.,
no trabajados en compartimentos estancos, sino de manera transversal a lo largo de toda la vida escolar de
los alumnos.
- Consejo Escolar: todos los colegios deben tener un Consejo Escolar o Comité de Convivencia formado por
expertos en temas como el acoso escolar, la inteligencia emocional, etc, que puedan prevenir y resolver
temas de violencia dentro de la institución antes de que se conviertan en acoso escolar.
- Carta compromiso anti bullying: todos los directivos, así como los padres, alumnos y docentes deberían
firmar una carta de compromiso anti-bullying como un compromiso voluntario que permita crear una
comunidad escolar en la cual este flagelo no exista ni sea tolerado.
- Protocolo de actuación para docentes y directivos: increíblemente, todavía hay colegios en donde no se
habla abiertamente del tema y en donde docentes o directivos no saben cómo responder frente a la
violencia en la escuela.
Un protocolo de actuación prevé acciones específicas acerca de cómo y qué hacer en cada situación.
- Capacitación continua para alumnos, docentes, directivos y familias: este flagelo se puede erradicar si cada
uno, desde su rol, trabaja activamente para que el bullying no sea tolerado.
- Profundizar mecanismos de alerta temprana: contar con docentes comprometidos que puedan estar
“presentes” en el recreo, conversar con los alumnos, estar en la entrada y salida de alumnos, etc.
- Un link para denuncias en la página web del colegio: aquellos alumnos que no se animen a hablar
abiertamente, podrán dejar su denuncia entrando a la página web del colegio.
- Foro de consultas: de la misma manera, la página web puede tener un foro de consultas anónimas para que
los alumnos puedan manifestar sus inquietudes.
- Herramientas jurídicas: el sistema legal debe estar del lado de la víctima ofreciéndole soporte legal en caso
de necesidad.
- Semana del bullying: contar con celebridades que hablen sobre la violencia escolar en una semana en
particular, logrará poner al tanto a todos del tema y de esta forma generar conciencia.
- Escuela para padres: no siempre las familias saben qué hacer en estos casos. Sería bueno que el colegio
pudiera ofrecerles una serie de charlas de modo de brindarles herramientas de acción y prevención, y
evacuar dudas.
Podría seguir con varias sugerencias más, pero la realidad es que nada de esto va a cambiar hasta que no se
trabaje en serio la educación emocional de los alumnos. Sin empatía resulta imposible ponerse en el lugar
del otro y saber qué siente cuando se lo acosa. Necesitamos programas que incluyan la educación
emocional en todos los niveles y debemos imponer una política de Tolerancia Cero al bullying en todas las
escuelas. Cuando todos nos unimos para decirle “no“ a la violencia escolar, estamos creando instituciones
educativas que favorezcan el desarrollo no solo cognitivo, sino además socioemocional de nuestros alumnos.
Nadie debe tener miedo de ir a la escuela. Es nuestra responsabilidad como adultos, la de garantizar la
seguridad emocional de los chicos. Como adultos, somos custodios de su autoestima.
AULAS PARA PENSAR
PorLaura Lewin 03 May, 2022 00:07 a.m. AR

La cultura del pensamiento se hace visible en aquellas aulas en donde el pensamiento, tanto individual como
colectivo, se valora, se hace visible y se promueve activamente como parte de la experiencia cotidiana de
todos los miembros del grupo

Cuando el pensar se convierte en un hábito para nuestros alumnos, todos los alumnos empiezan a destacarse
(Foto NA: BA Noticias)

Muchos docentes simplemente no saben cómo enseñarles a sus alumnos a pensar de maneras profundas y,
por lo tanto, no lo hacen. De la misma forma, muchos alumnos no saben cómo pensar de maneras más
profundas, porque nadie espera que lo hagan, y por lo tanto no lo hacen.
La cultura del pensamiento se hace visible en aquellas aulas en donde el pensamiento, tanto individual como
colectivo, se valora, se hace visible y se promueve activamente como parte de la experiencia cotidiana de
todos los miembros del grupo. Es priorizar la profundidad el pensamiento por sobre la velocidad de
respuesta.
Cuando preparamos a nuestros alumnos para pensar, les estamos dando las herramientas necesarias para
que puedan resolver problemas, anticiparse, predecir, tomar mejores decisiones y disfrutar del buen pensar
dentro y fuera del aula, entre otras habilidades. Ahora bien, algunos docentes piensan que solo pueden
lograr un pensamiento de orden superior aquellos alumnos avanzados. Sin embargo, cuando logramos una
cultura del pensamiento en el aula, modelamos el buen pensamiento y el pensar se convierte en un hábito
para nuestros alumnos, todos los alumnos empiezan a destacarse.
¿Qué significa pensar? Si buscamos generar un aula que “piense” debemos poder contestarnos la pregunta
para que podamos no sólo enseñar a pensar, sino también a evaluar si ocurrió o no.
Para poder enseñarles a nuestros alumnos a pensar, debemos nosotros, los docentes, desarrollar nuestra
propia capacidad metacognitiva. Esto es, ser conscientes de las habilidades cognitivas que promovemos en
nuestras clases. No se puede enseñar lo que uno no sabe. Diseñar un aula en donde se pueda pensar sin
haber desarrollado nosotros habilidades parta poder pensar es como enseñarle a alguien a patinar cuando
uno mismo nunca patinó.
Al hablar de la cultura del pensamiento debemos considerar que…
- Valoramos el pensamiento: el docente tiene altas expectativas en que sus alumnos puedan y quieran
pensar. Muchas veces los “pensadores externos”, aquellos alumnos que construyen su respuesta mientras
hablan, levantan la mano o “gritan” su respuesta, pero esto no garantiza que sea una respuesta pensada. Por
otro lado, aquellos “pensadores internos”, que no levantan la mano salvo que tengan su respuesta pensada,
muchas veces se quedan sin contestar. Al valorar el pensamiento, les damos a los alumnos unos segundos de
más para poder pensar. Esto mejora la cantidad y calidad de las respuestas, que a su vez son más completas,
con más detalles, y mejora las habilidades cognitivas.
- Más que memorizar contenidos, lo que buscamos es que los alumnos puedan desarrollar diversas
habilidades para lograr aprendizajes más profundos.
Cuando hablamos de las habilidades de pensamiento de orden superior nos referimos al cerebro haciendo
conexiones y produciendo niveles de comprensión más profundos. Esto tiene que ver con que los alumnos
tengan un repertorio de habilidades que les permitan analizar, observar, inferir, predecir, sacar sus propias
conclusiones, contrastar y cuestionar, entre otras. Pero atención, no alcanza con utilizar estas habilidades
solamente, se trata de saber cómo y cuándo hacerlo.
Las habilidades de pensamiento de orden superior les permiten a los estudiantes una mayor comprensión. El
uso de estas habilidades es vital si queremos que nuestros alumnos piensen de manera crítica y creativa: dos
características del pensamiento de orden superior. Ahí es donde encuentra el aprendizaje real, y esto
trasciende conocer las respuestas para un examen.
Al hacer preguntas que implican un pensamiento de orden inferior, ofreciéndoles información fáctica
(datos), sólo les estamos pidiendo a los alumnos que accedan al área del cerebro que ha memorizado un
concepto y que lo duplique en forma de respuesta.
Pero atención, saber algo y comprender algo son dos cosas distintas. Saber algo no implica que el alumno
pueda aplicar ese conocimiento, crear algo con lo que sabe, o adaptarlo a otro concepto. Muchas veces
cuando se le pide al alumno que sepa algo, puede recitarlo correctamente pero al poco tiempo se lo olvida.
Las habilidades de pensamiento de orden superior fortalecen las redes neuronales lo que implica que los
alumnos retienen más lo aprendido.
- Trabajan todos los alumnos, no solo algunos: muchas veces caemos en la tentación de hacer una pregunta
y permitirles responder siempre a los mismos. Muchos docentes, inclusive, se sienten mal al pensar que tal
vez, si ese alumno que levanta siempre la mano, no recibe la oportunidad de responder, se frustre y no siga
participando- después de todo, ¡puede ser uno de los únicos alumnos activos de la clase y lo necesitamos!
Sin embargo, de esa manera, participan dos o tres, de treinta.
- Hay tiempo para pensar: para pensar, necesitamos tiempo y silencio. Los buenos docentes hablan menos
para que sus alumnos puedan pensar más.
- Hay oportunidades para pensar: Una cosa es saber cómo pensar de manera creativa, crítica, o más
profunda, pero otra es tener la oportunidad hacerlo. Cuando el docente facilita oportunidades significativas
para pensar, los alumnos se involucran más. Básicamente, lo que buscamos es que haya una disposición por
parte de los alumnos para aprender. En otras palabras, ¿participan de la clase porque “deben” hacerlo o
porque “quieren” hacerlo?
- Se utilizan en el aula recursos para pensar como las rutinas y destrezas de pensamientos, los
organizadores gráficos y otras herramientas para hacer visible el pensamiento. No nos alcanza con suponer
que entendieron; necesitamos evidencia que lo hicieron.
- Se pone foco en el “proceso” de pensar y, por lo tanto, se trabaja por proyectos, a través del pensamiento
de diseño, aprendizaje basado en desafíos, aprendizaje basado en la resolución de problemas, etc.
- Se modela el buen pensamiento.
- Lenguaje: el docente facilita frases y el vocabulario necesario para que los alumnos puedan describir sus
pensamientos. No todos los alumnos tiene facilidad para expresarse. Para poder expresarse con mayor
confianza, necesitan de vocabulario y frases en que apoyarse.
En relación a lo que dijo Juan,... Estoy/no estoy de acuerdo con esa afirmación porque… Volviendo a esa
idea, creo que…. Lo que dijo Mía me hizo pensar que…. Si volvemos a esa idea, entonces… Antes pensaba
que…pero ahora pienso que…
- Se favorece la personalización: ¿les brindás a tus alumnos la oportunidad de resolver situaciones a través
de la creatividad o esperás que todos resuelvan las actividades o propuestas de la misma manera?
- Necesitamos que el contenido permita pensar. Es decir, debemos darles a los alumnos algo para pensar
que valga la pena.
- Se favorece la interacción en el aula.
- Se facilita un entorno de respeto por la forma de pensar y aprender de los compañeros. Se trabaja en pos
de un aula sana.
Algo a tener en cuenta: aquellos alumnos que han experimentado altos niveles de estrés en sus hogares,
poseen un hipocampo significativamente más pequeño, la parte del cerebro responsable de convertir
memorias de corto plazo en memorias de largo plazo (Bremmer, 2006). Además, aquellos alumnos que han
atravesado situaciones de estrés post traumático registran una mayor actividad de la amígdala lo que genera
respuestas de pelear o huir y menor actividad en la corteza prefrontal medial, que ayuda a reducir la
ansiedad. Es decir, a aquellos alumnos que experimentan altos niveles de estrés, ya sea por cuestiones
externas o inherentes al aula (bullying, sentirse expuestos, pensar que el docente no los aprecia, miedo a
cargadas, etc) les cuesta mucho más concentrarse, se muestran más irritables y les cuesta aprender. Esto
implica que existe una relación directa entre estrés, nervios, angustia y rendimiento. Los alumnos que
sienten ansiedad y nervios reducen su capacidad de razonar y pensar con claridad. Por lo tanto, a mayor
estrés o angustia, menor el desempeño, y claramente, el aprendizaje puede verse perjudicado por la
intensidad y la duración del estrés.
Como docentes debemos generar contextos educativos que brinden seguridad y tranquilidad y brindar
herramientas para que los alumnos puedan ir manejando y mejorando su actitud frente al estrés.
Necesitamos pasar de la escuela reproductora de contenido (alumnos repitiendo de memoria) a la escuela
productora de conocimiento (alumnos pensando, prediciendo, juzgando, analizando, contrastando,
imaginando, evaluando, realizando hipótesis, construyendo, creando, etc). Pero para hacerlo, para poder
pensar, el alumno debe sentirse seguro física y emocionalmente. Generar aulas seguras emocionalmente es
tan importante como generar una cultura de pensamiento.
INSPIRAR A TRAVÉS DE NUESTRA VISIÓN
PorLaura Lewin 29 Mar, 2022 00:00 a.m. AR

Es el porqué lo que mueve a las personas, no el qué ni el cómo. Si querés que tus colaboradores te sigan,
deben estar alineados con tu porqué

Este modelo fue la tercera iteración de los primeros planeadores de los hermanos Wright, equipado con alas
y un timón vertical posterior

Cuentan que mientras los hermanos Wright intentaban dar con la primera máquina que pudiera volar, un
tal Samuel Pierpont Langley intentaba el mismo emprendimiento.
Langley, astrónomo y físico, era un académico en contacto con las mentes más brillantes de la época,
quienes colaboraban con él para lograr su objetivo. Había recibido USD 50.000 (un millón de dólares
aproximadamente de estos tiempos) para desarrollar una máquina que pudiera volar con tripulantes.
Langley quería ser el primero en desarrollar un avión tripulado y, para llevar a cabo esa obra, contaba con un
equipo de personas muy grande que lo asistía.
Los hermanos Wright, por su parte, no habían recibido ningún capital. Por el contrario, el único dinero
disponible para su invento provenía de su trabajo en una fábrica de bicicletas y debían contar con
voluntarios que les dieran una mano. Los hermanos Wright tenían un objetivo que perseguían
incasablemente: querían cambiar el mundo.
Los hermanos Wright eran sumamente prácticos. En vez de escribir páginas y páginas de tratados, ensayos y
diseños aeronáuticos, solían perfeccionar sus aparatos sobre la marcha, escribiendo solo pequeños apuntes.
No era ése el caso de Samuel Pierpont Langley, un inventor que había publicado un libro sobre
aerodinámica. Además de ser un experto en física y astronomía, Langley era un respetado intelectual ya que
ocupaba la secretaría del célebre Instituto Smithsoniano de Washington. Su relación con la gente no era tan
abierta. Era muy celoso de sus anotaciones y no las compartía con nadie, por miedo, tal vez, a que robaran
sus planos e ideas.
Finalmente, los hermanos Wright lograron su objetivo: desarrollaron el primer avión tripulado. ¿Qué hizo
Langley entonces? Abandonó su objetivo. Ni siquiera se acercó a los hermanos Wright para ver si podía
sumarse al equipo, colaborar, o ser de utilidad.
Esta historia, más allá de ser una escena colorida de la historia de la aviación, nos sirve para entender qué
hay detrás de la motivación.
Cuando comparamos las razones por las que Langley y los hermanos Wright hacían lo que hacían, vemos
que Langley buscaba el qué: desarrollar un avión, siguiendo una satisfacción personal. No tenía otra razón
que lo motivara más allá de ser famoso, rico y recordado. El equipo de trabajo de Langley, conformado por
mentes brillantes, se impacientaba y se frustraba a medida que no se veían resultados concretos.
A los hermanos Wright, por el contrario, los desvelaba el para qué, querían cambiar el mundo, dejar una
huella en la humanidad. Su equipo de trabajo, conformado por gente de la comunidad, se entusiasmaba y
motivaba aún a pesar de los contratiempos. Estaban encantados con la motivación e inspiración que les
generaban los hermanos, quienes claramente, inspiraban con su visión.
El compromiso emocional lo generamos cuando un colaborador comparte nuestro “por qué”. Los
voluntarios de organizaciones ambientales, por ejemplo, trabajan con un compromiso emocional absoluto a
pesar de no recibir una remuneración. Es el por qué lo que los mueve, no el qué ni el cómo. Si querés que
tus colaboradores te sigan, deben estar alineados con tu por qué. Y vos, ¿por qué hacés lo que hacés?

CHICOS CON ALTAS CAPACIDADES: ¿ESTÁ LA ESCUELA PREPARADA PARA ELLOS?


PorLaura Lewin 18 Mar, 2022 04:10 a.m. AR

Son aquellos que experimentan un aprendizaje superior a la media, que no está limitado a lo intelectual,
pero no siempre es sinónimo de éxito académico. Por ello, es imprescindible que el sistema se adapte al
alumno y no que el alumno deba adaptarse al sistema

Hoy por hoy, tener a todos tus alumnos haciendo lo mismo al mismo tiempo ya no generará ningún valor
agregado

Los niños con altas capacidades (AACC) son aquellos que tienen una capacidad de aprendizaje superior a la
media y una forma de aprender radicalmente distinta, que los diferencia del resto de niños de su edad.
Puede tratarse de un tema intelectual, pero también motriz, artístico o de otro tipo. Es decir, las altas
capacidades no están limitadas a lo intelectual. Son chicos que, por lo general, tienen una manera de
aprender que difiere de la manera tradicional de enseñar en la mayoría de las escuelas y, muchas veces, se
aburren en clase. Imaginemos un mundo que va demasiado lento para ellos. Y encima se les pide que
esperen. Existen ciertas características comunes a los chicos con altas capacidades:
- Son chicos muy curiosos, a veces muy intensos, y hacen muchas preguntas.
- Les encanta aprender y lo hacen rápido.
- Tienen un vocabulario muy desarrollado.
- Resuelven las tareas de la escuela a su manera.
- Disfrutan de tener conversaciones con adultos.
- Tienen un desarrollo cognitivo avanzado que les permite, inclusive, aprender por sí mismos.
- Tienen opiniones formadas acerca de diferentes temas.
- Tienen una percepción profunda de las cosas que los rodean.
- Tienen una memoria prodigiosa.
- Tienen la habilidad de ver situaciones desde diferentes ángulos y de explorar alternativas. Son muy
creativos.
- Son perfeccionistas.
- Son sensibles. A veces, demasiado.
Los alumnos con altas capacidades pueden ser superdotados, talentosos o tener capacidades
excepcionales. Pueden destacarse en todas las áreas, tener talentos en áreas específicas o sobresalir en
algunas otras. Pero también pueden presentar dificultades de aprendizaje, ya sea porque nunca adquirieron
hábitos de estudio o bien porque su motivación ha decaído. Son chicos que muchas veces se sienten la oveja
negra del grupo y padecen desde burlas hasta bullying. Pueden, también, por temor a esas cargadas, tratar
de pasar desapercibidos, para intentar encajar. Al no encontrar algún estímulo que los motive, se distraen, o
se comportan de alguna manera disruptiva. O se aíslan. Esto es particularmente notorio en las niñas, que
tienden a enmascarar sus talentos para tratar de encajar. Se hace muy difícil desarrollar todo el potencial de
estos chicos en un ambiente hostil.
Por lo tanto, no siempre las altas capacidades son sinónimo de éxito académico. La falta de hábitos de
estudio y la falta de motivación son un combo explosivo que muchas veces termina en chicos que
abandonan la escuela.
Es necesario fomentar, cultivar y desarrollar los talentos especiales de estos alumnos e incentivarlos para
que apliquen el pensamiento lateral a ideas, cuestiones y situaciones complejas, aunque algunos de ellos
requieran apoyo para el aprendizaje en otras áreas.
Tristemente, el sistema nos sigue diciendo qué se debe estudiar, de qué forma y cómo aprenderlo. En un
modelo tradicional de educación, todo se hace de manera estandarizada: todos hacen lo mismo y al mismo
tiempo. Pero hoy por hoy, tener a todos tus alumnos haciendo lo mismo al mismo tiempo ya no generará
ningún valor agregado.
Una instrucción personalizada toma como punto de partida al alumno. Si cada uno de nosotros aprende a su
propio ritmo, tiene preferencias sobre cómo aprender y disfruta de diferentes maneras, es lógico pensar que
aprenderíamos más de una manera personalizada, que como si fuéramos parte de una línea de producción.
Debemos permitirles a los alumnos manejar su propia autonomía. Esto significa centrar la atención en ellos,
permitirles explorar y aprender de acuerdo con sus propios estilos y fomentar su propia responsabilidad.
De la misma forma en que hay alumnos que necesitan de mayor apoyo o acompañamiento, hay otros con
altas capacidades que también necesitan recorrer trayectorias diferentes. Estas trayectorias implican el
rediseño de los contenidos para permitirles llegar a su máximo potencial. ¿Cómo se ve esto reflejado en un
aula? Primero y principal, realizando un enriquecimiento curricular, es decir, con consignas más complejas
que los estimule. Otras opciones para acompañar a los chicos con altas capacidades sería alentarlos a
encontrar a otros alumnos, tal vez del mismo ciclo pero no necesariamente de su mismo curso, que tengan
sus mismos intereses (robótica, escribir poesía, analizar cuentos, cómo construir algo, etc) y si suman varios
alumnos con su mismo interés, se abre un taller acerca de ese tema. Lo interesante de esto es que son ellos
quienes deben autogestionarse. Aquí deben trabajar el autoconocimiento, las habilidades de comunicación,
toma de decisiones, resolución de problemas, etc. También pueden juntarse para prepararse y participar de
un hackatón o alguna competencia que los estimule. La idea siempre es desafiarlos para que desarrollen su
mayor potencial, no castigarlos con más tarea. Se debe, además, hacer un seguimiento del alumno y ver si
esta profundización o ampliación del contenido lo favorece, no es suficiente, o si tal vez de requiere de una
aceleración gradual. En caso de duda, la Asociación Altas Capacidades Argentina, a través de sus
profesionales, aconsejan y acompañan a padres, docentes y directivos.
¿Los aceleramos? El gran dilema. ¿Qué pasa si un nene de cuatro años sabe perfectamente cómo funciona el
sistema digestivo o circulatorio? ¿Lo enviamos a la universidad? No, porque se perdería de aprender
muchísimas otras cosas pertinentes a su edad, que debe aprenderlas en el nivel inicial, desde normas, reglas,
vincularse, trabajar en grupo, etc. Hay cuestiones evolutivas propias del desarrollo, hitos, que tiene que ir
alcanzando que no dependen del contenido académico. Por otro lado, que sobresalgan en alguna disciplina
en particular, no implica que tal vez necesiten desarrollar otras áreas, o algunas habilidades socio-
emocionales, especialmente si les cuesta relacionarse con sus compañeros u otras personas.
Hay casos en donde los niños están avanzando también desde lo social y emocional. Ahí tal vez se puede
pensar en una aceleración de un año si tuvieran una capacidad de aprendizaje acorde a una edad superior.
Pero no debemos olvidarnos que los chicos no son “solo una cabeza”. Que sepan los contenidos no significa
necesariamente que se los deba avanzar. La escuela es el lugar por excelencia para socializar. Los chicos
deben estar con sus pares no sólo cronológicos, sino además de intereses. ¿Qué contención emocional
puede ofrecer un aula cuando tenemos 3, 4 o 5 años de diferencia entre compañeros? ¿De qué hablan, a
qué juegan, qué pasa en los cumpleaños o reuniones sociales? La realidad es que debemos siempre priorizar
la necesidad de los chicos, ver qué necesitan para llegar a su mayor potencial, y generarles oportunidades de
aprendizaje significativas. Desde el trabajo por proyectos, el diseño universal de aprendizaje, agruparlos con
otros chicos de otros cursos para proyectos especiales con los que tal vez compartan intereses, o la
ampliación del proyecto curricular, todas son opciones válidas que tenemos que tener en cuenta.
Como vemos, esta situación no se limita a lo cognitivo, es por eso que es imprescindible que el sistema se
adapte al alumno y no que el alumno deba adaptarse al sistema. Necesitamos una educación para todos.
Cuando un chico se siente ignorado, debemos preguntarnos si el sistema está funcionando como debiera o
si, tal vez, debemos hacer los ajustes pertinentes para incluir a todos. No a algunos solamente.

INDAGACIÓN APRECIATIVA, EL ARTE DE CONVERTIR OBSTÁCULOS EN OPORTUNIDADES


PorLaura Lewin 11 Mar, 2022 02:52 a.m. AR

Significa dejar de buscar problemas y concentrarnos en lo que sí funciona. Al hacerlo, podemos magnificar y
multiplicar nuestro éxito de manera exponencial

Las organizaciones funcionan mejor cuando son vibrantes, llenas de energía y alegres

A nadie le gusta que lo critiquen o lo juzguen. ¿Cómo hace una persona para desplegar toda su creatividad
en un ambiente hostil o en donde sus aportes pasan desapercibidos o son criticados? La indagación
apreciativa es un proceso y una metodología que impulsa el cambio, incrementa las fortalezas, las convierte
en hábitos, promueve el crecimiento, la ilusión y la motivación. Toda organización puede crecer y
evolucionar si sus miembros trabajan juntos de manera comprometida, apasionada y se hace las preguntas
correctas.
Cuando nos aceptamos como somos y nos enfocamos en nuestras fortalezas, podemos ser mucho más
efectivos. Veamos qué hay detrás de las palabras.
Apreciativa (Appreciative, en inglés): la Real Academia Española de la Lengua define apreciar con diversas
acepciones, entre las cuales la más aplicable al sentido que tiene en este caso es el de “reconocer y estimar
el mérito de alguien o de algo”. Sería, justamente, la idea de rescatar lo que tiene más valor.
Indagación o Búsqueda (Inquiry, en inglés): en este caso, la RAE define indagar como “intentar averiguar
algo, inquirir algo, discurriendo o con preguntas”.
Los buenos lugares de trabajo tienen energía, brillo, humor, color, risas. Esto no significa que no tengan
problemas, pero se los mira con lentes diferentes, con lentes apreciativos. Lo que esto genera es un
escenario con menor ansiedad, más creatividad y más apertura al cambio. Las organizaciones funcionan
mejor cuando son vibrantes, llenas de energía y alegres. Uno entra a estas organizaciones e inmediatamente
lo siente. Es una energía especial. Es un lugar en donde la gente siente orgullo por pertenecer y cada uno se
potencia con los logros de los otros. Comenzar una reunión hablando de todo lo bueno que pasó en esa
semana, pueden dar pie a un tono más positivo y creativo para inclusive conversar acerca de problemas o
temas urgentes de tratar. La actitud del “hacer” es contagiosa. Y si esta energía se celebra, su efecto dura
más.
¿Cuántas veces nos convertimos nosotros mismos en nuestros peores enemigos, evocando nuestras
debilidades, focalizando en nuestros errores y alimentando la inseguridad acerca de nuestra
persona? Debemos incluir estas prácticas apreciativas también con nosotros mismos, celebrando nuestras
fortalezas y logros, sin importar qué tan pequeños sean.
La indagación apreciativa significa dejar de buscar problemas y concentrarnos en lo que sí funciona. Al
hacerlo, podemos magnificar y multiplicar nuestro éxito de manera exponencial.
Cuando desarrollamos la indagación apreciativa notaremos menor ansiedad en nuestros colaboradores,
cursos de acciones realistas y sostenidos en el tiempo, y mayor aprecio por las cosas logradas. Esto se
traduce en profesionales más enfocados, más motivados y más satisfechos con ellos mismos y su tarea.
El método de la indagación apreciativa se ideó porque se observó que el sistema educativo y cultural
“occidental” nos enseña a percibir eventos pasados como “problemas” que debemos “resolver”. Pero, al
tratar de resolver un problema, se generan más problemas, lo que nos precipita en un círculo vicioso y
negativo, que destruye nuestro entusiasmo y nos desmoraliza.
Al comprender los eventos pasados en forma positiva, podemos utilizarlos como experiencias educativas,
lo que nos genera el entusiasmo y la energía para construir un mejor futuro y consolidad las relaciones.
En vez de decir Podemos decir
¡Esto no se hace así! ¿Qué podemos aprender de esta situación?
¡Mejorá esto! ¿Qué podemos construir desde acá?
¡Menos mal que ahora te salió! ¿Cómo podemos hacer más de esto?
Lo que queremos lograr es cambiar la forma en que las personas se ven a sí mismas con relación al grupo,
para alcanzar una visión más positiva del futuro, e implementarla.
Podríamos, por lo tanto, alentar a nuestros colaboradores a elegir los proyectos que más los motiven, en vez
de obligarlos a hacer lo que no quieren o no les gusta. ¿Cuáles son sus fortalezas? Llegar a nuestro mayor
potencial es posible cuando estamos conectados con nuestros dones, no con nuestras debilidades. El éxito
de tus colaboradores depende de encontrar el ambiente que encaje con su perfil de desempeño . Es
permitirles hacer eso que nacieron para hacer y dejarlos brillar.
A veces pareciera que no sabemos valorar las fortalezas ni dejar a un lado las debilidades de las personas
que trabajan con nosotros. O las nuestras mismas.
¿Y si pudiéramos resolver nuestros problemas sacando lo mejor de nosotros mismos? La indagación
apreciativa propone enfocarnos en nuestras fortalezas y en las de los demás. Promueve el crecimiento, la
ilusión, y la motivación. Nos ayuda a mejorar lo que hacemos bien y a potenciarlo, en vez de corregir lo malo
del asunto.
Para eso debemos:
- Describir y apreciar nuestras fortalezas y las fortalezas de nuestro equipo de trabajo.
- Ver lo invisible. Es decir, imaginar el futuro.
- Modelar las propuestas innovadoras.
- Hacerme preguntas: ¿Qué es lo que más valoro en mí? ¿Y en mi organización? ¿En qué me diferencio con
otros equipos o de las otras organizaciones?
Cuando nos comprometemos emocionalmente con un proyecto, lo hacemos porque somos conscientes de
que perseguimos un objetivo claro, y eso nos motiva a no desistir y enfrentar cualquier adversidad. Cuando
un colaborador conoce el para qué y el qué de un proyecto, nada los desanima. Se comprometen con el
objetivo que persiguen y en la huella que quieren dejar. Pensemos en una persona como un globo. La gente
se infla o desinfla en función de las expectativas que tengas sobre ellos. Si no creés o no confías en ellos, se
desinflan y te devuelven esa falta de confianza con mediocridad. Pero si creés y confías en ellos, te
devolverán ese voto de confianza dando lo mejor de ellos mismos.
Los equipos creativos están confirmados por personas heterogéneas: hombres y mujeres de diferentes
edades, gustos, habilidades, pasiones etc. No contrates “clones” tuyos. La mezcla de habilidades te permitirá
tener equipos imbatibles. Generá autonomía, no control. Empoderá a tus colaboradores y te sorprenderán
con sus acciones.
INDAGACIÓN APRECIATIVA, EL ARTE DE CONVERTIR OBSTÁCULOS EN OPORTUNIDADES
PorLaura Lewin 11 Mar, 2022 02:52 a.m. AR

Significa dejar de buscar problemas y concentrarnos en lo que sí funciona. Al hacerlo, podemos magnificar y
multiplicar nuestro éxito de manera exponencial

Las organizaciones funcionan mejor cuando son vibrantes, llenas de energía y alegres

A nadie le gusta que lo critiquen o lo juzguen. ¿Cómo hace una persona para desplegar toda su creatividad
en un ambiente hostil o en donde sus aportes pasan desapercibidos o son criticados? La indagación
apreciativa es un proceso y una metodología que impulsa el cambio, incrementa las fortalezas, las convierte
en hábitos, promueve el crecimiento, la ilusión y la motivación. Toda organización puede crecer y
evolucionar si sus miembros trabajan juntos de manera comprometida, apasionada y se hace las preguntas
correctas.
Cuando nos aceptamos como somos y nos enfocamos en nuestras fortalezas, podemos ser mucho más
efectivos. Veamos qué hay detrás de las palabras.
Apreciativa (Appreciative, en inglés): la Real Academia Española de la Lengua define apreciar con diversas
acepciones, entre las cuales la más aplicable al sentido que tiene en este caso es el de “reconocer y estimar
el mérito de alguien o de algo”. Sería, justamente, la idea de rescatar lo que tiene más valor.
Indagación o Búsqueda (Inquiry, en inglés): en este caso, la RAE define indagar como “intentar averiguar
algo, inquirir algo, discurriendo o con preguntas”.
Los buenos lugares de trabajo tienen energía, brillo, humor, color, risas. Esto no significa que no tengan
problemas, pero se los mira con lentes diferentes, con lentes apreciativos. Lo que esto genera es un
escenario con menor ansiedad, más creatividad y más apertura al cambio. Las organizaciones funcionan
mejor cuando son vibrantes, llenas de energía y alegres. Uno entra a estas organizaciones e inmediatamente
lo siente. Es una energía especial. Es un lugar en donde la gente siente orgullo por pertenecer y cada uno se
potencia con los logros de los otros. Comenzar una reunión hablando de todo lo bueno que pasó en esa
semana, pueden dar pie a un tono más positivo y creativo para inclusive conversar acerca de problemas o
temas urgentes de tratar. La actitud del “hacer” es contagiosa. Y si esta energía se celebra, su efecto dura
más.
¿Cuántas veces nos convertimos nosotros mismos en nuestros peores enemigos, evocando nuestras
debilidades, focalizando en nuestros errores y alimentando la inseguridad acerca de nuestra
persona? Debemos incluir estas prácticas apreciativas también con nosotros mismos, celebrando nuestras
fortalezas y logros, sin importar qué tan pequeños sean.
La indagación apreciativa significa dejar de buscar problemas y concentrarnos en lo que sí funciona. Al
hacerlo, podemos magnificar y multiplicar nuestro éxito de manera exponencial.
Cuando desarrollamos la indagación apreciativa notaremos menor ansiedad en nuestros colaboradores,
cursos de acciones realistas y sostenidos en el tiempo, y mayor aprecio por las cosas logradas. Esto se
traduce en profesionales más enfocados, más motivados y más satisfechos con ellos mismos y su tarea.
El método de la indagación apreciativa se ideó porque se observó que el sistema educativo y cultural
“occidental” nos enseña a percibir eventos pasados como “problemas” que debemos “resolver”. Pero, al
tratar de resolver un problema, se generan más problemas, lo que nos precipita en un círculo vicioso y
negativo, que destruye nuestro entusiasmo y nos desmoraliza.
Al comprender los eventos pasados en forma positiva, podemos utilizarlos como experiencias educativas,
lo que nos genera el entusiasmo y la energía para construir un mejor futuro y consolidad las relaciones.
En vez de decir Podemos decir
¡Esto no se hace así! ¿Qué podemos aprender de esta situación?
¡Mejorá esto! ¿Qué podemos construir desde acá?
¡Menos mal que ahora te salió! ¿Cómo podemos hacer más de esto?
Lo que queremos lograr es cambiar la forma en que las personas se ven a sí mismas con relación al grupo,
para alcanzar una visión más positiva del futuro, e implementarla.
Podríamos, por lo tanto, alentar a nuestros colaboradores a elegir los proyectos que más los motiven, en vez
de obligarlos a hacer lo que no quieren o no les gusta. ¿Cuáles son sus fortalezas? Llegar a nuestro mayor
potencial es posible cuando estamos conectados con nuestros dones, no con nuestras debilidades. El éxito
de tus colaboradores depende de encontrar el ambiente que encaje con su perfil de desempeño . Es
permitirles hacer eso que nacieron para hacer y dejarlos brillar.
A veces pareciera que no sabemos valorar las fortalezas ni dejar a un lado las debilidades de las personas
que trabajan con nosotros. O las nuestras mismas.
¿Y si pudiéramos resolver nuestros problemas sacando lo mejor de nosotros mismos? La indagación
apreciativa propone enfocarnos en nuestras fortalezas y en las de los demás. Promueve el crecimiento, la
ilusión, y la motivación. Nos ayuda a mejorar lo que hacemos bien y a potenciarlo, en vez de corregir lo malo
del asunto.
Para eso debemos:
- Describir y apreciar nuestras fortalezas y las fortalezas de nuestro equipo de trabajo.
- Ver lo invisible. Es decir, imaginar el futuro.
- Modelar las propuestas innovadoras.
- Hacerme preguntas: ¿Qué es lo que más valoro en mí? ¿Y en mi organización? ¿En qué me diferencio con
otros equipos o de las otras organizaciones?
Cuando nos comprometemos emocionalmente con un proyecto, lo hacemos porque somos conscientes de
que perseguimos un objetivo claro, y eso nos motiva a no desistir y enfrentar cualquier adversidad. Cuando
un colaborador conoce el para qué y el qué de un proyecto, nada los desanima. Se comprometen con el
objetivo que persiguen y en la huella que quieren dejar. Pensemos en una persona como un globo. La gente
se infla o desinfla en función de las expectativas que tengas sobre ellos. Si no creés o no confías en ellos, se
desinflan y te devuelven esa falta de confianza con mediocridad. Pero si creés y confías en ellos, te
devolverán ese voto de confianza dando lo mejor de ellos mismos.
Los equipos creativos están confirmados por personas heterogéneas: hombres y mujeres de diferentes
edades, gustos, habilidades, pasiones etc. No contrates “clones” tuyos. La mezcla de habilidades te permitirá
tener equipos imbatibles. Generá autonomía, no control. Empoderá a tus colaboradores y te sorprenderán
con sus acciones.
ULTIMO PRIMER DÍA, EL ROL DE LOS PADRES
PorLaura Lewin 10 Mar, 2022 01:28 a.m. AR

Habría que preguntarles a nuestros hijos qué es ser feliz y qué significa divertirse, encontrando juntos-
colegio, chicos y familias - una manera de celebrar que sea significativa y memorable, pero no dañina para
nuestros hijos

En los últimos días se escuchó mucho acerca del UPD, el último primer día de clases del secundario. Es un
ritual que se viene haciendo desde hace algunos años, en el que los alumnos del último año se juntan desde
la noche anterior para celebrar e ir a clase al día siguiente… En la mayoría de los casos, borrachos y sin
dormir.
Ser padre o madre de adolescente… ¡Qué tema! Ya lo sabemos, el adolescente busca encontrar su propia
identidad y la aceptación en su grupo social. Esta presión “por pertenecer” hace que muchas veces tome
decisiones que ponen en riesgo su propia salud. Se siente fuerte, empoderado, no mide riesgos y avanza. Y
en ese avanzar, no contempla consecuencias.
Cuando un menor toma alcohol está poniendo en riesgo su salud. El cerebro del adolescente está en franco
desarrollo. El exceso de alcohol daña las funciones ejecutivas, responsables de planificar, priorizar o la
autoregulación, entre otras funciones importantísimas. Además, perjudica áreas del cerebro responsables
del aprendizaje y la memoria. En pleno desarrollo cerebral, es muy difícil para un adolescente discernir qué
está bien y qué está mal y necesita del adulto. Detrás de cada joven hay una fuerza vital que quiere
manifestarse y a esa fuerza hay que acompañarla, como adultos, para que logre su mejor versión. Educar no
es imponer, obligar o someter. Educar es acompañar, sostener y generar espacios para el crecimiento. Pero
hay que estar. Y claramente, aunque sea difícil, hay que poner límites. Hay que enseñarles qué está bien y
qué está mal. Los chicos siguen siendo chicos.
Pero atención, para poner límites no hay que estar enojados, hay que estar convencidos.
El problema no es que el adolescente haga cosas de adolescente. El problema es que no tenga un adulto
responsable cerca que pueda poner un freno a una situación que claramente los perjudica. No es lo que el
adolescente necesita el tan famoso: “¿Y qué querés que haga? No quiero ser el padre que dice que no. Le
tuve que decir que sí”. El padre que dice “yo más que padre soy un amigo” no hace más que dejar
huérfano a su hijo.
En un tono de reflexión, podríamos tal vez preguntáramos qué hacemos con los cientos de chicos que
terminan en un hospital con un coma alcohólico, descompuestos o aún peor. ¿Nos enojamos con ellos? ¿Con
nosotros mismos por no haberlo impedido a tiempo? ¿Dejamos que lo sigan haciendo solo porque es un
ritual y porque todos lo hacen?
Y además, ¿cuál es la idea de ir a la escuela? Si es ir a aprender, ¿se puede ir a aprender sin dormir y en
estado de embriaguez? Y si en ese estado, termina desmayado, con un golpe, o lastima a alguien, ¿quién es
responsable? ¿La familia por mandarlo así el o el colegio por recibirlo en esas condiciones?
Como padres, necesitamos hablar con nuestros hijos acerca de aquellas cosas que son perjudiciales para
ellos, como el consumo excesivo de alcohol. Desarrollar un vínculo de confianza, es de vital importancia.
Debemos trabajar la conexión con nuestros hijos. Si no, perdemos la influencia y dejan de respetarnos. Ahí
surge el “no me hace caso”, “nunca hace lo que le pido” y la constante pelea.
Para que los jóvenes respondan deben sentir una gran conexión con el adulto.
El secreto detrás de hijos felices son padres que han sabido conectarse con ellos, que han aprendido a
controlar sus emociones para que no les jueguen en contra. En definitiva, han aprendido a responder, en vez
de a reaccionar.
El UPD es un gran ritual. Es la transición entre la niñez y la adultez y, como todo pasaje, está genial
celebrarlo. El tema sería, tal vez, preguntarles qué es ser feliz y qué significa divertirse, encontrando juntos-
colegio, chicos y familias - una manera de celebrar que sea significativa y memorable, pero no dañina para
nuestros hijos.
Si queremos cambiar la historia, debemos aprender de nuestros errores y avanzar. Si no, la historia
inevitablemente se repetirá.
¿POR QUÉ ALGUNOS CHICOS SE MOTIVAN Y QUIEREN APRENDER Y OTROS NO?
PorLaura Lewin 04 Mar, 2022 00:00 a.m. AR

Hoy sabemos que lo que importa, más que la inteligencia, es la mentalidad. Frente al fracaso o al desafío,

algunos niños se esfuerzan más. Otros, por el contrario, se frustran y abandonan

Hay que enseñarles a los niños que cometer errores es parte del aprendizaje

¿Por qué algunos chicos se motivan más que otros? ¿Qué motiva a un niño a esforzarse en la escuela? ¿Por
qué algunas personas perseveran y otras se frustran y abandonan?
¿Nunca te pusiste a pensar que muchas de las cosas que hacen los adultos para “motivar” a los chicos hace
que no quieran aprender? Pensemos en las tan dañinas comparaciones: “tu hermano sí entendía todo”. O tal
vez en un padre que dice “o aprobás o te quedás todo el fin de semana en casa”. ¿Qué mensaje estamos
enviando? Seguramente que lo importante es aprobar, cuando debiera ser aprender. Sí… Muchas de las
cosas que hacen los adultos para que los chicos “se motiven” hacen justamente que no quieran aprender.
Antes se pensaba que sin importar cuánto nos esforzáramos, nuestra inteligencia se mantenía
inamovible. Hoy sabemos que lo que importa, más que la inteligencia, es la mentalidad. Frente al fracaso o al
desafío, algunos niños se esfuerzan más. Otros, por el contrario, se frustran y abandonan. Sin embargo, el
éxito no está determinado por talentos innatos o intelectuales, sino que depende de nuestra mentalidad. Es
decir, el grado por el cual nosotros creemos que tenemos la habilidad de cultivar nuestra inteligencia y
desarrollar nuestras habilidades.
Carol Dweck, profesora de psicología de la Universidad de Stanford y experta en el tema, distingue dos tipos
de mentalidades: la mentalidad fija y la mentalidad de crecimiento.
La mentalidad fija es la creencia de que la personalidad y la inteligencia vienen determinadas desde el inicio
y no sufren normalmente cambios a lo largo de la vida. Por lo general, las personas que tienen una
mentalidad fija sólo se enfrentan a tareas que saben, por adelantado, que van a poder realizar. Son
competitivos y necesitan constantemente demostrar su habilidad ante los demás. Sólo les interesa saber si
lo han hecho bien o mal. Cuando se les muestra información que les podría ayudar a aprender, no muestran
interés alguno.
La mentalidad de crecimiento es la creencia de que la personalidad y la inteligencia van cambiando a lo largo
de la vida, y que nuestro objetivo es mejorar. Las personas con una mentalidad en crecimiento piensan que
es el esfuerzo el que les lleva al éxito, de modo que no sólo se enfrentan a tareas difíciles, sino que disfrutan
con ellas. Piensan que la inteligencia puede aprenderse y mejorarse. Por este motivo, prestan atención a la
información que les lleva a saber más. Una mentalidad de crecimiento ayuda, por lo tanto, a aprender.
Los niños que tienen una mentalidad fija:
- No creen en el esfuerzo
- Quieren parecer inteligentes
- Sólo les interesa aprobar o sacarse la materia/prueba de encima
- No tienen problema en copiarse con tal de aprobar
- No les gusta el desafío
- Se sienten inútiles frente al fracaso
- Cuando se sienten frustrados, por lo general, abandonan
- Se sienten amenazados frente a la crítica y la toman de manera personal (me están criticando a mí)
- Se sienten mejor cuando al otro no le va bien
- Evitan los desafíos por miedo a fracasar
Por el contrario, los niños que poseen una mentalidad de crecimiento:
- Creen en el valor del esfuerzo
- Su objetivo es aprender
- Disfrutan de los desafíos
- Ven al fracaso como una oportunidad para aprender
- Son emocionalmente resilientes
- Se inspiran frente al éxito del otro
- Disfrutan de la crítica constructiva (entienden que están criticando el trabajo, no a ellos)
- Les gusta probar cosas nuevas
- Ven a los problemas o los desafíos como oportunidades
Los cerebros de los niños con mentalidad de crecimiento se activan más, generan más conexiones y
eventualmente se hacen más inteligentes. Lo que buscan es aprender.
Por el contrario, los estudios demuestran que los niños con una mentalidad fija huyen de las dificultades: se
copian, no se esfuerzan. Lo que buscan es aprobar.
Todos tenemos una combinación de ambas mentalidades. Lo más interesante de esta teoría, es que se
puede fortalecer la mentalidad de crecimiento.
Cuando el adulto comprende la diferencia entre la mentalidad fija y la de crecimiento, y enfoca sus esfuerzos
en ayudar a sus hijos a desarrollar la mentalidad de crecimiento, le está brindando herramientas para la vida.
Desarrollar en los niños una mentalidad de crecimiento significa permitirles arriesgarse y fracasar. Aprender
de los fracasos los ayuda a ser más resilientes. Debemos enseñarles a los chicos a fracasar ahora para que
capitalicen los fracasos. Sino, serán adultos sin perseverancia, y no creerán en sus habilidades de esforzarse
para tener éxito.
Como adultos, debemos comprender la importancia de dignificar, naturalizar y capitalizar los errores .
Cuando lo hacemos, les estamos enseñando a los niños que a través de los errores y los fracasos podemos
aprender, mejorar y ser cada vez más inteligentes. Debemos enseñarles a amar los desafíos y a sentirse
cómodos con el esfuerzo.
Muchos niños piensan que no pueden, que no tienen lo que se necesita para triunfar. Tal vez no tienen el
apoyo o aliento de sus padres. O tal vez fracasaron tantas veces que se culpan ellos mismos. Los chicos
pueden aprender a convertir los desafíos en grandes lecciones, pero para eso deben aprender que cometer
errores es parte del aprendizaje y que deben caerse para aprender a levantarse.
Cambiar su mentalidad es lo que hará que puedan volver a motivarse y a sentir que sí pueden. Entender que
nuestro cerebro es como un músculo y que la inteligencia se puede desarrollar, es el primer paso para
desarrollar una mentalidad de crecimiento.
Necesitamos aulas y casas en donde los niños y jóvenes comprendan que cometer errores es parte del
proceso de aprendizaje y no un juicio sobre su inteligencia.
Algunas ideas:
- Enfaticemos el aprender, no el aprobar
- Naturalicemos y capitalicemos los errores
- Cuidá tu lenguaje (cuidado con el “no creo que puedas”)
- No generalices (no es que sos malo en matemática; este ejercicio no te salió)
- Alentalos a enfrentar los obstáculos y desafíos y a ver los desafíos como oportunidades
- Enseñales que el error es la base del aprendizaje
- Desalentá la envidia hacia los compañeros
- Reemplacemos la palabra “error” por “aprendizaje”
- Ayudémoslos a no buscar la aprobación todo el tiempo.
- Una palabra mágica: todavía (Niño: no me sale. Adulto: no te sale todavía)
Al aceptar y naturalizar los errores, capitalizándolos, el adulto comunica una lección invaluable sobre la
vida: al no esperar la perfección la primera vez, acentuamos la noción de que podemos mejorar, aprender
y ser cada vez más inteligentes. Al cambiar la mentalidad, mejora el rendimiento, lo que refuerza la
motivación. El mejor regalo que le podemos dar a nuestros hijos es enseñarles a amar los desafíos, a que les
de curiosidad los errores, a disfrutar del esfuerzo, y a seguir aprendiendo.
NUTRICIÓN, SALUD Y APRENDIZAJE
PorLaura Lewin Publicado: 26 Feb, 2022 00:18 a.m. Actualizado: 26 Feb, 2022 11:48 a.m. AR

Todas las escuelas deberían tener un plan que eduque en aspectos como la necesidad de una buena
nutrición y ejercicio

[Esta nota fue escrita con el asesoramiento de la licenciada Milagros García Arguijo]

¡Cuántos dolores de cabeza me hubiese evitado si me hubieran enseñado nutrición en mi casa o en la


escuela! Lamentablemente, nunca aprendí de chica, y hoy pago las consecuencias de grande.
La infancia es un momento de mucho aprendizaje, y es también el momento en donde aprendemos a
comer: aprendemos qué comer, cómo saber cuándo estamos satisfechos y aprendemos, además, a
relacionarnos con la comida. Y no solo eso, podríamos aprender, además, cómo algunos alimentos favorecen
o atentan contra el desarrollo cognitivo.
La alimentación no sólo tiene que ver con la comida, sino también con el impacto que esta tiene sobre
nuestro rendimiento en diversas áreas, y en los niños, sobre todo, en el rendimiento escolar.
El desayuno y el desempeño escolar
Hay niños que no desayunan. Ya sea porque no han adquirido el hábito, porque no tienen hambre, o porque
la familia no lo considera importante, van a la escuela sin esta primera comida tan necesaria para arrancar
la jornada escolar.
Un desayuno nutritivo que combine lácteos, frutas y cereales aporta los niveles necesarios de energía para
afrontar el día, además favorece el control de peso, evita los famosos picoteos (principalmente de alimentos
NO nutritivos), y mejora el rendimiento cognitivo de los chicos. En otras palabras, un niño que no desayuna
podría tener problemas para concentrarse en clase, para prestar atención, e inclusive para aprender. Es
responsabilidad de la familia, es decir de los adultos, la de generar el hábito. Algunas ideas que podrían
servir:
- En aquellos casos en donde a los chicos les cuesta levantarse para desayunar, podemos intentar que se
acuesten un poco antes para poder levantarse con el tiempo necesario para poder desayunar, de tal manera
de incorporar los nutrientes esenciales para arrancar la jornada escolar.
- Si no tienen hambre, debemos chequear qué, cuánto y cuándo cenan la noche anterior. Es posible que
estén comiendo en exceso, muy tarde, o tal vez que necesiten alimentos más livianos que favorezcan el
descanso, por su rápida digestión-absorción y esto permitirá la necesidad fisiológica de incorporar alimentos
en el inicio del día.
- Si cada uno desayuna lo que puede, cuando puede, y no está instaurado el hábito del desayuno familiar, tal
vez ayude dejar algo a mano para que los chicos puedan prepararse solos: desde un yogur en la heladera,
una fruta o algo fácil de resolver.

Un snack de media mañana


A media mañana, especialmente si no desayunaron bien, o si tienen hambre, podemos alentarlos a consumir
un snack. Un snack no es una golosina. Un snack puede ser una porción de fruta (que aguanta
perfectamente en una bolsita o contenedor plástico, tal vez con una gotitas de limón si se las mandamos
ya cortada), frutos secos, un turrón, pochoclos, tutucas o algo por el estilo.
En el caso del turrón o de las tutucas, preferentemente cada tanto, porque pueden contener mucha azúcar o
sal. Idealmente, sería mejor enfocarnos en alimentos nutritivos y naturales.
¿Por qué un snack? Las neuronas consumen glucosa y oxígeno. Cuanto más exigente la actividad cognitiva,
más necesitamos de este “combustible”.
Para entenderlo bien, la glucosa es para el cerebro lo que el combustible para un automóvil.
Un bajo nivel de oxígeno y de glucosa produce una sensación de somnolencia, de cansancio. Una porción
moderada de fruta, en el recreo, puede elevar el desempeño del cerebro generando mayor atención y
mejorando la memoria. El agua también es necesaria para tener un cerebro saludable. ¡No nos olvidemos
que el estrés deshidrata!
El almuerzo: ¿comedor, en casa o viandas?
Algunos alumnos almuerzan en el comedor de la escuela, otros vuelven a sus casas, y otros utilizan viandas.
Salvo el caso de los chicos vegetarianos o veganos, que tendrán un plan alimentario especial con un
seguimiento con un profesional para evitar las carencias nutricionales en esta etapa de desarrollo y
crecimiento, dentro de nuestras posibilidades, es importante darles a los chicos una comida variada que
incluya frutas y verduras, proteínas de origen animal como las carnes (vacuna, pescado, pollo o cerdo) y
proteínas de origen vegetal, a través de las legumbres, tratando de evitar las carnes procesadas como las
salchichas o los embutidos.
Algunas ideas:
Fideos con pollo y vegetales
Colación: fruta

Milanesa empanada en avena


Colación: galletitas sin relleno.

Nuggets caseros, empanados con avena


Colación: Manzana
Como docentes debemos alentar una buena salud del cerebro para que nuestros alumnos puedan aprender
más y mejor. Esto se da generando conciencia a alumnos y sus familias.
En el aula, podemos trabajar algún proyecto en donde los alumnos puedan entrevistar a algún experto, o
investigar por sus propios medios, y juntos, aprender y debatir acerca de:
-¿Qué diferencias hay entre nutrición y alimentación?
-¿Cambia la nutrición dependiendo de la edad de las personas?
-¿Qué otros factores influyen en la nutrición?
-¿Cuántas comidas hay que hacer al día?
-¿Qué importancia tiene el desayuno en nuestro desarrollo cognitivo?
-¿Qué snacks convienen hacer a media mañana?
-¿Qué alimentos pueden sustituir a otros?
-¿Cómo se conforma un buen equilibrio nutricional?
-¿Qué importancia tiene el agua en la nutrición?
-¿Qué impacto tiene la nutrición en el desempeño deportivo?
…Entre otras.
Todas las escuelas deberían tener un plan que trascienda lo estrictamente curricular, y que eduque en
aspectos como la necesidad de una buena nutrición y ejercicio. Deberían, además, ofrecer kioscos
saludables, que ofrezcan productos varios, pero si tienen exceso de grasas, azúcar o sal, al menos que se
presenten en porciones pequeñas, y además, fruta en diversas y atractivas presentaciones (fruta entera,
ensalada de fruta, brochette de fruta), frutos secos, yogur descremado, semillas, y muchas oportunidades
para que los chicos tomen agua y se muevan. De esa manera no solo estaremos favoreciendo una vida más
saludable sino además estaremos generando las mejores condiciones para aprender.

EL BULLYING ES UN PROBLEMA DE TODOS, NO SOLO DEL QUE LO SUFRE


PorLaura Lewin 23 Feb, 2022 00:00 a.m. AR

Necesitamos educadores que puedan analizar si están siendo indiferentes ante el bullying o si de alguna
manera están creando conciencia para favorecer aulas libres de acoso escolar

Drayke Hardman, el niño que se suicidó en Estados Unidos tras sufrir bullying escolar

La semana pasada, la historia de Drayke Hardman, el niño que se suicidó en Estados Unidos tras sufrir
bullying escolar, conmocionó al mundo. Pero no hace falta irse a EEUU para escuchar acerca del
bullying. Nuestras escuelas tienen tristes protagonistas de estos lamentables sucesos todo el tiempo . Es
más, hay chicos que hoy, a poco de comenzar las clases, ya están angustiados de pensar en volver a las aulas
y pasar por ese calvario. Las clases por zoom, para algunos, fueron lugares más seguros.
Puede pasar en cualquier lugar, en persona, por mensajes de texto o en las redes sociales en internet. Es un
problema afrontado por todas las edades y niveles de educación. El bullying no es una broma ni una etapa.
Puede ser perjudicial para la vida de una persona, ya que atenta directamente contra la dignidad. El acoso
escolar es un problema grave que ataca a niños y jóvenes, minando su autoestima y confianza, provocando
en muchos casos ansiedad y depresión, dejando en la persona serias dificultades para adaptarse a la
sociedad, y, como en el caso de Drayke y muchísimos otros, el suicidio. Afecta negativamente la salud y
bienestar de los estudiantes, convirtiendo el entorno educativo en un espacio inseguro para ellos.
Hay diferentes tipos de acosos:
- Verbal: molestar, poner sobrenombres o apodos.
- Psicológico: chantaje, manipulación, amenazas.
- Social: circular chismes, terminar amistades, invitar a personas a una fiesta y dejar a una persona afuera a
propósito.
- Físico: golpear, empujar, maltratar.
- Sexual: acoso, referencias malintencionadas a partes íntimas.
- Cibernético (Cyberbullying): usar Internet, celulares u otra tecnología para hacerle daño a otros.
Sin embargo, no todas las acciones que pueden lastimar a un niño son casos de bullying. Para que sea acoso
escolar debe cumplir con las siguientes características:
- Debe tratarse de una acción agresiva e intencionalmente dañina.
- Debe producirse de manera repetida.
- Debe darse en una relación en la que haya un desequilibrio de poder.
- Debe darse sin provocación a la víctima.
- Debe producir un daño emocional.
Algunas señales del acoso escolar que pueden ver los padres cuando su hijo es la víctima:
- Llegan a casa con su ropa/útiles escolares dañados
- Dice que sus útiles escolares se le han perdido
- Tiene heridas que no explica
- Se queja mucho de malestares físicos
- No duerme bien
- Sus hábitos alimenticios cambian
- Se hace daño a si mismo/a
- Se mantiene alejado/a de sus compañeros de escuela
- Baja sus calificaciones
- Se ve triste o deprimido
- Se culpa a sí mismo por sus problemas
- Su comportamiento cambia
Que pueden ver los padres cuando su hijo es el/la acosador/a:
- Es violento con otros
- Se pelea verbal y físicamente con otros
- Lo mandan a la oficina del director muy a menudo o lo mantienen en detención por mal comportamiento
- Tiene dinero extra o aparece con objetos personales/escolares sin ninguna explicación
- No reconoce su responsabilidad en sus acciones
- Tiene amigos/as que acosan a otros
- Demuestra una necesidad por ganar en todo.
Existen tres roles diferenciados entre los participantes de la conducta bullying:
- El “bully” o agresor
- La “víctima” que sufre la agresión
- “Los que observan”, es decir, los espectadores o testigos, que con cierta frecuencia apoyan al agresor ya
sea activamente, o quienes por medio a convertirse en víctimas, apoyan con su silencio.
Es muy importante trabajar con el testigo, ya que el acosador necesita de su público para sentirse más
popular y para generar mayor humillación en la víctima.
Cuidado: un chico que es acosado puede convertirse en acosador. Un ejemplo de esto se ha dado muchas
veces en Estados Unidos, en donde estudiantes entraban a un colegio y disparaban a sus compañeros, para
luego comprobar que estos habían sido acosados con anterioridad.
Cuando nuestros alumnos entran a un estado emocional inadecuado para el aprendizaje, ya sea por nervios,
inseguridad, amenaza, porque piensan que no pueden, o que la maestra o sus compañeros no los quiere, o
por miedo a ser humillados, la corteza prefrontal y las funciones ejecutivas no están en su mejor estado, y
aprender o recordar se hace muy difícil.
Aprender requiere de poder despojarnos de miedos, frustraciones y abrirnos a lo nuevo y, para eso, el
entorno es clave. Para que un docente pueda proveer a sus alumnos de este lugar seguro, en donde sus
alumnos puedan alcanzar su potencial, deberá, sin duda, revisar su propio sistema de creencias, y
comprender que los alumnos aprenden no solo con el cerebro, sino también con el corazón. Necesitamos
aulas sanas, en donde nada malo pueda pasar. El docente es custodio de la auto estima de los alumnos.
Activamos cognitiva y emocionalmente a nuestros estudiantes proporcionándoles la seguridad emocional
necesaria. Un espacio de aprendizaje inseguro genera barreras que afectan el aprendizaje. Cuando el aula no
es un lugar sano, se rompe el compromiso de los alumnos con el proceso de aprendizaje. Así que no, el
bullying no es solo un tema social. Está absolutamente ligado a los procesos de aprendizaje. Y además, nadie
merece tener miedo de ir al colegio.
Como decía Martin Luther King, “hemos aprendido a nadar como los peces, a volar como los pájaros, pero
no hemos aprendido el arte de vivir como hermanos”.
¿Qué nos pasa que no podemos sensibilizarnos frente a lo que le pasa al otro? ¿Quién enseña a desarrollar
la empatía? ¿El otro?
Pensemos en qué podemos hacer, desde la escuela, para promover una cultura anti-bullying:
- Primero lo primero: una clara intención por parte de las autoridades de la institución de decirle NO al
bullying. Es decir, tolerancia CERO al bullying.
- Consejo Escolar: todos los colegios deberían tener un Consejo Escolar o Comité de Convivencia formado
por expertos en temas como el acoso escolar, la inteligencia emocional, etc, que puedan prevenir y resolver
temas de violencia dentro de la institución antes de que se conviertan en acoso escolar.
- Carta compromiso anti bullying: todos los directivos, así como los padres, alumnos y docentes podrían
firmar una carta de compromiso anti-bullying como un compromiso voluntario que permita crear una
comunidad escolar en la cual este flagelo no exista ni sea tolerado.
- Protocolo de actuación para docentes y directivos: increíblemente, todavía hay colegios en donde no se
habla abiertamente del tema y en donde docentes o directivos no saben cómo responder frente a la
violencia en la escuela. Un protocolo de actuación prevé acciones específicas acerca de qué hacer en cada
situación.
- Capacitación continua para alumnos, docentes, directivos y padres: este flagelo se puede erradicar si cada
uno, desde su rol, trabaja activamente para que el bullying no sea tolerado. La capacitación provee una serie
de recursos y herramientas para que cada uno se sienta más cómodo en su rol.
- Profundizar mecanismos de alerta temprana: contar con docentes comprometidos que puedan estar
“presentes” (no sólo físicamente, sino realmente comprometidos) en el recreo, conversar con los alumnos,
estar en la entrada y salida de la escuela, mayor presencia en áreas de baños y cafetería, etc.
- Mejora de los programas académicos: las escuelas siguen enfatizando las habilidades cognitivas y poco se
está haciendo para el desarrollo de las habilidades sociales. Los programas académicos deben incluir
materias tales como resolución de conflictos, negociación efectiva, habilidades de comunicación, manejo de
la frustración y el enojo, etc.
- Un link para denuncias en la página web del colegio: aquellos alumnos que no se animen a hablar
abiertamente, podrán dejar su denuncia, anónima o no, entrando a la página web del colegio.
- Foro de consultas: de la misma manera, la página web puede tener un foro de consultas anónimas para que
los alumnos puedan manifestar sus inquietudes.
- Herramientas jurídicas: el sistema legal debe estar del lado del acosado, ofreciéndole apoyo legal en caso
de necesidad. Cuidado: un alumno que lastima físicamente a otro, más que bullying, está cometiendo un
delito.
- Semana del bullying: contar con celebridades que hablen sobre la violencia escolar en una semana en
particular, logrará poner al tanto a todos del tema y de esta forma generar conciencia.
- Escuela para padres: no siempre los padres saben qué hacer en estos casos. Sería bueno que el colegio
pudiera ofrecerles una serie de charlas de modo de brindarles herramientas de acción y prevención, y
evacuar dudas.
- Talleres de Mindfulness o Atención Plena. Esto es una práctica estudiada científicamente, reconocida como
una manera efectiva de reducir el estrés y aumentar la autoconciencia. Significa prestar atención de manera
consciente a la experiencia del momento presente con interés, curiosidad y aceptación. Practicando la
atención plena o mindfulness desarrollamos una mayor capacidad de discernimiento y de compasión.
- Inteligencia emocional en todas las escuelas. Se podrán abordar todos los puntos anteriores, pero si no se
trabaja la empatía poco podrá mejorar el flagelo del bullying.
Se ha demostrado que existe una relación entre el desarrollo de las funciones ejecutivas y el proceso de
maduración de la corteza prefrontal. Por lo tanto, trabajar en el aula la inteligencia emocional, la empatía, la
resiliencia, y la reflexión ayudan a desarrollar la corteza frontal. Cuando esto ocurre, baja la ansiedad, los
trastornos de ansiedad, las trastornos de atención y adivinen qué más… el bullying.
Basta de hacernos los distraídos. Basta de pensar que el bullying es un tema externo a la
escuela. Necesitamos educadores que puedan analizar si están siendo indiferentes ante el bullying o si de
alguna manera están creando conciencia para favorecer aulas libres de acoso escolar.
Basta de hablar de inclusión. Hablemos de convivencia. Respetemos para que los chicos aprendan a
respetar. “Hermanemos” a los chicos. No podemos obligarlos a quererse, pero sí a respetarse. Amigos de
algunos, pero compañeros de todos.
Cuando todos nos unimos para decirle “no” al bullying, estamos creando instituciones educativas que
favorezcan el desarrollo no solo cognitivo, sino además emocional de nuestros alumnos.
Tolerancia cero al bullying. Hablá con tus hijos, con tus alumnos. Concientizalos. El bullying es un tema que
nos afecta a todos.
ACERCA DE LOS PREMIOS Y CASTIGOS EN LOS NIÑOS
PorLaura Lewin 21 Ene, 2022 00:00 a.m. AR

Para desarrollar la auto-regulación y la responsabilidad en nuestros hijos hay que enfocar más en las

consecuencias que pueden acarrear esas recompensas o retos

Cometer errores o correr los límites es parte del desarrollo madurativo de los niños

Reflexionemos juntos: ¿cuántas veces terminás castigando a tu hijo o hija por el mismo tema? El castigo, ¿te
acerca o te aleja de él? ¿Cuándo lográs que colabore más: cuando está enojado o cuando se siente bien
acerca de él mismo? Si siempre el que reta o castiga es la misma persona, ¿qué valoración le dará el niño? Si
el castigo termina siendo “no podés ir al cumpleaños de tu amigo, así que te quedás en casa toda la tarde”, y
lo tenés con cara larga y de mal humor todo el día, ¿quién termina castigado?
Si lo que buscamos es desarrollar la auto-regulación y la responsabilidad en nuestros hijos, debemos
enfocarnos más en las consecuencias que en los premios y castigos, que solamente refuerzan la motivación
extrínseca. Las recompensas podrían hacer que los chicos solo hagan lo que se les pide para recibir
algo. ¿Qué va a pasar cuando eso que les propongamos ya no les interese? Los castigos, por otro lado,
generan culpa, ira o resentimiento, y lo que produce esto, es que los niños actúen por miedo pero no por
satisfacción personal.
El castigo:
-Envía a los niños un mensaje de que son malos y por eso deben ser castigados.
-No los ayuda a reconocer sus errores y a hacerse responsables de sus actos.
-Los hace enfocarse en el castigo, y no en lo que han hecho.
-Los enoja, ya que sienten que los lastimamos conscientemente.
-Resquebraja la relación con sus padres.
-Pone al padre en una desigualdad de poderes.
Al gritar, podrán conseguir la atención de un niño, sin duda, pero no es una estrategia efectiva para
enseñarle la diferencia entre lo correcto y lo incorrecto. Los ayuda a descargarse a ustedes, pero no ayuda a
su hijo.
Debemos recordar, por otro lado, que el castigo físico queda afuera de todo intento de educar a los niños. El
castigo físico nunca es terapéutico para el adulto ni pedagógico para el niño. Les estamos mostrando un
modelo a imitar, del que él va a aprender. Pegarle al niño genera más miedo, rebeldía, humillación, y hace
que pierda confianza en sus padres, y baje su propia autoestima.
Un adulto que le grita o le pega a su hijo porque este tiene un capricho, es un adulto que no sabe cómo
canalizar sus propias emociones y no sabe cómo manejar sus impulsos. Si bien este tipo de reacción puede
calmar una situación puntual, no la corrige a largo plazo, y genera, además, una carga emocional negativa en
nuestros hijos.
Lo que en realidad deseamos es inculcar responsabilidad. Por lo tanto, las consecuencias lógicas son siempre
más efectivas que los premios o castigos. Veamos estos dos ejemplos:
-Adulto al niño: Si le volvés a contestar mal a tu hermano, te vas a tu habitación y no podrás usar tu celular
en todo el fin de semana. ¿Cómo creés que termina esta escena? Seguramente con enojo y bronca.
-Adulto al niño: Si le volvés a contestar mal a tu hermano, él no va a querer jugar con vos y no creo que
quieras eso. ¿Cómo creés que termina esta escena? Seguramente diferente a la situación anterior.
La diferencia puede ser sutil, pero en el primer ejemplo el castigo es externo, lo impone el adulto, y es
arbitrario. En el segundo ejemplo, la consecuencia se desprende de las acciones del chico, deriva de su
propio comportamiento.
También podemos pedirle su opinión para que se sienta que él también tiene control sobre lo que ocurre:
“¿limpiás tu habitación antes o después de tomar la merienda?”, o “claramente tu hermano se sintió mal
con tu contestación. ¿Qué podés hacer para hacerlo sentir mejor? Que el niño se sienta mal no hará que se
comporte mejor. Pero si se siente bien acerca de él mismo, podrá colaborar más. No queremos que busque
evitar el castigo o acercarse al premio sino que vaya desarrollando un pensamiento que lo ayude a tomar
las mejores decisiones.
Compará esto:
“Si no terminás de ordenar tu cuarto, no salís a jugar” versus “cuando termines de ordenar tu cuarto,
podremos jugar un rato”. ¿Qué afirmación pensás va a funcionar mejor? Seguramente la segunda. Una vez
más, la consecuencia tiene que ver con las acciones del niño y no del adulto.
Otro ejemplo: “Andá a tu habitación y no salgas hasta que hayas completado el trabajo” versus “el fin de
semana empieza cuando hayas completado el trabajo”. En el segundo ejemplo, la decisión está,
nuevamente, en las manos del chico. Acá empiezan a desarrollar la responsabilidad y el hacerse cargo. Otro
consejito: fíjate que es mejor decir “cuando termines de ordenar tu cuarto podremos jugar un rato” que “si
ordenás tu cuarto podemos jugar un rato”. Sacamos el foco de la acción y lo ponemos en el tiempo. Es decir,
damos por sentado que debe ordenar el cuarto; eso no está en discusión.
Por otro lado, las consecuencias deben ser lógicas. Es decir, deben estar asociadas al comportamiento que
deseamos corregir. Si tu hijo deja los marcadores destapados y se secan, o los rompe, lo que deberíamos
decir es “qué pena que no vayas a poder volver a usarlos porque no vamos a volver a comprarlos”, en vez de
prohibirle ir a un cumpleaños. Aquí es donde debemos enseñarles. Por ejemplo: “si rompés el juguete, no lo
vas a tener para volver a jugar. Cuidemos lo que queremos”.
Si se pelea con su amigo por un capricho, podemos decidir dar por terminada la tarde de juegos, en vez de
enviarlo a la cama temprano. Los niños aprenden más de consecuencias lógicas que de las ilógicas.
Algunas consecuencias lógicas:
-Sacamos privilegios: si deja los marcadores sin tapa, no puede volver a usarlos ese día.
-Si se rompe, se arregla: si el niño derrama líquido en la mesa, y ya tiene la madurez o edad apropiada, por
ejemplo, lo debe limpiar.
-Tiempo de calma: es un tiempo que le brindamos al niño cuando necesita volver a su eje.
¿Viste esos padres que le dicen a sus hijos “andá a tu habitación a pensar por qué hiciste tal cosa?”
¿Realmente creés que los chicos se ponen a pensar? No, ¿no?. No se trata de sacarlos “a pensar”, sino a
calmarse. Los niños necesitan practicar el volver a su eje cuando tienen emociones fuertes. Aprender a
volver a estar en calma después de un terremoto emocional (ira, frustración, bronca) es una herramienta
que utilizarán toda su vida. Enviar a un niño “a pensar” para corregir esas conductas que el adulto quiere
corregir no tiene ningún sentido. Se siente avergonzado o enojado. El “sacarlos a pensar” no funciona. Lo
que el niño necesita es que le enseñemos a calmarse, no a sentirse mal consigo mismo.
Consecuencias naturales
Las mejores consecuencias son las naturales. Por ejemplo, se quedó sin merendar en la colonia porque se
olvidó -de nuevo- el snack en casa. O tuvo frío porque no se llevó su sweater. Claramente, debemos mostrar
empatía: “¡Qué pena que no hayas podido merendar! ¡Ojalá mañana no te olvides de llevarte algo!” o “Qué
pena que no pudiste salir a jugar con tus amigos por no tener tu buzo. Y sí, hizo frío hoy”.
Las consecuencias naturales no funcionan cuando:
-A los niños no les preocupa la consecuencia (por ejemplo, no tener su snack o tener frío).
-La consecuencia está muy lejos en el tiempo (si no hacés los deberes, no nos vamos de vacaciones).
-Si vos interferís con el aprendizaje: “¡Te lo dije!”
Algunos puntos importes a tener en cuenta:
-No lo olvides, independientemente de la situación, tu hijo necesita sentirse seguro. Cuando un niño se
comporta de manera incorrecta, necesita saber que siempre están los brazos de sus padres, donde poder
desahogarse o llorar. Esta seguridad es crucial para que pueda aprender a manejar sus emociones.
-Siempre elegí el incentivo amoroso -mostrar afecto, alegría, satisfacción, en vez de una recompensa
material.
-Nunca pongas la comida o el sueño como castigo; por ejemplo, “te vas a ir a la cama sin comer”, ya que son
necesidades fisiológicas que el niño no debe asociar con castigos. Es diferente no poder merendar porque se
olvida su snack que irse a la cama sin comer.
-Explicá qué va a ocurrir con claridad (”Te cuento un cuento y después a dormir” o “Primero merendamos y
después hacemos los deberes).
-Enfaticemos el SÍ y no el NO. Cuando ponemos el foco en el SÍ, generamos menos resistencia. Por ejemplo:
“Sí, podés ir a jugar a la casa de Marina, pero mañana”, en vez de “No, no podés ir a jugar hoy a lo de
Marina”, o “Sí, podríamos hacer eso que querés pero después de…”, en vez de “no, ahora no se puede”.
-Si te cuesta calmarlo, ¡a moverse! El movimiento mejora las habilidades de resolución de problemas,
atención, memoria, reduce el estrés, la ansiedad y la depresión. También lleva oxígeno al cerebro, protege
las neuronas, reduce los niveles de cortisol (un de las hormona del estrés) y segrega neurotransmisores
como la noradrenalina, la dopamina y la serotonina, todos asociados con el bienestar, y que ayudan a
mantener el estado de ánimo. Además, el ejercicio distrae.
No nos olvidemos que los niños son niños. Cometer errores o correr los límites es parte de su desarrollo
madurativo. Cuando un niño hace algo que desaprueban, no se lo hace a ustedes; simplemente, lo hace. Y,
muchas veces, lo que hace es inclusive apropiado para su edad.
Cuando los padres recurren al castigo para “corregir” a sus hijos, no se dan cuenta de que el castigo no
mejora la conducta. Puede resolver una situación puntual en el momento, pero rara vez lo hace a la larga.
Por eso, intentemos despersonalizar lo que sucede. No lo “echen” ni lo hagan sentir que no merece
cariño. Debemos quererlos cuando menos se lo merezcan porque será cuando más lo necesiten.

MÁS QUE INTELIGENCIA, LO QUE IMPORTA ES LA MENTALIDAD


PorLaura Lewin 16 Dic, 2021 03:51 a.m. AR

Detrás de cada uno de nuestros hijos hay una fuerza vital que quiere manifestarse y a la que como padres

debemos acompañar para que logre su mejor versión

Antes se pensaba que sin importar cuánto nos esforzáramos, nuestra inteligencia se mantenía inamovible.
Sin embargo, la ciencia dice que lo que realmente importa, más que la inteligencia, es la mentalidad.
Algunos chicos están mejor predispuestos a enfrentar desafíos, a aprender de los errores y a ver las críticas
como algo útil en lugar de verlas como un motivo para rendirse. Este es el tipo de pensamiento que
mantiene a los niños motivados, incluso cuando el aprendizaje significa esforzarse.
La mentalidad fija es la creencia de que la personalidad y la inteligencia vienen determinadas desde el inicio
y no sufren normalmente cambios a lo largo de la vida.
Por lo general, los niños que tienen una mentalidad fija sólo se enfrentan a tareas que saben, por
adelantado, que van a poder realizar. Son competitivos y necesitan constantemente demostrar su habilidad
ante los demás. Sólo les interesa saber si lo han hecho bien o mal. Cuando se les muestra información que
les podría ayudar a aprender, no muestran interés alguno.
La mentalidad de crecimiento es la creencia de que la personalidad y la inteligencia van cambiando a lo
largo de la vida, y que nuestro objetivo es mejorar.
Los niños con una mentalidad en crecimiento piensan que es el esfuerzo el que les lleva al éxito, de modo
que no sólo se enfrentan a tareas difíciles sino que disfrutan con ellas. Piensan que la inteligencia puede
aprenderse y mejorarse. Por este motivo, prestan atención a la información que les lleva a saber más. Una
mentalidad de crecimiento ayuda, por lo tanto, a aprender.
Hoy sabemos que el éxito no está determinado por talentos innatos o intelectuales, sino que depende de
nuestra mentalidad.
Frente a un desafío o fracaso, los niños con mentalidad de crecimiento se esfuerzan más, lo que les genera
mejores resultados. Esto refuerza su creencia de que pueden mejorar, lo que refuerza su mentalidad de
crecimiento.
Por el contrario, un niño con mentalidad fija, frente a un obstáculo o dificultad, baja su esfuerzo, lo que
genera un menor logro a la larga, lo que refuerza su mentalidad fija: “No puedo”.
Los niños que tienen una mentalidad fija creen que la inteligencia es una característica fija:
-No creen en el esfuerzo.
-Quieren parecer inteligentes.
-Sólo les interesa aprobar o sacarse la materia/prueba/nota de encima.
-No tienen problema en copiarse con tal de aprobar.
-No les gustan los desafíos.
-Se sienten inútiles frente al fracaso.
-Cuando se sienten frustrados, por lo general, abandonan.
-Se sienten amenazados frente a la crítica y la toman de manera personal (me están criticando a mí).
-Se sienten mejor cuando al otro le va peor que a ellos.
-Evitan probar cosas nuevas por miedo a fracasar.
Por el contrario, los niños que poseen una mentalidad de crecimiento, creen que la inteligencia se puede
desarrollar, y por lo tanto:
-Creen en el valor del esfuerzo.
-Su objetivo es aprender.
-Disfrutan de los desafíos.
-Ven al fracaso como una oportunidad para aprender.
-Son emocionalmente resilientes.
-Se inspiran frente al éxito del otro.
-Disfrutan de la crítica constructiva (entienden que están criticando el trabajo, no a ellos, y que esta crítica
los ayuda a aprender).
-Les gusta probar cosas nuevas.
-Ven a los problemas como oportunidades.
Al cometer un error, un niño con mentalidad de crecimiento siente que está aprendiendo. Por el contrario, al
cometer un error, un niño con mentalidad fija siente que no sirve.
Ahora bien, una cosa es fracasar pero otra, muy distinta, es que los chicos piensen que no sirven. Ahí es
donde tenemos que accionar como padres. Debemos enseñarles a separar su autoconfianza del resultado.
Debemos enseñarles a arriesgarse e intentarlo, aunque esto implique un posible fracaso. Esforzarse,
perseverar y desarrollar una resiliencia emocional es más importante que el éxito o el fracaso en sí.
Todos tenemos una combinación de ambas mentalidades, de crecimiento y fija. Lo más interesante de todo
esto es que se puede fortalecer la mentalidad de crecimiento.
Desarrollar en los niños una mentalidad de crecimiento significa permitirles arriesgarse y
fracasar. Aprender de los fracasos los ayuda a ser más resilientes. Debemos enseñarles a los chicos a
fracasar ahora para que capitalicen los fracasos. Si no, serán adultos sin perseverancia, y no creerán en sus
habilidades de esforzarse para tener éxito.
Como adultos, debemos comprender la importancia de dignificar, naturalizar y capitalizar los
errores. Cuando lo hacemos, les estamos enseñando a los niños que a través de los errores y los fracasos
podemos aprender, mejorar y ser cada vez más inteligentes. Debemos enseñarles a nuestros niños a amar
los desafíos y a sentirse cómodos con el esfuerzo.
Hay numerosos estudios que demuestran que podemos cambiar la mentalidad de nuestros hijos, y que
cuando esto sucede, les va mejor en la escuela, ¡y en la vida!
Algunas consideraciones para ayudar a los niños a desarrollar una mentalidad de crecimiento:
-Necesitamos aulas y casas en donde los alumnos comprendan que cometer errores es parte del proceso de
aprendizaje y no un juicio sobre su inteligencia.
-Enfaticemos el aprender, no el aprobar.
-Cuidá tu lenguaje (“no creo que puedas”)
-No generalices (no es que sos malo en matemática; este ejercicio no te salió)
-Alentalos a enfrentar los obstáculos y desafíos y a ver los desafíos como oportunidades.
-Enseñales que el error es la base del aprendizaje.
-Desalentá la envidia hacia los compañeros.
-Reemplacemos la palabra “error” por “aprendizaje”.
-Ayudémoslos a no buscar la aprobación todo el tiempo.
-Enseñémosles a preocuparse y a asumir la responsabilidad.
-Expliquémosles que el éxito requiere de esfuerzo y trabajo.
-Una palabra muy poderosa que ayuda a ir pasando de una mentalidad fija a una de crecimiento, es
“todavía”. La noción de que “todavía” no le sale, los ayuda a darse cuenta que van por un camino hacia la
realización de un logro. Por ejemplo, en vez de “no me sale”, lo ayudamos si enfatizamos: “No me sale
todavía”
-Ayudalos a identificar pensamientos de mentalidad fija y cambiarlos por otros de mentalidad de
crecimiento. Por ejemplo: Esto es muy difícil/Esto me va a llevar más tiempo; No puedo hacerlo/No puedo
hacerlo todavía; Me equivoqué/Los errores son oportunidades.
Detrás de cada uno de nuestros hijos hay una fuerza vital que quiere manifestarse y a esa fuerza hay que
acompañarla, como padres, para que logre su mejor versión. Educar es acompañar, sostener y generar
espacios para el crecimiento. Al aceptar y naturalizar los errores, capitalizándolos, el adulto comunica una
lección invaluable sobre la vida. Al no esperar la perfección la primera vez, acentuamos la noción de que
podemos mejorar, aprender y ser cada vez más inteligentes.
10 CLAVES PARA QUE LOS CHICOS PREPAREN MEJOR LOS EXÁMENES
PorLaura Lewin 08 Dic, 2021 07:48 a.m. AR

Llega ese momento del año en que los alumnos deben enfrentarse a una de las situaciones que más estrés
les genera en el ámbito académico. Pero una cosa es aprobar y otra es aprender...

Si bien es verdad que muchos chicos dejan todo para último momento y van por el “aprobar”, enseñarles a
“aprender” es una habilidad que les va a servir toda la vida

Llega ese momento del año en que los alumnos deben enfrentarse a una de las situaciones que más estrés
les genera en el ámbito académico: rendir exámenes. Una cosa es aprobar, pero otra es aprender. Si bien es
verdad que muchos chicos dejan todo para último momento y van por el “aprobar”, enseñarles a “aprender”
es una habilidad que les va a servir toda la vida.
¿Cómo podemos ayudarlos a enfrentar mejor una situación de examen? Algunas claves que podrán servirles:
1) Organización del tiempo y el espacio: lo primero que deben hacer los chicos es organizarse. Esto implica
desde organizar el material de estudio, hasta el lugar en donde van a estudiar.
Cuando nos distraemos, nos cuesta mucho volver a concentrarnos, por eso, ayudemos a los chicos a
“preparar” su lugar de estudio: dejar el celular lejos, tener agua, un snack, sus apuntes o lo que necesiten a
mano, para que no hayan distractores. Elegir una silla cómoda, un lugar con buena luz, sin ruidos, etc. Elegir
el lugar adecuado para estudiar es tan importante como el estudio en sí. Ahora llega el momento de dividir
el material que tienen que estudiar. Se dividen en capítulos, temas, subtemas y se toman decisiones:
- voy a trabajar todo el primer capítulo y paro.
- Voy a repasar lo que vimos en clase en las dos últimas semanas.
- Voy a estudiar una hora y media.
2) Estudiar con amigos: el cerebro es social. Cuando estudiamos con uno o dos amigos, haciéndonos
preguntas y repasando, ayudamos a que la información llegue mejor a la memoria de largo plazo. Además, lo
que uno no entiende, tal vez el otro sí. Eso sí, ¡deben buscar un buen compañero de estudio! Alguien que
interrumpe todo el tiempo o se distrae, más que ayudar, va a empantanar la oportunidad de aprender.
3) Comenzar: para aprender lo primero que se debe hacer es depositar la información en la memoria
sensorial inmediata. Es decir, la información entra a través de los sentidos. Los chicos pueden leer el
material, hacer un mapa mental, completar un cuadro, subrayar o resaltar lo más importante, etc.
4) Repetir: si leemos una vez y pasamos a otra tema, no generamos conexiones neuronales fuertes. Hay que
reflexionar y repetir la información pero en nuestras palabras, en diferentes momentos y de diferentes
formas. Estudiar de memoria no sirve. Inmediatamente después de haber leído algún tema, los chicos
podrían tratar de explicar en sus palabras qué entendieron, contarle a un compañero lo más interesante que
hayan escuchado, o lo que les pareció importante, o lo que más les sorprendió. Pueden dibujarlo, hacer un
esquema, un cuadro, etc.
Cuidado: una cosa es entender, pero otra es aprender. Que entendamos el concepto no significa que
podamos explicarlo. La idea es que los chicos hagan suya la información. Es decir, no alcanza con resaltar o
subrayar, hay que repetir en nuestras palabras, hacer un esquema, explicarle a otro, dibujarlo, etc.
Recordamos mejor lo que nosotros hemos producido, por eso no se trata de repetir de memoria, sino de
generar nuestra propia explicación del concepto. Acá podrían dar ejemplos, resumir, comparar, explicar,
interpretar, etc. Pueden trabajar con mapas mentales, organizadores gráficos, cartelitos (flash cards),
resúmenes, cuadros , preguntas y respuestas , diagramas , líneas de tiempo , guías de estudio , etc.
5) Fortalecemos: llega el momento de hacer su propia retroalimentación metacognitiva para ver qué saben.
- ¿Qué aprendí hasta ahora?
- ¿Qué me cuesta más?
- ¿Qué necesito practicar más?
- ¿En qué necesito ayuda?
La retroalimentación ofrece la oportunidad de fortificar lo que se ha comprendido y, de ser necesario,
podemos remodelar o volver a leer o estudiar aquellos que no pudimos comprender adecuadamente.
Si las cosas van bien, la retroalimentación provee el refuerzo que se necesita para seguir motivados.
6) Distanciar los momentos de estudio: estudiar en varios días diferentes, repasando la información es más
efectivo que estudiar todo en un solo día. Es necesario espaciar los repasos muy cerca uno de otro al
principio y luego alejarlos entre sí.
7) Repasar: la clave del éxito para aprender está en el repaso. Hay que leer, repetir en muestras palabras,
hacer gráficos, dibujos, cuadros… Volver a hacer mapas mentales , completar los organizadores gráficos ,
practicar con los cartelitos (flash cards) , repetir los resúmenes sin mirar, anotando lo que se acuerden ,
recrear los cuadros , contestar preguntas , explicarle el material a algún compañero , etc.
Otra opción de repaso es la siguiente: Leo-Recuerdo-Repaso:
- Leo y después guardo el material de lectura.
- Recuerdo todo lo que puedo, lo explico con mis palabras de manera oral o escrita.
- Repaso lo que no me acordaban o lo que interpreté de manera errónea.
8) Hacer recreos: cuando la atención decae, no sirve de nada seguir esforzándonos. Leemos sin comprender.
Es momento de una pausa activa, ¡de movernos! Los chicos deben tomar recreos activos breves (caminar,
moverse, bailar) para poder activar nuevamente las funciones ejecutivas que les permiten pensar,
organizarse, tomar decisiones, etc.
9) Dormí muy bien la noche anterior: ¡el nuevo aprendizaje se practica durante el sueño! Las redes
neuronales que se han formado durante el aprendizaje se reconectan durante el sueño. El sueño consolida la
memoria.
10) Técnicas de relajación: ¿Quién no ha tenido que atravesar nervios o temores antes de rendir un
examen? ¿A quién no se le ha puesto la mente en blanco ante una pregunta en un oral? Relajarnos a través
de una meditación, visualización, mindfulness, o cualquier técnica que nos ayude a relajarnos, reducirá el
estrés. Cuando estamos con miedo o mucha tensión, el organismo segrega cortisol, una de las hormonas del
stress, lo que inhibe el aprendizaje y no nos permite recordar.
Y no nos olvidemos que, si se preparan, y les va mal, que cometer errores es parte del proceso de
aprendizaje. Un examen no los define como personas. Aprender de los fracasos nos ayuda a ser más
resilientes. Pero cuidado: una cosa es que les vaya mal y otra es que piensen que no sirven. Ahí debemos
actuar rápido, como adultos, para ayudarlos a ver sus errores de manera racional y no emocional. Como
adultos, somos custodios de la auto estima de los chicos.
Debemos enseñarles a “fracasar con dignidad”. Si no, serán adultos sin perseverancia, y no creerán en sus
habilidades de esforzarse para tener éxito.

10 PASOS PARA LA NUEVA EDUCACIÓN


PorLaura Lewin 02 Dic, 2021 00:00 a.m. AR

En un mundo en donde la tecnología avanza a pasos acelerados y todo se automatiza cada vez más,

sobresaldrán las mentes más brillantes, las que puedan pensar, resolver, crear. ¿Están preparados nuestros

alumnos para este nuevo paradigma?

El diseño de las aulas y el rol del docente, dos de las claves a replantearse

Nueve de cada diez alumnos cree que tendrán trabajos muy diferentes a los de sus padres. En un mundo en
donde la tecnología avanza a pasos acelerados y, cada vez más, todo lo que se pueda automatizar a través
de las máquinas se automatizará, sobresaldrán las mentes más brillantes, las que puedan pensar, resolver,
crear. ¿Están preparados nuestros alumnos para este nuevo paradigma? Para preparar a los alumnos para
el mañana, necesitamos transformar su educación hoy.
Diez pasos para la nueva educación:
1) El docente se corre del centro de la escena
De nada sirve que el docente monopolice la clase y dicte una clase expositiva, si después los alumnos se van
del aula y no recuerdan nada o muy poco. Estamos acostumbrados a que tradicionalmente el docente sea la
figura central de la clase y que todo gire alrededor suyo, como un rockstar, pero sucede que el docente ya no
es más la única fuente de conocimiento. En la actualidad, el conocimiento se despliega no sólo a partir del
estímulo del docente, sino a partir de los debates y conversaciones entre los alumnos, del trabajo por
proyectos, intervenciones a través de los celulares, tablets, computadoras, etc. Algunos alumnos parecieran
estar anestesiados en sus clases.
En un momento en el cual el alumno está tan distraído con los celulares y cuesta tanto captar su
atención, debemos poner el foco en el aprendizaje y no en la figura del docente. Nadie aprende a andar en
bicicleta escuchando cómo lo hizo su hermano mayor. Para aprender a andar en bicicleta, hay que subirse a
una. Andar, caerse e intentarlo de nuevo, hasta que sale. El alumno debe involucrarse cognitiva y
emocionalmente en la clase y para eso el docente debe poder dar un paso al costado. Esto de ninguna
manera supone que el docente debe desaparecer del aula. Por el contrario, toma un rol de facilitador, que le
permitirá acompañar a los alumnos y brindarles las herramientas necesarias para su avance, enfocándose en
su propio potencial.
2) Diseño de aulas
Pensemos en un banco de aula. Suelen ser rectangulares, pequeños. Es en ese espacio reducido, en donde
solo entra una fotocopia, en donde esperamos que los chicos “piensen a lo grande”. ¡Qué gran paradoja!
Y ni hablar si necesitamos que los chicos trabajen en grupos. ¿Cómo pueden hacerlo sintiéndose todos
incluidos en ese formato? Y si decidieras mover los bancos, ¿cuánto tiempo se demoraría? ¡Y el ruido que
harían! Está claro que el mobiliario pesado, casi atornillado al piso, no alienta el tipo de aprendizaje que
buscamos. Si pensamos en descentralizar el aula y poner al alumno en el centro de la escena para que
“haga”, no simplemente vea o escuche, debemos también repensar los espacios de aprendizaje. Desde hace
siglos, las aulas siguen igual . El aula tradicional fue diseñada para un mundo que ya no existe . Con la
transformación de la comunicación y la llegada de la tecnología, el aula, como espacio de aprendizaje,
¡quedó obsoleto!
Por otro lado, nuestros alumnos no son solo consumidores, ahora ya son prosumidores, es decir, producen
contenido. Si se les permitiera, podrían entregar trabajos más complejos como si se desempeñarán en un
estudio audiovisual. La enseñanza tradicional es cada vez menos efectiva para captar la atención de los
alumnos. El diseño del aula debe adaptarse a esta modalidad de trabajo.
Y esta misma idea de “aprender haciendo” le da la bienvenida a dos nuevos conceptos: los makerspaces y la
hiper aula. Los makerspaces o “espacios para crear” son aulas en donde se aprende haciendo, a través de la
colaboración entre los mismos alumnos, generando una mayor comprensión del contenido . La hiper aula:
Imaginemos un espacio amplio, en donde los alumnos trabajan de manera colaborativa por proyectos
interdisciplinarios a cargo de varios profesores de diferentes materias en la misma aula, y en distintos
sectores de este hiperespacio, sin estar atados a un lugar fijo . La hiperaula es un espacio amplio, versátil, en
el que podemos ir de lo presencial a lo digital de manera fluida y natural . La hiperrealidad está presente a
través de dispositivos para trabajar la realidad aumentada, realidad virtual, simulaciones e impresión en 3D,
lo que aumenta exponencialmente el interés de los alumnos por el contenido por trabajar .El aula, tal como
la conocemos, era el lugar apropiado para la educación del siglo pasado . Este siglo demanda que
incorporemos nuevos conceptos en relación con el tiempo y el espacio .
3) Mejores alumnos
Hace muchos años, en el modelo tradicional de educación, todo se hacía de manera estandarizada. Todos
hacían lo mismo y al mismo tiempo. Pero hoy por hoy, tener a todos tus alumnos haciendo lo mismo al
mismo tiempo ya no generará ningún valor agregado. Debemos permitirles a los alumnos manejar su propia
autonomía. Esto significa centrar la atención en ellos, permitirles explorar y aprender de acuerdo con sus
propios estilos y fomentar su propia responsabilidad. Seguro recordás la frase “las raíces de la educación son
amargas, pero sus frutos, dulces”. Y así es: aprender requiere alumnos que estén dispuestos a concentrarse,
a repetir ciertas habilidades hasta que logren manejarlas, a hacer deberes en lugar de salir a jugar con los
amigos, a escuchar al docente en lugar de contar chistes… Es decir, necesitan salir de su zona de confort.
Necesitan aprender el oficio de ser alumnos. Y esto se denomina alfabetización académica. Debemos
enseñarles a los alumnos el oficio de ser alumnos. Para poder ayudar a nuestros alumnos a aprender,
debemos ayudarlos a encontrar dos respuestas: 1) ¿Esto para qué me sirve?; 2) ¿Podré aprenderlo/hacerlo?
4) Mejores aprendizajes
Que un docente enseñe no significa que el alumno aprenda. Un docente que enseña como él aprendió, está
enseñando para un mundo que ya no existe. Un tik tok dura sólo unos segundos. Los chicos se comunican
con stickers y emojis. La comunicación cambió y con ella la manera de aprender. Para captar la atención de
los alumnos, debemos proponer nuevas estrategias pedagógicas. Las píldoras de aprendizaje son contenido
formativo corto, de no más de veinte minutos, al que inclusive se puede acceder de manera virtual. Y en este
sentido, el aula invertida se presenta como un enfoque pedagógico interesante en donde la “enseñanza” se
muda del espacio grupal a un espacio individual, en casa, y en donde durante el trabajo grupal, en la escuela,
el docente guía a sus alumnos a través de recursos y actividades que los involucran cognitiva y
emocionalmente.
El alumno en casa, ve un video acerca del contenido que deben aprender, para luego, en clase, y junto a sus
compañeros, activar ese conocimiento a través de aprendizajes activos. Es decir en el aula se maximiza, se
capitaliza y se potencia el tiempo cara a cara. Claro está que para que esta propuesta eche raíces,
necesitamos que cada alumno cuente con un dispositivo y conectividad. Esta pandemia ya nos ha
demostrado que la conectividad debe ser un bien esencial. No es lo mismo con conectividad, que sin
conectividad. Tal vez la pregunta que ayuda a comprender lo significativo del aula invertida es cómo
podemos ayudar a los alumnos a desarrollar su creatividad y curiosidad cuando se los limita a escuchar y
anotar.
El aula invertida es un cambio de 180º en relación a la educación tradicional que nos permite:
- Que los alumnos pasen de “memorizar” a “aplicar” la información.
- Poner el foco en aprender haciendo (no escuchando)
- Una mayor participación por parte de los alumnos
- Que los alumnos fusionen los contenidos
- Alumnos involucrados cognitiva y emocionalmente
- Una mayor interacción con nuestros alumnos.
- Clases más personalizadas
- Un mejor uso del tiempo
- Trabajar con habilidades socio-emocionales
5) Las habilidades socio-emocionales
¿De qué sirve mucho conocimiento técnico si un empleado llega tarde a su primera capacitación o si en un
brote de ira le contesta mal al cliente. ¿O si su propia frustración no le permite seguir adelante con un
proyecto? Las habilidades como la adaptación, la resiliencia, llevarse bien con la gente, poder motivarse a
pesar de las dificultades, la creatividad, la resolución de problemas, ser parte de la solución y no del
problema, entre otras habilidades, ya no son optativas para tener una vida satisfactoria. ¿El colegio está
poniendo énfasis en estas habilidades?
Cuando el docente se enfoca sólo en lo cognitivo, ayuda a sus alumnos a aprobar la escuela. Cuando el
docente se concentra en lo cognitivo, pero además en lo socio-emocional, los ayuda a aprobar la vida.
6) La revolución cognitiva
Las sillas en el aula no son para sentarse, ¡son para pensar!
El desafío de este siglo es el de ayudar a nuestros alumnos a pensar de maneras diferentes, a desafiar nuevas
inteligencias y esto se trabaja con una cultura del pensamiento en las aulas. La cultura del pensamiento se
hace visible en aquellas aulas en donde el pensamiento, tanto individual como colectivo, se valora, se hace
visible y se promueve activamente como parte de la experiencia cotidiana de todos los miembros del grupo.
Es priorizar la profundidad del pensamiento por sobre la velocidad de respuesta.
Cuando preparamos a nuestros alumnos para pensar, les estamos dando las herramientas necesarias para
que puedan resolver problemas, anticipar, predecir, tomar mejores decisiones, y disfrutar del buen pensar
dentro y fuera del aula.
7) La seguridad emocional
¡Qué tema el cometer errores! Les pedimos a los alumnos que sean creativos y se arriesguen, pero si se
equivocan, ¡los castigamos con una mala nota, con una mueca o con un silencio ensordecedor! Si un alumno
tiene miedo de que lo expongan, de que se burlen de él o lo humillen, ¿cómo va a poder desplegar todo su
potencial creativo?
Debemos fomentar aulas sanas en donde podamos naturalizar y desdramatizar el cometer errores y en
donde ningún alumno pueda interferir con el aprendizaje de un compañero. Amigo de algunos, pero
compañeros de todos.
Nuestros alumnos pueden aprender a convertir los desafíos en grandes lecciones, pero para eso deben
aprender a capitalizar sus errores y seguir adelante.
8) Las evaluaciones
Otro tema no menor es el de mejorar el sistema de evaluación. Estudian, rinden, aprueban y a los cuatro días
se olvidan de todo. ¿Hubo aprendizaje? Lo importante de la evaluación no es determinar solamente hasta
dónde llegaron los alumnos, sino hasta dónde pueden llegar. Pero para esto debiéramos dejar de creer que
la evaluación sólo sirve para indicar qué alumnos fracasan y qué estudiantes tienen éxito. ¿Por qué no
pensar que los propios procedimientos de enseñanza y de evaluación pueden ser en gran medida los
responsables del fracaso escolar?
Las formas tradicionales de evaluación son características de un tipo de enseñanza ligado con el
pensamiento vertical o tradicional. Debemos enfocarnos en una evaluación que ayude a aprender, no
simplemente emitir un juicio de valor para ver si el alumno aprendió o no. Cuando les enseñamos a nuestros
alumnos a ver sus errores de manera racional y no emocional, les estamos dando una lección mucho más
importante que el tema en cuestión. Cuando logramos que nuestros alumnos cambien su mirada frente a la
evaluación y puedan capitalizar sus errores, los estamos ayudando a tener una mejor vida adulta. Los errores
enseñan. Pero para eso, debemos comenzar nosotros, los adultos, por entender cuál es el verdadero sentido
de la evaluación.
9) Mejores docentes
La calidad del sistema educativo no puede ir más allá de la calidad de sus docentes, pero estos docentes
necesitan tener ciertas condiciones para poder crecer y aportar de manera positiva al sistema.
Debemos darles respuestas a muchas cuestiones que escapan a lo pedagógico-didáctico, pero que son
básicas para poder avanzar en el tema: desde sueldos dignos y condiciones de empleo hasta infraestructura,
edificios aptos para impartir educación, y más y mejores recursos, todas cuestiones esenciales sin las cuales
hablar de una mejora educativa suena casi como una fantasía.
¿Cómo podemos pedirle hoy a un docente, que va de una escuela a otra, que no tiene recursos, ni le alcanza
el sueldo, que dedique tiempo a pensar, a planificar, o a tomar decisiones para mejorar la calidad educativa
de sus alumnos? Innovaciones en el aula sí, pero también cuestiones básicas resueltas que nos permitan
poder seguir avanzando a paso firme .
10) El presupuesto
En un año en donde más que nunca se necesita de fondos para poder hacerle frente a la peor tragedia
educativa de los últimos tiempos, bajar el presupuesto es una cachetada más a un sistema educativo
sumamente frágil.
Se necesita de presupuesto para mejoras edilicias y nuevas escuelas, para mejorar el equipamiento, para
mejores sueldos, para becas, para recursos, para poner al alcance de miles de alumnos conectividad y
dispositivos móviles, para capacitación, para salir a buscar a los alumnos que se cayeron del sistema, para
evaluar más y poder entonces definir las mejores políticas educativas, entre tantas otras prioridades que
tiene hoy la educación.
Con un 60% de niños pobres en el país, la única manera de brindarles oportunidades reales es a través de la
educación. Esto implica más horas de clases, más aulas, más docentes, más alimentos.
Son tantas las necesidades de este sistema que pensar en bajar el presupuesto en vez de subirlo, no hace
más que mostrar una triste realidad, y es que tristemente la educación para Argentina, no es importante.
Transformar la educación requiere de toda una reorganización, de una reingeniería escolar . Requiere coraje,
tiempo y paciencia . Despojarnos de nuestro ego y convertirnos en agentes de cambio para poder servir
mejor a nuestros alumnos .
La excelencia nunca es opcional. Necesitamos mucho más que de buenas intenciones para brindarles a
nuestros hijos la mejor educación posible hoy. Se necesita de la intención, del esfuerzo y de buenas
decisiones.

¿QUÉ TE HACE PENSAR QUE ESTÁS DIRIGIENDO UNA INSTITUCIÓN INNOVADORA?


PorLaura Lewin 22 Nov, 2021 00:00 a.m. AR

Tienen más problemas con la creatividad aquellas que son muy estructuradas, las que tienen sistemas muy
burocráticos, con poca comunicación entre las partes o las que sólo valoran las ideas de las personas ajenas
a la institución

El brainstorming es una herramienta de trabajo grupal que genera nuevas ideas sobre un tema determinado
(Getty Images)
Creatividad es descubrir, mirar lo mismo que otros pero ver algo diferente. Implica descubrir, jugar, generar
nuevas ideas, mejorar las ideas que ya existen, relacionar cosas. La creatividad simplemente consiste en
conectar cosas. El directivo creativo, entonces, es aquel que puede ver las cosas de una manera diferente.
La creatividad no es una habilidad innata. Se entrena y viene de la mano de la curiosidad. Creatividad es
pensar en cosas nuevas e innovación es hacer cosas nuevas. Una institución creativa, que se renueva,
presenta un mejor escenario de trabajo para sus colaboradores y por ende, mejores experiencias áulicas
para sus alumnos. La energía, la alegría y el dinamismo contribuyen a un clima institucional propicio para el
trabajo diario. Si una institución no proyecta energía, color, entusiasmo, ganas, alegría, debemos hacer algo
al respecto y lo mejor es empezar a trabajar en uno mismo.
Para ser creativos, necesitamos reforzar nuestra curiosidad y concentración, tener confianza en nosotros
mismos, tener una imaginación frondosa y, por supuesto, ¡buen humor!
Características de una persona curiosa
- Tiene curiosidad y puede concentrarse “¿Qué sería de la vida, si no tuviéramos el valor de intentar algo
nuevo?” (Vincent Van Gogh).
- Confianza en sí mismo: “Dejé Harvard porque tuve una visión. Vi una computadora en cada escritorio” (Bill
Gates).
- Imaginación novedosa: “Muchas veces soy capaz de imaginarme 6 cosas imposibles antes de desayunar”
(Alicia en el país de las maravillas).
- Capacidad de síntesis: " Menos es más” (Mies Van der Rohe, arquitecto).
- Buen humor: “Ríe y el mundo reirá contigo” (Charles Chaplin).
La mentalidad es clave para poder pensar en ideas nuevas. Una persona que piensa de manera negativa, no
logrará resultados creativos. Para que el cambio ocurra con éxito debemos querer que se produzca el
cambio. Puede pasar que tus fortalezas no pasen por ser la persona más creativa del mundo o la que más se
anime. El rol del líder creativo no es tener las mejores ideas, sino más bien estar abierto a generar el canal
por el cual todos en la institución (todos) puedan tener ideas y sentir que son valoradas. La institución
innovadora será la que pueda canalizar los aportes creativos hasta convertirlos en resultados útiles.
Para eso, el directivo deberá generar un clima facilitador, promover la comunicación entre todos los
miembros de la institución, y generar un sistema para administrar la innovación. Gestionar el cambio no es
suficiente, también hay que liderarlo. Debemos trabajar la ausencia de amenaza en el ámbito laboral, para
que aparezcan las ganas de hacer cosas, la creatividad, la innovación, la aventura y la colegialidad.
El clima facilitador está relacionado con que todo el mundo sepa que sus ideas son bienvenidas y que nadie
las criticará. La comunicación es la base de la creatividad y la innovación.
¿Cuántas veces una organización tiene ideas maravillosas que no llegan a los colaboradores y por ende no
llegan a los alumnos o sus familias? El sistema para administrar la innovación tiene que ver con ser
consistentes al momento de implementar las mejoras. Cuántas veces uno se acuerda de alguna muy buena
que tuvo hace años atrás. ¿En dónde quedó? Muchas veces, por falta de sistemas, las buenas ideas son
como el agua, que lentamente va pasando por debajo de la puerta hasta desaparecer.
La innovación puede ser tecnológica, organizativa, pedagógica, comercial, etc.
Algunas ideas para trabajar la creatividad y la innovación:
Brainstorming
Es una herramienta de trabajo grupal que genera nuevas ideas sobre un tema determinado. Hay cuatro
principios básicos del brainstorming: 1) Cualquier tipo de crítica está estrictamente prohibida; 2) No hay
límite para la fantasía; 3) La cantidad viene antes de la calidad; 4) Está aceptado usar las ideas de otros y
desarrollarlas.
Es muy importante la documentación de los resultados de la sesión. Es deseable que alguien tome nota
durante la reunión, para después clasificar las opciones temáticamente. A fin de capitalizar esta reunión,
podemos clasificar las ideas en cuatro grupos: 1) Inmediatamente realizadas; 2) Realizadas posteriormente;
3) Ideas que deben ser “repensadas”; 4) Ideas no realizadas.
Design thinking o pensamiento de diseño
Es una metodología para generar nuevas ideas tendientes a resolver problemas reales o mejorar u optimizar
algo ya en funcionamiento. Esta técnica colaborativa se basa en usar casos reales y resolverlos en grupo a
través del análisis, brainstorming, innovación e ideas creativas. Esta técnica se usa a menudo en los
populares MBA (Master of Business Administration) o programas de máster para analizar casos reales
vividos por empresas en el pasado.
Las fases del design thinking son:
- Descubrimiento: en esta primera fase, debemos comprender el desafío que se le ha planteado, por
ejemplo, “como rediseñar el aula y convertirla en un espacio que active las ganas de aprender”. Luego,
pasarán a preparar la investigación, de la que obtendrá información inspiradora que lo acompañará en las
fases siguientes.
- Interpretación: una vez que tenemos toda la información necesaria, se organizan los datos, las
percepciones y sensaciones vividas, para ver cómo podemos utilizar todo lo experimentado. Por ejemplo,
crear un espacio en el que todos los alumnos se sientan importantes, con lugares de encuentro para el
trabajo grupal, en un entorno acogedor y alegre, etc.
- Ideación: empezamos a imaginar el espacio: qué muebles, dónde, cómo. ¿Se usan muebles o no?
- Experimentación: se confeccionan planos, renders, impresiones, para visualizar lo que queremos crear.
- Evolución: seguimos avanzando en la toma de decisiones e implementación del plan.
A través del design thinking ponemos el foco en el proceso (no en el resultado) y además trabajamos la
empatía, el pensamiento crítico, la creatividad, la colaboración, la comunicación y la flexibilidad, entre
muchas otras habilidades, esenciales para trabajar en equipo.
Las empresas siempre han sido un generador de estrategias que pueden trasladarse fácilmente a las
instituciones educativas. Después de todo, una escuela es una organización basada en la interacción de
personas. Es así que surgen nuevos nombres como agile, Lean startup, Scrum, Kanban, o kaizen, que
empiezan a sonar en las oficinas de los equipos de conducción.
¿Qué instituciones tienen más problemas con la creatividad? Aquellas que son muy estructuradas, las que
tienen sistemas muy burocráticos, con poca comunicación entre las partes o aquellas que sólo valoran las
ideas de las personas ajenas a la institución (síndrome del talento importado: “¡Ah, lo dijo el experto de
Inglaterra!”).
Es imprescindible otorgarle a la creatividad un lugar en la agenda del directivo y asignar un responsable de
su estimulación y aplicación para el logro de acciones creativas en todos los niveles. El directivo efectivo
debe tener la responsabilidad ética de moverse, de avanzar. El hacer siempre lo mismo es letal para sus
competencias de liderazgo. La creación de un Departamento de Desarrollo e Innovación en la institución
puede marcar la diferencia en la propuesta educativa en términos de innovación. Es otras palabras, es
importante insertar la creatividad en el centro mismo de la institución educativa.
Las organizaciones deben desaprender mucho de lo que ha funcionado en el pasado, ya que el futuro no
puede ser una extrapolación del pasado.
Pero pareciera ser que lo difícil no es meterse nuevas ideas en la cabeza, sino abandonar las ideas del pasado
que ya no son útiles. Por eso para escapar a la fuerza de inercia del pasado, debemos estar dispuestos a
revisar qué funciona y qué no, y a formular nuevas estrategias creativas para poder estar un paso adelante
en el fascinante mundo de la educación.
Claro está, que a veces, la institución necesita de una crisis para salir del estancamiento.
Cada vez más las instituciones dependen de su habilidad para reaccionar con rapidez a las cambiantes
demandas de los alumno y sus familias en relación a productos y servicios para poder sobrevivir. Aquellas
instituciones que no logran responder en forma flexible al cambio están condenadas al fracaso.
¿Qué podemos apreciar en una institución innovadora?
- Nuevos productos /servicios educativos
- Un mejor servicio a los clientes, tanto al cliente externo (alumnos y familias), como al cliente interno
(personal de la institución)
- Una mejora en los métodos de instrucción y mejores aprendizajes por parte de los alumnos
- Nuevas ideas para financiar la organización (calles laterales)
- Aumento de la iniciativa del personal de la institución
¿Cómo se crea un futuro innovador? Pensando en lo posible (¿qué buscan nuestros alumnos, docentes y las
familias que ni siquiera saben que necesitan?), en lo que imaginamos y soltando aquellas cosas del pasado
que ya no nos sirven. La elección es nuestra.

LAS FAKE NEWS ENTRAN AL AULA


PorLaura Lewin 28 Oct, 2021 02:22 a.m. AR

Debemos enseñarles a los alumnos a hacer una pausa, a reflexionar, a poner en tela de juicio la información
que les llega

Las noticias falsas se generan para causar emociones grandes: enojo o sorpresa, por ejemplo

Las “fake news”, o noticias falsas, son noticias fabricadas, es decir, que difunden información falsa
deliberadamente. Y una mentira repetida mil veces… Se convierte en una verdad.
Las “fake news” no son un invento de la era digital; la manipulación de la información ha sido utilizada desde
hace mucho tiempo. La primera “fake news” de la historia contemporánea fue publicada por el periódico
neoyorquino The Sun en 1835, e informaba de seres que habitaban la Luna. La noticia causó un enorme
impacto en EEUU gracias a tres factores: la aparición de las prensas de alta capacidad, la caída del precio de
los periódicos (la penny press), y la llegada de los nuevos medios de transporte que superan la velocidad de
los caballos por primera vez en la historia: los trenes y los barcos de vapor. Esos factores ayudaron a difundir
a gran escala una información falsa y sensacionalista bajo el disfraz de una noticia verdadera. Es lo que hoy
denominamos “fake news”.
Lo que sin duda cambió es la velocidad. Hoy, las noticias pueden viralizarse en segundos. Y no solo eso: hoy
los chicos son prosumidores: no sólo consumen, sino que también producen contenido. Hoy, casi todo el
mundo puede crear, difundir y manipular información en las redes, y como hoy mucha gente se informa sólo
a través de las redes, las “fake news” generan un gran problema.
Las noticias falsas tienen un impacto en la vida de las personas. Pueden desde alterar el precio de las
criptomonedas, hacer que alguien pierda las elecciones, hacer que le mandes mensajes a tus amigos
diciendo que si no reenvías este mensaje, WhatsApp será un servicio pago; y, por supuesto, influenciarán en
nuestros pensamientos y decisiones.
Ahora, ¿pueden los chicos discernir acerca de la veracidad de las mismas, y comprender qué se esconde
detrás de ellas, intereses políticos, económicos, fama, desprestigiar a alguien, desinformar, o tal vez
manipular? No. Muchos, no.
Los chicos hoy tienen acceso a mucha información que tienden a replicar, sin antes pensar en ella. Aquí es
donde el pensamiento crítico entra en juego. La escuela cumple un rol muy importante en la formación de
los chicos, y debe enseñarles a procesar y gestionar la gran cantidad de información que les llega en todo
momento. Debemos enseñarles a los alumnos a hacer una pausa, a reflexionar, a poner en tela de juicio la
información que les llega. A dudar y pensar antes de tomar partido y/o seguir compartiendo. Y de eso se
trata el pensamiento crítico.
¿Existe una relación entre la pereza mental y las “fake news” o noticias falsas?
En las redes nos conectamos con quienes piensan parecido a nosotros; accedemos a los contenidos que
confirman nuestra manera de ver las cosas y esto hace que creamos sin dudar demasiado. Sin embargo, un
estudio llevado a cabo por dos psicólogos de Estados Unidos, (Pennycook, G. & Rand, D. G. (2018) asegura
que es la pereza cognitiva, y no la ideología, la que entra en juego cuando nos encontramos con las “fake
news” en las redes, medios de comunicación, o a través de las personas. Parece que es más fácil creer que
pensar…
La organización First Draft ha diferenciado siete tipos de contenido erróneo que puede circular:
1)Sátira o parodia: No pretende causar daño o engaño.
2)Contenido engañoso: Se trata del uso engañoso de la información para incriminar a alguien o algo.
3)Contenido impostor: Es el tipo de información que suplanta fuentes genuinas.
4)Contenido fabricado: Contenido nuevo que es predominantemente falso, diseñado especialmente para
engañar y perjudicar.
5)Conexión falsa: Cuando los titulares, imágenes o leyendas no confirman el contenido.
6)Contexto falso: Cuando el contenido genuino se difunde con información de contexto falsa.
7)Contenido manipulado: Cuando información o imágenes genuinas se manipulan para engañar.
Convirtiendo a nuestros alumnos en libre pensadores
El desarrollo del pensamiento crítico no puede esperar, pero para eso, el docente necesita dar un paso al
costado, poniendo al alumno en el centro de la escena. Esto no se trata de pensar que el rol docente no es
importante; al contrario. Pero sí debemos recordar que ya no se trata de la transmisión de contenidos tan
característica de la clase tradicional, sino de que los mismos alumnos puedan llegar a las respuestas. Un
alumno anestesiado que se limita a acatar lo que dice el docente sin pensar en qué, para qué o por qué está
aprendiendo lo que está aprendiendo desarrolla un conformismo que hace que no pueda desarrollar el
pensamiento crítico ni la motivación intrínseca para aprender, tan importante para aprender, para
tener curiosidad. Debemos enseñarles a los alumnos a gestionar la información, sino, podrán ser
manipulados con facilidad y vivir de manera desinformada.
Algunas estrategias implican el análisis objetivo de la información, a través de preguntas como:
¿De dónde sale esta noticia? ¿Cuál es la fuente? ¿Quién es el autor?
¿Qué conozco del tema?
¿Qué tan fuerte es la evidencia?
¿Es “opinión” o es “información” lo que plantea la nota o el artículo?
¿Es una noticia actual o de hace algunos años atrás?
¿Qué no me están diciendo?
¿Cuál es el lado contrario a la noticia?
¿De qué lado hay más evidencia?
¿Dónde puedo chequear para ver si la noticia está en otro lado?
También podemos:
-Comprometer a los alumnos responsabilizándose por su rol en la sociedad: es decir, a no compartir
información que no hayan chequeado previamente
-Alentarlos a leer toda la nota y no dejarse llevar sólo por el titular o la imagen
-Pedirles que chequeen la fecha: tal vez la noticia es verdadera pero sacada de contexto o no actual.
-Sugerirles utilizar internet para chequear la información: pueden buscar el mismo titular en Google y ver si
la noticia se repite, es decir, si la reproducen otros medios, o que alguien haya averiguado que es falsa.
-¿Hay links o citas de fuentes?
-Hay que recordarles revisar las fuentes y la evidencia
-Enseñarles a tener en cuenta sus emociones. Las noticias falsas se generan para causar emociones
grandes: enojo o sorpresa, por ejemplo. Cuando algo nos sorprende, tendemos a compartirlo más.
Reconocer nuestras emociones puede ser relevante.
-Cuidado con los audios: que alguien se presente como médico o como experto no garantiza que lo sea.
Que alguien diga ser alguien, tampoco garantiza que lo sea.
El desarrollo del pensamiento crítico ya no es opcional. Necesitamos programas académicos que incluyan el
trabajo transversal y sostenido de las habilidades del siglo XXI para alinear lo que se aprende en la escuela
con las necesidades de la vida. No alcanza con ayudar a nuestros alumnos a aprobar la escuela. Nuestros
alumnos deben tener herramientas para aprobar la vida.
¿Y SI DEJÁRAMOS DE CORRER PARA CUBRIR EL PROGRAMA Y PUSIÉRAMOS EL FOCO EN MEJORAR
LA CALIDAD DEL APRENDIZAJE?
PorLaura Lewin 22 Oct, 2021 00:30 a.m. AR

Se necesita de estrategias didáctico-pedagógicas que pongan al alumno en el centro de la escena

Las propuestas pedagógicas deben contemplar a todos los alumnos

Con el cierre del año lectivo a la vuelta de la esquina, se comienza a hablar de evaluaciones e instancias de
recuperación. Más que en correr por cubrir los contenidos el foco debe estar en ayudar a los alumnos a
aprender.
En el marco de una pandemia en donde muchos alumnos vuelven al aula con disparidad de saberes, y con
muchos menos contenidos consolidados, vamos a necesitar acelerar los procesos de aprendizaje. Sin
embargo, esto no significa solamente recortar y priorizar contenidos; lo que buscamos es que los chicos
puedan desarrollar la capacidad de hacer algo con ese contenido, y para eso se necesita de estrategias
didáctico-pedagógicas que pongan al alumno en el centro de la escena, trabajando en proyectos
interdisciplinarios que sean significativos y relevantes, resolviendo problemas y trabajando de manera
interdependiente. No, no se trata de memorizar y repetir.
Aprender significa incorporar el contenido pero poder evocarlo cuando se lo necesite. Estudiar de memoria
sirve para aprobar, pero no para aprender.
Ya sabemos que cuando el alumno debe realizar una tarea creativa aumenta el número de conexiones
sinérgicas y aumenta el desempeño cognitivo. Por eso, es mucho más efectivo invitar a los alumnos a
resolver situaciones por ellos que dárselas en bandeja. Aprendemos más cuando podemos interactuar con
el contenido. Para aprender debemos estar activos cognitivamente.
Cuando aprendemos, mensajes químicos viajan de una neurona a otra, una y otra vez. El cerebro comienza a
crear conexiones que generan circuitos entre las neuronas. Estos circuitos hacen que las cosas nos salgan
cada vez mejor, y las recordemos más. Pensemos en la primera vez que manejaste, por ejemplo. Mirabas
para todos lados, pensabas en qué pie utilizar, qué cambio poner. Tenías que pensar en cada movimiento
tuyo, en la calle y en los otros autos, todo junto y al mismo momento. Las neuronas mandaban los mensajes
una y otra vez, hasta que se creó un circuito, una especie de camino en el cerebro. Hoy, manejás y lo hacés
de manera automática, porque las neuronas crearon un circuito neural. Estos circuitos son los que hacen
que recordemos. Por eso, repetir y trabajar interdisciplinariamente hace que la información llegue de
maneras diferentes al cerebro de nuestros alumnos y aprendan. Cuantos más circuitos hagan, más
aprenden. Y para esto, claro, se necesita tiempo.
Para que los alumnos recuerden, necesitamos hacer que repitan, pero que repitan de maneras diferentes y
en sus propias palabras, no de memoria: contárselo a un compañero, explicarlo en sus palabras, dibujarlo,
hacer una línea de tiempo, escribir en un blog, una dramatización, grabar un podcast, trabajar con
organizadores gráficos, etc… Es decir, para que aprendan, no alcanza con que estudien, rindan y aprueben,
si se olvidan todo a los pocos días.
Pensar y aprender: un binomio indisoluble
El pensamiento es el bien más importante que puede desarrollar un alumno. Es lo que le va a permitir
adaptarse a un mundo en constante cambio. ¿Cómo hace una persona para insertarse en un mundo laboral
tan diferente al que conocemos todos hoy si no puede pensar, crear, resolver? Ser conscientes de que los
alumnos deban pensar de manera crítica, creativa, científica, que puedan desafiar nuevas inteligencias, no
significa que puedan hacerlo. Debemos brindarles las herramientas para desarrollar las habilidades
necesarias. Estas herramientas van desde rutinas y destrezas de pensamiento, pasando por resolver
problemas, desarrollar hábitos como alentarlos a justificar sus respuestas, entre muchas otras. También
debemos ser conscientes de las limitaciones de estos recursos: que un alumno complete una destreza de
pensamiento escribiendo lo primero que se le ocurre, no va a generar un pensamiento más profundo. Y ahí,
el docente es clave. Cuando el docente posee el conocimiento, las habilidades y el deseo, puede brindarles a
los alumnos las oportunidades para pensar.
Es decir, necesitamos que puedan tener un repertorio de habilidades que les permitan analizar, contrastar,
inferir, observar, cuestionarse, sacar sus propias conclusiones, etc., y que sepan dónde y cuándo hacerlo.
Las normas que gobiernan el mundo laboral han cambiado. Para sobresalir en el mundo de hoy no alcanza,
ni sirve, memorizar información. Se necesita estar alineado con las necesidades de un mundo laboral
complejo que va a necesitar de personas pensantes y con habilidades digitales. La alfabetización digital ya no
es opcional.
En esta cruzada educativa, no podemos dejar a las familias afuera. Es imperioso que la educación de
nuestros hijos sea una prioridad, y que como familia podamos involucrarnos. Cuando hablamos de familias
involucradas nos referimos a cualquier actividad que realiza un padre, madre o tutor para ayudar a sus hijos
a aprender y a transitar la etapa escolar con éxito. Esto incluye motivar, inspirar o ayudar a los chicos a
avanzar a través del desarrollo de habilidades, como el manejo del tiempo, el aprender a priorizar, a
planificar, a hacerse responsable, a mostrar compromiso, entre otras. Sin la inspiración y el apoyo familiar,
resulta muy difícil, a veces, transitar la vida escolar. La autonomía, la auto disciplina, las ganas de aprender, y
el poder auto gestionar los aprendizajes son habilidades esenciales en este nuevo escenario. Ya lo vimos en
estos últimos meses: aquellos alumnos que pudieron desarrollar cierta autonomía, compromiso y
responsabilidad, respondieron mejor que aquellos alumnos que eran muy dependientes del docente. Para
ellos, y para quienes no logren avanzar por cualquier circunstancia en sus trayectorias académicas, las
tutorías personalizadas serán de gran ayuda, y serán muy necesarias. Las propuestas pedagógicas deben
contemplar a todos los alumnos -no a algunos- en lo que refiere a sus tiempos y maneras de aprender.
Hoy más que nunca debemos pensar en una nueva educación. Con alumnos que en cuarto grado no
pueden leer ni escribir, la tragedia de la educación nos interpela. Debemos revisar esos contenidos
priorizados, trabajar el concepto de las varias instancias de recuperación que propone el gobierno, para
optimizar y maximizar esos momentos, sin dejar de lado el valor del esfuerzo y las ansias de superación, sin
los cuales, estaremos alejando a los chicos de sus mejores oportunidades laborales, académicas, sociales o
profesionales.

LOS RECREOS EN LA ESCUELA, IGUAL QUE HACE 100 AÑOS


PorLaura Lewin 11 Oct, 2021 00:05 a.m. AR

Clases más cortas y recreos más largos pueden sorprender a cualquier docente y directivo. Los resultados:
alumnos más enfocados, más atentos, más energizados, mejor uso del tiempo y mejor consolidación de
contenidos

Desde siempre se vienen barajando los mismos horarios de clase y de recreos cuando, en realidad, los
tiempos de los chicos ya no son los mismos
Entra la maestra al curso y los alumnos siguen como si estuvieran de recreo. Alumnos que muerden los
lápices de la ansiedad que les genera estar en el aula. Alumnos que se distraen fácilmente o que se
involucran en conductas disruptivas. ¿Te suena conocido?
Desde siempre se vienen barajando los mismos horarios de clase y de recreos cuando, en realidad, los
tiempos de los chicos ya no son los mismos.
El recreo es la oportunidad para recargar energías y descargar tensiones. Además de una pausa muy
necesaria después de una prolongada actividad cognitiva. Es esencial para la salud física y mental de los
chicos. Convengamos, además, que una clase con alumnos que no se concentran, se distraen o no se
escuchan, no es demasiado productiva.
Clases más cortas y recreos más largos pueden sorprender a cualquier docente y directivo. Los resultados:
alumnos más enfocados, más atentos, más energizados, mejor uso del tiempo y mejor consolidación de
contenidos.
No hace falta más que probarlo para darse cuenta que clases más cortas y mejores recreos favorecen los
procesos de aprendizaje.
¿Para qué sirve el recreo? Tiene muchos beneficios, además de brindarles a los alumnos la posibilidad de
hacer una pausa:
- Desde lo socio-emocional: los chicos, a través del juego, desarrollan un sinfín de habilidades. Aprenden, por
ejemplo, a comunicarse, a negociar, a tomar decisiones, a competir, a cooperar, a manejar la frustración de
un partido perdido, a resolver problemas, a conectarse con el otro, a ser más autónomos, entre otras.
Además, mejoran su creatividad y la imaginación.
- Desde lo recreativo: los chicos pueden correr, jugar y moverse, lo que los ayuda a liberar tensiones y a
reducir el estrés. Jugar siempre es importante para el desarrollo de los chicos.
- Desde lo físico: moverse, además de ser bueno para la salud, y evitar el sedentarismo, ayuda en los
procesos cognitivos. Moverse ayuda a aprender mejor.
Pero además, los recreos ofrecen opciones para el aprendizaje. Veamos... Organizar “recreos activos” puede
ayudar al colegio a organizar y capitalizar este momento de ocio tan importante.
A través de estaciones pre-establecidas, los chicos pueden elegir rincones de juego: desde algo más
deportivo (fútbol, vóley, delegado, treparse, o escalar paredes), pasando por algo más cognitivo (juegos de
mesa), a una estación de baile, música, coreografía, o una de construcción (construir con maderas, por
ejemplo), las opciones son enormes. Los chicos más grandes, pueden ser voluntarios a través del
aprendizaje-servicio y ser los encargados de entregar materiales de juego: pelotas, sogas, etc.
Un patio dinámico e inclusivo
Por lo general, los recreos son espacios para correr, conversar, jugar a juegos de pelota y no hay demasiadas
propuestas novedosas para quienes prefieran otra opción.
A partir de los patios inclusivos, podemos ofrecer una gran variedad de propuestas para que no sean
siempre los mismos chicos los que disfrutan. Los patios inclusivos capitalizan el espacio y el tiempo de recreo
y resulta genial para aquellos niños que necesitan de más ayuda para integrarse, o para el que prefiere hacer
algo diferente, ofreciendo un abanico de opciones.
Desde paredes para trepar, diversos juegos pintados en el piso, biblioteca móvil, rincón de manualidades,
instrumentos musicales, a participar del cuidado de una huerta, las opciones son ilimitadas y para todas las
personalidades.
Pero cuidado con los chicos que no se sienten seguros, no saben cómo acercarse a otros niños o tienen
ansiedad, vergüenza o miedo de alguna agresión verbal o física. Para ellos el recreo puede convertirse en un
largo proceso en solitario hasta la próxima clase y tal vez prefieren quedarse solos en el aula o leyendo en la
biblioteca, para no tener que enfrentarse a situaciones que puedan resultarles amenazantes. Es
indispensable propiciarles herramientas para que puedan ir desarrollando habilidades socio-emocionales
que los ayude a relacionarse, a integrarse y a disfrutar del juego colectivo.
Una idea que ayuda a la integración es el “banco de la amistad”. Se coloca un banco como el de las plazas, en
un sector del patio de recreo, identificado para tal uso. Puede estar pintado o tener algún cartel que lo
identifique como “banco de la amistad”. Ese banco no es para sentarse ni para jugar. Es para aquel alumno
que no se siente integrado, que se siente dejado de lado, o no tiene con quién jugar. Cuando un alumno se
sienta ahí, los alumnos que así lo desean, se acercan para invitarlo a sumarse al juego. La regla es que el
alumno no puede negarse.
Y por último, no nos olvidemos que los docentes también necesitan de un recreo, para tomar café,
conversar, escuchar música o relajarse. Organizar turnos de docentes que deban participar de los recreos
supervisando a los niños, en vez de que deban estar todos involucrados en esa actividad es indispensable
para que los docentes también puedan tener su recreos, sus momentos de ocio y volver a las aulas más
energizados.

QUE ENSEÑES NO SIGNIFICA QUE APRENDAN


PorLaura Lewin 30 Sep, 2021 01:07 a.m. AR

El estado anímico de los alumnos, es decir, su predisposición para aprender, y las estrategias que utililzamos
los docentes son claves para que se concrete el aprendizaje

El primer paso para involucrar a un alumno cognitiva y emocionalmente es captar su atención (SALUD/FSIE
MADRID)
No importa si estamos enseñando de manera presencial o virtual, existen algunos aspectos “invisibles” del
aula que, aunque tienen poco que ver con el contenido, están muy relacionados con los propósitos de
enseñanza y objetivos de aprendizaje.
El primero de estos aspectos del aula invisible es el estado anímico de los alumnos, es decir, su
predisposición para aprender. En este punto, importan mucho sus propias creencias y las relaciones
interpersonales. Tanto el vínculo como su seguridad emocional son claves para que los alumnos puedan
aprender. Hay decenas de eventos diarios en este proceso de aprender que pueden generar estrés en
nuestros alumnos. Desde una actividad compleja hasta ser acusado injustamente, pasando por gritos,
peleas, incertidumbre, inseguridades, riesgos, sentir que el docente no los quiere, etc. Por supuesto, lo que
le genera estrés a un alumno puede no hacerlo en otro. Esto tiene que ver con qué recuerdos o estímulos
despiertan estas situaciones en ellos.
Cuando tus alumnos se sienten seguros, apreciados, importantes y apoyados, es muy probable que, sumado
a un sentimiento de esperanza y a una clase interesante, mejoren significativamente su rendimiento
académico.
El segundo aspecto tiene que ver con cómo enseñamos los docentes, o sea, las estrategias didáctico-
pedagógicas y los recursos utilizados. Algunos alumnos parecieran estar anestesiados. Las oportunidades de
aprendizaje se desvanecen cuando los alumnos están aburridos; la clase debe ser interesante, para lograr
involucrar a nuestros alumnos cognitiva y emocionalmente. Un alumno anestesiado que se limita a acatar lo
que dice el docente sin pensar en qué, para qué o por qué está aprendiendo lo que está aprendiendo
desarrolla un conformismo que hace que no pueda desarrollar la creatividad, o la motivación intrínseca para
aprender.
El primer paso para involucrar a un alumno cognitiva y emocionalmente es captar su atención. El asombro
está ligado a la curiosidad y esta a las ganas de aprender. El asombro conduce a una activación óptima del
cerebro, lo que favorece los procesos cognitivos (atención, concentración, memoria, etc). Para que tus
alumnos te escuchen, debés captar su atención. Esto podés lograrlo a través algún recurso como:
- Plantear un desafío
- Una pregunta disparadora
- Una imagen que llame la atención
- Una anécdota
- Un cuento
- Un video corto
- Introducir un elemento inesperado
- Una pregunta detonadora (una pregunta de impacto)
¿Por qué será que muchos alumnos se quejan de la hora de historia, pero les encanta History Channel? Sin
actividad mental, no hay aprendizaje. Para aprender, el alumno debe interactuar con el contenido. Es
importante que puedan decodificar la información, reflexionar, hacerla suya, manipularla. El alumno debe
poder clasificar, resumir, analizar, comparar, inferir, explicar, dar ejemplos, interpretar la información, crear,
es decir trabajar con habilidades de pensamiento de orden superior. ¡Cuanta más práctica, más y mejores
memorias! El aprendizaje no es un deporte para espectadores.
Ahora, para que el alumno aprenda, también es fundamental que los docentes recordemos la importancia
del repaso. Sin repaso, la información puede perderse. Debemos recuperar la información constantemente:
“¿Se acuerdan la clase pasada, que conversamos acerca de…?”.
Aprender es incorporar información para luego poder evocarla cuando la necesitemos. Estudiar para rendir,
aprobar y luego olvidar gran parte de lo aprendido no califica como aprendizaje real.
La información entra, la recuerdan lo suficiente como para aprobar y luego se olvidan. ¿Qué sucedió? La
información nunca llegó a la memoria de largo plazo.
No te olvides de la interacción: en tu secuencia didáctica incluí oportunidades de trabajo individual, en pares
y grupos. La interacción es clave.
Y tal vez otra clave a tener en cuenta es el rol del alumno, quien debe ejercer el oficio de ser alumno. Esto
implica responsabilizarse con su trayectoria académica, establecer hábitos de estudio y desarrollar el
compromiso y voluntad de querer aprender. Esta tarea debe estar acompañada por el trabajo de la familia.
Los estudios demuestran que cuando la familia apoya a la escuela y trabajan en conjunto, a los alumnos no
solo les va mejor académicamente, sino también en sus vidas adultas.
Si importar dónde impartas tu clase, en un aula o a través de dispositivos móviles, desde el día uno, docente
y alumnos forman una sociedad. Y esa sociedad debe consolidarse, ya que, como siempre decimos, sin
vínculo no hay aprendizaje. Muchos docentes están tan ensimismados y se concentran más en ellos (en
enseñar) y no en sus alumnos (en cómo ayudarlos a aprender).
Conceptos como emociones, neuronas espejo y cerebro social nos ayudan a comprender cómo nuestras
expresiones influyen en el estado emocional de los alumnos y cómo este repercute a su vez en lograr
saberes. Que un docente enseñe no significa que un alumno aprenda.

LA EDUCACIÓN HOY: ¿SIN TIMÓN?


PorLaura Lewin 22 Sep, 2021 00:12 a.m. AR

Debemos pensar en un cambio de paradigma en el aula y pasar de una clase centrada en el docente a una
centrada en el alumno
Más que impartir contenidos, lo que buscamos es que los chicos puedan desarrollar la capacidad de hacer
algo con ese contenido

Mucho se especuló con que la pandemia era la gran oportunidad de transformar la educación. Sin embargo,
no hay que ir mucho más lejos que la escuela más cercana para ver que un cambio requiere de mucho más
que de buenas intenciones.
Para hablar de una verdadera transformación de la educación, debemos darles respuestas a muchas
cuestiones que escapan a lo pedagógico-didáctico, pero que son básicas para poder avanzar en la
transformación de la educación: desde sueldos dignos y condiciones de empleo, hasta infraestructura,
edificios aptos para impartir educación, y más y mejores recursos, todas cuestiones esenciales sin las cuales
hablar de una mejora educativa suena casi como una fantasía. Los docentes necesitan contar con las
condiciones necesarias para poder crecer y aportar de manera positiva al sistema, y estar en constante
formación.
¿Cómo podemos pedirle hoy a un docente, que no tiene recursos ni le alcanza el sueldo, que dedique tiempo
a pensar, planificar o a tomar decisiones para mejorar la calidad educativa de sus alumnos? Y ni hablar de las
particularidades de esta pandemia…
Innovaciones en el aula sí, pero también cuestiones básicas resueltas que permitan poder seguir avanzando
a paso firme.
Para transformar la educación necesitamos de un gran compromiso para generar y sostener cambios a lo
largo del tiempo. Mejorar la calidad de la educación requiere, ante todo, una voluntad muy firme. La
innovación educativa no es pasar del pizarrón a una tablet. Tampoco es dejar de enseñar las capitales de
memoria.
Ya lo decía Winston Churchill: “Siempre me ha encantado aprender. Lo que no me gusta es que me
enseñen”. No tenemos que cambiar todo el sistema para darles a nuestros alumnos una experiencia
diferente, pero sí debemos pensar en un cambio de paradigma en el aula y pasar de un aula centrada en el
docente, a un aula centrada en el alumno. Algunos cambios necesarios:
Reenfocar el aprendizaje para que ir al colegio no sea “ir a aprobar”, sino ir “a probar”, y que de ahí surja la
curiosidad y la motivación para aprender. Necesitamos darles a los chicos cosas para hacer, no hechos para
memorizar. Y que eso que deban hacer los obligue a pensar. Ahí es donde surge el aprender- al interactuar
con el contenido. El aprendizaje debe ser activo, no pasivo. Las oportunidades de aprendizaje se desvanecen
cuando los alumnos están aburridos. El aprendizaje no es para espectadores.
- Trabajar la importancia de las emociones en el aula, de manera transversal y sostenida en el tiempo . Esto
se traduce en aulas sanas, con alumnos que se sientan seguros y apoyados. Después de todo, un alumno que
tiene miedo a que lo humillen, a que lo critiquen, a que lo expongan, no va a poder desplegar todo su
potencial creativo. Está claro que un clima institucional negativo genera barreras que afectan el aprendizaje.
Por otra parte, numerosos estudios han demostrado la importancia de la relación entre el docente y el
alumno para lograr que este desarrolle todo su potencial. Es imposible, por ende, desatender este vínculo al
hacer foco en el binomio enseñanza-aprendizaje.
- Crear una verdadera revolución cognitiva. La cultura del pensamiento en las aulas requiere de espacios en
donde se valore el pensar y haya tiempo para hacerlo con una cuidadosa elección del material de estudio. Lo
que los chicos leen y aprenden hoy va a influenciar su manera de pensar en el futuro. Enseñar a pensar, sí.
Enseñar qué pensar, no, independientemente del gobierno de turno.
- Cambiar el sistema de evaluación y lograr que los alumnos puedan tener una mirada diferente frente a la
evaluación. Se trata de utilizar la evaluación no sólo para ver si lo lograron o no, sino para ayudarlos a
lograrlo. Al enseñarles a los alumnos a tener una mirada racional y no emocional sobre sus errores, los
estamos preparando para una mejor vida adulta. Pero para eso, debemos comenzar nosotros, los adultos,
por entender cuál es el verdadero sentido de la evaluación.
- Rediseñar las aulas. Los espacios de aprendizaje afectan a los alumnos y al aprendizaje. Sin embargo, las
aulas y los patios de hoy son iguales a los de hace más de un siglo…
- Trabajar la excelencia en los centros de formación docente, porque si bien es verdad que muchos son
prestigiosos y sólidos, hay otros que siguen enseñando para un mundo que ya no existe.
Después de todo, la calidad del sistema educativo no puede ir más allá de la calidad de sus
docentes. Necesitamos empezar a avanzar y dejar atrás la idea de que el contenido es lo único importante.
Necesitamos ofrecerles a los alumnos oportunidades para que aprendan aquellas habilidades que los van a
empoderar para poder aprender siempre, aún mucho después de su tiempo en nuestras aulas. De nada sirve
intentar recuperar el tiempo corriendo para cubrir todo el programa. El foco debe estar en mejorar la calidad
del aprendizaje. Más que impartir contenidos, lo que buscamos es que los chicos puedan desarrollar la
capacidad de hacer algo con ese contenido.
La avenida de la educación, es tan angosta, que millones de chicos se quedan afuera del sistema. Clara y
tristemente, hay colegios para unos y colegios para otros. La escuela tiene que rearmar los destinos
biográficos que muchas veces portan los alumnos, tiene que ser el espacio social donde todos puedan
mejorar y crecer positivamente. Si no logra mejorar aquellas situaciones negativas y aumenta las
desigualdades que los alumnos traen por historia personal, habrá fracasado en su labor.
¿Qué hubiese sido del mundo si Thomas Edison, Isaac Newton, Albert Einstein, Marie Curie, Manuel
Belgrano, Juana Azurduy, José de San Martín, Nelson Mandela, la Madre Teresa de Calculta, y cuantos
hombres y mujeres conocidos o desconocidos quieras agregar, hubiesen dicho ‘a mí me funciona así, ¿para
qué cambiar?’ o ‘eso ya lo hacemos’?”.
Son tiempos extraordinarios, el mundo se transforma vertiginosamente. Hay un cambio de paradigma a nivel
social, cultural, científico. La escuela debe pararse en otro lugar. Son momentos históricos donde se nos
invita a ser protagonistas, líderes, transformadores. Es un desafío enorme, pero con la certeza de que
inmensos serán también los logros. Todos tenemos un rol que cumplir, cada uno desde su lugar. Los
docentes impartiendo clases interesantes, relevantes y significativas que involucren emocional y
cognitivamente a sus alumnos, los padres motivando e inspirando a sus hijos, y haciéndose responsable de
que vayan a clase; los alumnos, con su implicancia ejerciendo el rol de alumnos, y los gobiernos generando
las mejores condiciones desde sueldos dignos, infraestructura, recursos, desarrollo profesional y todo lo
necesario para que enseñar se traduzca en aprender. Pero la sociedad también debe involucrarse,
entendiendo que la educación está relacionada directamente con el progreso de la sociedad y con un futuro
mejor. Un futuro que necesita no solo mejores aprendices, sino también mejores ciudadanos y buenas
personas.
Para iniciar un cambio, es condición pensar que este es posible. No hay transformación real sin acciones. La
capacidad de reinventarnos es la condición que nos ayudará a brindarles a nuestros alumnos la mejor
educación posible en este momento histórico.
Aunque educar es un riesgo que implica soltar amarras y navegar en un mar de aguas no siempre calmas, es
una maravillosa aventura y un enorme desafío para el que fuimos convocados los docentes.

EL APURO POR CRECER DEMASIADO RÁPIDO


PorLaura Lewin 11 Ene, 2024 01:37 a.m. AR

Es indispensable que les enseñemos a nuestros hijos a hacer un buen uso de la libertad paulatina que van
consiguiendo, y que en ese camino, acompañemos y guiemos
Los preadolescentes pueden sentirse presionados o marginados por quienes ya pasaron esa fase

En un mundo donde el acceso a la información y a las experiencias es más rápido y fácil que nunca,
enfrentamos un dilema moderno: niños que crecen demasiado rápido, entrando en la pubertad antes de lo
esperado. Estos jóvenes, inmersos en un huracán de estímulos y experiencias, descubren que el encanto de
sus años más tempranos se desvanece prematuramente, dejando un vacío desafiante. La llegada del verano
y las vacaciones intensifica esta situación, con jóvenes ansiosos por sumergirse en actividades propias de la
adolescencia, como ir a bailar o explorar relaciones íntimas, entre otras experiencias, sin estar emocional o
psicológicamente preparados.
La era actual, marcada por avances tecnológicos y acceso ilimitado a la información, expone a los jóvenes a
una diversidad de experiencias y conocimientos que anteriormente estaban reservados para los adultos. Con
facilidad, pueden adentrarse en mundos, culturas y temas que rebasan su desarrollo emocional y cognitivo.
Los jóvenes, al enfrentarse a estos estímulos elevados, pueden verse empujados hacia actividades
inapropiadas para su edad. Esta inclinación hacia experiencias propias de una etapa más madura puede
repercutir negativamente en su desarrollo emocional y físico.
El consumo descontrolado de alcohol en los jóvenes representa un problema multifacético y profundamente
preocupante. No se trata únicamente del daño directo a su salud, particularmente al cerebro, que se
encuentra en una etapa crucial de desarrollo y es especialmente vulnerable a los efectos nocivos del alcohol.
Más allá de estas consecuencias físicas, el riesgo más significativo y peligroso es la pérdida de control sobre
sí mismos. Al intoxicarse, los jóvenes comprometen su capacidad para tomar decisiones sensatas y medir las
consecuencias de sus actos, lo que los expone a una variedad de situaciones riesgosas. Este descontrol
puede llevar a comportamientos imprudentes y peligrosos, desde decisiones impulsivas hasta situaciones de
vulnerabilidad extrema, aumentando así exponencialmente el riesgo de daño físico, emocional y social.
Los padres desempeñan un rol vital en moderar la exposición de sus hijos a estas y otras experiencias
prematuras. La tendencia de algunos padres a actuar más como amigos que como figuras de autoridad, el
“padre canchero”, “gamba”, enfatizando la complicidad sobre la orientación, puede tener consecuencias
inesperadas en la crianza. Esta dinámica, en lugar de protegerlos, puede exponerlos a desafíos para los
cuales no están preparados, debilitando el papel de los padres como guías en un mundo cada vez más
complejo. Es crucial establecer límites adecuados y asegurarse de que el acceso a ciertas actividades o
experiencias se dé en el momento apropiado. Los padres deben ser conscientes de la importancia de guiar a
sus hijos a través de la pubertad, fomentando experiencias que sean apropiadas para su edad.
Es indispensable que les enseñemos a nuestros hijos a hacer un buen uso de la libertad paulatina que van
consiguiendo, y que en ese camino, acompañemos y guiemos. Seguimos siendo faro y contención para ellos.
Un párrafo aparte merece el de los preadolescentes que aún conservan su inocencia y niñez y enfrentan un
desafío particular en un entorno donde sus pares ya están experimentando los embates de la pubertad y sus
tumultuosas hormonas. Estos chicos pueden sentirse presionados y a veces marginados por aquellos que ya
están explorando comportamientos y actitudes más maduros. Esta brecha de desarrollo puede generar en
los más jóvenes sentimientos de inseguridad, confusión o incluso la necesidad de acelerar artificialmente su
propio crecimiento para encajar. La presión de conformarse a normas y tendencias impuestas por aquellos
que están en una fase diferente de su desarrollo emocional y físico puede ser una fuente de ansiedad y
estrés, lo que subraya la importancia de fomentar un ambiente donde cada niño se sienta seguro y
valorado en su propio ritmo de crecimiento y madurez.
En comparación con la adultez, la preadolescencia es un período breve pero crucial. Es un tiempo para
aprender y crecer a un ritmo natural, sin las presiones del mundo adulto ni de la sociedad de consumo. Los
niños sobreestimulados son niños que ya lo han visto todo, a quienes nada sorprende o asombra. Cuidado
que no necesiten de otro tipo de diversión, de adolescentes, porque las cosas que deberían interesarles ya
no lo hacen.
LOS CHICOS Y EL ESTUDIO: CÓMO ACOMPAÑAR SIN HACERLO POR ELLOS
PorLaura Lewin 09 Sep, 2021 03:27 a.m. AR
Podemos escoltar a nuestros hijos en el proceso, pero los responsables de estudiar y cumplir con sus
obligaciones son ellos. Lo que buscamos no es que deje de hacer lo que no queremos por miedo, sino por su
propia satisfacción

Si lo que buscamos es desarrollar la auto-regulación y la auto-motivación en los niños, debemos enfocarnos


más en las consecuencias que en los premios y castigos

¿Por qué algunos chicos se motivan para estudiar y a otros hay que perseguirlos? ¿Por qué algunos se
esfuerzan, perseveran y logran sus objetivos mientras que otros se frustran y abandonan?
Si bien es cierto que la razón puede ser multicausal, en muchos casos los chicos no pueden hacerle frente a
los desafíos académicos porque no saben estudiar, es decir, no han desarrollado hábitos de estudio. En estos
casos, cuanto antes reciban ayuda, antes podrán desarrollar la autonomía necesaria para lograr sus objetivos
académicos.
Podemos acompañar a nuestros hijos en el proceso, pero los responsables de estudiar y cumplir con sus
obligaciones son ellos. No aprobar debe ser un aprendizaje para ellos, no un castigo para nosotros. Cada
acción genera una consecuencia y deberán hacerse cargo de no haber estudiado en el momento oportuno o
pedir ayuda cuando debieron hacerlo.
A ningún chico le gusta llevarse materias, aunque intenten hacerse los superados (“vas a ver que rindo todas
bien”). Llevarse materias, en la mayoría de los casos, los hace sentirse frustrados y mal con ellos mismos,
aunque intenten ocultarlo.
No debemos olvidarnos que, como adultos, somos custodios de la autoestima y autoconfianza de nuestros
hijos, por lo tanto debemos cuidar mucho lo que les decimos y nuestra actitud frente a la situación que haya
generado algún fracaso escolar. Que nuestro hijo se sienta mal no hará que se comporte mejor. Pero si se
siente bien acerca de él mismo, podrá colaborar mejor. Lo que buscamos no es que deje de hacer lo que no
queremos por miedo, sino por su propia satisfacción.
Lidiar con un niño desafiante, enojado o frustrado porque no quiere estudiar requiere de un enfoque calmo,
cálido, objetivo y asertivo, y despersonalizar lo que está sucediendo. Es importante estar calmados para
poder responder y no reaccionar y no permitir que esta situación atente contra la armonía familiar.
Algunos consejos para padres:
- Destiná tiempo para acompañarlos y guiarlos en el desarrollo de hábitos de estudio. A estudiar, se aprende.
Si bien podés no estar preparado para enseñarles matemática, podés enseñales a organizar su tiempo, a
tener carpetas, cuadernos y materiales completos, a completar sus carpetas si faltaron, a llevar una agenda
con las tareas a completar, listas de tareas, a organizar el sector de estudio para no tener que interrumpirse,
etc. O simplemente, a estar cerca para que se sientan acompañados.
- Procurá que minimicen las interrupciones: no al celular cerca, sí a un vaso de agua para evitar levantarse
porque tienen sed, etc.
- Ayudalos a identificar cómo estudian mejor: ¿con música o en silencio? ¿con comida cerca, o no?, ¿Con
compañeros o solos?, ¿sentados en el piso o en una mesa?, ¿antes de ir al colegio o después?
- Alentalos a procesar lo que leen para que lo entiendan, no a repetir de memoria. Es importante que
estudien para saber, no solo para aprobar. Cuando los chicos estudian para aprobar, se olviden lo estudiado
al poco tiempo.
- Tratá de hacerlo interesante. Cuanto más involucrados en el tema estén, más fácil será que se sienten a
estudiar. Que utilicen diferentes recursos o busquen tutoriales interesantes va a facilitar que se motiven
más, en vez de solo tener que leer de un apunte, por ejemplo.
- No nos olvidemos que lo de la multitarea es un mito: Debemos hacer una cosa a la vez. Cuando nos
distraemos, nos cuesta mucho volver a concentrarnos, por eso, asegúrate de que tu hijo “prepare” su lugar
de estudio: que no lo interrumpan, que no esté viendo tele al mismo tiempo, o mandando mensajes por
WhatsApp.
- Alentá que estudie con amigos: somos seres sociales. Cuando estudiamos con uno o dos amigos,
haciéndonos preguntas y repasando, ayudamos a que la información llegue mejor a la memoria de largo
plazo.
- Hay que repetir para recordar. Si leemos una vez y pasamos a otra tema, el cerebro no lo toma como
importante y no generamos conexiones neuronales fuertes. Hay que repetir la información pero en
diferentes momentos y de diferentes maneras. Estudiar en varios días diferentes, repitiendo la información
en sus palabras, es más efectivo que estudiar todo en un solo día.
- Pausas activas: cuando la atención decae, de nada sirve insistir. Recordale a tu hijo que tome recreos
activos breves. Que salga a caminar, que baile, que se mueva. Este movimiento hará que su mente vuelva a
estar en condiciones de retener la información.
- Fomentá que duerma muy bien la noche anterior: No dormir después de estudiar e ir derecho a rendir un
examen es muy poco beneficioso. En cambio, si estudia, y después duerme bien a la noche, va a recordar
mucho más, porque el sueño consolida la memoria.
- Técnicas de relajación: ¿Quién no ha tenido que atravesar nervios o temores antes de rendir un examen?
¿A quién no se le ha puesto la mente en blanco ante una pregunta en un oral? Relajarnos a través de una
meditación, visualización, técnica de mindfulness, o cualquier recurso que nos ayude a relajarnos, reducirá el
estrés. Cuando estamos con miedo o mucha tensión, el organismo segrega cortisol, una de las hormonas del
stress, lo que inhibe el aprendizaje y no nos permite recordar. Compartí con tus hijos algunas técnicas de
relajación que tal vez te sirvan a vos.
El problema del castigo
Si lo que buscamos es desarrollar la auto-regulación y la auto-motivación en los niños, debemos enfocarnos
más en las consecuencias que en los premios y castigos, que solamente refuerzan la motivación extrínseca.
El castigo raramente enseña. Lo que genera es resentimiento e ira y empeora el comportamiento.
En vez de “por no aprobar te saco el celular”, funciona mejor la consecuencia: “Qué pena que tenés un
recuperatorio. Ya podrías estar libre y hacer lo que te gusta, y ahorás tenés que quedarte en casa a
estudiar”.
O, “no salgas de tu habitación hasta que no termines de estudiar” es mucho menos efectivo que “el fin de
semana empieza cuando se hicieron los deberes”.
La diferencia puede ser sutil, pero en los dos primeros ejemplos el castigo es externo, lo impone el adulto, y
es arbitrario. En los segundos ejemplos, la consecuencia se desprende del acto del chico, deriva de su
comportamiento. Estamos trabajando la importancia de la responsabilidad.
No queremos que busque evitar el castigo o acercarse al premio sino que vaya desarrollando un
pensamiento que lo ayude a tomar las mejores decisiones.
Cuando un chico reprueba, necesita saber que siempre están los brazos de sus padres en donde poder
desahogarse, sacarse la rabia o encontrar consuelo. Esta seguridad es crucial para que pueda aprender a
manejar sus emociones. Saber que sus padres están ahí para ellos les darán la confianza necesaria para
seguir su desarrollo natural, sin tener que estar llamando la atención todo el tiempo. En los momentos
difíciles, es donde más nos necesitan nuestros hijos. Por lo tanto, más que castigos, debemos trabajar las
consecuencias. Y si hay consecuencias, deben ser acatadas. Si no, se pierde el respeto hacia los adultos.
El problema del castigo es que envía un mensaje a los niños de que son malos y deben ser castigados. No los
ayuda a reconocer sus errores y a hacerse responsables por ellos. Los hace enfocarse en el castigo y no en lo
que han hecho.
Cometer errores es parte del proceso de aprendizaje. Un examen no nos define como personas. Aprender
de los fracasos nos ayuda a ser más resilientes. Los chicos que no aprendan a “fracasar con dignidad” serán
adultos sin perseverancia, y no creerán en sus habilidades de esforzarse para tener éxito.
SIN VÍNCULO NO HAY APRENDIZAJE
PorLaura Lewin Publicado: 11 Ago, 2021 00:05 a.m. Actualizado: 11 Ago, 2021 09:10 a.m. AR
Cuando un docente asume la responsabilidad de enseñar, queda implícito que el alumno debe aprender. Por
lo tanto, se entiende que el docente también está asumiendo la responsabilidad de generar el vínculo
necesario para que los alumnos puedan cumplir con ese deber

Lo que más valoran los alumnos de sus docentes tiene que ver con el área socio-afectiva

Cuando un docente asume la responsabilidad de enseñar, queda implícito que el alumno debe aprender. Por
lo tanto, se entiende que el docente también está asumiendo la responsabilidad de generar el
vínculo necesario para que los alumnos puedan cumplir con ese deber. Esto implica desarrollar la empatía,
escucharlos, autogestionar las emociones y, por supuesto, disfrutar de la tarea.
Ahora bien, ¿es fácil tocar el alma de aquel alumno disruptivo, apático o desafiante? No. Claramente, no.
Pero son esos alumnos los que, a veces, más nos enseñan. Esa es la oportunidad perfecta para desarrollar
una mayor paciencia, tolerancia, compasión y empatía hacia los otros.
Cuidado, porque un mal gesto del docente hacia ese alumno, o incluso el silencio o la indiferencia, pueden
generar en él una serie de emociones que, sin duda, podrían a su vez afectar no solo su rendimiento sino
también su percepción acerca de la materia, la escuela o la misma educación.
Un alumno enojado, frustrado, avergonzado o abatido no puede ajustarse a su entorno académico , como
sí puede hacerlo un alumno que está abierto y relajado. Para aprender, los niños necesitan de cierta
serenidad. Esta serenidad surge del sentirse protegido y por sobre todas las cosas, del respeto. Un niño o
joven herido no podrá aprender si antes no lo sanamos. Esta sanación tiene que ver con el afecto y el
vínculo; con poseer la sensibilidad necesaria para acercarnos y acompañarlos. Para cobijarlos.

El docente es custodio de la autoestima de sus alumnos y debe asegurarse de que ningún alumno

interfiera en el aprendizaje de otro


Por lo tanto, resulta de vital importancia que el docente pueda conectarse con sus alumnos, generar empatía
y un vínculo de confianza y respeto que facilite el aprendizaje, a la vez de garantizar un aula emocionalmente
sana en la cual la relación entre los alumnos sea de respeto y colaboración. El docente es custodio de la
autoestima de sus alumnos y debe asegurarse de que ningún alumno interfiera en el aprendizaje de otro. Es
importante comprender que necesitamos de un aula sana, emocionalmente armónica, para que los alumnos
puedan aprender. Sin seguridad emocional, ningún alumno se sentirá lo suficientemente libre de participar
activamente en las vivencias áulicas. Tendrá miedo de exponerse, cometer un error, o inclusive de levantar
su mano para opinar.
Si los alumnos no están cómodos en sus grupos o si tienen miedo de que los humillen, los expongan o se
burlen de ellos, no van a poder desplegar todo su potencial creativo.
Varios estudios muestran que lo que más valoran los alumnos de sus docentes tiene que ver con el área
socio-afectiva, en especial su equilibrio emocional. No es sorprendente que esto sea así ya que ese estado
del docente afecta directamente el equilibrio emocional de los alumnos.
Para explicar esta relación fundamental de causa y efecto entre el equilibrio del docente y el de su clase,
permitime tomar una escena de otro ámbito: cuando viajamos en avión vemos a los auxiliares de vuelo dar
la misma charla de seguridad de siempre, en la que nos explican cómo ponernos los salvavidas y cómo usar
las máscaras de oxígeno en caso de emergencia. En el caso de padres o madres que viajan con sus hijos, o
personas mayores que viajan con menores, es normal y entendible que prioricen la seguridad de los niños
primero, antes que la de ellos. Por eso el instinto puede hacerlos desobedecer la orden del auxiliar y colocar
la máscara de oxígeno primero a su hijo, antes que a ellos mismos. Sin embargo, esto es un grave error que
puede terminar en una tragedia.
En el caso de una pérdida de presión de cabina en un avión, cualquier persona adulta debe ponerse la
máscara de oxígeno antes de intentar ayudar a otros, incluso a sus propios hijos, porque de no hacerlo,
posiblemente pierda el conocimiento y termine sin poder ponérsela a sí misma o a nadie más. Esto es
análogo con lo que pasa en el aula: primero me ayudo yo, adulto, para luego poder ayudar a mis alumnos.
Y cuando digo “me ayudo yo”, me refiero a buscar nosotros mismos ese estado de equilibrio emocional para
luego poder generar esta aula sana.
El mantener la calma y responder, en vez de reaccionar, es lo que va a permitir que puedas conectarte mejor
con tus alumnos. Eso significa aprender a autogestionar muestras emociones. Después de todo, educar no
se trata de qué hace el alumno, sino de qué hacemos nosotros en función de eso.
Nuestros alumnos están aprendiendo. Esto significa que alguien debe enseñarles. El problema no es que tu
alumno actúe como un niño o joven (en definitiva, ¡es un niño o un adolescente!), sino cuando el adulto se
comporta como un niño. Si queremos que nuestros alumnos aprendan, debemos mostrarles cómo hacer.
Enseñamos cuando específicamente les hablamos o explicamos, pero ellos también aprenden sin que nos
demos cuenta cuando nos observan, cuando nos imitan, cuando modelan nuestros comportamientos.
El docente de antaño basaba el manejo del aula en el autoritarismo. Podía imponer su autoridad
seguramente por su edad o su cargo. Hoy eso ya no funciona así. El docente debe ganarse el respeto de sus
alumnos a través de la idoneidad, la credibilidad, y el vínculo que genera con ellos. Si no, podrá enseñar,
pero eso no garantiza que los alumnos aprendan.

Después de todo, educar no se trata de qué hace el alumno, sino de qué hacemos nosotros en función de

eso
Cuando un docente se irrita, se impacienta o se frustra ante un alumno que “no entiende”, ¿lo hace
poniéndose en el lugar de ese alumno? Los chicos procesan la información de una manera diferente a como
lo hace un adulto. Cuando comprendemos que los chicos son chicos, y decidimos acompañarlos, guiarlos y
apoyarlos en el camino del aprendizaje, logramos vincularnos con ellos desde un lugar positivo y amoroso, lo
que los ayuda a relajarse y a seguir intentándolo. Por el contrario, cuando se sienten amenazados,
extremadamente nerviosos, u observados de manera crítica, se desconectan.
Tener un alumno sentado en el aula no implica que vaya a aprender. El cerebro cognitivo de nuestros
alumnos se enciende en un lugar seguro, en donde se sientan tranquilos y protegidos desde lo emocional. Y,
para esto, el vínculo es clave.

POR QUÉ LA ESCUELA DEBE INVOLUCRAR A LOS PADRES EN LA EDUCACIÓN DE SUS HIJOS
PorLaura Lewin Publicado: 28 Jul, 2021 00:05 a.m. Actualizado: 28 Jul, 2021 12:24 p.m. AR

Desde siempre se ha reconocido que el éxito académico depende del triángulo estudiante, escuela y familia.
La manera en que la institución convoca y escucha a los padres es crucial para el desarrollo educativo de los
chicos

Desde siempre se ha reconocido que el éxito académico de nuestros alumnos está basado en el triángulo:
alumno, escuela y familia. Los estudios demuestran que, cuando la familia y la escuela trabajan en
conjunto, los alumnos tienen mejor rendimiento académico y también les va mejor en sus vidas adultas.
Sin embargo, y aunque el acompañamiento de las familias es clave para que los alumnos puedan desarrollar
su máximo potencial, construir ese vínculo no es una tarea sencilla. Cuando la escuela es inabordable y a los
padres les cuesta acercarse, utilizarán cualquier medio disponible para expresarse: desde una nota en el
cuaderno de comunicados, el famoso grupo de whatsapp, o el dimes y diretes en la entrada del
establecimiento. Es decir, lo que no les permitimos decirnos en la cara, lo harán a nuestras espaldas.
¿Qué puede esperar la escuela de las familias? ¿Y las familias de la escuela? Por lo general, desde la
escuela se convoca a las familias casi exclusivamente para abordar alguna inquietud de la institución en
relación con el desempeño (aptitudinal o actitudinal) de los alumnos; o para invitarlos a ferias, concerts,
muestras, actos y otras “demostraciones”.

¿Por qué se contacta a la familia solamente cuando se trata de abordar un problema?

Es necesario alentar otro tipo de encuentros con las familias. ¿Por qué, por lo general, se contacta a la
familia solamente cuando se trata de abordar un problema y no para conversar, por ejemplo, sobre los
logros de los chicos, o algún otro motivo de orgullo? ¿Qué pasaría si, en lugar de acercarse a la escuela solo
cuando se trata de las notas, los padres se acercaran a la escuela para conocer el desempeño de sus hijos en
otros aspectos de la vida institucional, como por ejemplo, si están bien integrados, si los extrañan cuando
faltan, si suelen ayudar a sus docentes o a sus compañeros, si reciben ayuda, si juegan felices en los recreos,
si participan activamente de las propuestas que se les hacen?
Es tan importante para los padres estar al tanto de la trayectoria académica de sus hijos como de saber si
ellos se sienten queridos, aceptados e integrados. Es necesario preguntarse, entonces, cómo es posible
alentar este tipo de acercamientos. En los boletines o libretas de calificaciones deberían tener peso tanto
las cuestiones cognitivas como las relacionadas con las actitudes y potencialidades e incluir sugerencias o
cursos de acción para mejorar estos aspectos. ¿Cómo es posible que el mejor alumno sea elegido solo por
sus calificaciones?
¿Podría un alumno ser considerado el mejor por sacar 10 en todas las asignaturas si no es solidario o acosa
física o verbalmente a algún compañero? Los logros en base al esfuerzo, la perseverancia, la participación
en clase, la solidaridad, la empatía y otras habilidades socioemocionales deberían ser tan importantes como
los contenidos del currículo. Sin embargo, nuestro sistema educativo sigue poniendo el foco en la nota
antes que en este tipo de habilidades.

Cuando un alumno llega al aula, se sienta atrás, no se saca los auriculares y se muestra apático o

desafiante, ¿a quién hacemos responsable? ¿Al alumno, al docente, a su familia?


Cuando hablamos de familias involucradas nos referimos a cualquier actividad que realiza un padre, madre
o tutor para ayudar a sus hijos a aprender y a transitar la etapa escolar con éxito. Esto incluye motivar,
inspirar o ayudar a los chicos a avanzar a través del desarrollo de habilidades, como el manejo del tiempo, el
aprender a priorizar, a planificar, a hacerse responsable, a mostrar compromiso, entre otras.
Los padres o tutores construyen el pilar sobre el cual se apoyan los valores. El respeto es clave para
aprender. Si una familia critica el trabajo de un docente delante de sus hijos, ¿cómo hace ese alumno para
aprender de alguien que no está legitimado en el cargo por su familia, alguien que no se ha ganado su
respeto? Si una familia no trabaja aspectos básicos con sus hijos, como el compromiso, la responsabilidad o
el respeto, ¿significa que asume que eso le corresponde a escuela?
Cuando las familias trabajan junto con la escuela, los alumnos reciben apoyo y más y mejores recursos para
alcanzar sus objetivos
Si un alumno escucha desde siempre que “no sirve para nada”, que “es tan malo para las matemáticas como
lo fue su padre”, ¿cuánto trabajo debe enfrentar la escuela para revertir esas creencias? ¿Y qué pasa cuando
la escuela ni siquiera es consciente del ambiente tóxico de donde proviene un niño? La institución debe
enseñarles a los alumnos, pero a las familias también. Es imperioso que se generen talleres para padres, en
los cuales se comparta información relevante sobre educación y crianza, que se los consulte para tomar las
mejores decisiones sobre sus hijos.
Algunas familias preferirán compartir tiempo en casa con sus hijos, ayudando o guiando con las tareas,
leyendo o visitando museos, mientras otras tendrán un rol más activo en la escuela formando parte de
alguna comisión o proyecto. Sea cuál sea el caso, cuando las familias trabajan junto con la escuela, los
alumnos reciben apoyo y más y mejores recursos para alcanzar sus objetivos. Pero para que sea fructífera,
esa colaboración entre escuela y familia debe ser genuina, responsable y sostenida en el tiempo.

Tu escuela, ¿es amigable para las familias? ¿En caso afirmativo, en qué te basás para sostener esta

afirmación?
Algunas ideas para involucrar a las familias:
1. Comunicación, comunicación, comunicación. ¿Cómo están trabajando en tu escuela con las redes sociales
y los medios de comunicación? ¿Los utilizan para informar, inspirar, involucrar, mostrar resultados? ¿Están
captando a las diferentes generaciones de padres llegando a ellos a través de diferentes medios como Lives
en Instagram, Instagram stories, Facebook, Twitter, LinkedIn, mails, blogs, gacetillas, o cualquier otro recurso
que tienda un puente entre escuela y familia? Las comunicaciones que se envían a través de las plataformas,
cuadernos de comunicaciones o mails, ¿se hacen de manera respetuosa, cálida y cuidadosa?
2. El respeto genera confianza. ¿Están ustedes mostrando su experiencia y profesionalismo a través de
talleres para padres, programas más integrales, como Escuela para padres, charlas, artículos en diferentes
medios, participación en congresos, entre otros medios?
3. Mejorá tus puntos de contacto con las familias. Las clases abiertas, celebraciones, actos, reuniones de
padres y toda oportunidad de encontramos con las familias, brindan la oportunidad de dar una impresión
que, a su vez, genera una respuesta. El punto de contacto es el momento en el cual familia y escuela se
encuentran. Puede ser un directivo que saluda a una madre o a un padre en la puerta de la escuela, en un
acto patrio, o a través de un llamado telefónico. Este punto de encuentro genera un impacto. Por ejemplo,
una madre que se encuentra de casualidad con un directivo se llevará una imagen de ese encuentro fortuito
y tal vez sea el último encuentro fortuito en mucho tiempo. ¡Tal vez no se vuelve a cruzar a ese directivo en
meses! Cada punto de encuentro debe ser memorable, porque inevitablemente genera una impresión, un
impacto, una percepción.
4. Ofrece recetas para el éxito. Para que una familia lea el blog de la escuela debe encontrar contenido
interesante. Podés ofrecer una sección en tu blog que se llame “Recetas para el éxito” en la cual se
compartan ideas para conseguir ciertos logros, destinados a leerse en familia, por ejemplo “Diez consejos
para aprobar un examen internacional”, “Diez consejos para diseñar un CV”, “Diez consejos para resolver un
problema matemático de manera rápida y divertida”.
Las familias presentes en la educación de los hijos (iStock)
5. Escuela para padres. Ningún chico viene con un manual bajo el brazo. Cuando les ofrecemos a las familias
información de calidad, el interés en este tipo de charlas crece exponencialmente. (Si lo has intentado y no
han sido exitosas, por favor, examina el orador, el tema, el momento, la audiencia a la que estaba dirigido el
taller, o el medio de comunicación utilizado para difundir). Algunos temas que se pueden incluir son: cómo
estimular el desarrollo emocional de nuestros hijos; cómo incentivar el interés de los chicos, los adolescentes
y el abuso de sustancias, entre otros.
6. Compartir recursos. Podemos, desde la biblioteca o cooperadora de la escuela, poner a disposición de las
familias juegos de mesa, libros, o links de materiales de interés para desarrollar habilidades. También
podemos poner a disposición a algún tutor o tutora para enviar consignas para aquellos alumnos que
necesiten más apoyo o quieran profundizar algún tema.
7. Deberes cooperativos. Los deberes deben suscitar interés para que los alumnos quieran hacerlos.
Un twist es asignar algunas tareas opcionales para trabajar con los hijos.
8. Llamadas sorpresa. Debemos, como dijimos, acercarnos a las familias para compartir noticias gratas.
Muchos padres, cuando ven en sus celulares una llamada del colegio, sienten que se les hunde el corazón. Y
con razón: la mayoría de las veces este llamado es para informar acerca de un tema de salud de los
chicos (tiene fiebre, le duele el oído), un accidente en la escuela, o problemas de actitud. Podemos reforzar
el vínculo sorprendiendo a las familias con un llamado para comentar un logro o algo positivo.
9. Facilitar los encuentros. A algunos padres, madres o tutores de los chicos les cuesta acercarse a las
escuelas. Algunos, porque los directivos nos los reciben o generan una distancia, otros porque no lo han
desarrollado como hábito o creen que, si hubiese un problema, los llamarían. Independientemente de las
razones, abrir canales de comunicación para que los padres puedan conectarse con los docentes, equipos
interdisciplinarios y directivos es esencial para lograr el nivel de confianza que buscamos.
10. El día después. Podemos implementar reuniones para discutir un programa complementario que se
ajuste a las necesidades académicas o laborales futuras de los chicos. Este programa puede incluir charlas
con profesionales, materias electivas, realizar parte del año escolar en alguna escuela en el interior o
exterior, o cualquier actividad que relacione a la escuela con el futuro de los alumnos.
(iStock)

Para que una familia quiera involucrarse en la educación de los chicos, debe ser consciente de que su

acompañamiento es clave para lograr el éxito académico de sus hijos, y sentir que es bienvenida y que la

escuela los invita a participar.


La ciencia ha descubierto que los gansos no son nada gansos. ¿Sabés por qué los gansos vuelan juntos?
Vuelan formando una “V” porque cada pájaro al batir sus alas, produce un movimiento en el aire que ayuda
al ganso que va detrás de él. Volando en V, todo el grupo aumenta al menos un 70% su capacidad de volar.
Aprovechemos, como estas aves, el esfuerzo de cada uno y volemos juntos para llegar más lejos.
LA EDUCACIÓN Y EL DILEMA DE SIEMPRE: ¿APRENDER O APROBAR?
PorLaura Lewin Publicado: 14 Jul, 2021 09:12 a.m. Actualizado: 14 Jul, 2021 10:56 p.m. AR

“Hay tres preguntas que, como docentes, no debemos dejar de hacernos: ¿Qué queremos que aprendan los
alumnos? ¿Cómo vamos a saber si lo aprendieron? ¿Qué vamos a hacer si no aprendieron?”

Cuál es el sentido de la evaluación (Foto: NA)

Estudian, rinden, aprueban…. ¡y a los cuatro días se olvidan de todo! ¿Hubo aprendizaje real? No, solo hubo
memorización y aprendizaje superficial. Aprobar no siempre es consecuencia de haber aprendido.
Tristemente, nuestro sistema educativo enfatiza las calificaciones por sobre el aprender. Es más, muchos
alumnos hacen trampa en los exámenes porque justamente el sistema educativo valora más las notas que el
aprendizaje.
Si estudian para aprobar y enseñamos para que aprueben, ¿dónde quedó el aprender? ¡Ouch!
Estamos tan pendientes del examen, de la nota y del aprobar, que nos olvidamos que lo más importantes es
aprender. Aprobar, debe venir por añadidura; debe ser una consecuencia de aprender. Cuando el docente
pone más foco en que sus alumnos aprueben, en vez de enseñarles a pensar de manera crítica o creativa,
está enviando un mensaje muy claro, y es que el objetivo de la escuela es aprobar. ¿Es ese, realmente, el
objetivo de la escuela?
El desafío de este siglo es el de ayudar a los alumnos a pensar de maneras diferentes, a desafiar nuevas
inteligencias. Más que respuestas para memorizar, necesitamos darles a nuestros alumnos situaciones para
resolver.
Ningún alumno va a desarrollar su creatividad o a pensar de manera crítica si solo se le pide que repita un
concepto de memoria. Es más, la nota, como factor motivacional, aleja a los alumnos del aprender para
saber. Muchos suponen que es la nota lo que hace que los alumnos se motiven. Sin embargo, la nota es
como un café. El efecto de la cafeína te ayuda a seguir un poco más, hasta que se acaba. Cuando la nota se
usa como factor motivacional externo, el alumno pierde el interés intrínseco por la actividad, y por ende,
por aprender.
Pensar la evaluación como un proceso
Las recompensas externas, como la nota:
1. Atentan contra la motivación intrínseca.
2. Bajan el desempeño.
3. Aniquilan la creatividad.
4. Alientan los atajos, las trampas, o el comportamiento anti ético.
5. Son adictivas.
6. Fomentan el pensamiento a corto plazo
Más que “motivar” con la nota, debemos motivar con la propuesta pedagógica. Involucrar a los alumnos
emocional y cognitivamente, genera su propia recompensa intrínseca.
¿Debemos evaluar en estos tiempos de pandemia? Sí. Evaluar es una condición necesaria para mejorar el
proceso de enseñanza y los objetivos de aprendizaje. Es nuestra brújula como docentes. Nos indica en
dónde están los alumnos, a dónde deben llegar, y qué necesitan hacer para llegar ahí.
Sin embargo, necesitamos dejar de creer que evaluar es simplemente poner una nota. ¿Por qué asumir que
si un alumno “fracasa” en un examen, se debe exclusivamente a que no sabe o no estudió? Muchas veces
ese “fracaso” se da por los propios procesos de enseñanza y/o de evaluación. Evaluar es un proceso
continuo que no se puede separar de la instrucción. Nos sirve no sólo para ver cómo están aprendiendo
nuestros alumnos, y ver qué necesitan para mejorar, sino, además, para ver nosotros- los docentes- qué
debemos hacer para refinar nuestra práctica didáctico-pedagógica. Es decir, le sirve al alumno para expandir
su desempeño, y al docente para regular su práctica docente.
La evaluación, entonces, es un proceso continuo, por el cual, mediante una serie de instrumentos
(exámenes, testeos, el desempeño en clase, las actividades, las observaciones, etc) verificamos no solo la
efectividad del aprendizaje, sino también de la enseñanza.
El examen, por otro lado, es la foto, es el destino, es “la sentencia”. Es uno de los instrumentos que se
utilizan para ver si los alumnos “lo lograron”. Nos indica dónde está el alumno (pero no hasta dónde podría
llegar). Pero cuidado…el examen tiene sus limitaciones y es un indicador, entre muchos otros.
La evaluación como una instancia instrínseca de la educación (Foto: Twitter)
Evaluación formativa o sumativa
Ahora bien, que un alumno pueda hacer algo al final de la clase no significa que pueda hacerlo en dos
semanas. Pero si no puede hacerlo al final de la clase, seguramente tampoco podrá en dos semanas. Cuando
un docente enseña, no tiene garantías que el alumno esté aprendiendo, por eso debemos evaluar durante
todo el proceso de enseñanza, y no solo al final.
Pensemos en un restaurant: cuando el cocinero hace una salsa y la prueba, puede modificarla, mejorarla,
descartarla y empezar de nuevo, si fuese necesario. Pero cuando la prueba el cliente, ya no hay marcha
atrás. El cliente le sube o baja el pulgar y vuelve a pedir ese plato otro día, o no. Esta es la diferencia entre la
evaluación formativa y la evaluación sumativa.
La evaluación formativa está relacionada con evaluar para aprender (el cocinero probando su salsa y
haciendo ajustes). Apunta a mejorar los aprendizajes. Es para los alumnos, pero también para el docente. Se
enfoca en lograr los objetivos en lugar de determinar si se lograron o no.
Los testeos más frecuentes pero SIN NOTA ayudan a consolidar los saberes. Desde trabajar con
organizadores gráficos, mapas conceptuales, tickets de salida y de entrada, aplicaciones para chequear
comprensión, guías de observación, o cualquiera de las muchas estrategias conocidas por los docentes, lo
que buscamos es reforzar el aprendizaje. Es evaluación para el aprendizaje.
La evaluación sumativa (el cliente probando el plato y emitiendo un juicio de valor sobre él) está
relacionada con la evaluación del alumno. Es la que evalúa el resultado, y se centra en la acreditación de
una materia o de un objetivo específico. Por lo tanto, si el foco está en emitir un juicio de valor sobre el nivel
de logro o competencia, es sumativa. Es evaluación del aprendizaje.
Hay tres preguntas que, como docentes, no debemos dejar de hacernos: ¿Qué queremos que aprendan los
alumnos? ¿Cómo vamos a saber si lo aprendieron? ¿Qué vamos a hacer si no aprendieron?

A veces se gana, y otras… se aprende


Claramente hay una relación entre cómo les va a los alumnos en sus trayectorias académicas y cómo se
sienten acerca de ellos mismos. De tantas “malas notas”, muchos alumnos terminan pensando que no
sirven: bajan su motivación, se frustran, se rinden y abandonan el barco.
Cuando les enseñamos a nuestros alumnos a ver sus errores de manera racional y no emocional, les estamos
dando una lección mucho más importante que el tema en cuestión. Les enseñamos a manejar la frustración
y el aprender de los errores, que son sin duda, habilidades esenciales para la vida.
Imaginemos a un alumno que rinde un examen y le va mal. Cuando el docente le entrega el examen, pueden
realizar la “autopsia de este examen”. Es decir, de manera individual o grupal, el docente puede hacerlo
reflexionar acerca de qué preguntas contestó mal y por qué (fue porque no las entendió, no tuvo tiempo, no
tuvo los recursos, confundió la consigna, etc.), cuántos puntos menos tuvo en esas respuestas, y
básicamente buscar patrones. Lo que se busca es que los alumnos puedan encontrar una relación entre
cómo les fue y cómo pensaron que le iría, cómo y cuánto tiempo estudiaron y qué harían diferente una
próxima vez.
Muchos docentes pensarán que no alcanza el tiempo en el aula para este tipo de estrategias. Sin embargo,
cuando algo es importante, no es cuestión de tener tiempo, sino de hacer tiempo. Debemos dejar de correr
para cubrir todo el programa, y poner más el foco en mejorar la calidad del aprendizaje.
Lo que buscamos con este tipo de intervención es que aprendan de la experiencia y que la próxima vez les
vaya major. Al capitalizar los errores, hay un aprendizaje; hay un saldo positivo que ayuda al alumno a
crecer. Este aprendizaje productivo conlleva, además, trabajar otras habilidades esenciales para la vida:
pensamiento crítico, resolución de problemas, comunicación o cómo pedir ayuda, por nombrar solo algunas.
Es decir, sin importar si el logro se produce o no, hay otro éxito para resaltar, que es la lección aprendida. El
crecimiento que acompaña el fracaso puede ser más importante que el éxito en sí. Debemos capitalizar
estas instancias de aprendizaje que serán, sin dudas, lecciones muy importantes para la vida adulta de
nuestros alumnos.
Cuando logramos que los chicos cambien su mirada frente a la evaluación y puedan capitalizar sus errores,
los estamos ayudando a tener una mejor vida adulta. Pero para eso, debemos comenzar nosotros, los
adultos, por entender cuál es el verdadero sentido de la evaluación.
MINDFULNESS EN LA EDUCACIÓN: UNA HERRAMIENTA PARA BAJAR EL ESTRÉS DE LOS
ESTUDIANTES
PorLaura Lewin 07 Jul, 2021 00:05 a.m. AR

Un aula sana es un aula en donde el alumno se siente seguro emocionalmente.

Una práctica que tiene que ver más con las neurociencias que con el yoga (Shutterstock)

Los chicos hoy se enfrentan a un nivel de estrés como tal vez nunca antes —al igual que los docentes.
La poca socialización y la falta de ejercicio físico, ambos claves para poder deshacernos del exceso de cortisol
(una de las hormonas del estrés) en nuestro organismo, no hizo más que contribuir a un desequilibrio
emocional en muchos chicos, que claramente podría empañar su desempeño escolar y social. Por otro
lado, la escuela es un lugar que genera, ya lo sabemos, situaciones de estrés para muchos chicos: desde
olvidarse el barbijo, pasando por una mala nota, no poder contestar una pregunta o situaciones de bullying,
hacen que quienes hayan adquirido las herramientas para poder estar en eje, y manejar las emociones a su
favor, y no en contra, estén mejor preparados para navegar las, a veces tumultuosas aguas, que corren por
la escuela.
El mindfulness, que significa atención o conciencia plena, es una de las muchas formas de meditación que
consiste en centrar la mente en el momento presente.
Si bien el mindfulness tiene que ver con aprender a estar en el presente a través de una serie de ejercicios
de respiración, visualización o contemplación, de ninguna manera está asociado a ninguna religión ni con el
yoga. Esta práctica tiene sus raíces en las neurociencias, y no el budismo u otras religiones.
El mindfulness se viene incorporando con éxito a los programas terapéuticos de reducción del estrés desde
hace bastante tiempo. Se lo utiliza satisfactoriamente para sobrellevar el dolor crónico, aliviar el sufrimiento
psicológico o mitigar la ansiedad y la depresión, y desde hace un tiempo a la fecha, se lo ha incorporado en
la educación con resultados sorprendentes. Un estudio del año 2015, llevado a cabo por Schonert-Reichl,
llegó a la conclusión que aquellos alumnos participaban de programas de educación emocional, que incluía
la práctica de mindfulness, mejoraban en áreas de atención, memoria, regulación emocional, optimismo,
niveles de estrés, y empatía. Otros estudios indican que los programas de mindfulness en las escuelas
reducen el estrés y mejoran la atención de los alumnos.
Acompañar a los estudiantes a transitar su estrés (Shutterstock)
Los estudios como el de la Organización Mindful Schools certifican que el mindfulness mejora o tiene un
impacto en :
- La atención y el foco
- Mejores notas
- Mejor regulación emocional
- Mejor conducta
- Más empatía
- Mejores habilidades socio-emocionales
- Menos ansiedad en los exámenes
- Menos estrés
Hoy se sabe, la práctica de mindfulness en las escuelas, ayuda a los chicos a manejar la ansiedad, al
brindarles herramientas para manejar sus emociones y el estrés.
La escuela presencial tiene también sus estresores

Mindfulness es ¡prestar atención a prestar atención!


El mindfulness nos sirve de herramienta para ayudar a que nuestros alumnos puedan controlar sus destinos
mentales y emocionales. Le da a la mente lo que el ejercicio al cuerpo: fortaleza, flexibilidad y salud. Todo
esto produce una sensación de bienestar, mejora el clima en el aula e incluso, hay muchos estudios que lo
asocian con una baja en el acoso escolar o bullying. El mindfulness ayuda a los alumnos a calmarse, a enfocar
su atención, a interactuar mejor con los otros, todas habilidades importantes para una mejor trayectoria
académica y social.
En los tiempos actuales en los que los niños están tan sobreestimulados, especialmente con la tecnología,
enseñarles a calmar la mente y centrar la atención desde etapas tempranas y a conectarse mejor con los
otros, afectará positivamente su salud, bienestar y desempeño académico.
El mindfulness consiste en una serie de ejercicios cortos que ayudan a los chicos a “bajar un cambio”, estar
más centrados en el presente , es decir, a estar más enfocados con lo que está pasando ahora.
Idealmente, la práctica de mindfulness en las escuelas debería formar parte de un programa integral de
aprendizaje socio-emocional y estar coordinado por algún profesional entrenado para tales fines, a cargo de
alguno de los muchos profesionales idóneos que hay en el país.
El trabajo de enseñar es estresante. Pero no tiene por qué sostener ideas antiguas. (Universal History
Archive/Shutterstock)
Aprendizaje y clima institucional
Cuando la cultura institucional no promueve un ambiente seguro, se rompe el compromiso de los alumnos
con el proceso de aprendizaje. Un clima institucional negativo genera barreras que afectan el aprendizaje.
Un programa integral de bienestar socio-emocional nos permitirá contar con más escuelas con un mejor
clima institucional, clave para fomentar una mejor calidad de vida en las escuelas; es decir, que todos los
actores de la escuela se sientan a gusto, que se produzcan altos aprendizajes y baja amenazas. Las amenazas
son aquellas situaciones que generan que un alumno no se sienta tranquilo como para poder hacer una
pregunta o cometer un error. Es decir, el mindfulness también colabora para contar con aulas sanas. Un aula
sana es un aula en donde el alumno se siente seguro emocionalmente.
Después de todo, alguien que tiene miedo que lo carguen, humillen o expongan, no puede desplegar todo su
potencial creativo.
Mindfulness para docentes
Claramente el docente desempeña un rol clave en el clima emocional y social del aula. Sin embargo, el estrés
y el síndrome de desgaste profesional afectan sus vidas y la calidad de enseñanza.
El burnout, o síndrome de desgaste emocional, es un estado de agotamiento emocional, mental, y físico
causado por un excesivo y prolongado estrés. Mientras ese estrés continúa, uno comienza a perder el interés
o motivación que lo llevaba a hacer las cosas. En el estrés todo es mucho: mucha presión, que demanda
mucho, física y psicológicamente. La gente estresada, de todos modos, cree que cuando todo se ordene se
va a sentir mejor. El burnout, por el otro lado, es sentir que nada es suficiente. La persona se siente vacía, sin
motivación, y ya no le importa nada. La gente que sufre de burnout no ve una salida.
Enseñar es una de las profesiones más estresantes que existen. El haber pasado de docentes que enseñan a
docentes que aprenden en la pandemia, pasando por conductas disruptivas de los alumnos, la presión de los
padres y autoridades de la institución, fechas límites, y demás, hacen que muchas veces se deterioren las
relaciones entre docente y alumnos. El docente pierde su paciencia, le dedica menos tiempo al trabajo, se
enferma más y algunos, hasta abandonan la profesión. La práctica de mindfulness por parte del docente
ayuda a disminuir el estrés y el burnout.
Un docente centrado, que se siente bien, que está conectado y enfocado, y por sobre todo que concibe a su
salón de clases como una comunidad, va a generar las mejores condiciones para que él pueda enseñar y sus
alumnos aprender.
Es muy importante señalar que la formación y el desarrollo profesional de los docentes es una condición sine
qua non para implementar cualquier tipo de programa de manera exitosa en el aula.
¿Y qué pasa con el tiempo? No es cuestión de tener tiempo, es cuestión de hacer tiempo para aquellas
prácticas que sabemos ayudan a los chicos a encarar su educación con más y mejores herramientas. El
mindfulness es fácil, simple, y no requiere de ninguna inversión, más que la de un docente idóneo en el
tema. Si no es ahora, ¿cuándo?
¿POR QUÉ ES NECESARIO CAMBIAR EL DISEÑO DE LAS AULAS?
PorLaura Lewin 18 Ago, 2021 00:05 a.m. AR

¿Quién dijo que para aprender hay que estar sentado derecho, incómodo, en silencio y mirando para
adelante? Eso ya no va más en este siglo y menos con estos alumnos

Cómo es el aula de tus hijos

Cuando veíamos a la Familia Ingalls en la tele, podíamos ver cómo, en la escuela, todos los chicos se
sentaban mirando para adelante. Y tenía sentido, ya que la Srita. Beadle, la maestra, era la única fuente de
conocimiento. Había que mirarla y escucharla para aprender.
Con la transformación de la comunicación y la llegada de la tecnología, el aula, como espacio de aprendizaje,
¡quedó obsoleto! ¿Quién dijo que para aprender hay que estar sentado derecho, incómodo, en silencio y
mirando para adelante? Eso ya no va más en este siglo y menos con estos alumnos.
Seguir sentados mirando para adelante sirve cuando estamos frente a una clase magistral o para un trabajo
individual. Pero hoy los chicos aprenden no solo de escuchar al docente, sino de trabajar entre ellos, a través
de proyectos, de la co-enseñanza, de investigar, del trabajo colaborativo, del hacer, de las tablets, de videos,
de presentaciones, y muchos otros recursos.
Pensemos en un banco de aula. Seguramente lo podés ver en tu mente. Rectangular. Pequeño. En ese
espacio reducido, en donde casi solo entra una fotocopia, esperamos que los chicos “piensen a lo grande”.
Y ni hablar si necesitamos que los chicos trabajen en grupos, aún con las limitaciones de la pandemia. ¿Cómo
pueden trabajar en grupos, sintiéndose todos incluidos en ese formato tradicional? Y si decidieras mover los
bancos, ¿cuánto tiempo se demorarían? ¡Y el ruido que harían! Está claro que el mobiliario pesado, casi
atornillado al piso, no alienta el tipo de aprendizaje en donde el alumno es protagonista.
Los espacios estáticos no colaboran para despertar el interés de los alumnos. El aprendizaje es un proceso
activo. Aprendemos más haciendo que viendo o escuchando. Recordamos mucho más el conocimiento que
usamos.
Las aulas hoy deberían diseñarse para generar el mayor interés posible en los alumnos y para que ellos
reciban conocimientos de múltiples fuentes, no sólo del docente, quien, en definitiva, debiera ser un
facilitador de toda esta información. ¿Estaremos diseñando aulas en función de lo que sabemos hoy acerca
de educación, o de lo que sabíamos de educación en el pasado?

Espacios de aprendizaje activos (iStock)

Espacios de aprendizaje activos


Los espacios de aprendizaje afectan a los alumnos y a los aprendizajes. El aula no es solo un espacio físico
en donde se enseña y se aprende, es el lugar en donde debemos optimizar recursos y tiempos , en donde el
alumno se relaciona con sus compañeros y sus docentes. Ahora bien, no se trata de decorar el aula, se trata
de diseñarla para mejorar los aprendizajes. Si lo que buscamos es que los alumnos se involucren tanto desde
lo emocional como desde lo cognitivo, el espacio físico en donde se encuentran debe ser el propicio.
Pensemos en una librería con una sección de libros infantiles Un niño entra con un adulto, se dirige a esa
sección y toma un libro. Se sienta en el piso, en hamacas, o donde les parezca cómodo, y se pone a leer. ¿Por
qué? Hay algo de ese espacio que lo invita a interactuar. Lo activa.
Lo contrario suele ocurrir en los museos: si abundan los carteles de “prohibido tocar”, los chicos se van a
aburrir, se van a querer ir, o ambos .
Recuerdo que cuando mi hija era chica, la llevaba a uno de esos restaurantes de comida rápida que tenían
un pelotero. Apenas lo veía, se excitaba y salía corriendo a treparse. Pero si íbamos a otro tipo de
restaurante, tal vez más sofisticado, se me acercaba al oído y me decía: “Má, este es fino, ¿no?”. Los lugares
envían un mensaje silencioso pero muy poderoso.
El aula, tal y como está diseñada hoy en muchísimas escuelas, con alumnos en bancos, uno detrás del otro,
también envía un mensaje: “A sentarse en silencio”.
Desde hace siglos, las aulas siguen igual. El aula tradicional fue diseñada para un mundo que ya no existe. Si
los adultos recordáramos nuestro salón de clases no sería muy distinto a como son ahora. El aula debería
poder estar alineada a las necesidades de los alumnos de este siglo y a los recursos ya existentes. Como
hemos dicho, entender que el aprendizaje es un proceso activo, que aprendemos más haciendo que
escuchando y que solo recordamos el conocimiento que usamos, nos acercaría a un espacio de aprendizaje
de este siglo, a un aula activa.
Pensemos en un entorno en donde la flexibilidad no la den los muebles sino los propios alumnos. Los chicos
podrían trabajar donde quisieran, cuando lo necesitaran. Podríamos tener espacios para el trabajo grupal,
para la colaboración, espacios de tranquilidad para el trabajo individual, espacios de investigación, para
proyectos…

Promover espacios en el aula

Algunos espacios que podemos contemplar dentro del aula:


- Espacios de escucha y observación. Ya sea que el docente esté dictando una clase o que nos visite un
invitado, generar espacios para recibir la información también requiere un plan. Si tenemos poco lugar, las
gradas son de gran ayuda. Se pueden hacer de madera o bien pensar en encimar pallets: uno adelante, dos
encimados en el medio y tres en torre atrás. Si los alumnos necesitan tomar nota, verificar que se pueda ver
y oír desde todos lados. No olvidemos controlar la contaminación auditiva: es muy difícil concentrarse si no
se puede oír bien. Algunos almohadones o pufs adelante no solo descontracturan el espacio sino que
ofrecen mejores oportunidades para que todos vean bien. Imaginate un gran fogón con los chicos junto al
fuego mientras escuchan una gran historia. Ese debería ser el espíritu de este espacio.
- Lugares de trabajo grupal. Imaginate una visita a un pub con amigos. Todos sentados en mesas altas,
acercándose para conversar. Ese es el clima que debe reinar en el aula: alumnos que piensan, resuelven y
aprenden juntos. Para esto, los espacios en altura son ideales. Podemos generar estos lugares de diferentes
maneras: con mesas altas y banquetas para una tormenta de ideas o una discusión, con mesas de altura
normal y trabajo en sillas y piso, o, si el espacio exterior es una opción, ramas de árboles para que algunos se
sienten en ellas y otros en el pasto. La altura le da una novedad al esquema del aula. Lo importante acá es
trabajar con la diferencia de altura, independientemente de cómo lo logres.
- Espacio para la discusión o debate en grupos. Edward Harkness diseñó un método mediante el cual los
alumnos se sientan en grupos alrededor de una mesa, para debatir algún concepto. El método que lleva su
nombre utiliza la mesa como elemento central. El docente se convierte en un facilitador que modera la
conversación para que los alumnos no se desvíen del tema. También podríamos trabajar con roles: uno de
los alumnos podría ser el moderador para asegurar que todos los chicos estén en tema y para que nadie
monopolice el debate y puedan participar todos; otro puede controlar el nivel de la voz para que no hablen
demasiado alto, o si se trata de una clase de idioma, alguno puede asumir el rol de controlador para verificar
que todos hablen en esa lengua extranjera.
- Lugares de participación activa o cultura maker. Son espacios de aprendizaje para que los alumnos puedan
“hacer”. Desde experimentos hasta proyectos en grupos, este lugar activo brinda un espacio físico amplio
para que puedan comunicarse sin barreras, puedan manipular herramientas y cuenten con los recursos
necesarios para los objetivos del proyecto, como puede ser una impresora 3D o un carrito para transportar
objetos, cualquier recurso puede ser parte del rincón de la cultura maker.
- Espacio de presentaciones. Decorado para el fin que se busca, este espacio puede tener espejos para que
los alumnos se puedan ver, una pequeña cámara o celular en un trípode, alguna tarima, o lo que el docente
necesite para que los chicos puedan realizar presentaciones, dramatizaciones o cualquier otro tipo de puesta
en escena. ¡La creatividad al servicio de los alumnos!
- Espacios de calma. Desde unos pufs para los más grandes hasta un rincón de la calma para los más
pequeños, es necesario que el aula cuente con lugares en los cuales los chicos puedan volver a su eje o de
hacer un trabajo de reflexión personal en caso de así necesitarlo. Un alumno puede tener la necesidad de
leer en silencio, o de conectar lo que acaba de aprender con alguna experiencia de vida y estar en silencio; o
algún alumno puede requerir volver a la calma después de un episodio de enojo. Los espacios de calma son
estructurados pero privados. Invitan a la reflexión, a la tranquilidad. Ofrecen una variedad de objetos,
como hojas y lápices para colorear, masa para descargar tensiones, una caja con arena para tranquilizarse,
pelotitas anti-estrés, algo de música. Algún cartel orientativo que invite a los alumnos a ocuparse de ellos a
través de una lectura de reflexión, un automasaje, un escaneo mental del cuerpo para identificar emociones
que los puedan estar afectando, papel y lapicera para una rápida nota a ellos mismos, tarjetas con ejercicios
de mindfulness, etc.
- Espacios privados. Algún espacio de poca visibilidad, tal vez cercado por un biombo, puede ser el lugar
perfecto para que un docente ayude a un alumno que necesita más apoyo. También puede ser útil para
tener una conversación en privado o para algún alumno tímido que necesite aislarse del resto para realizar
alguna actividad.
- Espacio de la tecnología. Idealmente, cada alumno debería poder acceder a sus propios dispositivos
móviles en el aula para fines pedagógicos, y claramente en estos tiempos de pandemia, este ha demostrado
ser un gran desafío para la educación. Pero aun así, sería deseable contar con un espacio en el cual los chicos
pudieran conectarse digitalmente con otros alumnos de otras ciudades o inclusive de otros países, buscar
información, trabajar juntos o imprimir algún documento, haría de este espacio un lugar central del aula.
¿Por dónde empezar? ¡Por preguntarles a los protagonistas! Los alumnos son quienes más saben qué
necesitan para estar cómodos en el aula. Pediles que saquen fotos del aula y las analicen: ¿dónde se sientan
los más inquietos? ¿Y los más tímidos? ¿Por qué? ¿Dónde se ubican para trabajar en grupos?
¿Dónde hay más luz, más ruido, más tranquilidad? ¿Por dónde circulan los alumnos? ¿Y los docentes?
¿Cómo aprenden mejor? ¿Cómo les gusta sentarse? Si pudieran elegir una posición ideal para trabajar en
clase, ¿cuál sería? Con esta información y las áreas que mencionamos más arriba puedes comenzar por
rediseñar el aula para transformarla en un espacio que optimice las oportunidades de aprendizaje de todos.
En los últimos tiempos ya hemos visto la necesidad de cambiar algunas cosas en pos de una educación
mejor. Las instituciones educativas deben aggiornarse como consecuencia de los cambios en la enseñanza
y el aprendizaje. El uso eficiente de las instalaciones educativas es cada vez más importante. Debemos re-
pensar los espacios de aprendizaje para favorecer la generación de conocimiento por los mismos alumnos.
Tenemos que re conceptualizar, rediseñar y repensar el uso del espacio. Los espacios de aprendizaje tienen
que motivar y estimular.
¿ES NECESARIO DINAMITAR EL SISTEMA EDUCATIVO?
PorLaura Lewin 04 Ago, 2021 00:05 a.m. AR

“Debemos hablar de una nueva educación”, dice la autora de este artículo. “Una que combine las bondades
de un sistema que en su momento funcionó con los conocimientos nuevos que la ciencia nos presenta, para
llegar a alumnos de este siglo. Muchos docentes siguen enseñando como ellos aprendieron, y de esta
manera, enseñan para un mundo que ya no existe”.

Todos venimos “formateados” para ser seres curiosos y activos. Tenemos una especie de interruptor que ya
viene, por default, encendido de fábrica. Pensemos en un niño que abre cajones, da vuelta cajas, se cae, se
ríe y se vuelve a levantar. Esto es lo más natural para los chicos.
Cuando nuestros alumnos dejan de ser personas curiosas, activas y ya no están ni emocional ni
cognitivamente involucradas, tenemos que preguntarnos qué sucede. ¿Qué fue lo que ocurrió que ese
interruptor se apagó? ¿Será posible pensar, tal vez, que sea la misma escuela la que apaga el interruptor?
Los sistemas educativos nacionales nacen en los albores de la Revolución Industrial con el claro objetivo de
formar mano de obra para el trabajo. Esa intención primaria, lamentablemente, sigue vigente y a
contramano de los cambios del mundo actual.
Cuando la enseñanza está basada en el docente, el alumno muchas veces no sólo pierde la iniciativa por
aprender, sino que además lo disfruta menos, y ¡aprende menos! Para que los alumnos aprendan
necesitamos generar estrategias de aprendizaje activos y esto comienza con la curiosidad. Es decir,
generando oportunidades en donde los alumnos puedan hacer preguntas y buscar soluciones. El aula
tradicional y las clases expositivas fueron pensadas para un mundo que ya no existe. Está claro que los
alumnos de hoy, con tantos estímulos a su alrededor, no pueden limitarse a aprender mirando y escuchando
a un docente. Ese tipo de enseñanza caducó. Esperamos que nuestros alumnos sean innovadores y
autónomos en un sistema que los pone en una cubetera. ¿Cómo los ayudamos a desarrollar su creatividad y
curiosidad cuando se los limita a escuchar y anotar? ¿Cómo hacemos para motivarlos cuando muchos no le
encuentran sentido a la educación que reciben?
El aula tradicional y las clases expositivas fueron pensadas para un mundo que ya no existe (Shutterstock)
En un contexto saturado de información, en el que lo que deseamos conocer está a un clic de distancia, ¿la
enseñanza debe continuar basada en la transmisión de información o debemos enseñar por habilidades?
Nuestros alumnos no solo deben adquirir conocimientos, sino que también deben saber qué hacer con esa
información: dónde, cuándo y cómo utilizarla. Esto no significa que el contenido no sea importante; lo es, y
mucho. Pero debemos poner el foco en que los alumnos puedan aplicar la información, no simplemente
recordarla.
Este sistema continúa dándole mucho más crédito a las materias tradicionales que a otras, alejando a
muchos niños y jóvenes de sus pasiones o fortalezas. Muchos de ellos terminan sus estudios sin siquiera
saber qué les interesa. Poco autoconocimiento para un mundo en donde, como decía Carl Jung, nacemos
originales y morimos copia.
Una clase relevante empodera al alumno para que utilice su conocimiento y pueda resolver situaciones
reales que tengan más de una solución posible. Una clase relevante es aquella en donde se trabaja lo que el
docente considera importante, pero a su vez, teniendo en cuenta los intereses de los alumnos. ¿Cómo
puede ser que nunca nadie les haya preguntado a los alumnos sobre qué quieren aprender?
Enfocarse en estrategias que enfaticen el trabajo de habilidades resulta imperioso. Todos deseamos alumnos
que puedan pensar por sí mismos, pero en la práctica sigue siendo todo un desafío. Nos entristece ver cómo
muchos alumnos universitarios no pueden leer o comprender párrafos de mediana dificultad, o copian y
pegan información de internet. De hecho, muchos estudiantes hacen trampa en los exámenes porque el
sistema educativo valora más las calificaciones que el aprendizaje.
Cuando los docentes ponen el foco en que sus alumnos aprueben exámenes, pero no les dan las
herramientas para pensar de manera crítica o creativa, están enviando un mensaje claro: el objetivo de la
escuela es aprobar. ¿Es ese, realmente, el objetivo de la escuela?

Cuando los docentes ponen el foco en que sus alumnos aprueben exámenes, pero no les dan las

herramientas para pensar de manera crítica o creativa, están enviando un mensaje claro: el objetivo de la

escuela es aprobar. ¿Es ese, realmente, el objetivo de la escuela?


Necesitamos empezar a avanzar y dejar atrás la idea de que el contenido es lo único importante. Enseñar a
pensar es clave para aprender. Pero un requisito imprescindible para enseñar a pensar es que el docente
sea consciente de los procesos de pensamiento que demanda o promueve en su aula. Esto se denomina
capacidad metacognitiva. Docentes más metacognitivos favorecerán un alumnado más metacognitivo. Más
que repetir conceptos de memoria, debemos darles a los alumnos la oportunidad de resolver problemas, de
crear, de fusionar el contenido académico. Debemos poner foco en un aprendizaje más integral y trabajar
una cultura de pensamiento en el aula en donde se valore el pensamiento y abunden oportunidades para
pensar.
Para lograr esto, debemos, como docentes, dar un paso atrás. Esto es, descentralizar la clase y permitirles a
nuestros alumnos tomar el control de su propio aprendizaje; deben sentir que tienen las herramientas y
habilidades para autogestionar sus propios aprendizajes.
¿Debe implosionar el sistema educativo? ¿Debemos barajar y dar de nuevo?
No. Pero sí debemos hablar de una nueva educación. Una que combine las bondades de un sistema que en
su momento funcionó con los conocimientos nuevos que la ciencia nos presenta, para llegar a alumnos de
este siglo. Muchos docentes siguen enseñando como ellos aprendieron, y de esta manera, enseñan para
un mundo que ya no existe.
Para que los alumnos aprendan, deben estar involucrados no sólo física, sino también cognitiva y
emocionalmente, es decir motivados por aprender. Pero, motivar a los alumnos, ¿es tarea exclusiva del
docente?

Pensar la educación del siglo XXI: romper los paradigmas de épocas anteriores (Shutterstock)

Ya lo decía Aristóteles: “Las raíces de la educación son amargas, pero los frutos son dulces”. Aprender
implica dedicarle horas a leer, completar actividades, o a resolver problemas. Claramente, jugar con los
amigos es más divertido. Pero ¿cómo vamos a aprender a enfocarnos, concentrarnos, priorizar, o tomar
buenas decisiones si todo lo que se hace en la escuela es afable para el alumno? Aprender también implica
desarrollar aquellas habilidades que les van a permitir memorizar (sí, algunas conocimientos hay que
memorizarlas para practicar otro tipo de habilidades) o leer un texto largo prestando atención. O desarrollar
la resiliencia para volver a entregar un trabajo que no llegó al nivel esperado.
Desarrollar en los alumnos habilidades como el auto conocimiento, el valor del esfuerzo y la perseverancia
serán claves para que el alumno pueda aprender, aunque no se trate de su tema favorito. Es decir, hay una
parte que le corresponde al docente (el presentar el contenido de una manera interesante, relevante y
significativa), pero otra parte que le corresponde al alumno.
Y otra, a la familia. Los padres o tutores construyen el pilar sobre el cual se apoyan los valores y si bien no
deben reemplazar al docente, pueden ser grandes influencers y ayudar a sus hijos a aprender a través del
desarrollo de habilidades como la concentración, la organización, la empatía, el manejo del tiempo, la
impulsividad, y el respeto, entre otras.
Y hablando de respeto, la clave para que la educación de excelencia sea posible está en el respeto.
Necesitamos que el sistema, los padres y los propios alumnos respeten a los docentes. Si bien cuando
éramos chicos la autoridad se imponía a través de la edad o del cargo, hoy la autoridad no puede imponerse
en ningún ámbito. Se la deber construir, día a día, a través de la idoneidad, del respeto y la credibilidad.
La calidad del sistema educativo no puede ir más allá de la calidad de sus docentes . Cada día se hace más
evidente la necesidad imperiosa del reciclaje continuo de los profesionales de la educación. Habilidades
como el upskilling (mejorar las habilidades propias) y reskilling (incorporar nuevas) ya no son optativas.
Sea cual fuere nuestro ámbito de trabajo y la edad del alumnado al cual nos dirigimos, los continuos cambios
en la sociedad y en las relaciones personales, así como los avances curriculares y de las ciencias de la
educación modifican rápidamente los conceptos y elementos condicionantes de nuestro quehacer cotidiano.

¿Podría actuar un médico del siglo XIX en un hospital de hoy? ¿Y un maestro del siglo XIX en una escuela

actual?
La formación docente siempre ha sido, al igual que los diferentes diseños curriculares, un tema de
“actualidad”, ya que la escuela debe avanzar al mismo tiempo que lo hace la sociedad. Es común que se
plantee la necesidad de una formación permanente desde el siguiente planteo: ¿podría actuar un médico
del siglo XIX en un hospital de hoy? Decididamente no. Los instrumentos y tecnología actual le demandarían
mucha capacitación antes de poder utilizar los recursos del siglo XXI.
Ahora bien ¿y un maestro del siglo XIX podría hacerlo en una escuela actual? Todos podemos coincidir en
que tendría una mayor facilidad de intervención en la escuela que el médico en el hospital. Y todos tenemos
claro que la escuela, la sociedad, los alumnos, etc., han cambiado de manera radical en este siglo, y mucho
más aun, en estos últimos dieciocho meses. La pandemia nos enseñó que todo puede cambiar en segundos.
Las habilidades de adaptación y resiliencia toman una nueva dimensión. Necesitamos ofrecerles a los
alumnos oportunidades para que desarrollen aquellas habilidades que los van a empoderar para poder
aprender siempre, aún mucho después de su tiempo en nuestras aulas.
Dentro del campo de la enseñanza es necesario un proceso de acomodación a nuevos parámetros, métodos
y conceptos, pero sin abandonar lo que necesitamos en el aula para aprender: respeto, disciplina, y auto-
motivación. Todos debemos involucrarnos, propiciando contextos para que los chicos puedan estar
ilusionados y motivados por aprender. Los equipos directivos desde su liderazgo, los docentes con su rol de
guías, las familias como colaboradores imprescindibles y los alumnos con su implicación y esfuerzo. Para
preparar a los alumnos para el mañana, necesitamos transformar la educación hoy. Cuanto antes
comencemos, mejor.
ESTUDIANTES CON ALTAS CAPACIDADES: EL GRAN DESAFÍO PARA LA ESCUELA
PorLaura Lewin 30 Jun, 2021 00:05 a.m. AR

La educación debe estar preparada para contemplar la diversidad y la problemática de todos los estudiantes.

Estadísticamente, un estudiante por curso debe tener altas capacidades

Algunos estudiantes muestran una inteligencia muy superior a la media, un potencial para desarrollar, una
forma de aprender y de sentir diferente, y un desarrollo asincrónico. Son chicos de altas capacidades
(AACC).
Si bien este término va evolucionando, y antes se lo asociaba a un alto rendimiento académico y luego con
un elevado cociente intelectual (CI), hoy en día la Asociación de Altas Capacidades de Argentina lo define
como un potencial por desarrollar. Sabemos que los niños con AACC son aquellos que tienen una capacidad
de aprendizaje superior a la media y una forma de aprender radicalmente distinta, que los diferencia del
resto de niños de su edad. Puede tratarse de un tema intelectual, pero también motriz, artístico o de otro
tipo. Es decir, las altas capacidades no están limitadas a lo intelectual.
Un estudio del área de neuropsicología de la Universidad de Córdoba estima que al menos un 15% de los
niños tienen altas capacidades. De ellos, un 2% son superdotados y un 13% talentosos. Imaginemos un
mundo que va demasiado lento para ellos. Y encima se les pide que esperen.
Los alumnos con altas capacidades pueden ser superdotados, talentosos o tener capacidades excepcionales.
Pueden destacarse en todas las áreas, tener talento en áreas específicas o sobresalir en algunas otras.
Pero también pueden presentar dificultades de aprendizaje, ya sea porque nunca adquirieron hábitos de
estudio o bien porque su motivación ha decaído. Son chicos que muchas veces se sienten la oveja negra del
grupo y padecen desde burlas hasta bullying. Pueden, también, por temor a esas cargadas, tratar de pasar
desapercibidos, para intentar encajar. Se hace muy difícil desarrollar todo el potencial de estos chicos en un
ambiente hostil.

Los alumnos con altas capacidades pueden ser muy buenos estudiantes... o muy malos

Pero atención: no siempre las altas capacidades son sinónimo de éxito académico. La falta de hábitos de
estudio y la falta de motivación son un combo explosivo que muchas veces termina en chicos que
abandonan la escuela.
Es necesario fomentar, cultivar y desarrollar los talentos especiales de estos alumnos e incentivarlos para
que apliquen el pensamiento lateral a ideas, cuestiones y situaciones complejas, aunque algunos de ellos
requieran apoyo para el aprendizaje en otras áreas.
Tristemente, el sistema nos sigue diciendo qué se debe estudiar, de qué forma y cómo aprenderlo. En un
modelo tradicional de educación, todo se hace de manera estandarizada: todos hacen lo mismo y al mismo
tiempo. Pero hoy por hoy, tener a todos tus alumnos haciendo lo mismo al mismo tiempo ya no generará
ningún valor agregado.
Una instrucción personalizada toma como punto de partida al alumno. Si cada uno de nosotros aprende a su
propio ritmo, tiene preferencias sobre cómo aprender y disfruta de diferentes maneras, es lógico pensar que
aprenderíamos más de una manera personalizada, que como si fuéramos parte de una línea de producción.
Debemos permitirles a los alumnos manejar su propia autonomía. Esto significa centrar la atención en
ellos, permitirles explorar y aprender de acuerdo con sus propios estilos y fomentar su propia
responsabilidad.

Muchos estudiantes con altas capacidades pueden ser víctimas del prejuicio de sus compañeros
(Shutterstock)

De la misma forma en que hay alumnos que necesitan de mayor apoyo o acompañamiento, hay otros con
altas capacidades que también necesitan recorrer trayectorias diferentes. Estas trayectorias implican el
rediseño de los contenidos para permitirles llegar a su máximo potencial. ¿Cómo se ve esto reflejado en un
aula?
Tomemos el caso de un alumno de primer grado. Están viendo en matemática los números del 1 al 50.
Podemos pedirle, por ejemplo, que haga diez cuentas, sumando y/o restando con unos números designados,
para llegar a cincuenta. Por ejemplo, 100 -20 -40 + 10. Podemos complejizar la consigna pidiéndole que no
repita ciertos números, etc. Es decir, el contenido en este caso es el mismo, lo que se les pide es llegar a otro
nivel.
Otras opciones para acompañar a los chicos con altas capacidades sería alentarlos a encontrar a otros
alumnos, tal vez del mismo ciclo pero no necesariamente de su mismo curso, que tengan sus mismos
intereses (robótica, escribir poesía, analizar cuentos, cómo construir algo, etc) y si suman veinte alumnos
con su mismo interés, se abre un taller acerca de ese tema. Lo interesante de esto es que son ellos quienes
deben autogestionarse. Aquí deben trabajar el autoconocimiento, las habilidades de comunicación, toma de
decisiones, resolución de problemas, etc.
También pueden juntarse para prepararse y participar de un hackatón u olimpíadas de matemáticas, o
alguna competencia. La idea siempre es desafiarlos para que desarrollen su mayor potencial, no castigarlos
con más tarea.
¿Qué pasa si un nene de cuatro años sabe perfectamente cómo funciona el sistema digestivo o circulatorio?
¿Lo enviamos a la universidad? No, porque se perdería de aprender muchísimas otras cosas pertinentes a su
edad, que debe aprenderlas en el nivel inicial, desde normas, reglas, vincularse, trabajar en grupo, etc.
Hay casos en donde los niños están avanzando también desde lo social y emocional. Ahí tal vez se puede
pensar en una aceleración de un año si tuvieran una capacidad de aprendizaje acorde a una edad superior. El
trabajo en conjunto de un psicólogo y un psicopedagogo nos acerca a un diagnóstico y a un curso de acción.
La realidad es que debemos siempre priorizar la necesidad de los chicos, ver qué necesitan para llegar a su
mayor potencial, y generarles oportunidades de aprendizaje significativas. Desde el trabajo por proyectos, el
diseño universal de aprendizaje, agruparlos con otros chicos de otros cursos con los que tal vez compartan
intereses, o la ampliación del proyecto curricular, todas son opciones válidas que tenemos que tener en
cuenta.
Necesitamos una educación para todos. Cuando un chico se siente ignorado, debemos preguntarnos si el
sistema está funcionando como debiera o si, tal vez, debemos hacer los ajustes pertinentes para incluir a
todos. No a algunos solamente.

¿SE ENSEÑA A PENSAR EN LAS ESCUELAS?


PorLaura Lewin 19 May, 2021 00:05 a.m. AR

El pensamiento es el bien más importante que puede desarrollar un niño

“Joven pensando”, de Irma Stern

Pareciera de sentido común que los chicos puedan pensar por sí mismos, pero hoy es más ciencia ficción que
realidad, cuando vemos con tristeza como chicos universitarios no pueden leer y comprender párrafos de
mediana dificultad, o que todos los chicos imitan comportamientos sin sopesar ventajas y desventajas. El
pensamiento crítico no está, lamentablemente, en la escena principal de nuestras aulas.
La pregunta es ¿se puede enseñar a pensar? No sólo se puede. Se debe. Pero cuidado, no debemos
enseñarles a los niños qué pensar --eso es adoctrinar-- pero sí debemos enseñarles a pensar. Y a pensar… ¡se
aprende!
Por mucho tiempo la escuela ha sido un lugar en donde había que memorizar contenido. Eso daba como
resultado alumnos que estudiaban, rendían, y aprobaban, pero sólo para olvidar todo a los pocos días.
Y peor aún, en un mundo en donde todo pareciera ya estar resuelto como buscar una receta en internet,
usar Waze en vez de recordar un recorrido, buscar en Google lo que fuese que necesitemos, pensar no
parecer una prioridad. Ya lo decía Aristóteles: “El asombro es el origen del pensamiento”. Pero ¿cómo
enseñarles a pensar a los chicos cuando ya casi nada los asombra?

Pensar fuera de la caja (Shutterstock)

Ser conscientes que los alumnos deban pensar de manera crítica, creativa, científica, y de otras maneras no
significa que puedan hacerlo. Debemos brindarles las herramientas para desarrollar las habilidades
necesarias. Estas herramientas van desde rutinas y destrezas de pensamiento, pasando por desarrollar
hábitos y resolver problemas, alentarlos a justificar sus respuestas, a muchas otras. También debemos ser
conscientes de las limitaciones de estos recursos: que un alumno complete una destreza de pensamiento
escribiendo lo primero que se le ocurre, no va a generar un pensamiento más profundo. Y ahí, el docente es
clave. Cuando el docente posee el conocimiento, las habilidades y el deseo, puede brindarles a los
alumnos las oportunidades para pensar.
Es decir, necesitamos que puedan tener un repertorio de habilidades que les permitan analizar, contrastar,
inferir, observar, cuestionarse, sacar sus propias conclusiones, etc., y que sepan dónde y cuándo hacerlo.
Por otro lado, los docentes, con buenas intenciones quieren enseñarles a sus alumnos a ser curiosos, a
pensar de manera crítica, a ser creativos, pero les dan información fáctica: fechas, datos e información, que
hoy están a un clic de distancia. No es el hecho de tener conocimiento lo que determina la comprensión,
sino lo que se puede hacer con ese conocimiento. Debemos ayudar a los alumnos a moverse desde los
temas hacia herramientas que los ayuden a pensar y a comprender. Aprender para comprender se parece
más a nadar que a aprender de qué se trata nadar. No es tanto lo que sabés acerca de la natación, sino si
podés nadar con lo que sabés.

Pensar: aprender antes que memorizar

¿Por qué debemos enseñarles a los chicos a pensar?


- Estudian, rinden, aprueban y a los pocos días se olvidan de todo. ¿Hubo aprendizaje? No. Hubo
memorización.
- Porque aprender a pensar es mucho más interesante que tener que memorizar respuestas para olvidarlas a
los pocos días.
- Porque fomenta el desarrollo de habilidades esenciales para la vida como la comunicación, el pensamiento
creativo, el pensamiento crítico, la colaboración, entre otras, esenciales para tener una vida satisfactoria.
- Porque al construir el aprendizaje, mediante diversas técnicas y recursos, los alumnos alcanzan una
comprensión más profunda. El aprendizaje es una consecuencia del pensamiento. Cuando hablamos de las
habilidades superiores del pensamiento nos referimos al cerebro haciendo conexiones, y produciendo
niveles de comprensión más profundos (poder justificar, deducir, analizar, contrastar, explicar con tus
palabras, etc).
- Porque pone el foco en lo importante: aprender (y no memorizar o aprobar)
- Porque les brinda mayor autonomía en su propio aprendizaje, lo que a la vez genera mayor auto disciplina
y que puedan auto gestionar su propio aprendizaje.
- Porque valora el esfuerzo y la perseverancia para mejorar. Un alumno que se esfuerza y persevera logra
mejorar.
- Porque cuando un alumno está involucrado cognitivamente pierde noción del paso del tiempo: “¿Cómo?
¿Ya terminó la clase? ¡Qué rápido que pasó!”

Fomentar el pensamiento crítico en niños

Cuando en el aula se trabaja exclusivamente con preguntas fácticas (las que tienen una sola repuesta, por
ejemplo, en qué año pasó tal cosa, etc), con ejercicios de multiple choice, o unir con flechas, ¿cómo
sabemos si comprendieron o están adivinando? ¿Eso significa que debemos dejar de darles ejercicios como
los de elección múltiple? No. Significa que debemos conocer sus limitaciones y complementarlos con otro
tipo de ejercicio que les permita pensar de maneras más profundas, procesar la información, aplicarla y
crear algo con lo que están aprendiendo.
Cuando, por otro lado, les permitimos a los alumnos desplegar sus saberes a través de otro tipo de
actividades como grabar un podcast, diseñar mapas mentales, líneas de tiempo, blogs/vlogs, escribir un
cuento, hacer un experimento, enseñarle a un compañero, participar de un debate, un proyecto de
investigación, etc., ahí vemos que los alumnos deben integrar lo visto en clase, requiere de un pensamiento
de orden superior, hay una producción que los involucra, que es más “real”, lo que genera una mayor
motivación intrínseca.
El tema emocional no es un tema menor. Para que los alumnos puedan pensar deben darse una serie de
requisitos. El ambiente, por ejemplo, es un tema clave. Resulta muy difícil pensar de manera profunda en
un aula extremadamente ruidosa o en un clima hostil, o en donde los chicos no tienen tiempo de
expresarse. Con miedo no se puede pensar. Y si se los apura tampoco. Para pensar necesitamos de tiempo y
silencio.
Hay chicos que piensan de manera externa; son los que levantan la mano de manera instantánea y van
construyendo el pensamiento a medida que hablan. Otros piensan de manera interna. No expresan sus ideas
hasta que no las tienen elaboradas mentalmente. Muchas veces el docente escucha a los que piensan de
manera externa y los que necesitan de unos segundos más, no tienen chance.
El pensamiento es el bien más importante que puede desarrollar un niño. Puede ayudarlo a generar una
idea que pueda cambiar al mundo, a resolver un problema, a persuadir, a generar impacto, y por supuesto a
confiar en él. No sabemos qué les deparará el destino a nuestros alumnos. Brindarles herramientas para
poder pensar será clave para su futuro. El desafío de las escuelas es el de ayudar a los alumnos a pensar de
maneras diferentes, a desafiar nuevas inteligencias para que el día de mañana, cuando se encuentren con
alguna situación que los desafíe, no deban recordar qué hacer, sino pensar qué hacer.

CÓMO IMPACTAR POSITIVAMENTE EN NUESTROS ALUMNOS


PorLaura Lewin Publicado: 16 Jun, 2021 00:05 a.m. Actualizado: 16 Jun, 2021 10:39 a.m. AR

El regreso de la presencialidad en modo bimodal supone un nuevo desafío para los docentes: cómo
mantener en la virtualidad el vínculo emocional con sus estudiantes

No. Dictar clases en un entorno virtual no significa que debamos robotizar las clases. No somos un robot ni
una máquina que despacha contenido. La construcción de aprendizajes no se logra enviando consignas a
través de una pantalla.
Educar es sostener vínculos, como hemos dicho tantas veces, por lo tanto debemos buscar estrategias que
nos permitan personalizar y humanizar nuestras clases a través de la pantalla.
¿Cómo logramos desarrollar relaciones interpersonales a través de una cámara? Como siempre, la palabra
claves es el vínculo.
Al dictar clases virtuales, vamos a tener que resignificar muchas cosas: el valor de la voz, de una mirada, de
una postura...Vamos a tener que sentir la presencia del otro fuera de la presencialidad a la que estábamos
acostumbrados.
Foto de archivo de una estudiante tomando una clase a través de la APP de Zoom en Barcelona. Abril 2,
2020. REUTERS/ Albert Gea
Algunos consejos útiles para humanizar nuestras clases y atravesar esas pantallas:
Estar presente. Sin duda, sentirnos cerca a pesar de estar lejos es nuestra mayor prioridad, y para eso
debemos estar presente (de manera virtual, por supuesto). En la medida de nuestras posibilidades, si se
puede, intentemos abrir la clase 10 minutos antes para saciar el deseo y la necesidad de socializar, vernos la
cara, contarnos novedades... Dependiendo de la hora, podemos reunirnos antes y desayunar/merendar
todos juntos. Si no podemos abrir antes la clase, tal vez quedarnos un ratito después para contestar dudas.
Si ves un alumno que no está bien, no dudes en invitarlo a quedarse un ratito después de que se hayan ido
todos del zoom para conversar y, si es necesario, acompañar.
La clase
Nos dimos cuenta qué funcionaba, viendo qué no funcionaba. Algunos principios de las clases virtuales:
1. La enseñanza remota debe estar centrada en el alumno.
2. El vínculo es clave para que los alumnos puedan responder.
3. Se la debe usar para optimizar el aprendizaje. No es un sustituto del docente.
4. Nos debe ayudar a trabajar con el contenido de manera interactiva, significativa y relevante.
5. Debería, eventualmente, ayudar al alumno a desarrollar la autonomía y a ser aprendices de por vida.
Fomentar la auto-regulación de los alumnos es clave para lograr que construyan aprendizajes.
6. Necesitamos de una variedad de recursos pedagógicos- no sólo enseñanza seguida de algún tipo de
trabajo individual asincrónico.
7. Debe alentar la metacognición y la reflexión.
8. La retroalimentación cobra un rol predominante.
9. Los celulares en el aula son herramientas académicas, no sociales.
Clarisa Orfila, profesora de viola del programa de orquestas infantiles y juveniles de Buenos Aires, da clases a
sus estudiantes a través de zoom en su casa, durante la pandemia de coronavirus en Buenos Aires, Argentina,
el 16 de julio de 2020. Foto tomada el 16 de julio de 2020. REUTERS/Agustín Marcarian
Las oportunidades de aprendizaje se desvanecen cuando los alumnos están aburridos. La clase debe ser
interesante, para lograr involucrar a nuestros alumnos cognitiva y emocionalmente. Podríamos utilizar el
mismo método de la clase invertida para nuestras clases virtuales. Esto es, los alumnos aprenden el
contenido en la parte asincrónica, a través de un video corto, para luego utilizar la clase sincrónica, por
zoom, por ejemplo para maximizar, capitalizar y potenciar el tiempo cara a cara. En vez de enseñar por
zoom, ayudamos a los chicos a “aplicar” esta información, activando los aprendizajes.
No te olvides de la interacción: en tu secuencia didáctica incluí oportunidades de trabajo individual, en pares
y grupos, La interacción es clave.
¿Con qué vas a terminar tu clase para dejarlos con ganas de volver la clase que viene? Podemos mostrar un
videíto, hacer un anuncio, o un gancho motivacional que genere expectativa para la próxima clase. Puede ser
un resumen de la clase de una manera inusual, una pregunta disparadora, un concurso, o lo que se nos
ocurra. También podrías subir un video corto entre clase y clase para sostener la presencia y “vender” tu
próxima clase.
Tristemente, muchos docentes ven como sus alumnos apagan sus micrófonos y sus pantallas para prestarle
atención a cualquier otra cosa, menos a ellos. Estar involucrados significa hacer preguntas, involucrarse en
los debates, pedir ayuda si la necesitan, mostrar curiosidad.
La empatía
Ponernos en el lugar del otro será, sin duda, otro paso fundamental. No debemos olvidarnos que no todos
los alumnos pueden capitalizar el aprendizaje en línea.
Además de quienes no poseen dispositivos móviles o conectividad (los más afectados en la pandemia),
tampoco se benefician de las clases virtuales quienes son muy dependientes del docente, no han podido
desarrollar cierta autonomía, tienen una baja auto estima o baja confianza, quienes tienen trastornos de
aprendizaje, cuestiones emocionales o no cuentan tal vez, con el apoyo de sus familias, entre otras muchas
razones.
Podríamos preguntarnos, ¿qué necesitan mis alumnos para aprender? ¿Qué recursos tienen? ¿Cómo están?
No es lo mismo aprender cuando tengo un espacio propio, sin distracciones y los elementos que necesito,
que estar en el medio de la cocina, con mis hermanitos revoloteando y el perro ladrando. ¿Nos hemos
tomado el tiempo de trabajar con nuestros alumnos cuestiones ajenas al contenido pero que sin duda
ayudan a aprender mejor, como cuál sería el mejor lugar para tomar sus clases teniendo en cuenta sus
realidades? ¿Trabajaste la alfabetización digital con ellos para que estén tranquilos manejando las
herramientas de navegación, aplicaciones y demás? ¿Tenés un protocolo de clases virtuales que hable
claramente acerca de qué se espera de ellos y qué no? ¿Leo las consignas antes de enviarlas para
asegurarme que son claras? Anticipate, y ponete en sus zapatos.

Fachada del Colegio Nacional de Buenos Aires, que ocupa parte de la histórica Manzana de las Luces, en
pleno centro porteño.

La comunicación
¿Saben mis alumnos qué esperar de mí y de mis clases en las próximas semanas?¿Cuáles son sus
responsabilidades?
¿Saben cómo serán evaluados?
¿He abierto canales de comunicación para que puedan evacuar dudas, conectarse, comentarme lo que
necesitan?
¿Estás evaluando de manera formativa para ayudar a lograr los contenidos (versus para ver si lograron esos
objetivos)?
¿Ya he mantenido una reunión con los padres para comentarles acerca de lo que se ha hecho y cómo vamos
a continuar, evacuando dudas y generando confianza? Organizá un horario, aunque sea acotado, para estar
online para consultas.
¡Las TUTORÍAS son tan importantes como las clases! Intenten desde la escuela trabajar con un sistema de
tutorías antes de que tus alumnos caigan en un abandono pedagógico
La seguridad emocional
Prestá especial atención a las expresiones faciales.
¿Se sienten mis alumnos seguros en mi clase? ¿Pueden desplegar su potencial creativo y desarrollar su
pensamiento crítico sin miedo a que los burlen? ¿Da mi clase un profundo deseo de pertenecer? ¿Estoy al
tanto de cómo van avanzando mis alumnos con necesidades diversas, trabajando en equipo con sus
maestras integradoras o equipo interdisciplinario, en caso de necesitarlo? Un aula sana es clave para que tus
alumnos puedan llegar a su mayor potencial, y nosotros, como docentes, debemos velar por la seguridad
emocional de ellos.
Mostrá con ejemplos:
En el aula no entregás una consigna por escrito. Por lo general, la explicás.
Los alumnos que están en sus casas no tienen la posibilidad de preguntar si no entienden nada en el
momento, si estás trabajando de manera asincrónica. Por eso, es importante que expliques lo que buscás de
una manera clara. Cuando les mostrás a tus alumnos cuáles son tus expectativas, no sólo se comprometen
más sino que es más factible que logren los resultados esperados.
- Subí un video de un experto explicando el tema.
- Alentá a los alumnos a explicarse/enseñarse entre ellos.
- Mostrá con ejemplos.
- Escribí las consignas como si estuvieses hablando.
- Grabá un video muy breve- de dos minutos- para aclarar puntos relevantes.
- Mostrá algún ejemplo o trabajo excelente de un alumno y otro más flojo para demostrar qué esperás.

Aprender en un ambiente seguro

Se vos:
Me acuerdo que cuando escribí mi primer libro me obsesionaba con algo: que la gente que me conocía a
través de mis talleres y cursos pudiera oírme al leerme. Hoy te pido lo mismo: sé vos. Atravesá esa pantalla
con tu personalidad.
Escribí con calidez. En vez de: “aquellos alumnos que no hayan entregado sus trabajos no podrán rendir el
examen final”, probá con un " yo sé que han estado con mucho trabajo así que les agradezco a todos los que
han entregado sus tareas a tiempo. Si necesitan de mi ayuda, no dejen de avisarme así llegan bien
preparados al examen”.
Mostrá tu lado humano. Grabate cada tanto, usá el humor, sonreí. Los chicos necesitan verte y oírte.
Compartí experiencias, poné tu voz.
El clima:
De la misma manera que cuidamos nuestro hogar para que cuando venga alguien se sienta cómodo, intentá
que la clase sea un lugar agradable y que de un profundo deseo de estar ahí. Cada día tratá de identificar
quién no está participando como vos esperás y tratá de conectar de alguna manera con él. Diseñá algún
sistema para ver quién no participa activamente de la clase.¿Te gusta estar en la clase con tus alumnos? ¿Te
dan ganas de estar ahí? ¿te dan ganas de encontrarte con ellos igual a como te gusta estar en un aula física?
Si a vos, como adulto, te cuesta, y lo “padecés”, a tus alumnos les va a pasar lo mismo.
Mostrá tu compromiso y entusiasmo, cuidando el manejo del aula: tratá de alentar la comunicación entre los
alumnos antes y después de la clase, alentá a tus alumnos, ayudalos a triunfar.
Ritos y rituales
Al generar ritos y rituales, generamos una identidad grupal que nos une, nos fortalecen como comunidad,
nos refuerzan emocionalmente, y nos permiten hacerle frente a lo nuevo o desconocido con un sentido. Los
rituales que tenemos en el aula tradicional, en muchos casos no pueden trasladarse al aula virtual, pero de
acuerdo a la edad de tus alumnos, tenés diferentes opciones que te pueden servir....
** Algún ejercicio de mindfulness corto y grupal para iniciar la clase.
** Podés iniciar la clase con un mapa mental sobre lo que aprendieron la clase anterior.
** Pediles a tus alumnos de primaria que escriban sus emociones en su cuaderno/carpeta/chat. (Hoy es
martes y me siento...porque...).
** Pueden intercambiar sus fotos de perfil en la plataforma por alguna imagen que identifiquen cómo están
ese día.
** Pueden utilizar “pulgares” para contestar. Por ejemplo, a la pregunta de si está claro lo que estás
explicando, un pulgar para arriba significa “sí”, para el medio “más o menos”, para abajo, “no”.
También cinco dedos (utilizando una escala de uno a cinco- uno para no entendí y 5 para “profesional del
tema”. Después, podrías unir a los cinco con los uno para iniciar una red de tutorías. Después de todo,
cuando uno enseña, ¡aprenden dos!
** Una vez por mes festejar todos los cumpleaños de la semana...
** Al terminar la clase pueden postear en el chat una palabra que les quedó resonando de la clase, una frase
que los ayudó a entender el tema o una idea que se les ocurrió.
** Al término de la clase, pueden sacarse una foto grupal.
La idea es la de sentir que somos una comunidad. Somos un grupo y estamos acá unidos, a pesar de la
distancia.
Y no lo olvides, dictar una clase virtual no es difícil. No es complicado. Es DIFERENTE. La clase virtual tiene
otra lógica, otros ritmos, otros tiempos. De ninguna manera una clase virtual es una clase presencial a través
de una pantalla. Hacé un buen uso de lo sincrónico, lo asincrónico, el trabajo autónomo individual y grupal.
Tenés que hacerla tuya. Disfrutar de la experiencia. O como dirían los gauchos, hay que encontrarle el la´o
pa´ montarse al caballo.
Y no olvides: imposible llenar la taza del otro si la nuestra está vacía. Cuidate. Diseñá rutinas, recreos y
espacios para vos. A pesar de las imperfecciones, van a seguir pasando cosas maravillosas en tu aula,
simplemente porque estás empoderando a tus alumnos, independientemente de dónde estén. Un gran
abrazo a todos los docentes.

20 CONSEJOS PARA SOSTENER EL VÍNCULO EMOCIONAL CON LOS ESTUDIANTES EN LAS CLASES A
DISTANCIA
PorLaura Lewin Publicado: 02 Jun, 2021 00:05 a.m. Actualizado: 02 Jun, 2021 04:24 p.m. AR

Sostener la conexión con los estudiantes en un entorno virtual puede ser un desafío

Una estudiante en clase a través de Zoom (REUTERS/ Albert Gea)

Sostener la conexión con tus alumnos en un entorno virtual puede ser un desafío.
Como lo hemos conversado muchas veces, un aula segura desde lo emocional es la base de todo espacio
(presencial o virtual) en donde se den profundos deseos de pertenecer. Cuando los alumnos están en
entornos amigables donde se sienten seguros y el docente hace un esfuerzo genuino por conectarse con
cada uno de ellos, la energía fluye mejor. No lo olvides: sin vínculo no hay aprendizaje. Educar es sostener
vínculos.
Veamos:
- No te olvides que una clase virtual no es una clase presencial a través de una pantalla. La clase virtual
tiene otra lógica, otros tiempos, otro ritmo.
- Haceles sentir tu presencia. Que sepan que pensás en ellos, que los extrañás.
- Si un alumno falta o no enciende su cámara, llamalo o conectate de alguna manera. Te prometo (¡te
prometo!) que el impacto de un llamado personalizado de parte tuya va a generar un cambio de actitud.
- Abrí la clase temprano, sorprendelos con alguna noticia o novedad, desayunen juntos, conectate desde el
corazón. Aunque hayas podido desarrollar una conexión con tus alumnos de manera presencial, no olvides
que, a través de la virtualidad, tenés que comenzar de nuevo.

Clases a distancia (Foto: REUTERS/ Albert Gea)

- Saludalos por su nombre cuando vayan entrando a la sala.


- Chequeá el estado emocional de tus alumnos: dependiendo de su edad, puede ser mostrando su pulgar al
inicio de la clase (pulgar para arriba estoy bien; para el medio, más o menos; para abajo, nada bien). Esto te
puede dar una pista de con quiénes debés interactuar más ese día. Tal vez solo necesitan un mimo especial,
o reírse un rato.
- Diseñá algún sistema para ver quién no participa activamente de la clase.
- Para garantizar que involucrás a todos tus alumnos, poné palitos de helados en un frasco con los nombres
de los alumnos y cuando nombrás a alguno, sácalo.
- Fomentar la auto-regulación de los alumnos es clave para lograr que construyan aprendizajes. El
aprendizaje se produce cuando el alumno, no el docente, aprende a autogestionar sus propios
aprendizajes.
- Necesitamos involucrar a nuestros alumnos cognitiva y emocionalmente. Esto se logra a través de una
variedad de recursos pedagógicos, no sólo enseñanza seguida de algún tipo de trabajo individual
asincrónico.
- Las oportunidades de aprendizaje se desvanecen cuando los alumnos están aburridos. Sumado a esto, la
atención de los chicos en entornos virtuales es muy limitada. Recurrí a cápsulas de aprendizaje cortas pero
significativas.
- Cuando decae la atención, es momento de una pausa activa. Al moverse, aunque sea en su lugar, detrás
de su silla, el cerebro recibe más oxígeno, lo que mejora las funciones ejecutivas como la concentración.
- Sostené la relación. Esto puede ser con un video de 2 minutos entre clase y clase anunciándoles alguna
novedad, resumiendo el tema de la clase anterior, o invitándolos a participar de alguna actividad especial.
- Podés enviarles una encuesta para ver cómo van llevando la modalidad virtual. Podés pedirles que
marquen con una cruz cómo están (contentos, ansiosos, tristes, cansados, aburridos, desinteresados,
motivados,sobrepasados, etc), para luego explicar brevemente lo que han marcado. Además, pueden
comentarte cómo van en relación a las clases: 1 – Voy muy bien, con todas las tareas completas / 2 – Voy
bien, hice bastante, pero me faltan otras / 3 – Hice poco, me estoy quedando atrás / 4 – No hice casi nada
porque no quiero / 5 – No hice casi nada porque estoy confundido/a.

Clarisa Orfila, profesora de viola del programa de orquestas infantiles y juveniles de Buenos Aires, da clases a
sus estudiantes a través de zoom en su casa, durante la pandemia de coronavirus en Buenos Aires, Argentina,
el 16 de julio de 2020. Foto tomada el 16 de julio de 2020. REUTERS/Agustín Marcarian

- Podrían contarte qué planes tienen para esa semana (académicos y de ocio) y si necesitan algún tipo de
ayuda, qué sería.
- Asignales una pareja: de a dos deben encarar algún proyecto o estudiar juntos y una vez por semana,
deben “reportarse” y comentarte cómo ven a su compañero (siempre desde una mirada constructiva y
afectiva). Esto te va a dar pistas para poder conectarte un poco más con el alumno que te necesita, ya sea
para ayudarlo con el contenido o acompañarlo desde lo emocional.
- Si te es posible, enviá feedback por mensajitos de whatsapp. Son más rápidos ¡y mucho más efectivos!
- No olvides la importancia de lo social y de la interacción. Algunas experiencias áulicas deben ser
individuales, otras en pares y muchas otras en grupos (a través de pantallas compartidas en zoom, por
llamadas de whatsapp, por mail, etc).
- Innová: intentá algo que no hayas hecho hasta ahora. ¿Alguna visita inesperada? ¿A quién podés invitar a
tu clase? ¿Un escape room virtual?
- Incorporá espacios de consultas con vos para la retroalimentación. Dales oportunidades para volver a
intentar una actividad o proyecto. Evalualos con una mirada formativa para ayudarlos a mejorar.
- Cada día tratá de identificar quién no está participando como vos esperás y tratá de conectar de alguna
manera con él.
- Tenés una gran oportunidad de conectar con un alumnos, simplemente diciendo “Leí esto y me acordé de
vos”.
- Chequeá todo el tiempo para ver si están aprendiendo. No debemos suponer que aprenden, debemos
asegurarnos que lo hacen. Las muchas opciones de evaluación formativa te van a ayudar a tener el pulso de
tu aula.
- No olvidemos que no todos los alumnos están preparados para la virtualidad.

Una profesora da clase desde su aula (REUTERS/David W Cerny)

¿Quiénes padecen las clases virtuales?


- Obviamente quienes se quedan fuera del sistema por no tener conectividad o recursos tecnológicos.
- Aquellos alumnos que no han podido desarrollar su autorregulación y son muy dependientes del docente.
- Aquellos alumnos que poseen altos niveles de estrés o padecen trastornos emocionales.
- Aquellos alumnos que no disponen de estrategias de aprendizaje o una guía para acompañarlos en sus
trayectorias.
- Los que ya tenían problemas de desempeño en la clase presencial.
- Aquellos alumnos que con poca autoestima o autoconfianza.
- Aquellos alumnos cuyos padres no pueden acompañarlos o descalifican el trabajo virtual.
Tristemente, muchos docentes ven como sus alumnos apagan sus micrófonos y sus pantallas para prestarle
atención a cualquier otra cosa, menos a ellos. Hablemos de la importancia de estar involucrados.

Tomar clases a distancia (REUTERS/Edgard Garrido)

Un alumno involucrado:
- Hace preguntas.
- Se involucra en los debates.
- Pide ayuda cuando la necesitan.
- Muestra curiosidad.
Para terminar, no olvides que si vos sufrís de agotamiento, no hay manera que puedas ofrecer una
educación de calidad a tus alumnos. Diseñá rutinas para la mañana, tomate recreos y asegurate tener
tiempo para tus cosas personales y de ocio.
Pero, por sobre todas las cosas, disfrutá de los encuentros. Con tantos alumnos que no tienen la posibilidad
de seguir avanzando en sus estudios debido a la falta de conectividad o dispositivos móviles, aprender en un
entorno virtual hoy es un lujo. Capitalizalo. Y no lo olvides, si un influencer puede motivar e inspirar a
millones de personas a través de una pantalla, ¿por qué vos no?
Laura Lewin es autora, capacitadora y oradora TEDx. Ha escrito numerosos libros sobre educación, entre los
cuales se encuenta su más reciente libro, La Nueva Educación: de la escuela del saber a la escuela del ser, de
editorial Santillana (2020). Facebook. LauraLewinOnline / Instagram: lauralewinonline

CUIDADO CON LAS AULAS TORMENTOSAS


PorLaura Lewin 12 May, 2021 00:05 a.m. AR

Docentes y estudiantes conforman una comunidad y los vínculos son importantísimos porque, para
aprender, los chicos necesitan cierta serenidad

Cómo dar seguridad en el aprendizaje (REUTERS/Eddie Keogh)

El aula es mucho más que un espacio con un grupo de personas involucradas en el proceso de enseñar y
aprender. Además de alumnos, un docente y otros elementos, hay conexiones humanas y neurológicas que
poco tienen que ver con el contenido en sí, pero que mucho tienen que ver con los objetivos de enseñanza
y los procesos de aprendizaje. Existe una red de relaciones interconectadas que operan en forma invisible y
crean --o no-- las condiciones para que enseñar y aprender sea posible.
Debemos prestarle atención a los vínculos dentro del aula ya que todos, docentes y alumnos, conforman una
comunidad en donde todos se relacionan con todos.
Para aprender, los chicos necesitan de cierta serenidad. Esta serenidad surge del sentirse seguro y, por sobre
todas las cosas, del respeto que se respira en el aula. Un alumno herido (que cree que no puede, que tiene
miedo a que lo humillen, etc.) no podrá aprender si antes no lo sanamos. Esta sanación tiene que ver con el
afecto y el vínculo; con poseer la sensibilidad necesaria para acercarnos y acompañarlo. Es decir, para
brindarle seguridad.
Si bien en el pasado la educación estaba basada en la memorización y repetición de conceptos, hoy lo que se
busca en el aula son alumnos que puedan pensar por sí mismos, relacionar y crear pensamientos de orden
superior. Es decir, desarrollar el pensamiento crítico, el pensamiento creativo y la resolución de problemas.
En este sentido, un clima sano en el aula, de confianza y respeto son vitales.

Un aula en pandemia (REUTERS/Eric Gaillard)

El docente de antaño basaba el manejo del aula en el autoritarismo. Podía imponer su autoridad,
seguramente por su edad o su cargo. Hoy, eso ya no funciona. El docente debe ganarse el respeto de sus
alumnos a través de su idoneidad, su credibilidad, y el vínculo que genera con ellos. Si no, podrá enseñar,
pero eso no garantiza que los alumnos aprendan.
Cuando un docente se irrita, se impacienta o se frustra ante un niño que “no entiende”, ¿lo hace poniéndose
en el lugar de ese alumno? Los chicos procesan la información de una manera diferente a como lo hace un
adulto. Cuando comprendemos que los niños son niños, y decidimos acompañarlos, guiarlos y apoyarlos en
el camino del aprendizaje, logramos vincularnos con ellos desde un lugar positivo y amoroso, lo que los
ayuda a relajarse y a seguir intentándolo. Por el contrario, cuando se sienten amenazados, extremadamente
nerviosos, u observados de manera crítica, se desconectan y no logran llegar a su mayor potencial creativo.
Tener un alumno sentado en un aula no es garantía de que vaya a aprender. Para que lo haga, necesitamos
generar las condiciones necesarias y comprender que el cerebro cognitivo de nuestros alumnos se enciende
en un lugar seguro, en donde se sientan tranquilos y protegidos desde lo emocional. Y para esto, una vez
más, el vínculo es clave.

Una maestra y un grupo de estudiantes

Aulas sanas
Un aula sana significa que el alumno se siente seguro para poder levantar su mano, para cometer un error,
para expresar una opinión sin temer a la crítica, u opinión desfavorable del otro. Por lo tanto, como
docentes, debemos poner foco en generar aulas sanas. Sin seguridad emocional, no hay aprendizaje.
Un aula sana es un espacio de aprendizaje en donde ningún alumno puede interferir con el aprendizaje de
otro. Es un espacio en donde hay ausencia de amenaza; esto significa que nadie tiene miedo de hacer una
pregunta, levantar una mano o responder por miedo aser criticado o humillado. Es un lugar en donde se
naturaliza, des- dramatiza y se capitaliza el cometer errores, al entender que cometer errores es parte del
proceso de aprendizaje. Un aula sana es un lugar en donde nada malo puede pasar. En un aula sana, el
docente es custodio de la autoestima de sus alumnos.
Algunas ideas:
- Amigos de algunos, pero compañeros de todos: debemos trabajar la identidad del grupo, que entiendan el
concepto de comunidad, en donde el respeto y la sana convivencia sean valores que se puedan ver en el día
a día.
- Trabajar aspectos socio-emocionales: el saber escucharse, respetarse, la responsabilidad individual y social,
ayudar al otro, la empatía, etc, son habilidades tan importantes como cualquier competencia cognitiva.
- Trabajar las reglas y procedimientos del aula,par auna major convivencia.
- Asegurar una relación de muto respeto y confianza entre alumnos y docente.
- Poner atención para erradicar cualquier actitud que pueda hacer avergonzar a un alumno.
- Generar un espacio libre de críticas en donde se aliente la reflexión y las preguntas.
- Evitar utilizar límites de tiempo irreales para completar tareas, o evaluaciones, que puedan generar una
sensación de angustia.
- Poner el foco en el proceso, no sólo en completar las tareas. Es decir, darles más tiempo, si fuese necesario,
para que produzcan resultados de mayor calidad.
- Ofrecer la posibilidad re-hacer las cosas para enfocarse en la curva del aprendizaje y no en el producto
final.
- Hacer pausas durante el dictado de la clase para chequear que los alumnos hayan comprendido el
contenido.
- Hacer pequeñas pausas activas cuando la atención decae.
- No dar actividades sin asegurarse que los alumnos comprendan las indicaciones y tengan los recursos
necesarios.
- Cuidar la asignación de lugares para sentarse de tal forma que no hayan marcadas asimetrías de poderes.
- Recordar que la postura, la voz, el tono y las palabras del docente envían mensajes muy poderosos.
- Escanear continuamente el aula para verificar que nadie se sienta perdido o frustrado y actuar rápidamente
en consecuencia.
- Contemplar situaciones adversas en el hogar.
No van a importar los recursos que uses, ni el tema que quieras enseñar, si el clima del aula no es el
apropiado, podrás enseñar, pero tus alumnos no van a aprender tanto como podrían . Que enseñes, no
significa que aprendan.

POR QUÉ EL BUEN FEEDBACK ES CLAVE PARA MOTIVAR A LOS ESTUDIANTES


PorLaura Lewin 06 May, 2021 00:05 a.m. AR

Con una estrategia de empoderamiento a los estudiantes, el docente a cargo del aula puede lograr que se dé
una red de contención y confianza entre ellos, lo que repercute en una notable mejora educativa

Un entorno seguro para el estudio promueve creatividad y mejora la apropiación de los saberes

Hay una relación directa entre el feedback y la motivación de los alumnos . Pero, para que ese feedback
tenga el objetivo que buscamos, debe ser constructivo, específico y afectivo.
Cuando, en vez de centramos en el monólogo como modelo de retroalimentación, lo hacemos como un
diálogo, el efecto es diferente . Si fomentamos la reflexión en tiempo y forma con palabras y un tono de voz
positivo y amigable, y ofrecemos al mismo tiempo una devolución específica en la que haya una posibilidad
de mejora real, y con adaptación a las necesidades de los alumnos, el resultado será más que efectivo .
El buen feedback:
1. Está orientado a mejorar algo específico
2. Es posible
3. Se ofrece en términos positivos y cálidos
4. Se da en tiempo y forma
5. Fomenta la reflexión
Proyecto "Amigos críticos"
Proyecto “Amigos críticos”
Hasta aquí hablamos del feedback sobre todo entre maestro y alumno, pero esta herramienta también
puede darse entre compañeros. Para explicarlo mejor, voy a tomar una escena del mundo laboral. Las
empresas no suelen tomar exámenes escritos a sus empleados como sucede en el mundo o sistema
educativo . En los trabajos, los empleados son evaluados de maneras que, podríamos decir, son más reales .
En estos escenarios es muy común ver al colaborador de una organización pedir un consejo o una opinión a
sus compañeros de trabajo. Poniendo en un espejo esta realidad, te presento una estrategia
de feedback que les permita a los alumnos incorporar técnicas positivas para recibir y brindar una
retroalimentación entre compañeros .
¿Cómo funciona? En el caso de una presentación oral, por ejemplo, los compañeros escucharán
atentamente, harán preguntas aclaratorias y, a modo de lluvia de ideas, hablando o bien con cartelitos como
los post-it pueden hacer sugerencias de mejora y destacar aquello que les haya parecido mejor de las
propuestas elaboradas. En cierto modo, es una especie de “Me gusta” de Facebook o de Twitter. De esta
manera, los alumnos se sienten acompañados por sus compañeros en sus procesos creativos. Las críticas
negativas o los límites a las ideas están prohibidos. Al igual que sucede entre profesores y alumnos,
el feedback debe ser específico, concreto y afectivo .
Dicho esto, debemos mencionar algo muy importante que es previo a este proceso. Para realizar este tipo
de feedback entre alumnos,primero debemos trabajar las habilidades socio-emocionales personales . Es
decir que los alumnos puedan practicar el expresar su opinión de una manera positiva que no lastime o haga
sentir mal a sus compañeros .
Podemos enseñarles a los chicos algunos tips, por ejemplo, enunciar las sugerencias del siguiente modo:
- Me gusta mucho lo que hiciste para…
- ¿Pensaste tal vez en agregar…?
- ¿Podrías explicarme por qué…?
- Me parece muy creativo lo que hiciste . ¿Qué pasaría si modificaras…?
- Eso está genial . Algo que se me ocurre que tal vez podría ayudarte es…

Hay que entrenar a los estudiantes en dar feedback (iStock)

Es muy importante comprender el valor de las palabras, para que los comentarios aporten positivamente
al trabajo del alumno y no lo descalifiquen. Una buena manera de concluir con la actividad será pedirle al
alumno que realice una autoevaluación de su trabajo . Algunas preguntas que se pueden incluir para
ayudarlo a reflexionar:
¿Qué es lo que más me gustó de mi trabajo? ¿Cuáles son las opiniones que recibí que podrían ayudarme a
mejorar mi trabajo? Si tuviera que volver a hacer esto, ¿qué cambiaría?
Convertirse en amigos críticos tiene varios beneficios:
1. Salirnos de nuestra óptica personal y tener la oportunidad de ver otros puntos de vista.
2. Aprender a recibir una crítica constructiva .
3. Fomentar las relaciones interpersonales entre pares en las que el respeto y el afecto fluyan con
naturalidad .
4. Aprender y poner en práctica técnicas de escucha atenta, paciencia, comunicación, y empatía, entre otras
habilidades sociales .
5. Aprender de las diferencias. “Yo lo hubiese hecho diferente, pero me gusta mucho lo que hiciste” .
No hay mejores docentes que nuestros propios alumnos. Una vez que el Proyecto “amigos críticos”
empieza a tomar vuelo, podemos armar una red de tutoría entre alumnos.
El desafío educativo
Red de tutoría. El que más enseña más aprende
Cuando empoderamos a los alumnos en un modelo de aprendizaje entre compañeros, se generan procesos
de andamiaje entre iguales en los que ambas partes resultan beneficiadas .
Suele suceder que encontramos en el aula alumnos que están más avanzados que otros en algún
conocimiento, o porque les interesa más o porque lo entendieron antes . Esta situación nos lleva a lo que
podemos llamar una “red de tutoría”. De esta manera podemos pensar en alumnos tutores de otros. En
esta dinámica todos mejoran, se perfeccionan y aprenden con la motivación además de estar trabajando y
colaborando entre todos .
El que enseña clarifica, organiza y procesa su propio pensamiento porque se involucra más activamente en la
construcción del conocimiento . A la vez, desarrolla sus habilidades de liderazgo, cuida a su compañero,
escucha, organiza el turno de palabra, respeta los tiempos del otro, etc. El que aprende baja su resistencia
debido a la ausencia de amenaza, y cuenta con un par que lo ayuda a reflexionar y comprender.
Cómo crear una red de tutoría en el aula
1. Lo primero que debemos pensar es quién puede ser tutor. Aquí aparecerá como posibilidad todo aquel
que descubre algo que le gusta mucho y que puede transmitirlo . Alguien a quien le guste compartir lo que
sabe con los demás. Preguntaremos, entonces, quién quiere ser voluntario pensando que pueden
presentarse alumnos del mismo curso o incluso de otros superiores .
Para esta invitación podemos poner varias láminas en la escuela o enviar mensajes por whatsapp/redes para
que se postulen a la red de tutoría, y en las que explicaremos brevemente en qué consiste el proyecto . Este
tipo de frases podrían ayudar: “¡Te necesitamos!”, “¡Salí del anonimato!”, “¡Te estamos buscando!”.
2. En el aula se puede trabajar el “despertar” las ganas de enseñar a otros . ¿Qué te apasiona? ¿De qué
podrías hablar horas y horas? ¿Para qué creés que sos bueno?, etc .
3. Para que puedan ir generando confianza en el resto del alumnado, les podemos enseñar a los tutores
a despertar la curiosidad en los chicos a través de preguntas poderosas, esas que generan que los alumnos
hablen y vayan construyendo el aprendizaje. Por ejemplo, si estás trabajando una unidad sobre Egipto, una
pregunta podría ser: “¿Sabías que muchos de los elementos cotidianos que usamos, como la llave, la
cerradura, el peine y las tijeras, fueron inventados por los egipcios? ¡También la pasta de dientes!” .
4. Nos tenemos que asegurar de que las primeras tutorías sean concretas, cortas y que los nuevos tutores
cuenten con nuestra ayuda o con material de apoyo .
Este mismo concepto de red de tutorías se puede aplicar para que los alumnos mayores interactúen con los
menores en diferentes circunstancias no solo académicas, sino además recreativas, culturales o sociales.
Pero no lo olvidemos, cuando los alumnos no están cómodos en sus grupos o si tienen miedo de que los
humillen, los expongan o se burlen de ellos, no van a poder desplegar todo su potencial creativo. Cuando no
trabajamos los aspectos socio-emocionales, lo cognitivo se resiente.

14 estrategias para promover una cultura anti-bullying en la escuela


PorLaura Lewin 22 Mar, 2021 00:15 a.m. AR

Cuando todos nos unimos para decirle NO al bullying, estamos creando instituciones educativas que
favorezcan el desarrollo no solo cognitivo, sino además emocional de nuestros alumnos

Bullying (Shutterstock)
Triste de escuchar todos los días casos de bullying.
Sorprendida de ver cómo algunos adultos se hacen los distraídos.
Enojada de ver que hay chicos que tienen miedo de ir al colegio.
Frustrada de ver a papás desfilar por el colegio sin que nadie les dé una solución real.
Dolida de ver que los papás tienen que cambiar a los chicos de colegio para protegerlos de un daño que, tal
vez, ya haya echado raíces.
¡El bullying es un problema de todos, no del que lo sufre únicamente!
Bullying (Shutterstock)
Puede pasar en cualquier lugar, en persona, por mensajes de texto, o en las redes sociales en internet. Es un
problema afrontado por todas las edades y niveles de educación.
El bullying no es una broma ni una etapa. Puede ser perjudicial para la vida de una persona ya que atenta
directamente contra la dignidad. El acoso escolar es un problema grave que ataca a niños y jóvenes minando
su autoestima y confianza, provocando en muchos casos la ansiedad y depresión, dejando en la persona
serias dificultades para adaptarse a la sociedad. Afecta negativamente la salud y bienestar de los
estudiantes, convirtiendo el entorno educativo en un espacio inseguro para ellos.
Hay diferentes tipos de acosos:
- Verbal: molestar, poner sobrenombres o apodos, etc.
- Psicológico: chantaje, manipulación, amenazas, etc.
- Social: circular chismes, terminar amistades, invitar a personas a una fiesta y dejar a una persona afuera a
propósito, etc.
- Físico: golpear, empujar, maltratar…
- Sexual: acoso, referencias malintencionadas a partes íntimas, etc.
- Cibernético (Cyberbullying)- usar Internet, celulares, u otra tecnología para hacerle daño a otros.
Sin embargo, no todas las acciones que pueden lastimar a un niño son casos de bullying. Para que sea acoso
escolar debe cumplir con las siguientes características:
- Debe tratarse de una acción agresiva e intencionalmente dañina.
- Debe producirse de manera repetida.
- Debe darse en una relación en la que haya un desequilibrio de poder.
- Debe darse sin provocación a la víctima.
- Debe producir un daño emocional.

Descubrir que han visto y hasta bloqueado la vida privada que uno tiene on line, es difícil de asimilar (Istock)

Algunas señales del acoso escolar


Que pueden ver los padres cuando su hijo es la víctima:
- Llega a casa con su ropa/útiles escolares dañados
- Dice que sus útiles escolares se le han perdido
- Tiene heridas que no explica
- Se queja mucho de malestares físicos
- No duerme bien
- Sus hábitos alimenticios cambian
- Se hace daño a sí mismo/a
- Se mantiene alejado/a de sus compañeros de escuela
- Baja sus calificaciones
- Se ve triste o deprimido
- Se culpa a sí mismo por sus problemas
- Su comportamiento cambia
Que pueden ver los padres cuando su hijo es el acosador o la acosadora:
- Es violento con otros
- Se pelea verbal y físicamente
- Lo mandan a la oficina del director muy a menudo o lo mantienen en detención por mal comportamiento
- Tiene dinero extra o aparece con objetos personales/escolares sin ninguna explicación
- No reconoce su responsabilidad en sus acciones
- Tiene amigos/as que acosan a otros
- Demuestra una necesidad por ganar en todo.

La víctima de bullying muchas veces puede convertirse en victimario

Existen tres roles diferenciados entre los participantes de la conducta bullying:


- El “bully” o agresor,
- La “víctima” que sufre la agresión,
- Los “observadores”, es decir, los espectadores o testigos, que con cierta frecuencia apoyan al agresor ya
sea activamente, o quienes por medio a convertirse en víctimas, apoyan con su silencio. Es muy importante
trabajar con el testigo, ya que el acosador necesita de su público para sentirse más popular y para generar
mayor humillación en la víctima.
Cuidado: un chico que es acosado, puede convertirse en acosador. Un ejemplo de esto se ha dado muchas
veces en Estados Unidos, en donde chicos entraban a un colegio y disparaban a sus compañeros, para luego
comprobar que estos habían sido acosados con anterioridad.
Cuando nuestros alumnos entran a un estado emocional inadecuado para el aprendizaje, ya sea por nervios,
inseguridad, amenaza, porque piensan que no pueden, o que la maestra o sus compañeros no los quiere, o
por miedo a ser humillados, la corteza pre frontal y las funciones ejecutivas no están en su mejor estado, y
aprender o recordar se hace muy difícil.
Aprender requiere de poder despojarnos de miedos, frustraciones y abrirnos a lo nuevo y, para eso, el
entorno es clave. Para que un docente pueda proveer a sus alumnos de este lugar seguro, en donde sus
alumnos puedan alcanzar su potencial, deberá, sin duda, revisar su propio sistema de creencias, y
comprender que los alumnos aprenden no solo con el cerebro, sino también con el corazón. Necesitamos
aulas sanas, en donde nada malo pueda pasar. El docente es custodio de la auto estima de los alumnos.
Activamos cognitiva y emocionalmente a nuestros estudiantes proporcionándoles la seguridad emocional
necesaria. Un espacio de aprendizaje inseguro genera barreras que afectan el aprendizaje. Cuando el aula no
es un lugar sano, se rompe el compromiso de los alumnos con el proceso de aprendizaje. Así que no, el
bullying no es solo un tema social. Está absolutamente ligado a los procesos de aprendizaje. Y además, nadie
merece tener miedo de ir al colegio.
Como decía Martin Luther King, “hemos aprendido a nadar como los peces, a volar como los pájaros, pero
no hemos aprendido el arte de vivir como hermanos”.
¿Qué nos pasa que no podemos sensibilizarnos frente a lo que le pasa al otro? ¿Quién enseña a desarrollar
la empatía? ¿El otro?
Pensemos en qué podemos hacer, desde la escuela, para promover una cultura anti-bullying:
1) Primero lo primero: una clara intención por parte de las autoridades de la institución de decirle NO al
bullying. Es decir, tolerancia CERO al bullying.
2) Consejo Escolar: todos los colegios deberían tener un Consejo Escolar o Comité de Convivencia formado
por expertos en temas como el acoso escolar, la inteligencia emocional, etc, que puedan prevenir y resolver
temas de violencia dentro de la institución antes de que se conviertan en acoso escolar.
3) Carta compromiso anti bullying: todos los directivos, así como los padres, alumnos y docentes podrían
firmar una carta de compromiso anti-bullying como un compromiso voluntario que permita crear una
comunidad escolar en la cual este flagelo no exista ni sea tolerado.
4) Protocolo de actuación para docentes y directivos: increíblemente, todavía hay colegios en donde no se
habla abiertamente del tema y en donde docentes o directivos no saben cómo responder frente a la
violencia en la escuela. Un protocolo de actuación prevé acciones específicas acerca de qué hacer en cada
situación.
5) Capacitación continua para alumnos, docentes, directivos y padres: este flagelo se puede erradicar si
cada uno, desde su rol, trabaja activamente para que el bullying no sea tolerado. La capacitación provee una
serie de recursos y herramientas para que cada uno se sienta más cómodo en su rol.
6) Profundizar mecanismos de alerta temprana: contar con docentes comprometidos que puedan estar
“presentes” (no sólo físicamente, sino realmente comprometidos) en el recreo, conversar con los alumnos,
estar en la entrada y salida de la escuela, mayor presencia en áreas de baños y cafetería, etc.
7) Mejora de los programas académicos: las escuelas siguen enfatizando las habilidades cognitivas y poco se
está haciendo para el desarrollo de las habilidades sociales. Los programas académicos deben incluir
materias tales como resolución de conflictos, negociación efectiva, habilidades de comunicación, manejo
de la frustración y el enojo, etc.
8) Un link para denuncias en la página web del colegio: aquellos alumnos que no se animen a hablar
abiertamente, podrán dejar su denuncia, anónima o no, entrando a la página web del colegio.
9) Foro de consultas: de la misma manera, la página web puede tener un foro de consultas anónimas para
que los alumnos puedan manifestar sus inquietudes.
10) Herramientas jurídicas: el sistema legal debe estar del lado del acosado, ofreciéndole apoyo legal en
caso de necesidad. Cuidado: un alumno que lastima físicamente a otro, más que bullying es un delito.
11) Semana del bullying: contar con celebridades que hablen sobre la violencia escolar en una semana en
particular, logrará poner al tanto a todos del tema y de esta forma generar conciencia.
12) Escuela para padres: no siempre los padres saben qué hacer en estos casos. Sería bueno que el colegio
pudiera ofrecerles una serie de charlas de modo de brindarles herramientas de acción y prevención, y
evacuar dudas.
13) Talleres de Mindfulness o Atención Plena. Esto es una práctica estudiada científicamente, reconocida
como una manera efectiva de reducir el estrés y aumentar la autoconciencia. Significa prestar atención de
manera consciente a la experiencia del momento presente con interés, curiosidad y aceptación. Practicando
la atención plena o mindfulness desarrollamos una mayor capacidad de discernimiento y de compasión.
14) Inteligencia emocional en todas las escuelas. Se podrán abordar todos los puntos anteriores, pero si no
se trabaja la empatía poco podrá mejorar el flagelo del bullying.

Trabajar la empatía
Se ha demostrado que existe una relación entre el desarrollo de las funciones ejecutivas y el proceso de
maduración de la corteza prefrontal. Por lo tanto, trabajar en el aula la inteligencia emocional, la empatía, la
resiliencia, y la reflexión ayudan a desarrollar la corteza frontal. Cuando esto ocurre, baja la ansiedad, los
trastornos de ansiedad, las trastornos de atención y adivinen qué más… el bullying.
Basta de hacernos los distraídos. Basta de pensar que el bullying es un tema externo a la
escuela. Necesitamos educadores que puedan analizar si están siendo indiferentes ante el bullying o si de
alguna manera están creando conciencia para favorecer aulas libres de acoso escolar.
Basta de hablar de inclusión. Hablemos de convivencia. Respetemos para que los chicos aprendan a
respetar. “Hermanemos” a los chicos. No podemos obligarlos a quererse, pero sí a respetarse. Amigos de
algunos, pero compañeros de todos. Cuando todos nos unimos para decirle NO al bullying, estamos creando
instituciones educativas que favorezcan el desarrollo no solo cognitivo, sino además emocional de nuestros
alumnos.
Tolerancia cero al bullying. Hablá con tus hijos, con tus alumnos. Concientizalos. El bullying es un tema que
nos afecta a todos.

“LA HORA DE LOS GENIOS”: EL PODER DE LA PASIÓN


PorLaura Lewin 10 Mar, 2021 00:05 a.m. AR
¿Cómo se motiva a los estudiantes? La autora de esta columna dice: ¡No se los motiva! He aquí una
propuesta para cambiar el paradigma educativo y generar las condiciones personales y particulares y que
sean ellos mismos quienes se motiven.

Robótica (Foto: Especial)

¿Cómo te sentirías si te dieran tiempo libre en tu institución para aprender acerca de cualquier cosa que
quisieras? El único requisito sería que eso que te interesara aprender tendría que tener un impacto en la
escuela, es decir, influenciar o inspirar a otros. ¿Cómo te sentirías? ¿Acerca de qué aprenderías? Eso les
pregunté a los cientos de docentes que participaron de mi taller de La Hora de los Genios esta semana. Las
respuestas fueron de lo más variadas: neurociencias, robótica, alimentación saludable, etcétera.
Cuando algo nos encanta, no tienen que empujarnos; eso que nos encanta, nos atrapa y nos impulsa hacia
adelante. Por eso, increíble pensar que, con la cantidad de horas que pasan los chicos en la escuela, nadie
les pregunte acerca de qué quieren aprender. Será que los alumnos no se motivan, ¿o podríamos pensar
que lo que no los motiva es hacer siempre lo que el docente quiere que hagan, cuándo él quiere que lo
hagan, en la manera en qué él quiere que lo hagan y dónde él quiere que lo hagan?
La autonomía lleva al compromiso, el control lleva a la obediencia. La escuela de hoy parece no tenerlo en
cuenta. Con un sistema educativo que pone más el foco en la nota que en el aprender, hoy muchos alumnos
van a la escuela y juegan al juego de ser alumnos: van a la escuela a aprobar. Lo que buscamos es que más
que a aprobar, vayan a aprender. Más que a “aprobar” debemos permitirles a los chicos ir “a probar” y que
de ese probar, surja la curiosidad y el aprender. La buena noticia es que hoy, en muchas aulas, de muchos
colegios, de muchos países, hay un movimiento maravilloso que alienta a los estudiantes a explorar sus
propias pasiones y a poner en juego su creatividad. Los alumnos están involucrados como nunca antes.
La Hora de los Genios es un proyecto que involucra cognitiva y emocionalmente a los chicos. Los alienta a
desarrollar su creatividad y a encontrar su pasión. No poca cosa con tantos adultos que egresaron de sus
escuelas sin saber qué les gustaba y que probablemente no estén hoy satisfechos con su presente laboral o
profesional.

Dónde nace la Hora de los Genios


La Hora de los Genios tiene sus raíces en diferentes lados, pero está basada en una práctica que utiliza
Google con sus desarrolladores. Google les permite a sus empleados utilizar un 20% de su tiempo en el
trabajo, en proyectos que les interese, siempre que tengan el potencial de hacer crecer a la empresa. La idea
es simple: al permitirles que se enfoquen en proyectos que despiertan su pasión, la productividad crece.
Te sorprenderá saber que muchos de los productos que usamos hoy salieron de este proyecto del 20%:
Gmail, Google maps, Google docs, Google calendar, entre otros nacieron de esta iniciativa. Y esto no termina
acá: hace muchos años atrás, William Mcknight era presidente y director general de la empresa 3M.
Mcknight confiaba en la autonomía de sus empleados y decidió que el personal técnico de 3M podría
dedicar un 15% de su tiempo a los proyectos que ellos decidiesen. En este tiempo fue cuando a Art Fry se le
ocurrió la idea del papel que se puede pegar, el mundialmente conocido post-it.
Por suerte para muchos alumnos, los educadores, inspirados en esta iniciativa de darles tiempo a la gente
para conectar con proyectos que los apasionaran, la hicieron suya y acuñaron el nombre de la Hora de los
Genios (o Genius Hour, en inglés). Llevando la iniciativa al salón de clases, la Hora de los genios es un
proyecto por el cual los docentes les permiten a sus alumnos trabajar en cualquier proyecto que deseen
durante una hora a la semana en clase.
Todos los docentes, con mucha o poca experiencia, han tenido alumnos que no se encontraban a gusto en
un formato de escuela tradicional. La hora de los genios es la oportunidad que nos permite trazar un camino
hacia la motivación intrínseca: es decir, aprender porque quiero, porque me interesa esto que estoy
aprendiendo. Cuando los alumnos tienen voz y pueden opinar acerca de su propio aprendizaje, se involucran
más, crece su confianza y todo el proceso de aprendizaje se torna más interesante.
Las empresas en la actualidad no buscan personas “obedientes”, lo que necesitan son personas con
iniciativa, que tengan creatividad y pongan pasión en aquello que hacen.
Estudiantes
¿Cuánto tiempo dura la “motivación” de una nota? La nota es como un café. El efecto de la cafeína te ayuda
a seguir un poco más, hasta que se acaba. Cuando la calificación se usa como factor motivacional externo,
el alumno pierde el interés intrínseco por la actividad. Por el contrario, realizar una tarea que nos gusta
puede generar nuestra propia recompensa intrínseca. Si lo que buscamos es mejorar la motivación intrínseca
de nuestros alumnos, no debemos concentrarnos en sistemas de control externos. Las recompensas
externas, como la nota:
- Atentan contra la motivación intrínseca
- Bajan el desempeño
- Aniquilan la creatividad
- Alientan los atajos, las trampas, o el comportamiento antiético
- Son adictivas
- Fomentan el pensamiento a corto plazo
¿Cómo motivamos a nuestros alumnos? No los motivamos. Generamos las condiciones que motivan, los
inspiramos y los ayudamos a encontrar su propia motivación.
Los grandes motivadores intrínsecos: autonomía, maestría y propósito, son los que mueven a las personas y
este tipo de proyectos, como La Hora de los Genios, apelan a esos tres grandes motivadores.
En La Hora de los Genios, los alumnos van a poder aprender lo que quieran acerca de un tema, área o
material. ¡Lo que deseen! Tendrán que trabajar de manera individual, porque lo que apasiona a uno no
necesariamente apasiona a otra persona. Es decir, cada proyecto debe conjurar la genialidad, creatividad y
pasión de cada alumno.
No se trata de investigar en Wikipedia ni de cortar y pegar. Cada proyecto debe tener raíces. Esto implica
que habrá que investigar, consultar, y esforzarse. El foco va a estar puesto en el proceso, no el resultado, por
eso no se califica el proyecto, sino que le prestamos atención a otra parte importante del proyecto que es la
documentación, el esfuerzo, el compromiso, el trabajo en el blog, en donde irán documentando sus avances.

Niños explorando en el aprendizaje

El foco está en el viaje, no en el destino


Al comenzar con el proyecto, los alumnos se conectan con ellos a través de una serie de actividades de
autoconocimiento propuestas por el docente para ver en qué piensan habitualmente, qué los inspira, que
temas los apasionan. ¿Será, tal vez, algún tema relacionado a los derechos de los animales, la historia de los
tik toks, algún hobby, salud y bienestar? Todos los temas son bienvenidos.
A través de una serie de recursos como pueden ser internet, artículos, la experiencia o reflexiones de
personas, libros, películas, charlas, etc, los chicos, con la guía de su docente, comienzan a investigar. Todo
esto será documentado un portafolio o blog, en donde, además de documentar sus avances, podrán trabajar
con preguntas metacognitivas como:
- ¿Qué hiciste en la hora de los genios esta semana?
- ¿Qué aprendiste?
- ¿Te encontraste con algún problema?
- ¿Tenés alguna pregunta?
- ¿Qué cambió desde la última vez que conversamos?
- ¿Qué necesitás hacer/conseguir antes de la próxima hora de los genios?
El fin del proyecto, se da con una presentación delante de los compañeros o una audiencia como si fuese
una charla TED, o presentación utilizando recursos como un Power Point, una demostración, video, etc. para
mostrar cómo se han convertido en expertos.
Albert Einstein
Qué es un genio
Un genio es alguien que tiene un profundo conocimiento sobre algo. Es alguien que soluciona problemas,
logra un impacto o puede dejar un legado al mundo. Trabajar la auto estima y la auto confianza será otro
tema importante. Ninguna idea es demasiado pequeña. Lo que es obvio para uno puede no ser obvio para
los otros. Como vemos, en La Hora de los Genios se ponen en acción numerosas habilidades y competencias
que serán imprescindibles en la vida de nuestros alumnos:
- Habilidades de comunicación
- Capacidad de organización y planificación
- Perseverancia
- Capacidad para tomar decisiones
- Creatividad
- Desarrollo de la curiosidad
- Autoconocimiento
- Capacidad de aprendizaje, de adaptación, de liderazgo
- Creatividad
- Sensibilidad artística
- Y un nuevo concepto en educación: aprender del error. ¡Podemos aprender mucho de los fracasos!
A través de proyectos como La Hora de los Genios, suscitamos el placer por el aprendizaje, alentamos a
nuestros alumnos a desarrollar la autonomía, la autodisciplina y potencialmente a que puedan auto
gestionar sus propios aprendizajes.
Necesitamos empezar a avanzar y dejar el concepto de “las cosas siempre se hicieron así”, que es lo que en
educación no nos deja avanzar. Debemos dejar atrás la idea de que el contenido es lo único importante.
Necesitamos ofrecerles a los alumnos oportunidades para que desarrollen aquellas habilidades que los van a
empoderar para poder aprender siempre, aun mucho después de su tiempo en nuestras aulas.
Laura Lewin es autora, capacitadora y especialista en educación. Es oradora TEDx y ha escrito numerosos
libros, entre los cuales podemos destacar su más reciente libro, La Nueva Educación, de editorial Santillana
(2020). Facebook: @LauraLewinOnline Instagram: @LewinOnline

APRENDER DE LOS ERRORES Y LA NUEVA EDUCACIÓN


PorLaura Lewin 03 Mar, 2021 00:15 a.m. AR
En una sociedad en donde los fracasos están mal vistos, debemos naturalizar, desdramatizar y capitalizar el
cometer errores, entendiendo que los errores son una parte muy importante del proceso de aprendizaje

Estudiantes en el comienzo de clases


“Ni vos estás cometiendo un error, ni yo te estoy corrigiendo; vos estás aprendiendo y yo te estoy
enseñando”. Este diálogo tuvo lugar hace algunos meses atrás con mi hija, cuando, corrigiéndole algo, me
dijo: “Ma, no me corrijas siempre”.
En una sociedad en donde los fracasos están mal vistos, y lo que se busca es el éxito, el cometer un error
pone en la luz a los más débiles. Sin embargo, cuando entendemos que cuando los chicos se equivocan
podemos trabajar junto a ellos la frustración que ello conlleva, estamos brindándoles un regalo de por vida.
Los niños que pueden hacerle frente a la frustración, serán adultos menos conflictuados con este tema.
Una cosa es fracasar, pero otra, muy distinta, es que piensen que no sirven. Ahí es donde tenemos que
accionar como adultos. Tenemos que enseñarles a nuestros alumnos e hijos a separar su auto confianza
del resultado. Cuando el adulto cambia su cabeza acerca del cometer errores, y puede comprender la
importancia de dignificar, naturalizar y capitalizar los errores, le enseña a los chicos que a través de los
errores y los fracasos, podemos aprender y mejorar.
Ayudarlos a desarrollar la resiliencia emocional es el regalo más importante que podemos darles. Pero para
eso, debemos naturalizar, desdramatizar y capitalizar el cometer errores, entendiendo que los errores son
una parte muy importante del proceso de aprendizaje.
Cuando algo no les sale, o no entienden, alentémoslos a pedir ayuda. Un niño que pide ayuda de pequeño,
podrá hacerlo de grande.
Los niños que aprenden a capitalizar los errores y a seguir adelante están mejor predispuestos a enfrentar
desafíos, aprender de los errores y ver las críticas como algo útil en lugar de verlas como un motivo para
rendirse. Éste es el tipo de pensamiento que mantiene a los chicos motivados, incluso cuando el aprendizaje
significa esforzarse.
Compartamos con ellos que muchísimos inventos o creaciones ¡surgieron de errores! El microondas, las
galletitas con chips de chocolate, la penicilina, el telescopio, el velcro y muchas otras cosas fueron el
resultado de intentos fallidos, a cargo de personas, que, en vez de frustrarse, siguieron adelante. Y si de
personas hablamos, recordemos que a Walt Disney lo despidieron de un periódico por no ser creativo, o que
a Steve Jobs lo despidieron de su propia empresa. Fue la manera en la que manejaron su frustración y esos
desafíos u obstáculos lo que marcó la diferencia. Una característica que distingue a la gente que triunfa, no
es sólo su talento, su pasión y dedicación por lo que hacen, sino que además, la manera en que identifican,
enfrentan y manejan sus debilidades y cómo actúan frente a los obstáculos o desafíos.
Hay una campaña de Honda en donde se muestran a pilotos cometiendo errores…¡chocando! Honda les
agradece en su comercial, porque gracias a ellos aprendieron de los errores. Esto los ayuda a detectar fallas,
y por en ende a mejorar. Generemos aulas y casas en donde el fracaso esté bien visto y en donde lo
podamos capitalizar para poder mejorar.

(iStock)

Por mucho tiempo se ha visto a los gerentes de empresas buscar y marcar los errores. No es poco común ver
en las aulas a los docentes corregir a los alumnos. A mi criterio se está poniendo mucho más el foco en el
error que en el acierto o los logros- o en las cosas a mejorar. No te enfoques en lo que está mal. Enfocate en
aquellas áreas en las que puede mejorar. Tristemente nuestro sistema educativo enfatiza más la nota que el
aprender. No pongamos el foco en aprobar sino en aprender. Cometer errores y capitalizarlos es sinónimo
de aprender.
Por otro lado, de tantas “malas notas” muchos chicos terminan pensando que no sirven: baja su motivación,
se frustran, se rinden y abandonan el barco. Debemos permitirles a los niños arriesgarse y fracasar. Aprender
de los fracasos los ayuda a ser más resilientes. Cuando les enseñamos a nuestros alumnos a ver sus errores
de manera racional y no emocional, les estamos dando una lección mucho más importante que el tema en
cuestión: les enseñamos a manejar la frustración y el aprender de los errores, que son sin duda, habilidades
esenciales para la vida.

LOS DOCENTES SOMOS “INFLUENCERS” DE NUESTROS ALUMNOS


PorLaura Lewin 26 Feb, 2021 00:10 a.m. AR
Consejos e ideas para que maestros y profesores puedan ser modelos positivos para sus estudiantes, en el
entorno de un aula sana

Docentes como influencers


Los docentes somos “influencers” de nuestros alumnos y determinamos ciertos modelos de relaciones -
positivas o negativas. Enseñamos cuando específicamente les hablamos o explicamos algunas cosas a
nuestros alumnos, pero además enseñamos sin darnos cuenta, cuando nos observan, cuando nos imitan,
cuando modelan nuestros comportamientos.
Es decir, llegar tarde a una clase, o no recordar sus nombres al cabo de algunas semanas de clase,
claramente envía un mensaje, silencioso pero muy poderoso. Interesarnos por ellos y estar preparados,
envía otro tipo de mensaje. Al enseñarles de una manera positiva, reforzamos nuestra influencia sobre ellos,
nos conectamos mejor, los hacemos sentir más seguros y confiados, les damos herramientas para
autorregular sus emociones, les enseñamos empatía y generamos un aula con más armonía.

Debemos trabajar la conexión con nuestros alumnos. Si no, perdemos la influencia y dejan de respetarnos
Debemos trabajar la conexión con nuestros alumnos. Si no, perdemos la influencia y dejan de respetarnos.
Ahí surge el “no me hace caso”, “nunca hace lo que le pido”, y el constante tire y afloje. Para que los
alumnos respondan, deben sentir una gran conexión con el docente.
El mantener la calma y responder, en vez de reaccionar, es lo que va a permitir que podamos conectarnos
mejor con ellos. Eso significa que debemos aprender, primero, a autogestionar nuestras emociones.
Después de todo, educar no se trata de qué hace el alumno, sino de qué hacemos nosotros en función de
eso. Sería poco sensato pensar que los niños pueden razonar y actuar como adultos, cuando no lo son. En
muchos casos son impulsivos, quieren todo ya, o son egoístas. Debemos enseñarles a manejar su frustración
y su poca tolerancia. Y para eso debemos comenzar por el punto de salida, no de llegada.

Una profesora trabajando junto a un grupo de estudiantes (Foto: Walter Díaz)

Algunos consejos para conectarnos mejor con nuestros alumnos:


Empatía: Ponete en su lugar. ¿Qué necesita?, ¿está sobrepasado? ¿estar en una burbuja lo pone de mal
humor? En estos momentos tan singulares, debemos bajar un poquito las expectativas y las demandas. Este
no es momento de obligarlos a nadar con estilo. Con que naden estilo perrito, por ahora, alcanza. No se
pueden pelear todas las batallas; elijamos qué batallas queremos pelear.
Respeto: Los estudios demuestran claramente que desde el mismo momento del nacimiento, los cerebros
humanos están cableados para aprender mejor en entornos afectivos. Para ser niños respetuosos, primero
deben ser niños respetados. Si un chico ve que el adulto le grita o le falta el respeto, ¿por qué no lo haría él
con otras personas? Ningún alumno se levanta un día y dice “Qué buen día para volver loco a la profesora
Gómez”. Un chico que desafía es un chico que no sabe expresarse, y debemos enseñarle. Un chico que
demanda atención, es un chico que necesita atención.
Pensemos en lo siguiente:
- Si un niño no sabe jugar al vóley, le enseñamos.
- Si un niño no sabe multiplicar, le enseñamos.
-Si un niño no sabe comportarse, ¿qué hacemos? ¿lo castigamos? No, debemos enseñarle.
Los chicos también necesitan saber que ellos tienen todo el derecho del mundo de enojarse, pero que eso
no les da el derecho de tratar mal a las personas. Cuando no trabajamos las habilidades socio-emocionales
en el aula, lo cognitivo se resiente.
Y para este debemos trabajar un concepto muy importante: el de aulas sanas.

Un aula sana es un aula en donde nadie puede interferir con el aprendizaje de un alumno . Un aula sana es
un espacio en donde naturalizamos, desdramatizamos y capitalizamos el cometer errores, entendiendo que
cometer errores es parte del proceso de aprendizaje. Un aula sana es un lugar en donde nada malo puede
pasar, comprendiendo que un alumno que siente miedo, excesivos nervios o piensa que los pueden exponer
o humillar, no puede aprender. Sin seguridad emocional, no hay aprendizaje.
Conflictos: Si bien las discusiones son, muchas veces, inevitables en el entorno escolar, la forma en las que
las manejamos será una enseñanza para los chicos. Si manejamos los conflictos de una manera constructiva,
les estaremos enseñando habilidades socioemocionales que podrán utilizar en su propia vida. Además, nos
conectamos mejor, lo que genera que tengamos una mayor influencia sobre ellos.

Sin seguridad emocional, no hay aprendizaje


Límites: Para que los chicos crezcan emocionalmente seguros y confiados, necesitan que los adultos sean
cálidos pero firmes, cuando la situación así lo amerita. Debemos ser amables, gentiles y cercanos, pero
poder desplegar una firmeza “tranquila” cuando la necesitemos. Debemos ser lo suficientemente cálidos
para proveer un entorno emocionalmente seguro, pero a la vez tener una firmeza que emita el mensaje
correcto de esperar lo mejor de ellos, si fuese necesario. No lo olvides, para poner límites hay que estar
convencidos, no enojados. El manejo del aula es una condición indispensable para que vos puedas enseñar y
tus alumnos aprender. Un aula tormentosa es una pesadilla para vos, tus alumnos y la profesión.
La mirada hacia ellos: Como adultos, debemos ayudar a los chicos a desarrollar su madurez emocional, para
ayudarlos a vivir en paz con nosotros, con su entorno y con ellos mismos. Pero para esto, debemos
comprender que cada niño es único, como única debe ser su trayectoria académica. Al compararlos con sus
hermanos o con otros alumnos, al apurarlos, al etiquetarlos, o al exigirles desmedidamente, los alejamos de
su verdadera esencia. Debemos aceptar a los chicos como son, no como quisiéramos que fuesen. Cuando
los aceptamos sin juzgarlos, les estamos enseñando a aceptarse ellos mismos. Desde ese punto de partida,
desde la aceptación, y cuidando el entorno, empezamos a relacionarnos desde otro lugar. Desde el respeto.
Como adultos, somos figuras de referencia para los chicos y modelamos conductas a través de nuestro
comportamiento. Los chicos nos están observando. Intentemos que vean la mejor versión de nosotros
mismos.
EN MOMENTOS DE CRISIS, EN VEZ DE MIEDO O ENOJO, ENSEÑÉMOSLES A LOS CHICOS A
DESARROLLAR LA RESILIENCIA
PorLaura Lewin 26 May, 2021 00:05 a.m. AR

Once claves para que los estudiantes aprendan a convivir con la incertidumbre

Cómo acompañar a hijos y estudiantes en momentos de crisis (Getty)

El Coronavirus ya está metido en nuestras vidas, y los chicos nos están observando. Si bien las crisis, muchas
veces --como en este caso--, son inevitables, la forma en las que las manejamos será una enseñanza para los
chicos. Si manejamos esta situación tan particular de una manera constructiva, les estaremos enseñando
habilidades socio-emocionales que podrán utilizar en su propia vida.
No es lo mismo reaccionar que responder. No podemos frenar una ola, pero sí podemos aprender a surfear
en ella. La resiliencia es la capacidad de afrontar obstáculos, desafíos o dificultades, y poder superarlao.
Cada crisis nos da la oportunidad de desarrollarla.
Cómo lo hacemos....

Primera regla: sostener la conexión con los niños (Getty Images)

1. Conexión, conexión, conexión. No pierdas la conexión con los chicos. Detrás de niños seguros, hay
adultos que han sabido conectarse con ellos. Los chicos pueden desarrollar mejor la resiliencia en un
contexto de afecto y apoyo.
2. Debemos sostener rutinas. Las rutinas nos dan una sensación de familiaridad y es reconfortante,
especialmente para los más chicos.
3. Foco en lo positivo. El optimismo y la resiliencia son un binomio indisoluble. Si queremos que los chicos
sean optimistas, debemos ayudarlos a enfocarse en lo bueno de las situaciones. Enseñales a “pensar en lo
que piensan” y reformular pensamientos negativos por positivos. En vez de “qué bronca que no podemos
salir”, podemos intentar con “pensamos en todo lo que nos queda pendiente para hacer que nunca tenemos
tiempo de hacer.”

Acompañarlos en el miedo a lo desconocido (Getty Images)

4. No desconozcamos miedo al cambio o a lo desconocido. A muchos chicos les resulta difícil el cambio.
Debemos enseñarles que siempre hay cambios o transiciones en la vida, y que son tan naturales como la
marea, que sube y baja. El cambio es parte de la vida y tenemos que aprender a tomarlo con naturalidad.
5. Enseñales a resolver problemas. En vez de resolver las cosas por ellos, preguntales qué harían ellos y
alentalos a buscar soluciones y a no quedarse en la queja.
6. Enseñales que está muy bien pedir ayuda. No se trata de ser “valientes” porque sí, sino de saber pedir
ayuda cuando la necesitan. Ser valiente también es saber pedir ayuda y aceptarla. Un niño que pide ayuda
de chico será un adulto que también podrá pedir ayuda cuando la necesite.
7. Ayudalos a gestionar sus emociones. Los chicos son chicos y se asustan con lo que escuchan, lo que ven
en la tele, o perciben. Alentalos a hacer preguntas y, si son pequeños, contestemos sólo lo que preguntan,
sin darles mayor información que no puedan manejar. Explicales que está bien sentir miedo, o angustia y
ayudalos a auto regularse: desde respirar con calma, enfocarnos en una melodía, visualizar algo que les de
calma, hablar del tema, hacer ejercicio, escribir lo que les pasa, apretar algo con mucha fuerza, dibujar, jugar
con masa, dejar correr agua o arena entre las manos, todo esto ayuda a deshacernos de emociones tóxicas.
8. Practiquemos la solidaridad. Al hacer algo por alguien, los liberamos de la sensación de “no se puede
hacer nada”. Además, se sienten valorados y se ponen activos frente a esta situación. Puede ser algo tan
sencillo como ordenar el ropero y ver qué ropa podemos donar.
9. Ayudémoslos a sostener su grupo de amigos. Esto puede ser a través de redes sociales. Es importante
que no se sientan solos.
10. Que vean lo que pueden lograr ayuda a desarrollar la auto-confianza. Mostrales sus logros, aunque
estos sean pequeños. “¡Viste que ya terminaste con la tarea de matemática, y al principio te parecía un
montón!”.
11. De todo se aprende. Preguntales con frecuencia qué podemos aprender de esto. Ayudarlos a ver que de
todo se aprende y de todo se saca algo positivo, les enseña a seguir adelante y no darse por vencidos con
facilidad.
Y por sobre todas las cosas, el mantener la calma y responder, en vez de reaccionar, es lo que va a permitir
que puedas conectarte mejor con tus hijos y tus estudiantes. Eso significa que debés aprender a
autogestionar tus emociones. Después de todo, educar no se trata de qué hace el niño, sino de qué hacemos
nosotros en función de eso. Los chicos están aprendiendo, esto significa que alguien debe enseñarles. Si
queremos que aprendan, debemos mostrarles cómo hacer las cosas.
Laura Lewin es autora, capacitadora y especialista en educación. Es oradora TEDx y ha escrito numerosos
libros, entre los cuales podemos destacar sus producciones para Santillana: El Aula Afectiva y La Nueva
Educación. También es co-autora de La Educación Transformada. Facebook: @LauraLewinOnline. Instagram:
@lauralewinonline
LAURA LEWIN: “HAY QUE SACAR A LOS DOCENTES DE SU ZONA DE CONFORT, PERO NUNCA DE SU
ZONA DE FORTALEZA”
Publicado: 23 Feb, 2021 02:45 a.m. Actualizado: 23 Feb, 2021 08:38 a.m. AR

Referente en gestión educativa y autora de, entre otros títulos, “La nueva educación” y “Fuertes y felices”,
Lewin fue una de las invitadas a las jornadas de debate que organizó la plataforma Ticmas para pensar el
inicio del ciclo lectivo 2021.

Con el inicio del año lectivo surge la necesidad de reflexionar y compartir lo que nos dejó el 2020, un año de
cambios y dilemas, de aprendizajes y ensayos, un año donde la tecnología irrumpió definitivamente en la
educación. La plataforma Ticmas invitó a especialistas y referentes muy reconocidos a participar en una
serie de debates en torno a las problemáticas más urgentes: la función de las autoridades escolares, el rol
del docente, el nuevo paradigma educativo, la seguridad digital, las habilidades del siglo XXI.
Laura Lewin participó en la primera jornada y habló sobre las tareas y desafíos de los directivos. Referente
en gestión educativa y con una extensa trayectoria académica, Lewin es autora de una profusa obra que,
entre otros títulos, incluye La nueva educación, Que enseñes no significa que aprendan, Aulas
motivadas, Fuertes y felices, El aula afectiva, y un largo etcétera.
La entrevista llevó por título “El directivo como piloto de tormenta” y fue realizada por Patricio Zunini. A lo
largo de cuarenta y cinco minutos, Lewin abordó los interrogantes que la pandemia trajo a la educación.
¿Cómo plantear el ciclo 2021? “Creo que la palabra clave es empatía”, dijo Lewin. “Hay que entender que
situaciones extraordinarias requieren de esfuerzos extraordinarios. Ahora tenemos que trabajar muchísimo
en el clima institucional de la escuela ‘con ladrillos’ y de la escuela ‘sin ladrillos’, para que todos se sientan
parte de algo mayor y que podamos comprometernos”.
EFE/ Mauricio Dueñas Castañeda
—¿Cuáles son los principales desafíos que debe enfrentar un director en el nuevo ciclo?
—El primero, sin dudas, es la motivación de los docentes. Los docentes llegan muy lastimados y, si se quiere,
muy maltratados, porque de la nada tuvieron que hacer todo y no tuvieron el reconocimiento que
esperaban. Hay que mimarlos. Como número dos: la capacitación continua. Hay que trabajar en la
importancia del desarrollo profesional y seguir aprendiendo, entendiendo que, si bien la tecnología no es la
solución a todos nuestros problemas, es una gran oportunidad para entender cómo aprenden los chicos y
brindarles un ambiente más afable. Y, por supuesto, el clima, no es un tema menor: cuando desarrollás
vínculos de confianza fuertes y saludables es más sencillo que el docente pueda responderte.
—¿Cómo se motiva al equipo docente?
—Una persona que no siente conexión con vos, por más que le digas lo que le digas y que hagas lo que
hagas, no va a responder. Entonces hay que desarrollar un vínculo, una conexión emocional que sea el
puente para llegar al otro. Y luego, entender qué la motiva a esa otra persona. No pensemos que a la gente
sólo la motiva el dinero. Tienen que sentirse parte del proyecto y tener voz —lo que no significa que tengan
la última palabra—. Es muy importante saber qué les gusta. A los docentes hay que sacarlos de su zona de
confort, pero nunca de su zona de fortaleza. Hay que ver dónde pueden convertirse en superestrellas.

Me gusta pensar en una caja de ahorro emocional: cada vez que te llamo por algo positivo estoy haciendo

un depósito y cuando te llamo por algo que no es tan positivo, hago una extracción.
—¿De qué manera se puede sostener un diálogo con los padres?
—Parecería que cuando te llaman del colegio es solo para decirte algo malo: le fue mal en una prueba, se
cayó, le pegó a alguien. Hay que aprender a conectarse con las familias a partir de cosas positivas. “Te llamo
para contarte lo bien que contestó hoy tu hijo”. O: “Cómo lo extrañaron los chicos ayer cuando faltó”. Me
gusta pensar en una caja de ahorro emocional: cada vez que te llamo por algo positivo estoy haciendo un
depósito y cuando te llamo por algo que no es tan positivo, hago una extracción. Hay que tratar que haya un
saldo en esa caja de ahorro emocional, porque cuando necesite hablar con la familia, yo sé que la familia va
a estar. De la misma manera, es importante generar una comunicación de ida y vuelta. Que no sea todo
unidireccional: te mando una nota, te mando el informe, firmalo. Y también creo que hay que hacer
encuestas. Muchas veces la escuela no las manda porque tiene miedo a lo que puedan contestar. Pero si no
sé cómo están las cosas, no sé qué resolver.
—Me pongo en abogado del diablo: un director tiene que lidiar con los docentes, con los estudiantes, con
el covid, con los supervisores, con los programas educativos. ¿Y además tiene que llamar a los padres para
decirles: “No sabés qué bien le fue hoy a tu hijo”?
—Me hacés acordar a una frase que digo siempre: el que corre dos conejos no agarra ninguno. Hay que
saber cuál es el conejo importante. En la medida en que yo, como directora, haga de todo, no voy a tener
tiempo para hacer aquellas cosas que solo yo como directora puedo hacer. Tenemos que aprender a trabajar
con nuestro equipo, a darles responsabilidades y que puedan autogestionarse. Tal vez tenga que llamar la
propia maestra. Y cuidado con los maestros, porque muchas veces los directivos les piden a los maestros
que les enseñen a pensar a los alumnos, pero no los dejan pensar a ellos.
(Foto: Roberto Acosta)
—¿Estamos preparados para una realidad dual entre presencialidad y virtualidad?
—Por un lado, la falta de previsibilidad es muy triste. Empiezan las clases y uno no sabe cómo van a ir los
chicos a la escuela. Eso complica a los padres, complica al director, complica a los docentes. Pero la calidad
de la instrucción depende de los docentes y no del medio en el que estén enseñando. Vi a muchos docentes
que enseñaban en la clase de Zoom y les tuve que explicar que en la clase de Zoom no se enseña. ¿Por qué?
Porque si me querés enseñar algo y yo no presto atención o me aburre o ya lo sé, vas a ir perdiendo
alumnos. Es mejor enseñar en la clase asincrónica y en la parte sincrónica ponemos en acción todo el
contenido.
—Una suerte de aula invertida.
—Exactamente. Ese el mismo concepto de aula invertida, pero para lo sincrónico y lo asincrónico. El aula
invertida no es ver unos videos en casa y hacer los deberes en el colegio. El aula invertida es potenciar,
maximizar y capitalizar el tiempo cara a cara. En el Zoom queremos hacer lo mismo. No le pidas a los chicos
que hagan presentaciones en Zoom: vas a demorar mucho tiempo. Pero pueden grabar pequeños videítos y
se muestran en la parte sincrónica. No hagas grandes debates en el Zoom, utilicemos salas divididas. Si
entendemos que la clase virtual es diferente a la presencial, que tiene otra lógica, otros tiempos y otra
manera de conectarse con los alumnos, vamos a fortalecer nuestras clases y van a ser efectivas tanto desde
lo presencial como desde lo virtual. Lo que hay que lograr es que la personalidad atraviese la pantalla.

En este año en donde no hubo calificaciones, algunos se confundieron y pensaron que no había que

evaluar. Pero hay que evaluar siempre


—¿Qué deben tener en cuenta directivos y docentes para sostener a la comunidad educativa si vuelve la
virtualidad?
—Se tiene que generar un entorno virtual con mucha presencia de docentes. Pero tampoco hay que pensar
que los docentes son robots y que lo único que hacen es mandar contenidos. Al principio de la cuarentena,
en algunos colegios, la entidad propietaria tenía tanto miedo de perder matrícula que les decía a los
maestros “¡Manden consignas!”. La realidad es que la construcción del aprendizaje no se consigue sólo a
través de actividades o consignas para hacer. Es muy importante el trabajo en conjunto de docentes y
directivos para que las clases sean significativas e interesantes, y, por sobre todas las cosas, que se vea que
los chicos están aprendiendo.
—¿Cómo se puede ver?
—A través de la evaluación formativa. Es el tipo de evaluación que hago si quiero evaluar cómo ayudarte a
aprender; la evaluación sumativa es para ver es si aprendiste o no. En este año en donde no hubo
calificaciones, algunos se confundieron y pensaron que no había que evaluar. Pero hay que evaluar
siempre porque es la manera de ver cómo ayudarte a avanzar y a la vez ver qué tengo que mejorar como
docente en mi práctica didáctico-pedagógica. Es importante también trabajar por proyectos para involucrar
cognitiva y emocionalmente a los chicos. Y también hay que sostener la comunicación. Me hubiera
encantado ver más videos de directivos enviados a las familias. El desafío es estar cerca aún en la distancia.

También podría gustarte