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EL CEREBRO SINTIENTE

A to dos los psic ó lo gos y psi co bió log os de Espa ña, que
con tan to es fuer zo es tán ha cien do só li do ese puent e en tre
Psico lo gía y Neuroc iencia.
INTRODUCCIÓN

A cier tos ni ve les de es truc tu ra y fun ción ce re bral, y su pues tas unas in fluen cias
sen so ria les y afec ti vas nor ma les, to dos los in divid uos bio lóg i cos co dif i can en sus
cer e bros cond uc tas y func io nes que pod ríamos llamar personales o ge nuinas y otras que
pod ríamos lla mar uni ver sa les. Entre es tas úl tim as es tán la in ges ta de ali ment os y de
be bi da, la lu cha y de fen sa ante de pre da do res o «ene mi gos», la se xual i dad y otras me
nos bá si cas pero igual ment e im por tant es para el hom bre y los ani ma les su pe rio res,
como son, por ejemplo, el juego. Tod as ellas tienen un co rrelato dir ecto y co mún en el
cerebro que son los mec anismos que co difican para la emoc ión.
Hast a hace re lat i vam en te poco tiemp o, el es tud io de es tas conductas era tema de
análisis sólo asequible al artista, al pintor, al escritor, al esc ultor, al mú sico y, ya más lejos,
al psicólogo y tam- bién al fil ósofo. En los últimos treinta años lo ha sido tam bién al cient í
fic o ex per i men tal que ha ido adent rán dos e en el co no cim ien to de cómo el cer ebro
crea el mundo de las emo ciones y la mot ivación.
Todo el mundo hab la hoy de las emociones. Y de modo re ciente, al- gun osli brosin fluy
en tes enelgranpú bli co hanref or zad o eseco loq uio. Pero como tantas vec es ocurre, uno se
pregunta: ¿aparte la ex periencia per son al y el co noc i mient o ge nér i co de lo que lla mam
os emo cio nes o sent i mien tos, de qué ha bla mos realm en te cuan do tra tamos este tema?
¿Qué son las emo cion es? ¿Qué sig nif i cad o bio lóg i co tien en? ¿Tien en sen tim ien tos
los ani mal es? ¿Es lo mis mo emo cio nes que sentimientos? ¿Se puede concebir un ser
humano sin emoc iones ni sentimientos? ¿Qué emoc iones evocan las drogas? ¿Dónde es tán
las emo- ciones en el cer ebro? ¿Hasta dón de se pueden descifrar los códigos cereb ra les de
su fun cion a mien to? ¿Qué va lor tie nen las emo cio nes en la edu ca ción de los dis mi nui
dos psí qui cos? ¿Qué lu gar le co rres pon de a los sen tim ien tos en ese rom pe ca be zas que
es la na tur a le za hu ma na? ¿Exis te un sen ti mien to de lo so bre na tur al que se pue da ras
trear en
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los entresijos del cer ebro? Y hoy, que se habla de máquinas casi pensantes e incluso
sintientes, ¿se puede concebir la exist encia real de un ordenador que se emoc ione y sepa que
lo hace, es de cir que sienta? Y con todo ello junto, ¿en qué med ida aporta un nuevo
ingrediente a nues troba ga je deco no cim ien tosquenosperm i ta con o cermásymejor la nat
u ra lez a hu ma na?
Contestar a estas y otras preguntas, pero también hacer mu- chas más, ha sido lo que ha
llev ado a ela borar este libro. Libro, por otra part e, que hu bies e que rid o in corp o rar el
pens a mient o y el buen dec ir de Ángel Riviere. Su muerte frustró este propósito. Sea pues
este libro un recuerdo hac ia él.

FRANC IS CO MORA
CAPÍTULO 1
¿QUÉ SON LAS EMOCIONES Y
LOS SENTIMIENTOS?

por FRANC IS CO MORA


1. Introd uc ción

El homb re es un ser fun dam en talm en te emoc io nal. Las neu ro- ciencias act uales nos
en señan que el ser humano no ve, siente u oye sino a trav és de los filtros emo cionales de su
cerebro. Me gusta como lo exp resa O. Wilson (1998): «Sin el estímulo y guía de la emo ción
el pens a mien to rac io nal se enl en tec e y de sint e gra. La men te rac io nal no flot a por en
ci ma de lo irra cion al; no pue de lib e rars e y ocuparse sólo de la razón pura. Hay teor emas
puros en matemáticas pero no pens amientos puros que los descubran.» Sin duda, la emoc
iónsi gue emb e bien do el cer e bro rac io naldelh ombre.
La emoc ión, que en su origen de bió de ser esc udo protector má xim o de la su perv i
venc ia bio lóg i ca, es hoy tamb ién lo que man tie ne vivo y competitivo al hombre en su
relación con los demás. Es más, posiblemente sea uno de los fundamentos más prof undos de
su ser y est ar en el mundo. Algo de eso apuntó Charles Darwin al se ñalar que «el lenguaje
de las emoc iones es por sí mismo y sin lugar a dudas imp or tan te para el bien es tar del gén
e ro hu ma no». Prec i sa men- te, la fuente de los est ímulos que pro vocan las respuestas
emoc ionales del hombre actual están más en el prop io hombre que en los es tí mu los pri ma
rios que mant u vie ron su su per vi venc ia bioló gica. Se ña la ba Charl es S. She rring ton:
«Human doings, hu man feelings, human hopes and fears move man as does nothing which is
not human.» Es así que el hombre, aun protegido por el manto soc ial de los dem ás, si gue
siend o un ser fun dam en talm en te sint ien te. «Without emot ion it could not dream of the
tasks it does dream of» (She rringt on, 1975).

2. ¿Qué son las emociones y los sentimientos?

Si nos aten emos a la es tricta etim ología de la pa labra, emoción quier e de cir, en esen
cia, mo vim ien to. Es de cir, exp re sión mot o ra hecha a trav és de la conducta, sea ésta len
guaje verbal o simplemente corporal. Wil liam Ja mes, ya en 1884, al preguntarse qué era una
emoc ión contestó que era una res puesta del organismo ante det er min a dos est í mul os del
me dio amb ien te.
Con todo, sin emb argo, nada me jor para entender qué es una emoción que la descripción
de lo que ocurre y se siente cuando se exp e rim en ta: imag í nes e a us ted mism o sen tad o
plá cid a ment e en el banco de un parque tom ando el sol. Su per cepción de lo que le rod ea
o de sus propias imág enes mentales vaga dispersa, sin un foco de atención prec iso. De
pronto, tras us ted, oye un gruñido amen azador. Un per ro enor me, ens e ñand o agre siv a
ment e los dien tes, par e ce presto a aba lanzarse sob re usted. Ante esta fuente de pe ligro, su
cerebro, su mente y su cuerpo sufren un camb io brusco, inmediato. Usted se apresta o bien a
correr, o bien a luchar y defenderse. Su foco de atención se centra ahora en el per ro. Su co
razón golpea fuertem en te el pec ho. Usted res pir a más de pris a y más pro fund a mente. Su
cuerpo (lo que inc luye su ce rebro) exp erimenta mi les de cam- bios —sens o rial es, mo tor
es, en doc ri nos, met a ból i cos—, cond u centes a fac ilitar la huida (correr) o el ataque
(contra el ene migo). Está usted ante una fuerte reacción emoc ional.
Lo descrito, sin emb argo, no es más que un tipo de reacción emocional. Hay otros. Por
ejemplo, la reacción emoc ional ante de term i nad os es tím u los plac en ter os, sean és tos
un buen alim en to si se está hambriento o la hembra para el mac ho, si éste está de privado de
sexo. De aquí que Le Doux señ alara que la emo ción (en singular) como tal no exist e, «la
emo ción (el concepto) es sólo una manera conv e nient e de ha blar de ciert os as pec tos del
cer e bro (del cuerp o) y de la mente». Pero en cualquier caso, par ece claro que por
emociones,en sumásprim i ti va y prof un da acepc ión,que re mos señ a lar los mecanismos
que pone en marc ha cualquier ser vivo para mantener su sup er viv en cia.
Estas reacciones ante el pel igro o ante lo placentero ocurren en cualq uier es pec ie ani
mal y son inc ons cient es, in clus o en el hom bre. Es decir, ocurren ant es de que nos
apercibamos de ellas (en el caso de la visión del per ro agre sivo, nuestro cuerpo reacciona
mucho an- tes de que nos otros ten gamos una vis ión consciente de la situación). El homb re,
ade más, exp e ri men ta una sens a ción consc ien te. (En el caso del ejemplo anterior, el
sujeto «siente» miedo.) El hom bre, pues, exp e ri ment a un sen tim ien to (consc ien te), sea
éste de miedo o placer o sus muc has va riables (véase mas adel ante). Le Doux (1996, 1999)
lo ha ex presado de la manera más clar a: «Cuan do es tos sis te mas (emo cio na les) fun cio
nan en un ani mal que tam bién tie ne la ca pa ci dad de ser cons cien te, en ton ces apa re cen
las emo cio nes cons cien tes o sen tim ien tos. Esto cla ram en te ocur re en los ser es
humanos, pero nadie sabe con se guridad si otros ani- mal es tie nen esta ca pac i dad. No
cuest io no qué anim a les son conscien tes y cuál es no. Sim ple men te sos ten go que, cuan
do es tos me ca- nism os an cest ra les (como el que de senc a den a la con duct a de fens iva
ante el pel igro) funcionan en un ce rebro consciente, se des encaden an sen tim ien tos emoc
io nal es (como te ner mied o). Cuan do esto no es así, el cerebro cumple con su función sin
tener con ocimiento consciente. Y la ausencia de consciencia es la reg la más que la
excepción en el mundo animal.»
Las emo cion es y los sen tim ien tos y sus def i nic io nes y desc rip-

cio nes tie nen una lar ga his to ria (Anto nio Da ma sio, 1994, 1995, 1999; Jos eph Le Doux,
1996, 1999). Aun con ello, no me res isto a dar alg u nas def i nic io nes con cis as y ac tual es
como la re cog i da en el Dicc io nar io de neu roc ien cias de Mora y Sanguinetti (1994), en
el que por emoc ión se en tiende la «Reacción conductual y subj etiva prod u cid a por una in
form a ción prov e nient e del mun do ext er no o int er no (mem o ria) del in div i duo. Se
acomp a ña de fe nóm e nos neurov e get a tiv os». Del gad o y Mora (1998) han ma tiz a do
más rec ien te- ment e los com pon en tes con duct ual y sub jet i vo de la emo ción al señalar:
«El concepto de emoc ión tie ne dos acepc iones. En primer lugar, se pue de con si de rar
como un fe nó me no in tern o, per so na liz a do y dif ícil de co municar a otros miembros de
la misma esp ecie (subjeti vo). Este com pon en te in te rior ad quie re en la es pe cie hu ma
na un as pect o adi cio nal de ca rác ter cog nit i vo (son los sen ti mient os el aspecto
consciente de las emoc iones). En se gundo lugar la emoc ión se ex pre sa como un fe nó me
no ex ter no, con duc tual, que sir ve de cla ve o señ al a miembros de la misma es pecie o de
aquel los con los que mant ie ne una rel a ción.»
Otras def iniciones sobre las emo ciones entran ya de lleno en el análisis de su orig en y
significado. Así, para Rolls (1999), «las emociones son parte de un sistema (cer ebral) que
ayu da a distinguir ciert a cla se de est í mul os, muy am pliam en te iden tif i ca dos como
estímulos recompensantes o de castigo y que sirven para actuar (en el mundo). Parte de la
idea es que este sistema proporciona o sirve de int er fas e en tre tal es es tím u los y las con
duct as correspon dientes».
En otras pal abras, Rolls en tiende, como adem ás así se desprende de los ejemplos dad os
anteriormente y nos lo en seña la experiencia de to dos los días, que las propias rec ompensas
(como un buen plato de com ida cuando se está ham briento, o un hal ago personal) pro duc
en un es ta do emo cio nal de bie nes tar. Al con tra rio, el ata que de un enem igo, de un pe
ligro con amen aza vi tal o soc ial crea un es tado emoc ional de ma lestar. De igual modo, el
no rec ibir una recom pen sa o pla cer que es tá ba mos es pe ran do crea un es ta do
emocional de frustración y rab ia o de bie nestar cuando un cast igo que esp e ráb a mos es eli
min a do. Es así que tan to las prop ias se ñal es de rec ompensa y castigo como los cambios
en es tas señ ales como omis ión o ter min a ción de est í mul os re comp en sant es (pla cent e
ros) o de cast i go pue den crear di fer en tes est a dos emo cion a les.
Dam a sio (1999) ha re sum i do de modo rec ien te esta te mát i ca sobre emoc iones y
sen timientos de la sig uiente ma nera: 1) Las emo- cion es son una co lecc ión com plic a da
de resp ues tas quím i cas y nervio sas for man do un pa trón; to das las emo cio nes tie nen al
gún tipo de función reg uladora, dando lugar de una manera u otra a la creación de circ uns
tanc ias ven taj o sas para el or gan is mo que las ex per imenta. Las emoc iones que re fieren
a la vida de un org anismo, a su cuerpo para ser prec iso, y su función es ayudar al or ganismo
a se- guir vivo. 2) A pes ar de que el aprendizaje y la cultura cambian la expresión de las
emoc iones y les da nuevos significados, las emo ciones son pro ce sos bio ló gi cos de ter mi
na dos que de pend en de me ca- nism os ce reb ra les inn a tos, de pos i tad os por una lar ga
hist o ria evolu tiv a. 3) Los me ca nism os que pro duc en las emo cio nes ocu pan un conj un
to de re gio nes sub cor tic a les que en glo ban des de el tron co del encéfalo a otras áreas más
alt as del ce rebro. 4) Todos los mec anismos de la emoc ión pue den fun cion ar sin de lib e
rac ión cons cient e; la cantidad de variación ind ividual y el he cho de que la cul tura jue ga
un pa pel en mo dul ar al gu nos in duc to res no nie gan el au to ma tis mo fund a men tal y el
pro pó si to re gul a dor de las emo cio nes. 5) To das las emociones utilizan el cuerpo como
su teatro de act uación (me dio int er no, vis cer al, ves tib u lar y sist e ma múscul o-es quel é
tic o), pero las emo cio nes tamb ién afec tan la for ma de func io nar de num e ros os circ ui
tos cer e bral es: la va ried ad de res pues tas emoc io nal es es respons a ble del camb io pro
fund o, tan to en el pa nor a ma corp o ral como cer e bral. El con junt o de es tos cam bios
cons tit u ye el sust ra to de los pat ro nes neu ral es que even tualm en te dev ie nen en sent i
mient os de la emoc ión.
Finalmente, a todo esto Dam asio añade un punto más: «Todas las emociones generan
sent imientos (en el hombre) si uno está despierto y consciente. Pero no tod os los
sentimientos de rivan de las emo cio nes. Yo lla mo sen tim ien to de fond o a aque llos sent i
mient os que no est án ba sados en emoc iones. Por ejem plo, el sent imiento de la vida mis
ma, the sense of being.»

3. Emo ción y len gua je

Charles Darwin, en 1872, ya señ alaba que las emo ciones constit u yen un len guaj e. Un
po der o so inst ru ment o de co mun i cac ión util i zad o por casi to das las es pec ies ani mal
es, in cluid o el hom bre.
De hec ho, el lenguaje emo cional es sin duda el lenguaje más primitivo. Es el lenguaje
que util iza el cuerpo como vehículo de ex presión. Es el que avis a de forma ruda, sin mucha
so fisticación, sin pa- labras, del peligro, de la co mida, de la evi tación de la lu cha inút il en
tre individuos de la misma esp ecie y tri bu, etc. Todo ello exp resado con el cuer po, pos tur
as, vo cal i zac iones (ex pres io nes gut u ral es es pe- cíf i cas de cada es pec ie), mí mic a fa
cial. Es clar a men te un leng ua je de com u nic a ción rá pid o que se man tie ne en el hom
bre. Las ex pres io nes de agres i vid ad, tris tez a, sim pat ía, pla cer co mun i can al otro no
sólo un est ado de ánimo sino que «alertan» e indican cómo reaccionar ante esa per so na para
co mu ni car se más pro pia men te con ella. Esa ra pi dez de co mu ni ca ción, esen cial en los
más pri mi ti vos es ta dos para man ten er la su perv i ven cia ind i vi dual y de la es pe cie
vale, a veces, en el homb re, más que millones de pa labras. De hecho, el lenguaje emoc ional
es más fuerte que el «noético» (las pa labras) porq ue está anc la do en los cir cuit os más pro
fund os del ce reb ro. «Po dem os comprender así el hecho de que jóvenes y viej os de muy
distintas razas y lo mismo en el homb re que en los ani males, expresen el mismo estado de
ánimo con los mismos movimientos» (Darwin). Y no sólo es ellen guaj emáspri mit i vo
ensen tid o fi log é nic o (alolar godelaevo lución) sino tam bién ont o gén i co (des a rrol lo
del in div i duo), dado que es el que se util iza más tem prano, ya en la primera relación que
se establece, por ejemplo, entre la madre y su hijo. ¿Qué otra leng ua utiliza la mad re con su
hijo re cién nac ido sino el lenguaje emo cional, el de los gest os y las ono matopeyas?
Cual quierco mu ni ca ciónen treper so nas,des deelan tes men cio na- do de la mad re con
su hijo has ta inc luso el de más alto y abs tracto signi fic a do, el len gua je emo cio nal si gue
ju gan do un pa pel esen cial en las re la cion es hu ma nas. Sos ten go que el len gua je emo
cio nal siem pre existe como sustrato o base al lenguaje «noético». El lenguaje emoc ional es
per mi si vo al otro len gua je, lo fa ci li ta o lo obs ta cu li za. Cuan do en una con ver sa ción
hay un fuer te com po nen te emo cio nal (agre siv o), las palabras «sirven de bien poco».
Cuando una par eja discute con un fuer te an ta go nis mo en el que pri ma el com po nen te
emo cio nal la pa la- bra no es vehículo de mensaje. En tal situación, la persona que esc ucha
no es capaz de descifrar el mensaje abst racto de las pa labras, ya que antes se ocupa en
descifrar el lenguaje más primitivo y primario, que es el leng uaje emo cional y reacciona
ante él. Al contrario, una conv er sac ión con un fuer te comp o nent e de con fianz a y agra
do po ten- ciaelsig nif i cad o sim ból i codelaspal a bras.«Losmo vim ien tosex pre si- vos dot
an de viveza y energía a nuestras pa labras y rev elan los pensamientos y las intenciones de
los demás mejor que las pal abras, porque és tas pue den es tar fal sea das» (Dar win).
4. Emoc ión y cu rio si dad

¿Quién no ha vist o una pe lícula de cine? ¿Qué nos mantiene atentos a la pantalla sino lo
que sucederá en la siguiente sec uencia de acont e ci mient os? Y la con tin ua ción de esa hist
o ria, ese des a rrollo «emocionante» que ocurre en la ficción o en la realidad, ¿qué es, sino un
est a do cer e bral de exp ec tac ión y aten ción, de cur io si dad en definitiva, hac ia lo que
pueda suceder y así hasta el fi nal? He ahí un comp o nen te de la cond uc ta, la cur io si dad,
enr ai zad o y man te ni- do por los mecanismos de la emoc ión. Pa reciera así que la emoc
ión, no sólo es imp or tan te para def en dern os y co mu ni car nos acerc a de los de pre da do
res que apar e cen fí si ca men te en el mo men to del ataque, o encontrar alim ento en el
inmediato en torno, sino que sirve de mot or para «encontrar» co sas nuevas, sean ést as un
alimento nuevo, o el refugio o rastro dejado por nuestros enem igos. De esta man e ra, ese enc
en did o emo cion al que es la cu rios i dad ens an cha el ent or no de con o cim ien tos que
pued en sal vag uar dar mej or nues tra sup er vi venc ia al an tic i par nos a los acont e ci
mient os.
El ing re dient e «cu rios o» de la emo ción pos i blem en te nac ió con los mamíferos,
hace de esto unos cien millones de años. Los mamífe ros, con su temp e ra tu ra cor po ral y
ce re bral const an te y por tant o in de pen dien te de la temp e ra tu ra amb ien te, se han
perm i ti do el lujo de «pas ear» la tie rra. El mamífero ha roto así las atad uras que le mant e
nían es cla vo a su est re cho ecos is te ma. Ha aum en ta do también el tam año y peso de su
cerebro y ha er guido su cuerpo so- bre el suelo con respecto a sus predecesores los reptiles.
Y es así que con un cer ebro grande y un cuerpo ágil ha en contrado la libertad de
movimientos y exp loración y ha suplido con ello la falta de de fensas naturales sobre su
cuerpo. Deb ió ser, por tan to, en ese cer ebro del mam í fer o pri mit i vo en dond e na ció ese
nuev o in gre dient e de la conducta que es la curiosidad. El mam ífero es, en efecto, y por na
turaleza, un anim al curioso. Y el fuego que mantiene constante esa curiosidad es la emoc ión
(Gi solfi y Mora, 2000).
Es de esta man era que el componente emo cional de nuestro cerebro se pone en marc ha
como resultado de algo que nos de safía, el logro de un alimento o un enem igo, la curiosidad
o la intriga. La curiosidad nos lleva en su sec uencia de acontecimientos a lo nuevo. De lo
desc o noc i do a lo que quer e mos con o cer. La cur io sid ad ali menta el desc u brim ien to
que se conv ier te así en un ing re dient e co di fi- cado en el cer ebro de todos los ma míferos
y en su forma máx ima en el hombre.
5. La cur io sid ad «sa grad a» o la emo ción por comp ren der

Efect i vam en te, la cur io sid ad tie ne su form a de ex pres ión má xi- ma en el hom bre.
El hom bre ex plo ra lo des co no cid o, des me nu za, indaga desd e que siente el primer
mordisco intelectual de una par cela por con ocer. Y una vez iniciada esa secuencia no des
cansa hasta llegar a lo nuevo. Pero este conocimiento nuevo le desvela muchos más des co no
cim ien tos y es así como pro si gue, des cu brim ien to tras des cu bri mien to, con el mor dis
co de la cu rio si dad, en fren tán do se a lo des co no ci do. ¿Qué man tie ne ese aten to ex plo
rar lo des co no cid o, esa «pas ión» por com prender, esa curiosidad «sagrada», como la
llamab a She rringt on?
Es de esta man era que el hombre hace ciencia, y un in grediente básico de ese «hac er»
es la emo ción. La emoción de este modo se conv ier te en un me can is mo perv er so que se
aut oa lim en ta y perp etúa, ya que el buscar constante se mantiene tanto por la emoc ión que
sostiene el propio proceso de indagación como por la emoción que nos esp era ante el
siguiente des cubrimiento. He aquí una función ce reb ral re conv er tid a o am pliad a en el
hom bre, la de la emoción que tras hab er sido en su inicio un me canismo bás ico de
supervivencia se ha puesto ahor a, además, al servicio de esa otra función que es la ciencia y
que nos lleva no sabemos bien a dónde.
Esto úl tim o no nos debe sor prend er en ab sol u to. Prec i sam en te el org a nism o en
ge ner al y el pro pio cer e bro, en par tic u lar, en ese proc e so tan pro fund a ment e des con
o cid o como es su de ven ir evo luti vo, ha ido man te niend o vie jas es truc tu ras y vie jos
có dig os neu rales, pero les ha aña did o nue vos sign i fic a dos, nuev as fun cion es.
Posiblemente esto último, el cambio de funciones o el añad ido de funcio nes nue vas en es
truct u ras pree xis ten tes del or ga nism o, ha de bi- do ocurrir muchas vec es a lo largo de la
evolución.2

6. El hept á log o de las emo cion es

Hem os vis to que las emoc io nes cump len va rias fun cion es. La esencia de tod as ellas
podría re sumirse en siete puntos.

1.º Las emoc io nes sirv en para de fend er nos de est í mul os no civos (enem i gos) o
aprox i mar nos a est í mul os pla cen ter os o re com pensantes (agua, com ida, juego o sexo)
que man tengan nuestra superviven cia. En este sent i do, ade más, las emoc io nes son mo ti
va do ras. Es decir, nos muev en o empujan a conseguir o evitar lo que es beneficioso o da
ñino para el in dividuo y la es pecie.3
2.º Las emo cion es ge ne ran que las res pues tas del or ga nism o (con duct a) ante acon
te ci mien tos (ene mig os, ali men tos) sean po livalentes y flex ibles. Son reacciones que ayu
dan a encontrar, no una respuesta fija ante un det erminado es tímulo, sino que bajo la
reacciónge ne ral de aler ta,el in di vi duo es co ge la res pues ta másade cuada y útil en tre un
rep er tor io po sib le. Ello se ex pand e enor mem en te con la apar ición de los sen timientos
(la parte consciente de las emo- ciones). Las emoc iones y los sentimientos, de esta ma nera,
dotan de más versatilidad a la conducta. Y ello, obv iamente, es de más utilidad para la su
pervivencia del in dividuo y de la especie.
3.º Las emociones sirven a las funciones del punto primero y segundo, «alertando» al
individuo como un todo único ante el est ímul o es pec í fic o. Tal reac ción emoc io nal inc lu
ye act i vac ión de múlti ples sis te mas ce re bra les (act i va ción ret i cu lar, atenc io nal, me
ca- nis mos sens o rial es, mo to res, proc e sos ment a les), end o cri nos (ac ti- vac ión su
prar re nal med u lar y cort i cal y otras horm o nas), met a bó licos (glucosa y ácidos grasos)
y en gen eral activación de muchos de

los sist e mas y apar a tos del org a nism o (car diov as cul ar, res pir a to- rio, etc., con el
aparato loc omotor —músculo es triado— como centro de oper a cion es).
4.º Las emociones mantienen la curiosidad y con ello el descubrim ien to de lo nuev o
(nue vos alim en tos, ocult a ción de enem i gos, etc.). De esta man era ensanchan el marco de
seguridad para la super viv en cia del ind i vid uo.
5.º Las emo cio nes sir ven como len gua je para co mu ni cars e unos individuos con
otros (de la misma esp ecie o incluso de especies di fer en tes). Es una co mun i cac ión rá pid
a y efec tiv a. En el homb re el len guaj e emo cion al es tam bién un leng ua je bás i co tanto
ent re los miembros de una misma fa milia (padres e hij os) como en tre los miem bros de una
soc ie dad de ter mi na da. Ello, ade más, crea los la zos emo cio na les (fa mi lia, amis tad)
que pue den te ner cla ras con se cuen cias de éxi to, tan to de su per vi ven cia bio ló gi ca
como social.
6.º Lasemoc io nes sirv en paraal ma ce nary evoc arme mor iasde una man era más
efectiva (Rolls, 1999). A nadie se le es capa que todo acon te ci mien to aso cia do a un epis o
dio emoc io nal (deb i do a su du ración tant o como a su significado) permite un ma yor y
mejor alm acenamiento y evoc ación de lo sucedido. Ello, de nuevo, tie ne claras conse cuen
cias para el éxi to bio ló gi co y so cial del in di vi duo.
7.º Las emociones y los sentimientos «pueden jugar un pap el importante en el proceso
del raz onamiento y en la toma de decisiones, esp e cial ment e aque llas rel a cion a das con
la pers o na y su entorn o so cial más inm e diat o» (Da mas io, 1994). Este sép ti mo pun to
nos invita a pensar que, en el hombre, las emoc iones siguen siendo uno de los constituyentes
o pilares bás icos so bre los que descansan casi tod as las de más funciones del cer ebro. Más
que eso, la form a su pre ma del func io nam ien to cer e bral, el raz o na mient o mis mo, res
ul ta, como señ a la Dam a sio, de la act i vid ad con cert a da entre la corteza cer ebral y la
parte más antigua del ce rebro; la que ge ner a las emo cion es.

7. Los cód i gos cer e bral es de la emo ción

De todo lo que antecede y en un sent ido am plio, una cosa par ece clara. Las emoc iones
reducidas a su más simple y elemental pronunc ia mien to se ref ie ren, ya desd e su ori gen, a
los me can is mos que util i za el ind i vid uo para so brev i vir y com u nic ar se. Es así que si
las
emoc io nes y el leng ua je emo cion al es tán enr ai zad os en lo más
profun do y pri mi ti vo del cer e bro hum a no, ¿de dónd e nos vie nen?
¿Hasta dónd e se puede trazar su origen evo lutivo en el cer ebro?
Alcanzar a entender el orig en de las emo ciones y su significado en el
homb re re quer i ría de modo imp or tant e en tend er pri mer o la
evolución y construcción del cerebro humano a lo largo de sus muchos
años, mil lones de años, de pruebas de azar y reajustes. No es aquí el lug ar
don de pod e mos aprox i mar nos a su est u dio (Gis ol fi y Mora, 2000).4
Analizar las funciones de las emociones a nivel de la conducta nos
sirve para rastrear su correlato en las vías neurales y circuitos del prop io
ce reb ro (y tam bién neur oen doc ri nas). Una brev e re señ a hist ó ric a
de es tos con o cim ien tos y sus teor ías —lo que in cluy e los nombres de
Broca, Cannon, Pap ez, McLean, etc.— pue de verse en Fernández de
Molina (1998) y Delgado y Mora (1998). Num erosos est u diosexp e ri
ment a les nos hanllev a do a sab erque las áreasce rebral es que co di fic
an in form a ción sob re emo ción y mot i vac ión se encuent ran lo ca li za
das tan to en la cort e za ce re bral (cort e za cin gu lar y orb itofrontal)
como por de bajo del mant o cortical en áreas como son el tronco del enc
éfalo y el sistema límbico. En el tronco del en céfalo, el papel relevante lo
juega la sustancia reticular y en ella toda una ser ie de nú cleos, lo que
incluye los núcleos que proyectan sus axon es ha cia el cer e bro ant e rior
y cort e za cer e bral (acet il col i na, serot o ni na, dop a min a, no rad re
nal i na) y la reg ión cono cida como sustan cia gris per ia cue duc tal (pépt
i dos opiác eos) y núcleos de los pares craneales. El sistema límbico, a su
vez, está constituido por toda una ser ie de es tructuras, lo que inc luye la
amígdala, el hipocamp o, el hi pot á lam o y el área sep tal. En el conc ep
to gen é ri co de

sis te ma límbi co tam bién se in cluy en las áreas cor ti ca les cin gu la da
y órb i to-fron tal an tes men cio na das. Estas es truc tu ras se en cuentran
am plia men te in terc o nec ta das en tre sí (Del ga do y Mora, 1998;
Damasio, 1999; Rolls, 1999).
Una hist o ria part i cul ar ment e re lev an te en este cont ex to la const
i tuy e el des cub ri mient o de la au toes tim u lac ión ce reb ral he cho por
Olds y Milner en 1954 (véas e Mora, 1997). Estos autores de most ra ron
que un ani mal es cap az de es tim u lar eléc tric a ment e su propio cerebro
a través de un electrodo (un peq ueño alambre) implantado en su propio
cerebro. Tras el descubrimiento de este fe- nóme no, es tos mis mos au to
res, par ti cu lar ment e los tra ba jos del laboratorio del propio Olds, most
raron que sólo al gunas áreas del ce- rebro, no tod as, son las que,
estimuladas, provocan que el animal aprend a una con duct a ins trum en
tal (apret ar una pa lanc a) en orden a obt ener, por sí mismo, la
estimulación de su pro pio cerebro. Este fenómeno se ha rep roducido en
casi to das las esp ecies ani males en que se ha ex perimentado, incluido el
hombre (Mora, 1997).
De las muc has áreas del ce rebro estudiadas para la austoestimu la
ción del ce re bro fue ron par ti cu lar ment e re le van tes las si tuadas en
el sis tem a lím bic o, entre ellas el hi pot á lam o, amíg dal a, septum y
cort e za pref ron tal. Estu dios pos ter io res most ra ron que neuronas de
est as áreas del ce rebro activadas por la propia autoestimul a ción cer e
bral est án muy es trec ha ment e in terc o nect a das ent re sí, ind i cand o
que el sis tem a límbi co pos ee cir cuit os que, de al gun a man e ra, cod i
fic an para la re comp en sa. Estud ios pos ter io res mostrar on la sig nif i
cac ión fi siol ó gic a o fun cion al de es tos cir cuit os: estas neur as, ac tiv
a das por la au toest i mul a ción cer e bral, al me nos para el hi pot á lam
o, res pond en al es tím u lo de la vi sión del alim ento, sólo si el animal
está hamb riento (pero no sa ciado), lo que clar ament e in dic a que es tas
neu ron as sen san el val or del ali ment o como rec om pen sa, es dec ir,
cuan do sign i fic a algo. Re comp en sa (mot i va- ción) y emoc ión tie nen
un vínculo subjetivo y conductual muy estrecho (Rolls, 1999).
Los códigos esc ritos en estas áreas del ce rebro límbico que aca-
bamos de desc ribir son puestos en mar cha por la ent rada de información
sens orial que es la que de tecta y alerta sob re el fe nómeno en el medio
ambiente causante de la respuesta emoc ional (un pe rro agresivo o un
buen plato de com ida si se está hambriento). Fernández de Molina (1998)
lo res ume así: «Una vez que la in formación sen so rial es eva lua da al in
te grar la en la amíg da la con la in for ma- ción proc e dent e de los sis tem
as de re fuerz o, tan to de re comp en sa

como cas tig o, las dis po si cio nes in na tas de la amígd a la son ac ti
vadas au to má ti ca men te y puest as en mar cha las di vers as res pues tas
a part ir del hi pot á la mo y tronc o del en céf a lo. Esta res puest a tie ne
cua tro com po nent es: 1) la ac ti va ción del sis te ma mo tor para ge ne-
rar las pos tu ras y ex pre sion es fa cia les ade cua das; 2) la ac tiv a ción
del sist e ma ner vios o au tón o mo, cuy as se ñal es van a ge ner ar en las
vísc e ras el es tad o ha bit ual men te asoc ia do con la si tua ción des
encad e nant e; 3) la ac ti vac ión del sis tem a en doc ri no, y 4) la ac tiv a
ción de núcleosde neu rot rans mis o res(no rad re na lin a, se rot o nin a,
do pa- mi na y ace til co li na). Los tres prim e ros in cid en so bre el cuer
po causan do el es ta do corp o ral emoc io nal, que será des pués señ a li
za do tan to al sis te ma límbic o como a la cor te za so ma to sens o rial (S-
I, S-II e íns ula). El cuarto componente va a producir un cam bio en la efic
ien cia y es til o del pro ces amient o cog nit i vo.»

8. El pro ce sa mient o emo cion al de la in for ma ción sen sor ial

Si la emoc ión nace en sus orígenes de un es tímulo ext erno (del me


dio am bien te), la Neu ro cienc ia ac tual nos va des me nu zan do cómo
ello ocurre en el cerebro desde el inicio, qué son las percepciones y sus
mec a nis mos neur o nal es.
El co noc i mient o del fun cion a mien to neur o fis io lóg i co de los
órganos de los sentidos (léase retina para la vis ión, ór ganos de Corti para
la aud ición o bul bo para el olf ato) se ñala que la real idad senso rial en
cadauna de es tas mo da li da deses anal i za da y desm e nu zada ini cialm
en te en comp o nent es ele ment a les. Este proc e so es mejor con ocido
en el sen tido de la vis ión (Zeki, 1995). Hoy sabemos, por ejemplo, que un
obj eto, sea éste una na ranja, es anal izado por el cer ebro en sus mu chos
componentes, como son el col or, for ma, orien ta ción, mo vi mien to, pro
fun di dad, su re la ción con otros ob je tos del esp a cio, etc., de form a in
di vid ua li zad a y trans port a da por vías pa ra le las al ce re bro. Tam
bién sa be mos hoy que esta va ria inf or ma- ción es dis trib ui da en di fer
en tes áreas del cer e bro y cir cui tos en dond e su fre un pos ter ior aná lis
is y fi nal ment e es al mac e nad a. Sin emb ar go, re sult a ex traor din a
rio el que cuand o evo cam os en imá ge- nes men ta les o vem os fí si cam
en te la na ranj a, no sot ros siem pre vemos una na ran ja y nun ca los com
po nent es in di vid ua li zad os que están al ma cen a dos en dis tin tas part
es del ce re bro. Ello nos con du ce a la idea de que la evoc ación del ob
jeto debe conllevar un mec anismo que active tod as las áreas
correspondientes al mismo tiempo y ponga junt as to das sus car ac ter ís ti
cas ind i vid ua les, en este caso de la naranja, evoc ándolo de esta ma nera
y de modo final como obj eto único. A cómo el cer ebro puede ha cer todo
esto se le con oce con el nomb re de bin ding prob lem. Estu dios re cien
tes han su ge ri do que los mecanismos de unir o poner juntas tod as las
propiedades de un ob je to son pro duc i dos por la ac ti vi dad o dis pa ro
sin crón i co de to das las neuronas que int ervienen en el análisis de cada
pro piedad de la na ran ja (Lli nás y Chur chland, 1996).
Pues bien, has ta este úl ti mo ni vel de aná li sis, es tu dios neu ro fi-
siol ó gic os han pues to de man i fiest o que las neu ron as no res pond en
a ning ún com pon en te hed ó nic o aso cia do al est í mul o (en nues tro
caso la nar anja) (Rolls, 1999). Es sólo en áreas pos teriores a este proc e
sam ien to est ric tam en te sens o rial, en est ruc tur as como la amígd a la,
cort e za pref ron tal e hi pot á lam o, en don de las neu ron as res pond en
a es tím u los aso cia dos a re fuerz os (po sit i vos o neg a tiv os) o a comp
onentes emo cionales. Todo esto nos lleva a la conclusión de que el ce re
bro, ini cial men te, pro ce sa la in for ma ción sen so rial de una ma ne ra
des pro vist a de todo com po nen te emo cion al, y sólo cuan do el es tí mu
lo al can za cier tas áreas, los lla mad os «cir cuit os límbi cos», es cuan do
ad quie re la to na li dad afec ti va y emo cio nal. Estruc tu ras ce re bra les
como la amíg da la y la cor te za pre fron tal son es pe cial men te re le van
tes a este res pec to. Son, efec tiv a men te, áreas del cer ebro en don de se
realizan las asoc iaciones entre los lla mad os re fuerz os pri mar ios y se
cund a rios, es dec ir, aque llos (los prim a rios) que por na tur a lez a tie
nen pro pied a des de ref uer zo, por ejemplo, comida si se está hambriento
y con ello una respuesta emocional y aquel los otros (se cundarios) que por
sí mismos no son reforzantes (una luz o un son ido) pero que si se apa rean
con el re- fuerz o pri mar io (ali ment o) ad quie ren ellos mism os (aso
ciac ión por aprend i zaj e) pro pied a des de re fuerz o, jun to a una resp
ues ta emocio nal.
La amígdala, por ejemp lo, es una es tructura cerebral que juega un
pap el importante en estos circuitos límbicos de la emoción y la mot i vac
ión (Fer nánd ez de Mo lin a, 1998). Se ha su ger i do que los circ ui tos
amigd a lin os pue den te ner un pa pel en la form a ción de asoc ia cion es
en tre est í mul os del medio amb ien te y ref uer zos pos i ti- vos o ne gat i
vos. Le sion es de la amíg dal a im pid en que los ani mal es puedan
asociar est ímulos visuales o de otro tipo con re fuerzos primarios, sean ést
os de recompensa o castigo y con ello te ner respuestas emo cio nal es nor
mal es. Le sion es en esta es truct u ra imp i den a los anim a les (prim a
tes) ten er una res pues ta emoc io nal ante es tí-

mul os que nor malm en te prod u cen resp ues tas agres i vas o de plac er y
se vuelven por tanto anim ales mansos. Por otra parte, se ha po dido
comprobar que muc has neuronas de la amígdala del primate, que reciben
afer encias vi suales, responden a caras. Pero lo más in- ter e san te es la
dem os trac ión en hu man os de que le sion es de la amígd a la prod u cen
unimp e dim en to, no en rec o noc er a quiénper tenecen las caras, sino al
mensaje emoc ional de las mismas. Un pa ciente con les ión de am bas
amígdalas puede rec onocer a qué amigo o fam iliar per tenece la cara que
se le presenta en una fot ografía, pero es inc apaz de detectar si tal cara
contiene una ex presión de alegría o mied o (Adolphs et al., 1994).
La cort e za pref ron tal, por su part e, en par ti cul ar la cor tez a orbit
o front al, con tien e cir cuit os neu ron a les en dond e igual ment e se real
i zan asoc ia cion es del tipo es tím u lo-ref uer zo. En part i cu lar, una de
las funciones de esta área del cerebro ha sido rel acionada con la desc o
nex ión de aso ciac io nes est í mul o-re fuerz o pre viam en te real i zad as.
Es de cir, desc o nect ar si tua cion es, ob jet os o per son as prev ia ment e
uni dos a conn o tac io nes emoc io nal es. Ello pro vee a esta área del
cerebro de la cap acidad plástica de adaptarse a los camb ios per man en
tes que se suc e den en el mund o emo cion al del ind i vid uo. Le sion es
de esta área del ce re bro prod u cen cons e cuent e mente cambios en la
conducta emoc ional, como por ejemplo, persistencia en la rel ación y la
zos sentimentales que ya se han roto en la realidad, falta de afect o por los
de más o poca reacción emoc ional y comp le ta desp reo cu pac ión de
cuan to acont e ce alr e de dor del ind i vi- duo o la plan ificación de fu
turo. Ha sido sug erido ade más que esta área del cer ebro y sus circuitos
son el de pósito de las sit uaciones vivi das jun to a ex pe rien cias emoc io
na les únic as del in di vi duo a lo largo de toda su vida. La les ión de esta
área del cerebro justifica claramente el tremendo impacto que pos ee en la
vida de una per sona (Rolls, 1999).
El hipotálamo es el área cerebral que junto con otras áreas del sist e
ma límb i co proc e sa y efect úa la sa lid a de in form a ción hac ia el sis
tem a neu roen doc ri no y neur o veg e tat i vo, es dec ir, activ a to das las
res puest as ge ner a les que he mos desc ri to con ant e rior i dad ante una
reac ción emoc io nal. La sal i da de inf or mac ión de est as áreas ha cia
estructuras motoras como los gang lios ba sales o áreas del tronco del enc
éfalo son la respuesta corporal inconsciente que realiza el organismo vivo
ante una reacción emo- cional (Rolls, 1999).
CAPÍTULO 2
EMOCIÓN, RECOMPENSA Y CASTIGO (Psi co bio lo gía
del ra zon a mien to y la mo ral)

por IGNAC IO MOR GA DO BERN AL


El dolor, el placer y las emociones que suscitan constituyen import an
tesseñ a li zad o res biol ó gic osquea lo lar go de la vidaint er vie- nen de
un modo crítico en la adq uisición del sistema de va lores funcio na les, so
cia les y mor a les que guía el com port a mient o. Los me ca- nis mos
emoc io nal es del ce reb ro ga rant i zan la form a ción de mem o rias ro
bus tas y dur a de ras para tod os aque llos es tí mul os que adquier en sig
ni fi ca do biol ó gic o. La an ti ci pa ción cogn i ti va y som á ti ca de la ex
per ien cia emoc io nal fa cil i ta la pla nif i ca ción del fut u ro y la toma
de dec i sion es ven taj o sas. Las def i cienc ias en los sis tem as percept i
vos y emoc io nal es del ce reb ro, par tic u larm en te en la cor tez a orb i
tof ron tal, afect an a la cons trucc ión del sis tem a de va lor es de los ind i
vid uos y pue den alt e rar el com port a mien to ord i nar io, la inte lig en
cia y la pers o nal i dad.
1. Placer y dol or: algo más que sensaciones

Desde la más temp rana infancia, la ex periencia de plac er y su cont ra


part i da, la de dol or, lle nan nuest ra men te de con ten i do y profundizan
el sent ido de nuestra vida. El hom bre es un busc ador de rec om pens as y
pla cer es, te mer o so del cast i go y el dol or. Di fíc ilment e, no obs tant
e, esa sig nif i cac ión y re lev an cia biol ó gic a po dría just i fic ar se por
la sola perc ep ción so mát i ca del plac er y del do lor mismos. La clav e
para en tender por qué tal es ex periencias tien en un pap el crítico en
nuestras vi das está en algo que hasta la eng añosa int ros pec ción psi col ó
gic a de cada uno de no sot ros pue de po ner en evidencia: el placer y el
dol or son mucho más que una sen sación, son una emoc ión.
El dolor y el placer par ecen ha ber evol ucionado en los se res vi- vos,
no como elementos centrales de un proc eso regulador del comport a mient
o adap tat i vo y la sup er viv en cia, sino como com pon en tes aux i liar es
de tal pro ces o. Para el co noc i do neur o psic ó log o Antonio Da ma sio,
el dol or y el placer son sencillamente las palancas que el or ga nis mo re
quie re para que las es tra te gias de com por ta mien to ins tin tiv o y apren
did o fun cion en con efi cac ia. Gra cias a ellos, en cada circunstancia
tenemos muy claro lo que es buen o y lo que es malo, lo que conviene tom
ar y lo que conviene evi tar. Cuanto más diáf a na y con sist en te sea esa ca
tal o gac ión más cla ro tend rán los orga nis mos los com por ta mient os o
res pues tas que les con vie ne rea lizar en sit uaciones inesperadas o
conflictivas. Es por ello que las palanc as del do lor y el plac er ac tiv an
tam bién emoc io nes part i cul a res cuya mi sión con sist e igual ment e en
pro teg er a los or gan is mos guiand o su com port a mient o. La res pues
ta emoc io nal añad i da concent ra nues tra atenc ión en los es tím u los
plac en ter os o do lor o sos e inc re ment a su sig nif i cad o se ñal i zand o
en fát i cam en te su val or.
No son ideas nuevas. Aristóteles ya sostuvo la primacía del ca- rác ter
emo cion al de la ex pe rienc ia del do lor y Gra cián ade lan tó hace tres
sig los, en El cri tic ón («Introdujo la sabia y próvida na turaleza el del eite
para que fuese me dio de las operaciones de la vida»), la idea que Da ma
sio tien e hoy so bre el placer. Lo que ahor a pue de re sul tar más no ve do
so es ex pli car esas mis mas ideas so bre la base del co no cim ien to que
re cien te men te he mos ad quir i do so bre la psi co bio lo gía de la
percepción y de las emoc iones. Lo que si gue no es sino un ensayo de tal
explicación.
2. Rec omp ens as y cast ig os: la const rucc ión de un
sistema de val ores
2.1. SATISFACCIÓN Y SUFRIMIENTO

Las emoc ion es son func iones biol ó gi cas del sist e m a nerv ioso
que han evol u cion a do para, en sit ua cion es de pel ig ro o conv enien-
cia, prod u cir comp or tam ient o adaptat iv o y fa cilitar la supervi vencia
de las esp ecies. El cerebro dispone no de un único sistema emoc ion al
sino de múlt iples y var ia dos tip os cap aces de resp on der del modo
conv enient e e n sit ua cion es di fer en tes (véans e en la fig ura 2.1 alg un
as de las princ ip ales est ruc tur as y rel ac ion es del cer e bro emoc io nal
hu man o). Reac cion a mos con emo cion es ne gat i vas (miedo, an sied
ad, su fri mient o) cuan do nos enf ren tam os a un cas tig o o sit ua ción ad
ver sa y lo hac e mos con emoc io nes pos i tiv as (bie nes tar, agrad o, sa
tis facc ión) cuan do rec i bim os una re com pen sa. A lo larg o de nues tra
vida, los est í mu los o cir cunst an cias re lev an tes ca pac es de guiar nues
tra cond uc ta ser án pre cis a men te aquel los que de un modo u otro se
asoc ien a las situaciones de pla cer o dol or o a sus conc o mit an tes emo
cion a les de agrad o o de sag ra do, de sat is facc ión o de su fri mient o.
Los psic ó log os fun cion a list as de fin ie ron el tér min o «re comp
ensa» (equi va lent e al de «re fuer zo») como cualq uier es tím u lo o
eventual i dad que aum en ta la prob a bil i dad de ocu rren cia de una det
ermi nad a con duc ta. El pa ra dig ma clá sic o es la rata ham brien ta que
presiona una pal anca de su jaula porque cada vez que lo hace ob tiene una
peq ueña porción de co mida (la recompensa). Del mismo modo, la prob
abilidad de que volvamos al cine au menta cuando ve- mos una buena pel
ícula. A su vez, el «castigo» se define como la invers a, es de cir, como
cualq uier es tím u lo o event ua lid ad que dis mi- nuye la probabilidad de
ocurrencia de una conducta. Si la rata recibe una pequeña descarga
eléctrica en sus pat as (un castigo) cada vez que pre sio na una pal an ca,
dism i nui rá la prob a bil i dad de que, inc lu so cuand o ten ga hamb re, re
pi ta su cond uc ta. Si la pe líc u la fue un hor ror, lo más probable es que
disminuyan nuestras ga nas de volver al cine.
Pero ¿có mo mod i fic an el com port a mient o las re comp en sas y los
cas tig os? Ana li cem os un ejem plo. Cuand o es tam os ham brien tos y
nues tra cond uc ta es rec om pen sad a con ali ment o se ac ti van est
ructuras del cerebro que prod ucen pla cer de modo instantáneo. Ello es
debido a que los circuitos neur a les del sentido del gusto son cap aces

de es ti mul ar la li be rac ión de una sus tan cia quí mi ca lla mad a do pa
min a en el llamado núcleo ac cumb ens, una es tructura de la base del cer e
bro. Este acont e ci mient o bio quím i co (la lib e rac ión de do pa min a en
el núcleo ac cumb ens) pa rec e crí tic o en la se ñal i zac ión de est í mu los
con alto sign i fic a do biol ó gi co y, part i cu larm en te, en la gén e sis de
cualq uier si tua ción plac en ter a (co mid a ape tit o sa, re cepción de una
buen a no tic ia, es tim u lac ión se xual, adm i nist ra ción de una drog a,
etc.). El proceso no se de tiene aquí. La sensación de pla- cer act i va ens e
guid a un de ter min a do sist e ma emoc io nal del cer ebro. Como cons e
cuen cia de ello se disp a ran camb ios fi siol ó gic os en todo el cuerp o
(cam bios en la frec uen cia card ía ca, resp i rac ión, sudor a ción, lib
eración de hormonas, etc.) y se produce una de terminad a ex pres ión con
duct ual. El ce re bro mism o re sult a am pliam en te act i vad o por to dos
est os cam bios que perc i be como agrad a bles. El humor se torn a po
sitivo y nuestra atención se concentra en la situación que ha orig inado el
placer. A la sensación inicial del mismo se ha añad i do un sent i mient o
ge ner a liz a do de sat is facc ión. Es la emoc ión. El sis tem a ner vios o
pa rec e evo lut i vam en te prog ra mad o para, en esas circunstancias, tend
er a repetir la conducta que inició el proceso (comer más, en este caso).
Un seg undo ejemplo se re laciona con el dolor. Cuando un est ímu lo
in ten so o da ñi no al can za nuest ro or ga nis mo, por ejemp lo, al le sio
nar una par te de nues tra piel, se act i van term i na cio nes y vías nerv io
sas que llev an al ce re bro inf or ma ción sob re ese es tí mulo, la inf or
mac ión no ci cept i va. Allí, los sist e mas enc ar ga dos de proc e sar la
sens i bil i dad som á ti ca (tál a mo, hip o tá lam o, cor te za parietal)
originan el dol or. Al igual que ocurría con el placer, la sen sa ción de dol
or es ca paz en ton ces de act i var un de ter mi na do sistema emoc io nal
del cer e bro. Se prod u cen pues camb ios fi sio ló- gic os y con duc tua
les. El propio cerebro es activado por esos cambios que esta vez percibe
como desagradables. La emoc ión aho ra con sis te en un sen ti mien to ge
ne ra li za do de su fri mien to. En es tas otras cir cunst an cias, el sis te ma
ner vio so pa re ce pro gra ma do para in hi bir las con duc tas que pue dan
man ten er o vol ver a ac tiv ar los es tí mu los que ini cia ron el pro ce so
(evi tar el es tí mu lo da ñi no, es este caso).
Con todo, el dolor y el placer son señalizadores biol ógicos tan po der
o sos que su sola perc ep ción cuand o son su fi cient e ment e in tens os
pued e de sen ca den ar au to má ti ca men te en los org a nism os res puest
as cond uc tual es de atracción o re chazo. Y no es men os cierto que la
activación de los sistemas emocionales que suel e acompañar a esas
percepc io nes, es dec ir, la sat is facc ión o el su frim ient o, gar an ti za e
inc remen ta di cha se ña li za ción biol ó gic a. Ya hem os dic ho que la
prop ia expe rienc ia instrosp ec ti va nos lo sug iere. Pero hay otra razón,
tod avía más poderosa, por la que las percepciones primarias de dol or y
plac er se acom pa ñan de emo cio nes: la con ve nien cia, qui zá la ne ce si
dad, de una ro bus ta me mo ria para to dos aque llos es tí mu los que se
aso cien a dolor o placer.

2.2. LA INDELEBLE MEMORIA EMOCIONAL

La marc a so bre la piel del hier ro inc and esc en te es ind el eble. Tod
os los ciud adan os de una det ermi nad a gen er ac ión rec uer dan con
bast an te clar id ad el lug ar don de se hal la ban cuand o recib ie ron la not
icia del ases inato del presidente John F. Kennedy. La energía para
«calentar el hierro» procede de la emoción. Cuando un sistema emo cio nal
delcer e bro se act i va poneen marc ha me ca nis mos li be radores de
hormonas en el tor rente circulatorio. Entre las más important es est án la
adren a lin a y los gluc o cor ti coi des, fab ric ad as y lib e- rad as por las
glánd ul as su pra rre na les. Estas horm onas inf luencian al cer ebro
(directamente o a trav és de las terminales del sistema ner vio so au tó no
mo) en lug a res crí ti cos de los prop ios sis te mas emo cio na les, como la
amígd a la (véas e la fig u ra 2.1). Esta est ruc tu- ra a su vez pone en
marcha div ersos sistemas de act ivación gen eral del cer e bro, lo que fac
ilit a e l trab a jo de los sist em as perc ep tiv os de la corteza cer ebral y la
formación de las mem orias en curso. Entre los sist e mas de ac ti va ción
cer e bral y con duct ual afec tad os vía amígd al a por los est ad os emoc
ion ales pod e mos dest a car el sist e ma co li nér gi co de la base del
cerebro (nuc leus bas a lis, fig ura 2.1). Este sis tem a uti li za la ace til col i
na, una sus tanc ia muy re lac io nad a con los pro ces os de apren diz a je y
mem o ria, para prod u cir la act i vac ión cor tic al que tie ne lug ar du rant
e los es tad os emo cion a les.
Endef i nit i va,el aprend i zaj e que de senc a den a emo cion es pue de
ser registrado de modo más consistente en los sistemas de mem oria del
cerebro. Por tanto, si la perc epción de do lor o de plac er de sencaden a un
es tad o emo cion al, los es tím u los asoc ia dos a esa perc ep ción se grab
an con sist en tem en te en la mem o ria y se conv ier ten en es tí- mu los
con di cio na dos, es dec ir, ad quie ren la cap a ci dad de act i var por sí
mismos las emoc iones y el comportamiento a ellas aso ciado. De este
modo, un olor, un sab or, una voz o un rostro conocido, una mel o día, una
ca ric ia o un sim ple pens a mien to pued en ser es tím ulos con di cion a
dos ca pa ces de evo car di rect a ment e en no so tros es ta- dos de ánim o
po si tiv os o ne gat i vos, sa tisf ac ción o de sag ra do. La neut ra lid ad ori
gi nal de es tos est í mu los des a par e ce, se carg an de sign i fic a do y se
con vier ten en rec om pen sas o cast i gos ca pac es de guiar nuest ra con
duct a.
En cualquier caso, no debemos confundir la «mem oria emocional»
con la «mem oria de las emociones». Las me morias emoc ionales son las
me mo rias im plíc i tas (inc ons cient es) que dis pa ran de ma ne ra au to
mát i ca nuest ras emo cion es ante es tí mul os ca pa ces de prod u cir las
in na ta men te (est í mu los inc on dic io na dos) o por aprend i za je (es tí
mu los cond i cio na dos). La me mo ria de las emoc iones son los rec
uerdos conscientes que te nemos de la situación en que ori gi nalm en te se
de senc a de nó la emo ción, inc lui do el rec uerdo de nuestro propio
sentimiento. Ambos tip os de me moria pueden fac i lit ar se por los camb
ios fi sio lóg i cos men cio na dos que se desenc a de nan dur an te la emoc
ión, pero las me mo rias consc ien tes, bas a das en la neoc or tez a ce reb
ral (cór tex sens o rial prim a rio y córtex de asociación ) y el hipocampo
(fig. 2.1), son más inestables y sus cep ti bles de de te rio ro que las me mo
rias emo cion a les. Estas últim as tie nen una gran per sis ten cia en nues
tro cer e bro. Algu nos científicos creen que nos acompañan dur ante toda
la vida y que lo úni co que pod e mos hac er cuan do nos in te res a evi tarl
as es aprender a prod u cir res puest as in comp a tib les con su re cuerd o.
Es de cir, frente al miedo o ans iedad que nos produce la inmersión en una
de ter min a da sit ua ción, lo mej or se ría apren der a re la jars e. Pero
todos sabemos que ello no res ulta nada fá cil, e incluso si lo fues e, el mis
mo mied o pue de reap a re cer pos te rior ment e, reha bi li ta do por
situaciones como el estrés consecutivo a, por ejemp lo, un accidente o una
desg racia personal o fa miliar. En real idad, el único modo po de ros o de
des ter rar una emo ción sue le ser comb a tir la con sus prop ias ar mas.
Dicho de otro modo, la mej or ma nera de combat ir un sen tim ien to emoc
io nal no des ea do y re cur ren te cons is te en gen e rar una nue va emoc
ión in comp a ti ble con la pri me ra, con la que se quiere evitar. ¿O hay alg
ún modo mejor de tra tar una crisis amor o sa que sus cit ar un nue vo rom
an ce? Nada, en def i nit i va, mejor que el propio y robusto mec anismo de
la memoria emocional para se ña liz ar de modo per ma nent e en nues tras
vid as los es tím ulos asociados al dol or y al placer, a lo bueno y a lo malo.
2.3. EL MARCAJE EMOCIONAL EN LA TOMA DE DECISIONES Y LA
PLANIFICACIÓN DEL FUTURO

Frec uen te men te nues tros ra zo na mien tos ana li zan y/o si mu lan
si tua cio nes de la vida co tid ia na con di le mas y con tro ver sias que
requier en de cis io nes sob re las res puest as más ade cua das o ven taj
osas para su res olución. La ex periencia común nos indica que las emo cio
nes in flu yen po de ros a ment e en el modo en que ra zon a mos y res ol
vem os esas si tua cion es. Pero ¿có mo y dón de po dría ten erlu gar esa in
fluenc ia? La hi pó tes is de los mar ca dor es so mát i cos de Dam a sio nos
brinda una resp uesta. A saber, las emo ciones modulan nuestros raz
onamientos al menos de dos formas. Por un lado, concentran nuestra
atención y nuestra memoria de trab ajo en los estímu los o si tua cio nes
que re sult an re le van tes se gún nues tra hist o ria per so nal. Por otro
lado, per mi ten ca ta lo gar de for ma an ti ci pa da y con tun den te las hip
o té ti cas con se cuenc ias de nues tro po si ble compor ta mien to, es de
cir, perm i ten eva luar de form a muy rea lís ti ca y viva las si tua cio nes
fu tur as en las que pu dié ra mos es tar imp li cados. Ello es pos ible
gracias a que en las situaciones de controversia la ima gi nac ión de las hi
pot é tic as con sec uen cias de las di fer en tes opc io nes y nues tra me
mor ia a lar go pla zo gen e ran que nues tro orga nis mo an ti ci pe las reac
cio nes cog ni ti vas y som á ti cas que cada una de ellas suscitaría en nos
otros. De este modo, cuando nos en frent a mos a un di lem a se pro duc e
un mar ca je emo cion al al tam en te sign i fic a ti vo de esas op cio nes
que fa cil i ta la plan i fic a ción del fut u ro y la toma consecuente de las
dec isiones más ventajosas. Sin el concurs o de ese mar ca je, el pa nor a
ma dec i siv o se ría mu cho más neu tro y la so li ta ria y fría ló gic a po
dría res ul tar ins u fic ien te para dis cern ir las con ve nienc ias pre sen tes
y fu tur as.
Las emoc io nes po drían in vo luc rar se en el ra zo na mien to so bre
si tua cio nes com ple jas me dian te las in te racc io nes ana tó mic as y
fisiol ó gic as que tie nen lu gar ent re las re gio nes emoc io nal es del ce
rebro (donde la amígdala tiene un pap el central; véa se la figura 2.1) y las
re gion es del ló bul o fron tal im plic a das en el ra zon a mien to, la
resolución de problemas y la toma de dec isiones. La región or bitofrontal,
una porción de la corteza prefrontal del cer ebro (véanse figs. 2.1 y 2.2),
podría constituir una esp ecie de int er fa ce neu ral entre amb os ti pos de
reg iones y, por tan to, par ece crítica para el es tab le cim ien to de una rel
a ción fun cion al nor mal ent re los pro ces os emoc io nal es y los ra cion
a les. Como ver e mos más adel an te en este mis mo cap í tul o, la in teg ri
dad de la cor tez a or bit o fron tal res ul ta neces a ria para el des a rrol lo
de las for mas part i cul a res de cond uc ta que se req uie ren en las rel a
cion es in terp er son a les y los cont ex tos soc ia les. Grac ias a ella so
mos cap a ces de est a blec er las re pres en ta- cion es an tic i pad as del va
lor, pos i tiv o o ne gat i vo, de las dif e rent es opc io nes que est e mos
cons i der an do cuand o afron tam os con trov ersias. O lo que es lo
mismo, la corteza orb itofrontal permite lle var a nuest ro ra zon a mient o
(a ve ces inc lu so de form a in vas i va) el val or o sign i fic a do de los ref
uer zos (rec om pens as o cas tig os) aso ciad os a las dif e rent es op cion
es o si tua cion es que pu dier an de riv ar se de nuest ra con duct a.
Siend o así, la cor tez a or bit o front al y otras es truct u ras emo ciona
les del cer e bro, como la prop ia amíg da la, pod rían es tar crí ti camente
imp licadas no sólo en el comportamiento y la toma actual de dec i sion es
y pla ni fic a ción fut u ras, sino tamb ién en el pro ce so de aprend i zaj e
que des de la más temp ra na inf an cia nos perm i te val o rar emoc io
nalm en te las sit ua cion es, re gist rar esos va lor es en nuestro sist e ma
de mem o ria a larg o pla zo, y const ruir pro gres i vam en te a lo largo de
nuestra vida el código o sistema de val ores funcionales, soc ia les y mor a
les que guía el comp or tam ien to. Cuand o, por ejemplo, un pad re, ade
más de exp licar a su hijo (digamos preadolesc en te) la lóg i ca de una sit
ua ción, añad e con sid e rac io nes o element os ca pac es de es tim u lar
los sist e mas emoc io nal es de su ce rebro, no sólo está enf atizando esa
lógica en la mente aún in madura de su hijo, sino que adem ás, como an
teriormente vim os, está es timu lan do los proc e sos fis io ló gi cos y la li
be ra ción de horm o nas que con trib u yen po de ro sa men te a la form a
ción en su cer e bro de mem o rias rob us tas para esos plant ea mient os o
si tuac io nes.
Hay que dej ar cla ro, no obst ante, que los contenidos del có digo de
va lo res que esos comp or ta mien tos perm i ten es ta ble cer de ri van, ló
gi ca men te, de va ria bles amb ien ta les como la clas e so cial, educ
ación, cost um bres e ideol o gía de las fam i lias, comp a ñer os y edu ca
do- res. Lo que aquí pret en dem os con sid e rar es el mec a nis mo neur o
psi co ló gic o bá sico para su adquisición, pues pod ría ser bastante
universal. La «neurología de la mor al», como al gún aut or ha de
nominado a este tipo de consideraciones, está en sus com ienzos, pero los
neur o psic o ló gos, como ver emos en el apartado siguiente, ya han reun i
do prueb as fac tual es de que la al ter a ción temp ra na de los interf a ces
emoc ión-ra zón del cer e bro hum a no pued e com prom e ter seriam en te
la const ruc ción del sist e ma de val o res soc ia les y mor a les, así como
el des a rro llo norm al de la per son a li dad de los ind i vid uos. Para una
may or pro fund i zac ión en el sentido funcional de las emociones y su
importancia en el hombre véas e, también en este mismo libro, el trab ajo
de F. Mora «El ce rebro sint ien te».

3. Def i cienc ias en la se ña li zac ión bio ló gi ca


de re com pens as y cas tig os
Hay est í mu los que gen e ran brusc a e in tens a men te emo cion es.
El dol oragu dodeunfuer te einesp e ra dogol pe nossum er ge inst an tán
eamente en un humor «de per ros». Casi más intenso que el do lor mismo
es el es ta do emo cio nal que ge ne ra. Una bue na y tamb ién ines pe ra da
no ti cia pue de te ner el efec to con tra rio. Un pens a mien to sub li me,
una idea nueva o creativa, nos pued e llenar de sa tisfacción y hasta de
desbordante emoc ión. Pero no siempre. Como ya he mos visto, las emoc
ionessege ne ranensis te mas ce re bra lesdif e ren tes alosquepro ce san la
in for ma ciónsen so rial(sist e mas sen soper cep ti vos) o a los que gen
eran rec uer do (sist e mas de mem o ria exp lí cit a) o ra zon a mient o (me
mor ia de trabajo, consciencia), por lo que es posible concebir memorias de
situa cio nes emo cio na les sin que haya emo ción, o ra zo na mien to so
bre una si tua ción comp ro me te do ra o vio len ta sin que nos sint a mos
avergonz a dos o mied o sos.
Cuand o los sis tem as de se ñal i zac ión bio lóg i ca (dol or, pla cer,
emociones) fal lan o se al teran, las percepciones y/o la emoc ión de
saparecen o se dan con esc asa intensidad. Si eso ocurre, el comporta mien
to ge ne ral del in di vi duo re sul ta comp ro me ti do, camb ia. La ex per
ien cia clí ni ca de Da ma sio y otros neur ólogos nos ha ayudado a comp
ro bar lo. Los afor tun a dam en te es cas os in div i duos que por herencia
genética no sienten el dolor, no sólo reaccionan poco y mal frent e a los es
tím u los que da ñan el cuer po (que mad u ras, cort es, golp es in tens os) o
fuer zan su org a nis mo (por ejem plo, sus art i cul a ciones) de modo inc
onveniente a su sa lud, sino que presentan comportamientos anod inos,
como no pa rar de reírse. Pero más ilustrativos son aún los casos que pon
en claramente de ma nifiesto la distinción ent re la per cepción primaria
(dolor o placer) y el sentimiento emoc io nal conc o mit an te. Un pac ien
te con do lor es in tens os y frecuen tes ma ni fes ta ba un gran es ta do de
su fri mien to acom pa ñan do a las reacciones de ese dol or. Para tra tar de
aliv iar su situación fue so me ti do a una in terv en ción qui rúrg i ca, la leu
cot o mía pre fron tal, cons is ten te en le sio nar par te de las fi bras ner vio
sas (sus tan cia blanca) que van y vienen a la corteza frontal del cer ebro.
Tras la in terv en ción, el pac ien te pudo sent ir se rel a jad o y ali via do.
El do lor sigue siendo el mismo, pero ahor a se sen tía mej or, ma nifestó.
Es de cir, el comp o nen te emo cion al del do lorhab ía de sa pa re ci do
tras la in ter venc ión qui rúr gi ca. Lo que rest a ba era, por así dec ir lo,
una especie de dol or neutro, sin sufrimiento, sin emo ción. Un dolor, en
de- fin i tiv a, mu cho más sop or tab le. El efec to mult i plic a dor de la
emoción como señ a liz a dor biol ó gi co se hace así evid en te.
Pero si en el caso ant erior la au sencia de suf rimiento re sultó be- ne fi
cio sa para el pac ien te aquej a do de do lo res cró ni cos, en otras situa cio
nes la aus en cia de emot i vi dad res ul ta cla ra men te des fa vo rable o
incluso perjudicial. Las pers onas que na cen con la rara enf ermed ad de
Urbach-Wiet he, que prod u ce deg e ner a ción sel ec tiv a de la amígd a la
de amb os he mis fer ios ce re bral es, tie nen una vida emocio nal po bre,
con esc a sas reacc io nes sent i men ta les y casi nula capac i dad para adq
ui rir mem o rias de sit ua cion es im pac tant es. Una pers o na norm al sue
le te ner mej or me mor ia para las imá gen es visuales de contenido emot
ivo, como por ejemplo las desgracias de un accidente de tráfico o el
reencuentro de un ser dado por muerto, que para las imág e nes de sit ua
cio nes más neut ras o me nos sig ni fi ca ti- vas, como la de alg uien pa
seando tranquilamente por un parq ue. Pues bien, ha pod ido constatarse
que las personas que tie nen dañadas sus amígd a las adq uie ren una mem
o ria par e ci da para amb os tipos de sit ua cio nes. No se be ne fi cian del
mec a nis mo fis io ló gi co que re fuer za las mem o rias emoc io na les.
Más evidente es tod avía la influencia de la emo ción en el comport a
mient o cuan do la zona les io nad a re sult a ser la re gión pref rontal, part i
cu larm en te la ya an te rior men te menc io na da cort e za orb i tof ron tal.
Los ind i vid uos con es tas les io nes cons er van su int e lig encia gen e ral
pero pa re cen te ner comp ro me ti da su ca pa ci dad para pla ni fi car el
fut u ro, dej an de com por tar se de un modo soc ial men te acept a ble y
tom an de ci sio nes erró neas que les perj u di can más que fa vo re cen. En
real i dad, tod os es tos camb ios su po nen una fuert e alter a ción del conj
un to de su pers o nal i dad. Al men os así ocu rrió en uno de los ejemp los
clá sic os de la li ter a tur a neu ro psi col ó gi ca. A mitad del si glo XIX,
Phi neas Gage, un jov en minero de Nueva Inglaterra, sufrió un acusado
cambio de su personalidad cuando una del- gada bar ra de hierro de las que
sirven para compactar la pól vora de los bar re nos atrav e só su cab e za y
su cer e bro tras una def la grac ión acc i dent al. Sus ac tit u des y resp ues
tas emoc io nal es se hi cier on infant i les y desc on trol a das y su cond uc
ta se volv ió irres pons a ble. De modo sim i lar y más rec ien tem en te, la
ext ir pac ión de un tu mor benign o que com prom e tía a los lób u los
front a les alt e ró prof un dam ente el comp ort am ient o y la pers o nal id
ad de Elliot, un paciente de Da ma sio, sin mos trar ca ren cias en la base
de co no ci mien to so cial nor mal, ni en su len gua je, me mo ria con ven
cio nal, aten ción bá si ca o ra zo na mien to or di na rio. Lo que sí pa re
cían fuer te men te re du ci dos eran su reac ti vi dad emo cio nal y sus sen
ti mien tos. En opi nión de Da ma sio, la fal ta de emot i vi dad der i va da
de la cir u gía imp e día a su pac ient e asignar val o r es dif eren tes a opc
io nes dif erent e s, comp ortan do que el pais a je de su toma de dec i sio
nes fue ra de ses pe ra dament e plano.
Pero adem ás, cuando las les iones de la corteza orb i to fron tal se
prod u cen en edad es muy temp ran as, los ind i vid uos tien en tamb ién
afectada su cap acidad para establecer a lo largo de su vida un código nor
mal de val o res so ciomo ra les. Y ésa es prec i sa men te la sit uación que
pod íam os esper ar se gún las cons id er ac ion es que hic i mos en el apart
a do ant erior. Dam a sio y sus col a b o ra dor es han pod id o estudiar ahor
a los cas os de una niña de quince mes es de edad que en un acc i dent e aut
o mo vi lís ti co su frió un imp ort ant e daño bil at e- ral en su corteza pref
ron tal y el de un niño de tan sólo tres mes es que fue int er ve ni do qui rúr
gi ca men te para es tir par le un tu mor en la cor te za pre fron tal der echa.
Ambos se recuperaron muy bien del traum a ori gin al y crec ieron con ca
pac id ad in tel ec tual norm al, pero amb os em pez aron a pre sent a r
cond uct as person a les y soc ial es anorm ales en edad e s tem pran as.
Entre otras co sas, ma nif estar on irres pons abil id ad, fal ta de res puest
a a cast ig os y re comp en sas, incapacidad para adoptar y cumplir normas
y tener una vida ordenada, riesg os se xual es y econ óm ic os, vio lenc ia
ver bal y fís ic a, men tiras fre cuen tes, fal ta de pla ni fi ca ción fu tu ra,
res pues tas emo cio na- les pobres, car encia de emp atía, etc., sin que la
reed ucación o trat amien tos es pe cia les me jo ras en su con dic ión. De
este modo, su vida soc ialpres ent ó undet erior o pro gre siv o y aca bar on
dep end iend o enter ament e d e sus fam iliar e s o de inst ituc io n es soc
ial es. Ambos proce dían de fa mi lias de cla se me dia, con su fi cien tes re
cur sos, for ma- ción y ded icación a sus hij os, pero ninguna de estas fam
ilias pre- sen ta ba an te ce den tes u otros ca sos de neu rol o gía o psi quia
tría que pu die senex pli carla evo luc ióny el com por ta mien to de losmis
mos.
Cuando a partir de los veinte años se exp loró el estado clínico de es
tos dos suj e tos, las prueb as de res o nan cia magn é ti ca most ra ron la
persistencia de las lesiones en su cerebro (en la fig ura 2.2 pued en ver se
es tas le sio nes en imá ge nes de res o nanc ia mag nét i ca) y cui da- do
sas obs er va cio nes y prue bas con duc tua les rea liz a das en el la bo ra-
tor io mos tra ron su in ca pac i dad ac tual para dis ting uir lo que está
bien de lo que está mal, para tom ar decisiones adecuadas y para plant ear
ven taj os am ent e el fut ur o. Su cond uc ta en jueg os y fren te a di le mas
práct i cos se most ró impuls i va e inf an til, con reinc i denc ias enresp ues
tas inc on ve nient esquenosemod i fi cab an conla exp erien- cia (véase la
figura 2.3). Otras pruebas mostraron que est os individuos tam po co eran
ca pa ces de pro du cir las resp ues tas au to nó mi cas (por ejem plo, re fle
jos elec tro der ma les) que tien en lu gar en una perso na norm al cuand o
ante sit ua cion es es ti mu lant es imagi na o int u ye las cons ecuenc ias
de su pos i ble comp or ta mient o. Es dec ir, car e cían del «sólo de
pensarlo, se me pon en los pel os de punta» (véas e fig. 2.3).
Llam ó pod er o sa men te la atenc ión en est os dos cas os la apar ente
aus encia de mor alidad, no sólo en su conducta exp lícita sino in- clus o a
ni vel teór i co. Es de cir, mient ras que los ind i vi duos le sio na- dos
cuando ya eran adultos responden adecuadamente a las pregun tas sob re
comp or tam ient o mor al y soc ial (inc lus o cuand o en la práct ica pa rec
en inc a pac esde act uar en cons e cuen cia),losdossuj etos que adq ui rie
ron las les io nes or bi to fron ta les en la inf an cia no pa re cían sen si bles
a las conv en cio nes so cia les o a las reg las mo ra- les ni siquiera sobre el
papel, es dec ir, cuando simplemente se les interrogaba acerca de lo buen o
y lo malo. Parecían ca recer de un sis tem a nor mal de val o res. Y tod a
vía más, su cond uc ta típ i ca presen ta una ext raor din a ria sim i li tud
con la de los ind i vid uos ca ta lo gad os clí nic a ment e (DSM-IV)
comoso cióp a tas o psi có pa tas. La única exc ep ción cons is te en que el
com port a mient o an tis o cial de los lesion a dos par e ció más imp ul si
vo (inf an til) y men os di rig i do a un determ i nad o ob jet i vo que el que
car ac ter i za a los psic ó pat as. Esto no sign i fic a que la psi cop a tía der
i ve nec e sar ia ment e de le sion es tempranas del cer ebro, pero sí que
esas le siones pueden alterar el normal des a rrol lo del com port a mient o
so ciom o ral de un suj e to.

4. ¿Quién siente qué?

En prim e ra inst an cia, to dos ten e mos la imp re sión de que las perc
ep cio nes y los sent i mien tos tie nen un ca rác ter univ er sal. Diría se que
lo que uno ve, oye o siente en un mom ento y si tuación da- dos es tamb
ién lo que ven, oyen o sienten los de más en la misma situac ión. Quien se
emo cion a oyen do una mel o día o cons tat an do una sit ua ción dra mát i
ca se sient e in clin a do a pens ar que quie nes también vi ven esas si tuac
io nes com par ten, o deb e rían com par tir, sus propios sent imientos. Pero
no es así. No lo es por dos ra zones. La primera es de sentido com ún, pues
cada uno de no sotros tien e un pas a do, una hist o ria pers o nal dif e rent
e, en la que ha cons truid o su propio esquema de val ores. Pero no lo es
tam poco porque la construcción de ese esquema se basa en la capacidad
que tien e cada indiv i duo para ac tiv ar los sis tem as emo cion a les de su
ce reb ro. Y no tod os los in div i duos par e cen te ner la mism a.
Quien es por he renc ia o edu cac ión tie nen re duc i da su react i vi-
dad emocional, no sólo sienten men os y ex presan más pob remente sus
sen tim ien tos sino que tie nen tam bién li mi ta da su ca pa cid ad para uti
liz ar los se ña liz a do res bio ló gi cos de la emo ción en la construcción
de su esq uema vi tal de recompensas y castigos. Ello conduc e ob viam en
te a un de term i nad o tipo de com port a mient o y person a lid ad. Mu
chas per son as rein cid en in comp ren sib le ment e en cond uc tas que los
de más perc i ben como im proc e dent es o in cor rectas. La de sa pro ba
ción so cial no pa re ce su fic ien te para que co rrij an su modo de actuar.
Nos resulta, por ejemp lo, increíble que una person a pue da exp re sar se
púb li ca y frec uen tem en te con len guaj e y form as irres pet uo sas, agre
siv as o pre pot en tes sin sen tir la mis ma ver güen za o des a gra do que
no so tros mis mos sen ti mos al per cat ar nos de su actuación. Sin duda,
cada caso requiere su prop io análisis y tend rá su propia ex plicación, no
siempre simple. Pero una pos ibilid ad que de bem os con sid e rar es que
las di fer en cias en el sis tem a de val ores de los individuos sean más
acusadas de lo que imaginamos. Y ello puede deb erse, ade más de a su
educación, a dif erencias bás i cas en su cap a cid ad para sen tir y exp re
sar emoc io nes. En cas os ext re mos, cuand o la reac tiv i dad emoc io nal
de una pers o na sea mínim a o in clus o nula, su com port a mient o pue de
lleg ar a ser pa tol ó gi co.
En los humanos, la may or parte de las emo ciones son gen eradas cog
ni ti va men te. Lacog ni ciónnosper mi te ade másana liz ar lascau sas de
nuestros sent imientos y tratar de mo dificar su curso. En cierto modo, la
emoc ión es como un ca ballo salvaje que pod emos aprender a domar.
Quien conoce bien sus emoc iones y sabe controlarlas y expresarlas
dispone de una exc epcional ayuda para di rigir su acción y su com por ta
mien to en la for ma más con ve nien te a sus pre ten sio nes. La lla mad a
«in tel i gen cia emo cio nal» no es otra cosa que ca pac i dad para gen e
rar, re con o cer, ex pre sar e in fluiremo cio nes pro pias y aje nasbuscand
o con em pat ía la re sol u ción más sat is fac tor ia de las si tuac io nes. La
may oría de las personas poseen en ma yor o menor grad o este tipo de
inteligencia. La exc epción más que la re gla par ece ser la carencia
acusada de la misma. Pero, en cualquier caso, la inteligencia emocional pa
re ce re ser va da a aque llos in div i duos cu yos ce re bros es tán congé ni
ta men te do ta dosdesis te mas efi ca cesparase ña li zaryme mo ri zar es tí
mu los re le van tes. Es de cir, a los ce re bros do ta dos de me ca nis mos
emocionales capaces de construir a lo larg o de la vida un sistema de val o
res (re comp en sas y cast i gos) que guíe el com port a mien to de un modo
adap tat i vo.
CAPÍTULO 3
DROGAS DE ABUSO Y EMOCIÓN

por MI GUEL NA VAR RO


y FERN AN DO ROD RÍ GUEZ DE FONS E CA
1. Introd uc ción

Las drogas de abuso forman parte de un red ucido número de sus tanc ias de muy di vers
a cons tit u ción quím i ca, que comp ar ten la prop ie dad de ser aut oad min is tra das ha bi
tual men te por los ma míferos y es la consecuencia de la acc ión so bre var ias es tructuras
del sis te ma lím bic o (Ka lant, 1989).
Este sistema está integrado por un grupo de áreas cerebrales imp li cad as ín tim a ment e
en las emo cion es. El con sum o agu do de drog as ge ner a es tím u los ape tit i vos agra dab
les (pla cer, eu for ia) o avers i vos (disf o ria, irrit a bil i dad, ans ie dad...) cuan do se dej an
de adm i nis trar sú bit a men te, tras su cons u mo prol on gad o.
Este cap í tul o tra ta de abord ar los me can is mos neu rob io lóg i cos

que provocan las drogas de abuso y los camb ios emocionales derivados por aquellos fact
ores responsables de la apa rición de la conducta adict i va.
Del con o cim ien to y cont rol de los ci tad os fac tor es de pend e rá el éxit o para la ela
bor a ción de est ra teg ias te rap éu tic as efi cient es que cons i ga la norm a li zac ión de la
con duc ta mod i fic a da.

2. Emoc ión y re fuerz o

Tod os los ma míf e ros nec e sit an con seg uir una va ried ad de element os si tuad os en
el en torn o para so brev i vir, de man e ra que a med i da que se va con o ciend o su va lor
como fact or de su perv i venc ia aum en ta la aprox i mac ión a él y su con sum o (re forz a
dor es). Esa capac i dad se ha ido adq ui riend o evo lut i vam en te y exp li ca por qué los ref
or zad o res son fact o res mot i vac io nal es prin cip a les, que sel ec cio nan e inic ian los ac
tos int en cion a les orient an do y gob er nand o la cond uc ta para alc an zar aquel los ob jet i
vos que vol un tar ia ment e se est a blezc an.
La toma de dec isión en la selección de un re fuerzo se elab ora a par tir de opc io nes
comp or tam en tal es, en virtud de tres fac tores: el val or mo tiv a cion al del refuerzo, que
depende de la cualidad, la magnitud y la probabilidad con la que el ref uerzo vuelva a apa
recer, del est a do emoc io nal o mot i vac io nal que po sea el in dividuo y de la pre sen cia de
alt er nat i vas disp o nib les, que con frecuencia la op ción res ultante es la más próxima. En
este caso, cuando existen va rias opc io nes que comp i ten ent re sí, pue de pred e cirs e la op
ción elegida en función de las exp ectativas que ge nera cada una de ellas en el ind i vid uo
(Schultz et al., 1997).
La rec om pens a con tri bu ye al aprend i zaj e y man te nim ien to de las cond uc tas prep
a rat o ria (de acerc a mient o) y con su mat o ria, que sir ven para obt e ner las sust an cias
más imp or tant es del en torn o y cont ri bu yen a que la sup er viv en cia y adapt a ción sean
más efic ientes.
La predicción de una conducta y la contingencia del ref uerzo está en función de la
concordancia o discrepancia entre la apar ición de am bas, de man e ra que la con duc ta apren
di da se mo dif i ca cuando los ref uer zos suc e den dif e ren cial men te con lo prev is to y se
mantien e cuan do la rec om pen sa ocu rre comoy cuand o es ta ba prev is ta.
El des eo de un re fuerz o pue de re pres en tar un ind i cad or de afecto o preferencia
(refuerzo pos itivo), que en el caso del consumo de drogas de abuso lo representa la búsqueda
de un sab or, de efect os euf or iz ant es, o sens ac io nes sub je tiv as agrad a bles una vez
cons um i da. Sin emb ar go, tamb ién el cons umir para evit a r el est ad o avers i vo del sínd
rom e de abst in enc ia pued e re pres entar un ref uerz o (negat i vo). Los ref uerz os ind u
cen est ados emoc io na- les subj e tiv os, que cuand o son plac ent eros se les de nom i na
recom pen sas.

3. Implic a ción del sis te ma lím bi co en la emoción

Los prim e ros tra ba jos de Ja mes Pa pez y Paul MacL ean det ermin ar on qué com pon
ent es cor tic al es y subc or tic a les eran los respon sa bles del pro ce sa mien to de la in for
ma ción emo cio nal.
En el te len cé fa lo, el sist e ma lím bi co está bor dean do re gio nes dien ce fá li cas y
del tron co ce re bral (lim bus = que bord ea), mediante un anil lo func ional for mad o po r el
hi poc amp o, el córt ex ad yac ent e, el córt ex cing ulad o, y un con junt o de núc leos subc
ort ical es d e las regiones septales y preópticas: la porción más medial del núcleo accumb ens
(shell —cort eza o conc ha—), el comp le jo amigd a lin o y el núcleo del lec ho de la estría
terminal.
En el dien cé fa lo, la hab é nu la, el hip o tál am o (fund ament al mente el hi po tá
la mo lat e ral) y la zona in cer ta del sub tá la mo.
En el tron co del en cé fa lo es tán com pren di dos al gu nos nú cleos a lo largo del plano
med ial ent re los que se inc luyen el área teg- men tal ven tral (ATV), la sust anc ia gris pe ria
cued uctal, el núc leo interpeduncular y los núcleos dors ales del rafe (fig. 3.1) (Wats on et al.,
1989).
El sis te ma lím bic o está implicado en el control de las conductas emoc io nal es y mo
tiv a cio nal es, como las con duc tas alim en tar ia (bebid a y co mid a), ago níst i ca o se
xual; asi mism o, par tic i pa en el control y en el mantenimiento del medio interno a través de
los sistemas nerv io so au tón o mo y end o crin o.
Tod os los or gan is mos, des de las bac ter ias al hu man o, han de sa- rro llad o me can is
mos de adapt a ción ante cualq uier cam bio sig nif i cat i vo del ent or no int er no o ex tern o.
En los ma mí fer os, par te de esta func ión la lle va a cabo el eje límb i co (hip o tál a mo-hip
ó fiso-adren al [HHA]). Este sis te ma afront a los de sa fíos im port an tes, in te gran do la ex
pre siónde las res pues tas hac ién do las conv er geren una vía fin al co mún, di ri gi da hac ia
las neu ro nas par voc e lul a res me dial es hi po ta lá mic as del nú cleo par a ven tric u lar
(NPV). Estas

neur o nas sin tet i zan la horm o na lib e rad o ra de la cort i cot ro pin a (CRF o CRH) y la
vas o pres i na, que act i van la emin en cia med ia (Whitn all et al., 1987). La in teracción de
las cit adas hormonas con los cor res pond ien tes rec ep tor es en la glán dul a hi pof i sar ia
pone en marc ha una res pues ta orq ues tad a, en vir tud de la lib e ra ción en la circ u lac ión
san guín ea de la hor mon a adre noc or tic o tróp i ca (ACTH) y de alg u nos pépt i dos neur
oac tiv os re lac io nad os con el precurs or pro pio me la no cort i na (POMC) (Herm an et al.,
1989).
Esta res pues ta pe ri fé ri ca, a tra vés de la li be ra ción adre nal de los glu co cor tic oi
des, gen era un efecto mo dul a to rio sob re las neuro nas mo noa mi nér gi cas que proyectan
al hipocampo y al NPV, a trav és de re cept o res de may or afi nid ad por los mi ne ralc or ti
coi des tipo I (MR) y tipo II (GR) de ma yor afinidad por los glu co cor tic oides. Ambos tip
os de re cept o res es tán muy di fus a men te dis tri buidos en el enc éfalo, pero am bos muy
presentes en el hipocampo, es- truct u ra ana tó mic a aso cia da ín tim a men te a la me mo ria
exp lí ci ta, mientras que en el NPV pred o min an los re cept o res tipo II (Herman et al.,
1989).
Por otra parte, hay que dest acar la importancia de al gunas estruct u ras del sis te ma límb
i co como lugares clave para el procesamien to e int e gra ción cogn i tiv os, es pec ial ment e
en aque llos proc esos de aprend i zaj e y me mor ia ex plíc i tos (p. ej., la mem o ria epis ódic
a) e im plí ci tos (cond i cio nam ien to) (Isaac son, 1982), o en la atri- buc ión afec tiv a de
los es tím u los (Rainv i lle et al., 1997).

4. Sust ra to neur o biol ó gi co del ref uer zo pos i tiv o y emoc ional del
consumo de drogas de abuso

El sis te ma lím bic o re pres en ta un pap el muy im port an te en la comprensión de la


adic ción. Olds y Miln er fue ron los primeros aut ores que log ra ron dem os trar, en 1954, un
circ ui to cer e bral imp li ca do en el refuerzo pos itivo, al ser capaces de que primates y ratas
se autoadm i nis trar an pe que ñas desc ar gas eléct ri cas a trav és de va rios elect ro dos im
plan ta dos en el área sept al y en otras regiones cerebral es.
A partir de la rec onstrucción de la cartografía de las regiones don de se mant e nía la au
toes ti mu la ción int ra cra neal se ha po dido conocer un área diana donde act úan las drogas
de abuso en el ce rebro. El circuito cer ebral de la re compensa está implicado en las propied a
des ref or za do ras po si ti vas de las cit a das dro gas y su ubic ación ha aportado un avanc e
muy im portante para el est udio de la drog o de pen den cia.
Estu dios rec ien tes (Gard ner y Vo rel, 1998) sob re el mismo pa rad ig ma han rel a cion
a do la cap a cid ad de la for ma ción de háb i tos de las drog as de abuso, en función de la
capacidad de ac tivar los circuit os de la re comp en sa, mod i fic an do el umb ral de la re
comp en sa cer e bral en func ión del au ment o o dis min u ción de la est i mul a ción de los
ci ta dos circ ui tos.
El circ ui to cer e bral de la rec om pens a se es tab le ce a part ir de la int er co nex ión si
náp ti ca de neur o nas asoc ia das ent re sí, y es tán incluidas la may or parte de ellas en las
regiones del sistema límbico, con pref e ren cia en los hac es me dia les del cer e bro ant e
rior, siend o su orig en y pro yecc ión en una di recc ión ros troc au dal del núc leo ac
cumbens, el hip o tá la mo la te ral y el área tegm en tal ven tral (ATV).
Por últ imo, al comienzo de los años ochenta, se describió que anim a les de lab o rat o rio
fue ron cap a ces de aut oin yect ar se drog as
de abus o en las áreas lím bic as re lacionadas con el circuito de la
recompensa, pero no en otros núcleos cer ebrales. De ese modo se ha po di
do es ta ble cer qué est ruc tu ras neu roa na tó mi cas po drían int erpre tar
un pa pel más des ta ca do en la con duc ta adic ti va (Gardn er et al., 1988
y Wats on et al., 1989).

5. El sist e ma do pa mi nér gi co me so lim bic o cor tic al


como diana de las drogas de abuso

Me dian te nu me ro sos es tu dios neu ro far ma co lóg i cos se ha


estable cid o la im plic a ción del sist e ma dop a mi nér gic o en los efec
tos reforzadores de las drog as de abuso. La mag nitud de la rec ompensa
muestra una relación est recha con el grado de activación de la vía dop a
min ér gic a as cen dent e me so limb i cac or tic al, ori gi nad a en el área
teg men tal ven tral, y que se proy ec ta a est ruc tu ras cor ti ca les an te rio
res y sub cor tic a les del sis tema límb i co (Corb ett y Wise, 1980).
Exist en múl tip les evi denc ias que po nen de ma nif ies to que los
mec a nism os res pons a bles de la rec om pens a de pend en de la in te-
grid ad fun cio nal del cit a do sist e ma dop a mi nér gic o y de sus co
nexiones (Fray et al., 1983). Este sistema está compuesto por dos proy ec
cio nes princ i pa les: la vía nig roes tria tal, que desde la pars com pac ta
de la sustancia nigra proyecta al núcleo caudado de los gang liosba sal esy
la vía me so lim bic a cor ti cal, que desde el área tegmen tal vent ral pro
yecta al núcleo acc um bens, el tu bércul o ol fat o rio, el córt ex frontal y
amígdala. Este úl timo circuito es el que primariamente está im plic a do
en las ac cion es re forz a dor as po sit i vas de las drogas de abuso (Corb
ett y Wise, 1980).
Las prop ie dad es re gul a dor as de la trans mis ión do pam i nér gic a
frent e a los re forz a dor es, ya sean con venc io nal es (na tu ral es) o dro
gas de abuso, dep enden de qué parte funcional activan del núcleo acc um
bens, cuya div isión consta de la porción central o core y la más ven tro me
dial o shell.
El nú cleo acc um bens ofrec e cambios en la transmisión do pam i nér
gi ca en la porción del shell y del core en respuesta amb os a es tímul os
ape tit i vos (como la pal a tab i lid ad de los ali ment os) o aver sivos. De
man e ra que aquel los es tím u los apet i tiv os inu sual es, imprev is tos o
inc on dic io na dos prov o can una resp ues ta imp or tant e en el shell,
mientras que la respuesta es muy pob re cuando el estímulo es avers i vo o
si es hab itual o previsto. El core responde a es tímulos mot i vac io nal es
ge nér i cos o avers i vos e inc luso la respuesta pue de sen sib i li zar se si
se rep i te el est í mul o aver si vo (Sal a mon e et al., 1999).
Estas dif e rent es pro pied a des func io na les de las porc io nes
accumb a les sug ieren que la respuesta adap ta ti va dop a mi nér gic a del
shell se prod u ce frent e a la ad qui sic ión (apren di zaj e), mien tras que
el core resp on de a la ex pre sión de la mo ti va ción (respues ta).
Las drog as de abu so son anál o gas a est í mu los apet i tiv os en la
prop ie dad de est i mul ar la trans mis ión do pam i nérg i ca en el shell
pero son inc a pa ces de hac er lo cuand o se pro duc e la cro nif i cac ión
del consumo; de modo que la exp osición re petida de drogas de abuso
pued e ge ner ar ano ma lías en el aprend i zaj e mo tiv a do, pud ien do ser
la base de la inc apacidad que tie ne el adicto para el aprendizaje mot i vad
o y de la ad quis i ción del des eo com puls i vo (crav ing); e ind i can que
su part i ci pac ión es crí tic a en la mo dif i cac ión drás tic a y anóm a la
de los sig uien tes proc e sos: la sel ec ción de obj e tiv os y toma de dec i
sión cuand o exis ten alt er na tiv as com pe tit i vas, en la cap a ci dad de
det ec ción, eval ua ción o ext rac ción de la inf or mac ión precisa y
pertinente del entorno, ya sea en su dim ensión tem poral, emoc io nal, o
mot i vac io nal (Ever itt, et al., 1991).
Par e ce prob a ble que esta ruta neur o quím i ca act úe como un filt ro
de en trad a de las se ñal es ner vios as ge ner a das en el sist e ma límb i
co, me diand o los as pect os mo tiv a cion a les que conducirían a que los
est ímulos asociados al consumo de drogas de abuso co bren un sign i fi ca
do emo cio nal esp e cial del que an tes car e cían, form án do se há bi tos
tó xi cos (Piazz a et al., 1989).
Sa be mos que las dro gas de abu so tie nen pro pie da des re for za-
doras o de rec ompensa, aunque se presta poca aten ción a los mecan is
mos psic o biol ó gic os sub yacentes a dichos efectos. Un caso in-
teresante se da con el consumo de psic oes tim u lant es, como la co caín a
o an fe ta min a, cuyo consumo hace que aumente el va lor de los est í mul
os del en torn o, que nor malm en te gob ier nan nuest ra cond uc ta; de
modo que los est í mu los inc on dic io nad os (las re compen sas na tu ra
les) y los est ímulos neutros, en virtud de su repetida asoc ia ción por el
cons u mo de est as dro gas prov o can profundos cambios en las
propiedades afectivas de tod os ellos amplificando los efect os de las
drogas.
En térm i nos comp or tam en tal es, las dro gas de abus o se con
vierten en ref or zad o res cond i cion a dos cap a ces de transf or mar el
val or emocional del ent orno, desde el va lor cero antes del consumo a
otro esp e cialm en te inc en tiv a dor (Rob in son y Ber rid ge, 1993) y exp
li ca
la sens i bil i zac ión a los efec tos de los psic oes tim u lant es tiem po
después de hab er los cons u mi do (Robb ins y Eve ritt, 1999).
La mod i fi ca ción de la señ al do pam i nér gic a es tras cen den tal
para comprender el efect o com por ta men tal de las drog as de abuso,
pero también es imp ortante no tar que otros neu rot rans mis o res y pépt i
dos neur oac tiv os par ti cip an en la re lev an cia de los est í mul os rep re
sent an do una atrib u ción esp e cial en la atenc ión y pro ce sa- miento
perc eptivo de sus efec tos (tab la 3.1). Esto permite pen sar, desde el punto
de vista clínico, que el control de est os es tímulos puede ayudar a
amortiguar el inicio o desarrollo de la adicción, y su par ti cip a ción en las
rec aí das.

6. Part i ci pa ción del com ple jo amig da li no en los efect


os emo cionales de las drogas de abuso

Aunque no existe una idea clara sob re qué sistemas neu ro nal es est
án im plic a dos per se en la mag nitud de la co dificación de la re
compensa y en la atribución de los efect os de las drogas de abuso u otros
est í mul os ape tit i vos nat u ral es (Koob y Nest ler, 1997), par ece ló gi
co que exist an cir cuit os adi cio na les al mes o lim bi co cor ti cal, que
permitan asociar los efectos de las drogas con est ímulos del en torno, de
ma ne ra que pue da es ta ble cers e una aso ciac ión de es tos facto res que
per mi tan pre de cir emo cio nes fu tu ras o ex pec ta ti vas (Schultz et al.,
1997) y det ectar también posibles errores en la predicción de las mis mas.
Es probable que en esta función part icipe un circuito que incluye al
núc leo ac cumb ens y es truct u ras bas a les del cer e bro ant e rior con el
núc leo pá lid o ven tral, en el que neur o transm i sor es como GABA y los
péptidos opioides proyectan la señal nerviosa hac ia áreas del cerebro
anterior y med io, a través del fac tor liberador de la hor mo na cor ti co tro
pi na (CRF), la sustancia P y el GABA (Koob et al., 1993).
Med ian te reg is tros elect ro fis io lóg i cos en el referido núcleo
accumb ens, en roedores que se au toadm i nis tra ban in tra ve no sa men-
te coc aína, se ha po dido obs ervar que un grupo de neuronas se ac tivan
ant i cip a dam en te a la resp ues ta cuand o se ini cia la pres ión de la pal
an ca lib e rad o ra de la coc aí na; y que un seg un do grup o cam bia su
patrón de act ivación una vez que ha lle gado la infusión int ravenosa a las
neuronas implicadas en el ref uerzo de la cocaína. Y por último, otro terc
er grupo de neuronas, que se activan antes y después de la in fusión, de
pendiendo si el tipo de es tímulo aso ciado fue sens o rial (luz o son i do) o
exc lu siv a ment e a los efec tos farm a col ó gicos de la droga (Car e lli et
al., 1997).
Par e ce que el pap el in ter pret a do por este núc leo po dría mediar
las respuestas condicionadas por la droga y en la misma me- did a por los
di fer en tes est í mul os sen sor ia les. De ese modo, los cita dos es tí mul
os po drían ser ind uc tor es po tent es del de seo irrefrenable del consumo
de la coc aína en el humano (Koob et al., 1998).
También en el circuito cit ado se incluye un grupo de estructuras neur
o nal es in terconectadas entre sí, a las que se les conoce como la amígd a
la ext en did a, que incluye al núcleo central de la amígd a la, la cort e za
del núc leo ac cumb ens, el núcleo del le cho de la es tría ter mi nal y la
sust an cia inn o mi na da subl en tic u lar (Hei mer y Alheid, 1991). Entre
sus afer en cias est án com pren di dos la may o ría de los comp o nen tes
límb i cos como: el ATV, el hip o tál a mo lat e ral, el sept o la ter al, los
cór tex olf a tor io, en tor ri nal y frontal, el hipocampo, la amígdala ba so
la te ral y var ios núcleos del tá lamo. Siendo sus princ i pa les efe ren cias
al pá li do ven tral, al hi po tá la mo la te ral y áreas lím bic as del cerebro
me dio (ATV, sust an cia gris per ia cued uctal, núcleos del rafe, etc.).
Tod as es tas est ruc tur as par ti cip an par cial o tot al men te en la imp li
cac ión de la se ñal prov o cad a por los efec tos mot i vac io nal es y emoc
io nal es de la ad mi nist ra ción agud a de las dro gas de abus o.
El circ uito de la amíg dala ex tendida es un lu gar dia na de dro gas
que act úan a tra vés del sistema opioide, y en part icular sobre el re cep tor
µ, ident i fi ca do como el may or con tri bu yent e en la par ti ci- pac ión
de es tad o emo cion al que ca ract e riz a la de pend en cia a los opiác eos
(Mal don a do et al., 1996). En est as mismas estructuras coex is ten otros
rec ep to res tamb ién aco pla dos a las prot eí nas G y que activan un
sistema de transducción sim ilar; es el caso del re cept or CB 1, que for ma
par te del sis te ma end o can ná bi co, en el que sus li gan dos end ó ge
nos, ana da mi da y el 2-araq ui do nil gli ce rol, actúan a trav és de dos
subtipos de pro teína G (Piom elli et al., 1998).
El rec ep tor CB1 es el más abundante y más amp liamente distribuido
en el sistema nervioso central y med ia en las propiedades emoc io nal es y
re crec io nal es de los de rivados de la planta Can na bis sa ti va (Dev a ne
et al., 1988 y Henk er ham et al., 1990). Estos hechos pueden hacer pens ar
que el sistema en do can ná bi co form a parte de los fact o res que part i ci
pan en la neur oa dap ta ción res pon sa ble de la dependencia por el
consumo crónico de las drogas de abuso y en sus con se cuen cias emo cio
na les. Más adel an te pod re mos ver la pos i ble re le vanc ia de la con
fluen cia de mec a nis mos en la que part i ci pan va rios sis te mas de neur
o transm i sión en los efect os del con su mo de drog as.
7. Sust ra to neur o biol ó gi co im pli ca do
en el re fuer zo ne ga ti vo

La tran si ción en tre el con su mo oca sio nal o es po rá dic o y la


depend en cia está del i mit a da por est a dios rel a tiv a ment e es tab les
en los que pre dom i na una sen sac ión pro gres i vam en te aver siv a, ha
ciénd o se más marc a da a med i da que la tol e ranc ia mer ma los efectos
agudos de la droga, y la neur oa dapt a ción ind u ce la de pend en cia
(Koob y Bloom, 1988).
El síndrome de abstinencia (s. de a.) sobreviene una vez que los niv e
les plasm á tic os de la dro ga caen vert i gin o sam en te o es prov oca do
por un fárm a co an ta go nis ta del rec ep tor don de ac túa pri ma- riam en
te la drog a de abu so (Nav a rro et al., 1991).
Sin em bar go, de bi do a las ca rac te rís ti cas far ma co ci né ti cas
hay algún caso, como ocurre con los derivados del cannabis, que son
intens a men te lip o fíl i cos y se alm a cen an en el te jid o gra so, de
modo que una vez que se cesa en el consumo puede transcurrir un tiempo
muy prol on ga do has ta des a pa re cer del plasm a (desde más de dos se-
ma nas hast a pas a das cuat ro, según sea un cons u mo es po rá di co a
crón i co, resp ect i va men te), esta var ia ble farm a co cin é ti ca pued e
evitar una sint o ma to lo gía abrupt a, cont rariam e nt e a lo que ocur re en
drogas como los opiác eos o etanol, a pesar de que las consecuencias neur
oad ap ta tiv as cer e bral es teng an mec a nis mos anál o gos, y por ende
las cons e cuenc iasclín icas a larg o plaz o no dif ier an tan not a ble- men
te como pue da pa re cer (Ro drí guez de Fon se ca et al., 1997).
Par a lel ament e a la inst aura ción del est a do avers i vo se le
asocian otros est ímu los cond i c ion ados, prov o cand o la apar ic ión de
un conj un to de señ al es int ern as prem o nit or ias, y va cond uciend o a
la búsq ued a de la drog a, como mot ivac ión prog res i vam ent e más
angus tio sa e in con tro la da (crav ing), que define el estado adictivo y la
pérdida del control en la toma de la droga (Koob et al., 1998).
Al es ta do adic ti vo tam bién cont ri bu ye un tono gen e ral disf ó ri
co, muy sim i lar al que pro vo ca el es trés, con irri ta bi li dad, an sie dad
y anh e don ia, en el que los ref uerzos naturales no son lo suf icientement
e pot ent es para cond ucir la cond u c ta y mot ivarl a, de b id o a una prof
und a alt er ac ión en la reg u lac ión del CRF, cons e cuen cia de la neu roa
dap ta ción neur obiol ó gic a por el consumo mantenido de la dro ga (Sou
za y Grig o ria dis, 1995).
En la adicc ión, la amígd al a ce reb ral repres en t a una es truct u ra
ínt im ament e im plic ad a en la exp re sión de los efect os disf óri cos, y
está di rec ta men te re la cio na da con el ref uer zo ne ga tiv o pro vo ca
do por el s. de a. o el est ado anh ed ónic o, am bos der ivados de los
efectos cró ni cos del con su mo de dro gas (Merl o-Pich et al., 1995).
Laamígd a la est ablec eunpun to deconf luenc ia muyrel e vant e en la
resp uest a del est rés, como adapt a ción al des a fío que rep re sent a esta
situación. De hecho, se ha pod ido dem ostrar que en el mom ento del s. de
a., la amígd ala inicia y orq uesta el citado fen ómeno, proyectand o la sec
rec ión de CRF a muc has est ructuras (fig. 3.2).
Ese hecho se ha constatado en múltiples drog as de abuso, como el eta
nol, morf i na, psic oes tim u lant es, y más re cientemente, con los can nab
i noid es; e in teg ra va rios niv e les (neur o quí mi co, neur oen do- cri no,
comp or ta ment al, etc.) de ex pre sión del re fuerz o ne ga ti vo.
Estas evi den cias ha cen pens ar que el es ta do adict i vo pue de faci li
tar la pres en ta ción de pat o lo gías neu ro psi quiá tric as aso cia das, que
con flu yen en gra ves al te ra cio nes en la se cre ción de CRF (ta- bla 3.2).
No so tros he mos po di do ob ser var que el trat a mien to pe rin a tal

con cann a bin oi des prov oca, una vez adulto, una res puesta marc adam
en te alt e rad a porla ac ti vac ión per ma nent e del eje HHA, ma nifest án
dos e tan to en la sec re ción neur oen doc ri na de ACTH, como de glu co
cor ti coi des (Nav a rro et al., 1994), o en aquellas conductas relac io nad
as con la ex pres ión emo cion al (Na var ro et al., 1995).
Esto puede ten er in terés, desd e el mo mento en que las drogas de
abus o ge neran un enorme caudal de cambios a largo plaz o, que est án in
suf i cien tem en te est u diad os, y pro bab le men te ex pli quen la elev a
da com or bil i dad psiq uiá tric a que tie nen los adic tos a las drog as.
Los múlt i ples es tí mu los asoc ia dos al est a do avers i vo en la
adicción prov o ca el cond i cion a mien to de dist in tos ór den es, ca pa
ces de po ner en marc ha el de sen ca den a mient o de las tí pic as re caíd
as, que car ac ter i zan esta enf er me dad crón i ca y exp li can que el adict
o tome precauciones para evitarlas (acopio de la droga). Este hec ho pue de
pro vo car una sens a ción de búsq ue da per ma nen te en alg u nos
adictos, inc a pa ci tán do les para comp ar tir la con otra act i vi dad.

8. Inter és clí nic o de la con verg en cia de ac ción


de las drog as de abuso

Exist en ele men tos neur o nal es co mu nes que part i cip an en los
camb ios emo cion a les y mot i vac io nal es del es tad o adic tiv o, pro
voc a dos por la neur oa dap tac ión ce lul ar y mo lec u lar (Rod rí guez de
Fonse ca y Nav a rro, 1998).
Estos camb ios se pro du cen por la ad mi nis tra ción cró ni ca de
cualquier drog a de abu so, y son la causa de una prolongada neur oadapt a
ción, aunq ue exis ten dif e renc ias in div i dual es en el cam bio de est os
me can is mos y ser ía una idea muy in ter e sant e im plic ar las en las mod
i fic a cio nes comp or tam en tal es, consecuencia de los cambios plást i
cos del tej i do neur o nal que contribuye a la conducta compulsiva de la
toma de drogas (Nav arro y Ro dríguez de Fons eca, 1998).
Los camb ios co mun es pro vo cad os por la ad mi nist ra ción crón i
ca son fact o res de vuln e rab i li dad, y el cons u mo prev io pue de con
trib uir al incremento de los efect os adictivos de otras drogas de abuso o a
la form a ción de háb i tos tóx i cos que pred is pong an a ejer cer una may
or vuln e ra bi lid ad adic tiv a (Piaz za et al., 1989); así pued e ex plicarse
el fe nó me no de la es ca la da de dro gas.
Las ci ta das mod i fic a cio nes son acha ca bles, en pri mer lu gar, al
de se qui lib rio en la re gu la ción del sis te ma me so lim bic o cor ti cal,
ob- serv a das porreg is tros elect ro fis io lóg i cos y neuroquímicos; así se
ha pod i do obs er var cómo el cons u mo crón i co de drog as pro duc e
una mar cad a dis min u ción de la lib e ra ción de dop a mi na en el núcleo
accumb ens, pro voc an do prof un dos camb ios fun cion a les en el cit a
do sistema y la merma de los efectos de cualquier ref orzador (Piaz za et
al., 1996).
En seg un do lug ar, exis ten neur oa dapt a cio nes est a bles en la
regulación de la exp resión gé nica, como es el caso de anom alías en un
tipo de fact or de transcripción (Fos B), que parece ex plicar en parte el
mec a nism o mo lec u lar suby a cent e a la adic ción (Nestl er et al.,
1996); algo sim i lar suc e de en los res ul tad os ob ten i dos en múlt i ples
est u dios sob re al cohol is mo, dond e se po nen de man i fiest o que
muchas dif e renc ias in div i dual es son de bid as a cam bios gen é tic os y
comparten con otras drogas de abuso los mismos factores de riesgo o de
pro tec ción, por ejemp lo, la ten den cia a pref e rir so lu cio nes alcohól i
cas en rat o nes vien e de fin i da por camb ios en ge nes conc re tos, que
exp re san una gran var ie dad de rec ep tor es (D 2, 5-HT1B, GABAA, Htr 1b,
etc.). Estas evi den cias en fa ti zan que la pro pie dad re forz a dora de las
drogas de abuso no es gen éticamente mo lítica y que las dif e renc ias com
port a ment a les pro bab le ment e re sid an en dis tint os sust ra tos neur o
biol ó gic os.
El con o cim ien to más de tal la do del gen o ma hum a no nos acer
ca- rá a la dis pon i bil i dad de sec uen cias parc ia les gen ó mi cas que
puedan re pre sen tar filt ros, donde la ex presión gen ó mic a pue da val
orarse y conocer qué tipo de gen es se al teran como consecuencia de la
exp osición crónica a las dro gas de abuso (Crabb e et al., 1999).
En ter cer lu gar, exis ten ca rac ter ís ti cas neu rob io ló gi cas co
munes entre la formación de háb itos por las drogas y la ca pacidad de
secreción del eje HHA, en ambos casos se elev an los niveles de gluco cor
ti coi des por la adm inistración agu da y por el síndrome de abstin en cia.
Como hem os in dic a do ant e riorm en te, los gluc o cor ti coi des tie-
nen re cep to res es pe cí fic os en va rios pun tos cla ves del sis te ma
límbi co, como en el hipocampo y en el ATV; est os re cept o res son fact
o res trans crip cio nal es es pec í fic os y sir ven de puent e co múnent re
los des a fíos amb ien tal es, los me can is mos gen ó mic os de la
plasticidad neur o nal, y la neu road ap tac ión de otros se ñal i zad o res
cel u lar es (McEwen et al., 1986).
La se crec ión de glu co cor ti coi des se produce en resp uesta a múlti
ples es tí mul os re lac io nad os con el ini cio y man ten i mient o del
estrés (Thierry et al., 1976), el consumo agudo de drogas de abuso (Piaz za
et al., 1989), el síndrome de abstinencia (Rodríguez de Fonse ca et al.,
1997), alg u nos trast or nos neur o psiq uiá tric os (Sou za y Grig o riad is,
1995), etc.
Tamb ién es muy in ter e sant e re marc ar la in ter ac ción ent re los
glu co cor ti coi des y la dop a min a, de ma nera que para que ésta pos ea
prop ie dad es re forz a dor as es im presc in dib le que el eje HHA esté
indemn e, y que la su pres ión de su se crec ión pro voc a efec tos sim i lar
es a los fármacos ant i psi có ti cos (Piaz za et al., 1996) gen era que los
cambios inducidos por esos fact ores y el consumo de drogas de abuso perf
i len un fe not i po de vuln e rab i lid ad a los efec tos ref or zad o res de las
drog as de abuso y la coexistencia de pa tología dual con los trast or nos
men ta les, en cuya etio pa to ge nia in terv en ga la al te ra- ción de la
regulación de la dop a mi na o del eje HHA (Rubio et al., 1995).
Por últ imo, la confluencia de los sistemas opioi de y can ná bi co, am
bos par tic i pan en me ca nis mos res pon sa bles de la neu roa dap ta- ción
que induce la adicción, y pueden representar un factor important e en la
tran sic ión del es tad o adic tiv o. La re cient e de mos trac ión neur ohis
toq uí mi ca y com por ta men tal de que el sistema en do canná bi co está
presente en la adicción a opiác eos y que am bos sistemas pue den in fluen
ciar se mu tua men te, por la loc a li zac ión de los re ceptores µ y CB 1 en
la amígdala central y el complejo hab e nu lar (Nav arro et al., 1998) po
drían in dic ar me can is mos conv er gent es en los camb ios que sub yac
en a la vul ner a bil i dad de los efec tos emoc io na- les por el consumo
previo de diferentes drogas.
Sin em bar go, tam bién la ci ta da in te rac ción pue de abrir ca minos
para es ta ble cer nuev as vías te rap éu tic as para el tra tam ien to y para el
es tud io de la con duct a adic tiv a (Na var ro et al., 1998); así como
ampliar el conocimiento para el control de aquel los fac tores que pue den
con trib uir a es ta ble cer el paso cua li ta ti vo en tre los mecan is mos
neur o biol ó gic os res pons a bles de los es tad os emo cion a les trans i
tor ios, que li mit an la fron ter a en tre el cons u mo ocas io nal de drogas
y la adicción.

9. Res u men

El sis te ma lím bic o es el res pons a ble del proc e sam ien to y expres
ión de las emo cion es pro duc i das por los est í mu los apet i ti vos na tu
ral es y por el consumo de drogas de abuso. La vía me so lim bica cor ti cal
par tic i pa en las prop ie dad es re forz a do ras de los efect os agudos de
las drogas a través de múltiples señ ales en las que la act i vac ión do pam i
nérg i ca pued e de jar una huel la neu rob io lóg i ca, mo dif i can do el
sign i fic a do emoc io nal y rel e vanc ia de aquel es tí- mulo asoc iado al
consumo de las dro gas, con los que ten ía previament e.
El est a do adict i vo se car ac ter i za por los prof un dos camb ios
emoc io nal es que pro voc a el con sum o man te nid o de la dro ga, pues
en él subyace un tono emoc ional aver si vo creciente que de no int errump
ir se por un nuev o con sum o al canz a su má xim a ex pres ión en el sínd
ro me de abst i nenc ia, y en pa ral e lo, se est a blec e el mis mo curs o tem
por al en el de seo comp ul siv o de con sum ir la dro ga, unid o a la pér
dida del con trol del lí mite.
En el est a do adict i vo est án im plic adas al gun as es truct u ras ce
rebral es in teg ra das en la amígd a la ext en did a, es tab le ciénd o se un
circuit o enel queexis tenpunt os con fluy en tesdond e in ter ac túanvar ios
sist e mas neur o quím i cos en div er sos niv e les de int e grac ión, de
mane raqueelcon su mocró ni copro vo ca camb iosneu roa dap ta ti vos re
la- tiv a ment e es ta bles que car ac ter i za la adicc ión.
Se prop o ne acent uar como en foq ue te rap éu tic o que en aque llos
mec a nism os neu road ap tat i vos prod u cid os por la con fluenc ia de la
acción de las div ersas drogas, el en torno y la prop ia respuesta del in di vi
duo, to dos ellos pued en ac tuar como fact o res de vul ne ra bi lidad adict
i va y neur o psiq uiá tri ca, que in cre men tan y cron i fi can la cond uc ta
adict i va.
CAPÍTULO 4
CEREBRO, EMOCIÓN Y LA RESPUESTA SEXUAL HUMANA

por MA NUEL MAS


La ma ner a en que nos re con o ce mos y ex pres a mos como ser es sex ua les const i tuy
e un im port an te cap í tul o de nues tra exp e rienc ia vit al. La vi venc ia de la se xua lid
adcon trib u ye de modosus tanc ialal est a do de sal ud y bie nest ar de cada per so na, rep er
cut ien do inc lu so en su esp eranza de vida (Da vey Smith et al., 1997) y en la cal idad de sus
rel a cio nes in ter pers o na les y con el rest o de la so cie dad. Sabem os que está in flui da
por una mult i tud de fac tor es bio lóg i cos,
psíq ui cos, biog rá fic os, cul tur a les y soc ia les (fig. 4.1). Sus enorm es pos i bil i da des de
comb i nac ión dan cuen ta de la gran var ia bi li dad de la ex pe rien cia sex ual hu ma na; sin
duda, una de las ca rac te rís ti cas más sin gu la res de cada per so na. Ta les in fluen cias psí
qui cas y social es ope ran sob re un sus trat o bio lóg i co, un org a nism o re gid o por un cer
e bro, cuyo es tad o fun cion al pue de afect ar no tab le ment e la resp ues ta del in div i duo.
Sob re el sis tem a ner vios o in fluy en también señ a les proc e dent es del pro pio org a nism
o, des tac an do ent re ellas las hor mon a les (fig. 4.1). Este com pon en te bio lóg i co, comp
artido en lo esenc ial con los demás miembros de la especie, y en diversa med ida con mu
chas otras del mundo animal, es uno de los as pectos de la sex ua li dad más susc ep tib les de
in dag a ción cient í fic a.
Las pau tas del com por ta mien to se xual hu ma no son di vers as y com ple jas. La va
ria bi lid ad es ma yor en las eta pas ini cia les (cor te jo), aunque hay alg unos patrones de
flirteo y se ñales de atracción sex ual vir tual men te uni ver sa les, re sist en tes a las ba rre
ras trans cul tu rales. En to das las so cie da des hu ma nas la gen te pue de que rer rea liz ar
actos sex uales por una multitud de mo tivos, que se pueden combinar en prop or cion es muy
va riab les: a) pro creac ión («sexo re prod uc tiv o»), est i mán dos e mí nim o el por cent a je
de coi tos que se rea liz an con este prop ó sit o ex pres o; b) lo gro de plac er e in timidad
afectiva («sexo re- creat i vo»), y c) como med io para lo grar una multitud de otros fin es
(«sexo instrumental»), tan diversos como la afirmación de la propia ident i dad, exp re sión de
pod er y do mi nac ión, re bel ión con tra la aut o rid ad, apa cig ua mient o y re conc i liac
ión, in flig ir cas tig o y hu mil la ción, comb a tir la sol e dad o el abur ri mient o, con seg uir
bie nes mat e riales o posición soc ial, ga narse la vida y un largo etc étera. Sin olvidar su val
or capital como vehículo de ex presión de amor.
La conducta sex ual se acompaña de una se rie de camb ios neurof i sil ó gic os y hor mon
a les que son car ac ter ís ti cos de cada esp e cie animal. En el humano sano, aun con gran var
iabilidad, sus manifes ta cio nes fis io ló gi cas son rel a ti va men te pre de ci bles. Se asoc
ian a al te ra cio nes del est a do de consc ien cia y sens a cio nes ca rac te ríst i cas que
pueden ser sumamente plac enteras. A su conjunto se le ha lla ma do la Resp ues ta Se xual
(RS).

1. Comp o nen tes de la res puest a se xual hu ma na

El concepto de la RS ganó gran acept ación des de el trabajo pionero de Masters y


Johnson (1966), quienes lo emp learon para describ ir el con junt o de cam bios fis io lóg i cos
re gist ra dos en gran núm e ro de homb res y mu jer es du ran te su act i vid ad coi tal o mast
ur ba to- ria. Su mod e lo dis ting uía cua tro fas es de la res puest a fi sio ló gi ca: Exci ta
ción, «Plat eau» o Me se ta (est a do de in ten sa ex ci ta ción sos te- ni da), Orgasm o, Re so
lu ción (esq ue ma EPOR). Este esq ue ma fue pos te riorm en te re vi sa do des de la ex pe
rien cia clí ni ca (Kap lan, 1979) in cor po ran do el De seo Se xual como imp or tan te comp
o nen te independiente, mientras que la identidad de la fase de «plateau» fue rel a tiv i za da
como un est a dio elev a do de la fase de Excit a ción (esquema DEOR de Kap lan). Di cho
mod elo ha ga nado gran aceptación, bas án dos e en él la cla sif i cac ión de los tras torn os se
xual es del DSM-IV. Junto a tal es esquemas lineales del de sarrollo de la RS se hanpro pues
to mo de loscíc li cos que res al tan la in te rac ción en tre las fa ses (Banc roft, 1989; Gra ziot
tin, 1998).
En el anál isis del ciclo de la respuesta se xual humana se suelen di fe ren ciar, por tant o,
la se rie de fa ses o etap as su ce si vas se ña ladas arriba: Des eo, Exci tac ión, Orgas mo y Re
sol u ción. Esta dis tinción tien e uti lid ad clí nic a, ya que mu chos proc e sos pat o lóg i cos
y/o sus trat a mient os far mac o lóg i cos o quir úr gic os afec tan prim a riamente a alg una
de ta les fas es de modo más o me nos selectivo. La relación ent re dichos componentes de la
RS se po dría res umir en el

diagrama de flujo de la fig ura 2. Manteniendo la idea original de los prim i tiv os mo del os li
nea les, seg ún la cual las di vers as fa ses se suce de rían en un or den re la ti va men te const
an te, se quie re des ta car tam bién el que alg u nas se inf lu yen mut ua men te. Así, la Excit
a ción suele ref orzar el De seo en una suerte de feedback pos i tiv o. También se señ ala el
hecho de que la pre sentación de una det erminada fase no re quie re ne ce sa ria men te de la
pre ce den te. Porejem plo, una es ti mu la ción sen so rial in ten sa pue de pro duc ir Exci ta
ción y has ta Orgasmo sin que haya Deseo (o incluso cuando exista avers ión); lo que pued e
te ner im port an tes imp li cac io nes psic o lóg i cas y leg a les. Los rombos de decisión tras
el Orgasmo simbolizan el que éste pue- de seg uirse de la fase de Resolución o, como ocurre
con ma yor frecuencia en las mujeres, del retorno de las de Excitación o Des eo que cond uz
ca a una o var ias ex per ien cias org ás mic as adi cion a les an tes de ent rar en la fase de Re
solución.
La RSconl le va imp or tant es cam biosdel est a do fis io lóg i co de todos los órganos y
sistemas del cuerpo, alg unos de ellos muy conspicuos y car ac ter ís tic os. Se acom pañ a,
ade más, de sen sac io nes esp e cia les y va ria cio nes del es ta do de cons cien cia que se sue
len per ci bir como muy agradables.
1.1. DESEO

El De seo, lib i do o ape ti to se xual es di fícil de de finir de un modo univ er salm en te


sat is fact o rio, dada la div er sid ad de teo rías sob re el func io na mient o de la men te. Una
desc rip ción oper a tiv a se ría la de un est a do subj e tiv o de in sa tisf ac ción, de int en sid
ad va ria ble, que muev e a rea li zar act os se xual es, pre fer en tem en te con el obj e to del
des eo (por lo ge ner al otra per son a con cre ta) para aliv iar se.
Se gen e ra en el cer e bro e inc lu ye im port an tes elem en tos afect ivos y cog nit i vos.
Se han ident i fic a do var ios ele ment os de su sustra to biol ó gi co. Par e ce clar a ment
e in fluenc ia ble por los niv e les de horm o nas sexual es, par ti cul ar ment e los an dróg e
nos (en hombres y mujeres). Asim is mo, se sabe de div er sos neur o transm i so res cen tral
es que influyen en este est ado y que pue den ser interferidos por diversos trat a mient os far
ma col ó gic os. Sus co rrel a tos neur o fis io lóg i cos se disc u ten más adel an te.
En la resp ues ta fis io lóg i ca se dist in guen tres fas es: ex cit a ción, org as mo y res o
luc ión. Sus ma ni fest a cion es más evi dent es son los camb ios fi siol ó gic os que tie nen
lug ar en los ge nit a les, aunq ue realm en te afect an al fun cion a mient o de todo el or ga
nism o. La RS es un buen ejemp lo de «res puest a in te grad a» fi siol ó gic a.

1.2. EXCITACIÓN

En la fase de Excit a ción in terv ie nen comp o nen tes de tres tip os: gen i tal es, pe rif é
ric os no ge nit a les y cent ra les (Banc roft, 1989). Entre los fen ó men os fi sio lóg i cos que
la car ac ter i zan dest a ca el aumento considerable de aporte sanguíneo a la pelvis y la reg
ión ge nital, deb i do a la va sod i lat a ción de los órg a nos que cont ie nen. En el homb re,
suma ni fest a ciónmásconsp i cua es la erecc ión y ri gid ez del pene. En la mujer, los
cambios característicos son la tum es cenc ia del clítoris y los labios menores, así como el
aumento de la lub ri ca ción va gin al y vul var. Este fe nó me no se debe fun da ment al men
te al tras va se a tra vés de las pa re des vag i na les de plas ma san guí neo proc e den te del
plex o vas cul ar pe riv a gin al di la ta do. Las glánd u las vulv a res cont ri buy en tam bién a
la lub ri cac ión de los la bios. Se produ ce tam bién la erección de los pez ones y la in
gurgitación de las aréol as ma mar ias. Las imá gen es de re son an cia magn é tic a de los gen
i tal es fe men i nos obt e nid as du rant e el coi to muest ran tam bién un alar gam ien to de la
par ed va gin al an ter ior y ele vac ión del úte ro dur an te la exc i tac ión se xual (Schultz et
al., 1999).

1.3. ORGASMO

La exc i tac ión se xual sost e nid a y cre cient e lle va event ual ment e al Orgasm o, que
se ma nifiesta como una al ter a ción del es tad o de cons cien cia acom pa ña da de sen sa cio
nes pla cen te ras, de in ten si dad y du ra ción va ria bles, fo ca li za das en gran me did a en
los ge nit a les. Los fe nó me nos fi sio ló gic os más ca rac te rís ti cos in cluy en la con
tracción de la musculatura lisa del tracto ge nital (lo que prod uce en el hom bre la emi sión se
min al y la sen sa ción de «ine vi ta bi lid ad eya culat o ria») y lascon tracc io nes rítm i casde
la musc u lat u ra delsuel o de la pel vis, que ocasionan la pro pulsión del lí quido se minal a
lo largo de la uretra (eyac u lac ión) y el es trec ha mient o in term i tent e de las par e des del
terc io ex tern o de la va gi na y del ano.
Suel e acom pañ ar se de ex pres io nes afec tiv as in cluy en do emision es fó nic as muy
va riad as: ge mid os, risa, llan to, grit os, sus pir os, jadeo, etc. La alteración del estado de
consciencia puede ser muy va ria ble se gún in di can las des crip cio nes de ex pe rien cias or
gás mi- cas rea liz a das por su jet os de am bos se xos, desd e un li ger o bie nestar has ta una
in ten sa ex pe rien cia mís ti ca, e inc lu so pér di da de cons cien cia.

1.4. RESOLUCIÓN-SACIACIÓN

Tras la producción de uno o, como ocurre con frec uencia en la mujer, var ios or gasmos
se ent ra en la llamada fase de Re sol u ción, consistente en la vuelta al est ado quiescente, es
decir a las condicio nes func io na les an te rio res a la exc i ta ción, de los div er sos órg a nos
implicados en la RS. Esta fase se suel e acompañar de un es tado de calm a agra dab le, fa cil i
tad or de la co mu nic a ciónafect i va, a vec es acomp a ñad o de som no lenc ia. La con se cu
ción del org as mo, únic o o rep e tid o, lle va event ual ment e a un es tad o de sa cia ción con
aten uación del des eo se xual.
Si bien la fis iología de esta fase ha sido es casamente est udiada en humanos, es probable
la contribución de alg unas de las hormonas secretadas en el org asmo precedente. Tal se ría
el caso de la oxito ci na y la prol ac ti na, hormonas que muestran pic os de se creción asoc ia
dos al org as mo. Los dat os pro porc io nad os por la ex per i mentación anim al atribuyen a
la primera efectos de cohesión so cial (apego) y de sedación e inh ibición de la conducta se
xual a la prol acti na (Mas et al. 1995b).

1.5. RESPUESTA EXTRAGENITAL

La RS inc lu ye tamb ién un im port an te comp o nent e ex trag e ni tal que afecta a casi
tod os los órganos y sistemas del cuerpo. Se pro du cen aum en tos, a vec es con si de ra bles,
de la pres ión ar te rial, fre cuen cia car dia ca y ven til a ción pulm o nar que alc anzan su má
ximo en torno al orgasmo y dec aen rá pidamente tras el mismo. Suele prod u cirs e tam bién
con in tens i dad va riab le una reac ción de sudo rac ión, más acu sad a des pués del org as
mo. Otras man i fest a ciones cut á neas frec uen tes inc lu yen el enr o je ci mien to de la piel
(eritema), más frec uente en ciertas áreas (cara, epigastrio, ma mas, nalg as) du rant e la ex cit
a ción sex ual. Se pue den prov o car tamb ién reacc io nes de pil oe rec ción más o men os lo
ca li za da en res pues ta a la est i mul a ción tác til su per fic ial de al gu nas áreas de la piel
(por ejem plo del cue llo). Du ran te la ex ci ta ción sue le prod u cir se un aument o pro gre
siv o de ten sión musc u lar, más acusada en algunos gru pos musc u la res, que se lib e ra en
el or gas mo med ian te con tracciones de tipo cló nico.
Se han enc on trad o tam bién camb ios en los ni vel es plas mát i cos de var ias hor mo
nas, siend o los más do cu men tad os los au men tos de va so pres i na du ran te la exc i ta
ción y de oxi to ci na dur ante el or gasmo y prol ac tin a tras el mismo, así como aumentos
más di fusos y sost e nid os de adre nal i na, go na do tro fi nas, tes tost e ron a aso ciad os a la
act i vid ad se xual.
Hay imp or tan tes camb ios psí quic os, in cluy en do alt e rac io nes de la sen si bi li dad.
Así, dur an te la exc i tac ión au ment an los um bral es de la perc ep ción dol o ros a. Ya se
han co ment a do las alt e rac io nes carac te ríst i cas del est a do de consc ien cia de int en si
dad var ia ble que con lle va la RS y es pe cial men te la ex pe rien cia or gás mi ca. Todo ello
in di ca que la func ión se xual imp li ca una au tén ti ca resp ues ta int e gra da en la que part
icipa el conjunto del organismo (puede en contrar se una desc rip ción más det a lla da de est
os fe nó me nos en Mas, 1997, 1999a-c, 2000).
2. Hor mo nas y fun ción se xual

La con duc ta se xual re pre sen ta el pa rad ig ma de la in fluen cia hor mon al so bre el
com por ta mien to y la ac ti vi dad ce reb ral sub yacent e.

2.1. DEPENDENCIA HORMONAL DE LA CONDUCTA SEXUAL ANIMAL

En la may oría de las especies ma míferas la conducta de apa- reamiento, sob re todo en
las hembras, sólo se ma nifiesta dur ante los li mit a dos per ío dos fért i les de su cic lo re
prod uc tor. Dic ha sincronización es proporcionada en gran parte por la acc ión de las hor mo
nas ová ri cas so bre las es truc tu ras ce re bra les que con tro lan la ex pre sión de la con duc
ta se xual. Las prin cip a les hor mo nas femen i nas, es tró ge nos (lla madas así por su pro
piedad de in ducir la reacción de «estro» o «celo» en las hemb ras), al canzan sus niveles
plasm á tic os má xim os en el pe ríod o preo vul a tor io, cuan do la posibilidad de fec
undación es ma yor. Esto hace camb iar espectacu lar men te la con duc ta de la hemb ra que,
de re chaz ar ha bi tualmente cualquier aprox imación se xual por parte de los mac hos, muest
ra aho ra hac ia ellos una con duct a de so lic i tac ión (pro cep ti vi dad) y post u ras ref le jas
(lord o sis) que fac i lit an los in tent os de cóp u la del mac ho (re cept i vi dad). Este ca ract e
ríst i co pat rón de cond uc ta est ral de sap a rec e al tiem po que la prob a bi lid ad de fec un
dac ión, para re gres ar al es tad o de «anes tro», que suel e ocupar la may or parte del tiempo
del ciclo reproductor. Una no table excepción a esta regla casi universal se enc uentra en los
primates, esp e cial men te los ant ro poid es. Por su es pe cial re le van cia para el comp or ta
mien to hum a no se com en ta con may or de ta lle más adel an te.
En el mac ho, la principal señal hormonal que in fluye sob re su comp or ta mient o se
xual la prop or cion an los an dró gen os tes ti cul a res (esen cial men te la tes tos te ro na). A
es tas hor mo nas se les atribuyen im port an tes efec tos «org a niz a dor es» (di fer en ciac
ión y desarrollo se xual masc u lin o) y «ac tiv a dor es» (es tim u lac ión del comportamiento
sex ual en el adulto) so bre la función sex ual. La me nor ci cli ci dad de las se cre cio nes go
na da les del ma cho y la efi ca- cia de sus and rógenos para mantener su función se xual, man
ifiesta en los re la ti va men te pe que ños ni ve les plas má ti cos de es tas hormonas que se
requieren para la misma, det ermina el que la conducta de apar eamiento del macho sue la ser
más estable que la de la hembra.
La cond uc ta sex ual de casi to dos los mam í fer os es su prim i da por la ext irpación de
las go nadas, tanto en el macho como en la hembra, aunque hay dif erencias en tre los sex os
en cuanto al transcurs o de este fe nóm e no. En las hemb ras sue le de sap a rec er in
mediatamente tras la castración, lo que se corresponde con la ya comentada rap idez con que
se presenta y desvanece la fase es tral del ciclo. Es restaurada, también tras un corto int ervalo
(de horas a po cos días), por el trat a mient o con hor mon as ová ric as, esen cialm en te los
est ró gen os; en al gun as es pec ies coad yu vad os por las pro gest i nas. En los machos, los
camb ios en la ex presión de la conducta aso- ciad os a la su pres ión de las hor mon as an
drog é ni cas tard an más en man i fest ar se. Tras la cast ra ción hay una des a par i ción paul
a tin a de las distintas pautas de la conducta sex ual, cuya persistencia varía con las esp ecies
y los niveles previos de mo tivación y exp eriencia sex ual del in div i duo. Asim is mo, el trat
a mient o con an dróg e nos a los mac hos cas trad os re quier e de pe río dos rel a tiv a ment e
lar gos (sem a nas) para la rest au ra ción comp le ta del pat rón nor mal de conduc ta sex ual.
Sin emb ar go, tal pat rón ge ner al de ex pres ión de la mo ti vac ión sexual, perm anente
en los ma chos y restringida en las hembras a cort os pe ríod os pe rio vu la to rios de su cic lo
ová ric o, se des dib u ja en gran med ida en los pri mat es. En bue na parte de las esp ecies de
este or den, las hemb ras tie nen unos int er val os más am plios de rec ep ti vidad y proc ep ti
vi dad sex ua les, ex ten dién do se és tas fuera de los lí mites del per íodo fér til, aun cuando
su act ividad sexual sea má xima du rant e el mis mo. Este fen ó men o es es pec ial ment e
pro nun ciad o en los ant ro poid es más pró xim os a nues tra esp e cie, como el chimp an cé
(Pan trog lody tes) y, esp e cialm en te, el bon o bo (Pan pan is cus). Las hembras de esta
especie cop u lan fre cuen te men te du ran te casi to dos los días de su ci clo mens trual. En
est os an trop oi des se enc uen tra tamb ién la ma yor var ia bi lid ad de ex pres io nes sex ua
les. Frent e al patrón «clásico» de un mac ho adulto mon tando a una hemb ra ovulant e que
res pond e con una es ter eo ti pa da pos tu ra rec ep ti va (lord osis o equiv a lent e), en es tos
anim a les, adem ás de có pu las het e ro se- xuales entre adultos, se pued en ob servar en amb
os se xos la estimulación de los ge nitales pro pios y de otros ind ividuos, las có pulas ho mo
se xua les, los jue gos se xua les concrías jó ve nes; en ge ne ral, prác ti- cam en te to das la
com bin a cio nes po sib les, así como una cier ta var iedad de post uras coi tales, incluida la
cópula cara a cara. Todo ello indica que en est as es pecies, tan próximas a la humana, la
sexualidad ha ad qui ri do un va lor adap ta ti vo dis tin to del re pro duc tor.
Los mec a nism os bio ló gi cos que perm i ten esta nuev a adap tac ión de la exp resión se
xual son diversos. Sin duda, el mayor grado de desa rro llo cer e bral es un fact or importante.
Hay también una conexión hor mo nal, la func ión an dro gé ni ca de las glánd u las su pra rre
na les. Lacort e za sup ra rren aldelospri ma tes (inc lui dos loshum a nos)tien e la car ac ter ís
ti ca pec u liar, ext re ma da men te inf re cuent e en las demás esp e cies, de sec re tar imp or
tan tes cant i da des de and ró ge nos, adem ás de los mi ner a lo cort i coid es y glu coc or ti
coid es co mun es a casi tod os los ma mí fe ros. Dic ha fun ción and ro gé ni ca adren al es si
mil ar en amb os se xos. En el mac ho adul to es prob a blem en te red un dant e, ya que el test
ícu lo rep re sent a una fuen te muc ho más im por tant e de es tas horm o nas (una exc ep ción
pued e ser el pe ríod o pre pub e ral, dond e la ac ti vac ión de los an dróg e nos adren a les o
«adren ar quia» prec e de a la mad u rac ión y de sa rrol lo go nad a les). En la hemb ra, sin
em barg o, los an dróg e nos adren a les par e cen cont ri buir de modo import an te al mant e
ni mient o de unos ni ve les rel a tiv a ment e es tab les de mot i vac ión se xual dur an te todo
el cic lo ová ri co, o buen a par te del mism o. Expe rim en tos conmon asova riect o miz a
dasmuest ranlapersist en cia de la proc ep ti vid ad has ta que se sup ri men tamb ién la secrec
ión an drog é nic a adre nal, lo que coinc i de con obs er vac io nes clín i cas en hum anos.
En los primates par ece ade más que las áreas cerebrales sensibles a los and rógenos son
similares en la hembra y el ma cho. Así, es tud ios de ad min is trac ión in tra cer e bral de
horm o nas en el mono rhe sus (Maca ca mu latt a) muestran que las in yecciones de and
rógen os en el hi pot á lam o an ter ior-área preóp tic a me dial (re gión cere bral cuya im por
tan te im plic a ción en la ex pres ión de la con duc ta se xual se dis cu te más ade lan te) de
vuel ve la pro cep ti vi dad se xual a las hembras castradas y con las adren ales suprimidas. La
su pres ión adre nal (real i zad a me diant e tra tam ien to con gluc o cort icoid es) es ne ces a
ria para que se ma nif ies te com plet a ment e el dé fi- cit androgénico (véas e Johnson y Eve
ritt, 1995, para un comp endio de es tos da tos ex pe ri men ta les). Este fe nó me no es aná lo
go al bien co no ci do efec to de los an dró ge nos de res tau rac ión de la mo ti- vación sex ual
a los machos castrados de to das las esp ecies.
2.2. INFLUENCIAS HORMONALES EN LA SEXUALIDAD HUMANA

En la ac tua lid ad se re co no ce la in fluen cia de va rias hor mo nas, es pe cial men te las
go na da les, so bre la fun ción se xual hu ma na. Los es tró ge nos son ne ces a rios para el
man te ni mien to del es ta do tró fic o del trac to ge ni tal fe me ni no y el buen
funcionamiento de su respuest a a la es tim u lac ión se xual. Esto se hace es pec ial ment e pa
ten- te en la va gin a, y su dé fic it por cas tra ción qui rúrg i ca o me no paus ia na tu ral pue
de lle var con re la ti va fre cuen cia a di fi cul ta des en el coito. Su int er venc ión di rect a en
la gé nes is del de seo se xual pa rec e, sin em barg o, más du dos a.
Las hor mon as más cla ram en te asoc ia das con los comp o nent es apet i tiv o-mo tiv a
cion a les de la función sex ual, en ambos se xos, son los and ró gen os (Sherwin, 1988). En lo
que respecta al va rón, esta noción es congruente con lo obs ervado en los ma chos de
multitud de esp e cies anim a les. En la muj er, las po si bil i dad es de ana log ía con otras esp
e cies y, por cons i guient e, de uti liz a ción de mod e los exp e rimen ta les parasumej orco
no ci mient o, sonmu chomásres trin gi das.
El fen ómeno casi universal del es tro está aus ente en la hembra humana y otras ant
ropoides. La mo tivación sex ual de las primat es su pe rior es ya no si gue est ric tam en te las
fluct ua cio nes del cic lo es tral sino que pued e ma ni fest ar se de modo cont i nuo. Esto pa
rec e ha ber se log ra do en la mona rhes us, y pre sum i blem en te en otras esp e cies aún más
próx i mas a la hum a na, perm i tiend o que aquel las par tes del cer e bro que cont ro lan el
apet i to sex ual respondan en may or medida a los an drógenos que a los estrógenos o las
progestinas. A su vez, tal acción de los and rógenos, pro motora de la mot i vac ión se xual
fem e ni na par e ce bast an te priv a tiv a de los prim a tes, car e ciend o vir tualm en te de par
an gón en otros anim ales. Dado que los and ró ge nos circ u lan tes proc e den tant o del
ovario como de la adren al y és tos son sec retados de modo constante a lo largo de todo el cic
lo menstrual, la hembra primate va riaría durante el mismo en aspectos como su atractivo
(dep endiente de los es tró ge nos y su fluct ua ción cíc li ca), pero tend ría con tin ua ment e
fa ci lit a da su pro cep tiv i dad. Tan alto gra do de eman cip a ción del cerebro de la hemb ra
de la in fluencia de las hormonas ováricas clás i cas (est ró gen os y pro ges tin as) so bre la
mot i vac ión se xual reflej a pro bab le men te un des a rrol lo evo lut i vo im port an te. La in
terpretación más plausible es la de que una fuente de hormonas estimu lan tes del in te rés se
xual que sea in de pen dien te de las fluc tua- cion es pro pias del ci clo ovár i co fac i lit a la
ex pres ión de esta conducta dur ante am plios per íodos del mismo. Con ello y, a di ferencia
de la may oría de los animales, que sólo copulan en es trecha aso cia ción cro no ló gi ca con
la ovul a ción, la cond uc ta se xual de las pri ma tes adq uie re nue vos val o res adap ta ti
vos, como es el de promover la cohesión grupal, muy necesaria en est as es pecies tan
sociales, especialmente en lo que concierne al cuidado de las crías.
El pap el de los fac to res end o cri nos en el com po nen te apet i tiv o de la sex ua lid ad
se po dría res u mir señ a land o que no pa rec e que las hormonas, en este caso los and ró gen
os, es tim u len di rec ta mente la mot ivación se xual sino que influyan, junto con fact ores
afec ti vos y cog ni ti vos, en la ex cit a bil i dad del cer e bro, aum en tand o la pro ba bil i
dad de res puest a a es tím u los se xual men te rel e vant es para el in di vi duo, que pue den
ser muy di fe ren tes, de pen dien do de la orient a ción, pre fer en cias y ex pe rienc ia pre via
de cada uno. Cont ri buir ían a dis min uir un hi pot é tic o um bral de es tim u la ción erót i
ca, que puede ser tamb ién influido por otros fac tores. Así, aunque los niv eles de es tas
hormonas sean muy baj os, se puede lo grar la in ducc ión de una res puest a se xual me diant
e es tím u los eróg e nos de ma yor int en sid ad (como vi sual es, tác ti les, o afect ivos). Otro
com po nen te que tam bién pa re cen fac i lit ar es la gra ti fica ción sex ual per cibida por el
sujeto y de ahí su efect o re for zan te sobre las conductas que llevan a ella.

3. Me can is mos neu rof i sio lóg i cos de la respuesta sex ual

Para fa cil i tar la disc u sión de los fen ó men os neu rof i sio lóg i cos imp li cad os en la
pro duc ción de un comp or tam ien to tan comp le jo como el se xual se con si de rar án su ce
siv a ment e tres ni vel es de inte gra ción: pe ri fé ri co, esp i nal y ce reb ral. Los dos pri mer
os in tervien en esen cialm en te en los fen ó men os con sum a tor ios, es de cir, en la pro
ducción de la RS, mient ras que los me ca nism os ce re bra- les son es pec ial ment e re lev
an tes para los as pec tos apet i ti vos, como el des arrollo del de seo sex ual y el inicio de su
expresión cond uc tual. La co mu ni cac ión in ter ce lu lar ent re las di vers as estruc tur as
neu ra les imp li cad as se hace me diant e una am plia gama de neu ro trans mis o res, ha
biénd o se ident i fi ca do va rios de ellos rel evantes para la exp resión de la conducta sex ual

3.1. INERVACIÓN PERIFÉRICA

La may o ría de los camb ios, ge ni tal es y ex trag e nit a les, que conlle va la RS est án re
gu la dos fun da men tal men te por la act i vi dad de los nervios que, desd e el Sistema
Nervioso Central (SNC), se proyect an so bre los dist in tos órg a nos imp li ca dos. En su
may or par te, di cha inerv a ción la prop or cion an las di vis io nes par a simp á tic a y sim pá
ti ca del Sis te ma Ner vio so Au tó no mo (SNA), que re gul an la act i vid ad de los dis tint
os ór ga nos del cuerp o, in cluid os los ge nit a les. Con respecto a la RS, a la actividad
parasimpática se le atrib uyen los fen ó men os de va sod i lat a ción (y erecc ión) ca ract e ríst
i cos de la fase de exc itación, aunque es probable que una subdivisión de la iner va ción sim
pá ti ca tam bién trans mit a se ña les erec to gé nic as. La act i vid ad sim pá ti ca pre do min
a cla ram en te en los fen ó men os orgásm i cos, tant o ge nit a les como ext ra gen i tal es. La
iner vac ión somát i ca es tam bién imp or tant e, al trans mi tir tant o se ña les sens orial es,
fun dam en tal es en todo el pro ce so de exc i tac ión y res puest a sex ual, como ór den es mo
tor as a gru pos musc u lar es es pec í fic os, como los del suelo de la pelvis, cuya imp
ortancia en la respuesta or gásmica se ha señ alado arriba. La lesión de es tos nervios por
tumores, o por su tratamiento quir úrgico, de la próstata o el recto es causa frec uen te de disf
un cion es se xual es, es pec ial ment e de tras torn os de la erección.
Los me ca nis mos neu ro quí mi cos por los que el SNA reg u la las res pues tas eréc ti
les de los gen i ta les han sido rel a ti va men te bien ca rac te ri za dos en el cuerp o ca ver no
so del pene. Se rec o no ce el papel fund a men tal del óxid o ní tric o (NO), liberado por los
nervios pélvicos y el endotelio de los tej idos eréctiles, como me diador de la re- lajación del
músculo liso de los cuerpos cavernosos, lo que permite la ent rada de sangre y su erección.
Otros men sa jer os va som o tor es loc a les, como las pros tag lan din as E (PGE), tam bién
fac i lit an la respuesta eréctil. En la actualidad se dispone de fármacos que imitan y pot en
cian las acc io nes de est os me dia dor es fi sio lóg i cos. Algunos se han mostrado muy efic
aces en el tra tamiento de la disfunción eréctil masculina. Tal es el caso de la aplicación int
racavernosa de PGE1 (Alprost a dil) y la adm i nist ra ción oral del sild e naf i lo (Viagra),
que pot encia la ac ción del NO en el tej ido ca vernoso al inhib ir la de grad a ción de su «seg
un do mens a jer o» in tra cel u lar, el cGMP.
La cont rac ción org ás mic a de la mus cul a tur a lisa ge ni tal es produc i da por la act i
vid ad del Sis te ma Simp á tic o, con su neu rot rans mi sor más im por tan te, la no ra dre nal
i na, act uando a través de mecan is mos α-adren ér gic os. Tam bién de term i na la det u
mesc en cia que car ac ter i za a la sig uien te fase (Res o luc ión).

3.2. INTEGRACIÓN ESPINAL

La RS conlleva la activación de un conjunto de arc os re flej os cu yos elem entos


esenciales se lo calizan en su mayor parte en la médula esp inal. El análisis de las al
teraciones de la función sex ual ob servad as en pa cient es con le sion es trau má ti cas a dist
in tos niv e les de la mé du la, así como los est u dios exp e ri ment a les sob re ani mal es, han
prop or cion a do una inf or mac ión va lios a so bre los mec a nis mos esp inales de control de
div ersos componentes de la RS.
Los cir cuit os bá si cos para los re fle jos de erec ción pa re cen lo ca- li zar se en los seg
men tos in fe rio res (lum bo sa cros) de la mé du la. Los pa cien tes pa ra plé ji cos con sec
cio nes es pi na les com ple tas por encima de los mismos conservan la respuesta de erección,
y las mu jer es la de va so con ges tión va gi nal, a la es ti mu la ción me cá ni ca de los gen
itales. Ello concuerda con el he cho de que la est imulación eléct rica de las raíces an teriores
sac ras S2-S4, por don de surgen de la méd ula, entre otras, las fi bras del parasimpático
sacro, prod uz ca erec ción pen ea na y vas o cong es tión va gin al. En los ca sos en que las
lesiones hayan destruido los niv eles sacros de la mé dula se pier den di chas res pues tas a la
es ti mu la ción me cá ni ca. Sin em bar go, si no lle gan a afec tar a los ni ve les to rá ci cos in
fe rio res y lumbares superiores (T10-L2) de donde surgen las fib ras que van a los gan glios
simp á tic os, se pue den pro duc ir res puest as eréc til es a la «est i mul a ción psíq ui ca» (la
pro porc io nad a por es tím u los visual es, au dit i vos, pen sam ien tos, etc.). Se acep ta así la
exist en cia de dos circ ui tos, sit ua dos a dist in tos niv e les de la méd u la esp i nal, que se
comp le ment an para la pro ducc ión de res puest as eréc til es y de vas o cong es tión vag i
nal. Hay un circ ui to sa cro que incluye las efer en cias par a simp á tic as de term i nant es de
las res puest as re fle- jas. El otro cir cuito, tor a co lum bar, cuyas señales salen por el plexo
hip o gás tri co (sim pá ti co), se ac ti va ría por los es tí mu los psí qui- cos. En el sujeto
normal, ambos funcionan de modo coordinado, reforz án dos e mu tua ment e los es tím u los
mec á nic os (re fle jos loc a les) y los psíq ui cos (cer e bral es) para pro duc ir res puest as
sos ten i das de erecc ión y va soc on gest ión pél vic a. De he cho, en los dos tip os de le sio
nes menc io na das arri ba, las erecc io nes que se ob tien en ais ladam en te por uno u otro de
est os me can is mos son gen e ralm en te insuf i cient es para un coi to efect i vo.
La respuesta eyac ulatoria es aún más sensible que la erección a las les io nes esp i nal es.
Es bas tant e me nor la prop or ción de par a pléjicos cap aces de eya cular que la de los que
conservan algún tipo de respuesta eréctil. Ello puede ser deb ido a va rios fact ores. Uno es la
falt a de sen si bi li dad proc e den te de los gen i ta les, a con se cuenc ia de la in te rrup ción
de las vías sens o rial es as cen den tes. Tamb ién pa re- ce que la eyac u lac ión im pliq ue «ar
cos ref le jos larg os», fa cil i tad o res de esta respuesta, en los que intervienen centros cer
ebrales. En sujetos con les iones por de bajo de L2 se pueden producir emis iones se mi na
les, ya que el cent ro to ra co lum bar sim pá ti co de la mis ma conserva su con exión con el
cerebro, pero carecen de fuerza al fal tar la ac ción pro pulsora de los múscul os del sue lo de
la pelvis cuy as neu ro nas mo to ras sit ua das más aba jo (S2-S4) es ta rían des co nec ta-
das. Se pued e conseguir la expulsión de sem en en est os pacientes, por ejem plo a efect os de
fert il izac ión art if icial de su pa rej a, mediant e pro ced imient o s de est imul a c ión eléc
tric a de est os re flej os con elect rodos colocados en el ano. En el caso de las muj eres con
le- sion es esp in al es, aun cuan do se disp one de men o s da tos, pa rec e que tie nen me nos
prob lem as en obt en er resp ues tas org ás mic as, sobre todo re cu rrien do a la es ti mul a
ción de otras zo nas eró ge nas (mamas, labios, etc.) situadas por encima de la les ión.

3.3. MECANISMOS CEREBRALES

El comp or ta mient o se xual pued e ser act i va do por div ers os estí- mu los,tant o
deori genex tern o(vis ua les,aud i ti vos,tact i les, olf a to rios, etc.)comoint ra ce re bral (fant
a sías,re cuerd os, emoc ion es,etc.),comb inándose con frecuencia varios de ellos en diversa
proporción. Su pro- ce sa mient o por el cer e bro se trad u ce en el es ta do mot i va cion al de
deseo o apet ito sexual. La gen er ación de dicho est ado y su trad ucción en la res pues ta sex
ual fi siol ó gi ca req uie re de la acc ión int e grad o ra de divers as áreas cer e bra les: cor ti
ca les, límb i cas, hip o ta lá mi cas y troncoen ce fá li cas (fig. 4.3). Para ello util i zan una
var ie dad de neur o transmi sor es, al gu nos bien car act e riz a dos (tab la 4.1), cuya alt e ra
ción o ma ni pul a ción farm a col ó gic a pue de te ner im port an tes cons e cuenc ias sob re
la con duct a se xual. En con sec uen cia, la fun ción se xual pue de ser ser ia men te afect a da
por di vers as le sion es y tras torn os ce reb ra les, así como fármacos que actúan sob re el
SNC.
Sin em bar go, es tod a vía muy esc a sa la inf or mac ión di rec ta sobre los pro ce sos fis
io ló gi cos que se pro du cen en el ce re bro hu ma no en el curso de la emoc ión y el
comportamiento se xuales. Las dificultad es para su in ves tig a ción, en sus div er sos asp ec
tos técn i cos, éticos y es tad ís tic os, en tre otros, son form i dab les. Por ello de be mos ba
sarn os en gran me di da en la inf or mac ión pro por cio nad a por la inv es tig a ción en ani
mal es de la bo rat o rio. La ext ra pol a ción al comport a mien to sex ual hu man o de los ha
llazg os ex per i men tal es en otras esp e cies ani mal es pre sen ta imp or tant es di fic ul tad
es que obligan a la cautela. Sin emb argo, el hecho es que una se rie de me- can is mos neu
rob io lóg i cos de la conducta sex ual parecen es tar relativ a men te bien cons er vad os a lo
lar go de la esc a la evol u tiv a, debiend o te ners e en cuen ta al cons i de rar los com po nen
tes cer e bral es del com port a mient o se xual hu man o.

3.3.1. Da tos bá si cos de la ex pe ri men ta ción ani mal

La iden ti fic a ción de los me can is mos cer e bra les (nú cleos y con exio nes neu ra les,
neu ro trans mis o res y sus lu ga res y mo dos de acción) imp li cad os en la re gul a ción de
una cond uc ta tan com plej a como la se xual pre sent a con sid e rab les di fic ul tad es, sólo
re suelt as parc ial ment e has ta el mom en to.
Comp a rand o los efec tos de le sion es qui rúrg i cas o neur o tóx i cas de va rias áreas
cer e bral es con los de su es tim u lac ión eléc tric a o quím i ca, los reg is tros de act i vid ad
eléc tric a, me tab ó lic a o de ex presión gé ni ca de las mis mas, los efec tos de in yec cio nes
lo ca liz a das de fár ma cos ago nis tas o an ta go nis tas de de ter mi na dos neu ro trans
misores, así como las med iciones de los cambios en los neuromediadores end ógenos que se
aso cian a div ersos aspectos de la conducta se xual, se ha ido obt eniendo una cierta idea de
los mecanismos cerebrales que la reg ulan. Se ofrece un resumen de los aspectos me jor doc u
ment a dos. Esta inf or mac ión dis ta de ser exh aus tiv a, pues son muchas las áreas cer
ebrales y los neurotransmisores a los que se ha enc on trad o re lac ión con los fe nóm e nos
sex ua les.
Para el abord a je exp e ri men tal de los neur o me diad o res que regu lan las di ver sas
cond uc tas se ha re cu rri do tra di cion al men te al em pleo de fárm a cos que sup ues ta men
te ac túan a trav és de sis te- mas es pe cí fi cos de neur o trans mi sión. Nu me ro sos est u
dios han do cu men ta do los efect os de di ver sos agent es neu roac ti vos so bre la función
sex ual. Entre los de mayor impacto so bre la conducta del ma cho, por ejemp lo, des ta can
sob re todo los efec tos gen e ral men te es tim u lant es de la con duc ta sex ual de los com
puestos que imitan o po ten cian la transm i sión dop a min ér gi ca, mientras que el bloqueo
farm a col ó gic o de ésta in hib e di cha cond uc ta. Asim is mo, la est i mul a ción de la
transm i sion nor a dren ér gic a (me diant e an ta go- nis tas 2) suel e in duc ir ac tiv i dad sex
ual, mien tras que los agon istas opiá ceos tien en in tens os efec tos inh i bi to rios. La man i
pul a ción farm a col ó gic a de la trans mi sión ser o to nérg i ca suel e te ner los efectos
opuestos, aunque mat izados por el tipo de re ceptor sobre el que se act úe. Sin em bar go, la
ad mi nis tra ción sis té mi ca de fárm a cos, aun cuando tien e gran interés por su po sible rep
ercusión clíni ca, no perm i te disc er nir los mec a nis mos ce re bra les en los que in ter vie
nen (in clui dos sus lu ga res de ac ción). Para ello se rec u rre a la ad mi nis tra ción lo ca li za
da de peq ue ñas can ti da des de di chos agent es en dis tint as zo nas del cer e bro, comp a
rán do se sus efect os. Re cien te men te, los neur o trans mi so res imp li ca dos en la func ión
sexual se han com enzado a es tudiar de un modo más fis iológico, mediante el anál isis de los
cam bios que ocurren en sus niv eles endó ge nos cuand o se es tán prod u ciend o los di vers
os fe nó me nos de dicha conducta. Ello se ha logrado con la utilización de técn icas de
medida en vivo, como son la volt ametría y la microdiálisis ce rebral (Mas et al., 1995).

3.3.1.1. Área preópt i ca me dial-hi pot á lam o an te rior

Uno de los efect os so bre la cond uc ta cop u lat o ria masc u li na observado de modo
más constante es el de su supresión tras la les ión del área preóp ti ca me dial y la vec ina área
hi pot á lam i ca ant e rior. Las lesiones bilaterales amplias de esta zona llev an al cese de la
ac tiv i dad de cóp u la del mac ho en las nu mer o sas es pec ies ani mal es en que se ha est
udiado (para re ferencias, véas e Mas, 1995a). Ello no se debe a un hip o gon a dism o se cund
a rio, puest o que la fun ción testic u lar se suel e man te ner en niv e les norm a les. Tamb ién
per sist en los ref le jos eréct i les y de emis ión se mi nal cuand o se exa min an en cont ex tos
no sex ua les. Se ha enc on tra do una est re cha asoc ia ción ent re la ac tiv i dad eléct ri ca y
met a bó lic a de neu ron as si tua das en el área preópt i ca y la exp re sión de la cond uc ta
sex ual mas cu li na en monos y rat as. Por otra par te, la región preóptica tien e una ele vada
den sid ad de re cept o res a las horm o nas est e roid es pro duc i das por las gon a das, inc lui
dos los and ró gen os, y es el lu gar donde la inyección de cant i da des min ús cu las de test
os te ro na es cap az de res taurar con may or efi ca cia la ac ti vi dad co pu la to ria de los ma
chos castrad os.
En la hemb ra, las le siones del área preóptica no sup rimen el clás i co ref le jo de lor do
sis de los roed o res (más bien suel en fa ci li tar- lo). Sin emb argo, en las mo nas, las
lesiones preópticas inh iben la cond uc ta de sol i cit a ción (proc ep tiv i dad). Adem ás, como
ya se coment ó arri ba, en la hemb ra rhe sus dep ri vad a to talm en te de and róge nos (cast ra
da y con las sec re cio nes cort i coa dren a les sup ri mi das), su muy re du ci da con duc ta
proc ep ti va es rest au ra da por la imp lantac ión de pe queñ as can tid a des de test os ter o
na en el área preópt i ca e hip o tal á mic a an ter ior, aun que no así la rec ep tiv i dad (Johns
on y Everitt, 1995). Tal es datos so bre mon as apoyan la idea, apuntada arriba, de que la reg
ulación de la conducta se xual del primate hem- bra (inc lui da con toda prob a bil i dad nuest
ra es pec ie) se ase mej a más a la de los mac hos, al menos en sus as pectos apet itivos.
El área preóptica tiene una rica inervación que le aporta var ios de los neur otransmisores
a los que se atri buyen efectos más dest aca dos so bre la func ión se xual. Así, rec i be fi bras
opiat ér gi cas, fundam en talm en te de -end or fin a, pro ce dent es del nú cleo arq uea do. La
inyección de este péptido en el área preóptica tiene efectos inhibi to rios so bre el comp or ta
mien to se xual. Tamb ién se en cuent ran en esta reg ión fi bras afer entes mo noa mi nér gi
cas pro ce den tes del tron co cer e bral, cuya les ión tie ne imp or tan tes efect os se xua les.
Me dian te div er sos proc e di mien tosneu ro quí mi cosse haenc on tra do que el inic io de la
cópula se asocia con un au ment o de la ac ti vi dad dop a min ér gic a en el área preóptica,
mientras que su culminación eyac u lat o ria se acompaña de una notable act i vac ión se ro
ton ér gic a que, prob a blem en te, cont ri buy a a pro du cir el fen ó men o de sa ciación sex
ual (Mas, 1995b). Ello ex plicaría en buen a parte los efectos en con tra dos a las in yec cion
es lo ca les en esta est ruc tu ra de sust an cias est i mu lant es de los re cept o res dop a mi nér
gic os y se rot o nérg i cos que ind u cen e in hi ben, resp ec ti va men te, la cond uc ta se xual
mas cu li na. Otros neu ro me dia dor es a los que se han en con tra do efec tos mar ca dos so
bre la con duc ta se xual a su ma ni pu la ción farmac o lóg i ca loc a liz a da en el área preóp
tic a son el GABA, la ace tilc o li na y el NO.
El conc ep to trad i cion al del área preóp tic a como es truct u ra esencial para la gén esis
de la motivación se xual ha sido mat izado en tiemp os re cient es. El aná li sis más det a llad
o, en di vers as es pe- cies, del comp or ta mient o mas cu lin o tras la le sión de aquél la
mostró que, si bien la act i vid ad co pul a to ria efect i va des a pa rec e, persisten otros signos
de int erés se xual. Así, tras recibir estas les iones, los mo nos si guen mast ur bán do se aun
que no cop u len y, al igual que las rat as, rea li zan resp ues tas inst ru men ta les para ganar
acc e so a las hemb ras re cept i vas, most ran do tamb ién pre fe- rencia por est ar en la
proximidad de és tas; las cab ras siguen rea lizand o con duc tas de cort e jo, etc. Sin emb ar
go, cuand o lo gran el contacto con las hembras, los machos así les ionados no lle gan a real i
zar paut as de in trom i sión del pene y eyac u la ción. Tal es da tos indican que lo que sup
rime las le siones del área preóptica es la ca- pa ci dad de real i zar la cóp u la, más que la mot
i va ción se xual. Se sugiere así para esta est ructura una función de tra duc ción del es tado de
apet ito se xual, orig inado en otro lu gar, en la respuesta fi- siol ó gic a, in teg ran do las pau
tas cop u lat o rias, mot o ras y neu rov e ge ta ti vas es pe cí fi cas.

3.3.1.2. Amígd a la y circ ui tos límb i cos

El empleo de técn icas de con di cio na mien to ins tru men tal ha prop or cion a do una
val io sa inf or mac ión so bre los mec a nism os neura les de la mot i va ción se xual. Así, se
ha est u dia do la den o mi na da pref e ren cia cond i cio na da de lu gar, que mide la tend en
cia del animal a reg re sar rep e tid a ment e al si tio dond e ha co pul a do con ant e rior i dad,
y el ref uer zo cond i cion a do de seg un do ord en, ba sad o en el aprend i zaj e de pre sion ar
una pa lanc a un nú mer o de ter min a do de veces para ganar acc eso a una hem bra
receptiva. Mientras que es- tas respuestas, como se ha menc ionado arriba, no se afec tan de
modo importante por las les iones preópticas, sí se ven influidas considerablemente por
lesiones de otras zon as del SNC como el lla mad o sis tem a lím bic o y, en especial, de uno
de sus componentes, la amígd a la. Estudios en la rata mac ho han mostrado que los animales
a los que se les ha dest ruido la porción ba solateral de esta es- truct u ra en amb os la dos,
aunq ue co pul an nor malm en te cuand o se les pone en contacto con hemb ras re ceptivas,
no real izan las referidas resp ues tas inst ru ment a les para gan ar ac ces o a ellas, es de cir,
se trata del efecto opuesto al de las les iones del área preóptica (Everitt, 1990). Se cree así que
la amígdala y otras est ructuras límbicas (en los prim a tes, prob a ble men te la cort e za orb i
to fron tal y la par te an te rior de la circ un vo lu ción del cíng u lo) int e gren la inf or mac
ión sensorial act ual con el recuerdo de ex periencias prev ias para la gener a ción del apet i to
sex ual. Me can is mos si mi lar es se han pro puesto para otras conductas mot ivadas, como
las de ingesta. Los neurotransmisores que se utilizarían en la amígdala o por las proyecciones
que env ía esta es tructura para la real ización de dichas funciones est án poco do cu ment a
dos.

3.3.1.3. Estriad o ven tral


Otra reg ión ce reb ral que apa rec e muy im plic a da en est os fe nó- men os es la zona
ven tral del cuerp o es triad o, es pec ial ment e el núcleo acc um bens. Rec ibe afe rencias
límbicas, sob re todo de la amígdala y el hipocampo y se proyecta, con rel evos en el pá lido
vent ral y tál a mo, a la cort e za pref ron tal y cing u lar. Está inerv a do tamb ién por fib ras
mo noam i nér gic as pro ce dent es del tron co cer e bral, ent re las que dest a can las dop a
min ér gic as ori gi nad as en el área teg mental vental. En la act ualidad se atri buye al núcleo
accumbens un pa- pel de «interfaz» ent re los sistemas límbico y motor, esencial para la prod
uc ción de resp ues tas cond uc tual es ade cuad as a los es tad os emoc io nal es, ads crib ién
dos e le a su inerv a ción dop a mi nér gic a una imp or tant e fun ción mod u lad o ra de dic
hos pro ce sos. Por ejemp lo, se cree que representa un lug ar de ac ción primordial de los fár
mac os ant i psi có ti cos, la ma yo ría de los cual es son an ta go nis tas do pa minér gic os y
sue len ten er efec tos in hib i tor ios so bre la cond uc ta sexual.
Por lo que respecta a la conducta sex ual, y en consonancia con lo an te rior, se ha enc on
tra do que las les io nes con neur o to xi nas de la iner va ción do pa mi nér gi ca del núcleo
accumbens en rat as ma cho dis mi nu yen su act i vi dad cop u la to ria con hem bras hip oac
ti vas (aunque no si muestran una elev ada proceptividad). Por otra par te, las iny ec cion es
de an fet a min a (que pro duc e li be rac ión de monoaminas) en esta est ruc tu ra au men tan
las resp ues tas inst ru men ta- les para acceder a una hembra y disminuyen las lat encias de
iniciación de la act i vid ad co pul a to ria. Util i zand o téc nic as de re gis tro neur o quím i
co en vivo se ha comp ro ba do que la act i vid ad co pul a to- ria del ma cho se acom pa ña de
una li be rac ión sos te nid a de do pa mina en esta reg ión, de mag nitud muy superior a la
obs ervada durante otras in te rac cio nes so cial es (Mas et al., 1995). Estas ob servaciones se
han extendido tamb ién a la hem bra.

3.3.1.4. Hi po tá la mo me dial

Se han iden ti fic a do en di vers as es pe cies ani ma les al gu nos núcleos hip o tal á mic
os que pa rec en es pec ial ment e im plic a dos en el func io na mient o se xual. Entre ellos
dest a can los núc leos ven tro me dia les, cuya les ión su prim e in var ia blem en te el ref le
jo de lord o sis de las hemb ras. Los nú cleos par a vent ri cu lar es del hi pot á la mo se re co
no cen como el ori gen de una vía es pi no pe tal oxi to ci nérg i ca que des cien de has ta los
ni ve les to ra co lumb a res y sa cros de la mé du la trans mi tien do se ña les fa cil i ta dor as
de la erec ción del pene. Di cha pro yecc ión pa re ce ser el lu gar de ac ción para el efec to
erec to gé nic o de al gu nos ago nis tas do pa mi nérg i cos de uso clí ni co en el tra ta- miento
de la disfunción eréctil, como la apom orfina.

3.3.1.5. Tron co ce reb ral

A ni vel del tron co ce re bral se haniden ti fi cad o di ver sas re gio nes como los núcleos
del rafe, el área tegmental ventral, la sus tancia gris per ia cued uc tal, el loc us coeruleus y el
nú cleo par a gig an toc e lular, cuya les ión o es tim u lac ión mo dif i can los ref le jos esp i
nal es erécti les y eyac u la to rios y otros asp ec tos del func io na mient o se xual. Por otra
parte, alg unos de es tos núcleos del tronco cerebral, como el locus coeruleus y los núcleos
del rafe superiores, env ían tam bién larg as fi bras asc en dent es que iner van el hip o tál a
mo y área preópti ca, áreas límb i cas, núc leo ac cum bens y cor te za ce re bral. Util i zan im
por tan tes neur o trans mi so res (resp ec ti va men te nor a dre na li na y serotonina), de los
que son la principal fuente que se enc uentra en el ce re bro. Estas neur o nas mo noa mi nér
gi cas cen tra les, o sus campos term i na les si náp ti cos con los cor res pon dien tes rec ep to
res a sus neu ro transm i so res, son el blanc o de nu me ro sos fár ma cos psi co trópic os (por
ejem plo, los ant i dep re siv os). Mu chos de ellos tien en import an tes efect os, en su ma yor
ía ad ver sos, sob re el fun cion a mient o sex ual.
3.3.2. Estu dios en hum a nos
3.3.2.1. Efect os se xual es de le sio nes ce reb ra les

Las dis fun cion es se xua les son frec uen tes como sec ue la de le siones ce re bra les rel
a tiv a ment e am plias de caus a trau mát i ca, isq uémi ca, tu mo ral o in fec cio sa, sien do
las al te ra cio nes del de seo las más comunes (Lundberg, 1992). Asimismo, en los enf ermos
de Parkinson de amb os se xos suele darse una disminución del deseo se- xual, más acusada
en las mujeres, y dificultades de la erección en los va ron es, in de pen dient es del gra do de
det e rio ro de la func ión motora (Wermuth y Sten ager, 1995). Por el contrario, el
tratamiento con l-DOPA (u otros agon istas do paminérgicos) que se da hab itualm en te a es
tos pac ien tes ind u ce en ocas io nes una exa cerb a ción del des eo se xual has ta ext re mos
soc ial ment e in conv e nient es (Uit ti et al., 1989).
La dism i nuc ión del de seo es tamb ién fre cuen te tras les io nes relat i vam en te circ
uns crit as a la re gión hip o tal á mi ca (por tum o res, o prod u ci das quir úr gic a ment e), o
en los ra ros cas os de mal form a ciones cong é ni tas del sist e ma olf a tor io y del hi po tál a
mo-sept um, como el sínd ro me de Kallm an. En es tos cas os sue len coex is tir div er sos
grad os de hi pog o na dism o que di fic ul tan la dif e ren ciac ión de las causas neur o ló gi
cas y horm o nal es de di chos trast or nos sex ua les.
Los ló bu los temp o ra les cont ie nen var ias es truct u ras límbic as, de las que, como la
amígdala y la corteza pir iforme, se sabe su implicación en la génesis de la motivación sex
ual. Por ello, no es infre cuent e que en pa cien tes con epil ep sia del lób u lo tem po ral se en
cuen tren alt e ra cion es del fun cion a mient o se xual (Lundb erg, 1992; Da nie le et al.,
1997). La obs ervación más corriente es la dismi nuc ión del de seo sex ual y/o di fi cul ta des
en la exc i ta ción, con frecuentes trastornos de la erección en los var ones. La eliminación
quir úrgica del foco epiléptico, así como la ex tirpación de los ló bu los tem po ra les pued en
pro du cir en oca sio nes cond uc tas hiper se xua les soc ial men te inap ro pia das (exh i bi
cio nis mo, mast urbac ión en pú blic o, so li cit a ción, etc.). Estas alt e rac io nes se suel en
comp a rar (Lilly et al., 1983) a las desc ritas por Klüver y Bucy (1939) en su muy ci tad o,
aun que me tod o lóg i cam en te disc u tib le, est u dio en mo nos a los que se ex tirp a ron am
bos ló bul os tem por ales. Se cree que la hi pe rac ti vi dad se xual que ca rac te ri za a di cho
sín dro me se deba a la de sa pa ri ción de la ac ción in hi bi do ra de la cor te za pi rif or me.
A los ló bul os fron tal es se les ha atribuido tam bién un control in-
hib i tor io de la ex ci tac ión se xual sug e rid o por el au ment o de de seo o cond uc ta des in
hi bid a ob ser vad a en oca sion es tras la lo bo tom ía frontal y las les iones de la cor te za
orb i to fron tal (Freeman, 1973). Asi mis mo se han desc ri to ca sos de cond uc ta hi per se
xual tras le sio nes sept a les (Gorman y Cummings, 1992). Tamb ién se han co muni cad o
pér did as im port an tes del int e rés sex ual y de la ca pac i dad eréc til tras rea li zar le sio
nes bi la te ra les del ansa len ti cu la ris para ali viar tras tor nos mo to res (Me yers, 1962).
En una muy cont ro vert i da inic ia ti va, dur an te los años ses enta y set en ta se pract i
car on en Ale ma nia Occid en tal les io nes hipot a lám i cas med ian te cir u gía est e reot á
xic a a de linc uen tes sexua les vol un ta rios para int en tar red u cir su cond uc ta crim i nal
(pe dofil ia y/o vio la ción). Se real i za ron le sio nes unil a te ra les centrad as por lo ge ner al
en el nú cleo vent ro med ial del hi po tál a mo. Tras las mismas se obs ervó en la ma yoría de
los casos una reducción imp or tan te del des eo se xual (Dieckm ann et al., 1988). Estos da
tos son dif í ci les de in ter pret ar por va rias raz o nes. En anim ales de ex pe ri ment a ción
se nec e sit an le sion es bi lat e ra les del hipot á lam o para pro duc ir dé fic it en el com port
a mien to sex ual. Por otra part e, el nú cleo vent ro med ial del hi po tál a mo, como se ha
menc io nad o arri ba, par e ce imp li cad o fun dam en talm en te, en lo que concierne a la
conducta sex ual, en la pro ducción del reflejo de lord o sis, que tien e es cas a con trap ar tid
a en el hu man o. Es posible que en la elección de este núcleo contase el hecho de que la ma
yo ría de los su jet os pre sent a ban tend en cias hom o sex ua les, aunque, de nuevo, es difícil
ver la con exión en tre la tend encia homoerótica del var ón y la conducta de lordosis de las
hem bras de los roed o res.

3.3.2.2. Estim u la ción y reg is tros de act i vi dad eléct ri ca

Se han ins er tad o elec trod os en la pro fund i dad del cer e bro para trat ar de ali viar, me
diant e es tim u lac ión eléc tric a, di vers os pro blemas como epi lep sias, do lor in tra ta ble,
o tras tor nos mo to res. Ocasion al ment e se han des crit o sen sac io nes se xual es aso ciad
as a la estim u la ción de alg u nas áreas cer e bra les. Las reg io nes cuya est i mulac ión eléc
tric a se ha acom pa ña do con may or fre cuen cia de fen ó me- nos sexuales son el sept um
(Heath, 1972), donde tam bién se han ob te ni do al tas ta sas de au toes ti mul a ción, y la circ
un vo lu ción cingul ar an ter ior. Las sen sa cion es des crit as in cluy en pla cer sex ual y
comp ul sión a mast ur bars e. La ad min is trac ión lo cal i zad a en el septum de ace tilc o li
na o no rad re na li na a un hom bre y una mu jer que pa de cían de cri sis psic o mo to ras se
si guió de sen sa cio nes se xua les placenteras y, en el caso de la muj er, de respuestas
orgásmicas (Heath, 1972).
En este contexto se deb en recordar los es tudios de Paul MacLean (aut or de la teo ría del
«cerebro triun o») so bre la inducción de erecc io nes me dian te est i mu la ción eléct ri ca ce
re bral en el mono ardi lla (Sai mi ri sciur eus). Las res puestas más efect ivas se encontraron
con los elec trod os im plant a dos en la cir cunv o luc ión cin gul ar ant e rior, reg ión sep to-
preópt i ca me dial, nú cleos par a vent ri cu lar es del hip o tál a mo, hip o tál a mo lat e ral y
cuerp os ma mil a res (MacL ean y Ploog, 1962).
En los pac ien tes con elect ro dos prof un dos imp lan tad os re fer idos arriba, Heath real
i zó tamb ién re gist ros elec troenc e fal o gráf i cos (EEG) en el curso de episodios de exc
itación se xual hasta el org asmo. Durante esta fase se obs ervaron es pi gas y on das len tas
en el sep tum, con camb ios similares aunque me nos acusados en la amígdal a, nú cleos tal á
mic os y ce reb e lar es (Heath, 1972).
Se han com u nic a do var ios es tud ios de re gist ro de EEG de su perf i cie (con elect ro
dos aplic a dos sob re el cue ro cab e llud o) en divers os su jet os du rant e la ex cit a ción sex
ual y/o el or gasm o. Sin emb ar go, los reg is tros obt e nid os en es tas cond i cion es se ven
con frec uen cia enm as car a dos por art e fact os de mo vim ien to. Además, la cap a ci dad
de loc a li za ción de esta técn i ca es muy esc a sa. No obst ante, es interesante el he cho de
que en var ios es tudios (por ejemplo, Cohen et al., 1985) se ha enc ontrado una asi me tría
der e cha-izq uier da en las der i vac io nes temp o ral es, con ma yor activ a ción del hem is
fer io de rec ho, fe nóm e no que se disc u te más adel an te.

3.3.2.3. Acti vid ad me ta bó li ca ce re bral

El des a rro llo de téc ni cas de neur oi mag en fun cio nal, ta les como la To mo gra fía de
Emi sión de Pos i tron es (PET) y la Resonan cia Mag né ti ca Fun cio nal (FMR), adem ás de
su gran po tencial en el diag nós ti co de tras tor nos ce reb ra les, está perm i tiend o vis ua liz
ar el gra do de act i vac ión de áreas ce reb ra les de suj e tos san os en di vers as si tua cion es
ex per i ment a les. Hast a aho ra se han emp lea do fund a ment al ment e en el aná lis is de
fun cion es motor as, sen sor ia les y cog nit i vas. La inf or mac ión so bre pa tron es de act i
va ción de la cor tez a ce reb ral que han pro por cion a do es bastant e cong ruent e con la ya
con oc i da por pro ce dim ient os neur o fisiol ógic os «c lásicos», bas ados en el anál isis de
los efect os de lesiones loc ali zad a s y de reg is tros de act i vid ad eléct ric a y de est imu-
lación en áreas discretas. Así, la perc epción de son idos se acom- pa ña de la act i va ción de
las llam a das áreas aud i ti vas prim a rias y, seg ún el grado de complejidad del est ímulo, de
las áreas de aso cia ción co rres pon dien tes; la prep a ra ción a ha blar se acomp aña de
activación del área de Broca, etc.
Aun que en me nor me di da, es tas téc ni cas tam bién se es tán aplican do al aná li sis de
pro ce sos emo cio na les, ha bién do se do cu men ta do pa tro nes di fe ren cia les de ac ti va
ción cor ti cal aso cia dos a dis tin tos tipos de emo cion es. Re cien tem en te se han pu bli
cad o alg un os es tud ios enf oc ad os endis tint osas pec tos delaRS.Losdat os dis po ni bles
has ta el mom ento en este campo se han obt enido con la técnica de PET(posit ron emiss ion
tom ography), o su var ia nte SPECT (sing le pho ton emis sion com pu te ri zed to mo
graphy) (tab la 4.2).
La PET se basa en la incorporación de un isót opo inestable ca- paz de emit ir partí cu las
+ (pos itrones, con una masa igual al electrón pero con carg a eléctri ca po si ti va) en una mol
é cu la biol ó gi ca, como agua (H 2O) o dióxido de carbono (CO2), que se adm inistra al sujeto
en el momento de la prueba. Algunos de sus átom os estables O 16 son sus tituidos por O15. Los
pos itrones emitidos por el O15 reaccionan con elect rones de los átom os vec inos con emisión
de fot ones que pued en ser cuant ific a dos med iant e detect o res col o c ad os alre- dedor
del cráneo. El flujo sanguíneo de cada reg ión cerebral (rCBF) está fi na men te re gu la do
por la ac ti vi dad me ta bó li ca de la mis ma, sien do pro ba ble men te el NO el men sa je ro
quí mi co más im por tan te que med ia dicho acop lamiento. Cuando una zona del cer ebro se
acti va, el rCBF loc al en la misma aum enta. En los estudios con PET, el con ta je de de sin te
gra cio nes ob te ni do en cada zona cer e bral ind ica dir ect am ent e su rCBF e ind i rec ta
men te la ac ti va ción del área. Los va lo res re gist ra dos en la si tuac ión ex pe ri men tal se
com pa ran con una o var ias sit uaciones de control.
Los dat os disp oni bles hast a el mom ent o sobre cor re la tos de neuroim a gen func
ional asoc iad os a la emoc ión o la act i vid ad sex ua les se han obt e ni do de vol unt arios
san o s, trat án do se en tod os los cas os de va ro nes het e ro se xual es y diest ros (tab la
4.2). El prim er es tu dio public a do desc ri bió, me diant e SPECT (usando HMPAO-Tc 99
como in dicador), los cambios de rCBF que ocurrían durante el orgasmo (Tiihonen et al.,
1994). Se enc on trar on au ment os de rCBF en la corteza pref ron tal der e cha, co rres pond
ién do se aprox i ma da ment e con el
área ci toar qui tect ó ni ca de Brod mann 10 (aB10). Se des cri bió, asimis mo, una dis mi nu
ción ge ne ra li za da de rCBF en el resto de la cortez a. Se de tec tó tamb ién un au men to
imp or tan te de fluj o san guí neo en tej i dos ext ra cra neal es (piel y múscu lo) de amb os la
dos, part i cularm en te en las reg io nes temp o ral es. Es pro ba ble que este últ i mo fenó me
no esté rel a cio na do con las reacc io nes de en ro je ci mien to fa cial y cambios en la tens
ión muscular comentados en el apartado co rrespondiente a la des cripción de la RS.
El es tu dio más com plet o pu bli ca do has ta el mo men to ha ana lizad o, usan do PET
tras la ad mi nist ra ción int ra ven o sa de O 15-H2O, los cambios de rCBF que acompañan a la
excitación sex ual (obj etivada med iante reg istro de la erección del pene) inducida por una
es ti mu la ción au dio vi sual erót i ca, com pa rán do se con los obs er vados dur an te la exp
os i ción a pel í cul as neut ras y de hum or (Stolér u et al., 1999). Los resultados muestran un
pat rón de act ivación com- ple jo (ta bla 4.2) pred o mi nan te en áreas límb i cas y pa ra lím
bi cas y áreas temp or al es de asoc iac ión. Los fen óm en os más sob res a lient es fuer on los
sig uient es: act i vac ión bil at er al de la cort e za tem po ral infer ior (aB37, aB19, un área
de asociación vis ual); act ivación de la íns ul a y la circ un vo lu ción fron tal in fer ior
(aB47) der e chas, áreas pa ra lím bi cas; act i va ción de la cor te za cing ular an ter ior
(aB32/aB24) izq uierda, otra área par a lím bi ca im plicada en el con trol de las fun cio nes au
to nó mi cas y neu roen do crin as.
La in ter pre ta ción de es tos re sul ta dos su gie re que la ex cit a ción se xual es ti mu la
da vi sual men te po dría in cor po rar tres com po nentes coor di na dos de ac ti vi dad ce re
bral: a) un com po nent e per cep ti vo-cog ni ti vo cuya función ser ía la de clasificar y eval
uar los estímulos vis ual es como sex ual es estar ía rep re sent a do por la act i vac ión bil
ater al de la cort eza temp o ral inf e rior; b) un comp on ente emo ti vo/mot i va cio nal, re
la cio na do con la ac ti va ción ob ser va da de la ínsula y la corteza frontal der echas,
regiones que asoc iarían a las percepc ion es un con ten ido emo tiv o y mot ivac ion al, y c)
un comp on ente fi sio ló gi co (en do cri no y au to nó mi co) que pod ría re fle jar se en la ac
ti- vación de la corteza cing ular an te rior iz quier da.
Otro est ud io con PET (adm i nis tran do O 15-CO2 en el aire ins pirad o) com pa ró la act i
va ción cer e bral obt e ni da du ran te la evoc a- ción guiad a (mediant e ci nt as de aud io) de
epis o dios plac ent eros concretos de la biog rafía de los sujetos, de tipo sexual (enc uentro
con una amant e) y comp e tit ivo (éxit o de p ort ivo) (Rauch et al., 1999). En am bos ca sos
se en con tra ron cam bios bas tan te sim i la- res, aunque no idénticos, con resp ecto a la
situación control (tabla 4.2). Así, el rCBF aum entó en la cor te za cing u lar an te rior der e -
cha, la cort e za temp o ral an te rior izq uier da y el glo bus pa llid um vent ral de rec ho. Ade
más, du rant e la evo cac ión pla cen te ra se xual se det ec ta ron au ment os en el claus tro
izq uier do que no ocurrieron en la evocación comp etitiva, mientras que en ésta se encontró
un au ment o en la cir cunv o luc ión pre cent ral iz quierda (aB4) que no se vio en la sex ual.
Se ob servó, asimismo, una dism i nuc ión del rCBF en áreas de asoc iación he te ro mo dal
de la corteza par ietal (aB7, aB40) y pref ron tal (aB8) del lado derecho, así como en el giro
fus i form e (aB37) iz quier do. En la evo cac ión de la ex pe rien cia compe tit i va hubo dis
mi nu cio nes de rCBF en zon as más ex tensas en la cor te za pre fon tal der echa, afec tando
a aB9, aB10 y aB45. Estos res ul tad os su gier en que los es tad os emo tiv os de va lenc ia po
sit i va, inc lui da la grat i fic a ción sex ual, se acom pañ en de un au men to de ac tiv i dad en
te rri tor ios pa ral ím bic os an te rio res y el glob o pá lid o ven tral, así como una dism i nuc
ión en am plias áreas cort i ca les de asoc ia ción het e ro mo dal. Prop or cion an una in form
a ción, prel i minar pero sug es tiv a, so bre los cor re la tos cer e bral es del placer.
Un hallazgo com ún de los tres es tudios de neuroimagen funcio nal com en tad os es el
de un im por tant e gra do de lat e ral i za ción hem is fér i ca de los camb ios de rCBF
asociados a la respuesta se xual. En general, se obs ervan ma yor es au ment os (o me nores
dismin u cio nes) en zon as del he mis fer io de rec ho. Este fe nóm e no es congruente con los
registros de EEG durante la RS, com entados arri ba, que mos tra ban una ma yor ac ti va ción
del he mis fe rio derec ho (Cohen et al., 1985). También está en línea con diversas ob ser vac
io nes clín i cas como las de la may or pre val en cia de di fi cultades sexuales en los pacientes
con ictus unilateral en el hem isferio derecho (Cosl ett y Heilman, 1986) y en pacientes de
ambos sex os con epi lep sia del lób u lo temp o ral der e cho (Dan ie le et al., 1997). Todo
ello sugiere una dom i nanc ia del he mis fer io de rec ho para la función sex ual, lo que sería
coherente con la idea generalment e acep ta da de que dic ho he mis fer io está es pec ial ment
e implic a do en la perc ep ción de est í mul os emo cion a les y la exp re sión de resp ues tas
afect i vas.

4. Pers pec tiv as fu tu ras

Esta bre ve re vi sión de al gu nos as pec tos de la neu ro bio lo gía y en doc ri no lo gía de
la Res puest a Se xual Hu man a, apo yad a en los da tos más re le vant es pro por cio na dos
por la in ves ti gac ión en animales de lab oratorio, muestra ante todo lo mucho que nos que
da por elu ci dar so bre los me ca nis mos ce reb ra les de la se xual i dad.
Una de las principales carencias es la de mod elos teó ricos que den cuent a su fic ien te
de las comp le jas int e racc io nes de pro ces os neur a les, hor mon a les, cogn i tiv os, emo
tiv osy so cial es que sub yac en a la exp resión de la emoción y la conducta se xual en nuestra
especie. Una in ter e sant e ela bor a ción int e grad o ra es la prop ues ta por Fisher (1994,
1999). Sugiere la existencia en el cer ebro de tres sistem as pri mar ios de emo ción, ind e
pend ien tes aunq ue in ter re lac ionados, los de luj u ria, atrac ción y ape go. Cada uno de
ellos habría evol u cion a do para dir i gir un asp ec to dif e rent e de la re prod uc ción de los
mam í fer os y aves y con llev a un re pert o rio cond uc tual esp e cífic o: a) el im puls o se
xual, lib i do o lu jur ia, ca rac te ri za do por un ansia por la gra tif i cac ión se xual, est a ría
rel a cion a do prim a riam en te con los andrógenos (y en las hembras de muchas esp ecies
los estrógenos) y mot ivaría a los individuos a la unión sexual con cualquier pa re ja ade cua
da; b) el sis tem a de atrac ción (lo que en humanos se pue de lla mar «amor apas io na do»,
«amor obs e si vo» o enc a pri chamien to), cent ra ría la aten ción en una par e ja pre fe ri da.
En hum a nos lleva tamb ién a buscar ávi damente la unión física y emocional con el «obj e to
esp e cí fic o del de seo» (una pers o na conc re ta); seg ún la hip ó tes is, es tar ía re lac io nad
o con al tos niv e les cer e bral es de do pa- mi na y de nor a dren a li na y ba jos de ser o to ni
na, y c) el sist e ma de apeg o se ma nifiesta en aves y mam íferos en la defensa del te rritorio,
la const ruc ción de nid os, ali ment a ción y acic a lam ien to mut uos y otras cond uc tas afil
ia tiv as. En hu man os, el ape go se car ac ter i za tamb ién por sen tim ien tos de calm a, se
gu rid ad y unión emo cion al. Estar ía pri mar ia ment e re lac io nad o con neu rop ép tid os
como la oxitoc i na, end or fin as y pro ba blem en te var ios otros. Este sis tem a emotiv o ha
bría evol u cion a do para mot i var a los ind i vid uos a man te ner sus con e xion es afi liat i
vas dur an te un tiemp o su fic ien te para complet ar los de ber es pa rent a les car ac ter ís ti
cos de cada esp ecie.
A lo largo de la evol ución, junto a ta les sistemas cerebrales para la lu ju ria, el amor rom
án ti co y el afil ia ti vo ha brían sur gi do gradualm en te otros cir cui tos neur a les que mod
u lan las cond uc tas dir igid as por aqué llos. Hay uno esp e cialm en te imp or tant e que per
mi te a los hum a nos cont ro lar sus tend en cias sex ua les soc ial ment e inade cua das o inc
on ve nient es. Tal sis te ma rad i ca ría en la cort e za prefron tal, una part e del ce reb ro que
se ex pand ió es pect a cul ar men te dur an te la prehist o ria hum a na hast a cons tit uir un
ter cio de la cortez a ce reb ral del hu man o ac tual y jueg a unpa pelprep on der an te en el
anál i sis de inf or mac ión com plej a y la or gan i zac ión tem por al de la cond uc ta, inc lui
do el leng ua je (Fust er, 1989). Es plau sib le que esta nueva «superestructura», para muchos
la «sede de la psique» o el «yo», teng a tam bién un gran prot a gon is mo en la plan i fic a
ción y org a ni zac ión de la con duc ta sex ual, so brep o niénd o se en gran med ida a los
«sistemas bás icos» an tedichos y permitiendo a cada uno de no so tros ind e pen di zar nos re
la ti va men te de las fuerz as de la lu juria, la atracción y el apeg o (y el desapego).
Lo ant e rior hace esp e cialm en te rel e vant es los es tud ios des cri-
tos arrib a so bre la act i vid ad me tab ó lic a de la cor tez a ce reb ral en rel a ción con la exp
e rienc ia se xual hum a na, puest o que el pa pel en la misma de la corteza cer ebral sólo
puede ser eva luado en tod as sus imp li cac io nes est u diand o nues tra esp e cie. Sin emb ar
go, los result a dos obt e nid os has ta ahor a me diant e téc ni cas de neur oi mag en func io
nal, por imp re sion an tes que res ul ten, pres en tan tod a vía import an tes li mi ta cio nes inh
e ren tes a la met o do lo gía em plead a. Las técn i cas util i za das has ta aho ra (PET y
SPECT) son adec ua das para el map eo me ta bó li co de la su perf i cie del cer e bro pero
pierd en efect i vi dad al int en tar det ec tar cam bios en es truc tu ras pro fun das. Ade más,
su res o lu ción esp a cial es tod a vía lim i ta da (va rios mi lí me- tros). Como se ha visto en
otros apartados, las regiones cerebrales más relevantes para la exp resión de la RS se
encuentran a bas tante profundidad, en el centro y base del encéfalo, y son bast ante pe
queñas. Es probable, por tant o, que en di chos est udios ha yan escapa do a la det ec ción cam
bios im por tan tes en la act i vi dad met a bó li ca de muchas áreas cerebrales. Es de esperar
que la aplicación de nuevas técn i cas de neur oi ma gen func io nal con may or po der res o
lut i vo, como la fMR, perm i ta obt e ner en el fut u ro próx i mo una vis ua liz a ción más
fina de los cambios de act ividad concomitantes a la Respues ta Sex ual Hu ma na.
CAPÍTULO 5
LOS SIGNIFICADOS DEL JUEGO: UNA PERSPECTIVA EVOLUTIVA

por J. LINAZA
CAPÍ
1. La dif i cul tad de def i nir el jueg o

El juego es un concepto esc urridizo. Si nos fijamos en un juego como el que realiza un
grupo de niñas con sus muñecas nos parecerá que tiene poco que ver con lo que se nos ocurre
al pensar en uno de mesa, como el parchís, o en un dep orte como el fút bol. ¿Se trat a ent on
ces de una es pec ie de es pej is mo, de un par ecido que sólo está en la palabra con la que des
ignamos actividades que, en el fon do, no tendrían nada en común?
Algun os psi cól o gos y biól o gos lleg an a esa con clus ión y con sid eran que no se
pued e es tudiar cient í fic a ment e el juego, porque no es po si ble enc on trar rasg os o ca
ract e rís ti cas com u nes a con duct as tan diversas como el golpear del son ajero de un bebé
y la par tida de ajedrez de dos adultos. Lo que tien en en común no son los aspectos extern os,
los mo vim ien tos o cond uc ta que es tu diab a el con duc tis mo, sino prop iedades internas
que hay que de ducir a part ir de otras más ex ter nas. Son ca rac te rís ti cas psi col ó gic as
las que com parten los dif e rent es jue gos.
En alg u nos exp e rim en tos se ha dem os trad o la fa cil i dad con la que cualq uier ob
ser vad or, sin es pec ial en tren a mient o, pue de distinguir comportamientos de juego de
otros que no sean de juego. Y somos capaces de esta distinción, no sólo respecto a los juegos
de los niños, sino a los de otras esp ecies, como los perros, los ga tos, los mo- nos, etc. Para
pod er realizar esa distinción nos ba samos en una se- rie de prop ie dad es o de ca ract e ríst i
cas que perc i bim os en los su jetos que juegan, aunque no seamos capaces de exp resarlas
verbalment e. Se tra ta, por tant o, de un co no cim ien to imp lí cit o que di fe- rent es in ves
tig a dor es se han es forz a do por hac er ex plíc i to. Es decir, ident i fic ar las ca ract e rís ti
cas o elem en tos com u nes de jueg os muy div ersos que nos permiten distinguir lo que es
jue go de lo que no lo es.

2. Car ac ter ís tic as del jue go

Éstas son las car ac ter ís ti cas que sint e tiz an do las prop ues tas por diferentes autores
(Piag et, 1947; Bruner, 1975; etc.) he mos propuest o en di vers as oca sion es (Li naz a, 1997;
Li na za y Mald o na do,

1987):

1. El jueg o es es pon tán eo. Se trata de una ac tividad libre, no cond i cion a da
por ref uer zos o acont e ci mient os ex tern os. Por el contrar io, las con duc tas que
son «ser ias» es tán con di cio na das por las propiedades de la real idad ex terna a la
que trat an de adaptarse. Esa es pe cie de ca rác ter «grat ui to», in de pen dient e de
las cir cunstanc ias ex ter io res, const i tuy e un ras go sob re sal ien te del jueg o. Su
cont ra par tid a en el or gan is mo es que el jueg o pro duc e pla cer por sí mism o, in
dep en dient e men te de met as u ob jet i vos ext er nos que no se marca. Éste ser ía su
se gundo rasgo.
2. El jueg o pro duc e pla cer. Frente a las conductas «serias», que sólo cabe eval
uar en función del lo gro de la meta propuesta, las conductas lúdicas se convierten en
met as de sí mismas. Desde los planteamientos de Freud, en los que los símbolos exp
resados en el juego alc anzan una función equi valente a la que tienen los sueños en
relación con los deseos inconscientes de los sujetos adultos, este car ác ter grat i fic a
dor y plac en ter o del jue go ha sido rec o noc i do por dif e rent es au tor es. Pia get y
Vig otsky, con ma tic es di fer en tes, señ a lan la sat isfacción de de seos inmediatos
que se da en el juego, o el orig en de éste pre ci sam en te en esas nec e sid a des, no
sat is fec has, de acc io nes que desb or dan la cap a ci dad del niño.
3. El jueg o pue de dif e renc iar se de los comp or tam ien tos ser ios con los que
se relaciona. El juego tien e un modo de organizar las ac cio nes que es prop io y es pe
cí fi co. La es truc tu ra de las con duc tas «serias» se diferencia en alg unos casos de
la de las conductas de juego por la aus encia de al guno de los elem entos que exhibirá
la conduc ta se ria. Pen se mos en las di fe ren cias ent re las con duc tas lú dicas de
pel eas en di fer en tes esp e cies de mam í fer os y las pro piam ente agres ivas; en el
caso de los pe rros, por ejemp lo, detectaremos enseguida la ausencia del pelo eriz
ado, de la cola erguida, de la po sición del belfo most rando los dientes, del mordisco
po deroso y firme en el curso de la int ercación, etc.
En otros cas os, las diferencias apa recen por la pres encia de ele mentos que son
caraterísticos del juego. Por ejemp lo, la cara de juego de los chimpancés, esa esp ecie de son
risa-mueca que avis a a quien va dir igida que todo lo que sigue es juego. En el caso an terior
de los per ros, el movimiento de la cola transmitiría un mensaje anál o go.
4. En el jueg o pre do min an las ac cion es so bre los obj e tiv os de las mis mas.
En el juego lo importante son los medios, no los fin es. Es uno de los rasgos más
aceptados como def initorios de la conducta de juego, su desc onexión con otro fin o
meta que no sea la propia acc ión lú dic a. Mien tras las llam a das cond uc tas «ser
ias» cons tit uyen un med io para lo grar un obj e tiv o de ter min a do, el jueg o con
siste en una acción vuelta sob re sí misma que ob tiene sat isfacción en su mism a eje
cuc ión. En el de sar ro llo ind i vid ual, el jue go no pued e aparecer más que en la
medida en la que se manifiesta tamb ién la inteligencia o la adapt ación «se ria». En la
med ida en que el mundo ext e rior se conv ier te en meta de nuest ras ac cion es, en
ob jet i vo de man i pul a cióny con o cim ien to, lasacc io nesson«inst ru ment os»
para log rar esos re sult a dos ext e rio res.
Pero el jueg o apa rec e en tonc es como pa rad ó jic o. Lo es, pre cis a ment e, por que no
res ul ta fác il iden tif i car la sat is facc ión ex tríns e ca que los org a nism os jó ven es po
drían obt e ner del jueg o, las ven taj as que en el curso de la sel ección na tural habría
supuesto la cap acidad para jugar.
Sin emb ar go, rec or dem os que tam bién en la exp li cac ión del desa rro llo int e lec
tual, de la mot i va ción que suby a ce a la cont i nua inform a ción que proc e sa un suj e to
hum a no mient ras apren de, se ha prop ues to como exp li cac ión que com prend er me jor el
med io en el que se des en vuelv en cons tit u ye una tar ea au tor re forz an te para los in div i
duos.
5. El juego es una actitud ante la realidad y ante nuestro propio com port a mient
o. Se trata, en efecto, de una actividad que sólo cabe de fin ir des de el pro pio or ga
nis mo inm er so en ella. Es ob ser vable, pos i ble de ident i fic ar des de fuer a, sus
cept i ble de anál i sis científ i co. Sin emb ar go, su car ác ter lúd i co vien e de ter
min a do desd e el sujeto que juega, no desde el obs ervador que lo ana liza.

Quiz á como con sec uen cia de tod as las ca ract e rís ti cas menc ionadas anteriormente,
el juego es un modo de interactuar con la rea- li dad que vien e de term i na do por fact o res
in ter nos de quien jueg a y no por las condiciones y las circunstancias de la realidad ext erna.
Esta últ i ma pued e, in dud a blem en te, mod u lar e inf luir en el jue go, pero éste se def ine
más como una actitud ante la realidad del propio ju gad or.

3. La exp li ca ción fun cio nal del jue go

Una de las primeras teor ías para explicar el juego fue la pro puesta por K. Groos (1898,
1901), llamada tamb ién del preejer ci cio. En ella se concibe el juego como un modo de
ejercitar o practicar los inst in tos ant es de que és tos est én com plet a ment e de sar ro llad
os. Esta formulación convierte la teor ía de Groos en un antecesor de los enf o ques func io na
list as de los ac tual es etó log os. Ambos se inspiran, efect ivamente, en la obra de Darwin
para suponer que si los or ga nis mos jue gan debe ser porq ue de ello se de ri va al gu na ven
ta ja en la lucha por la sup ervivencia. Groos en cuentra esa vent aja en la prác ti ca de los ins
tintos. Y, por ello, a la hora de cla sificar los di ferent es jue gos acu di rá a las ac ti vi da
desadul tas de las que con si de ra que cada uno de ellos es un predecesor.
Criticada la teor ía del instinto en la que se ba saba su explicación del juego, el enfoque
func io nal is ta de Groos se perpetúa en los mod er nos trab a jos etol ó gic os. Con vien e se
ñal ar la pa rad o ja que la cond uc ta lúd i ca ent ra ña para este enf o que, cuyo énf a sis se sit
úa en la rel a ción ent re con duc ta y med io. La ex plic a ción de los aprend i za- jes serios de
cada esp ecie se hace en función de su re levancia para la sup er viv en cia y ello plant ea la
pe cul ia rid ad de las con duct as de jue go, pues to que éste se de fi ne como com por ta mien
to «irre le vante», centrado en las acciones mismas y no en obj etivos ex ternos.
Una est ra teg ia se guid a con sist i rá en est u diar pos i bles fun cio- nes que no son perc
ibidas a primera vista. A la pregunta de ¿para qué sirv e el jue go?, los di fer en tes aut o res
resp on den con di fer en tes ejer ci cios, o prác ti cas ant i ci pad as, de las más diversas ha bi
li dad es. El proc e dim ien to pued e con sist ir en su pri mir exp e rim en talm en te el tipo de
juego de que se trat e —por ejem plo, el jueg o con la ma dre o con los iguales en los exp
erimentos so bre sistemas afectivos en los macacos de Harlow—, o en obs ervar las
consecuencias de su au sencia en cond i cion es na tur a les —como los chimp an cés huérf a
nos descritos por Law ick-Goodall, que no llegan a dominar las técnicas de pesc ar ter mit as
con un palo hu med e cid o.
La otra est ra teg ia con sist e en iden tif i car las cond uc tas de jueg o prec i sam en te
por comp a rac ión de sus ele ment os y de su or gan i za- ción con los de aquel los com port a
mient os lla ma dos ser ios. Por ejemp lo, el jue go de luc ha ven drá det er min a do por:

a) La pres en cia de elem en tos que no est ánpre sent es en las lu -


chas real es, como la llamada cara de juego.
b) La ausencia de elem entos que sí es tán presentes en una lu-
cha real, como el tipo de mord isco.
c) La combinación de elem entos en un orden distinto del que
apa re ce en la cond uc ta se ria.

Una vez de fin i da aquel la conducta que llamamos juego, los es tud ios sue len trat ar de
ve ri fic ar su pre senc ia en in di vid uos de di fe rent es es pec ies, dis tint as eda des, sexo,
est a tus, etc. Cuand o este enf o que se ha llev a do al est u dio del jueg o in fant il hu man o
(Blurton-Jones, 1967; Smith, 1982) se han mantenido tamb ién ambas est ra teg ias. En los es
tud ios ex per i men tal es se tra ta de prop or cionar cierta exp eriencia (o ausencia de ella) y
ver cómo ello in fluye en comp or ta mient os ul te rio res. En los más desc rip ti vos se ident i
fi can prev ia men te las cat e go rías a est u diar. Y aquí, el avanc e tec no ló gi- co que ha
supuesto el víd eo permite pos poner su descripción a una fase posterior a la de obs ervación,
en la que se identifica su presencia en dif e rent es me dios (fís i cos o cult u ral es), en gru
pos de dist in ta edad, sexo, etc.
Este modo de plantear el est udio del juego permite es tablecer una ciert a con tin ui dad
ent re com port a mient os lú dic os de los primates no humanos y los humanos, no sólo
respecto a la forma adoptada por ese juego «rudo y des ordenado», sino por las di ferencias
que en él se ob ser van en tre jug a dor es de di fer en te sexo.
Esta mism a con tin ui dad en tre esp e cies lle va a alg u nos de quienes adoptan este enf
oque a prescindir de cualquier otra información que no sean los eto gram as mo tor es cui dad
o sam en te def i nid os. El énfasis en las ba ses biológicas de est os juegos lleva a en tender
como puro epi fen ó men o todo lo de más. Así, por ejem plo, Aldis (1975) anal iza di versos
juegos infantiles, entre ellos los de la «liga» o el «pilla-pilla», juegos de persecución en los
que un niño corre de- trás de otros hasta alc anzar a uno de ellos y tocarle con la mano,
momento en el que se produce una inversión de pap eles y quien pers e guía se trans form a
en per seg ui do y vicever sa. Al ref e rirs e a ellos, Aldis afirma que:
La explicación más simp le es que tal in versión de pap eles es de cretada por las reglas del juego; en
otras pal abras, que constituye un fe nómeno cultural. Pero esto no pued e ser una ex plicación completa
porque la inv ersión de pa peles es univ ersal en el juego de persecución de to dos los anim ales... Lo úni
co que ind ica es que el juego de la liga, y con él la in vers ión de pa pel es,tie neuna base in na ta, aun que
muc has for mas cul- turales dist intas se han aña dido a ella (Aldis, 1975, p. 212).

La cita sirve de ejemplo para ilustrar cómo el esf uerzo por en con trar univ er sa les, en
las form as de jue go de es pe cies dis tint as, con du ce a al gu nos au to res a mi nus va lo rar
la im por tan cia de otras va ria bles y fact o res pre sen tes en ese mism o jue go.
No prescindir de informaciones tan val iosas como las que proporc io nan los prop ios su
jet os so bre aquel lo que es tán hac ien do, sobre el modo en que se representan la situación,
etc., no impide val orar las técn i cas de ob serv a ción inc or po ra das desd e la eto lo gía, las
desc rip cio nes de paut as lú di cas, y las pos i bles func io nes del jueg o en otras esp ecies,
etc.

4. El juego en las distintas esp ecies

Fre cuent e ment e se atri buy e a com por tam ien tos como la int e ligenc ia, o el len guaj
e, las di fe ren cias más imp or tan tes ent re los huma nos y otras esp e cies. En las últ i mas
dé ca das se ha po pu la ri za do la investigación de lo que se vien e de nominando teor ía de
la mente, la cap a cid ad para atri buir a otros ser es hu ma nos proc e sos ment a les no dir ec
ta men te perc ep ti bles y para atrib uir a di chos proc e sos una re la ción cau sal con de ter
mi na dos com por ta mien tos. La idea de agente, que distingue a cualquier ser vivo, se comp
lementa con esta cap a cid adparapro ces arlasin tenc io nes,losde seos,lascreen cias,etcét e ra,
que de senc a den an los co rresp on dien tes com port a mien tos.
La may or par te de prop ia in ves tig a ción se ref ie re al jueg o en hum a nos y, al ref le
xio nar sob re este fe nóm e no, pued e que este hecho int ro duzc a ses gos. Por ello es imp or
tant e re cord ar que, como suc e de en el caso de la int e lig en cia, su man i fest a ción en
nuest ra espe cie es el prod uc to de un larg o pro ce so de evol u ción fi lo ge né ti ca. En
realidad, una de las teor ías más aceptadas en la ex plicación de los fen ó men os lú dic os, la
del psi cól o go sui zo Jean Piag et, vin cul a las dif e rent es ca teg o rías o form as de jue go
a las transf or mac io nes que se producen en las est ructuras de co nocimiento de los ser es
humanos a lo larg o de la infancia.
Desde esta perspectiva el juego es un modo pec uliar de adap tación a la real i dad esp e
cialm en te car ac ter ís ti co de aquel las es pec ies que disponen de una larg a infancia (véase
Piaget, 1947; Bruner, 1972; Fag en, 1981). Con viene señ alar una analogía y una diferencia
ent re jue go y adap ta ción in te li gent e en la ter mi no lo gía de Piaget. Ambos tip os de
com por tam ien tos est án au tom o tiv a dos y son ref or zant es. Co noc er o ju gar res ul tan
sat is fact o rios por ellos mismos, no req uieren de re fuerzos ext ernos para que apa rezcan.
Sin em bar go, así como la adapt a ción int e li gent e tie ne una meta hac ia la que va dirigida
su act uación y, una vez al canzada la misma, fin aliza la acción enc aminada a ella, en el caso
del juego, la acción no persigue una meta ext erna sino que se convierte ella misma en el obj e
tiv o y de ahí su rei ter a ción. El car ác ter plac en ter o y re pet i tiv o ser án al gu nos de los
elem en tos que muy div er sos aut o res int ro du- cen en la definición de juego.
Resulta muy sorprendente comprobar cómo, a lo largo de todo un si glo, dif e rent es in
vest i gad o res, int ri ga dos por la comp le jid ad del fen ómeno, se tro piezan una y otra vez
con la dificultad de su de- fin i ción prev ia. Pero, pues to que el cons en so ent re ob serv a
dor es es grande a la hora de ident i fic ar com port a mient os lú di cos, una pos ibi lid ad es
sus pen der temp o ralm en te dic ha de fin i ción util i zan do una tau to lo gía: jue go es lo
que los es tu dio sosdel fe nó me no ca li fi can de tal. (En realidad, no ser ía muy diferente de
la definición tau tológic a que de la in tel i genc ia pro porc io nan los tests como ins trum en
tos di se ña dos para me dir la.) Una con se cuen cia de esta di fi cul tad para definir el juego
es que tamp oco resulta fá cil exp licar su valor bio ló gi co y ada pta ti vo. Por ejem plo, otro
fe nó me no que fre cuen te men te en cuen tra di fi cul ta des para es tas de fi ni cio nes pre
vias a su estudio es el de la agresión. Sin emb argo, nuestras ideas es pontáneas so bre los
com por ta mien tos agre siv os vin cul an és tos a la defensa del ter ritorio, al ac ceso a la
comida o a la pareja, a la def ensa de las crías, etc. En cualquiera de estos casos puede ent
enderse la vent a ja biol ó gic a que se de riv a ría de un com port a mient o agre siv o. En el
caso del juego no sucede así. Res ulta di fícil est ablecer las ventaj as adap tat i vas de esta in
cap a cid ad de adap tac ión de los su jet os inm a dur os. Lo que Bru ner lla mó el sín drom e
de in mad u rez. En las últ i mas dé cad as es tam os asis tiend o a un cier to rep lan team ien
to de las ca pac i dad es que han per mit i do a la esp e cie hum a na acu mul ar los
conocimientos a lo largo del tiempo, es decir, crear la cultura y hacer uso de ella para adapt
arse al medio. En el interesante tra bajo de Bruner (1972) se señalaban todo un conjunto de
mod ificaciones mor fol ó gic as, fun cion a les y comp or tam en tal es, que iban des de
pequeñas transformaciones en los huesos de la mano que permiten la util i zac ión de he rram
ien tas, el des a rrol lo cor tic al que sub yac e a las nuev as ca pac i dad es lin güíst i cas y
cogn i tiv as, has ta la com plej idad y sut i lez a de la sin ton i zac ión en las in ter ac cion es
so cial es tempranas adulto-niño. El juego apar ecía ya en este tra bajo como uno de los
grandes logros de la humanidad en la med ida que permitía un per ío do de prueb a y apren
diz a je sim u lad os, sin las con sec uencias que en sit uaciones serias, no lúdicas, po dría ten
er el ser in compet en te.
En est as úl tim as dé cad as ha co brad o im port an cia crec ien te lo que den o min a mos
cog nic ión so cial (véas e, por ejem plo, Turiel, Enesco y Linaza, 1985). Y, en est as
reflexiones sobre las transformac io nes que nos con viert en en hu man os, des tac an es pec
ial ment e aquellas que tien en que ver con el ac ceso a procesos psicológicos de los otros y a
su influencia en la conducta ext erna. Por ejemplo los que se conocen como teoría de la mente
(Leslie, 1987). Si Piaget se apoyó en los descubrimientos de Köhler para describir unas
estructu ras in te lec tua les en los ni ños pe que ños que des bor da ban cualquier red ucción a
la suma de condicionamientos (lo que en aquellos años se den o min ó el apren diz a je rep en
tin o o in sight), en estos últimos años hem os uti li za do la teor ía pia ge tia na para desc ri
bir la comp le ji dad del des a rro llo int e lec tual de los pri ma tes no hu ma nos, como
gorilas o chimpancés, y descubrir que buena parte de su es- fuerz o in te lec tual no va dir i gi
do a la ma ni pu la ción y cont rol de objet os fí si cos sino a la reg u lac ión de unas re lac io
nes soc ia les muc ho más complejas de lo que habíamos supuesto (Góm ez Crespo, 1990).
Al avanc e en la des crip ción y comp ren sión del comp or tam ien to en med ios na tur a les,
como los real i zad os por Jane Van God all o Dia na Fos ey, han se guid o en pa ral e lo int e
re sant í si mos exp e rim en tos en lab o rat o rios y en cont ex tos de crianz a muy ale jad os
de los ca ract e rís ti cos de est as es pe cies. En muc hos ca sos son cont ex tos e int e raccion
es de crian za muysem e jant esa los que ca ract e riz anel de sar rollo de los seres humanos y,
por ello, se hab la de un proceso de «human i zac ión».
M.Tom a sel lo, di rect ordelre ciéncread o Insti tu to MaxPlanckde Antrop o log ía Evo
lu tiv a, afir ma que la clav e de la adap tac ión hu ma- na es esta cap acidad que nos permite
en tender a otros ind ividuos como agentes intencionales, en el mismo sentido en el que nos
percibimos a nosotros mismos como tal es.
Los log ros que como es pec ie he mos cons e guid o en el co no cim iento y dom i nio del
mund o ex tern o cons ti tuy en el pun to de ref e renc ia para ent en der la int e lig en cia hum
a na como esa cap a ci dad para actuarefic az men te so bre él.Unarep re sen ta ciónpro gre si
va men te más com ple ja de esa real i dad ext er na y de nues tras pro pias ac cio nes al in te
rac tuar con ella ser ían los lo gros en el des a rro llo in te lec tual que describe una teor ía
como la piagetiana. Muchas de las versiones cogni ti vas o de pro ce sa mien to de la in for
ma ción ela bo ra das en las úl timas déc a das comp ar ten esta vis ión ins tru ment al, me
dios para lograr fin es, que per mi te va lo rar su efi ca cia y ven ta ja adap ta ti va. En esta
persp ec ti va, com en zan do ya con las prim e ras teo rías so bre el juego, como la de Groos
(1905), la manipulación lúd ica de ob jetos se pued econ vert irenunaex per ien ciaadic io
nalque,aunq ue nopro porcion e ven ta ja inm e diat a al or gan is mo inm a dur o, la ejer cit a,
pue de su pon er la a larg o pla zo para el ind i vid uo adul to. Con esta lóg i ca se plant ea ron
inv es ti gac io nes div er sas a princ i pios de los set en ta tratando de eval uar los efectos del
jue go en el desarrollo. Una de las prime ras di fi cul ta des con sis tió en dif e ren ciar lo que
era jueg o de las con duc tas de exp lo ra ción. El trab a jo de Su sa na Mil lar re su me buena
parte de aquellos esf uerzos. Bruner, Sylva y Jolly (1975) reunierontamb iénuna im pres io
nant e co lec ciónde invest igaciones so bre el tema. En una de ellas, realizada por Sylva y
Bruner, se util izó una sit ua ción par e ci da a la que orig i nalm en te perm i tió a Köhler desc
ribir el aprend i za je súb i to, o in sight, en los chimp ancés. Sylva y Bru ner comp ro ba ron
que la exp lo rac ión lú di ca de los dif e ren tes obj e tos con los que pod er construir una
caña más lar ga permitía a niños preesc o lar es ob ten er más éxi to en una tar ea de pes car
ob jet os fue ra del alcance de sus manos que a aquel los otros com pañeros que te- nían la
oportunidad de obs ervar un mo delo o de manipular sin juego esos mism os ele ment os.
En esta po si ble ven ta ja adap ta tiv a del jue go con ob je tos, que sin duda es muy frec
uente en los primates, aparece también en otras es pec ies como los car nív o ros. Sin emb ar
go, com par a do con el juego soc ial al que nos referiremos a continuación, el juego con ob
jetos es poco frecuente en muchas esp ecies de ma míferos (Fag en, 1981; Smith, 1984). Esto
no implica que, aunque esc asa, la exploración lú dic a del en torn o fí sic o no pue da ten er
con sec uen cias imp ortan tes para los ind i vid uos adul tos. Inspir a dos en las inv es tig a
cio nes que trat aban de evaluar la importancia de la ex periencia temprana en el des arrollo,
diseñamos un es pacio muy amplio en el Departamento de Psicología de Oxford, en el que
criamos ratas de labor a tor io (hoo ded) en cond i cion es muy di fer en tes a las hab i tual es.
Adem ás de man ten er jun tas a var ias ca mad as des de el nac i mient o, dis e ñam os pla taf
or mas, tob o gan es, tu bos, etc., por los que pud ieran desp lazarse. Comparadas de adultas
con otras criadas en condic io nes hab i tual es de la bo rat o rio, en jaul as in div i dual es, lo
que en aquel los años de nom i náb a mos un med io en riq ue cid o (en rea lid ad se trataba de
un med io un poco me nos deprivado del hab itual en los lab o rat o rios) conv er tía a los
anim a les criad os en él en in di vid uos mucho más activos en el campo abierto o en ruedas
de act ividad, más efic a ces en los aprend i zaj es de dis crim i nac ión en la be rint os y más
resistentes a la ext inción de di chos aprendizajes una vez adquir i dos (Li na za, 1974).
Pero, como señ a lá ba mos ant e rior men te, el jueg o con ob je tos es mucho men os
frecuente en los ma míferos que el juego soc ial o de interacción. Sin duda, en los humanos
hay dos grandes categorías de jueg o de in ter ac ción que rep re sent an un alto por cen taj e
de nues tra actividad lúdica: los juegos de ficción y los juegos de reglas. Los últim os, in cluy
en do jueg os de mesa y de port es, cons tit u yen un import an te cap í tul o de cual quier cult
u ra hum a na y son pract i ca dos no sólo por niños sino por adultos. Entre las diversas
funciones psico ló gi cas que cum plen es tas act i vi da des cabe dest a car la se ña la da por
Piaget (1932): los niñ os aprenden jugando a practicar las reglas coordinando sus acc iones
con las de otros ju gadores, pero, adem ás, desc u bren que est as re glas, base del func io nam
ien to de cualq uier sociedad humana, no son más que el res ultado de los acuerdos entre
ellos.
Sin emb argo, es tas dos grandes categorías de juegos, de ficc ión y de reglas, son de apar
ición tar día en el ser humano. Sólo a part ir del segundo año de vida puede el niño diferenciar
ent re lo que es ficción y lo que no lo es. Los guiones, que sirven para est ructurar y dar
sentido a las acc iones e interacciones en las que los niños pequeños fingen ser personajes
distintos de ellos mismos, van creciendo en com plejidad y di versidad a lo largo de los sig
uientes años y si guen ins pi ran do jueg os in fan ti les cuand o ya pue den par ti ci par tam
bién en los juegos de re glas. Las re pre sen ta cio nes com par ti das que suponen los guiones
(como el que inspira el juego de las ma- más, o de las tiendas) y las reglas requieren de est
ructuras in telectuales como el símbolo o la operación ment al, que son características ex clu
si va men te de los hu ma nos.
En otras esp ecies de ma míferos, el juego soc ial es tam bién la man i fest a ción lú dic a
más fre cuent e.

5. Los juegos soc iales: jugar a luchar

Men cio ná ba mos an tes la di fi cul tad de de fi nir con pre ci sión las for mas de jueg o y
los de ba tes so bre la po si bi li dad de dis tin guir entre juego y otras conductas no lúd icas
como las de ex ploración. Los jueg os so cial es, y es pec ial ment e los jue gos de lu cha (play
fighting), son los más frec uen tes, los que mej or iden tif i ca mos los obs er vad o res
humanos y en los que may or concordancia se pro duce entre jueces cuand o se les pide ca teg
o ri zar el comp or tam ien to obs er vad o. Más del 80 % de los estudios emp íricos so bre
juego en especies dif erentes de los primates versan sobre estos juegos de lucha. Muc hos de
ellos siguen lo que podríamos llamar «modelo biol ógico» de es tudio y ex plic a ción del jueg
o. Iden tif i ca das las cond uc tas que def i ni mos como jueg o, el es tud io con sist e en es
tab le cer rel a cion es en tre la frec uen cia y dur a ción de est os com port a mient os y las di
fer en tes var ia bles cuya man i pul a ción es obj e to del est u dio (niv e les horm o nal es, de
sar ro llo del org a nism o, sexo, ac ti vid ad de di fer en tes estruct u ras del sist e ma nerv io
so, etc.).
Un primer problema con la def inición es que los juegos de interacción soc ial, como el de
lucha, re quiere no sólo que uno de los org a nism os ata que sino que el otro se def ien da.
Sin esta seg unda resp ues ta, el ataq ue lú di co qued a rá con ver ti do en una inic ia ción del
juego sin éxit o. Para que llegue a convertirse en tal re quiere una resp ues ta igualm en te lúd
i ca del comp a ñer o de jue go, cont raa ta car. Uno de los prob le mas re cu rren tes de toda
inv es ti ga ción sobre jueg o es que el con ten i do emoc io nal de est os com port a mient os
hay que inf erirlo de índices ex ternos. En el caso de los humanos disp o nem os de la ven taj
a enor me del leng ua je para pod er pre guntar por el sent i do o sign i fic a do que ese juego
de lucha tien e para los niños. Pero en ést os, como en otras es pecies, el carácter agon ista de
estos comportamientos puede cambiar en el curso mismo de la int eracción. En cuanto uno de
los part icipantes sufra dolor más allá del niv el to ler a ble, o mal in terp re te el sent i do del
ataq ue, el jue go de lucha se convierte en ocasiones en luc ha real.

5.1. EXPERIMENTOS FRENTE A OBSERVACIONES: EL PUNTO DE VISTA DEL OBSERVADOR Y EL PUNTO


DE VISTA DEL OBSERVADO

Com en zar e mos por com en tar la perm a nent e ten sión en ciencias como la etol ogía o
la psicología en tre control de la situación ob- servada y val idez de lo que se ob serva. El
avanc e en el co nocimiento requiere con frecuencia la fragm entación de lo que se ob serva,
la desc om pos i ción en elem en tos o unid a des, etc. En el mod e lo que hemos llam a do
«biol ó gic o» al gun as de las pre gunt as for mul a das requier en una cier ta rest ric ción del
mov i mien to del anim al ob ser vado, la imp lan tac ión de re gis tros que prop or cion en in
form a ción sobre det er min a das est ruc tur as ner vios as mien tras jueg an, la su presión de
otras para comprobar el efecto de su aus encia, etcétera. Nuest ros co no cim ien tos sob re el
sis tem a ner vios o han ido in cremen tán do se en la med i da en que nuev as tec no lo gías
perm i tían observ a cion es so bre su func io na mient o en con dic io nes men os res tringi
das, resp e tan do su int e gri dad y acer can do las sit ua cio nes de laboratorio a las de la vida
real. Como ocurre con otros comp ortamientos soc iales, las luchas o el sexo, el avance en es
tas tecnologías para reg is trar la act i vid ad de es truc tur as del sis tem a ner vios o permit i
rá con o cer mej or su pa pel en det er min a dos comp or tam ien tos, lúd i cos o no lúd i cos.
Aunq ue iden tif i quem os y des crib a mos mej or la act i vid ad de los sis tem as bio lóg i
cos que hac en po sib les es tos comport a mient os, nues tro mo del o ex plic a ti vo deb e rá
seg uir in corp o rando este otro niv el comportamental en el que, para que se den fe nómenos
como el juego, es necesaria la pres encia de otro compañero que lo provoque o lo
desencadene.
Una de las grandes aportaciones de la etol ogía ha sido la de reivind i car la obs er vac ión
como mé tod o y el me dio nat u ral como context o en el que in terp re tar el comp or tam ien
to. Comp a ran do con los inn u mer a bles exp e ri ment os rea liz a dos por los psic ó log os
en la bo- ratorios dur ante la primera mitad de este si glo, es evid ente que el avanc e ha sido
no ta ble. Pero la obs er va ción req uie re ident i fi car de modo claro y unívoco aquello que
se está estudiando. En este sentido, el juego muestra una cierta pec uliaridad respecto a otros
com portamientos no lúd icos con los que, en ocasiones, se confunde y de los que, en otras, es
mero precursor. Otra de las aport aciones de la etol o gía es hab er co menz a do a des en trañ
ar la com plej i dad de la comun i cac ión en tre los ind i vid uos de una mis ma esp e cie y el
pap el cla ve que jue gan de ter mi na dos com port a mien tos en esa co mu ni cación. Pero la
señ al puede serlo para quien la percibe sin que constitu ya en ab so lut o un ob je ti vo ex plí
ci to para quien la emi te. Los cazad o res son há bil es in térp re tes de se ñal es que, ni mu
cho me nos, son env ia das por sus presas. Encontramos aquí un primer nivel de dif e renc ias
en tre quien ob ser va la señ al y quien es ob ser vad o. Pero hay señales que par ecen serlo en
el ple no sentido del térm ino, enviad as con un ob jet i vo prec i so para su cor rec ta int er
pret a ción. Y luego hay señales que det erminan cómo interpretar otras que le si guen. Nos
adentramos con ello en el complejo ámb ito de la comunicación que, desde nuestro punto de
vista, ha transformado la psicolo gía act ual. Pero tam bién en el est u dio del com por ta mien
to animal está ten ien do pro fun das cons e cuen cias. Bat e son ya co men ta ba la im por tan
cia de det er mi na dos comp or ta mien tos que cond i cio nan el significado de tod os
aquellos que le siguen. La sonrisa del chimpancé o el movimiento del rabo en los cán idos
serían ejem plos de es tas metaseñ a les. Sin em bar go, el sign i fi ca do (o la int en ción) de
un com por ta mien to de ter mi na do sólo pued e es ta ble cer lo el prop io in di vi duo que lo
ejec u ta. Por ejemp lo, cuan do nos ref e ri mos a un ser humano diríamos que form a parte de
su condición de agente. Trat ar de aden trars e en el sig ni fic a do o la int en cion a lid ad de
una acción (o de una int eracción) para otro constituye una de las me tas de una dis ciplina
como la psi cología y, en la vida co tidiana, uno de los req ui si tos de la int er subj e tiv i dad
que nos perm i te act uar como hum a nos. El est u dio de la com u nic a ción y de su des a
rrol lo on tog e nét i co y fi log e nét i co const i tu ye hoy un área de enorm e ac tiv i dad en
la psicología. Por ello, el est udio de fe nómenos como la atención conj un ta (Scaif e y Bru
ner, 1975), la ficc ión com part i da (Lesl ie, 1987) o la teor ía de la mente (Premack, 1981;
Leslie, 1987) han puest o en el pri mer plan o de la in ves ti ga ción psic o ló gi ca la rel e
vancia de las int e racc io nes soc ia les en el prop io de sar ro llo cogn i tiv o.
En el caso de otros mamíferos, el juego soc ial, el juego de lucha, req uie re tamb ién de
una coor din a ción y de una elab o rac ión res pec- to a lo que esos ataq ues y contraataques
significan. Cualquiera de los dos participantes tien e siempre la op ción, en el mom ento en el
que cambian las condiciones por la virulencia, por la pres encia de otro individuo, etc., de
transformarlo en ataq ue real o en cesar en la cont i nua alt er nanc ia de tur nos de ataq ue y
de fens a. Evi dent e mente, no se trat a de an tropomorfizar y atribuir a otras esp ecies el
significado y los mec anismos de coordinación que se dan en el juego ent re hu man os. Pero
tam poc o cabe ne gar la comp le jid ad que esta di mens ión so cial in tro du ce en lo que he
mos lla ma do mo de lo bio ló- gic o de es tud io del jue go. Los com port a mient os lú dic os
se de fin en siempre en re lación a otros no lú dicos y de ahí la dif icultad de su iden ti fic a
ción, la amb i güed ad de al gun os de ellos y la po si bi li dad de desp la zam ien to de unos a
otros. Para alg u nos aut o res, est os comport a mient os lú dic os no son más que la eje cu
ción inm a dur a de los no lúd i cos. Por ejemp lo, en las in ter ac cion es so cial es amis tos
as, que muc hos iden tif i can con form as de jue go soc ial, al gun os au tor es pref ie ren desc
ar tarl as como jue go e ident i fic ar las como cond uc ta sex ual in mad u ra. Las aprox i mac
io nes e int en tos de mont a no serían prop ia ment e lú dic os sino com port a mient os in
mad u ros e inef ica ces.
El problema rad ica en que cuando ha blamos de un comportamiento como el juego de
lucha sab emos que en los mismos individuos en los que se está man ifestando es posible un
com portamiento agre siv o y no lú dic o.
Por ejemp lo, para autores como Pellis y Pellis (1998) hay dos grandes grupos de
conductas no lúd icas con las que se relaciona el juego soc ial: las conductas de agresión y las
conductas amistosas. Cuando describimos el jueg o de lucha, los ata ques lúdicos van
dirigidos a las mismas partes del cuerpo a las que van dir igidos los comp or tam ien tos ser
ios. Las agre siv as pue den ser de pe leas o de depredación y, en función de ello y de las paut
as características de cada esp ecie, las conductas de juego se dirigen a las mismas partes del
cuerpo del comp añero de juego a quien irían dirigidas si fue ran no lúdicas. Y lo mismo
sucede con las conductas amistosas cuyo equi va len te no lú di co se rían los com por ta mien
tos se xual es. Las respuestas a los ataq ues y el continuo cam bio de roles son alg unas de las
ca ract e ríst i cas que muc hos au tor es men cion an como de fin itorias del juego de lucha
(Aldis, 1981; Bek off, 1995; Fagen, 1981). Las variaciones en alg una de ellas coincide con la
disminución o de saparición del juego. Por ejemp lo, en el co mienzo de la pubertad en las ra
tas los cont raa taq ues son me nos frec uen tes como resp ues ta al ata que lú di co ini cial y,
con se cuen te ment e, la pro ba bil i dad de que de semb o que en una ver da de ra lu cha se in
crem en ta no ta ble- mente. De hecho, con la exc epción de los humanos, en to das las es-
pecies el juego com ienza a de caer con el inicio de la pubertad. Especialmente en el caso de
los mac hos, el juego de lucha se hace más rudo y ter min a con vir tién do se en lu cha real.
Pe llis y Pe llis (1998), uti li zan do la com pa ra ción de con duc tas de jueg o en di fe ren
tes es pe cies de roe do res, va lo ran la po si ble univers a lid ad de las ca ract e ríst i cas desc
ri tas en cada es pec ie y su posib le ge ner a liz a ción. Quiz á es pron to para pro pon er,
como pre tenden ellos, modelos de juego muy universales. Para quienes hemos obs er vad o
pau tas de jueg o en ra tas, per ros, go ril as y hu man os son evid en tes las enor mes va riac
io nes que esa cond uc ta mues tra de una a otra especie. Pero desd e la perspectiva de un
psicólogo evo lutiv o tie ne par tic u lar in ter és el con trast e en tre dosmo del os de ex
plicación. En el que llamamos «biológico», la conducta de juego es elici ta da o de senc a den
a da por la pres en cia de det er min a dos elem entos, ent re ellos el com por tam ien to del
comp a ñer o. En un mo del o más «psic o ló gic o», la con duct a de jue go es sol i cit a da
por el comp añer o de jue go med ian te una com u nic a ción, señ al o men saj e. Para muchos
aut ores (Aldis, 1981; Wilson y Kei man, 1982; Poole, 1985; etc.), las señ a les que ind i can
de modo esp e cíf i co el sign i fic a do lúd i co de un comp or tam ien to son epif e nóm e
nos. Primero porque no es- tán presentes en tod as las es pecies que juegan (aunque el hecho
de no hab er las ident i fic a do aún no perm i te aseg u rarque no exist an de modo def i nit i
vo) y seg un do, porq ue in clus o en aque llas esp e cies que las util izan, no lo ha cen
siempre y de modo sistemático. Por ejemplo, la boca abierta, que tanto el chimpancé como
otros primates y carn í vo ros ex hi ben en el con text o de jue go, se con si de ra que no es
propiamente señ al de juego, puesto que no siempre aparece en el contexto de juegos de lucha
y porque en muc hos casos precede al com por ta mient o de mor der (aunq ue éste sea tam
bién lúd i co tanto por la pres ión ejercida como por la for ma). La lóg ica de ta les autores es
que para aceptar esos comportamientos como señ ales deberían est ar pre sen tes siemp re que
se produce juego. De lo contrario, arg u ment an, es una es púr ea co rrel a ción ent re am bos
fen ó men os que perm i te desc ar tar el car ác ter nec e sar io de la co mu nic a ción para que
se dé el juego.
Be koff, que ha est u dia do el pro ble ma de las señ a les lú di cas en el caso de los cán i
dos, con si de ra que ést as re sul tan nec e sa rias cuando cabe la pos ibilidad de que las ac
ciones de uno o de amb os compañeros de juego res ulten ambiguas para el otro. Las
aproximac io nes trot an do y las det en cion es brus cas, las rot a cion es o re torcimientos del
cuerpo, o la mencionada boca abierta, son tod as posibles señales de jueg o en diferentes es
pecies. No cabe la men or duda que los humanos sol i cit a mos jugar y lo mismo puede
afirmarse de los pri ma tes no hum a nos, aun que la comp le ji dad y di ver si dad de nuest
ros jue gos resp ec ti vos dif ie ran no ta ble men te. En la evol u ción fi lo ge né ti ca, elic i tar
y sol i cit ar no sólo no tie nen por qué ser exc luyentes sino que deb eríamos tratar de ex
plicar el cam ino que conduce desde el primero al segundo. Es prob able que en roe dores
como las ratas, alg unas de las supuestas se ñales, como los salt os, no sean sino epif e nóm e
nos. Pel lis et al. (1998) ase guran que el elemento de- sencadenante no es el salt o sino el
contacto con la nuca del com pañero lo que prov oca el inicio de un comportamiento lú dico
de lucha. Para ellos, no hay que exc luir la po sibilidad de que est os ele mentos, y
otroscomodet er min a das voc a liz a cion es, seanma ni fest a cion esde est a dos mot i vac io
nal es más ge ner a les, que busc an el con tact o fí sico con los cong é ner es, y no se rían señ
a les esp e cíf i cas de jue go.
Si las ma ni fes ta cio nes lú di cas de lo que en la li te ra tu ra se llam a jue go de lu cha
pue den re la cio nar se con otras con duc tas se rias como lu cha real, de pre da ción, con tac
to se xual o con duc tas amis to sas, el uso de una etiq ueta como la de jugar a luchar no es
muy ade cuado. Una al tern a tiv a se ría la uti liz a da para des crib ir el jue go de luc ha en
los prim a tes, jueg o rudo y de sor de na do (rough and tumble play), uti- liz a da orig i nal
ment e por Har low y pop u lar i za da por los etól o gos en su aplicación a humanos (Blurton-
Jones, 1967; Smith, 1981). Éste es el juego por ant onomasia de los primates no humanos y se
compone de dosfas es biendi fe ren cia das: pers e cu cióny con tac to fí si co. Enambas tien e
que es ta blec er se una coord i nac ión en tre las acc io nes de pers e guid or y per se guid o, o
en tre las de atac an te y def en sor. Ambos pa pe lessonrev er sib lesyesestare vers i bi lid
adunadelasca rac ter ísticas del juego (Góm ez Crespo, 1990).
Sin duda, de la comparación ent re el juego de lucha de diferentes esp e cies pod re mos
obt e ner una ciert a des cripc ión de cómo ha evol u cion a do fil o gen é tic a ment e esta ca
pac i dad lúd i ca que, en los prim a tes, se vuelv e ex traor di nar ia ment e om nip re sen te.
Cuant o más comp le jo es el comp or tam ien to soc ial que de ben adq ui rir los miemb ros
adul tos de la esp e cie, may or ven taj a adap tat i va tend rá el pod er en say ar lo sin cons e
cuenc ias dra má tic as (Fa gen, 1981). Pero cuanto may or sea la re levancia del juego en este
des arrollo, may or ven taj a su pond rá el no te ner que esp e rar pas i vam en te a que se
produzca la situación, o el conjunto de factores que lo eliciten o de sen ca de nen,y pod erso li
ci tar lo o pro vo car lo de ma ne ra ex plí ci ta.
Por últ imo, cabe es pecular con que el juego ind u cid o res pond e a paut as de adap tac
ión ga rant i zad as por me can is mos biol ó gi cos. El jueg o so li cit a do perm ite for mas de
adapt ación que va rían en función de car ac ter ís ti cas y circ uns tanc ias es pec í fic as de
cada in di vi duo y de las int eracciones sociales que inicia o en las que se involucra. El mod e
lo «biol ó gic o» po dría desc ri bir y exp li car el jueg o in du- cid o, pero para ha cer lo mism
o con el jue go sol i cit a do nec e sit a mos un mod elo más «so cial» en el que la acción de
otro org anismo y la coord i na ción de amb os ten gan en ti dad pro pia.
CAPÍTULO 6
CEREBRO DISMINUIDO:
EL VALOR DE LA EMOCIÓN Y LA MOTIVACIÓN

por JE SÚS FLÓR EZ y MARA DIERSS EN


1. Introd uc ción

Prob a ble men te to dos es ta mos de acuer do en que el ce re bro alberga y aglutina el
mundo de nuestra conducta, el mundo de nuestra cognición, el mundo de nuestros sent
imientos y el mundo de
nues tra ac ti vi dad eje cu ti va. Aun que de ma ne ra to da vía du bi ta ti va, va mos asign an
do en él lu ga res que par ti ci pan de man e ra pre fe rente en lo mental, en lo cond uc tual o
en lo afectivo. Pero de modo rec urrente siempre hay alg uien que nos recuerda que la
conciencia es una, y que no es pos i ble mant e ner nues tra ment e in cont a mi na da e in mun
e a nues tra tram a afec ti va.
Esto es cier to; pero es pos i ble aprec iar di so ciac io nes ent re estos mundos que el
propio pueblo llano sanciona. «Tiene su sens ibilidad a flor de piel» nos sugiere que la
persona exp resa su mundo afect i vo con ciert a des mes u ra. «Tie ne el cor a zón duro como
una pied ra» (cuando el corazón se nos hacía fuente de afectos) reproc ha el com por tam ien
to que apar en tem en te reg a tea sent imientos. Hay ojos que brillan ante el reto de una dif
ícil ta rea o de una dec isión com pleja; y hay ojos que vibran ante la secuencia ini ma gi na
ble y jam ás pen sa da de so ni dos que surg en de una gargant a pri vil e giad a. Nues tro ce
reb ro hu man o da mu cho de sí, ciertamente, pero el de cada uno de nos otros, con su
biografía a cuestas —la suya prop ia y la de sus an tepasados— acot a, se inclina por, se
siente más cómodo en, se muestra más proclive ha- cia, es dec ir, se lec cion a. Ca rác ter y
temp e ram en to term i nan por def i nirs e. Las in fluenc ias ge nét i cas y epig e nét i cas van
const ruyen do los hil os in vi si bles que aca ban en mar cán do nos y sujetándonos.
Nos inv i tan a int ro duc ir nos en el cer e bro dism i nui do. Y lo primero que nos
preguntamos es: «¿Disminuido en qué?» Quizá lo que pro ce die ra aho ra fue se em pe zar a
rom per es te reo ti pos, des mon tar todo el tin gla do le van ta do so bre el ci mien to de bar
ro del coe fi cien te in te lec tual, y em pe zar a hab lar de ca pa cid a des se lec ti vas, de fa
cultad es con cret as para la adap tac ión, de com pet en cias prec i sas en áreas bien acotadas.
Pero es evid ente que hay se res humanos que pos een limitaciones en su capacidad
intelectual, en un grado que les hace cor rer el riesgo de quedarse inermes a la vera de
nuestros cam inos. Puede ser vac i lant e el fluir de su pen sam ien to; pued e es tar ent u mec
i do su pod er de re flex ión; pue de sent ir se conf u sa su cap a cid ad de ab sorber y
relacionar la información que le inunda. Y sin embargo sig ue siend o él, sí-mis mo, quien en
de fin i tiv a de cid e, eje cut a, hace o deshace, exp resa de una ma nera inexplicable su prop
io coto de libertad; porque toda acción es consecuencia de una decisión pers onal. Ello se
hace aún más evidente en esta époc a en la que la co rriente edu cat i va trat a de con seg uir
que las per son as po sean grad os crecien tes de au to no mía, de ca pa cid ad de de ci sión y
de res pon sa bi li- dad personal sin la cual la autonomía sería una idea vac ua.

2. Ba ses mo le cu la res del apren di za je

Uno de los ha llazg os más de ci siv os en la mo der na neu rob io logía es la constatación
de que las señ ales evo cadas en las neuronas por es tí mu los ex ter nos pro vo can mo dif i ca
cion es en sus vías de trans duc ción que llegan a penetrar en el núcleo neu ro nal; de este
modo, tal es es tím u los pos een la ca pac i dad de des en cad e nar mod i fi- caciones
sustanciales en la exp resión de los ge nes de la neurona, que llegan a ser de largo alc ance
tanto en magnitud como en duración. La riq ue za de rec ept or es cap aces de capt ar esas
señ ales ext er - nas y la abund anc ia de cam in os metab ó li cos int rac elu lar e s que se ent
rec ruz an, conf luyen y div e rg en añaden un grad o más de comple ji dad a la ya rica mult i
pli ci dad de int e rac cio nes ent re las neuronas.
Es evidente que una neurona no se limita a participar en un únic o even to. Cada neur ona
es exig id a y so lic itad a po r múlt iples int erp el ac ion es; y no hay ra zón para ne gar la po
sib il id ad de que lo que de ella pue da no cons eguir una det er min a da señ a l ac tuand o
sob re un re cept or det erm in ado lo con sig a otr a señ al más afor tun a- da y capaz de
activar otro rec eptor distinto. Entendemos que la va- ried ad de reacc iones in tran e ur onal e
s en cadena que dep enden de dis tin tas cin a sas con for ma una sal va guar da o ga ran tía
para que, den tro de unos lí mi tes, es tí mu los de na tu ra le za dis tin ta ter mi nen por con se
guir el mis mo re sul ta do o res pues ta neur onal.
Las pos i bil id ad es de prom o ver est as caden as de reacc iones son var ias. En prim er
lugar, la desp ol ar i zac ión que act i ve can a les de calc io dir ect am en te o la acc ión de lig
and os que act i ven rec ept o res asociados a canales de calc io (p. ej., los glutamato tipo
AMPA y NMDA) inc rem ent arán la conc e nt ración de calc io int ran euron al y éste act
ivar á im port a nt es cinas as com o son la prot einc in a sa A (PKA), la prot ein ci na sa C
(PKC), var ias ti ro si naci na sas de la fa mi- lia Src y las pro teinc i nas as dep end ient es de
Ca2+/cal mo du li na (princ i pal men te la CaMKII y CaMKIV). En segundo lu gar, los nu me
ro sos li gan dos que ac ti van la ade ni lil ci cla sa y la fos fo li pa sa C fa cil ita rán la ac ti va
ción de PKA y PKC, resp ec ti vam e nt e. En terc er lugar, otros ligandos del tipo de los fact
ores de crecimiento act ivarán el fact or Ras y la ulterior cad ena de cinasas hasta act ivar la
MAP-cin a sa (vía Ras-MAPK). Las subu ni da des ca ta lí ti casde to das es tas ci na sas pue
den pe ne trar en el nú cleo neu ro nal en don de fosfo ri lan la pro teí na nu clear CREB o, en
el caso de Ras, la SRF, y de este modo las hacen oper ativas para que se fijen al CRE o al
SER de un gen, y pue dan así ini ciar la trans cripción gé nica
Es así como se provoca la activación de gen es de ac ción inm ediata y de acción tard ía
que, en último término, van a ge nerar dos tip os de mo di fic a cion es per ma nent es en el sis
tem a ner vios o de inmens a tras cend en cia: por una par te, re fuer zan la transm i sión en las
con e xion es si nápt i cas, y por otra, establecen y consolidan las redes int er neu ron a les.
Tal es la base funcional de la rec onocida propied ad del sis tem a ner vios o: su plas tic i dad.
La mem oria forma parte esen cial de todo proceso de aprendiza-

je. Existen formas muy diversas de mem oria que cumplen funciones muy dist in tas y que,
inc lu so, pue den ma lo grar se de ma ne ra independiente, de forma que, por ejemplo, se
pued e perder la cap acidad de rec ordar nombres y mantener la de recordar caras, o pod emos
olvidar lo que se nos dijo ayer pero seguimos recordando cómo se hace un bizcocho. Estas
múltiples form as de mem oria demandan múl ti ples sis te mas neur ona les de mem oria e n
el cer ebro. Lejos, pues, de ser un proc e so foc alment e lo cal i zad o o cer e bralm en te dif
uso, imp lic a la act i vid ad de num eros as est ruc tur as y sis tem as cere- bral es que sust
ent an los dist intos proc e sos mnés i cos (fig. 6.2) (véa- se exp os i ción det al la da en Flór
ez, 1999a).
Atend iend o a un par áme tro est rict am ente temp o ral, se pued e hac er una prim er a
dist inción ent re mem oria de dur a ción brev e o memoria a corto plaz o, y las de duración
más prolongada o mem orias a larg o plaz o. De forma gen eral se pued e obtener una mem
oria corta con una exp osición única a un est ímulo, mientras que para ob ten er una mem or
ia más prol on gad a es ne ce sa ria ge ner alm en te la rep etición de la tar ea. Sin embargo,
hay ocas iones en las que un únic o estím u lo es cap az de gen er ar una mem oria prol on
gad a, tan to o más que la rep et i ción de est ímu los no sign i fic a tiv os. Se trat a, lógic a
ment e, de es tím u los alt a ment e re lev an tes para el ind i vid uo que, por tant o, po drían
act i var los mec a nis mos cel u lar es im plic ados en la gen eración de me morias de larga
dur ación de for ma aguda. Exist en en tre amb os ti pos de mem o ria dif e renc ias mo lec u
lar es expresadas por el hecho de que la mem oria a corto pla zo no es su- prim i da por la inh
i bic ión de la sín te sis de prot eí nas, mient ras que la mem oria a largo pla zo lo es (Miln er
et al., 1998). Ello sugiere que, para que se establezca la consolidación de la memoria a largo
plazo, es necesaria la act ivación de la ex presión de gen es, a tra vés de la act i va ción de las
vías de se ña liz a ción in tra ce lu lar an tes se ña- ladas, que term inen por activar la
transcripción. No se conocen to davía cuáles son est os ge nes y cuál es el mec anismo de su
activación. Algunos trabajos indican que el factor de transcripción dep endien te de AMP cíc
li co (CREB) está imp li cad o en la trans for mac ión de las mem orias a corto pla zo en mem
orias a lar go plaz o. Así, la inyección de un olig o nuc leó tid o com pet i tiv o para in hib ir
bloquea sel ect iv am en te la pot enciac ión a larg o plaz o, sin que se afect e la fac ilit a c ión
a cort o plazo (Dash et al., 1990). En Dros op hi la, la in duc ción med iant e choq ue térmi co
de un transg é n dom inant e ne ga- ti vo para CREB alt era la adq u i sic ión de mem orias a
larg o plaz o sin afectar a las de corto plaz o.
Estos re sul ta dos su gie ren que la ac ti va ción de la trans cripción a trav és de CREB es
nec esaria para la formación de mem orias de larga duración, y que las diferencias temp
orales de alm acen am ient o dep en den de la inst aurac ió n del ref or zam ient o sináp ti co y
de su pat rón (Yin et al., 1994). Así, lo que prop orciona a la mem or ia su cual id ad de est
abil id ad es el crec imient o d e nuevas con ex ion es si náp ti cas. Este crec i mien to sin áp
ti co de pen de de la ac ti va ción de gen es de res pues ta in me dia ta de sen ca de na da por
CREB, act i vac ión que es inic iada por múlt i ples señ a les de neu rot ransm i so res, fac tor
es de cre ci mien to, etc.; en tre es tos genes se enc uentran los gen es que cod ifican para la
ubi qui ti na y para el fact or de transcripción C/EBP (Alber i ni et al., 1995; Alberi ni, 1999;
Hedg e et al., 1997). De hec ho, el bloq ueo de la exp resión de este último bloq uea el
crecimiento de nuevos contactos sináp ti cos.
Uno de los fen ómen os fis io lóg icos mej o r con o cid os, amp liam ente re co no ci do
como sust ra to fis io ló gi co de la prop ie dad de perm anen cia o de mant e ni mien to de la
plast i ci dad si náp ti ca, es la pot en- ciación a larg o plazo o de du ra ción sos te ni da (LTP:
Long Term Po- ten tia tion) (véas e Flór ez, 1999b). Por ello se piensa que la LTP es uno de
los mec anismos que int ervienen en la constitución de los pro ce sos de mem o ria, es pe cial
men te en la mem o ria de larg a du ración. Pues bien, la LTP es clar a ment e prom o vid a y
mant e nid a por los mec anism os mol ecu lar es arrib a desc rit os (fig. 6.1, paso 5). Caract
e ri zad a ini cial ment e en el área CA1 del hi po camp o, su pre sencia es vis ible tam bién en
la amígdala y en la may oría de las estructur as te len ce fá lic as.
Des de el punt o de vis ta mo le cu lar, se han de fi ni do va rios es ta- dios en la
consolidación de la memoria. En un primer estadio se prod u ce una LTP de nom i nad a tem
pra na que no re quie re sín tes is de pro teí nas, aunq ue ne ce sit a la ac ti vac ión de ci na sas
como, por ejemp lo, la CaMKII y una ti ros in cin a sa (fyn). Existe una se gunda fase en la
que la LTP (tar día) req uie re sínt e sis de pro teín as y ac ti- vac ión de PKA (Frey et al.,
1993). Es esta LTP tar día la que responde a la activación de los gen es de ac ción inm ediata
y tar día, antes señ a la dos. Hast a tal pun to est os ge nes son im port an tes en la formac ión
de la me mor ia y del de sar ro llo cogn i tiv o, que su al ter a ción ori gin a en los ani ma les
exp e rim en ta les la pérd i da de po si bi li dad es de me mo ria, y en la es pe cie hu ma na
pue de ori gi nar cua dros que cur san con de fic ien cia ment al (Ha rum y Johns ton, 1998).
Por ejem plo, el sín drome de Cof fin-Lowry, en el que existe un déf icit de la prot ein cin a sa
Rsk-2, que fosf o ril a y ac tiva CREB, y el sín drome de Ru bins tein-Tay bi, en el que existe
una anom alía del gen que codifica CBP, una prot eína nuclear que funciona como coac tiv a
dor a de CREB con la que forma un comp lejo para unirse al CRE de los ge nes.
Pue de ha ber tam bién si tuac io nes, sin em bar go, en que exis tan de fic ien cias cog ni
ti vas de bi das, no a la al te ra ción ge né tic a que repercute en la anulación de la exp resión
de una pro teína crítica para la trans cripc ión gé ni ca, sino a la me nor ca pa cid ad para ge
ne rar men sa je ros in trac e lul a res en resp ues ta a de ter mi na das y con cretas señ ales.
Así, por ejemplo, en el ra tón con tris o mía par cial del crom o som a 16 que se uti liz a como
mo del o ex per i men tal de sínd ro me de Down se ha dem os tra do que po see es ca sa me
mo ria es pa cial (Esco rihue la et al., 1995, 1998), una reducción de la formación de AMPc
en hip o camp o y cor tez a ce reb ral en res puest a a es tím u los beta-adren ér gic os y fors
kol i na (Diers sen et al., 1997), así como a est í mul os do pa min ér gic os D1 (Lumbreras et
al., 1999), y depresión en la pro ducción de LTP en hip o camp o (Sia rey et al., 1997).

3. Fact o res emoc io nal es y mo tiv a cion a les: mec a nism os de in ter ac
ción y de comp en sac ión

Esto sig ni fi ca que nos en con tra mos ante un mo de lo mo le cu lar que cla ra men te
nos in di ca que se ña les ini cial men te muy dis tin tas, sur gi das en áreas di fe renc ia das y
dis tan tes del ce re bro, uti li zan siste mas co mu nes o si mil a res de ac ti va ción que con
ver gen en vías fi na- les comunes. Es decir, puede ocurrir que una det erminada vía de se ña
li za ción (p. ej., la aso cia da a PKA) se enc uen tre alt e ra da, de modo que las señ a les que
act i ven dic ha vía re sult en in cap a ces de prov o car la form a ción de LTP y su cor res pon
dien te ex pre sión psi co bio ló gi ca; pero, en cambio, las otras vías de señ alización (p. ej.,
las asociadas a Ras-MAPK o a CaMKII) pued en estar indemnes, de modo que se ñales
distintas de las que activen la PKA de sen cad e nen su resp ec tiv a casc a da de reacc io nes
hast a ori gi nar la LTP des ea da. Es pos i ble tamb ién que de ter min a das vías de señ a liz a
ción se
enc uen tren asoc ia das a áreas cer e bral es con cre tas y a proc e sos psicob io ló gic os de
ter min a dos. Por ejemp lo, exis ten prueb as ex per iment a les de que det er min a das form
as de me mor ia como pue de ser la esp a cial dep en de prim or dialm en te de la act i vid ad
del hi poc am po; mientras que el aprendizaje de tar eas en las que se encuentren imp li cad os
fac tor es emo cion a les dep en de fund a ment al ment e de influencias que activan la form
ación de LTP en la amígdala (Ma ren, 1999). Pues bien, se ha pod ido comprobar en ra tones
que la afect ación o la supresión de la vía Ras-MAPK anulaba el aprendizaje aso- ciad o a un
es tad o emo cion al (amig dal ar), mien tras que no mod i fi- ca ba el aprend i za je es pa cial
hip o cám pi co (Bramb i lla et al., 1997), lo que sugiere que este último dep ende de unas
vías de se ñalización dif e rent es. Por con sig uien te, pued e ocu rrir el fen ó men o con trar
io: que det er min a dos aprend i zaj es aso ciad os a hi poc am po se vean comprometidos, sin
que se alt eren aque llos en los que exista un comp o nen te o des en cad e nant e emo cion al.
De la mis ma man e ra, en aprend i zaj es en los que in terv en gan conj un tam en te proc e
sos hip ocámp i cos, amigd a lar es y de otras es truct u ras, la les ión (ana tóm i ca o bioq uí
mic a) de una de es tas est ruc tur as pue de ser comp en sad a por la act i va ción y func io nal
i dad de las otras.
Debe hac er se una cons i der a ción adic io nal. El aprend i zaj e asociad o a si tua cio nes
de cont e ni do emo cion al men te sign i fi ca ti vo pare ce reg is trar se en los sist e mas cer e
bra les de mem o ria de una manera más constante y persistente (véas e Ro gan y LeDoux,
1996). Es muy pos i ble que en su proc e sam ien to int er veng an me can is mos similares o
incluso idénticos a los que hemos descrito para la form ación de mem o rias est a bles. Esto
sign i fic a que la ma nip u la ción emocion al del es tím u lo pued e ser uti liz a da para prov
o car camb ios en la plast i cid ad ce reb ral que se tra duz can en inc re ment os de las po si
bi- li da des cogn i ti vas.
Exist en abun dant es da tos exp e ri men tal es de cómo si tua cion es relacionadas con el
miedo o el est rés, a tra vés de la act ividad amigdal ar, sonca pac es de in fluirpos i tiv a ment
e so bre el aprend i zaj e y el alm a cen a mient o de me mor ia. Ma ren (1999) ha dem os trad
o la formación de LTP en las vías amigdalopetales, y que dicha form ación se enc uen tra dir
ec tam en te rel a cion a da con el aprend i zaj e emo cional, de form a que el blo queo de
receptores NMDA (y su cor respondient e pe net ra ciónde Ca 2+) bloq uea la inducción de LTP
en la amígdala, a la par que imp ide la formación de me moria emocional. Es evi den te que
otros est í mu los emoc io na les, y muy en part i cu lar aque llos que muest ran un alto com
po nen te mo ti va cio nal, han de act uar de modo si mi lar sob re los me can is mos de proc e
sam ien to y ret en ción de la inf or mac ión, re forz an do así su adq ui sic ión y con tri- bu
yen do a mej o rar la ca pa ci dad cogn i ti va.
Es tam bién amp lia men te re co no ci do el pa pel que los est a dos mo ti va cio na les de
sem pe ñan en el aprend i za je de div er sas tar eas. Todo el cuerp o doc tri nal ela bo ra do a
part ir de la in ves ti ga ción sobre los sist e mas cer e bral es de pre mio, fact o res ref or zad
o res y concept os re la cio na dos con la inc en ti va ción de la mot i va ción, anal i za- dos en
otro lugar (Flórez, 1996), tien e aquí plena vigencia. La curiosidad, el int erés, o el simple
deseo de alcanzar un ob jetivo son fact ores crí ti cos que prom ue ven y fa ci li tan las cond
uc tas de aprend i za je y la re ten ción y cons o li da ción de las tar eas apren di das. Efect i
va- ment e, los cir cuit os neu ron a les inv o luc ra dos en la exp re sión emocio nal mant ie
nen clar a re la ción con los imp li ca dos en las cond uc tas mo ti va cio na les; man te nien do
su pro pia iden ti dad, am bos in te ractúanent re síe in fluy ende cis i vam en te sob re
lasáreasneo cort i cal es rel a cion a das con la atenc ión, la cor tez a pre front al in vol u cra
da en la mem oria a corto pla zo, y dem ás áreas corticales y núcleos sub cor ti ca les e hi po
cám pi cos imp li ca dos en el des a rro llo de mem o ria a larg o pla zo.
El pro ble ma en térm i nos ped a gó gi cos res i de en sa ber cómo se des piert a el in te
rés, cómo se con o ce cuál es son los in te re ses real es ca pa ces de pro mo ver prim e ro, y
fac i li tar y mant e ner desp ués, la con duct a de apren di za je.
A la vista de la importancia que los sistemas y sit uaciones emocio na les tien en en la ins
tau ra ción y man te ni mient o de los sis te mas de me mo ria y apren di za je cabe conc luir
que la ac ti va ción, util i za- ción y ejerc i ta ción de tal es sis tem as pue den comp en sar ben
e fic iosamente, si bien en grad o va riable, el déficit de otros sistemas mnési cos. Éstas son,
pues, las bas es neu ro bio ló gi cas que exp li can las ex pe rien cias co tid ia nas, am plia
men te co no ci das y desc ri tas en la li te ra tu ra educ a ti va, las cual es mues tran la evid en
te sin er gia entre act i vi dad inf or ma ti va y mot i va ción en los alumn os con li mi ta- cio
nes in te lec tua les de div er sa nat u ra le za (Groln ick y Ryan, 1990; Deci et al., 1992;
Pintrich et al., 1994; Field, 1996; Hauser-Cram, 1996; Brillhart y Johnson, 1997; Palmer y
Wehm eyer, 1998; Koch, 1998; Ko kub un, 1999).
En con clu sión, nues tro plan tea mien to con sist e en que cuan do hay un dé fi cit cogn i
ti vo no de bi do a car en cia cons ti tu ti va de pro teínas esenciales que int ervienen en la
base mo lecular de los procesos cogn i tiv os, sino a li mit a cio nes rel a tiv as en el nú mer o
de se ñal es o en la ca pa ci dad fun cio nal de esas se ña les que pue den in ci dir so bre una
neur ona o neuronas, es pos ible compensar con un tipo de señ ales lo que no se pued e
conseguir con otras. Quizá pued a pa recer una sim pli fi ca ción; pero no de be mos an dar
muy des ca mi na dos si afirma mos que es tos me ca nis mos cons ti tu yen la base mo le cu
lar de cómo de ter mi na das in fluen cias pue den sup lir las ca ren cias de otras, de cómo
unas pot encian o consolidan la efic acia de otras, y de cómo se ex pres a la plast icid a d cer
eb ral tan to en térm in os es truct u ra les como fun cio na les. En úl ti mo tér mi no, se tra ta
de de sen tra ñar el problema (en términos moleculares, si se nos permite) de cómo la ejerci ta
ción o el apro ve cha mien to de sis te mas neu ra les func io nantes pue de inc id ir so bre
otros sis tem as li mit ados y ext rae r de ellos funciones que se creían perd idas o ausentes.

4. Los proc es os ope rat iv os emo cion ales y mot i vac io nal es

El mundo emoc ional es rico y var iado en matices. Aunque cada proc es o psico cond uc
tual req uiere el concurso de la act ividad de nume ro sas áreas cer e bra les, en el nú cleo de
cada sist e ma emoc io nal y mo ti va cio nal debe existir un proceso de mando, seg ún se ded
uce de la cap ac id ad que la est imu lac ión de áreas cer eb rales conc re tas tiene para ac ti
var pa tro nes coher en tes de cond uc ta emoc io nal. Unas veces la resp uesta será la ira,
otras el mied o, el dolor de la sep aración, la aleg ría sin lím i tes, el in te rés dec idi do y det
er mi nan te. Estas in fluen cias cen tra les coor di na do ras, a su vez, pro vo ca rán acti vi da
des coo pe ra ti vas que se ex tien den porotrossis te mas ce re bra- les, ge ne ran do así toda
una di ver si dad de ten denc ias de res pues tas de car ác ter tan to psic o con duc tual como
fis io lóg ico. To dos est os si stem as pueden ge ner ar sent i mient os emoc ion ales que se
exp e rien- cian ínt i ma men te (véa se fig. 6.3).
Cada sis te ma emo cion al está dis puest o de for ma jer ár quic a a lo largo y anc ho de
todo el cerebro, en ín tima interacción tant o con las est ruc tur as cog nit i vas sup e rior es
que han evo luc io na do muc ho más tard ía ment e en el de sar ro llo, como con es truct u ras
fis io lóg i cas esp e cí fic as y sis tem as mo tor es de lo cal i zac ión más in fer ior (Albert et
al., 1999; Beggs et al., 1999; Panks epp, 1998). No pa rece exag erad o afir mar que los sist e
mas emoc io nal es y mo tiv a cion a les tien en la virt ud de en sam blar muc has de las ac ti
vid a des sup e rior es e in fe- riores del cer ebro, y que cada sistema emo cionalin te ract úa
ade más con otros sist e mas emoc io na les próx i mos. Esto sign i fi ca que no hay emoción
sin su trasunto ment al, y que mu chos de los pensamientos evoc an emo cion es. Más aún, las
emo cion es co lor ean nues tros pensam ien tos; y con frec uen cia, los susc i tan. Junt o a
ello, fi nalm en te, no hay emoc ión que no evo que una cons e cuenc ia fi sio lóg i ca o
conduct ual.
Es punt o me nos que imp o sib le des cif rar con la ac tual tecn o lo- gía tod os los
sistemas que ope ran en el nacimiento de una det ermin a da emoc ión y mo tiv a ción, ni tod
os los ele men tos de neur o transmisión que son emit idos por los va riados sistemas. Pero
sentir se tris te o ale gre, alt i vo o val ien te, pu si lá ni me o dec i di do, debe obe de cer a la
act i va ción conc re ta y cir cunsc ri ta de sub sis te mas en los que conc u rren ele men tos
var ia dos de neur o trans mi sión quím ica. La tecn o lo gía inm u no ci to quí mi ca debe
perm i tir nos prec i sar poco a poco, al men os en el animal de ex perimentación, la var ie-

dad de neur o pépt i dos cuy as ac cion es con cu rren en la inst au rac ión de un det er min a
do sis tem a emo cion al. Igual men te, la cap a cid ad de la nuev a tec no lo gía gen é ti ca
para det ec tar las neur o nas que son act i vad as en el cur so de det er min a das exp e rienc
ias con ductua les, por ejemp lo de tec tan do los fact o res de transc rip ción que en esa cir
cuns tan cia se exp re san, ayu da rán a perf i lar es truc tu ras y cir cui tos neur o na les que
int er vie nen en form as es pe cí fi cas de con duc ta.
En la in ves ti ga ción rea liz a da en los se res hu ma nos se tie ne una conf ian za casiili
mit a da enlastéc ni casde neu roi ma genapli cad as a si tua cio nes di ná mi cas. Nad ie duda
de la ri quez a de sus apor tac io nes, pero es prec iso se ñalar sus limitaciones en el área que
nos ocupa, al menos en el mom ento presente. La rapidez de expresión de las emo cion es su
per a la ope rat i vid ad ac tual de esta técn i ca. Por otra part e, exis ten ser ios pro blem as de
in terp re tac ión, ya que las prop ias emo cion es pue den mod i fic ar el flu jo sang uí neo y
la oxig e nación por mecanismos que nada tienen que ver con una aut éntica ac ti va ción neu
ro nal.
Las emo cion es ope ran de modo in te rac tiv o en mu chos niv e les jerárquicos dent ro
del ce rebro, y estos niveles, a su vez, se comunican ent re sí bi dir ec cion al ment e. Esto sig
nif i ca que la con cienc ia afec tiv a ex per i ment a da in tern a ment e va a po der inf luir so
bre la cond uc ta de di vers os mo dos. Esta con cienc ia afec tiv a pue de no ser dec i siv a
para pro mov er rá pid as res pues tas emoc io nal es, pero sí para marc ar es trat e gias psic o
cond uc tual es a lar go plaz o. De he cho, nuest ro apa rat o cog nit i vo es cap az de mo dul
ar pro fund a ment e las tend en cias emoc io nal es.
Y es que en la respuesta emoc ional existe un com ponente de interpretación y de
apreciación que es complejo, en part e rá pido e inconsciente y en parte lent o y de liberado,
propio de una ment e humana que ha de afrontar el cómo vérselas con situaciones
emocionalm en te dif í cil es. De en trad a de ber e mos mant e ner la dist in ción ent re las res
pues tas int er pret a tiv as y las afec tiv as. Aun que los proc e sos neu ral es de am bos ti pos
de res puest a in ter ac túan amp liamente, esta distinción nos permite centrarnos en los tem as
más prim a riam en te afect i vos. Po sib le ment e, los me can is mos de la exper ien cia afect
i va, de la con duct a emo cion al y de la con duct a mo ti- vad o ra se enc uen tran int rín sec
a ment e en trel a zad os en las es tructuras más antiguas del cerebro: en la amígdala, en los
ganglios de la base, en part e de la corteza frontal y cingulada; o dispersamente dist ri buid as
por di vers as áreas ce reb ra les, o en re pres en tac io nes dis tri bui das je rár quic a ment e
como an tes se ha in di ca do, a lo lar go de los sis te mas emo cion a les eje cu ti vos que se
ex tien den en tre los ni vel es más su per io res e in fe rio res del ce reb ro.
Nos pa re ce par ti cu lar ment e im port an te man te ner esta dis tin- ción ent re los pro
cesos afectivos y cognitivos, por más que exista una ma si va in te rac ción en tre el apa ra to
cog nit i vo y emo cio nal. La conc ien cia afec ti va pue de al can zar un gra do de de sa rrol
lo cla rament e su per ior al de la con cienc ia es trict a ment e cog nit i va. No pocos pro ble
mas de de sa rro llo que ata ñen al ce reb ro pue den afec tar es truct u ras de apa ri ción más
tar día, más es tric ta men te neo cort i cal es, que per turb an la la min a ción e int er fier enel
ca blea do fin alde la cor tez a, pre serv an do en camb io es truct u ras cort i cal es y sub cort i
cal es de de sar ro llo más prim i tiv o y su fic ien te para dar base es tructu ral neu ral a la con
cien cia afec ti va.
El pro ble ma está en com pro bar en un in di vi duo con cret o cómo el mun do de la in
terp re ta ción cons cien te y de la eva luac ión mo du la el mundo de la conciencia afectiva, y
sob re todo, en qué gra do este últ i mo, adec ua dam en te in terv e nid o y ejer cit a do, pue
de inf luir sobre el mundo cognitivo. Lo normal es que, una vez que se despierta el sis te ma
emo cio nal y mo ti va cio nal, en tren en ac ción di ver sas funcio nes ce reb ra les de ord en
su per ior, des de sut i les aprec ia cion es a plan es con cret os. Estas in ter ac cion es en tre
emoc ión y cog nic ión forman parte de la vida diaria de cada persona, de modo que res ulta
más fác il re cord ar los acon tec i mient os re lac io nad os con epi sodios emo tiv os más que
reex per i ment ar las emo cion es vi vid as. ¿Qué elem en to pred o min a: el con trol cogn i
tiv o que ejer ce su inf luen cia sob re el pro ces o afec tiv o, o es más fuer te la inf luen cia
asc en dent e de lo afect i vo so bre lo cogn i tiv o? En tér min os neu roan a tóm i cos y neur
o quím i cos par e ce que el fluj o as cend en te es pred o min an te, lo que exp lica el hecho
de que las emo ciones y los afectos influyan sobre nues tras dec i sion es de for ma mas i va y
perm a nent e. Bien es verd ad, sin em barg o, que el gra do de cort i cal i zac ión al canz a do
en nuest ra es pec ie per mit e ejer cer un cont rol fre cuent e ment e de cis i vo sob re nues
tras emo cion es y su co rresp on dient e ex pres ión.

5. Conc lu sión

Si esto es así, y si rec ordamos que ante un cerebro disminuido de be mos pre gun tarn os,
por en ci ma de cual quier otra cons i de ra- ción, cuál es son sus ca pac i dad es y ha bil i dad
es, re sult a evi dent e que la influencia afectiva y emoc ional puede jugar un pa pel determi
nan te en el aprend i za je, de sa rro llo y con so li da ción de tal es ca pa- cid a des. Dic ho
así, re sult a har to inc on cret o por que ni toda inf luencia afect i va mod u la cualq uier con
duct a o fun ción cogn i tiv a, ni toda min us val ía ce reb ral se ca ract e riz a por un elen co
sim i lar de car encias y cap acidades. Se ha afirmado que, desde un punto de vista de la psic
o lo gía evol u ti va, la fin a li dad de los proc e sos cogn i tiv os está en ofrecer sol uciones
más sutiles a los problemas que plantean los est a dos de act i vid ad emo cion al; po si blem
en te, el dev e nir evol u tiv o ofrece una perspectiva bast ante más ambiciosa. Lo que sí nos
parece ciert o es que, en tér mi nos evol u tiv os, los es tad os emo cion a les del ser humano
adq uieren ta reas de gran cal ado, ya que lle gan a suscitar act i vid a des cogn i tiv as y, no
me nos imp or tant e, ac ti tud es mentales que de otro modo qued arían ig notas. Esto, que es
vál ido para cualq uier ce reb ro, dis min ui do o no, cob ra par tic u lar trasc en denc ia en sit
ua cion es en que la ca pac i dad cogn i tiv a se en cuent ra al ter a da, ya que las afer en cias
emoc io nal es y mo tiv a cion a les lleg an a su plir car en cias de est í mul os de otro ca ráct
er.
La emoc ión en el ser humano no es un lujo; nos ayu da a raz onar y a tom ar de cis io
nes; nos ayud a a co mu nic ar nues tro con ten i do mental a otras pers onas. No po demos
decir que la emoción sea lo opuest o a la cog ni ción porq ue no ac túan de man e ra sep a rad
a. Por otra parte, si se suprimen los sentimientos de la tar ea cognitiva pierd en sus sis tem as
de orien tac ión, se ha cen irrac io nal es.
Retornemos al punto en que se inició este anál isis. Nuestra vida es el res ul tad o, oja lá
que arm ó nic o,de nues tra con duct a, nuestra cog ni ción, nuest ros afec tos y mot i va cio
nes y nuest ra de li be ra da ac ción vo li ti va y eje cu ti va. He mos trat a do de most rar que
un ce rebro disminuido no tiene por qué carecer ni de mot ivaciones ni de afect os, y que és
tos, conv e nient e ment e for tal e cid os y uti liz a dos por una acc ión edu ca tiv a in tel i
gent e ment e di señ a da y pac ien tem en te aplic a da, son cap a ces de act i var los res or tes
biol ó gi cos disp o nib les para des a rrol lar al má xim o la po tenc ia lid ad cog ni tiv a que
hu bier e: en esta o en aquel la área, en esta o en aquella habilidad, en esta o en aquel la fa
ceta y most rar así su propio grado de inteligencia.
El gra do o in ten si dad de vol i ción y, sob re todo, la na tu ra le za de la intención hac ia
la cual esa vo lición se enc auza, no guarda re lación alg u na con la cap a cid ad de de sar ro
llar comp li cad os ar gum en tos cog ni ti vos. En camb io, sa ber aplic ar y ajus tar con ten a
ci dad la acción en el rumbo marcado por el des eo, y saber adaptar los de seos a la real i dad
marc a da por las prop ias po si bi li dad es y vi ven cias es man i fest a ción de act i vid ad
men tal sab ia y ar món i ca, al alc an ce de mentes en las que se puede identificar la vel adura
que en ellas vierten ciertas sombras.
Se ha dicho que educar la vol untad no consiste en ejercitar un múscu lo imag i na rio
sino en educ ar la in te li genc ia afec ti va (Ma rina, 1996). Pero no se ha predeterminado el
grado de inteligencia ni el área en que esa inteligencia se debe exp resar. Si en cualquier ser
humano atendemos más a sus «capacidades para» en lug ar de a sus «car en cias de» enc on
trar e mos una cop io sa gav i lla de pos i bil i dad es para enr i quec er esa in tel i genc ia afec
tiv a me diant e la es tim u lac ión lúcida de los sentimientos que le env uelven y de los deseos
que le solicitan. Lo grat ificante de esta propuesta es que no es fruto de refle xión so ña da
sino de una real i dad diar ia men te comp ro ba da.
CAPÍTULO 7
COMPUTACIÓN Y ANTROPOMORFISMO EN ROBÓTICA EMOCIONAL

por JOSÉ MIRA


1. El pro blem a de la emo ción ar tif i cial

En la desc ripción de AIBO, un ro bot de Sony con apar iencia de per ro, en con tram os
afir mac io nes como las sig uien tes: «AIBO fue diseñado para ser un robot aut ónomo, con
sus propias emo cion es e inst in tos y la ha bilidad para aprend er y ma dur ar. Así, reac cio
nar á a sus ent ornos de acuerdo consu pro pio jui cio y a vec es nos sorprender á ha cien do
cos as ines per a das» [...] «AIBO pued e apren der por ref uer zo y alab an zas. Si le rep ren
des mientras mira una pel ota, pront o ima gin a rá (com pren de rá) que no es bue na idea hac
er eso y pued e mos trar sign os de mal hu mor siempre que haya una pel ota en sus al red e
dor es. A ve ces inc lu so pue de volv er se loco y la drar» [...] «Las cosas que aprende con tu
guía se convierten en part es de su per son a li dad, hac iendo a tu AIBO di ferente de
cualquier otro.»
Esta des crip ción es rep re sen ta ti va de todo el mo vi mien to actual en torn o a la lla
ma da ro bó ti ca emo cion al que pre tend e transport ar al cam po de la rob ó ti ca y la comp
u tac ión el co no cim ien to emoc io nal (Breaz eal y Ve las u qez, 1998; Brooks et al., 1998).
Es de- cir, lo que fis ió log os, mé di cos, biól o gos y psic ó log os sa ben sob re el comp or
tam ien to emoc io nal en anim a les y homb res. Inver sa ment e, pret en den ayud ar a com
prend er la fe nom e nol o gía asoc ia da a la esfer a emo cion al real (la de los se res biol ó gic
os) cons truy en do rob ots aut ó nom os que mi me tic en al gun os as pec tos ext er nos y
anecd ó tic os (de apar ien cia) del comp or tam ien to emoc io nal. Este dob le pro pó si- to,
que pod ría pa re cer loa ble en la int e rac ción en tre psi cobio lo gía y comp u ta ción es en
nuest ra opi nión per ju di cial porq ue dis trae a los prof e sio na les de amb os la dos apart án
do los de otras vías de com unic a ción más ser ias y cien tíf i cas que pod rían mos trars e real
men te útiles a más largo plaz o.
Obsérvese que en el text o ci tado apar ece un gran número de palab ras-con cept o (emo
cion es, ins tint os, apren diz a je, mad u rac ión, el yo, juic io, ala banz a, re pre sión, comp
ren sión, imag i na ción, idea, valor a ción [buen a], hu mor, loc u ra, pers o nal i dad...) abs o
lu tam en te ant ro pom or fas, ext raí das del disc ur so hum a no y adj u dic a das a la máq ui
na sin ning u na just i fic a ción real, de form a ar bit ra ria. Esta form a de in ter ac ción ent re
la com put a ción y el con o cim ien to de lo vivo ha sido y si gue sien do muy per judicial por
que dis trae a los pro fesionales serios de amb os la dos del cam ino propio de la ciencia. Cu
rio sa men te, en los orí gen es de la ci ber né ti ca se te nía más cla ro el con cep to de in terd
is cip li na rie dad. De cía N. Wie ner: «El ma te má- ti co (aho ra tamb ién el fí si co, el in ge
nier o, el ex per to en ro bó ti ca y com pu ta ción...) no ne ce si ta te nerlosco no ci mien tosne
ce sa rios para lle var a cabo un ex pe rim en to neu ro fi sio ló gic o, pero debe te ner los co
no cim ien tos ne ce sa rios para com pren der lo, cri ti car lo o su ger ir lo. Aná log a men te,
el fi sió lo go (aho ra tam bién el psi cobió lo go, el mé dico, el lingüista, el etól ogo...) no ne
cesita ser cap az de saber de mostrar un teo rema (o programar un mod elo de neurona, o
construir un rob ot, o en tend er un pro gram a de “in tel i genc ia ar tif i cial”, o sab er
construir físicamente un rob ot...) pero debe ser ca paz de extraer su sign i fic a do biol ó gic o
y po derl e de cir al ma te mát i co (fí si co, ing e nie ro...) qué debe buscar» (Wiener, 1947) y
cómo puede mej orar ese diseñ o usan do la insp i rac ión bio lóg i ca. Este sueñ o in ter disd i
pli nar io, cla ro y cien tí fic a men te fruc tí fe ro, de en ten der jun tos el com por ta- mient o
hu ma no y la com pu ta ción (apro ve chán do se cada par te de la for ta le za de la otra) to da
vía per sist e en al gu nos de no so tros y puede for mu lar se de la si guien te forma:
1. ¿En qué y cómo pueden ayudar a los «bio» los conceptos, las
he rra mien tas for ma les y las téc ni cas de la com pu ta ción para ana lizar, mod e lar, si mul
ar y com prend er los me can is mos cogn i tiv os y emoc io nal es del ce reb ro?
2. ¿En qué y cómo pued en ayudar a los «computacionales» los conc ep tos, me
ca nis mos y prin ci pios ca rac te rís tic os del com por ta- mient o cog ni ti vo y emo
cion al y las es truct u ras neu ron a les sub yacent es para ob te ner ins pir a ción para
el di se ño de nue vos pro gramas y nuev os ro bots aut ó nom os?

Para int en tar ref le xio nar sob re es tas dos cues tion es he mos estructurado el resto del
trabajo en los siguientes apartados: 2) La in- te lig en cia cog ni ti va ar ti fi cial, 3) Ma tu ra
na, Va re la, Ne well y Marr: una me to do lo gía co mún a neu ro cien cia y com pu ta ción,
4) La ins pi- ración biol ógica en ro bótica y en comp utación, 5) El rigor de la fí sica, la ma
tem á tic a y la com put a ción en neur o cienc ia, y 6) Re flex iones fin a les sob re com put a
ción y emo ción.

2. La int e lig en cia cog ni ti va ar tif i cial

La idea que subyace a todo el mov imiento in terdisciplinar de la cibern é tic a re lac io
nad o con el mo del a do com put a cion al del Sis tem a Nerv io so (SN) y del que desp ués
na ció la int e li gen cia art i fi cial es que:

Los se res vi vos y las má qui nas pue den com pren der se usan do la mis ma met o dol o
gía exp e rim en tal, los mis mos princ i pios de anál i sis, los mis mos es que mas or ga niz a
cio na les y es truc tu ra les y las mis mas he rra mien tas for ma les y com pu ta cion a les.

Des de esta pers pec ti va ini cial, es ta ble ci da en tor no a 1943, con los trabajos de
Wien er (1943, 1947), W. S. McCulloch (1943, 1965) y K. Craik (1943), nac ió la rama de la
computación que fue bautizada en 1956 con el nombre de Inteligencia Artificial (IA) y que
des de ent on ces ha per se gui do el vie jo sue ño grie go de me ca nizar los pro ces os del pen
sam ien to, in ten tand o com prend er, mo de- lar y sim u lar los proc e sos cogn i tiv os ca
ract e ríst i cos de nuest ro siste ma ner vio so: las dis tin tas mo da lid a des sen sor ia les (vi
sión, audic ión, tac to...), la int e grac ión plu ris en sor ial, la me mor ia, el aprend i zaj e, el ra
zon a mient o y el len guaj e na tur al (A. R. Lu ria, 1974; J. Mira y R. Moreno-Díaz, 1984).
Hoy se acepta (J. Mira et al., 1995) que en esta rama cogn itiva de la IA existen dos tip os
de ac tividades bás icas:

a) IA como ciencia de lo nat ural (aná li sis).


b) IA como ing e nie ría (sínt e sis).

En la primera actividad se busc a la comprensión de los pro cesos cogn i tiv os. En la se
gund a se bus ca la sín tes is de es tos proc e sos intent an do const ruir una au tén tic a «in
gen ie ría delcon o cim ien to» con las ca rac te rís ti cas pro pias de las otras in ge nier ías de
la ma te ria y la energía.
Si so mos ca pa ces de com pren der y mod e lar de form a com pu ta- ble los proc esos de
vi sión y añad imos al com putador, en el que res ide ese pro gra ma de «vi sión», los sen so
res ade cua dos de ci mos que tenemos un sistema de visión art ificial. Y lo mismo ocurre con
el resto de los proc esos. Así, por ejem plo, si completamos los sensores vi sua les con otros
de se ña les acús ti cas, «tac to» y pro pio cep ción y aña di mos des pués un con jun to de
efec to res (ta les como rue das, moto res y ma ni pu la do res) te ne mos el «cuer po» de un ro
bot. Al aña dirse un con junt o de mi crop ro ces a dor es en los que pue da res i dir un prog ra
ma con el con o cim ien to com put a ble sob re el pro ces a do de esos datos «sensoriales» y
su uso posterior en la planificación y control del mo vim ien to de los efec tor es (rue das y
ma nip u lad o res) de cimos que ten e mos un rob ot au tón o mo.
Anál o gam en te, cuand o nos cen tram os en los pro ces os cog nit i vos «intermedios»
ent re la percepción y la acción mo tora, las tar eas de dec i sión, raz o nam ien to e inf e ren
cia, no nos te nem os que preo cupar de sens ores ni de efec tores. Aquí el problema está en
mod elar el con o cim ien to que tie nen los ex pert os hu man os (mé dic os, abo gad os, ing e
nier os, geó log os o pro fes o res) pararea liz ar suta rea, en gen e ral de nat u ral e za cient í
fic o-téc nic a. Por ejem plo, el diagn ós tic o, la superv i sión y con trol de un pro ces o, el
pro ced i mient o de di señ o de una má quin a o la fun ción de ens e ñar (sis tem as tu tor ia
les «in tel i gentes»). En tod os estos casos el re sultado fin al es un pro grama («sist e ma exp
er to») res i dent e en un com put a dor de prop ó sit o ge ne- ral (un PC en muchos casos) que
act úa como consejero del ex perto hum a no o lo sus tit u ye en si tuac io nes esp e cial es.
Estos dos tipos de tar eas se abor dan en la act ualidad usando mé to dos sim bó lic os, co
ne xio nis tas (re des de «neu ro nas» ar ti fi cia- les) o híbridos. En los mét odos simbólicos,
todo debe quedar programad o de for ma exp lí cit a y de clar a tiv a y se acep ta im plíc i tam
en te que pod e mos mim e tiz ar los pro ce sos cogn i tiv os usan do un conj un to de
símbolos y otro conjunto de reglas que man ipulan esos símbolos.
En los mét odos co ne xio nis tas, vag a ment e ins pi ra dos en lo que se co no cía del
func io na mien to de las mot o neu ro nas en los años cuarent a, se usa un es quem a de «cla
sif i cad or mul tic a pa». Las dis tintas cap as es tán form a das por proc e sad o res par a mét
ri cos elem en tal es con alto grado de co nect i vid ad y una par te de la programación di- rect
a se sus tit u ye por otra ind i rect a res pons a ble de los alg o rit mos de «aprendizaje», es dec
ir, de los pro cedimientos de ajuste del val or de los par ámetros de acuerdo con cierta función
glo bal tipo error cuad rá tic o me dio.
Éste es el pan orama de la IA cog nit i va, como ciencia de anál isis y como ing e nier ía y
con sus mé tod os sim ból i cos y/o con e xion is tas. Aunq ue en sus orí gen es es tab a muy
car gad a de an trop o morf is mo (inc lui do su prop io nom bre), un núm e ro im port an te de
pro fes io na- les del campo siempre entendió dónde est aba el trabajo real: en mo del ar el co
noc i mient o hu man o no ana lít i co sob re los pro ces os cog nitivos y los mét odos de so
lución de problemas técnicos y en construir desp ués pro gram as que trans port a ran la part e
com put a ble de esos mod e los (los sím bol os «fríos», for mal es) de jand o fue ra las tab las
de sem án tic a del len guaj e na tur al y del co noc i mient o pro pio del esp e cial is ta (T,
temp e rat u ra, fieb re).
De hec ho, el es fuerz o in vest i gad or se ha de dic a do a la rep re sen- ta ción for mal
del co no cim ien to usan do la ló gi ca, las re glas, los marcos (ob je tos es truct u ra dos) o
las re des se mán ti cas, al es tu dio de algo rit mos de bús que da en gra fos si guiend o dis tin
tas heu rís tic as, al uso de mét odos pro ba bil ís ti cos para tratar la inc ertidumbre o al desar
ro llo de ent or nos de edic ión de esos mo del os de co no cim ien to para facilitar la
construcción de programas de IA. En este últ imo apart a do, la tend en cia act ual es bus car
bib lio tec as de com pon en tes reut i li za bles (ta reas, mét o dos e inf e renc ias) y on tol o
gías sob re el con o cim ien to de dist in tos dom i nios. Se int en ta así aprox i mar la parte
aplicada de la IA («la ing eniería del co nocimiento») a las otras ingenierías de la materia y la
energía, más sól idas y probadas en su efic a cia. Es dec ir, la pers pect i va cogn i tiv a de la
IA pre tend e des pojars e de sus com pon en tes más mít i cos y esp ec tac u lar es y con vert
irse, «senc i lla ment e», en cien cia e ing e nier ía nor mal es.
Así est a ban las cos as cuan do apar e ce en esc e na la «int e lig en cia emoc io nal art i
fic ial» cen trad a en tor no a la llam a da rob ó ti ca emocion al y mu cho más carg a da de
térm i nos ant ro pom or fos y de opt i mis mo exag e ra do que su herm a na ma yor, la IA
cogn i ti va. Se pasa
así, teó ric a men te, de la bús que da del «pen sa mien to ar ti fi cial» (la me ca ni za ción del
ra zo nam ien to ló gi co y de los proc e sos per cep tua- les y mo to res de bajo ni vel) al «sen
ti mien to ar ti fi cial» (la me ca ni za- ción de las emoc iones). De hecho, sin em bargo, la
robótica emoc ional sólo añad e una capa externa de silicona para dar forma de perro o bebé a
los des arrollos pre vios de la rob ótica autónoma (con trol coor di na do de un con junt o ex
ten so de efec to res con ser vo me ca nismos) que ya rea liz a ba tar eas en en torn os pe lig ro
sos ( ex plo rar y ma ni pu lar en el fon do del mar, de sac ti var ar te fac tos te rro rist as y mi
nas, ac tuar en en tor nos ra diac ti vos y con alta tem pe ra tu ra o pasearse por Mart e bajo
control remoto) o po tenciar la precisión y efi- cac ia del tra baj o de un ci ruj a no dir ec tam
en te o por te lep re senc ia (J. R. Álvarez, F. de la Paz y J. Mira, 1999; J. Romo, F. de la paz
y J. Mira, 1998; T. Lozano-Pérez, 1983; O. Kath ib, 1985 y R. Brooks, 1986). La figura 7.1a)
muestra los asp ectos de un robot convencional na ve gan do por un pa si llo de nues tro la bo
ra to rio sin nin gún traje de «apa rienc ia» hu man oi de. Por con trap o sic ión, pues tos a rec
ordar ro bots (au tó ma tas) con apa rien cia de ani ma les, en la fi gu ra 7.1b) most ramos un
es quema del pato construido por el ingeniero francés Jacques de Vauc anson (1709-1782)
[34] con un me canismo de más de mil piezas que pod ía moverse en la for ma en la que se
muev en usual ment e los pa tos, «co mer», «beb er», «di ger ir» y «ex cretar» de form a
«natural». La energía para ali mentar tod os estos mo vim ien tos la obt e nía me diant e caí da
de un peso. Cur io sam en te, Vauc an son ten ía muy cla ro su prop ó sit o. Que ría usar un
conj un to de mec anismos para ilustrar una «anatomía que se mueve». To davía sigue siendo
cierto este propósito de form a tal que si cambiáramos emoción (emot ion) por mo vim ien to
(mot ion), todo quedaría más claro.
Este in ter és por los au tóm a tas que dó lat en te dur an te muc ho tiempo durante el cual
la ingeniería real superó con mucho a esos au tó mat as. Des pués, esc ri tor es de cien cia ficc
ión con co noc i mient o de fís i ca e ing e nier ía re tom a ronel tema de losan trop oi des
quepasó más tarde al cine. Cur iosamente, el Hal-9000 propuesto por Arthur C. Clar ke en su
nov ela 2001: una odi sea en el esp acio (D. G. Stork, 1997) no hace énfasis en la necesidad
de que el computador tenga «anat o mía» hum a na.
Lo que es significativo en la act ualidad es que este én fasis en asoc iar in tel i genc ia
emo cion al a ro bots and roi des ha sal i do del cine y la lit e ra tur a y ha in vad i do cent ros
de in ves tig a ción tan prest i gio- sos como el MIT (C. Breazea y J. Vel asuqez, 1998; R.
Brooks et al., 1998; R. A. Brooks y L. A. Stein, 1994).
Ahora es frec uente oír ha blar en IA y en robótica de robots emoc io nal es», «in te racc
io nes soc ia les homb re-ro bot», «rob ots» que hab lan (pro toleng ua je)», «aut o consc ien
cia», «arq ui tec tu ras ref le xi vas»,«prog ra masint en cion a les»,«mot i va ciónyest a
dosemoc io nal es de un rob ot», «cria tu ras emo cion a les art i fic ia les», «cól e ra,
disgusto, miedo, aleg ría y tristeza del robot Kismet» (C. Breazeal y J. Velasuqez, 1998; R.
Brooks et al., 1998), etc. En mi opinión, esta tendencia nos dis trae en el ver dad e ro cam i no
de int e rrel a ción ent re neurociencia y comp utación. Para contribuir a la so lución de este
problema vam os a dedicar la parte central de este trabajo a intentar acla rar qué es la com put
a ción y, con sec uen tem en te, cómo pue de usarse en relación con las neurociencias y las
ciencias de la conduct a para com prend er con junt a ment e el sis tem a ner vios o y sus man
i fest a cion es cog nit i vas y emo cion a les. Para este fin re sum i re- mos a cont i nuac ión el
mo del o ge ner al de com put a ción en un niv el y la met odología de niveles y dominios de
descripción de toda compu ta ción, in clui da la que sub yac e a la lla mad a ro bó ti ca emo
cio nal. Este ca min o es, pro ba ble men te, me nos es pect a cul ar que el usual pero, se gu ra
men te, más se rio y efi cien te a lar go pla zo.
3. Ma tu ra na, Var e la, New ell y Marr: una met o do lo gía co mún a neu ro cien cia y
comp u ta ción

En com pu ta ción y en neu ro cien cia usam os el concepto de nivel en dos sent idos: 1)
niv el fe no me no ló gi co, y 2) niv el de des crip ción (fís i co, simb ó lic o o de con o cim
ient o).
El pri mer sent id o (niv el fen o me no ló gic o) es el usual en biol ogía y en fís i ca. Foc a
liz a y acot a el conj un to de res ult a dos exp e rimen ta les que se pre ten den exp li car y de
fi ne su gra nu la ri dad. Así, en bio lo gía se dis tin gue el ni vel fí si co-quí mi co subc e lu
lar, el ce lular (bioq uí mic o y eléct ri co), el org á ni co y el de comp or ta mient o glob al.
En elect ró nic a se dist ingue ent re la elect ró ni ca fís i ca (teoría de band as, fen ó me
nos de transp ort e y rec omb i nac ión), las estruct uras con disc on t in uidad es fí s ic
as y eléct ric as (union es), los dis po si ti vos con si de ra dos como ele men tos de cir cui tos
y las funcio nes de sínt esis (amp li fic ación, osc i lac ión, filtrad o ...). Son los
nive les de anál i sis.
El seg un do conc ept o de niv el (el de desc rip ción) fue in tro du ci do en la
computación por David Marr (1982), que distinguía ent re «teo ría com pu ta cio nal, re pre
sen ta ción y al go rit mo e im ple men ta- ción» y Allen New ell (1981), que int rod ujo otra
dist in ción anál o ga: «ni vel de con o ci mient o, nivel simb ó li co y ni vel fís i co».
En ambos sentidos se tien e que ent ender el concepto de «mod e- lo gen eral de comp
utación en un nivel». Es dec ir, este mod elo debe ser vál id o para todo niv el fen om en o lóg
ico (dom in io de con o cim ient o que quer emos modelar) y para todo niv el de descripción
de cualquie ra de esos dom inios de con o ci mien to. Este mod e lo ge ne ral de com pu ta
ción se ha conv er ti do de he cho en el par a dig ma de cienc ia normal, en el sentido de T.
Khun.
El mo de lo ge ne ral de com pu ta ción J. Mira et al., 1995; J. Mira, 1998) afirma que
toda la fen omenología de un nivel se puede describ ir me diant e la int erac ción med io/sis
tem a, tal como se mues tra en la figura 7.2, donde el medio es a su vez otro sistema que
puede ser desc rito de la misma forma. De he cho, cada part ición me dio/siste ma de fin e un
com par tim ien to de un niv el, es pec i fic a un con junt o de se ñal es del me dio (que ent ien
de el sis tem a) y es pec i fic a tam bién el conjunto de respuestas del sistema (que entiende el
med io). Cada par ti ción med io-sis te ma dent ro de un ni vel qued a ca rac te ri za da por un
lenguaje formal común con el que se desc ribe la interacción me dio-sis te ma (la din á mi ca
de las se ña les que int er cam bian).
Por conv e nio, llam a mos me dio a lo que estimula y sist e ma a lo

que resp on de y el comp or ta mient o del sis te ma se desc ri be en términos de un con junto
de var ia bles de en tra da X = {xi(t)} que deben ser me di bles, un con jun to de va ria bles de
sa li da, Y = {yj(t)}, que también deben ser med ibles, y un conjunto de reglas de transformac
ión:

que, de form a ine quí voc a, rea liz an pro ce sos de cálcul o de na tu ral e za ana lít i ca y/o ló
gic o-re la cio nal so bre las va ria bles de en tra da y los con te ni dos de me mo ria, M =
{mn(t)}, para gen erar los va lores de las va ria bles de sal i da:

y mo dif i car los cont e ni dos de la me mo ria,

Todo mo de lo comp u ta ble en un niv el pue de en tonc es des cri birse en términos de
un conjunto de señ a les (var ia bles xi, yj y mk) que rep re sent an la in form a ción (los dat os)
y un con junt o de re glas (operad o res) que esp e cif i can de form a «cla ra, prec i sa, comp
le ta e inequív o ca» los proc e sos anal í ti cos o ló gi cos-re la cio na les que se usan para
transf or mar cualq uier se cuen cia de rep re sen ta cio nes de entrad a en la co rresp on dient
e se cuenc ia de rep re sent a cion es de sa lid a , sin ningun a co ne xión caus al con el sig nif
i ca do de las var iables. Es de cir, las reg las que en laz an los es pac ios de re pres en ta ción
son ind e pen- dientes de la sem ántica que le aso cian el programador y el intérprete del
programa. Por consiguiente, no hay nada inherente a la má qui na (el comp u ta dor) ni al
prog ra ma (el leng ua je for mal) que teng a la más mí ni ma re la ción con los sign i fi ca dos
(ent i da des cogn itivas o emocionales) que le asoc ia el usuario (intérprete). Así, la
computación es un mero instrumento. Esto imp lica que, si en vez de hab lar de va riab les fí
si cas de ent ra da y sal i da, hab la mos de espac ios de re pres en ta ción de las ent radas y las
sa lidas, podríamos estar hablando de cualquier cosa. Por ejemp lo, del lenguaje na tural, de
int en cion es, mo tiv a cion es, emo cion es, ges tos, car as, mo vi- mientos de brazos
articulados, etc. Al cambiar el efect or y hacerlo análogo a la anatomía de los animales o de
los hombres ten emos «in tel i gen cia art i fic ial emo cion al», pero de la má quin a sólo sale
un vector de ceros y unos que controla un conjunto de servomecanismos.
La clave está en las tab las de se mán ti ca y en el asp ecto de los efec to res que use mos
para des cri bir el sign i fic a do de esas var iables y, cons e cuent e ment e, el de los pro ce
sos rep re sent a dos por los operad o res que las enl a zan. Estos sign i fic a dos siemp re tie
nen que definirse en dos niveles, que a su vez pertenecen a dos dominios de desc rip ción dif
e rent es:
a) En el do minio pro pio del ni vel don de hay cau salidad y se -
mán ti ca in trín se ca.
b) En el dom inio del obs ervador externo, en cuyo nivel de co-
noc im ien to se pue den rea liz ar dos tip os de des cripc io nes:

b.1) Cuand o se ha bla de la fen om en ol ogía pro pia del niv el, con sus ley es de caus
alid ad in mut ables, asoc ia das a la est ruct u ra (las mismas del apartado a).
b.2) Cuando se habla del mod elo y de su interpretación con el propósito de comunicarse
con otro humano. En este caso se puede usar el cód i go del leng ua je na tu ral y la sem án ti
ca pro pia del dom i nio.

Lo importante, nos dice Mat urana, es «sab er llevar bien la contabilidad» y no mezclar
las en tidades del do minio pro pio (de la má quina elec tró ni ca o del sis te ma bio ló gi co)
con las en ti da des usa das para la co mu ni ca ción con otros hu ma nos, para ex pli car un de
ter mi na do pro ce so de cálcu lo o el sig ni fi ca do de un pro ce so fi sio ló gi co, pero que
no re si den en los me ca nis mos sub ya cen tes a ni vel cau sal. Es de cir, que no son ne ce sa
rios para ex pli car (o sin te ti zar) la or ga ni za ción de la que surge la conducta obs ervada
(F. J. Var ela, 1959).
Si ya ten emos una cierta idea de lo que significa la metáfora comp u tac ion al, res u mi
da en lo que hem os llam a do «mod elo de com- putación en un niv el», el sig uiente paso
metodológico se debe a Da- vid Marr y Allen New ell y con siste en dis tinguir tres niv eles
de des crip ción co mu nes a neu roc ienc ia y comp u tac ión.
De cía Dav is Marr que cualquier exp licación de la percepción vi- sual, por ejemp lo, que
se base sólo en el con ocimiento del funcionamiento de las red es neur ona les desd e ret ina a
cort e z a será abs o lutam en te ins uf ic ient e. Lo que nec e sit amos ten e r es una «clar a
comprensión de lo que se debe calcular, cómo es prec iso hac erlo, los su- puestos fís icos en
los que se basa el mét odo y algún tipo de anál isis sobre los alg oritmos que son necesarios
para llevar a cabo ese cálcu lo» (D. Marr, 1982). Esto supone la introducción de un niv el adic
io nal al que Marr llam ó «teoría del cálculo» y New el l «ni vel de con o cim ient o» (A. Nev
ell, 1981).
Así, ahor a es usualmente aceptado en el camp o de la IA y en el mo de la do com pu ta
cio nal en neu ro cien cia (P. S. Churc hland y T. J. Sejnowski, 1992; H. Hawk ins y T. A.
McMullen, 1996) que para anali zar o sin te ti zar un mod e lo com pu ta ble, tan to si el sis te
ma es ar ti ficial como si es natural, es nec esario distinguir e integrar, al men os, tres niv eles
de desc ripción, tal como se ilustra
I) Una teor ía de cálculo (un mo delo a nivel de con o cim ien to en New ell).
II) Un alg oritmo (un pro grama en el niv el de los sím bo los en New ell).
III) Una imp le ment a ción biol ó gic a o elec trón i ca (una máq uina, en el nivel fí sic o
en Ne well).
En el pri mer niv el te nem os el mo del o que que rem os ha cer comput a ble desc ri to
prim e ro en leng ua je na tu ral y desp ués en un lenguaj e for mal que usa nuest ros co no ci
mient os de ló gi ca, ma te má ticas y leng ua jes de prog ra mac ión para apro xim ar la pri
mer a versión de las esp e ci fi ca cio nes func io na les del mod e lo a la que fin almente será
comp utable. Por ejem plo, usando un graf o o una má quina de estados finitos y dejando
claro cuál es la parte del conocimiento humano que va a pod er pasar al pro grama y cuál es
esa otra part e del co noc i mient o que, ne ces a riam en te, se qued a rá en el niv el de con o
cim ien to del usuar io hu man o (ob ser vad or, pro gram a dor e int ér pret e).
El seg un do niv el de Marr (re pres en tac ión y al gor it mo) inc lu ye la desc rip ción alg
o rítm i ca del mod e lo an ter ior y se co rresp on de, aprox i mad a ment e, con el nivel de los
sím bolos pro puest o por Newell (el prog ra ma).
El ter cer ni vel tien e que ver con todo el pro ceso de implementación que nos lleva del
programa a la máquina electrónica, al rob ot. Inver sa men te, cuan do ana li za mos un pro ce
so fi sio ló gi co del que surge una conducta emoc ional, este tercer ni vel es el primero: los
proc e sos neur o fis io lóg i cos, las redes neu ron a les, su co nec tiv i dad y la desc rip ción
func io nal a niv el de se ñal es fi siol ó gic as.
Si aho ra vi si ta mos el in te rior de cual quier ro bot «emo cio nal» tras quit arle la
máscara («cara», «ojos», «orejas»...) y recordando lo dicho sob re los tres ni veles de comp
utación, lo primero que en contra mos es el ni vel fí si co. Es de cir, un con jun to de ser vo
mo to res, palancas y eng ranajes junto con sus circuitos de control (un mi croproces a dor y
los con vers o res A/D y D/A de interfaz). Además, en el micro pro ce sa dor sólo en con tra
mos vol ta jes bi na rios (0 o 5 vol tios) que se trans for man en otrosde acuer do concir cui
tos di git a les (ope rad o res arit mé ti co-ló gic os). Por con si guien te, no hay evi den cia de
nada residente en la máquina que haga mención a las etiquetas asoc iadas al ro bot des de el
ex te rior («sor pre sa», «mie do», «tris te za», «disgusto», «alegría»...). Ésta es la vis ión que
tendría un fisiólogo ex peri men tal o un in ge nie ro elec tró ni co. Cuan do la in te lig en cia
y la emo ción lle gan al ni vel fí si co se con vier ten en me ca nis mos neur o nal es o elec
trónicos convencionales, como no podía dejar de ser. El resto, en el caso de los rob ots, es aña
dido de forma arbitraria desde el ex ter ior.
El segundo nivel de toda comp utación es el programa. Si en la vis i ta al rob ot emo cion
al in cluim os a un pro gram a dor pod e mos volver a preg un tarl e dón de est án los re fer en
tes de las sup ues tas int e ligencia y emoc ión del robot. En la versión en bi nario puro del
programa (ceros y unos), el programador nos dirá que no ve nada emo- cional, y cuando le
obligamos a revisar el prog rama fuente nos dirá, de nuev o, que sólo en cuent ra va ria bles
lóg i cas y va lor es per mi tid os para esas var iables (verdadero o falso, «1» o «0»), y
variables no numé ric as tipo «ris tras» («trist e za» se cod ifica con la letra F del te clado y
«ale gría» se cod ifica con la letra G) don de F y G term i nan fin almente en sus códigos
ASCII o hex adecimal, es de cir, lo que entra al comp u tad or cuan do el «rob ot emo cion al»
con po sib le sin tet i zad or de voz dice «es toy trist e» es 46 y cuando dice «es toy aleg re»
es 47. Evi den te men te, es dif í cil de sost e ner que est os dos nú me ros (46 y 47) hag an
que en la máquina resida emo ción alg una.
De nuevo nos par ece evidente que en la vi sita de un inf ormático a una «má quin a emo
cion al» no en cuentra nada distinto de lo que en con tró al vi si tar la «má quin a in te li gen
te» y, en ambos casos, nada diferente de lo que acept a un len guaje de programación.
Fin al ment e, si en la vi sit a a este ro bot emo cion al in cluim os tamb iénun ex pert o en
«in gen ie ría del con o cim ien to», emp e zar ía no est an do esp e cialm en te int e res a do ni
en la máq ui na fís i ca ni en el leng ua je de prog ra mac ión. Esta ría preoc u pad o por los
mo del os a ni vel de co no cim ien to y por las ta blas de se mán ti ca usad as para desc ri bir
el sig nif i cad o para los hu man os (usua rios e int ér pret es de ese programa) de las en ti da
des y re lac io nes de esos mod e los en términ os de las pri mit i vas del leng ua je de prog ra
mac ión. ¿Dón de está pues la inteligencia?, ¿dónde está la emoc ión?, ¿dónde es tán los sig-
nif i cad os, los pro pó sit os o las in tenc io nes? Están en el nivel de co noc i mient o y en el
do min io del ob ser vad or ex tern o (el di señ a dor) que ha sido cap az de modelar los as
pectos más rel evantes de la intel i genc ia hu man a, tan to cogn i tiv a como emo cion al, has
ta un niv el de de talle tal que las úl timas en tidades del úl timo de los modelos ya pueden
ident i fic ar se con los símbolos del programa. Sin emb argo, el precio que ha ten ido que
pagar es de jarse toda la sem ántica fuer a de la má quin a y aña dírs e la al in terp re tar los
res ul tad os de la computación. Es dec ir, la má quina sigue siendo lo que siempre fue: un inst
ru ment o de cálcu lo y cont rol que po tenc ia y com plem en ta las fac ultades del usuario,
pero que de pende de él para volver a te- ner la se mán ti ca usual del len gua je de co mu ni
cac ión en tre hu ma- nos, el len gua je na tur al. Aquí es don de res i de la in te lig en cia y la
emo ción.
Para in ten tar se guir acla ránd o nos so bre lo que es ta mos di ciendo, de hecho, cuando
afirmamos que un rob ot es inteligente y tie ne pro pó si tos o mo ti va cio nes en el me dio o
que mues tra un com por ta- mient o emo cion al, vam os a com plet ar la des cripc ión prev ia
del robot en tres niveles (la máq uina, el prog rama y el modelo) con otra des crip ción su per
pues ta y com ple men ta ria que nos obli ga a dis tin- guir entre las ent idades propias de cada
niv el (su dom i nio prop io, DP) y las ent idad es qu e int rod uce el ob ser vad o r ext erno
para exp l icar o com unicar a otros humanos los procesos de ese nivel. Este se- gundo dom
inio de desc ripción de un rob ot (de un cálculo en gen eral o de un proc e so fis io lóg ic o) es
el «dom i nio del obs er vad or ext erno» (DOE).
La introducción de la figura del obs ervador y la distinción en- tre una fen omen o log ía
y su desc ripc ión proc e de de la fís i ca (dos sistemas de ref erencia) y ha sido reint ro du ci
da y elab orada en el cam- po de la biol ogía por Mat u ra na (1975) y Var ela (1979) y en la
IA, la ro bó ti ca au tó no ma y la com pu ta ción en ge ne ral, por Mira y Del ga- do (1987,
1995, 1997).
En el do minio pro pio (DP), que se ilustra en la col umna der echa de la figura 7.3, todo
lo que ocurre en los distintos niveles es cau sal y no arb i tra rio. Las re lac io nes esp a cio-
tem po ral es en tre los val o res de las dist in tas va riab les son re lac io nes de ne ce sid ad.
No pueden ser otras que las que su est ructura de termina. Además, la sem án tic a es pro pia e
in her en te al ni vel. Estruct u ra y func ión coinciden y ocurre «lo que tien e que ocurrir».
El DP del ni vel fí sico es quizá el más evid ente. En elec trónica, los in vers o res in viert
en y los con tad o res cuent an, por que el cir cui to está construido así. Las ley es son las de la
lógica. Lo mismo ocurre en el DP del niv el fi siol ó gic o. El potencial de membrana, los
trenes de esp i gas, los transm i sor es si náp tic os, son en tid a des prop ias del nivel, que se
comportan «como tien en que comportarse», reaccionando ante perturbaciones de su medio
con los camb ios compensato rios que tien en im pres os en su es truct u ra.
El nivel de los símb olos en com pu ta ción lo cons ti tuy e el pro grama y ningún prog
rama puede sa lirse de la sintaxis, la sem ántica y la pragmática del leng uaje de programación
con el que ha sido es crito porque de lo contrario no ser ía aceptado por su compilador y, por
con sig uien te,nopo dríapas aralni velfís i co. No pod ríaeje cu tar se. Lo que en el nivel fís
ico eran niveles de ten sión en circuitos digitales, ahora son val ores de verdad (1 = ver
dadero, 0 = fals o) en ex presiones lógicas. Y ésa es la única semántica del niv el, la de su DP.
En com pu ta ción en ge ne ral y en ro bó ti ca au tó no ma en par ti cular (se le llame o
no emocional a un robot), tien e sentido ha blar del DP del nivel fís ico (la máquina, los mo
tores, las ruedas...) y del DP del nivel de los símbolos (el prog rama que calcula y/o controla,
a trav és de se rvom e can is mos, los movimientos del rob ot). Sin em bargo, no tiene sentido
hab lar del DP del ni vel de con o cim ien to (la «consciencia» del robot, la imagen reflexiva
de sí mismo, su «yo»...). Es decir, sólo el obs ervador tiene los tres ni veles de desc ripción
(máq ui na, símb o los y mod e los) coex is tiend o en su do mi nio prop io.
Aquí, en el DP del obs ervador, es donde apa recen clar as y disting ui bles las tres des
cripc io nes del ro bot y las rel a cion es in tran i vel e int er ni ve les. Es dec ir, los
significados que aso ciamos a los sím bo los y los símb o los que asoc ia mos a las señ a les
elect ró ni cas y no de be mos mezc lar es tas en ti da des porq ue de lo con tra rio la in
terpretación de la funcionalidad del rob ot y del programa que lo control a será con fu sa y,
pro ba ble men te, errón ea.

4. La insp i rac ión bio lóg i ca en rob ó tic a y com put a ción

Cur io sam en te, una int er pret a ción errón ea de la com put a ción bas a da esenc ial
ment e en ol vid ar su na tur a lez a ins trum en tal ha dado lug ar al pa rad ig ma dom i nant e
en la in terp re tac ión de lo cogni ti vo (iso mor fis mo en tre las re la cio nes men te-ce re bro
y pro grama-comp u tad or) y lo emo cion al (ro bots «emoc io nal es», má qui nas sintientes
que se enf adan, se ale gran, tien en miedo, aman y odian), que dán do se en mu chos ca sos
más cer ca de los as pec tos su per fi ciales y anecdóticos, de interfaz, más prop ios del cine
fantástico o del ent re ten i mient o y los ju guet es para ni ños que del aut én tic o ca min o
cient í fic o-téc nic o.
Sin emb ar go, est a mos prof un dam en te conv en cid os del va lor de la biol o gía como
fuent e ina got a ble de insp i ra ción para form u lar nuev os mo del os y al go rit mos de util i
dad técn i ca. En part i cul ar, para diseñar nuevos robots, porque la robótica es el ejemp lo
más com ple to de apli ca ción de lo hu ma no en com put a ción. En efect o, un robot nec
esita «co nocer» el med io en el que debe mo verse y planificar su movimiento en ese medio
para real izar una se rie de ta reas ta les como na ve ga ción con ob je ti vos, de tec ción y ma
ni pu lac ión de obj e tos o int e racc ión con otros ro bots anál o gos y/o con hum a nos.
Para mod elar y pro gramar estas tar eas y para construir después los sensores y efect
ores que hacen úti les esos programas (el «cuerpo» del rob ot) es evidente la utilidad de la bio
logía. ¿Cómo po dría mos ima gi nar un man i pu la dor con más grad os de li ber tad y más
efic iente que una mano? ¿Qué conocemos mejor que el sistema sensorial biol ógico para do
tar a un robot de «visión», «audición», «tact o» o «pro pioc ep ción»? ¿Qué otros proc e di
mien tos de pla nif i ca ción de tra yec to rias en es cen a rios de alto y bajo niv el, conocemos
que sean mejores que los biol ógicos? Éste es el vie jo sueñ o de los grie gos de mec a niz ar
los pro ces os del pen sam ien to y la emoc ión (aho ra dec i mos «hac er com pu tab les») que
fue re tom a do en 1943 por Ros enblueth, Wie ner y Bigelow (1943) y McCulloch y Pitts
(1943), dando origen a la cib ernética y a la bió nica (J. Mira y R. Moreno-Díaz, 1984) y ha
renacido rec ientemente con la búsq ue da de «alg o rit mos gen é tic os», «ar quit ec tur as
evo lutiv as», «re des neur o na les art i fic ia les», «sist e mas sens o ria les neur o mór fic
os», «ro bót i ca perc ep tual aut ó nom a», «ro bót i ca emocio nal», «tea tro ro bó ti co» y «ro
bots in ten cio nal es».
De sa for tu nad a men te no se ha usa do la ins pir a ciónconel cui da- do met o dol ó gic
o que me rec ía (ni vel es y do min ios de des cripción) y cont a bil i dad cla ra (sab er di fer
en ciar el ope rar de un o rganismo o un rob ot de la descripción de su conducta) y se han
olvidado los as pect os or gan i zac io nal es y es truct u ral es qui zá más int e res an tes (aut
oor gan i zac ión, coo per a tiv i dad, tol e ranc ia a fa llos, com put a ción fact o rial, org a niz
a ción y uso de in form a ción no es truct u rad a, homeós ta sis y aco plo es truc tu ral como
al ter na ti va a la pro gra ma- ción...).
La idea ge ne ral es sen ci lla: no sólo po de mos en con trar ins pir ación mir ando a los
circuitos de la má quina biol ógica, sino también obs er vand o su com port a mient o glo bal
y ref le xio nan do sob re los princ i pios de org a ni za ción y est ruc tu ra que subyacen a
esos comport a mient os. Si so mos cap a ces de form u lar est os prin cip ios po dremos
diseñar sistemas de cálculo que los incorporen. Pero no deb emos distraernos en lo
anecdótico, en la apar iencia de lo bio lógico, ni olvidarnos de una frontera difícil de salvar
que nos dice que «todo con o cerdep en de de la est ruc tur a que co no ce» (Mat u ran a) y lo
bio lógi co está so bre es truc tu ras vi vas, mient ras que lo com pu ta cio nal tien e que ter mi
nar to man do cuerp o so bre cris ta les se mi con duc to- res de si licio.
Si nos centramos ahora en la esf era de lo emo cional (F. Mora, 1999) en cont ra mos al
men os los si guient es pun tos de in ter és como fuent e de ins pir a ción para una ro bót i ca
más avanz a da:
1. Lo emo cion al es una for ma de pro ces ar in form a ción min i ma list a y rá pi da,
asoc ia da a proc e sos en tiemp o real que tie nen que ver con la su perv i venc ia y que han
mos tra do su val i dez evol u ti va.
2. Del estudio de las emociones se desp rende la conveniencia de dis eñar ro bots con
dos arq ui tec tu ras ge me las (la «cog nitiva» y la «emocional») de forma que el rob ot pue
de trabajar en «modo cog nit i vo» o en «modo emoc io nal» y est os mo dos gen e ral es de
cond uc ta son mut ua ment e ex cluy en tes.
Dic ho en tér min os me nos ant ro pom or fos, en el «modo cogn i ti- vo» el robot usa
mét o dos lent os de ma yor prec i sión y re fin a mient o que oper an en circunstancias
«normales» y en el «modo emocional» el rob ot usa otros mé todos mucho más rápidos y
drásticos, de reflejo o cort o circ ui to que col o rean a los ant e rior es y son do mi nant es y
exc lu yent es cuan do se det ec tan conf i gur a cion es de se ñal es («es tímulos») a los que el
programador ha etiq uetado como «im port an tes para la sup er viv en cia».
3. El mec a nis mo de in ter ac ción ent re es tas dos arq ui tect u ras gem elas es del tipo
de «in ter ac ción lat e ral re cur ren te y no recu rren te» con ca pa cid ad de apren diz a je por
ref uer zo, sen so rio-sen so rial o por con di cion a mien to clá sic o.
4. Las res pues tas en «modo emo cio nal» son de na tu ra le zaes te reo ti pa da, no se
cal cu lan sino que se leen di rec ta men te de una me mo ria RAM o EPROM y se ejecutan.
Esto sugiere la existencia en lo biol ógico y la conveniencia en lo ar tificial de una bi- bliot e
ca de mod os de reac ción comp en sat o ria plant ea dos por primer a vez al es tu diar la form
a ción ret i cul ar de los ver teb ra dos super io res (W. S. McCul loch). Estos mo dos de
respuesta est án to dos comp ues tos por el mism o re pert o rio de acc io nes elem en tal es
enc a den a das, de form a di fer en te en func ión del foco de aten ción y la meta dom i nan
tes. La inf or mac ión afe rent e y el es tad o in terno controlarán la «dec isión» del robot de
permanecer en el «modo cog nit i vo gen e ral» o conm u tar al «modo emoc io nal». Desp
ués, ya dentro de este modo y de acuerdo con la cat egoría de la configuración de est ímulos
que dispara el cambio, se de cide de nuevo el pa- trón de reacc ión com pen sat o ria más adec
ua do. Tod as las reac cio- nes se agrup an en dos ti pos (cent rí pet o y cen trí fug o), co rres
pon- dient es al ca rác ter «rec om pens an te (de premio)» o «de castigo» de la si tua ción.
5. Las emoc io nes sug ie ren glob al ment e la con ven ien cia de desar ro llar para rob
ots avan zad os un len guaj e rá pid o de «per cep- ción», com unicación y control para
emergencia en el que «la informac ión cons tit u ye pod er» (el equi va lent e ar ti fic ial a las
agre sio nes, o mied os o huidas, atracciones y afec tos...) que entra en acc ión y es dom i nant
e cuand o ocur ren det er min a das conf igu rac io nes de estímulos.

5. El rig or de la fís ic a, la mat emát ic a y la comp ut ación en neur oc ienc


ia

Hem os mencionado alg unos puntos en los que el est udio de las emoc ion es pue de con
trib uir a la rob ótic a y la com put ación. Veam os ahora qué pod emos transportar en el otro
sentido, es decir, cómo pueden contribuir las ciencias dur as a una mej or comp rensión del
SN y de sus ma ni fes ta cio nes tan to cog nit ivas como emo cion a les.
El análisis de las red es neuronales y su correlación con la con duc ta pued e me jor ar se
sus tanc ialm ent e si se ref lexio na so- bre la met odol o gía de niv e les y dom i nios desc rit
a prev iam ent e, sólo que ahor a, al aplicarla al análisis de lo natural, deb emos recor rer la de
abaj o hacia arrib a y de der echa a izq uierd a, hac iend o neu rof is io log ía inv er sa (J.
Mira, 1996, 1998). Es dec ir, part iend o de una red neur on al e in tent ando rec u per ar el
mo del o. Este problema gen eral de anál isis se puede plantear en los siguientes térm i nos:

— Dado un conjunto de circuitos y señales de los que con ocemos par cial men te sus rel
a cio nes caus a les en el ni vel biof í si co y/o bioq uími co, en con trar:

1.º Una for mul ación de las int e rd epend en c ias caus ales de esas señales en el DP del
ni vel fís i co, usand o las her ra mient as formales de la Teor ía de Sistemas y las
Matemáticas. Es dec ir, form ular mo de los comp u ta bles sin sal ir del niv el fí si co.
2.º Un con junt o de símb o los neu rof isio lóg ic os (los «roles» que des em peñ an las
señ al es) que int er vien en en la desc ripc ión de esos procesos al niv el de los símbolos y un
conjunto de «alg oritmos» que exp liq ue esas rel acion e s.
3.º Un mod elo a nivel de conocimiento y en el DO, a part ir de las cuales, el buen Dios y
su aliad a la evol ución pod rían haber diseñado una red neur o nal fun cion al ment e anál og
a a la que est amos anal i zand o.
En la fi gu ra 7.3 pre sen ta mos la tra yect oria de la neur o fis iolog ía in vers a so bre el
es quem a de ni vel es y do min ios. Par tim os del DP del niv el fí si co y quer e mos lleg ar al
ni vel de con o ci mien to en el DO. Para ilustrar nuestro razonamiento vam os a usar un circ
uit o de con dic ion am ient o clá sic o como el pro puest o por LeDoux en el est udio del
miedo y su rel ación con la emoc ión (M. Beem an et al., 1995; J. E. LeD oux, 1995 y J. E.
LeD oux y J. M. Fel lous, 1995).
La est ruc tur a de cálcul o asoc iad a al comp ort amient o re f lej o ilustra el prob lema
del anál isis porq ue se reproduce a nivel de comport am ient o. Es dec ir, no es dif íc il est
ablec er la anal ogía ent re la desc ripc ión del camb io de cond uc ta que exp eri men ta un
anim al durant e el proc e so de cond icion a mient o y la desc ripc ión equiv a lent e del func
io nam ient o de un circ uit o neur o nal que puede sop ortar ese com por ta mien to. El arco
ref le jo real i za «comp u ta ción acu mu la ti- va», perm i tiend o asoc iar conf igu rac io nes
sens o rial es neut ras con otras rel ev ant es para la sup erv i venc ia, acum uland o la s asoc
iac iones esp acio-temp o ral es (lo próx i mo, lo anál ogo), abriend o vía s tempor ales de
asoc iac ión con pat ron es de resp uest a y amp liand o o exting uiend o estas vías res ult ado
de la int e g ra ción temp oral ent re per cep ción y ac ción.
El anál i sis com ien za ident if ic an do el sop ort e anato mo fis iol ó- gic o con las técn
i cas usual es (bioquím i cas, farm a col ó gi cas y mol e- cu la res; mé to dos mor fo ló gi cos
y fi sio ló gi cos de re gis tros in tra y ex tra ce lu lar, mé to dos comb i na dos, etc.) (J. V.
Sánc hez-Andrés y C. Bel mon te, 1995). La persp ec ti va de ni ve les y dom i nios nos acon
se ja dis tin guir cla ra men te en tre lo me di do y lo int er pre ta do, es de cir, se pa ran do las
señ a les y pro ce sos del DP del co no cim ient o adic ion al usad o en la form u la ción del
mod e lo. Nos enc on tram os con un rep er to rio de señ a les y est ruc tur as loc ales de mód
u los y esquem as de con ec ti vid ad. Para el arco ref lejo enc ont ram os circ uitos del tipo
del de la part e inferior der ec ha de la figura 7.4. La pre- sencia de señ al en la vía E i act iva
un pa trón de respuesta Ri. Si coinc i den los est a dos de ac tiv i dad de la E i con los de la otra
línea Ej (en principio neutra en rel ación al pa trón de respuesta R j) y se acu mu la esta per sis
ten cia has ta un cier to va lor um bral, la señ al Ej tam bién prod u ci rá Ri.
Hay un pro ces o de ex tinc ión siem pre act i vo que des co nect a func io nalm en te R i
de Ej si no pers iste la aso ciación (Ei, Ej).
Así, term i nad o el aná lis is del ni vel fí si co par e ce evid en te que neces i tam os:
— Un leng ua je de se ñal es neu rof i sio lóg i cas (elect ró ni cas, bioquím i cas, bio fí si
cas), con he rra mient as for ma les adec ua das para la descripción de los pot enciales de
memb rana, las esp igas y los procesos de exc i ta ción-inh i bi ción.
En el niv el físico, donde las señ ales son pot enciales lentos o trenes de esp i gas, las
coinc id enc ias se mod elan con prod uc tos y la per sis tenc ia con int egral e s, y pod ríam
os esc ri bir el sig uient e model o anal ó gi co:

Esta form u lac ión anal ógic a d e los ref lejos cond i c ion a dos muestra cómo es la hist
o ria rec ien te de es tí mu los (coinc i den cias E i(), Ej(), dent ro del int erv alo T), la que abre
o cierra las vías de asocia- ción ent re est ím u los y resp uest as. Los coef icient e s A ij y Aji
son los res pon sa bles del aprend i za je, y se aso cian a la «efic a cia si náp ti ca», pero nada
sab emos de la sem ántica de los est ímulos (Ri, Rj), salv o su car áct er ord en a do (a niv el de
con o cim ient o) en una esc a la (dolor-huid a, neutra li dad, plac er-a tracc ión). Así term i na
la desc rip- ción del ni vel fí sico en el DP. Si llam a mos mied o, camp an illa, com ida, est
ímu lo neut ro o est ímu lo avers i vo a las variables (E i, Ej, Ri, Rj) ya est amos interpretando
el exp erimento en el DO y a nivel de conoc im ient o.
Para subi r el mod elo de nivel y convertirlo en un mod elo estruc- tu ral a ni vel de co no
ci mien to te ne mos que abst raer y ge ne ra li zar, bus can do los símb o los re sul ta do de la
abs trac ción de la va ria ble físi ca que lo sop or ta. Se pued e pa sar así de oper a cio nes ana
lí ti cas (tales como sumas o productos) a verbos de los que ese mod elo ana- lít i co es sólo
un caso part i cu lar, obt en iend o así esq uemas como el de la parte superior izq uierda de la
fig ura 7.4, que es una desc ripción en leng ua je na tu ral del pro ces o:

«calc u lar cond i ción-i», «cal cul ar con dic ión-j», «aso ciar esp a cio- tem
por alm ente, i-j», «acum u lar-olv i dar», «disp arar pat rón de resp uesta-
i», «disp a rar pat rón de resp ues ta-j».

Dond e «calc u lar cond i ción-i» es una inf erenc ia que rep re sent a
todo el cálcul o previo nec e sa rio para obt en er el est ado de act i vi dad
de la lí nea i. Este prep ro ce so pue de in cluir desd e la sim ple ac tividad
dir ect a de una mod ali dad sens o rial hast a un comp le jo proc e so de
rec o noc im ient o de car ac ter es.
El sig uient e verbo del mod e lo es «asoc iar i-j» y tien e que ver con
cual quier pro ce di mien to que per mi ta me dir la vec in dad es pa- cio-
temp o ral de dos símb o los neurof i sio ló gi cos. Es po si ble det ec tar
dis tin tos me ca nis mos de aso cia ción (su mas, prod uc tos, mo du la
ciones, coinc iden cias lóg i cas, etc.) resp on s a bles en el niv el fí si co de
este proc e so. Ylomism o podríam o sanal iz ar elsign i fi ca do comp u ta
cio nal del resto de los verb os («acum ul ar», «ol vi dar», «dis pa rar pa
trón Ri, Rj»), med ian te pro ce sos si náp ti cos o re des de in ter neur o
nas.
Si seguimos el cam ino asc endente en la figura 7.4 (en el sentido de la
neu rof i siol o gía inv er sa), aho ra ten dríam os que for mul ar el pro
gram a. Es de cir, la des cripción de la comp u tac ión en términos de sím
bol os neu rof i siol ó gi cos. Para ello nos hace falt a:

— Nivel de los símb olos:


Un conjunto de abst racciones desde el nivel de las se ñales fisiol ó
gic as, has ta el niv el de los sím bo los neu rof i siol ó gi cos. Estas
abs trac cion es de ben ser ind e pend ien tes de las imp lemen ta
cio nes ana tó mi cas conc re tas y de las señ a les que las co dif i
can.

Encom pu ta ciónnosepasadi rect a ment e delaelec trón i cadi git al al


lenguaje natural sino a través del niv el intermedio de los símbolos usados
por los leng uajes de pro gramación. Sin emb argo, no existen prop ues tas
equi val en tes en neu roc ien cia para este niv el intermedio. Hay más dat
os que teorías in te gra do ras. El simb o lis mo, en neur o lo- gía y en
comp utación, siempre nace en el do minio del obs ervador externo. En el
dominio propio sólo hay señ ales y tejido.

— Sím bol os en el DP:


Son: Conf i gu rac io nes esp e cí fic as de se ñal es es pac
iotemp o ral es (eléc tri cas, quí mic as y elec trón i cas),
(«llaves»), con un ref erente en el medio ex terno o int
er no del org a nism o, y las co rresp on dient es es-
truct u ras ana to mo fi sio lóg i cas («puer tas» abier tas
por esas «llaves»).
Actúan: Estas «lla ves» neur o nal es ac túan como enl a ces diná
mi cos y han sido ad quir i das (ana tó mic a y funcion al
ment e pro gram a das) por la evo luc ióny la gené ti ca
o por el apren diz a je. Re pres en tan (sus ti tu- yen) al
ref e rent e ex tern o en to dos los pro ces os de inf or
mac ión sub sig uien tes.

— Símbolos en el DO:
De sig nan:
a) Enti da des del me dio re le van tes para la su perv i ven cia.
b) Rel a cion es mul tim o dal es y tem por a les ent re es tas ent i
da des.
c) Con cept ua liz a cion es pri mar ias (se ña les de alert a,
homeós ta sis...).
d) Reac cio nes comp en sa to rias.
e) Estab i lid ad de la es pec ie (sím bo los sex ua les, de agresión
o es ca pe..., desc rip to res de nec e si da des int er nas, sueñ
o, sed...).

Fin al ment e, para re cup e rar el mod e lo niv el de co no cim ien to


nos hace falt a:

— Niv el de co no cim ien to:


Un nuev o con junt o de abs tracc io nes, desde el ni vel de los
símb o los neur o fis io lóg i cos hast a el ni vel de co no cim ien to
cuya ont o log ía da lu gar a las desc rip cion es en len gua je
natural de lo que llamamos «act i vi dademoc io nal» o «com por
ta- mient o in tel i gent e». De nue vo, est as se gund as abs tracc
iones deben ser ind ependientes del simbolismo y, a su vez, in dep
en dien tes del niv el fí si co.

Su pon gam os que da mos por fin a li zad o el aná li sis del ni vel fí si
co, que ya sab emos todo lo re ferente a las señ a les y los ope rad o res que
las transforman. Es decir, que disponemos de una teor ía neuronal
completa a niv el fí sico, de form a aná loga a como los físicos y los ing e
nier os elec trón i cos con o cen la elect ró nic a di git al y la ar qui tec- tur
a de orde nad o res. ¿Con o ce ríam os ya lo que está cal cul an do la máq
ui na?, ¿con o ce ríam os los pro ce sos cogn i tiv os emer gent es de las
red es neu ro nal es?, ¿co noc e ríam os los pro ce sos emoc io na les? Clar
amente, no. Del solo con ocimiento del nivel fí sico no se puede obt ener la
descripción de la computación en los otros niv eles, porque un mism o mo
del o pue de re duc ir se usand o dis tint os al gor it mos y program as y un
mis mo prog ra ma pued e eje cu tars e en má qui nas dif e rentes. Así, la
cor respondencia no es biunívoca y al igual que se pierd e co no cim ien to
en la red uc ción, hay que iny ec tarl o en la in terpret a ción. Es dec ir,
cual quier int en to de exp li cac ión de los pro ce sos cogn i tiv os y emo
cion a les no pued e ba sars e sólo en el fun cion a miento de las red es neu
ro na les, sino que nec e si ta ser comp le men ta do, al menos por una clara
comprensión de los símbolos y las ent idades del niv el de co noc i mient
o, en tér mi nos de cult u ra, hist o ria, civ i li za ción y evol ución en el
medio.

6. Ref le xion es fi nal es so bre comp u tac ión y emo ción

Ahor a que he mos vist o la me tod o log ía de ni vel es y do min ios


usad a para des crib ir el co noc i mient o real aso ciad o a toda com put a
ción (máq ui na, prog ra ma y mod e lo) y las dos desc rip cion es com
plement a rias que siemp re exis ten y conv ie ne dist in guir (las esp e cif i
ca cio nes fun cio na les ini cial es y lo que fi nalm en te res i de en la
implementación), ahor a digo que puede ser más fá cil sab er de lo que
estamos hablando cuando alg uien nos ha bla de un robot «emoc ional» o
de una «máq uina sin tient e» o de lo que al guien dirá haber des cu bier to
muy pront o: «la in te li genc ia emo cio nal ar ti fi cial». Para en ton ces,
conv ie ne rec or dar que no hem os en con tra do evid en cia alguna de que
exist a nada residente en la máquina ni en el pro grama que nos permita
hab lar de emo ción. Sólo de control de mov imientos coord i nad os bajo
el con trol de un conj un to de serv o mec a nism os. El resto, las etiq uetas,
ha sido aña dido desde el ext erior.
Tamb ién he mos pres en tad o al gun as po si bil i dad es de co mu ni-
cac ión fruc tíf e ra ent re fi siól o gos y prof e sion a les de la comp u tac
ión, sin dist rac cion es en lo anec dót i co y sup er fic ial. Jun to a lo exp
ues to en el apartado ant erior ca bría mencionar el uso de la computación
para mo de lar proc e sos (como lab o ra to rio vir tual) y para el trat a
miento de los dat os ex perimentales, como es usual en cualquier la- bo ra
to rio de neu ro fi sio lo gía.
Ahor a sa be mos que los sign i fic a dos no son comp u ta bles sino
que se quedan siempre en el dom inio del ob servador, que los usar á de
nuevo al interpretar el comp ortamiento del robot. Así, el modelo lóg i co-
mat e mát i co que suby a ce a todo prog ra ma (los oper a dor es f y g que
en la za ban las var iab les for ma les x y m con la sa lida y) es ind epend
ien te del sign i f ic ado y la caus a li dad que asoc ia mos, a tra vés de sen
so res y efec to res más o me nos an tro po mor fos, a esas va ria bles. Lo
mis mo po de mos de cir que en la zan «agre sión» con «miedo» y «huida»
que «luz verd e» y «carril no ocupado» con «avance». Es de cir, el mo de
lo com pu ta cio nal que sub ya ce a tér mi nos tales como «ale gría», «mie
do», «do lor», «an sied ad», «mo tiv ación», «prop ósit o» o «in tenc ión»
es siem pre un gra fo, un aut ómat a fin it o y un conjunto de tab las de var
iables lógicas. La apar ente emoc ionalidad del rob ot nace de usar las
mismas palabras para comunicarnos entre humanos que para etiquetar las
var iables de un pro- gra ma, dond e la caus al i dad es muy dist inta.
Veamos un ejemplo adaptado de [10,11]. Supongamos que he- mos
sido cont rat ad os para dis e ñar un prog ram a de int er acc ión social de
un conjunto de «robots emoc ionales». La primera ley que hemos det ect
ad o para evit ar conf lict os es la sig uient e:

«Dos ro bots emoc io nal es pue den est ar junt os en una mis ma zona
de la hab itación si ninguno de ellos es un rob ot jefe y amb os tien en una
exp res ión fac ial de fel i ci dad o no la tiene nin guno de los dos.»

La fig ur a 7.5 muest ra la sit ua ción de esta esp ecif i ca ción func io -
nal en el nivel de conocimiento y dom inio del ob servador y su corres
pond ien te rees cri tur a como mo del o for mal, pri mer o den tro del niv
el de co no cim ien to, dond e to dav ía con ser va las eti quet as y después
en el nivel de los símbolos (más cerca del prog rama), donde he mos sus tit
ui do las etiq ue tas lin güís tic as por me ros símb o los, dejando claro en
el dom inio del ob servador cuál es la tab la de correspond en cias ente est
os sím bo los (NC y DO) y sus sig nificados for males (NC y DP).
En la pri mer a rees cri tur a del mo del o ob tend ría mos:

Obsér ves e que aquí to dav ía pa rec e que es tem os ha bland o de


algo relacionado con la emoc ión por que para el humano que lo lee se
prod u ce, de for ma prác tic a ment e sub consc ien te, la asoc ia ción de
las etiq ue tas (jefe, fe liz...) con los significados de esas etiquetas para otro
hum ano que conoce el idioma, ol vidando el punto crucial que es que ahor
a son eti quetas de un programa con la sem ántica de la lóg i ca for mal.
Para acla rar esta sit ua ción sust i tuim os las eti que- tas (rob ot, fe liz,
jefe...) por var ia bles re la cion a das con la teo ría de conj un tos (va ria
bles a y b; signo de pertenencia; rob ots son conjuntos, x e y sonele men
tos de unconj un to), obt e nem os el si guient e model o for mal comp u
tac io nalm en te equiv a lent e al an ter ior y, evi dente men te, sin ning ún
«co no ci mient o emo cio nal»:

Y tod a vía que da más evi den te la dis tin ción en tre un pro gra ma y
su in ter pre ta ción si le pe di mos a un in ge nie ro fo res tal su opi nión
acerca de este prog rama y su po sible significado. Nos dice que para él,
está claro su sign ificado: se trata de un pro grama sob re compatibil i dad
de ár bol es en un in vern a der o:

«Dos árb o les pue den estar jun tos en un inv er nad e ro si nin guno
de los dos es noc i vo para las personas y si ambos son trop i ca les o no lo
son ninguno de los dos.»

Es decir, no hay ninguna conexión entre el significado y la causalidad


de los términos de «emoc ión», «jefe» y «fe licidad» y sus co-
rrespondientes en el mod elo for mal. Todo lo que el obs ervador de la int e
racc ión en tre dos rob ots emo cion a les nos dice al desc ri bir el comp or
tam ien to de est os ro bots cont ro la dos por el mod e lo ant e rior está
fuera de la máq uina y del pro grama que, de hec ho, controla a esos rob
ots. Por eso creo ne ce sar io in tent ar eli min ar has ta dond e sea pos i ble
el uso de térm i nos ant ro pom or fos sac a dos de la psic o biol o gía para
desc ri bir ent i dad es y re lac io nes del camp o de la ro bó- tica, porque
confunden a unos y a otros y nos distraen del verdadero trab a jo int er disc
i plin a rio,ser io y fruc tíf e ro aunq ue me nosesp ecta cu lar.
Estud ie mos con jun ta men te la anat o mía y la fis io lo gía de los
proc e sos que suby a cen al com por ta mien to emoc io nal y formul emos
tam bién con jun ta men te los mod e los comp u ta cio na les adecuados
perm a ne cien do siem pre lo más próx i mo po si ble al fen ó me no na
tural y usand o las he rra mien tas conc ep tua les, lóg i cas y ma te má ti
cas de las que disp o ne mos, llam án do las por su nomb re (va riab les ló
gi- cas y anal ó gi cas, conj un tos, int e gra les, der i vad as, con dic io nal
es de cont rol, gra fos, diag ra mas de trans i ción de est a dos, tab las, etc.)
Desp ués use mos est os mo del os en si mu lac io nes y en la plan i fic
ación de nuev os ex per i men tos y, fin al ment e, re flex io nem os, de
nuevo conj un tam en te, sob re: a) la va li dez del co no ci mient o emo
cion al como fuente de inspiración para el dis eño de nuevos robots, y b) la
val i dez de la rob ó tic a y la com put a ción para la comprensión de los re
sult a dos exp e ri ment a les en el camp o de la fi sio lo gía y la psic o bio-
logía de la emoc ión. Así y sólo así conseguiremos la fer tilización cruza
da y el be ne fi cio mu tuo que siem pre ha ca rac te ri za do la int e racción
ser ia en tre neur o cienc ia y com pu tac ión.

7. Agrad e ci mien to

Agra dez co el sop or te de la CICYT a trav és del pro yecto TIC 97-
0604 en cuyo contexto se han real izado parte de los tra bajos que aquí se
menc ionan.
CAPÍTULO 8
CEREBRO, EMOCIÓN Y NATURALEZA HUMANA

por FRANC IS CO MORA


La na tu ra le za hu ma na es un abstracto, un conc epto sin cuer po
real ex traído tras par ar el tiem po y el esp acio evo lu ti vo.

1. Otra vez a vueltas con la naturaleza humana

De cía Wils on (1978): «Las res pues tas emo cion a les hu ma nas y las prácticas étic as
más generales ba sadas en ellas han sido pro gra ma das en un grad o im por tant e a tra vés de
la se lec ción na tur al tras mi les de ge ne ra cio nes. Pre ci sam en te, el de sa fío de la cien
cia es tratar de medir la rigidez de esas fuerzas causadas por la programa ción, en con trar sus
oríg e nes en el ce re bro y dec o di fi car su sig nific a do a tra vés de la re const ruc ción de
la hist o ria evo lu tiv a del homb re.»
Lo que par ece que ya no escapa a na die es que el hombre, su mente y todo ese inm enso
mundo de leyes y normas que ri gen sus re la cio nes na cen de su ce re bro. Prec i sa men te
ello hizo preg un tar se a Young (1978) si pod ríamos aprender algo acerca de la na turaleza
humana a partir de las ciencias del cerebro. «¿Es posible —señ a la- ba Young— que el con
ocimiento del cerebro pueda lle gar a ayudarnos en el est udio de la fi losofía y la teoría del
con ocimiento, la apreciac ión esté tic a (véa se el reciente lib ro de Semir Zeki, Inner Vi sion,
1999), los juicios mor ales, la conciencia, la éti ca y también la rel igión?» Para aquellos que
ante esta perspectiva cierran sus ojos, Young añad e: «Los cien tí fi cos nos sen ti mos inc ó
mo dos so bre las gran des cuest io nes ta les como las ref le xio nes sob re el sig ni fi ca do
de nuestra existencia. Pero creo que los hec hos científicos, pro piamen te cont a dos, pued en
ayu dar a elim i nar esa ciert a in co mo di dad. Incluso creo que pud iéramos ser capaces, a
tra vés del est udio de nuest ro ce reb ro y nues tra prop ia na tur a lez a, de des cub rir las ba
ses de esta nec e sid ad de bus car sign i fic a dos y verd a des.» Yo tamb ién lo creo. Y
estacreenc ia jus tif i ca lasmod es tas ref le xion esquesi guen.
Hace alg ún tiem po, cent ran do la preg un ta sob re la na tur a lez a hum a na bajo las
persp ec tiv as de las cien cias del cer e bro act ua les señalaba yo que el homb re ya no se
concibe como un ser dual constituido por un esp íritu y el cuerpo que lo al berga. La
concepción ac- tual del hombre enmarca al hombre como «uno», no div idido en dual is mos,
prod uc to de mil lo nes de años de evol u ción y cons us tan- cial y par iente de sus
congéneres los animales. Del hombre como producto de un tras iego constante de
información a lo largo y an cho de su cer ebro; entre su cerebro y su cuerpo y entre éstos y el
me dio que le rodea. Una concepción del hombre y su dignidad no en tanto que conc e bid o
como es pí rit u he cho a imag en y se mej an za de Dios, ni como mat e ria inf or me (conc e
bid a ésta en for ma burd a, sim ple y estática) enraizada en la nada, sino como hombre
«real», «uno». Quiz á, y aun cuan do par e cie ra par a dój i co, la grand io sid ad del ser hum
a no nace pos i blem en te de ese rec o noc i mient o. De esa nue va concepción en la que cer
ebro y cuerpo se identifican con historia pers o nal y esta últ i ma con fil o ge nia y on to ge
nia (Mora, 1996).
La cuestión ahora está en reflexionar sob re esa rea lidad y desent ra ñar los cód i gos cer
e bral es, ad quir i dos a lo larg o de mi llon es de años, que hacen del hombre esa real idad
inviolable, que ve mos todos los días. A esto ayuda nuestro pensar teór ico, ciertamente, pero
definitivamente son las ciencias del cerebro las que se adentran más y más deprisa en el con
ocimiento esencial. Y ello no se pued e ig nor ar. Efec tiv a men te, des en trañ ar los có di
gos de nuest ro cerebro que nos hacen «cervales» y que durante tant os años nos han ayud a
do a so brev i vir quiz á nos ayu de a ent en der nues tra nat u ral e za más pri mi ti va y a mo
dif i car la acor de a esa cre cient e nue va rea lidad (en contraste a la primitiva) que llamamos
cultura y en la que em pie za a viv ir el hom bre ac tual. Re cien tes con fe ren cias in tern a
cion a les dan test i mon io de esa preo cup a ción por los con o cim ien tos adquiridos a
través de las neurociencias y su enm arque en las concepciones clásicas del hombre. Léanse
sino sólo los títulos de las conf e ren cias in tern a cion a les: «Neu roc ien cias y el es pí ri tu
hu ma- no» o aquella otra «Las neurociencias cogn oscitivas y la ac ción div ina», esta úl tim
a aus pi cia da por el Va ti can Obser va tory (Mora, 2000a).
A los neur o cient í fic os no les gus ta muc ho ha blar de rel i gión o mor a lid ad en re lac
ión a su tra ba jo, lo que desg ra ciad a ment e les lleva a div or ciar esos tem as de sus re flex
io nes sob re la na tur a lez a del hombre y su cerebro. Pero ello cada vez res ulta más difícil
ante la nueva perspectiva de la concepción del hombre en un marc o de cono ci mien tos mu
cho más amp lio que en épo cas de pen sa mien to ante rio res (Mora, 2000a, b). De hecho, en
un comentario reciente en Nat u re Neur os cienc e (1998) ti tu lad o «¿Ame naz an las Neu
roc iencias los val o res hu man os?», se ofer tab an al gun as re flex io nes crít i cas acerc a
del de saf ío que re pres en tan los nuev os co no cim ien tos del cer e bro para las conc ep cio
nes «clás i cas» del lib re al be drío y los sis tem as de creen cias trad i cion a les.
Con todo ello, ¿qué pap el le co rresponde a esa pieza del rompec a bez as de la na tu ral e
za hu man a que lla mam os emo ción? Lo anal i zad o bre vem en te en el cap í tul o pri mer
o de este li bro ya nos indica su pap el central no sólo en la conducta humana (en tér minos
muy gen erales) sino en los aspectos más esen cialmente «es- pi ri tual es» del hom bre a los
que da fun da men to bio ló gi co al anclar los en el man te ni mien to de su prop ia exis ten
cia. Hast a las pro pias per cepc io nes del mund o co bran vida hum a na sólo cuando son tam
izadas por nuestros pro pios y únicos reg istros emo cional es. De he cho, la prop ia in di vi
dua li dad hu ma na, en bue na medid a, pro ced e de ese acú mul o de ex per ien cias reg is
trad os en los circ ui tos emoc io nal es del sis tem a lím bic o y aho ra em pez a mos a saber
que en otras partes del cer ebro (Adolphs, 2000). Experiencias que son reg istro vivo de
tiempo a lo largo de nuestra vida, desde el propio nacimiento, si no ya ant es, desde el propio
claustro ma ter no.
2. La emoc ión, ese in gred ien te uni vers al del ce reb ro vivo

Es dif í cil conc e bir el ser hum a no sin emoc io nes y sen tim ien tos. Es más, yo diría
que es imposible porque emoc iones y sen timientos son in gre dien tes in trín se cos a cual
quier aná li sis de su na tu ra le za. Na die du da ría que «emo cio nar se», «sen tir» algo, es
casi con sus tan- cial con de cir «hum a no». Pre ci sa men te, la con no ta ción de «in hu ma-
no» o «no-humano» se da en tod as aquellas conductas “frías” que, al me nos apa ren te men
te, es tán ale ja das del mun do de las emo cio nes y los sen tim ien tos.
Cuando a un ord enador se le plantea un pro blema de cálculo o de otro tipo como es por
ejemplo que esc riba en pantalla en chino cuando yo tec leo en in glés o simplemente le ord
eno que es criba en pantalla lo que yo le dicto verb almente, nos pa rece lóg ico que lo haga
asépt i cam en te, sin otro com pon en te añad i do que aquel de la fría traducción de una cosa
en otra. Incluso es así cuando un ord enad or(nue vos prog ra mas comp le joslo ha cen) es ca
pazde rec o noc er car as que, por su ex pres ión, el or den a dor rec o noc e y nos in dic a que
«esa per son a está con tent a o tris te». Pod e mos imag i narn os in clus o un ord e nad or que
tras en cend er lo por la mañ a na proc e da a esc a near nuestra cara y por la configuración de
la misma nos diga «Buenos días, Paco, te encuentro triste esta mañ ana». Pero yo creo que
todos sabemos que en ninguno de tod os esos casos el or denador va más allá de la traducción
de una cosa en otra sin, en abs oluto, «sa ber» y men os «sentir» lo que hace. El or denador es
«inhumano» porque ni sabe lo que dice cuando oím os «te en cuentro triste esta ma- ñana» ni
por sup uesto «siente» lo que dice, ya que el or denador simple men te pro ce sa una in for ma
ción que es tra duc i da en una sa li da (pan ta lla o voz) acor de a una co dif i ca ción o pro
gra ma. Al or de nad or le fal ta un in gre dient e bá si co. Aquel ad quir i do por el ser hu ma
no a lo largo de millones de años de evol ución, eso que lla mamos «conciencia» y que tod
avía no sa bemos bien qué es en términos neurobio ló gi cos. Y es a ese pro ce so ce re bral
que lla ma mos con cienc ia que las emociones, com unes a casi to dos los ser es vivos (más
or ganizadas y complejas a medida que más se complica el cerebro en la esc ala evo lu tiv a),
aflo ran en sen ti mient os cons cien tes en el ser hu ma- no. Efect i vam en te, los sen tim ien
tos son eso, emo cion es que yo sé (soy consciente) que las tengo. Y esto último, hasta dond e
sa bemos, sólo lo tien e el hombre. Independientemente, por tan to, del grado en el que tal
sentimiento haya existido en tod os los predecesores del ser humano, lo cierto es que hoy y
ahora los sent imientos son po si ble men te el in gre dien te más uni ver sal de la na tur a le
za hu ma- na.

3. Las ven tan as plás tic as de la emo ción: un par én tes is

El cerebro emoc ional es el que permite el en cendido de la conducta. No hay planes que
se est ructuren en el abstracto y la frialdad de la cor te za ce re bral, como señ a la ba Wil son
(1998). Hay un est a do emocional que alumbra, ilumina y calienta la concepción de un plan
cortical. El calor emocional es como la energía que permite el ens ambla je cohe ren te detod
os losin gre dien tes deunaplan i fi ca ciónfut u ra, sea ésta realizar un viaj e o es cribir un
libro. Sin el fueg o emo cional prev io los pla nes son des in teg ra dos, mal coord i na dos y
sin mant e ni- miento ni realización en el futuro. A lo largo de toda su vida, el ser hu ma no
nec e si ta de otros ser es hu ma nos para const ruir, mo de lar y con tro lar ese fueg o emo cio
nal que le perm i ta ser «hum a no» (Mora, 2000b). Pero tamb ién a lo lar go de esa vida el
homb re tiene unos períodos en la construcción de su cer ebro emo cional que son más
importantes que otros. A esto últ imo lo llamamos VENTANAS
PLÁSTICAS o PERÍODOS CRÍTICOS DURANTE EL DESARROLLO DEL
CEREBRO. Con ello se quier e indicar que el desarrollo del ser humano y su cer ebro es como
un coche que se transporta a lo largo de la cadena de montaje y en cada punto a lo largo de la
misma se le añad e una nueva piez a. Pieza que requiere ser mon tada en ese punto de la
cadena y no en otro. Sin ella, el coc he sale defectuoso. En re lación a la emo ción y los sent i
mient os, los ex pe ri men tos del mat ri mo nio Harlow son ilust ra ti vos, al de mos trar que
la dep ri va ción tem pra na de afec to pro du ce en los pri ma tes efect os de sas tro sos para el
fu tu ro desa rrol lo emo cio nal del ind i vid uo. Efec ti vam en te, Harry y Marg a ret Harl
ow(1958) es tu diar onmo nosrhes usre ciénnac i dossep a ra dos de sus mad res du rante seis
mes es a un año y comprobaron que los mo nosdes a rrol lan con duct as abe rrant
escomo,porejem plo, est arsiempre en un rincón de la jaula arrollados sobre sí mismos y
retorciéndosecons tan te men te.Cuan do es tos mon osfue ronpuest os enunajau la en com pa
ñía de otros mon os no mos tra ron ning u na in te rac ción social (luc ha o com petencia) ni
juego ni int erés se xual alguno.
Los estudios de Spitz en los años cuarenta (1945) sob re el valor de la in te rac ción so
cial tem pra na para el de sa rro llo emo cio nal también son ilustrativos al respecto. Este aut
or hizo un es tudio comparat i vo a lo larg o de va rios años ent re ni ños aband o na dos (cuid
a dos por monjas en un orf elinato) y niños criados en una guardería anexa a una prisión de
mujeres y cuidados por sus propias mad res (ciertas horas al día). Estos est udios mos traron,
tras los tres primeros años de vida, que los niñ os criados en el or fanato comp arados con los
criados por sus prop ias ma dres pres en tab an un ma yor ret rai mien to, poca cur io si dad y
gran fac i lid ad para las in fecc io nes. La conc lu sión final de este est udio es que una
reducción se vera del contacto soc ial y emo cio nal del ser hu ma no en eda des tem pra nas
tie ne un re sul ta do ca tas tró fi co para su de sa rro llo emo cio nal.
El hab la y las ha bi lid a des para la mú si ca, las ma te má tic as y la cond uc ta so cial
son tam bién fe nó me nos que se ad quie ren plás ti ca- mente en per íodos claves del de
sarrollo. El hab la, por ejem plo, es el fenómeno mej or co nocido. Si un niño no ha oído hab
lar nunca a sus semejantes ant es de los siete-ocho años, nunca después po drá hablar o, desd
e luego, lo hará con muchas dificultades (Mora, 2000b).
Todo esto, en def i nit i va, nos ind i ca que hay per ío dos temp ra nos en el desarrollo en
los que, dep endiendo de las funciones de que se trat e, pue den qued ar és tas im pe di das
para siemp re si la in for ma- ción amb iental, en nuestro caso emo cional, no moldea el
cerebro de modo adec ua do.1
Otro per ío do clav e en el de sar ro llo del cer e bro emoc io nal es el de la adol es cenc
ia. Es éste un pe ríod o de pro fund as trans for mac iones en la per sonalidad y la con ducta
del in dividuo. En ellas se su ceden grand es cam bios biol ó gic os como con sec uen cia, ent
re otros, de los cambios hormonales de la pubertad. Todo ello se suc ede, a su vez, de
cambios en el cer ebro y de cam bios en su interacción con el me dio am bien te fís i co, emoc
io nal y soc ial. Pe río do de gran frag i li- dad psic o lóg i ca, en dond e los pi la res, hast a en
tonc es fir mes de la rel a ción fam i liar y tamb ién so cial se cimb rean. Pe río do, en muc
hos ind i vid uos, de en tre ga a las band e ras del alt ruis mo y la sol i dar idad, que contrasta,
al men os aparentemente, con la en trega a los rad i cal is mos y a las cond uc tas agres i vas,
viol en tas e irrac io nal es. Per ío do, pues, de ref e rent es nue vos, tant o emo cion a les
como soc iales, y en el que el ent orno fa miliar y soc ial juegan un pa pel crítico en
conformar y adq uirir ese «yo» individual con el que el ser humano se conv ier te en adult o
ma dur o e in dep en dient e.
Tamb ién en este pe ríod o se su ce den camb ios im por tant es en el cer ebro humano.
Pero quizá sea éste, el pe ríodo de la adol es-

1. Véanse los camb ios profundos que se suceden en el ce rebro humano en este per íodo de la vida en Mora y Peña, 1998.
cencia, el peor con ocido para la neu roc ien cia. Sí sabemos, por ejem plo, que dur an te este
pe ríod o hay una pro fund a re mo de la- ción de la corteza cer ebral (de aso ciación, lo que
inc luye la corteza pre fron tal) responsables, en part e, de to das las funciones supe rior es (in
te lec tua les) del in div i duo hum a no. En es tas áreas frontales hay por ejemp lo una pérdida
de su número to tal de neu ron as, com pa ra das con otras áreas de la cor te za (mo to ras) y
tam bién que las neu ron as que per ma ne cen au men tan mu cho más de tam año y vo lumen
comparadas de nuev o con esas otras áreas mot oras (Mora y Peña, 1998). Otros cam bios de
este per íodo incluyen no sólo la miel i ni za ción de esas áreas de asoc iación sino tamb ién y
de modo so bres a lient e la apa ric ión y de sa rro llo de cier tos sis te mas de neu ro trans mi
sor es (cor tez a pre front al) (Mora y Peña, 1998).
Propongo que esa «vent ana plástica emo cional» que se abre al- rededor de la pubertad y
la adolescencia es como un imp rin ting ce reb ral del mar co soc ial de re fer en cia del ind i
vid uo en ese pe ríod o de des a rrol lo. El que, pre via la disp o si ción cer e bral de ese mism
o in divid uo (ge nét i ca, educ a tiv a y emo cion al), le im prim e «a fue go» una conducta,
un modo de proc esar la información por su cerebro y una forma de actuar en el mundo.
Con ocer los mecanismos por los cuales opera el cerebro emo cional en est as eda des
tempranas y cómo procesa y codifica ese com- plej o in gred ien te de carg a ge nét i ca, carg
a am bient al bio lóg i ca, educa ción y cul tu ra en el cont ex to de una inv a sión hor mo nal
crí ti ca que «abre» el cerebro y fija nuevos pat rones de conducta «individual» es abs o lut a
ment e im presc in dib le para co no cer las raíc es bioló gi cas de la con duc ta emoc io nal hu
ma na.

4. Emoc ión y va lor es mo ral es

En la aut oes tim a del hombre, to mada ésta como pat rón bá sico de su real ización per
sonal, hay una esc ala de va lores. El hombre se real iza, se hace a sí mismo, al canzando log
ros de bie nestar a través de normas éticas que él mismo ha ido creando con el tiempo. Nad ie
discutiría que es tas normas son los pil ares que sostienen su conv i venc ia pa cí fic a y ci vil i
zad a con los de más. Y a poco que pensemos en ello ver emos que es tas normas, estos val
ores mo ral es, tie nen su asient o úl tim o en los me can is mos más prim i tiv os de nuestro
cerebro: los mec anismos de las emociones. ¿Qué quiere decir sino «hoy siento la sat
isfacción del trabajo bien he cho»?, ¿qué sig ni fic a do tien e la ale gría y prof un da sat is
facc ión por el éxito int e lec tual, de por ti vo, soc ial en de fi ni ti va, de un hijo o alleg a
do?, ¿qué es todo ello sino una exp resión emo cional, un sent imiento? Parece claro que en el
fondo de tod as estas conductas subyacen las rec om pens as y las emo cion es. O. Wil son
(1978) lo señ ala así: «The val ues are de fin ed to a lar ge ex tent by our most int en se
emotions: ent hu siam and sharp e ning of the sens es from ex plor a tion; exalt a tion from
disc o very; triumph in battl e and com pet i tiv e sports; the restf ul sa tis fact ion from an al
truist ic act well and truly pla ced; the stir ring of eth nic and na tio nal prid e; the strenght
from fa mily ties; and the sec u re biop hil ic plea sur e from the nearn ess of ani mals and
grow ing plants.»
Y todo esto, ¿qué es en última instancia sino una lucha por la supervivencia, esta vez a un
nivel más alto de bienestar? Porque a la postre, ¿qué son los logros del éxito soc ial, sea éste
di nero o recono ci mien to, sino esa ínt i ma y emoc io nal sat is facc ión de algo que nos
permite viv ir me jor? En cualquiera de los cas os, todo nos lle va a ver que la raíz de aquello
que par eciera te ner su origen en la exc elsi tud de la esp i ri tual i dad hu ma na tien e su an
claj e, o al me nos así lo pa re ce, en los más bá si cos y ele men ta les proc e sos ce re bra les
de la sup er viv en cia del ind i vid uo y de la es pec ie.

5. El sent i mien to de infi ni to

El homb re ex pe ri ment a un sen tim ien to últ i mo. Y éste no es el sent i mient o que Da
ma sio (1999) llam a sen tim ien to no bas a do en emociones o sentimiento de vida. Es quiz á
un sen timiento más profund o, un sen tim ien to de perp le jid ad en tre «est ar vivo y con cret
o» y «vivo y dil uido» en ese río de espacio y tiem po que es el Universo. Un sent i mient o
que yo me atre ve ría a llam ar de in fin i to. Un sent i miento que se experimenta cuando el
hombre en su soledad, mirando ha- cia ese inf inito en el que pierde su vis ta y, a vec es, su
sen tido de existen cia, en cuen tra en el re co gi mien to un sent i mient o de re li gio si dad,
de dilución ser ena en ese Universo. ¿Qué insufla en su cerebro ese sent i mient o?
Si nuestro cerebro «crea» en part e el mundo fí sico que vem os. Si nuestro cerebro
«crea» el mundo de las cos as y los de más, que son a fin de cuentas el fundamento de nuestra
propia existencia, ¿en qué med ida no es nuestro propio cerebro el creador de Dios?
Cuen ta Ram a chan dran (1999) en un reciente lib ro una conver sac ión te le fó ni ca que
man tu vo con la fi ló so fa nort ea me ri ca na Pa tri cia Chur chland acerc a del ex pe rim en
to que hizo un psic ó log o can a diens e lla ma do Mic hel Per sin ger. Pers in ger, util i zan
do un es tim u lad or mag né tic o trans cran eal, es timuló parte de sus lób ulos temporales y
refirió asombrado que por primera vez en su vida sintió a Dios. Esta descripción, si no fuer a
por el acto de au toest i mu lar se con una nueva tecn ología no in vas i va, no es del todo
sorprend en te. El ló bu lo tem po ral, en par ti cu lar el lób u lo tem po ral izquierdo y sus pat
ologías, ha sido aso ciado por los neurólogos, desde hace tiemp o, con ex per ien cias rel i
gios as de sus pa cient es. En part i cul ar, ata ques epil ép tic os con fo cos en esta área del
cer e bro se acomp a ñan de exp e rienc ias de in ten sa rel i gios i dad y esp i rit ualid ad. Sen
ti mient os que van des de la exp e rienc ia de un in tens o éx ta sis hast a la de sesp e rac ión
más pro fund a. En mu chos pac ientes, ade más, est as ex pe rien cias «de inc en dio sen ti
men tal» o «éx ta- sis» les lle va a una pro funda re ligiosidad el res to de su vida.
Algun os pa cient es con es tas exp e rienc ias es pir i tual es tan profundas señalan: «Por
fin lo ent iendo todo. Éste es el mo mento que he esp erado toda mi vida. De pronto todo tie
ne sentido.» Y también: «Por fin he pen e trad o en la au tént i ca nat u ral e za del cosm os.»
«Me par e ce irón i co —señ a la Ram a chand ran— que esta sensación de iluminación, esta
convicción abs oluta de que por fin se les ha revela do la Verd ad, se de ri ve de est ruc tu ras
límb i cas esp e cia liz a das en emoc io nes, y no de las áreas cer e bral es del pen sam ien to
rac io nal, que tan org u llos os es tán de su cap a ci dad de disc er nir lo verd a der o de lo
falso.»
Ram a chan dran se pregunta adem ás: «¿Cómo se ex plican los in ten sos arre ba tos de
éx ta sis re li gio so que ex per i men tan los pacientes con ataq ues del ló bulo temp oral o su
afirmación de que Dios hab la con ellos?... o de la luz divina que ilumina to das las cosas o
verd ad de fin i tiv a que está com plet a ment e fue ra del alc an ce de las ment es normales,
demasiado inmersas en el aje treo de la vida cotidiana para dars e cuenta de la be lleza y la
grandeza de todo ello?» Ciertamente, es posible que esto sólo sea una pat ología, como lo
puede ser un proc eso es quizofrénico (aun cuando esto último no parece ser el caso, dado que
los pa cientes comunican y tien en sano contacto con la rea lidad y con los dem ás). Añadido
a ello: ¿por qué est as alucinaciones sólo ocurren cuando es tán afectados los lób ulos
temporales?, ¿por qué adop tan esta for- ma concreta?, ¿por qué est os pa cientes no aluc inan
con otras co sas?
Es int e re san te a este res pec to el sen tim ien to pro fund o que so bre Dios tie nen mu
chos ser es hu ma nos. Es un sen tim ien to gra tif i can te y li be ra dor. Dios no se en tien de,
di cen, Dios se siente. En tant o que todo ser humano, desde los al bores de la conciencia, se
enf renta a esa pregunta úl tima de sentido a su exist encia, uno se pregunta si el cer ebro en
los últimos millones de años no ha ido re mo de lan do sus cir cui tos e in cor po ran do la po
ten cial i dad, que llev ado en acto por la cultura, hace tan universal ese sent i mient o de lo so
bren a tur al. Como pu dier a ser el len guaj e, por ejemplo. Y de ser ello así y sab iendo que
la evo lución biol ógica sólo sel ecciona a lo largo del tiempo funciones o circuitos del
cerebro (u otras part es del or ganismo) que son, en últ ima instancia, úti les para la su per vi
ven cia bio ló gi ca, ¿qué uti li dad úl ti ma, qué serv i cio de sup er vi ven cia pres ta al ser hu
ma no el sen ti miento de lo so bre na tu ral, de la rel i gio si dad, de Dios en def i ni ti va?

6. ¿Hac ia dón de va mos con nues tra nat u ra le za?

¿En qué med i da tod os es tos con o ci mien tos, vie jos y nue vos, nos ayudarán a vol ar
más libres y de pender menos de esos mecanismos inconscientes que nos atan y nos conducen
por las vías trazadas por millones de años de evol ución? No puedo evi tar que cuan do re fle
xion o so bre este tema, siemp re que do sorp ren did o, casi sin pod er avanzar, ante la
enorme fuerza e in fluencia que las emoc io nes sig uen te niend o en la con duc ta hum a na,
a pes ar de la gran lucha, que el homb re, a lo lar go del tiempo, ha ten ido que ha cer para
arranc ar pe que ñas parc e las de rac io na li dad a esa inmensa pradera inconsciente que es lo
irracional. Y aun así hoy, in clu so en nuest ro mun do «ci vi li za do», el mund o de nues tra
Europ a, si gue prim an do la com u nic a ción prim itiva, irra cion al, inconsciente, ent re los
hom bres. Las guerras, los brutos nac ionalismos, la reacción agres iva y vio lenta en las par
ejas, los hijos, los demás, etc., ¿por qué ello sigue siendo así? ¿Por qué seg uimos arrast ran
do cód i gos tan pri mi ti vos en nues tro ce re bro sin ser capac es de mo dif i carl os?
Mu cho se dice acer ca de la agre si vi dad como me ca nis mo in na to (ge né ti co) y la
vio len cia (me dio am bien te) como aña di do cul tu ral en el cer ebro humano (Sanmartín,
2000). Y se añade, ade más, como po si ble rec e ta ter a péu ti ca, que debe ser un camb io en
la cul tu ra actual y la apar ición de una nueva cultura de paz la que in terrumpa ese co rre la
to de agres i vi dad (mec a nis mo na tu ral de sup er vi venc ia) con viol en cia (mec a nis mo
de dest ruc ción). Soy prof un da men te pesimista. Y no atisbo a ver, bajo ninguna
perspectiva, que tal es previsiones no sean o vayan más allá de las pur as pa labras y que
como tal es sean un jue go mal a bar muy alej a do de la verd a der a con duc ta que se pret en
de mod i fi car.
A la larga pienso que esta problemática sólo puede ser res uelta por un cam bio (fí si co,
ge né ti co) en el func io na mien to del cer e bro hu ma no. Camb io como pro duc to de un
salt o cua li ta ti vo, si se quier e evo lu ti vo, del cer e bro, lo que imp li ca la trans mi sión
gen é ti ca de tal cam bio a ge ne ra cio nes pos te rio res. Si tal camb io no ocu rre, el dest ino
del homb re y su propia destrucción po drían incluso ser pred e ci bles.
¿Qué just i fic a ría hoy hab lar de un sal to gen é tic o que cam bie la est ruc tur a del ce
reb ro hu man o? ¿Se pue de seg uir pen sand o en una evol u ción biol ó gic a del ce reb ro hu
man o? ¿Y si tal cosa pu dies e ocurrir, en qué di rección ocurriría?
Hoy emp ezamos a saber que a los circuitos cerebrales que co dific an para la con cienc ia
so lam en te aflor an una mí nim a par te del proc e sam ien to cer e bral que llev a a los pro ce
sos ment a les. Esto incluy e a los sen tim ien tos.
Prec i sam en te, ¿pod rían ocu rrir salt os evo lut i vos (no cult u rales) con la apar i ción
de may o res niv e les de conc ien cia cap a ces de sac ar a la luz to dos aquel los pro ce sos
emoc io nal es e irra cion a les que dom inan de modo in consciente al hombre?, ¿pudiera ser
éste un cam i no evol u tiv o to dav ía abier to al homb re de hoy? De su ced er ello, la
humanización seg uiría por la vía de ser cada vez más conscient e de los vie jos mec a nis mos
que elab o ran nuest ros ins tint os y emoc io nes, des en masc a ran do su sign i fic a do y sus
cód i gos y por ende adq ui riend o la ca pac i dad de rec on ver tirl os. Qui zá esto últ i mo
sólo requiriese de saltos que prod uzcan, no un cambio en el vo lumen (espacio) del cer ebro
pero sí de los códigos de tiempo y funcionamiento de sus circuitos. ¿Podrá tal cosa suc eder?
No se ría ni ex- traño ni gratuito. Tal es cosas, re convertir una función en otra so- bre est ruc
tur as pree xist en tes del cer e bro, ya par e ce ha ber ocur ri do muchas vec es a lo largo de la
evolución (véa se la nota 2 en el primer capítulo de este lib ro). ¿Dará tiempo (tiempo de evo
lución) a que tal cosa ocurra, dado el proc eso destructivo que sobre la Tierra tie ne nuest ra ci
vil i zac ión? Y aña di do a est as pre gun tas, otras: ¿ser ía este aum en to de la conc ien cia
del homb re ver dad e ram en te útil para el prop io devenir y la propia supervivencia? O
acaso ¿no se ría su prop ia des trucc ión al de cod i fic ar (sur gien do a su conc ien cia) los
me ca nis mos irra cio na les, la fuer za más pri mi ge nia, mo ti va dor a, emo cion al, que le
ha man te ni do vivo, pre ci sa men te a cost a de su fal ta de con cien cia?

7. Agrad e cim ien tos

Agradezco a la doctora A. M. Sanguinetti y a J. S. Mora la lectura y crítica de este man


uscrito.

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