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1.- Comentario de las 3 imágenes propuestas.

Se trata de la “Camera picta” o Cámara de los esposos y se encuentra en el Palacio Ducal de


Mantua, en el Castello di San Giorgio. Las pinturas al fresco de esta sala fueron realizadas por Andrea
Mantegna desde 1465 hasta 1474.

Se considera un claro referente de la relación del arte y el poder del primer Renacimiento en
Italia, a través de la recuperación de las alegorías de la antigüedad clásica y su mitología para
adaptarlos a la exaltación de las clases altas italianas.

Es muy posible que el encargo de la obra a Mantegna por parte de Ludovico Gonzaga se
debiera al nombramiento del uno de sus hijos, Francesco, como Cardenal, primer paso de acceso al
posible nombramiento de Papa de la Iglesia de Roma.

En la paredes de la sala nos encontramos, primeramente y en la pared norte, con una escena
de toda la familia, incluida la mujer, cuyo fresco se denomina la Corte. Se puede ver a Ludovico
sentado junto a su esposa Bárbara de Brandeburgo y éste recibe una carta que se supone contiene la
noticia del nombramiento de Francesco, que le abría el camino hacia el papado. La esposa está
rodeada de los hijos, y en un plano posterior y más pequeña, evidenciando la poca importancia de la
mujer en esos momentos. Un séquito de cortesanos y sirvientes aparecen también en la escena, muy
probablemente retratados por Mantegna del natural por el aspecto tan diferente y realista de los
retratos. La escena ocurre en una arquitectura abierta, a modo de los palacios renacentistas.

En la pared oeste, el padre se encuentra con su hijo, ya nombrado cardenal. El escenario de


este encuentro es al aire libre y la mujer no se halla presente. Alrededor de padre e hijo se ven una
serie de funcionarios y sirvientes, de perfil, de tradición romana, y al fondo se ven unas ruinas, de
tradición clasicista y que vincula el esplendor de Mantua al de la antigüedad romana. En la pared este
de la sala, se pintaron unas cortinas brocadas.
ARTE Y PODER EN LA EDAD MODERNA

Lo más sorprendente es el techo. A pesar de ser una sala con el techo cerrado, Mantegna pintó
un óculo abierto al cielo, que, visto desde el centro, bien parece hacer creer al espectador que la sala
es abierta al cielo. En este óculo se observan varias cabezas de cortesanos asomada mirando hacia
abajo y da la sensación de estar siendo observado por esas personas desde arriba. El resto del techo,
entre las bóvedas se pintaron las vidas de Adrián, Orfeón y Hércules, así como también diversos
césares romanos en medallones sostenidos por puttis, volviendo a vincular el esplendor antiguo con
el de Mantua.

La obra que encargó Ludovico Gonzaga a A. Mantegna se acabará convirtiendo en uno de los
grandes focos del Renacimiento. El conjunto total de la obra era toda una declaración del poder de
los Gonzaga, que se realizó en una sala usada como lugar de recepción, para impresionar a
embajadores y visitantes.

Nos muestra la vida de la corte renacentista en la que se unían los intereses de los condottiere,
los cargos eclesiásticos, la naturaleza y el conocimiento sobre la historia antigua. Los personajes se
encuentran en el escenario dominando sus destinos, debido a la formación cultural y la estrategia
política y de poder, donde lo divino es una forma más de apuntalar el poder secular. Las poses de los
personajes denotan su clase aristocrática y solemne, conocedores de que su imagen pasará a la
posteridad.

A través de las paredes y techo de esta estancia podemos observar, por una parte, lo importante
que eran para el Duque la familia, sus hijos y su clientela. Podemos verlos todos muy cercanos y en
una celebración familiar, mientras que en la pared norte vemos lo que se enorgullece el Duque del
nombramiento como cardenal de su hijo, que le servirá para seguir manteniendo su estatus de alta
nobleza en Mantua.

El espacio abierto que vemos en el techo donde además se encuentran cortesanos mirando,
nos induce a pensar que el Duque tenía una gran necesidad de sentirse admirado y siempre observado
tanto por su persona, como por su familia (un hijo cardenal), como por sus riquezas, posesiones y
conocimientos de la cultura antigua.
Este retrato lo realizaron Peter Paul Rubén y Jans Brueghel y se titula La archiduquesa Isabel
Clara Eugenia con el Palacio de Mariemont al fondo. Fue pintado aproximadamente en el año 1617
y actualmente se puede ver en el Museo del Prado.

Fue un encargo del archiduque Alberto de Austria, que mandó realizar este retrato de su esposa
junto con el suyo propio, para después enviarlos a don Rodrigo Calderón, marqués de Siete Iglesias
en Lerma, que era además gran admirador de Rubens en la corte madrileña.

La archiduquesa Isabel Clara Eugenia era la hija de Felipe II e Isabel de Valois. Al ser la
primogénita de este tercer matrimonio de Felipe II y también de todos sus hijos, ya que al primero
que tuvo con Maria Manuela de Portugal, Carlos II, tuvo que encerrarlo por traición y problemas
psicológicos, también era la hija a la que más unido estuvo Felipe II. Fue la favorita de su padre,
acompañando al monarca en su trabajo cotidiano en los asuntos de Estado, por los que se preocupó
especialmente Antes de casarse y desde fechas tempranas, a la muerte de la cuarta esposa de Felipe
II, Ana de Austria, la infanta asumió cada vez mayores funciones en el gobierno hasta que en 1598
fue nombrada reina de los Países Bajos, territorio que le fue entregado como dote junto al ducado de
Borgoña al casarse con su primo, el archiduque Alberto, y del que fue gobernadora hasta su muerte.

Rubens, quien se encargó de la realización del retrato, la presenta en la zona derecha de la


composición, destacando su figura ante un cortinaje rojo, de espaldas al castillo de Mariemont que se
levanta al fondo. La archiduquesa viste elegantemente de negro, pero ricamente enjoyada y con una
amplísima gola, para mostrar el estatus de la retratada, acorde a la tradición del retrato cortesano
español. Lleva sobre el pecho la medalla de Nuestra Señora del Buen Socorro y aparecen elementos
recurrentes en los retratos cortesanos femeninos como el abanico, objeto de lujo y refinamiento al
que la infanta era muy aficionada. Sobre su falda aparecen un pañuelo y un guante.

Jan Brueghel se encargó del paisaje y el castillo de Mariemont en el cuadro de la archiduquesa,


y el residencia de Tervuren en el cuadro del archiduque Alberto, dejando latente de esta manera la
unión de los gobernadores con sus territorios. En este caso, el paisaje adquiere una nueva dimensión,
ya que no se trata simplemente de situar un personaje en un escenario abierto, sino que vincula a los
retratados con los territorios que gobiernan.
ARTE Y PODER EN LA EDAD MODERNA

Tras la muerte de don Rodrigo Calderón en 1621, pasaron a poder de Felipe IV.

Muy probablemente el archiduque Alberto fuera conocedor del gran afecto que sentían
mutuamente padre e hija, por lo que es probable que mandara pintar estos retratos como una manera
de hacer llegar indirectamente a suegro, el rey Felipe II, una imagen actual de su hija predilecta. De
esta manera el rey Felipe II podía ver como su hija se hallaba en buenas condiciones y era cuidada,
querida y respetada como gran Dama, ya que además se mandaban hacer retratos de ella, para
remarcar su estatus de nobleza, siguiente las tendencias del nuevo estilo Renacentista de propaganda
y exaltación del poder a través del arte.
Este cuadro también fue pintado por Rubens entre 1621 y 1625. Se titula El desembarco de
María de Médicis en el puerto de Marsella y actualmente se encuentra en el Museo del Louvre de
París, Francia.

En este caso estamos ante una representación gráfica de un hecho histórico real. María de
Médici desembarcó en el puerto de Marsella el 3 de noviembre de 1600. En este momento María de
Médicis desembarcaba como novia de Enrique IV, rey de Francia con quien contrajo matrimonio.
Este mismo cuadro contiene una representación real en la parte superior, el desembarco, y alegorías
a la mitología clásica en la parte inferior, combinados todos ellos con símbolos cristianos.

En la parte superior está siendo recibida por la personificación de Francia, con los brazos
abiertos, con un manto decorado con la flor de lis y un casco. También la ciudad de Marsella la recibe,
representada en otra figura humana con una corona formada por torres. Una fama alada anuncia el
evento con una trompeta sobrevolando la escena.

En la parte inferior vemos como el navío está siendo dirigido por Neptuno, asegurando así la
llegada sana y salva de la nueva novia de Francia. A éste le acompañan monstruos marinos, sirenas
ninfas y Tritón junto con las nereidas, que amarran el barco para afianzar su llegada efectiva.

En el barco, además de la recién casada María de Médici y su séquito, vemos como el


comandante de la flota de los marineros queda en el barco observando y celebrando la recepción y
arribo a puerto.
ARTE Y PODER EN LA EDAD MODERNA

Este cuadro es una representación claramente barroca, donde los personajes están en
movimiento y se muestran muchas y diversas acciones y temas en una sola imagen.

El cuadro se encargó pintar en 1621, once años después de la muerte del rey Enrique IV, tras
finalizar el ejercicio de María de Médici como reina madre y regente, dado que su hijo Luis XIII tan
solo contaba con nueve años en el momento de morir su padre. En el momento en el que Luis XIII
alcanzó la mayoría de edad empezaron las diferencias entre madre e hijo sobre cómo dirigir el estado,
sobre todo por la actitud del cardenal Richelieu, igual de ambicioso que ella, que se encargó de poner
en contra de María a su hijo Luis. A raíz de estos conflictos la propia María de Médici solicitó el
encargo a Rubens, con la finalidad de reforzar su soberanía y legitimidad, a través del ensalzamiento
de las glorias de su vida y la de Enrique IV, mostrándose como una mujer sensata, hábil y
políticamente correcta. Encargó un total de 24 obras, siendo ésta una de ellas.

En el momento en el que se encarga esta obra la situación política es tensa. María de Médici
intenta apelar a la nostalgia de momentos vividos donde ella era aceptada por todo el pueblo de
Francia sin ninguna duda. En esta obra el observador percibe claramente como María de Médici llega
triunfante a Francia, recibiéndola el pueblo francés con toda la majestuosidad, gloria, respeto y
celebración que merece la novia de Francia y esposa de su rey Enrique IV. La alegoría a la antigüedad
clásica que vemos en la parte inferior de la imagen nos da entender que ella consigue llegar a ser la
reina de Francia, no solo por ser hija del Duque de Médici, sino también por la educación reflejada
en los conocimiento de cultura clásica. La corte que le acompaña son miembros dignos de su
compañía, tanto los cortesanos como la tripulación del barco, que también celebra su llegada a
Marsella con música de trompetas.
2.- Una vez comentadas debe relacionarlas entre sí para redactar un breve tema, al que debe dar un
título. La extensión debe ser superior a dos folios y no exceder los cuatro.

El poder de la mujer en la historia y el arte


El papel de la mujer a lo largo de la historia es un tema altamente debatido desde hace mucho
tiempo. La mujer se ha visto relegada a un rol secundario o doméstico, aunque la situación ha ido
cambiando con los años.

Haciendo un rápido repaso a las distintas etapas de la humanidad, podremos ver la pequeña
evolución del papel de la mujer en la historia y la sociedad, en cuanto a sus roles. En la prehistoria la
mujer desempeñaba principalmente labores de administración, cuidado de los hijos o fabricación de
útiles y también es posible que algunas fueran sacerdotisas. Si bien es cierto sabemos que la figura
femenina era un objeto de adoración como símbolo de fertilidad, como las llamadas Venus
paleolíticas.

A medida que las sociedades humanas fueron convirtiéndose en más complejas, en las
sociedades antiguas, la distinción de roles prehistóricos se profundizó un poco más, relegando a las
mujeres a un papel exclusivo en el hogar limitado al cuidado de éste y de la familia, mientras que el
hombre era el responsable de la guerra y la política. Seguía habiendo, por eso, mujeres sacerdotisas,
que ya desde bien pequeñas habían sido educadas en el ámbito religioso para este fin. La educación
que recibían algunas mujeres era exclusivamente religiosa, siempre al margen de la política.

En la Edad Media, con la implantación de los reinos feudales y el gran poder de la Iglesia
católica, la figura de la mujer fue, si cabe, mucho más relegada. Se identificó a la mujer como figura
de pecado, la tentación y la lascivia. Se limitó la educación casi exclusivamente a los varones y a la
clase política dirigente, por lo que la mujer quedó a merced de los deseos del hombre más cercano (el
padre, marido, hermano, etc.). Las mujeres de la clase política dirigente sí podían acceder en algunos
casos a la educación, pero era una educación más limitada que la de los hombres.

Las mujeres han sido consideradas a lo largo de toda la historia como objetos de intercambio
para acuerdos entre tribus, clanes, señores feudales, casas reales, etc. A nivel político, legal y
administrativo no tenían ningún tipo de poder, eran presentadas como seres inferiores a los hombres,
que necesitaban la guía de estos para vivir, lo que hacía prácticamente imposible una independencia
económica y social de ellas respecto a los varones de la familia.

Con la llegada de la Edad Moderna estos roles se vieron ligeramente modificados. Con la
aparición de la burguesía en las ciudades y las nuevas oportunidades laborales que permitían la
entrada de mujeres, se le ofrecía a la población femenina una opción a una parcial independencia
económica de sus maridos (padres, hermanos, etc.). La educación también empezó a llegar a las clases
bajas, mejorando las expectativas del futuro para las nuevas generaciones.

Con la llegada del Humanismo, el Renacimiento, y la representación a través del arte del
poder, podemos observar también la evolución habida durante la Edad Moderna para con las mujeres.

En la “Camera picta” o Cámara de los esposos de Mantua podemos observar claramente el


rol que el duque de Mantua quería transmitir de la mujer del condado. En una de las paredes está
claramente ilustrada toda su familia, estando él en primer plano perfectamente visible y a su lado,
aunque un poco más atrás y más pequeña, vemos representada a su mujer rodeada de sus hijos,
estando los más pequeños más cerca de ella. Además, en esta obra del primer renacimiento,
empezamos a ver las primeras figuras en movimiento, y vemos al Duque hablando con un sirviente,
mientras que la mujer tan solo está observando la escena, sin participar de manera activa en ella.
ARTE Y PODER EN LA EDAD MODERNA

Claramente nos muestra qué en el siglo XV lo que se espera de una mujer, sea o no de la alta sociedad,
es que se encargue del cuidado y atenciones de los hijos, así como también de cubrir las necesidades
para con el marido.

En el retrato que Rubens realiza de Isabel Clara Eugenia cómo archiduquesa de Austria vemos
que la actitud de la mujer en un principio es la misma, acompañando a su marido en todo aquello que
requiera su presencia. Sin embargo, en esta obra de principios del siglo XVII, la representación de la
mujer es más igualitaria a la del hombre. Ambos esposos están retratados de igual manera, con las
mismas dimensiones, sentados en una silla, con un paisaje de sus posesiones detrás. Vemos en este
caso como la evolución del arte en el segundo renacimiento sitúa a la mujer noble al mismo nivel que
su marido, artísticamente hablando, ya que tanto política, como legal, como administrativamente su
independencia seguía siendo prácticamente nula.

En el último cuadro aquí tratado, el de El desembarco de María de Médici en Marsella, vemos


la magnificencia del poder que ostenta la representada, María de Médici. Aunque le acompañan varios
miembros de la corte, los miembros más cercanos a ella son dos mujeres y los hombres que aparecen,
o bien aparecen en segundo plano, o bien el tamaño es más reducido. En la parte inferior de este
mismo cuadro, la parte central está ocupada por dos mujeres coma mientras que los hombres están a
derecha e izquierda de estas.

Estamos ante los retratos de 3 mujeres de la alta nobleza, concretamente la duquesa consorte,
Bárbara de Brandemburgo, la archiduquesa de Austria, Isabel Clara Eugenia, y la reina consorte de
Francia, María de Médici. Estas tres mujeres tuvieron una gran educación que les sirvió para poder
ejercer la regencia de sus dominios junto con sus maridos, o durante las ausencias de estos. Bárbara
de Brandemburgo participó de manera activa en la gestión del gobierno durante las ausencias del
duque y se ocupó personalmente de la educación de sus hijos. Además, dirigió gran parte de la
correspondencia diplomática con su familia, con los Visconti, la Curia y numerosas personalidades
del Imperio.

Por su parte, Isabel Clara realizará una profunda labor de protección de las artes en los Países
Bajos. Los archiduques patrocinaron diversos artistas como Wenzel Coebergher, Jan Brueghel de
Velours y Pedro Pablo Rubens. Este último comenzó a trabajar como pintor de corte para los
archiduques en 1609, realizando tanto las imágenes oficiales de éstos como importantes encargos
religiosos. Antes de convertirse en la archiduquesa, Isabel Clara acompañaba a su padre Felipe II en
las gestiones de los asuntos de Estado, asumiendo funciones de gobierno.

De María de Médici, su relación con las artes viene ya desde su hogar. Su padre Francisco I
de Médici, inició la construcción de un estudio de cuadros y oficios, el studiolo. Hasta casarse con
Enrique IV de Francia, aprendió de su padre el amor por el arte y le ayudó en la conservación y
ampliación del studiolo. Más adelante, la propia María de Médici, procedía a realizar sus propios
encargos de obras de arte, en parte por el amor que le había enseñado su padre hacia el arte, en parte
por su afán de poseer más cuadros y más valiosos que su padre y cualquier otra corte europea.
Además, ejerció de reina madre y regente de Francia hasta la mayoría de edad de su hijo Luís XIII.

Sólo María de Médici encargó directamente las obras que la retrataban, mientras que tanto
Isabel Clara como Bárbara de Brandemburgo, tan solo posaron para los encargos realizados por sus
maridos. María de Médici, muy conocedora del poder del arte en la Edad Moderna, supo aprovechar
el mejor momento para el encargo de sus obras, además de realizar el encargo a un pintor de la talla
de Rubens, muy valorado y codiciado en las diferentes cortes europeas.

En cuanto a la posición de las tres damas en sus retratos, tan solo Bárbara de Brandemburgo
tiene un segundo plano en la obra, ya que, primeramente, esa era la imagen que el Duque de Mantua
quería mostrar de su mujer, por detrás de él, aunque para él fuera muy querida y valorada, pero era la
posición correcta en aquellos años del primer renacimiento, donde la mujer empezaba a “despertar”
en la sociedad, la corte y el arte.

Esta posición secundaria no implica para nada un menosprecio del marido o del artista hacia
ella, sino más bien un tímido despertar del papel que pronto ejercería la mujer en relación con el arte.
Al observar la obra, por eso, se percibe todo lo contrario, que la esposa está en segundo plano, más
pequeña, porque su papel en el hogar, la familia y la sociedad debía ser en segundo plano.

En la llegada de María de Médici a Francia, podemos percibir un gran aire de superioridad y


grandeza por parte de la reina consorte de Francia. No es el marido y rey quien la recibe a su llegada
a su nuevo país, sino el país entero, que la recibe con alegría, honores y (literalmente) con los brazos
abiertos, como si del ser más querido se tratara. María de Médici era muy consciente de su poder en
aquel momento y así se hizo retratar.

Bibliografía y webgrafía
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