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EL ESPÍRITU SANTO.

Enseñanzas de Kathryn
Kuhlman

Verónica Etcheverry
EL ESPÍRITU SANTO
Enseñanzas de Kathryn Kuhlman
© Verónica Etcheverry
Editado por: Corporación Ígneo, S.A.C.
para su sello editorial Ediquid
Av. Arequipa 185 1380, Urb. Santa Beatriz. Lima, Perú
Primera edición, diciembre, 2021
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preceptiva autorización.
Ilustraciones: Leonardo Santos
Diseño de portada: Mariana Barrientos
Corrección: Marcos González
Diagramación: Álvaro López
Colección: Integrales
ÍNDICE
Prólogo

¿Por qué debemos conocer a Dios en persona?


Cómo entregarnos al Espíritu Santo

El bautismo del Espíritu Santo


El comienzo de los milagros (Parte 1)

El comienzo de los milagros (Parte 2)


Él eligió lo débil y lo menospreciado del mundo

El secreto de los milagros revelado en la vida de Jesús


El poder de Dios
El secreto del poder del Espíritu Santo
Hereda la mente de Dios
La Biblia insiste en una vida llena del Espíritu
La dirección del Espíritu Santo
La persona y el poder del Espíritu Santo
Las manifestaciones de su poder
Monte de la transfiguración
Estar lleno del Espíritu Santo es tan fácil

Todas las fuerzas del infierno no detendrán este derramamiento del Espíritu Santo
Vasos rendidos

La comunión que tuvo con Él


Culto en Melodyland
Ministración de Kathryn
PRÓLOGO
Esta es una recopilación de mensajes de Kathryn Kuhlman,
grabados de su programa radial, De corazón a corazón; y de su
programa de televisión, I believe in miracles (Yo creo en milagros),
que realizó durante unos veinte años.
Todo comenzó con la inquietud de compartir estas prédicas tan
edificantes que escuchábamos de Kathryn Kuhlman. Gracias a ella
lo conocimos a Él, a quien se honra en este libro, a nuestro
maravilloso amigo: el Espíritu Santo de Dios.
Al escuchar sermones tan edificantes y tan particulares de ella,
tuvimos la inquietud de compartir con todas las personas de habla
hispana los mensajes de esta gran y maravillosa sierva de Dios;
para mí la mejor y la más grande de todos los tiempos.
Y para ellos es este libro, para aquellos que lo reciben, para los
que tienen hambre, para los que tienen sed de Dios. Porque Él dijo:
«Bienaventurados son los que tienen hambre y sed de mí». Hambre
y sed de la verdad.
Para ellos es este libro, con todo nuestro corazón y a corazón
abierto. Como dice Kathryn: «De corazón a corazón».
Esto es, definitivamente, ¡la cosa real! Nosotros no queremos
nada, y pensamos que ustedes tampoco (mucho más en esta hora
peligrosa de engaño y apostasía, cuando creemos, por los
acontecimientos que están sucediendo en el mundo, que el Señor
Jesús viene pronto a llevarnos en el rapto de la Iglesia). No
queremos más nada que la cosa real.
Las palabras de Jesús resuenan hoy en nuestros oídos, toman
vida y se vuelven reales y comprensibles ante nuestros propios ojos,
cuando dijo que estuviéramos con nuestras lámparas llenas de
aceite, como las vírgenes prudentes, esperando al novio. Estemos,
pues, más cerca de Él que nunca.
Como dijo Jesús: «El que persevere hasta el fin, este será salvo».
Estemos, pues, con nuestras lámparas encendidas, cargadas de
aceite, y con los corazones expectantes digamos juntos: «¡Sí, ven
Señor Jesús!».
¿POR QUÉ DEBEMOS
CONOCER A DIOS EN
PERSONA?
Vamos a tener una buena conversación, de corazón a corazón, sobre
algo que es vitalmente importante, tan importante porque nos afecta
a todos nosotros y tenemos que conocer la respuesta: ¿Es Dios una
persona? ¿Es Jesucristo no solo una persona, sino una deidad y
divinidad? ¿Es Él todo lo que dijo que era? ¡Nosotros debemos
saberlo! ¿Es el Espíritu Santo una persona?
Tanto ha sido dicho con respecto al Espíritu Santo, volúmenes han
sido escritos con respecto a Él. Y están quienes piensan en el
Espíritu Santo como uno de los atributos. ¿Tú piensas en Él a la luz
de una persona, así como Jesucristo es una persona con una
personalidad definida? Hace toda la diferencia del mundo el hecho
de que si el Espíritu Santo es o no una persona.
Si tú me has estado siguiendo en estas conversaciones de
corazón a corazón, hemos establecido el hecho desde la palabra de
Dios, y recuerda: la palabra de Dios es verdad, y tonto es el hombre
que discrepa con la verdad, ya que todos nuestros argumentos
nunca cambiarán la verdad; la verdad permanece. Y la palabra de
Dios establece el hecho de que Dios es una persona; y Jesucristo no
solo es una persona, sino el mismo Hijo del Dios viviente.
Es mi deseo traerte cara a cara con una persona, de modo que tú
puedas tener compañerismo con Dios, el Padre; con Jesucristo, el
Hijo, y para que tú puedas tener compañerismo con el Espíritu Santo.
Comprende algo, y luego, entendiendo lo que voy a decir, tú verás la
importancia de estas conversaciones de corazón a corazón.
Una persona tiene intelecto, una persona tiene emociones, tiene
voluntad. Con el intelecto una persona puede saber, puede pensar,
puede comprender. Con la capacidad emocional una persona puede
sentir, puede amar. Con la voluntad una persona puede decidir,
puede actuar. Es por eso que es tan importante saber que Dios es
una persona. Y cuando nosotros nos encontramos cara a cara con
una persona, entonces nos encontramos cara a cara con uno que
tiene intelecto, uno que tiene emociones, uno que tiene voluntad.
¡Oh, no sé si es que yo me ponía la ropa interior incorrecta! o que
me olvidaba de abrigarme bien para ir a la escuela, y, para rematarla,
volvía a casa con mi gorra en la mano, los cabellos balanceándose
en el aire y mi abrigo abierto. Tal vez esa es la razón por la que yo
tenía dolor de oído tan a menudo, pero siempre recuerdo a papá; si
yo tenía dolor de oído, él se sentaba en la mecedora, me ponía en su
regazo y luego ponía mi oído cerca de él y me mecía. Yo era tan
grande que difícilmente él podía sostenerme en su regazo, ¡pero
esos eran los mejores momentos! Ustedes hablan de las inyecciones
cuando van a sus doctores hoy, esa era la mejor inyección para el
dolor de oído que conozco.
¡Oh, estoy tan contenta de que mi papá tenía emociones!, que me
cuidaba, que él podía amarme. ¡Yo era lo más importante del mundo
para él!, al menos yo sentía que lo era. Y pensar en que tú y yo
tenemos un Padre Celestial, una persona, no solo el Espíritu. No veo
cómo alguien puede disfrutar su herencia o realmente disfrutar de ser
un cristiano, si no ha tenido esa maravillosa relación con el Padre
Celestial. ¡Tú pierdes el gozo de todo! Tú te pierdes la gran emoción
de ser un cristiano.
Un Padre Celestial con perfecta sabiduría, yo puedo confiar en Él.
Un Padre Celestial con intelecto y con perfecto conocimiento, Él no
puede cometer un error. Y entonces, cuando yo pongo mi vida en sus
manos, a su cuidado, no importa lo que me suceda, debe ser para mi
bien, porque Él no puede cometer un error.
Si estoy viviendo en el centro de su voluntad —y eso es lo que esa
escritura quiere decir—, que todas las cosas obran para nuestro bien
si nos rendimos a Él, si nosotros estamos viviendo en el centro de su
voluntad. Y por supuesto, nosotros solo estamos viviendo en el
centro de su voluntad si hemos rendido todo a Él y le permitimos que
Él controle nuestras vidas. Y cuando le permitimos a Él controlar
nuestras vidas, entonces Él, quien es perfecta sabiduría, uno con
perfecta inteligencia, uno con perfecto conocimiento, guía y controla.
Entonces tú y yo simplemente no podemos equivocarnos, no
podemos fracasar. Es imposible para ti ser un fracaso, es imposible
para mí ser un fracaso.
Puede que nosotros no siempre entendamos, ahí es donde
nuestra fe en Él entra. Una cantidad de personas hablan de fe, mas
ellos siempre hablan del tipo incorrecto de fe. La fe más grande del
mundo es tener fe en tu Padre Celestial. Entonces tú nunca
fracasarás, no importa lo que suceda.
¿Por qué dos seres humanos no tienen las mismas huellas
digitales? Tú estás marcado, no puedes alejarte de eso, eres eterno.
Tú hablas de tu número de seguro social, yo te digo, fuiste marcado
por Dios, tú tienes su sello sobre ti; lo quieras o no, te guste o no,
aún está allí. Él tiene su sello sobre ti, y es su voluntad que nadie
perezca. Es su divina voluntad, está en su perfecto plan que desde el
primer átomo hasta la última persona que haya nacido alguna vez
llegue al conocimiento de la salvación del Señor Jesucristo.
Es su voluntad que sea salvo del infierno, su voluntad es que todos
entren a la vida eterna; pero al mismo tiempo nosotros hemos nacido
como agentes morales libres y Él no fuerza, sino que nosotros
tenemos la libertad tanto para aceptar a Cristo como nuestro
Salvador como para rechazarlo.
Tú no puedes ser neutral; esto es algo, mi amigo, en lo que tú no
puedes ser neutral. Al no aceptar a Cristo como tu Salvador,
entonces automáticamente tú lo has rechazado. No hay territorio
neutral en esto. Si tú no eres ahora un cristiano, si aún mientras te
estoy hablando tú no has tenido hasta ahora el perdón de tus
pecados, entonces automáticamente tú estás perdido. Sin embargo,
eso no cambia ni un ápice el hecho de que Dios cuida de ti, de que
Él está interesado en ti como un individuo. Y cuando tú tengas una
duda, la más mínima duda de que Dios está interesado en ti como un
individuo, solo mira ese pulgar. Yo oro que tú nunca te olvides de
eso. Aun el viejo infiel, aun el viejo escéptico; ¡oh, seguro ese grupo
blasfemo!, allí está su marca. Su marca, para nunca ser borrada,
está allí; por siempre y para siempre.
¡Oh, pensar que estamos sirviendo a un Padre Celestial, quien un
día secará nuestras lágrimas!; yo creo que la misma mano que
cubrió el rostro de Moisés cuando él estuvo allí en la grieta de la roca
—y la Escritura dijo que Dios tomó su mano y cubrió los ojos de
Moisés, porque él no podía mirar el rostro de Dios y vivir, ¡la gloria
era tan grande!—. Pensar que un día la misma mano enjugará
nuestras lágrimas. ¿Y quieres saber algo? Nosotros no tenemos que
esperar hasta ese día, cuando nuestro viejo corazón dé su último
latido, para tener a nuestro Padre Celestial secando nuestras
lágrimas.
Tú y yo podemos dar testimonio de que a veces, cuando la noche
está tan oscura que no hay ninguna estrella en el cielo, ha habido
momentos amados; cuando nos hemos sentido literalmente que no
había ninguna esperanza, cuando estábamos al borde de la derrota.
O tal vez la carga era tan pesada, el dolor era tan grande, y casi
podría jurarte que en ese momento yo sentí esos fuertes brazos
rodeándome, fortaleciéndome. Yo puedo casi sentir esas manos
secando las lágrimas de mis mejillas en la oscuridad de la noche.
¡Esa es la seguridad más grande del mundo!
¿Entiendes ahora por qué te digo que debemos saber que Dios es
una Persona? Eso hace toda la diferencia del mundo. Yo no solo
adoro a alguien que es Espíritu, también adoro a uno que es una
persona. Con la capacidad emocional Él puede sentir, Él puede
amar. Con la voluntad Él puede decidir, Él puede actuar en mi lugar.
Y si yo tan solo supiera, si tú solo supieras, que mientras estamos
hablando de estas cosas cuántas veces Dios el Padre ha actuado en
nuestro lugar. Si solo pudiéramos saber. ¡Oh, yo creo que eso es tan
a menudo! Él ha abierto puertas, tal vez en un momento que yo no
sé; Él ha dado advertencias, que tal vez yo no supe. Tú dices que fue
un asunto de suerte o tal vez casualidad o azar. Nada es suerte o
casualidad cuando se trata de los hijos de Dios. Tú y yo tenemos un
Padre Celestial que nos ama.
Él nunca abrirá la puerta demasiado tarde. Él nunca cerrará la
puerta demasiado pronto. Él tomará todas las decisiones correctas
por ti, si tú le permites a Él tomar esas decisiones, si tú le dejas a Él
esas decisiones. Un Padre Celestial, nuestro Padre.
CÓMO ENTREGARNOS AL
ESPÍRITU SANTO
Señor Jesús:
Estamos tan hambrientos, estamos hambrientos
por más, hay tanto más. ¡Si solo supiéramos cómo
cooperar con el Espíritu Santo!
¡Tú tienes tanto para cada uno de nosotros! Si tan
solo supiéramos cómo cooperar con el Espíritu.
Enséñanos hoy por el amor de Cristo. Amén.

Nadie puede darle a otro más de lo que ha experimentado, siempre


recuerden eso. En una manera simple les daré mi propia
experiencia personal concerniente al Espíritu Santo.
Mi primera asociación con el Espíritu Santo fue en una pequeña
iglesia metodista de Concordia, Missouri. Si solo supieran de dónde
vengo, yo no creo que Concordia esté en el mapa, es tan pequeña,
no más de una población de mil doscientas personas. Mamá era
metodista, papá era bautista; ninguno de ellos trabajó demasiado
duro en ello. Un domingo de mañana, sentada con mamá, y fue tan
real para mí como mi primer contacto con el Espíritu Santo en esa
pequeña iglesia metodista —yo no sé si la iglesia tiene capacidad
para más de cien personas—. Era hora de la última canción, y yo
sostenía el antiguo himnario metodista —si alguien se ha convertido
en esa iglesia antes que nosotros, ya nunca lo sabré—. Cuando
estábamos cantando la última canción, y yo estaba sosteniendo ese
antiguo himnario metodista en mi mano —solo tenía catorce años—,
¡algo me sucedió! Yo no puedo decirles una palabra de lo que dijo el
predicador, ni una. Solo sé que en ese momento el Espíritu Santo
vino sobre mí; no lo reconocí, ni siquiera sabía que había tal cosa
como el Espíritu Santo.
Comencé a sacudirme, comencé a temblar tanto que tuve que
dejar el himnario en el banco. Me vi como una pecadora ante los
ojos de Dios, e hice la única cosa que sabía que tenía que hacer,
pues lo había visto hacer por miembros de la iglesia: di un paso al
frente y me senté en el primer banco, justo en la esquina, y lloré.
Esa fue mi conversión, ese fue mi primer contacto con el Espíritu
Santo.
Comencé a llorar, y recuerdo que una de las viejas hermanas vino
y me trajo un pañuelo. «¡Oh, Kathryn —dijo ella—, no llores, tú y yo
sabemos que has sido una niña tan buena!». Ambas sabíamos que
ella estaba mintiendo, pero en ese momento algo me sucedió, y eso
fue la experiencia del nuevo nacimiento. Fue tan real que nunca he
dudado de ello desde entonces, nunca.
Yo creo que cuando tú eres realmente nacida de nuevo hay un
lugar definido, hay un momento determinado, y tú lo sabes; y su
Espíritu, el Espíritu Santo, da testimonio a tu espíritu de que tú
pasaste de muerte a vida. ¡Esa experiencia espiritual del nuevo
nacimiento ha sido tan real!
Fue más tarde, era aún una adolescente en Joliet, Illinois. Puedo
ir al lugar que aún recuerdo, el segundo piso de un almacén. Yo fui a
predicar el Evangelio con más celo y entusiasmo que con
conocimiento, y todo de lo que podía predicar, por supuesto, era la
experiencia del nuevo nacimiento; era todo lo que conocía. Yo
estaba predicando lo mejor que sabía, la salvación era todo lo que
sabía.
Una noche había hecho el llamado. Estaban aquellos que vinieron
adelante para ser nacidos de nuevo, pero había una mujer,
Elizabeth Break, nunca la olvidaré. Esa joven dama, una maestra,
viajaba a diario de Joliet a Chicago. Todos se habían ido, habíamos
apagado todas las luces para ahorrar electricidad, excepto dos, y
ella se quedó allí, al frente del altar, orando. Me senté al lado de su
madre, no había más de tres o cuatro de nosotros que habíamos
quedado, cuando de repente —esto es real—, en ese momento, esa
que no conocía absolutamente nada acerca del Espíritu Santo, esa
que no conocía nada del bautismo del Espíritu Santo, esa que no
había escuchado nunca a nadie hablar en una lengua desconocida,
¡nunca!, miró hacia arriba, levantó ambas manos y comenzó a
cantar la canción más hermosa que alguna vez yo había oído. Su
voz era tan clara como una campana, ese nuevo lenguaje era tan
hermoso, ¡tan maravilloso! Su nota más alta era absolutamente
perfecta, nunca había oído cantar de esa manera, y su madre tomó
mi mano y me dijo: «Kathryn, esa no es mi hija, mi hija ni siquiera
puede entonar una nota. ¡Esa no es mi hija!».
Nos sentamos, y la gloria de Dios estaba sobre ese rostro; tal vez
por quince minutos, o más, su cara brillaba como la de un ángel.
Ella estaba glorificando y magnificando a Jesús. ¡La perfección de
esa voz!, la perfección del sonido de esa música. Nunca escuché
algo así, nunca había escuchado esos himnos. Eran profundamente
conmovedores e impresionantes. Yo creo que sé muy poco de cómo
va a ser la música en el cielo. Recuerda, cuando el Espíritu Santo lo
hace es perfección, nunca hay una nota equivocada. Escuché el
canto del Espíritu Santo. Yo estaba aprendiendo, estaba viendo,
estaba siendo testigo de algo que nunca había conocido. Y después
de quince minutos o más, ella inclinó su cabeza y la vi recibir el
bautismo del Espíritu Santo.
Recuerda algo, yo creo en el bautismo del Espíritu Santo con
cada átomo de mi ser. ¡Él está contigo! pero hay una experiencia
cuando Él entra y llena ese vaso tuyo, literalmente. Y siempre
recuerda que cuando el Espíritu Santo lo hace ¡es absolutamente
perfecto! Sepan eso. Si tú olvidas todo lo que he dicho hasta ahora,
solo recuerda esto: ¡Dios es perfecto!, absoluta perfección.
Jesucristo es perfección absoluta, ¡absolutamente perfecto! Cuando
se trata de esta poderosa Tercera Persona de la Trinidad, Él es
absoluta perfección.
Daría cualquier cosa en este mundo si yo pudiera desnudarte mi
alma y hacerte ver algo que es tan emocionante. Yo creo en el
bautismo del Espíritu Santo, pero amados, cuando Él habla será
absoluta perfección, no serán balbuceos. Un montón de cosas que
son llamadas el bautismo del Espíritu Santo, un montón de cosas
que son llamadas hablar en una lengua desconocida, no es el
Espíritu Santo. ¡Es un desprestigio para Aquel que es la perfección!
El Espíritu Santo no es ignorante, el Espíritu Santo es un lenguaje
perfecto.
Estamos viviendo en la hora más importante. Estamos viviendo en
una hora que se habla de los grandes movimientos carismáticos;
pero estamos viviendo también en una hora muy peligrosa. Mucho
de lo que se le atribuye al Espíritu Santo no es el Espíritu Santo, y
esto nos ha traído mucho reproche sobre algo que es muy hermoso
y maravilloso. Hay miles que creen que solo porque han
pronunciado unas pocas palabras en una lengua desconocida han
sido llenados con el Espíritu Santo. Hay miles que profesan haber
sido llenados con el Espíritu Santo y que han recibido el bautismo
del Espíritu Santo, pero nunca han sido llenados ni bautizados con
Él.
Tú no le enseñas a alguien a hablar en una lengua desconocida.
Juan el Bautista dijo: «… Yo a la verdad os bautizo con agua, pero
viene uno más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar
la correa de su calzado; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego».
Todo lo que nosotros recibimos, no importa lo que sea, es aún
Jesús quien te lo da, debe venir a través de Jesús únicamente. ¡Él
es el único! Él es aún el dador, Él es aún el dador del bautismo del
Espíritu Santo, sepan eso. Yo oro que el Espíritu Santo haga esto
real a tu corazón.
¡Abran los corazones y abran las mentes! Mi amigo, mi amiga, no
es lo mecánico. A veces yo pienso que nos volvemos a lo mecánico.
Tenemos la mente tan llena con lo mecánico que perdemos de vista
la verdad.
Yo vi el otro día en Portland, Oregón, a una pequeña monja
católica, quien no conocía nada de lo mecánico. Nada. Ella era del
monasterio de la Preciosa Sangre. Nunca había visto a nadie lleno
con el Espíritu Santo. ¡Nunca! Ella estaba en el auditorio cuando el
poder cayó sobre su cuerpo, hasta que llegó al escenario y muy
tímidamente dijo: «Yo he sido sanada». Y le dije: «¡Hermana, eso es
maravilloso, estoy tan feliz!». Ella susurró: «¡Tengo tanta hambre por
más del Espíritu Santo!». Y sin tocarla ella cayó bajo el poder de
Dios. Antes de que llegara al piso, comenzó a hablar en el lenguaje
más hermoso. ¡Nadie le había enseñado de lo mecánico!, sino que
Jesús, a través de la persona del Espíritu Santo, estaba llenándola.
Un santo silencio se apoderó de la multitud. Siempre recuerda esto,
el ruido no es señal de poder.
En ese momento, cinco mil corazones latían al unísono; era todo
lo que se oía en ese auditorio. Un silencio santo, como si los
mismos ángeles se postraran. Y esa hermana católica, quien nunca
había sido enseñada, naturalmente se rindió a Él, y de esos labios
vino un lenguaje celestial. ¡Era hermoso!, era tan hermoso que tú
sentías como que tus zapatos se salían de tus pies. Estábamos en
la presencia del Dios todopoderoso, del Dios altísimo.
Tú reconoces la perfección del Espíritu Santo. Y yo recibí una
revelación divina que nunca había recibido antes. Y esa es la razón
por la que mi mensaje para ustedes hoy es tan importante, porque
estas cosas están sucediendo tan rápidamente. Esa es la razón por
la que siento que es tan importante que ustedes puedan
comprender que Él puede usarte a ti en estos momentos
culminantes de esta dispensación.
He dicho por mucho tiempo, y lo creo con cada átomo de mi ser,
que va a haber una restauración. Todo lo que sucedió en la iglesia
primitiva está siendo restaurado a la Iglesia ahora. ¡Todo! Y está
sucediendo rápido, tan rápido. Yo creo que esta es la última
generación de jóvenes antes de la gran tribulación. Tengo que
creerlo, ¡conociendo la palabra de la profecía como la conozco!
¡Enfrenta a Dios! ¡Enfrenta la realidad, enfrenta la verdad!
Ustedes son la última generación en esta dispensación, lo creo con
mi propia vida. Lo que les estoy diciendo es vitalmente importante, y
ustedes tienen que hacer algo al respecto. ¡Tienen que hacer algo al
respecto!
Creo que, en esta hora, en esta última hora, todos los frutos,
todos los dones del Espíritu serán restaurados a la Iglesia. Hubo
servicios de milagros donde todos fueron sanados por el poder de
Dios, y mientras esa monja católica estaba siendo llenada con el
Espíritu Santo, me quedé parada allí a solo un par de pies de ella.
Yo no era consciente de aquellos que estaban en la multitud. Recibí
una revelación espiritual; a veces me preguntó si era solo para mí.
En el día de Pentecostés todos fueron llenados con el Espíritu
Santo, y esa hora está cerca, amigos. Experimentaremos momentos
en los que habrá tal unidad en el Espíritu que el Espíritu Santo
vendrá sobre aquellos en la reunión que no conocen absolutamente
nada acerca de Él. Grandes olas de gloria vendrán sobre ellos y
toda persona presente será llenada y recibirá el bautismo del
Espíritu Santo. ¡Yo creo eso!
Veamos algo que es vitalmente importante, voy a desnudar mi
alma a ustedes, cuando uno es guiado por el Espíritu, eso quiere
decir que esa persona sigue al que lo guía.
No creo que Dios me dio algo especial, Dios no me ha dado a mí
nada que no les daría a ustedes, si ustedes pagan el precio. Yo no
soy especial para Él, no hay nada que Él haya hecho por mí que no
hará por ti. Él te usará exactamente de la misma manera y te dará
absolutamente todo lo que me ha dado a mí, si tú pagas el precio.
Te mentiría si te dijera que el precio es barato. Todos están
dispuestos a pagar por una ganga en estos días, pero Dios no tiene
gangas.
Jóvenes, yo les mentiría si les dijera que es barato el precio.
Ustedes me ven caminando así en el escenario y todo lo que ven es
el glamour de esto. ¡Parece tan glamuroso! ¡Todo lo que tú ves es la
gloria! Es todo lo que tú ves.
Un periodista me dijo el otro día: «¿Qué hace usted para
prepararse para un servicio como éste?». Le respondí: «Yo siempre
estoy preparada, siempre me mantengo preparada».
Todos en estos días quieren algo por nada. ¡Jóvenes, ustedes no
obtienen algo por nada! Hay un precio, y depende de qué es lo que
tú deseas más. Enfrenta los hechos. Estamos viviendo en una
generación que no quiere enfrentar los hechos. A veces creo que lo
más difícil del mundo es hacer que los jóvenes de estos días
enfrenten los hechos. pero cuando tú estás lidiando con el Espíritu,
es lo más importante. Ustedes tienen que enfrentar la verdad y
enfrentar los hechos.
Cuando tú sales a este escenario sientes lo mismo que David
sintió cuando dijo: «¡No quites de mí tu Santo Espíritu!».
Probablemente lo sé mejor que nadie.
No le tengo miedo a Satanás. Puedo usar la misma arma sobre
Satanás que Jesús usó: «¡Escrito está!». Puedo enfrentar a
Satanás, puedo enfrentar todas las fuerzas del infierno y usar la
misma arma que Jesús usó. No le temo a ningún hombre, solo
tengo un temor, que yo entristezca al Espíritu Santo, que esa unción
me abandone.
¡Ustedes no saben, jóvenes!, en este ministerio ustedes solo ven
el glamour. Ayer, miles en esta arena solo vieron los milagros, vieron
la gloria, pero muy pocos pudieron ver el precio que fue pagado
antes de que esos milagros ocurrieran. «¡No quites tu Espíritu Santo
de mí!». Él puede tomar todo lo que tengo, puede quitármelo todo,
puede dejarme apenas con la ropa que cubre mi piel y con los
zapatos que cubren mis pies. ¡Y yo estoy dispuesta a salir y a vivir
de pan y agua por el resto de mi vida! Yo voy a predicar, si tengo
que predicar en una esquina, pero «¡no quites tu Santo Espíritu de
mí!».
Si yo supiera que el Espíritu Santo ha sido entristecido, si supiera
que Él se apartó de mí, nunca más me subiría a este escenario, no
usaría las formas, nunca fingiría las cosas; porque en esta hora yo
sería la persona más común que haya vivido jamás y nada
sucedería. Tú puedes decir las mismas palabras, puedes usar la
misma forma de hacer las cosas; tú puedes hacer lo mismo, ¡pero
el secreto del poder es el Espíritu Santo!
Les hago una pregunta: ¿Qué es lo que desean más en la vida?,
y eso tiene que estar primero. Enfrenta los hechos, enfréntate
contigo mismo, mírate directamente a la cara. ¡Tal vez tú no deseas
esto de lo que te he estado hablando!, tal vez eso no sea tu deseo
en lo absoluto, tal vez no lo es. Hay otras cosas en la vida que tú
deseas más, que tú sientes que son más deseables. Yo no hubiera
podido vivir si hubiese tenido menos de lo que tuve, no quería vivir.
Ese compañerismo del que Pablo estaba hablando. ¡Esa comunión
con el Espíritu Santo! ¡Yo no podría vivir sin ella!
Todo lo demás no tiene valor, nada más importa en realidad; tal
vez tú no lo deseas. Tal vez tú no deseas lo mejor que Dios tiene
para ti. ¡Hay otras cosas que son más importantes para ti!, pero
cuando alguien prueba una vez, cuando alguien experimenta, una
vez que sabes lo que es que el Espíritu Santo tome tu cuerpo...
¿Sabes por qué no me canso después de cinco horas? ¿Por qué
estoy revitalizada como si hubiera tenido cinco horas de descanso?
Es porque Kathryn Kuhlman no lo ha hecho, nunca he hecho nada,
solo me quedé ahí observando al Espíritu Santo sanar. ¡Me encantó!
He sido una gran espectadora, ha sido mi privilegio ver lo que el
Espíritu Santo está haciendo. Yo me quedé allí, observándolo vaciar
las sillas de ruedas, emocionada por esas personas cuando Él les
abre sus oídos. ¿Por qué no debería estar revitalizada? Yo no lo
estoy haciendo, no tengo nada que ver con todo eso. Kathryn
Kuhlman nunca ha entrado en la foto.
Cuando nosotros lo hacemos nos rompemos y fracasamos. Es un
duro trabajo cuando nosotros lo hacemos sin el Espíritu Santo. Y la
cuestión es que Él no pide vasos de oro, Él no pide vasos de plata.
Esto es lo glorioso: Él solo pide vasos rendidos.
Yo no tengo talento, nací sin nada. No tengo nada. Esa es la
razón por la que probablemente fue fácil para mí decir: «¡Toma la
nada y úsala!». Para algunos de ustedes tal vez sea un poco más
difícil morir y colgarse en esa cruz. La cruz está allí. Sin excepción,
tú enfrentarás la cruz, tu cruz. ¿Qué harás al respecto?
Cuando enfrentes esa cruz, recuerda: ¿Qué es lo que más
deseas?
No puedo tomar esa decisión por ti, yo tomé mi propia decisión.
Lo hice ¡y estoy feliz de haberlo hecho! Puede que parezca tan difícil
para ti ahora… Cuesta mucho, pero ¿qué es lo que más deseas?
Esa es la pregunta. Todo lo demás es temporal, pero esto es eterno.
Tienes que enfrentarlo, yo tuve que enfrentarlo. Tú puedes decirme:
«Kathryn Kuhlman, yo estoy dispuesto a pagar ese precio».
¡Piénsalo, piénsalo otra vez! Esto es delante de Dios.
Demasiado a menudo cantamos: «Yo me rindo», hasta que esto
se vuelve casi un cliché. A veces nosotros pasamos por muchas
ceremonias, pero eso no significa nada. La muerte es algo serio.
¡Muerte, muerte! ¡Nosotros no queremos enfrentar la muerte! Quiero
que todos, delante de Dios, recuerden: ¡Él no me ha dado nada que
no te dará a ti, si tú realmente mueres1 a ti mismo! Nos volvemos
honestos ante Dios.
Si Él pudo tomar a un joven boliviano de veintiún años de edad,
que nunca ha tenido los privilegios que tienen ustedes, que no
conocía absolutamente nada acerca de la experiencia del nuevo
nacimiento ni del Espíritu Santo, quien nunca tuvo el privilegio de la
enseñanza de la Palabra; y después de haber nacido de nuevo en
uno de nuestros servicios, parado en una silla plegable predicó a la
multitud que se desbordaba en el exterior en un inglés quebrado, y
el Espíritu Santo le dio el don de la sanidad, lo envió de regreso a
Bolivia, y tres meses más tarde el presidente de Bolivia fue nacido
de nuevo y su esposa fue sanada por el poder del Espíritu Santo. Él
está predicando ahora a más de setenta mil personas. Si Dios pudo
hacer eso con un boliviano de veintiún años de edad, ¿qué no hará
por ti si tú enfrentas esa cruz y mueres a ti mismo?
¡Enfréntala, simplemente enfréntala! Quiero que cada mujer y
cada hombre diga: «¡Yo estoy dispuesto, dispuesta, a enfrentar mi
cruz y morir en ella más que nada en el mundo! Quiero que el
Espíritu Santo me use. ¡Yo quiero eso más que la vida misma!».

1 En este texto la expresión morir se refiere a «morir a la carne y morir a uno mismo», morir
a nuestros deseos personales y pecados; la muerte de la que habló Jesús. No se refiere en
lo absoluto a la muerte física literal.
EL BAUTISMO DEL ESPÍRITU
SANTO
¿Sabían que el Espíritu Santo es una personalidad colorida? ¡Oh, el
Espíritu Santo es tan colorido! Aprendí eso hace mucho tiempo ya.
Ahora es un tiempo en el que estoy trabajando como un perro, mas
lo disfruto cada minuto.
¡Oh, Él es tan colorido! Él tiene sentido del humor, yo sé que lo
tiene. Hay gozo y es glorioso, es maravilloso y ¡es tan emocionante!
Nunca hay un momento aburrido. Yo no sabía que iba a hablar del
bautismo del Espíritu Santo, alguien apareció con esa pregunta
sobre el hablar en lenguas desconocidas, y entonces hablaré del
bautismo del Espíritu Santo.
Quiero decirles que la homilética no tiene nada que ver. Ustedes,
nuevos ministros, recuerden que yo no soy una predicadora
realmente. Esa es la razón por la que cuando alguien dice que no
cree en las mujeres predicadoras, yo tampoco. No creo que nadie
me considere una predicadora, no creo que lo sea porque yo no
puedo predicar. Todo lo que sé es que soy alguien que ama al Señor
con todo su corazón. Simplemente amo al Señor. ¡Es tan
maravilloso!
Entonces, olvida todo acerca de la homilética, ni siquiera sé lo que
quiere decir eso. Simplemente estoy aquí hablándote sobre el Señor
y de mis propias experiencias personales, y mientras te hablo de
mis propias experiencias y de la palabra de Dios, todo lo que te pido
es que estés allí con un corazón abierto y una mente abierta. No
importa cuáles han sido tus ideas preconcebidas, tu teología puede
ser cambiada. Y la persona más grande del mundo será la que dirá:
«Yo estaba equivocado», «yo estaba equivocada».
Tal vez tú serías como el caballero judío, uno de los más
influyentes en la ciudad de Portland, Oregón, el señor Jerónimo
Stone. Él reunió todo el dinero para la nueva y hermosa sinagoga en
Portland. Todo el mundo conoce a Jerónimo Stone. El comenzó a
mirar nuestra transmisión y luego fue a Pittsburgh, estaba en el
servicio y después pasó horas hablando conmigo sobre el Mesías;
luego vino al auditorio Shrine, en Los Ángeles.
Después de que el Espíritu Santo le reveló que Jesús es el
verdadero Mesías, me dijo:

Señorita Kuhlman, ¡yo lo veo, puedo verlo todo ahora! Sé que Jesús es el
verdadero Mesías. Lo más difícil para mí será llamar a mi hijo más grande y
mirarlo a la cara (porque recuerda que a él se le enseñó a creer y a respetar la
palabra de sus padres), y aceptando esta maravillosa experiencia, voy a tener que
decirle a mi hijo: «Hijo, tu padre estuvo equivocado todos estos años. Yo te
enseñé que cuando Jesús vino en la carne Él no era el verdadero Mesías. Tengo
que decirte ahora que yo estaba equivocado, Él es el mismo Hijo del Dios
Viviente.

Sentados ahí, con un corazón abierto, yo oro:

Maravilloso Jesús, por favor, de alguna manera toma a cada persona, a cada
ministro, a cada líder de iglesia, y dales vuelta al revés durante una hora hasta
que sacudamos todas nuestras ideas preconcebidas. Permite que el Espíritu
Santo hable a nuestros corazones. Venimos, como niños pequeños, dispuestos a
ser enseñados. Por el amor de Jesús, te lo pedimos. Amén.

El maravilloso Espíritu Santo es una Persona, Él tiene todos los


atributos de una personalidad. Tú debes considerar esto antes de
que comprendas la obra del Espíritu Santo. Antes de que yo
comience con la obra del Espíritu Santo, recuerda algo: es la sangre
la que hace expiación por el alma, la sangre de Jesucristo, el Hijo de
Dios.
Tú y yo podemos diferir en todas las verdades doctrinales, puede
que tú no estés de acuerdo conmigo cuando se trata del bautismo
del Espíritu Santo, puede que tengas un punto de vista diferente
cuando se trata de la sanidad divina, puede que no opines lo mismo
que yo cuando se trata del gran arrebatamiento de la Iglesia, la
segunda venida del señor Jesucristo; no obstante, si tuviste esa
experiencia del nuevo nacimiento, si tú has nacido de nuevo, si has
nacido dentro de este cuerpo de Cristo, entonces tú eres mi
hermano y mi hermana.
Hay literalmente millones de preciosos hijos de Dios que viven y
mueren, que no han sido bautizados con el Espíritu Santo y, sin
embargo, ellos están en el Cielo hoy. Nosotros tenemos la Palabra y
debemos permanecer en ella. Que nadie te diga que tú tienes que
ser llenado con el Espíritu Santo para ser salvo. Esta maravillosa
experiencia, el bautismo del Espíritu Santo, una de las más
hermosas y más grandes cosas que pueden ocurrir en tu vida,
después de ser nacido de nuevo, sigue a la salvación de uno, sigue
a la conversión de esa persona. Sépanlo. Por lo tanto, debe estar
muy claro para ti: el bautismo del Espíritu Santo no tiene nada
que ver en lo absoluto con tu salvación. Si tú has tenido esa
experiencia del nuevo nacimiento, donde literalmente las cosas
viejas pasaron, y tú te conviertes en una nueva criatura en Cristo
Jesús, esa es la experiencia más importante en la vida de un
individuo.
El Espíritu Santo es una Persona, tú debes reconocer esto,
porque Él tiene intelecto, emociones, voluntad, todos los atributos
que caracterizan a una personalidad. ¡Oh, tú no sabes lo que te
pierdes cuando piensas en el Espíritu Santo solo como una
influencia! ¡Oh, por favor, cuando tú piensas en el Espíritu Santo
solo como un misterio, tú no sabes lo que te estás perdiendo! Hay
algo acerca de Él cuando tú te familiarizas con Él, se transforma en
una parte viva de ti, Él es una parte vital de ti. Tú recién
comienzas a vivir, acabas de comenzar, y el Espíritu Santo se ha
convertido en esa nueva personalidad que acaba de llegar a la
escena —a veces creo que en los últimos días, cuando miles de
católicos romanos están familiarizándose con el Espíritu Santo,
literalmente miles de personas de nuestras iglesias
denominacionales, cientos de nuestros ministros, están entrando en
la luz del Espíritu Santo, están siendo llenados con el Espíritu—.
Tenemos la idea de que el Espíritu Santo es una nueva personalidad
que ha llegado a la escena. Él no es una nueva personalidad, Él
estaba allí en el tiempo de la creación, las tres personas estaban
allí: «Y el Espíritu de Dios se movía sobre las aguas».2
Y donde sea que la Palabra habla del Espíritu de Dios, es el
Espíritu Santo. Los santos del Nuevo Testamento conocieron el
poder del Espíritu Santo. Los santos del Viejo Testamento
conocieron el poder del Espíritu Santo. ¡Oh, Moisés conoció el poder
del Espíritu Santo! Léelo en Números, capítulo 11. Cuando los
setenta fueron elegidos para ayudar a Moisés, en la soberanía de
Dios, Dios no solamente llenó a Moisés con el Espíritu Santo, sino
que también vino sobre los setenta para trabajar con él en la
construcción del tabernáculo.
Gedeón conoció al Espíritu Santo. ¿Cómo piensas tú que el poder
estaba sobre algunos de los santos del Viejo Testamento? ¿Qué era
eso? Era el poder del Espíritu Santo. Sin embargo, no todos los
santos del Viejo Testamento fueron llenados del Espíritu, solo los
elegidos por la soberanía de Dios.
José fue llenado con el Espíritu Santo y el faraón reconoció el
poder del Espíritu sobre José. Él no era un extraño para los santos
del Antiguo Testamento. Lee tu Biblia nuevamente a la luz de esto,
va a ser mucho más revelador. Es por eso que hay tal diferencia
entre religión y cristianismo, el cristianismo es revelado y el
Espíritu Santo es el gran revelador.
Los profetas del Antiguo Testamento conocieron el poder del
Espíritu Santo. Si llamáramos a los profetas del Antiguo Testamento,
ellos podrían dar testimonio del mismo poder de Aquel de quien
estoy hablando, pero siempre fue por la soberanía de Dios. Sepan
eso. David lo conocía, ¡cuán bien conocía David a la Persona del
Espíritu Santo! David había recibido esa maravillosa experiencia.
A mí me gustaría saber cómo lo llamaban en ese entonces. Yo no
creo que lo llamaran el bautismo del Espíritu Santo. Todo lo que
ellos sabían era que era el Espíritu Santo. Esa es la razón por la que
el clamor más triste de David lo tenemos en la Palabra de Dios: «No
quites de mí tu Santo Espíritu».3 Es el mismo Espíritu Santo que tú
conoces, el mismo Espíritu Santo cuya presencia está aquí ahora.
Yo he orado esa oración diez mil veces: «No quites tu Santo Espíritu
de mí».
Sansón lo conoció, esa es la razón de la Palabra que dice: «Pero
él no sabía que el Espíritu Santo se había apartado de él».4 El
Espíritu Santo se había apartado, él trató de escaparse y se sacudió
como las otras veces.
Yo lo he visto una y otra y otra vez, tú lo has visto, y esa es la
tragedia. Tú puedes decir las mismas palabras, puedes hacer las
mismas cosas, pero cuando el Espíritu Santo ya no está más allí,
cuando ya no es el Espíritu Santo quien hace el temblor, nosotros
tenemos fanatismo y tenemos manifestaciones de la carne; y eso,
mis amigos, es lo que trae reproche sobre el Espíritu Santo.
¡Yo lo amo tanto! No podría prescindir de Él. ¡Soy la persona más
común del mundo! No hay una mujer que sea más común y
corriente que la que está delante de ustedes ahora. Sé de dónde
vengo, de un pequeño cruce de caminos en un pueblo en
Concordia, Missouri. Soy la persona menos probable del mundo a la
que Dios podría usar, lo sé. Conozco el secreto del poder en este
ministerio, lo conozco mejor que nadie. Cuando este maravilloso
poder y Persona viene sobre hombres y mujeres, y ellos son
derribados, sé que no tengo nada que ver con eso. Soy
absolutamente dependiente del poder del Espíritu Santo. Esa es la
razón por la que puedo escuchar el clamor de David, cuando dijo:
«No quites de mí tu Santo Espíritu». David conocía el secreto de su
poder.
No quiero que nadie traiga reproche sobre esta Persona, quien
significa todo para mí. Él es precioso, Él es Santo. Nunca puedo
poner en palabras audibles (no hay palabras en el vocabulario
humano porque es un lenguaje celestial) para describir lo que
significa este maravilloso Espíritu Santo para mí, este
compañerismo que tengo con Él, esta comunión que tengo con Él.
Siento como que lo tengo que proteger, y no quiero que nadie traiga
reproche sobre quien significa tanto para mí. ¡No traigas reproche
sobre el Espíritu Santo, por favor te lo ruego!
¡Ha sido traído tanto reproche sobre el Espíritu Santo! El
fanatismo es el resultado de la ignorancia, y la ignorancia espiritual
es algo tan desastroso. ¡Nunca actúes contrariamente a la Palabra
de Dios! Nunca. Si tus acciones son contrarias a la Palabra de Dios,
si tú no puedes respaldar tu acción con la Palabra de Dios, hay algo
incorrecto en algún lugar con tu experiencia.
En otros casos, lo que trae tanto reproche sobre esta maravillosa
Persona de la Trinidad, el Espíritu Santo, es lo mismo que ocurrió
con Sansón: él no sabía que el Espíritu se había apartado. Cuando
las personas tratan de temblar por ellas mismas, la carne entra en
esto, y no hay nada más asqueroso y repugnante que las
manifestaciones de la carne después que el Espíritu Santo se ha
ido.
A mí no me importa lo que tú experimentaste hace veinticinco
años, no me importa lo que experimentaste hace quince años. «¡Oh,
hace quince años fui maravillosamente llenado con el Espíritu
Santo! ¡Fue glorioso!». Y luego tú relatas la experiencia que tuviste:
Él estaba tan cerca de ti, tú caminaste en la luz. ¡Esa experiencia en
la que el Espíritu Santo entró fue gloriosa! No obstante, mi amigo,
déjame preguntarte: ¿Qué tienes hoy? Hoy, ahora. Algunos de
ustedes, quienes fueron llenados con el Espíritu Santo hace veinte
años, diez años, ocho años atrás, y hoy están tan secos como las
monedas de chocolate del año pasado; aún hoy tú estás tratando de
pasar por las mismas emociones, aún estás tratando de hacer las
mismas demostraciones.
Tú dices: «Yo fui bautizado con el Espíritu Santo en ese
entonces». Recuerda algo. Yo también recibí el bautismo del
Espíritu Santo, pero cuando estoy en el gran servicio de milagros no
hubo ni una sola vez en la que no recibiera un bautismo fresco del
Espíritu Santo. Es un compañerismo, y cuando se trata de tu
conversión, es una experiencia precisa, definida. Es una transacción
concreta, tú naces de nuevo. Hay una maravillosa experiencia de
nuevo nacimiento en la que tú te transformas en una nueva criatura
en Cristo Jesús. Un heredero, una heredera de Dios y un
coheredero con Cristo Jesús. Y el poderoso Creador se vuelve tu
Padre Celestial. Tú naces dentro del cuerpo de Cristo; esa es una
transacción definida. Yo pertenezco, Él es mi Padre Celestial, soy
suya por adopción y sé a quién pertenezco.
Sin embargo, cuando se trata del Espíritu Santo, hay un constante
compañerismo, una constante comunión. Y si tú estás tratando de
medir esto con alguna experiencia que recibiste muchos años antes
en el pasado, y dices: «¡Yo lo tengo!», ¡no!, es una comunión diaria
con Él. ¡Diaria!
Les digo a los ministros: Es bajo la unción del Espíritu Santo, mi
hermano, que literalmente tus oídos escuchan lo que Él está
hablando a través de tu boca. Yo estuve allí, Él me enseñó. Mientras
hablaba a través de mis labios, mis oídos escuchaban, y supe que
no era Kathryn Kuhlman, lo supe.
Si tú solo me conocieras un poco mejor, comprenderías por qué
soy una ferviente seguidora del Espíritu Santo. ¡Estoy tan entregada
al Espíritu Santo! Las palabras que tú hablas se vuelven palabras
escogidas. Una prédica, en lo que respecta al intelecto, puede ser
una obra maestra, ¿pero cuántos fueron salvos? ¿Cuál fue el
resultado? ¿Hubo manifestaciones sobrenaturales? Donde sea que
tú encuentres la presencia del Espíritu Santo, siempre estará lo
sobrenatural. Siempre. Sepan eso. Y lo sobrenatural no viene a
través de una gran organización.
A veces creo que nos hemos organizado hasta la muerte. ¡Y
quiero decir exactamente eso! A veces creo que estamos tan
organizados que el Espíritu Santo no puede entrar, Él no puede
obrar. El día más glorioso de la Iglesia será cuando llegue al lugar
donde no es más completamente dependiente de la organización.
¡Sí!, el Espíritu Santo debe tener libertad.
Espero que no se malinterprete lo que estoy a punto de decir. Yo
nunca, en todos estos años, he visto más risas santas, y existe tal
cosa como risa santa en los servicios de milagros. Es por eso que
les digo que el Espíritu Santo es una personalidad tan colorida.
Estoy tan feliz de nunca haber escrito un libro de teología, de
doctrina (a pesar de haber sido tan presionada por diferentes
editoras que venían de la ciudad de Nueva York). Fue algo
inteligente, porque si hubiese escrito un libro sobre doctrina, unos
seis meses después tendría que llamarlos a todos y decirles:
«Cometí un error». Porque mientras tú observas obrar al Espíritu
Santo, ¡Él es tan colorido!, pero Él no hace siempre lo mismo. Tú no
lo puedes poner en una cierta categoría y luego poner un vallado
alrededor de Él (y es exactamente lo que estamos tratando de hacer
en algunos de nuestros pequeños círculos, estamos tratando de
cercarlo). Estamos tratando de poner una cerca alrededor del
Espíritu Santo y mantenerlo dentro de esa cerca. Porque es nuestra
idea y nosotros creemos eso sinceramente. No pasa mucho tiempo
para que Él salte la cerca, y todo lo que tú tienes es una cerca, y Él
se ha ido.
Algunos de ustedes, pentecostales, están completamente seguros
de que nunca jamás sucederá en la Primera Iglesia Metodista algo
como lo que vieron en el culto de milagros. Dentro de tu teología tú
tienes una fuerte visión, que si las personas no son llenadas con el
Espíritu Santo en las iglesias de las Asambleas de Dios, entonces
no lo tienen a Él.
¿Cuántos saben que estoy en lo correcto? Y ustedes dicen: «¡Ven
a mi iglesia, ven! ¡Vamos, tú lo recibirás! Tú nunca serás llenado en
la Primera Iglesia Metodista, tú nunca recibirás el bautismo del
Espíritu Santo en la Primera Iglesia Bautista. ¡Nunca, nunca! Tú
nunca recibirás el poder sobrenatural del Espíritu Santo en las
iglesias denominacionales».
La Biblia no dice eso. Y allí estás tú, en tu propio pequeño círculo:
«Nosotros lo tenemos a Él. ¡Nosotros lo recibimos!, y ustedes
metodistas, ¡ustedes nunca lo tendrán!».
Mira para afuera. ¡Mira hacia afuera! En estos días puede que
abras los ojos y descubras que tú eres de quien Él se ha ido. Él es
más grande que las mentiras de las denominaciones. El Espíritu
Santo es más grande que las ideas de los hombres. El Espíritu
Santo es más grande que nuestras ideas preconcebidas. Sépanlo.
¡Cuán poderosamente Jesús lo conocía! He pensado en ello una
y otra vez. ¿Quién conoció al Espíritu Santo mejor que Jesús?
¿Quién? Jesús ha estado con Él desde el comienzo de los tiempos,
Jesús conoció su poder. Y el Espíritu Santo es el poder de la
Trinidad.
Antes de que Jesús se ofreciera al Padre para ser entregado,
primero se ofreció a través del Espíritu Santo, Él conocía su poder.
No estoy hablando de algo que es mediocre, está sucediendo.
¿Saben algo? ¡Lo he visto tanto a Él entre los católicos que están
entrando a la luz del Espíritu Santo!
Hemos tenido tantas risas santas recientemente, he visto esto.
Todo lo que sé del Espíritu Santo lo aprendo mientras lo veo. Tú
llegas a conocerlo, observas su personalidad, sabes qué lo pone
contento, qué lo complace, lo que lo acongoja, lo que lo entristece;
tú lo sabes instantáneamente. ¡Es porque estás en la presencia de
alguien que conoces tan bien! Yo lo sigo a Él.
Cuando lees tu Biblia, ahora a la luz de lo que te he estado
enseñando, recuerda que el Espíritu Santo siempre glorificará a
Jesús. Jesús dijo que Él lo haría: «Él me glorificará…». El Espíritu
Santo siempre lo magnífica. Esa es la razón por la que creo que a
veces nosotros estamos tan envueltos en nuestras propias ideas.
Algunos practican tal hobby con el Espíritu Santo que se han
olvidado de Jesús, y Jesús fue muy concreto al decirlo: «El Espíritu
Santo me magnificará y me glorificará». Aún el centro es Jesús.
Cuando tú dices «mi iglesia», tú estás hablando de la
denominación a la cual perteneces, pero quien realmente puede
decir «Mi Iglesia» es Jesús, este glorioso cuerpo de creyentes. Toda
persona, sea judío o gentil, católico o protestante, cuando acepta a
Jesús como su salvador es automáticamente nacida dentro de este
cuerpo de creyentes: «… estos que me has dado…», dijo Jesús
cuando le habló al Padre. Existe literalmente este parentesco, esta
relación. Nosotros somos una parte de Él y Él es la cabeza de este
maravilloso cuerpo de creyentes. No hace la diferencia quién eres
tú, y yo me atrevo a decir que tenemos cada denominación
representada aquí. No hace ninguna diferencia si tienes tu
membresía de la iglesia o no, si tú has tenido esa experiencia del
nuevo nacimiento, entonces tú eres mi hermano y mi hermana, y un
miembro de este gran cuerpo de creyentes, este cuerpo de Cristo.
Y recuerden, antes de que Jesús se fuera, Él quería darle a este
cuerpo de creyentes el regalo más grandioso que podría haber
dado. ¡El Espíritu Santo ha sido tan fiel a Él! El Espíritu Santo vino
todas las veces, Jesús dependió de Él. Él no lo ha decepcionado.
Así que, sabiendo que Él se iba a ir, dijo: «Les conviene que yo me
vaya, tengo que irme. Pero pronto tomaré la posición de Gran Sumo
Sacerdote, viviendo siempre para hacer intercesión por ustedes». Y
esa es la razón por la que ninguno de nosotros necesita jamás ser
derrotado. ¡Ni uno! No hay ninguno de sus hijos que necesite jamás
ser derrotado ni por un segundo. A mí no me importa cuál sea la
tentación, ninguno de nosotros necesita jamás ser derrotado.
Tenemos a Uno, quien vive siempre para hacer intercesión por
nosotros, y Él estará justo allí para darte la fuerza para superarla
victoriosamente.
Así que les dijo: «Les daré el regalo». Y recuerden que Él vino
solamente sobre unos pocos en el Viejo Testamento, pero ahora fue
diferente: «Y recibiréis poder…». Él está hablándoles a los suyos,
los miembros de este gran cuerpo de creyentes. Tú no puedes
limitarlo solo a los pocos que estaban en el Aposento Alto, no
puedes limitarlo a los ciento veinte, porque Él no estaba hablándoles
solo a ciento veinte. Él dio a conocer al Espíritu Santo, Él dio a
conocer sobre quién iba a venir este poder del Espíritu Santo a
través de los labios de Pedro: «A ustedes, a esta generación, a la
generación que sigue… y así hasta ahora».
«Estas promesas son para ustedes y para vuestros hijos, y
vuestros nietos y sus hijos». Él me incluyó a mí. No te atrevas a
limitar al Espíritu Santo a solamente la Iglesia Primitiva. No te
atrevas a limitar esta maravillosa experiencia a solo ciento veinte:
«Y recibiréis poder…». ¿Qué poder? El mismo poder que fue
manifestado en su vida y ministerio, las mismas manifestaciones:
«… después que el Espíritu Santo venga sobre vosotros».
Y el regalo más grande que Jesús podría haberle dado a Su
Iglesia era el don del Espíritu Santo. Sépanlo. ¡Es tuyo!, ¡es parte de
tu herencia! Tú no sabes lo que te estás perdiendo, lo que te has
estado perdiendo todo este tiempo. Es una experiencia gloriosa. ¡Es
una experiencia maravillosa!, pero ¿cómo ser llenado con el Espíritu
Santo? Es tan simple como lo son todas las cosas espirituales. ¡La
sanidad es tan simple!, Él no te pide que hagas nada difícil, es tan
simple que la mayoría de la gente lo omite.
Ahora llegamos a la experiencia de las lenguas. ¿Cómo una
persona es llenada con el Espíritu Santo? «Él está con ustedes»,
dice la Escritura. Pero «Él estará en ustedes…», el Espíritu Santo
está con cada cristiano. Si tú has nacido de nuevo, el Espíritu Santo
está contigo; Él estaba contigo aun antes de que tú nacieras de
nuevo.
¿Por qué es el Espíritu Santo el que convence al pecador de
pecado y de juicio? El Espíritu Santo es el gran poder de convicción,
sepan eso. Antes de que tú te dieras cuenta de la importancia del
Espíritu Santo, Él era el gran poder de convicción en ti. Ningún
hombre viene al Señor por sí mismo. Si tú eres convencido, ese es
el Espíritu Santo. Él está con cada cristiano, Él está con cada hijo
de Dios. Pero cuando se trata de esta experiencia, «Él estará en
vosotros…».
Esto hace a alguien cercano, «En ti». Pero, ¿cómo puede ser
esto? Permíteme darte una ilustración muy simple. Cuando tú naces
de nuevo, nuestro corazón tiene cuatro habitaciones en él. ¿Quieres
saber algo? Yo no creo que nosotros podamos recibir todo de una
vez, no en realidad. ¿Realmente quieren saber cuán poderoso es el
Espíritu Santo?
Están quienes dan testimonio de que sintieron como una corriente
eléctrica. ¿Tú sabes con lo que estás lidiando? Algo más grande
que cualquier electricidad. Estos, nuestros viejos cuerpos físicos,
solo pueden soportar cierta cantidad de poder, ellos no están
engranados para todo este poder. ¿Comprendes? Esa es la razón
por la que ningún hombre puede mirar el rostro de Dios y vivir. Todo
lo que Moisés vio fue la parte de atrás, la espalda de Dios. Esa es la
razón por la que sé que Dios tiene un cuerpo, Él es más que algo
etéreo, Él es más que Espíritu. Moisés, literalmente, lo vio. Dios es
más que solo Espíritu.
Volvamos a la ilustración de las cuatro habitaciones de nuestro
corazón. En el momento de la salvación, nosotros pensamos que le
hemos entregado todo, y abrimos solo una habitación de nuestro
corazón, y decimos: «Ven aquí, Señor Jesús, entra». Y cuando Él
entra, nacemos de nuevo. Pero hay algo acerca del día siguiente…
Esa experiencia es para toda la vida, es algo constante, es glorioso,
es una transacción definida. Esa experiencia del nuevo nacimiento
es una transacción concreta. El escritor de la canción lo entendió
cuando escribió las palabras en la primera estrofa: «Algo de mí y
algo de ti». Y en el próximo verso: «Menos de mí y más de Ti».
Luego: «Nada de mí, sino todo de Ti».
Él no lo pudo haber explicado mejor: «Nada de mí, sino todo de
Ti». Nada de mí es la cosa más difícil del mundo, creo que es por
eso que los hombres y las mujeres no mueren. Morir = «Nada de mí,
sino todo de Ti».
Recuerda, cuando Él viene, tú adoras a Jesús. Porque Jesús dijo:
«Él me magnificará», y tú consigues exactamente lo que buscabas.
Muchas personas buscan las lenguas, tú no puedes mostrarme en
la Palabra de Dios; ningún teólogo puede mostrarme y probarme en
la Palabra de Dios que a ti y a mí se nos mandó alguna vez a buscar
las lenguas. ¡Y yo creo en hablar en lenguas desconocidas!, creo en
ello con cada átomo de mi ser. Tengo que creerlo, está aquí en la
casa de Cornelio, lo creo. Pero en ningún momento se nos ha
mandado a buscar las lenguas. ¡Nunca! Recuérdatelo a ti mismo.
Ellos estaban buscando al Espíritu Santo en el Aposento Alto, los
ciento veinte estaban buscándolo a Él, y en el análisis final, cuando
tú hablas del bautismo del Espíritu Santo, aún es más y más de
Jesús.
¿Y qué es el hablar en una lengua desconocida si tú no tienes el
poder del Espíritu Santo y el amor de Jesús? Si tú buscas las
lenguas y no es bíblico, tú no eres bíblico en lo absoluto. Si tú te
arrodillas y oras por las lenguas, tú no eres bíblico. En cambio, tú
buscas más de Jesús y el Espíritu Santo llega a través de la
alabanza y la adoración. Tú adoras a Jesús —«Él me glorificará»—,
y Él anunciará su llegada. No es que tú busques ninguna evidencia,
tú no tienes que buscar la evidencia, la evidencia vendrá. Y cuando
llegas al lugar en que tú amas a Jesús con todo tu corazón, cuando
lo amas lo suficiente como para rendirte a Él, ¡es tan fácil morir a
uno mismo! No es un asunto de luchar. Y la más grande de las dos
evidencias es el poder que se manifiesta en tu vida. Porque Jesús
mismo dijo: «Y recibiréis poder…».
No pongas palabras en la boca de Jesús. ¡No vayas
contrariamente a las enseñanzas del Maestro! ¡Él conocía tan bien
la naturaleza humana! «Y recibiréis poder, cuando haya venido
sobre vosotros el Espíritu Santo»5 fueron sus últimas palabras. Y la
evidencia más grande de haber sido llenados del Espíritu Santo
serán los frutos del Espíritu. ¡Sí!
Les diré algo; cuando tú plantas un árbol de durazno, si esa es
una semilla genuina de durazno, tú no obtendrás manzanas
silvestres.
Recuerda algo más, el ruido no es poder. Una vez tuve un viejo
auto, modelo Ford T, el primer auto que tuve. Si el ruido fuera poder,
ese viejo Ford habría sido lo más poderoso que jamás hubiese
circulado por la calle en Idaho, tiempo atrás. Era lo único que podía
comprar por 35 dólares, ¡era todo lo que podía pagar!
Lean en 1.ª Corintios, capítulo 13, por favor:

Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como


metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si tuviese profecía, y entendiese todos
los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase
los montes, y no tengo amor, nada soy. Y si repartiese todos mis bienes para dar
de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo
amor, de nada me sirve.6

Ahora, si tú quieres saber si alguien ha sido llenado con el Espíritu


Santo, estará la evidencia del fruto: «El amor es sufrido, es benigno;
el amor no tiene envidia…». ¿Puede tu experiencia estar a la altura
de esto? A veces creo que tenemos más celo en nuestras
asambleas, en nuestras iglesias, que en cualquier lugar del mundo.
El pecado de los celos es tan frecuente, y es el primer pecado del
que tengamos algún registro. Es lo que causó que un ángel cayera y
se volviera Satanás.
«El amor no es jactancioso, no se envanece». Tengo que
detenerme allí y decir algo: Tú no tienes los frutos del Espíritu si
tienes orgullo espiritual. Lo que más me molesta es cuando alguien
se presenta y me dice: «¡Oh, señorita Kuhlman, es tan hermoso
conocerla! Yo quiero que usted sepa que he sido llenado con el
Espíritu Santo, he sido bautizado y tengo todos los dones del
Espíritu».
Cuanto más ellos hablan, más se hinchan. ¡Quisiera agarrar un
alfiler y pincharles el globo! Me alejo de esa persona tan
rápidamente como puedo, porque, amados, la mayor gracia de
todas las gracias cristianas es la humildad. Si tú has recibido el
bautismo del Espíritu Santo, uno de los frutos del Espíritu es la
humildad, y algunas personas, después de haber sido llenadas con
el Espíritu Santo, están tan orgullosas que no pasan por la puerta.
Todos los demás están en un nivel más bajo porque ellos han
recibido el bautismo del Espíritu Santo.
Iré aún más lejos. Cuando se trata no solo de los frutos, sino de
los dones del Espíritu, si realmente has recibido uno o más de los
dones del Espíritu, tú no presumirás de eso, no vas a hablar de eso,
porque estas cosas son tan sagradas, ¡son tan maravillosas!, como
una hermosa joya. Es precioso, y tú lo guardas muy bien.
Nadie escuchará jamás a Kathryn Kuhlman, ni aun admitir, que a
ella le ha sido dado algún don del Espíritu; no lo diría nunca delante
de una audiencia, ni siquiera en privado. Es un don, y una
responsabilidad viene con él. Tú lo guardas tan cuidadosamente, y
Él te da una recompensa por lo que el Espíritu Santo ha hecho y te
ha dado. Si hay alguien que anda por ahí presumiendo de algún don
del Espíritu, ¡ten cuidado! Ten mucho cuidado de cómo lo usas. Sé
muy cuidadoso. Es una confianza sagrada la que se te ha dado.
Creo en hablar en lenguas desconocidas, pero cuando el Espíritu
Santo es el que habla, ¡va a ser hermoso, maravilloso! Él habla
perfectamente. A veces, al ver cómo actúan algunas personas, tú te
haces la idea de que el Espíritu Santo es inculto. Él no es un tonto,
es uno a través de quien Jesús se ofreció para ser entregado. Él es
perfecta sabiduría, perfecto conocimiento. Perfecto en todas las
cosas.
Cuando Él habla, hablará de una forma hermosa. Te contaré mi
primera experiencia. Yo era joven, no más de dieciséis años de
edad, en Joliet, Illinois. Las cosas de las que te he estado hablando
eran tan nuevas para mí, no sabía nada de ellas. Todo lo que
conocía cuando comencé el ministerio era la salvación, no conocía
nada más. Solo sabía que había nacido de nuevo, eso es todo. Y tú
no puedes darle a otro más de lo que has experimentado por ti
mismo.
En mi trabajo personal no era muy sabia, yo prácticamente
cerraba la puerta; si había una persona que no era salva, no salía
hasta que la tuviera de rodillas y echara los diablos de ella. Si el
Señor no lo hacía, yo lo hacía por Él. ¡Oh, era tan insensata! Esa fue
mi primera experiencia.
Mi madre nunca me había escuchado predicar, si solo ustedes
hubieran conocido a mamá. La primera vez fue cuando ella vino a
Denver, Colorado. Después de que terminé de predicar dije: «Hay
una habitación de oración aquí atrás», y pensé: «¿Qué pensará
mamá?». Yo había estado predicando sobre el poder del Espíritu
Santo. No creo que mamá haya entendido nada de lo que dije, ella
no conocía nada acerca del Espíritu Santo; era metodista, no sabía
mucho de la experiencia del nuevo nacimiento. Cuando subí a la
plataforma, estaba justo allí sentada. Yo me fui atrás, al cuarto de
oración; ella no vino, pero después de quince minutos se abrió la
puerta. Debe haber habido cerca de cien señores arrodillados allí,
llorando todos con sus cabezas inclinadas; y yo vi a mamá pasar por
esa puerta.
Ustedes no pueden apreciar esto por no conocer a mamá, tú no
podías convencerla de las cosas espirituales. Ella estaba tan
atrapada en un formalismo: «Si los metodistas no lo creían,
entonces no era así». Su padre, mi abuelo, era tan metodista que
cuando murió, él hubiese apostado su vida a que solo los
metodistas iban al Cielo. Muchas veces he pensado qué gran
sorpresa se habrá llevado cuando llegó allá.
Mamá se arrodilló. Yo lentamente caminé, sabía que todo el
mundo estaba orando, y puse mis manos sobre ella. Cuando la
toqué, mi mamá comenzó a hablar en una lengua celestial. Ella no
sabía que había tal cosa como hablar en una lengua desconocida,
nunca lo leyó, nunca lo escuchó. Ella no tenía luz sobre este tema,
no lo estaba buscando. ¿Quién puede explicar estas cosas? Mi
madre comenzó a hablar tan suavemente, lentamente. ¡Fue
glorioso! Es por eso que yo tengo que creer en hablar en lenguas
desconocidas, no tengo elección. Cuando abrió sus ojos, tomó mis
manos en las suyas por primera vez (ella jamás había aprobado que
yo estuviera predicando), y dijo: «Kathryn, ¡predica, para que otros
puedan recibir lo que yo acabo de recibir!».
Mi madre no durmió por tres días y dos noches, fue tan grande el
gozo del Señor sobre ella que no tenía sueño, solo podía gozarse.
¿Quién puede explicarlo?, no hay palabras en el vocabulario
humano. Mi madre nunca más fue la misma, ¡nunca! Yo tenía una
nueva mamá. Mi mamá era una persona nueva. ¡Ese amor que ella
irradiaba! Solo amor. Nadie tuvo que inspirarla, nadie tuvo que
enseñarle, había amor.
En mi propia experiencia, cuando «morí», llegué al lugar en el
final de una calle. Cuando me entregué en cuerpo, alma y espíritu,
Él entró y habló a través de labios de arcilla, no fue Kathryn
Kuhlman. Cuando me entregué, entregué todo de mí. Es tan natural,
tan simple, tú no tienes que buscar la manifestación, simplemente te
rindes a Él y Él hace el resto. Tú no sabes que pedir, es el Espíritu
Santo el que ora. Lo encontramos en la Palabra de Dios, en el libro
de Romanos: «Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra
debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos,
pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos
indecibles».7
Tú dices: «¿Alguna vez has hablado en lenguas desde
entonces?» Hubo tiempos cuando, en mi ignorancia, en mi falta de
conocimiento, no sabía cómo orar. El querido viejo hermano
McCloud, cuando yo era tan joven —él estaba en sus ochenta—
tomó mi mano en las suyas y dijo: «Nunca te salgas de la voluntad
de Dios, niña».
Yo no sabía de qué estaba hablando él, ahora lo sé. Mi propia
naturaleza es ser impulsiva, pero cuando se trata de las cosas de
Dios soy tan lenta para moverme, tengo tanto miedo de salirme de
la voluntad de Dios. ¡Yo no me saldría de la voluntad de Dios por
nada del mundo!
Hay momentos de crisis en los que no sé cómo orar. Cuando
llegas al lugar dónde no tienes voluntad propia, tú no puedes
equivocarte con respecto a la voluntad de Dios. No es un lugar fácil
adonde llegar. Esa es la razón por la cual tú acudes a otras
personas, vecinos, amigos, y quieres que ellos te digan lo que tú
quieres escuchar. Hay un lugar donde tú llamas —y ahí es donde el
hablar en lenguas desconocidas entra a mi vida— y ese que conoce
la perfecta voluntad de Dios, quien nunca obra separado y aparte
del Padre ni de Jesús, quien tiene perfecto conocimiento de la
voluntad de Dios, Él viene delante del trono y hace intercesión por
mí, habla por mí.
El Espíritu Santo no nos es dado para nuestro propio placer, el
Espíritu Santo es dado para el servicio. Si tú lo estás usando a Él
para tu propio placer, para darte un pequeño pícnic espiritual cuando
te juntas con algunos de los santos de Dios, estás malversando el
poder del Espíritu Santo. Hay uno que conoce la perfecta voluntad
de Dios, y cuando llego al lugar donde no tengo voluntad propia y
me arrojo sobre la Persona que mora en el interior, Él viene delante
del trono y hace intercesión por mí, Él habla por mí. Entonces yo
nunca puedo equivocarme con respecto a la voluntad de Dios.

2 Génesis 1:2.
3 Salmo 51:50.
4 Jueces 16:20 (Biblia King James, en inglés).
5 Hechos 1:8.
6 Primera de Corintios 13:1.
7 Romanos 8:26.
EL COMIENZO DE LOS
MILAGROS
(Parte 1)
Esta va a ser una de las más prácticas conversaciones de corazón a
corazón que tú y yo jamás hemos tenido. Lo que yo voy a decir
vendrá desde lo más hondo de mi corazón, y oro que todos ustedes
estén abiertos a ello.
Una de las primeras preguntas que casi todo periodista me hace
es: «Kathryn Kuhlman, ¿cómo comenzaron los milagros en su
ministerio? ¿Usted siempre ha tenido estos milagros?». Entonces yo
trato de responder la pregunta lo mejor que puedo. Igualmente
trataré de responder esta pregunta para ti.
Comencé a predicar cuando era muy joven y todo lo que conocía
en ese entonces era solo la experiencia del nuevo nacimiento. Uno
no puede darle a otra persona más de lo que ha experimentado por
sí mismo, y por unos cuantos años todo lo que yo podía dar a
alguien, mientras estuve detrás del púlpito, era solo el Evangelio con
respecto a la experiencia de ser nacido de nuevo.
Yo sabía que había tenido esa maravillosa experiencia espiritual,
una experiencia de la que nunca dudé, mi experiencia de salvación
—mientras estaba sentada en esa pequeña iglesia metodista en
Concordia, Missouri, a la edad de catorce años—. Fue así de real,
fue así de maravillosa.
Ese fue mi primer contacto con el Espíritu Santo. En ese
momento, por supuesto, yo ni siquiera sabía que había un Espíritu
Santo. Nunca había visto ninguna manifestación del poder de la
Tercera Persona de la Trinidad, salvo esa mañana de domingo, en
esa pequeña iglesia metodista que probablemente no albergaba a
más de cien personas —yo regresé recientemente y me sorprendí al
descubrir cuán pequeña se había vuelto esa iglesia—, y que cuando
tenía catorce años parecía tan grande. Los mismos bancos están
allí, el mismo púlpito está allí. ¡Creo que es el mismo piano!
Esa mañana de domingo, a la edad de catorce años, sentada
cerca de mamá, compartiendo el mismo himnario metodista, cuando
el último himno había sido anunciado, algo le sucedió a la niña de
Joe Kuhlman. Comencé a temblar. ¡Oh, lo he revivido una y otra
vez! Poco sabía yo que ese era el poder del Espíritu Santo, poco
sabía que era mi primer contacto con la Tercera Persona de la
Trinidad. Comencé a sacudirme tanto que no podía sostener más el
himnario metodista en mis manos. Entonces lo dejé en el banco.
Pero el mismo poder, el poder del Espíritu Santo, lo he
experimentado una y otra vez en una forma aún más grandiosa, mil
veces, desde ese momento. En ese momento supe que necesitaba
que Jesús perdonara mis pecados. No sabía qué hacer, yo nunca
había visto a alguien aceptar a Jesús como su Salvador, pero
seguro que sí los había visto tomar miembros para la iglesia. Así
que hice la única cosa que sabía hacer, pasé al frente y me senté en
una esquina en el primer banco de esa pequeña iglesia metodista.
No fue una lucha, no fue ni siquiera una oración, fue una experiencia
personal. En ese momento la sangre de Jesucristo, el Hijo de Dios,
me limpió de todo pecado. ¡Fue glorioso!, ¡fue la experiencia más
real que jamás tuve en mi vida! Nunca dudé de ella desde ese
momento hasta ahora. Fue real, fue definida, yo supe que había
sido perdonada.
¡Recuerdo cómo lloré! El predicador no sabía qué hacer conmigo,
no había hecho un llamado al altar —dudo que alguna vez él haya
hecho un llamado al altar en esa pequeña iglesia—, pero yo supe
que algo me había sucedido. Mientras estaba allí sentada llorando,
Martha Johannssen, una pequeña dama lisiada de la iglesia, se
puso a mi lado, me ofreció un pañuelo y dijo: «¡Oh, Kathryn no
llores! ¡Tú siempre has sido una niña tan buena!», y aún mientras
ella decía esas palabras, ambas sabíamos que ella estaba
mintiendo, porque yo era la muchacha más traviesa en el pueblo.
Algo había sucedido que nada lo podría detener. Caminando a
casa ese domingo, yo pensé que el mundo entero había cambiado,
sentí que el señor Kroenoke había pintado su casa —era la misma
casa con la misma pintura—. La casa no había cambiado,
Concordia no había cambiado, nadie había cambiado, yo era la que
había cambiado.
Llegando a casa, papá estaba parado en la cocina. Él nunca se
había esforzado mucho en esto de ir a la iglesia —y lo dije muy
suavemente—, excepto en Navidad, cuando yo recitaba en
ocasiones especiales, pero tenían que ser muy especiales. Ese
domingo, yo entré y le dije: «Papá, algo me sucedió. ¡Jesús entró en
mi corazón!». Si él lo comprendió o no, no estoy bien segura, nunca
lo supe; él solo me miró y dijo: «Me alegro». Sin embargo, ese fue el
comienzo de algo que cambió mi vida entera.
Todo lo que yo conocía era esa gloriosa experiencia del nuevo
nacimiento. Así que cuando fui a predicarles a esos granjeros en
Idaho, no pude decirles ni más ni menos que Jesús podía perdonar
sus pecados. ¡Oh, esas pequeñas iglesias rurales en Idaho!, aún
recibo cartas de esos preciosos granjeros y de miembros de su
familia, quienes dicen: «Nosotros te recordamos muy bien, te vemos
ahora en televisión. Te recordamos como “esa chica joven que vino
a nuestra iglesia”, te recordamos como “esa que predica tan simple”.
Tú no has cambiado».
Uno de los cumplidos más grandes que alguien puede hacerme
es decir: «Tú no has cambiado». ¿Por qué debería cambiar? ¡El
Evangelio es el mismo!, ¡la Palabra de Dios es la misma! Le pido a
Dios que nunca cambie.
En aquellos días yo esperaba hasta que esos granjeros
terminaran con su ordeño, su arado, su cosecha, antes de celebrar
mis reuniones. Luego, cuando oscurecía, ellos marchaban en fila,
uno por uno, para el servicio. Yo prediqué en Emmett, Filer,
Caldwell; había estado siempre en Idaho, en cada uno de los cruces
de caminos del pueblo, todos y cada uno de ellos. Si ellos no tenían
un predicador, yo ofrecía mis servicios. Nadie en realidad me quería
—yo no los culpo mucho—, pero les decía: «De todos modos, su
iglesia está cerrada, ustedes no tienen nada que perder, y puede
que ganen algo». Así es como realmente comencé mi educación
espiritual.
Tú sabes, creo que en estos días, muy a menudo, todo el mundo
quiere comenzar en el peldaño superior de la escalera. Todo el
mundo quiere ser un gran predicador, un predicador famoso, un
hombre rico, una celebridad. Yo sé dónde comencé, sé de dónde
vengo.
Hace solo unas semanas, sentada en la cocina. Eran las cinco en
punto de la mañana del domingo, iba a predicar en Youngstown,
Ohio. Acababa de bajar del avión a medianoche —y siempre le doy
a mi gente lo mejor que tengo, ¡ellos son tan fieles!, se paran detrás
de mí en las buenas y en las malas—. ¡Esa semana yo había estado
tan ocupada!, me habían llamado de todos lados; un llamado de
Australia, tres de Inglaterra, una llamada para ir a Suiza —el pastor
Petrus me urgió—, otra llamada para Noruega: «¿Vendría?».
Pasada esa mañana, miré hacia arriba, cansada porque había
dormido muy poco, y me encontré llorando; yo estaba sola en la
casa. Mis lágrimas comenzaron a caer en mi Biblia abierta, miré
para arriba y dije audiblemente, casi como si pudiera ver a mi Padre
Celestial: «¡Oh, querido Jesús!, ¿por qué no permitiste que todo
esto me sucediera cuando yo tenía dieciséis años de edad,
diecisiete?».
Yo nunca estaba cansada, en realidad no conocía lo que era el
agotamiento del cuerpo. Podía viajar en esos ómnibus toda la noche
y luego predicar todo el día. Todo lo que puedo recordar es el hecho
de que cuando me dormía yo tenía tanta hambre. A veces tenía el
dinero solo para un plato de sopa y un panecillo por cinco centavos
en ese entonces. ¡Eso fue hace un largo tiempo! ¡Parecía que yo
tenía hambre todo el tiempo!, pero nunca estaba cansada. ¡A mí me
encantaba lo que estaba haciendo! —«¿Por qué tú no permitiste
que todo esto me sucediera cuando yo nunca me cansaba?,
¡cuando no necesitaba ni siquiera dormir! ¿Por qué tú esperaste
tanto tiempo, maravilloso Jesús?».
No fue una voz audible, yo te mentiría si te dijera que escuché la
voz audible de Dios, pero Él me habló tan definidamente como si
pudiese ver su Persona y escuchar su voz. Esto es lo que me dijo:
«¡Kathryn, si yo te hubiese dado esto en ese entonces, tú lo
hubieses arruinado todo!». Y yo supe exactamente lo que Él quiso
decir, ¡exactamente!
Hubo un proceso de crecimiento, hubo un tiempo de aprendizaje,
un tiempo de enseñanza. ¡Oh, nada de seminarios!, nada de
universidad. ¡El Maestro más grandioso del mundo es el Espíritu
Santo! Y cuando tú obtienes tu teología directamente, cuando el
Espíritu Santo es tu Maestro, ¡no hay nada mejor que eso!
Yo estudié mi Biblia. ¡Oh, qué hambrienta estaba por la Palabra
de Dios en aquellos días! Nunca me quedé en un hotel, no creo que
ellos tuvieran muchos hoteles en ese entonces. A veces un diácono
me ubicaba en la habitación de invitados, ¡en invierno era tan frío!
Ellos no tenían calefacción central en la habitación de huéspedes.
Aquellos granjeros de Idaho tenían solo el suficiente calor para
mantener sus cocinas cálidas. Parecía que cada una de esas
habitaciones tenían esas grandes figuras de abuelos y abuelas —
enormes marcos—. ¿Y por qué esos abuelos y abuelas tenían que
mirar tan fijo? ¡Ah, nunca vi a ninguno de ellos sonriéndome! ¡Yo
dormía en esas habitaciones frías!, a veces casi me moría de frío,
estaba congelada. Con temor de abrir mis ojos porque la abuela de
alguien estaba mirándome fijo, con el ceño fruncido, casi
atemorizándome. ¡Y esos bigotes del abuelo de alguien!, ¡me moría
de miedo! Casi sentía como que estaba durmiendo con ellos.
Sin embargo, mis amigos, esos fueron los días de mis comienzos.
Cuán a menudo en ese entonces yo estaba acostada sobre mi
estómago, estudiando con detenimiento la Palabra de Dios,
estudiándola de verdad. ¡Yo sé quién ha sido mi Maestro! Sé porque
conozco lo que conozco hoy de la Palabra de Dios. ¡Eso no sucedió
así porque sí, amados! Nada jamás solo sucede. Tú nunca
obtienes «algo» por «nada» —aun cuando se trata de las cosas
espirituales—. Siempre recuerden eso.
Recuerdo cuando estaba aún en mi adolescencia, alguien dijo de
mí: «¡Ella es una chica con suerte!». ¡No fue suerte, mi amigo! ¡Yo
sé el precio que pagué! Conozco el precio.
Así que todo de lo que podía predicar era de la salvación, pero de
repente me di cuenta de que había una Tercera Persona de la
Trinidad, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Yo tenía que saber
más con respecto a esta maravillosa Tercera Persona de la Trinidad,
¡tenía que saber más acerca de ella!
Mientras comencé a estudiar la Palabra de Dios, supe que la
sanidad divina estaba también en la Biblia, y tú no puedes estudiar
la Palabra de Dios con un corazón abierto, con una mentalidad
abierta, sin conocer, sin ver que la sanidad para el físico —la
sanidad del hombre completo— está en la Palabra de Dios. Cuando
Él murió en la cruz, cuando gritó: «¡Consumado es!», Él no
solamente murió por nuestros pecados, sino que estaba también el
cuerpo. ¡Él murió por el hombre en su totalidad! «Herido por
nuestras transgresiones, molido por nuestras iniquidades, y por sus
llagas fuimos nosotros curados».
Nosotros participamos del pan y del vino en la comunión. Todo el
mundo sabe lo que representa el vino, la sangre derramada de
Jesucristo. En la primera Pascua, ¿qué mataron?, a un cordero
pequeño. Ellos rociaron la sangre en los marcos de las puertas de la
casa, esa sangre representaba al que había de venir en el futuro, el
mismo Cordero de Dios. Es la sangre la que hace una expiación,
perfecta sangre, Su sangre. ¡La sangre del Hijo del Dios Viviente!,
eso es por nuestros pecados. Pero en la primera Pascua había algo
más que la sangre, se les dijo que comieran la carne del cordero.
¿Qué representaba la carne? ¿Qué representa el pan cuando tú
tomas la comunión?, su cuerpo quebrado en la cruz: «Por sus llagas
fuimos nosotros sanados». Hay sanidad a través del cuerpo del Hijo
del Dios Viviente.
Cada vez que tú participas del pan y del vino, recuerda: el vino
para el alma —representando la sangre de Jesucristo, la sangre que
hace expiación por el alma— y el pan, que no tiene nada que ver
con el perdón de los pecados, sino con la sanidad de nuestro
cuerpo. Hay sanidad para el hombre en su totalidad a través de
Jesucristo, el Hijo de Dios. En cada iglesia donde es servida la
comunión —y cada vez que es servida la comunión, el pan es
pasado y tú participas de ese pan—, debería haber también sanidad
del cuerpo. ¡Oh, es emocionante!, ¡es maravilloso! Yo lo he visto, y
solo Uno puede revelar estas cosas a tu corazón —«Carne y sangre
no te lo ha revelado sino mi Padre, que está en el Cielo».
Estas cosas son solamente reveladas espiritualmente. Esa es la
razón por la cual a veces la persona menos educada puede saber
más de las verdades profundas de la Palabra, que alguien que ha
pasado años tratando de asistir a la educación a través de
demasiado aprendizaje.
Vi la sanidad bíblica, pero no entre quienes tenían largas filas de
curación. No obstante, yo sabía que estaba en la Palabra, sabía que
aunque no viera nunca un milagro de sanidad física, si nadie se
sanaba, eso no cambiaría la Palabra de Dios ni un ápice. Si yo vivía
y moría sin nunca ver un milagro de sanidad física, aun eso no
cambiaría la Palabra de Dios. Dios lo dijo, Él proveyó para eso; sin
embargo, si eso estaba allí, ¡entonces yo lo quería! Estaba allí y yo
tenía que experimentarlo.
No tengo plena confianza en darte el nombre de quién dirigía el
servicio en una gran carpa, fui allí para ver, pero no encontré lo que
estaba buscando. Comencé a llorar, me fui de ahí llorando; y todo lo
que pude decir fueron estas palabras: «¡Se han llevado a mi Señor,
y no sé dónde lo han puesto!».
Lloré toda esa noche, incontrolablemente. «¡Se han llevado a mi
Señor y no sé dónde lo han puesto!». Lloré todo el día siguiente, no
podía parar de llorar. Estaba hambrienta, estaba sedienta, y la Biblia
dice: «Bienaventurados son los que tienen hambre y sed de justicia,
porque ellos serán saciados». Siempre que haya un corazón
hambriento, Él no se burlará del hambre en ese corazón.
Así que yo no me rendí en seguir buscando, sabía que la
respuesta estaba allí para mí. Estaba determinada a esperar en
Dios. Estaba esperando, esperando pacientemente… ¡Entonces
sucedió! Sucedió en Franklin, Pennsylvania, en el viejo tabernáculo
de Billy Sunday. ¡Mira qué lugar escogió Dios! Yo estaba parada en
la misma plataforma donde Billy Sunday había estado parado hacía
años de años, predicando el Evangelio. Yo había ido a Franklin sin
saber a dónde iba, realmente por fe. En el primer servicio había
treinta y ocho personas, en el siguiente había casi doscientas
personas. Después de eso el tabernáculo nunca pudo contener a la
multitud.
Fue en el tercer servicio, mientras yo estaba predicando sobre el
Espíritu Santo —lo poco que conocía del Espíritu Santo en ese
entonces—. Cuando estaba a punto de comenzar mi segundo
mensaje, una mujer se paró y dijo: «Kathryn, ¿puedo decir algo?».
Yo le dije: «¡Por supuesto que puedes, querida!». Ella dijo: «Anoche,
mientras usted predicaba, yo fui sanada». ¡Me quedé en shock!, le
dije: «¿Cómo lo sabes?», y ella dijo: «Porque yo tenía un tumor que
había sido diagnosticado por mi doctor. Mientras usted estaba
predicando, algo me sucedió, algo sucedió en mi cuerpo físico. Yo
estaba tan segura de que fui sanada, que fui a mi doctor hoy para
que lo verificara: el tumor no está más allí».
Esa fue la primera sanidad que ocurrió en este ministerio, sin
imponer las manos, sin ninguna oración. Simplemente una mujer
sentada en la audiencia en Franklin, Pennsylvania, mientras
predicaba sobre el poder del Espíritu Santo. Se los conté lo mejor
que pude, cómo ocurrió el primer milagro de sanidad. Desde ese
momento ha habido miles y miles de sanidades.
¿El secreto? La Tercera Persona de la Trinidad.
EL COMIENZO DE LOS
MILAGROS
(Parte 2)
El servicio había continuado en Franklin y el próximo gran milagro
ocurrió el siguiente domingo. ¡Oh, fue emocionante! Supe que algo
estaba sucediendo, yo sabía que había aprovechado un gran
recurso espiritual. No estaba del todo segura, pero ¡la emoción, el
gozo, la expectación! Sabía que el Espíritu Santo tenía algo que ver
con esto, pero era tan poco lo que yo comprendía acerca de esta
maravillosa Tercera Persona de la Trinidad.
Prediqué otra vez sobre el poder de la Tercera Persona de la
Trinidad el siguiente domingo, en el servicio de la tarde. George Orr,
un miembro de la iglesia metodista de la ciudad de Pennsylvania
estaba allí con su esposa. Un hombre que recibió compensación por
la pérdida de un ojo; todo está en archivo, no había ningún error
acerca de ello. De regreso a casa, su esposa estaba pasando por
una montaña y, de repente —él lo explica diciendo que parecía
como si el sol de pronto brillara en toda su gloria—, le dijo a su
esposa: «¿Le sucedió algo a la luz del sol?» —él pensó que algo le
había sucedido al sol—. Ella dijo: «No, yo no noté nada extraño».
Ella siguió conduciendo a casa. Cuando llegaron, él entró a la
cocina y lo primero que vio fue el reloj. Por primera vez se dio
cuenta de que estaba viendo la hora, ¡ambos ojos estaban
perfectos! Él recibió la vista en el ojo que había perdido. Yo no
estaba allí, no había impuesto mis manos sobre él, nadie había
orado por él, ni siquiera él había estado pidiendo por sí mismo. Pero
algo sucedió, ¡algo glorioso había sucedido! Él vino la noche
siguiente y lo contó, su rostro brillaba. ¡Brillaba!
Este fue el comienzo, y desde ese momento, literalmente, miles y
miles han sido sanados por el poder de Dios. ¿El secreto? ¡Yo
busqué el secreto! No había ningún lugar a donde ir, excepto por la
Palabra de Dios.
Síganme muy de cerca… Mientras, yo vi —y lo vi por primera vez
— que había más por haber dado Dios el Padre a Jesucristo —
seguro que yo aprendí temprano en esa pequeña escuela dominical
metodista: «Dios amó tanto al mundo que dio a su Hijo
Unigénito»—, pero algo más sucedió antes de que Dios diera a su
Hijo.
A mí me gusta pensar en las tres Personas de la Trinidad
sentadas en una mesa de conferencias, planeando la salvación de
la humanidad. Requería una sangre perfecta sin pecado, perfecta
sangre. ¡Solo el Hijo de Dios podía dar la medida para eso! Y Jesús
dijo: «Yo iré, tomaré la forma de carne, tomaré la forma de hombre».
Absoluta Deidad, absoluta Divinidad, ¡el mismo Hijo del Dios
Viviente! Pero para pagar el precio de la salvación de los hombres
se necesitaría a Aquel que viniera en forma de carne. Antes de que
Dios diera a su Hijo, antes de que Jesús consintiera en venir, Él se
entregó primero, dice la Palabra de Dios, «… a través del Espíritu
Santo».
A veces nosotros fallamos en ver esto. Yo a menudo pienso en
aquellos que tratan de minimizar el poder del Espíritu Santo
negándose a aceptar a la Persona y el poder del Espíritu Santo.
Recuerda, si Jesús pudo confiar en Él, si Jesús tomó todo lo que Él
tenía del Espíritu Santo, ¡seguro que tú y yo podemos permitirnos
confiar en el Espíritu Santo!
Él conoció al Espíritu Santo, Él conocía a la Tercera Persona de la
Trinidad en un grado que ningún ser humano jamás conoció. Aun el
apóstol Pablo, con todas las visiones que había tenido, con toda la
gloria y con todos los secretos que Dios le confió, aun así, el apóstol
Pablo con estas cosas nunca conoció el poder y la Persona del
Espíritu Santo como Jesús lo conoció. ¡Él era el poder de la
Trinidad! Jesús lo conoció. Jesús tenía fe, Jesús tenía confianza en
Él. Así que se volvió primero que todo al Espíritu Santo, y dijo: «Si tú
vienes conmigo, yo iré». Yo creo que el Espíritu Santo estuvo de
acuerdo, no discutió, no protestó, comprendió perfectamente. Luego
Dios dio a su Hijo Unigénito para que tú y yo tuviéramos vida eterna.
Jesús vino en la forma de carne, Él vino como un bebé a un
pesebre. Literalmente Dios en la carne. Creció hasta ser un hombre
adulto, pero las tres Personas de la Trinidad no se unieron otra vez
hasta la hora en que Jesús salió de las aguas del bautismo. ¡Qué
glorioso momento! ¡Oh, qué momento emocionante cuando Jesús
salió de estas aguas del bautismo! Y en ese momento algo sucedió,
una voz habló, fue la voz de Dios que dijo: «¡Este es mi Hijo amado,
en quien tengo complacencia!».
Ningún hombre, ninguna mujer puede jamás pararse delante del
gran Creador, jamás puede pararse delante del trono del juicio de
Dios y decir: «¡Yo no sabía quién era Jesús!». Porque Dios mismo
no dejó ninguna duda en la mente de ningún ser humano de quién
era ese bebé en la carne, de quién era ese que salió de las aguas
del bautismo, quién era ese hombre que fue enviado a morir en una
cruz. Nadie puede dar el pretexto de que ignoraba quién era en
verdad Jesucristo, porque Dios mismo le habló a todos los que
estaban en el río Jordán ese día y a todas las generaciones
venideras, cuando dijo: «Este es mi Hijo amado, en el que tengo
complacencia».8
En ese momento algo sucedió. ¡Oh, qué glorioso momento! ¡Debe
haber sido una de las más grandes y gloriosas emociones que
Jesús experimentó!, cuando caminó en la carne sobre esta Tierra,
cuando el Espíritu Santo vino sobre Él en la forma de una paloma.
Me parece escuchar al Espíritu Santo susurrándole: «Estoy aquí
ahora, las cosas van a suceder, las cosas van según lo programado.
Yo cumplí mi parte del acuerdo, tú cumple la tuya, y el hombre
tendrá salvación para el cuerpo completo. ¡Yo estoy aquí!».
¡Oh, debe haber sido un tiempo tranquilizador para Jesús! ¡Yo
desearía haber estado allí! Entonces los milagros comenzaron a
suceder. Nosotros siempre pensamos en Jesús realizando esos
milagros, pero quiero que recuerdes algo: cuando Jesús caminó por
esta vieja Tierra, Él era tan hombre como si no fuera Dios. Por
supuesto, en el mismo sentido, Él era tan Dios como si no fuera
hombre.
Sin embargo, Él tuvo que tomar la forma de carne, y porque
estaba en la forma de carne pudo haberse rendido a esas
tentaciones. Si Jesús no pudiera haberse rendido a esas
tentaciones en la Tierra, esas tentaciones habrían sido una farsa.
Cuando Jesús estuvo cara a cara con Satanás al ser tentado, esa
no fue la primera vez que se encontraron. ¡Satanás conocía a Jesús
muy bien! ¡Jesús conocía a Satanás antes de que se volviera
Satanás! Jesús lo conocía cuando él era uno de los tres ángeles
más poderosos que Dios había creado. Él lo conoció antes de la
caída, antes de que él dijera: «Seré semejante al altísimo». Empezó
a subir al Cielo, comenzando a sentirse celoso de Dios, y Dios en ira
—al no ser capaz de permitir el pecado en el Cielo— lo arrojó a la
Tierra y él se transformó en un ser incorpóreo. Nosotros lo
conocemos hoy como Satanás.
No, mi amigo, no es la primera vez que ellos se encontraron cara
a cara uno con el otro. Él se paró delante de Jesús y, literalmente, le
ofreció el título de propiedad de este planeta, de la Tierra, si Él se
postraba y lo servía. Y recuerda algo: en esta misma hora Satanás
aún posee el título de propiedad de la Tierra; él una vez reinó sobre
este planeta, sobre miles y miles de ángeles. Este fue su gran
imperio. Cuando Dios creó a Lucifer, le dio el título de propiedad de
la Tierra, y él aún lo tiene.
Jesús sabía que Satanás poseía el título de propiedad, sabía que
él no estaba mintiendo cuando se lo ofreció si se postraba y lo
servía. Jesús le podía haber dicho: «Tú eres un mentiroso», pero
sabía que él no estaba mintiendo, él lo tenía.
Uno de estos días, mi amigo, cuando Jesús regrese a la Tierra
como Rey de reyes y Señor de señores ¡va a cambiarlo todo! ¡Está
llegando el día! Y la razón por la cual Satanás está trabajando horas
extras es porque sabe que los días están contados, ¡él sabe que sus
horas están contadas! Su tiempo como el gran gobernador del
mundo es corto, conoce esto.
Ese día él va a perder el título de propiedad de este planeta, de
esta Tierra; porque está llegando el día cuando la superficie de esta
Tierra será renovada por fuego, la ciudad de la Nueva Jerusalén que
Juan vio en el Espíritu descenderá, y este viejo planeta se volverá
nuestro hogar para siempre. En ese día Jesús mismo va a tener el
título de propiedad de este planeta, nosotros seremos una parte de
esa grandiosa herencia y gobernaremos y reinaremos con Él.
¡Oh, seguro! Esos milagros en la vida de Jesús fueron realizados
por el Espíritu Santo. Sépanlo. Jesús era absolutamente
dependiente del Espíritu. Tú y yo somos dependientes del Espíritu
Santo hoy por cada milagro que ocurre.
Esa es la razón, amados, de que antes de que Jesús regresara a
la gloria otra vez, Él le dejó a la Iglesia, su prometida, el regalo más
grandioso que le pudo haber dejado a este glorioso cuerpo de
Cristo. Nosotros le pertenecemos a Él, nosotros fuimos el regalo que
Dios el Padre le dio a su Hijo. ¡Nosotros, la Iglesia!, el cuerpo
viviente de Cristo, la prometida. Nosotros nacimos dentro de este
maravilloso cuerpo de creyentes. Esa es la razón por la cual Jesús
miró hacia arriba al Padre y dijo: «Estos que me han sido dados…».
Y amor es algo que tú haces. Antes de que Jesús se fuera,
quiso darle a los suyos, a su Iglesia, un regalo; y el regalo más
grande que Él podía dar era a Aquel que había sido tan fiel a Él,
quien nunca lo había dejado, alguien que nunca lo había
decepcionado.
Las últimas palabras que dijo antes de irse fueron: «Y recibiréis
poder, después de que el Espíritu Santo venga sobre vosotros».
Yo desearía poder estar en la montaña más alta y gritarlo hasta
que cada hombre, cada mujer que está detrás del púlpito, cada
sacerdote, cada rabí, cada ministro, pudiera saber, pudiera
escuchar, pudiera comprender. ¡Créanlo! Reciban este maravilloso
regalo que Jesús le dio a su Iglesia, este cuerpo de creyentes.
Fue un regalo sagrado. Fue un regalo Santo. ¡Fue el regalo más
grande que pudo dar! Y Él lo quiso dar. Dios el Padre acababa de
darle a Él un regalo: el cuerpo de creyentes. Jesús quería darle de
regreso a este maravilloso cuerpo de creyentes el regalo que le
había sido dado a Él. Permítanme preguntarles: ¿Cuál es el regalo
más grandioso que Jesús podría habernos dado? Él pensó en esos
milagros que el Espíritu Santo había realizado a través de su
ministerio, pensó en la gran manifestación del poder de la Tercera
Persona. Jesús sabía qué gran consolador había sido el Espíritu
Santo para Él —y la palabra consolador quiere decir fortalecedor—.
Él sabía que el Espíritu Santo había sido su consolador, había sido
su fortalecedor durante esos días de soledad, durante ese momento
cuando Él fue escupido, cuando fue ridiculizado; durante esos días
cuando parecía que el mundo entero no lo comprendía.
Todos los hombres lo habían dejado, y por un momento parecía
que aun sus discípulos lo habían abandonado; pero el Espíritu
Santo todavía estaba allí, fortaleciéndolo.
¿Tú conoces el glorioso poder fortalecedor del Espíritu Santo?
Pablo lo conoció. Esa es la razón por la que dijo: «La misericordia
del Señor Jesucristo…». ¡Él es tan misericordioso! «…y el amor de
Dios…». ¿Y quién puede escudriñar el amor de Dios? ¿Dónde
estaríamos todos nosotros sin la misericordia del Señor, sin el amor
de Dios? Pero él no se detuvo allí: «…y la comunión del Espíritu
Santo». ¡Esa comunión!, ¡esa cercanía!, esa unidad en la hora de la
medianoche, cuando está tan oscuro.
Jesús tenía la comunión con el Espíritu Santo, Jesús nunca cayó
en la hora de la tentación a causa del poder y de la presencia del
Espíritu Santo. ¡Jesús tuvo el coraje!, Jesús tuvo lo que se requería
cuando llegó la hora, cuando Él tenía que rendir su propia voluntad
a la voluntad de Dios el Padre y las dos voluntades se volvieron una.
Tú y yo no podemos hacerlo excepto por el poder del Espíritu
Santo. ¿Tú lo conoces en este sentido? Jesús lo conoció, Jesús
comprendió. Jesús conocía el secreto de su victoria terrenal, y esa
fue la razón por la que Él prometió: «Y recibiréis poder…». ¿Qué
poder? El mismo poder que había sido manifestado en su ministerio
y en su vida diaria.
¿Lo ves? Si solo tuviera la habilidad de poner lo que sé en
palabras. El día más grandioso de mi vida fue cuando yo aprendí
acerca del Espíritu Santo. ¡Eso cambió mi vida! ¡Eso cambió mi
ministerio!
Este ministerio es lo que es hoy por causa del poder del Espíritu
Santo. ¿Cómo te lo puedo decir mejor? Si tú eres un ministro parado
detrás de un púlpito y no estás viendo resultados, tú eres en verdad
un hombre desanimado, tienes temor de ir a tu púlpito. Tienes miedo
de enfrentar a tu congregación domingo tras domingo, tú ni siquiera
lo admitirías delante de tu esposa.
A veces tú desearías estar cavando zanjas, desearías ser solo
una persona común en lugar de ser un hombre de la Cruz. Es
desalentador no ver resultados. Tú no estás satisfecho. Yo solo te
digo: ¿Por qué no entregas todo, por qué no vuelves todo al Espíritu
Santo? ¿Por qué no te entregas completamente al Espíritu Santo?
¿Por qué no entregas completamente tu voluntad al Espíritu Santo?
Tú tendrás un ministerio nuevo, serás un hombre nuevo. Tú
tendrás una nueva congregación. ¡Habrá una visión allí! ¡Habrá
resultados!
«Pero recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el
Espíritu Santo…». ¿Qué pasó en el día de Pentecostés? ¡El Espíritu
Santo vino!, Jesús dijo que Él vendría. Nosotros sabemos que Jesús
llegó al cielo a salvo —¡y estoy tan feliz de saber eso!— y que llegó
en la fecha prevista, porque el Espíritu Santo llegó en la fecha
prevista. Porque Jesús dijo: «Les conviene que yo me vaya, porque
yo tengo que regresar para tomar la posición de Gran Sumo
Sacerdote a la diestra de Dios el Padre. Y después de que yo haya
llegado, les enviaré al Espíritu Santo».
Y nosotros sabemos que Jesús lo logró, que está en la posición
de Gran Sumo Sacerdote, porque el Espíritu Santo vino. Todo
estaba funcionando a tiempo, así como Él dijo que sería, los ciento
veinte llenados con el Espíritu Santo. Nosotros lo llamamos el día de
Pentecostés. ¡Las cosas sucedieron! ¡Oh, esos fueron momentos
emocionantes en la Iglesia Primitiva!
Recuerden algo: hablamos del día de Pentecostés como si fuera
en el pasado, y nosotros aún estamos en el día de Pentecostés.
¡Hoy aún es el día de Pentecostés! Tenemos todo el derecho de que
sucedan las mismas cosas en nuestras iglesias, en esta hora, que
las cosas que sucedieron en el día de Pentecostés. Porque es el
poder y la Persona del Espíritu Santo, y el día de Pentecostés no va
a llegar a su final hasta que el Espíritu Santo se vaya, y cuando se
vaya, Él se llevará a la Iglesia con Él. Nosotros lo llamamos el rapto
de la Iglesia. Y luego será el fin del tiempo de los gentiles.
Conozco el secreto del poder en este ministerio. Conozco el
secreto en aquellos que son sanados por el poder de Dios, el
secreto se encuentra en la Persona del Espíritu Santo. Yo he
elegido aceptar el regalo. ¡El regalo que Jesús dejó para mí!

8 Mateo 3:17.
ÉL ELIGIÓ LO DÉBIL Y LO
MENOSPRECIADO DEL MUNDO
Si tú nunca conociste a nuestro maravilloso Jesús, si nunca lo has
visto; si no lo conoces y nunca te familiarizaste con el Espíritu Santo,
te perdiste lo más importante que te podría suceder. Quiero leer para
ti solo cuatro versículos conocidos en 1.ª de Corintios, pero que tal
vez significan un poquito más para mí que para cualquier otro:

Sino que lo necio del mundo escogió Dios para avergonzar a los sabios; y lo
débil del mundo escogió Dios para avergonzar a los fuertes; y lo vil del mundo y lo
menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que
nadie se jacte en su presencia.9

Uno de los secretos más grandes que he encontrado en mi vida es


el hecho de que Él no compartirá su gloria con ningún hombre ni con
ninguna mujer. Dios no compartirá su gloria, Jesús no compartirá su
gloria con ningún individuo. El Espíritu Santo no compartirá su gloria
con ninguna persona. Sepan eso. En el momento en que un hombre
o una mujer comienzan a compartir la gloria con Él, es justo ahí
cuando el poder es levantado de todo su ministerio.
Soy probablemente una extraña para la mayoría de ustedes, los
estoy conociendo hoy por primera vez. Algunos de ustedes pensaron
que mi padre probablemente haya sido un ministro, y que mi madre
haya estado profundamente metida en la religión. Pero, ustedes
saben, es algo extraño, yo no fui criada en un hogar profundamente
religioso. Mi padre les tenía aversión a los predicadores, él los
despreciaba. Mi padre odiaba a los predicadores, y cuando veía venir
a un predicador por la principal calle de Concordia, Missouri, antes
de que pasara, él cruzaba la calle para no tener que hablar con él.
¡Entonces mira lo que obtuvo, su hija, una evangelista!
Mamá era metodista, fue criada en la iglesia metodista. Mi abuelo
Walkenhorst tenía la firme convicción de que solo los metodistas irían
al cielo. Él vivió y murió con la firme convicción de que las únicas
personas que irían al cielo eran los metodistas. Él no conocía nada
acerca de la salvación, de nacer de nuevo. Él no sabía ni lo que
quería decir la palabra, nadie sabía en la iglesia de Concordia. Ellos
todavía no lo saben. ¡Es así!
Y yo también he pensado si el abuelo Walkenhorst al llegar al cielo
—si es que llegó al cielo, no estoy segura—, si llegó, debe haber
estado conmocionado cuando encontró a algunos bautistas allí. El
trasfondo de papá era bautista, pero él no se esforzó mucho en ello,
era simplemente así. Papá era el alcalde de nuestro pueblo, tú
probablemente no conozcas nada de Concordia, Missouri; no está ni
siquiera en el mapa.
Fui criada en un pueblo luterano, Concordia es luterana, todo el
mundo allí es luterano. ¡Todos! Ellos celebraban seminarios luteranos
en Concordia. ¿Cómo escapé de ser una luterana?, nunca lo sabré,
excepto porque fuera la voluntad de Dios. Como una adolescente, yo
era la niña más mala, tal vez una mocosa mimada, no lo sé. Si las
cosas no sucedían, yo hacía que sucedieran. No era mala en
realidad, sino que era solo mi maquillaje.
Al estar Concordia cerca del campo, cuando había un pícnic de la
escuela para chicos, muchos venían en un carro de granja. Yo era
una niña que, si todos los otros niños volvían del pícnic en el carro de
granja a caballo, yo regresaba del pícnic montando a caballo
también.
Era el cumpleaños de mamá, no tenía más de nueve años, y
pensé que sería lo más maravilloso del mundo darle a mamá una
fiesta de cumpleaños, ¡una fiesta de cumpleaños sorpresa! Yo quería
agradarle a ella. No le conté ni a un alma. Fui por toda Concordia,
por mi pequeña ciudad natal, e invité a todas las damas que eran
lindas conmigo y a mí me agradaban —recuerda que mamá era la
esposa del alcalde—; y solo ciertas personas iban a nuestra casa.
Golpeé a la puerta de cada dama y dije: «El lunes es el cumpleaños
de mamá y quiero darle una fiesta. Quiero que ustedes vengan a las
dos en punto y traigan una torta». Yo invite a treinta mujeres, y cada
una de ellas trajo una torta.
Era la teología de mamá que lloviera o brillara el sol, nosotros
lavábamos la ropa los lunes. Era el día de lavado y nunca nadie
había visto a mamá con los ruleros puestos hasta ese día. Mi madre
estaba llena de orgullo, ¡era tan orgullosa! ¡Ah, ella era la señora de
Joe Kuhlman! Papá era el alcalde, pero mamá manejaba al pueblo.
Así que ella lavó después del almuerzo, con las pinzas de los
ruleros en su cabello. Mamá tomó una pequeña siesta, y yo apenas
podía esperar que todo ocurriera. Vi a la primera dama caminando
por la calle trayendo su torta, ¡yo estaba tan emocionada! Detrás de
ella, un par más. Nunca lo olvidaré, yo estaba en la puerta del frente
y mamá se había despertado con las pinzas de los ruleros en su
cabello; y allí estaba una mujer adelante, era la primera de once
entrando en nuestra casa y ellas le deseaban un feliz cumpleaños a
mi madre. En los próximos quince minutos, veintinueve mujeres
seguían llegando, cada una con una torta. ¡Te diré que tuve mi
desayuno, mi almuerzo y mi cena, por las próximas dos semanas, ya
preparados! Fue simplemente así.
Tenía catorce años de edad, un domingo de mañana, en una
pequeña iglesia metodista. Si alguna vez tú vas a Concordia, esa
pequeña iglesia metodista está todavía allí; no puede sentar a más
de cien personas. Mamá siempre fue a la iglesia para agradar a mi
abuelo, yo fui a la escuela dominical ahí. La única vez que papá
entraba a esa iglesia era en Navidad, cuando yo recitaba. Y con
respecto a mí, mi papá era el único que estaba presente allí cuando
yo recitaba. Yo amaba a mi papá más que a nada en el mundo. A mi
papá lo mataron, lo mataron instantáneamente, y lo mataron antes
de que me escuchara predicar ni una sola vez.
Esa mañana de domingo, después de mi experiencia de
conversión, de regreso a casa, puedo recordar que mis pies no
tocaban el camino. Entré a la cocina, papá nunca iba a la iglesia y allí
estaba, parado sin hacer nada, y me lancé sobre él y dije: «¡Papá,
Jesús acaba de entrar en mi corazón!».
Nunca sabré si papá lo comprendió completamente,
probablemente no. Muy seguido me lo pregunto, pero yo sé qué sé…
10
Solo puedo recordar que se dio vuelta y me dijo: «¡Bebé, me
alegro!».
Ese fue el comienzo, fue tan simple. Desde ese momento en
adelante tuve una gran carga por las almas.
Por los siguientes minutos voy a sacarle la tapa a mi corazón.
Alguien me preguntó hoy si he sido criticada por ser una mujer
predicadora. ¿Quieres saber algo? Yo no me considero una mujer
predicadora, nunca creí que lo sea. Soy una mujer. ¡Querido Dios, si
hubiera sido un hombre! Yo desearía una y otra vez que cuando
papá y mamá tuvieron un hijo, hubiese sido un niño en vez de una
niña; eso me hubiese salvado. Cuando me llamaron Kathryn, una
hermana de mi papá llamó y dijo: «¡Dios mío, no le pongan Kathryn a
esa niña! Todas las mulas en Missouri se llaman Kathryn».
Fui tal desilusión para mamá cuando vine, ella esperaba algo con
un pelo largo, negro como papá, y cuando ella me miró, vio esa
pelusa roja en mi cabeza.
No, yo nunca pienso en mí como una mujer predicadora, les digo
la verdad. Soy una mujer, nací mujer y trato de mantener mi lugar
como una mujer. Permítanme decirles algo a las mujeres: Por favor,
hagas lo que hagas, ¡no trates de ser un hombre! Nacimos mujeres.
Reconozco el hecho de ser mujer y trataré de ser una dama. Nunca
trato de ocupar el lugar ni la autoridad de un hombre. ¡Nunca! Esa es
la razón por la que no tengo iglesia, yo les dejo eso a los hombres.
Soy una mujer, conozco mi lugar, sé a lo que Dios me ha llamado.
Solo puedo decirte que con mi conversión vino esta terrible carga
por las almas. Cuando pienses en Kathryn Kuhlman, piensa solo en
alguien que ama a las almas, eso es todo. No en alguien que está
tratando de construir algo —¡solo para el reino de Dios!—, eso es
todo. ¡Almas, almas, almas! Recuerda, yo entregué mi vida por la
salvación de las almas perdidas. Nada, ¡nada en el mundo es más
importante que las almas! Y con mi conversión vino esta terrible
carga por las almas perdidas. Hasta este mismo día, y tan
recientemente como la semana pasada, recibí un correo de Idaho,
donde comencé a predicar el Evangelio. No tenía ninguna educación.
Le dije al doctor John German el otro día: «Doctor John, aquí
estamos, muros y muros de separación. Tú tienes toda la educación,
aquí estás tú con todos tus títulos, educado más allá de tu
inteligencia, y todo lo que yo conocía cuando comencé era lo que
Jesús hizo por mí, la experiencia del nuevo nacimiento. Es todo lo
que conocía».
Yo sabía que había nacido de nuevo y fui a pequeñas iglesias
denominacionales. Una pequeña iglesia bautista, una iglesia rural
que había estado cerrada por años y meses porque no podían pagar
a un predicador. Les pedí si podía predicar en la iglesia y mi
argumento fue: «De todas maneras está cerrada, ustedes no tienen
nada que perder y puede ser que ganen algo».
En mi primera reunión dormí en la casa de los pavos. Les explicaré
qué es una casa de pavos: es donde empollan los pavos. Una mujer
me dijo: «No tenemos lugar donde ubicarte, todas nuestras
habitaciones están llenas, pero limpiaré la casa de los pavos, si a ti
no te importa dormir allí».
«Yo, ¿dormir en la casa de los pavos?». ¡Hubiese dormido sobre
pilas de paja!, ¡en cualquier lugar!, a causa de lo que había dentro de
mí, si todas las fuerzas del infierno me desafiaran con respecto a mi
llamado a predicar el Evangelio. Es tan real como mi conversión. ¡Es
algo que yo tengo que hacer! Solo tengo que predicar, Él me llamó a
hacerlo. Es algo que yo tengo que hacer así viviera a pan y agua.
Si alguna chica fue llamada a predicar el Evangelio, tú debes
hacerlo. Si Dios te llamó, es genuino; si Dios te llamó, es del
Espíritu Santo. ¡Tú predica, así tengas que vivir a pan y agua, tú
predica!
Nunca he cuestionado mi llamado a predicar el Evangelio.
Nosotros fuimos a predicar a Spokane, Washington, y mi hermana
mayor, cuando escuchó por ahí que su hermana pequeña estaba
predicando, ella se asustó tanto. Yo regresaba de un comercio.
Había gastado mis últimos quince centavos en un par de medias de
nylon para predicar esa noche, era todo el dinero que tenía, cuando
recibí su telegrama.
Ella no me envió un dólar, ella no me envió cincuenta centavos; en
el telegrama ella dijo: «Kathryn, asegúrate de tener clara tu
teología». Y yo no sabía ni siquiera lo que significaba la palabra
teología; no sabía de qué estaba hablando ella, pero sí tenía esa
carga por las almas.
En esas pequeñas iglesias rurales esperaba hasta que los
granjeros terminaran su trabajo y entraran a la pequeña iglesia. Yo
no era muy sabia en mi trabajo personal, pero un granjero nunca
salía de allí a menos que se arrodillara y naciera de nuevo. Era todo
lo que sabía predicar, y si ese lugar no estaba lleno de cristianos, yo
aún tenía que predicar. Había nacido de nuevo. Era todo lo que
sabía; pero, amados, ¡tuve al Maestro más grandioso que cualquier
ser humano haya tenido jamás!, el Espíritu Santo, y ese glorioso
Espíritu Santo comenzó a desplegar, a revelar la Palabra.
Un día, nunca lo olvidaré mientras viva, tuve un dolor, una tristeza.
Una tarde de sábado, caminando hasta el fin de una calle, y
literalmente fue el final de la calle (puedo ir al mismo lugar, puedo ir
al mismo momento, sola, mirando hacia arriba. Amados, es tan real
para mí en este momento como en la hora en la que ocurrió. En ese
momento, no conociendo nada de la llenura del Espíritu Santo, todo
lo que sabía era lo que Él me había enseñado). Eran las cuatro en
punto de esa tarde de sábado, habiendo llegado al lugar en mi vida
donde lo rendí todo. No conocía nada sobre la llenura del Espíritu
Santo, no conocía nada del bautismo del Espíritu; no sabía nada de
hablar en lenguas desconocidas, no sabía nada de cuáles eran las
verdades más profundas de la Palabra. Todo lo que sabía era que
amaba a las almas. ¡Almas, almas, almas! Solo sabía que una
persona estaría perdida si no aceptaba a Cristo como su salvador
personal.
En ese momento, con lágrimas cayendo por mi rostro y mirando
hacia arriba dije: «Tú y yo nos hemos hecho una promesa el uno al
otro». Hay algunas cosas de las que tú no hablas, hay algunas cosas
que son tan sagradas, tan terriblemente personales entre dos seres,
como las que hay entre marido y mujer, cosas que tú no le cuentas a
nadie.
Él sabía que yo sería verdadera mientras mi corazón siguiera
latiendo, y yo sabía que sería verdadera con Él. En ese momento,
cuando me rendí a Él en cuerpo, alma y espíritu, cuando le entregué
todo, todo lo que era mío, supe entonces, amados, lo que quería
decir esa escritura, y tú nunca cambiarás el significado de ella: «Si
alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz
y sígame».
Amados, la cruz es siempre una señal y un símbolo de muerte. Es
un símbolo de muerte.
Esa tarde Kathryn Kuhlman murió, y yo quiero decir murió. Si yo te
dijera que jamás asocio a esa conmigo, te digo la verdad. Yo morí.
Kathryn Kuhlman murió. Si tú nunca has tenido esa muerte a la
carne, no sabes de qué estoy hablando.
Cuando se trata del bautismo del Espíritu Santo, sé en quién he
creído, y no voy a cambiar de opinión. Nadie cree en el bautismo del
Espíritu Santo más que Kathryn Kuhlman. Lo conozco, lo he
experimentado.
¿Quieren saber si soy o no pentecostal? Soy más pentecostal que
los que aparentan serlo. Creo en ello como si estuviera en la Iglesia
primitiva, pero no creo en un montón de fanatismos; no creo en las
manifestaciones de la carne, aunque, amados, yo creo en hablar en
lenguas desconocidas. Pero aún hay personas hoy que hablan en
lenguas desconocidas que nunca han sido bautizadas con el Espíritu
Santo.
Cuando tú eres completamente llenado con el Espíritu Santo, mi
amigo, cuando tú eres bautizado con el Espíritu, cuando tú has
tenido esa experiencia que ellos tuvieron en el Aposento Alto, habrá
una crucifixión de la carne, habrá una muerte a la carne. ¡Créeme!
¡Tú morirás!
Hay muchos cristianos que dicen que han sido llenados con el
Espíritu Santo que nunca han muerto a la carne. «Él no pide vasos
de oro, Él no pide vasos de plata…».
Sabía que si Él hubiera querido algo de eso, Él nunca hubiese
elegido a esa pelirroja y pecosa niña, todo lo que Él necesita es
alguien que muera. Y cuando morí, Él entró y fui bautizada, fui
llenada con el Espíritu. Hablé en una lengua desconocida mientras Él
tomaba cada parte de mí. En ese momento yo le rendí a Él todo lo
que era mío. ¡Todo! Luego, por primera vez, me di cuenta de lo que
quería decir tener poder.
Hemos hablado tanto de milagros, pero tú no tienes que orar por
milagros. Cuando llegas a esa posición donde los dos se encuentran,
tú ves los resultados de ese encuentro y los milagros son
automáticos, no es algo por lo que tú trabajas.
Yo comencé a predicar sobre el Espíritu Santo. ¡Él era tan real
para mí! ¡Oh, estoy tan entregada al Espíritu Santo! ¡Soy una
seguidora tan férrea de Él! ¿No comprenden? Sin el Espíritu Santo
me hubiera hecho añicos, hubiera fracasado, estaría destrozada. No
tendría nada en qué apoyarme. No tendría nada.
Si hubiese nacido con talento, yo podría haberme apoyado en eso;
si hubiese tenido educación, podría usar eso como una muleta, pero
yo no tenía nada. No tengo nada, no tengo una muleta, no tengo
nada en qué apoyarme en la Tierra. ¡Nada! Eso es lo que Dios quiere
decir cuando dice que Él toma lo básico, al menos probable. ¿Por
qué? Para que Él pueda recibir la gloria. Estoy tan entregada al
Espíritu Santo porque yo sé que sin el poder del Espíritu Santo no
tengo nada. ¡Estoy hundida!
¿Quieres que desnude mi alma? En estos grandes servicios de
milagros, antes de salir caminando de detrás de bastidores y de
aparecer en ese escenario, yo muero mil muertes. La caminata más
larga que jamás he hecho es la que hago de detrás de bastidores, de
detrás de las cortinas hasta pararme detrás del púlpito. Porque sé
mejor que nadie que yo no tengo nada, ¡absolutamente nada! ¡Nadie
en el mundo lo sabe mejor que yo! Muero mil muertes cuando hago
esa caminata. Y sonrío. ¡A veces creo que camino tan rápido! No soy
consciente de ello, pero me doy cuenta de que lo hago porque
apenas puedo esperar a que esa unción venga sobre mí. Sé, cuando
estoy parada allí, frente a esa multitud, que hay personas allá afuera
que han hecho grandes sacrificios para venir, personas con cáncer,
alguien que ha perdido la esperanza. ¡Soy tan consciente de eso! Sin
embargo, sé que no se los puedo dar, sé que no tengo virtud
sanadora, no tengo ningún poder sanador. ¡Por favor, créanme! Sin
el poder del Espíritu Santo estoy hundida.
Nunca nadie jamás escuchará a Kathryn Kuhlman presumir de
ningún don, y creo en los dones. ¡Oh, mis hermanos y mis preciosas
hermanas en el Señor!, creo en ellos con cada átomo de mi ser. De
hecho, creo tanto en los dones del Espíritu, que no creo que haya
solo nueve dones, creo que hay muchos más. No lo limites a Él.
¡Hagas lo que hagas, no lo limites!
Amados, no solo creo en los dones del Espíritu Santo, creo que
deberíamos ver los dones del Espíritu operando en cada iglesia en
América, y cuanto más nos acerquemos al final de esta
dispensación, más vamos a verlos. ¡Prepárense!, estamos viviendo
en los momentos culminantes de esta dispensación. Te estoy
hablando de algo vitalmente importante, oro porque Dios el Espíritu
Santo llame a hombres y a mujeres que están dispuestos a morir a sí
mismos, hombres y mujeres a quienes Él usará.
Amados, creo en los dones y en la operación de los dones del
Espíritu, pero también creo que quien recibe uno de los dones o
cualquier número de ellos, no andará presumiendo. Me asusto
cuando alguien viene a mí y dice: «Señorita Kuhlman, yo tengo ese
don».
Hay algo acerca del Espíritu Santo. A veces creo que tú y yo nos
familiarizamos tanto con Dios que perdemos de vista que Él es un
Dios Santo para ser reverenciado y adorado. A veces creo que nos
familiarizamos demasiado cuando hablamos de Jesús. ¡Oh, el poder
que hay en el nombre de Jesús! Yo solo puedo contarte de mi
relación con Él, eso es todo. ¡Él es tan maravilloso! ¿Tú te das
cuenta de que Él es el poder de la Trinidad? ¡Él es más real para mí
que cualquier ser humano!
Vivo una vida muy solitaria. Cuando no estoy en medio de la
multitud, estoy sola, Él es todo lo que tengo. Aprendí a seguirlo a Él,
Él no es una Persona a la que yo pueda usar. ¿Tú sabes?, las
personas han tratado de usar al Espíritu Santo por tanto tiempo. Si
tratamos de usarlo, nos hemos metido en problemas. Esa es la razón
por la que nuestros testimonios son tan vacíos y sin poder. Es por
eso que se han ido a la carne.
Cuando tú realmente amas a alguien sabes qué le gusta, qué lo
hace reír. ¿Lo conoces como Persona? No solamente en haber
hablado en lenguas, estoy hablando de conocer en verdad a una
Persona. No me atrevería a presumir de ninguno de los dones,
porque después que todo se haya dicho y terminado, aún es el
Espíritu Santo usando al vaso vacío. ¡Es aún el Espíritu Santo, es
aún la Persona! Todo lo que tengo que hacer es proporcionar el
vaso. ¡Eso es todo! ¡Mi hermano, tú lo intentaste tantas veces! Tú
luchaste con tus fuerzas y estás agonizando. La última vez ¡luchaste
tanto! ¡Solo deja de luchar y ríndete! ¡Solo deja de intentarlo y
ríndete!
Yo no tengo muchas cosas que desaprender, estoy feliz de ser
estúpida. Vi al doctor German la semana pasada con todos sus
títulos y pensé: «Pobre amigo». Solía envidiar al hombre que tenía
todos esos títulos, pero ahora estoy feliz de que no soy lo
suficientemente inteligente. Estoy tan feliz de ser lo suficientemente
estúpida para creer que el poder más grande del mundo es el
Espíritu Santo.
Esa es la razón, amados, por la cual, cuando esos milagros
ocurren hasta este mismo día, yo me asombro como si nunca antes
hubiese visto ocurrir un milagro en toda mi vida. Estoy tan
asombrada como cualquier otra persona, tal vez más. Porque sé
mejor que nadie que no tengo nada que ver con ello —«No con
ejército ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los
ejércitos»—. ¿Y por qué no es con fuerza? ¿Por qué no es con
poder? Es que Él tuvo que elegir lo más débil, lo peor, lo menos
probable del mundo.

9 Primera de Corintios 1:27.


10 Un comentario personal. Creo que se refiere al hecho de que la atormentaba el no saber
si su amado padre fue salvo, pero en su interior «sabía que sabía» que era salvo, debido a
la convicción del Espíritu Santo, y no por tener evidencias de esto.
EL SECRETO DE LOS
MILAGROS REVELADO EN LA
VIDA DE JESÚS
Tal vez la pregunta que más me hacen es: ¿Cuándo se dio cuenta
de que Dios le había dado este ministerio de sanidad? Quiero dejar
algo muy claro desde el principio, y ese es el hecho de que Kathryn
Kuhlman no es una sanadora por fe.
Si tú olvidas todo lo que escuchaste sobre mí, siempre recuerda,
Kathryn Kuhlman nunca ha sanado a ningún ser humano. No tengo
ningún poder sanador, no tengo virtud sanadora, ni siquiera me
atrevería a decir que Dios me ha dado el don de la fe o el don de
sanidad, ni siquiera diría que tengo algún don del Espíritu. Porque
estoy tan convencida de que si una persona ha sido tan ricamente
bendecida, y si a esa persona se le ha dado cualquier don, será algo
tan sagrado, algo tan precioso, que esa persona lo guardará muy
cuidadosamente. El Espíritu Santo nunca presumirá o alardeará de
ese don.
Cuando algunas personas vienen a mí, muy presumidas,
jactándose de algún don que el Espíritu Santo les ha dado, yo huyo.
Porque conociendo a la Persona del Espíritu Santo, he aprendido
que Él siempre glorifica a Jesús, siempre magnifica a Jesús. Él
nunca es presumido, nunca.
Cuando a alguien se le ha dado algún don del Espíritu, esa
persona siempre reconocerá que aún es el poder sobrenatural de
Dios, todavía es el poder del Espíritu Santo. El Espíritu Santo, a
través de ese don, y a través de ese canal rendido —ese vaso
rendido—, va a glorificar y magnificar continuamente a Jesús.
No, mi amigo, no tengo poder sanador, no tengo ninguna virtud
sanadora, quiero que eso se comprenda claramente. Por unos
minutos, tú y yo tendremos una buena conversación de corazón a
corazón, y trataré, tan simplemente como pueda, de alcanzar tu
entendimiento con respecto a la llave de estos grandiosos milagros
que ocurren.
Poco conocimiento y una sobreabundancia de celo siempre
tienden a ser hirientes. ¡Y en el área de todas las verdades
espirituales eso puede ser desastroso! ¡Muy desastroso!
No hace mucho tiempo, una persona bienintencionada me pintó
un retrato al óleo. Para el artista, ¡era una obra maestra!, pero en el
estudio de radio estaba con el ingeniero de sonido cuando
desenvolví el cuadro. Él le dio un vistazo y tranquilamente comentó:
«Una sobreabundancia de buenas intenciones, pero sin talento».
A menudo esa es mi reacción ante muchos que tienen mucho que
decir sobre la fe, que proclaman conocer todo acerca de la sanidad
divina. Esos que profesan ser autoridades en la materia, esos que
dicen tener todas las respuestas con respecto a la manifestación del
poder de Dios, hasta el punto de juzgar a aquellos que reciben
sanidad de la mano dadora de Dios.
En los principios de mi ministerio, me perturbaron muchas cosas
que vi ocurrir en el campo de la sanidad divina. Me confundí con
muchos de esos métodos que vi emplear, me disgustaban. Fui
testigo de la falta de sabiduría con la que actuaban, ninguna de las
cuales podía yo asociar de ninguna manera con la acción del
Espíritu Santo o incluso con la naturaleza misma de Dios. Y hasta
este mismo día, nada me es más repulsivo que la falta de sabiduría,
y estoy diciéndolo muy suavemente cuando digo falta de sabiduría.
Hay una cosa que no puedo soportar, es el fanatismo, las
manifestaciones de la carne que traen reproche sobre algo que es
tan maravilloso, ¡algo que es tan sagrado! Demasiado a menudo he
visto gente enferma, arrastrando sus cuerpos cansados y debilitados
de un servicio de sanidad, habiéndoseles dicho que ellos no fueron
sanados simplemente por su falta de fe. ¡Mi corazón late por esas
personas! Ellos saben cómo luchan, día tras día, tratando
desesperadamente de obtener más fe, y luego, cuando no son
sanados, son reprendidos por el hecho de que no tuvieron fe para
ser sanados, «que si hubieran tenido suficiente fe, ellos habrían sido
sanados».
Yo pude ver la derrota en sus rostros. Vi que, a causa de su falta
de enseñanza, de su falta de conocimiento, ellos estaban mirándose
a sí mismos casi hasta el punto donde estaban tratando de sanarse
a sí mismos con sus propias fuerzas; en lugar de mirar al gran
médico, en vez de mirar a quien es el autor y el consumador de
nuestra fe, Jesucristo el hijo de Dios. Es casi como si fuera algo que
ellos pudieran manufacturar, algo en lo que pudieran trabajar, algo
que pudieran sacar de sus bolsillos, mirarlo y decir: «¿Tuve
suficiente fe? No fue suficiente la calidad, la cantidad, para sanar mi
pobre cuerpo enfermo». Olvidando así al gran Médico. Olvidando el
poder del Espíritu Santo. Mirándose a ellos mismos, en lugar de
mirar a Dios.
¿Pero cuál era la respuesta? Una y otra vez yo me hacía esa
pregunta a mí misma. ¿Por qué algunos son sanados y otros no?
¿No había bálsamo en Galaad?11 ¿Era la fe algo que podía ser
manufacturado o que se podía trabajar en uno mismo? ¿Era algo
que se podía obtener por la propia bondad o estatus moral? ¿Es
algo que tú podrías procurar intercambiar por servir al Señor? ¿O
por benevolencia?
¡Yo sabía que Dios no podía mentir! Sabía que Él lo había
prometido, porque creía cada palabra en la Biblia; sabía que la
promesa estaba allí, que Él era Todopoderoso. Yo sabía en mi
corazón que había sanidad, porque había visto la evidencia en
aquellos que habían sido sanados. ¡Era real, era genuina! Era una
parte de Dios mismo, era su promesa.
¿Pero cuál era la clave? No podía ver la mano de Dios en el celo
de los hombres, y vi el daño que había sido hecho en atribuir todo a
la falta de fe por parte del individuo que no recibió la sanidad.
Dentro de mí estaba destrozada, mi corazón estaba hecho trizas.
Mi corazón me decía que no podía hacer nada, mi mente me decía
que por la ignorancia y la falta de conocimiento espiritual estaban
aquellos que traían reproche sobre algo que era sagrado, algo que
era maravilloso, algo que Dios había prometido a todos.
Ningún predicador, ningún teólogo tuvo que decirme que el poder
de Dios era real y que Dios no conocía milagros tales como los
antes mencionados; yo estaba segura de esos hechos, los leí en la
Palabra de Dios, la Palabra estaba allí. La promesa había sido dada.
Seguramente Dios no cambió de opinión y, ciertamente, no canceló
la promesa. No creo que alguien haya deseado la verdad más que
yo. Parecía como que había buscado la verdad toda mi vida. Aun en
esta misma hora, no creo que haya una persona que esté más
hambrienta por las cosas del Espíritu, no hay una buscadora más
grande de su verdad que yo.
Recuerdo bien la noche cuando caminé por la gran carpa donde
estaba siendo dirigido el servicio de sanidad divina. La mirada de
desesperación y desilusión en sus rostros, cuando se les dijo que
era su falta de fe la que los estaba alejando de Dios, me obsesionó,
me angustió por semanas.
¿Era este entonces el Dios de misericordia?, ¿era este el Dios de
gran compasión? Recuerdo que esa noche, con lágrimas cayendo
por mi rostro, miré hacia arriba y clamé: «¡Se han llevado a mi Señor
y no sé dónde lo han puesto!». Recuerdo haber ido a mi habitación
llorando desconsoladamente, pidiendo luz sobre este asunto. Puedo
llevarte al mismo momento, puedo tomar tu mano y caminar contigo
por la calle donde caminé esa noche; puedo llevarte a la misma
habitación, en esta hora, cuando oré como nunca antes y lo busqué
a Él como nunca antes.
Afortunadamente, había aprendido una muy valiosa lección
espiritual en mi ministerio, una que iba a venir en mi ayuda ahora.
Yo sabía que la única manera de llegar a la verdad era venir con
sinceridad, con absoluta honestidad de corazón y mente, y permitir
que el Señor mismo dé una de sus benditas revelaciones a través
de Su Palabra, hacer su presencia real y su verdad conocida.
Si tú quieres verdad real, ve a Él, Él es la fuente de toda verdad.
Si tú quieres conocimiento, si tú quieres conocer el camino, Él es
perfecto conocimiento, Él es absoluta autoridad. ¡No hay autoridad
más grande que el Espíritu del Dios Viviente!
A veces creo que nosotros, tal vez con gran sinceridad y en
nuestra búsqueda de la verdad, vamos a otras fuentes en vez de ir a
la verdadera y real fuente, el mismo Dios Todopoderoso, y Él revela
la verdad a través de Su Palabra. No hubo ningún momento en mi
búsqueda en que yo confesara usar una palabra de infalibilidad. Yo
no busqué como una dogmática ni como una persona de mente
cerrada, sino solo como alguien que estaba aprendiendo
diariamente, dispuesta a ser guiada por el Espíritu Santo, anhelando
que el Padre me enseñara; hambrienta de conocimiento espiritual
más profundo, no de los hombres, sino de Dios. Y yo fui a la
autoridad más alta y busqué de Él la gran revelación. Esperé
deseosa y atenta la respuesta, y pude ver que siempre llegará.
Una noche, durante una serie de sermones que yo estaba
dirigiendo, una muy fina mujer cristiana estaba sentada en la
audiencia y dijo: «Señorita Kuhlman, por favor, antes de que usted
dé el sermón esta noche, ¿puedo dar un testimonio con respecto a
algo que sucedió anoche mientras usted predicaba?».

Yo asentí con la cabeza, recordando totalmente lo que había hablado la noche


anterior sobre la Persona del Espíritu Santo. En ese momento yo conocía muy
poco con respecto a ese maravilloso compañerismo, esa constante comunión con
el Espíritu Santo, pero me había sido dado un simple mensaje con respecto a la
presencia del Espíritu Santo. Yo recordaba claramente el sermón y la esencia de
ese mensaje.

Dios el Padre estaba sentado en su Trono e iba a dar un muy


buen y perfecto regalo. A su mano derecha estaba su Hijo
Unigénito, a través de quien recibimos la salvación y la sanidad para
nuestros cuerpos, y en quien cada necesidad de nuestras vidas es
satisfecha. El Espíritu es el único miembro de la Trinidad que está
aquí en la Tierra, trabajando en conjunción con el Padre y con el
Hijo. Él está aquí para hacer todo lo que Jesús haría por nosotros, si
estuviera aquí en persona.
Esa fue una parte del mensaje que yo había dado. Escuché
entonces lo que esa mujer dijo:

Mientras usted estaba hablando del Espíritu Santo, diciéndonos que en Él había
poder de resurrección, sentí el poder de Dios fluir por mi cuerpo (aunque nadie
había estado hablando respecto a sanar a los enfermos) y supe,
instantáneamente y definidamente, que mi cuerpo había sido sanado; y estaba tan
segura que era así, que fui a mi doctor hoy y verifiqué mi sanidad.

El Espíritu Santo fue la respuesta, una respuesta tan profunda


que ningún ser humano puede escudriñar en toda la dimensión de
su poder, y, no obstante, es tan simple que la mayoría de las
personas lo omiten. Yo tenía mi respuesta. Comprendí esa noche
por qué no había necesidad de una fila de sanidad ni de ninguna
virtud de sanidad en una tarjeta o en una personalidad. No había
necesidad de exhortaciones apasionadas, locas y desenfrenadas
para tener fe.
Ese fue el comienzo del ministerio de sanidad que Dios me ha
dado. Extraño para algunos por el hecho de que han sido sanados
simplemente estando sentados, quietos en la audiencia, sin ninguna
demostración en lo absoluto, ¡ninguna! Muy a menudo ni un sermón
es predicado, muchas veces ni siquiera una canción había sido
cantada, ninguna demostración en voz alta. Nada de llamar a Dios a
los gritos como si Él fuera sordo, sino en la misma quietud de su
presencia.
Ha habido tiempos, cientos de veces, cuando en un gran servicio
de milagros había tanto de la presencia del Espíritu Santo, que
literalmente uno podía casi escuchar el latido, el ritmo de los latidos
de los corazones de miles de personas al unísono. En la quietud de
ese momento, más de una vez, yo deslicé mis pies fuera de mis
zapatos porque el suelo donde estaba parada era suelo santo. Sin
gritos, sin manifestaciones de la carne, sin amonestaciones, solo la
misma presencia del Espíritu Santo.
Ese fue el comienzo del ministerio de sanidad que Dios me ha
dado. Hubo muchos momentos cuando yo realmente me quedé
asombrada del gran movimiento del Espíritu Santo, en los que Su
poder estaba tan presente en mi propio cuerpo que tuve que luchar
para permanecer sobre mis pies. Muchas veces la misma Presencia
sanó los cuerpos enfermos ante mis ojos, y me quedé sin palabras
sabiendo mejor que nadie que yo no tenía nada que ver con esas
sanidades, nada en lo absoluto.
Mi propia mente estaba tan rendida al Espíritu que yo sabía
exactamente la persona que había sido sanada, cuál era la
enfermedad, la aflicción y, en algunos casos, el mismo pecado en
sus vidas. Y, no obstante, hasta esta misma hora no finjo, ni
pretendo decirte por qué o cómo algunos se sanan y otros no. ¡Yo
no sé!
Estaba segura de dos cosas: primero, que yo no tenía nada que
ver con lo que estaba sucediendo. Segundo, yo sabía que era el
poder sobrenatural de Dios Todopoderoso. He estado satisfecha
dejándole el porqué y el cómo a Él, porque si conociera las
respuestas a esas dos preguntas, entonces yo sería Dios.
A la luz del gran amor de Dios y de su tierna misericordia y
compasión, el Espíritu Santo me reveló mi inutilidad, mi impotencia.
Su grandeza fue abrumadora, yo era solo una pecadora salvada por
la gracia de Dios, el poder era de Él, la gloria era de Él. Y hay algo
que descubrí hace un largo tiempo atrás, es el hecho de que Él no
compartirá la gloria, Él no compartirá la alabanza con ningún ser
humano; la gloria, la alabanza, será de Él por siempre y para
siempre.
A veces creo que nuestra principal dificultad es que nosotros
buscamos la sanidad en lugar del sanador. ¿De qué sirve buscar la
luz y despreciar al sol? La mujer que tenía ese flujo de sangre no
estaba luchando por hacer una fila de liberación por el poder de
aprehensión mental, todo lo que ella quería hacer era llegar a Jesús.
Todo lo que ese pobre desgraciado hizo, en el camino a Jericó, fue
clamar con ese llanto desgarrador la historia de su propia
impotencia y su creencia en el amor, en el poder y en la compasión
de Jesús de Nazaret. Aunque nuestro bendito Señor le dijo que a
causa de su fe Él ya lo había hecho libre, estoy segura de que la fe
que él tenía fue dada por el Señor mismo.
La presencia del Nazareno fue la fuente en los días de antaño, y
es la presencia de Jesús —el poder del Espíritu Santo— la fuente
de nuestra fe en estos días de duda e incredulidad. Porque la
Palabra dice: «Sin mí, nada podéis hacer».
Que yo pueda exhortarlos: ¡Quita tus ojos de ti mismo!, quita tus
ojos de tu propia fe. Deja de luchar, y en este momento míralo a Él,
quien es el autor y consumador de nuestra fe, el Señor Jesucristo;
porque cualquier fe que yo pueda tener, es Él quien me la ha dado.
Cualquier fe que tú tengas, o que alguna vez tendrás, es Él quien te
la dará.

11 Hace referencia a Jeremías 8:22.


EL PODER DE DIOS
Kathryn Kuhlman murió hace años, murió a la carne, murió a ella
misma para que Jesús pueda ser levantado. «Oro que ninguna
persona en el mundo, en ningún momento, jamás ponga sus ojos en
tu sierva. Estamos aquí para levantar a Jesús, que Él reciba toda la
gloria. Ahora, abre nuestro entendimiento a las verdades profundas
de la Palabra, porque nada es más importante que tu Palabra. ¡Oh,
que yo pueda comprender la Palabra hoy!, y que podamos
comprender la personalidad del Espíritu Santo mejor de lo que la
hemos entendido antes. Por el amor de Jesús te lo pedimos.
Amén».
Aprendí hace mucho tiempo que siempre puedes confiar en el
Espíritu Santo, pero tú nunca puedes usar al Espíritu Santo. Es una
hermosa experiencia cuando el Espíritu Santo usa al vaso, y eso es
lo que quiero que Él haga hoy. En el momento en que yo siento al
Espíritu Santo, Él está listo para derramarse para la sanidad de los
cuerpos enfermos. Comenzaremos inmediatamente con todo este
secreto de seguir al Espíritu.
Voy a ser muy práctica en lo que tengo que decir, porque creo que
necesitamos algo de buena y práctica enseñanza en esta hora tan
importante. Estamos viviendo en la hora más grande de la Iglesia, y
lo digo sin temor a equivocarme. Oro a Dios que cada ministro del
Evangelio, el pastor de cada iglesia, cada sacerdote, cada rabí,
capte la gloriosa visión de la hora en la que estamos viviendo.
Desearía poder estar en la cima de una montaña, desearía poder
darte los hechos con respecto a la Palabra de Dios. Y recuerda algo,
digo esto sobre la autoridad de la Palabra de Dios; esta Palabra no
necesita ninguna defensa. Sepan eso. No estoy aquí para defender
la Palabra de Dios.
Estamos viviendo en los momentos culminantes de esta
dispensación, y esta es la hora cuando literalmente Él va a derramar
su Espíritu sobre toda carne. Ese es el porqué de todos estos
milagros. Ese es el porqué de la gran manifestación que está
sucediendo aquí en estos servicios. Eso es lo que está sucediendo
aquí en América, eso es lo que está sucediendo por todo el mundo.
Una de las más grandiosas emociones de mi vida fue varios meses
atrás, cuando tuvimos un gran servicio de milagros en el Congress
Hall, en Jerusalén; y si el Señor se demora, vamos a regresar el
próximo año.
Fue una de las más grandiosas experiencias de mi vida, yo
siempre quise hacerlo porque sabía que después del rapto de la
Iglesia no tendremos el privilegio. Porque yo no espero estar
después del rapto; tú puedes quedarte, si quieres, pero yo quiero
irme. Cuando el Espíritu Santo se vaya, yo me voy también.
¿Quieren saber qué es lo que está reteniendo todo? Es aún la
Presencia y el poder del Espíritu Santo en el mundo. Pero cuando el
Espíritu Santo se vaya, cuando la Iglesia se vaya, no me busquen,
no estaré andando por aquí.
¡Qué privilegio es celebrar un gran servicio de milagros! Todo
comenzó con la llegada del Espíritu Santo en Jerusalén, y allí es
donde todo va a terminar también. ¡Oh, todo fue emocionante en
Congress Hall! Sé que muchos de ustedes han estado en Jerusalén.
Había miles de personas allí, estaba lleno a capacidad. En los
alrededores, el auditorio estaba lleno, se desbordaba afuera de
personas hambrientas por Dios. Había treinta y siete naciones
representadas en un solo servicio. ¡Eso es lo que está sucediendo!,
¡es una hora emocionante! Parece casi como una reunión de
Naciones Unidas. Porque ahí yo estaba hablando en inglés y había
intérpretes traduciendo en muchos idiomas. En la delegación de
Francia había treinta y siete hermanas católicas con sus hermosos
hábitos. Treinta y siete naciones, treinta y siete lenguajes diferentes,
y yo estaba hablando en el lenguaje americano sobre la unción del
Espíritu Santo.
Nosotros trabajamos juntos, nos reímos juntos, fuimos bendecidos
en el Espíritu. Todavía contengo la bendición. Pero el Espíritu Santo
habla un lenguaje universal. ¡Yo creo eso! Y entonces, de repente,
cuando el poder de Dios comenzó a caer, cuando el poder del
Espíritu Santo comenzó a extenderse a la gran audiencia (recuerda
que había sacerdotes católicos allí de todo el mundo, había jefes de
la Iglesia ortodoxa allí, muchas túnicas clericales. Estaban allí altas
autoridades de todas las denominaciones, líderes protestantes,
miembros del clero, con nuestras diferencias cuando se trata de
teología), cuando el poder del Espíritu Santo comenzó a caer en ese
lugar, nosotros olvidamos todas nuestras pequeñas diferencias en
las verdades doctrinales. ¡Las olvidamos! Y cuando, en un
momento, el poder de Dios estaba cayendo, ¡los vi a ellos —cerca
de doscientos— postrados sobre el púlpito! ¿Qué fue eso? «Y en los
últimos días derramaré de mi Espíritu sobre toda carne».12
Eso no podría haber sucedido veinticinco años atrás, ni quince, ni
diez años atrás. Eso, mis amigos, está sucediendo hoy. Su poder se
está presentando, está saliendo a la luz. El catolicismo está
experimentando un gran derramamiento del Espíritu Santo, nuestras
iglesias protestantes están experimentando un gran florecimiento.
Miles de hombres y mujeres están recibiendo el bautismo del
Espíritu Santo.
Yo creo en el bautismo del Espíritu Santo, creo en los frutos del
Espíritu, creo en los dones del Espíritu Santo. Iré más allá al decir
que creo en más que solo los dones del Espíritu que están
mencionados en la Palabra de Dios, porque Él dio al Espíritu Santo
sin medida. Hay más de lo que la mayoría de nosotros nos damos
cuenta. Veo algo y, simplemente, no tengo la habilidad de expresar
lo que veo, lo que sé en el Espíritu.
Nadie en este gran auditorio está más hambrienta por más del
Espíritu que quien les habla. Cada átomo de mi ser está clamando
por más. Nunca he conocido un deseo por comida en mi cuerpo —y
he tenido hambre algunas veces en mi vida—, pero nunca he
conocido ansiedad por comida en mi cuerpo. Nunca conocí tal
deseo por agua, como yo tengo hambre y sed de las cosas del
Espíritu.
Tú y yo solo hemos tocado la superficie, eso es todo. Solo la
superficie. En todo servicio de milagros hemos visto la manifestación
de su poder, y me quedo asombrada sabiendo que no tengo nada
que ver con lo que está sucediendo. No tengo parte en ese servicio
en lo absoluto. Estuve allí casi como una espectadora y observé el
mover del Espíritu Santo. Y me fui tan hambrienta, sintiéndome
como una niña pequeña. Es la mejor manera en que lo puedo
expresar: «Parada en la orilla del mar, levantando una pequeña
piedra con mi balde y pala, con ese autobús de arena allí, de
repente miré hacia arriba y vi el vasto océano delante de mí, y dije:
«Hay más. ¡Oh, Dios, dame algún pez!».
A veces creo que algunos de nosotros, quienes somos parte de
este gran movimiento carismático (llámalo como quieras, de verdad
no sé cuál es la palabra correcta para usar; es como cuando hablo
del poder demoledor de Dios, no sé cómo llamarlo. Entonces solo lo
llamo caer bajo el poder. No sé cómo más decirle, porque son cosas
espirituales. Estas son cosas espirituales y tenemos que pedirle a
Dios por nuestra ignorancia, porque esto está más allá de nuestra
inteligencia y es más grande que el vocabulario de los hombres), a
veces, en el medio de este gran derramamiento del Espíritu Santo,
nos quedamos colgados en el éxtasis de todo esto, nos colgamos
en la emoción de todo esto.
¡Esa experiencia es maravillosa! Y yo creo en hablar en lenguas
desconocidas, tengo que creer, porque está en las Escrituras. Pero
tengo que decirte algo: ningún hombre, ninguna mujer, ningún
cristiano necesita ser enseñado para recibir el bautismo del Espíritu
Santo. Tú no necesitas que yo te dé instrucciones de cómo recibir el
bautismo del Espíritu Santo. El bautismo del Espíritu Santo es un
poco más que solo un montón de balbuceos, es algo intangible.
Recuerda: Él es perfecta sabiduría, Él es perfecto conocimiento, y
cualquier cosa que el Espíritu Santo hace es absoluta perfección.
Cuando el Espíritu Santo habla, Él habla en un lenguaje perfecto.
Mucho de lo que está etiquetado con «Espíritu Santo» ¡no es el
Espíritu Santo en lo absoluto!, es la carne. Y muchas de nuestras
manifestaciones, mis amigos —lamento decirlo—, son la carne. Una
pequeña emoción de este éxtasis.
Me temo que algunos se desilusionaron. Tú crees que fuiste
llenado del Espíritu Santo, que recibiste el bautismo del Espíritu
Santo, pero, mi amigo, la verdadera prueba de haber sido llenado
con el Espíritu Santo es la vida que tú vives después de ese
bautismo. Es algo más que ruido. No es cuán alto uno ora, es lo que
tú tienes en tu corazón. A veces el que grita más alto es el que tiene
menos en su interior. Ellos lo usan como una muleta.
Algunas de las más maravillosas oraciones que he orado en mi
vida, algunas de las más grandes respuestas a la oración que he
recibido, la carga era tan pesada que no podía hablar una palabra
audible, la carga era tan densa, que solo encomendé mi ser a Él. Lo
que fue dicho no fue audible, pero vino desde aquí, desde mi
corazón. Y Él escuchó el clamor en esa lágrima cayendo. Vamos a
aprender cómo adorarlo a Él, vamos a aprender de esa gloriosa
personalidad del Espíritu Santo.
Hay muchas personas que profesan el bautismo del Espíritu
Santo y que no conocen nada acerca de la Persona del Espíritu
Santo. Y quiero decir algo sobre el bautismo del Espíritu Santo;
debo decirlo, es muy importante porque esto es lo que está
sucediendo por todo el mundo. Es el gran derramamiento, y ¡todas
las fuerzas del infierno no lo detendrán! ¡Tú no puedes detenerlo!
¡Satanás mismo no será capaz de detenerlo! Es algo que está en el
calendario. Es algo bíblico. Es algo sagrado.
Hablamos del poder de las noticias. Creo que nos hemos vuelto
tan negativos. ¡Nos hemos vuelto tan negativos en nuestros medios
de comunicación!, ¡nos hemos vuelto tan negativos sobre las cosas
que nos rodean! ¡Deja de pensar negativo! ¡Esta es nuestra hora
más magnífica!
Estoy tratando de hacerte ver algo, hay más que solo hablar en
lenguas desconocidas. Digo esto porque hay muchos que vienen
con orgullo espiritual. Todos los que piensan: «Yo creo que tengo
todos los dones del Espíritu, porque yo recibí el bautismo del
Espíritu Santo y he hablado en lenguas desconocidas».
¡Amado, ten cuidado! El pecado más grande que he visto entre
los cristianos es el orgullo espiritual. Se volvieron al fanatismo. He
visto cómo los que han realizado las más grandes profesiones
espirituales están tan secos como las palomitas de maíz del año
pasado. Ellos siguen temblando y sacudiéndose, pero el Espíritu
Santo ya se fue —«Pero él no sabía que el Espíritu se había ido».
Nunca celebré un servicio de milagros en el que no haya recibido
un bautismo fresco, una llenura fresca del Espíritu Santo. ¡Nunca!
Es algo constante esa gloriosa personalidad del Espíritu Santo.
¿Has aprendido esa gloriosa experiencia de seguirlo a Él? —«Los
que son guiados por el Espíritu…»—.13 Cuesta mucho, pero vale la
pena el precio.
Pesé el costo hace mucho tiempo, va a costar la muerte del yo.
Es más que solo éxtasis, es más que solo la emoción del momento.
No estoy hablando de eso, yo también conozco el éxtasis, he sido
bautizada con el Espíritu Santo. Jesús mismo te bautiza con el
Espíritu Santo, es como si tus pies no tocaran más el piso mientras
caminas. ¡Tú no puedes dormir en la noche por la gloria que está
sobre ti! Tú estás aún en este mundo, esto mortal no se ha
convertido en inmortalidad todavía; esto que es corrupción no se ha
transformado en incorrupción.
Tenemos una gran responsabilidad delante de los hombres, más
que nunca antes, porque con estas maravillosas experiencias
espirituales también vienen las responsabilidades —«¡Yo quiero que
me confíe con más!»—. Él nunca te confiará más hasta que tú le
hayas probado que Él puede confiar en ti con lo que ya te ha dado.
Ser guiado por el Espíritu significa que tú lo sigues a Él. ¿Sabes lo
que quiere decir estar tan muerto a uno mismo? Tú no tienes más
una voluntad propia. Estoy hablándoles a hombres y mujeres en
este lugar, que son parte del movimiento carismático, que no saben
nada de lo que estoy hablando.
Cuando hablo de dos voluntades volviéndose una es que tú llegas
al lugar donde rindes tu voluntad a Su voluntad. Sería una tonta si te
dijera que es fácil. No hay éxtasis en eso, no hay griterío en eso, no
hay exhibición externa en eso. Eso, mi amigo, requiere muerte.
Estoy hablando de una muerte a uno mismo. Y tú no puedes seguir
al Espíritu ni ser guiado por Él hasta que primero las dos voluntades
se vuelvan una, Su voluntad.
Ahí es cuando llegas al lugar donde tú, siendo hijo de Dios, no
sabes cómo orar. Tú amas la voluntad de Dios más que nada en
este mundo, necesitas su voluntad. Quieres su voluntad, pero no
sabes cómo orar. Recuerda que hay uno que conoce la perfecta
voluntad de Dios, y Dios tiene una perfecta voluntad para cada uno
de ustedes. Tú estás viviendo en la voluntad permisiva de Dios —si
tan solo supieras—, tú puedes verdaderamente conocer la perfecta
voluntad de Dios para ti. Te sorprenderías, te asombrarás, pero tú
no puedes tener esa perfecta voluntad hasta que pagues ese precio
de completa rendición, de muerte al yo. La mayoría de nosotros
estamos viviendo aún en la voluntad permisiva de Dios.
Hay más, ¡hay mucho más! Y cuando no sabemos cómo orar,
nosotros tenemos que aprender el secreto del silencio. Nadie
enseña más sobre el silencio: «Estad quietos», o «estad
callados».14 Todo el poder y la fortaleza que hay en estar callados y
dejarlo a Él hablar; y Él, quien conoce la perfecta voluntad de Dios,
hablará a tu corazón.
¿Verdaderamente conoces la personalidad del Espíritu Santo?
¿Realmente? ¿Realmente conoces ese maravilloso compañerismo
con el Espíritu Santo? Hay un éxtasis, por supuesto, en ese
momento cuando recibes el bautismo del Espíritu Santo. Nadie pude
conocer ese compañerismo cercano con el Espíritu Santo sin haber
sido llenado con el Espíritu Santo. No puedes. ¡Yo no podría vivir!
¡Yo no querría vivir ni un día sin la comunión con el Espíritu Santo!
Sé lo que quería decir Pablo cuando habló de la gracia del Señor
Jesucristo. Vemos esa maravillosa gracia manifestada de modo que
ninguno de nosotros puede estar sin ella. Sin la gracia ninguno de
nosotros puede recibir ni la más pequeña bendición de su mano. En
cada servicio de milagros me quedo asombrada cuando veo la
gracia del Señor manifestada en que la persona menos probable
recibe la sanidad.
Yo no comprendo por qué esa persona recibió esa sanidad. No lo
sé. Alguien que nunca buscó a Dios en toda su vida y, sin embargo,
esa persona es instantáneamente sanada por el poder de Dios. ¡Oh,
es su gracia! Y nosotros estamos viviendo en una hora de gracia y
misericordia, en una hora del amor de Dios. ¿Y dónde estaríamos
nosotros sin ese amor? Estoy apostando todo lo que tengo a su
amor. ¡Estoy apostándolo todo!
Hay más, la vida de la que estoy hablando es una vida solitaria. A
veces me siento como la persona más solitaria del mundo. Tú dices:
«Pero Kathryn Kuhlman, ¿cómo puedes decir eso? ¡Con las miles y
miles de personas que te rodean!». Lo sé, es eso de lo que estoy
hablando, de la responsabilidad. Cuando las personas me ven,
dicen: «¡Por favor, ore!». Yo no recibo una carta que no comience
con «¡Por favor, ore!», todavía no he recibido un telegrama que no
comience con «¡Ore, por favor!». Nunca me encuentro con una
persona en la calle que no me diga: «¡Por favor, ore por mí!». Nunca
me subo a un ascensor sin que me digan: «¡Ore por mí, por favor!».
¡Qué responsabilidad! A veces desearía que Él nunca me hubiera
llamado. Yo lo represento a Él ante aquellos que no lo pueden ver.
Esa es la razón de por qué es tan importante ser guiados por el
Espíritu; esa es la razón de que sea tan importante no tener una
voluntad propia. Recuerden algo: mi responsabilidad para con Él,
como cristiana, no es más grande que la tuya. Estoy hablando de
una vida solitaria, pero todo ese compañerismo con el Espíritu
Santo, ese maravilloso compañerismo, es algo constante, es algo
intangible; y, sin embargo, a la misma vez, tangible. ¿Sabes lo que
es que Él tome tu cuerpo hasta que tú sientes que no estás en la
carne?
En ese bautismo, cuando muchas veces mis piernas no pueden
sostener más el cuerpo, hubo ocasiones en que he estado sin
dormir por tanto tiempo. Yo muero mil muertes antes de aparecer en
esa plataforma y enfrentar a esa audiencia, porque sé que estoy
enfrentando a aquellos para quienes esa es su última esperanza, y
dependo totalmente del Espíritu Santo. En ese momento recuerdo
que aun Jesús tomó todo lo que tenía del Espíritu Santo, y si el
Espíritu Santo no le falló a Él, Él no me fallará a mí tampoco. ¡Ese
compañerismo! ¡Ese glorioso compañerismo! Él te fortalece y de
alguna manera te empuja cerca de Él y te da visiones de lo que está
por venir, y tú te encuentras teniendo comunión con Él.
¿Comprendes? Hay silencio, pero ¡qué poder hay en ese silencio!
¡Estoy hablando de algo que es tan emocionante!, es de Dios
mismo. Estoy hablando de algo que puedes respirar, literalmente tú
puedes respirar la presencia del Espíritu Santo. Te estoy hablando
del poder más grande del mundo. Necesitamos captar una
vislumbre, y aun más que una vislumbre del poder más grande del
mundo. Y el poder más grande del mundo en esta hora es el poder
del Espíritu Santo. Mientras estamos orando al unísono, el Espíritu
Santo se está moviendo sobre nosotros, y esos cuerpos enfermos
son sanados. Es la vida de resurrección, y donde sea que esté el
Espíritu Santo hay resurrección y vida. Es el mismo poder que
levantó a Jesús de los muertos. Piensa en eso, cuando los cuerpos
son sanados, hay vida de resurrección. El Espíritu Santo es el gran
poder de la Trinidad, y el mismo poder entró en Jesús para
levantarlo de los muertos. Es la misma Persona, es el mismo poder
que está aquí hoy. ¿Lo comprendes?
Esa es la razón por la que las mentes más grandes no pueden
entender los milagros. Ellos tratan de analizar, y tú no puedes
analizar el poder de Dios, tú no puedes analizar el poder de la
Tercera Persona de la Trinidad. ¡No puedes! Probablemente muchos
se van del lugar de adoración sin entender nada de lo que he
hablado, pero sienten la Presencia.
Cierren sus ojos solo por un minuto: «Y de repente vino del cielo
un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó la
casa donde estaban sentados».15
«… Un estruendo como de un viento recio…»: El mismo Espíritu
Santo ¡sopla sobre estas personas! Miren a Jesús. Todo lo que tú y
yo recibimos debe venir a través de Jesús. Él es el que lo hizo todo
posible. Sepan eso. ¡Soy victoriosa a causa del poderoso nombre de
Jesús!

12 Hechos 2:17 y Joel 2:28-32.


13 Romanos 8:14.
14 En este pasaje, la frase «estad quietos» dice «estad callados», en la versión King
James (en inglés: «Be still and know that I am God…»). Salmos 46:10.
15 Hechos 2:1-3.
EL SECRETO DEL PODER DEL
ESPÍRITU SANTO
A veces creo que hemos tenido suficientes prédicas. Si las prédicas
se terminaran y pusiéramos en práctica lo que ya conocemos, el
mundo habría sido convertido al Señor Jesucristo hace años atrás.
La Persona del Espíritu Santo está aquí ahora. Cuando tú
aprendes este maravilloso secreto, cuando tú captas esta gloriosa
visión, orar será la cosa más fácil del mundo para ti; recibir la
sanidad para tu cuerpo, recibir cualquier cosa de Él. Cuando tú te
das cuenta de que ahora, en este mismo momento, sentado sobre
su trono, está Dios Todopoderoso, Aquel que le dijo a Moisés
cuando preguntó «¿Quién diré que me envió?»: «Diles, Moisés,
diles que “el Gran Yo Soy El que Soy” te ha enviado, el Dios
poderoso de este Universo».
Nuestras pobres y endebles mentes no pueden comprender el
poder de nuestro Dios, la grandeza de nuestro Dios sentado en su
trono, sosteniendo en la palma de sus manos el destino de las
naciones y el destino de los hombres de Estado. Él aún controla
todas las cosas, créanme. A su diestra Jesucristo, su Unigénito Hijo,
en la posición de Gran Sumo Sacerdote, nuestro gran mediador, tu
Salvador, mi Salvador, nuestro Redentor. Y recuerda, hay poder en
el nombre de Jesús, nunca lo olvides; hay poder en su gran e
incomparable nombre.
¡Si solo de alguna manera yo tuviera las palabras para decirte
cuán real es la presencia del Espíritu Santo, esta poderosa Tercera
Persona de la Trinidad! Él está aquí ahora, Él está en este lugar. Tú
sientes su maravillosa presencia, es algo extrañamente diferente, tú
no lo comprendes; es algo que tú no puedes describir. Esa es la
razón por la que la gente es sanada simplemente estando sentada.
Tú no necesitas que yo imponga manos sobre ti, tú no necesitas que
yo ore por ti. Hay poder en la misma presencia del Espíritu Santo.
Su presencia está aquí, ahora, para llenarte con Él mismo. Su
presencia está aquí, ahora, para sanar esa enfermedad en ese
cuerpo tuyo.
A veces creo que nosotros estamos tan involucrados en la
doctrina, estamos tan involucrados con las cosas controversiales, a
veces nosotros estamos tan involucrados con algún hobby, que nos
olvidamos de lo más importante: Jesús. Amados, ¡el Espíritu Santo
es maravilloso! No hay una Persona en el mundo, nunca ha vivido
un santo de Dios que haya sido un más ferviente seguidor del
Espíritu Santo que yo. No te puedo decir cómo me siento, mi pobre
lengua mortal no tiene la habilidad de decirte lo que siento por el
Espíritu Santo. ¡Estoy encantada con esta Tercera Persona de la
Trinidad!, porque yo conozco más que nadie el secreto del éxito de
este ministerio, sé mejor que nadie de dónde vengo y que no tengo
nada. Nada que tú puedas decir, nada que nadie diga me puede
halagar o adular, te lo digo muy sinceramente. Estoy tan
completamente desligada de todo eso, Kathryn Kuhlman está tan
completamente desligada de lo que está sucediendo en este
ministerio, porque no es Kathryn Kuhlman, ¡es el poder del Espíritu
Santo! Conozco el secreto del poder en este vaso.
Yo no le temo a los hombres ni al diablo, y no lo digo
jactanciosamente o alardeando. Puedo usar la misma arma sobre
Satanás que Jesús usó. «Escrito está». Y él y yo hemos tenido
muchas idas y vueltas, créanme. Él es real y cuanto más tú haces
por Dios, más Él lucha contra ti. Él es real, pero yo no hablo de Él,
yo prefiero hablar de Jesús.
Hay solo una cosa a la que le temo: que yo pueda entristecer al
Espíritu Santo, porque sé muy bien que si yo entristezco al Espíritu
Santo, si Él no está más complacido de obrar a través de este vaso
de arcilla, entonces yo estoy hundida. Sé eso mejor que nadie.
Quiero que tú sepas primero cuán ferviente seguidora soy de esta
Tercera Persona de la Trinidad. Él lo sabe, yo lo sé. ¡Nosotros
estamos tan cerca, y me he vuelto tan sensible a Él en todo lo que
hago! Es todo lo que sé.
Hubo un tiempo en que yo podía estar muy envidiosa del
reverendo Brandersen, a causa de su maravillosa educación. Yo no
he tenido la educación que él ha tenido. No tengo nada más a qué
recurrir, no tengo una muleta en la que apoyarme. Tengo que
apoyarme completamente en Él, y todo lo que sé es lo que Él me ha
enseñado; no sé nada más, no conozco nada más. Él es mi
Maestro, Él ha sido mi Maestro todos estos años. Conociéndolo tan
íntimamente, siguiéndolo tan de cerca, también he aprendido hace
mucho tiempo que Él es un poder y una Persona que yo no puedo
usar. Él debe usar al vaso, yo solamente lo sigo a Él.
He aprendido algo acerca de Él, es uno de los más grandes
secretos que he aprendido, y oro a Dios que todos ustedes
aprendan lo mismo, vean y capten la visión, para que no perdamos
la visión ni nos olvidemos de Aquel que es más importante, y ese es
Jesús.
Cuando se trata de este precioso libro, la misma Palabra de Dios
es la revelación de una Persona. La Biblia es la revelación de una
Persona, la Persona de Jesús, todo se trata de Jesús. ¡Ese es el
mensaje de la Iglesia, amados! Ese siempre ha sido y será el
mensaje de la Iglesia: «Jesús, el Hijo del Dios Viviente», «Jesús,
el crucificado y resucitado Cristo, el Gran Sumo Sacerdote, el
gran Mediador».
Es la sangre la que hace expiación por el alma, sigue siendo
Jesús; es el mensaje de cada cristiano: «Jesucristo, el mismo Hijo
del Dios Viviente». ¡No nos atrevamos a perder de vista a Aquel que
es el más importante: Jesús!
La Biblia no son dos libros. Nosotros hablamos del Viejo
Testamento y del Nuevo Testamento, pero en realidad es un libro.
Uno confirmará al otro, y es una revelación de Jesús. Algo sucedió
en la gran mesa de conferencias cuando estaban los tres sentados,
el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo. Cuando Jesús se ofreció a
través del Espíritu Santo para venir, ellos hicieron un acuerdo en el
que el Espíritu Santo dijo: «Muy bien, yo seré el poder, estaré allí
revelándote a ti a los corazones de los hombres y las mujeres».
El Espíritu Santo ha mantenido ese acuerdo. Siempre que el
Espíritu Santo es mencionado en el Viejo Testamento tú lo verás,
directa o indirectamente, promoviendo a Jesús. Léelo bajo esa luz,
¡es glorioso, es emocionante! Si piensas que tú y yo somos
fervientes seguidores del Hijo del Dios Viviente, el Espíritu Santo era
un seguidor aún más fiel de Jesús. Él nunca ha trabajado, nunca
obrará por separado del Hijo del Dios Viviente, ni el Hijo obra por
separado del Espíritu Santo. Tampoco Jesús obró jamás separado y
aparte de Dios el Padre.
Observa el Ministerio del Espíritu Santo (y Él tuvo un ministerio
aun en el Viejo Testamento), constantemente Él estaba revelando a
Aquel que iba a venir en el futuro, el hijo del Dios Viviente.
Obsérvalo, amado, Jesús comprendió perfectamente cuando al
hablar del Espíritu Santo dijo: «Él me glorificará cuando venga, Él
me magnificará; no hablará de sí mismo».
En esos últimos momentos, antes de que Jesús se fuera y sus
pies dejaran el Monte de los Olivos, sabes tan bien como yo esas
últimas palabras, las he citado miles de veces: «Pero recibiréis
poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo».
¿Poder para qué?, poder para testificar. ¿Poder para testificar de
quién?, para testificar de Jesús. El Espíritu Santo nunca fue dado al
creyente, esta gloriosa promesa del Espíritu Santo nunca te ha sido
dada a ti y a mí solo para disfrutar. ¡Oh, yo disfruto las cosas del
Espíritu, amados, cuando uno está solo en el lugar secreto!
Muchos me preguntan cómo sigo adelante. Casi he aprendido a
vivir sin dormir. «¿Cómo es eso posible?».
Un doctor me dijo el otro día en la ciudad de Pittsburgh (él está en
el personal del hospital de Shadyside, no me importa contártelo), me
llamó la otra noche y dijo: «Señorita Kuhlman, ¡no la dejaré morir,
usted no puede trabajar de la manera que está trabajando! ¡Ningún
cuerpo humano puede soportarlo!».
Tampoco lo dijo así, él dijo algunas malas palabras. Si tú supieras
quién es ese médico te sorprenderías, él practica una profesión para
nada religiosa, es un cirujano. Pero lo que él no sabía, y tú sabes,
es que hay un lugar donde estás sola, y Él viene sobre ti. Hay una
constante y continua recarga y relleno; y mientras tú das, mientras
tú sirves, Él continúa vertiendo a raudales, Él continúa dando vida.
Es por eso que yo puedo estar parada en la plataforma cinco horas
y salir tan revitalizada como si hubiese tenido cuatro largas horas de
sueño. Sé de lo que estoy hablando. Cuando hablas de la
revitalización del Espíritu Santo, de lo que el Espíritu hace por ti
como individuo; cuando hablas de esos momentos de alegría, de
esos momentos cuando el Espíritu Santo toma cada parte de tu ser
y tú lo adoras y lo alabas.
Amados, es todo para un propósito y un solo propósito: para el
servicio, ¡para el servicio! Él nunca fue dado a los creyentes para
tener un pícnic espiritual. Nunca. Él nunca le fue dado al creyente
para que se fuera a un rincón y le diga al mundo entero: «Tenemos
un rincón en Él».
«Y me seréis testigos».16 Jesús está diciendo: «El mismo poder,
el secreto del poder en mi vida, es el poder del Espíritu Santo».
Recuerda que cuando Jesús caminó por esta Tierra, Él era tan
hombre como si no fuera Dios, ese era un cuerpo de carne. «Tan
hombre como si no fuera Dios». Él conocía el secreto de su poder,
Él conocía el secreto de esos milagros, Él comprendió. Esa es la
razón por la que cuando Él se fue nos dijo: «Y recibiréis ese mismo
poder».
Iré un poco más profundo. Todo lo que sé y todo lo que obtengo lo
tengo que recibir directo de «la oficina central», no tengo ningún otro
lugar a donde ir. Alguien me dijo el otro día: «Tú no actúas como
una predicadora». Yo le dije: «Bueno, yo no sé cómo actúan los
predicadores porque no escucho a nadie predicar».
Hay algo que me he preguntado por años, y cuando hay algo en
la Palabra de Dios de lo que yo no tengo la respuesta, lo hablo con
Él. A veces tengo que esperar y a veces Él me da la respuesta a
toda prisa. «De cierto, de cierto os digo…». Jesús hablando, tú y yo
sabemos que siempre que Él dice «De cierto» es lo más importante.
«El que cree en mí, las obras que yo hago él las hará también».
Sabemos cuáles fueron esas obras.
Regresa a la vida y al ministerio de Jesús. Cada milagro en el que
tú puedas pensar, en cuanto a la sanidad del cuerpo humano,
ocurrió en su ministerio. El Espíritu Santo, el gran poder de la
Deidad obró y se manifestó a través del ministerio y la vida de
Jesús; y antes de que Jesús se fuera, dijo: «De cierto, de cierto os
digo: el que en mí cree, las obras que yo hago él las hará también».
Pero no te detengas ahí: «Y aún mayores hará». Obras más
grandes, ¿por qué?: «Porque yo voy al Padre».17
Obras más grandes. Las «obras mayores» es algo que me ha
preocupado por tanto tiempo. Como una niña pequeña, vine delante
del trono y dije: «Si hay más, yo lo quiero». Les digo la verdad de
Dios, si tú le quitas la tapa a los corazones hoy, tú encontrarás que
quien te habla está tan hambrienta como nadie, hambrienta por
más.
Saliendo de la plataforma de un servicio de milagros en el
auditorio Carnegie, nadie más que el Padre Celestial sabía cómo me
sentía en mi interior, cuando durante ese servicio una pareja había
venido desde Quebec. Católicos romanos, que nunca habían estado
dentro de otra iglesia, vinieron a Pittsburgh porque habían leído en
esa pequeña revista que se llama Fate18 (¿cómo llegué a Fate?,
nunca lo sabré), pero no fue por el destino que llegué allí. Lo
descubrí ayer, Dios obra en formas maravillosas.
Le pregunté a ella: «¿Cómo llegaste aquí? ¿Nos escuchaste en la
radio? “No”. ¿Nos escuchaste en televisión? “No”. ¿Y cómo es que
vinieron?». Ella dijo: «Por esa revista Fate. ¡Ambos hemos estado
tan hambrientos!, sabíamos que necesitábamos algo más que lo
que la Iglesia católica estaba dándonos, pero no sabíamos a dónde
ir, no sabíamos qué hacer».
Cuando leyeron sobre el ministerio en la revista, ella le dijo a su
esposo: «¡Es esto!». Ellos viajaron más de 800 millas por un
camino, entraron en Pittsburgh; no sabían a dónde ir, fueron al
Carnegie Music Hall equivocado, en Oakland. Cuando llegaron allí,
ellos encontraron el servicio equivocado en el lado norte del
Carnegie. Una empleada doméstica los encontró en el metro, y en
su hora de almuerzo los trajo al auditorio Carnegie lado norte ayer;
el servicio estaba casi por terminar. Ellos no habían estado adentro
30 segundos, cuando él dijo: «Pensé que mi esposa estaba
desmayándose».
No fue un desmayo, fue el poder de Dios. Ellos eran católicos
romanos, nunca habían estado en un servicio protestante. Ella fue
instantáneamente sanada por el poder de Dios, vinieron caminando
por el pasillo y contaron la historia. Después que habían estado
dentro del lugar por 15 minutos, cuando estábamos a punto de
cerrar el servicio, le expliqué lo mejor que pude la salvación y cómo
nacer de nuevo. Ella dijo: «Eso es por lo que yo había estado
hambrienta». Y su esposo dijo: «¡Es eso! ¡Eso es lo que nosotros
queremos!».
En ese momento ellos nacieron de nuevo, y cuando abrí mis ojos
habían sido derribados por el poder de Dios. Me preguntaba qué
habría pensado su sacerdote si él los hubiera visto entonces.
Cuando salí de esa plataforma, tú nunca sabrás cómo me sentí.
¡Si solo tú y yo supiéramos cómo cooperar mejor con el Espíritu
Santo! Él es el indicado. «Y aún mayores hará». ¿Qué amado?
¿Qué es más grande que la sanidad de cáncer? ¿Qué es más
grande que la resurrección de los muertos? Jesús lo hizo. Él le dijo a
Lázaro: «¡Sal!». Él dijo: «Y obras mayores…». ¿Qué es más
grande? Qué podría ser más grande que cuando Él le habló a ese
padre y le dijo: «Vete, tu hijo vive».
¿Qué es más grande que echar fuera demonios? «Y aún mayores
hará, porque yo voy al Padre». ¿Qué sucedió cuando Jesús se fue?
El Espíritu Santo vino sobre los creyentes. Amados, hubo una cosa
que Jesús no pudo hacer, hubo una cosa que el perfecto Hijo del
Dios Viviente, inmaculado, sin mancha, absoluta perfección, no
pudo hacer. Él pudo pararse y calmar las olas, Él pudo hablar paz a
las aguas turbulentas, Él pudo pararse y decir: «Tus pecados te son
perdonados». Él pudo echar fuera demonios, Él pudo decir: «Todo
poder me ha sido dado en el Cielo y en la Tierra». Pero hubo una
cosa que Él no pudo hacer: Él no pudo pararse delante del mundo
perdido y moribundo y decir: «Mírenme, soy un pecador salvado por
el poder de Dios. Mírenme a mí y vean un ejemplo del poder
transformador que hay en mi sangre derramada».
Él no pudo, a pesar de que tenía todo el poder en el Cielo y en la
Tierra, aunque Él era igual con el Padre e igual con el Espíritu
Santo, y aunque Él, en este mismo momento, tiene poder para
perdonar todos los pecados en la posición de Gran Sumo Sacerdote
y Gran Mediador (y un día Él será nuestro perfecto juez). No podía
decir: «Mírenme a mí y vean el poder transformador de mi sangre
derramada», porque el pecado nunca había tocado esa vida, Él era
absoluta perfección y se mantuvo perfecto. «Pero recibiréis poder,
cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis
testigos…».19
¡Oh, amados! ¡Oro que de alguna manera el Espíritu Santo te dé
esta visión! Pido que el Espíritu Santo te permita ver tu
responsabilidad. ¡Es maravilloso ver el cáncer sanado!, el poder del
Espíritu Santo manifestándose en la sanidad de lo físico. Yo también
soy lo suficientemente humana para emocionarme con ello. ¡Es
maravilloso ver la sanidad física!, pero, amados, eso es secundario,
la sanidad física es secundaria. «Ustedes harán obras mayores»,
más grandes que la sanidad de los cuerpos enfermos.
Antes que nada, Él me ha salvado para ser un testimonio vivo de
su poder salvador. Tú me miras como Kathryn Kuhlman, la
predicadora. Amado, mi ministerio no significaría nada si primero el
pecador no puede ver a través de mi vida el poder transformador de
Jesucristo. Mi primer deber para con Él, mi primera obligación es
mostrarle al mundo entero su maravilloso poder transformador en
esta vida mía. Soy consciente de eso constantemente. ¡Oh, seguro
que es maravilloso predicarle a miles!, pero, amados, no puedo
predicarle a miles a menos que el pequeño vendedor de periódicos
en la calle, quien me grita «¡Hola, Kathryn!», vea algo diferente en
mi vida, que él vea a Jesús en mi vida. Esa es mi primera obligación
para con Él.
¡Oh, seguro que esos milagros de sanidad son maravillosos!, no
estoy menospreciándolos; pero, mi amigo, mucho más grande que
cualquier sanidad física es la transformación de una vida y cuando
esa vida es transformada por el poder de Dios. Cada uno de
nosotros, si tú has sido nacido de nuevo, estamos obligados a hacer
algo que Jesús no pudo hacer, estás obligado a hacer algo que es
mucho más grande que cualquier sanidad física. Tú le muestras al
mundo entero el poder transformador de Jesucristo y el poder que
hay en su propia sangre derramada.
No hay nada más convincente que un hombre o una mujer que
viven la vida veinticuatro horas del día, un testigo viviente, un
testimonio viviente. No solo creo en el Espíritu Santo cuando toma
una vida y la convierte en un poder, un poder para levantar y
testificar a Jesús. ¡Creo en los dones del Espíritu Santo con cada
átomo de mi ser!, e iré más allá que la mayoría de la gente cuando
habla acerca de los nueve dones del Espíritu; ni siquiera limitaría al
Espíritu Santo solo a los nueve dones, creo que esos fueron solo un
ejemplo de algunos de los dones del Espíritu. No lo limitemos,
hagas lo que hagas, no lo limites. ¡Lo hemos limitado demasiado
tiempo! Hemos intentado llevar a Dios a nuestro nivel por
muchos años, y hay muchos en esta misma hora que intentan bajar
a Dios al nivel del hombre.
¡Somos tan pequeños en nuestro pensamiento! Somos pequeños
en nuestra visión. Oro para que el Espíritu Santo les dé a los
hombres de negocios del Evangelio completo una visión como los
seres humanos nunca han tenido. Estamos pidiendo una taza y el
océano está allí. Estamos pidiendo un centavo.
Nunca olvidaré el día, la última conversación que tuve con mi
papá antes de que lo mataran, la última vez que lo vi con vida. Sus
manos estaban en el tendedero de ropa, en nuestro patio trasero; él
dijo:
¿Tú sabes?, los mejores recuerdos que tengo en mi vida, cuando eras una niña
pequeña, son cuando solías pararte en el peldaño de la silla y decir: «papá dame
un centavo», y ponías tus brazos alrededor de mi cuello, parada en puntas de pie.

A decir verdad, no llegaba tan rápido; me inclinaba sobre él, lo


besaba y decía: «¡Tengo el papá más maravilloso del mundo!».
Algunas veces tomaba quince minutos, él me dijo: «¡Te hubiera
dado tan gustosamente cada centavo de cobre que tenía!».
¡Oh, estamos pidiendo muy poco! Nuestra visión es tan pequeña.
Si tan solo pudiéramos cooperar con el Espíritu Santo. ¡Si solo
supiéramos cómo cooperar con el Espíritu Santo!
Ayer salí de la plataforma y estas personas habían recorrido más
de ochocientas millas desde Quebec, de la Iglesia católica romana.
Recorrieron toda esa distancia solo para nacer de nuevo. Luego,
quince minutos después, ellos son las personas más felices del
mundo. Y Maggie dijo: «¡Oh, quédense para el servicio del
domingo!». Ellos dijeron: «¡No!, tenemos lo que buscábamos.
¡Conseguimos lo que buscábamos! Regresaremos ahora por otros».
¡Oh, Dios, el mundo está tan hambriento! Y el tiempo se está
acabando. ¿No entiendes? ¡El tiempo se acaba! La Iglesia está a
punto de ser arrebatada, y lo que hagamos tenemos que hacerlo
rápidamente. ¡Tenemos que hacerlo rápido! ¡Se está acabando! ¡Si
solo supiéramos cómo cooperar mejor con Él!
Él está derramando de su Espíritu sobre el judío, está derramando
de su Espíritu sobre el gentil, está derramando de su Espíritu sobre
el católico romano. Él está derramando de su Espíritu sobre los que
no tienen Iglesia, está derramando del Espíritu más allá de la
Iglesia, y Él está pasando por alto a la Iglesia porque no puede
entrar y hacer algo al respecto. Así que sigue adelante.
Él está buscando vasos vacíos, no tienes que tener talento, no
tienes que tener nada, no tienes que ser nada. Lo sé porque soy
una de ellos, en lo natural, no tengo nada. ¡Esa es la razón por la
que tengo que depender tanto del Espíritu Santo! No tengo nada,
solo he estado dispuesta a ser nada.
Mis amigos, creo en los dones del Espíritu, el don de sabiduría, el
don de conocimiento, el don de fe, el don de los milagros… y sigue y
sigue. Y todos están siendo restaurados nuevamente en estos
últimos días. Estamos completando este ciclo, estamos llegando al
final, ¡el gran final! Y cuando la Iglesia se vaya, ¡se va en gran
Gloria! ¡Se está yendo! Llegó en Gloria y, cuando salga, ¡saldrá con
gran Gloria!
Todos los frutos y los dones del Espíritu están siendo
evidenciados nuevamente, y otra vez Él se está derramando sobre
toda carne. ¡Una vez más los dones están siendo restaurados!
Amado, te voy a decir algo: hagas lo que hagas, sé muy cuidadoso.
¡Oh, ten cuidado! ¡Nunca te pongas a presumir! ¡Por favor! Me
asusto tanto cuando alguien presume de algún don del Espíritu. ¡Ten
cuidado!, porque Él te ha dado ese don. Es una confianza santa, es
una confianza sagrada.
Hay algunas cosas de las que tú y yo no hablamos, hay algunas
experiencias que he tenido de las que no hablaría desde una
plataforma pública. Hay algunas cosas que sé de las que no me
atrevo a hablar, son sagradas. Hay algunas cosas que no las
cuentas fuera de casa, hay algunas cosas de las que, como marido
y mujer, no hablas promiscuamente y le cuentas a todo el mundo.
Hay algunas cosas que son tan sagradas, esta es una confianza
sagrada, tú sabes que no es tuyo, es algo que el Espíritu Santo te
ha confiado. ¡Y la responsabilidad es tan grande que es
abrumadora!
A veces tú casi desearías que Él hubiese llamado a otra. ¡Hubiese
sido tanto más fácil! Pero cuanto más Él te da, más grande es la
responsabilidad. Cuanto más Él te confía, más grande es la
responsabilidad. Sin embargo, recuerda: cuando los dones son
dados, es para un propósito y solo para un propósito, para glorificar
y magnificar a Jesús. «Él me glorificará».
Amado, sé cuidadoso en cómo tú usas eso que Él te ha dado. No
te involucres tanto con la doctrina. Tú contristarías (entristecerías) al
Espíritu Santo si lo pusieras a Él primero, porque el Espíritu Santo
no hablará de sí mismo, Él glorificará a Jesús, de eso se trata. Es
por eso que Pablo dijo: «Vine a ustedes con temor y temblor…».
Mucho temor, mucho temblor. Él sabía cuán dependiente era del
Espíritu Santo.
¡Si de alguna manera el Espíritu Santo viniera sobre nuestros
corazones expectantes! ¡Si de alguna manera el Espíritu Santo nos
diera a cada uno de nosotros una visión! Soy absolutamente
incapaz de decírtelo, ¡ojalá pudiera! No puedo porque soy igual que
tú, una pecadora salvada por la gracia de Dios, y estas cosas solo
vienen a través de la revelación espiritual. Dios solo nos usa a
medida que nos entregamos a Él, pero si de alguna manera,
dentro de los límites de esas cuatro paredes, el Espíritu Santo te
diera una visión, de alguna forma sentirías tu responsabilidad y tú
podrías conocer tu gran obligación para con Él.
Si tú y yo pudiéramos aprender a cómo cooperar con Él, nosotros
usaríamos estos dones que Él nos ha dado en sabiduría, la
sabiduría de Dios. Si cada uno de nosotros pudiera salir testificando
a nuestro Cristo. El mundo no puede verlo, Él está a la diestra de
Dios el Padre, pero el mundo puede verte a ti, el hombre no
regenerado te ve a ti, me ve a mí, y nosotros lo representamos a Él.
Soy cristiana antes de ser una predicadora. Lo represento a Él
delante del no regenerado, ante mi propia familia. ¡Tengo que vivirlo
antes de poder predicarlo!
Amado, hemos hablado sobre el Aposento Alto y lo hemos vuelto
a recordar. Cuando salieron de ese Aposento Alto, salieron
diferentes de como eran cuando entraron, y los ciento veinte
sacudieron Roma hasta sus cimientos. Podemos salir de aquí los
hombres y las mujeres a nuestros barrios, a nuestras comunidades,
en el lugar donde trabajas. ¡De eso se trata! La Iglesia ha perdido la
verdadera visión. ¡No hay nada más grande que eso, podemos
sacudir al mundo para Dios, si solo pudiéramos captar esta visión!
El porqué de todas las cosas.
«Padre, somos individuales para ti. Esto es algo personal, esto es
algo muy individual. Uno de estos días, cuando estemos ante tu
presencia, cada uno de nosotros debe dar cuenta de aquello de lo
que nos has confiado. Ruego que ahora mismo el Espíritu Santo
venga sobre este pueblo. ¿Harás algo ahora?».

Padre, estoy aquí.


Renuevo cada voto que te he hecho.
Padre, vuelvo a Twin Falls, Idaho.
Esa vieja colcha azul, las viejas paredes azules
y la vieja alfombra azul desgastada.
Hice algunos votos ese día
y traté de mantenerlos lo mejor que pude,
votos que solo tú y yo sabemos.
Yo estoy aquí de nuevo,
¡y renuevo cada voto y cada promesa que te hice!
Si es por un día, si es por dos días,
sea por una semana.
Mientras haya aliento en mi cuerpo,
y mientras mantengas latiendo mi viejo corazón,
prometo darte cada gramo de fuerza que hay en mi cuerpo.
Cuando esté en tu presencia,
ya sé lo que voy a decir.
Cuando te vea cara a cara…
ya sé lo que voy a decir:
«Querido Jesús: Yo traté,
no hice un trabajo perfecto,
no porque no quisiera,
es por mi falta de conocimiento
y por mi propia estupidez…
Es porque no conocía nada mejor.
Perdona mi estupidez,
perdona en lo que te he fallado…
pero yo traté…»

Ahora tú… conoces los votos que has hecho,


tú conoces las promesas que has hecho.
Ya sabes, conoces tus experiencias.
Y Él nos hace responsables,
¡Él nos hace responsables, mis amigos!
No puedes hacer lo que quieras con lo que Él te ha dado,
hay una responsabilidad con ello.
Hablas de tus maravillosas experiencias
en el Espíritu, ¡eso es maravilloso!,
pero no olvides la responsabilidad que va con eso.
Lleva una responsabilidad. ¡Lo sé!

16 Hechos 1:8.
17 Juan 14:12-17.
18 La palabra fate, en inglés, quiere decir destino.
19 Hechos 1:8.
HEREDA LA MENTE DE DIOS
Desearía tener la habilidad de traerte cara a cara con la persona del
Espíritu Santo. El Espíritu Santo es tan definitivamente una Persona
como Dios el Padre es una Persona. El Espíritu Santo es tan
seguramente una Persona como Jesús el Hijo de Dios es una
Persona. Él es más que solo una influencia, Él es más que solo uno
de los atributos. A mí me gustaría en los próximos minutos, bajo la
inspiración del Espíritu Santo, hacer a su Persona real para ti.
Eso cambiaría toda tu perspectiva de la vida. Tú puedes cambiar
tu relación con Jesús cuando te das cuenta del poder de esta
maravillosa Tercera Persona de la Trinidad. Esto abre toda la
Palabra para ti, ves todo tan diferente luego de que tú te das cuenta
cuán valiosa es esta experiencia de ser lleno con el Espíritu Santo.
Yo creo en esta experiencia con cada átomo de mi ser.
La Biblia la enseña. Hay una experiencia después de que uno es
nacido de nuevo. Primero viene la experiencia del nuevo nacimiento,
esa experiencia a la que llamamos conversión, nacer de nuevo,
regeneración, cuando alguien acepta Jesús como su Salvador
personal. Después de eso hay una experiencia que fue prometida
para cada creyente, la experiencia del bautismo del Espíritu Santo,
de ser llenado con el Espíritu. Puedes llamar a esta experiencia de
la manera que tú quieras, pero es una parte de la herencia de cada
cristiano y es una parte del plan de Jesús para los suyos y para
cada miembro de su Iglesia.
Ahora, solo por unos minutos, yo quiero que tú veas en la Palabra
de Dios cómo el Padre se relaciona con el Espíritu Santo. ¡Oh, esto
es algo glorioso! La Palabra de Dios enseña claramente que el
Espíritu Santo se relaciona con ambos, con el Padre y con el Hijo.
Ven conmigo, si quieres, por favor, al tercer capítulo de Mateo,
comenzando desde el versículo dieciséis, e inmediatamente tú
recordarás ese glorioso evento cuando Jesús salió de las aguas del
bautismo. Estos dos versículos son muy reveladores, ellos aún
sostienen la profundidad total de su significado. No puede ser
comprendido por cualquier ser humano y, sin embargo, es tan
simple que aun un niño puede entenderlo; porque aquí tenemos a
las tres Personas.
Tú lo conoces bien, lo has leído muchas veces. Lo leeré
nuevamente, pero ruego que el Espíritu Santo mismo te dé una
revelación clara que tú nunca antes has tenido de todo lo que
sucedió: «Y Jesús, después que fue bautizado, subió del agua…».
Me hago una idea de esto: aquí tenemos a la Persona de Jesús,
quien literalmente es Dios en la carne. Porque tú recordarás que la
más clara revelación que Dios ha dado de sí mismo Él la dio a
través de su Hijo Jesús, y Jesús, literalmente, era Dios en la carne
cuando Él vino y caminó sobre esta Tierra.
Así que aquí tenemos a Jesús: «Y Jesús, después de que fue
bautizado, subió luego del agua, y he aquí los cielos le fueron
abiertos —y esto es lo que vio— y vio al Espíritu de Dios, que
descendía como paloma y venía sobre él». Ese fue el Espíritu
Santo, y el Espíritu Santo enseña la Palabra de Dios, es el Espíritu
de Dios. Esto es vitalmente importante. Oro que el Espíritu Santo
mismo te dé esta gloriosa revelación de quién es Él realmente.
Cuando tú piensas en el Espíritu Santo, siempre que hablas sobre
el Espíritu Santo, recuerda que Él es el Espíritu de Dios. Y ya sea
que esté en el Viejo Testamento o en el Nuevo Testamento, tú lees
del Espíritu de Dios: «… y el Espíritu de Dios se movía sobre las
aguas».20 Durante el tiempo de la creación, se refiere al Espíritu
Santo. Cuando los profetas del Antiguo Testamento hablaron del
Espíritu de Dios, siempre se estaban refiriendo al Espíritu Santo.
Muy bien, aquí tenemos a Jesús: «… subió luego del agua, y he
aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que
descendía como paloma y venía sobre él». Y recuerda, fue el mismo
Espíritu Santo, el mismo Espíritu de Dios que vino en el Aposento
Alto mientras los ciento veinte esperaban. Ellos fueron todos
llenados con el Espíritu Santo, el Espíritu de Dios.
«Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado,
en quien tengo complacencia». Ningún hombre, ninguna mujer,
puede jamás venir delante del trono de Dios. Ninguna persona en el
día del juicio puede jamás alegar ignorancia en relación al hecho de
que no sabía que Jesús era el verdadero Mesías, que no sabía
quién era Jesús realmente, porque Dios mismo se aseguró de que
todas las generaciones por venir lo supieran. El que vino en la forma
de carne, el que salió de las aguas del bautismo, era todo lo que Él
dijo que era. Dijo que había sido enviado por Dios mismo, y que Él
era el mismo Hijo del Dios Viviente, el verdadero Mesías.
Dios no se lo dejó a un ángel, Él no le dejó eso a otro, sino que
Dios mismo habló y proclamó a todas las generaciones siguientes:
«Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia».
Ahí tú tienes a los tres miembros de la Trinidad: Jesús, saliendo
de las aguas del bautismo; el Espíritu Santo —el Espíritu de Dios
mismo— y la Persona de Dios Todopoderoso, el Padre, que estaba
aún en el Cielo. Eso es tan simple, tan profundo, que la mente más
grande que jamás haya vivido nunca habría sido capaz de
escudriñar la total profundidad de esto. Sin embargo, es tan simple
que cualquiera lo puede entender. Esto da una prueba completa de
quién es el Espíritu Santo y cómo Él se relaciona con el Padre; Él es
el Espíritu de Dios.
Tú sabes, lo más asombroso es que nosotros creemos que
conocemos tanto acerca del Espíritu Santo; y están los que sienten
como que Él es una nueva personalidad que recién ha llegado a la
escena y que fue algo dado solo para la Iglesia. Yo me maravillo de
cuánto los profetas del Antiguo Testamento conocían respecto a
esta Tercera Persona de la Trinidad, el Espíritu de Dios. Me
maravillo del conocimiento de Zacarías: «No con ejército, ni con
fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos».21
Muchos de los santos del Viejo Testamento estaban bien
familiarizados con el Espíritu de Dios, con el Espíritu Santo. Aquí
está Isaías, y recuerda, Él es el mismo Espíritu Santo hoy, es el
Espíritu de Dios que Isaías conoció. Está en el capítulo 61 de Isaías,
¡y esto es tan emocionante!, cuando él describía su experiencia al
decir:

El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha


enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de
corazón, a publicar libertad a los cautivos y a los presos apertura de la cárcel.22

Mientras me paro en el púlpito y siento esa maravillosa unción del


Espíritu Santo, me da pena por ese que fue llamado a predicar el
Evangelio y quien nunca ha conocido esa maravillosa unción.
Permíteme preguntarte: Mientras tú estuviste parado en ese púlpito,
¿vino esa unción del Espíritu Santo sobre ti, a tal grado que tú no
eras consciente de aquellos que llenaban los bancos, a tal grado
que literalmente Él tomó esos labios de arcilla?
Yo no estoy hablando de hablar en una lengua desconocida, estoy
hablando del Espíritu Santo tomando tu mente y dándote la mente
de Cristo, dándote la mente de Dios, donde literalmente tú te rindes
a Él. En ese momento tú estás escuchando con tus propios oídos lo
que el Espíritu Santo está diciéndoles a quienes tú estás
ministrando. ¡No hay nada en el mundo como la unción del Espíritu
Santo! ¡Nada!
Si tú eres un hombre de Dios y te paras delante de tu gente como
el gran pastor del rebaño, y te ha sido dada la responsabilidad de
predicar el Evangelio, tu emoción más grande es estar parado allí y
tener cada fibra de tu ser bajo el control del Espíritu Santo. No tengo
el vocabulario, no hay vocabulario humano para describir las cosas
del Espíritu; ¡son tan maravillosas!
Y aquí está Isaías bajo la misma maravillosa unción, ¡para mí esto
es glorioso! Conozco a quienes han pasado por la maravillosa
experiencia pentecostal. A veces sientes como si tú fueras la única
persona a quien Dios ha bendecido tanto, y sientes que esto es algo
nuevo, una cosa nueva que ha sido dada a unos pocos, una
bendición. ¿Te ha dado al mismo Espíritu Santo? ¿Está hablando de
la misma unción que tú y yo tenemos hoy?
Él miró hacia arriba con gran gozo y clamó: «El Espíritu del Señor
Dios está sobre mí…». Juan tuvo esta maravillosa experiencia en la
isla de Patmos. Él no sabía cómo describirlo mejor que esto: «Yo
estaba en el Espíritu en el día del Señor».23
«El Espíritu del Señor Dios está sobre mí». El Espíritu de Dios, el
Espíritu Santo. Hay algo acerca de esto que es tan extrañamente
precioso, es como si estuviéramos cara a cara con la persona del
Espíritu Santo. Oro que tú escuches muy atentamente y te des
cuenta de que el Espíritu Santo es una Persona qué tú y yo no
podemos tomar a la ligera, no nos atrevamos.
Hay algo acerca del Espíritu Santo que es muy solemne, tan
sagrado. Él se entristece muy fácilmente: «Y no contristéis al
Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la
redención».24 Esas palabras nunca fueron dichas de Dios el Padre,
o de Jesucristo el Hijo, pero sí del Espíritu Santo. Él no es una
Persona que tú puedes dejar de lado o detrás de la puerta, encoger
tus hombros y decir: «No necesito de Él».
Cuando tú consideras que el pecado para el que no hay perdón
no es contra el Gran Creador, no es contra Dios Todopoderoso, eso
es lo que me maravilla tanto; y la Biblia enseña claramente que hay
una Persona contra la cual tú puedes pecar y no hay perdón para
ese pecado.
No importa lo que tú digas sobre Dios. Puedes usar Su nombre en
vano, puedes maldecirlo; nos hemos negado a venir a Él, a clamar a
Él, y aun en el momento cuando, con toda sinceridad, miras hacia
arriba y aceptas a su Hijo como tu Salvador personal,
automáticamente estás completamente seguro de que eres su hijo.
Piensa en eso.
Tú pudiste haber cometido el peor pecado del mundo, tal vez
hayas cometido cada pecado que hay; sin embargo, cuando aceptas
a su Hijo, al Cristo como tu Salvador, Él te adopta como su hijo, Él te
hace su heredero y tú te vuelves coheredero con Jesús.
No, el pecado para el que no hay perdón no es contra Dios el
Padre, tampoco es contra Jesús el Hijo; aun aquellos que lo
escupieron, si ellos hubiesen clamado: «Perdóname, yo confieso
que soy un pecador, perdona mis pecados», aun en ese mismo
momento, Jesús hubiese mirado hacia abajo y hubiese dicho: «Los
perdono». Como cuando Él clamó: «Padre, perdónalos, porque no
saben lo que hacen».25
El pecado para el que no hay perdón no es contra Jesús el Hijo,
sino que ese pecado es cometido contra el Espíritu Santo, y el
Espíritu Santo es el Espíritu de Dios y el Espíritu de Dios es Santo.
Es por eso que es llamado «el Espíritu Santo».
«Hazte a ti mismo real para hombres y mujeres, por el amor de
Jesús. Amén».

20 Génesis 1:2.
21 Zacarías 4:6.
22 Isaías 61:1.
23 Apocalipsis 1:9-10.
24 Efesios 4:30.
25 Lucas 23:34.
LA BIBLIA INSISTE EN UNA
VIDA LLENA DEL ESPÍRITU
«Oro Padre Celestial, por favor, en tu tierna misericordia, en tu gran
compasión, toca los corazones. Habrá un poderoso derramamiento
espiritual, tal que olvidaremos si somos católicos o si somos
protestantes, judíos o gentiles. Olvidaremos el color, la raza y el
credo. Regresaremos nuevamente y nos encontraremos en la cruz,
regresaremos otra vez a la Palabra de Dios».
Hemos ido por nuestros propios caminos, separados. Hemos
vivido en placeres, nos hemos olvidado de ti. Ningún hombre,
ninguna nación, pueden vivir contrariamente a la Palabra de Dios y
arreglárselas; tampoco nosotros podemos hacerlo. Oro nuevamente:
«Danos un bautismo fresco del amor de Dios, que nos volvamos
de nuestros malos caminos y que busquemos tu rostro. Que
regresemos otra vez a tu Palabra y a tu promesa de sanar nuestras
vidas. Responde esta simple oración. Amén».
Vamos a tener una conversación, de corazón a corazón, con
respecto a la Persona del Espíritu Santo y cómo Él se relaciona con
Dios el Padre. Así que nosotros los vemos a ambos en el Viejo
Testamento y en el Nuevo Testamento. El Espíritu Santo es el
mismo Espíritu de Dios, y cuando se habla del Espíritu de Dios en
Génesis, nosotros leemos del Espíritu de Dios que se movía sobre
las aguas. Relacionado con la creación, se refiere directamente al
Espíritu Santo.
Cuando los profetas del Antiguo Testamento hablaron de este
Espíritu del Señor, o del Espíritu de Dios, siempre se refirieron al
Espíritu Santo; así es también en el Nuevo Testamento. Y a menos
que tú hayas tenido una pequeña conversación de corazón a
corazón con el capítulo 61 de Isaías, fue el mismo Espíritu Santo
que llena a los creyentes hoy. Si tú has sido llenado y bautizado con
el Espíritu Santo, es el mismo Espíritu de Dios de quien habló Isaías
cuando dijo: «El Espíritu de Jehová Señor está sobre mí, porque me
ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los
abatidos…».
¿A quién se estaba refiriendo? Él se estaba refiriendo a la unción
del Espíritu Santo. Pero vamos a ver qué es lo que tiene para decir
David. ¿Tú sabes? ¡A mí me encanta ese Salmo 139! —aunque
pasó un largo tiempo antes de que me diera cuenta de a quién se
refería David cuando estaba hablando de ese grandioso Espíritu, en
el séptimo, el octavo y en el noveno verso—. Yo siempre pensé que
él se estaba refiriendo a Dios, el poderoso Creador. Pero detente
por un segundo, comienza si quieres, por favor, con el séptimo verso
del Salmo 139: «¿A dónde me iré de tu Espíritu?». Él está hablando
acerca del Espíritu Santo: «Tu Espíritu». El Espíritu de Dios.

¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiere a


los cielos, allí estás tú. Y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás. Si
tomare las alas del alba y habitare en el extremo del mar, aun allí me guiará tu
mano y me asirá tu diestra.26

Permíteme repetir: «¿A dónde me iré de tu Espíritu?». Yo creo


que Él estaba muy consciente del Espíritu Santo. Sé que están los
que son nuevos en la experiencia pentecostal y sienten como que el
Espíritu Santo es una Persona nueva, que recién acaba de llegar a
la escena. Una nueva personalidad, una nueva experiencia. Si tú y
yo fuéramos a tener una conversación de corazón a corazón, en
esta hora, con David y respecto a su experiencia con el Espíritu
Santo, pudo ser similar a la nuestra.
Déjame detenerme un minuto y dejar algo muy claro. Cuando el
Viejo Testamento declara que fueron llenados del Espíritu Santo —y
no todos fueron llenados—, cuando hubo aquellos que fueron
llenados con el Espíritu fue siempre a través de un acto soberano de
Dios.
Hoy, cuando el creyente es llenado con el Espíritu Santo, es una
parte de su herencia, es el regalo que Jesús dejó para su Iglesia; no
es solo un acto soberano de Dios, como David, que fue llenado con
el Espíritu Santo. Algunos de los santos del Viejo Testamento fueron
llenados. Moisés fue llenado con el Espíritu Santo, no había dudas
acerca de ello, y cada obrero que trabajó en el tabernáculo en el
desierto fue llenado con el Espíritu Santo. Tenía que ser un trabajo
perfecto, llevando a cabo el plan perfecto de Dios; y para conseguir
un trabajo perfecto y llevar la voluntad de Dios a la perfección, ellos
tenían que ser llenados con el Espíritu Santo. Aun los artesanos
fueron llenados con el Espíritu Santo.
¿No comprendes? Si eso fue necesario en la construcción del
tabernáculo en el desierto, ¡cuánto más necesario es que los
creyentes en el cuerpo de Cristo hoy sean llenados con el Espíritu
Santo! ¿Entiendes?
Si tú eres un pastor —y yo siento que esto es vitalmente
importante, es importante para ti como un pastor, como un gran
líder, como el pastor de tu rebaño—, necesitas ser llenado con el
Espíritu Santo, no es opcional. Y tan seguramente como tú
encuentras necesario ser llenado con el Espíritu Santo, cada
miembro de tu junta debería ser llenado con el Espíritu. ¿Por qué?
Yo repito: si Dios encontró necesario que no solo Moisés, sino aun
los artesanos y aquellos que trabajaban en el tabernáculo debían
ser llenados para tener perfecta armonía, para tener unidad en el
Espíritu, para obtener perfección y trabajar de acuerdo con la
voluntad de Dios, cuánto más necesario es ahora.
¿Lo ves? Esa es una razón de por qué hay tanta fricción en la
Iglesia hoy. Hay muy pocos lugares de adoración donde tú
encuentras unidad en el Espíritu o en el servicio. Puede que pienses
mientras tú asistes al servicio del domingo en la mañana: «¿No es
esto adorable?». El edificio de la iglesia es hermoso, tal vez el más
fino, tal vez el más moderno; los bancos son muy cómodos, la
atmósfera es grandiosa, el sermón es una obra maestra, la
personalidad irreprochable, y aun así, a menos que haya unidad en
el Espíritu, sea entre los miembros del coro, el líder del coro, el
organista, el pianista, miembros del staff; a menos que ellos estén
llenos con el Espíritu Santo, tarde o temprano habrá contienda,
habrá celos, habrá fricción, y a veces se vuelve una tragedia.
¡Por favor, escúchame!, esto es vitalmente importante. Otra vez,
yo repito: los hijos de Dios necesitan ser llenados con el
Espíritu. Si alguna vez hubo un día cuando los miembros de este
maravilloso cuerpo de Cristo necesitaron ser llenados con el Espíritu
Santo, tener al Espíritu del Dios Santo, un Espíritu Santo para que
nos guíe, para que nos fortalezca, para que nos dirija; para que
revele la verdad a nuestros corazones, para enfrentarnos a la
naturaleza salvaje del enemigo, para mantenernos fieles en lo que
creemos. No lo puedes hacer con tus propias fuerzas. A mí no me
importa cuán fuerte tú puedas ser, cuán buenas sean tus
intenciones, tú aún no puedes hacerlo con tus propias fuerzas. Esa
es la razón por la que Jesús dio al Espíritu Santo.
¡Oh, David conocía todo acerca del Espíritu Santo! Si él viniera
ahora acá y completara esta conversación de corazón a corazón
que yo he comenzado hoy, él podría hablar bien con respecto a su
relación y su comunión con el Espíritu Santo. Nadie era más
importante para él. Esa fue la razón por la que él miró hacia arriba y
clamó el más grandioso y perfecto clamor que un hombre haya
hecho alguna vez. No hay un corazón quebrantado más grandioso
en el mundo, no hay oración más sincera —y es más que una
oración, es un clamor— y un clamor del corazón de David. Él miró
hacia arriba y fueron más que verdaderas lágrimas cegadoras; eso
vino de cada átomo de su ser, cuando dijo: «¡No quites de mí tu
Santo Espíritu».27 Tú puedes quitarme todo lo demás, tú puedes
tomar cada posesión terrenal, tú puedes quitarme cualquier cosa,
pero no quites de mí tu Santo Espíritu.
Y él continúa diciendo en el salmo 139:

¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiere a


los cielos, allí estás tú. Y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás. Si
tomare las alas del alba y habitare en el extremo del mar, aun allí me guiará tu
mano y me asirá tu diestra. Si dijere: ciertamente las tinieblas me encubrirán, aún
la noche resplandecerá alrededor de mí. Aún las tinieblas no encubren de ti y la
noche resplandece como el día. Lo mismo te son las tinieblas que la luz, porque tú
formaste mis entrañas. Tú me hiciste en el vientre de mi madre. Te alabaré,
porque formidables, maravillosas, son tus obras. Estoy maravillado, y mi alma lo
sabe muy bien.28

Nosotros vemos aquí la Palabra de Dios relacionando al Espíritu


Santo con Dios Todopoderoso. ¡Oh, para mí esto es muy sagrado!
Vean algo más que a veces nosotros olvidamos, hay una razón de
por qué Él es llamado Espíritu Santo. Nosotros nos familiarizamos
tanto a veces con cosas que son santas, que nos olvidamos del
peso que tienen. Las cosas sagradas son más sagradas de lo que
nuestras mentes pueden comprender. Muy liberalmente nosotros
usamos su nombre, con demasiada facilidad hemos escuchado de
esos en Pentecostés. Cuando hablamos del Espíritu Santo, nos
olvidamos de que el Espíritu de Dios es Santo.
Esa es la razón por la que Él es sabiamente llamado el Santo
Espíritu, el Espíritu de Dios Todopoderoso. La revelación que Dios
hizo de sí mismo, la hizo a través de Jesús. La revelación que Él
hizo con respecto a su misma santidad, Él la hizo a través del
Espíritu Santo.
Me parece extraño a veces cuando me doy cuenta de cuánto los
profetas del Antiguo Testamento conocían con respecto a algunas
de estas profundas verdades. Nunca ceso de maravillarme por el
hecho de que Pablo estaba tan bien familiarizado con algunas de
estas cosas que se han vuelto una gran revelación para nosotros.
Va a ser maravilloso cuando nos vayamos a casa y todos nosotros
hablemos acerca de estas verdades espirituales. Ahí estarán los
santos del Viejo Testamento, estarán Pablo, Juan y Pedro, y todos
nosotros tendremos el conocimiento de la misma Persona.
Aún hoy yo estoy familiarizada con algunos santos de Dios, y le
dije a alguien con quien una vez conversamos con respecto a las
cosas profundas: «¿Tú sabes eso también?». Creí que yo era la
única que sabía eso, porque fue una revelación. Pensé que esto
probablemente me fue dado a mí, y yo creía que era tan maravilloso
que nunca soñé que Él le había dado la misma revelación a alguien
más.
Entonces, por toda la eternidad, cuando nosotros hablemos con
los santos de Dios de todas las eras y digamos: «¿Cuándo
descubriste eso? ¿Cuándo Él reveló eso a tu corazón? Pablo,
¿cómo supiste eso?».
Es todo revelado por el mismo Espíritu, y a nadie le es dada
ninguna interpretación privada. Aquí está Pablo, en el primer
capítulo de Romanos, hablando de lo mismo que te estoy hablando
a ti ahora: «Pablo, siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol,
apartado para el Evangelio de Dios».
Eso es lo que nosotros necesitamos hoy. Si tú me preguntaras
qué es lo que un pastor necesita más que nada hoy, es de lo mismo
de lo que Pablo está hablando aquí —«separado para el Evangelio
de Dios»—. Y la hora ha llegado en la que tenemos todo lo demás,
excepto esta gloriosa separación. En lugar de esa separación,
nosotros estamos teniendo transigencia, estamos actuando igual
que el diablo. Estamos tratando de imitar al diablo, estamos tratando
de imitar las cosas que el diablo hace. Lo tenemos en el «banco de
suplentes».
Honestamente, por la forma en que algunos santos de Dios
actúan, y aun algunos ministros actúan, tú creerías que el diablo es
su maestro, pues ellos tratan de imitar las cosas del diablo. Nosotros
encontramos transigencia allí y transigencia aquí, y tú no puedes
distinguir una de la otra. ¿Pero tú quieres saber qué dice Pablo
aquí?: «Pablo, siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol, apartado
para el Evangelio de Dios». Separado para el Evangelio de Dios
desde el principio, como un sirviente, él fue llamado a una vida de
separación en el mundo, pero no del mundo:

… que él había prometido antes por sus profetas en las Santas Escrituras,
acerca de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que era del linaje de David, según la
carne, que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad,
por la resurrección de entre los muertos, y por quien recibimos la gracia y el
apostolado para la obediencia a la fe, en todas las naciones, por amor de su
nombre…».
Permíteme repetirlo: «… que fue declarado Hijo de Dios con
poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los
muertos…».
¿Y quién es el Espíritu de santidad? El Espíritu Santo. Observa
algo con mucha atención, el Espíritu Santo no puede morar en un
vaso que no está limpio, tiene que existir esa separación. Esa es la
razón por la que a mí no me importa qué es lo que tú profesas, a mí
no me importa qué gloriosas experiencias puedas haber tenido; a mí
no me interesa cuán alto o por cuánto tiempo tú has hablado en
lenguas desconocidas. Sí allí no hay una vida santa, y si tu vida no
lleva los frutos del Espíritu, tu cuerpo no es el templo del Espíritu
Santo. Porque el Espíritu Santo es el Espíritu de Dios, Él es un
Espíritu de santidad, y no puede morar en un vaso sucio donde hay
pecado.
Tú no puedes vivir una vida espiritual y vivir en adulterio, tú no
puedes vivir una vida espiritual y también vivir en inmundicia. Las
dos cosas no van juntas.

26 Salmos 139:7.
27 Salmos 51:11-13.
28 Salmos 139:7.
LA DIRECCIÓN DEL ESPÍRITU
SANTO
Hoy voy a hablar de una persona que significa todo en el mundo
para mí. Yo dependo absolutamente de la persona sobre quién voy
a hablar, la maravillosa Tercera Persona de la Trinidad, el Espíritu
Santo. Y quiero que te familiarices con esta personalidad, Él es una
Persona.
Millones están hablando del Espíritu Santo y hay solo muchas
ideas con respecto a esta maravillosa Tercera Persona de la
Trinidad; pero recuerda algo, Él es más que solo una influencia, Él
es más que solo Espíritu; el Espíritu Santo es una personalidad
definida. Es mi firme convicción de que nadie puede tener un
verdadero conocimiento de esta maravillosa personalidad hasta que
Él habite en el corazón, el vaso, el cuerpo de un individuo. Yo creo
eso con cada átomo de mi ser. Sé que el Espíritu Santo estaba en la
Tierra, es el único que envía una poderosa convicción al individuo
antes de que él sea nacido de nuevo; mas recuerda: toda
convicción. Si tú tienes cualquier convicción acerca de cualquier
cosa, de esos pecados y del juicio por venir, es el Espíritu Santo ese
gran poder de convicción de la Trinidad.
Esta maravillosa personalidad está con todo creyente. Si tú has
sido nacido de nuevo, si tú has tenido esa maravillosa experiencia
del nuevo nacimiento, esta experiencia que nosotros llamamos
regeneración y salvación, el Espíritu Santo está contigo. Él está con
todo creyente, pero hay una experiencia, una gloriosa experiencia,
donde no solo Él está contigo. Sí, la Palabra de Dios dice: «Él estará
en vosotros». Ningún cristiano, ningún individuo puede saber
realmente cómo es la Persona del Espíritu Santo, tú no tienes un
verdadero conocimiento de esta personalidad hasta que hayas
tenido esta maravillosa experiencia del Espíritu Santo morando
dentro de ti.
¡Yo deseo tanto en estos próximos minutos decirte cómo es Él
realmente! Sé que fallaré completamente, pues ningún vocabulario
humano podría jamás comenzar a decirte cómo es esta maravillosa
y atractiva personalidad. Sin embargo, sí pudiera ayudar un poquito,
porque Él significa tanto para mí, Él es el secreto del poder en mi
vida, Él es el secreto de este ministerio.
Primero que todo, la Palabra de Dios dice: «Los que son guiados
por el Espíritu». Nosotros sabemos por la Palabra que Él dirige, Él
guía. Y si Él guía, entonces nosotros lo seguimos. Yo pienso en esto
muy a menudo, tantos de los hijos de Dios han tenido la idea de que
pueden guiar al Espíritu Santo, y esa es probablemente la razón de
todos nuestros problemas y de todas nuestras dificultades. Yo los he
visto una y otra vez tratando de usar al Espíritu Santo, tratando de
guiar al Espíritu Santo.
Uno de los días más grandiosos de mi vida fue cuando recibí uno
de los más grandes conocimientos, el secreto de permitirle a Él
dirigir, guiar. Yo aprendí a seguirlo; si te dijera que es fácil, te estaría
mintiendo. Es uno de los más grandes secretos que un cristiano
puede aprender. ¡Yo lo sigo a Él tan de cerca en el gran servicio de
milagros! Puede haber siete mil personas allí afuera, tal vez solo
cincuenta, y aún hay una sola Persona de la cual estoy
constantemente consciente. Hay una personalidad de la cual yo
estoy muy consciente, yo lo sigo a Él, lo sigo tan de cerca. Él guía
en su misma presencia, y esa grandiosa fuerza invisible se asienta
sobre las gradas del auditorio lleno de personas. ¡Esa gran
personalidad invisible!, tan real como el aire, tan grandiosa fuerza
como la más grande fuerza del viento que jamás haya soplado, y
aún ningún hombre ha visto. Ese gran poder, esa gran personalidad
moviéndose sobre hombres y mujeres. Yo espero por su dirección,
por su guía. Aprende ese secreto: si tú no estás seguro, espera a
que Él te guíe.
La Biblia enseña que esta maravillosa gran personalidad del
Espíritu Santo también intercede por ti y por mí. Permíteme
preguntarte algo: ¿cómo podría alguno de los preciosos hijos de
Dios ser derrotado, cuando nosotros tenemos a la derecha de Dios
Padre, en una posición de Gran Sumo Sacerdote, al mismo Hijo del
Dios viviente, viviendo para hacer intercesión? ¿Cómo puedes vivir
un momento de tu vida en derrota, cuando tú tienes al Gran Sumo
Sacerdote intercediendo por ti, el mismo Hijo del Dios viviente, todos
los momentos de tu vida, noche y día?
Más que eso, tú tienes esta personalidad, el Espíritu Santo, el
gran poder de la Trinidad, quien intercederá por ti para que tú sepas
la perfecta voluntad de Dios —y a veces yo creo que la cosa más
difícil de saber es la voluntad de Dios—.
Permíteme leer algo que es tan precioso:

Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad, pues qué hemos
de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por
nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál
es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por
los santos.29

¡Oh, saber lo que está en la mente de Dios! ¡Cuán a menudo yo


he buscado saber lo que hay en la mente de Dios! No te detengas
allí, el Espíritu conoce lo que hay en la mente de Dios: «… Mas el
que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu,
porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos».
Me atrevo a decir que no hay ninguno de nosotros que no haya
experimentado un momento en su vida en el que no haya sabido
cuál era la voluntad de Dios. Nosotros hemos llegado a una
encrucijada, una sola decisión que tomamos es la perfecta voluntad
de Dios. Yo he estado en esa posición, así como tú has estado, y
Dios tiene una voluntad perfecta. Yo creo eso. En este momento
Dios tiene una perfecta voluntad para ti. Él tiene una perfecta
voluntad en mi vida, y al tomar decisiones, deben ser tomadas en la
perfecta voluntad de Dios. No obstante, aún somos humanos y
llegamos al lugar donde nosotros buscamos su voluntad y no
sabemos cuál es realmente la voluntad de Dios.
Tú me preguntas: «¿Qué hacemos en esas circunstancias?».
Espera, solo esperen en Él, no hagan nada, sino esperar, si no
están seguros. Mientras esperas, el Espíritu Santo hará intercesión
por ti, conociendo la perfecta voluntad de Dios. Sin embargo,
recuerda algo: tú solo puedes conocer su perfecta voluntad —y Él
solo hace intercesión por ti delante del trono del Padre, buscando la
voluntad de Dios—, cuando llegas al lugar donde tú no tienes
voluntad propia, y a veces creo que es la cosa más difícil en el
mundo. Yo tengo una voluntad separada y aparte de la voluntad de
Dios. Tú, como un individuo, tienes una voluntad separada y aparte
de la voluntad de Dios, del Padre.
Jesús, en la forma de carne, tuvo una voluntad separada y aparte
de la voluntad de su Padre; pero recuerda esa grandiosa
experiencia en la vida del Hijo del Dios viviente antes de que Él
pudiera morir en la cruz y pagar el precio por la redención de los
hombres. Él también tuvo que llegar al lugar donde pudo mirar hacia
arriba y decir: «Padre, no se haga mi voluntad, sino la tuya». El
mismo Hijo del Dios Viviente tuvo que rendir su voluntad a la
voluntad del Padre, y las dos voluntades se transformaron en una
voluntad.
¿Sabes lo que estoy tratando de decir? No es fácil decírtelo, lo sé
muy adentro, solo conozco la revelación espiritual. Llega un
momento en nuestras vidas cuando lo amamos a Él lo suficiente, lo
amamos tan completamente que miramos hacia arriba y decimos:
«No dos voluntades, tu voluntad y mi voluntad, sino una voluntad; yo
rindo mi voluntad a tu voluntad». Entonces es imposible equivocarse
en cuanto a la voluntad de Dios.
Hay algo más. ¡Tú debes tener a esta maravillosa personalidad!
No puedes vivir tu vida sin Él. ¡No puedes! Tú no puedes vivir una
vida plena sin Él. Recuerda algo más, su Espíritu dará testimonio a
tu espíritu. Nosotros estamos viviendo en una hora de gran engaño,
la Biblia enseña que en los momentos finales de esta dispensación
habrá gran engaño en el mundo. Tan seguro como lo genuino está
siempre la falsificación, pero su Espíritu da testimonio a tu espíritu, y
en esta hora de gran engaño, espera, asegúrate de que su Espíritu
da testimonio a tu espíritu.
Hay más, hay algo que yo quiero darte hoy. Oro para que nunca
te olvides, ¡significa tanto para mí!, porque hay horas solitarias, hay
momentos de soledad. ¡Me siento tan sola a veces!, pero yo tengo
esta gloriosa promesa, este Consolador, Aquel que conoce la
voluntad de Dios, Aquel a quien yo sigo, Aquel que guía, quien
intercede: «Y temerán desde el occidente el nombre de Jehová, y
desde el nacimiento del sol su gloria, porque vendrá el enemigo
como río, mas el Espíritu de Jehová levantará bandera contra él».30
Cuando el enemigo venga como río, el Espíritu estará allí para
defenderte. Yo no tengo que luchar mis propias batallas. ¡Oh, ese
grandioso día! Hubo un tiempo en mi vida en el que tuve que pelear
mis propias batallas, y yo sentía que tenía que pelear las batallas de
Dios por Él. Tú sabes, eso era así; sin embargo, llegó la hora en que
me di cuenta de que yo no tenía que pelear mis propias batallas, Él
estaba allí para defenderme. Cuando el enemigo viniera como una
inundación, yo no estaba sola, podía levantar mi cabeza y cuadrar
mis hombros. Yo podía estar de pie y enfrentar al mundo entero,
sabiendo en quién tengo mi confianza; el Espíritu Santo estaba allí
para defenderme.
Tú nunca estarás sola, tú nunca estarás solo. ¡Nunca! Tú no
tienes que pelear tus propias batallas ni por un segundo. El Espíritu
Santo, esta gloriosa personalidad, estará allí. La personalidad
invisible estará allí para defenderte, y tú puedes depender de Él
para la victoria.

29 Romanos 8:26.
30 Isaías 59:19.
LA PERSONA Y EL PODER DEL
ESPÍRITU SANTO
Teóricamente, decenas de miles de personas honran al Espíritu
Santo cada domingo por la mañana, cuando cantan la doxología en
sus lugares de adoración. Y a pesar de todo esto, hay miles que no
conocen absolutamente nada de la persona del Espíritu Santo. Ellos
no conocen absolutamente nada acerca del poder del Espíritu
Santo.
Cuando ellos piensan en el Espíritu Santo, piensan en Él como
una influencia, o tal vez como uno de los atributos; sin conocer nada
sobre esta maravillosa Persona, quien es literalmente el poder de la
Trinidad. Luego están, por supuesto, aquellos que están empezando
a familiarizarse con esta gloriosa personalidad. ¡Ellos sienten que
acaban de descubrir algo nuevo!, que esta nueva personalidad
maravillosa acaba de entrar en escena. ¡Ellos sienten como si
hubieran hecho un descubrimiento maravilloso!, personas que
nunca antes han sido activas en el poder.
Sin embargo, el Espíritu Santo, esta maravillosa Tercera Persona
de la Trinidad, ha existido desde la eternidad, y esto es simplemente
así. Vuelve si quieres al principio de los tiempos, cuando el gran
plan de salvación fue presentado. Creo que los tres estaban en esa
gran mesa de conferencias. Los tres estaban presentes. ¿Cómo lo
sé?, porque en ese tiempo, cuando ellos estaban trazando los
planes para la salvación de los hombres —para tu redención y para
mi redención—, Jesús se ofreció, a través del Espíritu Santo, a Dios
Padre para ser entregado.
Tal vez como una niña pequeña en la escuela dominical, la
primera escritura que tú aprendiste fue Juan 3:16: «Porque Dios
amó tanto al mundo que dio a su Hijo Unigénito…».
Estaban los tres allí. Tú no puedes separar al Hijo del Padre,
tampoco puedes separar al Padre del Espíritu Santo. El Espíritu
Santo es Dios, Jesucristo es Dios y el Padre es Dios. Los tres han
existido desde la eternidad, y Jesús, en esa mesa de conferencias,
dijo: «Está bien, yo iré, me volveré tan hombre como si no fuera la
Deidad y Divinidad. Yo iré, tomaré la forma de carne». Y,
volviéndose hacia el Espíritu Santo, conociendo el incomparable
poder del Espíritu Santo, dijo: «Yo iré, conociendo tu poder,
dependeré de ti para ese glorioso poder del servicio». ¡Y se ofreció
a sí mismo! La Palabra de Dios dice: «A través del Espíritu Santo,
para ser entregado al Padre, y el Padre dio a su Hijo Unigénito».31
¡Si solo nuestras pequeñas mentes endebles pudieran profundizar
en todo lo que estuvo involucrado, cuando ellos expusieron los
planes para la redención de los hombres! Dios Padre, conociendo a
su Unigénito Hijo, confió en Él, sabiendo que Él sería fiel a esa
confianza. Y Jesús vino, ¡eso es algo tan emocionante!
Observa al Espíritu Santo y su intervención. Lo primero que
tenemos del Espíritu Santo, de esta gloriosa parte de la Trinidad
tomando parte activa en el plan de redención, está registrado en el
primer capítulo de Mateo:

Y pensando él en esto, he aquí un ángel del Señor le apareció en sueños y le


dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella
es engendrado, del Espíritu Santo es.32

«¡Lo que en ella es engendrado del Espíritu Santo es!». Todo esto
estaba dentro del maravilloso plan redentor de Dios. Era el cuerpo
físico de María el que abarcaba esa cosa notable, ese gran milagro
engendrado por el Espíritu Santo.
Vamos un poco más adelante, algo que yo creo que es más
emocionante; está registrado en el tercer capítulo de Mateo. Es ese
momento cuando Jesús salió de las aguas del bautismo. ¡Oh, yo lo
he leído una y otra vez!, las páginas de mi Biblia están desgastadas
y rasgadas. ¡Es tan preciosa para mí!:
Jesús, cuando fue bautizado —Él está ahora levantándose de las aguas del
bautismo, salió directamente del agua— (…) y he aquí los cielos fueron abiertos, y
vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma y venía sobre él. Y hubo una
voz de los cielos que decía: Este es mi hijo amado en quien tengo
complacencia.33

Nuevamente tenemos a las tres Personas unidas, al Padre, al


Hijo, y al Espíritu Santo. Los tres que estaban sentados en esa
mesa de conferencias y trazaron ese maravilloso plan de redención.
Es la primera vez que los vemos a los tres juntos desde que Jesús
se ofreció, a través del Espíritu Santo, a Dios el Padre para ser
entregado por la redención de los hombres.
En ese momento, saliendo de las aguas del bautismo, vemos al
Espíritu Santo, el glorioso poder de la Trinidad, descendiendo sobre
Jesús, equipándolo para un propósito muy definido; ya que había un
grandioso ministerio por delante. ¡Había un ministerio maravilloso
por delante!
Las cosas iban según lo programado, como lo habían planeado.
El Espíritu Santo descendió sobre Jesús, equipándolo con poder
para el servicio. Y en ese mismo momento, una voz (si alguien más
escuchó esa voz, además del Hijo, no lo sé), fue la voz de Dios
mismo, diciendo: «Este es mi hijo amado en quien tengo
complacencia...».
Sígueme muy de cerca. Recuerda algo, cuando Jesús vino, Él era
tan hombre como si no fuera Dios. Y tenía que ser así, pues Él
había conocido todas las tentaciones que ningún ser humano haya
conocido jamás. Él no podría haber sido un juez legítimo (un día,
cuando la vida se haya terminado y nosotros estemos en su gloriosa
presencia, Jesús será tu juez; Él va a ser mi juez), ¿y cómo podría
ser un juez justo si no hubiese sufrido las mismas tentaciones que tú
has sufrido, que yo he sufrido?
Esa es la razón por la que yo les digo que esas tentaciones fueron
reales, que nadie les diga que esas tentaciones no fueron reales, las
que sufrió Jesús cuando el enemigo de su alma vino a Él, cuando el
maligno, cuando el diablo vino. ¡Esas tentaciones fueron reales y Él
podría haberse rendido a esas tentaciones! Si Él no hubiese sido
capaz de rendirse a esas tentaciones, entonces habrían sido una
farsa. Ambos, el diablo y Jesús, sabían que Él podría haberse
rendido a esas tentaciones, porque Él era tan hombre como si no
fuera Dios, y tan Dios como si no fuera hombre.
¡Aquí hay algo maravilloso! La hora llegó para el servicio, el Padre
estaba confiando en su Hijo para llevarlo a cabo, el Espíritu Santo
vino como fue planeado. Nosotros hablamos de los maravillosos
milagros en el ministerio de Jesús, nos emocionamos con ese
glorioso ministerio que tuvo. Mas observen, hay un secreto que ha
sido pasado por alto, el secreto del poder en la vida de Jesús fue
encontrado en la Persona del Espíritu Santo.
Lean si quieren, por favor, en el décimo capítulo de Hechos. Antes
de que Jesús realizara cualquier milagro, algo sucedió, y este fue el
secreto del poder en el ministerio terrenal de Jesús. Se encuentra
en el versículo 38: «Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a
Jesús de Nazaret, y cómo este anduvo haciendo bienes y sanando
a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él».34
¿Cuál fue el secreto del poder en el ministerio de Jesús? ¿Cuál
fue el secreto de esos milagros que hizo mientras caminó por esta
tierra? Él conocía el secreto de su poder, no fue un misterio para Él.
Cuando salió de las aguas del bautismo, el Espíritu Santo descendió
sobre Él y fue llenado con el glorioso poder del Espíritu. Luego le
siguió un incomparable ministerio.
Jesús habló muy confiadamente con los suyos, está registrado en
Juan. Un día dijo: «Yo me voy, es conveniente para ustedes. Es
necesario para ustedes que yo me vaya, porque si no me voy, el
Espíritu Santo no vendrá sobre ustedes; y cuando Él venga, Él me
magnificará. Él tiene gran poder, poder de convicción; Él convencerá
al mundo de pecado y del juicio por venir».
Jesús habló muy libremente de una personalidad, no solo de una
influencia, no solo de una de las cualidades o atributos, sino de una
personalidad. Constantemente refiriéndose a Él: «Él convencerá al
mundo de pecado y del juicio por venir…». «¡Él me magnificará!». El
Espíritu Santo, una Persona con una personalidad muy definida.
Tan importante como la venida del Espíritu Santo (léelo en tu
propia y preciosa Palabra) es que Él está a punto de irse ahora; está
de pie, se está yendo. Él conoció la inconstancia de los seres
humanos, Jesús conocía la inconstancia de los hombres y de las
mujeres; pero también conocía el poder y la Persona del Espíritu
Santo. Y sus últimas palabras, sabiendo que les estaba dejando a
unos pocos hombres y mujeres esta maravillosa tarea (su tarea
inconclusa), las últimas palabras que dijo antes de irse fueron: «…
pero recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu
Santo…».
El mismo poder maravilloso que ustedes han visto en mi
ministerio, esta maravillosa demostración de poder que ustedes han
visto con sus propios ojos. ¡Lo han experimentado! Yo quiero que
sepan que no los estoy dejando solos, sino que cuando yo me haya
ido, voy a enviárselos a ustedes. La misma maravillosa Tercera
Persona de la Trinidad, el mismo maravilloso poder de la Trinidad.
Voy a enviarlo a Él, esta Persona, quien ha sido el secreto del poder
en mi vida y en mi ministerio: «… pero recibiréis poder cuando haya
venido sobre vosotros el Espíritu Santo…».
¡Él vino al Aposento Alto! Yo lo he leído una y otra vez en el
segundo capítulo de Hechos. ¡Fue exactamente como Jesús dijo
que sería! Él nunca nos ha dicho una mentira, ¡nunca!
En ese Aposento Alto algo sucedió, las cosas aún van según lo
programado. Nosotros sabemos que Jesús regresó al trono del
Padre, sabemos que Jesús en este mismo momento está en la
posición de Sumo Sacerdote, que Él está a la diestra de Dios Padre;
que regresó a la gloria, pues Él dijo que cuando llegara Él enviaría al
Espíritu Santo, y el Espíritu Santo vino:

Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de


repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual
llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas
repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos
llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el
Espíritu les daba que hablasen.35

El mismo Espíritu Santo que descendió sobre Jesús, cuando


subió de las aguas del bautismo, vino sobre esos creyentes que
estaban en el Aposento Alto. ¿El poder para qué propósito? ¿Por
qué fue dado el Espíritu Santo?, para un propósito y solo para un
propósito: para el servicio.
Tú y yo somos salvos para servir. ¡Ninguno de nosotros debería
vivir una vida cristiana derrotada ni por un momento! ¡Él ha hecho
una amplia provisión de poder!; Él ha hecho una amplia provisión
para la victoria a través de la Persona del Espíritu Santo.
Todo lo que Jesús tenía mientras caminaba por las costas de
Galilea es nuestro hoy. Él hizo esta provisión. Todo lo que ellos
tuvieron en la Iglesia Primitiva es nuestro hoy, y esto es lo que
Zacarías quiso decir cuando exclamó: «No es con ejército ni con
fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos».36
Observen amados, lo que necesitamos en nuestras iglesias hoy
no es más organización, lo que necesitamos no son edificios más
grandes y mejores. Lo que necesitamos no son más hombres cultos
y eruditos detrás de nuestros púlpitos, lo que necesitamos en
nuestras iglesias hoy es el poder del Espíritu Santo. ¿Qué es lo que
tú como cristiano necesitas en esa vida tuya en esta hora? ¡Es el
poder del Espíritu Santo!, ya que solo el Espíritu Santo es quien
dará los resultados.

Padre Dios, ¡por favor!, de alguna manera enséñanos sobre esta


maravillosa Tercera Persona de la Trinidad y danos ese poder, en el
púlpito, en nuestras iglesias y en nuestras vidas individuales, por el
amor de Jesús. ¡Gracias!

31 Hebreos 9:14. (Versión de la biblia King James en inglés).


32 Mateo 1:20.
33 Mateo 3:16.
34 Hechos 10:38.
35 Hechos 2:1-4.
36 Zacarías 4:6.
LAS MANIFESTACIONES DE SU
PODER
¡Seguro que yo creo en milagros! Creo en milagros
con cada átomo de mi ser, pero recuerda por qué
yo creo en milagros; tengo una razón, sé por qué
creo en milagros. ¡Es porque yo creo en Dios!
Recuerda algo: si tú eres parte de la humanidad,
llegará un día —tal vez no hoy, tal vez no mañana
o pasado mañana, o el próximo mes—, llegará el
tiempo, llegará la hora cuando tú también
necesitarás un milagro en tu vida; y cuando ese
momento llegue, recuerda: Dios estará justo allí
para realizar ese milagro para ti.

Desde la Iglesia Primitiva, no ha habido tanta emoción concerniente


al Espíritu Santo. ¡Oh, yo puedo recordar las Escrituras con respecto
a esa gran emoción después de que Jesús se fue! Él les había dicho
que vendría esta Tercera Persona de la Trinidad y, como siempre, Él
vino exactamente como Jesús dijo que vendría. Había gran emoción
en el día de Pentecostés, ¡Oh, fue glorioso! Mientras los ciento
veinte esperaban en el Aposento Alto, Él vino, y ellos fueron todos
llenados con el Espíritu Santo. Siempre hay emoción donde sea que
tú encuentras a los discípulos llenos con esta maravillosa Tercera
Persona.
De nuevo, hoy hay gran emoción con respecto al Espíritu Santo;
no solo entre unos pocos, sino en todo el mundo. Lo encuentras en
el catolicismo, lo encontrarás entre los protestantes, lo encontrarás
alrededor del mundo. Muchos están siendo llenados con el Espíritu
Santo. Recuerden, esta poderosa Tercera Persona, como Jesús
dijo, está con todos los creyentes, pero llegará el momento en la
vida del creyente cuando Él no solamente esté con él o con ella,
sino que literalmente llenará al creyente con poder, poder para el
servicio.
Ahora voy a hablarte con respecto a esta maravillosa Tercera
Persona de la Trinidad en relación con la sanidad de un cuerpo
enfermo. Probablemente tú entenderás a esta Persona de la
Trinidad un poco mejor después de que te lo explique aquí. Tal vez
tú comprendes su parte en la sanidad de los cuerpos enfermos,
mientras Él obra en ese gran servicio de milagros. Ahora, antes de
que yo comience a hablar de esta maravillosa Tercera Persona,
nunca olviden que quien es sumamente importante es Jesucristo, el
gran Sumo Sacerdote, el mismo Hijo del Dios Viviente. Nunca
pierdas de vista a Jesús, aun en esos maravillosos servicios de
milagros, cuando yo hablo acerca del grandioso Espíritu Santo, del
gran movimiento del poder invisible, y tú sientes la gloriosa
Presencia del Espíritu Santo —¡porque su presencia está en el aire!
—. Aun en este mismo momento en que su Presencia está aquí,
Jesús está en la posición de Gran Sumo Sacerdote, a la derecha de
Dios el Padre.
¡El Espíritu Santo se mueve sobre las personas! ¡Él se mueve
sobre las grandes congregaciones! Es su poder y su presencia lo
que ellos sienten cuando hablan de ese hormigueo poderoso y de
ese calor que está pasando por sus cuerpos, y ellos dan testimonio
de la virtud y del poder sanador con respecto a los cuerpos
enfermos.
Miles llegan al servicio llorando y se preguntan por qué, es la
presencia del Espíritu Santo lo que sienten en realidad. Las
personas no comprenden el poder demoledor del Espíritu Santo, yo
tampoco. Soy la primera en admitir que no lo entiendo. Los veo
delante de mí, derribados por el poder, por esa fuerza invisible, y sé
mejor que nadie que yo no tengo absolutamente nada que ver con
eso.
A veces pienso que el viejo cuerpo físico no está preparado para
tanto poder. Esa es la razón por la que uno de estos días, esto
mortal tendrá que vestirse de inmortalidad para ser capaz de estar
en la presencia del Dios Santo. Estos son aún cuerpos físicos
sujetos a la enfermedad y a la muerte, pero uno de estos días, esto
que es mortal se vestirá de inmortalidad. Uno de estos días, esto
que es aún corrupción se vestirá de incorrupción. Ese es el glorioso
mensaje de la resurrección, ese es el glorioso mensaje de la
Pascua; mas todavía es el poder del Espíritu Santo, el mismo poder
que levantó a Jesús de la muerte.
Tú y yo no podemos ni comenzar a escudriñar el poder del
Espíritu Santo. Él es el poder más grande del mundo. Tengo una
razón para decirte que yo creo en milagros, aunque no comprenda
esos milagros. ¿Quién puede comprender a Dios? ¿Quién puede
comprender el poder de Dios? ¿Quién puede escudriñar
completamente a Aquel que habló y existió el mundo; quien habló, y
existieron los planetas? ¿Quién puede analizar a Aquel que dijo:
«¡Sea la luz», y fue la luz!? ¿Quién puede comprender el obrar del
Espíritu Santo?
Hay uno que comprendió, y ese fue Jesús. Esa es la razón por la
cual, aun antes de que Él viniera en la forma de carne, antes de que
Él se ofreciera a Dios Padre para ser entregado, antes de que
viniera a la Tierra en forma de hombre (tan hombre como si no fuera
Dios), Él se ofreció a través del Espíritu Santo para ser entregado,
porque sabía que, como hombre, en la forma de hombre, Él no
podría realizar esos milagros por sí mismo.
Esa fue una de las más grandes revelaciones que alguna vez Él
me haya dado. Tuvo que poner su completa confianza en el Espíritu
Santo, ese poder de grandiosa resurrección. Todo depende del
Espíritu Santo, Él conocía su poder. Esa es la razón por la cual un
día Él se volvió a aquellos que lo estaban cuestionando, a esos
adversarios, a esos escépticos y dijo: «Si ustedes no creen que yo
soy todo lo que dije que soy, entonces créanme por causa de las
mismas obras».
El Espíritu Santo no es una Persona nueva que acaba de llegar a
la escena. Sepan eso. Los santos del Viejo Testamento conocieron
el poder del Espíritu Santo. Ellos hablaron de la manifestación de lo
milagroso en la vida de Gedeón, en la vida de Sansón; lo milagroso
en la vida de José. ¿Qué fue eso? Nada más y nada menos que el
poder del Espíritu Santo.
David conoció el poder de la grandiosa Tercera Persona de la
Trinidad. Esa es la razón por la que clamó: «¡No quites tu Santo
Espíritu de mí!». Tú puedes tomar todo lo que tengo, pero yo sé
dónde descansa mi poder, sé dónde descansa el secreto de lo
sobrenatural. Está en el Espíritu Santo. «¡No quites de mí tu Santo
Espíritu!».
Quisiera poder transmitirte correctamente algo que sé muy en mi
interior. Yo no tengo nada que ver con estos milagros de los que
hablan las personas. No tengo virtud sanadora. ¡Me quedo
asombrada cuando ocurren estos milagros!
Un hombre y su hijo —un maestro de secundaria del sur de
California— subieron al escenario del auditorio Shrine. Él dijo: «Mi
padre, por años, tuvo tumores grandes como nueces en su cara, y
hoy en el servicio, estando simplemente sentado en la audiencia, los
tumores se fueron; no están más allí».
¿Cuál es la respuesta? ¿Cuál es la respuesta a esos amigos que
fueron sanados de cáncer, de artritis, por el poder de Dios? ¿Cuál
es la respuesta? Es la misma Persona en quien Jesús tenía
confianza, completa confianza. No hay nada tan emocionante como
la Palabra de Dios, en ella está el secreto, Jesús lo entendió. Esa
fue la razón por la cual, aun antes de que llegara, Él se ofreció a
través del Espíritu Santo para ser entregado. Si había algo que
Jesús sabía, era que Él no tenía —como un simple hombre en la
forma de carne—, el poder de realizar esos milagros. Ningún
hombre puede realizar milagros. Sépanlo ustedes. Se requiere el
poder de lo sobrenatural.
Jesús comprendió, en el décimo capítulo de los Hechos, en el
versículo 38: «Dios ungió a Jesús de Nazaret, con el Espíritu Santo
y con poder, quien anduvo haciendo bienes y sanando a todos los
que estaban oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él».
¿Dónde estaba el secreto? Jesús era el instrumento, mas fue el
Espíritu Santo, a través de Él, quien hizo las sanidades.
La Palabra de Dios dice así: «Dios ungió a Jesús de Nazaret con
el Espíritu Santo y con poder». Y hubo milagros. Lo mismo está
sucediendo hoy. No es de extrañar que haya tanta emoción con
respecto al Espíritu Santo. No es de extrañar que haya miles y miles
que están presenciando este grandioso poder. Y no es solo en este
ministerio. Sépanlo. ¡Por favor, créanme!
Este es el día de poder especial, porque el Espíritu Santo sabe
que se va. Esta gloriosa dispensación del Espíritu Santo, esta
dispensación de Jesucristo, está llegando al final; Jesús regresó al
Padre de donde vino. Seguramente uno de estos días llegaremos al
cierre de esta dispensación. La palabra de la profecía ha sido
cumplida, y Dios está haciendo algo especial en estos días.
Es una hora de gracia, es una hora de misericordia, esta gran
emoción que está permeando la misma atmósfera; este glorioso día
donde millones están creyendo nuevamente en milagros, viendo la
manifestación de este gran poder, el movimiento de esta grandiosa
Persona en el aire, el Espíritu Santo. «Mientras tú estás sentado allí
ahora, hay algo que te está sucediendo que no comprendes, ese
cálido resplandor, esa electricidad que atraviesa tu cuerpo. Yo no lo
comprendo completamente, no obstante, sé que es tan real como la
Persona de Dios. ¡Es el poder del Espíritu Santo!».
¿Has visto alguna vez al viento? No, ningún hombre ha visto al
viento, aunque tú y yo vemos el resultado del viento. Nosotros
vemos el resultado de esas grandes caídas causadas por el viento.
Ningún hombre ha visto al Espíritu Santo, esa poderosa Tercera
Persona de la Trinidad. Yo nunca lo he visto a Él, tú nunca lo has
visto, pero a través de estos grandiosos milagros esa grandiosa
fuerza sobrenatural invisible se manifiesta en la sanidad de los
cuerpos enfermos, es su glorioso poder demoledor. Nuevamente
nosotros estamos viendo el resultado de la gran fuerza invisible, el
poder del Espíritu Santo, y mientras Él esté aquí con nosotros,
¡continuaremos viendo milagros!
MONTE DE LA
TRANSFIGURACIÓN
Nunca me olvidaré de aquellas largas tardes de domingo cuando yo
era una adolescente, años y años atrás en Concordia, Missouri.
Ninguna adolescente habría tenido temor de ver venir el domingo
como yo. Odiaba ver que llegaba el domingo, ya que era siempre lo
mismo. Papá nunca iba a la iglesia, mamá sí. Mamá iba
principalmente para presumir. Nosotros teníamos nuestro almuerzo
del domingo y, después de que los platos eran lavados, papá decía:
«Bueno, yo voy a subir por una siesta». Y mamá diría: «Yo creo que
voy dormir una siesta también». Simplemente como si hubieran
pensado en ello al mismo tiempo. Lo hacían todos los domingos de
tarde.
Yo era una niña llena de vida, llena de vitalidad y sin nada para
hacer; lo único que hacía por aquel tiempo era ir rápido a buscar a
mi mejor amiga, Máxime. Ella era la hija de un cirujano cardíaco, y
caminábamos por las vías del tren hasta Emma, Missouri.
¿No sabías que existía una Emma en Missouri? No está en el
mapa, todo lo que hay allí es una lechería, una iglesia luterana, un
cementerio luterano y media docena de casas a tres millas de
Concordia. Caminábamos por la vía del tren hasta Emma. A las 4 en
punto el tren del Pacífico de Missouri, una locomotora, el vagón de
correo, un vagón de pasajeros, llegaba lentamente por la curva, tan
lentamente. Nosotras estábamos paradas en las vías del tren y
saludábamos; cuando se detenía, nos subíamos a un viaje de tres
millas a Concordia. Nos bajábamos del tren como señoritas que
acababan de llegar de París.
¡Oh, eso fue hace tantos años! Tantos años han pasado, más de
los que puedo recordar. Yo aprendí algo en mi viaje, el de los
domingos de tarde yendo a Emma. Aprendí a cómo caminar por las
vías del tren, ¡y era bastante buena en eso, era realmente buena! Yo
aprendí a caminar por las vías del tren, a cómo mantener el
equilibrio; si tú perdías tu equilibrio, te caías.
Quiero que sepas algo. ¡Estoy caminando por el más grandioso
riel de mi vida ahora, y debo mantener mi equilibrio! Sé mejor que
nadie que estoy caminando por el riel, lo sé —de acuerdo con la
Palabra de Dios—. Él está devanando las cosas, está hilando las
cosas, lo está haciendo muy rápidamente.
Nosotros estamos llegando al fin de esta dispensación, una
llamada como «el tiempo de los gentiles»; y muy pronto tendremos
el rapto de la Iglesia. Seguido de esto, por siete años, Él va a
guardar sus pactos terrenales con su pueblo terrenal, los judíos.
Mientras leo la Palabra de Dios, descubro algo que Él dijo que
sucedería en la hora de cierre de esta dispensación, ¡y yo tengo que
creer esta Palabra! Él va a mantener su Palabra.
Ningún hombre, ninguna mujer se atreva a discrepar con la
Palabra de Dios. Una y otra vez en su Palabra nos dice que van a
suceder dos cosas en los momentos culminantes de esta
dispensación, antes del gran rapto de la Iglesia. Por un lado, la
Palabra de Dios habla del gran alejamiento, ¡miles y miles
alejándose!, ¡el gran engaño!, la frialdad. Y en esta hora nosotros
estamos viendo que el mundo se pone de pie para desafiar a la
Iglesia organizada. ¿Y qué está sucediendo? Nosotros no estamos
siendo capaces de responder a ese gran desafío. La muerte, el
formalismo. ¿Qué tenemos para ofrecerle a la juventud hoy?
¡Hemos quitado los altares!, y en muchos casos hemos negado la
misma deidad y divinidad del Señor Jesucristo, los mismos
fundamentos sobre los cuales el cristianismo fue establecido.
Por otro lado, la Palabra de Dios habla del gran derramamiento
del Espíritu Santo en los momentos culminantes de esta
dispensación: «Y derramaré de mi Espíritu sobre toda carne». Él
nos ha prometido a todos nosotros que en los últimos momentos va
a haber un derramamiento, un maravilloso derramamiento del
Espíritu; y nosotros lo estamos viendo, lo estamos viendo entre los
protestantes, lo estamos viendo entre los católicos, lo estamos
viendo entre hombres y mujeres de todos los ámbitos de la vida.
¡Uno de los más grandes derramamientos del Espíritu Santo que
este mundo haya evidenciado! En lugares que nunca esperábamos,
entre las personas menos probables: profesores, educadores,
sacerdotes; por todos lados, en todo rincón y esquina del mundo.
¡Esta gloriosa experiencia! ¡Y yo creo en ello con todo mi corazón!
Recuerda algo, el regalo más grande que Jesús le haya dado a la
Iglesia, este glorioso cuerpo de creyentes, fue el Espíritu Santo.
Antes de que se fuera, Él quería darle a los suyos, a su novia, a su
prometida, a su Iglesia, el regalo más grande que fuera posible; Él
dio este regalo inapreciable, el don del Espíritu Santo. Él sabía
mejor que nadie el secreto del poder en su ministerio, Él
comprendía. Pedro comprendió, Pablo comprendió el secreto del
poder en sus vidas. Yo creo en esta gloriosa experiencia que ellos
tuvieron en el Aposento Alto, cuando los ciento veinte fueron
llenados con el Espíritu.
Conozco el secreto del poder en mi ministerio, conozco el secreto
del poder en quienes encontraron a Cristo como su Salvador,
aquellos que fueron sanados sobrenaturalmente. Cada pedacito de
convicción viene de esta gloriosa Tercera Persona de la Trinidad.
Amados, Él ha prometido que en esta hora final habrá
manifestaciones del Espíritu Santo aún más maravillosas. Todo lo
que la Iglesia primitiva experimentó, todos los frutos, todos los
dones del Espíritu van a retornar, van a regresar a la Iglesia.
Amados, a causa de la falta de enseñanza, están quienes no
saben cómo apropiarse de este glorioso poder que de repente viene
sobre ellos. La tragedia más grande de este tiempo es la falta de
enseñanza en la Iglesia y entre aquellos que reciben este glorioso
don del Espíritu Santo.
Daría cualquier cosa en el mundo si, de alguna manera, tuviese la
habilidad de pararme en lo más alto de la montaña y proclamar el
poder del Espíritu Santo y el propósito de dar este poder y esta
Persona al creyente. A causa de la falta de enseñanza, a causa de
la falta de conocimiento de la Palabra de Dios, están quienes han
malversado el poder del Espíritu Santo, haciendo mal uso y
abusando del propósito del Espíritu Santo.
Te voy a traer un enfoque, algo maravilloso. ¿Alguna vez
consideraste a alguien que toma un fósforo y lo tira en una lata de
gasolina? En una fracción de segundo habría una tremenda
explosión y un gran daño hecho. Uno puede tomar el mismo
contenedor de gasolina y ponerlo en un automóvil, y tú vas a
lugares. ¡Todo depende de cómo lo canalices!
¡El Espíritu Santo no es un poder o una Persona que tú y yo
podamos usar! El Espíritu Santo debe usar a la persona, al vaso.
Ese es uno de los secretos más grandes que he descubierto. Una
combinación de sentido común y dominio de la Palabra de Dios
es lo que se está necesitando hoy más que nada en este mundo.
Amados, nosotros necesitamos regresar a la Palabra de Dios. Si
yo le enseño a usted una cosa, y la Palabra dice otra, la Palabra
está en lo correcto. Si su pastor le dice una cosa, y la Biblia dice
otra, la Biblia está en lo correcto. Sépalo usted. Y nosotros debemos
regresar al lugar donde tomemos a la Palabra como la autoridad
final.
A veces yo pienso que nosotros nos hemos dejado arrastrar por el
entusiasmo. ¡Oh, seguro! Vemos a Pedro en el monte de la
transfiguración, ¡eso fue glorioso! Yo desearía haber estado allí, por
supuesto. Pienso que estamos viviendo en la generación más
grandiosa para los que estamos predicando el Evangelio del Señor
Jesucristo en el monte de la transfiguración.
¡Oh, cuando Jesús estuvo allí, transfigurado delante de sus ojos!,
a un lado Moisés y al otro lado Elías, Pedro estaba asombrado,
impresionado por todo eso. En ese éxtasis, en su entusiasmo, él
estaba tratando de lograr, de alguna manera, poder quedarse allí
para siempre. ¡Oh, él era tan humano! ¡Pedro era tan humano!
Nosotros creemos que él pensó: «Bien, la mejor manera de tener al
Maestro aquí para siempre, y de retener a Elías y a Moisés, es
construir algo». En ese momento él expresó sus sentimientos,
cuando dijo: «Nosotros construiremos tres tabernáculos, uno para ti,
uno para Moisés y otro para Elías».
¡Esa experiencia de arriba de la montaña fue maravillosa! A Pedro
le debió haber gustado quedarse allí para siempre; pero recuerda
algo, eso fue solo por un tiempo muy corto. Después de esa gloriosa
experiencia, cuando Jesús dijo: «¡Ven!», él se fue desde lo alto de la
montaña para irse abajo del precipicio, por la ladera de la montaña,
hacia el valle donde había almas pecadoras, enfermas; hombres y
mujeres, humanidad que necesitaba su ayuda: «¡No, Pedro!, ¡el
Señor no te permitió quedarte en el monte de la transfiguración!».
¡La experiencia fue gloriosa, la experiencia fue maravillosa! Sin
embargo, siempre la experiencia más rica del mundo, la de la cima
de la montaña, es solo deseable mientras sea usada para testificar,
para ganar almas en la tierra del valle de la vida.
Recuerda esto, estas experiencias de la cima de la montaña son
gloriosas, esta experiencia de los ciento veinte en ese Aposento Alto
fue maravillosa. Pienso que a ellos les debió haber gustado
quedarse allí para siempre, pero ¿les fue permitido quedarse allí?
¿Se quedaron en ese Aposento Alto?
Después de que el Espíritu Santo vino sobre ellos y fueron
llenados con el Espíritu —y estoy hablándole literalmente a miles
que han tenido la misma experiencia—, ustedes desearían poder
quedarse allí para siempre y nunca irse. Mas recuerden algo, la
experiencia del Aposento Alto fue dada para un propósito: el Espíritu
Santo; el Espíritu de vida es dado al creyente con un propósito y
solamente para un propósito: ser usado para la gloria de Dios, para
ser usado para la salvación de las almas, para testificar. No para su
propio placer, no para su propia glorificación. El Espíritu Santo
glorificará solo a uno, Él no glorificará a ningún hombre; usted no
será glorificado, usted no será magnificado. Él no magnificará a
ningún ser humano, Él magnificará solo a una Persona, y esa
Persona es Jesús, el mismo Hijo del Dios Viviente.
A mí no me importan cuáles pueden haber sido sus experiencias
con el Espíritu Santo. A mí no me interesa cuán alto usted haya ido
en la cima de la montaña; hay experiencias de la cima de la
montaña, experiencias espirituales que no puede describir el
vocabulario humano porque son espirituales, ellas están más allá de
la descripción humana y han sido dadas con un propósito,
solamente para un propósito: para testificar, para la salvación de las
almas perdidas.
Si usted quiere saber si una vida está llena espiritualmente o no,
si usted quiere saber si es genuina, haga estas dos preguntas: ¿Es
usada para la edificación de la iglesia?, ¿para salvar a las almas?
Ellos fueron sacados del Aposento Alto y Jerusalén fue
literalmente sacudida, desde el centro hasta la circunferencia, a
través del testimonio de ciento veinte que recibieron esa experiencia
maravillosa.
Pedro predicó bajo la unción del Espíritu Santo, tres mil fueron
salvados en solo un día. Vamos abajo por favor, si usted quiere,
salimos del Aposento Alto:

Pedro y Juan subieron juntos al templo (esto es después de la experiencia del


Aposento Alto), a la hora novena, la de la oración. Y era traído un hombre cojo de
nacimiento, a quien ponían cada día a la puerta del templo que se llama la
Hermosa, para que pidiese limosna de los que entraban en el templo. Este,
cuando vio a Pedro y a Juan que iban a entrar en el templo, les rogaba que le
diesen limosna (¡Oh, Pedro!, ahora con gran poder, ahora gloriosamente lleno con
el Espíritu Santo), y Pedro, con Juan, fijando los ojos en él, le dijo: Míranos.
Entonces él les estuvo atento, esperando recibir de ellos algo. Mas Pedro dijo:
«No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de
Nazaret, levántate y anda». Y tomándole por la mano derecha, le levantó; y al
momento se le afirmaron los pies y los tobillos. Y saltando, se puso en pie y
anduvo.37

¿Se quedaron ellos en el Aposento Alto? Si ellos se hubiesen


quedado, esto nunca hubiese sucedido. ¡Oh, esto es glorioso! —«…
y el entró con ellos en el templo, andando y saltando, y alabando a
Dios. Y todo el pueblo le vio andar y alabar a Dios». ¡Ah, me
encanta esto!, siempre recuerda que la experiencia más rica de la
cima de la montaña es deseable solamente mientras sea usada
para la salvación de las almas perdidas.
Vamos a salir del Aposento Alto, algunos se quedan allí. ¡Salga
del Aposento Alto! El Espíritu Santo le fue dado para un propósito, y
ese propósito es para la salvación de las almas perdidas. ¡Baje del
monte de la transfiguración! ¡Baje al valle donde hay almas
enfermas!
Le digo la verdad, he tenido experiencias en la cima de la
montaña, experiencias espirituales. Soy lo suficientemente humana
para querer no bajar nunca más. A mí me gusta contarles, yo he
tenido experiencias que nunca las he contado ni a un alma. Podría
ser tan fácil simplemente subir, pero si yo no hubiese bajado al valle
donde están las almas enfermas, no podría haber ayudado a los
drogadictos a encontrar a Cristo; yo no podría haber ayudado a esa
pequeña madre a cuyos dos hijos los habían encerrado solo a
cuatro días antes de Navidad. No podía haber traído esperanza a
ese papá que necesitaba una vida eterna para encontrarse con los
seres amados al otro lado.
Es maravilloso quedarse en el Aposento Alto, quedarse en el
monte de la transfiguración; pero, amados, es cuando tú bajas al
valle, cuando tú traes esperanza, vida y el Evangelio a aquellos que
te necesitan.
No es fácil, pero vale la pena. ¡Se los prometo!

37 Hechos 3:1-8.
ESTAR LLENO DEL ESPÍRITU
SANTO ES TAN FÁCIL
El otro día estuvimos trabajando como por una hora, aquí en la
oficina. Era la hora de la comida y dije: «Maggie, creo que lo que
necesito es un buen pedazo de carne, no he comido un buen bistec
por un par de semanas, y estoy cansada».
Maggie y yo fuimos a un lugar donde nunca habíamos comido
antes, yo escuché que ellos se especializaban en bistecs. Sentía
que necesitaba algo de carne, y entonces entramos al lugar. Te digo
la verdad, fue el mejor pedazo de carne que comí por meses y
meses. Era especialmente bueno, ¡era simplemente grandioso!
Entonces, antes de que estuviéramos listas para irnos, Maggie se
levantó de la mesa para algo, y el chef, el hombre que preparó
nuestros bistecs, fue hacia Maggie y le dijo muy tranquilamente:
«¿Tú eres Ruth?». Ella sonrió y dijo: «No, soy Maggie». Él dijo: «Yo
vi a la señorita Kuhlman entrar, y nunca me pierdo sus
transmisiones. Dígaselo, ¡solo dígaselo! A mí me encanta su
anticuada torta de maíz.»
Yo le diría a ese chef: «Usted siga haciendo esos buenos bistecs.
¡Oh, señor, sus bistecs son maravillosos! Y yo seguiré haciendo mis
antiguas y extravagantes tortas de maíz».38 Y eso es simplemente
así.
Voy a hablarte nuevamente acerca de algo que es tan vitalmente
importante. ¿Tú sabes cuán real es la poderosa Tercera Persona de
la Trinidad para mí? Te he hablado con respecto a la Persona del
Espíritu Santo, nosotros hablamos de Él con respecto a su intelecto.
Te he hablado con respecto a las actividades del Espíritu Santo, Él
guía, Él confirma, Él tiene comunión; intercede, enseña, revela,
impulsa, refrena, disuade, sujeta. Él habla, Él defiende.
¡Oh, la obra del Espíritu Santo es maravillosa! Te hemos hablado
en estas conversaciones de corazón a corazón con respecto a las
actividades del Espíritu Santo; sin embargo, ¿quieres saber algo?,
no hay nada más importante en lo relacionado con vivir la vida
cristiana que esa llenura del Espíritu Santo. Creo que recibo más
cartas preguntándome: «¿Cómo puedo ser llenado con el Espíritu
Santo?», más que cualquier otra pregunta que me han hecho.
«¿Señorita Kuhlman, puede hablarnos de esa maravillosa
experiencia?». Esa experiencia de ser nacido de nuevo es la
experiencia más grande que un ser humano puede conocer. Sin ella,
el hombre más rico del mundo es pobre, y con esta maravillosa
experiencia el hombre más pobre del universo es rico. Nada es más
vitalmente importante para cualquier ser humano, nada es tan
glorioso. No hay experiencia conocida por los hombres que sea más
importante que ser nacido de nuevo.
Luego viene esta experiencia de ser llenado con el Espíritu, y esa
experiencia es para cada hombre y cada mujer que ha sido nacido
de nuevo. Si tú eres un cristiano, si tú has tenido esa experiencia de
ser nacido de nuevo, entonces esta segunda experiencia es tan
importante, esta segunda experiencia es parte de tu herencia. Está
en el plan de Dios que tú recibas esta experiencia vitalmente
importante de ser llenado con el Espíritu.
Alguien dijo: «Señorita Kuhlman, ¿cómo puedo ser llenado con el
Espíritu Santo?». El apóstol Pablo nos dio un mandamiento: «No se
emborrachen con vino, en el que hay exceso, sino sed llenos con el
Espíritu».39 Es un mandamiento, nosotros leemos esto en el quinto
capítulo de Efesios, en el versículo 18. Literalmente míralo, ¡no es
algo opcional! Pablo dice: «… sino sed llenos con el Espíritu».
Ahora, ¿qué tiene el apóstol Pablo en mente cuando dice: «… sed
llenos con el Espíritu»? Esta palabra llenos puede ser usada en dos
sentidos diferentes. En el texto original hay dos palabras griegas
diferentes, ambas se traducen como llenos. Una parece sugerir a
alguien que ha sido llenado; si tú tomas un vaso y una jarra de agua,
y derramas el agua de la jarra dentro del vaso vacío de tal manera
que esa agua llena el vaso. Los discípulos en el día de Pentecostés
fueron llenados; esto es, fueron llenados con el Espíritu Santo. El
Espíritu entró, entró a morar, y su presencia fue manifestada en los
creyentes.
Esto es comprensible, pero observa algo: la segunda palabra
parece tener un segundo pensamiento adicional. No solo una
presencia, sino un poder que se manifiesta a sí mismo a través del
individuo que es llenado. No solo mientras el agua fue vertida dentro
del vaso vacío, hubo más que eso. Hubo un poder que se manifestó
a través de ese vaso, habiendo sido llenado con esa agua.
Hay más que solo haber sido llenado con el Espíritu, hay más que
solo un vaso vacío, más que tú o yo habiendo sido llenados con el
Espíritu. ¡Eso es glorioso, eso es maravilloso!, pero hay un lugar en
el que no solo somos llenados con su presencia, sino que somos
llenados con un poder que se manifiesta a través del individuo que
fue llenado con el Espíritu.
La palabra es usada para velas que el viento ha llenado. Ahora, el
resultado de llenar las velas con viento es que el bote se mueve.
Las velas no son en realidad solamente llenadas con el viento
cuando el viento simplemente las agita, sino que ellas son, en el
mismo sentido, llenadas con el viento cuando el bote es movido y
llevado por el viento que está en la vela. En este sentido bíblico,
cuando el apóstol Pablo está hablando acerca de la llenura en el
Espíritu, él no solamente está hablando acerca del Espíritu morando
en una persona, sino que él está agregando un pensamiento, que
aquel que mora dentro traslada a quien es llenado a un nuevo curso
de acción y produce un nuevo tipo de vida, una vida de poder. ¡Oh,
eso es glorioso!
Eso puede ser ilustrado en el discurso del Aposento a Alto,
cuando nuestro Señor lleva a los discípulos aparte y enfatiza la
verdad de que Él será quitado de ellos, que va a morir y que va a
haber una resurrección. No obstante recuerda, la muerte y la
resurrección significaban una separación de ellos. Nuestro Señor
dice: «… porque os he dicho estas cosas, tristeza ha llenado vuestro
corazón».40
¿Qué significa tener un corazón lleno de tristeza? Cuando la
tristeza controla a una persona, la domina; produce una nueva vida,
una nueva mirada, un nuevo panorama, una nueva perspectiva. Aun
la expresión facial cambiará. ¡Si nosotros comprendiéramos lo que
Pablo está tratando de enseñarnos en el quinto capítulo de Efesios!
En lugar de las palabras ser llenos, usa la palabra controlados.
No estaría de más, y sería claro, lo que Pablo dice: «No se
emborrachen con vino, que produce la vida injusta, sino sean
controlados por el Espíritu, quien produce salmos e himnos y
canciones espirituales. Produce el don de fe, produce sumisión,
produce poder. Produce una nueva vida».
Así que Pablo trae este contraste a nosotros para enseñarnos
cómo un hombre puede rendirse al control de bebidas alcohólicas.
Uno puede también rendirse completamente al poder y a la Persona
del Espíritu Santo hasta la medida donde el Espíritu Santo
controlará su vida y su ser. El Espíritu produce un nuevo caminar,
una nueva manera de hablar, una nueva manera de vivir. ¿Tú
quieres saber si una persona ha sido llenada con el Espíritu Santo o
no? Habrá poder en esa vida. Esa vida será dominada, será
controlada por el Espíritu Santo.
Tú dices: «¿Cómo puedo ser llenado con el Espíritu?». Te lo diré
en pocas palabras: «Vuélvete tú, y todo lo que tienes, a Jesús». Tú
dices: «¿Es tan simple?». ¡Es así de simple! Lo repito: «Vuélvete tú,
y todo lo que tienes, a Jesús». Este es el punto crucial, y si tú haces
esto mal, tú bloqueas todo. Entre dos personas no hay amor sin una
íntima auto rendición el uno con el otro. Si uno retiene su ser
esencial del otro, el amor está bloqueado, no brotará. No importa
cuán fuertemente tú trates de amar y pasar ese yo corrupto y no
rendido; tú no puedes amar completamente, a menos que haya un
yo rendido.
Así que entre tú y Jesús no puede haber ningún amor sin una
autorrendición interna. Tú no puedes ser llenado con el Espíritu
Santo hasta que haya una rendición interna de todo lo que tú eres y
de todo lo que tú tienes. El verdadero tú rendido a Él. No la
rendición de esto o de aquello.
Algunas personas fallan completamente al decir: «Bueno, yo rindo
esto, o yo rindo lo otro». No es la rendición de cosas, es la rendición
de ti, el tú esencial. Él llena eso que tú le rendiste a Él. Todo lo que
Él quiere es a ti. Y cuando tú te vuelves a Él, tú no lo buscas, tú no
buscas algo, no buscas una evidencia. Tú te vuelves, te
encomiendas, te rindes a Él; una autorrendición interna a Jesús.
Cuando tú te has rendido a Él completamente, el Espíritu Santo
llenará el vaso. No solamente lo llenará completamente, sino que
estará la manifestación externa del poder de ese que te ha llenado
consigo mismo. ¡Ser llenado con el Espíritu Santo es así de simple!

38 Tortas de maíz de Missouri. Se refiere a la manera de hablar del pueblo natal de


Kathryn.
39 Efesios 5:18. (Directamente traducido del inglés, de la versión King James (por estar
más claro y comprensible este pasaje para el lector de hoy en día).
40 Juan 16:6.
TODAS LAS FUERZAS DEL
INFIERNO NO DETENDRÁN
ESTE DERRAMAMIENTO DEL
ESPÍRITU SANTO
Todo el mundo está hablando acerca de la hora en curso en la que
estamos viviendo. La incertidumbre del futuro está en los labios de
los hombres y las mujeres por todos lados. A mí no me importa
dónde tú vayas, la costa oeste, la costa este; no importa dónde tú
estás en el mundo. No sé si eres un político o solo un hombre de
negocios o el hombre en la calle. A mí no me interesa quién sea la
persona, en sus labios y en su mente está la incertidumbre del
futuro. Si tú realmente quieres saber lo que depara el futuro,
entonces, mi amigo, ve a la Palabra de Dios. Todo está en la
Palabra.
El mundo está parado sobre el umbral del sufrimiento más grande
que jamás ha sido conocido. La Biblia habla de ello no solo como
problemas, sino como tribulación. Tribulación en el mundo como
nunca ha sido conocida. Ninguna generación jamás ha conocido el
sufrimiento, la tribulación que está en el futuro. ¡Está sucediendo tan
rápidamente! Tanto las naciones como los hombres están como en
un tablero de ajedrez.
Esta es la hora que Dios ha descrito como: «Tener ganchos en las
fauces de la nación», no hay gobernador más grande en la escena.
Sin embargo, si tú quieres saber cómo las naciones van a ponerse
en forma para la última y gran batalla final, todo lo que tú tienes que
hacer es leer el libro de Apocalipsis. Todo está allí, no hay secretos.
Es algo que ustedes, periodistas, si quieren una verdadera primicia,
comiencen a leer la Biblia. Esta allí, todo está allí.
«De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo
esto acontezca». No soy una vidente, no soy profeta, pero creo en la
Palabra de Dios y apuesto mi propia vida por ella. Está oscuro allá
afuera, el único proceso de restricción dejado en el mundo hoy para
bien es el poder del Espíritu Santo. Es el único poder de restricción
que hay.
Yo no quiero estar aquí ni cinco minutos más después de que el
Espíritu Santo haya sido quitado. Te digo, mi hermano, yo no
quisiera estar aquí ni cinco minutos después de que el Espíritu
Santo se haya ido. Él es la única fuerza de restricción en este
mundo hoy. ¡Todas las fuerzas del infierno están sueltas!, y las
cosas no serán igual cuando se quite al Espíritu Santo.
Cuando Jesucristo vino a esta Tierra en la forma de carne, Él
manifestó todo sobre esta Tercera Persona de la Trinidad —¡y yo
quiero decir todo!—, porque sabía que en este mundo Él iba a ser
tan hombre como si no fuera Dios. Sabía que Él iba a estar cara a
cara con la tentación. Él sabía que la hora vendría cuando estaría
cara a cara con el maligno, el diablo; y antes de que Él se fuera, la
última cosa que hizo fue dejarnos provisión para que tú y yo no
fuéramos derrotados en un solo tanto.
Si tú eres parte de este gran cuerpo de creyentes, tú no tienes
que ser derrotado, tú no tienes que ser derrotada ni por una fracción
de segundo. Yo no tengo que ser derrotada ni por una fracción de
segundo. Herederos de Dios y coherederos con Cristo Jesús, más
grande es el que está con nosotros que el que está en el mundo.
¿Tú sabes lo que significa? ¿Conoces ese maravilloso
compañerismo con el Espíritu Santo? ¿Sabes realmente lo que
quiere decir?
Hay un gran éxtasis en ser llenado con el Espíritu Santo, lo sé.
Ustedes tendrán grandes momentos de éxtasis y entregarán una
mayor experiencia emotiva en sus vidas que cuando recibieron el
bautismo del Espíritu Santo. ¡Eso es maravilloso!, pero, mi amigo,
¿tú conoces la experiencia de haber rendido tu voluntad a la
voluntad del Padre? No es «algo de mí y algo de ti», sino «nada de
mí y todo de ti, Padre».
Siento esa gloriosa unción del Espíritu Santo. Esta provisión que
Él ha hecho para cada uno de sus hijos, cuando Él tomará a la
persona más común. Él no pide vasos de oro, Él no pide vasos de
plata, Él pide vasos rendidos.
Y Él tomará a la persona más común, a mí no me importa quién
pueda ser esa persona. Él te dará una sabiduría más allá de la
sabiduría de la comprensión de los hombres. ¡Él te dará una
valentía, un coraje! Él te dará poder de manera que tú sientes que
puedes estar de pie sola contra todas las fuerzas del infierno, y tú
estás allí, de pie, fortalecida. Te sientes como un gigante, no por tu
propia fuerza, sino porque estás recurriendo a fuerzas invisibles. No
te he estado hablando acerca de algo que es imaginario, sino de
algo que es la cosa más real que puede sucederle a cualquier
individuo.
¿No te preguntas por qué se está dando este gran florecimiento
entre los católicos, entre los protestantes? Están apareciendo los no
creyentes, están saliendo de cada nación. ¡Algo está sucediendo!
Oro que antes de que este capítulo se termine, tú llegues a la
revelación plena de que algo está sucediendo. ¡Algo glorioso está
sucediendo y todas las fuerzas del infierno no serán capaces de
detenerlo!
A mí no me importa cuál pueda ser tu incredulidad, a mí no me
importa cuál pueda ser tu teología. Yo quiero dejar constancia al
decirte: ¡Todas las fuerzas del infierno no detendrán este gran
derramamiento del Espíritu Santo!
VASOS RENDIDOS
Hoy vamos a tener una buena conversación de corazón a corazón.
¡Oh!, alguien está diciendo en voz alta: «¡Yo lo deseo!». ¿Saben
cómo lo sé?, a causa de vuestras cartas. ¡Gracias por vuestras
cartas de aprecio, contándome cuánto los pasados de moda panes
de maíz de Missouri significan para ustedes!
Voy a leerles una porción de la Palabra de Dios que les es
conocida y aun tal vez se han preguntado acerca de su verdadera
interpretación. Vamos a leerla, se encuentra en el quinto capítulo de
Lucas, los versos 37 y 39:

Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo
romperá los odres y se derramará, y los odres se perderán. Mas el vino nuevo en
odres nuevos se ha de echar; y lo uno y lo otro se conservan. Y ninguno que beba
del añejo, quiere luego el nuevo, porque dice: El añejo es mejor.

Muy bien, permítanme detenerme solo un momento y les daré una


pequeña presentación del Espíritu Santo. Recuerda algo, el Espíritu
Santo no es una nueva personalidad. Cuán a menudo estoy en
contacto con personas que sienten que se acaban de familiarizar
con una nueva personalidad, que solo de repente aparece en el aire.
El Espíritu Santo no es una personalidad nueva. Él estaba allí en el
tiempo de la creación. Léelo, fue dicho en el mismo primer capítulo
del Viejo Testamento. ¿Me creerías si te dijera que el faraón
reconoció al Espíritu Santo en José? Literalmente está registrado en
el capítulo 41 del Génesis.
Gedeón. ¡Oh, durante aquellos días de escuela dominical cuánto
yo admiraba a Gedeón! ¡Ese maravilloso gigante espiritual! ¿Tú
quieres conocer sobre su éxito? El secreto del éxito en la vida de
Gedeón. Dice la Palabra de Dios: «El Espíritu del Señor vino sobre
Gedeón…». El Espíritu Santo vino sobre Gedeón.
¡Sansón! Seguimos con Sansón, el ideal de tantos niños. ¡Ese
maravilloso y poderoso hombre! ¿Tú quieres saber lo que dice la
Palabra de Dios?: «El Espíritu del Señor vino poderosamente sobre
él». El Espíritu Santo. El hombre que asesinó a mil hombres con la
quijada de un asno conoció el secreto de su poder.
David conoció el secreto del poder del Espíritu Santo. El clamor
más triste de toda la Palabra de Dios vino de David, cuando él miró
hacia arriba y clamó: «No quites de mí tu Santo Espíritu». Él conocía
el secreto de su poder. Los santos hombres de Dios conocieron el
secreto del poder, el poder del Espíritu Santo.
Sin embargo, cuando se trató de hombres llenos con el Espíritu
Santo, en la dispensación del Viejo Testamento, fue siempre un acto
soberano de Dios. No como si ellos hubiesen podido aferrarse a una
promesa concreta para la llenura del Espíritu Santo. En cada caso,
cuando uno era llenado con el Espíritu Santo, y el poder del Espíritu
venía sobre ese individuo, era siempre como un acto soberano de
Dios.
Jesús conoció el poder del Espíritu Santo, Él lo conoció mejor que
nadie. Eso fue justo antes de que Dios el Padre diera a Jesús.
Ahora Él estaba en posición de dar a Jesús al mundo para la
redención de la maldad de los hombres. Antes de que Jesús viniera
a esta Tierra, antes de que Jesús tomara la apariencia (semejanza)
de hombre, Él se ofreció a través del Espíritu Santo a Dios el Padre.
Él sabía que no podría fallar, estaba seguro de que si el Espíritu
Santo moraba en su cuerpo, Él manifestaría ese poder sobrenatural
de la Trinidad.
Concebido por el Espíritu Santo, y bautizado por Él, el poder en el
ministerio de Jesús mientras caminó por esta tierra fue el poder del
Espíritu Santo. Jesús mismo dijo: «Las palabras que yo les hablo no
las hablo por mí mismo, sino que el Padre que mora en mí es el
hace las obras».41
¡No!, el Espíritu Santo no es una nueva personalidad, el poder del
Espíritu Santo no es algo nuevo. El regalo más grande que Jesús le
dio a su Iglesia, su prometida, fue el Espíritu Santo. Recuerda algo,
alguien dijo: «Señorita Kuhlman, ¿qué tiene que ver todo lo que
usted ha dicho con Lucas 5?». Y entonces, otra vez les leeré esa
porción de la Palabra de Dios:

Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo
romperá los odres y se derramará, y los odres se perderán. Mas el vino nuevo en
odres nuevos se ha de echar; y lo uno y lo otro se conservan.42

¿Alguna vez te diste cuenta de que con la apertura del ministerio


de Jesucristo, con la venida de Jesús, el viejo orden pasó y que un
nuevo orden nació? ¿Te diste cuenta de eso? Así es. ¿Alguna vez
pensaste en eso?
La garantía de esta nueva dispensación fue un nuevo régimen. No
fue el añadir incienso nuevo en un incensario viejo, no fue añadir
una nueva llama a un holocausto discontinuo, o vino nuevo puesto
en odres viejos. Fue un absoluto nuevo orden el que nació.
Los escribas, los fariseos, los sacerdotes, ellos no conocían nada
del vino nuevo, nada en lo absoluto. Ellos no conocían nada de este
nuevo orden, de la nueva dispensación de la gracia y del Espíritu; ya
que la de ellos era una religión de las formalidades y de las
ceremonias. Ellos conocían la letra, ellos conocían la ley, ellos
conocían cada palabra de la ley. Nunca ha habido nadie que haya
conocido más la letra de la ley que los sacerdotes del Viejo
Testamento: «porque la letra mata, mas el espíritu vivifica».43
¡Oh, seguro, ellos eran ortodoxos! ¡Ellos eran tan ortodoxos!,
enseñaban de acuerdo a la ley, enseñaban de acuerdo a la forma
perfecta y los derechos ceremoniales de los padres. Ellos eran
autoridades en doctrina y enseñanza; conocían cada precepto de la
ley de Moisés. ¿Ortodoxos? Hasta este mismo día tú escucharás a
hombres y mujeres decir: «Yo soy ortodoxo». Amado, tú puedes ser
ortodoxo, puedes conocer la ley, tú puedes guardar la ley; puedes
pasar por todas las ceremonias, puedes vivir una vida muy rígida de
acuerdo a la ley, y, sin embargo, estar equivocado y fallar en todo.
Sepan eso.
«La letra mata, pero el Espíritu da vida». Un nuevo régimen nació,
un nuevo orden, con la llegada de Jesús y su ministerio. Yo repito:
No fue el agregar nuevo incienso a un incensario viejo. No fue
agregar nueva llama a un holocausto discontinuo, o vino nuevo
puesto en odres viejos. El vino nuevo necesitó nuevos recipientes.
¿Recuerdas la escritura? Refrescaré tu memoria: «Y nadie echa
vino nuevo en odres viejos… ». ¿Sabes por qué? Es más difícil
tomar un envase de cuero viejo, el cual estuvo por años y años
sobre la cáscara del formalismo endurecido hasta la consistencia de
una piedra, y hacerlo suave, blando y flexible. Si no me crees,
¡inténtalo!
Un viejo recipiente de cuero allí abajo, en algún lugar en el casco
de una bodega. ¡Ha estado allí por tanto tiempo! Sácalo fuera de
esa cáscara y trata de hacerlo flexible, trata de darle forma otra vez.
Es casi imposible. Ningún hombre tomaría ese viejo recipiente de
cuero, si tú tienes vino nuevo; pon vino nuevo en ese recipiente. La
Palabra de Dios dice: «El vino nuevo romperá los odres y se
derramará, y los odres se perderán. Mas el vino nuevo en odres
nuevos se ha de echar; y lo uno y lo otro se conservan». Ambos se
conservan.
Cuando el Espíritu Santo vino, el maravilloso Espíritu Santo, esa
gloriosa Tercera Persona de la Trinidad, Él sabía que no iba a ser
aceptado por los escribas, los fariseos, los sacerdotes. Jesús sabía
que este vino nuevo no sería aceptable para los sacerdotes, el viejo
orden. ¡No, nunca sería aceptado! Ellos eran recipientes viejos,
estaban tan establecidos, tan armados. Ellos eran tan formales, eran
tan rígidos. Como decimos nosotros, estaban tan muertos. Eran tan
ortodoxos que no podían ser flexibles, dóciles y abiertos para ser
usados por el Espíritu Santo.
Ellos eran tan rígidos y tan formales, que no había anillos o nudos
de ningún tipo para que el Espíritu Santo hiciera una apertura, para
que Él pudiera obrar a través de sus vidas. Todas las formas, todos
los rituales que eran permisibles, estaban contenidos en sus
manuales ministeriales, y ellos no habían abierto sus corazones, sus
mentes, sus vidas a nada más; mucho menos al vino nuevo.
Había solo una cosa que el Espíritu Santo podía hacer, buscar
nuevos recipientes. ¡Ajá! Es por eso que —y esto es lo asombroso—
cuando Él estaba buscando nuevos recipientes para el vino nuevo,
Él eligió a las personas menos probables en el mundo. Allí estaba
Pedro, un pescador. Cuando Él estaba buscando recipientes nuevos
encontró a un pescador, y le dijo: «Ven, sígueme».
En ese nuevo recipiente Él vio a alguien que era dócil, alguien que
estaba abierto a las cosas del Espíritu. Santiago un día, Juan otro
día: «¡Sígueme! ¡Andrés, ven, sígueme!». Solo hombres comunes,
pero humildes, dóciles, vacíos, sin ideas propias preconcebidas. No
estaban definidos, endurecidos en sus ideas. Recipientes nuevos
para el vino nuevo.
¿Quiénes eran los ciento veinte en el Aposento Alto? Cada uno
de ellos era un recipiente nuevo. No había un escriba, no había un
fariseo, no había un sacerdote entre los ciento veinte en el Aposento
Alto. Ellos estaban allá arriba, esperando como recipientes nuevos
para ser llenados con el vino nuevo. ¡Oh, eso es emocionante! ¡Eso
es maravilloso!
¿Sabes algo? El Señor no pide vasos de oro. Él no pide vasos
de plata; Él pide vasos rendidos, eso es todo. Vasos rendidos. ¡Él
no está buscando a alguien que tiene muchos títulos! A veces yo
creo que eso puede transformarse más en un impedimento que en
una ayuda. A veces creo que los estudiantes pueden llegar a ser
educados más allá de su inteligencia. En algunas ocasiones yo creo
que un hombre puede dejar el seminario después de seis, siete,
ocho años; de modo que su vaso está tan lleno de doctrina, tan
ortodoxos, tan llenos mentalmente con eso que han sido enseñados,
que el glorioso vino del Espíritu Santo no puede encontrar su
camino dentro de ese vaso.
Hoy Él está buscando vasos rendidos, hoy Él no está buscando
vasos de oro. ¡No!, Él no está buscando vasos de plata. Era difícil
enseñarles a los viejos fariseos el significado y las formas del nuevo
Pentecostés. No era solamente difícil, era imposible. A veces yo
creo que es casi tan imposible ahora como en ese entonces.
En ese día de Pentecostés el vino nuevo del Espíritu fluyó
libremente. ¡Oh, qué regocijo! ¡Oh, qué alegría de corazón!,
mientras esos nuevos recipientes tan dóciles, tan flexibles, tan
abiertos a las cosas que habían sido prometidas, tan rendidos al
Espíritu recibían el vino nuevo. Es por eso que cuando ellos dejaron
ese Aposento Alto, Pedro le dijo a la multitud, a todos los que
estaban afuera: «Miren, estos hombres no están borrachos como
ustedes suponen, no».44
Ellos no están borrachos con el vino de la uva. ¡No! Esos hombres
que ustedes ven están borrachos con el nuevo vino del Espíritu, el
vino nuevo del Espíritu que ha sido puesto en recipientes nuevos.
Dios nunca permita que el Espíritu Santo mire hacia abajo y
encuentre en mí un recipiente tan egocéntrico, tan cerrado a las
cosas del Espíritu, que Él no pueda usarme.
¡Dios te bendiga!

41 Juan 14:10.
42 Lucas 5:37:39.
43 Segunda Corintios 3:6.
44 Hechos 2:14-15.
LA COMUNIÓN QUE TUVO CON
ÉL
Estaba esperando por ti, has llegado hasta aquí y quería decirte que
los milagros suceden todos los días, que mientras Dios escuche y
conteste las oraciones siempre habrá milagros; recuerden eso.
Ustedes y yo creemos en milagros porque creemos en Dios y en el
poder de la oración.
Yo espero, de alguna manera, que pueda hacer a Jesús más real
para ustedes. Ustedes escucharon acerca de estos maravillosos
milagros que están ocurriendo, a pesar de que la necesidad más
grande en esa vida tuya es la sanidad espiritual, el grandioso toque
espiritual.
El doctor Fraile es el pastor de la Primera Iglesia del Pacto, en
Minneapolis. ¡Es una iglesia maravillosa!, una iglesia muy
conservadora. Él es uno de los pastores de Minneapolis que cooperó
con nosotros cuando estuvimos allí en un servicio, recientemente. Él
estaba sentado en la plataforma con otros pastores, y durante ese
servicio el poder de Dios comenzó a caer sobre la arena.
¡Oh, fue emocionante! Si ustedes han estado en uno de esos
servicios, saben de lo que estoy hablando. De una manera muy
natural, el Espíritu Santo descendió sobre ese pastor tan
conservador; fue algo que tú no puedes describir, no existe
vocabulario humano para describir las experiencias espirituales.
Fueron tres o cuatro días después de esta hermosa experiencia
espiritual que yo recibí esta carta personal del doctor Fraile. Solo
quiero compartir con ustedes un párrafo:
«Personas de mi congregación y pastores compañeros me han
preguntado acerca de la experiencia de estar bajo el poder del
Espíritu Santo, mientras usted me tocó, a los cuales yo les puedo
decir que fue muy simple y hermoso; fue, de hecho, el más normal y
común sentimiento espiritual. Y lejos de ser, como algunos se lo
puedan imaginar, extremadamente diferente a toda otra apropiada
manifestación espiritual, parece más bien reunir en armonía toda la
belleza y el encanto que el Espíritu Santo había dado previamente.
Estar bajo la unción espiritual es realmente un estado normal. Todo
lo demás es anormal».
Y esto viene del pastor de una de las iglesias más conservadoras
en Minneapolis, Minnesota, el pastor de la Iglesia del Primer Pacto.
He descubierto algo recientemente, y es el hecho de que es
maravilloso ver la manifestación del Espíritu Santo. Recuerden algo,
el Espíritu Santo es una Persona, no solo los atributos, no solo una
influencia. El Espíritu Santo es una Persona definida, como Jesús, el
Hijo de Dios es una Persona, como Dios el Padre es una Persona
con una personalidad muy definida.
En estos servicios de milagros, donde todos nosotros vemos
simples manifestaciones del poder de Dios en la sanidad de cuerpos
enfermos, es un poder sobrenatural. Esa es la razón por la cual tú no
necesitas que Kathryn Kuhlman ponga sus manos sobre ti y ore por
ti. Esa es la razón por la cual es tan maravilloso que esos amigos
que están sentados allí en los servicios son instantáneamente
sanados por este grandioso poder invisible, por esta Persona
invisible. Es emocionante ver a estas personas cuando son
derribadas por el poder del Espíritu Santo; llámenlo como quieran, el
poder demoledor. Yo no sé cómo describirlo mejor que decir:
«Derribado por el poder de Dios».
Es el Espíritu Santo. Yo no lo comprendo. ¿Realmente piensan
ustedes que yo entiendo cómo es que un gran hombre de 90 kilos,
de repente, en solo una fracción de segundo, su cuerpo yace
postrado sobre el suelo? Yo no tengo nada que ver con eso.
¡Créanme! No tengo nada que ver con el poder demoledor; pero me
quedo allí parada, impresionada. No puedo darles una explicación,
excepto por el hecho de que tal vez estos, nuestros cuerpos físicos,
no están preparados para tanto poder.
Tal vez esa es la razón por la que antes de que nosotros podamos
ver a Dios cara a cara —y la Palabra de Dios dice que ningún
hombre ha visto a Dios—, antes de que nosotros podamos estar en
su Santa Presencia, esto que es mortal debe vestirse de
inmortalidad, esto que es corrupción debe vestirse de incorrupción,
porque Él es un Dios Santo, y estos, nuestros cuerpos mortales, no
pueden estar en una Presencia tan santa. Estos cuerpos físicos
abiertos a la enfermedad y al pecado, esta corrupción, simplemente
no está preparada para la santidad de Dios, ni está preparada para
tanto poder.
Sin embargo, cuando estemos en su preciosa Presencia, después
de que este viejo corazón dé su último latido, tendremos cuerpos
resucitados, cuerpos nuevos, cuerpos gloriosos. ¡Es maravilloso ver
la manifestación de los dones del Espíritu Santo! Creo en los dones
del Espíritu con todo mi corazón y en ver esos dones manifestados.
Creo que hay, literalmente, miles y miles de hombres y mujeres
que están en el gran movimiento carismático, quienes solo ven las
manifestaciones del poder del Espíritu Santo, pero conocen muy
poco acerca de la Persona del Espíritu Santo. ¿Lo conoces como
una Persona? ¡Es la experiencia más grandiosa del mundo!
Pablo conoció esa experiencia. Él no conoció solamente el poder
del Espíritu Santo, sino que él también conoció a la Persona y la
personalidad del Espíritu Santo. Es por eso que él escribió: «La
gracia del Señor Jesucristo...» —¿quién puede conocerla en
profundidad? ¿Y dónde estaríamos cualquiera de nosotros en esta
misma hora, si no fuera por la incomparable gracia?—. Y él continuó:
«… y el amor de Dios…». ¿Quién puede conocer en profundidad el
amor de Dios, aunque lo vemos manifestado constantemente en
nuestras vidas?
Pablo no se detuvo allí: «…y el compañerismo y la comunión del
Espíritu Santo45». ¡Oh, ese compañerismo! Él es más real para mí
que cualquier otra persona terrenal que yo jamás haya conocido.
¿Ustedes saben?, una vida consagrada es una vida solitaria. Te
mentiría si te dijera que no fue una vida solitaria, lo es. Tú podrías
decirme: «Kathryn Kuhlman, ¿estás diciendo que tu vida podría ser
una vida solitaria?». Tú no comprendes, hay miles y miles de
personas que te rodean constantemente, y a pesar de eso, cuando
es una vida consagrada, tu vida social está muy limitada. Es porque
estoy ocupada haciendo el trabajo del Maestro.
No obstante, hay un compañerismo que es más grandioso que lo
que cualquier ser humano haya conocido jamás. ¡Existe una
cercanía!, existe una comunión con Él, que es la cosa más invaluable
que yo tuve en esta vida mía. Pablo la conocía, y esa es la razón por
la que él habló de esta comunión. La Palabra de Dios habla de ese
compañerismo de esta manera: «Todos los que son guiados por el
Espíritu…».46
Hay miles hoy profesando el poder del Espíritu, enseñando de la
llenura del Espíritu Santo, que no conocen prácticamente nada
acerca de ser guiados por el Espíritu Santo. Recuerden esto:
cuando tú estás siendo guiado, tú sigues al que te guía. Tú no
haces el liderazgo en realidad.
¿Sabes lo que quiere decir realmente ser guiado por el Espíritu,
seguirlo a Él tan de cerca? Tú me dices: «¿Cómo puede estar en el
Espíritu, señorita Kuhlman?, ¿cómo puede ser que en el gran
servicio usted sepa que se está produciendo una sanidad allá arriba,
en el balcón, habiendo miles de personas, y usted ni siquiera llega a
verlas?».
¡El Espíritu Santo da testimonio de esa sanidad! Conozco a la
Persona, conozco el poder, yo lo sigo, soy guiada por Él y me he
vuelto tan sensible a Él que estoy totalmente inconsciente,
desprevenida de lo que me rodea. Yo solo soy consciente de la guía
del Espíritu. El que es guiado, sigue al que lo guía.
Sin embargo, hay miles que están tratando de guiar al Espíritu.
Esa es la razón por la que tú te sales de la voluntad de Dios, es por
eso que te fuiste y terminaste en el fanatismo; esa es la razón por la
que tú haces cosas tan feas e inapropiadas. Es por eso que tú tienes
tal enfoque a veces sobre cosas que son tan hermosas y
maravillosas. ¡Esa es la razón por la que hay tales manifestaciones
de la carne en lugar de las del Espíritu!
El Espíritu Santo no es una Persona o un poder que tú o yo
podamos usar. El Espíritu Santo debe siempre usar al vaso, al
recipiente rendido. Cuando tú realmente conoces a la Persona del
Espíritu Santo, y yo creo que hay un momento, un tiempo en tu vida
—sin importar quién seas, no me interesa cuán profundamente
espiritual puedas ser—, cuando tú no sabes la perfecta voluntad de
Dios, cuando tú no sabes cómo orar.
Alguien me dijo el otro día: «Nosotros acabamos de descubrir que
mi madre tiene cáncer, y yo no sé cómo orar. No sé si orar que Dios
se la lleve, ya que es su tiempo de llevársela, u orar por la sanidad
de su cuerpo físico». O tal vez estés al borde de tu Mar Rojo y no
sabes cómo orar; se pone difícil a veces.
Recuerden algo: hay uno que conoce la perfecta voluntad de Dios,
Aquel que es perfecta sabiduría, Aquel que es perfecto conocimiento.
Cuando llegas al lugar donde no sabes cómo orar y eres lo
suficientemente espiritual, cuando llegas a ese punto de rendición,
cuando tú has rendido tu voluntad a la voluntad de Dios y las dos
voluntades se vuelven una —te estoy diciendo algo que tal vez no
necesites mañana o pasado, pero tan seguro como que eres parte
de la humanidad, tú vas a necesitar todo lo que yo te estoy diciendo
en este momento—, cuando tú puedes llegar al lugar donde no
tienes ninguna voluntad propia concreta, y tú has rendido
completamente la voluntad sobre ese asunto a Su voluntad, y tú
dejas ese asunto completamente a la sabiduría del Espíritu Santo, Él
intercederá por ti. Tú vendrás delante del trono de Dios y orará
contigo, a través de ti y en ti. Entonces no podrás equivocarte en
cuanto a la voluntad de Dios. ¡Lo prometo!
Cuando el Espíritu obra en esa vida tuya, cuando tú no luchas
contra la voluntad de Dios, sino que te rindes a Su voluntad, hay más
que la manifestación de su poder, que los dones del Espíritu; más
que la sanidad de lo físico, hay una comunión, hay un
compañerismo. Aquel que quita esa soledad de tu vida, tú puedes
confiar en Él. Jesús confío en Él. Él lo conoció mejor de lo que yo
alguna vez lo conocí, y siento que si Jesús pudo confiar en Él,
seguramente yo puedo confiar en Él. Puedo confiar en Él para
guiarme, puedo confiar en Él para dirigirme, puedo confiar en Él para
protegerme y para cubrirme con su divina Presencia.

45 Segunda Corintios 13:14.


46 Romanos 8:14.
CULTO EN MELODYLAND
Hay algo mucho más sagrado que la sanidad de los cuerpos
enfermos, es algo mucho más grande. Sé que es maravilloso
cuando los cuerpos enfermos son sanados instantáneamente por el
poder de Dios, pero hay algo mucho más grandioso.
Jesús dijo que el hombre debe ser nacido de nuevo, no es
opcional. La salvación es algo que tú vas a tener que desear, tú
nunca lo forzarás; Él nunca se impondrá a ningún hombre ni a
ninguna mujer. Tú vienes porque quieres venir. Tú lo aceptas porque
quieres aceptarlo. Él nunca te forzará, ¡nunca! Tú lo elegiste. Yo
hice la elección un día, fue la elección más grande que he hecho,
fue la decisión más grande que tomé.
Ese día, en la pequeña iglesia metodista en Concordia, Missouri,
yo lo elegí a Él. Justo ahora, en la quietud de este momento,
mientras el Espíritu Santo habla a tu corazón, vamos a convertir tu
hogar en uno de los altares más sagrados. Yo quiero que ese
hombre, esa mujer, digan: «Kathryn Kuhlman, yo nunca he tenido
esa experiencia personal de ser nacido de nuevo».
Jesús dijo: «El que venga a mí, yo no lo echo fuera».
Padre Dios, oro para que no haya nadie que se quede sin haber
sentido ese glorioso toque, el toque sanador; ese toque de vida
eterna, ese toque que perdona. ¡No hay toque en el universo como
el toque de su mano! Y oro que el Espíritu Santo sople sobre estas
personas. El Espíritu Santo tendrá perfecta libertad, Él tomará otra
vez el vaso y hablará a través de los labios de arcilla. Nosotros
estamos delante de ti, y yo oro que los hombres y las mujeres en tu
gloriosa presencia estarán abiertos al mover del Espíritu Santo.
¡Que sea uno de esos momentos en que su presencia está aquí
para sanar!
«Señor Jesús, me entrego a ti, te entrego mi corazón, perdona
mis pecados; te recibo como mi Señor y Salvador, te ruego que
escribas mi nombre en el libro de la vida. Amén».
Solo quédate allí por un minuto, simplemente respirando la misma
presencia del Espíritu Santo, esa comunión, más cerca de ti que el
que está a tu lado.
Hay literalmente un lugar en Él donde tú te quedas y respiras
su incomparable presencia; no pidiéndole nada, sino adorando
a Jesús.
La llave que abre el depósito de su gloria es la alabanza,
mientras nosotros adoramos a Jesús. Y el Espíritu Santo
siempre magnifica, Él siempre glorificará a Jesús. Él es el único,
míralo a Él, mira a Jesús. ¡Nosotros nos inclinamos para darte la
alabanza por todo lo que suceda!, ¡nos inclinamos para darte gloria!
¡No hay predica más grande que ver al Espíritu Santo en acción!
Una cosa es enseñar sobre el poder del Espíritu Santo, una cosa es
predicar con respecto a la Tercera Persona de la Trinidad, ¡pero otra
cosa es ver su poder en acción!
Cuando Dios te sana, tu sanidad es real; así es como yo creo en
el poder de Dios.
¡Ese es el poder de Dios!
MINISTRACIÓN DE KATHRYN
Los Ángeles se están inclinando.
¡Oh, el Cielo se está inclinando!
¡Oh, Dios el Padre está complacido!
¡Jesús está tan contento!
¡El Espíritu Santo está tan complacido!

¡Mi Señor y mi Dios, tú puedes literalmente tomar a estas mujeres


y a estos hombres, y sacudir al mundo!
Toma sus vidas, ellos están completamente rendidos a ti.
¡Escúchalos!

Ustedes han tenido servicios de consagración antes, pero este tiene


que ser diferente. Nosotros estamos hablando ahora de la muerte.
Ustedes pueden decir:
«Señor, ¡esto es tuyo! ¡Cuerpo, alma y espíritu, esto es tuyo!»
Esto es una muerte hoy, hay una muerte hoy por el Señor.
Muchas tumbas están siendo abiertas.

Cuesta mucho, pero «querido Dios, ¡vale la pena el precio!».


Yo no les mentiría, como que Dios es mi juez,
les digo la verdad: ¡Vale la pena el precio!

«¡Tómame, Señor! ¡Todo de mí!»


El Espíritu Santo está buscando corazones ahora mismo,
solo ríndanse. Simplemente ríndanse.
¡Ni sabes lo que Dios hará por ti! Poco sabes de lo que Dios hará
por ti,
si tú solamente te rindes.

«¡Yo quiero ser usada por ti más que nada en el mundo! Yo lo rindo
todo a ti».
¿De verdad, lo dices en serio? ¡Más que nada en el mundo entero!
¡Nada más importa! ¡No importa nada más!

Él no tomará un segundo lugar, él se rehúsa, Él no tomará el


segundo lugar,
te lo prometo. ¡Te lo prometo!

¡Tú no puedes transigir! Tú no puedes ceder a tus principios,


no puedes ser condescendiente, no puedes.
Él no va a aceptar transigencia, que cedas a tus principios.
¡Oh, dile!, dile ahora mismo: «¡Yo lo rindo todo! ¡Yo me rindo!»

Puede que tú has hecho algo de esto miles de veces, pero hoy es
diferente.
Con ambas manos levantadas cantando:
«Yo lo rindo todo, lo rindo todo. Todo a ti, mi bendito Salvador.
Yo lo rindo todo, Yo me rindo a ti»
Yo cavo la tumba ahora mismo, yo muero en este momento.
¡Oh, el movimiento del Espíritu Santo!
Te adoramos: «Y hubo un sonido de un poderoso y fuerte viento,
De alguna manera escuchamos el sonido de un poderoso y fuerte
viento»
«Yo escuché», dijo Juan, ¡Aleluya!
Sopla, sopla sobre ellos… Sopla dentro de la misma persona
la presencia del Espíritu Santo.
En este momento habrá una revelación divina, habrá una
consagración.
Habrá esa muerte a sí mismo,¡ Aleluya!
Quema ese egoísmo, no habrá más alguien que diga: «Algo de mí»,
sino que en este momento diremos:
«Nada de nosotros, sino todo de ti. ¡Todo de ti!».

Estamos teniendo un servicio funerario, ¡Aleluya!


¡Qué glorioso servicio funerario! ¡Es maravilloso!
Sobre quienquiera que haya una muerte,
¡ese glorioso poder del Espíritu Santo viene sobre esa persona!
¿Hay alguien más que se ha levantado para sacudir el mundo para
Dios?
No tú, sino el Espíritu Santo a través de ti.
No tú, sino el Espíritu Santo.
El poder del Espíritu Santo. ¡Él mismo!
¡Un glorioso servicio funerario! ¡Aleluya!
Estás allí, y ¡tú no sabes cuál es tu futuro!
¡Tú no comenzaste a saber qué glorioso futuro tienes!
¡Tú no comenzaste a saber!
Lecturas recomendadas
Dios la esencia y la verdad (Elizabeth Huerta)
Todo va a estar bien (Jean Samira)
Derrota a tus enemigos (María Menchaca)
Al borde de un colapso ministerial (Yasid López)
La piedra de tropiezo. Jesucristo niño y los doctores de la ley (Iván Castro Romero)

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