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El Espiritu Santo. Kathryn_khulman
El Espiritu Santo. Kathryn_khulman
Enseñanzas de Kathryn
Kuhlman
Verónica Etcheverry
EL ESPÍRITU SANTO
Enseñanzas de Kathryn Kuhlman
© Verónica Etcheverry
Editado por: Corporación Ígneo, S.A.C.
para su sello editorial Ediquid
Av. Arequipa 185 1380, Urb. Santa Beatriz. Lima, Perú
Primera edición, diciembre, 2021
www.grupoigneo.com
Correo electrónico: contacto@grupoigneo.com
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literaria, artística o científica, o su transformación, interpretación o ejecución artística
fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a través de cualquier medio, sin la
preceptiva autorización.
Ilustraciones: Leonardo Santos
Diseño de portada: Mariana Barrientos
Corrección: Marcos González
Diagramación: Álvaro López
Colección: Integrales
ÍNDICE
Prólogo
Todas las fuerzas del infierno no detendrán este derramamiento del Espíritu Santo
Vasos rendidos
1 En este texto la expresión morir se refiere a «morir a la carne y morir a uno mismo», morir
a nuestros deseos personales y pecados; la muerte de la que habló Jesús. No se refiere en
lo absoluto a la muerte física literal.
EL BAUTISMO DEL ESPÍRITU
SANTO
¿Sabían que el Espíritu Santo es una personalidad colorida? ¡Oh, el
Espíritu Santo es tan colorido! Aprendí eso hace mucho tiempo ya.
Ahora es un tiempo en el que estoy trabajando como un perro, mas
lo disfruto cada minuto.
¡Oh, Él es tan colorido! Él tiene sentido del humor, yo sé que lo
tiene. Hay gozo y es glorioso, es maravilloso y ¡es tan emocionante!
Nunca hay un momento aburrido. Yo no sabía que iba a hablar del
bautismo del Espíritu Santo, alguien apareció con esa pregunta
sobre el hablar en lenguas desconocidas, y entonces hablaré del
bautismo del Espíritu Santo.
Quiero decirles que la homilética no tiene nada que ver. Ustedes,
nuevos ministros, recuerden que yo no soy una predicadora
realmente. Esa es la razón por la que cuando alguien dice que no
cree en las mujeres predicadoras, yo tampoco. No creo que nadie
me considere una predicadora, no creo que lo sea porque yo no
puedo predicar. Todo lo que sé es que soy alguien que ama al Señor
con todo su corazón. Simplemente amo al Señor. ¡Es tan
maravilloso!
Entonces, olvida todo acerca de la homilética, ni siquiera sé lo que
quiere decir eso. Simplemente estoy aquí hablándote sobre el Señor
y de mis propias experiencias personales, y mientras te hablo de
mis propias experiencias y de la palabra de Dios, todo lo que te pido
es que estés allí con un corazón abierto y una mente abierta. No
importa cuáles han sido tus ideas preconcebidas, tu teología puede
ser cambiada. Y la persona más grande del mundo será la que dirá:
«Yo estaba equivocado», «yo estaba equivocada».
Tal vez tú serías como el caballero judío, uno de los más
influyentes en la ciudad de Portland, Oregón, el señor Jerónimo
Stone. Él reunió todo el dinero para la nueva y hermosa sinagoga en
Portland. Todo el mundo conoce a Jerónimo Stone. El comenzó a
mirar nuestra transmisión y luego fue a Pittsburgh, estaba en el
servicio y después pasó horas hablando conmigo sobre el Mesías;
luego vino al auditorio Shrine, en Los Ángeles.
Después de que el Espíritu Santo le reveló que Jesús es el
verdadero Mesías, me dijo:
Señorita Kuhlman, ¡yo lo veo, puedo verlo todo ahora! Sé que Jesús es el
verdadero Mesías. Lo más difícil para mí será llamar a mi hijo más grande y
mirarlo a la cara (porque recuerda que a él se le enseñó a creer y a respetar la
palabra de sus padres), y aceptando esta maravillosa experiencia, voy a tener que
decirle a mi hijo: «Hijo, tu padre estuvo equivocado todos estos años. Yo te
enseñé que cuando Jesús vino en la carne Él no era el verdadero Mesías. Tengo
que decirte ahora que yo estaba equivocado, Él es el mismo Hijo del Dios
Viviente.
Maravilloso Jesús, por favor, de alguna manera toma a cada persona, a cada
ministro, a cada líder de iglesia, y dales vuelta al revés durante una hora hasta
que sacudamos todas nuestras ideas preconcebidas. Permite que el Espíritu
Santo hable a nuestros corazones. Venimos, como niños pequeños, dispuestos a
ser enseñados. Por el amor de Jesús, te lo pedimos. Amén.
2 Génesis 1:2.
3 Salmo 51:50.
4 Jueces 16:20 (Biblia King James, en inglés).
5 Hechos 1:8.
6 Primera de Corintios 13:1.
7 Romanos 8:26.
EL COMIENZO DE LOS
MILAGROS
(Parte 1)
Esta va a ser una de las más prácticas conversaciones de corazón a
corazón que tú y yo jamás hemos tenido. Lo que yo voy a decir
vendrá desde lo más hondo de mi corazón, y oro que todos ustedes
estén abiertos a ello.
Una de las primeras preguntas que casi todo periodista me hace
es: «Kathryn Kuhlman, ¿cómo comenzaron los milagros en su
ministerio? ¿Usted siempre ha tenido estos milagros?». Entonces yo
trato de responder la pregunta lo mejor que puedo. Igualmente
trataré de responder esta pregunta para ti.
Comencé a predicar cuando era muy joven y todo lo que conocía
en ese entonces era solo la experiencia del nuevo nacimiento. Uno
no puede darle a otra persona más de lo que ha experimentado por
sí mismo, y por unos cuantos años todo lo que yo podía dar a
alguien, mientras estuve detrás del púlpito, era solo el Evangelio con
respecto a la experiencia de ser nacido de nuevo.
Yo sabía que había tenido esa maravillosa experiencia espiritual,
una experiencia de la que nunca dudé, mi experiencia de salvación
—mientras estaba sentada en esa pequeña iglesia metodista en
Concordia, Missouri, a la edad de catorce años—. Fue así de real,
fue así de maravillosa.
Ese fue mi primer contacto con el Espíritu Santo. En ese
momento, por supuesto, yo ni siquiera sabía que había un Espíritu
Santo. Nunca había visto ninguna manifestación del poder de la
Tercera Persona de la Trinidad, salvo esa mañana de domingo, en
esa pequeña iglesia metodista que probablemente no albergaba a
más de cien personas —yo regresé recientemente y me sorprendí al
descubrir cuán pequeña se había vuelto esa iglesia—, y que cuando
tenía catorce años parecía tan grande. Los mismos bancos están
allí, el mismo púlpito está allí. ¡Creo que es el mismo piano!
Esa mañana de domingo, a la edad de catorce años, sentada
cerca de mamá, compartiendo el mismo himnario metodista, cuando
el último himno había sido anunciado, algo le sucedió a la niña de
Joe Kuhlman. Comencé a temblar. ¡Oh, lo he revivido una y otra
vez! Poco sabía yo que ese era el poder del Espíritu Santo, poco
sabía que era mi primer contacto con la Tercera Persona de la
Trinidad. Comencé a sacudirme tanto que no podía sostener más el
himnario metodista en mis manos. Entonces lo dejé en el banco.
Pero el mismo poder, el poder del Espíritu Santo, lo he
experimentado una y otra vez en una forma aún más grandiosa, mil
veces, desde ese momento. En ese momento supe que necesitaba
que Jesús perdonara mis pecados. No sabía qué hacer, yo nunca
había visto a alguien aceptar a Jesús como su Salvador, pero
seguro que sí los había visto tomar miembros para la iglesia. Así
que hice la única cosa que sabía hacer, pasé al frente y me senté en
una esquina en el primer banco de esa pequeña iglesia metodista.
No fue una lucha, no fue ni siquiera una oración, fue una experiencia
personal. En ese momento la sangre de Jesucristo, el Hijo de Dios,
me limpió de todo pecado. ¡Fue glorioso!, ¡fue la experiencia más
real que jamás tuve en mi vida! Nunca dudé de ella desde ese
momento hasta ahora. Fue real, fue definida, yo supe que había
sido perdonada.
¡Recuerdo cómo lloré! El predicador no sabía qué hacer conmigo,
no había hecho un llamado al altar —dudo que alguna vez él haya
hecho un llamado al altar en esa pequeña iglesia—, pero yo supe
que algo me había sucedido. Mientras estaba allí sentada llorando,
Martha Johannssen, una pequeña dama lisiada de la iglesia, se
puso a mi lado, me ofreció un pañuelo y dijo: «¡Oh, Kathryn no
llores! ¡Tú siempre has sido una niña tan buena!», y aún mientras
ella decía esas palabras, ambas sabíamos que ella estaba
mintiendo, porque yo era la muchacha más traviesa en el pueblo.
Algo había sucedido que nada lo podría detener. Caminando a
casa ese domingo, yo pensé que el mundo entero había cambiado,
sentí que el señor Kroenoke había pintado su casa —era la misma
casa con la misma pintura—. La casa no había cambiado,
Concordia no había cambiado, nadie había cambiado, yo era la que
había cambiado.
Llegando a casa, papá estaba parado en la cocina. Él nunca se
había esforzado mucho en esto de ir a la iglesia —y lo dije muy
suavemente—, excepto en Navidad, cuando yo recitaba en
ocasiones especiales, pero tenían que ser muy especiales. Ese
domingo, yo entré y le dije: «Papá, algo me sucedió. ¡Jesús entró en
mi corazón!». Si él lo comprendió o no, no estoy bien segura, nunca
lo supe; él solo me miró y dijo: «Me alegro». Sin embargo, ese fue el
comienzo de algo que cambió mi vida entera.
Todo lo que yo conocía era esa gloriosa experiencia del nuevo
nacimiento. Así que cuando fui a predicarles a esos granjeros en
Idaho, no pude decirles ni más ni menos que Jesús podía perdonar
sus pecados. ¡Oh, esas pequeñas iglesias rurales en Idaho!, aún
recibo cartas de esos preciosos granjeros y de miembros de su
familia, quienes dicen: «Nosotros te recordamos muy bien, te vemos
ahora en televisión. Te recordamos como “esa chica joven que vino
a nuestra iglesia”, te recordamos como “esa que predica tan simple”.
Tú no has cambiado».
Uno de los cumplidos más grandes que alguien puede hacerme
es decir: «Tú no has cambiado». ¿Por qué debería cambiar? ¡El
Evangelio es el mismo!, ¡la Palabra de Dios es la misma! Le pido a
Dios que nunca cambie.
En aquellos días yo esperaba hasta que esos granjeros
terminaran con su ordeño, su arado, su cosecha, antes de celebrar
mis reuniones. Luego, cuando oscurecía, ellos marchaban en fila,
uno por uno, para el servicio. Yo prediqué en Emmett, Filer,
Caldwell; había estado siempre en Idaho, en cada uno de los cruces
de caminos del pueblo, todos y cada uno de ellos. Si ellos no tenían
un predicador, yo ofrecía mis servicios. Nadie en realidad me quería
—yo no los culpo mucho—, pero les decía: «De todos modos, su
iglesia está cerrada, ustedes no tienen nada que perder, y puede
que ganen algo». Así es como realmente comencé mi educación
espiritual.
Tú sabes, creo que en estos días, muy a menudo, todo el mundo
quiere comenzar en el peldaño superior de la escalera. Todo el
mundo quiere ser un gran predicador, un predicador famoso, un
hombre rico, una celebridad. Yo sé dónde comencé, sé de dónde
vengo.
Hace solo unas semanas, sentada en la cocina. Eran las cinco en
punto de la mañana del domingo, iba a predicar en Youngstown,
Ohio. Acababa de bajar del avión a medianoche —y siempre le doy
a mi gente lo mejor que tengo, ¡ellos son tan fieles!, se paran detrás
de mí en las buenas y en las malas—. ¡Esa semana yo había estado
tan ocupada!, me habían llamado de todos lados; un llamado de
Australia, tres de Inglaterra, una llamada para ir a Suiza —el pastor
Petrus me urgió—, otra llamada para Noruega: «¿Vendría?».
Pasada esa mañana, miré hacia arriba, cansada porque había
dormido muy poco, y me encontré llorando; yo estaba sola en la
casa. Mis lágrimas comenzaron a caer en mi Biblia abierta, miré
para arriba y dije audiblemente, casi como si pudiera ver a mi Padre
Celestial: «¡Oh, querido Jesús!, ¿por qué no permitiste que todo
esto me sucediera cuando yo tenía dieciséis años de edad,
diecisiete?».
Yo nunca estaba cansada, en realidad no conocía lo que era el
agotamiento del cuerpo. Podía viajar en esos ómnibus toda la noche
y luego predicar todo el día. Todo lo que puedo recordar es el hecho
de que cuando me dormía yo tenía tanta hambre. A veces tenía el
dinero solo para un plato de sopa y un panecillo por cinco centavos
en ese entonces. ¡Eso fue hace un largo tiempo! ¡Parecía que yo
tenía hambre todo el tiempo!, pero nunca estaba cansada. ¡A mí me
encantaba lo que estaba haciendo! —«¿Por qué tú no permitiste
que todo esto me sucediera cuando yo nunca me cansaba?,
¡cuando no necesitaba ni siquiera dormir! ¿Por qué tú esperaste
tanto tiempo, maravilloso Jesús?».
No fue una voz audible, yo te mentiría si te dijera que escuché la
voz audible de Dios, pero Él me habló tan definidamente como si
pudiese ver su Persona y escuchar su voz. Esto es lo que me dijo:
«¡Kathryn, si yo te hubiese dado esto en ese entonces, tú lo
hubieses arruinado todo!». Y yo supe exactamente lo que Él quiso
decir, ¡exactamente!
Hubo un proceso de crecimiento, hubo un tiempo de aprendizaje,
un tiempo de enseñanza. ¡Oh, nada de seminarios!, nada de
universidad. ¡El Maestro más grandioso del mundo es el Espíritu
Santo! Y cuando tú obtienes tu teología directamente, cuando el
Espíritu Santo es tu Maestro, ¡no hay nada mejor que eso!
Yo estudié mi Biblia. ¡Oh, qué hambrienta estaba por la Palabra
de Dios en aquellos días! Nunca me quedé en un hotel, no creo que
ellos tuvieran muchos hoteles en ese entonces. A veces un diácono
me ubicaba en la habitación de invitados, ¡en invierno era tan frío!
Ellos no tenían calefacción central en la habitación de huéspedes.
Aquellos granjeros de Idaho tenían solo el suficiente calor para
mantener sus cocinas cálidas. Parecía que cada una de esas
habitaciones tenían esas grandes figuras de abuelos y abuelas —
enormes marcos—. ¿Y por qué esos abuelos y abuelas tenían que
mirar tan fijo? ¡Ah, nunca vi a ninguno de ellos sonriéndome! ¡Yo
dormía en esas habitaciones frías!, a veces casi me moría de frío,
estaba congelada. Con temor de abrir mis ojos porque la abuela de
alguien estaba mirándome fijo, con el ceño fruncido, casi
atemorizándome. ¡Y esos bigotes del abuelo de alguien!, ¡me moría
de miedo! Casi sentía como que estaba durmiendo con ellos.
Sin embargo, mis amigos, esos fueron los días de mis comienzos.
Cuán a menudo en ese entonces yo estaba acostada sobre mi
estómago, estudiando con detenimiento la Palabra de Dios,
estudiándola de verdad. ¡Yo sé quién ha sido mi Maestro! Sé porque
conozco lo que conozco hoy de la Palabra de Dios. ¡Eso no sucedió
así porque sí, amados! Nada jamás solo sucede. Tú nunca
obtienes «algo» por «nada» —aun cuando se trata de las cosas
espirituales—. Siempre recuerden eso.
Recuerdo cuando estaba aún en mi adolescencia, alguien dijo de
mí: «¡Ella es una chica con suerte!». ¡No fue suerte, mi amigo! ¡Yo
sé el precio que pagué! Conozco el precio.
Así que todo de lo que podía predicar era de la salvación, pero de
repente me di cuenta de que había una Tercera Persona de la
Trinidad, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Yo tenía que saber
más con respecto a esta maravillosa Tercera Persona de la Trinidad,
¡tenía que saber más acerca de ella!
Mientras comencé a estudiar la Palabra de Dios, supe que la
sanidad divina estaba también en la Biblia, y tú no puedes estudiar
la Palabra de Dios con un corazón abierto, con una mentalidad
abierta, sin conocer, sin ver que la sanidad para el físico —la
sanidad del hombre completo— está en la Palabra de Dios. Cuando
Él murió en la cruz, cuando gritó: «¡Consumado es!», Él no
solamente murió por nuestros pecados, sino que estaba también el
cuerpo. ¡Él murió por el hombre en su totalidad! «Herido por
nuestras transgresiones, molido por nuestras iniquidades, y por sus
llagas fuimos nosotros curados».
Nosotros participamos del pan y del vino en la comunión. Todo el
mundo sabe lo que representa el vino, la sangre derramada de
Jesucristo. En la primera Pascua, ¿qué mataron?, a un cordero
pequeño. Ellos rociaron la sangre en los marcos de las puertas de la
casa, esa sangre representaba al que había de venir en el futuro, el
mismo Cordero de Dios. Es la sangre la que hace una expiación,
perfecta sangre, Su sangre. ¡La sangre del Hijo del Dios Viviente!,
eso es por nuestros pecados. Pero en la primera Pascua había algo
más que la sangre, se les dijo que comieran la carne del cordero.
¿Qué representaba la carne? ¿Qué representa el pan cuando tú
tomas la comunión?, su cuerpo quebrado en la cruz: «Por sus llagas
fuimos nosotros sanados». Hay sanidad a través del cuerpo del Hijo
del Dios Viviente.
Cada vez que tú participas del pan y del vino, recuerda: el vino
para el alma —representando la sangre de Jesucristo, la sangre que
hace expiación por el alma— y el pan, que no tiene nada que ver
con el perdón de los pecados, sino con la sanidad de nuestro
cuerpo. Hay sanidad para el hombre en su totalidad a través de
Jesucristo, el Hijo de Dios. En cada iglesia donde es servida la
comunión —y cada vez que es servida la comunión, el pan es
pasado y tú participas de ese pan—, debería haber también sanidad
del cuerpo. ¡Oh, es emocionante!, ¡es maravilloso! Yo lo he visto, y
solo Uno puede revelar estas cosas a tu corazón —«Carne y sangre
no te lo ha revelado sino mi Padre, que está en el Cielo».
Estas cosas son solamente reveladas espiritualmente. Esa es la
razón por la cual a veces la persona menos educada puede saber
más de las verdades profundas de la Palabra, que alguien que ha
pasado años tratando de asistir a la educación a través de
demasiado aprendizaje.
Vi la sanidad bíblica, pero no entre quienes tenían largas filas de
curación. No obstante, yo sabía que estaba en la Palabra, sabía que
aunque no viera nunca un milagro de sanidad física, si nadie se
sanaba, eso no cambiaría la Palabra de Dios ni un ápice. Si yo vivía
y moría sin nunca ver un milagro de sanidad física, aun eso no
cambiaría la Palabra de Dios. Dios lo dijo, Él proveyó para eso; sin
embargo, si eso estaba allí, ¡entonces yo lo quería! Estaba allí y yo
tenía que experimentarlo.
No tengo plena confianza en darte el nombre de quién dirigía el
servicio en una gran carpa, fui allí para ver, pero no encontré lo que
estaba buscando. Comencé a llorar, me fui de ahí llorando; y todo lo
que pude decir fueron estas palabras: «¡Se han llevado a mi Señor,
y no sé dónde lo han puesto!».
Lloré toda esa noche, incontrolablemente. «¡Se han llevado a mi
Señor y no sé dónde lo han puesto!». Lloré todo el día siguiente, no
podía parar de llorar. Estaba hambrienta, estaba sedienta, y la Biblia
dice: «Bienaventurados son los que tienen hambre y sed de justicia,
porque ellos serán saciados». Siempre que haya un corazón
hambriento, Él no se burlará del hambre en ese corazón.
Así que yo no me rendí en seguir buscando, sabía que la
respuesta estaba allí para mí. Estaba determinada a esperar en
Dios. Estaba esperando, esperando pacientemente… ¡Entonces
sucedió! Sucedió en Franklin, Pennsylvania, en el viejo tabernáculo
de Billy Sunday. ¡Mira qué lugar escogió Dios! Yo estaba parada en
la misma plataforma donde Billy Sunday había estado parado hacía
años de años, predicando el Evangelio. Yo había ido a Franklin sin
saber a dónde iba, realmente por fe. En el primer servicio había
treinta y ocho personas, en el siguiente había casi doscientas
personas. Después de eso el tabernáculo nunca pudo contener a la
multitud.
Fue en el tercer servicio, mientras yo estaba predicando sobre el
Espíritu Santo —lo poco que conocía del Espíritu Santo en ese
entonces—. Cuando estaba a punto de comenzar mi segundo
mensaje, una mujer se paró y dijo: «Kathryn, ¿puedo decir algo?».
Yo le dije: «¡Por supuesto que puedes, querida!». Ella dijo: «Anoche,
mientras usted predicaba, yo fui sanada». ¡Me quedé en shock!, le
dije: «¿Cómo lo sabes?», y ella dijo: «Porque yo tenía un tumor que
había sido diagnosticado por mi doctor. Mientras usted estaba
predicando, algo me sucedió, algo sucedió en mi cuerpo físico. Yo
estaba tan segura de que fui sanada, que fui a mi doctor hoy para
que lo verificara: el tumor no está más allí».
Esa fue la primera sanidad que ocurrió en este ministerio, sin
imponer las manos, sin ninguna oración. Simplemente una mujer
sentada en la audiencia en Franklin, Pennsylvania, mientras
predicaba sobre el poder del Espíritu Santo. Se los conté lo mejor
que pude, cómo ocurrió el primer milagro de sanidad. Desde ese
momento ha habido miles y miles de sanidades.
¿El secreto? La Tercera Persona de la Trinidad.
EL COMIENZO DE LOS
MILAGROS
(Parte 2)
El servicio había continuado en Franklin y el próximo gran milagro
ocurrió el siguiente domingo. ¡Oh, fue emocionante! Supe que algo
estaba sucediendo, yo sabía que había aprovechado un gran
recurso espiritual. No estaba del todo segura, pero ¡la emoción, el
gozo, la expectación! Sabía que el Espíritu Santo tenía algo que ver
con esto, pero era tan poco lo que yo comprendía acerca de esta
maravillosa Tercera Persona de la Trinidad.
Prediqué otra vez sobre el poder de la Tercera Persona de la
Trinidad el siguiente domingo, en el servicio de la tarde. George Orr,
un miembro de la iglesia metodista de la ciudad de Pennsylvania
estaba allí con su esposa. Un hombre que recibió compensación por
la pérdida de un ojo; todo está en archivo, no había ningún error
acerca de ello. De regreso a casa, su esposa estaba pasando por
una montaña y, de repente —él lo explica diciendo que parecía
como si el sol de pronto brillara en toda su gloria—, le dijo a su
esposa: «¿Le sucedió algo a la luz del sol?» —él pensó que algo le
había sucedido al sol—. Ella dijo: «No, yo no noté nada extraño».
Ella siguió conduciendo a casa. Cuando llegaron, él entró a la
cocina y lo primero que vio fue el reloj. Por primera vez se dio
cuenta de que estaba viendo la hora, ¡ambos ojos estaban
perfectos! Él recibió la vista en el ojo que había perdido. Yo no
estaba allí, no había impuesto mis manos sobre él, nadie había
orado por él, ni siquiera él había estado pidiendo por sí mismo. Pero
algo sucedió, ¡algo glorioso había sucedido! Él vino la noche
siguiente y lo contó, su rostro brillaba. ¡Brillaba!
Este fue el comienzo, y desde ese momento, literalmente, miles y
miles han sido sanados por el poder de Dios. ¿El secreto? ¡Yo
busqué el secreto! No había ningún lugar a donde ir, excepto por la
Palabra de Dios.
Síganme muy de cerca… Mientras, yo vi —y lo vi por primera vez
— que había más por haber dado Dios el Padre a Jesucristo —
seguro que yo aprendí temprano en esa pequeña escuela dominical
metodista: «Dios amó tanto al mundo que dio a su Hijo
Unigénito»—, pero algo más sucedió antes de que Dios diera a su
Hijo.
A mí me gusta pensar en las tres Personas de la Trinidad
sentadas en una mesa de conferencias, planeando la salvación de
la humanidad. Requería una sangre perfecta sin pecado, perfecta
sangre. ¡Solo el Hijo de Dios podía dar la medida para eso! Y Jesús
dijo: «Yo iré, tomaré la forma de carne, tomaré la forma de hombre».
Absoluta Deidad, absoluta Divinidad, ¡el mismo Hijo del Dios
Viviente! Pero para pagar el precio de la salvación de los hombres
se necesitaría a Aquel que viniera en forma de carne. Antes de que
Dios diera a su Hijo, antes de que Jesús consintiera en venir, Él se
entregó primero, dice la Palabra de Dios, «… a través del Espíritu
Santo».
A veces nosotros fallamos en ver esto. Yo a menudo pienso en
aquellos que tratan de minimizar el poder del Espíritu Santo
negándose a aceptar a la Persona y el poder del Espíritu Santo.
Recuerda, si Jesús pudo confiar en Él, si Jesús tomó todo lo que Él
tenía del Espíritu Santo, ¡seguro que tú y yo podemos permitirnos
confiar en el Espíritu Santo!
Él conoció al Espíritu Santo, Él conocía a la Tercera Persona de la
Trinidad en un grado que ningún ser humano jamás conoció. Aun el
apóstol Pablo, con todas las visiones que había tenido, con toda la
gloria y con todos los secretos que Dios le confió, aun así, el apóstol
Pablo con estas cosas nunca conoció el poder y la Persona del
Espíritu Santo como Jesús lo conoció. ¡Él era el poder de la
Trinidad! Jesús lo conoció. Jesús tenía fe, Jesús tenía confianza en
Él. Así que se volvió primero que todo al Espíritu Santo, y dijo: «Si tú
vienes conmigo, yo iré». Yo creo que el Espíritu Santo estuvo de
acuerdo, no discutió, no protestó, comprendió perfectamente. Luego
Dios dio a su Hijo Unigénito para que tú y yo tuviéramos vida eterna.
Jesús vino en la forma de carne, Él vino como un bebé a un
pesebre. Literalmente Dios en la carne. Creció hasta ser un hombre
adulto, pero las tres Personas de la Trinidad no se unieron otra vez
hasta la hora en que Jesús salió de las aguas del bautismo. ¡Qué
glorioso momento! ¡Oh, qué momento emocionante cuando Jesús
salió de estas aguas del bautismo! Y en ese momento algo sucedió,
una voz habló, fue la voz de Dios que dijo: «¡Este es mi Hijo amado,
en quien tengo complacencia!».
Ningún hombre, ninguna mujer puede jamás pararse delante del
gran Creador, jamás puede pararse delante del trono del juicio de
Dios y decir: «¡Yo no sabía quién era Jesús!». Porque Dios mismo
no dejó ninguna duda en la mente de ningún ser humano de quién
era ese bebé en la carne, de quién era ese que salió de las aguas
del bautismo, quién era ese hombre que fue enviado a morir en una
cruz. Nadie puede dar el pretexto de que ignoraba quién era en
verdad Jesucristo, porque Dios mismo le habló a todos los que
estaban en el río Jordán ese día y a todas las generaciones
venideras, cuando dijo: «Este es mi Hijo amado, en el que tengo
complacencia».8
En ese momento algo sucedió. ¡Oh, qué glorioso momento! ¡Debe
haber sido una de las más grandes y gloriosas emociones que
Jesús experimentó!, cuando caminó en la carne sobre esta Tierra,
cuando el Espíritu Santo vino sobre Él en la forma de una paloma.
Me parece escuchar al Espíritu Santo susurrándole: «Estoy aquí
ahora, las cosas van a suceder, las cosas van según lo programado.
Yo cumplí mi parte del acuerdo, tú cumple la tuya, y el hombre
tendrá salvación para el cuerpo completo. ¡Yo estoy aquí!».
¡Oh, debe haber sido un tiempo tranquilizador para Jesús! ¡Yo
desearía haber estado allí! Entonces los milagros comenzaron a
suceder. Nosotros siempre pensamos en Jesús realizando esos
milagros, pero quiero que recuerdes algo: cuando Jesús caminó por
esta vieja Tierra, Él era tan hombre como si no fuera Dios. Por
supuesto, en el mismo sentido, Él era tan Dios como si no fuera
hombre.
Sin embargo, Él tuvo que tomar la forma de carne, y porque
estaba en la forma de carne pudo haberse rendido a esas
tentaciones. Si Jesús no pudiera haberse rendido a esas
tentaciones en la Tierra, esas tentaciones habrían sido una farsa.
Cuando Jesús estuvo cara a cara con Satanás al ser tentado, esa
no fue la primera vez que se encontraron. ¡Satanás conocía a Jesús
muy bien! ¡Jesús conocía a Satanás antes de que se volviera
Satanás! Jesús lo conocía cuando él era uno de los tres ángeles
más poderosos que Dios había creado. Él lo conoció antes de la
caída, antes de que él dijera: «Seré semejante al altísimo». Empezó
a subir al Cielo, comenzando a sentirse celoso de Dios, y Dios en ira
—al no ser capaz de permitir el pecado en el Cielo— lo arrojó a la
Tierra y él se transformó en un ser incorpóreo. Nosotros lo
conocemos hoy como Satanás.
No, mi amigo, no es la primera vez que ellos se encontraron cara
a cara uno con el otro. Él se paró delante de Jesús y, literalmente, le
ofreció el título de propiedad de este planeta, de la Tierra, si Él se
postraba y lo servía. Y recuerda algo: en esta misma hora Satanás
aún posee el título de propiedad de la Tierra; él una vez reinó sobre
este planeta, sobre miles y miles de ángeles. Este fue su gran
imperio. Cuando Dios creó a Lucifer, le dio el título de propiedad de
la Tierra, y él aún lo tiene.
Jesús sabía que Satanás poseía el título de propiedad, sabía que
él no estaba mintiendo cuando se lo ofreció si se postraba y lo
servía. Jesús le podía haber dicho: «Tú eres un mentiroso», pero
sabía que él no estaba mintiendo, él lo tenía.
Uno de estos días, mi amigo, cuando Jesús regrese a la Tierra
como Rey de reyes y Señor de señores ¡va a cambiarlo todo! ¡Está
llegando el día! Y la razón por la cual Satanás está trabajando horas
extras es porque sabe que los días están contados, ¡él sabe que sus
horas están contadas! Su tiempo como el gran gobernador del
mundo es corto, conoce esto.
Ese día él va a perder el título de propiedad de este planeta, de
esta Tierra; porque está llegando el día cuando la superficie de esta
Tierra será renovada por fuego, la ciudad de la Nueva Jerusalén que
Juan vio en el Espíritu descenderá, y este viejo planeta se volverá
nuestro hogar para siempre. En ese día Jesús mismo va a tener el
título de propiedad de este planeta, nosotros seremos una parte de
esa grandiosa herencia y gobernaremos y reinaremos con Él.
¡Oh, seguro! Esos milagros en la vida de Jesús fueron realizados
por el Espíritu Santo. Sépanlo. Jesús era absolutamente
dependiente del Espíritu. Tú y yo somos dependientes del Espíritu
Santo hoy por cada milagro que ocurre.
Esa es la razón, amados, de que antes de que Jesús regresara a
la gloria otra vez, Él le dejó a la Iglesia, su prometida, el regalo más
grandioso que le pudo haber dejado a este glorioso cuerpo de
Cristo. Nosotros le pertenecemos a Él, nosotros fuimos el regalo que
Dios el Padre le dio a su Hijo. ¡Nosotros, la Iglesia!, el cuerpo
viviente de Cristo, la prometida. Nosotros nacimos dentro de este
maravilloso cuerpo de creyentes. Esa es la razón por la cual Jesús
miró hacia arriba al Padre y dijo: «Estos que me han sido dados…».
Y amor es algo que tú haces. Antes de que Jesús se fuera,
quiso darle a los suyos, a su Iglesia, un regalo; y el regalo más
grande que Él podía dar era a Aquel que había sido tan fiel a Él,
quien nunca lo había dejado, alguien que nunca lo había
decepcionado.
Las últimas palabras que dijo antes de irse fueron: «Y recibiréis
poder, después de que el Espíritu Santo venga sobre vosotros».
Yo desearía poder estar en la montaña más alta y gritarlo hasta
que cada hombre, cada mujer que está detrás del púlpito, cada
sacerdote, cada rabí, cada ministro, pudiera saber, pudiera
escuchar, pudiera comprender. ¡Créanlo! Reciban este maravilloso
regalo que Jesús le dio a su Iglesia, este cuerpo de creyentes.
Fue un regalo sagrado. Fue un regalo Santo. ¡Fue el regalo más
grande que pudo dar! Y Él lo quiso dar. Dios el Padre acababa de
darle a Él un regalo: el cuerpo de creyentes. Jesús quería darle de
regreso a este maravilloso cuerpo de creyentes el regalo que le
había sido dado a Él. Permítanme preguntarles: ¿Cuál es el regalo
más grandioso que Jesús podría habernos dado? Él pensó en esos
milagros que el Espíritu Santo había realizado a través de su
ministerio, pensó en la gran manifestación del poder de la Tercera
Persona. Jesús sabía qué gran consolador había sido el Espíritu
Santo para Él —y la palabra consolador quiere decir fortalecedor—.
Él sabía que el Espíritu Santo había sido su consolador, había sido
su fortalecedor durante esos días de soledad, durante ese momento
cuando Él fue escupido, cuando fue ridiculizado; durante esos días
cuando parecía que el mundo entero no lo comprendía.
Todos los hombres lo habían dejado, y por un momento parecía
que aun sus discípulos lo habían abandonado; pero el Espíritu
Santo todavía estaba allí, fortaleciéndolo.
¿Tú conoces el glorioso poder fortalecedor del Espíritu Santo?
Pablo lo conoció. Esa es la razón por la que dijo: «La misericordia
del Señor Jesucristo…». ¡Él es tan misericordioso! «…y el amor de
Dios…». ¿Y quién puede escudriñar el amor de Dios? ¿Dónde
estaríamos todos nosotros sin la misericordia del Señor, sin el amor
de Dios? Pero él no se detuvo allí: «…y la comunión del Espíritu
Santo». ¡Esa comunión!, ¡esa cercanía!, esa unidad en la hora de la
medianoche, cuando está tan oscuro.
Jesús tenía la comunión con el Espíritu Santo, Jesús nunca cayó
en la hora de la tentación a causa del poder y de la presencia del
Espíritu Santo. ¡Jesús tuvo el coraje!, Jesús tuvo lo que se requería
cuando llegó la hora, cuando Él tenía que rendir su propia voluntad
a la voluntad de Dios el Padre y las dos voluntades se volvieron una.
Tú y yo no podemos hacerlo excepto por el poder del Espíritu
Santo. ¿Tú lo conoces en este sentido? Jesús lo conoció, Jesús
comprendió. Jesús conocía el secreto de su victoria terrenal, y esa
fue la razón por la que Él prometió: «Y recibiréis poder…». ¿Qué
poder? El mismo poder que había sido manifestado en su ministerio
y en su vida diaria.
¿Lo ves? Si solo tuviera la habilidad de poner lo que sé en
palabras. El día más grandioso de mi vida fue cuando yo aprendí
acerca del Espíritu Santo. ¡Eso cambió mi vida! ¡Eso cambió mi
ministerio!
Este ministerio es lo que es hoy por causa del poder del Espíritu
Santo. ¿Cómo te lo puedo decir mejor? Si tú eres un ministro parado
detrás de un púlpito y no estás viendo resultados, tú eres en verdad
un hombre desanimado, tienes temor de ir a tu púlpito. Tienes miedo
de enfrentar a tu congregación domingo tras domingo, tú ni siquiera
lo admitirías delante de tu esposa.
A veces tú desearías estar cavando zanjas, desearías ser solo
una persona común en lugar de ser un hombre de la Cruz. Es
desalentador no ver resultados. Tú no estás satisfecho. Yo solo te
digo: ¿Por qué no entregas todo, por qué no vuelves todo al Espíritu
Santo? ¿Por qué no te entregas completamente al Espíritu Santo?
¿Por qué no entregas completamente tu voluntad al Espíritu Santo?
Tú tendrás un ministerio nuevo, serás un hombre nuevo. Tú
tendrás una nueva congregación. ¡Habrá una visión allí! ¡Habrá
resultados!
«Pero recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el
Espíritu Santo…». ¿Qué pasó en el día de Pentecostés? ¡El Espíritu
Santo vino!, Jesús dijo que Él vendría. Nosotros sabemos que Jesús
llegó al cielo a salvo —¡y estoy tan feliz de saber eso!— y que llegó
en la fecha prevista, porque el Espíritu Santo llegó en la fecha
prevista. Porque Jesús dijo: «Les conviene que yo me vaya, porque
yo tengo que regresar para tomar la posición de Gran Sumo
Sacerdote a la diestra de Dios el Padre. Y después de que yo haya
llegado, les enviaré al Espíritu Santo».
Y nosotros sabemos que Jesús lo logró, que está en la posición
de Gran Sumo Sacerdote, porque el Espíritu Santo vino. Todo
estaba funcionando a tiempo, así como Él dijo que sería, los ciento
veinte llenados con el Espíritu Santo. Nosotros lo llamamos el día de
Pentecostés. ¡Las cosas sucedieron! ¡Oh, esos fueron momentos
emocionantes en la Iglesia Primitiva!
Recuerden algo: hablamos del día de Pentecostés como si fuera
en el pasado, y nosotros aún estamos en el día de Pentecostés.
¡Hoy aún es el día de Pentecostés! Tenemos todo el derecho de que
sucedan las mismas cosas en nuestras iglesias, en esta hora, que
las cosas que sucedieron en el día de Pentecostés. Porque es el
poder y la Persona del Espíritu Santo, y el día de Pentecostés no va
a llegar a su final hasta que el Espíritu Santo se vaya, y cuando se
vaya, Él se llevará a la Iglesia con Él. Nosotros lo llamamos el rapto
de la Iglesia. Y luego será el fin del tiempo de los gentiles.
Conozco el secreto del poder en este ministerio. Conozco el
secreto en aquellos que son sanados por el poder de Dios, el
secreto se encuentra en la Persona del Espíritu Santo. Yo he
elegido aceptar el regalo. ¡El regalo que Jesús dejó para mí!
8 Mateo 3:17.
ÉL ELIGIÓ LO DÉBIL Y LO
MENOSPRECIADO DEL MUNDO
Si tú nunca conociste a nuestro maravilloso Jesús, si nunca lo has
visto; si no lo conoces y nunca te familiarizaste con el Espíritu Santo,
te perdiste lo más importante que te podría suceder. Quiero leer para
ti solo cuatro versículos conocidos en 1.ª de Corintios, pero que tal
vez significan un poquito más para mí que para cualquier otro:
Sino que lo necio del mundo escogió Dios para avergonzar a los sabios; y lo
débil del mundo escogió Dios para avergonzar a los fuertes; y lo vil del mundo y lo
menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que
nadie se jacte en su presencia.9
Mientras usted estaba hablando del Espíritu Santo, diciéndonos que en Él había
poder de resurrección, sentí el poder de Dios fluir por mi cuerpo (aunque nadie
había estado hablando respecto a sanar a los enfermos) y supe,
instantáneamente y definidamente, que mi cuerpo había sido sanado; y estaba tan
segura que era así, que fui a mi doctor hoy y verifiqué mi sanidad.
16 Hechos 1:8.
17 Juan 14:12-17.
18 La palabra fate, en inglés, quiere decir destino.
19 Hechos 1:8.
HEREDA LA MENTE DE DIOS
Desearía tener la habilidad de traerte cara a cara con la persona del
Espíritu Santo. El Espíritu Santo es tan definitivamente una Persona
como Dios el Padre es una Persona. El Espíritu Santo es tan
seguramente una Persona como Jesús el Hijo de Dios es una
Persona. Él es más que solo una influencia, Él es más que solo uno
de los atributos. A mí me gustaría en los próximos minutos, bajo la
inspiración del Espíritu Santo, hacer a su Persona real para ti.
Eso cambiaría toda tu perspectiva de la vida. Tú puedes cambiar
tu relación con Jesús cuando te das cuenta del poder de esta
maravillosa Tercera Persona de la Trinidad. Esto abre toda la
Palabra para ti, ves todo tan diferente luego de que tú te das cuenta
cuán valiosa es esta experiencia de ser lleno con el Espíritu Santo.
Yo creo en esta experiencia con cada átomo de mi ser.
La Biblia la enseña. Hay una experiencia después de que uno es
nacido de nuevo. Primero viene la experiencia del nuevo nacimiento,
esa experiencia a la que llamamos conversión, nacer de nuevo,
regeneración, cuando alguien acepta Jesús como su Salvador
personal. Después de eso hay una experiencia que fue prometida
para cada creyente, la experiencia del bautismo del Espíritu Santo,
de ser llenado con el Espíritu. Puedes llamar a esta experiencia de
la manera que tú quieras, pero es una parte de la herencia de cada
cristiano y es una parte del plan de Jesús para los suyos y para
cada miembro de su Iglesia.
Ahora, solo por unos minutos, yo quiero que tú veas en la Palabra
de Dios cómo el Padre se relaciona con el Espíritu Santo. ¡Oh, esto
es algo glorioso! La Palabra de Dios enseña claramente que el
Espíritu Santo se relaciona con ambos, con el Padre y con el Hijo.
Ven conmigo, si quieres, por favor, al tercer capítulo de Mateo,
comenzando desde el versículo dieciséis, e inmediatamente tú
recordarás ese glorioso evento cuando Jesús salió de las aguas del
bautismo. Estos dos versículos son muy reveladores, ellos aún
sostienen la profundidad total de su significado. No puede ser
comprendido por cualquier ser humano y, sin embargo, es tan
simple que aun un niño puede entenderlo; porque aquí tenemos a
las tres Personas.
Tú lo conoces bien, lo has leído muchas veces. Lo leeré
nuevamente, pero ruego que el Espíritu Santo mismo te dé una
revelación clara que tú nunca antes has tenido de todo lo que
sucedió: «Y Jesús, después que fue bautizado, subió del agua…».
Me hago una idea de esto: aquí tenemos a la Persona de Jesús,
quien literalmente es Dios en la carne. Porque tú recordarás que la
más clara revelación que Dios ha dado de sí mismo Él la dio a
través de su Hijo Jesús, y Jesús, literalmente, era Dios en la carne
cuando Él vino y caminó sobre esta Tierra.
Así que aquí tenemos a Jesús: «Y Jesús, después de que fue
bautizado, subió luego del agua, y he aquí los cielos le fueron
abiertos —y esto es lo que vio— y vio al Espíritu de Dios, que
descendía como paloma y venía sobre él». Ese fue el Espíritu
Santo, y el Espíritu Santo enseña la Palabra de Dios, es el Espíritu
de Dios. Esto es vitalmente importante. Oro que el Espíritu Santo
mismo te dé esta gloriosa revelación de quién es Él realmente.
Cuando tú piensas en el Espíritu Santo, siempre que hablas sobre
el Espíritu Santo, recuerda que Él es el Espíritu de Dios. Y ya sea
que esté en el Viejo Testamento o en el Nuevo Testamento, tú lees
del Espíritu de Dios: «… y el Espíritu de Dios se movía sobre las
aguas».20 Durante el tiempo de la creación, se refiere al Espíritu
Santo. Cuando los profetas del Antiguo Testamento hablaron del
Espíritu de Dios, siempre se estaban refiriendo al Espíritu Santo.
Muy bien, aquí tenemos a Jesús: «… subió luego del agua, y he
aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que
descendía como paloma y venía sobre él». Y recuerda, fue el mismo
Espíritu Santo, el mismo Espíritu de Dios que vino en el Aposento
Alto mientras los ciento veinte esperaban. Ellos fueron todos
llenados con el Espíritu Santo, el Espíritu de Dios.
«Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado,
en quien tengo complacencia». Ningún hombre, ninguna mujer,
puede jamás venir delante del trono de Dios. Ninguna persona en el
día del juicio puede jamás alegar ignorancia en relación al hecho de
que no sabía que Jesús era el verdadero Mesías, que no sabía
quién era Jesús realmente, porque Dios mismo se aseguró de que
todas las generaciones por venir lo supieran. El que vino en la forma
de carne, el que salió de las aguas del bautismo, era todo lo que Él
dijo que era. Dijo que había sido enviado por Dios mismo, y que Él
era el mismo Hijo del Dios Viviente, el verdadero Mesías.
Dios no se lo dejó a un ángel, Él no le dejó eso a otro, sino que
Dios mismo habló y proclamó a todas las generaciones siguientes:
«Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia».
Ahí tú tienes a los tres miembros de la Trinidad: Jesús, saliendo
de las aguas del bautismo; el Espíritu Santo —el Espíritu de Dios
mismo— y la Persona de Dios Todopoderoso, el Padre, que estaba
aún en el Cielo. Eso es tan simple, tan profundo, que la mente más
grande que jamás haya vivido nunca habría sido capaz de
escudriñar la total profundidad de esto. Sin embargo, es tan simple
que cualquiera lo puede entender. Esto da una prueba completa de
quién es el Espíritu Santo y cómo Él se relaciona con el Padre; Él es
el Espíritu de Dios.
Tú sabes, lo más asombroso es que nosotros creemos que
conocemos tanto acerca del Espíritu Santo; y están los que sienten
como que Él es una nueva personalidad que recién ha llegado a la
escena y que fue algo dado solo para la Iglesia. Yo me maravillo de
cuánto los profetas del Antiguo Testamento conocían respecto a
esta Tercera Persona de la Trinidad, el Espíritu de Dios. Me
maravillo del conocimiento de Zacarías: «No con ejército, ni con
fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos».21
Muchos de los santos del Viejo Testamento estaban bien
familiarizados con el Espíritu de Dios, con el Espíritu Santo. Aquí
está Isaías, y recuerda, Él es el mismo Espíritu Santo hoy, es el
Espíritu de Dios que Isaías conoció. Está en el capítulo 61 de Isaías,
¡y esto es tan emocionante!, cuando él describía su experiencia al
decir:
20 Génesis 1:2.
21 Zacarías 4:6.
22 Isaías 61:1.
23 Apocalipsis 1:9-10.
24 Efesios 4:30.
25 Lucas 23:34.
LA BIBLIA INSISTE EN UNA
VIDA LLENA DEL ESPÍRITU
«Oro Padre Celestial, por favor, en tu tierna misericordia, en tu gran
compasión, toca los corazones. Habrá un poderoso derramamiento
espiritual, tal que olvidaremos si somos católicos o si somos
protestantes, judíos o gentiles. Olvidaremos el color, la raza y el
credo. Regresaremos nuevamente y nos encontraremos en la cruz,
regresaremos otra vez a la Palabra de Dios».
Hemos ido por nuestros propios caminos, separados. Hemos
vivido en placeres, nos hemos olvidado de ti. Ningún hombre,
ninguna nación, pueden vivir contrariamente a la Palabra de Dios y
arreglárselas; tampoco nosotros podemos hacerlo. Oro nuevamente:
«Danos un bautismo fresco del amor de Dios, que nos volvamos
de nuestros malos caminos y que busquemos tu rostro. Que
regresemos otra vez a tu Palabra y a tu promesa de sanar nuestras
vidas. Responde esta simple oración. Amén».
Vamos a tener una conversación, de corazón a corazón, con
respecto a la Persona del Espíritu Santo y cómo Él se relaciona con
Dios el Padre. Así que nosotros los vemos a ambos en el Viejo
Testamento y en el Nuevo Testamento. El Espíritu Santo es el
mismo Espíritu de Dios, y cuando se habla del Espíritu de Dios en
Génesis, nosotros leemos del Espíritu de Dios que se movía sobre
las aguas. Relacionado con la creación, se refiere directamente al
Espíritu Santo.
Cuando los profetas del Antiguo Testamento hablaron de este
Espíritu del Señor, o del Espíritu de Dios, siempre se refirieron al
Espíritu Santo; así es también en el Nuevo Testamento. Y a menos
que tú hayas tenido una pequeña conversación de corazón a
corazón con el capítulo 61 de Isaías, fue el mismo Espíritu Santo
que llena a los creyentes hoy. Si tú has sido llenado y bautizado con
el Espíritu Santo, es el mismo Espíritu de Dios de quien habló Isaías
cuando dijo: «El Espíritu de Jehová Señor está sobre mí, porque me
ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los
abatidos…».
¿A quién se estaba refiriendo? Él se estaba refiriendo a la unción
del Espíritu Santo. Pero vamos a ver qué es lo que tiene para decir
David. ¿Tú sabes? ¡A mí me encanta ese Salmo 139! —aunque
pasó un largo tiempo antes de que me diera cuenta de a quién se
refería David cuando estaba hablando de ese grandioso Espíritu, en
el séptimo, el octavo y en el noveno verso—. Yo siempre pensé que
él se estaba refiriendo a Dios, el poderoso Creador. Pero detente
por un segundo, comienza si quieres, por favor, con el séptimo verso
del Salmo 139: «¿A dónde me iré de tu Espíritu?». Él está hablando
acerca del Espíritu Santo: «Tu Espíritu». El Espíritu de Dios.
… que él había prometido antes por sus profetas en las Santas Escrituras,
acerca de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que era del linaje de David, según la
carne, que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad,
por la resurrección de entre los muertos, y por quien recibimos la gracia y el
apostolado para la obediencia a la fe, en todas las naciones, por amor de su
nombre…».
Permíteme repetirlo: «… que fue declarado Hijo de Dios con
poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los
muertos…».
¿Y quién es el Espíritu de santidad? El Espíritu Santo. Observa
algo con mucha atención, el Espíritu Santo no puede morar en un
vaso que no está limpio, tiene que existir esa separación. Esa es la
razón por la que a mí no me importa qué es lo que tú profesas, a mí
no me importa qué gloriosas experiencias puedas haber tenido; a mí
no me interesa cuán alto o por cuánto tiempo tú has hablado en
lenguas desconocidas. Sí allí no hay una vida santa, y si tu vida no
lleva los frutos del Espíritu, tu cuerpo no es el templo del Espíritu
Santo. Porque el Espíritu Santo es el Espíritu de Dios, Él es un
Espíritu de santidad, y no puede morar en un vaso sucio donde hay
pecado.
Tú no puedes vivir una vida espiritual y vivir en adulterio, tú no
puedes vivir una vida espiritual y también vivir en inmundicia. Las
dos cosas no van juntas.
26 Salmos 139:7.
27 Salmos 51:11-13.
28 Salmos 139:7.
LA DIRECCIÓN DEL ESPÍRITU
SANTO
Hoy voy a hablar de una persona que significa todo en el mundo
para mí. Yo dependo absolutamente de la persona sobre quién voy
a hablar, la maravillosa Tercera Persona de la Trinidad, el Espíritu
Santo. Y quiero que te familiarices con esta personalidad, Él es una
Persona.
Millones están hablando del Espíritu Santo y hay solo muchas
ideas con respecto a esta maravillosa Tercera Persona de la
Trinidad; pero recuerda algo, Él es más que solo una influencia, Él
es más que solo Espíritu; el Espíritu Santo es una personalidad
definida. Es mi firme convicción de que nadie puede tener un
verdadero conocimiento de esta maravillosa personalidad hasta que
Él habite en el corazón, el vaso, el cuerpo de un individuo. Yo creo
eso con cada átomo de mi ser. Sé que el Espíritu Santo estaba en la
Tierra, es el único que envía una poderosa convicción al individuo
antes de que él sea nacido de nuevo; mas recuerda: toda
convicción. Si tú tienes cualquier convicción acerca de cualquier
cosa, de esos pecados y del juicio por venir, es el Espíritu Santo ese
gran poder de convicción de la Trinidad.
Esta maravillosa personalidad está con todo creyente. Si tú has
sido nacido de nuevo, si tú has tenido esa maravillosa experiencia
del nuevo nacimiento, esta experiencia que nosotros llamamos
regeneración y salvación, el Espíritu Santo está contigo. Él está con
todo creyente, pero hay una experiencia, una gloriosa experiencia,
donde no solo Él está contigo. Sí, la Palabra de Dios dice: «Él estará
en vosotros». Ningún cristiano, ningún individuo puede saber
realmente cómo es la Persona del Espíritu Santo, tú no tienes un
verdadero conocimiento de esta personalidad hasta que hayas
tenido esta maravillosa experiencia del Espíritu Santo morando
dentro de ti.
¡Yo deseo tanto en estos próximos minutos decirte cómo es Él
realmente! Sé que fallaré completamente, pues ningún vocabulario
humano podría jamás comenzar a decirte cómo es esta maravillosa
y atractiva personalidad. Sin embargo, sí pudiera ayudar un poquito,
porque Él significa tanto para mí, Él es el secreto del poder en mi
vida, Él es el secreto de este ministerio.
Primero que todo, la Palabra de Dios dice: «Los que son guiados
por el Espíritu». Nosotros sabemos por la Palabra que Él dirige, Él
guía. Y si Él guía, entonces nosotros lo seguimos. Yo pienso en esto
muy a menudo, tantos de los hijos de Dios han tenido la idea de que
pueden guiar al Espíritu Santo, y esa es probablemente la razón de
todos nuestros problemas y de todas nuestras dificultades. Yo los he
visto una y otra vez tratando de usar al Espíritu Santo, tratando de
guiar al Espíritu Santo.
Uno de los días más grandiosos de mi vida fue cuando recibí uno
de los más grandes conocimientos, el secreto de permitirle a Él
dirigir, guiar. Yo aprendí a seguirlo; si te dijera que es fácil, te estaría
mintiendo. Es uno de los más grandes secretos que un cristiano
puede aprender. ¡Yo lo sigo a Él tan de cerca en el gran servicio de
milagros! Puede haber siete mil personas allí afuera, tal vez solo
cincuenta, y aún hay una sola Persona de la cual estoy
constantemente consciente. Hay una personalidad de la cual yo
estoy muy consciente, yo lo sigo a Él, lo sigo tan de cerca. Él guía
en su misma presencia, y esa grandiosa fuerza invisible se asienta
sobre las gradas del auditorio lleno de personas. ¡Esa gran
personalidad invisible!, tan real como el aire, tan grandiosa fuerza
como la más grande fuerza del viento que jamás haya soplado, y
aún ningún hombre ha visto. Ese gran poder, esa gran personalidad
moviéndose sobre hombres y mujeres. Yo espero por su dirección,
por su guía. Aprende ese secreto: si tú no estás seguro, espera a
que Él te guíe.
La Biblia enseña que esta maravillosa gran personalidad del
Espíritu Santo también intercede por ti y por mí. Permíteme
preguntarte algo: ¿cómo podría alguno de los preciosos hijos de
Dios ser derrotado, cuando nosotros tenemos a la derecha de Dios
Padre, en una posición de Gran Sumo Sacerdote, al mismo Hijo del
Dios viviente, viviendo para hacer intercesión? ¿Cómo puedes vivir
un momento de tu vida en derrota, cuando tú tienes al Gran Sumo
Sacerdote intercediendo por ti, el mismo Hijo del Dios viviente, todos
los momentos de tu vida, noche y día?
Más que eso, tú tienes esta personalidad, el Espíritu Santo, el
gran poder de la Trinidad, quien intercederá por ti para que tú sepas
la perfecta voluntad de Dios —y a veces yo creo que la cosa más
difícil de saber es la voluntad de Dios—.
Permíteme leer algo que es tan precioso:
Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad, pues qué hemos
de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por
nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál
es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por
los santos.29
29 Romanos 8:26.
30 Isaías 59:19.
LA PERSONA Y EL PODER DEL
ESPÍRITU SANTO
Teóricamente, decenas de miles de personas honran al Espíritu
Santo cada domingo por la mañana, cuando cantan la doxología en
sus lugares de adoración. Y a pesar de todo esto, hay miles que no
conocen absolutamente nada de la persona del Espíritu Santo. Ellos
no conocen absolutamente nada acerca del poder del Espíritu
Santo.
Cuando ellos piensan en el Espíritu Santo, piensan en Él como
una influencia, o tal vez como uno de los atributos; sin conocer nada
sobre esta maravillosa Persona, quien es literalmente el poder de la
Trinidad. Luego están, por supuesto, aquellos que están empezando
a familiarizarse con esta gloriosa personalidad. ¡Ellos sienten que
acaban de descubrir algo nuevo!, que esta nueva personalidad
maravillosa acaba de entrar en escena. ¡Ellos sienten como si
hubieran hecho un descubrimiento maravilloso!, personas que
nunca antes han sido activas en el poder.
Sin embargo, el Espíritu Santo, esta maravillosa Tercera Persona
de la Trinidad, ha existido desde la eternidad, y esto es simplemente
así. Vuelve si quieres al principio de los tiempos, cuando el gran
plan de salvación fue presentado. Creo que los tres estaban en esa
gran mesa de conferencias. Los tres estaban presentes. ¿Cómo lo
sé?, porque en ese tiempo, cuando ellos estaban trazando los
planes para la salvación de los hombres —para tu redención y para
mi redención—, Jesús se ofreció, a través del Espíritu Santo, a Dios
Padre para ser entregado.
Tal vez como una niña pequeña en la escuela dominical, la
primera escritura que tú aprendiste fue Juan 3:16: «Porque Dios
amó tanto al mundo que dio a su Hijo Unigénito…».
Estaban los tres allí. Tú no puedes separar al Hijo del Padre,
tampoco puedes separar al Padre del Espíritu Santo. El Espíritu
Santo es Dios, Jesucristo es Dios y el Padre es Dios. Los tres han
existido desde la eternidad, y Jesús, en esa mesa de conferencias,
dijo: «Está bien, yo iré, me volveré tan hombre como si no fuera la
Deidad y Divinidad. Yo iré, tomaré la forma de carne». Y,
volviéndose hacia el Espíritu Santo, conociendo el incomparable
poder del Espíritu Santo, dijo: «Yo iré, conociendo tu poder,
dependeré de ti para ese glorioso poder del servicio». ¡Y se ofreció
a sí mismo! La Palabra de Dios dice: «A través del Espíritu Santo,
para ser entregado al Padre, y el Padre dio a su Hijo Unigénito».31
¡Si solo nuestras pequeñas mentes endebles pudieran profundizar
en todo lo que estuvo involucrado, cuando ellos expusieron los
planes para la redención de los hombres! Dios Padre, conociendo a
su Unigénito Hijo, confió en Él, sabiendo que Él sería fiel a esa
confianza. Y Jesús vino, ¡eso es algo tan emocionante!
Observa al Espíritu Santo y su intervención. Lo primero que
tenemos del Espíritu Santo, de esta gloriosa parte de la Trinidad
tomando parte activa en el plan de redención, está registrado en el
primer capítulo de Mateo:
«¡Lo que en ella es engendrado del Espíritu Santo es!». Todo esto
estaba dentro del maravilloso plan redentor de Dios. Era el cuerpo
físico de María el que abarcaba esa cosa notable, ese gran milagro
engendrado por el Espíritu Santo.
Vamos un poco más adelante, algo que yo creo que es más
emocionante; está registrado en el tercer capítulo de Mateo. Es ese
momento cuando Jesús salió de las aguas del bautismo. ¡Oh, yo lo
he leído una y otra vez!, las páginas de mi Biblia están desgastadas
y rasgadas. ¡Es tan preciosa para mí!:
Jesús, cuando fue bautizado —Él está ahora levantándose de las aguas del
bautismo, salió directamente del agua— (…) y he aquí los cielos fueron abiertos, y
vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma y venía sobre él. Y hubo una
voz de los cielos que decía: Este es mi hijo amado en quien tengo
complacencia.33
37 Hechos 3:1-8.
ESTAR LLENO DEL ESPÍRITU
SANTO ES TAN FÁCIL
El otro día estuvimos trabajando como por una hora, aquí en la
oficina. Era la hora de la comida y dije: «Maggie, creo que lo que
necesito es un buen pedazo de carne, no he comido un buen bistec
por un par de semanas, y estoy cansada».
Maggie y yo fuimos a un lugar donde nunca habíamos comido
antes, yo escuché que ellos se especializaban en bistecs. Sentía
que necesitaba algo de carne, y entonces entramos al lugar. Te digo
la verdad, fue el mejor pedazo de carne que comí por meses y
meses. Era especialmente bueno, ¡era simplemente grandioso!
Entonces, antes de que estuviéramos listas para irnos, Maggie se
levantó de la mesa para algo, y el chef, el hombre que preparó
nuestros bistecs, fue hacia Maggie y le dijo muy tranquilamente:
«¿Tú eres Ruth?». Ella sonrió y dijo: «No, soy Maggie». Él dijo: «Yo
vi a la señorita Kuhlman entrar, y nunca me pierdo sus
transmisiones. Dígaselo, ¡solo dígaselo! A mí me encanta su
anticuada torta de maíz.»
Yo le diría a ese chef: «Usted siga haciendo esos buenos bistecs.
¡Oh, señor, sus bistecs son maravillosos! Y yo seguiré haciendo mis
antiguas y extravagantes tortas de maíz».38 Y eso es simplemente
así.
Voy a hablarte nuevamente acerca de algo que es tan vitalmente
importante. ¿Tú sabes cuán real es la poderosa Tercera Persona de
la Trinidad para mí? Te he hablado con respecto a la Persona del
Espíritu Santo, nosotros hablamos de Él con respecto a su intelecto.
Te he hablado con respecto a las actividades del Espíritu Santo, Él
guía, Él confirma, Él tiene comunión; intercede, enseña, revela,
impulsa, refrena, disuade, sujeta. Él habla, Él defiende.
¡Oh, la obra del Espíritu Santo es maravillosa! Te hemos hablado
en estas conversaciones de corazón a corazón con respecto a las
actividades del Espíritu Santo; sin embargo, ¿quieres saber algo?,
no hay nada más importante en lo relacionado con vivir la vida
cristiana que esa llenura del Espíritu Santo. Creo que recibo más
cartas preguntándome: «¿Cómo puedo ser llenado con el Espíritu
Santo?», más que cualquier otra pregunta que me han hecho.
«¿Señorita Kuhlman, puede hablarnos de esa maravillosa
experiencia?». Esa experiencia de ser nacido de nuevo es la
experiencia más grande que un ser humano puede conocer. Sin ella,
el hombre más rico del mundo es pobre, y con esta maravillosa
experiencia el hombre más pobre del universo es rico. Nada es más
vitalmente importante para cualquier ser humano, nada es tan
glorioso. No hay experiencia conocida por los hombres que sea más
importante que ser nacido de nuevo.
Luego viene esta experiencia de ser llenado con el Espíritu, y esa
experiencia es para cada hombre y cada mujer que ha sido nacido
de nuevo. Si tú eres un cristiano, si tú has tenido esa experiencia de
ser nacido de nuevo, entonces esta segunda experiencia es tan
importante, esta segunda experiencia es parte de tu herencia. Está
en el plan de Dios que tú recibas esta experiencia vitalmente
importante de ser llenado con el Espíritu.
Alguien dijo: «Señorita Kuhlman, ¿cómo puedo ser llenado con el
Espíritu Santo?». El apóstol Pablo nos dio un mandamiento: «No se
emborrachen con vino, en el que hay exceso, sino sed llenos con el
Espíritu».39 Es un mandamiento, nosotros leemos esto en el quinto
capítulo de Efesios, en el versículo 18. Literalmente míralo, ¡no es
algo opcional! Pablo dice: «… sino sed llenos con el Espíritu».
Ahora, ¿qué tiene el apóstol Pablo en mente cuando dice: «… sed
llenos con el Espíritu»? Esta palabra llenos puede ser usada en dos
sentidos diferentes. En el texto original hay dos palabras griegas
diferentes, ambas se traducen como llenos. Una parece sugerir a
alguien que ha sido llenado; si tú tomas un vaso y una jarra de agua,
y derramas el agua de la jarra dentro del vaso vacío de tal manera
que esa agua llena el vaso. Los discípulos en el día de Pentecostés
fueron llenados; esto es, fueron llenados con el Espíritu Santo. El
Espíritu entró, entró a morar, y su presencia fue manifestada en los
creyentes.
Esto es comprensible, pero observa algo: la segunda palabra
parece tener un segundo pensamiento adicional. No solo una
presencia, sino un poder que se manifiesta a sí mismo a través del
individuo que es llenado. No solo mientras el agua fue vertida dentro
del vaso vacío, hubo más que eso. Hubo un poder que se manifestó
a través de ese vaso, habiendo sido llenado con esa agua.
Hay más que solo haber sido llenado con el Espíritu, hay más que
solo un vaso vacío, más que tú o yo habiendo sido llenados con el
Espíritu. ¡Eso es glorioso, eso es maravilloso!, pero hay un lugar en
el que no solo somos llenados con su presencia, sino que somos
llenados con un poder que se manifiesta a través del individuo que
fue llenado con el Espíritu.
La palabra es usada para velas que el viento ha llenado. Ahora, el
resultado de llenar las velas con viento es que el bote se mueve.
Las velas no son en realidad solamente llenadas con el viento
cuando el viento simplemente las agita, sino que ellas son, en el
mismo sentido, llenadas con el viento cuando el bote es movido y
llevado por el viento que está en la vela. En este sentido bíblico,
cuando el apóstol Pablo está hablando acerca de la llenura en el
Espíritu, él no solamente está hablando acerca del Espíritu morando
en una persona, sino que él está agregando un pensamiento, que
aquel que mora dentro traslada a quien es llenado a un nuevo curso
de acción y produce un nuevo tipo de vida, una vida de poder. ¡Oh,
eso es glorioso!
Eso puede ser ilustrado en el discurso del Aposento a Alto,
cuando nuestro Señor lleva a los discípulos aparte y enfatiza la
verdad de que Él será quitado de ellos, que va a morir y que va a
haber una resurrección. No obstante recuerda, la muerte y la
resurrección significaban una separación de ellos. Nuestro Señor
dice: «… porque os he dicho estas cosas, tristeza ha llenado vuestro
corazón».40
¿Qué significa tener un corazón lleno de tristeza? Cuando la
tristeza controla a una persona, la domina; produce una nueva vida,
una nueva mirada, un nuevo panorama, una nueva perspectiva. Aun
la expresión facial cambiará. ¡Si nosotros comprendiéramos lo que
Pablo está tratando de enseñarnos en el quinto capítulo de Efesios!
En lugar de las palabras ser llenos, usa la palabra controlados.
No estaría de más, y sería claro, lo que Pablo dice: «No se
emborrachen con vino, que produce la vida injusta, sino sean
controlados por el Espíritu, quien produce salmos e himnos y
canciones espirituales. Produce el don de fe, produce sumisión,
produce poder. Produce una nueva vida».
Así que Pablo trae este contraste a nosotros para enseñarnos
cómo un hombre puede rendirse al control de bebidas alcohólicas.
Uno puede también rendirse completamente al poder y a la Persona
del Espíritu Santo hasta la medida donde el Espíritu Santo
controlará su vida y su ser. El Espíritu produce un nuevo caminar,
una nueva manera de hablar, una nueva manera de vivir. ¿Tú
quieres saber si una persona ha sido llenada con el Espíritu Santo o
no? Habrá poder en esa vida. Esa vida será dominada, será
controlada por el Espíritu Santo.
Tú dices: «¿Cómo puedo ser llenado con el Espíritu?». Te lo diré
en pocas palabras: «Vuélvete tú, y todo lo que tienes, a Jesús». Tú
dices: «¿Es tan simple?». ¡Es así de simple! Lo repito: «Vuélvete tú,
y todo lo que tienes, a Jesús». Este es el punto crucial, y si tú haces
esto mal, tú bloqueas todo. Entre dos personas no hay amor sin una
íntima auto rendición el uno con el otro. Si uno retiene su ser
esencial del otro, el amor está bloqueado, no brotará. No importa
cuán fuertemente tú trates de amar y pasar ese yo corrupto y no
rendido; tú no puedes amar completamente, a menos que haya un
yo rendido.
Así que entre tú y Jesús no puede haber ningún amor sin una
autorrendición interna. Tú no puedes ser llenado con el Espíritu
Santo hasta que haya una rendición interna de todo lo que tú eres y
de todo lo que tú tienes. El verdadero tú rendido a Él. No la
rendición de esto o de aquello.
Algunas personas fallan completamente al decir: «Bueno, yo rindo
esto, o yo rindo lo otro». No es la rendición de cosas, es la rendición
de ti, el tú esencial. Él llena eso que tú le rendiste a Él. Todo lo que
Él quiere es a ti. Y cuando tú te vuelves a Él, tú no lo buscas, tú no
buscas algo, no buscas una evidencia. Tú te vuelves, te
encomiendas, te rindes a Él; una autorrendición interna a Jesús.
Cuando tú te has rendido a Él completamente, el Espíritu Santo
llenará el vaso. No solamente lo llenará completamente, sino que
estará la manifestación externa del poder de ese que te ha llenado
consigo mismo. ¡Ser llenado con el Espíritu Santo es así de simple!
Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo
romperá los odres y se derramará, y los odres se perderán. Mas el vino nuevo en
odres nuevos se ha de echar; y lo uno y lo otro se conservan. Y ninguno que beba
del añejo, quiere luego el nuevo, porque dice: El añejo es mejor.
Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo
romperá los odres y se derramará, y los odres se perderán. Mas el vino nuevo en
odres nuevos se ha de echar; y lo uno y lo otro se conservan.42
41 Juan 14:10.
42 Lucas 5:37:39.
43 Segunda Corintios 3:6.
44 Hechos 2:14-15.
LA COMUNIÓN QUE TUVO CON
ÉL
Estaba esperando por ti, has llegado hasta aquí y quería decirte que
los milagros suceden todos los días, que mientras Dios escuche y
conteste las oraciones siempre habrá milagros; recuerden eso.
Ustedes y yo creemos en milagros porque creemos en Dios y en el
poder de la oración.
Yo espero, de alguna manera, que pueda hacer a Jesús más real
para ustedes. Ustedes escucharon acerca de estos maravillosos
milagros que están ocurriendo, a pesar de que la necesidad más
grande en esa vida tuya es la sanidad espiritual, el grandioso toque
espiritual.
El doctor Fraile es el pastor de la Primera Iglesia del Pacto, en
Minneapolis. ¡Es una iglesia maravillosa!, una iglesia muy
conservadora. Él es uno de los pastores de Minneapolis que cooperó
con nosotros cuando estuvimos allí en un servicio, recientemente. Él
estaba sentado en la plataforma con otros pastores, y durante ese
servicio el poder de Dios comenzó a caer sobre la arena.
¡Oh, fue emocionante! Si ustedes han estado en uno de esos
servicios, saben de lo que estoy hablando. De una manera muy
natural, el Espíritu Santo descendió sobre ese pastor tan
conservador; fue algo que tú no puedes describir, no existe
vocabulario humano para describir las experiencias espirituales.
Fueron tres o cuatro días después de esta hermosa experiencia
espiritual que yo recibí esta carta personal del doctor Fraile. Solo
quiero compartir con ustedes un párrafo:
«Personas de mi congregación y pastores compañeros me han
preguntado acerca de la experiencia de estar bajo el poder del
Espíritu Santo, mientras usted me tocó, a los cuales yo les puedo
decir que fue muy simple y hermoso; fue, de hecho, el más normal y
común sentimiento espiritual. Y lejos de ser, como algunos se lo
puedan imaginar, extremadamente diferente a toda otra apropiada
manifestación espiritual, parece más bien reunir en armonía toda la
belleza y el encanto que el Espíritu Santo había dado previamente.
Estar bajo la unción espiritual es realmente un estado normal. Todo
lo demás es anormal».
Y esto viene del pastor de una de las iglesias más conservadoras
en Minneapolis, Minnesota, el pastor de la Iglesia del Primer Pacto.
He descubierto algo recientemente, y es el hecho de que es
maravilloso ver la manifestación del Espíritu Santo. Recuerden algo,
el Espíritu Santo es una Persona, no solo los atributos, no solo una
influencia. El Espíritu Santo es una Persona definida, como Jesús, el
Hijo de Dios es una Persona, como Dios el Padre es una Persona
con una personalidad muy definida.
En estos servicios de milagros, donde todos nosotros vemos
simples manifestaciones del poder de Dios en la sanidad de cuerpos
enfermos, es un poder sobrenatural. Esa es la razón por la cual tú no
necesitas que Kathryn Kuhlman ponga sus manos sobre ti y ore por
ti. Esa es la razón por la cual es tan maravilloso que esos amigos
que están sentados allí en los servicios son instantáneamente
sanados por este grandioso poder invisible, por esta Persona
invisible. Es emocionante ver a estas personas cuando son
derribadas por el poder del Espíritu Santo; llámenlo como quieran, el
poder demoledor. Yo no sé cómo describirlo mejor que decir:
«Derribado por el poder de Dios».
Es el Espíritu Santo. Yo no lo comprendo. ¿Realmente piensan
ustedes que yo entiendo cómo es que un gran hombre de 90 kilos,
de repente, en solo una fracción de segundo, su cuerpo yace
postrado sobre el suelo? Yo no tengo nada que ver con eso.
¡Créanme! No tengo nada que ver con el poder demoledor; pero me
quedo allí parada, impresionada. No puedo darles una explicación,
excepto por el hecho de que tal vez estos, nuestros cuerpos físicos,
no están preparados para tanto poder.
Tal vez esa es la razón por la que antes de que nosotros podamos
ver a Dios cara a cara —y la Palabra de Dios dice que ningún
hombre ha visto a Dios—, antes de que nosotros podamos estar en
su Santa Presencia, esto que es mortal debe vestirse de
inmortalidad, esto que es corrupción debe vestirse de incorrupción,
porque Él es un Dios Santo, y estos, nuestros cuerpos mortales, no
pueden estar en una Presencia tan santa. Estos cuerpos físicos
abiertos a la enfermedad y al pecado, esta corrupción, simplemente
no está preparada para la santidad de Dios, ni está preparada para
tanto poder.
Sin embargo, cuando estemos en su preciosa Presencia, después
de que este viejo corazón dé su último latido, tendremos cuerpos
resucitados, cuerpos nuevos, cuerpos gloriosos. ¡Es maravilloso ver
la manifestación de los dones del Espíritu Santo! Creo en los dones
del Espíritu con todo mi corazón y en ver esos dones manifestados.
Creo que hay, literalmente, miles y miles de hombres y mujeres
que están en el gran movimiento carismático, quienes solo ven las
manifestaciones del poder del Espíritu Santo, pero conocen muy
poco acerca de la Persona del Espíritu Santo. ¿Lo conoces como
una Persona? ¡Es la experiencia más grandiosa del mundo!
Pablo conoció esa experiencia. Él no conoció solamente el poder
del Espíritu Santo, sino que él también conoció a la Persona y la
personalidad del Espíritu Santo. Es por eso que él escribió: «La
gracia del Señor Jesucristo...» —¿quién puede conocerla en
profundidad? ¿Y dónde estaríamos cualquiera de nosotros en esta
misma hora, si no fuera por la incomparable gracia?—. Y él continuó:
«… y el amor de Dios…». ¿Quién puede conocer en profundidad el
amor de Dios, aunque lo vemos manifestado constantemente en
nuestras vidas?
Pablo no se detuvo allí: «…y el compañerismo y la comunión del
Espíritu Santo45». ¡Oh, ese compañerismo! Él es más real para mí
que cualquier otra persona terrenal que yo jamás haya conocido.
¿Ustedes saben?, una vida consagrada es una vida solitaria. Te
mentiría si te dijera que no fue una vida solitaria, lo es. Tú podrías
decirme: «Kathryn Kuhlman, ¿estás diciendo que tu vida podría ser
una vida solitaria?». Tú no comprendes, hay miles y miles de
personas que te rodean constantemente, y a pesar de eso, cuando
es una vida consagrada, tu vida social está muy limitada. Es porque
estoy ocupada haciendo el trabajo del Maestro.
No obstante, hay un compañerismo que es más grandioso que lo
que cualquier ser humano haya conocido jamás. ¡Existe una
cercanía!, existe una comunión con Él, que es la cosa más invaluable
que yo tuve en esta vida mía. Pablo la conocía, y esa es la razón por
la que él habló de esta comunión. La Palabra de Dios habla de ese
compañerismo de esta manera: «Todos los que son guiados por el
Espíritu…».46
Hay miles hoy profesando el poder del Espíritu, enseñando de la
llenura del Espíritu Santo, que no conocen prácticamente nada
acerca de ser guiados por el Espíritu Santo. Recuerden esto:
cuando tú estás siendo guiado, tú sigues al que te guía. Tú no
haces el liderazgo en realidad.
¿Sabes lo que quiere decir realmente ser guiado por el Espíritu,
seguirlo a Él tan de cerca? Tú me dices: «¿Cómo puede estar en el
Espíritu, señorita Kuhlman?, ¿cómo puede ser que en el gran
servicio usted sepa que se está produciendo una sanidad allá arriba,
en el balcón, habiendo miles de personas, y usted ni siquiera llega a
verlas?».
¡El Espíritu Santo da testimonio de esa sanidad! Conozco a la
Persona, conozco el poder, yo lo sigo, soy guiada por Él y me he
vuelto tan sensible a Él que estoy totalmente inconsciente,
desprevenida de lo que me rodea. Yo solo soy consciente de la guía
del Espíritu. El que es guiado, sigue al que lo guía.
Sin embargo, hay miles que están tratando de guiar al Espíritu.
Esa es la razón por la que tú te sales de la voluntad de Dios, es por
eso que te fuiste y terminaste en el fanatismo; esa es la razón por la
que tú haces cosas tan feas e inapropiadas. Es por eso que tú tienes
tal enfoque a veces sobre cosas que son tan hermosas y
maravillosas. ¡Esa es la razón por la que hay tales manifestaciones
de la carne en lugar de las del Espíritu!
El Espíritu Santo no es una Persona o un poder que tú o yo
podamos usar. El Espíritu Santo debe siempre usar al vaso, al
recipiente rendido. Cuando tú realmente conoces a la Persona del
Espíritu Santo, y yo creo que hay un momento, un tiempo en tu vida
—sin importar quién seas, no me interesa cuán profundamente
espiritual puedas ser—, cuando tú no sabes la perfecta voluntad de
Dios, cuando tú no sabes cómo orar.
Alguien me dijo el otro día: «Nosotros acabamos de descubrir que
mi madre tiene cáncer, y yo no sé cómo orar. No sé si orar que Dios
se la lleve, ya que es su tiempo de llevársela, u orar por la sanidad
de su cuerpo físico». O tal vez estés al borde de tu Mar Rojo y no
sabes cómo orar; se pone difícil a veces.
Recuerden algo: hay uno que conoce la perfecta voluntad de Dios,
Aquel que es perfecta sabiduría, Aquel que es perfecto conocimiento.
Cuando llegas al lugar donde no sabes cómo orar y eres lo
suficientemente espiritual, cuando llegas a ese punto de rendición,
cuando tú has rendido tu voluntad a la voluntad de Dios y las dos
voluntades se vuelven una —te estoy diciendo algo que tal vez no
necesites mañana o pasado, pero tan seguro como que eres parte
de la humanidad, tú vas a necesitar todo lo que yo te estoy diciendo
en este momento—, cuando tú puedes llegar al lugar donde no
tienes ninguna voluntad propia concreta, y tú has rendido
completamente la voluntad sobre ese asunto a Su voluntad, y tú
dejas ese asunto completamente a la sabiduría del Espíritu Santo, Él
intercederá por ti. Tú vendrás delante del trono de Dios y orará
contigo, a través de ti y en ti. Entonces no podrás equivocarte en
cuanto a la voluntad de Dios. ¡Lo prometo!
Cuando el Espíritu obra en esa vida tuya, cuando tú no luchas
contra la voluntad de Dios, sino que te rindes a Su voluntad, hay más
que la manifestación de su poder, que los dones del Espíritu; más
que la sanidad de lo físico, hay una comunión, hay un
compañerismo. Aquel que quita esa soledad de tu vida, tú puedes
confiar en Él. Jesús confío en Él. Él lo conoció mejor de lo que yo
alguna vez lo conocí, y siento que si Jesús pudo confiar en Él,
seguramente yo puedo confiar en Él. Puedo confiar en Él para
guiarme, puedo confiar en Él para dirigirme, puedo confiar en Él para
protegerme y para cubrirme con su divina Presencia.
«¡Yo quiero ser usada por ti más que nada en el mundo! Yo lo rindo
todo a ti».
¿De verdad, lo dices en serio? ¡Más que nada en el mundo entero!
¡Nada más importa! ¡No importa nada más!
Puede que tú has hecho algo de esto miles de veces, pero hoy es
diferente.
Con ambas manos levantadas cantando:
«Yo lo rindo todo, lo rindo todo. Todo a ti, mi bendito Salvador.
Yo lo rindo todo, Yo me rindo a ti»
Yo cavo la tumba ahora mismo, yo muero en este momento.
¡Oh, el movimiento del Espíritu Santo!
Te adoramos: «Y hubo un sonido de un poderoso y fuerte viento,
De alguna manera escuchamos el sonido de un poderoso y fuerte
viento»
«Yo escuché», dijo Juan, ¡Aleluya!
Sopla, sopla sobre ellos… Sopla dentro de la misma persona
la presencia del Espíritu Santo.
En este momento habrá una revelación divina, habrá una
consagración.
Habrá esa muerte a sí mismo,¡ Aleluya!
Quema ese egoísmo, no habrá más alguien que diga: «Algo de mí»,
sino que en este momento diremos:
«Nada de nosotros, sino todo de ti. ¡Todo de ti!».