Está en la página 1de 17

Titulo: “Literatura policial y periodismo en la Argentina: La crónica policial

Descripción del proyecto

Este trabajo se propone investigar la intima relación que existe entre la crónica policial
periodística y la literatura policial. En este sentido, trataremos de hacer un breve repaso
por las características principales de la literatura policial clásica y negra, y la re
significación que muchos escritores y periodistas argentinos han hecho del género,
apropiándose de ciertas rasgos genéricos para ponerlos al servicio del periodismo y
viceversa. A través del análisis de textos literarios y periodísticos de Roberto Arlt, Fray
Mocho, Rodolfo Walsh y Cristian Alarcón se tratará de encontrar huellas que nos hablen
de los “prestamos” que ambos géneros se han hecho, pero sobre todo haciendo hincapié
en el carácter denunciativo del policial negro surgido en EEUU que sirvió de vehículo
narrativo para que muchos escritores a lo largo del siglo XX hayan denunciando los
abusos de las fuerzas estatales en América Latina durante los años 70, así como también
las políticas de exclusión de los gobiernos neo-liberales en los 90, la corrupción judicial
y los abusos de las fuerzas de seguridad hacia los sectores más vulnerables de la
población.

Palabras Clave: Periodismo, Crónica, Policial, Investigación, Denuncia

El trabajo se enmarca dentro del programa de investigación Comunicación y Arte. Esto


surge de entender a las producciones culturales de un país fuertemente vinculadas al
contexto en el que surgen y a la relación dialogica que tienen con otras expresiones de la
cultura. Así mismo, entender cada obra “como un proceso de construcción colectivo” y
por lo tanto hacer hincapié en su dimensión comunicacional como proceso de
construcción de sentido vinculado a la sociedad en que surge, su pasado y su presente.
Es importante también poder rescatar el valor de denuncia de las obras que se analizaran
y por lo tanto el rol político que cumplieron.
El objetivo de esta investigación es aportar una mirada mas a la gran cantidad de
ensayos e investigaciones que han hecho foco sobre el género policial en la argentina,
pero haciendo hincapié en la retroalimentacion que hubo con el periodismo, faceta no
muy investigada aun. En este sentido, resaltar la estrecha vinculación que hay entre
ambos géneros, ya que no nos parece casual que muchos periodistas argentinos hayan
encontrado en el policial negro una forma de denunciar hechos de la realidad nacional.
Pero además, cuales son esos rasgos genéricos que entre periodismo y policial han ido
prestándose mutuamente, rasgos que han signifaco un gran aporte para el periodismo
moderno que se valió de las herramienas de la literatura en general y del policial en
particular para enriquecer los textos, dotarlos de mayor fuerza narrativa, describir
personajes con profundidad (terminar)

Perspectivas y herramientas teorico conceptuales

En este trabajo abordaremos el vínculo estrecho que existe entre la literatura policial y
el periodismo. Dar cuenta de aquellos “prestamos” que los géneros se han hecho entre
si, y que han evolucionado a lo largo del siglo XX dando como resultado la crónica
policial moderna que hoy día atraviesa un momento de auge a partir de revistas y blogs
que tratan diversas temáticas de la realidad nacional como la corrupción policial y
judicial, los cruces oscuros entre el poder publico y privado, las practicas de abuso de
las fuerzas de seguridad hacia los sectores más vulnerables de la sociedad. Estos blogs y
revistas eligen la crónica como vehículo narrativo que permite poner en juego diversas
herramientas de la literatura como el dialogo rápido, la descripción, el manejo del
tiempo del relato, etc. Portales de noticias como Anfibia o Cosecha Roja, que a diario
publican crónicas policiales en donde las huellas de la literatura policial son posibles de
palpar a simple vista, han surgido demostrándonos que el género sigue aportándonos
herramientas valiosas para la escritura pero que además ha hecho de la intertextualidad
con el periodismo toda una escuela, entendiendo a la intertextualidad como la definió la
teórica de origen Búlgaro Julia Kristeva cuando expuso que “todo texto se construye
como mosaico de citas. Es absorción y transformación de una multiplicidad de otros
textos [...] no es un punto (un sentido fijo), sino un cruce de superficies textuales, un
diálogo de varios escritos; del escritor, del destinatario (o del personaje), del contexto
cultural o actual”1. En el mismo sentido, tomamos el concepto de “Trenza” de Roland
Barthes cuando afirma que “estas voces trenzadas –o trenzantes– forman la escritura:
cuando está sola la voz no trabaja, no transforma nada, expresa; pero desde el momento
en que interviene la mano para reunir y entremezclar los hilos inertes, hay trabajo, hay
transformación.”
Desde la teoría de la semiosis social de Eliseo Veron podríamos decir que en todo
proceso de comunicación intervienen varios sistemas de signos y ciertos contextos -que
actúan como entidades semióticas -que la condicionan. Este conjunto de relaciones no
es arbitrario ni creado desde cero por los hablantes, sino que se inscribe en una
comunidad cultural e ideológica. Existen en un discurso huellas y marcas posibles de
rastrear para leer las subjetividades socialmente compartidas ya que en el tejido textual
está presente lo ya dicho, los otros textos, así como las diversas voces sociales con sus
particularidades. Estos elementos que actúan como huellas cobran sentido dentro de la
cadena discursiva, así como el signo pierciano adquiere su valor según el signo
antecedente y el consecuente.
Hay grandes relatos -textos- que actúan como matriz, que no solo están presentes en el
discurso y aparecen a través del análisis como indicadores de un determinado momento
de producción en el que tal o cual matriz ya existía dentro de la significación social.,
sino que también pueden significar las situaciones de poder, las luchas y los conflictos
que se dan en un momento determinado.
Volviendo al tema propuesto, no nos resulta casualidad que muchos de los escritores de
policiales argentinos sean también reconocidos lectores del género policial y además
periodistas de renombre como el caso de Osvaldo Soriano, Juan Sasturain o José Pablo
Feinmann. Pero quizás el caso más emblemático sea el de Rodolfo Walsh, traductor y
escritor de relatos policiales que luego se desempeñó como periodista en diversas
revistas y en el diario Noticias. De él nos quedan las novelas Quién mató a Rosendo u
Operación masacre, verdaderos trabajos de periodismo de investigación en donde las
herramientas de la novela policial se ponen al servicio de la denuncia, la pesquisa a
partir de un hecho de trascendencia, la revelación de datos y la profundidad en la
caracterización de los personajes.
Cristian Alarcon escritor y docente de la Facultad de Periodismo de la UNLP, y uno de
1
Oswald Ducrot y Tzvetan Todorov, Diccionarios enciclopédico de la ciencias del
lenguaje, 1972, Siglo XXI editores
los referentes actuales de la crónica policial plantea que “el policial es uno de los
géneros periodísticos que más invita al género de autor porque es en el crimen, sobre
todo en el que afecta a la vida humana, en el homicidio, la forma de matar, en los
móviles para el crimen, y en la relación entre muerte y crimen organizado, entre muerte
y corrupción, entre muerte y cultura de los bajos fondos, donde se encuentran muchas
respuestas a lo que le pasa a una sociedad y su contemporaneidad, a eso que es
acuciante para una sociedad que se está expresando a veces ni siquiera en discurso sino
en esos hechos tan disruptivos como son los hechos de violencia, que en definitiva
terminan siendo la materia prima del relato policial, el quebrantamiento de la ley a
través del ejercicio de las violencias.”2. Es así y como plantea Alarcon que ciertos
hechos policiales que estuvieron en las primeras planas de los diarios han influenciado
al genero policial, en tanto la agenda policial propone ideas, situaciones y temáticas que
los escritores no dudan en abordar. El caso más emblemático puede ser el asesinato de
Maria Belsunce y el parecido que hay con la novela “Las viudas de los jueves” de la
escritora Claudia Piñeiro en donde se describe el submundo de los ricos que viven en
Countrys cerrados del Gran Buenos Aires. De igual manera, Ricardo Piglia en el año
1999 escribió la novela “Plata quemada” basada en un hecho policial ocurrido en
Uruguay, libro que significó una obra maestra de lo que el periodismo y la literatura
policial pueden ofrecer: su construcción está basada en un hecho real, trabajó con
documentación periodística y judicial y a su vez puso lo mejor de la literatura para
construir un relato ágil y profundo sobre el del crimen y aquello que el crimen
organizado puede mostrarnos, como el rebote de un espejo, y que nos devuelve la peor
cara del capitalismo: la desigualdad, la ambición y la corrupción del sistema.
Siguiendo a Ricardo Piglia podemos decir que “en el medio, entre la novela de enigma y
la novela dura, está el relato periodístico, la página de crímenes, los hechos reales.
Auden decía que el género policial había venido a compensar las deficiencias del género
narrativo no ficcional (la noticia policial) que fundaba el conocimiento de la realidad en
la pura narración de los hechos. En un sentido Poe está en los dos lados: se separa de los
hechos reales con el álgebra pura de la forma analítica y abre paso a la narración como
reconstrucción y deducción, que construye la trama sobre las huellas vacías de lo real.

2
Cristian Alarcon, Entrevista para la revista El Patagonico, 31 de Mayo 2003
La pura ficción digamos, que trabaja la realidad como huella, como rastro.”3

Periodista detective / Detective periodista

De este cruce entre géneros y como resultado de la apropiación que los escritores
latinoamericanos hicieron del policial han resultado una serie de novelas y cuentos en
las cuales el protagonista es un periodista. La intención de darle al texto “color local”
como lo denomina Jorge Lafforge es algo que preocupaba a los escritores nacionales de
policial desde principios de siglo XX. Es que tanto la figura del burgues-investigador al
estilo Dupin (Poe) como la figura del detective privado norteamericano de los años 50
eran ambas ajenas a estos paisajes. Esto derivó en una serie de personajes literarios
novedosos que se adaptaron a la realidad argentina4. Periodistas investigadores,
comisarios investigadores o simples ciudadanos movidos por la voluntad de saber o
envueltos en tramas que deben tratar de resolver para sobrevivir. Ahí lo tenemos al
mítico Emilio Renzi creado por Piglia que como una suerte de detective norteamericano
criollo investiga las pistas que otros van dejando en el camino para llegar al final donde
todo se resuelve a partir de un uso racional de la información que los demás van
dejando. De la capacidad de unir hechos de la realidad, fechas, horarios, documentos
historiográficos perdidos en escritorios, cartas que sólo el periodista-detective puede
leer entre líneas, surge la verdad a luz del lector. Del mismo modo, el periodista del
cuento “Esa mujer” de Rodolfo Walsh se acerca hasta el departamento del coronel para
sacarle datos sobre el cadáver de evita. Es el periodista-investigador, con su libreta y su
birome el que acude a las fuentes para revelar algo que está escondido, y que fuerzas
oscuras luchan para que eso jamás sea revelado. "Mi labor en el periodismo me puso en
contacto con verdaderos asesinos, con verdaderos investigadores, con verdaderos
torturadores y también con algunos verdaderos héroes”5, decía Walsh en una entrevista

3
Ricardo Piglia, 1986, Crítica y ficción, Editorial Planeta Argentina
4
En la novela policial “Cuarteles de invierno” de Osvaldo Soriano, el protagonista se llama
Andrés Galvan y es un cantor de tangos que contratado por los militares, debe dar un show
en la apertura de una pelea de box en un pueblo del Interior llamado Colonia Vela. El
boxeador, luego de la pelea, se involucra con la hija de un militar y el tanguero debe
ayudarlo a escapar de la ciudad.
Otro caso es el de “Los tigres de la memoria” de Juan Carlos Martelli, novela en la que el
protagonista, un simple propietario de una balneario en la costa argentina, es acosado por la
policía bonaerense ya que al parecer tiene un pasado de militante político.
5
Entrevista realizada por Ricardo Piglia, 1970
en los años 70 cuando su labor como periodista daba lugar a un vuelco hacia la literatura
que lo acercaría a los modelos narrativos de la novela negra norteamericana de Dashiel
Hamett o Raymond Chandler. Es que la argentina entraba en una espiral de violencia
social y política que lo empujaría a la calle para contar aquello que sucedía. La
militancia atravesaría por completo su escritura y aquellos viejos cuentos policiales
firmados por él a principios de los 50 ya no encajaban en ese contexto de persecución
política, golpes militares, y represión social a mano de los sectores de poder de la
argentina. No es entonces raro que en ese contexto muchos escritores que también se
desempañaban como periodistas se hayan volcado hacia el policial negro utilizando la
ficción al servicio de la denuncia.
Pero acaso ¿no son los métodos de investigación del periodismo los mismos que utiliza
el detective para llegar a la verdad? Es decir, como primer paso, encontrar un tema o
trabajo a investigar, informarse exhaustivamente sobre ese tema y su contexto, reunir
datos necesarios para el esclarecimiento y al mismo tiempo desechar aquella
información no esencial para nuestro tema, acercarse a la fuentes de manera de
acercarse mejor al problema y poder sacar de las personas los datos que nos interesan o
que son reveladores de los hechos ocultos que queremos poner a la luz, y por último
verificar datos, cruzar información y llegar a conclusiones concretas sobre el tema.
No es casual entonces que los escritores argentinos y latinoamericanos de policial negro
hayan visto en el periodista un análogo del detective, como tampoco es casual que el
género negro, tan útil en Estados Unidos para denunciar los abusos de poder y la
corrupción de las instituciones, haya sido abrazado por tantos escritores
latinoamericanos para narrar y denunciar los horrores y asesinatos de las fuerzas de
seguridad en las décadas del 60 y 70, los atropellos a la libertad de expresión, la
represión callejera, y en definitiva la implementación de un modelo de exclusión que se
impuso a sangre y fuego.

Algunos antecedentes

Como antecedentes a la investigación hay diversos trabajos académicos, ensayos y


libros de recopilaciones y entrevistas que intentan dar un panorama general de la
situación del policial argentino a lo largo de la historia. Uno de los más interesantes es
el trabajo realizado por Jorge Laforgue y Jorge Rivera “Asesinos de papel, ensayos
sobre narrativa policial”6. Este libro da cuenta de los tres momentos claves que atravesó
el género en el país, pero lo más llamativo es la cantidad de datos que aporta en cuanto a
revistas, colecciones y traducciones que sirvieron para el desarrollo de un policial
nacional. En este sentido, hay un capitulo a resaltar en donde los autores introducen la
idea de “color local” refiriéndose al trabajo de los escritores por adaptar la novela negra
norteamericana a los ambientes y personajes propios de la argentina. El capitulo en
donde el autor desarrollo la evolución del género en el Uruguay, si bien es interesante
por el contrapunto evidente con nuestro país, no es pertinente para la investigación, pero
sin dudas, la re valorización del género en los años 60 acompañado de un aceptación
más general en ámbitos académicos nacionales, detalle que es marcado por el autor a
través del recorrido que hizo la Serie Negra dirigida por Piglia nos será de mucha
utilidad para comprender el boom del género en la década siguiente con infinidad de
libros y cuentos publicados.
Otro aporte importante del texto son la cantidad de entrevistas a diferentes escritores
que nos aproximan al pensamiento de aquellos que hicieron policial a la par que
teorizaban sobre el género. Por eso el gran valor que tienen las entrevistas a Borges,
Onetti, Denevi, entre otros.
Un trabajo interesante es el realizado por Stella Martini para la Universidad Catolica
Argentina, titulado “Los prestamos entre literatura y periodismo: el caso de la crónica
policial” en donde la autora hace un gran recorrido sobre los orígenes del policial en la
argentina, pero sobre todo trabaja el nacimiento de la sección “policiales” en los diarios
de principio del siglo XX en la Argentina y como esto de algún modo comienza a
prefigurar un lector de policial que luego comprará en los años 40 y 50 los magazines y
fancines con cuentos y novelas policiales argentinas y extranjeras.
La tesis de la facultad de Periodismo y Comunicación Social “La novela negra en el
período 1977-1986, como denuncia a la última dictadura militar”7 elaborada por

Lafforgue, Jorge y Rivera, Jorge. Asesinos de papel. Calicanto, Buenos Aires, 1977

Di Luca, Anabella, Espósito, Verónica. Estavillo, Marianela. Ravea, Magalí. La novela negra
en el período 1976-1986, como denuncia de la última dictadura militar. Tesis de grado.
FP&CS UNLP. La Plata. 2007
alumnas de dicha facultad es un gran trabajo que da cuenta de la producción de novelas
que se escribieron en la última dictadura militar, haciendo un trabajo de análisis del
discurso que nos será útil a la hora de analizar a otros autores. En este sentido, la
elección de los llamados “estudios culturales” y la corriente rusa de principio del siglo
XX denominada Sociólogos de la literatura es pertinente para entender el rol social y de
denuncia que cumplen las obras en un determinado momento histórico, como hijas de su
tiempo, con marcas, rasgos y huellas que hablan de la permeabilidad de los escritores
interpelados por lo social y lo político a la hora de escribir ficción.
Es interesante el contrapunto que hacen las autores comparando las temáticas, los
personajes y los ambientes que narran el policial norteamericano y el argentino. Se pone
en discusión la figura del detective, reemplazado aquí por el periodista en muchos casos
o por un simple justiciero. Del mismo modo, las costas rocosas de Los Ángeles o la
sórdida Nueva York es trocada por un melancólico Buenos Aires, con sus calles
empedradas y sus esquinas iluminadas por faroles. También es puesto en discusión el
concepto de Estado, poder, instituciones del orden y justicia. Todo esto marcado por el
escepticismo hacia esa instituciones, tan propio de nuestro país y que tiene que ver con
nuestra propia historia.
Al respecto del libro publicado por los franceses Narcejac-Boileau “La novela policial” 8
podemos decir que es un excelente trabajo sobre las diferentes transformaciones que fue
sufriendo el género desde su aparición en estados unidos de la mano de Allan Poe hasta
las distintas corrientes del género en Europa, sobre todo en Francia e Inglaterra; hasta la
irrupción del género negro y sus diferentes vertientes en los años 50, 60 y 70. Quizás lo
más destacable sea el primer capítulo en donde los autores proponen una explicación
metafísica de porqué la literatura policial genera tantos adeptos en el mundo. Según
ellos, el miedo, el misterio y la investigación rondan la vida humana desde sus orígenes
y atraviesan la mayor parte de la literatura universal. El miedo, para los autores, es el
impulso más primitivo del hombre, y siempre ha tratado de evadirlo a través de la
investigación para de esta manera apartarlo de la vida humana. De algún modo, el
investigador del policial viene a poner un manto de luz sobre aquello que desconocemos

Boileau – Narcejac. La novela policial. Editorial Paidós. Buenos Aires.


y a lo que tememos. Y más aún si aquello a lo que le tememos es a la posibilidad de
morir.
Otro trabajo de la Facultad de Periodismo muy pertinente para el tema a investigar es
“Periodismo y literatura, lo fantástico y lo policial en Walsh”9 de Marcelo Bechara,
enteramente dedicada a la figura de Walsh. Lo que intenta el autor en este trabajo es, a
través de un riguroso análisis de discurso utilizando como guía al semiólogo Eliseo
Verón, descubrir aquellas huellas y marcas que la literatura fantástica y la policial
fueron dejando en sus trabajos como periodista. Descubriremos entonces un Walsh que
ya no reconoce fronteras sino que se propone todo el tiempo, quizás inconscientemente,
romper las estructuras estilísticas y de los géneros. No es casualidad entonces, que
Operación Masacre no entre en ninguno de parámetros establecidos de la literatura
“formal” sino que es reconocida como un híbrido y quizás ese sea el aporte más grande
del autor, ya que según este trabajo esas son las obras que finalmente trascienden y
generan nuevos paradigmas literarios.
Además, un libro que no tiene autor pero que es una recopilación de ensayos de
diferentes escritores nacionales e italianos que se han desarrollado en el género. Se titula
“Los héroes difíciles, literatura policial en la Argentina y en Italia”. Estos ensayos se
abocan a problematizar sobre los diferentes perfiles de investigadores-protagonistas de
las novelas policiales que se han escrito en estos dos países y a ponerlos en relación con
la cultura y la sociedad en que se desarrollan esas historias. Es interesante para ver la
labor de los escritores a la hora de crear personajes que tengan, como dice Laforgue,
“Color local”. Es decir, adaptarlos a las sociedades en que esas historias transcurren para
logar verosimilitud. Además, algo que nota con mucha perspicacia Feinmann es la
ausencia de policías o detectives en las ficciones derivadas del hardboiled estadounidense
en Argentina, a diferencia de otras literaturas policíacas clásicas o duras en donde
sobreabundan: “En las narraciones de Conan Doyle, la policía no es inteligente pero es
justa […], en Hammett y Chandler la policía-institución no presenta mayores atributos
morales que los culpables de los delitos; los valores se han recluido en la figura hosca y
melancólica del solitario detective”.10

Bechara, Marcelo. Periodismo y literatura: lo fantástico y lo policial en Walsh. FP&CS UNLP.


1997

10
Algunos debates necesarios sobre el género policial

En el primer debate que me gustaría profundizar es en la cuestión no tan cercana al tema


que trata este trabajo pero que es central en el desarrollo del género, y es sobre las
diferencias técnicas y temáticas entre el policial clásico inaugurado con Edgar Allan Poe
y el policial negro o duro, aparecido en Estados Unidos en los primeros años del siglo
XX a través de la revista Black Mask. Si bien la mayoría de los libros y artículos que
tratan el tema han “acordado” establecer el inicio del género con la aparición de
“Cosecha Roja” de Dashiell Hammet en 1929, este trabajo tomará como punto de
partida -sabiendo que los recortes siempre son arbitrarios pero ordenan el corpus que se
analizará- el cuento Los asesinos de Ernest Hemingway publicado en 1927 por ser este
cuento un fiel representante de la literatura dura. A saber: un misterio, un asesinato,
diálogo y ritmo veloz, descripciones acotadas y simples a la manera del autor, que
establecerán una línea de continuidad que atravesará a todo el género durante los años
siguientes.
Lo otro entonces será establecer cuáles son los rasgos temáticos propios del género
negro que implicaron una ruptura con el policial clásico. Para esto es útil el texto “El
género negro” de Mempo Giardinelli. Este autor sostiene que si bien el asesinato y la
investigación siguen siendo los ejes centrales en los cuáles se estructura el género negro
a partir de Dashiell Hammet, las motivaciones sociales y económicas de la violencia
afloran a la superficie del relato11. “El detective ha dejado de encarnar a la razón pura”
dice Piglia en su ensayo “Lo negro del policial”. Si en la corriente clásica el
investigador es un aristócrata que se dedica en sus ratos libres a resolver casos de
jardineros estafadores y mayordomos asesinos, en la novela negra es “un profesional,
alguien que hace su trabajo y recibe un sueldo”. El género negro vincula al crimen con
la sociedad en que sucede y ya no importa tanto saber cómo se realizó el delito sino cuál
fue su motivo. El crimen entonces se sitúa en la base del sistema industrial moderno y

Varios Autores. Los héroes difíciles, literatura policial en Argentina e Italia. Corregidor.
Buenos Aires. 1991

11

Giardinelli, Mempo. El género negro, orígenes y evolución de la literatura policial y su


influencia en Latinoamérica. Capital Intelectual, Buenos Aires, 2013.
en la relaciones de desigualdad social se hallarán las motivaciones últimas de la
violencia y el horror. Ya no será “la campiña inglesa” el escenario de estos relatos sino
la ciudad con toda su sordidez. La prostitución, el juego, las mafias, y un mundo en
donde ya no hay reglas ni códigos –salvo los del detective-. Es el pus del sistema que
está lastimado, herido de muerte. Ladrones y asesinos se confunden con los agentes de
la ley, y subyaciendo el “modo de vivir americano” se encuentra una sociedad en
ebullición, intentando esconder sus miserias debajo de la alfombra.
Esto es lo que lleva al género a utilizar un lenguaje nuevo, realista y descarnado;
lenguaje que hasta el propio Borges desacreditará por resultarle vulgar y chabacano.
En el prólogo de la colección de policiales clásicos titulada Séptimo Circulo -en
referencia al círculo que representa el infierna en La Divina Comedia de Dante
Alighieri- el autor del Aleph dirá “Es curioso observar que en su país de origen, el
género progresivamente se aparta de su modelo intelectual que proponen las páginas de
Poe y tiende a la violencia de lo erótico y de lo sanguinario”
Muy distintas son las palabras de Raymond Chandler que en su ensayo El difícil arte de
matar dirá que es “el lenguaje que sirve para narrar un crimen que se le ocurrió a
alguien dos minutos antes de llevarlo a cabo y del cual se arrepentirá toda su vida”12
Veloces como la realidad que narra, los textos de Chandler se caracterizan por tener un
ritmo ágil, descripciones sencillas y diálogos cortos pero concretos. Su célebre detective
Phillip Marlowe sobrelleva con hidalguía toda serie de trabajos que se le encargan:
desde perseguir a un militar sospechado de robar unas joyas, hasta la noble tarea de
proteger, sin retribución alguna, a un millonario en bancarrota que pasa sus días
bebiendo y gastándose la plata en los burdeles de Los Ángeles. Retomando, quizás, el
modelo de diálogo propuesto por Hemingway en Los asesinos, Chandler hará del
diálogo breve toda una escuela que impregnará fuertemente a los escritores
latinoamericanos del siglo XX. Este recurso será rescatado brillantemente por Osvaldo
Soriano en su novela “No habrá más pena ni olvido” de 1973, anticipatoria de la
violencia que sobrevendría en la Argentina los años próximos.
Pero quizás uno de los debates más álgidos que ha dado el género es si este debe
considerarse un subgénero o género de entretenimiento y “evasión” o si sus obras más

12

Chandler, Raymond. El simple arte de matar. Bruguera. Barcelona. 1980


destacadas deben entrar en los clásicos de la literatura universal. Las principales críticas
provienen de las usinas académicas no solo europeas y norteamericanas sino también
latinoamericanas que ven en este género popular una manera vulgar de “escape”, un
mero entretenimiento sin nada de calidad, un divertimento para los sectores más bajos
de la sociedad que consumen esos folletines escritos por autores que sólo buscan ganar
dinero fácil publicando historias de héroes rudos que toman whisky y se agarran a
trompadas a la salida del bar. Hay quienes también lo han caracterizado de reaccionario
porque describe la violencia social sin cuestionarla; conviviendo con ella y haciéndola
parte de la cotidianeidad.
Sin embargo todos aquellos críticos, escritores y hasta filósofos, desde Antonio Gramsci
hasta Chesterton pasando por Ernest Mandel y Walter Benjamin, que han teorizado
sobre este tipo de escritura han coincidido en subrayar el realismo del género negro y su
constante denuncia al sistema capitalista, que sin ser panfletaria logra poner al
descubierto las contradicciones dentro de la propia sociedad norteamericana y las
relaciones de poder en un país en donde la carrera por el éxito se lleva puesta la vida de
millones. Y los referentes del género –Chandler, Hamett, Goodis- lo han hecho sin dejar
de lado las formas estéticas de la narrativa. Hoy nadie negaría que El largo Adiós es una
novela bien escrita, que está dentro de los cánones literarios académicos, si es que cabe
prestarle atención a semejante nimiedad.
Como sea, el policial tuvo una pronta recepción en América Latina. Donald A. Yates
(1928), profesor de la Universidad de Michigan, fue de los primeros que se ocuparon de
revisar la escritura del género policíaco en la América hispanoparlante. En su ya clásica
antología El cuento policial latinoamericano, publicada en 1964, señaló que en la
sociedad hispanoamericana “la autoridad de la fuerza policial y el poder de la Justicia se
admiran y aceptan menos que en los países anglosajones”13. Con eso estableció un punto
medular para la consideración del género negro en lengua castellana. Dicho autor
consideraba que tal cuestión des motivaría la producción de novelas y cuentos en los
países de América del sur, cosa que evidentemente no sucedió, y que la generación de
jóvenes escritores argentinos de policial negro que aparecieron a mediados de los años
60 vendrían a echar por tierra completamente.

13

Yates, Donald. El cuento policial Latinoamericano. Ed. De Andrea. México. 1964


Si vamos al caso argentino, el policial clásico se introdujo a través de Poe y Conan
Doyle. Fue el médico y naturalista Eduardo Ladislao Holmberg allá por el año 1880,
quién con sus textos La bolsa de huesos y La casa endiablada inaugura el largo y
fructífero recorrido que luego tendrá el género en el país. Sus textos estaban
fuertemente influenciados por los creadores de los detectives Sherlock Holmes y Dupín
al punto de copiar las estructuras de algunos relatos, pero fue sin dudas un gran punto de
partida para toda una narrativa que, junto a Horacio Quiroga, Ayala Gauna y otros serán
los iniciadores de una corriente que tendrá su etapa de oro con Borges, Bioy Casares,
Silvina Ocampo y otros durante los años 40 y 50 del siglo siguiente. Por este motivo,
Seis Cuentos para Isidoro Parodi y La muerte y la Brújula escritos por Borges en
asociación con Bioy Casares son para Rodolfo Walsh los textos inaugurales del género
en la Argentina. Muchos escritores y críticos descartan aquellos primeros ensayos de la
narrativa policial de Holmberg acusándola de mera copia, y proponen al célebre
Honorio Bustos Domeq como el primer detective construido a la manera del policial
clásico; además Walsh dirá de La muerte y la brújula que “constituye el acto
fundacional del género en la literatura en lengua castellana”.14
Las revistas “Vea y Lea”, “Leoplán” y “Evasión” surgidas en los años 40 y 50 al calor
del gran poder adquisitivo que alcanzaron los sectores populares y medios con el
peronismo jugaron un papel fundamental como difusoras del género. Los clásicos del
policial anglosajón como Agatha Christie, Ellery Queen y Nicholas Blake eran
traducidos al español y publicados por capítulos para un gran número de lectores que
devoraban número tras número. Estas publicaciones también llegaron a editar policiales
negros norteamericanos. Fue gracias a ellas como se conoció Cosecha Roja de Hamett y
El largo Adiós de Chandler, influenciando a toda una generación de nuevos escritores
que se volcaron al género un poco por interés y otro poco por ser una buena y rápida
fuente de ingreso que permitía luego “dedicarse a lo que a uno realmente le gustaba
escribir”. Así surgieron los concursos de cuentos con jurados que iban desde Cortázar
hasta Jorge Luis Borges, en los que nuevos y jóvenes escritores como David Viñas o
Ricardo Piglia participaron con cuentos –en el caso de Piglia “La loca y el relato del
crimen”- que luego serían trascendentes para toda una generación que se volcó al
14

Walsh Rodolfo. Prólogo a “Diez cuentos policiales argentinos”. Hachette. Buenos Aires.
1953
género negro en los 60 y 70.
En torno a esto hay una controversia que los estudiosos argentinos del género no logran
resolver aún: ¿fue con estas revistas de los años 50 que el policial duro hizo pié en la
Argentina o la famosa Serie Negra dirigida por Piglia en los años 60 sirvió como motor
de un montón de nuevos escritores que se lanzaron a dicha narrativa? En este sentido
hay ejemplos para pensar que el género policial negro ya estaba instalado en los
escritores argentinos mucho antes de que apareciera la Serie Negra. Sólo basta pensar en
la influencia que tuvo para Walsh el género a la hora de escribir Operación Masacre o
Quién mató a Rosendo. Del mismo modo, The Buenos Aires Affaire de Manuel Puig
tiene una fuerte influencia de la temática dura, posiblemente más inspirado en su vasto
conocimiento cinematográfico que literario; aquellas novelas policiales norteamericanas
que fueron llevadas al cine en la mitad del siglo XX pueden haber jugado un rol
importante en la composición de la obra de Puig. Incluso el propio David Viñas ya en
los años 50 había sacado tres novelas -“Mate Cocido”, “Chicho Grande” y “Chicho
Chico”- que podrían situarse dentro de la narrativa de acción y suspenso que propusiera
Hammett 20 años antes.

Métodos y técnicas para la investigación

El trabajo comprenderá un cuerpo textual compuesto de capítulos que ordenen la


investigación. Lo que se analizará básicamente es bibliografía ya editada sobre el tema,
o sea teoría ya publicada, pero también algunos textos literarios y periodísticos que ha
modo de ejemplo nos servirán para mostrar las huellas de la literatura policial en el
periodismo y viceversa. También trabajaremos con conferencias y trabajos académicos
que están disponibles en bibliotecas y en la web. Los trabajos que utilizaremos sobre
literatura policial nos servirán para echar luz sobre la historia de este genero y sus
diferentes vertientes representadas en sus máximos exponentes. Además se tratará de
diferenciar al policial clásico o de “cuarto cerrado” con el policial negro surgido en
EEUU al calor de las problemáticas sociales derivadas de la crisis de 1929. En este
sentido, veremos que tanto el policial clásico se hizo fuerte en argentina a través de la
colección que dirigieran Borges y Bioy Casares y que se llamó “El séptimo circulo” a
partir del año 40. Estas traducciones de clásicos norteamericanos e ingleses tuvieron
gran furor en argentina y construyeron de a poco un publico nacional lector del genero.
De igual manera, la serie dirigida por Ricardo Piglia en los años 60 llamada “La serie
Negra” tuvo gran repercusión en Argentina. Estos dos periodos del policial nacional
serán analizados en nuestro trabajo. También trabajaremos con textos representativos de
la literatura y el periodismo como “Los Facinerosos” de Roberto Arlt, “Un viaje al país
de los matreros” de Fray Mocho, “Cuando me muera quiero que me toquen cumbia” de
Cristian Alarcon y “Las viudas de los jueves” de Claudia Piñeiro.

Poe, el princio

La literatura policial “clásica” o “de cuarto cerrado” nace en EEUU de la mano de


Edgar Allan Poe con el libro “Los crímenes de la calle Morgue”. August Dupin El
protagonista de esta famosa serie de cuentos es el encargado de resolver varios
crímenes, que a simple vista parecen imposibles, y en los cuales la policía no logra
encontrar culpables. Y es acá donde entra la figura del burgués-detective encarnada en
el protagonista, un personaje con un pasar liviano, que al parecer no tiene un trabajo
reconocible ya que su calidad de burgués acomodado hace que no necesite pensar en
eso, pero lo más importante: muy proclive a la lectura de libros científicos. Usará su
intelecto para resolver aquello que a primera vista parece imposible. Y esto no es menor,
ya que el policial clásico va a centrar en el uso de la razón a través del conocimiento
científico toda su eficacia. Es que el mundo en que desarrollaron su escritura Edgar
Allan Poe o Conan Doyle – su análogo inglés y creador del famoso Sherlock Holmes-
es un mundo civilizado, que pone a las ciencias en el centro del conocimiento
desplazando a Dios. El método científico ha reemplazado al conocimiento de la fe
religiosa. La deducción a través de las pistas que la escena del crimen ha dejado será el
material del cual el detective se valga para un uso metodológico de la razón, en la cual
primero se nos presentan a los lectores unas cuantas hipótesis -que ayuden también a
darle mas cuerpo al relato. Varios posibles culpables y modos en los cuales se ha
realizado el crimen, de manera que el lector se despiste, o tenga la sensación de
encontrarse algunos pasos atrás del detective pero no tanto como para sentir que podría
resolverlo él también- para luego concluir en un final donde se descartan las primeras
hipótesis abordadas y el detective presenta lo que es su veredicto final a través de las
pruebas que fue juntando.
El filóso Siegfred Kracauer, en su ensayo “La novela policial” dirá de las novelas
policiales de ese período: “lo que las vincula y caracteriza unívocamente es la idea que
testimonian y de la cual surgen: la idea de una sociedad civilizada y por completo
racionalizada”. Pero no sólo en Estados Unidos sino como reflejo de los nacientes
Estados Naciones en todo Occidente, que pusieron a la ciencia, a la educación y a la
razón como baluarte civilizatorio que incluso sirvió de pretexto para arrasar con las
poblaciones originarias de América. Kracauer dirá al respecto que “el alcance
internacional de la sociedad en donde se plasmó la novela policial se corresponde
exactamente con la extensión internacional donde se revalida este género literario; la
uniformidad que las sociedades presentan en países de características muy diversas
entre si corresponden con la independencia de su estructura y los contenidos
fundamentales de la novela policial respecto de las características típicas de las
singularidades nacionales”. Esto explica porqué las novelas policiales de Allan Poe,
Conan Doyle o Maurice Le Blanck hayan sido traducidas a una cantidad enorme de
idiomas y hayan recibido el beneplácito de un público casi fanático de las sagas que
mensualmente salieron a la venta.
Siguiendo en el mismo sentido, Boileau y Narcejac van a decir que “la novela policial
expresó a traves de Poe un deseo colectivo, y en parte inconciente, de conociemiento
positivo. Desde el punto de vista sociologico, la novela policial fué en sus origenes el
símbolo de una cruzada contra todas las fuerzas de la ilsuisión. La orienta la siguiente
certeza: el razonamiento siempre, y en todo, tiene la ultima palabra”. Este boom de la
literatura policial tambien tuvo su correlato en la Argentina donde hacia fines del siglo
XIX aparecieron una serie de escritores que influenciados por Poe comenzaron a
escribir relatos policiales. Es el caso de Luis Varela, Carlos Olivera, Paul Groussac y
Eduardo Holmberg.
Deduccion / Ciencias / Investigadore Burgues / No hay motivacion social /

También podría gustarte