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Literatura Policial y Periodismo
Literatura Policial y Periodismo
Este trabajo se propone investigar la intima relación que existe entre la crónica policial
periodística y la literatura policial. En este sentido, trataremos de hacer un breve repaso
por las características principales de la literatura policial clásica y negra, y la re
significación que muchos escritores y periodistas argentinos han hecho del género,
apropiándose de ciertas rasgos genéricos para ponerlos al servicio del periodismo y
viceversa. A través del análisis de textos literarios y periodísticos de Roberto Arlt, Fray
Mocho, Rodolfo Walsh y Cristian Alarcón se tratará de encontrar huellas que nos hablen
de los “prestamos” que ambos géneros se han hecho, pero sobre todo haciendo hincapié
en el carácter denunciativo del policial negro surgido en EEUU que sirvió de vehículo
narrativo para que muchos escritores a lo largo del siglo XX hayan denunciando los
abusos de las fuerzas estatales en América Latina durante los años 70, así como también
las políticas de exclusión de los gobiernos neo-liberales en los 90, la corrupción judicial
y los abusos de las fuerzas de seguridad hacia los sectores más vulnerables de la
población.
En este trabajo abordaremos el vínculo estrecho que existe entre la literatura policial y
el periodismo. Dar cuenta de aquellos “prestamos” que los géneros se han hecho entre
si, y que han evolucionado a lo largo del siglo XX dando como resultado la crónica
policial moderna que hoy día atraviesa un momento de auge a partir de revistas y blogs
que tratan diversas temáticas de la realidad nacional como la corrupción policial y
judicial, los cruces oscuros entre el poder publico y privado, las practicas de abuso de
las fuerzas de seguridad hacia los sectores más vulnerables de la sociedad. Estos blogs y
revistas eligen la crónica como vehículo narrativo que permite poner en juego diversas
herramientas de la literatura como el dialogo rápido, la descripción, el manejo del
tiempo del relato, etc. Portales de noticias como Anfibia o Cosecha Roja, que a diario
publican crónicas policiales en donde las huellas de la literatura policial son posibles de
palpar a simple vista, han surgido demostrándonos que el género sigue aportándonos
herramientas valiosas para la escritura pero que además ha hecho de la intertextualidad
con el periodismo toda una escuela, entendiendo a la intertextualidad como la definió la
teórica de origen Búlgaro Julia Kristeva cuando expuso que “todo texto se construye
como mosaico de citas. Es absorción y transformación de una multiplicidad de otros
textos [...] no es un punto (un sentido fijo), sino un cruce de superficies textuales, un
diálogo de varios escritos; del escritor, del destinatario (o del personaje), del contexto
cultural o actual”1. En el mismo sentido, tomamos el concepto de “Trenza” de Roland
Barthes cuando afirma que “estas voces trenzadas –o trenzantes– forman la escritura:
cuando está sola la voz no trabaja, no transforma nada, expresa; pero desde el momento
en que interviene la mano para reunir y entremezclar los hilos inertes, hay trabajo, hay
transformación.”
Desde la teoría de la semiosis social de Eliseo Veron podríamos decir que en todo
proceso de comunicación intervienen varios sistemas de signos y ciertos contextos -que
actúan como entidades semióticas -que la condicionan. Este conjunto de relaciones no
es arbitrario ni creado desde cero por los hablantes, sino que se inscribe en una
comunidad cultural e ideológica. Existen en un discurso huellas y marcas posibles de
rastrear para leer las subjetividades socialmente compartidas ya que en el tejido textual
está presente lo ya dicho, los otros textos, así como las diversas voces sociales con sus
particularidades. Estos elementos que actúan como huellas cobran sentido dentro de la
cadena discursiva, así como el signo pierciano adquiere su valor según el signo
antecedente y el consecuente.
Hay grandes relatos -textos- que actúan como matriz, que no solo están presentes en el
discurso y aparecen a través del análisis como indicadores de un determinado momento
de producción en el que tal o cual matriz ya existía dentro de la significación social.,
sino que también pueden significar las situaciones de poder, las luchas y los conflictos
que se dan en un momento determinado.
Volviendo al tema propuesto, no nos resulta casualidad que muchos de los escritores de
policiales argentinos sean también reconocidos lectores del género policial y además
periodistas de renombre como el caso de Osvaldo Soriano, Juan Sasturain o José Pablo
Feinmann. Pero quizás el caso más emblemático sea el de Rodolfo Walsh, traductor y
escritor de relatos policiales que luego se desempeñó como periodista en diversas
revistas y en el diario Noticias. De él nos quedan las novelas Quién mató a Rosendo u
Operación masacre, verdaderos trabajos de periodismo de investigación en donde las
herramientas de la novela policial se ponen al servicio de la denuncia, la pesquisa a
partir de un hecho de trascendencia, la revelación de datos y la profundidad en la
caracterización de los personajes.
Cristian Alarcon escritor y docente de la Facultad de Periodismo de la UNLP, y uno de
1
Oswald Ducrot y Tzvetan Todorov, Diccionarios enciclopédico de la ciencias del
lenguaje, 1972, Siglo XXI editores
los referentes actuales de la crónica policial plantea que “el policial es uno de los
géneros periodísticos que más invita al género de autor porque es en el crimen, sobre
todo en el que afecta a la vida humana, en el homicidio, la forma de matar, en los
móviles para el crimen, y en la relación entre muerte y crimen organizado, entre muerte
y corrupción, entre muerte y cultura de los bajos fondos, donde se encuentran muchas
respuestas a lo que le pasa a una sociedad y su contemporaneidad, a eso que es
acuciante para una sociedad que se está expresando a veces ni siquiera en discurso sino
en esos hechos tan disruptivos como son los hechos de violencia, que en definitiva
terminan siendo la materia prima del relato policial, el quebrantamiento de la ley a
través del ejercicio de las violencias.”2. Es así y como plantea Alarcon que ciertos
hechos policiales que estuvieron en las primeras planas de los diarios han influenciado
al genero policial, en tanto la agenda policial propone ideas, situaciones y temáticas que
los escritores no dudan en abordar. El caso más emblemático puede ser el asesinato de
Maria Belsunce y el parecido que hay con la novela “Las viudas de los jueves” de la
escritora Claudia Piñeiro en donde se describe el submundo de los ricos que viven en
Countrys cerrados del Gran Buenos Aires. De igual manera, Ricardo Piglia en el año
1999 escribió la novela “Plata quemada” basada en un hecho policial ocurrido en
Uruguay, libro que significó una obra maestra de lo que el periodismo y la literatura
policial pueden ofrecer: su construcción está basada en un hecho real, trabajó con
documentación periodística y judicial y a su vez puso lo mejor de la literatura para
construir un relato ágil y profundo sobre el del crimen y aquello que el crimen
organizado puede mostrarnos, como el rebote de un espejo, y que nos devuelve la peor
cara del capitalismo: la desigualdad, la ambición y la corrupción del sistema.
Siguiendo a Ricardo Piglia podemos decir que “en el medio, entre la novela de enigma y
la novela dura, está el relato periodístico, la página de crímenes, los hechos reales.
Auden decía que el género policial había venido a compensar las deficiencias del género
narrativo no ficcional (la noticia policial) que fundaba el conocimiento de la realidad en
la pura narración de los hechos. En un sentido Poe está en los dos lados: se separa de los
hechos reales con el álgebra pura de la forma analítica y abre paso a la narración como
reconstrucción y deducción, que construye la trama sobre las huellas vacías de lo real.
2
Cristian Alarcon, Entrevista para la revista El Patagonico, 31 de Mayo 2003
La pura ficción digamos, que trabaja la realidad como huella, como rastro.”3
De este cruce entre géneros y como resultado de la apropiación que los escritores
latinoamericanos hicieron del policial han resultado una serie de novelas y cuentos en
las cuales el protagonista es un periodista. La intención de darle al texto “color local”
como lo denomina Jorge Lafforge es algo que preocupaba a los escritores nacionales de
policial desde principios de siglo XX. Es que tanto la figura del burgues-investigador al
estilo Dupin (Poe) como la figura del detective privado norteamericano de los años 50
eran ambas ajenas a estos paisajes. Esto derivó en una serie de personajes literarios
novedosos que se adaptaron a la realidad argentina4. Periodistas investigadores,
comisarios investigadores o simples ciudadanos movidos por la voluntad de saber o
envueltos en tramas que deben tratar de resolver para sobrevivir. Ahí lo tenemos al
mítico Emilio Renzi creado por Piglia que como una suerte de detective norteamericano
criollo investiga las pistas que otros van dejando en el camino para llegar al final donde
todo se resuelve a partir de un uso racional de la información que los demás van
dejando. De la capacidad de unir hechos de la realidad, fechas, horarios, documentos
historiográficos perdidos en escritorios, cartas que sólo el periodista-detective puede
leer entre líneas, surge la verdad a luz del lector. Del mismo modo, el periodista del
cuento “Esa mujer” de Rodolfo Walsh se acerca hasta el departamento del coronel para
sacarle datos sobre el cadáver de evita. Es el periodista-investigador, con su libreta y su
birome el que acude a las fuentes para revelar algo que está escondido, y que fuerzas
oscuras luchan para que eso jamás sea revelado. "Mi labor en el periodismo me puso en
contacto con verdaderos asesinos, con verdaderos investigadores, con verdaderos
torturadores y también con algunos verdaderos héroes”5, decía Walsh en una entrevista
3
Ricardo Piglia, 1986, Crítica y ficción, Editorial Planeta Argentina
4
En la novela policial “Cuarteles de invierno” de Osvaldo Soriano, el protagonista se llama
Andrés Galvan y es un cantor de tangos que contratado por los militares, debe dar un show
en la apertura de una pelea de box en un pueblo del Interior llamado Colonia Vela. El
boxeador, luego de la pelea, se involucra con la hija de un militar y el tanguero debe
ayudarlo a escapar de la ciudad.
Otro caso es el de “Los tigres de la memoria” de Juan Carlos Martelli, novela en la que el
protagonista, un simple propietario de una balneario en la costa argentina, es acosado por la
policía bonaerense ya que al parecer tiene un pasado de militante político.
5
Entrevista realizada por Ricardo Piglia, 1970
en los años 70 cuando su labor como periodista daba lugar a un vuelco hacia la literatura
que lo acercaría a los modelos narrativos de la novela negra norteamericana de Dashiel
Hamett o Raymond Chandler. Es que la argentina entraba en una espiral de violencia
social y política que lo empujaría a la calle para contar aquello que sucedía. La
militancia atravesaría por completo su escritura y aquellos viejos cuentos policiales
firmados por él a principios de los 50 ya no encajaban en ese contexto de persecución
política, golpes militares, y represión social a mano de los sectores de poder de la
argentina. No es entonces raro que en ese contexto muchos escritores que también se
desempañaban como periodistas se hayan volcado hacia el policial negro utilizando la
ficción al servicio de la denuncia.
Pero acaso ¿no son los métodos de investigación del periodismo los mismos que utiliza
el detective para llegar a la verdad? Es decir, como primer paso, encontrar un tema o
trabajo a investigar, informarse exhaustivamente sobre ese tema y su contexto, reunir
datos necesarios para el esclarecimiento y al mismo tiempo desechar aquella
información no esencial para nuestro tema, acercarse a la fuentes de manera de
acercarse mejor al problema y poder sacar de las personas los datos que nos interesan o
que son reveladores de los hechos ocultos que queremos poner a la luz, y por último
verificar datos, cruzar información y llegar a conclusiones concretas sobre el tema.
No es casual entonces que los escritores argentinos y latinoamericanos de policial negro
hayan visto en el periodista un análogo del detective, como tampoco es casual que el
género negro, tan útil en Estados Unidos para denunciar los abusos de poder y la
corrupción de las instituciones, haya sido abrazado por tantos escritores
latinoamericanos para narrar y denunciar los horrores y asesinatos de las fuerzas de
seguridad en las décadas del 60 y 70, los atropellos a la libertad de expresión, la
represión callejera, y en definitiva la implementación de un modelo de exclusión que se
impuso a sangre y fuego.
Algunos antecedentes
Lafforgue, Jorge y Rivera, Jorge. Asesinos de papel. Calicanto, Buenos Aires, 1977
Di Luca, Anabella, Espósito, Verónica. Estavillo, Marianela. Ravea, Magalí. La novela negra
en el período 1976-1986, como denuncia de la última dictadura militar. Tesis de grado.
FP&CS UNLP. La Plata. 2007
alumnas de dicha facultad es un gran trabajo que da cuenta de la producción de novelas
que se escribieron en la última dictadura militar, haciendo un trabajo de análisis del
discurso que nos será útil a la hora de analizar a otros autores. En este sentido, la
elección de los llamados “estudios culturales” y la corriente rusa de principio del siglo
XX denominada Sociólogos de la literatura es pertinente para entender el rol social y de
denuncia que cumplen las obras en un determinado momento histórico, como hijas de su
tiempo, con marcas, rasgos y huellas que hablan de la permeabilidad de los escritores
interpelados por lo social y lo político a la hora de escribir ficción.
Es interesante el contrapunto que hacen las autores comparando las temáticas, los
personajes y los ambientes que narran el policial norteamericano y el argentino. Se pone
en discusión la figura del detective, reemplazado aquí por el periodista en muchos casos
o por un simple justiciero. Del mismo modo, las costas rocosas de Los Ángeles o la
sórdida Nueva York es trocada por un melancólico Buenos Aires, con sus calles
empedradas y sus esquinas iluminadas por faroles. También es puesto en discusión el
concepto de Estado, poder, instituciones del orden y justicia. Todo esto marcado por el
escepticismo hacia esa instituciones, tan propio de nuestro país y que tiene que ver con
nuestra propia historia.
Al respecto del libro publicado por los franceses Narcejac-Boileau “La novela policial” 8
podemos decir que es un excelente trabajo sobre las diferentes transformaciones que fue
sufriendo el género desde su aparición en estados unidos de la mano de Allan Poe hasta
las distintas corrientes del género en Europa, sobre todo en Francia e Inglaterra; hasta la
irrupción del género negro y sus diferentes vertientes en los años 50, 60 y 70. Quizás lo
más destacable sea el primer capítulo en donde los autores proponen una explicación
metafísica de porqué la literatura policial genera tantos adeptos en el mundo. Según
ellos, el miedo, el misterio y la investigación rondan la vida humana desde sus orígenes
y atraviesan la mayor parte de la literatura universal. El miedo, para los autores, es el
impulso más primitivo del hombre, y siempre ha tratado de evadirlo a través de la
investigación para de esta manera apartarlo de la vida humana. De algún modo, el
investigador del policial viene a poner un manto de luz sobre aquello que desconocemos
10
Algunos debates necesarios sobre el género policial
Varios Autores. Los héroes difíciles, literatura policial en Argentina e Italia. Corregidor.
Buenos Aires. 1991
11
12
13
Walsh Rodolfo. Prólogo a “Diez cuentos policiales argentinos”. Hachette. Buenos Aires.
1953
género negro en los 60 y 70.
En torno a esto hay una controversia que los estudiosos argentinos del género no logran
resolver aún: ¿fue con estas revistas de los años 50 que el policial duro hizo pié en la
Argentina o la famosa Serie Negra dirigida por Piglia en los años 60 sirvió como motor
de un montón de nuevos escritores que se lanzaron a dicha narrativa? En este sentido
hay ejemplos para pensar que el género policial negro ya estaba instalado en los
escritores argentinos mucho antes de que apareciera la Serie Negra. Sólo basta pensar en
la influencia que tuvo para Walsh el género a la hora de escribir Operación Masacre o
Quién mató a Rosendo. Del mismo modo, The Buenos Aires Affaire de Manuel Puig
tiene una fuerte influencia de la temática dura, posiblemente más inspirado en su vasto
conocimiento cinematográfico que literario; aquellas novelas policiales norteamericanas
que fueron llevadas al cine en la mitad del siglo XX pueden haber jugado un rol
importante en la composición de la obra de Puig. Incluso el propio David Viñas ya en
los años 50 había sacado tres novelas -“Mate Cocido”, “Chicho Grande” y “Chicho
Chico”- que podrían situarse dentro de la narrativa de acción y suspenso que propusiera
Hammett 20 años antes.
Poe, el princio